JUST SAY YES

La rutina está en ocasiones salpicada por algún que otro tropiezo que a veces se convierte en un problema. Lo importante, por supuesto, es tener amigos en los que apoyarse, que son los que hacen de lo irresoluble algo más manejable. Por esa misma razón, Wynonna y Kevin tenían un acuerdo con el resto de sus amigos, que consistía en reunirse todos los jueves para cenar en un apartamento, y no dejar de hablar, independientemente de lo lejos que los llevasen sus vidas adultas. Lo que ninguno de los dos imaginaba, claro, era que faltarían a su compromiso, encontrándose de pronto a varios cientos de kilómetros de su ciudad y, por si eso fuera poco, a unos cuantos siglos antes del año que habían marcado sus calendarios.

Un día, la pareja de amigos se encontró con que su mundo había desaparecido, y algo los había arrastrado a la época victoriana que solo habían visto en la pequeña y gran pantalla. Todas aquellas cosas que en la ficción les resultaban tan divertidas como absurdas eran ahora parte de sus vidas, y si algo les quedó claro en el momento en el que se encontraron en el pasado, es que necesitarían mantenerse unidos si querían salvar su honra y sobrevivir a los afilados comentarios de la sociedad inglesa mientras encontraban la forma de regresar a casa.

Wynonna Reyes Eloise Smyth — Mahariel

Kevin Walters Jack Lowden — Timelady

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— A LOVELY NIGHT —

Wynonna conocía poco a las familias de sus padres, porque nunca se habían molestado en reunirse todos como hacían otros clanes en Navidad, cumpleaños y fechas señaladas, así que no habría podido jurar que la mujer de los gritos no estaba emparentada con ella de ninguna manera. De todas formas, prefería pensar que su tía de la regencia era ficticia. Sus garras, desde luego, no lo eran, porque se las clavó en la carne hasta dejarle marcas que permanecerían en su piel hasta bien entrado el día siguiente. Wynonna se frotó las muñecas cuando la dejó ir para enfrentarse a Kevin.

La mujer estaba hecha un basilisco y ninguna de las muchachas que había allí se atrevió a decir nada. Sin embargo, Kevin sí lo hizo, ¡y de qué manera! No solo no se achicó ante el ataque de ira de la señora, sino que se infló de rabia para ponerla de vuelta y media.

— Oh, guau — farfulló Wynonna.

Muy pocas veces, por no decir ninguna, había visto así de molesto a su amigo. No era para menos, claro, pero dadas las circunstancias la sorprendió especialmente que saliera en su defensa convertido en un rottweiler. Wynnie miró a Kevin de hito en hito. No era un caballero andante en brillante armadura, con el cabello perfectamente colocado sobre el rostro y un elocuente discurso bajo el brazo y, sin embargo, a ella sí se lo pareció. No habría querido otra cosa.

El caso es que salió de su ensimismamiento con otro grito. Si todo el mundo era así de intenso, empezaban a cuadrarle las tramas de las series y películas ambientadas en la regencia. Apareció otra mujer en escena, igual de escandalizada que las demás, que vino a decir lo que ya se había exclamado anteriormente.

— ¿Acaso es ilegal dar un paseo? — alzó Wynnie la voz con el ceño fruncido.

— ¡Tú cállate!

— ¡Responde! ¿Lo es, acaso? ¿Y por qué?

— Nos vamos de aquí ahora mismo — siseó su tía al tiempo que se dirigía a ella. Wynonna dio un salto hacia atrás para escapar de sus garras y eso la enfureció todavía más. Un destello de ira estalló en su mirada, como un relámpago, y desapareció de la misma manera. Wynonna supuso que, al haber testigos, no quería engrandecer el escándalo. De haber sido distintas las cosas, estaba segura de que le habría querido cruzar la cara de un guantazo —. Ya hablaremos de cómo vamos a reparar esta afrenta — le dijo a Kevin y a la señora que lo acompañaba, a la que se había unido un hombre rechoncho y de nariz tuberculosa —. Esto es intolerable.

— Y dale. ¿¡Qué es intolerable!? ¿Puede alguien hablar claro de una... maldita vez?

