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    Alchemist
    Freyja
    Alchemist
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    Sáb Abr 23, 2022 8:25 am
    Recuerdo del primer mensaje :




    El pájaro en el espino
    Marcus & Alice | Continuación Golden Shields | Inspired - Libros (Harry Potter Universe)
    Estaba escrito. Marcus O’Donnell y Alice Gallia estaban predestinados a estar juntos desde antes de nacer, aunque las vicisitudes de la vida y sus familias, les impidieron conocerse hasta llegar a Hogwarts. Desde el primer día, en las barcas, sintieron esa conexión única que acabaría desembocando en la más bella historia de amor, pero hicieron falta siete años de idas y venidas, de heridas tan dolorosas como la pérdida de una madre o la apertura de secretos familiares que podían traer un terremoto a la vida de todo el mundo, para que acabaran juntos y felices.

    Marcus es el primogénito adorado de la importante familia O’Donnell. Criado entre eruditos y con una familia unida, recto, prefecto durante tres cursos completos en Hogwarts, amante de las normas y con una inteligencia privilegiada. Nada haría augurar que acabaría entregando su corazón a Alice Gallia, otra mente brillante de Ravenclaw, pero proveniente de una familia con un pasado turbulento por parte de su madre en América, y mucho menos fan de las normas e inherente al caos. Pero ellos se adoran, las familias han recuperado el vínculo y se apoyan y la alianza O’Donnell-Gallia es un fuerte vínculo que va desde Irlanda a La Provenza.

    Juntos fueron los mejores alumnos de Hogwarts, juntos quieren comerse el mundo y ser alquimistas. Ahora saben que se aman y que quieren estar juntos, pero no todo puede ser tan fácil. Les quedan mucho años de estudio y trabajo por delante para llegar a ser quienes quieren ser, las situaciones familiares no son las ideales y aún quedan temas sin resolver.

    La historia de Marcus y Alice no podía acabarse al salir de Hogwarts, queda mucha alquimia, mundo que recorrer, momentos felices, dramas y mucha mucha alquimia y magia, que es para los que ambos nacieron. Además, aún no se han cumplido las dos profecías: queda una boda con mucho espino blanco y la creación de un nido… La última página está muy lejos de ser escrita, y esto es solo la primera parte.

    AQUÍ COMIENZA ALQUIMIA DE VIDA: PIEDRA, PARTE 1


    Índice de capítulos

    1. La eternidad es nuestra
    2. The birthday boy
    3. Juntos pero no revueltos
    4. Rêve d'un matin d'été
    5. Don't need to go any further
    6. The ghost of the past are the fears of the future
    7. Que alumbra y no quema
    8. Where it's peaceful, where I'm happy, where I'm free
    9. Could you never grow up?
    10. El largo vuelo
    11. Family fights together
    12. The language of facts
    13. El ejército
    14. They made their way
    15. De cara al pasado
    16. Toda la carne en el asador
    17. Con los pies en el suelo
    18. The encounter
    19. Titanium
    20. La bandada
    21. Turmoil
    22. En el ojo del huracán
    23. La mágica familia americana
    24. Vientos de guerra
    25. The hateful heirs
    26. Damocles
    27. Tierra sin ley, odio que ciega
    28. Sueños de paz
    29. Antes de despegar hay que aterrizar
    30. Volar es un pensamiento que no se puede atrapar
    31. El vuelo de las águilas
    32. Como las piedras celtas
    33. Are we out of the Woods?
    34. Bad topic
    35. The date
    36. Furthermore
    37. Sin miedo a la diversión
    Marcus O'Donnell
    Alquimista | Timotheé Chalamet | Freyja
    Alice Gallia
    Alquimista y enfermera | Kaya Scodelario | Ivanka




    Post de rol:


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    Alchemist
    Freyja
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    Sáb Jul 16, 2022 9:21 am


    Juntos pero no revueltos (+18)
    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Los besos de Alice ya le estaban cegando, y quizás no había sido buena idea iniciar eso en las escaleras, pero en esas situaciones no se caracterizaba por pensar con raciocinio. Justo cuando trataba de dilucidar cómo hacer el siguiente movimiento sin caerse los dos, en primer lugar, y lidiando con su mente nublada por la pasión en segundo, ella le dijo que le llevara a la cama. Solo el comentario le arrancó un suspiro. Pues no se hable más.

    La llevó aún en brazos hasta allí (menos mal que no estaba muy lejos), sin querer dejar de besarla en el proceso, y el comentario sobre que no se partía le hizo reír brevemente, mirándola con intensidad y una sonrisa ladina. - Me alegro por ello, porque había bastante riesgo. - Porque se notaba bullir de una manera que no sabía en qué podía acabar eso si la cama fuera medio endeble. Siguió besándola mientras caían ambos al colchón, pero Alice se separó de sus labios para lanzarle uno de sus retitos, aunque este era "bastante fácil". Menos mal que tenían vía libre, porque lo que no era nada fácil era contenerse con eso. - ¿Arregladito? - Preguntó con una leve risa, besando su mejilla y su barbilla mientras tanto. Se separó para que ella pudiera quitarle la camiseta, y cuando volvió a bajar se encajó entre sus piernas aún más, soltando el aire casi en un resoplido de contención. Aquello estaba escalando rápido y no lo pensaba parar.

    Se mordió el labio y se le escapó una risa bufada y nerviosa cuando la vio subirse la falda de esa forma, mientras le hablaba. - Has cumplido. - Susurró. De verdad que no era capaz de articular nada más inteligente que eso, solo podía lanzarse a sus labios, devorarlos y acercar su cuerpo más al de ella. Ah, Alice intentaba quitarle el pantalón. Puede que no le estuviera dejando mucho espacio, pero no se quería separar ni un milímetro. - ¿Sabes la noche que me has hecho pasar? - Susurró en su oído, pasando las manos a sus piernas, terminando de subirle la falda y alzando un poco las caderas para facilitar que la chica le desabrochara el pantalón. Besó su cuello mientras, una vez desabrochado, se desprendía de él, dejando mucha menos ropa entre ellos. - ¿Sabes la mañana que llevo? - Un auténtico infierno, pero ahora estaba en el paraíso. El vestido de Alice ya estaba bastante subido, por encima de la cadera, lo cual era muy revelador, y ahora sus manos bajaban sus tirantes para intentar revelar lo que quedaba y desplazar sus besos hacia allí, aun dejando la prenda arremolinada en la cintura. A quién le importaba. A él, desde luego, como estaban ya le venía más que bien.




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    Sáb Jul 16, 2022 3:30 pm


    Juntos pero no revueltos (+18)
    Con Marcus| En Casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Tendría que hacerse mirar por qué le ponían TANTÍSIMO la palabra “riesgo” en labios de Marcus, tanto que paseó sus dientes suavemente, sin llegar a morderle, por la piel de su cuello, y cerró la mano entorno a sus rizos. Por Merlín, se sentía arder por dentro, qué ansia tan mala, ¿desde cuando estaban así? Si juraría que en Hogwarts pasaron muchos más días sin poder… En fin, tener un momento como aquel, culminar sus deseos, pero ahora era como si llevara días sin beber y Marcus fuera agua fresca.

