Secrets stolen from deep inside and the drum beats out of time

Sharp Love

El 28 de febrero de 1873 el doctor John Stevenson desapareció de las calles de Londres. Lo último que sus conocidos supieron fue que había asistido a una cena en casa del escritor H.G. Wells, como solían hacer cada semana.
Muy pocos asociarían que la visita policial de aquella noche o la excéntrica máquina del tiempo que el autor decía haber creado tendría que ver, más bien nadie. Y por eso nunca se descubrió a qué se dedicaba el afamado doctor algunas noches.
A pesar de que fue también cuando el conocido Jack el Destripador dejó de actuar.

Un caso que, ahora, en el presente, vuelve a estar en boca de todos, pues han comenzado a aparecer una serie de asesinatos por la ciudad. Un presente que maravillaría a alguien del siglo XIX, donde la violencia es tan gratuita como las facilidades para hacerse con un arma y conseguir que una mujer joven te siga a un callejón utilizando los encantos adecuados.
La prensa de todo tipo se hace eco de la noticia y empiezan a verse similitudes con aquellos casos de siglos pasados, la policía cree que se trata de un imitador que ha leído demasiadas novelas.

Nadie se imagina que Jack ha llegado al presente y que está recuperando su peligrosa afición como forma de conseguir recuperar aquella maravillosa máquina que le permitirá manipular la historia, quizá incluso arreglar algo en ella.
La espera no es algo que lleve demasiado bien, aunque haya prometido comportarse es demasiado fácil hallar una presa. Y nadie sospecha del atractivo hombre sentado en la barra bebiendo whiskey, dedicando alguna sonrisa encantadora a cualquier belleza con a que cruce mirada.

Reportera — Sarah Gadon — Red Erin Westcott
	Doctor —  Jack the Reaper — Josh Bowman — Timelady John Stevenson

Dejando ir un suspiro, Erin Westcott se recostó mejor contra el asiento acolchado del bar. Sus notas estaban repartidas sobre la mesa en montones desordenados, su móvil en el centro y un botellín de cerveza justo al lado. Mientras que el resto de sus compañeros prefería trabajar con un ordenador, ella seguía prefiriendo hacerlo a mano, tomar notas y grabaciones, como lo había hecho su madre antes que ella y su abuelo antes.

— Esto no tiene ningún sentido. —farfulló tras agarrar el bolígrafo. Todavía dándole vueltas al enigma empezó a dar golpecítos rítmicos contra el blog de notas.

Pese a lo vivaracho que se mostraba todo el mundo en el local, compartiendo risas y bebidas, la ciudad estaba conmocionada a causa de un asesino que, desde hacía pocas semanas, dejaba tras de sí un rastro de cadáveres de muchachas jóvenes. El problema estaba en que ese rastro no conducía a ninguna parte. Como reportera de uno de los periódicos más reconocidos de la ciudad, Erin tenía sus fuentes, tanto en la policía como en la calle. Pero ninguna había aportado nada que la ayudase a resolver aquel caso, ni siquiera una jugosa pista sobre la que poder escribir.

Consultó de nuevo la página web que hablaba sobre Jack el Destripador. La historia estaba llena de asesinos en serie, tristemente, y aquel había decidido imitar al viejo Jack como si de una estrella de rock se tratase. Eso era todo lo que sabía. El problema era que había tanta historia entorno a Jack que era difícil saber cuánto era verdad y cuánto mito.

Su teléfono vibró y un texto apareció en el centro de la pantalla, un mensaje de su jefe, recordándole que necesitaba su artículo antes del fin de semana. Agotada, Erin puso los ojos en blanco y bloqueó el teléfono sin responderle. Tampoco tenía nada qué decirle, puesto que no había avanzado nada en su artículo.

Estaba, lo que se viene diciendo, jodida. Quizás debería intentar contactar con algún experto en la figura de Jack el Destriador, rumió mientras daba un trago a su cerveza, encontrándosela caliente. Ese no parecía ser su día.

H.G. había sido terriblemente idealista cuando había imaginado el futuro.
Y posiblemente se habría desilusionado cuando llegó y entendió que aquel tiempo era un campo de recreo para alguien como él. Hecho a su medida, diría él. Aunque la mayoría de los crímenes que había visto en lo que llamaban "televisión" le hacían parecer un aficionado. Y aún así, cuando había comenzado a cumplir su amenaza, se había colado en las noticias... como un imitador. Le hacía gracia que le llamaran así, tanta como saber que era famoso, y no precisamente como médico.

Si su viejo amigo le concediera lo que necesitaba, no tendría que hacer aquello, puede que incluso se reformara. O puede que no, el instinto es el instinto. Y los hombres había demostrado tener un instinto para matar muy bien desarrollado, como él mismo.
Y si las presas no fueran tan fáciles de cazar, quizás se pudiera contener. Por eso aquel día había decidido probar algo distinto, en lugar de acercarse a una de las chicas preciosas que ya le sonreían. Cogió su copa y se acercó a una joven que se encontraba en una de las mesas, con bastantes notas.

