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Red
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We are made of gold
That you were once my nightmare but collapsed into all my daydreams at once.
Zhenjim es el hijo del emperador, algún día heredará el reino y por eso mismo ha sido entrenado desde la más tierna niñez en las artes de la guerra y la política. El príncipe es serio, inteligente y mortal en batalla, ha sido bendecido por los dioses y a nadie le cabe duda de que, cuando llegue su momento, será un emperador recordado por los siglos de los siglos.
No obstante, rumores corren sobre él que ensombrecen su figura. Tiene dos esposas, pero ningún hijo, y las malas lenguas dicen que valora más pasar el tiempo en el campo de batalla con su espada que en el hogar con sus esposas. ¿Cómo confiar el reino a alguien incapaz de concebir un heredero para perpetuar la linea de sangre?
Tras la anexión del reino vecino tras una cruenta guerra, Mihye es una joven especialmente escogida para ser concubina del hijo imperial, Zhenjim, como un regalo de celebración. Pero no ha sido educada para tal propósito por lo que en cuanto lo conoce le tiene miedo y no sabe cómo servirle. Mihye es una joven pacífica e introvertida hija de un bajo noble del país conquistado. No está hecha para la pomposa vida en la corte real ni para servir a un hombre al que teme. Pero siendo arrebatada de su hogar él es todo lo que tiene ahora.
La enfermedad del emperador sacude a la corte y una guerra interna se desata para sentar en el trono al próximo emperador... pero no todos se inclinan por el mismo candidato.
No obstante, rumores corren sobre él que ensombrecen su figura. Tiene dos esposas, pero ningún hijo, y las malas lenguas dicen que valora más pasar el tiempo en el campo de batalla con su espada que en el hogar con sus esposas. ¿Cómo confiar el reino a alguien incapaz de concebir un heredero para perpetuar la linea de sangre?
Tras la anexión del reino vecino tras una cruenta guerra, Mihye es una joven especialmente escogida para ser concubina del hijo imperial, Zhenjim, como un regalo de celebración. Pero no ha sido educada para tal propósito por lo que en cuanto lo conoce le tiene miedo y no sabe cómo servirle. Mihye es una joven pacífica e introvertida hija de un bajo noble del país conquistado. No está hecha para la pomposa vida en la corte real ni para servir a un hombre al que teme. Pero siendo arrebatada de su hogar él es todo lo que tiene ahora.
La enfermedad del emperador sacude a la corte y una guerra interna se desata para sentar en el trono al próximo emperador... pero no todos se inclinan por el mismo candidato.
Original — Fantasía — One on one
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From now on Capítulo 1 |
Le habían hablado de ella, su nuevo regalo. Entregada para servirle... Falso.
Aquella chica era una prueba otra más como lo fue su segunda esposa, el intento de que demostrara el vigor que poseía en batalla dentro del lecho y que produjera un heredero que continuara con su legado de conquistas. Como si no fuera capaz de escuchar los rumores que corrían entre los muros de la corte de su padre.
Dudaban de él, sin importar lo que demostrara valer para el gobierno. Siempre había algo que pedir. A su padre, más tierras, más conquistas, más dominio... A él, un hijo.
En ocasiones desearía coger su espada y rebanar el cuello de todos aquellos que se atreven a dudar de su capacidad para el gobierno.
Aún así, sabe que no puede hacerlo, no sin motivos más justificados que una ofensa que no se ha hecho en su presencia. Por lo que debe cumplir, recibiendo en sus aposentos a aquella joven. Ahora le pertenecía y aunque pudiera ser una espía de aquellos que buscaban su mal debía dejar que le sirviera y entretuviera, acallando así las malas lenguas.
Aquella chica era una prueba otra más como lo fue su segunda esposa, el intento de que demostrara el vigor que poseía en batalla dentro del lecho y que produjera un heredero que continuara con su legado de conquistas. Como si no fuera capaz de escuchar los rumores que corrían entre los muros de la corte de su padre.
Dudaban de él, sin importar lo que demostrara valer para el gobierno. Siempre había algo que pedir. A su padre, más tierras, más conquistas, más dominio... A él, un hijo.
En ocasiones desearía coger su espada y rebanar el cuello de todos aquellos que se atreven a dudar de su capacidad para el gobierno.
Aún así, sabe que no puede hacerlo, no sin motivos más justificados que una ofensa que no se ha hecho en su presencia. Por lo que debe cumplir, recibiendo en sus aposentos a aquella joven. Ahora le pertenecía y aunque pudiera ser una espía de aquellos que buscaban su mal debía dejar que le sirviera y entretuviera, acallando así las malas lenguas.
Zhenjim — Palacio — con Mihye
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From now on Capítulo 1 |
Con la mirada gacha y paso apresurado Mihye intentaba seguir el ritmo del honorable mayordomo Ping. El hombre, pese a estar entrado en años, era rápido avanzando entre los laberínticos corredores que formaban el palacio imperial. Mihye no acababa de entender cómo podía guiarse, pues para ella todos los pasillos lucían igual, gruesas y enormes columnas ascendiendo hasta el techo ricamente decoradas con motivos de oro, paredes en violento color rojo, tapices de guerra, esculturas de dioses en los materiales más ricos que el hombre pudiera encontrar… Todo en el palacio rezumaba riqueza y poder.
Cuando al fin se detuvieron frente a una enorme puerta al final de uno de los pasillos Ping le indicó que guardase silencio antes de pedir paso. Los dos guardias armados flanqueado la puerta les abrieron y Mihye contempló una estancia que solo podía pertenecer a un emperador o, en ese caso en concreto, a un futuro emperador.
Ping la instó a pasar y Mihye, algo aturdida, avanzó con pasos temblorosos. Sus ojos, tímidos, recorrieron toda la estancia antes de posarse sobre el príncipe, a quien lanzó solo una mirada antes de centrarse de nuevo en sus propios pies. Ping ejerció de pronto presión sobre su hombro y Mihye recordó tarde que debía postrarse ante su señor.
— Mi príncipe, presento ante vos el regalo de Lord Wei, traído de las nuevas tierras conquistadas. Espera que su belleza os complazca, así como el resto de sus dotes.
A causa de su postura reverenciando al príncipe su rostro no era visible, por lo que ninguno de los dos hombres podría contemplar la mueca que torció sus facciones al ser presentada como un objeto, ni siquiera habían dicho su nombre. Pero ya se lo habían advertido, no debía hablar a menos que el príncipe se lo ordenase, así era su vida ahora y, supuso, tendría poco de humana si no podía hacer nada por decisión propia.
Cuando al fin se detuvieron frente a una enorme puerta al final de uno de los pasillos Ping le indicó que guardase silencio antes de pedir paso. Los dos guardias armados flanqueado la puerta les abrieron y Mihye contempló una estancia que solo podía pertenecer a un emperador o, en ese caso en concreto, a un futuro emperador.
Ping la instó a pasar y Mihye, algo aturdida, avanzó con pasos temblorosos. Sus ojos, tímidos, recorrieron toda la estancia antes de posarse sobre el príncipe, a quien lanzó solo una mirada antes de centrarse de nuevo en sus propios pies. Ping ejerció de pronto presión sobre su hombro y Mihye recordó tarde que debía postrarse ante su señor.
— Mi príncipe, presento ante vos el regalo de Lord Wei, traído de las nuevas tierras conquistadas. Espera que su belleza os complazca, así como el resto de sus dotes.
A causa de su postura reverenciando al príncipe su rostro no era visible, por lo que ninguno de los dos hombres podría contemplar la mueca que torció sus facciones al ser presentada como un objeto, ni siquiera habían dicho su nombre. Pero ya se lo habían advertido, no debía hablar a menos que el príncipe se lo ordenase, así era su vida ahora y, supuso, tendría poco de humana si no podía hacer nada por decisión propia.
Mihye — Palacio — con Zhenjim
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From now on Capítulo 1 |
Al anunciarse la llegada de su presente, Zhenjim adoptó la postura principesca, con la vista hacia un lago y la cabeza alta, demostrando su nivel superior al resto de los mortales. Sin embargo, sus sentidos siempre estaban alerta. Los pasos que entraron unos demasiado delicados, apenas perceptibles, debían de ser los de la joven.
Por el rabillo del ojo podía ver sus figuras, cómo la chica tardó algo más de lo común en postrarse en su presencia. Algo por lo que podría ofenderse, pero decidió que jugaría un poco más con aquel asunto del regalo y demostraría que no tenía problema ninguno en aceptarlo y utilizarlo para cualquier fin.
Ping era quien la había traído y dejó resonar su voz en la estancia. Lentamente, cuando terminó, el príncipe giró el rostro para mirarles a ambos, escrutando con expresión neutral a la muchacha.- Os agradezco que la hayáis traído a mi presencia. -Pronunció hacia el mayordomo.- Ahora dejadnos a solas, creo que no necesito escolta para comprobar por mí mismo cuáles son esas dotes por las que se la ha considerado digna de mi presencia. -Ping le conocía lo bastante bien como para reconocer la ironía en su voz al pronunciar aquellas palabras, pero era un hombre leal y nada saldría de sus labios que pudiera comprometer a nadie de su familia.
Tras una reverencia, el hombre les dejó a solas.
La muchacha no se movió, como correspondía, pero tampoco lo hizo Zhenjim desde su asiento.- ¿Tienes un nombre? -Quiso saber, preguntándose si también le permitían escogerlo, como si fuera una nueva mascota.
Por el rabillo del ojo podía ver sus figuras, cómo la chica tardó algo más de lo común en postrarse en su presencia. Algo por lo que podría ofenderse, pero decidió que jugaría un poco más con aquel asunto del regalo y demostraría que no tenía problema ninguno en aceptarlo y utilizarlo para cualquier fin.
