¿Cómo se combatía mejor el aburrimiento?

Cuando tenías a alguien para que este no fuese tan mortal. Tirada en su propia cama, mirando los apuntes de una de las clases avanzadas en las que no tenía ningún interés se aburría. Sus compañeras en la mayoría estaban durmiendo y una de ellas no dejaba de roncar como si fuese la locomotora de tren que los llevaba hasta Hogwarts. La chica no podía evitar rodar los ojos casi sin querer, porque al despertarse negaba que ella fuese la que les impedía dormir. De verdad, debería ser la última en dormirse, simplemente por dejar al resto descansar en paz o admitirlo y ponerle remedio con alguna estúpida poción de la enfermería.

Fuese como fuese, la pelirroja estaba cansada de estar mirando la parte superior de su cama, así que simplemente se levantó, y bajó en camisón a la sala común, a ver si un poco de aire fresco y mirar la chimenea fijamente hacia que olvidase por un momento que su habitación estaba llena de locomotoras de tren. Para su sorpresa no era la única ahí, y si que era cierto que había unos cuantos chavales de quinto y otros de primero que estarían experimentando por primera vez quedarse despiertos, pero su atención fue hacia alguien directamente.

—Ceph, Ceph, Ceph. — Coreó el nombre del chico, sentándose en el sillón que había a su lado vació poniendo las piernas sobre uno de los reposa brazos. Sentarse normal, ¿para qué? — Dime que te aburres tanto como yo esta noche. — Cuando los dos se aburrían, cosas buenas terminaban saliendo de ello.

CON Ceph EN pasillos A LAS 22:00

El chico llevaba enfadado con Orion desde el beso, o simplemente Orion estaba enfadado pero a él le enfadaba verle dormir tan pancho. Él no podía dormir a pierna suelta cuando el otro no le hablaba y por eso se había ido de la habitación antes de tirarle un baúl a la cabeza. La sala común tenía poca luz pero suficiente para que el chico no se quedara dormido en el sofá, había unos cuantos más pululando por ahí pero ninguno le molestó, na, a Cepheus no podían molestarle, además de estar en séptimo era el capitán del equipo y tenía muy mal pronto, sobre todo con aquellos que no conocía y esos eran unos desconocidos por completo.

Sus ojos se perdieron en el fuego hasta que una voz repitió su nombre haciendo que el chico alzara el rostro para ver cómo Lise se sentaba en el sofá de al lado, sonrió y asintió — me aburro tanto o más que tú — suspiró dejándose escurrir en el sofá para colocar los pies encima de la mesa — ¿Qué haces despierta todavía? No es como si fuera muy pronto tampoco — curioseó el chico sin mirarla, en cambio miró al techo apoyando la cabeza en el respaldo, las ondas del lago negro se reflejaban en él con un color verdoso, era hasta hipnótico.

CON Lise EN pasillos A LAS 22:00

Anelise juntó sus dedos, estirando los brazos hacia arriba, sin importarle demasiado que su camiseta del pijama levantase un poco más de la cuenta. Estaba bien que algunos pudiesen disfrutar de algo que nunca iban a tener o que ya habían tenido y Anelise había decidido no continuar el juego por aburrimiento. Era increíble la cantidad de chicos melosos que querían una vida de cuento de hadas cuando las normas estaban claras desde un principio.

—Bueno, diría que es mentira, pero podrías tirarte de una escoba a mil metros de altura y todavía la caería te aburriría. — Bromeó la chica, pero si que tendían a aburrirse cuando la vida no les daba nada con lo que jugar. —No puedo dormir con las locomotoras de tren que tengo en mi habitación. — Comentó la pelirroja rodando los ojos. — En serio, deberían hacérselo mirar, parece que se hayan comido dulces de ruidos otra vez, es lo peor. — Luego se ofenderían si su pareja les decía que roncaban, pero a veces daba miedo, no sabía como no despertaban las otras habitaciones. — ¿Y tú? Sé que eres una persona nocturna, pero normalmente lo eres en tu cuarto. — A no ser de que tuviesen algo organizado era raro verlo pasar tiempo con desconocidos en la sala común.

La chica se acomodó en el sillón, cruzando las piernas y apoyando uno de sus codos en el reposa brazos más cercano al sillón de Cepheus, para acercarse ligeramente a él y observar su respuesta. Sabría perfectamente si le mentía, era el problema de ser amigos desde hacía tanto tiempo.

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La slytherin tenía razón, Cepheus era una persona que se aburría fácil, eso era como una bomba explosiva que después provocaba pequeños accidentes. O no tan pequeños.

