Los londinenses eran muy puntuales, eso Cepheus lo había aprendido a las malas, su padre siempre solía pegarle un latigazo con la varita cuando no llegaba a la hora, daba igual que tuviera tres años que diez, todas y cada una de las veces en las que el reloj marcaba la tardanza del niño su padre lo educaba, a su forma de ver, correctamente y como debía. Todavía tenía unas cicatrices surcando su brazo, eran tenues pero si alguien se fijaba en ellas se distinguían en su blancura.

Por eso estaba bien vestido en el salón diez minutos antes de la hora, con una camisa azul cielo remangada hasta los codos, un poco abierta ya que no llevaba corbata y unos pantalones de traje negro, los zapatos de punta terminaban de dar el toque elegante pero juvenil a su vestimenta. Su madre también se encontraba allí, un vestido violeta haciendo honor a su nombre envolvía su cuerpo cada vez que se movía de un lado a otro nerviosa, fue James el último en bajar, de punta en blanco con uno de sus mejores trajes observó a sus familiares de pies a cabeza, cuando terminó asintió dando su aprobación, el timbre no tardó en sonar.

Un dia más, una cena más. Tabitha estaba acostumbrada a ellas, rara era la semana en que no su familia no tenía al menos dos o tres eventos sociales que atender. Sin embargo, la joven intuía que aquel era una ocasión un tanto especial, porque su madre puso especial empeño en arreglarla. Le escogió el vestido (hecho a medida para ella, de color verde oscuro y con un encaje elegante y delicado cubriendo su escote y sus hombros), le recogió personalmente el cabello en un semirrecogido muy favorecedor y se pasó la mañana y parte de la tarde aleccionándola sobre deberes y modales. Cosas que Tabitha ya sabía, pero que por alguna razón su madre consideraba imprescindible recordarle.

No supo que se dirigían a la casa de los Shelby hasta que su padre las llamó para aparecerse todos juntos. Aquello tampoco era raro. Al contrario. Era habitual que su padre omitiera información que no consideraba necesario que ella supiera. Después de todo, su papel era ser bonita y dejar a su padre en buen lugar. De lo importante se encargaría él y Tabitha prefería no enterarse, al igual que su madre.

Esbozó una sonrisa al tiempo que su padre pulsaba el timbre. Los Shelby los recibieron siguiendo el protocolo que tan bien conocía la joven Harlow. No pudo evitar pensar que Cepheus, el hijo de los Shelby, estaba bastante guapo. Lástima que fuese el amigo medio idiota de Orion. Por eso le había dado calabazas. Por eso y porque si tenía que salir con alguien, quería que fuese alguien como Orion, como le hizo saber en su momento.

No pudo evitar el asombro al ver cómo entraba la familia Harlow al salón, su mirada se dirigió a su madre pero esta estaba ocupada intentando hablar inglés al saludar. Cepheus frunció el ceño brevemente, suficiente para que su padre le dirigiera una mirada nada amistosa de espaldas a los invitados. El moreno borró al instante el gesto y se acercó a apretar la mano del padre de Tabitha.

— Buenas noches, señor Harlow — como si fuera un robot fue saludando hasta que llegó a Tabitha, a la cual observó con interrogación en la mirada, acercó el rostro hasta el de ella y antes de dejar un beso en su mejilla puso sus labios al lado de su oído — ¿qué pasa? — preguntó oliendo la chamusquina, nunca cenaban solos, siempre había mucha gente más, era la primera vez que estaban ambas familias y, encima, en casa de una de ellas. Se separó con la misma rapidez que había hablado a su oído y escrutó el rostro ajeno, no eran los mejores amigos pero después de llevar siete años en la misma clase Cepheus algo la conocía.

Antes de que pudieran hablar la madre de Cepheus, Violette, con aquel acento francés tan marcado les invitó a entrar al comedor donde se podía ver una mesa digna de la realeza. El moreno frunció el ceño, aquella vajilla solo se sacaba en navidad o en ocasiones especiales... aún estaba demasiado sorprendido como para darse cuenta de lo que estaba pasando.