Ping era quien la había traído y dejó resonar su voz en la estancia. Lentamente, cuando terminó, el príncipe giró el rostro para mirarles a ambos, escrutando con expresión neutral a la muchacha.- Os agradezco que la hayáis traído a mi presencia. -Pronunció hacia el mayordomo.- Ahora dejadnos a solas, creo que no necesito escolta para comprobar por mí mismo cuáles son esas dotes por las que se la ha considerado digna de mi presencia. -Ping le conocía lo bastante bien como para reconocer la ironía en su voz al pronunciar aquellas palabras, pero era un hombre leal y nada saldría de sus labios que pudiera comprometer a nadie de su familia.
Tras una reverencia, el hombre les dejó a solas.
La muchacha no se movió, como correspondía, pero tampoco lo hizo Zhenjim desde su asiento.- ¿Tienes un nombre? -Quiso saber, preguntándose si también le permitían escogerlo, como si fuera una nueva mascota.
Zhenjim — Palacio — con Mihye
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From now on Capítulo 1 |
Sin atreverse a alzar la mirada o moverse siquiera, Mihye escuchó partir al mayordomo Ping. El anciano no le obsequió ni un gesto de despedida, como si se tratase de un mueble que dejaba atrás. No debería haberle dolido, pues no conocía apenas a aquel hombre, pero de alguna manera lo hizo, pues la presencia de Ping era tranquila y segura, a diferencia del aura del príncipe.
Entre los mechones de cabello intentó vislumbrar algo del príncipe pero, como si este hubiera percibido su pequeño acto de valor, le lanzó una pregunta que cortó el aire. Mihye quedó en silencio, no muy segura de si debía incorporarse y responder o permanecer en la misma postura mientras respondía hasta que él le diera permiso para incorporarse. Siendo demasiado incómodo hablar sin mirarlo, Mihye decidió finalmente incorporarse, pero sus movimientos continuaron siendo lentos e indecisos.
— Soy Mihye, alteza. —respondió alzando la voz un poco más de lo acostumbrado pues estaban muy alejados el uno del otro en aquella norme estancia. La mitad de su casa fácilmente podría haber cabido en aquella habitación.
— Yo… —le habían dicho que no hablaran si el príncipe no se lo ordenaba, pero Mihye era parlanchina por naturaleza y todavía le preocupaba la presentación que Ping había hecho de ella.— Se bailar. —soltó, de repente.— En mi país actué como bailarina principal para mi rey. —se dio cuenta, tarde, de lo que había dicho y, asustada, intento corregirse.—¡Quiero decir, el anterior rey! Bueno, antes, de la guerra…—empezó a enredarse con sus propias palabras, no sabiendo cómo explicarse. ¿Lo habría ofendido? ¿Iba a rechazarla? Las criadas que la prepararon le dijeron que más valía que contentara al príncipe o su destino sería mucho peor y, no solo el suyo, su propia familia dependía de que agradara al príncipe.
Entre los mechones de cabello intentó vislumbrar algo del príncipe pero, como si este hubiera percibido su pequeño acto de valor, le lanzó una pregunta que cortó el aire. Mihye quedó en silencio, no muy segura de si debía incorporarse y responder o permanecer en la misma postura mientras respondía hasta que él le diera permiso para incorporarse. Siendo demasiado incómodo hablar sin mirarlo, Mihye decidió finalmente incorporarse, pero sus movimientos continuaron siendo lentos e indecisos.
— Soy Mihye, alteza. —respondió alzando la voz un poco más de lo acostumbrado pues estaban muy alejados el uno del otro en aquella norme estancia. La mitad de su casa fácilmente podría haber cabido en aquella habitación.
— Yo… —le habían dicho que no hablaran si el príncipe no se lo ordenaba, pero Mihye era parlanchina por naturaleza y todavía le preocupaba la presentación que Ping había hecho de ella.— Se bailar. —soltó, de repente.— En mi país actué como bailarina principal para mi rey. —se dio cuenta, tarde, de lo que había dicho y, asustada, intento corregirse.—¡Quiero decir, el anterior rey! Bueno, antes, de la guerra…—empezó a enredarse con sus propias palabras, no sabiendo cómo explicarse. ¿Lo habría ofendido? ¿Iba a rechazarla? Las criadas que la prepararon le dijeron que más valía que contentara al príncipe o su destino sería mucho peor y, no solo el suyo, su propia familia dependía de que agradara al príncipe.
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La muchacha se movió, lo suficiente para incorporarse, de tal forma que el príncipe pudo contemplar sus rasgos. Era hermosa, no podía negarlo, su rostro tenía unas líneas delicadas y su piel era pálida y de aspecto suave. Aunque su mirada parecía algo preocupada, o quizás triste.
Pronunció su nombre, alzando la voz quizás algo más de lo necesario. Pero en lugar de molestarle, le hizo gracia.- No he oído antes ese nombre, ¿tiene algún significado en tu tierra? -Preguntó con curiosidad.
Sin embargo, la joven mostraba también cierto nerviosismo al comportarse. Quizás por haber dicho él que pretendía conocer sus dotes fue que tuvo el atrevimiento de asegurar que sabía bailar sin que le preguntara directamente por ello. Aunque conforme hablaba, parecía tratar de corregirse en sus palabras. La dejó, no obstante, hasta que cesó.
Debía reconocer que despertaba su curiosidad, no parecía entrenada para comportarse en presencia de un futuro rey.- Intenta no volver a mencionar a tu anterior gobernante. -Le recordó, no queriendo sonar demasiado duro.
Sus ojos, en aquel momento buscaron los de la joven.- Vas a responder a una pregunta y espero que no me mientas, porque lo sabré. -Advirtió.- ¿Quién te ha escogido para entretenerme y qué te ha dicho que hagas? -Quiso saber en principio.
Pronunció su nombre, alzando la voz quizás algo más de lo necesario. Pero en lugar de molestarle, le hizo gracia.- No he oído antes ese nombre, ¿tiene algún significado en tu tierra? -Preguntó con curiosidad.
Sin embargo, la joven mostraba también cierto nerviosismo al comportarse. Quizás por haber dicho él que pretendía conocer sus dotes fue que tuvo el atrevimiento de asegurar que sabía bailar sin que le preguntara directamente por ello. Aunque conforme hablaba, parecía tratar de corregirse en sus palabras. La dejó, no obstante, hasta que cesó.
Debía reconocer que despertaba su curiosidad, no parecía entrenada para comportarse en presencia de un futuro rey.- Intenta no volver a mencionar a tu anterior gobernante. -Le recordó, no queriendo sonar demasiado duro.
Sus ojos, en aquel momento buscaron los de la joven.- Vas a responder a una pregunta y espero que no me mientas, porque lo sabré. -Advirtió.- ¿Quién te ha escogido para entretenerme y qué te ha dicho que hagas? -Quiso saber en principio.
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— Lo siento, alteza, no volverá a pasar. —aseguró ante la ligera reprimenda, agradecida por la tranquilidad con la que se había tomado lo que podría haberse considerado una gran afrenta.
Mihye parpadeó ante la pregunta sobre su nombre. No era la primera vez que se la hacían, pero no había pensado que alguien como el príncipe se preocuparía por algo tan banal. No obstante no pudo evitar la ligera sonrisa que tiró de sus labios al prepararse para responder, su nombre le recordaba a su casa y a su madre, siempre serían recuerdos felices.
— Mi madre me lo puso, significa belleza y gracia, lo que toda bailarina debe tener. —aunque ella siempre había pensado que le faltaba bastante de ambos. Su hermano pequeño a menudo había bromeado con eso. Durante un corto momento se ahogó en recuerdos felices en el hogar, pero el príncipe volvió a hablar y la advertencia acerada en su voz puso en alerta a la muchacha.
— No lo conozco. —respondió con sinceridad.— Nos reunieron a todos en la plaza, dijeron que un miembro de cada familia debería servir a nuestro nuevo emperador y yo me ofrecí. —mejor ella que su hermano pequeño.—Cuando fui reunida con las otras chicas uno de los generales se fijó en mí, él me escogió pero no volví a verlo. —fue Ping quien le informó de cuál sería su destino y las chicas que la prepararon las únicas que le habían ofrecido algún consejo. No obstante, sintió que estaba perdiéndose algo.— ¿Deberían de haberme preparado para hacer algo?
Mihye parpadeó ante la pregunta sobre su nombre. No era la primera vez que se la hacían, pero no había pensado que alguien como el príncipe se preocuparía por algo tan banal. No obstante no pudo evitar la ligera sonrisa que tiró de sus labios al prepararse para responder, su nombre le recordaba a su casa y a su madre, siempre serían recuerdos felices.
— Mi madre me lo puso, significa belleza y gracia, lo que toda bailarina debe tener. —aunque ella siempre había pensado que le faltaba bastante de ambos. Su hermano pequeño a menudo había bromeado con eso. Durante un corto momento se ahogó en recuerdos felices en el hogar, pero el príncipe volvió a hablar y la advertencia acerada en su voz puso en alerta a la muchacha.
— No lo conozco. —respondió con sinceridad.— Nos reunieron a todos en la plaza, dijeron que un miembro de cada familia debería servir a nuestro nuevo emperador y yo me ofrecí. —mejor ella que su hermano pequeño.—Cuando fui reunida con las otras chicas uno de los generales se fijó en mí, él me escogió pero no volví a verlo. —fue Ping quien le informó de cuál sería su destino y las chicas que la prepararon las únicas que le habían ofrecido algún consejo. No obstante, sintió que estaba perdiéndose algo.— ¿Deberían de haberme preparado para hacer algo?
