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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Jue 26 Oct - 21:11
    Recuerdo del primer mensaje :




    El pájaro en el espino
    Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
    Hogwarts ha terminado y la vida adulta ha comenzado. Antes de lo que esperaban que sería, Marcus y Alice han tenido que enfrentarse a los peligros de la vida adulta, a contratiempos inesperados y a algunos de sus mayores temores. Pero también han reafirmado, una vez más, como la familia y los amigos siempre luchan juntos. Y ahora comienzan una nueva etapa en la isla esmeralda: Irlanda les espera para ahondar en sus raíces.

    Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

    Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

    La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo el principio.

    AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 2



    Marcus O'Donnell
    Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
    Alice Gallia
    Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




    Post de rol:


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    Vie 17 Mayo - 14:33


    Ding, dong, merrily on High
    Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Abrazó a su abuela, emocionado. Llevaba toda la vida escuchándola hablar de las maravillas de Irlanda, y se metían mucho con ella y su carácter, pero había que reconocer que a la pobre no le habían hecho caso. Y ahora estaban allí, tan felices, y todo les resultaba fabuloso. Vio que Lex no se había abrazado a la abuela, pero se había acercado a abrazar al abuelo, y Marcus sonrió. Lawrence y él siempre habían tenido una relación tan estrecha que a veces, Lex parecía dado de lado, pero abuelo y nieto se querían muchísimo. Le encantaba verles juntos. Todo era armónico hasta que llegó Jason, que con tanto escándalo les iba a romper la sorpresa, porque Cletus y Amelia les iban a escuchar desde donde estaban.

    Se estaba riendo mucho hasta que vio que la caja empezaba a correr serio peligro, porque los niños (y Jason) estaban hiperexcitados, Frankie Junior no dejaba de levantar gente en volandas y los abuelos empezaban a dar pasos erráticos sin mirar por dónde iban. Por no hablar de las mascotas sueltas. Y él que se había dejado a su Elio tranquilito en casa, durmiendo, que era su hora. Ya lo sacaría para la noche, total, iba a tener compañía de sobra, visto lo visto.

    Se planteó fuertemente que Nora hubiera insonorizado la casa, teniendo en cuenta la gran fanfarria con la que entraron por el jardín y los dueños ni se dieron cuenta. Tras un muy gracioso tira y afloja por parte del hombre, por fin abrió la puerta, y la emoción cargó por completo el ambiente. Apretó el brazo de Alice, al que estaba enganchado, emocionado, y buscó a su padre con la mirada. Se arrepintió, volviendo la vista al frente y suspirando, pero los dos bebés tirando besitos tampoco se lo ponían fácil. - Pues no. No se puede mirar a ninguna parte. - Dijo Lex por él, y al menos le hizo reír. Miró a Alice, con los ojos brillantes. - Nuestro comienzo. Nuestras raíces. - Y miró a los mayores, que se abrazaban entre sí, emocionados, y a los bebés contento, y a los niños y los jóvenes americanos e irlandeses, juntos, riendo y empezando canciones. - América e Irlanda... e Inglaterra, por supuesto. Y un poquito de Francia. - Le dijo a la chica mientras pasaban todos al interior de la casa, y su mirada se posaba en todos los presentes allí. - Es todo nuestro inicio, nuestras raíces. - La miró. - No solo nosotros somos eternos. Nuestra familia también lo es. -

    ***

    - ¡Las monedas de chocolate de madre! ¡No me digas que conservas la receta! - ¡Pues claro que la conservo, descastado! - Molly le dio con un trapo a Frankie. - Y no eran de madre, eran de la abuela Lacey. Pero ya sabes como era la época: padre no se iba a aprender una receta, así que la santa mujer se la enseñó a su nuera, y de ella pasó a mí. - Molly le miró. - Tendrías que haber visto cómo eran las monedas de la abuela. ¡Ay! Solo los verdaderos Gryffindor se las comían. - Señaló a Frankie. - ¿Este cobardica que ves ahí? Arnie las chuperreteaba, y cuando veía que no les salía nada malo, se las daba al hermano. - Y tú siempre andabas gritando: "¡qué asco, qué asco!" - ¡Es que a quién se le ocurre chupar las monedas! - Los dos hermanos reían, y Marcus les escuchaba encantado. - Claro que ahora tenemos un caldero entero de monedas, y en aquellos tiempos había dos por niño, y dando gracias. Y encima, algunas se transformaban en duendecillos. Y eran bastante más malévolos que los de ahora. - Pues tu receta es, abuela, tú sabrás por qué. - Porque una se ha hecho blanda con los años y no quiere que a sus nietos se les atraviese la lengua. Y porque no creo que tu madre lo aprobara por mucho que fuera una costumbre, dicho fuera de paso. - Rio. Frankie suspiró. - Y el bueno de Arnie cogía mis dos monedas y, para evitar que me tocara a mí el duende, las chupaba y, si veía que no salía duende, me las daba, y yo me las comía tranquilo. Luego se cogía las suyas. Casi siempre le tocaba duende, claro, pero no los dejaba ni reaccionar, se los comía antes. - Los dos rieron con un punto de melancolía, y cuando la risa se atenuó, se generó un breve silencio.

    Se levantó de un salto. - ¡Abuela! Enséñame la receta. - La mujer le miró, sorprendida. - Pero cariño, siempre has querido que sea sorpresa. - Asintió. - Lo sé, pero tienes razón: al final, los hombres siempre estamos desvinculados de los legados culinarios familiares, y eso no puede ser. Y papá no se la sabe, así que... enséñamela a mí. - Miró a Frankie. - Y pregunta entre mis primos a ver quién quiere aprenderla también, para que la receta vaya para a América. - ¡Eso está hecho! - Y el hombre salió raudo a buscar al heredero americano de las monedas de chocolate de los Lacey. Su abuela se acercó a él y le dio un fuerte beso en la mejilla, sin tantos aspavientos como hacía siempre, pero cargado de cariño. - Qué bonito eres para tu abuela. - ¿Solo para mi abuela? Vaya. - La mujer se echó a reír, encantada con sus tonterías. - ¡Bueno! Pues manos a la obra... - Oye. - Puntualizó, ilusionado. - ¿Y si... alguna parte de la receta... se puede...? - ¡No me empieces a meter alquimia en la comida! - Y ahora, el golpe de trapo se lo llevó él. - ¡Jo, abuela! Si era por aligerar. - Es que no puede ser. El heredero de Lawrence O'Donnell en mi cocina. No hay manera... -




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    Alchemist
    Ivanka
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    Vie 17 Mayo - 16:18


    Ding, dong, merrily on High
    Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    George volvió a menear la sartén y una gran llama se levantó, haciendo que todas las que estaban mirando abrieran mucho los ojos. — Si me hacen jurar que mi hermano hacía esto, os juro a todas que me niego en rotundo vaya. — Él puso una sonrisilla que no le había visto en ningún momento y se encogió de un hombro. — Y habrías cometido perjurio. Eso es sin duda mucho mejor que el cocktail de gambas frío que hacemos todos los años de entrante. — Estaban Eillish, Shannon, Betty, Emma y Alice montando las bandejas de aperitivos en el cobertizo del jardín, donde Lawrence les había instalado una cocina auxiliar, porque la principal estaba tomada por Molly con las monedas de chocolate y Rosaline y Nora vigilando los asados. Alice se había ganado un buen reconocimiento y un secuestro a esa cocina, siendo separada de su Marcus una vez más, con una idea de canapés sacada de Francia. La cosa era que George se había ofrecido a ayudar y había acabado proponiendo un wok de gambas y verduras que le salía muy bien. Frente a las reticencias de Eillish, que para eso era una Ravenclaw con un menú ya organizado, había hecho uno de prueba e inmediatamente tras probarlo, había sido aprobado. Claro que, para todos los que eran, había que hacer muchos woks, y ahí estaba George liado, con la camisa arremangada y el trapo en el hombro.

    Creo que no te he visto cocinar en casa nunca, cuñado. — Dijo Betty de corazón, mientras seguían montando canapés. — No es que cocine todos los días, pero, cuando Farrah se marchó de casa, me di cuenta de que Sandy comía… Guarrería, cuando estaba con ella. Todo cosas precocinadas y demás y… Ahí me di cuenta de que mi hija, que es lo que más quiero en el mundo, no iba a tener una infancia ni parecida a la mía. No tiene hermanos, tiene primos, pero los iba a ver como máximo, cada dos fines de semana, no iba a tener un hogar lleno de cuidados, con comida caliente, hecha con mimo, todos los días en la mesa. — Hizo un gesto de tristeza. — Para entonces ya me di cuenta que no me iban a salir las cosas como a papá y a Maeve, pero… Podía intentarlo, al menos con la cocina. Pero, ¡ay de mí! Que mi princesita quería cosas muy concretas, así que tuve que aprender a hacer cocina fusión asiática, delicias turcas… Todo muy útil, no mancha nada… — La verdad es que estaban partidas de risa, y George, para su sorpresa también. — Georgie, lo has hecho muy bien. La mayoría de los padres divorciados se limitan a pasar de sus hijos el tiempo que no están con ellos, y cuando les ven, les llevan a hacer un plan guay y poco más. Tú, teniendo en cuenta el trabajo que tienes, le has dado muchísimo tiempo e interés a Sandy. — Dijo Shannon con cariño. — Siempre me pregunto qué podría haber hecho diferente por mi niña… Pero supongo que seguir con su madre no era tampoco lo mejor para ella. ¿Sabéis que nos separamos el día que entró Dan a la familia? Con bronca y salidita dramática de mi exmujer por medio. — Dijo mirando a las no americanas, mientras sacaba otra bandeja de wok y preparaba el siguiente. — ¡No! Dime que no… Pobre Dan. — Shannon suspiró y asintió sonriendo. — Bueno, di tú que Dan orbitaba por ahí de cuando en cuando… — Aportó Betty. — Pero sí, ese fue el día que eligió para debutar. Pero también fue el día que llegamos a casa con Sophia recién nacida, y fue precioso. — ¡Madre mía! ¿No había más eventos para el día? — Comentó su suegra, que se estaba riendo también. — Era Nochevieja. — Contestaron los tres, y eso les dio más risa todavía. — Por favor, cuéntaselo a mi marido, que le encanta exagerar con lo terrible que fue cuando pidió mi mano a mi padre. — Las americanas la miraron. — ¿Cómo que pedir tu mano? — Emma hizo como si apartara una mosca de enfrente. — Estupideces de una familia que no me representa. Pero así es vuestro primo todo hay que hacerlo… — BIEN. — Dijeron Alice y ella a la vez, ante las risas de los otros.

    ¿Quién viene a la cocina con la tía Molly y conmigo para aprender la receta de las monedas de chocolate? — Salió diciendo Frankie al salón. — ¡Ay yoooo! ¡Qué cuqui! — Aseguró Sandy encantada de la vida. — ¡Vamos diablilla! ¡A cocinar! — Dijo Frankie levantando a Saoirse en brazos, por mucho que pataleara y se riera. Ada iba a sus pies también. — ¿Podemos nosotros también? — Preguntó Lucius por Pod y por él a Sophia, que también se levantaba. — ¡Claro que sí, cariño! Esos son mis caballeros de verdad, los que se implica en la cocina. — Animó Siobhán desde el sofá. George sonrió. — ¿Veis? Esto es lo que siempre he querido para ella. He tardado mucho en volver aquí… Irlanda me transforma. Quizás parecía huraño o callado, pero cuando venía aquí de pequeño… Era sencillamente feliz. — Eillish le puso una mano en el hombro. — Eras un niño educadísimo y sensible. Créeme, sabemos lidiar también con ese tipo, aunque luego todo sea ruido a nuestro alrededor. — Yo también lo he pensado. — Dijo Emma. — Que teníamos que haberlos traído antes. Lex está irreconocible, para bien, Marcus y Alice parece que han crecido aquí… Y mi suegra, pues qué decir. — Alice rio. — No se lo digas que ya está bastante arriba, y más teniendo público para lo de las monedas. Te apuesto lo que quieras a que tu novio es parte de ese público. — Dijo Rosaline, mirando a Alice y haciéndoles reír. — Pues espero que tenga más predisposición que Maeve a tener gente en la cocina, porque cuando llegué la primera vez con un wok como este empezó “¡Ay, Georgie! ¡Por Dios! ¡Falta tenemos de más trastos en esta cocina! Dedícate a las finanzas que aquí la que os alimenta soy yo.” — Lo mejor es que podía imaginarla. — En mi casa de Francia siempre ha sido un poco así, pero en los últimos años… Bueno, la cosa se desastró un poco y… Echaba de menos una tarde de Nochebuena así. — Admitió con una sonrisa cálida. Lo cierto es que sí, era como si siempre hubiera sido de allí, y estaba feliz.





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    Lun 20 Mayo - 21:16


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    Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Descolgó la mandíbula, mirando a su abuela entre sorprendido y con esa ilusión de descubrir algo bueno. - ¿Así es como salen los duendes de las monedas? - La mujer soltó una risita. - Claro, cariño. ¿Cómo pensabas que se hacía? - Soltó una risa jadeada. - Si te soy sincero, debe ser de las poquísimas cosas en mi vida que jamás me pregunté profundamente. Prefería simplemente dejarme sorprender... Creer en la magia de mi abuela y ya está. - La mujer volvió a soltar una risita complacida. - Pues ya lo sabes... para que, algún día, tú también puedas hacer creer a otros en una magia inexplicable. - Marcus puso una sonrisita tierna y contentísimo, siguió removiendo el chocolate.

    - ¡Vengo con refuerzos! - Clamó Frankie, y Marcus miró contento a la puerta, esperando sorprenderse con quién de sus primos americanos había decidido quedarse el legado irlandés... y vaya si se sorprendió. Debió notársele en la cara contrariada. - ¡Ay, mis niños! ¡Qué alegría! - Claro, para una Gryffindor, cuanto más público, mejor, y el caos no le importaba tanto, sobre todo en una disciplina que dominaba de sobra. Pero Marcus acababa de ver entrar a Sandy, Sophia, Saoirse, Ada, Pod y Lucius en un espacio que no era tan grande, y los cuatro últimos, además, venían botando como puffskeins. - ¡Yo quiero hacer monedas! - ¡Yo también! - ¡Yo primero! - ¡Yo quiero las que le salen duendes! - ¿Tía Molly cómo se hacen? - ¿¿Puedo mezclar?? - ¿¿Y yo puedo mezclar?? - ¿Primo Marcus qué haces? - Estaba recibiendo más frases de las que podía responder. - ¡Bueno! - Dijo Molly, contenta, y rápidamente puso todos los bols a levitar, para evitar que los niños metieran las manos y las narices en ellos indiscriminadamente. - Voy a recuperar mi vena de profesora, ¡qué ilusión! Pero necesito a todos muy muy atentos. Lo primero: manitas limpias. - Y los niños se abalanzaron en tropel hacia el grifo. Sandy y Sophia se acercaron también para lavarse las manos. - Ahora... - Y varios delantales salieron volando, haciendo a todos reír. Marcus la miró, divertido. Sandy se hizo un moño en el pelo con elegancia, se colocó el delantal por el cuello y se le puso de espaldas. - Primo Marcus, hazme un lazo bonito, porfa. - Marchando lazo bonito. - Y le ató el delantal a la espalda, mientras Sophia les miraba con aburrimiento. Los niños también se ataron los delantales unos a otros, y Marcus se acercó a su otra prima. - Veeeenga, te hago un lazo bonito a ti también, mujer fuerte e independiente. - Me voy a meter menos contigo porque ciertamente has sido el primero en ofrecerse a cocinar. - Marcus rio.

    - ¡Muy bien, Sandy! El pelo en la cocina, siempre recogido. - El resto de chicas hizo lo propio. - Y ahora, lo que vamos a hacer, es ponernos por parejas. Saoirse, cariño, ¿quieres ponerte con la tita Molly? - ¡¡Sí!! - No había que ser un genio para saber que su abuela se había quedado con la que podía dar más problemas, y que solo por el estatus de estar con la mandamás, iba a portarse mejor. - Pues venga, los otros tres jóvenes, con los mayores. - Marcus miró a Pod, porque el niño ya le estaba mirando, y le bastó arquearle rápidamente las cejas varias veces para que el niño saltara a su lado. De hecho, se abrazó a su cintura con cariño, y él le recibió derretido, porque los niños cariñosos podían con él. Ada se puso con Sophia y Lucius con Sandy, quien ya le estaba piropeando y poniéndole colorado y, por supuesto, a merced de lo que la chica le pidiera. - ¡Muy bien! Ahora hay que estar muuuuy atentos. Voy a ir dando instrucciones, y cada pareja se va a poner en su sitio de la cocina y solo en su sitio, y tenéis que hacerlo muy bien. Cualquier duda, me la preguntáis. - Y la teoría sonaba genial. La práctica fue otra cuestión.

    Para empezar, el tío Frankie no paraba de entrar en la cocina a revisar con felicidad cómo iba la preparación, pero los niños se aspaventaban y hablaban a toda velocidad cada vez que lo hacía, por lo que la abuela no tardó en lanzarle un ladrido y no volvió más. Sandy estaba dirigiendo más que haciendo, pero como hablaba a Lucius con palabras tan bonitas, el niño estaba encantado. Sophia y Ada tenían diferentes criterios sobre cómo hacer las cosas, y Saoirse estaba sorprendentemente controlada, probablemente por la presencia de Molly. - ¿Y de ahí sale el duende? - Le preguntó Pod. Marcus negó. - Nop, este es el chocolate de las monedas normales. - Ah. - Y mira, ¿quieres ver una cosa? - Marcus revisó de reojo que su abuela estaba distraída y empezó a hacer formas en el chocolate que hicieron que a Pod le brillaran los ojos. Total, era el grupo más adelantado. - ¿Y podrías usar la alquimia para hacer chocolate? - Marcus pensó. - Bueno... crear chocolate no sé... pero... - Si podían hacerse minerales comestibles con alquimia, ¿por qué no, por ejemplo, bombones? Tenía que probar eso en algún momento.