    Rio picarona, mientras notaba como se separaba de ella para dejarle quitarle el pantalón y le acusaba de la noche y el día que le había hecho pasar. — ¿Y qué me dices de la tarde que te voy a dar, mi sol? — Preguntó justo antes de devorar sus labios de nuevo, chocando sus lenguas, mientras notaba como le subía la falda, arrancándole un jadeo. — Yo siempre cumplo… Y no solo eso… Yo siempre te doy… — Subió los labios hasta su oído y susurró. — Más. — Pero se desconcentró de su jueguecito al notar los besos de Marcus por su piel hacia su pecho.

    No quería pararle por nada del mundo, pero estaban aún al borde de la cama, así que se incorporó, terminando de quitarse el vestido y quedándose completamente desnuda, y echándose hacia atrás por la cama. — Ven. Ven, ven aquí. — Jadeó en tono suplicante, tirando de su mano. Terminó de quitarle la ropa interior y puso las manos en su pecho. — Espera un segundo… — Dijo con la respiración entrecortada. Le miró de arriba abajo y deslizó las manos desde su cuello a su torso, juntándolas en el vientre y llegando a su entrepierna. — Necesitaba verte un momento. — Volvió a besar sus labios. — He imaginado ese cuerpo entre mis piernas demasiadas veces estos días, tenía que verlo otra vez y comprobar lo precioso que es, mucho más que en mis sueños. — Volvió a sus labios y se escurrió bajo el cuerpo de su novio, aprisionándole con los muslos. — Ahora sí, Marcus, ahora sí puedes volverte loco y hacerme tuya, amor mío. — Dijo pasionalmente, tirando de él sobre ella, para que encajara sus caderas, anhelante de poder sentirle por fin.






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    Sáb Jul 16, 2022 4:29 pm


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    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Rio de nuevo entre los besos, con la respiración contenida, sin poderse ni quererse frenar. -
    No me digas esas cosas, mi luna, que ya me tienes muy cegado. -
    Susurró, deseoso. Dios, es que llevaban... Oh, vaya. Una semana sin hacerlo. Pues se le había hecho como tres meses por lo menos. Daba igual, nunca eran suficientes veces, y el día que salieron de fiesta se quedó muy con las ganas. Llevaba mucho más aguantando de lo que le gustaría y hoy Alice estaba demasiado irresistible.

    Ese susurro le sacó un gemido e hizo que la visión se le nublara. - ¿Más? - Preguntó en un hilo de voz, tentativo, queriendo entrar en el juego de hacerse el inocente a pesar de que no quería perder ni un segundo más de tiempo. - No sé... Qué más puede ser... Me vas a tener que guiar... - Picar a Alice era una muy buenísima idea y lo sabía. Llevaba demasiados años exponiéndose a sus riesgos y saliendo más que ganando con ellos. Y ahora lo podía reconocer: como le ponía que su novia le llevara al límite. Ah, maldita fuera su estampa y su postura de chico perfecto, protocolario, cauto y cuadriculado que se venía abajo en la privacidad con ella. Pero adoraba que solo Alice conociera esa faceta de él, y que la explotara al máximo.

    Tuvo que soltar el aire de nuevo, conteniendo todo lo que se agolpaba en su pecho, cuando la vio quitarse el vestido. Que no es como que le estuviera cubriendo mucho ya, pero no dejaba de ser hipnótico. Tan hipnótico como su voz pidiéndole que fuera hacia ella, porque allá que fue él, como hechizado, a tumbarse sobre ella, y en esos momentos haría lo que le pidiera. Como por ejemplo, detenerse cuando se lo pidió, y eso sí que costaba. El pecho le subía y le bajaba con violencia por lo acelerada que estaba su respiración. - No me pares ahora... - Parecía ser otro comentario bromista de los suyos, pero era una especie de ruego y de advertencia. Lo dicho, estaba muy nublado. Pero Alice solo quería admirarle unos segundos, prolongar más esa excitación. Justo lo que necesitaba para acelerarse más.

    Se mordió los labios con fuerza y cayó sobre ella. - Ya no tienes por qué imaginarme. Estoy aquí. - Agarró sus manos, mirándola a los ojos con intensidad. - ¿Volverme loco? - Soltó una leve carcajada, casi inaudible. - Demasiado tarde para eso. - La besó con pasión, parándose un segundo para, con los ojos cerrados y los labios rozando los de ella, susurrar. - Me volviste loco hace años. - Soltó una de sus manos para bajarla por sus caderas, y ya no esperó más para entrar en su interior, soltando un fuerte gemido nada más hacerlo. No sabía como había aguantado tanto, se le había hecho como una eternidad, pero ahora que habían empezado, sí que no habría quien les detuviera.




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    Sáb Jul 16, 2022 6:59 pm


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    Con Marcus| En Casa Gallia | 10 de junio de 2002
    No pudo evitar reír con la reacción de su novio cuando le dijo que parar. — Es solo un momento, mi prefecto. — Besó su mandíbula y llegó hasta su oreja. — ¿Tantas ganas me tienes que no puedes esperar ni un segundo? — Aunque se estuviera muriendo de ganas, que era lo que le estaba pasando, no podía evitar que le encantara juguetear con Marcus.

    En cuanto la tiró sobre la cama y le agarró las manos, un grito ahogado salió de lo profundo de su pecho y sonrió, mirándole con los ojos muy abiertos. — Eso me ha gustado. — Aseguró en un susurro muy tentador. Y es que le encantaba desesperar tanto a Marcus que acabara haciendo esas cosas, nada propias de un perfecto prefecto siempre ansioso por permisos. Sacó la lengua y acarició sus labios cuando dijo que ya le había vuelto loco. — Es que es mi especialidad. Y no sabes cuánto me gusta. — Pero su discurso tentador se volvió un gemido agudo al notar a Marcus entrar en ella. Y por todos los dragones, cuantísimo había echado de menos esa sensación.

    Se retorció de placer bajo las manos de Marcus pero sin querer soltarle ni un milímetro, aunque las reacciones de su cuerpo anhelante no podía controlarlas, y todo su espalda se arqueó de placer, haciéndola gemir al notar a Marcus aún más dentro de ella. — Qué pronto vas a acabar hoy conmigo… Perfecto prefecto… — Dijo con la voz quebrada del propio placer. Ella siempre miraba a Marcus a los ojos mientras lo hacían, pero lo había necesitado mucho, lo había ansiado demasiado, y los ojos se le cerraban del gusto, de la sensación explosiva que estaba siendo estar así con él. — Sigue así, oh, por Dios, sigue así. — Abrió los ojos, jadeante, buscando sus ojos, y se movió mínimamente para juntar su frente con la de él pero sin dejar de moverse. — Te he echado de menos, amor mío. Te necesito, te necesito… — Pero sus últimas palabras ya se confundían con sus gritos de ese placer que, como ya había reconocido, tanto había necesitado.