WYNONNA — NOCHE DE BAILE — CON KEVIN

— STEPPED OVER THE LINE —

Después de lo ocurrido en el laberinto, la familia de acogida de Wynonna había optado por mantenerla cautiva. No le habían permitido explicarse, ni tampoco rechistar. De hecho, llevaban días sin dirigirle la palabra. Es más, la ignoraban completamente. Wynonna comenzaba a sentirse como una cómoda de caoba, porque nadie se dignaba a mirarla y, cuando lo hacían, arrugaban el rostro como si estuviesen mordiendo un limón.

Aquella no era su verdadera familia, claro, por lo que no le dolió tanto como ellos habrían esperado, pero aun así se le hizo desagradable lidiar con la displicencia victoriana sin ningún apoyo sobre el que sostenerse. No le habían permitido ver a Kevin, por supuesto, y tampoco había tenido oportunidad de escapar en alguna visita al mercado porque ya no contaban con su compañía para parlotear sobre vestidos, especias o lo que quiera que hubiese ese día en los puestos del comercio. Por lo menos, se consolaba ella, no le habían retirado los panecillos del desayuno. No se moriría de hambre mientras tanto, aunque sí de aburrimiento.

Un día, quizás al cuarto o quinto amanecer tras el evento desastroso, mientras Wynnie sacudía las sábanas para secarlas en las cuerdas, la matriarca apareció escoltada por sus hijas. Se dio la vuelta para ver si tenía a alguien tras ella, pero no. La estaban mirando a ella, por primera vez en casi una semana entera, y en sus ojos había un cierto brillo malicioso que le puso la piel de gallina.

— Tu… incidente — pronunció la segunda palabra con sumo desagrado, pero continuó hablando — ya está solucionado. Sabemos que eres joven, Theodora, pero comprenderás que hay ciertas cuestiones que deben quedar cubiertas. No podemos permitir que un escándalo semejante dañe la reputación de nuestra familia.

Por más que Wynonna pensaba, no recordaba haberle sacado la chorra a Kevin en mitad del jardín, por lo que no entendía la gravedad del asunto, aunque prefirió no decir nada.

— Hay un noble caballero dispuesto a pasar por alto este pequeño escándalo — le explicó —. Tiene tierras por el sur y varias propiedades de alto valor inmobiliario. Es una oportunidad maravillosa para ti, Theodora — sonrió dulcemente ante su desconcierto —. Ya está decidido.

— ¿El qué? — miró a las hijas sin encontrar respuestas. — ¿Qué es lo que está decidido?

— El caballero que conocísteis en el baile os desposará en dos semanas. No volveréis a ver a vuestro amiguito.

Wynonna se quedó con los brazos extendidos, a medio colgar la sábana. Una brisa levantó las esquinas y ella no hizo fuerza para contenerlas. La tela se arrugó a sus pies y se hizo un silencio abrumador.

— ¿Perdón?

WYNONNA — DE DÍA — CON KEVIN

— STEPPED OVER THE LINE —

Wynonna las miró, esperando alguna indicación. Aquello, evidentemente, tenía que ser una broma. Esas cosas solo pasaban en las películas y lo único que tenía claro en la vida es que no era la protagonista de ninguna trama romántica que implicase matrimonios concertados y caballeros andantes que la rescatasen del altar en el momento en el que se viera obligada a decir “sí, quiero”. Ella era una simple chica que se había pasado con el especiado de los brownies y estaba en un mal sueño del que antes o después tendría que despertar. El problema es que pasaba el tiempo y eso no sucedía, de la misma manera que nadie le decía “venga, Wynonna, era broma, aquí tienes un crucero por las Islas Griegas con tus amigos para compensar las molestias.”

— Nosotras nos encargaremos de los preparativos — continuó alegremente la matriarca, quizás espoleada por su desconcierto —. Tú no tienes que preocuparte de nada, solo de estar guapa y sonreír en tu gran día. Lo demás, lo haremos nosotras.

— Y una mierda — respondió ella bajando los brazos, habiendo vuelto en sí de golpe.

