Nunca le había molestado viajar en barco, más bien lo contrario. Le gustaba estar al mando de sus tropas, sentir el viento en la cara y pensar que podía conquistar el mundo si quisiera... Claro que eso no era ir en barco hasta Desembarco del Rey para presenciar un torneo.

Por unos minutos se quedó apoyada contra la borda de madera mirando como el agua se mecía pacíficamente por el tipo de clima que tenían en ese momento. Si fuese por ella se quedaría viviendo allí.

Pero no era posible, así que casi con resignación volvió a caminar por el barco y se unió a Ehn. —Preferiría que fuese cualquier otra persona —dijo seriamente, sin dejar que sus gestos mostraran lo que sentía por dentro. —. Pero está bien, que el Consejero interceda —aceptó, como ya había aceptado antes.

Lo siguiente sí hizo que se le escape una pequeña sonrisa, ella pensaba igual. Negó con la cabeza. —Puedes hablarme, Ehn. Sobre todo aquí, donde todavía podemos ser sinceros. —Una vez que llegaran a esa apestosa ciudad iba a ser más difícil hablar de manera cómoda con su mano derecha. No le gustaba ni un poco. Mucho menos la verdadera razón por la que habían ido a ese lugar.

—El aire se siente diferente cuando no hay naturaleza cerca —retomó aquel comentario, frenándose un momento y mirando la gran fortaleza junto la ciudad que la rodeaba. —. Quizás en la lejanía hay árboles y espacio libre real, nada de patios entre murallas. Podemos preguntar cuando lleguemos —A sus hombres les haría bien descansar y respirar un aire que no esté viciado, pero dudaba que pudiera ser exactamente así. Y ese tipo de cuestiones no se aclaraban antes de esos viajes, las charlas eran más políticas que otra cosa.

No le gustaba la idea de que nadie intercediera por ella en ningún tipo de asunto, pero su padre había sido tajante en aquello y ahora tenían que aguantar la compañía de aquel Consejero que la misma Ehri había creído que se libraría de él incluso antes de llegar. Pero no, el anciano había pasado el viaje en el barco sin grandes complicaciones; estaba dispuesto a llegar hasta el final de todo para cumplir su objetivo. —No hay nada que desee más —le dijo en voz baja para que nadie la escuchara. Últimamente Ehn era el único que escuchaba sus verdaderos deseos. —. Espero que sea sencillo y no tengamos que salir como fugitivos. Imagino que no esperará que esté de cortejo en cortejo en todo el torneo —comentó poniendo un momento sus ojos en blanco. En realidad tenía el presentimiento de que eso era exactamente lo que esperaba ese consejero.

—¿Hijo del hierro? —repitió algo confundida, dándose media vuelta para mirarlo mientras se apoyaba en la tabla de madera. —. En este lado del mundo tienen nombres muy curiosos para referirse a la gente. ¿Has escuchado de los «caballeros de las rosas»? —preguntó sacudiendo la cabeza. Definitivamente no iba a querer a uno de esos. ¿De qué le servirían las rosas si había peleas?

Después escuchó la información que le daba Ehn y negó con la cabeza sin saber qué hacer. —No, alguien que va por ahí con una... lira —dijo el nombre casi como una pregunta. No tenían de esas en casa. —no creo que sea una buena idea de esposo. Necesito a alguien hábil con las espadas, no con los instrumentos musicales —De todos modos no creía que ninguno de ellos fuera una buena idea de esposo, pero su padre no había aceptado ningún tipo de discusión.

No pudo evitar dejar salir una pequeña sonrisa. —Tú eres el mejor guerrero que conozco. Y ninguno de ellos te sabrá igualar —respondió con un suspiro volviendo a mirar hacia la orilla que terroríficamente se encontraba cada vez más cerca. —. No será muy maduro de mi parte si me tiro al agua y nado hasta el otro lado del mar, ¿cierto? —preguntó con seriedad a Ehn, sabiendo cuál sería su respuesta pero esperanzada de todos modos. No quería ir a ese lugar. No quería casarse con un desconocido. No quería nada de eso.

No era una persona que se caracterizara por ser débil o por tenerle miedo a enfrentarse a casi nada. Temía, sí, pero por otras cosas. Por la vida de su padre, por la vida de su reino, por la vida de Ehn, pero jamás temería a sus responsabilidades. Ella sabía qué había que hacer y siempre lo hizo con la frente en alto.

Aunque mirando cómo se acercaba aquella fortaleza, la idea de esconderse en un valle con dragones era cada vez más atractiva. Pero lo que dijo después hizo que asintiera, porque ambos sabían que no sería de esa manera. —Nunca he temido enfrentarme a mis responsabilidades y nunca he dado la espalda a ninguna. A veces me gusta fantasear con esa idea, pero los dos sabemos que no lo haré. Soy demasiado responsable —dijo con una pequeña sonrisa, incluso un poco irónica.

La idea de tirarse a nadar a mar abierto junto con Ehn y olvidarse de quién era era algo tentador, por supuesto. Pero no lo haría nunca. Así que por eso se podía permitir bromear pero no hubo un ápice de duda de ninguno de los dos cuando Ehn abrió paso para que bajase del barco.

Empezó a dar las órdenes para que toda la gente que había traído consigo comenzara a hacer la formación para bajar. Tenían que llevar bolsos, equipajes, incluso algunos animales, así que estarían ahí un buen rato.

Ehri de todos modos, bajó después de sus guardias, con Ehn al lado y el consejero siguiéndola de cerca. Respiró profundamente para encontrarle algún olor al aire, algo familiar, algo siquiera agradable, pero nada. —Estamos lejos de casa —murmuró a su mano derecha dándose cuenta totalmente de aquello al pisar tierra firme. Ni siquiera sus pies se sentían cómodos.