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Escuchar el significado de su nombre satisfizo su curiosidad momentánea sin que tuviera que arrepentirse de haberse dejado guiar por ella. A pesar de su formación y entrenamiento férreos seguía teniendo momentos en que se dejaba llevar por lo que su mente deseaba conocer en el instante.- Tu madre quiso que tuvieras un nombre hermoso. -Respondió, como si le hiciera un favor al concederle ese halago, y desde luego era lo que hacía, dado que no muchas personas podían decir que los dejara caer.
Había aceptado sin mucho interés la disculpa de la muchacha, de momento no tenía motivos para querer asustarla más de lo que ya parecía estar. Un miedo que quería utilizar en su favor, pues eso la hacía querer colaborar. Se levantó del asiento que ocupaba y empezaba a caminar hacia ella, mientras contaba su historia, tratando de sacar de esas palabras la mayor información posible.
Resultaba curioso que se hubiera ofrecido voluntaria, casi tanto como que fuera tan inocente como para hacer esa última pregunta.
- Quizás. -Respondió de forma escueta.- Alguien debería haberte dicho lo que vas a tener que hacer para mi. En cambio te han entregado como si fueras un juguete nuevo. -Era cruel decirlo así, tal vez, pero era la realidad a la que debía enfrentarse la muchacha.
Se agachó junto a ella y cogió un mechón de su pelo, suave como la seda, que dejó escurrir entre sus dedos.- Si vuelves a ver a ese general que te escogió o cualquier hombre que no sea Ping o alguien que él o yo te presentemos intenta decirte o preguntarte algo, vas a informarnos, ¿de acuerdo? -Soltó sus cabellos y volvió a levantarse.- A partir de ahora vivirás en la casa de las concubinas, ellas te tratarán bien por la cuenta que les trae y seguramente te ayudarán a saber un poco más de las funciones que tendrás. -Posiblemente con mucho más tacto que él, siempre que no fueran celosas y recelosas de la nueva incorporación.- Mañana bailarás para mí. -Añadió finalmente, antes de salir de la sala y dejar que uno de sus hombres entrara para llevarla al lugar.
Había aceptado sin mucho interés la disculpa de la muchacha, de momento no tenía motivos para querer asustarla más de lo que ya parecía estar. Un miedo que quería utilizar en su favor, pues eso la hacía querer colaborar. Se levantó del asiento que ocupaba y empezaba a caminar hacia ella, mientras contaba su historia, tratando de sacar de esas palabras la mayor información posible.
Resultaba curioso que se hubiera ofrecido voluntaria, casi tanto como que fuera tan inocente como para hacer esa última pregunta.
- Quizás. -Respondió de forma escueta.- Alguien debería haberte dicho lo que vas a tener que hacer para mi. En cambio te han entregado como si fueras un juguete nuevo. -Era cruel decirlo así, tal vez, pero era la realidad a la que debía enfrentarse la muchacha.
Se agachó junto a ella y cogió un mechón de su pelo, suave como la seda, que dejó escurrir entre sus dedos.- Si vuelves a ver a ese general que te escogió o cualquier hombre que no sea Ping o alguien que él o yo te presentemos intenta decirte o preguntarte algo, vas a informarnos, ¿de acuerdo? -Soltó sus cabellos y volvió a levantarse.- A partir de ahora vivirás en la casa de las concubinas, ellas te tratarán bien por la cuenta que les trae y seguramente te ayudarán a saber un poco más de las funciones que tendrás. -Posiblemente con mucho más tacto que él, siempre que no fueran celosas y recelosas de la nueva incorporación.- Mañana bailarás para mí. -Añadió finalmente, antes de salir de la sala y dejar que uno de sus hombres entrara para llevarla al lugar.
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Mihye se encogió ligeramente ante el toque del príncipe. Nunca un hombre había estado tan cerca, a excepción de su pequeño hermano, ni mucho menos se había atrevido a tocarla. Pese a no encontrarse en las más altas esferas de la corte, su familia tenía cierto poder y eran cercanos al emperador, de manera que los hombres la trataban con el decoro necesario.
Cuando su emperador había sido derrotado, Mihye había estado aterrorizada ante las historias que había escuchado sobre lo que los soldados hacían a las mujeres del enemigo. Otro motivo más por el que se había ofrecido voluntaria para servir al enemigo, si debía ser humillada, por lo menos serlo sabiendo que salvaría a su hermano. No obstante, ninguna daño le había sido ocasionado. La joven no sabía ya qué pensar.
— Por supuesto, alteza, os informaré de inmediato. —Mihye seguía sin comprender que quería el príncipe exactamente de ella. Pero pensó que sería más seguro no hacer demasiadas preguntas y dejarse guiar por él. Haría lo que él dijera, hasta que hallase la manera de poder volver a casa.
Asintió ante sus instrucciones, sintiendo cierta punzada de alegría ante la posibilidad de bailar. El baile era su vida a fin de cuentas y en aquella tierra desconocida y hostil, podría resultar su única alegría y consuelo.
Un criado fue llamado para que la escoltara a su nuevo hogar y, durante el camino, Mihye pensó en que no había preguntado al príncipe que clase de baile quería ver. Tal vez, el resto de concubinas pudieran ayudarla, pensó, pero el pensamiento fue prontamente aplastado en cuanto traspasó las puertas del harem.
Solo estaba empezando a aprender lo que le deparaba su nueva vida y, por lo que parecía, habría poco espacio para la felicidad.
Cuando su emperador había sido derrotado, Mihye había estado aterrorizada ante las historias que había escuchado sobre lo que los soldados hacían a las mujeres del enemigo. Otro motivo más por el que se había ofrecido voluntaria para servir al enemigo, si debía ser humillada, por lo menos serlo sabiendo que salvaría a su hermano. No obstante, ninguna daño le había sido ocasionado. La joven no sabía ya qué pensar.
— Por supuesto, alteza, os informaré de inmediato. —Mihye seguía sin comprender que quería el príncipe exactamente de ella. Pero pensó que sería más seguro no hacer demasiadas preguntas y dejarse guiar por él. Haría lo que él dijera, hasta que hallase la manera de poder volver a casa.
Asintió ante sus instrucciones, sintiendo cierta punzada de alegría ante la posibilidad de bailar. El baile era su vida a fin de cuentas y en aquella tierra desconocida y hostil, podría resultar su única alegría y consuelo.
Un criado fue llamado para que la escoltara a su nuevo hogar y, durante el camino, Mihye pensó en que no había preguntado al príncipe que clase de baile quería ver. Tal vez, el resto de concubinas pudieran ayudarla, pensó, pero el pensamiento fue prontamente aplastado en cuanto traspasó las puertas del harem.
Solo estaba empezando a aprender lo que le deparaba su nueva vida y, por lo que parecía, habría poco espacio para la felicidad.
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Lessons Capítulo 2 |
Podría decir que había estado claramente ocupado y no pocos le servirían de testigos. Pero lo cierto es que era la desconfianza lo que le llevaba a no querer hacer uso de su "regalo" en los días que siguieron a aquel primer momento. Además, sabiendo que la chica estaba algo verde en aquellos menesteres podría decirse que no le vendría mal un par de días para acostumbrarse al palacio y los usos y costumbres de las concubinas.
Sin embargo, era consciente, y lo fue aún más cuando en su entrenamiento escuchó hablar de ella, que debía al menos mostrarse interesado en la muchacha. Si bien lo que todos esperaban era que la tomara sin miramientos.
El príncipe pues decidió que se acercaría a la casa de las concubinas para reclamar su asistencia durante el baño. Su presencia solía ser precedida por los eunucos que servían en el lugar, pero no había llegado cuando escuchó voces provenientes de los jardines y decidió ver qué ocurría.
Podía escuchar como una de aquellas mujeres increpaba a otra por su comportamiento o por algún tipo de accidente que había ocurrido. El príncipe iba a hacerse presente cuando vio que se trataba de Mihye y quiso ver cómo reaccionaba ante esas palabras. Pero no lo hizo.
Zhenjim regresó a la puerta principal y fue invitado a entrar. Pronto la mayoría de las muchachas estaban enfiladas para saludarle debidamente u ofrecerle sus servicios. Todas eran bellas, algunas incluso exóticas, pero él ni siquiera las miró.- He venido a por Mihye. Me acompañará durante mi baño. -Informó, escueto como de costumbre, dándose la vuelta y esperando a que la muchacha le siguiera.
- ¿Qué ha ocurrido en los jardines? Y recuerda que no puedes mentirme. -Advirtió, no explicando cómo o por qué lo sabía, pero dispuesto a escuchar.
Sin embargo, era consciente, y lo fue aún más cuando en su entrenamiento escuchó hablar de ella, que debía al menos mostrarse interesado en la muchacha. Si bien lo que todos esperaban era que la tomara sin miramientos.
El príncipe pues decidió que se acercaría a la casa de las concubinas para reclamar su asistencia durante el baño. Su presencia solía ser precedida por los eunucos que servían en el lugar, pero no había llegado cuando escuchó voces provenientes de los jardines y decidió ver qué ocurría.
Podía escuchar como una de aquellas mujeres increpaba a otra por su comportamiento o por algún tipo de accidente que había ocurrido. El príncipe iba a hacerse presente cuando vio que se trataba de Mihye y quiso ver cómo reaccionaba ante esas palabras. Pero no lo hizo.
Zhenjim regresó a la puerta principal y fue invitado a entrar. Pronto la mayoría de las muchachas estaban enfiladas para saludarle debidamente u ofrecerle sus servicios. Todas eran bellas, algunas incluso exóticas, pero él ni siquiera las miró.- He venido a por Mihye. Me acompañará durante mi baño. -Informó, escueto como de costumbre, dándose la vuelta y esperando a que la muchacha le siguiera.
- ¿Qué ha ocurrido en los jardines? Y recuerda que no puedes mentirme. -Advirtió, no explicando cómo o por qué lo sabía, pero dispuesto a escuchar.