- Es curioso encontrar a una mujer sentada y escribiendo en lugar de bailando. -Pronunció, al tiempo que cogía una de sus notas.- Vaya, aún es más sorprendente saber qué la mantiene tan ocupada. -Añadió, ahora sinceramente intrigado con el motivo por el que aquella mujer escribía su seudónimo en sus notas.

Cuando el hombre se acercó a la mesa Erin no se dio cuenta sino hasta que su voz se alzó. Con mirada confusa la mujer elevó la vista y la fijó en el desconocido. Entrecerró los ojos ante su descaro, agarrando una de sus notas como si tuviera el derecho a ello. Era un hombre guapo, el típico hombre que sobresalía entre la multitud no solo por su atractivo, si no por el aura que parecía rodearlo, todo confianza y sofisticación.

— Ya ves, supongo que podría decirse que tengo aficiones poco comunes. –respondió con tono afilado a la par que le arrebataba la hoja de las manos y volvía a ponerla en su correspondiente montón de desorganizada organización.— Algunas chicas prefieren bailar y yo sentarme aquí con mi cerveza y una interesante y totalmente inútil lectura sobre el viejo Jack. —agarró de nuevo el botellín de cerveza y fingió brindar con un ente invisible.

— Por lo que me temo que si buscas pasar un buen rato te has equivocado de chica. —no era la primera vez que un tipo guapo la asaltaba en un bar y, tal vez, de estar de mejor humor se habría unido al coqueteo, pero aquel no era el día.— A no ser que te apetezca compartir datos sobre un viejo asesino en serie. —esperaba espantarlo, sería lo que cualquiera esperaría al proponer a un desconocido mantener una charla sobre asesinos. Al fin y al cabo, como ya había remarcado, aquella no era su noche.

Una sonrisa lobuna se dibujó en sus labios. Podía notar cómo su instinto de cazador se despertaba al ver cómo aquella chica parecía reticente a su compañía y le arrebataba la nota que había cogido para devolverla a su mesa. Un reto interesante a sus ojos, no pensaba desaprovecharlo.

Ahogó una risa para que ella no notara la gracia que le hacía que de todos lo asesinos en serie que podría haber, su decisión fuera "brindar" con él mismo. La rubia era todo un descubrimiento.
Con un gesto elegante desabrochó la chaqueta y tomó asiento a la mesa de la joven.- ¿Quién ha dicho que no se puede pasar un buen rato hablando del famoso Jack? -Preguntó retoricamente, recreándose en la fama que los siglos le habían concedido. Podría volver a despacharlo, pero técnicamente ella misma le había invitado a su mesa.- Lo que me causa más curiosidad es que una joven esté interesada en él a estas alturas. ¿Acaso alguien ha descubierto algo nuevo sobre nuestro viejo amigo? -Preguntó, tentado por saber un poco más de información que corría por aquellos tiempos sobre él mismo, o sobre el futuro que aún no había conocido.

Erin parpadeó, sorprendía, ante las acciones del guapo desconocido. No solo no parecía haberse inmutado ante la proposición de una charla sobre asesinos en serie si no que, además, parecía haber aceptado el tema de buena gana sentándose a su mesa con la confianza de quien ha sido invitado.

— Si así fuera…—se aventuró, despacio, relamiéndose los labios que notó repentinamente secos.— Si así fuera, no debería decir nada, ¿no crees? No puedo permitir que el valor de la exclusiva se pierda. —no pudo evitarlo, tenía alma de periodista. No obstante, al volver a mirarlo de hito en hito sintió que debía de concederle algo, a fin de cuentas había sido lo bastante valiente como para sentarse a la mesa de una mujer que brindaba con asesinos en serie muertos.

— Digamos que tengo un… —buscó la palabra adecuada, rumiándola durante un par de segundos.—… un proyecto. Es algo que gira en torno a viejo Jack y estoy intentando conocerlo mejor.—quien quiera que llevase a cabo los horripilantes asesinatos que aterrorizaban a la ciudad estaba claramente obsesionado con Jack el destripador. Erin creía pues que debían comprender primero al mito antes que al hombre.

— Ya que pareces conocer al gran Jack, ¿por qué no me echas una mano?—había sorna en sus palabras, segura de que no iba a poder con lo más mínimo que le lanzara.

No le echó, ni rechazó su compañía tras sentarse. Era un buen comienzo sin duda. Puede que hubiera conseguido llamar su atención después de todo, tal como ella lo había hecho con él.

- ¿La exclusiva? -Preguntó alzando una ceja.- No se preocupe por mí, no me dedico a la prensa ni nada parecido y sé respetar un secreto. Puede creerme. -Desde luego que sabía, hasta el punto de ser capaz de llevar una doble vida a espaldas de todos los demás.
En cambio, ella, sí que podía estar dedicada a alguna de esas profesiones relacionadas con la prensa. Por lo que había visto ahora las mujeres no solo asistían a la universidad, sino que podían mantenerse a sí mismas con profesiones bastante destacadas. Y a pesar de ello, seguían siendo presas fáciles de cazar.