— Es lo peor de dormir acompañado, tener que soportar a los demás — se encogió de hombros, en su habitación también roncaban y eructaban y se tiraban pedos, a Cepheus nunca le había hecho gracia tener que oler los gases ajenos pero a veces era unas buenas risas. También entendía que los ronquidos no dejaran a alguien dormir, él mismo tenía el sueño ligero y si escuchaba algún sonido fuera de lo normal se desvelaba y ya no podía volver a dormir. A menos que pensara en alguien en particular y moviera de forma efectiva la mano bajo la manta, entonces sí, entonces podía volver a dormir.

— No quiero estar con Orion, nos hemos peleado — confesó, Anelise era muy buena amiga suya y, aunque no pudiera contarle la verdadera razón del por qué estaban peleados, daba igual pues Orion y Cepheus vivían en un tira y afloja del que ella conocía la existencia. Orion y Cepheus siempre explotaban el uno contra el otro, se podía ver como una relación fraternal de hermanos.

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¿Estaban peleados? No podía ser, si la chica no supiera que ese era su puto estado natural seguramente haría un gesto de sorpresa, pero era consciente que aquello no era en absoluto algo raro que ver. Cepheus se peleaba con medio planeta todo el rato, seguramente ella sería de las pocas que en lugar de pelear lo mandaba a pastar al bosque prohibido y los dos tan amigos. La cosa con Orion, es que siempre estaban como el perro y el gato, siempre peleando, pero siempre amigos.

—¿Y ese no es vuestro puto estado natural? — Preguntó la pelirroja, mirándose las uñas que mantenía en perfecto estado. Puede que se estuviese tomando a la ligera lo que pasaba entre ellos dos, pero eran sus mejores amigos, así que una sabía por dónde iban los tiros, aunque ellos fuesen a fingir que no. Tampoco era que le interesase demasiado lo que hiciesen en su habitación, pero lo que estaba claro era que Cepheus se enfadaba por respirar.

Lamentablemente no creía que fuese a sacar mucha información del chico, ni creía que le interesase lo suficiente como para estar atenta si decía decírselo, así que su plan fue diferente.

— ¿Qué me dices de gastarle una broma pesada a alguien? — Preguntó, mientras se giraba en el sillón para sentarse como una persona normal. — Puede que viendo la desgracia de otro se te vaya el mal humor. — Esa siempre era la mejor medicina para cualquiera que estuviese de malas, sobre todo para gente como ellos dos.

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La pregunta le sorprendió porque, para ser honestos, Cepheus y Orion siempre habían vivido en un tira y afloja constante, pero eso no significaba que la fuera a contestar. Y Anelise pareció leer la mente del slytherin y cambió de tema haciendo que a Cepheus le creciera una sonrisa maquiavélica en el rostro que no auguraba nada bueno.

— ¿Qué se te ocurre? ¿Tirarle de los calzoncillos a alguno? ¿Decirles que el profesor Stark nos ha dicho que vaya inmediatamente a su despacho porque sus padres han muerto? — dejó ir una risilla de duende. Oteó el horizonte en busca de pardillos a los que molestar y se dio cuenta, para su propio bien, de que no conocía a ninguno de los que allí estaban.

— ¿En qué momento hemos crecido tanto como para sudar de los demás y no conocer ni al tato? — preguntó, miraba por ahí, miraba por allá y nada, ningún alma conocida en la sala. — ¿Conoces tú a alguien? Porque estoy empezando a deprimirme y autollamarme antisocial, colega — hizo un falso mohín como si verdaderamente le importaba aquello y se acercó hasta su sofá para sentarse en el reposa brazos esperando señal.

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—Deberían darte un premio a la originalidad.— Respondió la chica ante la primera idea que le dio su compañero, a veces no sabía si es que la testosterona hacía que tuviesen más ideas con la cabeza de abajo y no pensasen de manera lógica. Claro que lo segundo que comentó le pareció mucho más entretenido, pero también más arriesgado. — Sería genial, pero también nos exponemos a que el señor amargado termine tomándola con nosotros. — El jefe de la casa de Ravenclaw no tenía muy buenas pulgas, y ellos eran expertos en molestar más de la cuenta en sus clases como para que les perdonase cualquier tipo de broma pesada.

La pelirroja tuvo que reírse ante el comentario de Orion, según los años pasaban la gente que entraba era poca novedad y sobre todo cuando la diferencia de edad era abismal. Los niños de once y doce años no eran más que dolores de cabeza para ellos, como para tener que aguantarlos de alguna manera.

—Es que tienes cosas más importantes que pensar, antes era ver quién entraba en tu squad de malvados y ahora es más bien que se alejen no vaya a ser que todavía lleven pañales. — Aquel complejo de superioridad siempre iba pegado a ellos como si no tuviese nada mejor que hacer, pero era divertido. — Conozco a algunos, pero no por los motivos más bonitos que se te puedan ocurrir. — Claro que no se relacionaba con niños, todos los que eran de la edad de su hermano estaban vetados, sobre todo porque se sentiría como flirtear como el amargado de los Winter. —Estaba pensando que podríamos pillar a alguien que este fuera de su sala común, colocar alguna trampa invisible en las escaleras con la que hiciesen ruido. — Ver como alguien se golpeaba por culpa de ellos y sobre todo que nadie los relacionase con el incidente porque sería culpa de la persona no cumplir con el toque de queda.