    Cuando se quisieron dar cuenta, llevaban dos horas con las monedas, pero habían conseguido llenar cuatro calderos. Jamás había visto tantas. El equipo de cocina estaba exultante de felicidad. - ¡Ay, por Dios! - Chilló Sandy al mirar su reloj, quitándose a toda velocidad el delantal. - ¡Que no me va a dar tiempo a arreglarme para la cena! - Y salió corriendo de allí, y al abrir la puerta, vio al tío Frankie intentando olisquear, pero sin atreverse a entrar. - ¡Tío Frankie! - Le llamó Marcus entre risas. El hombre asomó la cabeza. Molly suspiró. - Anda, pasa. Dime que no llevas ahí dos horas. - ¿Yo? No, no, solo ha coincidido que pasaba. Ya estaba extrañado de tanto tiempo de preparación. - Pero veía cómo los ojos le brillaban mirando los calderos. - Madre mía... Molly, qué barbaridad. - La mujer le miró con cariño y dijo. - Anda, cobardica. Te dejamos estrenarla. Si te atreves a coger una. - El hombre la miró. - Pero ¿no son para la noche? - Lo son, pero si alguien merece comerse la primera, eres tú, ¿a que sí? - Preguntó Marcus al grupo, y todos animaron fuertemente. El hombre tragó saliva, emocionado, y tras observar divertido el caldero, cogió con prudencia una moneda. Le quitó el envoltorio con cuidado y, tras pensárselo unos segundos, se la llevó a la boca. Estaban todos conteniendo el aliento, mirándole con una sonrisa. El hombre miró a su hermana, y los ojos se le llenaron de lágrimas. - Llevaba... sesenta años sin comerme una de estas monedas... y saben igual que entonces. - Molly, también con lágrimas en la mirada, se acercó a él. - Feliz Navidad, hermano. - Y se abrazaron. Sophia se secó las lágrimas. - Jo, pobre Sandy, se lo ha perdido. - Puntualizó Lucius. Pod se giró a Marcus. - Primo Marcus, ¿me revisas que no me falta nada? - El chico había ido tomando apuntes muy pulcramente. Marcus tragó saliva, conteniendo la fuerte emoción, y asintió. Al menos leyendo disiparía las lágrimas.




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    Mar 21 Mayo - 18:30


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    Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Cuando la gente empieza a faltar, siempre hay que modificar cosas. — Dijo Eillish. — Nora siempre ha sido una niña muy apegada a todo el mundo, y cuando se murió la abuela Martha, no quiso bajar aquella Navidad. Y tu marido… — Dijo señalando a Emma. — Inconsolable. La abuela le adoraba, siempre tan tranquilito con sus números… Y hubo cosas que dejamos de hacer. Luego los tíos dejaron de venir, nacieron muchos niños de golpe y había que cocinar otras cosas… — Le acarició el pelo a Alice y sonrió. — Y fíjate, aquí estamos todos otra vez, y siendo muchos más. Las cosas TIENEN que cambiar, pero eso solo para que sigamos aprendiendo a ser felices. — Miró a George y sacudió la cabeza. — A ver qué te crees que prefiere aquel: pasar la Navidad cocinando kilos de wok o con su exmujer otra vez. — El hombre simplemente rio y dejó toda la comida en las grandes bandejas. — Esto ya está, ¿le vais a hacer un hechizo de calor o cómo? — De eso se encargan los alquimistas. — Dijo Emma, alegre. — Ve a buscar a tu maestro y al otro alquimista. — Le dijo agarrándola de los hombros. — ¡Marchando! — Aseguró mientras se relamía los dedos del paté. Por todos los dioses, vamos a comer como dragones.

    Salió al salón y vio cómo Cletus y el abuelo estaban muertos de risa con algo. — ¡Abuelo! Nos requieren para utilizar la alquimia en beneficio familiar. — Pero nada, los dos hombres estaban muertos de risa. — ¿Pero se puede saber qué os pasa? — Justo entonces vio pasar a Sandy como un rayo. — ¡TENGO QUE CAMBIARME! ¡AHORA VUELVO! — Ay, hija… La abuela que es que ha tenido al pobre Frankie castigado en la puerta como cuando eran chicos. — Más fuerte se reía Cletus. — ¡Y el tío se queda ahí! ¡Yo no sé con qué brío ha hecho a los cuatro chicos…! — ¡Pero tío Cletus! — El abuelo se levantó aún riéndose. — Anda, vamos, hija, vamos. — Y ya ahí reparó en la botellita de jerez que había en la mesita al lado de las butacas. — Anda que… Tú ahora no transmutas nada, eh… — Le susurró al abuelo. — Que no, hija, que no, yos oy muy responsable. — Sí, ya lo veo, ya…

    El pandemonio en la cocina era manifiesto, pero también estaban Frankie y la abuela llorando, en otro momento bonito, que Lawrence rompió diciendo. — ¡Mira! ¡Ya lo ha perdonado! — ¿Qué dices ahora? — Se quejó Molly. — Nada, abuela, que necesito otro alquimista para dejar la comida bien asentada y cuidada para poder irnos a vestir. — ¡A ver! ¡Todo el que no colabore en lo que falta por poner, que se vaya a su casa de referencia! — Gritó Rosaline desde atrás. — Mis niños, los gemelos, las americanas… Todos conmigo que vamos a arreglarnos. — ¡Mira, mami! ¡Esta es mi libreta! Marcus me la ha revisado. — Dijo Pod muy orgulloso, pasando por su lado. Ella se acercó a la encimera con una sonrisa, mirando a su novio. — ¿Son unas dos toneladas de monedas de chocolate hechas por mi alquimista? — Y no me darán una a mí no… — Todos miraron extrañados a Lawrence y Alice se puso una mano al lado de la boca para vocalizar y susurrar “jerez”. — Por lo que sea, necesito un alquimista titulado que pueda tener la cabeza donde hay que tenerla. — ¿Y dónde hay que tenerla? Pues en la Isla Esmeralda, donde esté mi amada. — Exclamó Larry antes de lanzarse a abrazar a la abuela, que puso la risita del descaro. — ¡Uy, Lawrence, por Merlín…! — Entre risas, se llevó a Marcus de allí hacia el comedor, donde Eillish y los demás estaban ya emplazando los platos.

    El comedor de los O’Donnell parecía más bien un palacio, lleno de sillas color oro viejoy una vajilla preciosa y que Alice estaba segura de que habían duplicado mediante hechizo. Había una mesa aparte para los niños, que tenía encantamientos adorables en el centro, no sabía obra de quien, y todo lo presidía un árbol de Navidad gigante que destellaba con luces y adornos preciosos y que mezclaban los tradicionales con los celtas. — ¡Vale, alquimistas! — Instó Shannon. — Necesitamos que creéis microcilmas para que todo se quede a la temperatura adecuada en cada bandeja. Están perfectamente colocadas para que todo el mundo llegue a todo. — Alice y Marcus se afanaron en crear círculos seguros, que Emma iba sellando con hechizos cúpulas. Desde los fresquitos para los canapes y las bebidas, hasta los bastante caliente para el jamón glaseado y el pavo, todo fue quedando perfectamente colocado, y cuando les instaron a irse a casa a cambiarse, Alice se paró un momento y lo miró con Marcus, rodeándole la cintura por la espalda y recostándose sobre su pecho. — ¿Sabes? Creo que nunca nos habíamos implicado TANTO en una cena de Nochebuena… Y ahora entiendo esa satisfacción que siente la abuela o la tía Amelia. Es agotador, pero ver todo esto, las monedas, las coronas… Saber que formamos parte de esto… Es más mágico que lo que acabamos de hacer.






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    Miér 22 Mayo - 15:19


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    Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Si normalmente se sobreexcitaba con la Nochebuena, lo del día de hoy iba a ser para verlo. Y, sin embargo, a pesar de su emoción, su sonrisa constante y su ir y venir (que no destacaba tanto porque se mezclaba con el ir y venir de los demás), se sentía... como en una extraña calma, tan extraña que no sabría si "calma" era el término exacto para definirlo. Probablemente, la cantidad de emociones que se le agolpaban hubieran hecho una amalgama indefinida y le habían dejado en un buen estado intermedio. La emoción de preparar con sus primos y su abuela todas esas monedas, lo divertido de ver a su abuelo Larry con un punto de divertimento a causa del alcohol más elevado de la cuenta, toda la familia reunida, la emoción en los ojos y las palabras de Alice, su noche favorita del año... En fin. Estaba exultante, tanto que querría llorar. Pero había optado por reír y, por supuesto, por hacer diligentemente todo lo que tenía que hacer, que no era poco.

    Después de quedarse los segundos que se lo permitieron abrazado a su novia mientras observaban el hermoso comedor navideño de casa del tío Cletus, terminaron con los preparativos y fueron todos raudos a cambiarse. La tranquilidad con la que se colocaba cada rizo de pelo en el sitio que le correspondía se había quedado en Inglaterra, porque ahora compartía habitáculo con cinco personas más, y eso hablando solo del desván. Trató de colarse así como quien no quería la cosa en el dormitorio de sus padres para arreglarse tranquilo, pero estos también tenían que vestirse, así que su madre no tardó en echarle de allí previa mirada fulminante. Le hubiera encantado apuntarse cómo lo había hecho pero le era imposible definir una estrategia, porque de repente, se vio impecablemente vestido, como siempre, más rápido y menos errático de lo que había esperado estar. Supervivencia, suponía.

    - Si tú no estuvieras ya felizmente cuasicasado... - Emprezó Frankie Junior, señalándole a él. - ...Tú no fueras gay... - Señaló a Lex, que para sorpresa de Marcus, ahora se reía con todo. - ...Y tú no fueras un mocoso inaguantable. - Algún día te acordarás de esas palabras, hermanito. - Respondió Fergus por alusiones, ácido, pero el otro continuó. - Tendría mucho miedo de no ser capaz de ligar con absolutamente nadie hoy. ¡¡Qué hombres más elegantes!! - A ver con quién quieres ligar tú, fantasma. - Ironizó Sophia. - Que es Nochebuena. Es una noche de castidad y pureza y espíritu familiar. - La carcajada de Lex fue tan grande, y la mirada asesina de Marcus tan descarada, que los tres americanos sonrieron con malicia y el mayor de los hermanos dijo. - Me guardo esta estampa y la sacaré a relucir cuando ya os haya emborrachado. - Hizo una pronunciada reverencia y miró a Sophia y a Alice. - He empezado por los hombres porque me faltan palabras para calificar lo preciosas que estáis las damas. - Frankie, en serio, conmigo no. - Dijo Sophia casi asqueada, aunque riéndose, por lo que el chico se fue hacia Alice, le dejó un beso en la mano con miradita sinvergüenza incluida que hizo a Marcus negar con la cabeza con cara de circunstancia, y bajó al trote las escaleras.

    Aprovechó que todos iban bajando para quedarse levemente rezagado con Alice. - Creo que nunca vas a dejar de sorprenderme. - La miró de arriba abajo con amor infinito. - Estás preciosa. - Hizo una graciosa pose. - ¿Y yo? ¿Estoy guapo? Dime que decente al menos. He quedado mejor de lo que pensaba, pero ni siquiera sé cómo me he vestido. Tengo la pesadilla despierto recurrente de que de repente me digan que me falta un zapato o algo así. No me extrañaría. Insisto: no sé cómo me he vestido, no lo recuerdo. - Bromeó, y ya sí, bajaron ambos las escaleras, se abrigaron debidamente y partieron juntos hacia la casa del tío Cletus.

    El recibimiento allí fue alegre y cariñoso, como si llevaran sin verse meses, y todos se piropearon mucho por lo guapos y elegantes que estaban. Por supuesto, su núcleo familiar eran los primeros en llegar, por lo que Marcus aprovechó para hacer lo que se le había quedado pendiente antes. - ¡Tss! - Llamó en un susurro muy discreto. - ¡Tío Frankie! - El hombre se giró, y Marcus le hizo un gracioso gestito y le llevó al lugar donde esperaban los cuatro calderos de monedas de chocolate. Parecían dos niños haciendo una travesura por cómo verificaban que nadie más les estuviera viendo. - Me alegra haber vuelto a ser el niño protegido, si es que me has traído aquí para darme más monedas. - Marcus rio. - No exactamente. Es para darte algo mejor. - Verificó de nuevo que nadie les miraba y fue paseando sutilmente, como acariciándolas, los dedos por la superficie de las monedas. - Yo no soy tan Gryffindor como para buscar deliberadamente duendes sin miedo a que me muerdan a mí... Y me temo que aún no he aprendido a identificarlos. Pero... - Seguía acariciando las monedas y hablando con misterio. - Podemos hacer un pacto: yo me comprometo a poner en pausa por una noche mi estricto código normativo Ravenclaw, y tú prometes pedirle a tu corazón Hufflepuff engañar solo un poquito a la familia y aprovecharte de esta circunstancia. - Vamos, que nos pasemos a Slytherin por una noche. - Rieron. - Un poco sí, porque de hecho... buscamos... - Y ahí apareció, discreto, y Marcus, tras mirar de reojo una vez más que no le veían, hizo un gesto al hombre. Este miró, extrañado, y se sacó las gafas del bolsillo para ponérselas. Ahí se le iluminó la cara. - ¡Oh! ¿Es de las verdes? - Susurró, porque a una de las monedas, la que justo Marcus rozaba, le había salido una veta más oscura de la cuenta entre el dorado. - ¿La tienes localizada? - Preguntó Marcus. Frankie asintió, por lo que retiró la mano. - Cógela. Si la toco demasiado, voy a desvirtuarle el sabor, o a ponerla verde entera. -El hombre le miró un segundo, y después, riendo divertido y como un niño pequeño, tomó rápidamente la monera. Empezó a volverse verde en su mano. - Para ti. Será nuestro secreto. - El hombre le miró con ojos emocionados y se guardó la moneda en el bolsillo. Después, se acercó a él y, pasando un brazo por sus hombros, le dejó un beso en la frente. No necesitaba que le dijera nada, ya lo sabía... Aunque sí que dijo algo cuando iban de vuelta. - Ya no me des más, que se me va a subir el azúcar. - Marcus rio. - ¡Pues queda toda la Navidad por delante, tío Frankie! - ¡Por eso mismo! - Y volvieron con los demás, entre risas, y esperando que de un momento a otro se les uniera el resto.




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    Miér 22 Mayo - 20:42


    Ding, dong, merrily on High
    Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    ¡Oy, por Merlín! ¡Maeve! ¡Que vamos a parecer unas viejas glorias! — Maeve reía fuertemente mientras Sophia la regañaba porque intentaba pintarle los labios. — ¡Oy! Yo no sé si es la isla o qué, pero yo me siento una chiquilla, Molls. No me pintaba desde la boda de Shannon yo creo. — ¡Pues eso no puede ser! Ya te voy a pintar yo más de vuelta en casa abuela! — Exclamó Sophia. Alice aprovechó que había terminado a Molly y se fue a echarse pintalabios y retocarse rápidamente. Ese año no era como el anterior, que parecía que estaba compitiendo consigo misma por ser más elegante y guapa, pero se puso su coronita de acebos de por la mañana y un vestido rojo oscuro al que le había hecho una flor dorada con alquimia, para ponérsela a modo de cinturón. Se puso los zapatos del año anterior y replicó también la coleta. Se miró al espejo y sintió que se veía mucho más mayor que tan solo un año respecto a la Alice del año pasado, y también era una Alice más realista y no concebía pegarse una noche como la del año anterior. Eso sí, besos iba a tener todos los que quisiera. Escondió su cajita de las joyas y salió con Sophia del cuarto de los abuelos donde las chicas (menos Emma, por supuesto), se habían estado arreglando.

    Suspiró ante el comentario de Frankie y dijo. — Eso, tú dilo bien alto. Que la presencia de los abuelos y mis suegros no te impida expresar tus intenciones no muy ortodoxas. — El chico se tiró de las solapas y susurró. — Pero a ver, los Lacey no son primos primos. O sea primos de corazón, pero… — Que sí, Francis, que hagas lo que te apetezca, de verdad, no te voy a  dar yo una charla. — El chico rio fuertememnte y la señaló. — ¡Suenas igualita que mi madre! — Decidió ni responder a aquello y dedicarse a lo que más le gustaba: adorar a su novio. No esperaba menos de Marcus, de punta en blanco, perfectamente arreglado, haciéndola sonreír ampliamente. — Estás cada año más guapo. — Aunque se notaba que también él se había relajado en ese aspecto, y lo peor es que le sentaba aún mejor. Se echó a reír cuando dijo que no se acordaba de cómo se había vestido y se inclinó hacia su novio para decirle al oído. — Yo sabría desvestirlo… — Y se fue con una sonrisita. — ¡Mira! ¡Es que cuando pones esa cara, aunque no te oiga en mi cabeza, ya sé lo que estás pensando! — Se quejó su cuñado. Ella se acercó y le arregló la camisa, la chaqueta y la pajarita. — ¿Y este invento? — Dijo señalándola. — Cosas de Darren. Es suya, quería que llevara algo suyo para estar a mi lado y tal… — Ohhhhh, pero qué monada. — Lex torció una sonrisa y ella le dio dos golpecitos en el pecho. — Yo también sé lo que piensas tú, fiera.

    Bajando encontró a Arnold que la recibió con la misma sonrisa amable que el año pasado. — Creo que mi mujer ha ido antes para asignar estratégicamente los sitios, pero quizá mi nuera tenga la bondad de acompañarme. Ahora que ya la puedo llamar así. — Ella sonrió y le arregló la corbata y el abrigo que ya tenía puesto. — Pues lo haría encantada, pero creo que tienes otros pretendientes. — Y dirigió la vista a Lex. — Yo creo que él te llevaría encantado. — Se inclinó hacia él y susurró. — Pregúntale por la pajarita, que verás qué contento le pones. — Arnold dejó un beso en su frente y sonrió. — Te lo digo mucho, pero pienso decírtelo todas las navidades… Cada día te pareces más a Janet. En todo. Vamos, es que ha sido como si me hablara ella. — Ella sonrió y dijo. — Y más planeo parecerme. — Y dicho eso salieron para casa O'Donnell.

    Ya llegados allí, hubo que organizar varias cosas y Marcus se le perdió en el proceso. Parecía que algo andaba tramando con Frankie, pero Molly había aparecido con un muy confuso Lawrence organizando el postre, y le llegaron ecos con informaciones. — ¡Vaya por Dios! ¿Y ágora quién anda tocando mis monedas? Si mi hermano y mi nieto están en ello mas asunto. — Ella aprovechó la coyuntura y acudió diciendo. — Necesito un caballero. — ¡Aquí tienes uno! — Exclamó Larry. — Gracias, abuelo. Guárdame un baile para después. — Me temo que no sé dónde tengo el carnet de baile. En el siglo XIX te lo has dejado, anda tira… — Le regañó Molly. Ella por su parte, entre risas, tiró de Marcus con la intención de llevárselo a algún lugar tranquilo para tener un momento a solas. En la casa claramente no iba a ser, así que por qué no el jardín.