La estupefacción de las mujeres la hizo sonreír. Estaban tan sorprendidas que no pudieron formular una réplica. Wynnie pisoteó las sábanas y se aseguró de que se manchaban de barro y hierba. Agarró las faldas de su vestido, que por suerte era de los sencillos, de los que no tenían varios forros y otras tantas capas de tela superpuestas, y echó a correr tan rápido como le permitían las piernas. Oyó gritos a su espalda, pero cuando lanzó un vistazo por encima del hombro, nadie la perseguía. Correr, supuso, no era de señoritas, y en cualquier casoWynonna estaba segura de que no la alcanzarían.

En su huida hacia ninguna parte pasó fugazmente al lado de transeúntes que la miraron dos veces, aunque no la detuvieron. Poco le importaban en ese momento los cuchicheos. Se dirigía hacia el prado en el que se había visto con Kevin o, al menos, eso creía, porque nunca lo había hecho esquivando los caminos. Se detuvo en un valle a recuperar el aliento. Sentaba bien el ejercicio después de tantos días comportándose como si fuera parte del mobiliario, pero estaba en ese punto en el que las bocanadas de aire entraban afiladas a sus pulmones. Miró en derredor, tratando de orientarse, y vio a alguien en los establos. Distinguió los reflejos dorados del pelo de Kevin y volvió a correr hacia su particular caballero andante.

— ¡Kev! — le respondió a voz en grito. Al llegar a su altura, dio un salto y se derrumbó sobre él, atrapándolo en un abrazo. — Kevin, están locos. ¡Están completamente locos, tío! ¡Como cabras, joder! — se quejó, irguiéndose, pero sin soltarlo. — Me quieren casar con no sé quién para recuperar mi honor, o no sé qué me han dicho. Con un caballero con tierras en no sé dónde. Dios, como sea el baboso que vimos en el baile, te juro que me suicido. Me tiro por la ventana. No, mejor, lo tiro a él. O lo ahorco con el vestido, no lo sé — resopló —. Tenemos que salir de aquí. Esto ya no tiene ninguna gracia. Hablaban completamente en serio. Tenemos que irnos. No sé a dónde, ni cómo, pero tenemos que irnos.

WYNONNA — DE DÍA — CON KEVIN

— STEPPED OVER THE LINE —

Kevin se convirtió en su roca, en el ancla que mantenía a Wynnie con los pies en la tierra, en la única seguridad con la que podía contar en un mundo de chalados victorianos, en el recuerdo de la que era verdaderamente su vida antes de que hubiese comenzado aquella pesadilla.

— ¿En serio? ¿De verdad ibas a buscarme? — Era una pregunta estúpida, claro. En primer lugar, porque Kevin estaba ensillando a un caballo para ir, obviamente, hacia alguna parte; y en segundo lugar, porque su amigo no la dejaría tirada en brazos de un noble y apestoso caballero inglés así por las buenas. — Nos vamos de aquí — repitió ella con todo el convencimiento del mundo, aguantándose las lágrimas —. No lo sé, ¿una brújula? ¿Un mapa, para saber dónde se supone que estamos? Dios, cómo echo de menos Google Maps. No, cómo echo de menos mi teléfono. Lo que daría ahora por que me llamase un comercial de Movistar para ofrecerme una tarifa de datos — resopló y acarició al caballo. Entonces se fijó en los elaborados remates de las mangas de su vestido —. Oye, escucha, estoy pensando que con estas pintas igual doy un poco el cante. Tú y yo subidos en el caballo de esta guisa quedaría genial en un videoclip de, yo qué sé, Taylor Swift, ¿sabes? Pero lo mismo el resto de chiflados del condado de Locatistington se dan cuenta de que estamos intentando fugarnos y nos dan caza o algo por el estilo. ¿Cuándo acabaron las cazas de brujas? Porque sería ya lo que me faltaba — puso los brazos en jarras —. ¿Crees que podrás conseguirme ropa de hombre o, no sé, un saco de patatas aunque sea para disimular un poco?