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Los ojos de Cepheus se abrieron de par en par cuando la idea de colocar una trampa invisible salió de la boca de la pelirroja. Tuvo una idea al instante y sonrió con maldad. Terminó por levantarse y adelantó la mano hasta Anelise para ayudarla a ponerse en pie.

— Vamos a por los tontos de hufflepuff, seguro que esos imbéciles son tan tontos como para comerse todo lo que les pongamos en la nariz — profetizó para ponerse en marcha. Las torres de las otras dos salas comunes estaban lejos y no le apetecía ir hasta allí.

Comenzó a caminar hasta la salida y salió al pasillo, miró por si había algún prefecto al acecho y, al comprobar que no había nadie, puso rumbo a la puerta de los hufflepuff. Una vez allí se metió tras una columna — ¿Aquí está bien? — preguntó a la pelirroja.

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El brillo en los ojos de su amigo dejaba claro todo lo que estaba pensando. Eso hacía que la situación fuese mucho más divertida, sus ideas empataban y lo mejor era que no tenían que hacerlo solos. Ambos tenían la habilidad de cuando algo no les interesaba del otro ignorarlo y ya estaba, pero si coincidían, aquello podía volverse en un infierno para los que tuviesen delante.

—Pequeños trabajadores que no desconfiarían de nadie. — Respondió la chica, mientras ambos se escaqueaban fuera de la sala común como si nada. Siempre había sido fácil hacer ese tipo de cosas, la seguridad del colegio terminaba siendo un chiste cuando estabas más tiempo fuera que dentro. Te aprendías el castillo, los pasadizos, los puntos en los que podías hacer que nadie te siguiese. Ella era una experta para todo eso y casi había memorizado las rutas del bedel porque de tantos años ni se daba cuenta de que siempre caminar haciendo los mismos círculos.

El punto que señalo el chico era perfecto para ellos, tan solo tendrían que jugar las cartas correctamente. — Tenemos media hora antes de que nuestro amigo o su gata pasen por aquí, así que tendremos que darnos prisa. — Por suerte dos manos trabajaban mejor que una, así que ambos se separaron el trabajo para poder preparar la trampa perfecta para algún niño que pensaba que todo iba bien en aquel castillo.

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Tras la columna se puso a divisar la entrada a la sala común, no había nadie pero eso no le hacía sentirse muy seguro. Al fin y al cabo todos eran adolescentes con ganas de jolgorio, al igual que él y su mejor amiga por ahí seguro que habría algún imbécil fuera de la sala común a deshoras, solo tenían que esperar para poder atraparlo.

— ¿Media hora? — preguntó intentando hacerse un croquis para ver cómo podían hacer las cosas y se le ocurrió una idea digna de llevar a cabo. — Eh, ¿y si al que atrapamos en la trampa no es un hufflepuff... sino al imbécil de la gata? — medio preguntó esperando que Anelise supiera apreciar la locura del plan. Corrían riesgos, sí, pero ellos podían usar magia, el squib no y si se tapaban la cara jamás los atraparían, bastaba con hechizar algo después por si intentaban inspeccionar sus varitas.

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La pregunta de Cepheus hizo que la chica lo observara, sopesando los riesgos de aquello y terminando por sonreír de manera divertida. No sería la primera vez que aquel hombre amargado terminaba en alguna broma de ellos. Claro que si fuese más amable no tendría a tanta gente en su contra, aunque teniendo en cuenta como eran ellos dos lo más seguro es que siempre lo tuviesen en su punto de mira.

—Teniendo en cuenta la localización, seguro que le echan la culpa a algún Hufflepuff. — La chica estaba sopesando las opciones que tenían. — ¿Crees que seríamos capaces de encontrar a algún descarrilado para que estuviese cerca antes de que ocurriese? — Puede que los astros se uniesen para que en el momento en el que aquel idiota llegase a la trampa alguien más aparte de ellos fuese el sospechoso principal.

No era por echarse flores, pero se consideraba una persona escurridiza y bueno, siempre encontraban la manera de que todos los problemas les sacudieran con fuerza.

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— Merlín está de nuestra parte — susurró el chico a la vez que veía cómo un grupo de huffies se acercaba en silencio — y nos sonríe muy ampliamente — salió al encuentro de ellos y se inventó que se había dado un golpe y que, por favor, se quedara uno de ellos a esperar con él a algún prefecto. Tontos que dejaron a uno a esperar con él.