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    Alchemist
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    Sáb Jul 16, 2022 7:19 pm


    Juntos pero no revueltos (+18)
    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Estaba tan excitado, se sentía tanto arder, que iba dispuestísimo a pasarse así horas y horas, besando a Alice, fundiéndose con ella y dándose placer el uno al otro, por lo mucho que lo había deseado... Y, sin embargo, el cuerpo ya empezaba a darle pistas de que aquello fácilmente, si seguían en ese plan, podría ser el encuentro más corto que hubieran tenido en toda su historia. Ojalá tuviera contención suficiente para ralentizarlo un poco, pero no iba a ser posible. Estaba fuera de sí, y por lo que notaba de ella, no era el único.

    - No. - Contestó casi sin aliento a la pregunta que había dejado antes en el aire, aunque ya estaba dentro de ella. - No podía esperar... Ni un segundo más. - De hecho, ahora que sentía esa unión con ella, ese placer y ese calor, se le antojaba imposible haber aguantado tantísimo (sí, una semana, pero se le había hecho muy larga). Aún estaba agarrando con sus manos, y mientras se movía sobre ella la apretó con más fuerza. - ¿Ah sí? - Preguntó, aunque ya supiera la respuesta. - Puedo... Hacerlo más... - Todo lo que a Alice le gustara, él lo haría. - ¿Qué más cosas te gustan? - Susurró en su oído, pero el movimiento y el placer empezaban a mermar su capacidad de hablar considerablemente.

    Y los gritos de Alice, más aún. Él no tardó en acompasarse con ella, en movimiento y en sonido, agarrándose con más fuerza y sintiendo la tensión en su garganta y el aire que le escocía en el pecho. - Alice... - Suspiró, porque amaba su nombre, la amaba a ella, y gemir y gritar su nombre solo le hacía animarse más y más. - Y yo a ti... Te necesito... Te necesito... - Repetir una y otra vez lo mismo también era una necesidad y no le requería pensar mucho, al revés, es como si hubiera pulsado un modo automático que solo tenía que salir de él por instinto. Por el mismo instinto que se movía cada vez con más fuerza y más rápido, atrapando su cintura y dejando los labios en su piel.

    El latigazo de placer impactó en su cerebro con tanta fuerza que el gemido se volvió casi un grito espontáneo, toda su piel se erizó y el ritmo se incrementó aún más, aunque fuera imposible. - Vas a acabar conmigo... - Susurró con un hilo de voz. - No puedo más... - Todo había sido muy intenso literalmente desde que había cruzado la puerta, no recordaba que hubieran escalado tan rápido nunca, y eso que ellos no necesitaban mucho tiempo para encenderse. Al parecer, ya venían bastante encendidos desde horas antes de encontrarse. Se aferró aún más a su cuerpo, sintiendo como todos sus músculos se contraían y perdía la noción de todo lo que no fuera su cuerpo y el de Alice. Quedó un rato jadeando con fuerza, ya relajado sobre su cuerpo, solo atinando casi un minuto después de que todo explotara a alzar ligeramente la cabeza para mirarla. Se le escapó una leve risa y una negación con la cabeza antes de poder reunir fuerzas para hablar. - Ha... sido rápido. - Eso... Podría ser malo. Parpadeó. - ¿Has... te ha...? - A ver si había sido DEMASIADO rápido. Dejó un beso en sus labios y dijo. - Tenía... muchas ganas... Y estabas impresionante... - Añadió, acariciando su mejilla y mirándola con devoción. Conocía a su novia y sus expresiones, y sentía que le había gustado. Pero había sido todo tan fugaz que esperaba que no le hubiera sabido a poco. Al menos ahora tenían tiempo de acurrucarse el uno junto al otro, como tanto habían deseado esos días.




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    Alchemist
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    Sáb Jul 16, 2022 8:25 pm


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    Con Marcus| En Casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Era automático, y era algo que tendrían que probar más detenidamente, porque en cuanto Marcus la agarró más fuerte, mientras seguía sintiéndole moverse dentro de ella, el cuerpo entero se le contrajo de placer. — Hazlo. — Suplicó casi sin voz, tomada absolutamente por el placer. Pero tuvo que reírse entre jadeos, cuando le hizo aquella pregunta. — No creo que tengamos tanto tiempo como para que te diga todo lo que me gusta que me hagas ahora. — Una nueva oleada de placer la recorrió solo de estar así, sintiendo la presión de las manos de Marcus, pensando en todo el placer que eran capaces de darse mientras lo hacían.

    Pero al oírle gemir así su nombre, no solo le dio un escalofrío, porque le encantaba como lo hacía, sino una pista de que aquello iba encaminado a acabarse, aunque, como quien decía acababan de empezar. Así que en vez de contestarle o seguir sus jueguecitos, cerró los ojos y se concentró en sentir, sentir sus pieles rozándose, su olor embriagándola, su movimiento, la tensión de sus dedos, y empujó la caderas al mismo ritmo que él, haciéndolo todo más intenso, poniéndose a sí misma al borde del abismo. Y como ella había predicho, el propio Marcus le dijo que no podía más, y ella más rápido se movió, encontrando esa nueva fuente de placer que suponía esa velocidad y esa unión en la que estaban. Y fue justo después, cuando notó a Marcus llegar al clímax, cuando ella se apretó aún más contra él, sintiendo como aquella sensación le invadía el cuerpo entero, aquella que tanto había ansiado aquellos días en la soledad de su cama, ese calor que le recorría las venas, esa sensación de plenitud, que hacía que sus miembros se retorcieran, sus piernas se cerraran entorno a Marcus, dándose cuenta de que había cerrado también la mano sobre la piel de su espalda, en ese ansia por sentirle más y más.

    Se rio al sentirle reposar sobre su cuerpo y acarició sus rizos con devoción. — Yo no te veo acabado, Marcus O’Donnell. — Dijo retomando su frase de antes. Dejó un beso sobre su coronilla con ternura y bajó los dedos por su nuca con delicadeza. — Creo que… Te he hecho un arañazo. — Dijo bajando el dedo hasta la zona. — Perdón, estaba… Concentrada. — Sip, para un Ravenclaw la concentración era sagrada, aunque fuera para hacer el amor. Se rio y asintió con lo de que había sido rápido. — Y tanto. Ya te he dicho que te necesitaba. — Pero entonces le preguntó… ¿Le estaba preguntado eso en serio? Se le escapó otra risita y tomó la cara de su novio entre las manos. — Sí sí. — Contestó, aunque la pregunta no había sido muy completa. — ¿No te has dado cuenta? Yo creo que soy bastante expresiva, y yo creo que ya conoces mi cuerpo… — Dijo mientras paseaba el índice por el costado de su novio. — Y mis gritos… — Buscó sus ojos y le puso esa cara pillina, esa mirada Gallia que llevaba poniéndole aposta siete años. — Pero, oye, podemos repetir si te entra la duda… — Y se estaba riendo cuando oyó algo. Era un rumor, pero su radar de niña traviesa se lo identificó como algo importante. Frunció el ceño y agudizó el oído. — Está… ¿Está…? — Y de repente dio un salto. — Está lloviendo. — Dijo en tensión. Se escurrió por debajo del cuerpo de Marcus y se empezó a vestir, temiéndose lo peor.