- ¿Ha probado a leer alguna de esas biografías publicadas? -Sí, había tenido oportunidad de ver libros sobre él, incluso se había hecho con alguno. Bastante divertido ver cuán fácil es mezclar realidad y ficción en su historia.- Aunque puedo decirle que la mayor parte son conclusiones no demostradas que se han ido lanzando con el tiempo. -No tenía problema en concederle a la chica una visión más profunda y veraz de su propia historia.- Y que no nos han llegado a día de hoy todo lo que sucedió, el modus operandi era bastante más complejo que un asesinato. Pero lo cierto es que la investigación permitió que los métodos utilizados por la policía de la época pasaran a la historia. -Se llevó su copa a los labios con una sonrisa.- Por cierto, antes de que se piense que soy algún tipo de psicópata, puedo decirle que mi interés por Jack se debe a que soy cirujano y parte de los crímenes de nuestro amigo en común parecían tener algo de trabajo con los órganos y su conservación. Encontré fascinante la teoría de que Jack era médico en su época, claro que nunca se le llegó a relacionar con ninguno.

Ante sus palabras, Erin asintió y dio un nuevo trago a su cerveza sin apartar todavía los ojos de su inesperado compañero de mesa. Intentó averiguar cuál era su profesión, había negado ser periodista, pero ella misma también lo había negado en alguna que otra ocasión para conseguir la información que necesitaba. Pero su instinto le decía que aquel hombre no mentía, al menos no en aquello.

Estuvo a punto de replicar que, en efecto, se había hecho con alguna biografía de Jack, pero le habían parecido inservibles y las había dejado a mitad. Él se adelantó, no obstante, proclamando aquello que la propia Erin ya había pensado.

— En realidad, me estaba planteando la posibilidad de que fueras uno de esos profesores universitarios obsesionados con alguna época histórica. —confesó, no obstante le pareció mucho más interesante su trabajo real.— Así que eres un cirujano que se entretiene estudiando crímenes del pasado. Reconozco que no lo esperaba. —un camarero pasó junto a la mesa y Erin aprovechó para pararlo y pedirle, esta vez sí, una copa de verdad. El camarero esperó por si su compañero de mesa quería algo también antes de partir con la orden.

— Está bien, ilústrame, ¿por qué motivo un médico del siglo diecinueve cometería unos crímenes tan horribles? —sus labios se combaron en una sonrisa torcida, ligeramente maliciosa, esperando por una respuesta típica.— ¿Eres de los que piensa que simplemente estaba loco o había algún motivo detrás?

Le gustaba descubrir que debajo de esa bonita cara había un cerebro bien amueblado. Debía a decir que no siempre se detenía a charlar con sus posibles víctimas para comprobarlo, pero la conversación que le daban en los breves momentos que duraban sus encuentros no era ni remotamente tan interesante. Y, obviamente, ninguna conocía su alias, ni le estaba investigando.

Se llevó el vaso a la boca con una sonrisa al escuchar su deducción sobre su posible profesión. No, el profesor era más el papel de H.G.. Pidió al camarero que le trajera otro vaso antes de seguir las conversaciones sobre un pasado que para él no era tan lejano. Se debatió por un momento si debía inventar una mentira o darle a conocer parte de la verdad. Total, para lo que preveía que podía servirle teniendo en cuenta sus planes...

- A muchos genios se les ha confundido con locos a lo largo de la historia. -Insinuó, aunque su expresión dejaba ver que era una broma.- Mi teoría se centra en el estudio de la ciencia. El conocimiento de anatomía de la época no era el que tenemos ahora gracias a la tecnología, y por eso el robo de cadáveres no era algo precisamente extraño. -Al contrario, no había semana en que no apareciera un nuevo caso en los periódicos.- Si bien se trata de un proceder violento, seguramente le dio una visión realista del comportamiento de los órganos ante un ataque y la muerte. No es el proceder ideal y desde luego no le exime de haber quitado vidas, pero debemos preguntarnos si esos conocimientos no habrían ayudado a que la ciencia evolucionara de haberse hecho públicos, claro. -Aunque no tuvo tiempo debido a su viaje por el tiempo, podría añadir.- De ahí que haya casos atribuidos que por su naturaleza violenta y pasional se dude de que sean de su autoría. Era un hombre más metódico de lo que algunos creen.

Quedó gratamente sorprendida ante su respuesta, desde luego inesperada. Los dedos le picaban por agarrar su cuaderno de notas y apuntar una o dos cosas de las mencionadas por el hombre para hacer una pequeña investigación más tarde. El pasado no era su campo, Erin prefería el presente como buena reportera de investigación, pero desde luego parecía que era en el pasado donde podría encontrar respuestas sobre la enigmática figura del asesino en serie más famoso de la historia.