WYNONNA — DE DÍA — CON KEVIN

— STEPPED OVER THE LINE —

La observación de Kevin la hizo reír. El hombre con el que la habían prometido, desde luego, no era en absoluto su tipo. No tenía claro si era mucho mayor que ella o si sencillamente se había conservado igual de bien que la leche fresca fuera de la nevera, pero recordaba haberlo visto en el dichoso baile del condado y haber sentido un escalofrío al sentir su mirada sobre ella. Era como si la estuviese escudriñando una mala bestia que tuviese los ojos fijos en su siguiente presa. Tampoco había ayudado, pensó después, el hecho de que hubiese sabido que había llegado por el intenso olor a rancio que lo precedía. «Vale que en esta época no se llevaba eso de bañarse todos los días», le diría a Kevin, », pero lo de ese desgraciado era insoportable.»

— Bueno — no veía dónde podía desaparecer en un espacio tan abierto, aunque tendría que inventarse algo —. Haré lo que pueda, pero… um… — ¿Por qué se encogido el corazón ante la perspectiva de que desapareciera, aunque fuera a volver más tarde? — No te alejes demasiado — farfulló a modo de despedida.

A Wynonna le pareció distinguir un brillo de duda en los ojos de su amigo, pero no les sobraba el tiempo, así que Kevin se marchó en busca de provisiones mientras ella buscaba dónde esconderse en el establo, rogándole a quien quiera que estuviese al mando que a nadie se le ocurriera ir a ensillar un caballo mientras estuviera allí. Por suerte, sus plegarias fueron escuchadas y su única compañía fue la de las monturas, que no le prestaron demasiada atención. La espera, sin embargo, se le hizo difícil: no soportaba estar aislada de Kevin, no tener con él otro medio de comunicación, no sabría si las cosas se habían torcido o no hasta que no fuera demasiado tarde para hacer algo al respecto.

— ¡Ahí estás! — cuando lo vio, salió a su encuentro. — Qué cara, ¿qué te pasa? ¿Te han visto? ¿Te han dicho algo? ¿Estás… bien? — Si había ocurrido algo, no había impedido que recogiese algunas cosas, a juzgar por lo pesada que parecía la bolsa que había traído consigo. — ¿Qué has traído? — a su espalda, el caballo resopló. Wynnie volvió la vista y después miró a Kevin. — Nos vamos a meter en una buena. Lo sabes, ¿verdad?

WYNONNA — DE DÍA — CON KEVIN

— STEPPED OVER THE LINE —

Cuando Kevin le dijo que lo habían descubierto, Wynonna asumió que todo había acabado: llamarían a su familia de acogida, la entregarían y tendría que apuñalar a su prometido para librarse de él en la noche de bodas. No era capaz de imaginarse qué ocurriría después, ni con ella ni con Kevin, que habría de lidiar con su propia deshonra al haber tratado de fugarse con una mujer comprometida. Sintió que el mundo se abría a sus pies y que nada tenía ya sentido, pero su amigo no parecía alterado, sino más bien desconcertado, y su falta de reacción ante la tragedia fue lo que impidió que Wynnie se desquiciase.

— Pero… — Ni siquiera sabía por dónde empezar, así que optó por escuchar a Kevin. Le mostró lo que había conseguido reunir y el dinero que le había entregado su tío. No tenía clara la equivalencia entre la libra y la moneda victoriana que tenía entre las manos, por lo que no podía deducir si les había ofrecido una pequeña fortuna o poco más que una limosna, pero era extraordinario de cualquier manera. — ¿Por qué nos está ayudando?

Era la única pregunta que se le ocurría y la que, a su juicio, era más importante. Solo había visto a la familia victoriana de Kevin un par de veces, a lo lejos, y se sorprendió preguntándose si serían verdaderamente sus antepasados o no. Si su ayuda era sincera, desde luego, podrían serlo perfectamente, aunque eso implicaría que las mujeres con las que había convivido Wynnie también formaban parte de su árbol genealógico y eso solo podía disgustarla.

