Love at second sight

Original ৹ Ciencia ficción

Chico conoce a chica y...

Año 2030. Jeremy ya está en su primer año de universidad y ahora se lamenta de no haber aprovechado mejor su tiempo en el instituto. En concreto, de haberse animado a hablar con... Ella. Adelaide... La chica perfecta, o al menos para él. Lleva enamorado de ella desde hace años pero un pobre friki como él ni siquiera se atreve a decirle hola sin echarse a temblar, ¡pero si solo tiene un amigo! ¿Cómo va a intentar algo con... La maravillosa Adelaide? Es imposible. El instituto se ha acabado y, aunque a veces la ve por el campus, sus posibilidades se han visto reducidas de pocas a ninguna. Ha perdido su oportunidad con ella...

O no. Aaron, el hermano de su mejor amigo, está diseñando un experimento aún en fase de pruebas. Consiste en ayudar a personas con dificultades para relacionarse poniéndolas en otro contexto... En concreto, muchos años antes. Lo que ahora puede ser un pardillo, quizás en años anteriores sea una persona bastante popular, ¿no? Quizás viajar a una época anterior le dé confianza en sí mismo, ya que en los años 50 él sería un tío guay... ¿No? No es que termine de convencerle la idea, pero quizás un viaje en el tiempo le permita tener con la chica de sus sueños la oportunidad que no tuvo en el instituto.

En una realidad en la que ya se ha probado que la reencarnación existe, buscar a la Adelaide de la vida anterior cuando aún no haya acabado el instituto sería como una segunda oportunidad para él, ¡para una versión más guay de él a los ojos de la chica, además! Lo que no podía imaginar era que Adelaide y Cindy, su yo anterior, si bien eran físicamente idénticas no podían ser más diferentes en su personalidad... Y teme no saber cuál le gusta más de las dos.

Vale, se había propuesto no ser un stalker, ni un rarito, pero es que... ¡Había coincidido así! No había sido pretendido, de verdad. Estaba en la biblioteca estudiando cuando Adelaide entró y se sentó con su portátil en una de las mesas. Pues a la porra su concentración, ya estaba. - Tierra llamando a Jeremy. - ¡Sssh! - Silenció. El maldito de Michael, parecía que le leía la mente. Aunque tampoco había que ser telépata para ver la cara de tonto con la que se había quedado mirándola desde que entró hacía ya por lo menos diez minutos.

- Parece que tiene problemas. - Murmuró su amigo, como si eso fuera una buena noticia, apoyando el codo en la mesa y mirándole con una teatral expresión soñadora y la cabeza apoyada en su mano. - Podrías intentar resolvérselo. - ¡Por supuesto! - Respondió irónico, en un susurro urgente. - Iré y le diré, "hola, Adelaide, llevo observándote quince minutos y no tengo ni idea de qué te pasa pero puedo ayudarte". Seguro que no llama a la policía justo después. - Que penoso eres cuando te pones dramático. - Refunfuñó su amigo, bajando la mirada a los libros. Al pasar las hojas, dejó caer. - Prueba a invitarla a un batido. - Y frunció los labios para no reírse, mientras Jeremy le miraba con mala cara. - Qué gracioso. Quién me mandaría contarte nada. -

Al cabo de un rato avisaron del cierre de la biblioteca y se tensó por completo. Podría ser su momento, podría intentar un encuentro casual a la salida... Si no fuera porque, en lo que él se lo pensaba, ella salió disparada y, al parecer, de mal humor. Mejor lo dejaba para otro día, no era necesario tentar a la suerte cuando la chica estaba enfadada, le iba a mandar a paseo. Salió de la biblioteca, se despidió de Michael y se dirigió hacia la salida, pues sus clases habían acabado y le apetecía irse a casa. Los días de lluvia se concentraba mejor para programar, no sabía bien por qué, y para eso necesitaba su ordenador de sobremesa. Abrió su paraguas, se guardó la mano libre en el bolsillo y se dirigió cabizbajo hacia la salida... Y allí estaba. Se detuvo en seco y se quedó mirándola, otra vez. ¿No tenía paraguas? Oh, pues... Eso no le iba a sentar bien a su humor. Y quizás, ofrecerle acompañarla sería una buena baza... ¿No?

Tragó saliva. Vale, Jeremy, ¿qué es lo peor que te puede pasar? ¿Que te diga que no? Efectivamente, eso era lo peor que le podía pasar, y ya le parecía malo. Pero la pobre estaba sin paraguas... Aunque no fuera la chica que le gustaba, lo lógico sería ofrecerle ayuda. No quería pensar lo que le ocurriría a ese portátil y a esos libros si les caía semejante cortina de agua encima. - Eemm... Hola. - Dijo tímidamente. Tan pronto le miró, ya se arrepintió de hablar, estaba temblando entero. Pero ya había empezado. - ¿No tienes paraguas? - Y movió el suyo. Esperaba que eso se sobreentendiera.

¿Qué podría salir peor?
Que las amenazas se cumplieran y decidiera ponerse a llover de golpe. Y no cuatro gotas, sino una cortina de agua que tendría el efecto de un chapuzón en la piscina.
Tuvo que quedarse allí en la entrada cubierta, esperando a ver si escampaba.

Por supuesto, había escrito a sus amigos, en el grupo, pidiendo algún rescate.
Pero todos le habían dado largas. Menudos amigos. El que no estaba superocupado con alguna mierda que no se había molestado en leer, estaba de compras o preparándose para la fiesta.
Ganas no le faltaron de tirar el móvil y verlo ahogarse en un charco.

O estampárselo al tío que apareció justo a su lado por puro reflejo. La suerte es que lo contuvo.
- Menudo susto. Hola. -Saludó, por educación. Aunque bueno, esa cara de pardillo le sonaba de algo.
Alzó una ceja con disgusto cuando le hizo la pregunta del siglo.- Claro que lo tengo, es invisible, última tecnología, ¿no lo ves? -Respondió con todo el sarcasmo que podía y un gruñido de exasperación al final, girándose para no verle la cara.