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Lessons Capítulo 2 |
La vida en el harem no era fácil. El lugar estaba cargado de lujos, en efecto, pero las mujeres que residían entre sus paredes estaban cargadas de resentimientos. Mihye lo había aprendido el primer día cuando la bienvenida recibida había sido más fría que el aliento del dios del invierno.
El príncipe contaba con pocas mujeres, a diferencia de su padre que contaba con más de cincuenta mujeres sin contar a la propia emperatriz, pero estas habían sido suficientemente crueles como para contar por cincuenta. Mihye no les agradaba, decían que era una espía, que era fea y estúpida, que olía mal, que era una ladrona y una puta… Todo tiempo de insultos le había sido arrojados y Mihye lo había intentado tomar con serenidad. No estaba allí para agradar a aquellas mujeres, si no para asegurar la seguridad de su familia. Pero, entonces, llegaron los abusos físicos.
Primero había sido un descuidado empujón al pasar por su lado, después una zancadilla o un empujón para hacerla caer al suelo… ese día había sido abofeteada porque una de las mujeres creía que la había mirado mal. Cubriéndose la mejilla dañaba Mihye aguantó el aluvión de desprecios a la par que intentaba contener las lágrimas. Nunca había vivido una situación así, no sabía cómo debía reaccionar, cómo podía pararlo. Era ella sola contra el mundo y no era lo suficientemente fuerte, nunca lo había sido.
La llegada del príncipe provocó que todas las mujeres cambiaran de actitud, unas fingieron inocencia, otras se volvieron más coquetas, otras tímidas… ninguna parecía la persona que era realmente y Mihye se sintió enferma. No obstante, volvió a sentir cierta hostilidad cuando el príncipe la requirió para su baño. Asombrada, Mihye asintió y siguió al príncipe, demasiado agradecida por salir del harem como para pararse a pensar en lo que requería el príncipe.
— Oh, yo…—detuvo su andar, sorprendida ante la pregunta, ¿cómo podía saberlo?— No… no es nada. —titubeó. No quería molestarlo, ¿también se enfadaría con ella si sabía que el resto de mujeres no la aceptaba? Pero tampoco tenía sentido ocultarlo, además, el príncipe le había dicho que no quería mentiras. ¿Se enfadaría más si no se lo decía?
— Es solo que las otras mujeres no me aceptan. Ellas… yo… —no sabía cómo explicarlo, porque ni siquiera entendía bien el porqué de su profundo desagrado hacia ella.— No les gusto, no me quieren allí.
El príncipe contaba con pocas mujeres, a diferencia de su padre que contaba con más de cincuenta mujeres sin contar a la propia emperatriz, pero estas habían sido suficientemente crueles como para contar por cincuenta. Mihye no les agradaba, decían que era una espía, que era fea y estúpida, que olía mal, que era una ladrona y una puta… Todo tiempo de insultos le había sido arrojados y Mihye lo había intentado tomar con serenidad. No estaba allí para agradar a aquellas mujeres, si no para asegurar la seguridad de su familia. Pero, entonces, llegaron los abusos físicos.
Primero había sido un descuidado empujón al pasar por su lado, después una zancadilla o un empujón para hacerla caer al suelo… ese día había sido abofeteada porque una de las mujeres creía que la había mirado mal. Cubriéndose la mejilla dañaba Mihye aguantó el aluvión de desprecios a la par que intentaba contener las lágrimas. Nunca había vivido una situación así, no sabía cómo debía reaccionar, cómo podía pararlo. Era ella sola contra el mundo y no era lo suficientemente fuerte, nunca lo había sido.
La llegada del príncipe provocó que todas las mujeres cambiaran de actitud, unas fingieron inocencia, otras se volvieron más coquetas, otras tímidas… ninguna parecía la persona que era realmente y Mihye se sintió enferma. No obstante, volvió a sentir cierta hostilidad cuando el príncipe la requirió para su baño. Asombrada, Mihye asintió y siguió al príncipe, demasiado agradecida por salir del harem como para pararse a pensar en lo que requería el príncipe.
— Oh, yo…—detuvo su andar, sorprendida ante la pregunta, ¿cómo podía saberlo?— No… no es nada. —titubeó. No quería molestarlo, ¿también se enfadaría con ella si sabía que el resto de mujeres no la aceptaba? Pero tampoco tenía sentido ocultarlo, además, el príncipe le había dicho que no quería mentiras. ¿Se enfadaría más si no se lo decía?
— Es solo que las otras mujeres no me aceptan. Ellas… yo… —no sabía cómo explicarlo, porque ni siquiera entendía bien el porqué de su profundo desagrado hacia ella.— No les gusto, no me quieren allí.
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Lessons Capítulo 2 |
Dejó de escuchar esas pisadas suaves tras él en cuanto realizó la pregunta, por lo que también se detuvo, en aquel momento queriendo escuchar lo que tenía que decir aquella muchacha.
Se esperaba algún tipo de reproche y, sobre todo, victimismo por su parte. Quizá incluso se atreviera a pedirle que intercediera.
Sin embargo, cuando Mihye abrió la boca, hizo que se girase hacia ella. No expresó sorpresa en su rostro, pero la forma en que había expuesto el evidente problema le asombró, por la forma en que había decidido contarlo.- Sigamos andando. -Indicó con un gesto, esta vez esperando a que se pusiera a su altura para caminar. Las paredes tienen oídos, pero si te mueves mientras hablas nunca consiguen todo lo que desean oír sin delatarse.
- Supongo que es normal que se muestren a la defensiva, estás ahí para ocupar una posición que ellas tienen. -Expuso, sin mostrarse a favor o en contra de tal comportamiento.- Pero si ocupas un lugar en el harem es porque yo lo quiero y lo permito. -La miró de reojo, le acababa de dar un argumento con el que contrarrestar cualquier tipo de mala palabra que las otras quisieran decirle.- ¿Qué haces tú cuando te muestran lo poco que les gustas, Mihye? -Preguntó, volviendo a atender a la posible respuesta. La había visto quedarse cabizbaja e impasible mientras la otra la increpaba de malas maneras.
Se esperaba algún tipo de reproche y, sobre todo, victimismo por su parte. Quizá incluso se atreviera a pedirle que intercediera.
Sin embargo, cuando Mihye abrió la boca, hizo que se girase hacia ella. No expresó sorpresa en su rostro, pero la forma en que había expuesto el evidente problema le asombró, por la forma en que había decidido contarlo.- Sigamos andando. -Indicó con un gesto, esta vez esperando a que se pusiera a su altura para caminar. Las paredes tienen oídos, pero si te mueves mientras hablas nunca consiguen todo lo que desean oír sin delatarse.
- Supongo que es normal que se muestren a la defensiva, estás ahí para ocupar una posición que ellas tienen. -Expuso, sin mostrarse a favor o en contra de tal comportamiento.- Pero si ocupas un lugar en el harem es porque yo lo quiero y lo permito. -La miró de reojo, le acababa de dar un argumento con el que contrarrestar cualquier tipo de mala palabra que las otras quisieran decirle.- ¿Qué haces tú cuando te muestran lo poco que les gustas, Mihye? -Preguntó, volviendo a atender a la posible respuesta. La había visto quedarse cabizbaja e impasible mientras la otra la increpaba de malas maneras.
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Lessons Capítulo 2 |
— IOh, por supuesto, alteza. se apresuró en iniciar de nuevo la marcha, siguiéndolo siempre un paso por detrás con la cabeza gacha, tal y como dictaba el protocolo. Mihye se había sorprendido en su momento, pero la vida en aquel reino no era tan diferente a la del propio.
Se sorprendió ante las palabras del príncipe, volviendo a interrumpir su caminar, tuvo que obligarse a acelerar el paso cuando este la dejó atrás. No lo había visto de aquella manera, no había pensado que ahora su lugar era aquel, que tenía derecho a estar allí. Cuando fue arrancada de su casa, se despidió con una sonrisa prometiendo que todo iría bien, pero ni siquiera ella lo había creído. Había sido una rehén apenas voluntaria, un regalo para el sanguinario príncipe del mismo país que los había aplastado. Pero, ahora, ¿qué era?
—Yo… no hago nada.—confesó en poco más que un susurro.— No sé qué hacer. —se mordió el labio inferior, insegura de cómo continuar. No quería enfadarlo, pero si le estaba preguntando era porque ¿le importaba? El príncipe era un enigma. Pero hasta el momento él parecía preferir las respuestas sinceras y eso mismo le dio.
— Creo que me siento insegura porque no sé qué lugar ocupo aquí. Antes de venir a palacio tenía siempre cosas que hacer, debía atender a mi hermano, leer para mi padre o practicar danza para los espectáculos de las festividades. Pero aquí no tengo nada que hacer, las otras mujeres parecen disfrutar de la vida ociosa pero yo no puedo, no es una vida para mí. —tarde se dio cuenta de que podía haberlo ofendido.— ¡No quiero decir que no agradezca sus cuidados y protección, alteza. Estoy muy agradecida por tener un techo y comida.—se apresuró a disculparse, tan nerviosa que las palabras se le trababan en la lengua.
¿Es que nunca dejaría de ponerse en ridículo frente a él?
Se sorprendió ante las palabras del príncipe, volviendo a interrumpir su caminar, tuvo que obligarse a acelerar el paso cuando este la dejó atrás. No lo había visto de aquella manera, no había pensado que ahora su lugar era aquel, que tenía derecho a estar allí. Cuando fue arrancada de su casa, se despidió con una sonrisa prometiendo que todo iría bien, pero ni siquiera ella lo había creído. Había sido una rehén apenas voluntaria, un regalo para el sanguinario príncipe del mismo país que los había aplastado. Pero, ahora, ¿qué era?