— Ah, genial. Espero que no haya ningún corsé aquí dentro, porque creo que la última vez que me puse uno, me partieron dos costillas — se asomó a la bolsa y la tela era distinta a la de sus vestidos, más gruesa y tosca que sus sedas. Kevin tenía razón: era tarde para echarse atrás —. Voy a cambiarme, entonces. Espera y vigila, que lo que me faltaba es que viniera alguien y me viera en… Bueno, que vigiles.

Se escondió donde buenamente pudo para sustituir su vestido por la ropa que le había conseguido su amigo.

— No sabes cómo he echado de menos llevar pantalones — habría podido llorar de felicidad, de hecho —. Venga, vámonos antes… antes de que cambie de opinión tu tío, o quien sea.

WYNONNA — DE DÍA — CON KEVIN

— STEPPED OVER THE LINE —

Lo mejor que podían hacer era despedirse de aquel pequeño e indiscreto poblado, de los panecillos, de las mermeladas, de las telas brillantes y las conversaciones insulsas para alejarse de allí tanto como pudieran. Ninguno de los dos tenía ni la más remota idea de a dónde se dirigían ni de qué se encontrarían al otro lado del horizonte, pero sí la convicción de que no podría ser peor que lo que los esperaba allí si se quedaban. A Wynonna, un marido repugnante; a Kevin, la deshonra de la familia. Estarían mejor en cualquier otra parte. Wynnie cogió la mano de su amigo y con su ayuda subió al caballo.

— Como en las películas, ¿no? — le costó acomodarse a la montura, pero una vez estabilizada, abrazó a Kevin y apoyó la barbilla en su hombro. — Pues venga, caballero. Larguémonos de aquí.

Wynonna pensó en que, quizá, podían fingir ser un matrimonio en otro lugar, mientras descubrían la manera de regresar a su época. Estaba visto que a las mujeres solo las respetaban cuando eran propiedad de otro hombre, y puestos a elegir, Wynonna prefería estar unida a su amigo antes que a cualquier chalado burgués que quisiera desposarla y darle seis o siete hijos para que heredasen sus fincas y sus talleres. Se lo diría más tarde, cuando llegasen a alguna parte y no tuviesen que preocuparse de no caer del caballo y resquebrajarse algún hueso de camino a su libertad provisional.

WYNONNA — DE DÍA — CON KEVIN

— take me somewhere —

Cuando Wynnie se abrazó a Kevin, iniciaron la marcha. No sabía si él había montado a caballo alguna vez, a diferencia de ella, pero le parecía que mantener el equilibrio ahí subida no era tan sencillo como lo aparentaban las películas. El trote era ligeramente irregular, tanto como lo fuera el terreno que estuvieran atravesando, y aunque podía apoyarse en Kevin, tenía que aferrarse al caballo con las piernas.

Al cabo de un rato, sin embargo, se fue acostumbrando y relajó algo de la tensión que le agarrotaba el cuerpo. No habría sabido cuánto tiempo duró su travesía, puesto que nunca se le había dado bien intuir qué hora era ni siquiera cuando tenía el reloj de su teléfono móvil a mano, y las nubes que ocultaron el sol le dificultaron intuir si había pasado ya el mediodía. Kevin propuso una parada y Wynonna miró a su alrededor.

— Pues… — observó la granja más cercana, que no parecía habitada en un primer vistazo, y se encogió de hombros. — En otras circunstancias te diría que ni de coña, porque no querría encontrarme un tío con un hacha, pero mira… Creo que prefiero enfrentarme a un maníaco peligroso antes que a mis tías y a sus corsés, así que vamos. Deberíamos asomarnos primero para ver si hay alguien ahí dentro. Seguro que hay algún sitio vacío en el que podamos quedarnos un rato, porque nosotros vale, ¿pero el caballo? No vamos a poder esconderlo, al pobre, y tampoco podemos abandonarlo por ahí.

WYNONNA — Granja — CON KEVIN

— take me somewhere —

Wynonna suspiró y apoyó la barbilla en el hombro de Kevin. Allá donde mirase solo veía problemas: la huida, el caballo, la comida, el techo, el destino. En las últimas horas habían terminado de perder la poca cordura que les quedaba en una época absolutamente absurda. La familia de Kevin los había ayudado, o eso creía él, y Wynnie se preguntó si la suya la estaría buscando. ¿Le habrían dicho ya a su futuro no esposo que se había marchado? Tal vez intentarían ocultarlo durante un tiempo, esperando que regresara, para preservar su honra y la de la familia, pero eso no ocurriría. Wynonna jamás volvería por su propio pie junto a ellos, así le costase todo lo que tenía.