Pero... un momento.
El pardillo sí tenía un paraguas.
Adelaide puso una cara más amable y se volvió a mirarle.- Disculpa, es que no tengo un buen día. -Trató de sonar más simpática, no era tan difícil.- Esto... sé que es mucho pedir, sobre todo después de la forma en que te he tratado, pero me preguntaba si... -Se mordió el labio y se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja con una timidez que no sentía en absoluto, pero que sabía que no fallaba.- Es que tengo que terminar un trabajo y si no vuelvo pronto al piso tendré que quedarme toda la noche haciéndolo. -Explicó, intentando dar más pena todavía.- Quiero decir, ¿te importaría? -Señaló el paraguas.- No tienes que acompañarme todo el camino, podría coger un taxi, aunque no es que viva tan lejos claro.

Tragó saliva y bajó la cabeza, colocándose las gafas. - Perdón. - Musitó. La había asustado, claro, es que apareciendo así... Todo por culpa de su puñetero amigo, de verdad. Al menos la chica le contestó... Ya, claro, para lanzar una ironía. Hizo una mueca resignada con la boca. Pues nada, buen intento, pensó. Empezaba a plantearse que sus oportunidades para ligar se iban a limitar a otras épocas, porque en esta le iba de pena.

Cuando ya iba a volverse con el rabo entre las piernas, ella se disculpó. Parpadeó. ¿Eso estaba pasando de verdad? O sea... ¿Adelaide, esa diosa caída del cielo a la que llevaba adorando con su pobre corazoncito de nerd desde hacía más años de los que estaba dispuesto a admitir, estaba mirándole con una sonrisa y disculpándose? Vale, ahora era cuando NO tenía que quedarse sin palabras, boqueando como un pez fuera del agua, si no quería que aquel rayo de luz se apagara para no volverse a encender.

No era fácil lo de encontrar las palabras, porque esa chica tan guapa, por fin mirándole y hablándole como a un ser humano normal, mordiéndose el labio y tocándose el pelo... Se iba a desmayar. Oficialmente se iba a desmayar, tal era su desesperación que miró de reojo hacia el interior del edificio, buscando la mirada cómplice de Michael, o una pista, una indicación, socorro, algo. Al cruzarse sus miradas, este empezó a hacer aspavientos exagerados que parecían querer decir "como pierdas esta oportunidad, te mato, ¡céntrate!". Tragó saliva y volvió a mirar a la chica. Uf, como costaba mirarla directamente a la cara, tan cerca, porque en fin, es que encima era aún MÁS guapa de cerca. Qué tentación de agachar la cabeza como una tortuguita y que simplemente hablara ella. ¿Cómo lo había hecho con Cindy? Venga ya, ¡físicamente eran iguales! No podía ser tan complicado. No debería, al menos.

- ¡No, no, claro! - Demasiado efusivo. - O sea, sí. - Y confuso. Carraspeó un poquito, recolocándose las gafas. - Te acompaño. Si por eso he venido. - ¡Vaya! - ¡Quiero decir! Que te he visto y... Parecías agobiada. - Tragó saliva. Madre mía, cualquiera diría que ya había practicado. - Si no vives lejos, no me importa acompañarte. - Vale, eso estaba un poco mejor. Aunque... Se había quedado parado, callado. ¿Y si abres el paraguas? Le regañó esa voz de su interior que parecía ir bastante más rápido que él. - Oh, claro. - Dijo, como si le respondiera a dicha voz, lo cual se arrepintió automáticamente de hacer porque debía haber quedado de lunático total. Abrió el paraguas y sonrió tímidamente. - No es última tecnología de invisibilidad, pero protege de la lluvia. - Comentó, añadiendo una risa nerviosa detrás. Puf, tremendo chiste malo, vamos. Mejor se callaba. - Bueno, esto, tú me indicas. -

"Vamos, Adelaide, demuestra que puedes ser paciente"
Tenía que animarse a sí misma mentalmente porque aquel chico solo boqueaba sin decir nada y no quería terminar soltando una bordería que espantase su improvisada salida.
A ver, que lo entendía, impresionaba. Y además, estaba siendo amable, cosa que no pasaba a menudo, o nunca. Para aquel tío debía ser como estar viendo un unicornio. Comprensible, pero... no tenía tiempo para perderlo ahí esperando a que aceptara.
Porque, evidentemente, iba a aceptar.

¿O no?
La confundió por un momento con esa negativa, y afirmativa.
Hasta que por fin arrancó del todo.
Aunque las cosas que dijo la hicieron decidir que no iba a dejarle saber dónde vivía exactamente, podía pasarlas por alto por el camino.

- ¡Estupendo! -Sonrió, aceptando el paraguas, aunque tuviera que ser con persona incluida.- Sí, está cerca, subiendo por la avenida y girando. -No diría a dónde por si había que salir corriendo.- Gracias, de verdad. -Siempre simpática y agradable, hasta que el favor terminase.

Esperó a que decidiera abrir el paraguas, mirándolo con poco disimulo.
La bromita de la invisibilidad fue lamentable, pero se rio.- Qué gracioso. Si al final lo único bueno es lo de siempre. -Añadió, dándole la razón, al menos en algo.- Es por aquí.

Empezaron a caminar y Adelaide decidió que lo mejor era asegurarse de que no era un acosador, así que se esforzó en recordar de qué le sonaba su cara, porque le sonaba muchísimo, hasta que por fin se acordó.- ¿Tú no eres el chico con el que me encontré en la cafetería el otro día? Claro, que íbamos al instituto... -Consiguió recordar, incluyendo lo de que le tenía que sonar de antes. Qué poca retentiva tenía con la gente poco interesante. Aunque bueno, eso le bajaba puntos de acosador... o no tantos.- ¿Jefrey?