—Yo… no hago nada.—confesó en poco más que un susurro.— No sé qué hacer. —se mordió el labio inferior, insegura de cómo continuar. No quería enfadarlo, pero si le estaba preguntando era porque ¿le importaba? El príncipe era un enigma. Pero hasta el momento él parecía preferir las respuestas sinceras y eso mismo le dio.
— Creo que me siento insegura porque no sé qué lugar ocupo aquí. Antes de venir a palacio tenía siempre cosas que hacer, debía atender a mi hermano, leer para mi padre o practicar danza para los espectáculos de las festividades. Pero aquí no tengo nada que hacer, las otras mujeres parecen disfrutar de la vida ociosa pero yo no puedo, no es una vida para mí. —tarde se dio cuenta de que podía haberlo ofendido.— ¡No quiero decir que no agradezca sus cuidados y protección, alteza. Estoy muy agradecida por tener un techo y comida.—se apresuró a disculparse, tan nerviosa que las palabras se le trababan en la lengua.
¿Es que nunca dejaría de ponerse en ridículo frente a él?
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Sopesó la respuesta que le dio la muchacha. Por lo visto lo de dejar que pasara el chaparrón y la arrastrase era algo que solía hacer por norma general. Una conducta que no le gustaba, pues animaba a las otras a seguir atacando creyendo que no habría consecuencias.
A decir verdad no esperó que la explicación continuase mucho más, con las razones por las que se sentía insegura o no sabía actuar. Él simplemente lo había achacado a la novedad de su posición y a que no estaba muy complacida con la misma. Pero al parecer es que no tenía idea de cómo pasar el tiempo... o no soportaba la pasividad.
No lo iba a decir, pero parecía una forma de pensar admirable.
Como tampoco mostraría que le parecía gracioso escuchar sus disculpas después y su gratitud.
- Está bien. -Dijo, buscando tranquilizarla y que dejara de atropellarse con las palabras.- Sobre las mujeres, cuando te incomoden o traten de un modo indebido, debes recordarles que si estás ahí es por mi voluntad y que me enfadaría mucho si me enterase de algo así. -Ciertamente no le había gustado lo que había visto, pero de momento no tomaría cartas en el asunto, Mihye necesitaba aprender a defender su posición.
- De tus actividades... estoy seguro de que con el tiempo te acostumbrarás. -No quería darle esperanzas, pero intentaría ver cuáles eran sus habilidades y si se podía hacer algo para potenciarlas. Había dicho que sabía danzar y leer, seguramente con eso se podría conseguir algo en lo que pudiera ocupar su tiempo, dado que él no iba a requerir su compañía demasiado. Al menos eso pensaba.
Finalmente llegaron a la sala del baño, el vapor llenaba la estancia que se encontraba iluminada tenuemente para facilitar la relajación del cuerpo y el espíritu de quien la necesitaba en el momento. Aunque más que de calma, el príncipe se vio envestido por un torbellino que se abalanzó a sus brazos.- Menudo susto, Zong. -Rio el hombre mientras sostenía a la bestia y le acariciaba la cabeza.
Sin embargo trató de recuperar la compostura rápidamente, para mirar a la chica que le acompañaba.- ¿Alguna vez has visto un ryuu? -Preguntó, girándose para permitir que viera a la criatura que sostenía y se restregaba contra él.- Son criaturas mágicas de nuestro reino. Este es Zong, una bestia de fuego.
A decir verdad no esperó que la explicación continuase mucho más, con las razones por las que se sentía insegura o no sabía actuar. Él simplemente lo había achacado a la novedad de su posición y a que no estaba muy complacida con la misma. Pero al parecer es que no tenía idea de cómo pasar el tiempo... o no soportaba la pasividad.
No lo iba a decir, pero parecía una forma de pensar admirable.
Como tampoco mostraría que le parecía gracioso escuchar sus disculpas después y su gratitud.
- Está bien. -Dijo, buscando tranquilizarla y que dejara de atropellarse con las palabras.- Sobre las mujeres, cuando te incomoden o traten de un modo indebido, debes recordarles que si estás ahí es por mi voluntad y que me enfadaría mucho si me enterase de algo así. -Ciertamente no le había gustado lo que había visto, pero de momento no tomaría cartas en el asunto, Mihye necesitaba aprender a defender su posición.
- De tus actividades... estoy seguro de que con el tiempo te acostumbrarás. -No quería darle esperanzas, pero intentaría ver cuáles eran sus habilidades y si se podía hacer algo para potenciarlas. Había dicho que sabía danzar y leer, seguramente con eso se podría conseguir algo en lo que pudiera ocupar su tiempo, dado que él no iba a requerir su compañía demasiado. Al menos eso pensaba.
Finalmente llegaron a la sala del baño, el vapor llenaba la estancia que se encontraba iluminada tenuemente para facilitar la relajación del cuerpo y el espíritu de quien la necesitaba en el momento. Aunque más que de calma, el príncipe se vio envestido por un torbellino que se abalanzó a sus brazos.- Menudo susto, Zong. -Rio el hombre mientras sostenía a la bestia y le acariciaba la cabeza.
Sin embargo trató de recuperar la compostura rápidamente, para mirar a la chica que le acompañaba.- ¿Alguna vez has visto un ryuu? -Preguntó, girándose para permitir que viera a la criatura que sostenía y se restregaba contra él.- Son criaturas mágicas de nuestro reino. Este es Zong, una bestia de fuego.
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Ante las palabras del príncipe Mihye no pudo más que asentir, no evitando preguntarse internamente si era cierto que se enfadaría de saber que volvía a ser molestada. ¿Significaba eso que le importaba algo al príncipe? Quizás como la importancia que se le da a un jarrón bonito, se dijo, debía recordar que para el príncipe ella era un regalo, una cosa.
La siguió en completo silencio lo que quedó de trayecto, deslizándose al interior de la sala de baños. Necesitó unos segundos para acostumbrarse al vapor y al calor que la golpeó, quizás por eso no fue consciente de la pequeña fierecilla que se había abalanzado hacia el príncipe.
— ¿Una bestia de fuego? —era difícil pensar que el pequeño ser en las manos del príncipe Zhenjim fuera llamada bestia. Para Mihye las bestias eran criaturas de leyenda, seres enormes y feroces, muchas veces con dientes puntiagudos. Pero el bichito de ojos enormes y cara adorable que le devolvía la mirada no era nada como eso.
— Es… es… ¡es adorable! —exclamó sin darse cuenta de que alzaba la voz un poco más de lo necesario. El pequeño Zong se sobresaltó, pero Mihye no le dio tiempo a reponerse antes de agarrarlo ella misma entre sus manos y acercarlo a su cara para poder verlo mejor.— En mi antiguo hogar no teníamos ninguna criatura de este tipo.[b] —la magia de su reino, o su antiguo reino, era muy diferente de la de este.—[b] ¿Por qué está aquí? ¿Qué es lo que puede hacer? —preguntó sin descanso, emocionada ante la perspectiva de saber más sobre Zong.
La siguió en completo silencio lo que quedó de trayecto, deslizándose al interior de la sala de baños. Necesitó unos segundos para acostumbrarse al vapor y al calor que la golpeó, quizás por eso no fue consciente de la pequeña fierecilla que se había abalanzado hacia el príncipe.
— ¿Una bestia de fuego? —era difícil pensar que el pequeño ser en las manos del príncipe Zhenjim fuera llamada bestia. Para Mihye las bestias eran criaturas de leyenda, seres enormes y feroces, muchas veces con dientes puntiagudos. Pero el bichito de ojos enormes y cara adorable que le devolvía la mirada no era nada como eso.
— Es… es… ¡es adorable! —exclamó sin darse cuenta de que alzaba la voz un poco más de lo necesario. El pequeño Zong se sobresaltó, pero Mihye no le dio tiempo a reponerse antes de agarrarlo ella misma entre sus manos y acercarlo a su cara para poder verlo mejor.— En mi antiguo hogar no teníamos ninguna criatura de este tipo.[b] —la magia de su reino, o su antiguo reino, era muy diferente de la de este.—[b] ¿Por qué está aquí? ¿Qué es lo que puede hacer? —preguntó sin descanso, emocionada ante la perspectiva de saber más sobre Zong.
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Lo cierto es que no estaba seguro de qué reacción esperaba de la joven que le acompañaba. Ciertamente cuando alguien ajeno al reino observaba por primera vez un ryuu solía tener sus reservas, pues sabían que pese a su aspecto podían ser peligrosos utilizados apropiadamente.
El caso es que tanto la criatura en sus brazos como él mismo se vieron sorprendidos por la exclamación de Mihye, dado que era la primera vez que la escuchaba hablar en un tono más alto que un murmullo.
Quizá fuera la propia sorpresa la que hizo que permitiera que cogiese a Zong en sus brazos y lo viera de cerca. La suerte para ella era que había adiestrado a su mascota para que únicamente cumpliera sus órdenes, de tal forma que no iba a hacerle daño.
- Como he dicho, es una bestia de fuego. -Recordó, mientras se arreglaba las vestiduras para que su compostura siguiera intacta ante la muchacha.- Puede escupir fuego y humo, además de que notaréis que su temperatura corporal es más cálida. Está aquí porque utilizamos su don para calentar el agua de los baños. No es el uso más común para una criatura de su especie, pero considero importante que practique sus habilidades aún en algo tan simple como esto. -Expuso el príncipe. Normalmente sería utilizado simplemente como arma y esperaría el momento de la batalla en los establos especiales. Sin embargo, él conservaba al suyo cercano, para que pudiera tener una vida más apacible.
- En nuestro reino, la magia es un símbolo de realeza, pues solo los príncipes y emperadores son capaces de utilizarla. Por eso es común que se regale ryuus a la familia. Mi padre me regaló a Zong cuando tenía ocho años. -Expuso el príncipe que no sabía si Mihye estaba al tanto de las peculiaridades del reino.