    Un vez fuera y con una sonrisa, sin soltarle, empezó a decirle. — ¿Sabes una cosa? La Nochebuena pasada fue maravillosa. Y entonces supe que no quería nunca más otra Nochebuena que no fuera así. Ahora sé que lo tendré. El mejor regalo de mi vida. — Tiró de él, ya frente a la casa llena de luces y adornos, con suaves copos cayendo y le puso frente a ella. Sacó la cajita y la puso en sus manos. — Un año más… ¿Quieres terminar de hacer que sea perfecto y me pones las joyas de mi madre? — Con una sonrisa emocionada, se dio la vuelta y se apartó el pelo y el abrigo para que se lo atara, mientras se ponía los pendientes. Luego le ofreció la mano para que le pusiera el anillo con una sonrisa y susurró. — Para siempre. — ¡OYE! ¿ESO ES UNA PEDIDA? — ¿MARCUS LE HA PEDIDO MATRIMONIO A ALICE? — Creo que ha sido al revés. — ¿Lo ha hecho en francés? — En menos de veinte segundos había unas quince personas asomadas a las ventanas. Alice suspiró y dijo. — Empieza la Nochebuena, supongo. — Ya se dedicó a hacer el gesto de tranquilidad con las manos. — ¡Que solo son las joyas de mi madre! ¡A ver! ¿Está todo en orden o tengo que convocar a mi suegra? — Dijo mientras entraba al calorcito familiar y acogedor que siempre tenía aquella casa, y más tan llena de gente.





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    Jue 23 Mayo - 11:35


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    Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Le vino muy bien (como siempre) que Alice tirara de él hacia otra parte, así disimulaba el pequeño trato con Frankie sobre las monedas. El hombre no parecía haber tenido tanta suerte, porque ya estaba siendo preguntado por Cletus y Lawrence entre burlitas, así que a ver cuánto le duraba la entereza. Salió al jardín, feliz, recibiendo el clima helado con mucho gusto, porque el aire estaba impregnado de espíritu navideño, los copos de nieve caían románticamente sobre ellos y la luces de Navidad les iluminaban. Era su día favorito del año y estaba exultante, y Alice también.

    Puso una sonrisa de oreja a oreja, y emocionado, tomó las joyas en su mano y empezó a ponérselas. Susurró en su oído mientras le enganchaba el colgante. - ¿Te he dicho alguna vez que soy el chico más afortunado del mundo? - Así se sentía en ese momento, desde luego. Tomó el anillo y, mirándola a los ojos, repitió. - Para siempre. - Soltó un poco de aire, sin perder la emoción. - Ahora puedo de... - Pero los chillidos de sus primos le hicieron sobresaltarse, como si hubiera olvidado su existencia, y le hicieron rodar los ojos. - Bueno, "puedo" es un concepto amplio. - Suerte intentando conseguir allí un poco de intimidad, pero él sabía a lo que se refería, y seguro que Alice también. Se encogió exageradamente de hombros, mirando a todas esas lechuzas que eran sus familiares pegados a las ventanas. - ¿¿De verdad creéis que voy a hacer una pedida así?? - Y ya le pareció oír la voz de su hermano por allí metiéndose con él. Rodó de nuevo los ojos pero rio, se agarró a la mano de Alice y entraron de nuevo.

    - ¡Haciendo manitas en la nieve con la familia aquí esperando! ¡Qué feo! - Se burló Andrew mientras mecía a un sonriente Brando en brazos. Marcus se fue flechado para el bebé. - Pero por favor quién es este galán tan guapo. - Gracias, primo. - Contestó Andrew. Marcus, quitándole a Brando de los brazos con cara de circunstancias, le dijo. - Me metes prisa por envidia, claramente, porque aún falta media familia por venir. - No he hecho los cálculos. - Dijo el otro como si nada, mientras se comía un canapé de por ahí. Eillish, que pasaba por allí, chistó. - No consigo que no haya gente metiendo las manos por la mesa antes de que estemos todos. - Ay, hija. - Suspiró Maeve, que transportaba una olla hacia alguna parte. - No comer por haber comido... - Eso hizo a Marcus reír. - Yo estoy de acuerdo, tía Maeve. - ¿Tú estás de acuerdo con una ruptura de protocolo, hijo? - Preguntó Arnold, burlón, y con Emma al lado con una sonrisilla divertida (para ser ella). Marcus alzó a Brando hasta ponerle delante de su cara, tapándose con él, con el bebé muerto de risa. - Es el espíritu de Irlanda, ¿qué te parece? - Sus padres rieron.

    De repente empezó a sonar un cencerro, y cuando miraron a la puerta, por ahí entraba Violet, claramente con sus mejores galas navideñas (aunque mucho más rompedoras que las del resto de presente). - ¡Atención, atención! ¡Que llega la granja más molona de Ballyknow! - Soltó una carcajada. - Por fin puedo usar este hechizo con propiedad real. - Vivi, por favor, que no es necesario. - Suspiró Erin, y algo le decía que no era la primera vez que se lo pedía. Cerys, tras ella, la miraba con ojos entornados, pero Martha, para su sorpresa, venía coloradita y con una risilla tonta. - ¡Feliz Navidad! - Proclamó al entrar, y Allison rio al verla. - ¿Qué, Cerys? ¿Ya le has hecho uno de tus clásicos ponches pastoriles? - Cada día tiene menos tolerancia al alcohol. - Suspiró la aludida, pero Martha alzó las manos. - ¡A ver si os aclaráis! No estoy borracha, me lo tomé hace dos horas ya. Estaba muy bueno. Es que se me sube un poquito. Pero solo estoy contenta. ¿No decís que estoy siempre seria? Pues hoy estoy contenta de estar con mi familia. - Apareció por allí la pequeña Rosie dando botecitos y se puso frente a Erin, diciendo sonriente. - ¡Mira, prima Erin! Mamá me ha dejado ponerme esto. - Y se señaló el cuerno de unicornio rosa con purpurinas que tenía en la frente, al que le había enredado una ramita de acebo. - Y le he puesto esto para que sea navideño y Pod no me diga que no pega. - ¡Pero qué bonito! - Alabó Erin, quien claramente había encontrado otra amiga en Ballyknow aparte de Martha.

    - ¡A ver! ¿Dónde está el caballero de la casa? - Proclamó Violet, contoneándose, dejando una bandeja que traía en la primera superficie que encontró y yéndose flechada a Cletus. - ¡Peeeeeero bueno! ¡Qué galán! ¡Cómo se nota que es el patriarca! - Ay, hija, tú que me ves con buenos ojos... - ¡Amelia! No me quiero imaginar lo que sería de joven este soldado. ¡Te lo rifarían! - ¡Digo! Más de una del pueblo me lo hubiera querido quitar. - Y las dos se echaron a reír, mientras Cletus se esponjaba de orgullo y alabanzas como un algodón de azúcar gigante. Violet se giró, buscando con la mirada. - ¿Dónde están el resto de las solteras? - Esa me parece una excelente pregunta, Violet. - Respondió Frankie Junior, otro que ya estaba picando canapés. Y Marcus con las manos ocupadas sosteniendo al bebé. Ya iba a buscar dónde dejarlo, que le estaba rugiendo el estómago.




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    Vie 24 Mayo - 17:06


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    Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    El momento estaba siendo precioso independientemente de las intervenciones, indiscretas como siempre, de toda la familia de cotillas que tenían, y solo pudo sonreír con amor y susurrar. — Yo te he entendido. Y esta es nuestra fortuna, mi amor, la más grande que tenemos. — Y menos mal que se apresuró, porque ya estaban por allí Andrew y Allison, los tiritos, los bebés… En fin, la vida en Irlanda, vaya. Y ya que su novio estaba tan dispuesto a romper el protocolo, cogió ella un canapé y dijo. — Este es que es para la inventora francesa del canapé en cuestión. ¿A QUE LOS HAS HECHO TÚ? ¡Lo sabía! — Dijo Saoirse abalanzándose sobre ella con Nora. — ¿Cuál es la clave para darle… francesidad?

    Pero su relato sobre canapés quedó ensombrecido por la llegada nunca discreta de su tata. — Un día le voy a partir la varita de mi tía en la cabeza a mi padre por hacerle ese hechizo… — Dijo con una sonrisa muy tensa. — ¡Uy! ¿Eso lo ha hecho tu padre? Qué creativo… — Señaló Saoirse, aparentemente encantada con el cencerro. — Sí, no lo sabes tu bien… — Pero no se iba ni a enfadar porque Martha venía graciosísima con el ponchecito encima (que, por supuesto, a su tía, que tenía champán en vez de sangre, no le habría hecho ni cosquillas) y Rosie estaba adorable con el cuernecito y era mejor disfrutar de todos aquellos estímulos.

    La puerta volvió a abrirse pero no era quien Junior esperaba. En una adorable procesión, entraron las niñas de Shannon, Maeve con Arnie en brazos, los cuatro vestidos a juego, y Shannon y Dan, con vestido ella y jersey él a juego también. — ¡AY POR FAVOR ME ENCANTA! — Exclamó su tía. — Amo estas horteradas. — Añadió Saoirse. — ¡JOE MAMÁ! ¡TE DIJE QUE ERA HORTERA! — Se quejó rápidamente Maeve. — Que noooo, hija. Que no vamos a tener muchas más oportunidades de poder hacer esto. — Arnie parecía encantado, pataleando en el aire, feliz de la vida, y detrás entraban Ruairi y Niamh, que portaban una guirnalda claramente hecha por los niños, para colgarla por encima del comedor. — Shannon, ¿has visto a mi hija? — Preguntó George, extrañado. — Sí, espérate ahí, porque vienen las solteras con un pavo que no pueden con él…

    Efectivamente, Ginny abrió pocos segundos después y carraspeó, antes de ponerse su hechizo favorito y cerrar tras ella, para dar efectismo. — ¡QUERIDA FAMILIA! ¡TENGO EL PLACER DE ANUNCIAR EL DESFILE DE NOCHEBUENA DE BALLYKNOW! ¡ATENTOS TODOS QUE ESTO NO OS LO ESPERÁIS! Sobre todo porque se nos ha ocurrido de camino y venimos muertas de risa la verdad. — Ya cuando tuvo a todos mirando, comenzó, abriendo. — En primer lugar: LA SEÑORITA WENDY O’DONNELL. Con un conjunto de niña buena que quiere asentar la cabeza en breves y abandonar a su prima en el pub. Lo detectarán por su peinado de señora casada y su vestido blanco, que es el color de las novias. — Wendy entró sacándole la lengua y dio una vuelta sobre sí misma con una gran sonrisa, ante los improvisados aplausos de los demás. — Siendo tremendamente original por ser Gryffindor, por luchar por los oprimidos, y venir a cenar en Nochebuena: ¡MI HERMANA, QUE NO HA APRENDIDO NADA DE MÍ: SIOBHÁN DOYLE, DE ROJO PASIÓN! — La mencionada entró, forzando mucho el caminar como si fuera una modelo, tirando muchos besos muy falsos a todos y con una boa de plumas que claramente no iba con el conjunto, pero que por qué no. — El color de los liados es el morado. — Criticó Seamus por ahí, ante las risas de su madre y la cara de pocos amigos de su padre. — Para sorpresa de todos y todas, se viene la benjamina de las chicas, o bueno, lo fue durante muchos años, aunque ya esté lo suficientemente mayorcita como para vestírsenos así. SEÑORAS Y SEÑORES PREPÁRENSE PARA LA INCREÍBLEMENTE SEXY: NANCY MULLIGAN. — A Junior, por supuesto se le debía haber caído la mandíbula al suelo, pero es que al pobre Arthur iba a darle algo de ver a su niña con un vestido de terciopelo negro de palabra de honor, cortísimo, y unos tacones increíbles. Entró con la seguridad de quien sabe que lo está rompiendo. — Tú has visto a esa chica dialogar con un druida mientras se quitaba hojas y bichitos de encima, ¿verdad? — Le susurró a Marcus. Lex suspiró a su lado. — Así en una escoba no se puede subir… — Alice rio. — Me alegro de ver que tienes las prioridades ordenadas, cuñadito. — Y por último, que no por ello la peor, porque ella misma ha querido serlo para cerrar con estilo: nuestra estrella americana ¡SANDY LACEY! — Y allá entro, saludando de veras como si fuera una estrella, tirando besos con gracias y otro vestido de infarto, dorado, que hizo que Alice se alegrara de no haber repetido el modelo del año pasado y no tener que aguantar el drama con Sandy. — ¡Y con ella terminamos este magnífico desfile! Gracias por siempre atender a cada gilipollez que se nos ocurre, por pequeña que sea. — Terminó Ginny con una exagerada reverencia. — ¡Creo que estamos todos! — Exclamó Eillish. — ¡Por fin! — Pues nada, empezaba la avalancha para encontrar sus asientos en aquel maremagnum.





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    Dom 26 Mayo - 15:16


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    Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    La cara iluminada que puso Marcus al ver a Shannon y su familia entrar, y cómo giró lentamente la cabeza, con los ojos y la boca muy abiertos, para mirar a su madre, valieron para que Emma soltara un automático. - No. - Cambió la expresión por una altanera. - Pues algún día, lo haré para mi propia familia. - Incidió, y luego miró a Lex, quien no dejaba de reírse por lo bajo. - Y tú ríete. Pero como Darren vea esto, estás perdido. Que tenéis varias mascotas. - Lex tardó un par de segundos en dejar de reírse de él y, como quien acaba de procesar una noticia horrorosa, ensombrecérsele el rostro. Ahora era Marcus quien reía por lo bajo, mientras se acercaba a la familia. - ¡Me encanta! - Afirmó, lo que le valió la mirada de sentirse traicionado de Dan. - ¿Hortera? - Respondió Marcus a la queja de Maeve, soltando una única carcajada detrás. - En ese caso, soy el rey de los horteras. - Al fin lo reconoce. - Masculló Lex, pero había conseguido dejar a la niña más conforme. Por supuesto, se hizo con el bebé. - ¿Por qué eres tan adorable? ¿Eh? ¿No te han dicho que no se puede? Es broma, sí que se puede. - Tonteó mientras le balanceaba en los brazos y le hacía reír a carcajadas.

    Shannon ya había adelantado que las chicas, las únicas que faltaban por llegar, iban ya de camino, pero no se imaginó cuán espectacular sería la entrada. Desde luego, le estaban dando lo que querían. Dejó a mini Arnie en brazos del Arnold grande para atender y vitorear como el que más. - Vaya, padre del año, ¿ya te has cansado? - Se burló su padre. - Tranquila, Emma, como podrás ver a continuación, seguimos teniendo a un adolescente de dieciocho años. De estas seguro que no les importa que no lleven jerséis horteras. - Marcus se limitó a hacer una pedorreta a los comentarios de su padre y las risas de suficiencia de su madre. Se colocó al lado de Alice, frotándose las manos. - Ya cuento con que superarte es imposible, pero estoy deseando ver esto. - Miró de soslayo a un lado y le susurró. - ¿A quién crees que pondrán más nervioso? ¿A Frankie, a Fergus o a Andrew? - Pero ya paró de reír, que empezaba el espectáculo.

    Empezó a jalear y vitorear, aplaudiendo como si estuviera en un teatro, todas las entradas, muriéndose de risa en el proceso. Eso sí, con Nancy casi se atraganta. - Al final te has puesto nervioso tú. - Idiota. - Contestó en el momento a Lex, señalando a Nancy desde su posición y susurrándole agresivamente a su hermano, mientras esta desfilaba por ahí bajo las alabanzas impresionadas de los demás. -  Esa de ahí es toda una erudita. No la has visto sacando runas de las cuevas y hablando gaélico. Solo me ha llamado la atención. - A Frankie también. - Señaló el otro, pero Marcus ni miró, solo bufó a Lex. Afortunadamente, Alice hizo un matiz tan parecido al suyo que Marcus miró a su hermano con evidencia y recochineo, pero este cambió convenientemente de tema. Jaleó a Sandy, cuya ocurrencia de quedarse para la última le hizo mucha gracia (y le recordó a sus propias pamplinas, la verdad, porque él también era muy de darse autobombo). Eso sí, antes de sentarse, alzó los brazos. - ¡UN MOMENTO, UN MOMENTO! - Pidió, y ya tenía caras de alegre intriga por ver qué iba a decir (como las de Saoirse, Jason o las abuelas), otras de profundo hastío de quien lleva una hora queriendo sentarse y el momento no llega nunca (como su madre, Betty o Lex) y otras de absoluto pánico de pensar que pueda acontecer otra movida que no se vieron venir (como Dan). Marcus cambió de posición los dos brazos alzados y apuntó a Ginny. - ¿Es que la presentadora no merece un aplauso? ¡¡A VER ESAS LOAS POR LA DUEÑA DEL MEJOR PUB DE BALLYKNOW!! - Y, tras las carcajadas, todos le siguieron el rollo y aplaudieron con fervor. Y Ginny, por su parte, lejos de sobrecogerse por ser el foco de atención, se subió en una silla (provocando un microinfarto a Eillish y otro a Patrick) y empezó a hacer reverencias y tirar besos. - ¡Ven aquí, que te como! - Y, antes de que se pudiera librar, la tenía prácticamente encima dándole muchos besos y dejándole marcas de carmín rojo por toda la cara. Cuando fue a sentarse a la mesa con la sonrisa embobada y todo el carmín resaltando en su piel tan blanca, detectó la mirada de desdén de su madre. - Sí. Tranquilísima. - Fue lo único que dijo antes de irse con sonrisa de superioridad a sentarse en su sitio.