¬— Por ciencia. —repitió como si saborease la palabra para darle más significado.— Así que ni por fama, ni por locura, ni por dinero, ni por amor —los motivos clásicos por los que se solían producir crímenes eran por dinero y por amor, había eliminado los dos últimos desde el inicio, se había ido inclinando hacia el segundo por inercia. Pero ahora se le habría otro frente y era ciertamente interesante.

— Supongo que es cierto que la ciencia no habría avanzado sin hacer pequeños sacrificios. —su padre era médico y ella misma había visto los sacrificios que había tenido que hacer en post de tan importante trabajo, su propia familia y todo.— Cuando tenía trece años me obligaron a practicar la autopsia a una rana, pero lo de robar cadáveres, eso sí que es espeluznante. —el camarero se acercó y depositó su copa frente a ella, se marchó tan rápido como llegó.

— Supongo, entonces, que si esa teoría es cierta tendríamos que darle las gracias al viejo Jack. —soltó, de pronto, antes de dar un sorbo corto a su nueva bebida.— A su manera retorcida quería ayudar, ¿tal vez? —tal vez el alcohol empezaba a subírsele a la cabeza pero no pudo evitar pensar que ella misma a veces había hecho cosas en pos de una noticia que más tarde le habían echado en cara. No era su intención hacer mal a nadie, pero le había dado igual hacer el daño que sus acciones pudieran hacer con tal de conseguir la noticia más allá.

Parecía que su explicación y justificación habían despertado el interés de la mujer, que o no había tenido en cuenta esa posibilidad o contaba con demasiadas opciones, tal como daba a entender.- No creo que ninguna de esas opciones se ajustase demasiado a alguien que hace este tipo de cosas. -O al menos, no a él. Dinero no necesitaba gracias a su profesión, y el amor no era algo que hubiera estado presente en su vida. Y, desde luego, no se consideraba un loco.- La fama si acaso podría haber sido una justificación con el tiempo. Debe haber cierto morbo en que se hable de ti en los periódicos y nadie sepa quién eres. Ese atractivo de hacer algo y que no sean capaces de descubrirte. -Comentó, porque lo cierto es que eso no era tan falso, saber que su método era tan perfecto que no podían seguirle la pista era sin duda otro motivo de orgullo.

Le resultó curioso que comprendiera tan "rápido" que el avance de la ciencia había tenido ciertos obstáculos en el pasado. Pero terminó riéndose cuando le contó lo de la rana.- Puedes pensar que mucho antes de Jack a quienes hacían ese tipo de cosas con animales les acusaban de brujería. -Bromeó, porque entendía el interés que podría entender que los alumnos conocieran el funcionamiento del cuerpo de un anfibio.- Sin embargo, las ranas no tienen un aparato interno muy parecido al humano, así que si lo que interesa es el estudio de la biología, enfermedades y heridas... no son los sujetos de estudio que yo cogería. -Comentó, con cierta sonrisa burlona.- Aunque tampoco me va a dar por ir abriendo tumbas. -Sonrió, cogiendo la copa y bebiendo un poco. Cierto era al menos que no se había dedicado a robar cadáveres.

Asintió algo divertido cuando dijo de ese modo que tenían que agradecerle aquello al viejo Jack. Como si pasara por alto el hecho de los asesinatos, eso no solía ocurrir. Lo que dejaba entrever una moral algo más compleja de lo que solían dejar ver todos los demás, siempre preocupados por lo que en este tiempo se llamaba "políticamente correcto".- Sí, tal vez. -Comentó.

Apoyó el codo en el respaldo, tal como estaba girado hacia ella y se llevó el pulgar a los labios, mirándola por un momento. Era quizá la primera vez en que sentía curiosidad real por lo que había detrás de esa cara bonita. Se estaba planteando dejarla escapar... por esta noche.
Pero su curiosidad se estaba disparando y no sabía si quería permitirlo.- ¿Y tu artículo? ¿Qué tenías hasta ahora? -Se interesó.

En silencio lo observó por encima del borde de su copa, una nueva evaluación se llevó a cabo. Por normal general nunca compartía sus artículos más que con su jefe, ni siquiera hablaba de ellos hasta estar terminados si podía evitarlo y, desde luego, nunca los comentaba con completos desconocidos. No obstante, su artículo estaba resultando una pesadilla, no encontraba un enfoque ni pistas, casi parecía más una novela que una noticia real. Su jefe ya le había dado un ultimátum: o tenía el artículo para el fin de semana o ya podía olvidarse.

Así que, dado que la cosa ya parecía estar abocada al fracaso, ¿qué importaba un desastre más?

— Absolutamente nada. —confesó, al fin.— Tengo un montón de mierda en forma de apuntes y un jefe con problemas de control de ira que no deja de presionarme. —dio otro sorbo a su bebida, prácticamente acabándosela, después removió el poco líquido que quedó en el culo del vaso con un movimiento circular y constante de muñeca. Por un momento la sensación de la derrota fue casi palpable.