Eran tan tontos que ni siquiera pidieron ver el golpe, Cepheus escuchó a la gata — puedes irte, por ahí viene Flitch y va a ayudarme él — no le dio las gracias, Cepheus nunca lo hacía. Al quedar el niño de espaldas a él se esfumó tras la columna justo en el momento en el que el conserje se quedaba colgado de una pierna en medio del pasillo. Se tapó la boca para no reírse y escuchó cómo el squib gritaba cosas contra el pobre hufflepuff que ni pinchaba ni cortaba.

— Ojalá tuviéramos una cámara — susurró entre risas a Anelise.

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Tan inocentes, realmente era demasiado fácil jugar con los pequeños de la casa de los tejones. Siempre salía alguno con una lengua más viperina o capaz de hacer frente a los comentarios que llegaban desde otras casa, pero estaba claro que la mayoría tenían dos neuronas que nos les dejaban hablar de manera correcta o defenderse cuando un cubo de agua fría les caía de esa manera.

Aquel pobre chico, abandonado por todos sus amigos había caído por completo en la trampa de ellos y en ese instante estaba viendo a la personificación de una pesadilla. Cuando el conserje consiguió zafarse de la broma tan bien preparada y cayó al suelo generando el mayor ruido de la historia ellos ya habían ganado.

Para cuando el niño de Hufflepuff había intentado correr el conserje lo tenía bien sujeto del brazo, balbuceando incoherencias, mientras tiraba de él. Alguien estaba a punto de enfrentarse a su jefe de casa y estaba claro que el resultado de aquello no sería más que una perdida de puntos importante para la casa y  tal vez una suspensión de un par de días.

—¡Vamos!— Le dijo la pelirroja al chico, mientras empezaban a correr por los pasillos, aquellas situaciones siempre hacía que Anelise se sintiese viva, como si hubiesen crecido allí simplemente para meter a los demás en líos.

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No pudo evitar reírse como un loco cuando empezó a correr pasillo abajo para perderse muy lejos del pobre hufflepuff y el conserje. La risa empezó a envolver el lugar y el chico intentó coger aire pues entre la risa y el ejercicio empezaba a sentir flato.

— Joder, Lise, ¿has visto la cara de Flich? Me meo joder, te lo juro — dijo entre carcajadas. No tardaron mucho en llegar de nuevo a las mazmorras que se llenaron de ruido ante los pasos rápidos de los muchachos y las risas de Cepheus que no se cortaba nada al haber llegado ya a su casa.

— ¿Qué? ¿Entramos? — preguntó cerca de la puerta de slytherin.

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Toda la situación había salido a su favor, así que lo único que podían pedir era disfrutar de su victoria. Aquel tipo de juegos eran los que mantenían el interés despierto, haciendo que Lise se sintiese completamente satisfecha con sus decisiones. Tener amigos como Cepheus era lo que más le pegaba a ella, gente que le siguiese la broma y que pudiese patear cuando se comportaba de manera estúpida.

Lo bueno de ellos era que sabían que podían contar el uno con el otro, pero que también se llevarían negativas si al otro no le apetecía o sudaba de la otra parte en algunas cosas.

—Si, será lo mejor para evitar que nos pillen. — El niño podía decir todo lo que quisiera, no tenía pruebas de que ellos hubiesen estado allí. El conserje no lo llevaría ante ningún profesor que fuese a pillarlos y ellos simplemente podrían disfrutar de una noche de sueño riéndose mucho de lo bien que les había salido la broma.

Al entrar la pelirroja tan solo se estiró, dándose cuenta de que no había nadie en el lugar.

—¿Nos piramos a la cama?— Preguntó, porque podrían decir que su día había sido satisfactorio plenamente.

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El moreno asintió ante la pregunta de Lise. Lo mejor era irse a la cama por si le creían al hufflepuff e iban a investigar, si los pillaban en la cama no sería tan cantoso como si les vieran de cháchara en la sala común. Además de que ya era hora de dormir si no querían que se les pegaran las sábanas al día siguiente.

— Buenas noches, Lise — le deseó acercándose a ella para dejar un beso en la mejilla — no te metas en líos, ¿quieres? — bromeó para dejar un leve empujón en el hombro ajeno antes de darse la vuelta hacia las escaleras que daban paso a las habitaciones de los chicos. Una vez allí se tiró en la cama sin observar el bulto bajo las sábanas de Orion. No quería que le viera viéndole, no quería darle esa satisfacción.

Cepheus se quedó dormido con rapidez a pesar de pensar que no pasaría, el mundo de Morfeo lo abrazó justo después de que se tapara hasta arriba y girara el cuerpo para quedar de espaldas a los demás, mirando hacia la puerta.

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