Sonrió avergonzado y agachó la cabeza cuando le dio las gracias, con una cara de tonto importante, estaba seguro, y teniendo que recolocarse las gafas porque, de tan agachado que iba, se le estaban resbalando. Sonaba bastante sincera... Quería pensar. Seguro que Michael no pensaba igual, ¿pero estaba Michael ahí? No. Estaba él. Con Adelaide. Bajo el paraguas. Vale, mejor no se lo repetía demasiado a sí mismo, a ver si se iba a desmayar de la propia tensión.

La miró en un principio un tanto sorprendido, pero la cara de bobo no la perdía. De hecho se le escapó una risilla aguda de pardillo total. Pero es que... Le había hecho gracia su broma. O sea, increíble. ¿De verdad había funcionado tanto la terapia esa del viaje en el tiempo? Le parecía magia, vamos. Es que como ese día se enterara de dónde vivía Adelaide (tampoco es como que pensara presentarse en su casa, pero le parecía un GRAN avance) y consiguiera, y esto sí que era importante, caerle bien a la chica... Pensaba ir a Aaron y plantarle dos besos y darle el abrazo de su vida, vamos. Entre lágrimas si hacía falta... Qué desesperado estaba.

No dijo nada con sus indicaciones, solo asentía y se esforzaba lo máximo posible porque no le cayera ni media gota de agua, ya se pusiera él como una sopa por un lado, le daba igual. Aunque de repente ella le hizo una pregunta que a su cerebro debió parecerle muy complicada. - ¿Eh? - Respondió, empanado. Sacudió la cabeza. - Oh, em, sí, sí. Era yo. - Rio nerviosamente. Tragó saliva y asintió con un poco menos de histeria, porque vaya tela. - Íbamos al instituto juntos, sí. - Bueno, a ver, eso que estaba pasando tenía dos posibles interpretaciones: la mala, que era pensar que en todos esos años ella ni siquiera estaba segura de conocerle, o la buena, que era que, sea como fuera, le había reconocido. No sabía cuál de las dos le ponía más nervioso. Volvió a quedarse aturdido cuando le preguntó su nombre. - Jeremy. - Puntualizó, y luego trató de sonreír tímidamente. - Pero vamos, que si me quieres llamar Jeffrey no me importa. - Comentó con una risilla, y se dio cuenta de lo tremendamente IDIOTA que había sonado, así que carraspeó levemente. - O sea, que suenan parecidos, quiero decir... Da igual, era broma. - Casi. Casi establece una conversación normal. - ¿Tú... Eras... Adelaide? - A ver. Sabía perfectamente quien era pero no quería quedar de acosador, pero tampoco quería ofenderla pensando que no la conocía de nada. Esperaba haber quedado lo mejor posible.

Vale, ¿y ahora qué? Quizás debería sacar un poco más de conversación. Tragó saliva, mirando nervioso el entorno, esa manta de agua que caía. - Y, eemm... - Se aclaró la garganta otra vez. - ¿Estudias informática? - Sacudió la cabeza. - Quiero decir, que yo estudio informática y, bueno, no te he visto por allí, así que intuyo que... No estás... Estudiando eso. - Madre mía. No salía corriendo porque estaba diluviando, lo tenía claro.

Estaba segura de que había hecho una pregunta sencilla. No es que tuviera que pensarse mucho para decir sí o no era el chico de la cafetería. Bueno, uno de los dos, ahora que lo pensaba estaba segura de que había otro. O de si iban juntos al instituto.
Pero igualmente a Jeffrey, le costaba hablar. Quizá tuviera una especie de neurona suelta en algún punto entre su cerebro y su boca... como si fallase un cable o algo.

- Entonces de eso me suena tu cara. -Reconoció cuando por fin afirmó que era él.- No iba a poder dormir sin saberlo. -Menuda mentira, en cuanto entrase en casa se volvería a olvidar de él y, con suerte, no volvería a verle.
También se había equivocado con el nombre, ahora era Jeremy.- Está bien, no pasa nada. Al menos no me he equivocado mucho. -Que bien podría haberle dicho que se llamaba Wilfred y quedarse tan ancha. Pero al parecer su cerebro guardaba algo de esa conversación en su subconsciente, rarezas dignas de estudio.- Jeremy, entonces.
Lo que no le hizo tanta gracia era que él preguntase su nombre. No estaba acostumbrada a que alguien fingiera, porque estaba segura de que era fingido (no se lo explicaba de otra forma), no conocerla. Así que solo asintió con un gesto y un sonido a boca cerrada.

Siguieron andando, Adelaide solo podía pensar en lo cerca que estaba el final de la avenida para no tener que seguir aguantando aquello. Pero el tal Jeremy quería sacar conversación al parecer.
Le miró por un momento con algo de incredulidad, ¿tenía cara de estudiar informática? A ver, que ya sabía que a ella le pegaba algo más como modelo, diseñadora o algo donde se pudiera aprovechar su maravilloso físico, pero hay una escala muy grande entre eso e informática. Claro que intentó no arrugar la nariz al pensarlo, porque se veía que él sí que iba de ese palo.

- Administración y dirección de empresas. -Respondió sin más, como si no significase nada, como si no estuviera deseando ver la admiración en sus ojos al pensar en una chica como ella enfrentándose a una carrera tan masculina e importante.- Supongo que nuestros campus no coinciden, por eso solo nos hemos visto en la cafetería o en la biblioteca. -Intentaba sonar amable, pero estaba intentando hacerse un croquis de sitios donde le podría evitar.

Al llegar al cruce, le hizo una señal para girar hacia la derecha, donde estaba una de las residencias oficiales de la universidad, así como bloques de pisos y alguna que otra casa de hermandad.- Ya estamos llegando, no te molestaré mucho más.