    Ahora si lo oía con claridad. Con tanta que juraría que estaba debajo de la ventana. — ¡ALICE HIJA! ¡QUE NO PUEDO DESENCANTAR LA PUERTA! ¡AAAAAAALICE! — Debían haber llegado por la puerta principal, y al encontrarse con su hechizo, había dado la vuelta por el jardín. — AAAAAALICE VOY A SUBIRME AL ÁRBOL. — Se puso el vestido a todo correr y se puso a tirarle a Marcus su ropa, antes de abrir la ventana y asomarse. — ¡No! ¡Quieto, papá! ¡A ver si te vas a matar! Ve a la puerta anda… — Y menos mal que lo había dicho, porque allí iba su padre muy derecho. Miró a su novio y apremió. — ¡Vístete corre! Han debido volver por la tormenta… Ogh ¡maldita sea! Estoy harta de esta situación. — Se giró a su pobre Marcus y dejó un beso en sus labios. — Venga, no te preocupes tú déjame hablar a mí. — El problema es que no encontraba su sujetador, lo había tirado como en otra dirección distinta que la de la parte de abajo y ahora.. Bah, bajaría así, ya está.

    Corrió a la puerta y les hizo pasar. — ¡Terrible, hija terrible! Estábamos en el río, ¿no? Y ya localizado un banco de peces y todo y entonces ¡BOOM! ¡CHAS! Empieza a tronar y ¡hala! riada que te viene… ¡Papá! Deja de llenarme la casa de agua, por Merlín. — Porque no paraba de moverse y gesticular y salían gotitas por todas partes. — Alice, no me estás escuchando, aquello ha sido una locura de… ¡Papá! Que te quites el impermeable y el gorro, por favor… ¡Dylan! No te sientes en el sofá todo mojado. — Suspiró profundamente. A ver, ¿por qué a ella? ¿Por qué? Si es que aún le duraba le subidón físico de lo que acababa de hacer, pero la desesperación mental se apoderaba de ella. — Total, que ahí estaba yo, con unas cuantas truchas encima, porque la poción atractora se me había caído en la ropa y… Papá. — Le paró agarrándole de los brazos y mirándole a los ojos. — Deja de moverte, quítate el impermeable y escúchame… — Miró a las escaleras. — Marcus está ahí arriba. Había venido a verme. — Su padre entonces entornó los ojos hacia la escalera y dijo. — ¡No me digas! ¡Eh, mini Arnold! Baja aquí que te vea tu suegro. — Dijo una palmada, haciendo saltar más gotitas de agua. — Bueno, pues que bien, que un día chafado se ha convertido en día familiar. — Dylan entornó los ojos y suspiró. — Dylan, que te levantes de ahí. — Insistió. Su padre la miró de arriba abajo y alzó una ceja. — Es un poco pronto para las estrellas… ¡Papá! Por favor te lo pido eh… — Y él se rio como un niño chico diciendo. — Es que es gracioso…






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    Alchemist
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    Dom Jul 17, 2022 6:45 am


    Juntos pero no revueltos
    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Estaba demasiado tranquilo y a gusto retomando la respiración sobre el cuerpo de Alice, con los ojos cerrados y sintiendo las caricias de su pelo. Los abrió para mirar de soslayo por encima de su hombro, sin moverse mucho, esbozando una sonrisilla. - ¿Ah sí? - Preguntó divertido, aún sin haber recobrado mucho el aliento, cuando le dijo que le había dejado una marca en la espalda. Sí, le parecía muy divertido ahora y para nada importante, pero quizás debería de labrarse una excusa por si sus padres se lo veían. Rio un poco y rozó su nariz con la de ella. - Tengo una marquita de amor de Alice Gallia. - Ahora estaba muy mimoso, y tenía mucho tiempo por delante para decirle tonterías a su novia. Lo último que necesitaba era una disculpa, si estaba en una nube.

    Aunque quizás sí le vendría bien una confirmación de que Alice... estaba... había... Bueno. Es que no había calculado bien los tiempos, la había echado demasiado de menos, y en un fugaz vistazo a su reloj se había dado cuenta de que no eran ni las tres y cuarto y ya le había dado tiempo a entrar en la casa, en el dormitorio, hacerlo y recuperar la compostura (más o menos). Pero su novia puso sus manos en su mejilla, con esa risa tan bonita, y le tranquilizó bastante al respecto. - Sí, sí, pero... - Dijo con una risa insegura. Sí, a ver, él la conocía ya, y creía que... Bah, ella estaba riéndose y contenta y ambos demasiado a gustito allí como para darle más vueltas. El inicio de la vida de novios fuera de Hogwarts estaba yendo un poco a ensayo-error como todo buen experimento (eso diría Alice, él diría que los buenos experimentos se planificaban al milímetro para evitar errores, pero en algunas cosas empezaba a claudicar). Tenían mucha vida por delante para hacer sesiones más largas.

    Le dio varios besitos por la cara entre risas. - ¿Repetir? Hmmm... Si hay tiempo... Por mí... - Dijo meloso. Ah, claro, si encima podían repetir, pues mejor que mejor. En darle besitos y mimos a su novia estaba cuando ella pareció estar a otra cosa totalmente distinta, porque de repente se levantó, haciéndole caer en la cama como un muñeco de trapo. Ni tenía muchas fuerzas ni las quería emplear, allí se estaba muy bien, y como Alice no tardaría en volver, simplemente remoloneó como un gato a la espera de que su saltarina novia llegara a términos con lo que sea que había visto y volviera a la cama. Aunque, al abrir un ojo perezoso, la vio vistiéndose. Puso una sonrisilla lánguida y pícara. - ¿Es que la lluvia te da frío? - Se removió un poco para mirarla mejor, con expresión amodorrada. - Aquí se está calentito. - Pero Alice se había alterado por algo que no alcanzaba a entender... Hasta que su cerebro, por fin, dio la voz de alarma.