Arrastró la silla de Tabitha en un gesto estudiado, cuando ella se hubo sentado empujó con cuidado. Tras aquello se sentó al lado de su madre, justo delante de la slytherin.

Siempre le hacía gracia la forma en la que Violet Shelby se esforzaba por hablar inglés, con un acento marcadísimo. Tabitha hablaba el suficiente francés como para mantener una conversación, pues los Robillard eran de ascendencia francesa y su madre le había obligado a aprender el idioma, pero Tabitha lo detestaba. Era complicado y sonaba todo igual. 

Cuando Cepheus se acercó a saludarla se preguntó si se había echado medio bote de colonia. Aunque no le desgradaba. Pero no pudo responder a su pregunta más que con una mirada que expresaba que ella tenía tan poca idea como él de lo que fuera que estuviese pasando. Era un tanto extraño que la cena se limitase a las dos familias, especialmente por cómo estaban todos vestidos. 

No obstante, lo único que podía hacer era dejarse guiar al comedor, preparado como si aquello fuese una recepción por todo lo alto, y sentarse en la silla que Cepheus apartó para ella, agradeciendo con una caida de ojos el gesto. Después el chico se sentó enfrente de ella e intercambiaron una nueva mirada de no-sé-qué-demonios-pasa.

No tardaron en aparecer sobre la mesa los entrantes, tostadas con foie y caviar, otras con foie y mermelada de arándanos, también había de queso con salmón ahumado, Cepheus desvió la mirada de aquello hasta su padre que presidía la mesa y lo vio adelantar una mano hasta un panecillo, su atención después se vio desviada hasta el padre de Tabitha quien le había llamado.

— Cepheus, me ha dicho tu padre que este curso has conseguido el puesto de capitán de quidditch, es todo un logro — el chico asintió tragando saliva, no le gustaba que aquello se centrara en él, el moreno solía ser un tema muy poco recurrente en las cenas.

— Sí, señor, mis compañeros me votaron después de que el otro capitán terminara el curso, dicen que soy uno de los mejores golpeadores de toda mi generación — sonrió orgulloso, aunque no se lo creía demasiado sonaba muy bien cuando se decía en voz alta. El anillo con la S brilló cuando la luz golpeó en la plata, Cepheus era alguien con mucho orgullo familiar, lo único que se acercaba a ese orgullo era el que sentía por su casa o por el quidditch.

Tuvo que reprimir el impulso de poner los ojos en blanco. Cepheus como capitán era algo que era de esperar, pero no por ello dejaba de ser menos irritante ver a su padre reconocerle méritos cuando a ella nunca le reconocía nada, daba igual lo buenas que fuesen sus notas o que hubiese sido la más joven en conseguir la capitanía de las animadoras. 

Sintió la mirada de su madre fija en ella. Tenía la sensación de que esperaba que dijese algo. ¿Pero qué iba a decir? ¿Que no podía esperar a ver a Cepheus bate en mano? Ya estaba bastante pagado de sí mismo. No obstante, si se suponía que tenía que decir algo... más le valía hacerlo.

- Eres el mejor bateador que ha tenido nuestra casa - le corrigió con fingida dulzura - Y uno de los mejores que haya tenido el colegio - los ojos se le fueron durante un instante hacia el brillante anillo que el joven llevaba en el dedo - Ese puesto tendría que haber sido tuyo mucho antes, lástima que el anterior capitán no quisiera verlo.

Quizá se había pasado un poco con los elogios, pero por la forma en que su madre volvió a centrarse en la comida supo que había cumplido con lo esperado. Sin embargo, ahí seguía pasando algo raro y ella seguía sin saber qué era. Semejante cena no podía ser sólo por una capitanía. Además, no era para tanto.

La mirada azul del chico pasó del padre de Tabitha a esta, la miró con una ceja alzada sorprendido por escuchar aquello de su parte, la Harlow nunca le había halagado, nunca, y eso le hacía sentir una especie de cosquilleo bajo las yemas de sus dedos. Ella había sido siempre la chica que había tenido en la mira, siempre hasta que Orion terminó con esas ansias liándose con ella.