— Supongo que por eso estoy aquí ahogando las penas mientras finjo que trabajo. —el alcohol la volvía terriblemente pesimista y realista.— A no ser que decida empezar a enviarme cartas, lo llevo crudo. —murmuró más para sí misma que para su acompañante justo antes de beberse de un trago lo que quedaba de su copa.

Jack lo había hecho en su día, al jefe de policía, pero eran los tiempos modernos así que tal vez una periodista llamara más la atención que un policía.

Jack disimuló tras su vaso la satisfacción que casi permitía vislumbrarse en su sonrisa al escuchar que aquella mujer no tenía nada sobre él. Y dado que no le había parecido incompetente en su trabajo, estaba convencido de que no había dejado pistas a su paso que pudieran delatar su nueva identidad. Aquello era, sin duda alguna, gratificante para él, pues se estaba esforzando para mejorar en su proceso, después de haberse informado de los progresos de aquel tiempo sobre huellas dactilares y ese tipo de cosas que podían delatar fácilmente a un asesino... si bien, ningún registro iba a contener las huellas de alguien que no había nacido en aquel siglo.
Ventajas en todas partes, no cabe duda.

- Cartas... -Murmuró. No, en su tiempo él aún no había escrito ninguna.- ¿Y no te asustaría que lo hiciera? -Preguntó, mirándola con una ceja alzada.- Quiero decir, si te escribiera directamente significa que sabe quien eres y que le estás investigando. Es una posición peligrosa, si te acercas demasiado. -Quería saberlo, quería saber si eso despertaría su terror o estaba ante una mujer mucho más interesante de lo que ya creía.

- De todos modos. -Ofreció después.- Si necesitas un artículo... aún no he visto una comparativa real y bien informada en las noticias sobre el nuevo asesino y nuestro viejo amigo Jack. Podrías ser la primera y creo que el sensacionalismo no ha pasado de moda, mientras sirva para vender.

Lo sopesó durante unos segundos, pues no se había planteado las verdaderas implicaciones de su deseo. No obstante, aunque sabía que sentir miedo y rechazo ante la idea de tener una conexión con un asesino en serie era lo normal, lo esperado, ella no lo sintió. Sentía curiosidad, mucha, y probablemente era enfermizo, pero no le importaba. El alcohol también debía tener mucho que ver.

— No. —respondió con la mayor simpleza, pero supo que debería explicarse, al menos un poco.— De quererme muerta, lo estaría, o por lo menos lo habría intentado. Si me mandase cartas es porque tendría algo que contar y querría que yo lo hiciese por él. Me habría escogido para ser su voz. —era una visión algo romántica, si es que algo que tuviera que ver con un asesino en serie podía ser llamado así.

— Supongo. —concedió a continuación ante la idea para un nuevo artículo.— Aunque vender no es lo que yo busco, eso es más cosa de mi jefe. Yo lo que quiero es contar la verdad. —y allí iba, otra visión romántica sobre el periodismo.— Pero si quiero conservar mi trabajo supongo que tendría que aceptar tu idea. No es mala, es muy inteligente de hecho. ¿Seguro que no te dedicas a esto y solo estás intentando tantear a la competencia? —bromeó. Pero de ser verdad, debería ir con más cuidado, ¿que diablos le pasaba?

— Dios, creo que he bebido un poco demasiado. —se quejó, llevándose una mano a la frente.

Tenía razón en lo que decía. Si la quisiera muerta, probablemente ya lo estaría, o camino de ello, y no sentada en un bar a su lado. Sin embargo, había que tener en cuenta que hasta aquel momento no la conocía. Pero lo cierto es que había conseguido captar su atención lo suficiente como para no matarla aquella noche, y encima aprovechar para ganar un poco de fama y popularidad que seguramente pusiera más nerviosos a Wells y sus amigos.

Y quizá por eso le había dado aquella idea para su artículo. En cierto modo la estaba utilizando para seguir medrando, para ser más conocido, para comprobar si ese miedo que infundió en Londres se repetiría en aquella ciudad. Todo un experimento que deseaba poner a prueba.

- Contar la verdad... -Sopesó pro un momento.- Es agradable ver que no han desaparecido todos los idealistas, todavía. -El comentario podía sonar normal, pero en su caso hablaba de la época, con lo que había visto en las noticias y sus intentos para adaptarse, creía que habrían desaparecido los valores. Que la crueldad de aquel mundo que le hacía parecer un aficionado los había devorado.- Te aseguro que mi única intención es ayudar y,,, quién sabe, quizá te ayude a llamar la atención del asesino y te escoja como su portavoz. -Tal como ella había dicho, con ese tono de romanticismo alrededor... aunque no el romanticismo sentimentaloide que entendían ahora, sino el de su época.