    - Mi amor, esto ha sido un ataque inesperado. - Bromeó señalándose la cara, ya sentado junto a Alice. - ¿Me ayudas a ponerme decente de nuevo? - Preguntó entre risas, tendiéndole la servilleta. Lo de sentarse todos a la mesa fue otro jaleo monumental, muy pronto se había sentado él; aproximadamente el ochenta por ciento de la familia parecía tener dificultades para leer, comprender, procesar y asociar su nombre en el letrero a la silla en la que se tenía que sentar, pero no sería él quien se quejara por absurdo que le pareciera. Estaba encantado con el sitio que le había tocado: estaba en la esquina opuesta a la mesa infantil, que por lógica estaba junto a la de los adultos para que los niños tuvieran cerca a sus padres. Los más mayores estaban en el centro, entre ellos y los adultos, y en su ala estaban todos los jóvenes reunidos. Ginny, Violet, Erin, Martha y Cerys habían caído en el ala joven, y estaban junto a los más mayores, y también habían caído con ellos Fergus y Maeve. Unos por ser considerados por fin mayores y otras por ser aún jóvenes, pero todos estaban encantados con el sitio asignado.

    Maeve Junior se achuchó a su brazo izquierdo, porque allí le había tocado sentarse, y él se inclinó cariñosamente hacia ella. - Hola, primo. - Saludó Fergus, sentado frente a Maeve y en su diagonal. - ¿Contento de tenernos aquí en Nochebuena? - Muchísimo. - Yo no me libro de esta pelma. - Señaló con la cabeza a Maeve, pero la chica, que estaba pletórica, se levantó, rodeó el extremo de la mesa y se le abrazó. - ¡¡AY!! ¿¿Ves?? Así está todo el día. - Yo también te quiero, primo Fergus. - Puso entonces expresión maliciosa y dijo mientras se volvía a su asiento. - Cuando vuelvas a Ilvermorny, le cuentas a tus amigos guais que toda la familia ha considerado que tu mejor sitio para Nochebuena era enfrente de mí. - Eso hizo a Fergus quejarse profusamente y rogar cambio de sitio, pero dado que todos parecían encantados con los suyos, nadie le hizo caso. - ¡Eh, cariño! - Dijo alegre Andrew. - No solo somos jóvenes sino que somos... - Señaló al borde de la mesa, donde estaban sentados. - ...Extremadamente jóvenes. - Allison soltó una carcajada mientras se sentaba, tras lo cual dijo. - Qué chiste más malo, Andrew. - Va, chaval, no te quejes del sitio. - Dijo entonces Andrew a Fergus, justo al sentarse a su lado. - Que te ha tocado el tío más chistoso a tu lado para cenar. - Genial. Para no echar de menos a mi padre. - Todos rieron. Andrew y Allison estaban, efectivamente, en un extremo de la mesa, para poder tener la trona de Brando cerca. Maeve estaba junto a Allison y Fergus junto a Andrew, y al lado de Fergus, Lex. Su hermano quedaba frente por frente a él, que tenía a Maeve a un lado y a Alice al otro, así que estaba encantado con su sitio. Alice tenía a Sophia a su otro lado, y frente a ellas, junto a Lex, Nancy y Frankie Junior, para que pudieran tirarse toda la noche hablando de quidditch si así lo querían. Sandy y Wendy también habían caído juntas, y Violet estaba entre Ginny y Erin. Al lado de Erin estaba Lawrence, con Molly al otro lado, quien disfrutaba de poder tener a su derecha a su hermano Frankie después de tantísimos años. La tía Maeve estaba frente a su marido, y frente a los abuelos estaban Cletus y Amelia, claramente en lugar presidencial. Todos los adultos estaban una vez pasada la barrera de los más mayores. Desde luego, quien hubiera diseñado la organización lo había hecho a las mil maravillas, con todos los que eran.

    Ya con todos ubicados, Cletus se puso en pie y dio unos toquecitos con el cubierto en la copa. Ya estaban todos en silencio, pero el hombre solo miraba a unos y a otros, con ojos emocionados, sin hablar. Abrió la boca... pero volvió a cerrarla. Empezaban a emocionarse todos, porque el silencio se alargaba, y Marcus tendió una mano a Alice y la otra, por encima de la mesa, a Lex. Maeve había apoyado la cabeza en su hombro y se limpiaba las lágrimas, y eso que aún no había dicho nadie nada. Cletus volvió a abrir la boca y, tras unos instantes de pensárselo, miró a Molly y a Frankie y dijo con voz quebrada. - El soldado Lacey tiene que estar siendo muy feliz allá donde esté. - Hubo risas, pero sobre todo, hubo lágrimas por todas partes, y Molly se puso de pie y abrazó a Cletus, emocionada, a pesar de la mesa que les separaba. Lex le apretaba la mano con más fuerza. Cuando deshicieron el abrazo, Cletus añadió. - Lo que tiene que tener es una envidia terrible de no estar siendo el centro de atención. - Ahí sí hubo más carcajadas, pero Amelia añadió con dulzura. - Bueno, estamos hablando de él, así que yo diría que lo ha conseguido. - Y vuelta a las lágrimas. Cletus sorbió y dio varias palmadas. - ¡Se acabaron los llantos! ¡A comer, que se enfría todo! - Y la comida empezó a distribuirse mágicamente por los platos. Todos se recompusieron y, una vez hubieron respirado hondo, Maeve le dio un empujoncito en el hombro y señaló a Fergus, diciéndole a este. - Ahora también tienes que decir en Ilvermorny que has llorado en Navidad. - ¡En serio! Quitádmela de aquí. -




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    Dom 26 Mayo - 19:23


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    Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Desde luego, nervioso no sabía, pero que no habían dejado indiferente a nadie estaba claro. Por supuesto, su novio puso la guinda con Ginny, lo cual era muy mala idea, porque enseguida se venía arriba (literalmente). Se inclinó hacia Lex y dijo. — Mira que tiene cierta experiencia, pero aún le falta Vivi Gallia desatada que estudiar y cómo aplicarlo a su propia prima. — Dijo entre risas, mientras veían como le dejaban su adorada cara llena de besos rojos. Se acercó a él ya con lágrimas de tanto reírse y le ayudó a limpiárselos. — Siempre supe que acabríamos así, mi amor, yo limpiándote los desenfrenados besos de otras mujeres porque te has pasado de galán. — Es que era demasiado cómico de ver. De premio, le dio un piquito rápido antes de empezar la aventura de sentarse.

    Fue sin duda una aventura, pero Eillish y Emma habían hecho un trabajo increíble sentandoa todos a la perfección, incluyendo a las tías solteras con los jóvenes para evitar el nacimiento de un conflicto innecesario, que ya se encargaron Maeve y Fergus de iniciar, aunque fuera en forma de adorabilidad extrema por parte de ella. Tiró una miguita de pan al chico para llamar su atención. — ¿Sabes también quiénes se llevaban a matar? Estos dos que ves aquí y aquel. — Dijo señalando a Lex. — Y ahora mira. No siembres vientos, que ya llegará el tiempo en el que no queráis estar separados. — Sophia suspiró y negó. — Maeve es demasiado buena y lista para aguantar a este penco toda la vida. — Fergus levantó las manos exageradamente y negó con la cabeza. — Nada, hasta la hermana de uno le ataca. — Afortunadamente, había mucho Hufflepuff por ahí para rebajar los dramas adolescentes, y ya solo se oían risas y sillas colocándose, con los niños alborotando al final de la mesa.

    Pero cuando Cletus se levantó y se quedó en silencio, a todos se les encogió el corazón. Apretó la mano de Marcus cuando se la dio, parpadeando para evitar las lágrimas, pero cuando Cletus mencionó al difunto Arnold, ya ninguno pudo más, y el abrazo del tío y la abuela casi ni lo vio por las lágrimas. Afortunadamente, la comida empezó a repartirse, con un olor y una pinta espectacular. — ¡PAPI! ¡ESTO ES TUYO! — Exclamó Sandy encantada de la vida al ver el wok, tirándole un besito desde su sitio. — Mirad a Georgie. — Dijo ella señalándole. — No hay transacción, estoy segura, que le pueda hacer más feliz que esto que acaba de oír. — ¡Oye, estoy está delicioso! ¿Qué es? — Dijo Lex probando otro plato. — Jamón asado glaseado, y ahí hay patatas. — Señaló ella. — Pero hay cinco fuentes. — ¡No preguntes por…! — Intentó advertirle. — ¡Pues verás, querido primo! — Dijo Nancy, pegando un giro digno del quidditch para cambiar de conversación con Frankie. — La patata es un ingrediente primordial en Irlanda, por tanto, hay cinco fuentes porque son cinco tipos distintos de aprovechamiento culinario de este alimento base… — Alice siguió comiendo de su jamón y simplemente pensó: intenté advertirte. Que disfrutes la clase magistral.

    Cuando ya salió el pavo, y la hidromiel corría a raudales, Molly se puso el hechizo de altavoz (menudo peligro dándole aquello) y les llamó a todos. — Bueno, como todos estamos muy emocionales y contentos, he estado aquí consultando con el consejo de sabios, o más bien de viejas glorias… — Aquello levantó carcajadas entre todos los presentes. — Y nos gustaría pedir vuestra colaboración en una tradición más. Una que hace tanto que no hago que me siento avergonzada en mi irlandesidad, la verdad. — Carraspeó y miró emocionada al resto de los abuelos. — Hay una tradición druida en la que, en el solsticio de invierno, se encienden siete velas junto a la ventana de cada casa de una familia. — Uy, tía Molly, como hagamos eso, Ballyknow va a salir ardiendo, como aquí no hay casi familias… — Bromeó Andrew. — ¡Ay, hijo, no seas así! Deja hablar a tu tía. — Se quejó Nora. — Total, que cada una de las velas era para pedirle un deseo a un Tuatha Dan, a uno de nuestros dioses irlandeses. Pedir valentía para llevar a acabo una empresa a Nuada, o alegría para sus hijos a Banba… Así que, qué os parece si, aunque solo encendamos uno en esta casa, que siete voluntarios se ofrezcan a pedir algo para su familia. ¿Qué os parece? Lo vamos hablando durante la cena y a la hora de los postres, venís aquí con los abuelos y nos lo contáis. — Frankie asintió y dijo. — En su día, cuando pasábamos tanto miedo y hambre… Cuando comíamos dos monedas de chocolate o una pieza de pastel cada uno, encender aquellas velas nos hacía mantener la esperanza, así que pensad… — Alice se volvió inmediatamente a Marcus y dijo por lo bajo. — Yo quiero encender una. Y tengo muy claro cuál. — Miró a Lex y dijo. — ¿Os importa que lo pida yo por nuestros O’Donnells?





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    Lun 27 Mayo - 12:20


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    Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    - Alice, tengo un problema. - Dijo con un fingido tono muy serio. - Quiero probarlo todo y solo tengo dos manos. - Y una boca. Y un estómago. A ver si vas a explotar como las palomas. - Pinchó Lex, y luego puso expresión maliciosa. - O como cierto pájaro que... - Calla. - Amenazó, señalándole con el tenedor, pero riendo como podía teniendo en cuenta que ya tenía la boca llena. Frankie le dio un codazo a Nancy. - Apunta: que ahí hay anécdota. - Levantó las palmas. - Hay que tomar buena nota de según qué momentos para aprovecharlos cuando todos estéis borrachos. - Hizo un gesto de espera. - Y tranquilos, que ya sé que hoy es día familiar y todo eso. Pero aún nos quedan días en Irlanda. - Eso sí, en lo que Frankie hacía su perorata de experto en fiestas, Lex se cavó su propia tumba preguntando por las patatas, y ya sí que rio a carcajadas. - Están todas buenísimas. Es mi conclusión. - Aportó él.

    Fergus se tapó los oídos dramáticamente cuando su abuela se lanzó el hechizo altavoz en la garganta, y Marcus negó con la cabeza mientras su tenedor seguía seleccionando cosas que tardarían en meterse en su boca lo que tardara en terminar la frase. - Nunca pensé que diría esto, pero ese hechizo hay que prohibirlo. - Atendió a lo que decían los mayores, y la idea le pareció fabulosa y emotiva. Ya estaba pensando qué podían pedir cuando Alice se ofreció para hacerlo, y él la miró con una sonrisa emocionada. - Todo tuyo. - ¡EH, PREFECTA HORNER! Ya tienes a la voluntaria de tu casa. - Bramó Violet, de una esquina a la otra de la mesa. - ¡Que todos sabemos que tú estabas deseando hacerlo, pero tu nuera se te ha adelantado! - Marcus y Lex se miraron, aguantando las risas, oyendo carcajadas por ahí, pero cuando pudo tragar, se inclinó hacia Alice y Sophia, al lado de ella, y dijo. - Vamos a hacer un juego: para evitar que Violet lance más berridos que puedan acabar en asesinato en esta noche tan bonita... - Hubo más risas. - Pasémonos mensajes más discretamente. Empiezo yo. Tiene que llegar a Violet ¿vale? - Se inclinó hacia Alice y le susurró la frase que debía decirle a la otra. - ¿Sabes que mi madre es capaz de lanzar un hechizo silencioso a distancia sin que quienes hay entre vosotras se entere? - Volvió a su plato y vio cómo Alice se lo decía a Sophia, esta a Siobhán, esta a Ginny y esta última, finalmente, a Violet, con varias risas de por medio. A saber qué llegaba por ahí. Por lo pronto, la mujer soltó un gritito entre sorprendido y alucinado, y, contrariamente al efecto que Marcus quería provocar, volvió a girarse hacia los adultos y a gritar. - ¡¡PREFECTA HORNER!! ¡Que dice tu hijo que me vas a lanzar una maldición a través de las cabezas de todos! - ¡¡Mentira!! - Se defendió Marcus, pero había ya tan griterío y carcajadas que nadie se estaba enterando de nada en general.

    - ¡Me gusta este juego! - Aplaudió Martha, lo que le granjeó una mirada sorprendida de Cerys. - ¡Me toca! - Y, sin preguntar, se inclinó hacia la otra y le susurró algo. Mientras comían, vieron muertos de risa como el mensaje pasaba de aquella manera de Martha a Cerys, luego a Wendy (que pidió varias repeticiones porque con el ruido no se enteraba), a Sandy (que dijo "tía no te entiendo" como cinco veces), a Frankie (que se llevó una colleja de regalo de Sandy porque, mientras ella le hablaba, no paraba de reír y hacer el tonto con los demás y no la estaba atendiendo), a Nancy (que soltó una risita bobísima porque Frankie le estaba susurrando probablemente más cerca de lo normal), a Lex (que poco menos que dijo que no necesitaba tanta cercanía porque llevaba enterándose del mensaje desde que empezó), a Fergus (que gritó "¿QUÉ?" varias veces solo por provocar) y, por último, a Andrew. Este fue el que más serio recibió el mensaje, y eso, sin duda, era muy mala señal. Carraspeó con formalidad, se limpió muy cómicamente la boca con la servilleta y se puso de pie. - ¡¡FAMILIA!! ¡Martha quiere hacer un comunicado importante! - Martha reía por lo bajo, claramente bajo el efecto del alcohol, pero Cerys miraba preguntándose qué de importante tenía el mensaje que habían trasladado. - Atención: "Niahm duerme con los gemelos porque Ruairi ha metido a una marmota enferma en la cama." - ¿¿CÓMO?? - Eso no es... - La exclamación de Ruairi se vio interrumpida por la corrección que Cerys intentó hacer y que no se escuchó porque todos estaban doblados de la risa. Ruairi se había puesto de pie y movía mucho los brazos. - Que no, que no. Familia, ha habido un error... - Ay, hijo. - Suspiró Arthur. - Mira que echar a tu mujer... - ¡Que es mentira! - Se defendió. - ¡Cariño! ¡Di que es mentira! - Pero Niahm estaba al borde del atragantamiento y no paraba de reír. Ruairi se frustraba cada vez más. - ¡Mi mujer y yo dormimos en la misma cama! - ¡HALA, HALA! ¡Ruairi, por favor, que están tus hijos delante! - ¡¡Pero si has sido tú!! - La discusión a voces de esquina a esquina entre Ruairi y Andrew era ya lo que les faltaba. Le dolía el estómago mucho más de reírse que de comer.

    - ¡¡Martha!! ¡¿Por qué has dicho eso?! - ¡Que yo no he dicho eso! - Exclamó la otra, pero muerta de risa, tanto que le corrían las lágrimas por la cara. - ¡Que yo he dicho que los mooncalfs de Ruairi se escapan y se vienen a mi granja! - ¿¿Ahí estaban?? - Se impactó el otro, subiendo los brazos y dejándolos caer. - ¿¿Y por qué no me lo has dicho?? ¡¡Me iba a volver loco buscándolos!! - ¿Cómo se ha convertido la frase en eso? - Se preguntó Cerys, y claro, a la primera que fue a mirar fue a Wendy, que se hizo pequeña en el acto. - ¡No entendí lo de la marmota! Creía que eran mooncalfs. - ¡Tía! - La llamó Sandy. - ¡Me has dicho que estaban malos! - ¡No, tía! Que se le iban y que yo intuía que es que estarían enfermos o algo, pero la frase no era así. Es que yo que sé, ya me estaba liando. - ¿A que has sido tú el que ha metido la guarrada de la cama? - Señaló Fergus a Frankie, inclinándose en su asiento. El otro puso mirada interesante y dijo, mirando a Nancy. - Era para ponerle un toque picante. - Y la otra, para no dejar de sorprender a todos, se echó a reír. Ruairi volvió a subir las manos con agobio. - ¿¿Podeis confirmar a todos que es mentira?? - Que sí, pesado. - Saltó Andrew. - Que ya sabemos que tienes una perfectamente saludable vida sex... - Y ya todas las onomatopeyas le impidieron seguir, porque algunas adultos como Nora o Patrick casi saltan de su sitio para tirársele encima y que se callen. - AY, POR DIOS. - El grito de Violet les sobresaltó, en mitad de las risas que estaban, porque había pegado un salto en su sitio echando la silla hacia atrás. No se habían dado cuenta, en todo el jaleo, de que llevaba un rato sin parar de rascarse. - ¿¿Pero qué me pasa?? - Ay, cariño, no serías alérgica a algo ¿no? - Preguntó Eillish, preocupada, porque ciertamente se le estaba poniendo la piel colorada. - Con la de burradas que he comido en mi vida ya me habría muerto. ¡Parece que tengo pulgas, por Merlín! ¿Qué me pasa? - No te rasques. - Sugirió Erin, pero, de repente, Violet se detuvo, extrañada, mirándose los brazos y tocándose el cuello. La rojez de la piel se le estaba pasando. - Uy... Ya no me pica... - Se generaron unos segundos de silencio y extrañeza general, hasta que se oyó a Emma decir. - Supongo que una de las frases si era verdad. - Y, con elegancia, se llevó la comida a la boca, y todos porrumpieron en carcajadas. Todos menos Violet, claro, que tenía la mandíbula en el suelo. - Esto no es propio de una prefecta, que lo sepas. -




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    Mar 28 Mayo - 10:42


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    Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Alice resopló y se tapó la cara ante los berridos de su tía. — Tata, ¿tienes SIEMPRE que hacer una de estas? — Vivi le respondió con una pedorreta. — Pensé que ya no tenías el miedo de nuera primeriza, pero veo que la sombra de la prefecta es alargada. — Erin se rio flojito por lo bajini y Alice la miró indignada. — ¡Erin! Que la que contrasta tienes que ser tú. — Y se rio un poquito más y se tapó muy torpemente la cara. Cerys levantó la copita de hidromiel. — A las primas O’Donnell no se las puede dar de beber, visto lo visto. — De hecho, Erin iba contentilla la primera vez que me… — ¡A VER EL JUEGO DEL PRIMO MARCUS! — Interrumpió Sophia, que, como buena Serpiente Cornuda, ya le había tomado la medida a su tata y cuando estaba a punto de soltar una barbaridad (otra).