— Bueno... el antiguo capitán está en los Muricélagos ahora... era muy bueno también — concedió intentando desviar un poco la atención de él, no era una persona que le gustara estar en el punto de mira, para eso estaban otros, él siempre abrazaba las sombras y así le iba mejor, aunque fuera alguien notorio en Hogwarts por ser capitán.

— Bobadas, Cepheus podría dedicarse al quidditch perfectamente si quisiera, pero seguirá mi camino en el Ministerio — apuntó su padre haciendo que el slytherin lo mirara de reojo. No, él no quería ser auror, él quería dedicarse al quidditch, pero ¿Cómo podría decirle aquello delante de los Harlow? Sabía la consecuencia de enfadarle y eran más cicatrices en sus antebrazos.

Como acto reflejo bajó las manos apoyadas en la mesa para esconder así su piel bajo esta, apretó el mantel con ambas manos y sintió la mano materna paseando por sus hombros hasta apretar uno de ellos. — Luka será el mejor en lo que decida — los ojos azules de Violette le sonrieron cuando Cepheus clavó los suyos en ellos, él para todos era Cepheus pero para su madre era Luka, su niño. — Tabitha... ¿qué quieres hacer después de Hogwarts? — el marcado acento francés inundó el comedor haciendo que, entonces, todas las miradas se cernieran sobre la otra más joven.

Tabitha apretó los labios para contener una sonrisa. No imaginaba a Cepheus como un miembro del Ministerio. No como los que ella conocía a través de su padre al menos. Gente siempre trajeada y con cara de seria. No, Cepheus no encajaba en eso, aunque una carrera en el Ministerio conllevara un buen estatus económico y social. Algo que también podía conseguir siendo jugador de Quidditch, a decir verdad. 

Encontró tierno el gesto de la señora Shelby. No sabía (o no recordaba) que Cepheus tuviese un segundo nombre. Ella también lo tenía, y sus padres eran los únicos que lo empleaban. Bueno, su caso era ligeramente peor, porque no les bastaba con usar su segundo nombre, además tenían que usar un diminutivo. Pero por la reacción del joven Shelby, a él no le molestaba que su madre lo empleara, lo cual era bonito. 

La pregunta la pilló desprevenida. Y de hecho se dio cuenta de que no tenía una respuesta. Tampoco la había necesitado hasta ese momento. Nadie se lo había preguntado antes.

- Pues... la verdad no lo he pensado - reconoció. Muchos de sus compañeros se estresaban pensando en qué hacer, sobretodo cuando había que escoger asignaturas. A ella le daba igual, la fortuna familiar le aseguraba una vida adulta fácil y acomodada sin tener que trabajar - Casarme, claro - aunque no supiera con quién. Orion quizá... pero sabía que sus padres preferirían alguien más ajeno a nivel sanguíneo - y formar una familia. Aparte de eso... organizar eventos sociales, supongo. Y me gustaría viajar un poco.... quizá visitar a mis parientes en Estados Unidos... puede que aprovechar para recorrer el país... - lo comentó todo con sencillez, como si nada tuviera gran importancia. Pero en realidad era la primera vez que se paraba a pensar en ello. 

Le pareció que su padre y el señor Shelby intercambiaban una mirada, y que sus respectivas esposas también lo hicieron. No quiso escuchar la intuición que le llegó, porque era ridículo. Absurdo. Sencillamente no.

Toda la atención del comedor estaba posada en ella pero había unos ojos, de un azul cielo, que taladraban a la chica. Los ojos de Cepheus paseaban por su rostro buscando algún indicio de algo, de emoción al hablar de lo que quería, de rabia por tener que casarse, de alegría... cualquier cosa. Nada. Y eso a Cepheus le mosqueó, él tenía sueños, metas, cosas que quería conocer antes de morir y convertirse en un cuadro colgado en la pared, al parecer Tabitha era un simple recipiente de carne y hueso vacío.