— Guay — asintió, distraída por sus propias cavilaciones —. También le podemos pedir el hacha prestada para hacer justicia por nuestra cuenta, que tampoco estaría mal — añadió con irónica esperanza —. Creo que será mejor que mantengamos un perfil bajo por ahora. Todavía no habremos salido de los límites del condado. Quizá ese tipo conozca a tu familia, o a la mía, y les avise de que estamos aquí. Además, no sabemos cuánto va a durar nuestro viaje. No sé, quizá hoy deberíamos tirar de provisiones y ver mañana qué hacemos. La verdad es que no me fío de nadie de por aquí. Están todos absolutamente chalados. A ver si el tío del hacha va a querer comprarme por, yo qué sé, siete ovejas o alguna mierda así. Está claro que aquí las mujeres no somos más que mercancía, así que que no te extrañe.

Dieron un rodeo para alcanzar la espalda de la hacienda y a los alrededores no vieron a nadie. Era una pena que un lugar tan bonito estuviese lleno de gente tan estúpida. Wynonna nunca había estado en prados silvestres tan verdes y, si se olvidaba de lo que había ocurrido, parecía que estuvise metida en una postal antigua. El problema, claro, era que no podía hacerlo. Escrudriñó los árboles en busca de sombras, pero no encontró nada.

— Iré contigo — le propuso —. Para eso me he vestido así, ¿no? Para pasar desapercibida. Pues eso. Vamos, nos asomamos, y si no hay nadie nos quedamos por aquí.

WYNONNA — Granja — CON KEVIN

— take me somewhere —

Wynonna sabía que, de no haber contado con la ayuda de Kevin, ni siquiera habría podido abandonar el condado. Aunque hubiese logrado marcharse del manicomnio que tenía por hogar, no habría llegado demasiado lejos sin la ayuda de su amigo. Estaba claro que dos cabezas pensaban mejor que una sola y pese a su situación, Wynnie se atrevió a tener esperanza en que las cosas saldrían bien de una manera u otra.

— Esta gente se volvería loca con el instagram de las Kardashian — comentó, ligeramente abstraída, antes de fingir ofenderse profundamente por el comentario de Kevin. Le golpeó el hombro —. ¡Oye! ¿De qué vas?

Esperaba algo más que diez caballos, aunque si lo pensaba, la montura que los había llevado hasta allí le parecía que valía su propio peso en oro, porque era el único medio de transporte del que disponían para marcharse, por lo que quizás no era tan mal trato después de todo. Kevin tomó su mano y le propuso un cambio de identidad. Wynonna se rio con sinceridad por primera vez en días, y cuando terminó de hacerlo se sintió más ligera, como si se hubiese quitado una mochila.

— Sí quiero — se limpió las lágrimas que se le habían saltado con el dorso de la mano sin soltar a Kevin —. Venga, señor Swift, ¿por qué no haces los honores?

WYNONNA — Granja — CON KEVIN

— take me somewhere —

Nadie respondió a la llamada del señor Swift. Empujó la puerta con delicadeza y las bisagras cedieron con un gruñido de lo más teatral. Wynonna se asomó al interior de la vivienda poniéndose de puntillas para ver por encima del hombro de Kevin. No vio a nadie, ni siquiera una sombra sospechosa. Tampoco había manchas de sangre en el suelo, por lo que descartó, en primera instancia, la presencia de un asesino en serie. Quizá existía y, como una especie de Dexter de la regencia, limpiaba con excelsa pulcritud, aunque Wynnie lo descartó recordando el aspecto de las uñas de los caballeros que había conocido hasta el momento.

— La verdad es que es una propuesta rara — caviló —. ¿Te imaginas estar en tu casa y que aparezca una parejita para pedirte pasar una noche en tu cobertizo? Yo llamaría a la policía.