    El juego resultó ser el caos que se esperaba, y cuando su tía contestó, Alice la señaló. — Es mentira, pero tú sigue así, que lo convertimos en verdad. — El entusiasmo de Martha por el juego cortó las amenazas veladas, y se vino una nueva oleada de risas según se iba recibiendo el mensaje, y varios de ellos no eran capaces de entenderlo. Allison estaba ya muerta de risa cuando Andrew se levantó tan ceremoniosamente, y Brando, en el regazo de su madre, aplaudió intuyendo algo importante. Pero lo que a Alice le hizo reír hasta llorar fue la rapidísima asimilación de la frase por parte de todo el mundo, que vio plausible que eso hubiera ocurrido realmente. Lo mejor era que Niamh estaba muerta de risa, y Alice le dijo a Marcus y Sophia entre risas. — Sospecho que se ríe tanto porque tan disparatado no es. — Y no paraban de reír, desde luego, Andrew podía ser único para entretener fiestas.

    Por si no habían tenido suficiente, resultó que el mensaje auténtico era importante y Alice levantó un dedo. — ¡Eh! Uno se ha enamorado de mí hoy, no me dejaba en paz.Pero ese no era de Ruairi. — Intervinieron a la vez Martha, Cerys y Wendy. Ella parpadeó. — ¿Pero cómo lo sabéis? — Lex la miró y dijo. — No soy el único que aún no ha aprendido a no hacer ciertas preguntas. — Porque, efectivamente, después de eso, llegó un montón de información no requerida sobre las diferencias entre mooncalfs. De fondo, tenían el debate de Wendy y Sandy sobre la dicha frase, marmotas, y demás, y la confesión de Junior de que la había liado un poquito bastante a su estilo, y ya ni se asombraba de que Nancy (o esa persona que estaba en su lugar) le siguiera el rollito. Y en esas estaban cuando su tía empezó a rascarse como loca. Alice se levantó de golpe, preocupada, porque ya lo que les faltaba era acabar en el hospital, pero entonces, a su tía se le fue pasando y lo entendió todo. Lentamente se sentó, y con media risita siguió comiendo. — Hombre, tata… Tú creciste en Slytherin, no sé yo si te extraña que un prefecto pueda hacer eso y cosas peores. — Vivi puso una cara muy dramática, mirando al vacío. — Ah, sí… Cuando tienes razón, tienes razón. ¿Dónde está tu padre cuando hace falta para sacar trapos sucios de estas personas? — Emma se limpió con la servilleta muy elegantemente y dijo. — Donde esta familia no puede oírlo… — Y hasta Alice se tuvo que reír.

    Jugaron un par de rondas más, una de ellas un intento fallido de Junior de echarle un piropo a Nancy que acabó diciendo, palabras textuales “la prima Nancy anoche tenía ojos como de vaca”, y los postres empezaron a desfilar. Preciosos calderos repletos de monedasde chocolate que todos se apresuraron a reclamar como obra suya, amén de tres enormes tartas navideñas. — La tarta navideña lleva fruta escarchada por dentro y está recubierta de crema y azúcar. — Indicó Molly. — Antiguamente, se conservaba la fruta de temporada durante todo el año en azúcar para que cuando llegara la Navidad pudiésemos echárselo al pastel. — Bien remojada en whiskey. — Señaló Eillish. Molly espantó con la mano. — Bueno, por darle el toque. Yo solo le he echado un chorreoncito a la masa y fin. — Entonces se oyó un silla arrastrarse y el tío Frankie se levantó, rebajando los volúmenes de ruido para ver qué quería decir. — Bueno, todos me conocéis, sabéis que yo no doy muy bueno discursos, o propongo brindis, me pierdo al final… Pero si había algo que quería decir. — Tomó aire. — Siempre se espera de nosotros, los patriarcas, los cabezas de familia, que hagamos un bonito discurso… Pero eso no debería ser así. — Señaló através de la mesa con la mano. — Esta familia está aquí gracias a las mujeres. Y no porque hayan sido las madres de lo que más queremos en el mundo, que ya es un trabajo indecible… — Miró a la tía Amelia. — Amelia, curaste a todos los heridos de Ballyknow en la guerra, incluido tu marido, prácticamente sola y con una devoción sin igual. Molly, hermana, ¿qué te voy a decir? Alfabetizaste y enseñaste la esencia de Irlanda a niños que hoy en día pasan ese conocimiento a sus nietos, haciendo que esta isla exista para siempre. Maeve, mi amor, hiciste de un puerto desconocido y temporal un hogar y sacaste adelante una familia contra todo pronóstico, y todo ello mientras trabajabas, soñando con volver. Shannon, mi vida, Eillish, Nora, Emma, Erin… Hay tantas mujeres en esta mesa que han llegado mucho más lejos que estas viejas glorias, y aun así, deciden cargar con el peso de la tradición, que propongo que, a partir de ahora, si hay que hacer un brindis, que lo hagan ellas. Y que todos los hombres de esta familia sigan el ejemplo de Marcus, que hoy ha dicho “ya está bien que solo las mujeres aprendan y contribuyan. Es responsabilidad de todos”. — De nuevo, varios de la mesa, especialmente las mujeres, se emocionaron mucho, Amelia incluso se levantó y le dio un beso en la mejilla diciendo. — Siempre fuiste el niño más dulce del pueblo, Frank. — Y Lawrence, desde su sitio, con un brazo rodeando a Molly dijo. — ¿Sabes qué cuñado? Que tienes razón. Ya que todos hemos admitido que son más cabales, que sean ellas las que pidan el deseo a los Tuatha Dan. Seguro que piden mejor y más inteligentemente que nosotros.





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    Mar 28 Mayo - 13:27


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    Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    - Alice, vuelvo a tener un problema. - Repitió, cómico, aunque esta vez considerablemente más retrepado en la silla. - Sigo teniendo dos manos para tantos postres. - Y un estómago. Repito. - Añadió Lex, y todos rieron, porque no podían parar de reír entre los juegos y los comentarios. Se llevó ambas manos al estómago y soltó un quejido lastimero. - ¡Por favor! Esto no ayuda a mi digestión. - Qué poco irlandés, primo. - Se burló Nancy, a lo que Sophia añadió. - ¡Eso, eso! Luego te hago el remedio casero de mi madre para después de las reuniones Lacey. - No te lo tomes, es malísimo. - Sophia soltó a Fergus una pedorreta. - Hago la misma receta que ella y me sale de fábula. - Compro. - Dijo con languidez, pero ya sí recuperó su modo normal de sentarse, que venían los postres.

    Apenas había probado la deliciosa tarta que describía su abuela, mientras se lanzaba miraditas desafiantes con sus compañeros de mesa por ver quiénes iban a pillar las mejores monedas y quiénes los duendes, cuando el tío Frankie se levantó. Pensó que querría hacer un nuevo brindis, pero lo que hizo fue mucho mejor, tanto que se emocionó, abrazando la cintura de Alice por la espalda y mirando también a su madre, así como a todas las mujeres que mencionaba. A la mención a sí mismo, que para nada se vio venir, primero se ruborizó, pero luego miró con orgullo a los demás y vocalizó "la mejor moneda es mía", por lo que recibió burlitas, pero también miradas de cariño. No dejaba de pensar que estar allí era todo un sueño.

    Oyó un carraspeo que seguro que era para aclarar la emoción de su garganta, y Nancy se puso de pie. - Pues, si me dejáis, empiezo yo. Cumplo con el requisito de ser del grupo de jóvenes... - Señaló graciosamente a Molly, por su propuesta de antes. - ...Y del de mujeres. - Señaló entonces al tío Frankie. - Y, además, soy la que más sabe de dioses de aquí, así que me lo merezco. - Hubo risas y burlas con las que se contoneó y pavoneó un poco, dentro de ese humor divertido del que todos estaban, pero cuando las voces se acallaron, habló de nuevo para todos. - Yo... quisiera pedirle mi deseo a la diosa Eire. - Solo de escuchar el nombre, Marcus sintió una fuerte sacudida. Pero pestañeó y se recentró, escuchando y sonriendo. Aunque, por un momento... era como si le hubiera dado un mareo. Igual sí que se estaba excediendo con tanto comer. - Eire es la madre de todos nosotros, los irlandeses. Es la diosa del hogar, la diosa de Irlanda, la que nos lleva a todos en el corazón. Hoy... tenemos aquí irlandeses de todo el mundo. Personas que no comparten nuestra sangre pero que, por amor, están aquí. - Dijo mirando a Violet, y claramente le había tocado el corazón, tanto a ella como a Erin, que la miró con profundo cariño y apretó su mano. Martha y Cerys también las miraban con ojos vidriosos, aunque sus expresiones eran ligeramente más tristes. - Personas que jamás habían venido, o pensaron que vendrían, pero que han llevado su pedacito de Irlanda siempre, como si la hubieran conocido. Como si hubieran nacido aquí. Y lo llevan por bandera. - Había puesto una mano en el hombro de Frankie y miraba con profundo cariño a Fergus y Maeve, cerca de ella. - Y si vosotros lo hacéis... Es por vosotros. - Ahora miraba a los americanos adultos al otro extremo de la mesa. - Vosotros que tenéis vuestros mejores recuerdos aquí, a pesar de haber venido muy poco. Que nos llamáis familia aunque no lo seamos estrictamente, porque como bien decís, aquí os hemos acogido como tal. Porque es lo que Eire querría. - Miró entonces a Emma y a Arnold. - Los que están un poco más cerca pero que, a veces, han podido sentirse... lejos. - Eso iba para su madre, porque veía el cariño en los ojos de Nancy al decirlo, y la sonrisa de Emma. La chica miró entonces a Marcus y Alice y su sonrisa se iluminó. - Y han venido siendo los más irlandeses del mundo. Queriendo saber más, queriendo conocer sus orígenes. Siendo uno con Irlanda. Siendo los hijos de Irlanda. - Sonrió, pero el mareo fugaz le había atacado otra vez, como si fuera un fogonazo, como si por un microinstante todo se hubiera apagado y vuelto a encenderse. Pero lo disimuló. - Y que, nunca mejor dicho, van a volar muuuuy alto. - Y ahora puso la otra mano en el hombro de Lex, generando risitas alrededor. - Pido a Eire por mi propia familia. - Miró a sus primas, a sus hermanos y a sus padres. - Por ser... familia. Por recibir a todas estas personas con los brazos abiertos y una sonrisa. Por darme la fuerza para ser de esas personas que intentan que Irlanda y su corazón nunca muera. - Se limpió las lágrimas y se le quebró la voz. Se aclaró la garganta antes de seguir, con una gran sonrisa, mirando a los más mayores. - Y, por último... quienes han hecho posible que estemos aquí. Quienes han arrastrado aquí a toda su familia desde muy lejos. Quienes nunca han dejado de sentir Irlanda en la piel. Y quienes han abierto las puertas de su casa para recibirlos a todos como si apenas hiciera dos días que se hubieran ido. Gracias, gracias en mi nombre, y gracias en el nombre de Eire, que seguro que estaría muy orgullosa de nosotros. Ese es mi deseo: que Irlanda esté siempre en nosotros, estemos juntos o no, nos lleve la vida por los mismos o por diferentes caminos. Nos veamos más o menos, se pueda o no se pueda repetir esto. Pero que estemos unidos, aunque sea en nuestro interior. Y que seamos siempre un hogar los unos para los otros. -




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    Mar 28 Mayo - 15:58


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    Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    No se esperaba que Nancy se lanzara así, y menos que eligiera pedir a Eire, pero al oír su discurso, su corazón se encogió y agarró muy fuerte de la mano a Marcus. Cualquierotro año, ella pediría lo mismo, exactamente lo mismo. Miró aquella mesa llena de gente, todos sonrientes y emocionados, vio a los niños al fondo y en los brazos de sus madres, que irían creciendo, entendiendo y participando, aquella familia que, por circunstancias, no había podido estar tan unida, pero que en su corazón se sabían parte de un todo… — Es justo lo que la diosa Eire le enseñó a esta isla. — Afirmó Alice, limpiándose las lágrimas y asintió cuando dijo lo de volar muy alto, aunque ya no podía parar el llanto.

    Molly cogió el candelabro de siete velas y le dio una a Nancy. — Toma, mi vida. Enciende rápido esa vela, y que Eire te lo conceda, por ti y por todos nosotros. Con la ayuda de Eire, lo haremos para siempre. — Dijo Rosaline tirándole un besito. Los gemelos se levantaron y fueron a abrazarse uno a cada uno de Nancy. — De nosotros no te vas a librar nunca, tita. — Dijo Horacius. Ella rio y cogió la varita. — Venga, los dos conmigo. — Y juntos encendieron la primera vela. — A bandia Eire. — Dijeron a la vez en gaélico. Luego dejó un beso en la frente de cada uno y dándoles unas monedas. — Nollaigh Shona, diablillos. — Y ahí, Alice tragó saliva y se levantó.

    La verdad es que… Quiero decirlo antes de que me quiten a la diosa a la que se lo quiero dedicar. — Andrew se rio. — Solo la tía Eillish podría quitarte a Folda. — Ella rio un poco y negó. — No es a Folda, aunque sea la mejor, a quien le quiero pedir. Es a Banba. — Ya tenía varias miradas sobre ella. — Estos días con Nancy hemos estudiado mucho, muchísimo… — Todos rieron. — A los dioses. Y cada vez que leía sobre Banba… Su música, sus artes… Siempre la veía citada entorno a la alegría. Su ciudad con Taranis parece el lugar… Más feliz del mundo. — Sonrió y les miró a todos. — Esa alegría, esa felicidad que sentís justo ahora, es volátil. No es un pensamiento muy navideño, pero sí lo es lo que le quiero pedir a Banba… Felicidad. Alegría. — Los ojos se le inundaron y miró a su tía. — Una vez tuvimos un rayo de felicidad, una Banba, y un poco Taranis también, que llenó nuestra vida de canciones y dulces. — Miró a Marcus y le apartó los rizos de la frente. — Sobre todo de dulces. — Le extendió la mano a Molly para que le diera el candelabro. — Diosa Banba, dale alegría a los míos. Mi gran familia irlandesa y americana, mis Gallia, mis O’Donnell ingleses… Música y dulces siempre que puedan. Alegría y felicidad para ser capaces de caminar por encima de la tristeza cuando venga. Porque es lo que quiero para todos nosotros. Porque es lo que Janet Gallia hubiera querido. — Volvió a mirar a Vivi y dijo. — Anda, ven aquí, tata. — Y juntas, de la mano encendieron la vela. — A bandia Banba. — Y se abrazaron, con la vela ya encendida. — Tú tampoco te vas a librar de mí. Y es imposible echar de menos a tu madre estando tu aquí, pajarito. — Le dijo su tía. Ella la abrazó más fuerte. — Joyeux Noëll, tata. — Sintió cómo más gente se le unía al abrazo, la que más fuerte la abuela Molly, seguida de Lex, y oyó al abuelo. — Solo una mujer realmente sabia sabe que eso es justo lo que hay que pedir.





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    Mar 28 Mayo - 20:51


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    Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Si el discurso y el momento de Nancy encendiendo la vela con sus sobrinos había sido emotivo, ahora llegaba el discurso de Alice. La escuchó enternecido y, por supuesto, orgulloso de tener a la mejor novia del mundo. Al igual que Andrew, había pecado de pensar que elegiría a Folda, pero muy sabiamente, como notó su abuelo después, eligió a Banba, haciendo con ello el discurso más bonito que podía hacerse para una Nochebuena. Sonrió como un niño cuando le miró y le apartó los rizos, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Se las limpió para poder ver el momento en que ella y Violet encendieron su vela, y cuando volvió a sentarse, la abrazó con cariño. - Te quiero. - Susurró, con el corazón en la mano y apretándola contra sí. La quería con su vida. No podía decirle nada que no fuera eso. Ya sería más elocuente cuando estuviera menos emocionado.

    - Voy yo. - Dijo, alegre y también emocionada, Siobhán. Se puso de pie y les miró a todos. - Os voy a sorprender, pero no voy a elegir a una diosa, sino a un dios. - ¡Milagro de la Navidad! - Clamó Andrew, y todos rieron, incluso la propia Siobhán. - Mi deseo va para Nuada. - Marcus se removió, pero atendió al discurso, aunque se notaba inquieto por dentro de nuevo. No le había pasado con el discurso de Alice, pero sí con los de Nancy y Siobhán... los de las peticiones a Eire y Nuada... Bueno, si eran recuerdos de las reliquias, ya no le pasaría con el resto, y tampoco había sido para tanto. - Para que nos dé valor. Porque, efectivamente, tenemos un hogar precioso, y tenemos alegría. Pero, como ha dicho la prima Alice, la alegría es efímera. El hogar vive en nuestros corazones, pero... no siempre podemos estar juntos. Y necesitaremos valor para afrontar los momentos más difíciles. Para mantenernos unidos, para buscarnos. Y que recordemos que no combatimos solos, porque Nuada era fuerte, sí, pero tenía a todos sus guerreros con él, a toda Irlanda, y a los dioses ayudándole. Valor para lo que tengamos que enfrentar, y humildad para aceptar la ayuda de los otros. - La chica miró a Nora. - Y si alguien entiende de todo lo que estamos diciendo aquí: de valentía, de humildad, de alegría, de familia y de Irlanda, es mi madre. - Le tendió la mano y la mujer fue como un globo de alegría junto a su hija. Tomó la vela y, juntas, la encendieron y dijeron. - A bandia Nuada. - Se abrazaron. - Te quiero, mami. Aspiro a ser como tú. - No iban a dejar de llorar en toda la noche. Nora se separó y puso las manos en su rostro con dulzura. - Pero, mi niña. Tú eres mucho más lista y fuerte que yo, vas a llegar tan lejos. - Siobhán sonrió y dijo. - Da igual dónde llegue. Siempre aspiraré a ser como tú. - Miró al tío Frankie y dijo. - ¡Ah! Y también pido a Nuada más valentía y humildad para los hombres, como la que ha demostrado Frankie. Que no nos tengan tanto miedo, que tenemos mucho que decir. - Sabía yo que un alegato caía... - Dijo Andrew, pero todos aplaudían mientras seguían secándose las lágrimas.