El caso es que tanto la criatura en sus brazos como él mismo se vieron sorprendidos por la exclamación de Mihye, dado que era la primera vez que la escuchaba hablar en un tono más alto que un murmullo.
Quizá fuera la propia sorpresa la que hizo que permitiera que cogiese a Zong en sus brazos y lo viera de cerca. La suerte para ella era que había adiestrado a su mascota para que únicamente cumpliera sus órdenes, de tal forma que no iba a hacerle daño.
- Como he dicho, es una bestia de fuego. -Recordó, mientras se arreglaba las vestiduras para que su compostura siguiera intacta ante la muchacha.- Puede escupir fuego y humo, además de que notaréis que su temperatura corporal es más cálida. Está aquí porque utilizamos su don para calentar el agua de los baños. No es el uso más común para una criatura de su especie, pero considero importante que practique sus habilidades aún en algo tan simple como esto. -Expuso el príncipe. Normalmente sería utilizado simplemente como arma y esperaría el momento de la batalla en los establos especiales. Sin embargo, él conservaba al suyo cercano, para que pudiera tener una vida más apacible.
- En nuestro reino, la magia es un símbolo de realeza, pues solo los príncipes y emperadores son capaces de utilizarla. Por eso es común que se regale ryuus a la familia. Mi padre me regaló a Zong cuando tenía ocho años. -Expuso el príncipe que no sabía si Mihye estaba al tanto de las peculiaridades del reino.
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Pese a mantenerse atenta y escuchar al príncipe, Mihye no apartó los ojos del pequeño dragón que en todo momento le devolvió la mirada. Durante un instante se permitió imaginar al príncipe siendo un niño, ¿sus ojos habrían brillado de ilusión al ver el dragón por primera vez o se habría mantenido la misma mirada fría que portaba ahora? Tenía mucho que aprender, no solo de su nuevo hogar, si no también del príncipe.
— Parece un compañero excelente, su alteza. —devolvió a la criatura a su dueño, no sin cierta reticencia. Era un ser encantador y, de ser otras las circunstancias, incluso habría intentado rascarle la barriguita. Sabía que debería de temerle, no dejaba de ser una criatura mágica y feroz, pero era tan adorable que era fácil olvidarlo.
— ¿Lo usará ahora para calentar el agua de su baño? —observó alrededor, la estancia ricamente decorada con un pequeño estanque que hacía las veces de bañera, el vapor los rodeaba, así como el aroma a flores cuyos pétalos todavía flotaban en el agua.— Aunque ya parece muy caliente. —Zong no parecía tener mucho trabajo que hacer ya. Tal pensamiento, trajo otra pregunta. Se movió inquieta entonces no sabiendo cómo formularla.— Yo… ¿cómo necesitáis que os sirva?
— Parece un compañero excelente, su alteza. —devolvió a la criatura a su dueño, no sin cierta reticencia. Era un ser encantador y, de ser otras las circunstancias, incluso habría intentado rascarle la barriguita. Sabía que debería de temerle, no dejaba de ser una criatura mágica y feroz, pero era tan adorable que era fácil olvidarlo.
— ¿Lo usará ahora para calentar el agua de su baño? —observó alrededor, la estancia ricamente decorada con un pequeño estanque que hacía las veces de bañera, el vapor los rodeaba, así como el aroma a flores cuyos pétalos todavía flotaban en el agua.— Aunque ya parece muy caliente. —Zong no parecía tener mucho trabajo que hacer ya. Tal pensamiento, trajo otra pregunta. Se movió inquieta entonces no sabiendo cómo formularla.— Yo… ¿cómo necesitáis que os sirva?
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La forma en que la chica trataba y miraba a su ryuu como si fuera un gatito le parecía demasiado inocente, más de lo que había visto en nadie y se preguntaba si la vida en palacio y las experiencias que encontrara en su camino romperían eso. En cierto modo era algo tan hermoso que quizá mereciera la pena proteger. Sin embargo, no podía hacerlo.
- Lo es, desde luego. -Asintió cuando mencionó que era un buen compañero. Si bien el príncipe sabía que había más detrás de aquel regalo, un intento de su padre por hacerle más como él pese a que no era el caso.- No, él ya ha hecho su trabajo, pero en ocasiones jugamos un poco mientras estoy aquí. -Anunció, preguntándose si debería hacerlo ante alguien que parecía no tener idea de lo que estaba hablando. O si debería simplemente sorprenderla de pronto.
Sin embargo, su pregunta, hizo que la sonrisa divertida que estaba a punto de aparecer en sus labios se disipase entre el vapor de la estancia. La había escogido a ella para que empezara a servirle en actividades más propias de una concubina, o al menos dejar que los demás pensaran que la estaba usando de ese modo.
- Me ayudaréis a desvestirme. -Anunció.- Y os encargaréis de lavar mi cabello. -Un honor que solo recibían las personas más cercanas al príncipe. Pues para algunos si bien toda su persona era sagrada, sus cabellos eran lo más noble.
- Algunas de mis concubinas comparten la bañera conmigo. Pero hoy no os pediré eso si no queréis hacerlo. -Se preguntaba si ya la habían instruido en intentar buscar sus atenciones de todas las formas en que fuera posible, incluidas las más bajas artimañas. Pero algo le decía que no, que esa inocencia seguía incorrupta y que sus mejillas se encenderían ante el mínimo pensamiento de la posibilidad.
- Lo es, desde luego. -Asintió cuando mencionó que era un buen compañero. Si bien el príncipe sabía que había más detrás de aquel regalo, un intento de su padre por hacerle más como él pese a que no era el caso.- No, él ya ha hecho su trabajo, pero en ocasiones jugamos un poco mientras estoy aquí. -Anunció, preguntándose si debería hacerlo ante alguien que parecía no tener idea de lo que estaba hablando. O si debería simplemente sorprenderla de pronto.
Sin embargo, su pregunta, hizo que la sonrisa divertida que estaba a punto de aparecer en sus labios se disipase entre el vapor de la estancia. La había escogido a ella para que empezara a servirle en actividades más propias de una concubina, o al menos dejar que los demás pensaran que la estaba usando de ese modo.
- Me ayudaréis a desvestirme. -Anunció.- Y os encargaréis de lavar mi cabello. -Un honor que solo recibían las personas más cercanas al príncipe. Pues para algunos si bien toda su persona era sagrada, sus cabellos eran lo más noble.
- Algunas de mis concubinas comparten la bañera conmigo. Pero hoy no os pediré eso si no queréis hacerlo. -Se preguntaba si ya la habían instruido en intentar buscar sus atenciones de todas las formas en que fuera posible, incluidas las más bajas artimañas. Pero algo le decía que no, que esa inocencia seguía incorrupta y que sus mejillas se encenderían ante el mínimo pensamiento de la posibilidad.
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Ante la mención de sus deberes Mihye se puso automáticamente rígida. Lanzó una mirada rápida de nuevo hacia el estanque humeante y hacia el príncipe. Sus mejillas se calentaron y nada tuvo que ver el calor de la estancia. En su hogar, había ayudado muchas veces a bañar a su hermano cuando este todavía era muy pequeño, pero nada tenía que ver su hermano con el hombre frente a ella.
Con la cabeza gacha y las mejillas todavía ardiendo asintió y se acercó al príncipe para empezar a deshacerse de su ropa. Sus manos temblaban y el corazón parecía latirle en la garganta. Nunca había visto a un hombre desnudo, se suponía que tal cosa solo pasaría el día de su boda amparada en la noche y entremantas con su marido. Pero como tantas cosas en su vida, aquel futuro también había cambiado.
— Levante los brazos, por favor, alteza. —capa de ropa tras capa de ropa fue desapareciendo hasta que el trabajo de desvestirlo estuvo hecho. Mihye se esforzó por mantener la mirada clavada en el pecho del príncipe, aunque la vista de su piel desnuda allí también era turbadora.— Puede meterse en el agua. —indico, con la voz temblando. Muchas mujeres hacían aquella clase de cosas por sus esposos y, aunque ahora, el príncipe era de alguna manera su esposo se seguía sintiendo incorrecto de alguna manera.
Una vez el príncipe entró en el estanque Mihye se arrodilló tras él y procedió a soltarle el cabello y empezar a mojarlo. Las suaves hebras negras eran como seda entre sus dedos. Era agradable y mientras él príncipe la dejaba hacer Mihye se encontró extrañamente cómoda. Incluso empezó a tararear una canción de su tierra.
— Mi hermano odiaba que le lavaran el cabello. —soltó de pronto, sin darse cuenta de que había hablado hasta que fue demasiado tarde.
Con la cabeza gacha y las mejillas todavía ardiendo asintió y se acercó al príncipe para empezar a deshacerse de su ropa. Sus manos temblaban y el corazón parecía latirle en la garganta. Nunca había visto a un hombre desnudo, se suponía que tal cosa solo pasaría el día de su boda amparada en la noche y entremantas con su marido. Pero como tantas cosas en su vida, aquel futuro también había cambiado.
— Levante los brazos, por favor, alteza. —capa de ropa tras capa de ropa fue desapareciendo hasta que el trabajo de desvestirlo estuvo hecho. Mihye se esforzó por mantener la mirada clavada en el pecho del príncipe, aunque la vista de su piel desnuda allí también era turbadora.— Puede meterse en el agua. —indico, con la voz temblando. Muchas mujeres hacían aquella clase de cosas por sus esposos y, aunque ahora, el príncipe era de alguna manera su esposo se seguía sintiendo incorrecto de alguna manera.