La miró con una sonrisa estúpida durante unos segundos, y luego bajó la cabeza, porque en fin, se le iba a notar un montón que las mariposillas de su estómago casi se le ven por fuera. ¿En serio no iba a poder dormir esa noche si no le resolvía de qué le conocía? Que, a ver, dicho así parecía como si él tuviera especial interés en quitarle el sueño o algo, que no era el caso, era solo que... Bueno, que suponía que era una forma de hablar que... Y que lo que había querido decir, era que pensaría en él o... Algo...

Puso gesto de interés y asintió lentamente cuando dijo qué estudiaba, como si él no lo supiera de sobra. Pero es que iba a quedar de stalker total si lo reconocía, así que nada, tocaba hacerse el ignorante y, por supuesto, el interesadísimo. Lo bueno de todo eso es que al menos a partir de ahora ya podía no fingir que no sabía perfectamente lo que estudiaba. - Claro. - Dijo con una risilla boba cuando mencionó que sus campos no coincidían. Se ajustó las gafas. - Aunque, en realidad, supongo que hay mucho en común. Quiero decir, para hacer finanzas necesitáis ordenadores, y la programación no sería nada sin... Números... Y eso. - Había empezado muy seguro pero se había ido desinflando conforme avanzaba la frase. ¿"La programación no sería nada sin números"? ¿¿En serio, Jeremy?? Ojalá volver a tener a Aaron por el pinganillo dándole indicaciones.

Se aclaró un poco la garganta, disimulando. - Sé que... Hay personas de mi clase que tienen... Asignaturas en común con tu carrera y eso. O sea, no sé si son informáticos que tienen asignaturas de finanzas, o gente de finanzas con... Cosas. En mi carrera. Vamos, asignaturas. - Tragó saliva. - Me refiero a que... Quién sabe, a lo mejor hasta coincidimos en clase algún día. - Rio, nervioso. No, por la cara que estaba poniendo Adelaide, algo le decía que eso no iba a pasar.

Tragó saliva otra vez y puso la mirada al frente. Mejor se estaba calladito, aunque si se estaba calladito, entonces ¿cómo iba a conocerle la chica? ¿Cómo iba a querer algo con él? Aunque le daba en la nariz que iba a querer cada vez menos con él a medida que más hablara. Sin embargo, la miró un tanto sorprendido (quizás demasiado expresivo en el respingo) cuando dijo que no le molestaría más. - ¡No, no, qué va, no molestas! - Rebaja, Jeremy. - O sea, no es molestia para nada. - Eso ya lo has dicho. - Que puedo... Acompañarte... Donde necesites... Y el tiempo que necesites... -

Y el premio a la conversación más aburrida de su vida se lo lleva... ¡Jeffrey! Perdón, Jeremy lo que sea.
¿De verdad que iban a entrar en un debate sobre si la informática tenía alguna relación con su carrera? Pues al parecer sí...

- Supongo que eres de los que defienden que la calculadora fue el primer ordenador. -Intercedió ella.- Pero no necesito saber cómo es por dentro o funciona para poder utilizarla. Y lo mismo con todos los programas que manejamos actualmente. -Bastante tenía con ser de las pocas personas capaces de recordar las fórmulas necesarias en cada uno sin necesidad de una chuleta.

Pero sí, suponía que podía haber gente con asignaturas comunes en sus carreras, aunque no sería ella parte de ese grupo, seguro. La informática era cosa de frikis, como el ejemplo andante que le sostenía el paraguas.- Supongo que habrá alguna asignatura libre en común. -A la que ella no se había apuntado, claro. Pero eso no lo dijo para tratar de seguir siendo amable.

Lo de ser una molestia lo había dicho por cumplir, básicamente. Ya sabía que ella no lo era y menos cuando se estaba esforzando tanto por actuar como alguien simpático y agradable. Pero no se esperaba la reacción del chico. Acababa de ganar los puntos de acosador que había estado perdiendo conforme andaban.- No hace falta. Pero gracias igualmente. -Sonrió, porque tampoco estaba en posición de hacer mucho más.- De todos modos, ya hemos llegado. -Anunció ante el edificio de pisos donde estaba su cuarto.- Gracias de nuevo por acompañarme. Has sido muy amable. -Pronunció asegurando sus cosas un momento.- Supongo que nos veremos por ahí. -Sinceramente esperaba que no fuera así, pero era la mejor forma de darle largas y escaquearse para subir los tres escalones de la entrada.

Jueves a las seis. No es como que hubieran quedado exactamente ESE jueves a las seis, pero Jeremy solo con imaginarse que Cindy pudiera llegar a esperar verle al salir y que no estuviera allí, se ponía muy nervioso. Le había dado una tabarra tremenda a Aaron toda esa semana con "si tendría un huequecito el jueves a las seis porque ya que había hecho el primer intento pues estaría bien continuar a ver cómo iba", y el pobre psicólogo le había repetido ya hasta la saciedad que eran viajes en el tiempo, que podía ir literalmente cuando le diera la gana. Se iba conforme... Pero a las dos horas se volvía a rayar otra vez. Es que no quería dejar a la chica plantada, de verdad que no. Que a lo mejor iba y ni se acordaba de él, pero... Bueno, eso, por si acaso.

Aaron jugó bastante con su paciencia porque tardó en tener un hueco dos semanas, y él atacado en el proceso (y Michael burlándose de él, como no). El hombre seguía insistiendo en que no había ningún problema en ir el jueves que él quería ir independientemente de cuanto tiempo hubiera pasado en el presente. Bueno, vale, él era el experto, y lo que decía tenía sentido... Dentro de todo el sentido que tenía ligar con alguien del pasado. Uh, que no le oyera Aaron eso. Le había dejado muy clarito que solo eran PRÁCTICAS, y la verdad es que cada vez le notaba el tono más escéptico, todo por culpa de su impaciencia y su insistencia. Todavía se quedaba sin ir.