    Estaba lloviendo. William y Dylan habían salido de picnic. No se puede hacer un picnic con lluvia. En su misma posición, abrió los ojos como platos, sintiendo que el corazón se saltaba un latido, y empezó a conectar todas las piezas de aquel puzle. Un poco tarde, porque justo cuando hizo la conexión lógica, empezó a oír a William gritando por la ventana. - No. - Murmuró. Eso tenía que estar siendo una pesadilla. - No no no no... - Ya estaba en pánico. Con lo bien que estaba. En el proceso de entrar en bloqueo al tiempo que quería desaparecer de allí, Alice empezó a lanzarle su ropa y él intentó cogerla al vuelo. Intentó, pero no atinó a ni una, entre que cada ropa cayó en un lado distinto y él se dirigía al contrario. Buen guardián de quidditch estaba hecho. En la última intentona, no solo no agarró la ropa en el aire sino que intentó hacerlo a la vez que se bajaba de la cama, y lo único que consiguió fue enredarse en la sábana y acabar rodando por el suelo. Ya pensaría en lo patético que estaba quedando si sobrevivía a todo aquello, porque, de no morirse de un infarto, William le iba a matar. O su madre si llegaba a sus oídos, que llegaría.

    Su novia le dio un beso mientras se terminaba de poner los pantalones que solo le dejó más aturdido todavía. - ¿¿¿Que no me preocupe??? - Preguntó en un susurro urgente. - ¡¡Alice que estamos en situación inequívoca!! - Pero nada, Alice estaba ya fuera de la habitación. Siguió vistiéndose a toda velocidad, peleándose con la camiseta porque estaba del revés, poniéndose un calcetín bien y el otro vuelto, atándose los zapatos mientras daba saltitos para mantener el equilibrio. Ah, la cama, estaba hecha un desastre. Se palpó los bolsillos. Mierda, su varita, ¿¿dónde estaba su varita?? Después de mirar con pánico el entorno, la encontró en el suelo. Claro, con tanta ropa volando... Lanzó rápido el hechizo para hacer la cama y se aseguró de que no hubiera nada sospechoso por allí... Como si su sola presencia EN LA HABITACIÓN de Alice apenas quince minutos después de que William hubiera abandonado la casa no fuera ya lo suficientemente sospechosa.

    Vale, ¿y ahora qué? ¿Salía por la ventana? Por Dios, qué vergüenza, qué poca clase, qué humillación para dos alquimistas, ¿¿cómo se les había podido ocurrir semejante locura?? ¿¿De verdad no tenían un poco más de control?? Ah, ahora con la excitación bajada ya veía mucho más claro que tenía que haberse quedado cada uno en su casa. Maldita sea, sus instintos básicos le habían jugado una mala pasada, a él, que iba por ahí fardando de que era todo erudición. Iba a hablar muy seriamente con Alice, esto tenía que cambiar a partir de ahora... Sí, en cuanto vuelva a decirte que te espera sin ropa interior, verás como cambias de idea. ¡Ah, maldita sea! No estaba ahora para ponerse a discutir con su propio cerebro.

    Se acercó sigilosamente a la puerta de la habitación, la entreabrió un poco y puso la oreja. Vale, aún podía intentar huir, tenía esa casa bien localizada, quizás saliendo por otra puerta... Pero, entonces, William le llamó a gritos. Ahí sí que se le paró el corazón. Quería llorar. ¿Le había dicho Alice que estaba allí? Se frotó la cara. Muy seriamente, iban a tener que hablar muy seriamente. Asomó la cabeza lentamente por la puerta. ¿Qué hacía? ¿Bajaba? Ya sabía que estaba allí, iba a ser aún más sospechoso quedarse arriba.

    Se mentalizó, se aseguró de tener la ropa y el pelo lo mejor posible y carraspeó, antes de salir con el semblante más seguro que tenía en el repertorio, que en ese momento... No era mucho, debía tener una cara de culpabilidad tremenda. Salió del cuarto y, nada más enfocar las escaleras, ya estaba William abajo esperándole. - ¡Hombre! Pero si es mi yerno favorito, sí que estabas aquí. - Se le escapó una risilla nerviosa. Iba bajando las escaleras como quien va a su ejecución. - Hola, eem... He... Me he acordado de lo del examen y... O sea, de la licencia... - William le estaba mirando aguantándose la sonrisilla. Tragó saliva. Mejor empezaba por el principio. - Que ayer cuando quedamos... Le dije que tenía... Un libro, o sea, de mi abuelo, que me lo estoy mirando y tal... Y he dicho... Voy a llevárselo... - ¿Ah sí? ¿Puedo verlo? - Marcus parpadeó. Vaya. Esa no había sido su mejor salida. - Es que... Se me ha olvidado en casa. - Se le escapó una risilla nerviosa. William, que no perdía la sonrisa divertida, se cruzó lentamente de brazos. Dylan estaba mirando de fondo con los ojos muy abiertos, ni había saludado, aunque parecía más centrado en otra cosa, porque miraba a su hermana como un ratoncillo que quiere huir de un depredador. O, en el caso de este ratoncillo en concreto, sentarse lentamente en el sofá sin que le vean. - O sea... Que has venido a enseñarle un libro... Pero no te has traído el libro. - Resumió William. Marcus se quedó un par de segundos en delator silencio, hasta que rio otra vez. - Sí, sí, esto, es que mi hermano me ha interceptado en la puerta, para que le llevara a la tienda de mascotas, una cosa de un peine para Noora y eso, y ya me he entretenido, he salido corriendo y... Me lo he dejado allí. - Tragó saliva otra vez, con su mejor cara de niño bueno. - Pero... Estábamos... Hablando del tema. Me acuerdo bien... Del libro y eso. Me lo he leído esta mañana. - William rio entre dientes y giró los talones para enfocar a su hijo. - Es lo bueno de tener hermanos menores, les puedes echar la culpa de tus problemas. - Dylan miró a su padre con cara de aburrimiento. El hombre se giró a Marcus otra vez, sin descruzar los brazos. - Pues ya que estás aquí... Vente al salón. - Con los ojos como platos sintió como su suegro le pasaba el brazo por los hombros y lo arrastraba de allí. Miró con pánico a Alice mientras su padre le reconducía, diciendo. - Cuéntame más sobre ese libro, que me interesa. -




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    Con Marcus| En Casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Cuando Marcus bajó, aprovechó para chequearle de arriba abajo, no solo por si se había puesto alguna prenda del revés o si parecía realmente que venía de hacer lo que acababa de hacer, si no porque la caída de la cama había sido un poco aparatosa. Pero no, no, llegó bastante aparente y eso le hizo soltar un suspiro de alivio. Alivio que duró poco o nada, porque la excusa de Marcus era pésima. Asistió, frotándose los ojos, a aquel diálogo que básicamente era su padre jugueteando con Marcus cual foca con pescado para ponerlo más nervioso. — Ya vale. — Dijo bajito, pero firme, dándole en el brazo sin descruzar los suyos. Claro, su padre a lo suyo. — Ya, es que la tuya era Violet Gallia, así que colaba lo de echarle encima cosas, pero estamos hablando de Lex O’Donnell y de que no hay marrón que echar, solo se ha dejado un libro, y es mi novio, obviamente aunque se deje el libro no le voy a castigar en la puerta, ¿no crees?

