El día anterior:

No quería ver a nadie ni hablar con nadie. Llevaba metido en la cama desde que terminó esa maldita clase, escondido bajo las sábanas. Sean lo intentó, muchos lo intentaron. Le dijeron que Alice estaba en la puerta. Le dijeron que Hillary estaba en la puerta. Le dijeron que había tarta de calabaza de postre en la cena. No salió.

Apenas durmió en toda la noche, porque cada vez que cerraba los ojos le veía. Veía a ese mago y temblaba de la cabeza a los pies, y le brotaban las lágrimas de nuevo de los mismos nervios, del miedo, de la rabia, de la frustración, de la impotencia y de lo herido que estaba su orgullo. Pero sobre todo de miedo. Porque el castillo era frío y tétrico por mucho que los dormitorios fueran acogedores. Y si ni en su propia mente podía encontrar un refugio, una protección... No había ni mil castillos como ese que pudieran hacerle sentir seguro.

A la mañana siguiente se levantó antes que nadie. Al ser sábado el horario era más flexible, y la mayoría de sus compañeros aprovechaban para dormir más, él habitualmente lo hacía, era de los últimos en levantarse. Pero estaba harto de estar en la cama y no quería cruzarse con nadie. Se dirigió al gran comedor, comió lo más rápido que pudo (para evitar encontrarse con gente y porque estaba muerto de hambre, no había cenado) y, antes de que empezasen a llegar los primeros alumnos, se fue al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras. Eso se iba a zanjar. Y se iba a zanjar hoy.

No iba a negar que seguía teniendo miedo, y que si lo pensaba fríamente no le parecía buena idea estar allí solo después de lo ocurrido. Pero ya había hecho el ridículo una vez delante de todos, si iba a morirse de miedo otra vez, al menos que fuera solo... Como iba a salir de eso era un misterio, pero estaba demasiado herido en su orgullo. Prefería entrar en pánico a quedar en ridículo otra vez. Se sentó en el borde de una de las mesas, mirando con mala cara el armario en el que se escondía el boggart, reuniendo valor. Allí pasó un rato considerable. Respiró hondo, empezó a tomar fuerzas para levantarse y abrir el armario... Y lo que se abrió fue la puerta tras él. Se volvió rápidamente, molesto. ¡Está ocup...! Era Alice. Relajó un poco el rostro, bajando la cabeza y girándose de nuevo, dándole la espalda a la puerta. Ah. Hola. Contestó monocorde. No quería ver a nadie, no quería hablar con nadie. No quería comentarios de pena y no quería tener que echarla de allí, pero pensaba hacerlo si se ponía condescendiente. Él no era un pobre crío, era Marcus O'Donnell. Era uno de los alumnos más brillantes de Hogwarts. Y lo pensaba demostrar.

Había estado a punto de hacerlo. Iba a salir ella y lanzar el Ridikkulus. Lo hubiera hecho con tal de ver a Marcus dejar de sufrir. Pero, por un lado pensó que lo empeoraría. Si tuviera que intervenir ella delante de todo el mundo, Marcus y su orgullo no se lo perdonarían. Y por otro, tuvo miedo. Miedo de que el boggart se convirtiera en su madre tosiendo y todo el mundo viera lo que se le estaba pasando por la cabeza. No, definitivamente no se atrevía.

Pero se arrepintió, vaya que si lo hizo. Quería haberle ayudado, haber hecho ALGO, y ahora Marcus no quería ni verla. Bueno ni a ella ni a nadie. No había podido dormir casi nada pensando en cómo se sentiría. Vaya lo de inefable había estado feo decirlo delante de todo el mundo, pero es que lo de Poppy... ¿En serio le gustaba? O sea, si sonreía mucho cuando estaba cerca y eso pero... Había algo en saberlo que le ponía un conato de nudo en la garganta y no entendía bien por qué, la hacía sentirse incómoda consigo misma. Así que era sábado y estaba en pie a las seis y media de la mañana. Y como quedándose en la cama no adelantaba nada, se levantó y se bajó en pijama a la sala común, dispuesta a leer al lado del fuego cómo se hacía el Felix Felicis porque empezaba a pensar que no habría otra forma de alegrar a Marcus.

Como hacía frío, su puso la túnica encima del pijama y se sentó con las piernas cruzadas al lado del fuego. Eso sí, el proceso de elaboración de aquella poción le hizo casi ponerse a sudar, porque, por todos los dragones, aquello era casi imposible... Y entonces, oyó que alguien salía de los dormitorios de los chicos. Marcus no la vio, y claramente iba a hacer algo prohibido, así que ella tenía que seguirlo. Sí, iba en pijama, pero bueno, con la túnica no se notaba tanto, y no le daba tiempo a cambiarse sin perder a Marcus, así que le siguió a una distancia prudencial. Evidentemente, iba al aula de Defensa. Qué tío, tenía que haberlo sabido.

Entró por la puerta con una sonrisilla, porque esa situación le estaba gustando demasiado a pesar de la circunstancia- Hola- dijo ampliando la sonrisa. Fue y se sentó sobre uno de los pupitres, lo cual le dejó los pies colgando. Se dio cuenta de que no se había peinado y empezó a hacerse las dos coletas con las gomillas que llevaba en las muñecas- Es raro verte hacer una cosa que habitualmente haría... Yo. Pero eh, me parece bien- sacó la varita y la puso sobre la mesa- Yo tampoco pude vencerle. No lo viste, pero quedé como una auténtica lunática- dijo riéndose de sí misma- ¿Puedo practicar yo también? Falta me hace.

Cuando Marcus estaba así, nada le venía bien. Estaba tan frustrado, enfadado y avergonzado (y con la sensación de miedo en el cuerpo todavía) que todo lo que pudieran decirle le iba a sentar mal. Si Alice hubiera entrado por la puerta preguntándole si estaba bien y tratándole de pobrecito, se habría enfadado porque no era un crío y no tenían por qué tratarle como tal. Si hubiera entrado enfadada y recriminándole que no hubiera hablado con nadie en todo el día, se habría enfadado de vuelta y la habría acusado de no entenderle. Pero entró con una risita y haciendo como si no pasara nada... ¡¡Y pasaba!! Pasaba mucho, ¿por qué hacía como si no? ¿Es que no había estado el día anterior en clase? Total, que no le venía bien nada.

Estaba mirando a otra parte mientras ella se hacía las coletas, y ante su comentario se encogió de hombros con suspicacia. Pues no sé por qué piensas eso. A lo mejor no me conocéis tan bien. ¿Ella iría a buscar a ese estúpido boggart para enfrentarse a él y superar lo que no había superado en la clase anterior con éxito? No, ni ella ni nadie, esas cosas las hacía Marcus O'Donnell porque no podía tolerar que un estúpido bicho sin forma pudiera con él. Y porque tenía que ser brillante en todo. A los demás les daba igual, pero a él no. Así que no veía por ninguna parte donde estaba la sorpresa.

Seguía con la cabeza agachada, sentado sobre la mesa y con los labios fruncidos de tensión. Pero levantó la mirada cuando empezó a decir que ella tampoco pudo vencerle. Claro, habían seguido con la clase, pero él se había ido y se la había perdido... Genial, seguro que ahora todos iban mucho más adelantados que él, y todo por irse de allí como un llorón. Frunció el ceño y volvió a bajar la mirada cuando se rió, aunque fuera de sí misma no le veía la gracia. ¿Una lunática como yo, quieres decir? ¿O el alumno más cobarde e inútil del castillo? Mejor no lo pensaba o la rabia le haría llorar otra vez.

Cuando preguntó si podía practicar de nuevo, se encogió de hombros sin mirarla. Pero antes de que pudiera siquiera moverse, cortó. Si vienes a salvarme o algo así como hizo el profesor, te puedes ir. Puedo hacerlo solo. Ni él estaba convencido de eso, pero tenía un orgullo que sacar a flote. Suficiente hundido estaba ya. Y si no... Pues... Tragó saliva, sin levantar aún la vista del suelo ni destensar la mandíbula. Volvió a encogerse de hombros con una sacudida que pretendía mostrar indiferencia. Empieza tú si quieres. No le vendría mal ver a otro alumno hacerlo, ya que en clase fue demasiado rápido...