Pero no, fue, sí que fue. Soltó aire por la boca y escuchó al hombre, que le hablaba por el pinganillo. - Ya, ya. Estoy tranquilo. - Carraspeó un poco y se removió. Hacía un día bastante soleado y bonito, y había tantísima gente por el campus (vaya, la mayoría masculina era abrumadora, y él no tenía la autoestima como para verse entre tantos competidores que, encima, conocían esa época y lugar mejor que él...) que empezaba a sentirse un poco incómodo. Se removió ligeramente. - Ya, ya. Solo con ella, entendido. - Sí, gracias, Aaron, por decirme que no socialice con nadie más, como que yo habitualmente socializo con mucha gente. No lo hacía en el presente, lo iba a hacer en el pasado.

Al fin, la vio salir de la biblioteca, con sus libros en la mano y un vestidito que parecía sacado de greasse. Sonrió como un tonto y movió la mano tímidamente para hacerse notar, y... Oh, le había sonreído. Le había visto y le había sonreído. El día que la Adelaide del presente le hiciera eso, iban a tener que recogerle desmayado del suelo. Por lo pronto, esperaba, le quedaba una bonita tarde con Cindy por delante... Para practicar. Sí, eran prácticas. Que no se le olvidara.

Jueves a las seis.
Estaba muy nerviosa. Era la primera vez que quedaba con un chico así. Ella que apenas iba aún a fiestas donde hubiera chicos. Martina había sido muy amable y se había ofrecido a esperarla a la hora de la vuelta para acompañarla a casa y que sus padres no se enterasen, porque si les llegaba cualquier rumor de que estaba sola con un chico en la calle seguramente no podría volver a salir en un mes... y eso como poco.

Se había puesto una de sus camisas favoritas, a juego con la falda amarillo claro que recordaba a la vainilla del batido que se había tomado con él. Que no es que fuera importante, pero le parecía un bonito detalle. Recogió su pelo en una coleta e intentó no mancharse en clase. Por suerte aquel día en economía doméstica tocaba costura, así que había menos peligro. Ya casi estaba terminando de hacer el que sería su vestido para el baile, siguiendo el modelo de una revista de moda. Estaba muy orgullosa de cómo le estaba quedando, a decir verdad.

Como habían quedado a las seis, fue a la biblioteca como cada jueves con sus amigas, pero apenas pudo estudiar, más atenta del reloj que de otra cosa. Cuando las campanas de la plaza sonaron, recogió todo y salió, esperando no demorarse mucho.
Sonrió cuando nada más salir a la calle pudo ver a Jeremy frente a la entrada. Le devolvió el gesto con la mano y bajó los escalones hasta llegar a él.

- Hola, Jeremy. -Saludó alegre.- ¿Llevas mucho esperando? Espero no haberme retrasado. -Comentó, revisando en cualquier caso el reloj de su muñeca.- ¿Qué tal has estado esta semana? ¿Te gusta la ciudad? -Preguntó con amabilidad, pensando que sería un buen punto para comenzar a hablar.

Vale, a ver, tranquilidad. Porque iba a llegar la chica hasta a él y seguía como un flan, con una sonrisilla estúpida que no sabía cómo se quitaba. En serio, ¿cómo se sonreía normal? Ahora no sabía cómo se suponía que tenía la boca siempre.

- Hola. - Dijo con, por supuesto, esa sonrisa boba con la que a partir de ahora, al parecer, iba a tener que aprender a coincidir. Su siguiente pregunta le hizo reír como un estúpido, y luego se dio cuenta de que solo tenía gracia en su cabeza. Si llevaba mucho esperando, ya, ¿y ella? Era la que vivía en el pasado ¿no?... Lo dicho, solo tenía gracia en su cabeza, así que rápidamente carraspeó y contestó como si nada. - No, no, qué va, he llegado ahora mismo. - Arqueó las cejas e intentó hacer lo que supuestamente sí era una broma con gracia. - Puntualidad alemana. - Vale ¿esa broma se hacía también en los años cincuenta? - Es, es que, he estado en Alemania. No, no es verdad. Es una broma. No tiene importancia. - Que sí, que ya, que tranquilo. Aaron se lo estaba diciendo por el pinganillo como si no lo supiera. Es que no era tan fácil.

Volvió a carraspear para reconducir y se recolocó las gafas, escuchando su siguiente pregunta. Oh, la ciudad. - Puees... - Vale, ya ni podía mentir más, que suficiente tenía con no contar el pequeño detallito de que venía del año 2030, ni se veía con habilidad para hacerlo. Cindy le iba a pillar e iba a quedar de mentiroso encima. - Lo cierto es que... No mucho. - Eso había quedado fatal. - O sea, quiero decir. No he salido mucho. Es que... Ha sido una semana... - Hizo un gesto con la boca, soltando aire entre los labios y haciendo un sonido que parecía una trompeta desafinada, abriendo mucho los ojos para dar énfasis... Lo dicho, idiota. - Estresante. - ¿Existía el estrés en los años cincuenta? - O sea, pufff... Muy... Buaa... - Genial elección de vocabulario, Jeremy. Ah, Aaron acababa de chivarle una palabra. Estupendo. - Muy intensa. Eso, sí, intensa, esto... Es que me han puesto varios parciales y... En fin, los ordenadores no se programan solos, ya sabes. - Rio nerviosamente otra vez, rascándose la nuca. ¿Y si se callaba?

Bueno, al menos debería dar alguna respuesta MEDIO NORMAL aunque fuera a su pregunta. - No he tenido mucho tiempo de salir... - Y entonces Aaron le dijo algo. ¡¡Claro!! ¿¿Cómo no se le había ocurrido antes?? Menudo idiota. - Me preguntaba si... Me enseñarías el campus. O los alrededores. No he... Eso, no he tenido mucho tiempo de conocer la ciudad... Podrías... ¿Enseñármela tú? - ¿Por qué había dicho lo último en forma de pregunta? Bueno, qué más daba. Ya iba a tener mucha suerte si Cindy no salía corriendo en el acto.