    Pero nada, su padre ya le había recogido en su brazo y ella suspiró más hondo aún. — Papá, no. — Atajó. — No le des la chapa, ha venido a verme a mí. — Y a mí, hija, ¿no ves que lo del favorito es recíproco? Y hace mucho que no hablamos. — Y Marcus tieso como un palo que no hablaba ni hacía nada por librarse de su padre. — Nada de alquimia. — William resopló. — Nada técnico, te lo concedo, pero ya que te entiende tanto de licencias, que me explique qué necesitas para ser alquimista oficial de esas. — Ahí soltó un suspiro ofendido y se puso las manos en las caderas, incrédula. — A mí no me lo has preguntado. No, se lo he preguntado a él. Haz té y nos lo tomamos todos, juntos, anda. Y seca a tu hermano, por Dios, que va a pillar una pulmonía.

    Enfurruñada, se acercó y levantó a Dylan del sofá, llevándoselo a la cocina, mientras le quitaba las prendas mojadas. — ¡No soy un niño! — Se quejó éste, revolviéndose. — Ya lo sé. — Resopló ella colgando las cosas y apuntándole con la varita. — Por eso te he pedido que te levantaras del sofá con la ropa mojada dos veces, pero como no me has hecho caso como haría un adulto, pues te trato como un niño, ¿qué te parece? — Dylan se puso más patito que nunca, con los brazos cruzados y los morritos hacia fuera, probablemente creyendo que tenía un aspecto muy fiero, mientras Alice le echaba el hechizo secador por el bajo de los pantalones. — Me has mandado con papá para quedarte la casa sola con Marcus. — Alice volvió a suspirar y se puso a encantar las cosas para el té. — Y yo me he mojado, y papá ha hecho el ridículo, nos miraba todo el mundo, y tú dejándonos en la calle para que te diera tiempo a acabar lo tuyo con Marcus. — Ahí se giró con una ceja alzada. — ¿Disculpa? — No, no disculpo. ¿Qué te crees? ¿Que no sé lo que hacéis? Pues sí lo sé. Además vas sin sujetador, se nota. — Automáticamente se puso los brazos sobre el pecho. — ¡Dylan! ¿Qué? Es que vamos, te crees que no me doy cuenta de las cosas. — Y un poco de razón sí tenía, pero ¿desde cuándo su patito sabía de esas cosas? — ¿Qué sabes tú de lo que hago con Marcus? Os besáis y os veis desnudos. Y os tocareis, y no quiero pensarlo más, porque mira, a saber cuántas veces lo habréis hecho y yo sin darme cuenta. — Hmmm tenía un lío importante su hermano, sí. Y ella no estaba siendo la mejor hermana mayor del mundo. Inspiró y se apoyó en la encimera, mientras hervía el agua. — Vale, lo siento. Sí, quería estar con Marcus a solas. Pero también quería que hablaras con papá precisamente de… Esas cosas. ¿CON PAPÁ? — Dijo Dylan abriendo mucho los ojos. — Ni loco, vaya, qué vergüenza. Cojo otra vez la libreta antes. — No pudo evitar que se le escapara una risa ante esa reacción. — Pues con alguien tendrás que hablarlo, Dylan. Y yo no soy un chico, igual es mejor que lo hables con uno. — Dylan negó con la cabeza y levantó la mano. — No sé ni por qué he empezado esto, vaya. — Alice se acercó a él y le miró con ternura. — Lo siento. — Dijo acariciándole los rizos. — Soy un poco nueva en manejar situaciones domésticas y tener un novio al que tengo demasiadas ganas de ver y de estar con él. Creía que podía matar dos pájaros de un tiro, pero no me ha salido bien. — Dylan se encogió de hombros. — En esta casa no se matan pajaritos. — Y ambos se echaron a reír. — Pero del tema va a haber que hablar. — Insistió Alice entornando los ojos. — ¿Preferirías a tu colega para eso? — Dylan pareció pensárselo. — A ver… Sí… Pero es que luego pensaría que todas esas cosas las hacéis y me da mucha grima. — Ella levantó la mano y la movió con evidencia. — Dylan, lo hace todo el mundo. Hasta los padres y los abuelos.¡NO! — Su hermano se llevó las manos a las orejas y cerró fuertemente los ojos. — No quiero saberlo. Qué horror. — Alice se rio y ladeó una sonrisa. — Y aún  aún no sabes nada de cosas que nos pasan a las mujeres.¡Ay, por Merlín! Que sí, que lo hablaré con el colega… Otro día que él no vaya con cara de haber matado a alguien y yo haya tenido que sacarle a papá truchas de encima y me haya calado tres minutos bajo la lluvia en la puerta. — Ella se rio con ternura y fue abrazarle, pero el niño la apartó antes. — ¡Hermana, por favor! Que vienes de hacer esas cosas con mi colega y aún vas sin sujetador. — Ella negó con la cabeza pero no perdió la sonrisa. — Tienes razón, igual subo a cambiarme ahora que el té ya está hecho… — Pero se vio interrumpida por las tazas volando peligrosamente cerca de su cara hacia el salón. — ¡PAPÁ! — Bramó, realmente al límite de su paciencia.

    Salió y se los vio sentados en los sofás y se cruzó de brazos. — Papá, no hagas eso, casi nos das. — Él, por su parte, se rio. — Cuando lo hice en aquellas navidades que celebramos aquí, os hizo mucha gracia, ¿a que sí, yerno? — Alice ni se molestó en responder, pero su padre la conocía bien y se inclinó hacia Marcus, sin dejar de mirarla. — Ahora se muere de ganas de regañarme, pero no quiere montar un drama familiar delante de un O’Donnell. Para lo mal que se lleva con su abuela Helena, a veces se le parece mucho. — Las tazas estaban flotando todavía, y ella se dedicó a cogerlas y dárselas a cada uno, haciendo posarse también los platos y demás en la mesita. — Por cierto, han llegado estas dos cartas para ti. Una es de Jackie y la otra del chico ese que vino a La Provenza.Theo. — Completó ella, cogiendo ambas. Hmmm… Justo carta de esos dos a la vez. Cruzó una mirada con Marcus y se sentó en una de las butacas, mientras Dylan también se sentaba y se ponía a aportar datos al incidente de las truchas, narrado a voces por su padre.






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    Lun Jul 18, 2022 6:49 pm


    Juntos pero no revueltos
    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Apretó los dientes y ya estaba temblando entero. "Favorito". Es que no, es que William Gallia decía eso y Marcus volvía a tener cinco años, y claro, ahora la conciencia le estaba matando. Le estaba viendo la cara de reproche a su novia, además de oyéndole el tono, pero ni por esas impidió que William se lo llevara al salón. Le echó una mirada casi de auxilio mientras lo arrastraba, pero su padre la había mandado a por té y Alice obedeció, dejándole a él solo ante el peligro. Definitivamente, la próxima aventurita se la iba a pensar dos veces.