Ah sí, Marcus estaba en uno de esos humores. Generalmente era ella la que estaba de mala leche por algo, se enfadaba y se desenfadaba con bastante facilidad, su amigo era más complicado. Pero su padre siempre combatía el malhumor de la gente con alegría, y eso pensaba hacer ella, porque si seguía a Marcus por ese camino o por el de la compasión tenía las de perder.

-Hombre, salir con nocturnidad y alevosía un sábado cuando aún ni ha amanecido y venirte a enfrentarte tú solo a un boggart... Creo que es una idea lo bastante loca como para que se hubiera ocurrido a mi. Pero ya te he dicho que yo encantada- dijo levantando las palmas de las manos en son de paz. Se rio a lo que dijo Marcus, porque mejor tomárselo a risa- No, no, tú no te haces una idea. Mi boggart- dijo señalando al armario- son una cadenas, unas que me persiguen y me atan y me ahogan. Parecía una historia de terror y yo gritando como una posesa. Vamos, menudo espectáculo. Y aparte, nadie pudo con el boggart. El de Sean, fue un conejito, pero en plan uno gigante que era a la vez como muy mono y muy aterrador, porque tenía los ojos rojos. Lo dicho, un espectáculo. Y quién diría que a Sean le daban miedo los conejos- dijo con una risita final. El profesor había sido muy claro. El Ridikkulus tenía que ser algo que realmente les hiciera gracia, solo la risa podía acabar con el boggart. Y Alice intentaba pensar en su lista de cosas favoritas, pero no eran útiles para combatir al boggart. Y Marcus necesitaba reírse.

Pero Marcus no parecía muy contento de tenerla allí y le dijo que ella primero. Alice abrió los ojos mucho y los entornó- Ya te dije que no pude con él. Y eso que mi varita es muy buena contra las artes oscuras. Ayúdame, tengo que llevarlo ya listo en la cabeza ahora que sé lo que es. ¿Cómo ridiculizarías a unas cadenas? el profe las convirtió en serpentinas, pero me hizo más gracia por la sorpresa que otra cosa.

Se cruzó de brazos y frunció el ceño como si se estuviera defendiendo de una regañina, aunque sabía que su amiga no le estaba regañando, al revés. Probablemente y tal y como decía estuviera encantada de estar allí. Y eso también le daba coraje, ¡porque él no tenía ningunas ganas de estar allí! Aquello no era una de sus travesuras o jueguecitos, estaba recomponiendo su orgullo roto. Solo quiero practicar, es parte de mi formación, no me estoy escabullendo para hacer locuras. Él seguía tratando de justificar aquello como si no fuera lo que era: una cabezonería.

Al escuchar la risa de ella volvió a mirarla frunciendo el ceño más todavía. Él no le veía ninguna gracia, pero la escuchó. Y cuando vio como se reía de su propio miedo, de su propio boggart, se ruborizó un poco, sintiéndose un crío inmaduro por estar tan enfadado por algo por lo que pasaban todos los alumnos. Pero él no se permitía a sí mismo un fallo tan estrepitoso como ese, era así de simple, y ese estúpido mago legeremante no solo le había activado todos los miedos (aún lo recordaba y le daban escalofríos), sino que le había puesto en ridículo delante de toda la clase. Todos habían oído como quería ser un inefable cuando no era capaz ni de enfrentarse a un simple boggart. Todos le habían visto llorar. Y todos habían escuchado... Lo de Poppy...

¿Por qué le tiene miedo a los conejos? ¿En serio, Sean? Pensó. Cuando intentó animarle el día anterior también le dijo, sentado en su cama mientras intentaba que le escuchara a través de las mantas, que él tampoco había podido con su boggart y que lo había pasado fatal. Pero Marcus no necesitaba que nadie empatizara con él, solo que le dejaran solo, así que no le hizo caso.

Respiró y miró hacia un lado mientras Alice seguía hablando, sin descruzarse de brazos y aún encabezonado en su enfado. Y entonces la chica le pidió ayuda, lo que hizo que la mirara directamente. Él ni siquiera se había planteado pedir ayuda por lo centrado que estaba en lo ridículo que se sentía, y Alice se lo estaba pidiendo directamente. En momentos como ese se daba cuenta de lo mucho que tenía que aprender de ella... Aunque, ahora que la miraba... ¿Estás en pijama? Preguntó extrañado, mirándola con la cabeza ladeada. Parecía que llevaba el pijama debajo de la túnica. Las cosas de Alice...

Suspiró con cierta resignación y se bajó de la mesa. Pues... No sé... Pensó en voz alta, acercándose a ella, aún cabizbajo. Quizás un muelle de esos de colorines, de los que se tiran por las escaleras y van bajando. Se encogió de hombros. Son graciosos. Bajó más aún la mirada porque le avergonzaba un poco lo que iba a decir, metiéndose las manos en los bolsillos. Yo... No sé como ridiculizar al mío. Hizo una mueca con la boca. Tenía la mirada tan baja que casi se estaba clavando la barbilla en el pecho. Pensaba... No sé, ganarle de otra forma. Buscar una alternativa... O algo... Lo que quería era vengarse. Quería lanzarle mil hechizos, y esas no eran las formas, eso era hacerlo a lo bruto y dejándose llevar por lo mal que se sentía. No tenía ni puñeteras ganas de reírse, solo quería quedar por encima de ese boggart.  

-Ah sí sí, claro- dijo Alice volviendo a levantar las manos en son de paz. Pero estaba haciendo algo, si no prohibido, desaconsejable, y lo sabía. Pero sabía que lo de Sean le haría gracia porque, siendo sinceros, todo el mundo tenía un poco de miedo de que le leyeran la mente pero... ¿Conejos?- Yo que sé, tío, muy raro todo porque, la verdad, los conejos me parecen desagradables, por el tema de los dientes pero vamos no sé... Hay que ser retorcido para imaginárselo así de grande y con los ojos rojos- Dijo volviendo a reírse a carcajadas.

Se miró a sí misma cuando le señaló lo del pijama. Abrió mucho los ojos porque la verdad que no lo había pensado detenidamente. Apretó los labios pero no pudo aguantarse la risa- Mira, pues sí. Es que había bajado a leer porque no podía dormir. Vamos que no duermo mucho últimamente y me entretengo leyendo de Pociones, porque, la verdad, no puedo quedarme ni dos minutos sin hacer nada en la cama- Y ahora a ver cómo le decía que le había seguido. Bueno eso era evidente, pero quizá decirlo en voz alta le cabreaba aun más- Y no me he podido resistir. Te he visto salir tan silenciosamente que he pensado "este va a hacer una travesura y no me quiere llevar". Pero bueno, resultó que no, que solo estabas haciendo parte de tu aprendizaje- dijo alzando las cejas. Al menos le daría humor.