Se sintió aliviada al escuchar que acababa de llegar. Que también podía haberlo dicho solo para quitarle importancia a su retraso, pero al menos si era así no parecía molesto y eso la hacía sentir mejor.
Abrió los ojos de más cuando dijo que había estado en Alemania, para luego decir que era una broma. Se rio un poco y negó con la cabeza.- Mi padre también utiliza esa expresión, no te preocupes. -Reclamaba puntualidad en todo, otra de las cosas en las que era estricto.- Pero resulta curioso que siempre digas que has estado en algún país diferente. -Bromeó un poquito a su costa.- ¿Alguna vez has ido a Europa? Porque quizá te gustaría, siempre mencionas uno de allí. -En su primer encuentro fue Italia, ahora Alemania... ya le gustaría a ella poder visitarlos todos.

Pero eso no era lo importante, claro. Sino si Jeremy había tenido buena semana y tiempo para conocer la ciudad.
- Vaya, qué pena. -Respondió con una expresión que acompañaba sus palabras al escuchar que no había podido ver mucho porque había estado demasiado ocupado en la universidad.- Seguro que cuando pasen los exámenes tienes tiempo de todo. -Quiso pensar, optimista como de costumbre, que le darían un poco de tregua. Después de todo, había llegado no hacía mucho.

Claro que no esperaba que quisiera que ella le enseñase la zona. Así que le miró un poco sorprendida por un momento, mientras sus mejillas se coloreaban un poquito.- Oh, ¿quieres que yo sea tu guía? -Preguntó, como si no le hubiese entendido. Pero era por los nervios.- Vaya, nadie me había pedido eso nunca. -Era normal, porque de momento siempre se relacionaba con personas de allí.- ¡Pero claro! Te puedo enseñar Hill Valley -Aceptó con una sonrisa mostrarle el barrio en el que estaban.

- Aunque no es que haya mucho que enseñar, si te soy sincera. -Comentó con una sonrisa algo torcida.- Ya has visto la biblioteca y la cafetería, que son los lugares donde más tiempo paso, aparte de casa y el instituto, claro. -Bromeó un poquito mientras empezaban a caminar.- Por aquí está la calle principal. Es donde se encuentran la mayoría de los comercios, así que es el lugar al que acudir si necesitas cualquier cosa. -Podría ser evidente, pero quizá aún no había visto mucho de allí, salvo por la cafetería que estaba al otro lado de la fuente.- Dicen que será reformada después de las próximas elecciones. Pero nadie está seguro de cómo lo harán. -Se encogió un poco de hombros. Había quien decía que echarían abajo el teatro y lo harían de nuevo, o que abrirían otro cine y tiendas más importantes se trasladarían allí.

- Más adelante queda la plaza del ayuntamiento, que es donde está la torre del reloj. Seguro que la has podido ver de lejos.

Ah, genial, usaba los chascarrillos de su padre. O sea, él viniendo del futuro para ser más guay y haciendo LAS MISMAS BROMAS que un señor que en los años cincuenta ya tenía una hija de su edad. En fin. Daba pena absoluta, pero delante de Cindy solo sonrió tímidamente. En lo que se maldecía a sí mismo, Cindy le hizo una pregunta complicada. Bueno, para Jeremy todas las preguntas que vinieran de chicas eran complicadas. - ¿Eh? Ah, pues... - Carraspeó un poco. - Sí que estuve en Italia, pero era muy pequeño, no me acuerdo casi de nada. Y... Iba a ir a Inglaterra con... bueno, el instituto, y eso, pero al final no fui. Me puse malo. - Genial. Más pardillo, imposible. Se rascó la nuca, bajando la mirada. - Igualmente, no era... O sea, era un viaje muy largo y... Pero sí. Me gustaría ir a Europa. ¿Y a ti? - Eso, mejor le rebotaba la pregunta a ella.

Se encogió de hombros con una sonrisa tímida. Esa chica era adorable, preocupándose por si había visto cosas y por sus exámenes y eso. La verdad... Es que después del último encuentro con Adelaide, en el que casi ni se había aprendido su nombre... Qué diferencia. Pero no, no iba ahí a comparar... Bueno, un poco sí, o sea, no, él iba a practicar. Pero es que eran físicamente tan idénticas...

Salvo en eso. Juraría que no había visto a Adelaide ponerse colorada en la vida, y... Oh, qué bonita estaba. - Claro. - Dijo con una risilla avergonzada, con las manos en los bolsillos, aunque luego encogió un hombro, temiendo haber sonado demasiado directo. - Bueno, si tú quieres. - Pues vaya dos con la timidez, así iban a llegar muy lejos. Parpadeó, porque su frase le sorprendió. - Ah ¿no? - ¿Y eso es bueno o malo? Pensó después, pero al menos no manifestó su absoluta inseguridad. O sea que él había sido el primero en pedirle algo... Quería pensar que ya era un avance. Sobre todo porque accedió a hacerlo. ¡Genial!

Caminó junto a ella, y lo cierto es que se embobó un poco escuchándola hablar, y eso era un problema, porque se estaba perdiendo lo que le estaba diciendo. Mal asunto no enterarse, entre otras cosas porque, en fin, ¡no vivía allí! No iba a colar que al próximo encuentro tampoco supiera donde estaban las cosas, iba a parecer tonto. - Tomo nota. - Dijo con una risilla a lo de los comercios, tratando de centrarse lo máximo posible en sus palabras. Lo de las elecciones le hizo gracia y estuvo A PUNTO de decir que cuando llegara a su época lo comprobaría y se lo confirmaría si quería, de hecho hasta abrió la boca, pero se contuvo a lo justo. Menos mal. Eso sí que no iba a colar como broma. - Bueno, en elecciones siempre prometen cosas. - Eso estaba casi seguro de que no había cambiado a pesar de la época.