A saber.

La mirada de los mayores le fue ajena al slyterin, desvió la mirada hasta los entrantes y se llevó uno de caviar a la boca. Masticó, tragó. Vuelta a empezar. La charla adulta comenzó a hacerse amena, temas del Ministerio, temas del hogar, el moreno había parado de escuchar en el preciso instante en el que su padre desviaba la atención de ellos y la guiaba a su colega Harlow, no se dio cuenta de que era de nuevo el centro de atención hasta que su madre propinó un golpe con el pie a su propia pierna.

— ¿Perdón? — preguntó subiendo la vista de las huevas de caviar, la mirada exasperada de su padre lo envolvió con rabia haciéndole temblar levemente.

— El señor Harlow tiene entradas para los Murciélagos de Ballycastle, quiere invitarte a que vayas con su familia a verlos ya que es tu equipo favorito — le salvó de nuevo Violette con su olor a lavanda.

— ¡Oh! — y ahí estaba la chispa que había estado buscando en los ojos de Tabitha resplandeciendo en los suyos — ¿De verdad? No quiero ser una molestia, señor — una sonrisa comenzó a florecer en sus comisuras, leve, pero ahí estaba.

Después del breve interrogatorio, la conversación se tornó distendida, lo que permitió a Tabitha perderse un poco en sus pensamientos, aunque con la oreja puesta para no perder el hilo y responder si se dirigían a ella. Algo que por lo visto Cepheus hacía a medias: también parecía perdido en su propio mundo, pero desde luego no estaba atento a la conversación. 

No le había pasado desapercibida la mirada que le había echado cuando respondió a la pregunta de la señora Shelby. La hizo sentir... mal. Lo cual era raro, porque muy poca gente lograba que Tabitha se sintiera mal. Era frecuente que sintiera asco o desprecio cuando se relacionaba con otras personas, pero nunca se sentía mal. ¿Por qué hacerlo? Era guapa, era rica y aunque apenas nadie se daba cuenta, no era tonta. Todo lo que hacía, desde escoger la laca de uñas a preparar un examen lo hacía a conciencia, pues en el mundo de Tabitha todo tenia que ser perfecto. 

- No serás una molestia - se apresuró a señalar, sintiendo de nuevo la mirada de su madre. Y la de su padre. Le gustaba ser el centro de atención, pero... ¿por qué demonios todo el mundo parecía estar especialmente pendiente de todo cuanto hacía y decía? - Te gustarán nuestros asientos, son de los mejores del campo. 

Poca gente era consciente de lo aficionada que era realmente al Quidditch. Seguramente porque ir a los partidos era una de las pocas cosas que hacía con su padre con cierta frecuencia. Para  Wade era una oportunidad más de mantener contactos y hacer negocios, además de encontrar cierta diversión en los partidos. Solía llevar a sus hijos, hasta que Gerald decidió que no quería seguir yendo. Tabitha sí seguía acompañando a su padre, y aunque no podía expresar libremente sus emociones, le encantaba.

- Pasaremos un buen rato - añadió el señor Harlow - Y en el fondo nos haces un favor. A Tabitha le encanta el Quidditch, estoy seguro de que se lo pasará aún mejor con un jugador en el asiento de al lado.

Añadió esas frases a la lista de razones por las que no le importaría demasiado que su padre sufriera un infarto.

Los azules de Cepheus se posaron sobre Tabitha al oírla, aún con la medio sonrisa en el rostro esta se hizo aún más ancha, que ella le dijera que no era una molestia le hacía sentir de nuevo ese cosquilleo bajo las yemas de sus dedos, igual que cuando intentaba hacer magia sin varita. No pudo evitar mantener la mirada en ella, llena de ilusión, hasta que la voz del señor Harlow llamó su atención y llevó sus orbes hasta él. Su primera reacción fue abrir la boca en una o, Tabitha era la capitana de las animadoras de su equipo pero no pensaba que fuera una forofa del quidditch.