Saltó de la mesa al suelo y le escuchó. Inmediatamente le hizo gracia de pensarlo y soltó una carcajada- ¡Sí! ¡Me gusta! Vale eso haré- Achicó los ojos y le miró. ¿Cómo que una forma alternativa? Negó con la cabeza y se cruzó de brazos- ¿Qué estás diciendo? No hay otra forma de vencer un boggart... A no ser que quieras... Hacerle daño. Y yo sé que Marcus O'Donnell nunca usaría la magia para hacer daño- Se acercó al armario que se movió al sentirla el boggart cerca y rozó el marco con los dedos- El boggart se alimenta de tus miedos... Pero son tuyos, al fin y al cabo- Se miró en la luna brumosa del espejo- Tienes que conocerlos para enfrentarte a ellos- Tragó saliva, suspiró y se giró hacia a Marcus de nuevo con una sonrisa, tratando de disipar sus propios miedos,

-Vale, escúchame. Pongamos que sale otra vez el encapuchado ese ¿vale? Tú te cuadras- dijo haciendo lo mismo- Y le miras, porque al miedo no se le puede vencer evitándole, hay que mirarle a la cara- extendió la mano y apretó la de Marcus- Todos nos morimos de miedo, porque el boggart es precisamente eso, pero en el momento en el tenga claro en qué se ha convertido, ahí piensas en lo que sea que se nos ocurra convertirle- Alice frunció el ceño pensando- Mira, de entrada, que tartamudee. Y con una voz de estas así muy aguda, patética, como un disco rallado ¿Qué te parece?- Se rio solo de pensarlo y se puso a su lado, dándole con el hombro en el suyo- Venga, hombre. En tres años no he visto una sola asignatura que pueda contigo, y nunca te he visto hacer ninguna cosa que no fuera tal y como hubiera que hacerlas paso por paso... No vas a empezar ahora a llevarte la contraria a ti mismo ¿No crees?- Se puso delante de él, colocando las manos sobre sus hombros- ¡Vamos, Marcus, mírame! Imagínate si fuera el idiota de Sean, o tu hermano ¿Qué me dirías? ¡Que no tienes miedo! ¿Nunca lo admitirías verdad? ¡Pues créetelo! Dime ¡Alice, no tengo miedo!

Pues al parecer Alice ni se había dado cuenta de que venía en pijama. Negó con la cabeza y tuvo que fruncir los labios, porque se le estaba escapando una risilla. Esta Alice... Se salía de la Sala Común en pijama y ni se daba cuenta. A veces envidiaba lo despreocupada que era, mientras que él tenía que llevarlo todo bajo control. Haces bien en aprovechar. No podía dormir y aprovechaba para leer pociones. Eso le había gustado, por eso eran amigos, porque Alice podía parecer dispersa y alocada pero era una chica muy lista e inquieta. Él como dormía como un tronco, ese tiempo lo perdía de aprender. Pero si tuviera insomnio, haría lo mismo. No iba con él eso de perder el tiempo, al parecer tampoco iba con ella.

Tss. Se quejó bajito y mirando a otro lado. Yo nunca haría eso. Y no especificó si con "eso" se refería a hacer una travesura o a no llevársela cuando la hiciera. Al menos parecía que a Alice le había gustado su idea para ridiculizar a su boggart y eso le hizo relajarse y sonreír un poco. Pero se le cortó la sonrisa y volvió a mirar al suelo avergonzado. No... Dijo con la boca pequeña. Pero sí, quería hacerle daño. Solo que en el fondo sabía que no lo haría, porque como decía Alice, él nunca usaría la magia para herir, ni siquiera a un estúpido boggart. Pero tenía tanta rabia...

Tragó saliva y miró al armario con desconfianza, notando una pequeña sacudida de miedo en su interior, cuando al acercarse Alice a este se movió. El boggart estaba ahí dentro y deseando salir para martirizarles. No estaba preparado... No lo estaba. ¿En qué estaba pensando? Había huido de clase, no había ensayado con el profesor, y estaba allí solo. Bueno, no solo, con Alice, otra alumna a la que había tenido que ayudar el profesor. Era una locura. Deberían irse.

Pero entonces Alice se puso seria y Marcus se dejó de tonterías, de ese rollo del orgullo herido, de querer hacerle daño al boggar porque sí y de la inseguridad que le hacía ahora querer salir corriendo. Se quedó mirando a Alice como miraba a los profesores cuando explicaban algo que le producía admiración. Su amiga, que también había pasado por el boggart, que también tenía miedo y que también había necesitado que interviniera el profesor, le estaba diciendo que tenía que plantarle cara a ese boggart y punto. Frunció los labios con serenidad, mirándola muy atento, y asintió. Ladeó una sonrisita ante su ridícula propuesta. Me parece bien. Al final le hacía sonreír. Y negó cuando le preguntó si iba a contradecirse a sí mismo, sin diluir la sonrisilla y mirándola a su lado. Pero la chica se puso frente por frente a él, y Marcus volvió a ponerse atento y serio. Asentía y negaba como hipnotizado a sus preguntas. Alice, no tengo miedo. Pero había sonado bajito e inseguro. Tragó saliva. No... ¿Por qué estaba tan inseguro? Ese no era él, ¡ese no era Marcus O'Donnell! Cerró los párpados con fuerza y volvió a abrirlos. Su amiga, ante él y dándole fuerza, le estaba demostrando que, al menos para ella, no solo no había hecho el ridículo sino que creía perfectamente en él. Si eso no le daba fuerzas... ¡No tengo miedo! Repitió, más alto y más seguro.

Se separó de sus hombros y se giró para mirar hacia el armario. Tragó saliva y sacó la varita, apuntando hacia él. Ábrelo. Le pidió a Alice, mirando el armario fíjamente. No tengo miedo. Pero sí que tenía. Pero daba igual, tenía que hacerlo. Alice confiaba en él, y había ido para eso. Tenía que hacerlo sí o sí. Aunque la mano de la varita aún le temblara un poco.

El armario se abrió y el encapuchado salió de nuevo, esta vez riéndose desde el primer momento. Estás aún más asustado que ayer. ¡Ridikkulus! El hechizo impactó contra el mago, pero no hizo nada. Marcus tragó saliva y retrocedió. Nunca me vas a ganar. No sabes. No puedes. Sí puedo. Ya iba mal, si empezaba a dialogar con él. Había cometido ese error el día antes y estaba cometiéndolo de nuevo. No te tengo miedo. Mientes. Mientes continuamente. Mientes a todos. Hasta a ti mismo. ¡¡Yo nunca miento!! Mientes de nuevo. Se echó a reír. A Marcus se le estaban saltando las lágrimas otra vez, y la mano de la varita le temblaba. ¡¡Ridikkulus!! Tus hechizos no hacen nada, como tú. ¡¡CÁLLATE!! ¡¡RIDIKKULUS!! No puedo callarme. Estoy en tu cabeza, ¿recuerdas? Se le cayó la varita y se llevó las manos a la cabeza. Deja de pensar, y dejaré de hablarte. ¡¡NO!! ¿Quieres que siga diciendo lo que piensas? Hay cosas que yo sé y tú aún no sabes. ¡¡Cállate cállate cállate CÁLLATE!! Suplicó enfadado, notando como las lágrimas se le caían de nuevo y se arrodillaba en el suelo, encogiéndose para no mirarle. Aquello había pasado muy rápido. No debería haber ido, no estaba preparado, y ahora ningún profesor podía salvarle.

Sonrió satisfecha cuando Marcus fue capaz de decir que no tenía miedo, palmeó sus hombros y se dirigió al armario otra vez. Le sonrió de nuevo y asintió antes de abrir la puerta.

Efectivamente, el encapuchado salió otra vez y ella corrió a ponerse al lado de Marcus con la respiración agitada. Cogió la varita, por si acaso, porque eso empezaba a tomar un cariz muy malo, parecido al de ayer ¿De qué demonios hablaba el bicho ese, de todos modos? Si Marcus era brillante, era un alumno impecable- ¡Marcus no le escuches! Piénsalo. La voz. Es ridículo, es patético, no puede contigo- Maldita sea, era su propia mente. Claro, ¿quién iba a hacerle más daño a Marcus que su propia inteligencia? Las cosas que decía solo iban a peor, y la piel entera se le erizó cuando oyó lo de "Yo sé cosas que tú no sabes" ¿Y si las sabía de ella también? ¿Y si hasta el boggart sabía qué le iba a pasar a su madre?