Rio un poco para sí mismo cuando reconoció que quizá había bebido demasiado.- Cierto. Deberías llamar a un taxi para volver a casa. -Se permitió aconsejar.- Así nadie intentará aprovecharse de ti. -Había una malicia en mencionarlo, porque no había nadie más peligroso que él mismo y su intención era que ningún otro le pusiera las zarpas encima. Era su presa después de todo.- Te puedo acompañar, mientras esperas. -Se ofreció.

Ciertamente era hora de irse. Lanzó una mirada al hombre, evaluándolo de nuevo durante un instante. Generalmente no dejaba que un extraño la acompañase, como periodista sabía muy bien que debía ser precavida. Pero no era tan tarde y tampoco estaba excesivamente borracha, además llevaba su spray pimienta en el bolso por lo que pudiera pasar.

— Está bien, te concederé el honor de acompañarme. —en una zona céntrica como aquella no tardaría en encontrar un taxi de todos todos y no pensaba alejarse de la puerta del bar.

Recogió sus cosas sin demasiado orden, metiendo los papeles y el ordenador portátil en su bolso tamaño XXL, antes de recoger su abrigo y dirigirse hacia la calle. El aire fresco del exterior la espabiló un poco más, el tráfico todavía era bastante activo y apenas dio dos pasos en la calle antes de ver un taxi con la señal que indicaba que estaba libre encendida. Erin lo paró con una señal rápida y el coche paró junto a la acera con las luces encendidas. Erin abrió la puerta, pero cuando había metido el primer pie pareció como si se lo pensara, miró hacia atrás de nuevo a John y se llevó una mano al bolsillo del abrigo sacando una de sus tarjetas.

— Toma, si se te ocurre algo que pueda ayudarme con el viejo Jack… —el apodo pareció que había llegado para quedarse.— Llámame. —Erin pensó, no sin cierta sorna, que probablemente hablar de un asesino en serie no era la idea más atrayente. Pero ella no era una mujer común y, por lo que le había parecido, él tampoco era un hombre común.

John había sonreído cuando la periodista le había entregado su tarjeta.
Eso le ayudaba, no solo para contactarla cuando quisiera, sino también porque se le había ocurrido una idea para darle más emoción al juego del gato y el ratón. Tanto con ella como con H.G.

Al día siguiente, se descubrió una nueva víctima del nuevo destripador en la azotea de un edificio. Podía parecer que el asesino había sido en esta ocasión algo más despistado al dejar cierta pista, pero era necesario para sus siguiente pasos que hubiera un pequeño hilo del que tirar.
Mientras la prensa se hacía eco del detalle, Erin había recibido una carta misteriosa, escrita a máquina... u ordenador, más bien.

Spoiler:

Por su parte, John esperó a que los periódicos hablasen del caso y de la pista que había dejado para utilizar el teléfono, fingiendo no tener idea de la carta, simplemente para cumplir con lo que había prometido, informar de cualquier dato que pudiera ser relevante.
Así que simplemente le envió un mensaje de texto.

Buenos días,
Soy John, tu consultor sobre el viejo Jack.
Creo que hay algo que puede interesarte sobre el tipo de heridas que han descubierto, o más concretamente con qué se han hecho. Si son como dice el periódico, no creo que haya muchos cuchillos que puedan hacerlo.
¿Podemos vernos más tarde?

Cuando la carta sin remitente apareció en su escritorio en la redacción, Erin pensó que era algún tipo de broma de sus compañeros. Con una mueca aburrida desgarró el sobre y sacó la carta creyendo que encontraría alguna broma de mal gusto, por el contrario el texto casi la hace caer de culo al suelo. La leyó unas diez veces, esperando encontrar alguna pista que corroborara que era una broma pero, contra más la leyó, más la creyó.

No se lo contó a nadie y guardó la carta bajo llave. Sabía que estaba mal, pero cierta satisfacción cosquilleó en su interior ante la perspectiva. Era la elegida para darle voz al asesino que aterrorizaba la ciudad. ¿Quién más podía decir que tenía tal privilegio? Él había visto algo en ella, algo que no tenía nadie más, la había escogido.

El siguiente asesinato hizo eco en la ciudad, Erin escribió su propia noticia, publicada en portada ni más ni menos y esperó, pero no llegaron más cartas. La carta que le había llegado era un enigma en sí misma y no era capaz de descubrir nada, ni una pista. El viejo Jack también había enviado cartas como aquellas, pero nadie había sido capaz de descifrarlas. Ojalá hubieran entendido mejor al viejo asesino pensó y el pensamiento le recordó al tipo del bar. No obstante, lo apartó de sus pensamientos y siguió trabajando. Las cartas siguieron sin llegar, pero sí que llegó un mensaje casi al final del día.

Claro, podemos hablarlo con un café. Precisamente estaba pensando en ti.

Escribió la dirección de la redacción, solía tomar café en una cafetería cercana.