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    Miér 29 Mayo - 13:09


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    Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Siobhán se ofreció a pedir a Nuada, que fue sorpresa pero no tanto, y tuvo un precioso momento con su madre. Sí, Alice llevaba viendo eso años. Cada vez que mencionaba a Janet, la gente tenía necesidad de abrazar a su madre, y antes le molestaba un poco, pero de un tiempo a esta parte solo podía pensar que eso sería algo que a Janet le hubiera encantado, así que simplemente sonreía y admiraba el momento. Frankie tenía razón, las mujeres sabían estupendamente como superar cualquier escollo, demostrar amor y apoyarse las unas a las otras. — Sois una familia de valientes. Todos. Incluso los que creen que no lo son. — Dijo dándole en la barbilla a Marcus mientras le miraba con devoción.

    Entonces, la tía Maeve se levantó con un quejidito e hizo un gesto para que le pasaran las velas. — Pues ya que los Ravenclaw me han dejado a Folda, voy a aprovechar. — Miró a sus hijos con los ojos brillantes. — Folda hizo que el conocimiento de Lugh no se perdiera gracias a la escritura y la historia. Ese era mi sueño mientras criaba a mis hijos en América, que nada se perdiera. Les hablaba de los dioses, las patatas, las canciones de la Isla Esmeralda… Nunca sabiendo si algún día volveríamos todos juntos. Falta Tom, claro, pero él tiene su familia, es normal que no podamos arrastrarlo a todas partes como antaño. Pero, al final, he logrado traer a mis niños y a mis nietos conmigo a mi isla, y que todos vean de cerca lo que tantas veces intenté sembrar en su cabeza. — Miró las velas. — Así que le pido a Folda que ayude a mi familia a conservar y no olvidar este conocimiento, a pasárselo a sus hijos cuando los tengan. Que la Isla viva siempre en sus corazones y su memoria aunque, como ha dicho Siobhán, no siempre podamos reunirnos aquí. — Cogió la varita y miró por la mesa. — Venid conmigo mis niñas, como ha dicho vuestro abuelo. Todas y cada una de vosotras hacéis que nuestro legado viva. — Oye, nosotros… — Cállate, boquerón, no estropees el momento. — Regañó Junior a Fergus, mientras Sandy, Sophia, Maeve y las pequeñas se iban a reunirse entorno a la abuela. — A ver, que yo oiga a todas mis niñas en gaélico a la vez. — ¡A BANDIA FOLDA! — Y el hechizo salió un poquito más fuerte de la cuenta e iluminó la habitación, pero al final no hubo desperfectos y todos rieron. Alice aprovechó y miró a Marcus dándole un beso en la mano que agarraba. — Yo también documentaré todo lo que hagas, mi amor. Que nada de lo que estamos construyendo se olvide.





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    Jue 30 Mayo - 11:35


    Ding, dong, merrily on High
    Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    El discurso de Maeve fue precioso y, de nuevo, conmovedor. Hasta ahora, exceptuando a Alice, solo habían hablado los irlandeses, y escuchar a Maeve, que siendo irlandesa llevaba tantos años viviendo en América y enseñando ese cariño a los suyos, como ella bien decía, era precioso. Le hizo gracia el intento de comentario de Fergus parapetado por Frankie, pero observó el momento sin dejar de tener los ojos llorosos ni de abrazarse a Alice. Susurró en su oído. - Cuando volvamos a Londres, vamos a ser los más pesados del mundo transmitiendo esto nosotros también. - Con un punto cómico, pero también emocionado. Y si hasta el propio Marcus estaba diciendo que iba a ponerse pesado...

    Después del pequeño susto por la intensidad del hechizo, las palabras de Alice hicieron que la mirara con la ilusión de un niño. - Y yo lo que hagas tú. La mejor enfermera alquimista que verá la historia. - Y ya iba a ponerse grandilocuente con todos los tratados que cantarían sus alabanzas cuando una de las personas que estaba de pie aprovechó para tomar el testigo. - Pues ya que estoy aquí, gracias a mi abuela en todos los sentidos, si me dejáis, sigo yo. - Pidió Sophia. Las demás se sentaron y ella, emocionada, dijo. - Y, evidentemente, elijo al otro listo. - Hubo risas. Jason ya estaba llorando sonoramente, por lo que Betty le dio unas palmaditas en el hombro y dijo, condescendiente. - Venga, cariño, escucha a la niña. - Es que... es que... - Se limpió sonoramente con la servilleta. - Y esta mañana... con sus cuernecitos... y ahora... y las velas... y es que... - Yaaa está, ya está. - Siguió su mujer, comprensiva. Sophia suspiró, aunque no perdió la sonrisa, y reanudó el discurso. - Mi abuela se ha encargado de darnos todo este conocimiento, y el deber de los jóvenes es... preservarlo. Como un tesoro, porque la inteligencia y el conocimiento son el mayor de los tesoros. Lugh tenía una llama blanca que preservaba la inteligencia y conocimiento eternos. - ¡Se lo sabe! - Gimoteó Jason escandalosamente, sollozando como si se hubiera muerto alguien. Nancy se inclinó para decir desde su extremo de la mesa. - ¡Se lo he enseñado yo, primo Jason! Es una excelente alumna. - Eso solo hizo que llorara más alto. Afortunadamente, con las palmaditas de los de alrededor, se calmó en unos segundos y Sophia pudo seguir. - Nosotros también lo legaremos a las próximas generaciones algún día, pero al fin y al cabo, tenemos que valorar que, si lo tenemos, si es eterno, es porque nos ha sido legarlo. Hay que saber mantenerlo: iniciar algo es fácil, mantenerlo es lo complicado. El conocimiento tiene un valor incalculable, y gracias a él, puede llevarnos a sitios, a situaciones... como esta. - Tomó la vela correspondiente. - Deseo que la llama del conocimiento nunca se apague. Sea la medicina, el quidditch, la alquimia, la historia, las criaturas, los hechizos, la aritmancia, la construcción, los negocios o la cocina. La enseñanza, por supuesto. Lo que sea. Que nunca se apague, que nos iluminemos los unos a los otros, que siempre queramos aprender los unos de los otros. - Encendió la vela diciendo. - A bandia Lugh. - Y todos disfrutaron, emocionados, del momento, y Marcus estaba ya esperando a que su prima se sentara para ponerla por las nubes por tal alegato al conocimiento eterno cuando Violet, limpiándose las lágrimas, dijo. - Te has olvidado del periodismo, pero te lo perdono. - Hizo un gesto con la mano. - Al fin y al cabo, seré yo la que coja los conocimientos de todos y los difunda sin compasión por ahí. - Y la familia volvió a echarse a reír.




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    Vie 31 Mayo - 21:08


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    Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Sonrió en cuanto vio a Sophia levantarse. Aparte de la emoción (un pelín desbordada en el caso de Jason) que causaba el mero hecho de hacer aquel deseo, y más con Lugh, a Alice le emocionó especialmente ver a la chica hacerlo, porque el tiempo que pasaron en América no parecía especialmente inclinada hacia su procedencia irlandesa, y aunque los tíos no lo dijeran nunca, a ellos les hacía muy felices que sus descendientes conectaran con ese lado de ellos, aunque ya no fueran a moverse de Nueva York. Agarró la mano de la chica y la estrechó, emocionada, mientras Vivi servía a Jason un poquito más de hidromiel. — Venga, venga, rehidrata que te secas cada vez que ves a tu niña. — Y cuando se sentó, solo dijo. — Es un deseo tan Ravenclaw, que ahora me da mucha más rabia que no estuviera en Hogwarts con nosotros. Lo hubiésemos pasado TAN bien. — Los tres rieron y Sophia cogió su copa, para que brindaran los tres. — Por el águila y la serpiente, siempre hacen buena combinación, sea como sea. — Les dijo guiñándoles un ojo, y entre risas, bebieron. Se sentía más feliz que hacía mucho tiempo.

    Mientras su tata debatía falsamente con Andrew y Cerys la importancia del periodismo más allá del chisme, oyó unas risitas y un arrastramientos de sillas un tanto atropellado. — ¡BUENO! ¡Shannon y yo tenemos un deseo! — Dijo Niamh. — Lo que habéis tenido es hidromiel de más. — Dijo Ginny entre risas. — Las madres pueden permitirse un poco de alegría, ¿no os parece? — Contestó la afectada, con las mejillas rojísimas, mientras Shannon no paraba de reírse y ocultar la cara como una colegiala. — Como solo quedan Taranis y Ogmios, y nosotras de Ogmios no tenemos nada, pues hemos pensado que eso, que le pedimos a Taranis. — Y otra vez les daba la risa floja, contangiándosela a los demás. — ¡A ver! ¡Que sabemos lo que queremos pedir! — Cortó Shannon, aunque ella seguía riéndose. — Sabéis que los Hufflepuff y los Pukwudgie no queremos acumular nada, así que sabréis entender cuando pidamos… Abundancia. — Ruari le pasó el candelabro a su mujer y redirigió un poco su mano a la vela para que atinara. — ¿Cuántas veces no hemos oído a los abuelos y los tíos, y bueno, a todos, hablar de las penurias que tantas veces ha pasado la isla? Frankie, Maeve, ¿cómo os fuisteis a América hace ya tantos años? — Los mencionados parpadearon emocionados. — ¡Es por vosotros, papi, mami! — Exclamó Shannon, talmente como una niña chica. — ¡Abundancia para nuestros irlandeses! — El discurso no está siendo el más hilado del mundo, pero bueno, nunca había visto a la tía Shannon así tampoco. — Dijo Fergus, haciéndoles reír. — Taranis tenía un caldero… El caldero de… — Dagda, mamá. — Contestó uno de los gemelos, lo que tornó la expresión de Nancy del casi enfado al orgullo. — Ese caldero hacia que nunca faltara la comida en Irlanda. ¡Y mirad esta mesa! ¡Y cuántos se han ofrecido a prepararla y aprender sus recetas! ¡Que Taranis nos dé abundancia para todos los que nos sentamos a ella! Y los que estén por venir… — ¡Uy, calla! ¡Yo con cuatro me planto! — Intervino Shannon, haciendo que todos estallaran de risa. — ¡Que ya, mujer! ¡Pero otros igual quieren! ¿No? — Y más risas, y Ruairi casi tan rojo como su pelo. — ¡Bah, paso total de vosotros! — De nuevo, la mano de Niamh fue redirigida por su marido. — Por un caldero inagotable para esta familia. ¡A bandia Taranis! — Dijeron las dos a la vez, volviendo a tirarse a las sillas justo después, sin dejar de abrazarse y muertas de risa.

    Definitivamente, la tía Shannon necesitaba Irlanda para soltarse. — Bromearon Sophia y Frankie. — Ya era hora de que me hicieras hacer de hermano mayor gruñón que te prohíbe beber. — Bromeó George. — ¿Eh, Jason? — ¿Qué? — Repsondió el otro, que estaba a lo suyo, poniéndole acebos de los de adorno de la mesa en el pelo a Betty. George se frotó la cara. — Si es que siempre he estado solo en este barco de hermano mayor vigilante y protector, entre que uno ni atiende y la otra, como salta a la vista, casi no probó ni el champán de su boda… — Y Maeve se rio tan fuerte que se echó a llorar, y George se apoyó sobre ella. — Ríete, ríete, Maeve, pero sabes que es cierto. Cuando Maeve se quedó embarazada la primera vez le dije “quiero que sea niña, quiero una hermanita, que ya tengo a Tom” ¿y qué me llevé? Un Jason. Y cuando por fin tengo la hermanita, la niña no me necesita para nada, no se porta mal jamás, y se casa con el médico más bondadoso de Nueva Jersey. Ni a amenazarle me dio lugar. No le dejan a uno. — ¡Awwwww, papi! — Saltó Sandy, pero todos estaban muertos de risa y adorabilidad, y Alice le susurró a Marcus. — Irlanda nos cambia a todos, eh…





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    Sáb 1 Jun - 16:12


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    Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    - ¡La mejor de las combinaciones! - Celebró junto a Alice y su prima, brindando y riendo con ellas, y luego dejó un beso en la mejilla de su novia, porque por qué no. Estaba feliz, estaba en el mejor de los escenarios posibles para él. También aprovechó para comerse otra moneda de chocolate. - Uyyy. - Dijo Lex, riéndose, y Marcus cayó entonces (ya cuando la estaba masticando) en que aún no había salido ningún duendecillo y las probabilidades de encontrarlo eran cada vez más altas. Menos mal que no lo había pensado al cogerla, no estaría disfrutando del chocolate tan tranquilo en ese momento.

    Abrió mucho los ojos y compartió una mirada divertida con Alice cuando vio a Niahm y Shannon levantarse juntas con ese nivel de... "hidromiel de más", como decía Ginny. Las animó desde su sitio y rio con emoción por lo que estaba por venirse, pero de repente sintió una especie de abismo en el pecho muy fugaz que le hizo parpadear cuando mencionaron a los dos dioses que quedaban. Claro, quedaban dos velas... pero no había contado con Ogmios como uno de ellos, y al oírlo... En fin, él también llevaba encima hidromiel de más. Se centró en el discurso y estaba ciertamente entregado al mismo, tanto que, aunque rio por lo bajo, le lanzó una miga de pan a Fergus por interrumpir meterse con su tía. Ahí había casi más riesgo de incendio que cuando pronunciaron el hechizo varias a la vez, porque el encargado de redirigir era Ruairi y tampoco es que fuera el más preciso del mundo, y las risitas de su mujer le tenían distraído. Eso sí, el discurso a él le pareció estupendo y aplaudió agradecido por el deseo, lo que hizo a Lex reír. - Gracias por pedir por comida infinita. Habéis hecho feliz a mi hermano. - Para que veas. No tendría sentido pedir por quidditch infinito. - Se burló de vuelta, aunque hizo reaccionar más a Frankie y Nancy que al propio Lex, que solo con picarle ya sentía su necesidad cubierta.

    Hablando de hermanos, no pudo evitar que la reflexión de Georgie le produjera ternura y le hiciera gracia a partes iguales. La hidromiel haría lo suyo, pero es que sus parientes estaban especialmente divertidos esa noche (y todos dejándose llevar también un poquito por la hidromiel), por no hablar de lo feliz que estaba. - Desde luego. - Confirmó el comentario de Alice, pero poco después, se fue generando una especie de silencio expectante en el que todos se miraban con todos. Era como si nadie supiera muy bien qué estaba pasando pero, a la vez, todos supieran perfectamente a qué estaban esperando. - ¡Bueno! - Rompió el silencio el tío Cletus. - ¿Es que no hay ninguna voluntaria para pedirle el deseo a Ogmios? - Y entonces, volvió a sentir una sensación extraña en su cuerpo, esta vez como si la mente se le nublara, y le pareció percibir que todos los ojos le miraban a él. Parpadeó con fuerza y, al hacerlo, se dio cuenta de que no, de que las miradas seguían paseando entre unos y otros con risillas de fondo. ¿Por qué iban a mirarle a él? Había quedado claro que aquella tradición iban a hacerla las mujeres ese año, y él no lo era... En fin.

    - Es que... - Empezó, pensativa y comprobando su alrededor, Nora. - Parece que ya ha salido una representante de cada casa ¿no? - Miraron a todas partes y, en plena comprobación, Saoirse mayor juntó las manos y dijo. - ¡Ay, no! Quedas tú, Erin, hija. - ¿Yo? - Se espantó la otra. Miraba a los lados pero no encontraba rescate. - Yo... no... Em... Ya ha salido Alice ¿no? - Pero Alice iba por la casa de Arnold y Emma. - ¿Y esa no es la mía también? O sea, quiero decir, la de mis padres. Y Vivi ha salido con ella. - Por el temblor con el que respondía, parecía que la estuvieran acusando de asesinato. Violet suspiró y se asomó por su lado. - Déjalo, Saoirse, le pediría a Ogmios no morir mientras da el discurso. - Erin chistó, dándole en la mano. - ¡Que no! Si yo... lo haría encantada... pero... - Amelia, podrías hacerlo tú. - Resolvió Cerys, con tu tranquilidad habitual pero con una sonrisa, saliendo al rescate de Erin, que ante la propuesta y sin saber aún si iba a ser aceptada la resolución, respiró tan aliviada que parecía un globo soltando el aire. - Ogmios era el padre de todos nosotros. - Una imagen apareció como un fogonazo en su cabeza, un microsegundo, menos que un parpadeo, pero le puso el corazón en la garganta. Eran unos ojos amarillos mirándole fijamente, como si estuvieran justo ante él, un pico amenazador entre ellos y brillantes plumas. No duró nada, pero lo suficiente para desconcertarle. Pero todos estaban escuchando a Cerys, por lo que su momento de desubicación no fue percibido por nadie. - ...A ti estamos aquí. Cletus ha hecho el de inicio, y tú puedes hacer el de cierre. Yo creo que sería perfecto. - Y todo el mundo se unió fervientemente a la moción de Cerys, de cuyo discurso Marcus estaba seguro de haberse perdido un fragmento.