    - Bueeeno... - Suspiró William, sospechosamente tranquilo y sonriente... Bueno, a ver. Era William. Solía estar tranquilo y sonriente, pero Marcus estaba esperando que le matara por poner el honor de su hija en entredicho, de ahí que no esperara precisamente esa reacción. El hombre se quitó la chaqueta y empezó a secarse a sí mismo con la varita, despreocupadamente, mientras Marcus estaba tenso y clavado en mitad del salón. William le miró y arqueó una ceja. - Pero no te quedes ahí, hombre, siéntate. Estás en tu casa. - Marcus rio nerviosamente. ¿Desde cuándo estaba así con William? Ya, claro... Debería trabajarse la naturalidad. Tragó saliva y se sentó incómodamente en el sofá. William rio con los labios cerrados. - Parece que te estoy viendo hace unos años en un sofá como ese, pero en casa de tus abuelos... Suplicando perdón por haber dormido con mi hija. - Marcus tragó saliva, con los ojos muy abiertos. William soltó una carcajada. - Ni que hubieras hecho algo malo ¿verdad? - ¿Eh? No, no, claro que no... - Ah, la juventud. Y tú fuiste siempre tan protocolario... - Sí... - No querías que pensáramos mal de ti. Qué adorable eras. - Marcus volvió a reír nerviosamente. Por no llorar, que estaba a punto. De hecho, miró a la puerta. Necesitaba ver a Alice aparecer ya o, insistía, se echaría a llorar.

    El hombre volvió a suspirar, ya seco, y se sentó frente a él, juntando las palmas y apoyando los antebrazos en las rodillas, mirándole con una sonrisilla. - Y en todos estos años... ¿Aún no te ha enseñado mi pajarito que negarlo siempre es peor? - Marcus tragó saliva. Esquivó la mirada. - Bueno, emm... De verdad que aquel día me... quedé dormido sin querer. - William arqueó una ceja. Le vio porque le miró de reojo a pesar de la mirada esquiva. - Entonces... La licencia ¿eh? - Marcus intentó esbozar una sonrisa tensísima, mojándose los labios y asintiendo. Tenía ambas manos entre las rodillas y un movimiento nervioso en las piernas que no se le pasaba. Y, de repente, William se echó a reír. Marcus parpadeó. Vale, ahí venía cuando le mataba.

    Cuando dejó de reírse, suspiró, se levantó y se sentó a su lado. - Marcus... No es el momento de ahondar en los pasajes más oscuros de nuestra historia, pero sabes que de bebés ya os conocíais ¿verdad? - Marcus asintió. William rio levemente y dijo. - Pues uno de los días que quedamos, mi hija se tiró encima tuya y te mordió la nariz. Creo que intentaba ser cariñosa a su salvaje manera. Tú, con lo quejica que eras, te dejaste. No emitiste ni media queja. Desde ese momento, empecé a hacer bromitas con vosotros, de esas que ponían nervioso a tu padre, cara de enfado a tu madre y hacían que mi mujer dijera "William, ya, deja de decir tonterías". - Marcus se rascó la coronilla, con media sonrisita. - Aquel día, cuando os quedasteis dormidos juntos, cuando vi que mi hija estaba callada, dormida y quieta solo porque tú la estabas abrazando... Dije... No es como que quiera precipitarme, pero... - Siseó cómicamente. - Y supongo que te acordarás de aquel día de verano en La Provenza, antes de que entrarais en sexto, en el que tardasteis más de la cuenta en volver con los melocotones que mi madre os había encargado. Por no hablar de que, de repente, pasasteis de estar en la fiesta a estar tú en el desván y mi hija en mi ventana. - William volvió a arquear una ceja, sin perder esa sonrisa divertida de siempre. - Adivina quién le dijo a tu padre, que estaba en un protocolario pánico muy parecido al que tienes tú ahora solo que con más confianza, que sí, que claramente habíais ido a daros el lote y que no pasaba nada. - Ante la terminología a Marcus se le escapó una especie de bufido agobiado espontáneo y retiró la mirada al suelo, lo cual hizo mucha gracia a William. - ¡Marcus! Chico, te creía más listo. Te estoy diciendo que no soy el típico suegro idiota que se vaya a enfadar porque hagáis lo que hacen los novios o que ande pensando que estas cosas no ocurren. Yo llevo haciendo que ocurran con gente a la que conocía mucho menos de lo que os conocéis vosotros desde los catorce años. - Marcus parpadeó con fuerza, aún mirando el suelo. William señaló al exterior. - ¿Y ese que está ahí fuera con un mosqueo absurdo? Ese me va a pillar la delantera. - ¿Se podía morir ya? Es que se quería morir.

    William se levantó y volvió al sofá de enfrente, y mientras caminaba, decía. - Y si crees que no conozco lo que he engendrado, y lo que ha engendrado el que ha sido amigo mío desde los once años... - Se dejó caer en el sofá con un suspiro. - No necesito detalles de vuestros encuentros, pero me juego lo que quieras a que fueron mucho más tarde de lo que mi hija quería, y en peores circunstancias de las que tú querrías. - William. - Se animó a hablar, por fin, aunque la voz le salió tan quebrada que se obligó a carraspear. - Yo a Alice la quiero muchísimo, y... Y... Cada circunstancia con ella para mí es perfecta porque es con ella. - Oh, sí, desde luego que lo es. Eres hijo de tu padre pero no dejas de ser de mi misma especie. Te creo. - Marcus tragó saliva. - Lo que te quiero decir es que no me tengas tanto miedo, Marcus, de verdad. A estas alturas. - Marcus dejó escapar el aire entre los labios. - No... Yo solo... - Venías a hablar de licencias de alquimia, sí. Fingiremos que es así, porque soy un suegro guay, pero no tanto. - Se inclinó hacia delante, arqueando de nuevo una ceja y apoyando los brazos en las rodillas. Marcus le miró como un conejillo asustado, y William bajó un poco el tono. - Y no dejas de ser el novio de mi hija colándote directamente hasta su habitación apenas dos minutos después de que ella deliberadamente me eche de mi casa, lo que me hace pensar sin mucho esfuerzo que eras cómplice. - Le señaló los rizos. - Y estás sudando. - Marcus tragó saliva y se peinó automáticamente, pero estaba colorado como un tomate. William volvió a apoyar la espalda en el sofá mientras decía. - Pero como tengo el historial que yo mismo tengo y, sinceramente, si hubiera podido escoger un novio para mi hija no me habría salido mejor ni queriendo, no es como que me pueda enfadar. - Puso una sonrisita y sacó la varita, pero antes de girarse a la puerta dijo. - Pero no te columpies mucho. -Marcus tragó saliva otra vez.