- Sí, la he visto de lejos. - Mintió, con una sonrisa. Y entonces, Aaron le habló... ¡Aaaah, claro! Si es que se le escapaban las mejores, menos mal que el psicólogo estaba ahí al loro. - Pero no he llegado a ir. Podemos... Me la puedes enseñar, si quieres. - Sonrió tímidamente de nuevo. - Y así conozco... Más sitios... Al fin y al cabo, está más cerca de Europa. - Y volvió a reír brevemente... Anda que, tremenda tontería había soltado otra vez...

Cindy sonrió al escuchar que sí que había podido estar en Europa alguna vez. En Italia, de pequeño. Vaya, tenía que ser emocionante conocer un sitio tan interesante siendo pequeño. Era una pena que por eso tampoco recordase gran cosa. Pero lo entendía un poco, porque a ella la llevaron al Gran Cañón y la verdad es que lo tenía todo un poco difuso en su cabeza.
- Vaya, es una pena que no pudieras ir. -Respondió en un tono sincero, porque sí que le habría gustado a ella tener la oportunidad de visitar otro país con el instituto. En su caso solo les llevaron a la playa.
La pregunta le fue devuelta y asintió con una sonrisa amplia.- Sí, también me gustaría conocer Europa. Hay muchos lugares que visitar y con una historia impresionante. -Le gustaba la historia y los monumentos, desde siempre.- Pero no es un viaje que pueda hacer por ahora. -Se encogió un poco de hombros. Sus padres no la dejarían ir sola y dudaba mucho que cuando se casara pudiera hacer grandes viajes tampoco.

Caminaron por la avenida principal, y ella le fue señalando los lugares que suponía que podrían interesarle para irse habituando en sus primeros días. Claro que quizá él solo pudiera conocer más del barrio y la ciudad con tranquilidad. Tampoco es que ella saliera demasiado o visitara muchos sitios sola, así que casi siempre iba a los mismos establecimientos.
Supuso que tenía razón sobre las elecciones, siempre hacían promesas, esperaba que algún día las cumplieran. Aunque en este caso, si le preguntaban a ella, no creía que hiciera falta ningún cambio. Le gustaba tal y como estaba. Tenía su encanto.

Sonrió de nuevo, manos sujetas a su espalda cuando dijo que había visto de lejos el reloj del ayuntamiento. No le extrañaba, llamaba mucho la atención. Pero entonces propuso que le acompañase y ella asintió alegre.- Claro, podemos ir y pasear por la plaza, es como un jardín, con bancos blancos y césped. Espero que te guste. -A ella le gustaba sentarse allí con sus amigas, hacer algún picnic. Era agradable.
Aunque no comprendió el comentario sobre Europa y la risa de Jeremy, así que le miró un poco confusa mientras avanzaban.- Vaya, eso no lo he entendido bien. ¿Por qué más cerca de Europa? -Se preguntaba si era cuestión de orientación, si estaba más hacia el este, pero lo cierto es que no estaba segura.

Bueno, al menos iba a pasear con ella, y era cierto que el lugar era bonito. Bien, bien, iba bien, quería pensar que iba bien. Ahora solo tenía... que saber sacar un tema de conversación... solo eso... claro, como que para él eso era facilísimo. Por eso estaba intentando ligar con una chica usando una máquina del tiempo, porque se le daba genial pasear con mujeres y sacarles conversaciones. Si es que...

Ya se iba a meter en su bucle de pánico particular, lo cual no iba a ayudar exactamente en nada a lo que tenía que hacer, cuando ella le lanzó una pregunta. - ¿Eh? - Contestó como un idiota. - ¡Ah! - La broma, claro. Eso, Jeremy, ¿qué has querido decir con más cerca de Europa? Ojalá lo supiera él mismo, pero no iba a ser en absoluto el caso porque lo había lanzado sin pensar. Si es que, ¿¡para qué hablaba!?

Vale, trata de recordar el hilo mental que has seguido. Reloj, reloj... Europa... Vale, creía que lo tenía. - Ah, em... Me refería... A... Por el Big Ben... Que está... O sea, el reloj de Londres... Ese... Así como grande... - Se rascó la nuca y negó, con una sonrisilla nerviosa. - Perdona, no tiene ningún sentido. Normal que no lo hayas entendido. Ni yo lo he entendido. O sea, sí. Pero que es una tontería, vamos. - Cállate. Ya de por sí estaba todo mal con la broma, pero es que encima lo estaba empeorando.

- ¿Y nos podemos sentar en el césped? - Cambio radical de tema, pero le había parecido entender que eso a la chica le gustaba, y además había mucha gente por allí sentada. - En mi... - Uy. Había estado a punto de decir "en mis tiempos", y eso ya sí que iba a ser una liada como el Big Ben de grande. - ...Universidad, o sea, donde estaba yo antes, no... No te dejan... Vamos, la gente se sienta, pero... Por cuidar las plantas, y eso... - Estás quedando de raro total. - ¡Se ve muy bonito! - Exclamó. Menudo lunático debía estar pareciendo. - Y... ¿qué más cosas hay por aquí? -

Esperó con paciencia a que Jeremy le explicase aquella broma.
Cualquier otro chico seguramente le habría quitado importancia sin más o incluso dicho que ella no lo entendería. Pero él no, se esforzaba por explicarle lo que no comprendía a pesar de que no le salían las palabras.

- ¡Ah! -Exclamó cuando al fin lo entendió.- Supongo que sí, que es cierto. -Asintió.- Claro que el de Londres es mucho más grande, solo lo he visto en fotografías y en televisión. -Mencionó, tratando de recordar cuándo fue, pero sí tenía muy clara la imagen de aquel reloj en el palacio.- Bueno, tiene algo de sentido. -Quiso animarle cuando se quitó importancia.- Los dos son relojes importantes... aunque este lo sea solo para nosotros. -Intentó bromear.