    - Uy... - Dijo la mujer mirando a todos con una risita, un tanto sobrepasada. - Yo no esperaba esto ¿eh? - Todos rieron, pero ella se levantó y tomó la vela que faltaba. - Bueno... Ay, no sé, no me lo había preparado ni nada. Ogmios es más Cletus, yo solo soy una humilde Hufflepuff. - Todos rieron de nuevo, Cletus más sonoramente, mientras su mujer le acariciaba la cara con cariño. - Pero bueno, lo intento. Gracias por el honor, Cerys, hija. Bueno, y a todos por estar aquí. Ogmios al final fue el más poderoso, Irlanda en una sola persona y todos los dioses y todos nosotros en él. Cuando una llega a ser... Bueno, como la persona de referencia de la familia, la mayor, la que tiene aquí a todos sus hijos... se siente un poco en la responsabilidad de estar siempre ahí para ellos, de no defraudar. Yo creo que Ogmios sentía ese peso sobre sus hombros. - Pero más hombre Slytherin y menos mujer Huffie. - Puntualizó Siobhán, a lo que tuvieron que darle la razón entre risas. - Sí, un poco sí, supongo. - Retomó Amelia mientras reía. - Pero... durante muchos años... Siempre os hemos tenido, pero también vivido con el miedo de... no volver a veros. - Dijo mirando a Molly, Lawrence, Frankie y Maeve. - Y... no estando nuestros hermanos ni nuestros padres... uno se siente a veces... un poco solo. - Alzó las manos. - ¡No estamos solos! Me refiero a... solos en la responsabilidad. Solos en esta generación. Solos en esta etapa de la vida que ya es la última, porque esta avanza y avanza, y vienen personas nuevas, y verlas es maravilloso... pero sabemos también que algún día avanzará sin nosotros. ¡No quiero ponerme triste! - Jolín, abuela, pues menos mal. - Dijo Ginny secándose las lágrimas y con voz de fastidio, y de paso señaló a Wendy, que estaba poniendo cara de niña pequeña con un puchero también. - Lo que quiero decir es que... esto es una responsabilidad, y llega un punto de la vida en que parece que es... como si la vieras desde otra parte, como si lo contemplaras todo. Como Ogmios nos contempa a nosotros. Así que lo que le pido es... - Encendió su vela. - Unión y continuidad. Que, estemos o no estemos, se asegure de que los sueños de los nuestros se cumplen, y que la familia sigue avanzando e incorporando cada vez más y más miembros. Y que aunque llegue un día en que, como a nosotros nos ha pasado, todos seáis poco a poco... el padre o la madre de todos, y veáis a vuestro grupo desde arriba, y podáis sentir esa soledad a veces... podáis sentiros como nos sentimos Cletus y yo también: felices. Orgullosos. De todos y cada uno de los miembros de la familia que hemos creado. - Prendió la vela. - ¡A bandia Ogmios! - Y, al estar las siete, las llamas refulgieron con más fuerza y una estela en espiral en forma del humo de las mismas se elevó e inundó la habitación, esfumándose en apenas segundos, pero dejándoles la esperanza de que todos sus deseos se cumplirían.




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    Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Alice estaba escuchando a Amelia como si le fuera la vida en ello. Porque ella no se identificaba mucho con Ogmios, pero Amelia había logrado encontrar un punto en el que sí lo entendía. Esa soledad de la que hablaba, ese peso de cuando sientes que todo depende de ti. Alice lo conocía y lo conocía muy bien, y lo veía en los ojos, la sonrisa tranquilizadora y hasta las arrugas de cansancio de Amelia. Y sí, ella veía más nítido ese futuro que igual no era tan halagüeño como auguraba una Nochebuena tan feliz y llena de gente, pero con todo y con eso, ahí seguía, disfrutando de cada minuto, escogiendo su camino, el camino de disfrutar de lo que uno tiene y compartirlo con los demás. — Los tendremos, tía Amelia. — Dijo ella con un tono emocionado, ante la petición de la mujer. — Que Ogmios vele por ello. — Y con los ojos emborronados y acurrucada contra Marcus, observó el humo de las velas hacer su mágica reacción, confiando en el futuro que se habían prometido así. Eso había querido desde que conoció a Marcus, confiar en su futuro, y poco a poco, cada vez mejor, lo iban definiendo.

    Los postres pasaron un poco más tranquilos, porque todos estaban un poco emocionados, pero enseguida los niños y los más fiesteros quisieron un poco más de jarana, empezaron a levantarse sin control, cambiarse los sitios etc, Ginny puso música y Allison y ella se pusieron a hacer bailecitos con los niños, imitando animales, mientras Patrick, Rosaline, Saoirse y Cillian los iban adivinando. — ¡Bueno! ¡Empieza a faltar francesidad aquí! — Exclamó Vivi de repente. Y por allí aparecieron bailando unas botellas de champán que fueron muy celebradas. — ¡Por los O’Donnell Lacey, sean de nombre o filiación! ¡Y por los siete! ¡Feliz Navidad! — Y Erin estaba tan contenta de estar ahí con su tata, claramente, que ni las imitaciones miraba. Se sumaron al canto de villancicos, y demostraciones varias de habilidades nada útiles en cualquier otro contexto que no fuera una cena de Nochebuena, como la habilidad de atrapar trozos de pastel en el aire, en al que Frankie y Andrew compitieron, o un hechizo que Emma no había comercializado pero que enseñó a todos que encantaba el champán para ordenarle cuánto echar a cada uno que a su tía le pareció graciosísimo y quiso aprender inmediatamente. — Hoy hasta tu madre y la tata se van a llevar bien, eso sí que es un milagro de los siete. — Le susurró a Marcus.

    Se lo estaba pasando divinamente así, y hasta volvió a imitar al joberknoll como en la noche del trivial, y el champán debía estar causando estragos en ella porque hasta contó la historia de cuando su padre la dejó en blanco y negro y su tata estaba muerta de risa. — Y la niña por ahí corriendo, porque es que no había quien la parara, sin color o con él, y mi cuñada “¡NO DEJÉIS QUE LA VEA HELENA!” porque es que se veía venir el drama de mi madre… Y esta tan tranquila, que quería irse al río y ni su primo André la cogía… — Y entre aquellas risas, oyó cómo la música cambiaba y Eillish y Cletus se iban a bailar al centro del salón, y Frank le imitó con una Shannon muy emocionada (de más por la hidromiel). Ya estaba Jason haciendo un alegato lacrimógeno para instar a Sophia y Sandy a que bailaran con George y él, cuando Alice se levantó y fue hacia el abuelo y le extendió la mano. — Que no se pierdan las buenas costumbres. — El hombre rio. — En mis tiempos, los señores como yo, eran los que debían dar el paso de pedir. — Alice puso cara de superioridad. — Ya, ya, pero los tiempos han cambiado. ¿O esperabas tú tener una aprendiza? — Él rio y se levantó. — Toda la razón. — Y se fue a donde bailaban los otros a bailar con el abuelo. Cuando estuvieron ya en ello, Alice le miró y sonrió. — Prueba superada. — Él la miró extrañado. — Eso me dijiste el año pasado. Entonces no tenía nada claro, y ahora, gracias a ti, a la abuela, a los O’Donnell en general… Tengo claro que mi futuro está aquí con vosotros y qu enunca me moveré de aquí. Ni de la alquimia. — El abuelo simplemente sonrió y dijo. — Pues menos mal, hija. Que haría este anciano tonto sin su aprendiza. — Ella entornó los ojos. — Centrarse en su heredero. Pero a mi me gusta compartir. — Lawrence puso esa sonrisa sabia suya y dijo, misteriosamente. — Lo que Lugh sabe no sirve de nada sin Folda, hija. Que no se te olvide.






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    Mar 4 Jun - 8:19


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    Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Después de la comida y el momento emotivo, vino el inevitable jaleo que una familia tan grande y con tantas ganas de fiesta solo podía montar en Nochebuena. Estaba disfrutando y jaleando absolutamente a todo, y discretamente se hizo con una copa de champán voladora. - No tenía NI IDEA de que existía ese hechizo. - Respondió al comentario de Alice, quizás un poquito más alto y entusiasmado de lo que cabría esperar. - Ese lo ha tenído que crear con mi padre. Ahí hacen falta cálculos de volúmenes y demás. ¿Te imaginas? ¿Copas inteligentes? - Y se llevó la suya a los labios pero, para su desconcierto, por más que la inclinaba no le caía en los labios el líquido que creía que aún tenía. La miró extrañado y, al verla vacía, buscó a su madre con la mirada, que le devolvió una sonrisita de superioridad. Chistó y alzó los brazos. - ¡En Nochebuena no vale! - ¡¡TÍO!! Cuidado, hombre. - Clamó Andrew a su lado, con varias risas a su alrededor. Al parecer, al alzar los brazos, uno de ellos con la copa de champán, había rociado líquido a todo el mundo. Volvió a mirar extrañado. ¿¿Pero no estaba la copa vacía?? Emma se reía entre dientes en la distancia, así que la miró con inquina, soltó la copa en una superficie cercana y dijo con expresión de niño enfadón. - No me gusta este hechizo. -

    - ¿Tú no imitas? - Le preguntó Sophia, muerta de risa, pero Marcus, que también estaba llorando desternillado con las imitaciones de los demás, negó con la cabeza. - Lo mío son los juegos mentales. Yo adivino. - Y más reían, y esas risas solo se intensificaron más y más cuando Alice empezó a contar la historia de que su padre la había dejado en blanco y negro. - Es un hechizo divertidísimo que usé para una fiesta de Halloween en Hogwarts y fue todo un éxito. Parecía un fantasma de verdad. - Pero entonces la música cambió, y Marcus observó emocionado cómo Alice y su abuelo bailaban juntos, y cómo, poco a poco, los más mayores se unían a los más jóvenes. De hecho, su padre había ido hacia una emocionadísima Molly para sacarla a bailar, aunque más que bailando el hombre intentaba moverse en el intenso achuchón que le daba su madre, como quien trata de zafarse de una boa constrictor, aunque se estaba riendo bastante.

    Él ya tenía claro cuál iba a ser su siguiente paso, pero antes, se acercó a Lex, que también se había quedado un tanto solo entre tanta pareja de baile. - Voy a sacar a bailar a mamá. Cuando papá termine de bailar con la abuela, pídele que baile contigo. Le va a hacer ilusión. - Su hermano le miró poco menos que como si estuviera loco. Marcus respondió con obviedad. ¿Qué? ¿Acaso no están Erin y Violet bailando juntas? - Erin y Violet son novias. Yo no soy novio de papá. - No seas mendrugo, Lex. ¿Y yo de mamá sí? - Se encogió de hombros. - Solo digo que los bailes no tienen por qué ser entre hombres y mujeres si las parejas tampoco tienen por qué serlo ¿no? Yo tengo novia, yo saco a mamá. Tú tienes novio, tú sacas a papá. Si Kyla bailó en la graduación con la señora Granger, tú puedes bailar con tu padre en Nochebuena. A ellos les va a gustar bailar con nosotros se lo pida quien se lo pida, y para nosotros... es lo más lógico, ¿o no? - Lex le miró unos instantes, pero luego soltó un suspiro de resignación y dijo. - Te aprovechas de que estoy contento y un poquito borracho. - Marcus asintió enérgicamente y con una sonrisita infantil, y allá que fue su hermano a hacerle caso. Bueno, o a revolotear cerca de su padre y Molly a esperar a que terminasen para hacerle caso.

    Hizo una pomposísima reverencia que sabía que sería recibida con un suspiro por parte de su madre, pero los dos acabaron riendo y saliendo a bailar. - Ya habías bebido suficiente. - Dijo Emma nada más empezar, y Marcus puso una comiquísima expresión sorprendida. - ¡Emma O'Donnell dando explicaciones de su conducta sin que se lo pida nadie! - Es que es cuando me las piden cuando no me da la gana de darlas. - ¡Wow wow! No soy el único que ha bebido. - Su madre se echó a reír. Era elegante hasta cuando reía a carcajadas, y tenía una risa muy bonita, para los pocos afortunados que la hubieran oído en su plenitud. Él era uno de esos afortunados. La recordaba mucho reír cuando era pequeño, sus tonterías le hacían verdadera gracia y se reía mucho. De ahí que él no tuviera la imagen de casi terror que todos tenían de ella. Sonrió. - Te veo muy feliz en Irlanda. - La mujer no perdió la sonrisa pero arqueó una ceja. - Todos parecéis muy sorprendidos por ello. - A ver. - Expuso, entre risas. - Reconoce que el caos de asientos, la gente volando por los tejados para poner guirnaldas, los mooncalfs fugados y ese tipo de cosas, no es precisamente el estilo con el que se te asociaría. - La mujer hizo una caída de ojos y, con un suspiro, bromeó. - Lo único malo de todo esto es que ahora tengo que volverme a Inglaterra con un marido con un forzadísimo acento de pueblo irlandés. - Marcus soltó tal carcajada que hasta hizo girarse a los que les rodeaban, lo que provocó que Emma le mirara entre sorprendida y con reproche, y con las mejillas ruborizadas. - Wow, hola, Lex. - Te estás pasando de graciosillo. - Y ya sí que le dio tal risa que se dobló sobre sí mismo, por supuesto dejando de bailar, y lo mejor es que a su madre se le pegó el ataque. - ¡Vaya! Y yo perdiéndomelo. - Se quejó Arnold, pero fue pararse el hombre en su danza con Molly y Lex prácticamente se le lanzó encima. - ¡Papá! ¿Bailamos? - Molly soltó un gritito emocionado y empezaron a brotarle lágrimas como si aquello fuera un manantial, pero Arnold se había quedado de una pieza. - Pero sin llorar. - Requirió Lex, pareciendo el niño huraño de siempre. Eso no ayudaba al ataque de risa de Marcus y Emma.

    Después de los bailes se volvieron a distribuir caóticamente entre sí. Marcus y Alice acabaron en un grupo bastante heterogéneo formado por Wendy, Edward, Arnold, las dos Maeve, Brando, Ada y Pod, jugando a un juego difícil de catalogar porque no tenía normas, era básicamente hacer muchas tonterías y rodar por el suelo (bueno, la tía Maeve se reía a carcajadas desde una silla, porque después de un rato en el suelo hubo que levantarla entre varios y sus hijos le prohibieron volver a descender tanto). De repente y sin verlo venir, Jason apareció con uno de los calderos de monedas de chocolate que ya tenía poco menos de la mitad y, en un exagerado tropiezo con la alfombra que Marcus apostaría su vida a que fue fingido, las lanzó todas por los aires, provocando una lluvia de monedas que dio como resultado cuatro monedas duende que, al contacto con la marabunta de manos en el suelo, salieron corriendo y gritando despavoridas. Uno de los duendes, confuso y enfadado, fue a darle un bocado a Georgie en el tobillo, mientras el hombre charlaba tranquilamente con Arthur cerca de allí. Se hubieran lamentado más de su suerte si no estuvieran tan ocupados en morirse de risa.

    - ¿Dónde está Frankie? - Oyeron entonces preguntar a Ginny, que daba vueltas sobre sí misma con tres enormes copas en la mano que Marcus se preguntaba cómo estaba sosteniendo sin magia. - Estoy aquí, hija. - No, Frankie, cariño. Tu nieto Frankie Junior. - Apuntó. Todos empezaron a mirar a los lados, y Marcus frunció el ceño. - ¿Y Lex? - Su hermano tampoco estaba, pero Ginny seguía con su preocupación. - ¡Me tiene media hora dándome vueltas con el cóctel que quiere y ahora desaparece! - Pero, como invocados, aparecieron los dos muertos de risa por la puerta... y no venían solos. - ¡Hijo! ¿Qué haces aquí con todos los animales? - ¡FELIZ NAVIDAD! - Gritaron los dos, y tras ellos, Elio, Cordelia y Paracelso salieron volando e intentando buscar, en plena confusión por el paseo, a sus respectivos dueños. Noora iba recolgada del cuello de Lex como una bufanda, y tanto ella como Elio portaban sendas pajaritas rojas en sus cuellos que sus dueños le habían puesto mientras estaban en casa. Lánguidamente y como si aquello no le interesaba lo más mínimo, se coló entre los pies de los chicos la Condesa, con unos cuernecitos de reno que, a juzgar por la expresión de su cara, no le agradaba mucho llevar puestos. - ¡Mírala! La alegría de la huerta, como su dueña cuando me ve. - Clamó Violet señalando a la gata. Marcus se reunió con su polluelo en el aire. - ¡MI ELIO! ¡FELIZ NAVIDAD! - Y le achuchó como un niño a un peluche. Sí, estaba un poquito bebido. - ¿Pero qué hacéis con los animales aquí? - Preguntó Betty, pero el efecto que originó en los niños fue el que cabía esperar, porque todos empezaron a saltar alrededor de Ruairi y Martha. - ¿¿PODEMOS TRAERNOS A LOS DEMÁS PORFA PORFA PORFA?? - Sí, hombre. - Contestó rápidamente Ruairi. - Las lechuzas y los gatos no duermen de noche. Como yo despierte a cualquiera de los míos... - ¡Wen! ¡Tráete a Ginger! - Clamó Lex, pasando por encima de todos los comentarios y haciendo que Marcus lo mirara anonadado. - ¡Voy! - Ni tiempo dio a parapetarla, la chica había salido ya corriendo. Ginny, aún cuajada en mitad de la sala, la miró salir sin dar crédito. - ¿¿Has dejado a la cría sola en casa?? - ¿Tú la vez aquí? - Respondió con obviedad Siobhán. - No, como tampoco nos veíais a nosotros pero no veo a nadie llamando a la policía mágica. - Se quejó Frankie, a lo que luego alzó los brazos con dramatismo. - ¿¿Cómo es que habéis tardado tanto en reparar en nuestra ausencia?? ¡Que hemos ido y vuelto de la casa andando! - Pero ya había tantos focos dispersos de conversaciones, más aún con el revuelo de los animales, que se tuvo que quedar con las ganas de recibir respuesta.