Pero tuvo que bajar a la tierra al ver a Marcus tirado en el suelo llorando. No, Otra vez no. No dejaría que sufriera así, no haba hecho nada la primera vez, no dejaría que ocurriera otra vez- ¡Eh tú! ¡Métete conmigo, valiente! Ni si quiera eres capaz de enseñarnos tu forma real- dijo cruzándose entre Marcus y el boggart. Inmediatamente se convirtió en un revoltijo y ella aprovecho para agacharse junto a su amigo- ¡Marcus! Mírame, tranquilo no...- Se giró porque había dejado de oír la transformación del boggart y vio otra vez las cadenas yendo hacia ella con su pesado ruido arrastrarse sobre la piedra. Muelles, tenía que pensarlo- ¡Ridik...- Y entonces lo oyó. Las toses de su madre. Imparable, insistentes, angustiosas. La varita se le cayó y miró a los lados- ¿Mamá? ¿Mami?- Le temblaba la mandíbula y el cuerpo entero ¿Sabría ese horrible bicho lo que le pasaba a su madre? Sabría si se iba a... Las lágrimas brotaron de sus ojos y trató de buscar la varita como fuera, pero solo oía las toses.

Ni siquiera escuchaba a Alice. La oía, pero no la escuchaba. Sabía que estaba hablándole y el escucharla y saber que estaba ahí fue lo que le impulsó a lanzar el hechizo con rabia contra ese boggart, pero este no hizo nada. Porque escucharla no era suficiente, ya que apenas captaba su mensaje porque este estaba ensombrecido por la voz de ese maldito mago que le estaba leyendo la mente. Y no iba a tardar en revelar todo lo que él tenía dentro, quien sabía si incluso a sacar cosas que hasta él desconocía porque aún estaban en un rincón inexplorado. Tenía que irse, tenía que desaparecer, o quién sabía lo que podía contar. No lo quería escuchar, no quería sentirse tan vulnerable. Estaba muerto de miedo.

Alice se había puesto entre el boggart y él, pero Marcus seguía hecho un ovillo sobre sí mismo. Cállate. Cállate. Suplicó cuando la chica se le acercó, pero no se lo decía a ella, se lo decía al boggart. Se había quedado repitiendo eso una y otra vez suplicando la compasión de ese bicho porque ya no podía hacer otra cosa, y ni siquiera la cercanía de Alice pidiéndole que le mirara y se tranquilizara podía sacarle de su pánico ni de su vergüenza, que solo le hacía esconder más la cabeza entre sus brazos y sus piernas. Y de nuevo el sonido del boggart le puso la piel de gallina... Aunque ya nadie hablaba.

El sonido de unas pesadas cadenas arrastrándose por el suelo. Por un momento pensó que el boggart iba a encadenarle y a llevárselo con él, pero eso no tenía sentido. Se moría de miedo de pensar que tenía que irse con ese tipo, pero llevaba mucho peor escucharle, y ahora estaba en silencio. Alzó la vista, con los ojos llenos de lágrimas, y vio como el encapuchado había desaparecido y en su lugar había unas enormes cadenas dirigiéndose a ellos. No, no a ellos. A Alice, por ponerse entre el boggart y él.

Se quedó tras la chica, viendo como esta sacaba su varita para ridiculizar al boggart... Pero algo la detuvo. ¿Qué era eso? ¿Alguien tosiendo? Miró a los lados, pensando que había entrado alguien más en la sala. Pero no había nadie. ¿Venía ese sonido del boggart? ¿Por qué iban a toser unas cadenas? Tenía el ceño fruncido en señal de confusión, mientras miraba hacia los lados tratando de entender, cuando oyó a Alice. Abrió sus llorosos ojos como platos y sintió como si le golpearan el pecho. No... No no... Era Janet. Estaban oyendo... A Janet.

Miró a Alice y vio que empezaba a llorar. Se le había clavado en el alma la forma en la que llamó a su madre. No, eso sí que no lo iba a consentir. Esas cadenas no eran nada para él, ese boggart le había hecho daño y... No. No iba a consentir que torturara a Alice de esa forma, antes prefería ver a ese estúpido encapuchado otra vez, que comparado con aquello no era nada. Se levantó con rabia, saliendo de su escondite detrás de la chica, agarró del suelo su varita apretando los dientes y bramó. ¡¡¡RIDIKKULUS!!! Con un chasquido, las cadenas se convirtieron en un muelle de colorines que apenas podía sostenerse sin plegarse sobre sí mismo. Y aunque no le apetecía lo más mínimo, aunque seguía temblando y con los ojos enrojecidos, le señaló y empezó a reírse de él sin compasión. ¿Ahora qué? No eres más que un muelle inútil, ¿qué vas a hacernos así? El muelle se movió un par de veces a cada lado, totalmente lánguido, y empezó a desplazarse como pudo hasta el armario. ¡Eso, vete, eres ridículo! Le gritó con una risa hiriente, y el boggart dio su último botecito hacia el interior del armario y se encerró dentro.

Se le cortó la risa. Se guardó la varita en el bolsillo y se giró rápidamente hacia Alice, arrodillándose frente a ella en el suelo. ¿Estás bien? Preguntó agobiado, colocando una mano en su mejilla. Y ya no pudo evitar que se le resbalara una lágrima. Lo siento, Alice, lo siento mucho, no tenía que haber venido. Soy un idiota cabezota, te he hecho pasarlo mal. Perdóname.

No paraban, las toses no paraban. Como en verano cuando la oía en la habitación de al lado, y su padre intentaba darle medicinas, calmarla, ayudarla a respirar, y encima aquellas cadenas iban hacia ella- ¡NO! ¡No me agarres! ¡NO!- eran demasiadas cosas, solo sabía patalear en el suelo y arrastrarse, y cuando ya estaba sudando y temblando de puro miedo lo oyó. La voz de Marcus sonó firme y atronadora y alzó la mirada. Era increíble, pero efectivamente, las cadenas se habían convertido en aquel muelle de colorines que, ciertamente, era muy ridículo y lánguido.

Alzó la mirada y sonrió, alucinada- ¡Lo has conseguido! ¡Marcus, lo has logrado!- observó cómo el lastimero muelle se volvía al armario y se encerraba. Entonces, su amigo se puso frente a ella- ¡No! ¡No llores, por favor!- dijo poniendo su mano sobre la de él en su mejilla y aprentándole- No llores, Marcus, por favor te lo pido. No has hecho nada malo...- le retiró la mano de la mejilla pero no se la soltó- No son culpa tuya mis miedos... Y tengo que enfrentarlos como todo el mundo- Se levantó y recogió su varita, yéndose a sentarse al pupitre otra vez, mirándose los pies colgando.

-Ayer no oí... Eso. Eran solo las cadenas. Y ya me daban suficiente miedo. Pero es que... El señor ese que se te aparece dijo "sé cosas que tú toda vía no sabes" y pensé...- Nunca había hablado de eso con nadie. O sea, todos sabían que su madre estaba enferma, pero siempre se guardaban muy mucho de hacer ninguna valoración cuando estaba ella delante y ella, de alguna estúpida forma, creía que si no lo hablaba, si no insistía... Se mitigaba la circunstancia. Si todos se ponían de acuerdo en no cambiar nada, no cambiaría. Pero ya no tenía sentido no decirlo delante de Marcus- Pensé que a lo mejor él sabía si mi madre se iba a morir. Y me siento mal, porque sé que mi padre nunca se ha planteado que se vaya a morir, él cree que se va a curar, y mi madre también... Y yo he dudado. En ese instante, he dudado, y he sido una mala hija, porque mi madre está luchando muchísimo por ponerse mejor, y no debería dudar de que lo va a conseguir...- Suspiró y miró al armario. Parecía que el boggart estaba lamiéndose las heridas del orgullo y estaba quietecito- Tengo que apartar ese pensamiento, porque no es justo para ella y no es bueno para mí...

Pero algo bueno había ocurrido y eso había que celebrarlo- ¡Pero tú le has vencido! ¡Lo has conseguido! Ha sido increíble. Y bastante gracioso la verdad- dijo ampliando la sonrisa y mirándole con admiración- Pero sabía que lo conseguirías. A la primera no, claro, pero que lo harías...- Agachó la mirada y frunció el ceño un poco- Y eso que te dice cosas muy feas... Me daba miedo hasta a mí... ¿Qué es?- Porque no entendía quién era ese dichoso señor encapuchado que sabía tantas cosas de Marcus.