Una vez el príncipe entró en el estanque Mihye se arrodilló tras él y procedió a soltarle el cabello y empezar a mojarlo. Las suaves hebras negras eran como seda entre sus dedos. Era agradable y mientras él príncipe la dejaba hacer Mihye se encontró extrañamente cómoda. Incluso empezó a tararear una canción de su tierra.
— Mi hermano odiaba que le lavaran el cabello. —soltó de pronto, sin darse cuenta de que había hablado hasta que fue demasiado tarde.
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La turbación que la idea de cumplir con sus obligaciones producía en Mihye era evidente, demasiado para lo que acostumbraba a ver. Ni siquiera su primera esposa se había mostrado tan nerviosa en su primera noche juntos.
De todos modos, no la detuvo, era necesario que aprendiera a hacer ese tipo de cosas, a desenvolverse. Ya había visto que aunque fuera a empujones tenía que espabilarse.
Permitió que fuera quitando sus ropas, notando el especial cuidado que ponía en la tarea. No hubo por su parte ningún comentario al respecto, Ni favorable ni desfavorable. Aunque bien podría haberle dicho que sus indicaciones no eran necesarias si hubiera querido molestarla, pero temía que se cayese al suelo si le reclamaba por algo.
Una vez desprovisto de prendas, accedió al baño, donde el agua le recibió con la calidez deseada. Zong jugaba en una esquina, tranquilo, pero igualmente atento a lo que se desarrollaba, siempre alerta, como le había enseñado.
Mihye soltó su larga cabellera y procedió a hacer lo que le había pedido. Cerró los ojos y la dejó actuar, disfrutando de aquel tacto suave, escuchando la melodía que tarareaba.
Los abrió cuando su voz pronunció aquellas palabras.- ¿No le daba la importancia que merecía a su melena? -Preguntó distraído.- Porque si era por cómo lo hacías, dudo que encontrase otra muchacha allí que lo hiciera mejor. -Un halago por su parte que podría agradecer y apreciar.- Puedes continuar, Mihye, y cantar para mí mientras lo haces. -Indicó, para que siguiera.
De todos modos, no la detuvo, era necesario que aprendiera a hacer ese tipo de cosas, a desenvolverse. Ya había visto que aunque fuera a empujones tenía que espabilarse.
Permitió que fuera quitando sus ropas, notando el especial cuidado que ponía en la tarea. No hubo por su parte ningún comentario al respecto, Ni favorable ni desfavorable. Aunque bien podría haberle dicho que sus indicaciones no eran necesarias si hubiera querido molestarla, pero temía que se cayese al suelo si le reclamaba por algo.
Una vez desprovisto de prendas, accedió al baño, donde el agua le recibió con la calidez deseada. Zong jugaba en una esquina, tranquilo, pero igualmente atento a lo que se desarrollaba, siempre alerta, como le había enseñado.
Mihye soltó su larga cabellera y procedió a hacer lo que le había pedido. Cerró los ojos y la dejó actuar, disfrutando de aquel tacto suave, escuchando la melodía que tarareaba.
Los abrió cuando su voz pronunció aquellas palabras.- ¿No le daba la importancia que merecía a su melena? -Preguntó distraído.- Porque si era por cómo lo hacías, dudo que encontrase otra muchacha allí que lo hiciera mejor. -Un halago por su parte que podría agradecer y apreciar.- Puedes continuar, Mihye, y cantar para mí mientras lo haces. -Indicó, para que siguiera.
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Dejó escapar una sonrisa ante la pregunta del príncipe, rememorando los días con su hermano. Se sintió tranquila por primera vez en días, prefirió no pensar en lo extraño que era aquel momento.
— Bueno, era muy pequeño todavía y no le gustaban los baños. Supongo que prefería seguir jugando. —normalmente, bañarlo habría sido tarea de una criada, pero dada la pobre salud de su hermano su madre prefería encargarse de él personalmente y, por ende, también Mihye.— Pero le agradezco sus palabras, alteza. —le habría gustado acabar diciendo que ojalá pudiera contárselo a su hermano, el niño probablemente se enfurruñaría contrario en darle la razón. Pero Mihey fue prudente, al menos por una vez, y calló.
Volvió a ponerse a trabajar con el cabello del príncipe, continuando con el tarareo hasta que, sin darse cuenta, empezó a cantar. Era una canción muy conocida en su país, la de una doncella que suplicaba a la luna que salvará a su enamorado en la batalla y era, a su vez, una de sus mayores leyendas. Al principio pensó que el príncipe no se sentiría encantado con tal canción, pero no la detuvo y Mihye pensó que tal vez era capaz de ver la belleza más allá de las redecillas entre reinos. Tal vez el príncipe no era tan malo.
— Cierre los ojos, por favor, voy a enjuagarlo. —pidió una vez acabó de lavarle el cabello. Tuvo que ponerse frente a él, metiéndose en el agua que le cubrió hasta las rodillas. La muchacha se dio cuenta, entonces, que le había resultado fácil trabajar cuando él le daba la espalda pero ahora que volvía a tenerlo de frente era demasiado. Se sintió enrojecer de nuevo, los nervios también volvieron mientras levantaba con manos temblorosas el balde de agua para aclararle el pelo. El pulso le temblaba tanto que le falló la mano y acabó tirándose el agua por encima quedando completamente empapada.
¿Por qué tenía que ser tan torpe?
— Bueno, era muy pequeño todavía y no le gustaban los baños. Supongo que prefería seguir jugando. —normalmente, bañarlo habría sido tarea de una criada, pero dada la pobre salud de su hermano su madre prefería encargarse de él personalmente y, por ende, también Mihye.— Pero le agradezco sus palabras, alteza. —le habría gustado acabar diciendo que ojalá pudiera contárselo a su hermano, el niño probablemente se enfurruñaría contrario en darle la razón. Pero Mihey fue prudente, al menos por una vez, y calló.
Volvió a ponerse a trabajar con el cabello del príncipe, continuando con el tarareo hasta que, sin darse cuenta, empezó a cantar. Era una canción muy conocida en su país, la de una doncella que suplicaba a la luna que salvará a su enamorado en la batalla y era, a su vez, una de sus mayores leyendas. Al principio pensó que el príncipe no se sentiría encantado con tal canción, pero no la detuvo y Mihye pensó que tal vez era capaz de ver la belleza más allá de las redecillas entre reinos. Tal vez el príncipe no era tan malo.
— Cierre los ojos, por favor, voy a enjuagarlo. —pidió una vez acabó de lavarle el cabello. Tuvo que ponerse frente a él, metiéndose en el agua que le cubrió hasta las rodillas. La muchacha se dio cuenta, entonces, que le había resultado fácil trabajar cuando él le daba la espalda pero ahora que volvía a tenerlo de frente era demasiado. Se sintió enrojecer de nuevo, los nervios también volvieron mientras levantaba con manos temblorosas el balde de agua para aclararle el pelo. El pulso le temblaba tanto que le falló la mano y acabó tirándose el agua por encima quedando completamente empapada.
¿Por qué tenía que ser tan torpe?
Mihye — Palacio — con Zhenjim
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Lessons Capítulo 2 |
Guardó silencio al escucharla hablar de esa forma de su hermano.
En la corte de su padre, como príncipe, no había tenido opción de negarse a un baño o a lucir presentable cuando se le requería. Todo el ceremonial era necesario desde el día mismo de su nacimiento. Los juegos también eran programados y rara vez se habían dado con alguien que no fuera hijo de un general o miembro de la familia.
No, compararse con su hermano, fuera de la condición que fuera, no era una opción.
Así que en silencio, meditando, dejó que aquellas manos delicadas continuasen con la tarea, escuchando la canción que llegaba a sus oídos. La música era una de las pocas artes que se le permitían apreciar, pues permitía hallar el equilibrio necesario para honrar a los dioses y dominar la magia y el arte de la guerra.
Por lo que podía apreciar el talento de Mihye.
No cerró los ojos hasta que la tuvo frente a sí.
Encontraba cierta diversión en ver su rostro pudoroso tratando de no contemplar su desnudez.
Aún así pensaba hacer algo para bromear con ella, pero no todavía. Y no fue necesario, después de todo, fue ella misma quien se lanzó aquel balde de agua encima.
Y el príncipe no pudo contener la risa, dejando salir una carcajada que resonó en toda la estancia.
Aún riéndose, aunque intentando aplacarse, se levantó.- Debéis quitaros estas ropas mojadas. No podéis enfermar mientras me servís. -Ordenó, todavía no logrando eliminar la diversión de su voz, especialmente sabiendo que seguramente sería difícil para ella desprenderse de las ropas en su presencia.- Zong las secará pronto. -Añadió, pensando que eso podría ser otro juego para su mascota.
En la corte de su padre, como príncipe, no había tenido opción de negarse a un baño o a lucir presentable cuando se le requería. Todo el ceremonial era necesario desde el día mismo de su nacimiento. Los juegos también eran programados y rara vez se habían dado con alguien que no fuera hijo de un general o miembro de la familia.
No, compararse con su hermano, fuera de la condición que fuera, no era una opción.
Así que en silencio, meditando, dejó que aquellas manos delicadas continuasen con la tarea, escuchando la canción que llegaba a sus oídos. La música era una de las pocas artes que se le permitían apreciar, pues permitía hallar el equilibrio necesario para honrar a los dioses y dominar la magia y el arte de la guerra.
Por lo que podía apreciar el talento de Mihye.
No cerró los ojos hasta que la tuvo frente a sí.
Encontraba cierta diversión en ver su rostro pudoroso tratando de no contemplar su desnudez.
Aún así pensaba hacer algo para bromear con ella, pero no todavía. Y no fue necesario, después de todo, fue ella misma quien se lanzó aquel balde de agua encima.
Y el príncipe no pudo contener la risa, dejando salir una carcajada que resonó en toda la estancia.