— Vaya, no sabía que fueras fan del quidditch — le dijo a la morena volviendo a posar sus pupilas azuladas en ella, había cosas que no conocía de la slytherin, era consciente de aquello y fue entonces que le picó el gusanillo por saber más cosas de ella, cualquiera, por muy tonta que pareciera, le había dado curiosidad y su patronus era un gato... por algo sería.

— Y así podéis conoceros mejor, ya que de cara al futuro os va a solucionar muchos problemas después de que os caséis — silencio absoluto.

— ¿Qué? — preguntó Cepheus mirando a la cara del señor Harlow — ¿Qué ha dicho? — preguntó sintiendo cómo se le movía el suelo, cómo sentía todo dando vueltas. ¿Él casado? ¿Con Tabitha? Lo primero que se le pasó por la mente fue Orion, la sonrisa de gamberro, los colmillos puntiagudos que le habían dejado alguna vez marcas por el cuello, sus manos que le apretaban con ansias... empujó la silla hacia atrás solo siendo retenido por la mano de su madre sobre su antebrazo.

— Esta es la cena de vuestro compromiso, toma Cepheus, dale el anillo a Tabitha — una caja apareció a su lado, en su interior se podía ver un precioso diamante coronando una fina circunferencia de plata, en ella estaban grabados ambos apellidos, uno a cada lado del diamante. Cepheus empezó a sentirse mareado, no quería ni mirar a nadie.

- ¿Por qué crees que se me da tan bien animar? - respondió, sin darse cuenta de que la sonrisa de él se le contagiaba. Hubiese añadido algo más, pero esa frase ya estaba algo lejos del tipo de conversación que sus padres querían que proporcionase. 

Había muchas cosas de Tabitha que Cepheus (y prácticamente nadie, incluso ella misma en algunos casos) desconocía, porque la joven había sido educada para reprimir todo lo que no se correspondiese con la imagen de belleza sureña destinada a ejercer de esposa, madre y anfitriona que era su madre. Rara vez se le preguntaba su opinión sobre cualquier cosa que no fuesen arreglos florares o el color de las servilletas, y desde luego para su padre mejor que no las tuviera. Desde el punto de vista de Tabitha, Wade no quería una hija, quería una muñeca. Y su vida era mucho más fácil representando ese papel. 

"Y así podéis conoceros mejor, ya que de cara al futuro os va a solucionar muchos problemas después de que os caséis" 

El tenedor de la joven hizo mucho ruido al escurrirse de entre sus dedos y chocar contra el plato. La última vez que le pasó algo parecido era muy pequeña y había aprendido a no dejar que se le cayeran los cubiertos. Pero esa vez... esa vez le importaban un bledo los cubiertos, el ruido y que la corrigieran más tarde, porque el anuncio le había pillado tan de sorpresa que casi dejó de respirar. 

- No... - murmuró de forma casi audible. No, no podía ser. No podían estar comprometiéndola, no así, tan a traición, sin siquiera avisarla de antemano. Era... era ridículo. Era demasiado joven. Siembre había sabido que su padre le buscaría un marido más pronto que tarde, pero había asumido que al menos esperaría a que terminase el colegio. 

Necesitó todo el control que había reunido durante sus diecisiete años de vida para quedarse sentada, con los ojos de par en par fijos en Cepheus, en lugar de salir corriendo a tener un ataque de pánico en la intimidad. Al menos el chico parecía estar igual de informado que ella sobre el tema. Ni siquiera prestó atención en ese momento al anillo. Sólo fue capaz de mirar a Cepheus, como si le pidiese ayuda, aunque en realidad estaba intentando invocar a Orion en silencio, pese a que ni su primo aparecería ni podría parar aquello. Así que el único capaz de socorrerla era Cepheus... y dudaba que lo hiciese.