Se sentía fatal, se sentía tremendamente culpable y aún con el susto en el cuerpo. Y encima Alice le estaba consolando a él, ¡a él! Pidiéndole que no llorara. Después de lo que había pasado, después de lo que ese boggart le había mostrado por ponerse delante de él para defenderle, por seguirle en su locura de enfrentarse a ese bicho solo... Le consolaba ella a él. Era una locura. Pero es culpa mía que estés aquí. Con la clase tenías de sobra... Bajó la mirada y chasqueó la lengua con fastidio. Soy un idiota cabezota. Y en momentos como ese se planteaba como era posible que una chica como Alice aguantara un día tras otro sus empecinamientos. Seguro que si sus padres se enteraran, o los profesores, le diría que en qué estaba pensando. ¡Idiota!

Se pasó la manga por la mejilla para limpiarse la lágrima obedientemente después de que Alice le pidiera que dejara de llorar, pero no sin un toque de frustración y rabia consigo mismo. Se levantó después de que ella lo hiciera y la miró sentarse en el pupitre, escuchando lo que decía y sintiendo una profunda tristeza. Entre otras cosas porque, al parecer, ese desagradable sonido lo había provocado su propio boggart. Cerró los ojos con pesadumbre y agachó la cabeza. ¡¡Idiota!! Alice tenía que saber que la quería mucho, que era su mejor amiga, ¿no? Tenía que saberlo. Porque después de lo que le acababa de hacer, debía costarle mucho creérselo. Lo último que quería era verla sufrir. Ojalá pudiera quitarle todo su sufrimiento con un toque de varita y verla como ella era siempre. Por mucho que hacía como el que se irritaba o se exasperaba, la Alice alegre y traviesa era la mejor de todas. Le daban ganas de patalear como un crío como si con eso pudiera hacer el tiempo retroceder y que lo del boggart no hubiera pasado nunca, solo por no verla así.

Mientras ella seguía hablando, se acercó y se subió él también al pupitre, sentándose a su lado. No le colgaban tanto los pies como a ella, pero aún le colgaban un poquito. Algo le decía que todavía tenía que crecer algo más, pero igualmente ya había crecido bastante desde que entró en Hogwarts. Tenía un nudo en la garganta escuchando a Alice, con los hombros caídos y las manos entre las rodillas. Pero la miró directamente ante algo que dijo. No. No, Alice, tú no eres una mala hija. Eres la mejor hija, tus padres te adoran. Él lo había visto con sus propios ojos, y aunque no fuera así, no le cabía la menor duda. Y... No creo que él supiera nada... No sé a qué se refería, pero... Creo que no era eso... O a saber. No quería explorar de más en su propia cabeza, quizás sí que era eso. Marcus también estaba convencido de que Janet se iba a curar, pero, ciertamente... Intentaba no pensar mucho en ello, porque si lo pensaba demasiado... ¿Podría ser que ese mago se refiriera a eso, como Alice decía? ¿Como sí... Supiera que, en su interior, pensaba que...? No. No, porque no lo pensaba. Janet se iba a curar y punto. Y ese mago no era más que una criatura con ganas de tocar las narices, no tenía ni idea de nada.

Es verdad, es mejor no pensarlo. Se acercó un poco a ella, tocando su hombro con el suyo y agarrando una de sus manos. Pero es normal que tengas miedo. Yo estaría muerto de miedo... Tú eres mucho más valiente que yo. Esbozó una sonrisita y dejó escapar una breve carcajada resignada. Lo acabas de demostrar. Yo aún estoy temblando y tú te has levantado con una sonrisa. Empujó un poco su hombro con el de ella. Eres la mejor. Sí que lo era.

Rió un poco cuando le dijo que había sido bastante gracioso, sintiéndose algo mejor al escuchar que lo había conseguido. Bueno, no se consideraba con tanto mérito como ella lo veía: había vencido al boggart de otra persona, no al suyo. Eso era como hacer trampas. Además, era el boggart de Alice, le había tocado en algo que quería mucho y había saltado como si le hubieran metido el dedo en una herida abierta. No es para tanto. Puedo hacerlo mejor. Arqueó las cejas con cierto fastidio. O hacerlo, más bien... Porque he vuelto a fracasar estrepitosamente. Y cada vez que lo recordaba le inundaba la rabia otra vez.

Cuando Alice le preguntó qué era su boggart, retiró la mano de ella y se frotó las piernas con ambas, un tanto nervioso y avergonzado, con la cabeza clavada en el suelo. Tragó saliva. Es... Un legeremante. Se mojó los labios. Uno de esos magos que... Ven lo que estás pensando. Se meten en tu cabeza y lo leen todo, incluso cosas que tú quizás ni sabías que estaban ahí. Probablemente eso no fuera exactamente así, pero Marcus había leído demasiado sobre legeremancia y se había contaminado. Su padre hasta le había regañado porque a Lex y a él les dio una temporada por leer sobre eso, y mientras el primero lo consideró algo interesante, Marcus empezó a obsesionarse, hasta el punto de tener pesadillas por las noches y de volverse hostil con todo el que le mirara más de la cuenta. Fue solo una temporada, creyó que se le había pasado... Pero, al parecer, solo estaba escondido en un rincón de su cerebro. No me gusta que me controlen, ni que me adivinen lo que estoy pensando. Miró a la chica y se explicó. Es decir, no como cuando tú me dices "Marcus sé que estás pensando en comer" o algo así, eso no, porque tú eres mi amiga y sé que no tienes esos poderes. Sino más bien... Contuvo un escalofrío. Otras cosas... No sé, no sé como explicarlo...

Alice negó con la cabeza. Con Marcus uno nunca sabía por dónde iba a salir el ataque cuando estaba así de enfadado. Hace un rato era contra los demás, pero ahora se daba la vuelta y era contra sí mismo- Déjalo estar ya. No me gusta cuando te atacas a ti mismo, me pone más triste que ninguna otra cosa. El miedo hay que enfrentarlo... Contigo o sin ti. Y menos mal que ha sido contigo porque me has ayudado- dijo terminando con una sonrisilla.

Pero cuando dijo lo de que era buena hija sacó un puchero con el labio inferior. Lo intentaba, eso seguro pero...-Una buena hija que no es capaz de ayudar a su madre... Dylan y papá siempre estan con ella y yo...- se encogió de hombro y suspiró- En fin. Ese boggart no sabe que ha dado con Jane Gallia, que mi madre ha superado montón de cosas en la vida, esto lo superará también- Miró a Marcus y alzó las cejas, con cara de marisabidilla- Pues yo diría que has sido muy valiente rescatando a tu amiga de un boggart... Y siempre podemos volver a enfrentarnos a él, ahí sigue- dijo señalando con la mirada al armario. Pero le dirigió una mirada cariñosa y una sonrisa agradecida cuando le dijo que era la mejor. No era algo que a Marcus le saliera fácil decir y lo apreciaba.

Escuchó lo del legeremante. Claro, no se le había ocurrido y le parecía un miedo bastante legítimo, es más, era horrible lo de que te leyeran la mente, de hecho sí, era una forma de control- Nadie quiere que le controlen. Las jaulas pueden tener muchas formas...- inclinó la cabeza para intentar enfocar sus ojos y puso una sonrisa- Hay que ser como el viento. Ser libre, correr, llegar a todas partes y si intentan encerrarte, simplemente desvanecerte...- le volvió a agarrar la mano y pensó en cómo poner en pie algo que en su cabeza seguía sin tener sentido- Pero ese boggart, aunque lo parezca, no puede leerte la mente. No ha dicho ni una sola cosa bien. Tú nunca mientes, Marcus, tus hechizos son geniales y... En verdad no te lee la mente, solo se alimenta de tus inseguridades para hacerte sentir mal, que no es lo mismo. Además, no ha dicho nada de que tengas hambre y tú sieeeeempre tienes hambre- le acarició la mejilla con el dorso de la mano y una sonrisa tierna- Tu mente es demasiado compleja y llena de cosas, Marcus. Ni el boggart, ni yo, ni el mejor legeremante de la tierra podrían llegar a entenderla completamente nunca.