La cuestión es que los dueños de la casa no hicieron acto de presencia. Solo los recibió un silencio sepulcral. Wynonna pensó en que podrían haberse quedado allí en lugar de en un establo que sabía Dios en qué estado lo habían dejado, pero fiel a su determinación de pasar desapercibidos en la medida de lo posible, ayudó a Kevin a cargar leña para apilarla en el exterior, a un metro de la estructura.

— Pues este sitio es casi tan grande como el apartamento de Jo — el establo parecía más bien un granero, tenía espacio para varias monturas y una segunda altura delatada por una escalera que a lo lejos parecía bastante quebradiza —. “Casa rural. Dos ambientes. Necesita reforma. 600 £. Se requiere aval.”

WYNONNA — Granja — CON KEVIN

— take me somewhere —

Wynonna suspiró de nostalgia ante la mención de los hoteles que no serían inventados tal y como ellos los conocían hasta mucho después. ¡Qué no habría dado ella por una habitación cochambrosa en una pensión de mala muerte, con tal de que tuviese WiFi y una toma de electricad en la que cargar la batería de su teléfono! Quizá no serían muchas las llamadas perdidas que estarían esperándola allá donde estuviera su móvil, pero tendría decenas de mensajes, si no cientos, y mucho con lo que ponerse al día en Twitter, TikTok e Instagram. Además, había encontrado un fanfic completado de la trilogía de Los Juegos del Hambre narrada desde el punto de vista de Peeta, y había comenzado a leerla justo antes de desaparecer del siglo XXI para acabar atrapada en una pesadilla de la regencia.

— ¿Cuántos días llevamos aquí metidos? — preguntó de pronto con la nariz arrugada. — He perdido la noción del tiempo. Parece que haya pasado un siglo y a la vez es como que todavía no me lo creo — suspiró —. Echo de menos a Jo. Y a Javier. Y a Beth. Echo de menos hasta al imbécil de mi vecino de enfrente, el que siempre se queja de las fiestas que hago aunque ni siquiera esté en casa. Todavía estoy esperando a que aparezcan grabándonos con el teléfono para decirnos que todo era parte de una especie de broma o de una despedida de soltera demasiado elaborada para mi gusto, ¿sabes? Aunque bueno, si eso llega a pasar, espero que no traigan también a mi vecino, la verdad — miró en derredor y reparó en lo que hacía Kevin —. ¿Quieres que te ayude con eso?

Antes de que pudiese responderle, se inclinó sobre el montoncito de ramas para tratar de encender una chispa con la que prender el fuego.

— Supongo que es mucho pedir que haya por aquí un mechero.

WYNONNA — Granja — CON KEVIN

— take me somewhere —

Kevin tenía razón: fuese lo que fuese lo que estaba pasando, ya duraba demasiado tiempo. Su compañía hacía que se sintiera afortunada. Con cada minuto que pasaba, Wynonna estaba cada vez más segura de que se habría vuelto loca de no haber sido por su amigo. ¿Con quién más iba a fugarse subida a un caballo?

— Ya, yo tampoco lo creo — suspiró —. Pero tenía esperanzas.

Sobre ellos pendía una incertidumbre que ninguno se atrevió a mencionar. No sabían cómo habían acabado allí, pero tampoco cómo saldrían, si es que llegaban a hacerlo. A Wynonna no se le ocurría ningún plan. No había tenido ninguna revelación digna del final de una película. De hecho, todavía no sabía qué iban a hacer al día siguiente.

— ¿Un cuento? ¿A ver? — se asomó al interior de la lata. — Déjame probar.

Wynonna investigó la lata y cada una de sus partes antes de intentar hacer algo con ella. ¡Cuánto echó de menos un tutorial de YouTube en ese momento! Una página de WikiHow también le serviría, o incluso un artículo de un cuestionable medio de comunicación que hubieran titulado algo así como Encontraron Una Lata De Yesca Y Lo Que Pasó A Continuación Te Sorprenderá.

— Puede… que esto me lleve un rato — reconoció finalmente, sentándose en el suelo.

WYNONNA — Granja — CON KEVIN