La respuesta a su mensaje tardó menos de lo que había esperado, lo que hizo que apareciera una sonrisa ladina en su rostro. Sonrisa que se volvió algo más divertida al recibir también la dirección, por supuesto que ya conocía su lugar de trabajo, había estado allí para dejar su carta.
Erin, pese a su gran inteligencia e instinto para la investigación, tardaría demasiado en atar aquellos cabos, y él pretendía entretenerse lo más posible mientras tanto.

Respondió con un escueto "Allí nos vemos", acompañado de una hora que le venía bien. La había vigilado algún día, sabía la hora a la que solía tomarse un descanso y recuperarse.

Vistió de un modo menos elegante, pero se había dado cuenta de que en aquellos tiempos el traje completo no estaba bien visto o solo se utilizaba en ocasiones especiales. Desentonar no era su estrategia, por ahora.
Apareció puntual, por supuesto, no había que perder las buenas costumbres.

- Hola, ¿qué tal? -Saludó con una sonrisa en los labios, preguntándose cuánto tardaría en hablar de la carta, aunque algo le decía que muy poco.- He estado siguiendo tus artículos, muy acertados, por cierto. -Comentó.

Él llegó puntual, algo que Erin agradeció, nunca había gustado de las personas impuntuales, sentía que le hacían perder su tiempo. Lo saludó con una sonrisa de bienvenida mientras se acercaba hacia ella, todavía parada frente a la puerta giratoria de la redacción.

— Hola. —saludó a su vez.— Vaya, te lo agradezco. Siempre es bueno escuchar a un fan.—bromeó, a la par que emprendía camino hacia el café. El local estaba justo a la esquina de la calle por lo que no tardaron más de un par de minutos en llegar y sumergirse en el cálido ambiente de la cafetería.

Siendo como era ya una habitual solo le hizo falta alzar la mano para hacerse notar y que la chica tras el mostrador asintiera, ya sabiendo cuál sería su órden. Mientras John hacía su propio pedido Erin fue al encuentro de una mesa libre.

— Ha sido bueno volver a saber de ti. —inició conversación una vez ambos se encontraron sentados.— Como te dije en el mensaje justo estaba pensando en ti. —fue directa al grano, igual que no le gustaban las personas impuntuales, tampoco le gustaban las que se iban por las ramas.

— En nuestro primer encuentro resultaste ser un verdadero entendido en Jack. —no añadió la tan conocida coletilla de “El destripador”, era demasiado desagradable.— Y ahora mismo es justo lo que necesito porque creo que su imitador me ha contactado.[ —dejó ir la bomba tal cual, sin medias tintas, justo su estilo.

John sonrió ante su broma sobre lo de ser un fan. Hasta cierto punto lo era. Admiraba la forma en que la chica escribía sobre él y sus asesinatos. Objetiva, pero sabiendo ponerle lo  necesario para que el público se emocionara y quisiera seguir sabiendo.

Entraron a la cafetería e hizo su pedido, enarcando una ceja al ver que Erin ni siquiera lo necesitaba. Hacía más evidente lo que ya intuía, era una habitual del local.
Se adelantó a ella cuando iban hacia la mesa libre, para poder retirar la silla para que se sentara. Un gesto que se había perdido, por lo que había visto, pero que era bueno sacar, permitía una cercanía momentánea que le hizo aspirar su perfume.

Nada más sentarse, Erin decidió ir al grano, provocando la aparición de una sonrisa torcida en su rostro.- Cierto, me has dejado intrigado. -Respondió sobre lo de que pensaba en él. De haberlo sabido, habría esperado su llamada antes de dejar entrever una posible pista.
De todos modos, dejó que ella siguiera hablando, parecía apreciar más cuando escuchaba y él no era el tipo más abierto y hablador del mundo, después de todo, tenía unos importantes secretos que guardar.- ¿En serio? -Preguntó, con fingida intriga, acercándose un poco más a ella sobre la mesa.- ¿Cómo? ¿Te ha llamado? ¿Alguna pista? -Inquirió, como lo haría cualquier gaznápiro que no se imaginara cómo funcionaba de verdad una mente como la suya.- En lo que pueda ayudarte, puedes contar conmigo. -Añadió al final, sonrisa de por medio.

Aquel hombre la intrigaba y no era solo porque su aparente curiosidad por la figura de Jack el destripador igualaba a la suya sino porque tenía cosas que no había visto antes en nadie. ¿Qué hombre ya apartaba la silla para ayudar a sentarse a una mujer? También era bueno escuchando, la dejaba hablar y no juzgaba. Solo se habían visto dos veces, pero le gustaba y hacía mucho desde la última vez que podía decir que le había gustado un hombre.

— Me ha mandado una carta.—explicó tras negar a sus preguntas anteriores. Metió la mano en el bolso y sacó la carta, para deslizarla a continuación sobre la mesa hasta él.— No me ha enviado más cartas por el momento, aunque dice que esta no será la única. —un camarero se acercó a dejarles sus pedidos, su café humeante frente a ella, el olor inundó la pequeña esquina donde estaban.