Frunció un poco los labios. Podía entender la impotencia de Alice, él estaría igual o peor. Pero, viéndolo desde fuera, y si bien la comprendía, no tenía razón en lo que estaba diciendo. Dylan aún es pequeño y está en casa, y tu padre ya es un adulto que también puede estar en casa. Tú estás en Hogwarts porque es lo que te corresponde. Eso no quiere decir que no estés con tu madre, ni la estés ayudando, solo... Que es donde tienes que estar. Dijo, mirando a su amiga. Y tu madre está muy orgullosa de que estés aquí. Le tocó una de las coletas con una sonrisa. Te dio los lazos azules porque quería que entraras en Ravenclaw, ¿recuerdas? Es mejor que estés aquí, seguro que eso la pone más contenta que verte en casa porque ella está enferma. Irguió la espalda con una sonrisa y asintió convencido. ¡Por supuesto que sí! No hay nada que Janet Gallia no pueda superar. Su padre decía siempre de Janet que era una mujer muy buena, pero también que había sido muy valiente. No le había entrado en muchos detalles, la verdad. Su madre siempre decía que "eran cosas de mayores" (lo cual le irritaba bastante, ¡por Dios, que ya tenía trece años!) pero a él le daban igual los detalles. Su padre decía que era valiente y él se lo creía. Además, solo había que ver lo valiente que era Alice. Lo habría sacado de su madre.

Asintió de nuevo aunque esta vez volviendo un poco a la posición encogida y a los labios fruncidos. Sí, el boggart seguía ahí, pero de nuevo había sentido un desagradable escalofrío al recordarlo. Ni quería exponer a Alice a eso otra vez, ni se sentía preparado para enfrentarse al legeremante. Respiró hondo y empezó a mentalizarse. Porque de ahí no se iba sin lograr aquello... Marcus no dejaba de ser cabezota ni siquiera porque se hubiera estado lamentando de su cabezonería apenas dos minutos antes.

Miró como Alice agarraba su mano y la escuchó atentamente mientras hablaba, con una sonrisa agradecida. Lo necesitaba, necesitaba escuchar eso. Rió cuando dijo que siempre tenía hambre, notando como los ojos se le volvían a humedecer al acariciarle la mejilla, porque le estaba diciendo cosas muy bonitas. La miró cuando acabó de hablar y, lentamente, se acercó a ella y la abrazó, reposando su cabeza en el hombro de la chica, como si realmente necesitara ese abrazo para reunir fuerzas. Al cerrar los ojos volvió a notarse las pestañas mojadas. Marcus se hacía muy pequeño cuando tenía miedo. Podía ir de sobrado por el castillo, pero en momentos como ese, necesitaba oír esas cosas, porque él era el primero al que le costaba creérselas. Gracias, Alice. Susurró, sin quitarse de allí. Solo quedándose abrazado a ella un ratito, en silencio.

Se separó y la miró con una sonrisita. Pero, tras unos instantes en los que esta volvió a ponerse dudosa, preguntó. ¿De verdad lo crees? Se mojó los labios. Es decir... Sé que soy inteligente, y que sé muchas cosas. Y que se me dan bien las cosas. Pero... ¿Y si no es suficiente? ¿Y si es solo porque... No sé, repito lo que me dicen los profesores y ya está? Soltó un poco de aire. Yo quiero llegar lejos el día de mañana. Y la gente que llega lejos tiene que hacerlo todo bien. Ese era un pensamiento muy Marcus y muy erróneo, pero estaba totalmente convencido de él. Y yo no siempre lo hago todo bien... Por eso me enfado tanto. Miró hacia el armario y apretó los dientes. Y por eso me he venido aquí a enfrentarme a ese estúpido boggart. No tenía paciencia para esperar a la próxima clase, cuanto menos al próximo curso, y por supuesto no pensaba abandonar el colegio sin superar eso. Quería hacerlo y quería hacerlo ya.

La mención a los lazos le hizo sonreír, y encogió un poco la cabeza cuando Marcus le tocó la colta. ¿Cómo se acordaba de esas cosas? Y parecía tan seguro de que su madre se iba a recuperar... Ah sí, Marcus también era experto en alegrarle el día a base de confiar en ella y en asegurarle que todo lo hacía bien.

Recibió el abrazo con una sonrisa y acarició su mejilla contra el pelo del chico, acariciando también su nuca con la mano. Le gustaba que Marcus la abrazara. No es que lo hicieran de normal, solo para felicitarse por cosas o celebrar y... Una vez la había levantado en el aire porque le salió un Bombarada genial pero... No lo hacían sin más. Y podría acostumbrarse, la verdad, porque le gustaba esa cercanía, le hacía sentirse... Como si estuviera en su hogar. Pero ya estaba tardando demasiado en responder- Gracias a ti, Marcus. Estamos juntos en esto. Estamos juntos en todo.

Cuando se separó, ella se encogió de hombros y miró hacia el techo, como si Marcus dijera una obviedad- No, claro que no lo creo- le miró a él significativamente- ¡Porque lo sé! Todo el mundo sabe que eres el alumno más inteligente de Hogwarts. No el más paciente, desde luego, al menos no en lo que a ti mismo respecta, pero si algo es Marcus O'Donnell, es inteligente. Deja de pensar tonterías que solo se te pasan por la cabeza porque estás enfadado o tienes hambre- Y rodó los ojos cuando dijo que las cosas no le salían a la primera. Ese era el problema de su amigo, todo tenía que salir inmediatamente cuando a él le parecía y como a él le parecía. Bueno más bien como dictaban las normas, eso siempre- Mira, mi tía Violet siempre dice que no hay que tener miedo a la muerte, si no a la vida no vivida- Le levantó la barbilla para que le mirara a los ojos con una sonrisa- Tú no debes tener miedo al fracaso si no a no haberlo intentado por miedo a fracasar. Cuando aún existe la posibilidad de hacerlo bien- dirigió la mirada al armario y sacó la varita con una mano y tiró de la mano de Marcus con la otra, poniendo su rostro a su altura con una sonrisilla astuta y clavándole la mirada en la suya- No es más valiente quien no tiene miedo sino quien sabe conquistarlo.

Sonrió escuchando a Alice pero chistó con fastidio fingido, mirando a otra parte. ¡No siempre tengo hambre! No soy un puffkein. Mejor no pensaba en comida o le entraría hambre... No iba a decir eso en voz alta porque contradecía aquello de lo que se acababa de quejar. Aunque sí que he venido bastante enfadado. Y estuvo a punto de preguntarle a Alice si sus compañeros dijeron algo de él cuando se fue, si se rieron mucho. Pero casi prefería no saberlo. Simplemente llegar el próximo día a clase y enfrentarse con ese boggart con éxito delante de todos. Iba a ser su mejor manera de resarcirse. Por eso estaba allí, al fin y al cabo, para ir con la lección más que dominada.

Frunció los labios en una mueca pensativa cuando Alice dijo las palabras de su tía Violet. Le caía bien Violet, y en esos momentos algo así le venía bastante bien. Tienes razón. Corroboró, asintiendo. Tenía que intentarlo. No, no tenía que intentarlo, tenía que hacerlo. Estaba planteándose levantarse cuando Alice lo decidió por él, tirando de su mano y poniéndole ante el armario. Contuvo un poco el aire en el pecho y la miró directamente cuando se puso frente a él. Tragó saliva y volvió a asentir. Vale. Se convenció, aunque por dentro seguía pensando ya, pero es que yo no soy tan valiente como tú. Ni por un asomo. Pero no podía defraudar a Alice de esa forma, ni a sí mismo. De ese aula tenía que salir con el orgullo restituido.