El muchacho estaba por completo en blanco, no podía procesar bien la noticia que acababa de recibir y, sin querer, levantó la mirada hacia Tabitha para darse cuenta de que ella estaba igual, algo que en verdad le quitó un peso de encima porque no quería haber hecho el ridículo delante de todos solo él. La mirada se posó sobre sus padres y después volvió al anillo, Cepheus no quería casarse, no quería prometerse con diecisiete años, eran unos críos, no habían visto nada de la vida y ya le querían atar.

Orion pasó por su mente, un vacío se abrió en canal por su pecho haciendo que echase la silla hacia atrás y se levantara de aquel circo. La voz de su padre lo llamaba para que volviera a sentarse pero sentía un vértigo que le hacía querer largarse de ahí y salir corriendo. O cualquier cosa. Boqueó en búsqueda de aire cuando sintió las manos de su madre atrapando sus hombros, decía algo en francés, no lo entendía, tampoco quería.

— No quiero — susurró en el mismo idioma ya que así se comunicaba con su progenitora y vio cómo su padre se levantaba también para acercarse a ellos y apartar las manos de su mujer. Agarró con fuerza al slytherin y lo volvió a postrar en la silla. No se qué de vergüenza y dejar en evidencia, o eso es lo que le llegaba a los oídos mas lo único que podía sentir era como todo le daba vueltas.

Efectivamente, Cepheus le sirvió de poca ayuda. No quiso tener en cuenta que se había llevado la misma sorpresa que ella y que probablemente tuviese las mismas ganas de comprometerse a los diecisiete años, por mucho que hubiese intentado salir con ella en el pasado.

Cuando el chico fue obligado a sentarse, ella bajó la mirada, fijándola en su plato. De repente no tenía hambre. Ni ganas de nada en realidad. Ni siquiera era capaz de pensar con claridad. A su alrededor se instauró un silencio tenso, sólo roto por los pasos del señor Shelby volviendo a su sitio y las patas de la silla arañando el suelo. Poco a poco empezaron a oirse sonidos de cubiertos, vasos... pero Tabitha seguía mirando a su plato, pálida y temiendo romperse si se movía.

- Ahora está algo sorprendida, pero será una buena esposa - oyó decir a su padre, sin estar segura de si se lo decía a Cepheus o al señor Shelby - Sabe perfectamente cuál es su lugar y su función. Y cuando se le pase la sorpresa, se alegrará de contribuir a la continuidad de nuestra clase. 

- Desde luego - asintió la voz del señor Shelby - tienes una hija encantadora y preciosa, Cepheus no tardará en darse cuenta de que tiene suerte - ¿era cosa de ella o aquello parecia una especie de amenaza velada? 

De cualquier forma, empezaba a ser demasiado para ella. Quería gritar y salir corriendo, pero no podía. Una lágrima de rabia rodó por su mejilla, cayendo discretamente sobre el mantel. Haciendo un esfuerzo enorme, se llevó la mano al rostro con toda la discreción que pudo para limpiarse. 

La cena continuó con la charla amena de los adultos, Cepheus no podía hacer otra cosa que observar el anillo y de vez en cuando a Tabitha esperando algún tipo de mirada mas lo único que pudo ver fue la postura resignada de alguien que sabía que su deber era ese. El Shelby jugueteó con su comida en el plato hasta llegar al postre y en ese momento agarró el anillo y se lo guardó, ya habría otro momento para entregarle aquello, no iba a hacer todo lo que su padre quisiera como si fuera un perrito faldero.

Tras el postre vino la sobremesa con las copas para los hombres y el champán para las mujeres, a ellos ni siquiera les estaban dando tema de conversación y Cepheus estaba a punto de chillar del asco, del agobio por sentirse ignorado, lo único que quería era salir corriendo de allí y jamás volver, aún así se mantuvo firme no dando el gusto a su padre de poder regañarlo más después y cuando los padres de Tabitha y ella se marcharon el chico subió a su habitación y se encerró en ella, ni siquiera le abrió a su madre para que lo consolara, ni a la elfina doméstica que le llevaba algo para que cenara con propiedad. No, Cepheus tardaría en salir de esas cuatro paredes.