La pregunta sobre el césped la extrañó también, pero cuando dijo que en la universidad no les dejaban le pareció más raro. Bueno, lo de cuidar de las plantas tenía sentido, pero... nunca había pensado que hubiera nada de malo en sentarse en el césped.- Sí, podemos sentarnos, nadie nunca se ha quejado. -Comentó ella.- A veces, mis amigas y yo venimos aquí de picnic. Es un buen sitio. -Expuso y le invitó a sentarse con ella en un rinconcito cómodo.

Pensó un poco las demás cosas que había.- Además de las tiendas... Hay dos restaurantes importantes. En casa siempre celebramos los cumpleaños en Orson's, a mi padre le encanta el solomillo wellington de allí. -Mencionó divertida. Ni siquiera su madre lo hacía tan a su gusto a pesar de los años practicando.- También hay algunos... lugares de ocio. Pubs. -Aclaró tras encontrar la palabra que no solía formar parte de su vocabulario.- Pero yo no he estado nunca. -Una hojita le cayó sobre la falda y empezó a jugar con ella.- Es un pueblo pequeño, no tenemos tantas cosas como en la ciudad, supongo. -Mencionó, sintiéndose un poco pequeña al lado de Jeremy, que seguro que había visto mucho más lugares interesantes y se sentiría un poco decepcionado.

Rio cuando ella dijo que su broma tenía cierto sentido e intentó buscar incluso más puntos en común. Vaya... eso era... ¿raro? O sea, no más raro que él hablando de relojes, obvio. Se refería a que era raro que una chica no le mirara como si fuera idiota y que incluso le siguiera la broma. Y se sentía bien...

Se sentaron juntos en el césped y, cuando se vio allí, con esa chica tan bonita, tan simpática, con esa ropa tan de la peli de Greasse (ella y todos los que le rodeaban, vaya) y hablando del entorno, pensó ahora es cuando Aaron me dice que todo esto no ha sido más que una enorme broma y que ni siquiera me puede ingresar en psiquiatría porque no hay unidad que pueda tratar a alguien tan tonto como yo. Sin embargo, y a pesar de que por dentro seguía en discusión continua consigo mismo, atendió a la chica, sonriendo a sus palabras. Y encima le caía una hojita en la falda, y se la veía tan mona jugando con ella... Si es que todo aquello parecía como un sueño.

No te cuelgues de una tía que en tu época está muerta, sonó en su cerebro la voz de Michael. Maldita sea... pero es que era adorable... Y total, no es como que en su época hubiera muchísima gente que fuera a echarle de menos. Solo tenía que aprender a no meter la pata con lo de la temporalidad y ya estaba. Lo que sí que sonó ahora, pero no en su cabeza sino en su oído, fue la voz del psicólogo diciéndole que debería meter baza, que llevaba mucho rato callado. Casi dio un respingo en el sitio. Estaba en su mundo por completo.

Menos mal que había atendido lo suficiente como para escuchar a la chica. - Bueno, pero los pueblos pequeños con sus cosas pueden ser muy divertidos. La ciudad es caótica, y a veces la gente pasa bastante de ti. Como que... hay tanta gente, que la mayoría les estorba, y van a los suyos. Y tienen tantas opciones que acaban cansados de todo. - Se ruborizó de repente y bajó la mirada. - Perdona, dudo que quieras ahora una clase sobre filosofía rural VS urbana. - Bromeó entre risas, y su propia broma le sonó absurda, lo cual no hacía que estuviera menos avergonzado en absoluto. - ¿Cómo es que nunca has ido a un pub? - Trató de rescatar. - ¿No te gustan? - Se encogió de hombros. - Si te soy sincero, yo tampoco es que haya salido mucho de fiesta... Pero no porque no me guste, es que... Digamos que soy tímido. Y un poco torpe socialmente, por si mis bromas absurdas no te lo han demostrado ya. - Bromeó entre risas vergonzosas.

Cindy seguía jugueteando con la hoja.
Se dio cuenta, por el instante de silencio, que quizá había dicho alguna tontería en su explicación y eso había hecho que Jeremy prefiriese estar callado.
Pero no tardó mucho en hablar, así que su inseguridad pasó a uns egundo plano y le atendió con su sonrisa habitual.

- ¿Pasa? -Preguntó en un murmullo, porque no había entendido bien esa palabra. Por suerte él se explicó casi en seguida, así que estaba muy claro todo.- Vaya, eso no suena muy amable. -Ella estaba acostumbrada a conocer a sus vecinos, a saludar a toda persona con la que se cruzaba. Bueno, quizá no a los bándalos y ese tipo de gente, pero en general todos eran muy educados allí.
Se rió con él cuando dijo que no le apetecería una clase de filosofía sobre las diferencias. No es que le importase demasiado, la verdad. Le gustaba aprender cosas nuevas y de sitios que no conocía. Quizá si lograba ir a la universidad podría ver con sus propios ojos cómo era ese tipo de gente que él decía.

Su boca se abrió en una "o" cuando le preguntó sobre los pubs. Bajó la cabeza un poco avergonzada y sus dedos se entretuvieron en una arruguita de su falda.- Los pubs no son lugares adecuados para una chica decente. -Respondió en voz baja, algo avergonzada porque quizá para él era normal y pensara que ella era demasiado modosita por no acudir.

Pero levantó la cabeza cuando le escuchó decir que él no iba de fiestas porque era tímido y torpe, eso le hizo fruncir el ceño.- Pero tus bromas son divertidas, Jeremy. No hacen daño a nadie. -Muchos chicos solían divertirse a costa de otros. Él no, y eso le parecía algo bueno.- Yo no voy a esos sitios porque tampoco creo que me gusten. Y mi padre jamás lo permitiría. Es un poco estricto, pero porque se preocupa por mí.