Se mojó los labios y volvió a alzar la varita, mirando al armario. Bien... Estoy preparado. Respiró hondo y las puertas volvieron a abrirse, apareciendo el encapuchado una vez más ante él. Lo primero que hizo fue reírse de nuevo. Sabía que podía leer lo que tenía en la cabeza, lo cual le hizo apretar los dientes y cerrar más el puño entorno a su varita. Intentas impresionar a tu amiga. Patético. Marcus clavaba la mirada en él. Si no te dice cosas bonitas, no te las crees. ¿Dónde pretendes llegar, siendo tan inseguro? No se puede dudar tanto para hacer cosas importantes. Serías el peor alquimista de la historia. No te tengo miedo. Respondió como si no le hubiera escuchado, aunque había dado un paso atrás. Te lo estás inventando todo. Y entonces, ¿por qué estás dialogando conmigo? Eso, ¿qué hacía que no le había lanzado el hechizo ya? No voy a decirte lo que querrías oír. ¿Sabes por qué? Porque dices justo lo que yo pienso. Exacto. Los ojos se le abrieron de nuevo y la mano de la varita le tembló un poco. No había dicho eso en voz alta. Porque eres el único que no te dice lo que quieres oír. Frunció los labios. ¿Sabes qué? A ver si eres capaz de leer esto también. ¡¡YA ME TIENES HARTO!! ¡¡RIDIKKULUS!! El hechizo impactó directamente en el pecho del mago, que dio un par de pasos hacia atrás, pero que no se transformó. Marcus tragó saliva y el encapuchado empezó a reírse. Pero cuando abrió la boca para hablar, lo que salió de su boca fue una voz aguda y... Ridícula. Marcus abrió los ojos, miró rápidamente a Alice y empezó a reírse. El boggart le miraba aterrado, ahora él a Marcus, y no Marcus a él. ¿Qué te pasa? ¿Te ha comido la lengua el gato? Preguntó entre risas. ¿Es que ya no hablas? El boggart empezó a retroceder, pero antes de que se metiera en el armario, Marcus le bramó. Te facilito el trabajo: ¡estoy pensando que eres ridículo! Eso fue más que lo que el boggart pudo soportar, retirándose como un animal herido y volviendo a esconderse en el armario.

Marcus se quedó unos segundos mirando el armario con los ojos como platos y una sonrisa incontenible en el rostro. Se giró hasta la chica, totalmente ilusionado, sin podérselo creer. ¡Lo he hecho! No cabía en sí de alegría. ¡Lo he conseguido! Y se lanzó hasta la chica para volver a abrazarla, pero esta vez con menos delicadeza y más efusividad.

Había algo en ver a Marcus escucharla y hacerla caso. No sabía bien qué era. Probablemente el hecho de que le hacía sentirse útil (y eso le encantaba a Alice) y el saber que la valoraba lo suficiente como para hacerla caso. Con una sonrisa orgullosa abrió la puerta del armario y dejó salir al boggart, diciendo, justo antes, muy bajito- Confío en ti.

De nuevo, el maldito legeremante. Vale, lo de que in tentaba impresionarla parecía medio evidente, y con las inseguridades lo mismo... Pero aquella aseveración sobre la alquimia, como la que había hecho el día anterior sobre lo de ser inefable y sobre Poppy, sí que daba miedo- No le dejes hablar, es ridículo- le dijo. Pero no hizo falta. Por fin, y a pesar de la temblera, Marcus lanzó el hechizo, y de entrada el boggart se cayó. Pero de repente empezó a hablar con una voz de pito absurda. Alice amplió la sonrisa y casi llora de alegría al ver a Marcus tan lanzado. Dio un saltito y aplaudió, abriendo los brazos para recibir a Marcus, sintiendo ese cosquilleo en el pecho que había sentido antes también, siguiendo esa línea de pensamiento de que ojalá se abrazaran más.- ¡Pues claro que lo has logrado! Eres increíble- dijo separándose y mirándole, mordiéndose el libro- Sabía que podías. Eres más valiente de lo que te crees, mucho más. Por eso ese legeremante es ridículo- dijo acariciándole la cara- No te conoce como yo.

Se separó, porque por un momento había sentido como un latido más fuerte de lo habitual, y era una sensación rara. Cogió la varita y tomó aire y lo soltó lentamente, mirando al armario. Luego dirigió su mirada a Marcus y asintió con la cabeza para que abriera la puerta. Esta vez las cadenas se arrastraron con su pesado y tétrico sonido nada más abrir la puerta, avanzando hacia ella. Su primer impulso fue correr de espaldas hacia atrás, tratando de que no se le acercaran a los pies, pero las cadenas la rodearon y la tos empezó otra vez- No, no puedes agarrarme, yo soy como el viento, no puedes retenerme- Apretó los ojos y luego miró a Marcus. él le había vencido, él lo había logrado con su ayuda. No podía defraudarle así ahora- Y no conoces a Janet Gallia, no te tengo miedo ¡Ridikkulus!- Y cerró los ojos. Cuando los abrió vio dos muelles temblones de colorines dirigirse dando botecitos al armario y lo que oía era la risa de su madre, la preciosa risa de su madre, que le hizo sonreír a ella también- Gracias, mami- murmuró con una sonrisa. Porque daba igual lo mal que estuvieran las cosas, su madre siempre le ayudaba a salir del atolladero.

Miró a Marcus con una amplia sonrisa y dijo- Lo hemos hecho. Otra vez. Me veo capaz de enfrentarme al conejito gigante de Sean en pijama y todo- Terminó con una carcajada. Fue hacia Marcus y le abrazó suavemente, apoyando la cabeza en su hombro- Nada puede con nosotros.

Estaba con el corazón a mil, aún tenía un poco de miedo en el cuerpo pero sobre todo sentía la alegría de haberlo conseguido, la adrenalina de todo eso junto le desbordaba. Estaba que se salía de sí, abrazando a Alice con fuerza. Esperaba no estar haciéndole daño apretujándola, pero es que no se podía contener. Cuando ella se separó, se quedó mirándola mientras le hablaba y le recorrió un escalofrío, pero esta vez de los buenos, cuando le acarició la mejilla y le dijo esas cosas. Creo que poca gente me conoce como tú. Respondió con dulzura, y con ganas de darle las gracias a gritos. No habría podido hacerlo sin ella.

Vio como se separaba y se preparaba para enfrentarse al boggart, pero se quedó mirándola con cierta devoción. Llevaban juntos desde el primer día de Hogwarts y todavía no le había fallado ni una vez, eso sí que era una buena amiga. Ojalá lo fueran siempre, no quería perder a Alice como su mejor amiga ni un instante de su vida. Estaba más que probado que le ayudaba a conseguir hasta lo más complicado. Y tenía que devolverle eso, por supuesto que sí. A priori lo haría dándole apoyo para enfrentarse a su propio boggart... Pero si ni él tenía ganas de volver a escuchar la tos de Janet, no quería imaginarse como estaría Alice. Pero si ella quería hacerlo, para eso estaba él, para animar.

Le dedicó una sonrisa y un guiño y abrió la puerta del armario, notando ese cosquilleo desagradable de nuevo en su interior. Aferraba su propia varita dentro del bolsillo por si tenía que intervenir, pero primero tenía que esperar, darle a Alice la oportunidad de vencerle por sí sola como él había hecho, aunque se muriera de ganas por cortar eso: era muy desagradable y daba mucho miedo. Le devolvió la mirada con intensidad, asintiendo varias veces y diciéndole "tú puedes" mentalmente cuando le miró. Y pudo, claro que pudo. El boggart volvió a convertirse en unos graciosos e inofensivos muelles de colores que se fueron avergonzados de vuelta al armario mientras ellos se reían. Y las de Alice y Marcus no eran las únicas risas que se escuchaban allí. La reconoció en seguida: era la risa de Janet. Era fácil de identificar porque era tan bonita como la de Alice.