Aún riéndose, aunque intentando aplacarse, se levantó.- Debéis quitaros estas ropas mojadas. No podéis enfermar mientras me servís. -Ordenó, todavía no logrando eliminar la diversión de su voz, especialmente sabiendo que seguramente sería difícil para ella desprenderse de las ropas en su presencia.- Zong las secará pronto. -Añadió, pensando que eso podría ser otro juego para su mascota.
Zhenjim — Palacio — con Mihye
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Lessons Capítulo 2 |
Esperó que la regañara, tal vez que le gritara lo inútil y torpe que era. Por contra, todo lo que hizo el príncipe fue reír. Una carcajada fuerte y limpia que resonó por la estancia y la dejó estupefacta por el ligero calor que se encendió en la boca de su estómago. El príncipe dijo entonces algo y aunque una parte de su mente lo entendió, la otra seguía atascada en la vista de aquella sonrisa.
— Sois mucho más guapo cuando sonreís. —soltó, de repente. Su boca, siempre más rápida que su cabeza. Se regañó mentalmente por el nuevo desliz. No supo si disculparse inmediatamente o simplemente fingir que no había pasado nada. Optó por lo segundo y, quizás por eso, no se paró a pensar bien lo que hacía cuando empezó a deshacerse de sus ropas.
Una vez desnuda sin la protección de sus ropas sintió un escalofrío, dándose al fin cuenta de lo que había hecho. Una estupidez tras otra, se dijo. Su primer instinto fue taparse lo mejor que pudo con las manos. Zong, sobre una de las rocas del extremo la contemplaba con lo que parecía confusión.
— Lo siento, alteza, esto no… no se me da bien, me temo que no soy digna para serviros. —sitió picazón en los ojos, las lágrimas de impotencia luchando por escaparse.
— Sois mucho más guapo cuando sonreís. —soltó, de repente. Su boca, siempre más rápida que su cabeza. Se regañó mentalmente por el nuevo desliz. No supo si disculparse inmediatamente o simplemente fingir que no había pasado nada. Optó por lo segundo y, quizás por eso, no se paró a pensar bien lo que hacía cuando empezó a deshacerse de sus ropas.
Una vez desnuda sin la protección de sus ropas sintió un escalofrío, dándose al fin cuenta de lo que había hecho. Una estupidez tras otra, se dijo. Su primer instinto fue taparse lo mejor que pudo con las manos. Zong, sobre una de las rocas del extremo la contemplaba con lo que parecía confusión.
— Lo siento, alteza, esto no… no se me da bien, me temo que no soy digna para serviros. —sitió picazón en los ojos, las lágrimas de impotencia luchando por escaparse.
Mihye — Palacio — con Zhenjim
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Zhenjim no reía a menudo, o más bien nunca. Mucho menos de la forma despreocupada y natural con que lo había hecho en ese momento. Lo más probable es que fuera fruto de lo inesperado de la situación.
De cualquier modo, por eso mismo, nunca nadie le había dicho nada como que estaba guapo cuando sonreía.
Y al ser también inesperada la afirmación, tampoco supo bien cómo corresponder.
Además, ésta fue seguida de los movimientos de la hermosa Mihye retirando sus ropas mojadas de su cuerpo. El príncipe, conociendo ya sus muestras de pudor, había esperado algo más de reticencia, pero tampoco la detuvo y se contentó con apreciar la delicada y pálida piel femenina conforme se la iba mostrando.
Al menos hasta que ella se cubrió con las manos, como si hubiera sido víctima de un hechizo y no hubiera sabido lo que estaba haciendo.
Las palabras que escuchó hicieron que chasquease la lengua y se acercara a ella. Tomó su mentón con una mano y la hizo mirarle a los ojos. Pudo ver las lágrimas agolparse tras la mirada ajena, pero no dijo nada al respecto.- Soy yo quien juzga quién puede servirme. -Le recordó.
Rompió esa cercanía dando un paso atrás, con suavidad, pero con firmeza, tomó una de sus manos para apartarla de su cuerpo, y después hizo lo mismo con la otra.- Sois una joven muy hermosa, Mihye, ¿por qué no debería dejaros servirme? -Su mirada era inquisitiva, pero en el fondo se estaba burlando un poco de ella, de su pudor, de su ingenuidad e inseguridad. Nunca había tenido a una muchacha a su servicio que no intentase buscar su favor metiéndose directamente en su cama, y eso le gustaba.- O quizá habéis hecho algo que pueda ofenderme y no soy conocedor de ello, ¿algún secreto que guardéis a vuestro príncipe?
De cualquier modo, por eso mismo, nunca nadie le había dicho nada como que estaba guapo cuando sonreía.
Y al ser también inesperada la afirmación, tampoco supo bien cómo corresponder.
Además, ésta fue seguida de los movimientos de la hermosa Mihye retirando sus ropas mojadas de su cuerpo. El príncipe, conociendo ya sus muestras de pudor, había esperado algo más de reticencia, pero tampoco la detuvo y se contentó con apreciar la delicada y pálida piel femenina conforme se la iba mostrando.
Al menos hasta que ella se cubrió con las manos, como si hubiera sido víctima de un hechizo y no hubiera sabido lo que estaba haciendo.
Las palabras que escuchó hicieron que chasquease la lengua y se acercara a ella. Tomó su mentón con una mano y la hizo mirarle a los ojos. Pudo ver las lágrimas agolparse tras la mirada ajena, pero no dijo nada al respecto.- Soy yo quien juzga quién puede servirme. -Le recordó.
Rompió esa cercanía dando un paso atrás, con suavidad, pero con firmeza, tomó una de sus manos para apartarla de su cuerpo, y después hizo lo mismo con la otra.- Sois una joven muy hermosa, Mihye, ¿por qué no debería dejaros servirme? -Su mirada era inquisitiva, pero en el fondo se estaba burlando un poco de ella, de su pudor, de su ingenuidad e inseguridad. Nunca había tenido a una muchacha a su servicio que no intentase buscar su favor metiéndose directamente en su cama, y eso le gustaba.- O quizá habéis hecho algo que pueda ofenderme y no soy conocedor de ello, ¿algún secreto que guardéis a vuestro príncipe?
Zhenjim — Palacio — con Mihye
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Se sentía completamente abrumada. Su desnudez, el calor del baño, la cercanía del príncipe y la propia desnudez del mismo… era demasiado para alguien que no había sido entrenado para algo como aquello. La supervivencia de su familia dependía de su servicio al príncipe, se lo habían dejado claro antes de llevársela. No podía fallarles.
El príncipe la hizo mirarlo y ella obedeció, no le dejó tampoco otro remedio con el toque en su mentón. Pero cuando la liberó, Mihye no bajó la mirada tampoco, continuó fija en los oscuros orbes del hombre. No resistió cuando él le apartó las manos del cuerpo, dejándola completamente desprotegida para su vista. Su voz era profunda, hechizante, era la voz de alguien que estaba acostumbrado a mandar y ser obedecido en el acto. Mihye no sintió el impulso de volver a taparse, no obstante sí que sintió que debía defenderse.
— ¡No, por supuesto que no! Os he jurado lealtad, sinceridad y obediencia. —era las mismas promesas que hacía una novia al casarse. Mihye era una novia de alguna forma también, no tendría una gran ceremonia ni una celebración posterior, pero pertenecía al príncipe, era su mujer, una de ellas.
— Es solo, que nunca me educaron para esto, la vida en la corte y el servicio a su alteza. Pese a que mi padre es de sangre noble, somos una familia humilde, vivimos en el campo. Lo único que sé hacer bien es bailar, por eso me presenté cuando pidieron voluntarias para servir en la corte a cambio de protección para mi familia. Pensé que podría entreteneros con mis bailes, pero… —calló, azorada, pero decidida a soltarlo todo de una vez.— No sabía que me convertiría en una de vuestras concubinas. No me quejo, asumo mi papel, pero no quiero fallaros, no sé como serviros. —esperó su sentencia entonces. No sabía qué podía pasarle, tal vez la mataría, decían que era cruel o, tal vez, la enviaría de vuelta a su familia. Aunque sin la protección de la nueva familia real no sabía qué sería de ellos.
El príncipe la hizo mirarlo y ella obedeció, no le dejó tampoco otro remedio con el toque en su mentón. Pero cuando la liberó, Mihye no bajó la mirada tampoco, continuó fija en los oscuros orbes del hombre. No resistió cuando él le apartó las manos del cuerpo, dejándola completamente desprotegida para su vista. Su voz era profunda, hechizante, era la voz de alguien que estaba acostumbrado a mandar y ser obedecido en el acto. Mihye no sintió el impulso de volver a taparse, no obstante sí que sintió que debía defenderse.
— ¡No, por supuesto que no! Os he jurado lealtad, sinceridad y obediencia. —era las mismas promesas que hacía una novia al casarse. Mihye era una novia de alguna forma también, no tendría una gran ceremonia ni una celebración posterior, pero pertenecía al príncipe, era su mujer, una de ellas.
— Es solo, que nunca me educaron para esto, la vida en la corte y el servicio a su alteza. Pese a que mi padre es de sangre noble, somos una familia humilde, vivimos en el campo. Lo único que sé hacer bien es bailar, por eso me presenté cuando pidieron voluntarias para servir en la corte a cambio de protección para mi familia. Pensé que podría entreteneros con mis bailes, pero… —calló, azorada, pero decidida a soltarlo todo de una vez.— No sabía que me convertiría en una de vuestras concubinas. No me quejo, asumo mi papel, pero no quiero fallaros, no sé como serviros. —esperó su sentencia entonces. No sabía qué podía pasarle, tal vez la mataría, decían que era cruel o, tal vez, la enviaría de vuelta a su familia. Aunque sin la protección de la nueva familia real no sabía qué sería de ellos.
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