— Además, por lo que dice parece que me conoce o, por lo menos, me ha visto alguna vez. —no era algo demasiado raro, pese a que ella era la que normalmente se mantenía tras los focos alguna vez había salido en alguna foto, como durante los premios de periodismo o como cuando fue colaboradora en un programa de radio. No obstante, no era normal que la gente la reconociera y le hacía preguntarse si el imitador la había vigilado de más cerca.

La rubia negó suavemente a sus preguntas para aclarar que el contacto había sido por carta.- Es de la vieja escuela. -Comentó, casi divertido por su propia forma de delatarse como algo anticuado, pero también eran las cartas la forma más difícil de que alguien te reconociera sin más.

Cogió el papel y fingió leer la carta cuyas palabras había escogido especialmente para ella.- Sí, parece que ha decidido que seas su contacto en la prensa, eso te pone en una posición delicada, ¿no? -Especialmente porque, como decía, había dejado caer que se habían visto en algún momento.
John no podía evitar disfrutar de aquellas pequeñas pistas que iba dejando para ella, su forma de jugar, para que cuando el acto terminara comprendiera que había estado ante ella todo el tiempo y no se había esforzado mucho por ocultarle su relación con la muerte ajena.- Parece que le gustas. -Añadió.- Te halaga física e intelectualmente, ¿no te preocupa?

Por supuesto, en la carta decía que ella no corría ningún peligro (por ahora), pero eso no evitaba que pudiera asustarse y pensar en acudir a la policía, en sus tiempos lo habían intentado atrapar de ese modo.

Las preguntas de John tenían sentido eran, de hecho, las que cualquier persona cuerda haría pero Erin no estaba segura de que las respuestas que fuera a darle fueran a considerarse cuerdas.

— ¿La verdad? —preguntó, no quedó claro si era una pregunta para ella, para él o para los dos tal vez.— No me siento preocupada, sé que debería estarlo, es lo normal, ¿no? —farfulló a la par que agarraba su taza de café entre ambas manos y empezaba a soplar tratando de enfriar un poco el líquido para beberlo.

— Me está escribiendo el que se supone que es un asesino y parece que me conoce, debería estar aterrada, pero no lo estoy. —el terapeuta, si tuviera uno, seguramente le diría lo mal que estaba eso, lo mal que estaba ella a su vez.— Sé que no va a hacerme daño, no por ahora al menos. Creo que, de una manera retorcida, tiene un propósito o algún tipo de meta, quiere que la gente lo sepa, que lo vea, y quiere que sea yo quien lo cuente. Lo peor de todo es que… quiero hacerlo. —ella también debía de ser muy retorcida.

— Sé que Jack el Destripador escribía cartas a la policía, por eso me ha sorprendido que me escribiera a mí. Al principio pensé que quería que le llevara la carta a la policía, en la comisaría hay cámaras por todas partes y sería más difícil colar la carta. Pero me habla a mí directamente… No sé qué pensar. —dio un sorbo al café, disfrutando del conocido amargar, antes de mirar fijamente a John.— Tú… ¿qué crees tú que tendría que hacer? Si le llevo la carta a la policía interceptaran todo mi correo, mis llamadas y mi vida entera, no creo que vuelva a recibir otra carta y, si lo hago, dudo que me dejen leerla…

Se admiraba de si mismo al escuchar hablar a Erin. Puestos a escoger una víctima de sus juegos, había dado con una presa magnífica. La mujer tenía ese atractivo añadido que le daba su curiosidad periodística. Quería saber más, se interesaba más, y no se amedrentaba. Sin duda alguna llamaba su atención y le hacía querer seguir con ese juego.

La dejó terminar, pese a que en el momento en que mencionó a la policía se había tensado levemente. No, ellos solo le entorpecerían en sus planes. Incluso H.G. había respetado esa condición.

- No creo que llevarla a la policía sea buena idea. -Estuvo de acuerdo con ella, ya que parecía reticente.- Si quieres seguir recibiendo esas cartas, claro. -Y no solo porque las interceptaran, sino también porque sentiría que su confianza había sido traicionada y tendría que adelantar sus planes para ella.- Por otro lado, sí, parece que Jack quiere que seas tú quien se encargue de eso, puede que le interese la fama, o que sepamos de sus crímenes de un modo extraoficial. -Ya que la policía solía guardarse muchas cosas.

- Así que supongo que solo tienes que esperar tu siguiente carta y quizá recibas alguna instrucción o algo así. -No estaba seguro de cómo sería hasta que la escribiera, hasta que hubiera otra víctima claro.- Pero como alguien que ha estudiado a Jack, no puedo juzgar esa pequeña vena psicópata que te hace querer seguir adelante. Eso sí, espero que me lo sigas contando. -Sonrió antes de beber de su café.