Se echó a reír. Ahora me da pena no haber visto eso. Bromeó. Un conejo gigante, las cosas de Sean. Y mientras reía, Alice se acercó a él y le abrazó de nuevo. Le gustaba abrazarla, pero hasta ese día no se había dado cuenta de lo mucho que se necesitaban. Y él que se había metido bajo las mantas como un idiota orgulloso, pudiendo haberle dado un abrazo a Alice y que se le pasara todo. Qué fácil lo veía ahora. Nada puede con nosotros. Susurró él también, repitiendo las palabras de la chica con los ojos cerrados y abrazado a ella.

Allí permanecieron un rato, en silencio, hasta que lentamente se separó. Vamos a hacer un trato. Sentenció, mirándola con una leve sonrisa. Me comprometo a no volver a pasar un día entero sin hablarte porque me ha pasado algo. Frunció los labios en una muequecita y se encogió de hombros. Siempre me haces sentir bien y me ayudas, así que... A partir de ahora, procuraré que no se me olvide. Contuvo una sonrisilla, la sonrisilla de que no había terminado todavía. Pero a cambio. Agarró su mano y la miró directamente. Tienes que prometerme que siempre que estés triste, siempre que pienses que Hogwarts no es donde tienes que estar o que no estás haciendo lo que tienes que hacer... Me buscarás para que te diga que te equivocas. Arqueó las cejas con una sonrisilla ladeada. Ya sabes lo mucho que me gusta decirle a la gente que se equivoca. Y más aún le gustaba ver a Alice contenta.

Se sentía tan inmensamente feliz y orgullosa que estaba segura de que toda aquella positividad habría dejado al boggart del tamaño de un gusano de gominola. Miró a Marcus con cariño y asintió cuando él repitió su frase. Realmente ahora se sentía capaz de cualquier cosa, porque si había algo mejor que hacer algo bien académicamente hablando, era conseguirlo con Marcus y ayudarle con ello.

Escuchó el pacto y asintió. Sí, mejor haría dejándose cuidar por ella. Era buena cuidando a la gente, y ayudando, como su madre. Y más a Marcus, que, como él mismo había dicho, le conocía como nadie, y le quería más que a ninguno de sus amigos. Eran Marcus y Alice, siempre funcionaban- Te lo recordaré si se te olvida. Total, siempre estoy aquí, a tu lado- dijo con una sonrisilla traviesa. Porque sí, su sitio estaba con Marcus, hicieran lo que hiciesen, era como una constante en su vida. Pero había un pero- Por supuesto...- dijo entre dientes y con una risa. Aun así, era un "pero" con el que podía vivir. Soltó un suspiro que no sabía que estaba reteniendo y apretó la mano de Marcus, sonriendo- Sí, creo que nadie mejor que tú puede recordarme que mi sitio está aquí- Y ese "aquí" debería ser Hogwarts, lo sabía, pero en su mente "aquí" era dondequiera que Marcus O'Donnell quisiera estar. Y no estaba muy segura de a qué obedecía aquel pensamiento, pero simplemente dijo, bajando un poco la voz- Te lo prometo.

Soltó la mano de Marcus, porque otra vez estaba sintiendo el latido ese extraño, y de verdad, que se sentía muy rara cuando eso pasaba- ¿Sabes que deberíamos hacer? Hacer como si nada. Nosotros ahora volvemos a la Sala Común como si nada, que esta gente se estarán empezando a despertar y bajamos a desayunar como si tal cosa. Seguro que no te importa desayunar dos veces- dijo con tono bromista y alzando una ceja- Y el lunes, cuando tengamos Defensa, se van a a quedar pasmadísimos- Alzó las cejas y se dirigió a la puerta- Y hoy lo celebramos yéndonos a Hogsmeade. A ver escaparates de librerías o lo que quieras...- Sonrió y se encogió de hombros- Lo que te apetezca, con tal de salir y disfrutar del tiempo que tenemos- Sí. El miedo a la vida no vivida. Ella sabía que no eran unas cadenas físicas lo que le atacaban. Eran las cadenas de que algo le impidiera ser libre. Pero no permitiría que pasaría y menso un día en el que había conseguido tantas cosas de la mano de Marcus. Conquistaría el miedo. Fue a las ventanas del pasillo y se asomó- Mira que viento hace hoy, es día de que yo salga. Marzo ventoso y abril lluvioso hacen de mayo florido y hermoso- dijo risueña- Lo que ese refrán quiere decir es que aunque ahora aparezca que todo es muy gris solo hay que esperar un poco... Y volverá a florecer. Siempre lo hace- y se asintió a sí misma con una sonrisa, confiando en el futuro, con Marcus, con su madre sana, mirando hacia los terrenos del castillo que ya consideraba su hogar.

Algunas personas hacían juramentos de meñique, o firmaban cosas, o se estrechaban la mano. Ellos no, ellos tenían su propio código. Así que cuando Alice dijo te lo prometo, Marcus pegó su frente a la de ella y, con una sonrisilla de lado, la miró a los ojos y selló el trato. Prometido queda. Y era consciente, con lo cabezota que era, que si volvía a sentirse como el día anterior le iba a costar mucho trabajo recurrir a nadie. Pero Alice no era una persona cualquiera, acababa de demostrar que con apenas unas palabras o unos gestos era capaz de echar todos sus problemas a volar a ese viento que tanto le gustaba. Eso sí que era hacer magia.

Escuchó la propuesta de Alice con los ojos entrecerrados y la cabeza ligeramente ladeada como los ponía cuando escuchaba algo con interés. Rió un poco aunque disimulando una falsa ofensa. Te recuerdo que anoche no cené, así que si desayuno dos veces estará más que justificado. Él para comer siempre tenía una justificación. Amplió la sonrisa solo de imaginar como iban a triunfar el lunes en clase, y por la sensación de satisfacción de nuevo en su pecho al saber que lo había conseguido, ambos lo habían conseguido. Ya no se sentía un estúpido ni un crío incapaz, y el lunes lo iba a demostrar delante de todos.

Y cuando escuchó lo de las librerías abrió los ojos como platos, recordando algo de repente. ¡OH! ¡Ya ha salido el último libro de Bathilda Hopkins! Mi madre no para de hablar de él, su departamento se ha pasado todo el verano intentando contactar con ella. Me lo dijo el jueves en su última lechuza. ¡Dicen que ha creado un hechizo que detecta criaturas en un radio de cinco kilómetros! ¿Sabes lo útil que sería eso? Pero también sería muy peligroso. Se mesó la barbilla. Le quedaba un buen camino a Alice por delante con Marcus debatiendo sobre las implicaciones del hechizo. Tengo que leer ese libro aunque sea en la tienda. Porque, para variar con los libros de hechizos experimentales, no estaba permitida su venta a menores de edad salvo que Hogwarts lo autorizara. Maldita sea...

Había salido dándole vueltas a lo del libro del aula y vio como Alice se acercaba a una de las ventanas. Sonrió, caminando hasta ponerse a su lado y se olvidó por un momento de su debate particular. Lo hará. Lo hará seguro. Pasó un brazo por encima de los hombros de la chica y se dirigió junto a ella al Gran Comedor. Pero antes, la miró con expresión bromista. Sigues en pijama. Lo sabes, ¿verdad? Pero él ya tenía lo del segundo desayuno en mente, así que primero eso y luego que subiera a cambiarse. Apoyó la cabeza en la de Alice con ternura mientras caminaba, puesto que él ya era más alto que ella, y añadió. Verás como sí, todo va a florecer. Siempre lo hace. Separó la cabeza y la miró. Y allá donde tú vayas siempre llevas una flor contigo, no sé como lo haces. Y siempre le llevaba a él. Pero, ¿iba a quejarse de eso? Ni lo más mínimo. Porque había algo que tenía muy claro: que pasara lo que pasara, hiciera viento, lluvia o las cosas tardaran en florecer... si estaba con Alice, no tenía miedo.