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    Mar 4 Jun - 19:52


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    Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Desvió la mirada hacia Marcus bailando con su madre, lo cual era un espectáculo de elegancia, parecía que habían nacido justo para ello. — Tendrías que haberla visto de novia. Era impecable. — Ese comentario del abuelo, mirando a Emma, hizo a Alice sonreír. — A veces me cuesta imaginarla. Es como si siempre hubiese sido una gran señora perfecta. — Larry rio. — Fue también una novia emocionada en su día. Pero muy distinta a tu madre, desde luego. — Ella le miró. — Ahora… Bailaba contigo y me acordaba de ella. Cuando le pedí bailar, la pobre se echó a reír, porque decía que no podía bailar apropiadamente con aquella barriga, y justo ahí estabas tú… — Alice notó cómo las lágrimas acudían a sus ojos. — Qué feliz sería de verte así, Alice. — Ella ladeó la cabeza. — Lo será cuando haya logrado algo. — Ya lo has logrado. — Respondió el hombre muy rápido. — Desde el primer momento, Alice, ella quería que fueras feliz. No una alquimista, no una esposa, una enfermera famosa… Solo feliz. Y yo creo que lo eres. — Y con aquella sonrisa acuosa, Alice asintió, y siguieron bailando. Pero un gritito les sacó de la burbuja. — ¡AY MI NIÑO! ¡QUE VA A BAILAR CON SU PADRE! ¡Y LUEGO CON SU ABUELA, CLARO QUE SÍ! ¡PORQUE ES LO MÁS BONITO! ¡Y CON SU ABUELO! — ¿En qué me han metido? — Preguntó Lawrence confuso mientras veía a Marcus y Emma partirse de risa. — ¡MIRADLES! ¡MIRAD QUÉ BONITO! ¡LO MÁS BONITO! ¡VIVI, HIJA, UNA FOTO, UNA FOTO DE LAS TUYAS! — No se iba a arrepentir poco Lex.

    Estaba metida de lleno en el juego con los niños y los abuelos, tirada por los suelos con las Maeves y con Brando tirándose encima de ella, cosa que parecía hacerle mucha gracia. Y tan metida estaba que no se enteró de que Frankie y Lex habían desaparecido hasta que aparecieron… Con aquel pandemonio de animales. Iba a a hacerle fiestas a Elio que justo llegó a los brazos de Marcus, cuando reparó en que su Condesa estaba allí, y no solo había acompañado a Lex, sino que se había dejado poner unos cuernitos. — ¡Pero, Condesa! — Contestó con un leve maullido y sin correr (ella nunca corría) se aproximó a ella y se colocó en sus brazos, al lado de Brando, que, como buen niño irlandés, ni se extrañó de compartir sitio con un animal. — ¿Cómo habéis logrado esto? — Preguntó mirando a Lex, que rascaba la cabecita de Noora. — Creo que ha valorado sus opciones y ha decidido que era más fácil dejarse. — Vivi levantó una ceja y fue a abrir la boca, cuando Erin tiró de ella y dijo. — ¡Cariño! — Y le dejó un pico justo después, que dejó a su tía fuera de juego. — Me está vacilando lo más grande esta ya. — Se vivieron momentos de tensión a cuenta de Ginger, primero por las reservas de Emma y Eillish a que una cría de kneazle anduviera entre tantos animales, y segundo por la alarma de que estuviera solo en la casa, pero al final se convirtió en el alma de la fiesta, aunque las aves prefirieron mirar desde lejos.

    La fiesta se alargó, pero Alice estaba agotada, sobre todo emocionalmente, y terminó por recostarse en el pecho de Marcus, con Elio rebotando por allí entre ellos, mirando al fuego, y haciéndose cosquillitas por los brazos distraídamente. — El abuelo me ha recordado antes lo más importante. — Dijo en una voz un poco más baja, girando la cabeza para mirar a Marcus. — Que somos felices, que eso era justo lo que mi madre esperaba de mí. — Besó su mano y vio cómo algunos empezaban a retirarse. — Y más felices que vamos a ser, aún queda mucha Navidad por delante. — Se levantó, empezando a recoger lo que tenía alrededor, pero le tendió la muñeca, para que viera la pulsera que él le había regalado hacía un año. Ahora que se acababa la noche, lo veía mucho más claro. — Ahí empezó todo, mi amor. Al menos para mí, supe que yo nunca podría amar a alguien como te amaba a ti. — Le acarició la mejilla y siguió hasta los rizos. — Ahora sé que lo haré para siempre. — Miró el reloj, que justo daba las doce y se acercó a los labios de su novio brevemente. — Feliz Navidad, mi sol.





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    Sáb 8 Jun - 15:12


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    Con Alice | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    Elio revoloteaba alrededor de su cabeza piando con la felicidad de quien ve a su querido dueño despierto en sus horas de vigilia, lo cual no era habitual. Marcus estaba recostado en el sofá con Alice apoyada en su pecho, y seguía entre risas a su mirada con la mascota. - ¡Lo más bonito de la Navidad! - Le lanzó cuando el bichillo hizo una de sus piruetas, y entonces cayó en lo que acababa de decir y miró desde su posición a su novia. - Eres tú, claro. - Recondujo a tiempo. Bueno, que Alice era lo más bonito de todas las facetas de la vida de Marcus se sabía de sobra, pero es que Elio tenía un pedacito de su corazón ganado.

    Escuchó sus palabras y sonrió, apoyando la cabeza suavemente en la de ella. El caos de la familia iba remitiendo poco a poco, algunos niños se habían quedado ya dormidos, extenuados, y empezaban a aparecer las primeras retiradas. Ellos no tardarían en irse, pero quería alargar aquello un poco más: allí, en la pequeña burbuja que habían creado, frente al fuego. - Mi abuelo es un sabio. - Amplió la sonrisa. - Y tiene toda la razón. - Era lo que él también deseaba por encima de todas las cosas, que Alice fuera feliz, y estaba convencido de que también era lo que Janet quería. - Muchísima. - Confirmó entre risas, y le buscó la mirada. - ¿Preparada para afrontar el día de San Esteban? Si no lo estás, no te preocupes, aún tienes un día en medio. La mala noticia es que ese día es el de Navidad. - Bromeó.

    Acarició su brazo. - Creo que no voy a poder superarme con respecto al regalo de Navidad del año anterior, pero espero que te guste. - Al menos este día de Navidad va a ser indiscutiblemente mejor que el anterior, ni punto de comparación con pasar la Navidad con los Horner como hacían siempre. - Pero es que el año pasado sentía que era mi última oportunidad de conquistarte. Tenía que currármelo mucho. - Siguió con tono bromista, aunque no iba exento de verdad. Besó la muñeca de Alice cuando la alzó para, precisamente, mostrar su regalo del año anterior. - Ahí empezó todo... La Nochebuena para nosotros siempre va a ser una fecha aún más especial. - Si ya había sido siempre (junto con su cumpleaños) su día favorito del año, desde el anterior había ganado tantos puntos que iba a ser muy difícil de superar. Justo habían dado las doces, así que correspondió su beso y amplió la sonrisa. - Feliz Navidad, mi luna. - Respondió a su caricia. - Y, a diferencia del año anterior, este sí puedo decírtelo. Este y todas las demás Nochebuenas y días de mi vida. - Sintió la emoción que había sentido en su pecho el año anterior, pero sin la quemazón de tener que guardárselo para sí, y lo dijo. - Te quiero, Alice. -




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    Dom 9 Jun - 19:33


    Ding, dong, merrily on High
    Con Marcus | En Galway | 24 de diciembre de 2002
    La despedida había sido preciosa, la noche perfecta, pero, mientras se iban a casa, sabía que su noche no había terminado. Dejó que Marcus subiera con los demás. Tenía las manos heladas, porque solo Merlín sabía dónde había dejado los guantes, y se sentía absolutamente agotada, pero dentro de ella tenía la determinación de dejar lo que tenía en mente hecho. Era como una correa que tiraba de ella, como si fuera lo más importante que tenía que hacer.

    Siempre se había preguntado a qué hora se levantaba su madre el día de Navidad para tener listas las galletas cuando se levantaban a abrir los regalos, y la respuesta claramente era: las dejaba listas el día anterior. Pero, cuando su madre las hacía, ella era muy pequeña y se iba a la cama corriendo según terminaba el jaleo de Nochebuena, deseando que llegara el día siguiente. Cuando su madre faltó, su abuela las hizo un par de veces, y ella alguna otra para Dylan, pero siempre se juntaban con la hora de comer, más bien, porque se ponían a hacerlas después de abrir los regalos y demás, o, como el año pasado, ella estaba en otras el día de Navidad. Pero este año, pensándolo, y tratando de calcular como aplicar la receta de las galletas de su madre para el triple de personas, llegó a la conclusión de que solo podían hacerse la noche antes.

    Así que ella se hizo con los ingredientes, los escondió (para que nadie tirara de su harina o sus huevos si faltaban para la cena, y para que Molly no la atosigara, un poco también) y se hizo a la idea de que, cuando todos se metieran en la cama en Nochebuena, ella se iría a hacer las galletas. Y ahora estaba en la cocina, con solo la luz del horno y la campana encendidas, para lo llamar la atención, y el hechizo de su padre echado en toda la cocina-comedor, por si las moscas.

    Realmente, hacer aquellas galletas tampoco tenía mucha ciencia, y ahí estaba ella, batiendo tranquilamente la mantequilla, cuando el olor de aquella mezcla le trajo ese recuerdo tan nítido de su madre haciendo aquello mismo y ella sentada en la encimera. Sonrió brevemente y susurró. — Tú deberías estar aquí. Encajarías como si nada, como si hubiera nacido en Ballyknow. Y con los americanos más, con el odio que le tienen a los Van Der Luyden… — Era la primera vez, en dos meses, que pensaba en aquella gente. No en Nueva York, en el dolor o el trauma de Dylan, no. En sus abuelos maternos, en Lucy McGrath, en Bethany, en ellos personalmente. Ni siquiera el ver a su familia americana le había hecho recordarlos, estaba tan ocupada con la investigación, Ballyknow, las comidas… Los Van Der Luyden no tenían cabida en un mundo feliz. — Así que esa era la clave. — Volvió a susurrar, como si hablara con su madre. — Son un boggart, se les mata con la felicidad. En un mundo en el que eres feliz… Ellos no existen. Igual sus consecuencias sí, lo que han provocado… Pero no ellos personalmente. Ya no existen… —

    — Yo también hablo sola cuando estoy concentrada. — Dijo una voz desde el umbral. Alice pegó un salto y, al levantar la cabeza, vio a Emma allí. — Casi me matas del susto. — Ella le sonrió brevemente. — El año pasado estábamos en una situación parecida. O yo me tengo que anunciar mejor, o tú te tienes que acostumbrar a que yo aparezca así cuando te pones tan misteriosa. — Eso le hizo reír, mientras levitaba galletas recién hechas a bolsitas de tela rojas y doradas. — He creído prudente dejar esto hecho, porque tengo que hacer TANTÍSIMAS, que no hay otra manera. — Emma sonrió y se acercó, tomando el relevo de colocar las galletas ya hechas para que Alice pudiera meter más hornadas. — Deberías saber que la magia me despierta más que el ruido. — Le dijo su suegra. Ella rio. — Pues también es verdad. — Siguieron trabajando en las galletas, hasta que, para su sorpresa, Emma habló. — El año pasado estábamos en una situación relativamente parecida. — Alice asintió. — Y sin embargo, tantas cosas han cambiado… — Sé que lo hemos pasado todos muy mal. — Dijo ella. — Pero creo que, de corazón, empiezo a… Ahuyentar la tristeza. De hecho, de un tiempo a esta parte, cuando entro en contacto con cosas que me recuerdan a mi madre, soy más feliz. Y antes… — Antes solo pensabas en cómo afectaría eso a tu padre. — Dijo Emma, tajante, pero sin dejar de trabajar. — Puede ser. Pero al final el recuerdo de mi madre me acerca a Dylan, me acerca a mi infancia, a la Navidad… Me acerca a ti. — Las dos se miraron. — ¿Sabes qué es lo más importante que ha cambiado del año pasado hasta ahora? — Preguntó Alice. — Olvídate de… El cambio de país, las cuarenta personas más con las que celebramos, o el hecho de que haya sido capaz de hacer esas bolsitas con alquimia… Por no hablar de que ya puedo llamarte suegra tranquilamente y todo eso… — Las dos se rieron. — Lo más importante es que, en este tiempo, he entendido que fuiste la amiga que más quiso mi madre. Y entiendo por qué. Y entiendo que, igual que el alma de mi hermano, las flores moradas o las galletas, tú me recuerdas muchísimo a ella. — Emma parpadeó, aunque siguió trabajando con las galletas, vio sus ojos brillantes.

    — Voy a traer a Cordelia. — Dijo de repente. Y desapareció en las sombras, para volver con su lechuza, que estaba bastante más grande que la última vez que la vio. Cogió una de las bolsitas y la ató a su cuello y, tras echarle una cantidad indefinida de hechizos protectores, le dijo en voz baja. — Ve hasta casa, descansa dos horas, seguro que queda comida en la lechucería del jardín, y sigue hasta Saint-Tropez. Ponte en la ventana de Dylan para cuando se levante. — La lechuza agachó la cabeza y Emma le dio una de las chuches de Darren. — Gracias, querida. — Y salió volando por la ventana. Ahora la que tenía los ojos brillantes era Alice. — Yo siempre voy a cuidar de lo que Janet dejó tras de sí. — Dijo Emma, sin dejar de mirar por la ventana. — Aunque ya sepas manejarte sola, y probablemente Dylan también… Quiero que todas las Navidades penséis en ella, la honréis… La honremos. — Y cogió una galleta y le ofreció otra a Alice. Ella sonrió y las chocó. — Por las cocineras. —





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    Alchemist
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    Mar 11 Jun - 13:55


    An Irish carol
    Con Alice | En Galway | 25 de diciembre de 2002
    Empezó a sonar una dulce campanita que, aún en el sueño, con los ojos cerrados y abrazado a Alice, le hizo sonreír. Pero lo que empezó como una dulce campanita fue intensificándose en sonido, cada vez más, y más, y más... hasta que, si bien seguía pretendiendo ser "dulce" en tonalidad, la intensidad era tan alta que todos los presentes en el desván botaron en sus colchones, y el sonido empezaba a sonar casi diabólico en el contraste con el susto que les estaba pegando el volumen para lo dulce que había empezado y pretendía ser. Era como un canto de sirena. - Hijos. Nuera. Sobrinos. Feliz Navidad. - Marcus tuvo que parpadear varias veces y con fuerza para que su cerebro entendiera que la que estaba en la puerta, con una sonrisa de suficiencia y la varita alzada (aunque ya había parado la campana), era Emma. No era el único descuadrado por la presencia.

    - No te reconozco. - Se le escapó espontáneo, pero su madre simplemente amplió las comisuras y, con su rectitud habitual, dijo. - Me lo vais a agradecer en breves. - Hizo una caída de párpados. - Y sigue siendo más elegante que un cencerro. - Y apenas estaba terminando la frase cuando el suelo pareció que empezaba a temblar, como si viniera una estampida. Ni tiempo les dio a reaccionar, porque Emma, como un espíritu que se desvaneciera, suavemente de mimetizó con el umbral de la puerta y por ella entró el huracán Jason, gritando (como siempre) y detrás de una torre de regalos que, sin mirar siquiera (de hecho menos mal que Lex era un chico de rapidísimos reflejos y retiró a tiempo parte de su manta caída, porque hubiera generado un estropicio y estaba en el camino de pisarla) los lanzó de tal forma encima de sus hijos que uno de los paquetes pequeños le cayó a Sophia en la cabeza. - ¡¡PAPÁ!! ¡Qué vergüenza! - Se quejó Fergus, pero casi no se le escucha entre los gritos de júbilo del padre. - ¡¡MIS NIÑOS PEQUEÑOS FELIZ NAVIDAD COMO NO ME VOY A DESPERTAR YO PENSANDO EN MIS NIÑOS AY QUE HAN VENIDO LOS RENOS DE LA NAVIDAD MIRA CUÁNTOS REGALOS!! - ¿Y este cómo ha pasado todo eso por la aduana? Se sorprendió pensando Marcus, porque su cerebro dormido, por supuesto, lo primero que atinó a procesar fue una indignación a nivel personal.

    Y aún no habían terminado. Claro, Jason tenía las piernas más largas para saltar de dos en dos los escalones y la vitalidad que los años de diferencia no concedían a Maeve, que fue la siguiente en entrar chillando como si quisiera que llegara a América la noticia. - ¡¡MIS NIETECITOS QUE LOS TENGO YO EN MI CASA HOY COMO CUANDO ERAN PEQUEÑITOS FELIZ NAVIDAD!! - Se dedicó a darle muchos besos y, haciendo que a los tres les recorriera un escalofrío por el cuerpo, se giró a Lex, Marcus y Alice. - ¡¡Y MIS NUEVOS SOBRINOS QUÉ ALEGRÍA!! - Pero justo en el camino casi se choca con Molly, que había entrado detrás (claro, no se iba a quedar ella sin ser efusiva con la que su familia estaba liando), así que ahora tenían a dos señoras mayores peleándose por ver quién le hacía antes un agujero en la mejilla a base de besos. Intentaban atinar a responder a las felicitaciones cuando unas pompas de colores entraron flotando por la habitación, numeradas del uno al tres. Lex suspiró. - Alice, toca el uno. - Dijo con resignación, y cuando la chica lo hizo, la pompa explotó tímidamente y un paquetito cayó en sus manos. Marcus tocó el número dos, con idéntico resultado, y Lex el tres, porque claramente estaban ordenados por edad. - ¡Abridlo! - Se oyó la voz de Arnold desde el otro lado de la puerta. - El otro. Esto es un no parar. - Suspiró Lex, pero a Marcus empezaba a pegársele la ilusión navideña de semejante caos (y a agradecer, efectivamente, ser despertado por la sirenesca campana de su madre, porque le hubiera dado un infarto si se le cae Jason y su torre de regalos encima mientras duerme). Al abrir el paquetito, encontró en él una fotografía pequeña de él con su abuela Molly, riendo los dos, en la cocina, preparando el día anterior los calderos de monedas de chocolate. Su abuela se mostraba riendo a carcajadas, probablemente de alguna de sus ocurrencias, y él feliz, ayudándola con el chocolate.

    Con una sonrisa emocionada en la cara, miró la fotografía de su hermano, y expresión de cariño con la que este miraba la foto. En esta salía también muerto de risa junto a Frankie, que intentaba quitarle los cuernecitos a la Condesa de la cabeza y ponérselos a Arnie, y con Noora enredada en su cuello con una pajarita roja. - Quería que vuestro primer regalo esta Navidad fuera un recuerdo de la propia navidad. - Dijo Arnold, entrando y acercándose a ellos. - Como entre tanto familiar divertido parece que estoy pasando bastante desapercibido... - Su comentario lastimero les hizo reír. - Os lancé una foto a cada uno mientras no os dabais cuenta. Tan felices. Para que siempre que la miréis, seáis felices otra vez. - Dejó un beso en la frente de cada uno y dijo. - Feliz Navidad, mis niños. -




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