    - ¡Bueno! ¿Viene ese té o no? - Bramó William, recuperando el tonillo bromista como si allí no hubiera pasado nada y trayendo las tazas en el aire. Marcus estaba al borde del desmayo por tensión, y tener que esquivar una taza que llegó a demasiada velocidad por allí no entraba en sus planes, por lo que la paró torpemente en el aire. - ¡Eh! Tus entrenamientos como guardián han dado sus frutos. - Celebró el hombre, soltando una carcajada después. - Lo de la licencia no, pero mi pajarito sí tuvo a bien contarme eso. Y que casi te mata con una blugder. - Se giró y, mientras seguía moviendo la varita, le oyó mascullar. - Ya veo que se sentía en deuda. - Se rascó la cabeza. De verdad que se iba a echar a llorar como no entrara Alice ya y empezara a neutralizar.

    Y entró, sí, pero regañando a su padre. No, por favor, no era el momento de ponerse a William en contra, le necesitaban de buen humor, que les había pillado de lleno. Estaba en un trance traumático cuando el hombre le hizo una pregunta. - ¿Eh? Sí, sí. - Rio, nerviosa y artificialmente, y miró a Alice. - A mí me gusta. - Vaya. Apenas había sonado tenso y falso. Al comentario de William volvió a reír, y luego miró a Alice de reojo. Lo siento, acabo de acostarme con su hija aprovechando que no estaba, así que pienso reírle todas las gracias. Y si no le gustaba la idea, que no le hubiera metido en un plan que estaba cogido con pinzas, a la vista estaba.

    Al parecer habían llegado unas cartas de Theo y Jackie, y Alice se sentó para leerlas. Marcus también quería saber, pero Dylan y William estaban hablando y él lo mínimo que podía hacer era dedicarles toda su atención, riendo cuando reían e interesándose. - Yo solo digo que esa última nos la podíamos haber traído. - Papá, estaba muerta ya. - ¡Pues menos trabajo! ¿Ibas a matar tú a esa pobre trucha, chico de Hufflepuff? Mira que escribo a Hogwarts para que te cambien de casa. - Dylan soltó un suspiro hastiado, rodando los ojos. - ¡Me refiero a que no nos podemos comer un animal que ni siquiera sabemos cuando ha muerto! Podría estar malo. - ¿Tú qué piensas, yerno? - Yo es que no sé mucho de peces. - Y suficiente tenía con lo que tenía como para mojarse ahí. William y Dylan empezaron a debatir entre ellos, así que se aceró a Alice y, con una sonrisilla, le preguntó en relación a las cartas. - ¿Qué? ¿Qué dicen? -




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    Con Marcus| En Casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Sí, claro, con la culpabilidad que Marcus traía encima, en seguida le iba a decir nada a su padre. Se cruzó de piernas para leer las cartas y media sonrisilla se le apareció. Concediéndole eso a su padre, era gracioso pillar in fraganti a la gente, aunque ella lo estaba haciendo por carta, haciéndolo menos incómodo para todo el mundo. Levantó la vista y observó a su padre y a Dylan discutiendo. — Nada de peces muertos en mi casa. — Dictaminó. — ¿Y para qué nos mandas a pescar? — Preguntó William. Ella negó con la cabeza. — Yo os mandé a pasar el día en el campo y a hablar, pero, para variar, no habéis hecho ni lo uno ni lo otro, contenta me tenéis. — Dejó las cartas en su regazo y bebió del té, aunque casi lo escupe. — ¡Papá! Ya has echado otra vez el hechizo ese endulzante silencioso. Qué asco. — Su padre chasqueó la lengua. — Hija, eres la única a la que no le gusta. ¡Marcus! ¿A qué… ? No tengas morro. — Le increpó señalándole con la mano. — Que te estás aprovechando de él. — Su padre rio. — No como tú. — Entornó los ojos y suspiró.

    Al menos su Marcus se vino a su lado, pero ella ya estaba gestando un plan en la cabeza, así que tapó las cartas y le sonrió al mirarle. — Es una sorpresa. — Dobló las cartas y las cogió. — Y, de hecho, tengo planes que hablar contigo. Cosas de esta cabecita Gallia. De hecho, termínate el té, y nos subimos que tengo cosas que planear. — Dijo con una repentina alegría que había venido a despejar su día nublado. Su padre la miró con la ceja alzada. — Enséñale a Marcus la habitación nueva y a ver si te da alguna idea. — Alice rio e hizo un gesto con las manos. — Ya sé cuál va a ser: libros. Libros por todas partes, pero tú monopolizas todos los libros de la casa, papá. — Y mis libros serían de alquimia y de eso aún no podemos tener por aquí, pensó con un poquito de amargura. Se levantó y tiró de la mano de Marcus. — Recoged esto y que no vea yo hechizos improvisados ni una varita cerca de Dylan. — Su hermano resopló, sintiéndose herido en su corta edad y dijo, con toda la intención. — Ahora voy a subir. — Ella se encogió de un hombro y sacó el labio inferior. — Muy bien. — Y llevó a Marcus de la mano escaleras arriba.

    Ven, que te enseño la dicha habitación, ya que antes no me ha dado tiempo. — Y le llevó a la antigua habitación de sus padres, ahora despejada de muebles y tan solo con algunas cajas y cosas de escritorio. — La hemos pintado y vaciado... y ahora quieren que me haga aquí una habitación para estudiar y poder practicar alquimia. — Se encogió de un hombro y miró a su novio. — Ahora que papá se ha ido al despacho definitivamente… Pero no sé ni por dónde empezar… — Le miró de lado y sonrió. — Podrías ayudarme a que esto parezca un despacho de alquimista, tú de eso entiendes. — Echó un vistazo a la puerta abierta y se acercó más a Marcus, pasando las manos por sus brazos, hasta entrelazar sus dedos. — Siento que esto no haya ido como imaginábamos. Los Gallia y los planes… Malísima combinación. — Se rio y dejó un suave beso en sus labios, bajando la voz al hablar. — Pero me he dado cuenta de que… Aunque me moría de ganas de hacer lo que hemos hecho… No es eso lo que más echo de menos… — Rozó la nariz con la suya, sin perder la sonrisa. — Déjame hacer un plan que salga bien de verdad, que sea sorpresa y que nos dé lo que necesitamos más aún que acostarnos. — Dejó un suave beso en sus labios. — Tiempo juntos, a solas, disfrutando simplemente de estar. Y te cuento los planes que se me han ocurrido como Merlín manda. — Y volvió a besarle, suavemente, sin esa ansia que les había consumido minutos antes.







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    Mar Jul 19, 2022 5:41 pm


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    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Ya iba a contestar que para él estaba el té perfecto cuando Alice cortó la oportunidad, dejándole a él con la boca ya entre abierta y cara de tonto. La cerró y bajó la cabeza, dando otro sorbo discreto al té... Que no podía estar más dulce. Aunque como él era tan goloso, no le sabía ni tan malo. Pero viendo la reacción de Alice, no iba a ser un hechizo que necesitara en su día a día cuando vivieran juntos. Mejor ni lo mentaba. Ya había terminado de beber cuando padre e hija se acusaron el uno al otro de aprovecharse de su persona. Dio otro sorbo, con la cabeza más agachada aún. Le faltaba esconderse detrás de un cojín.

    Su estrategia para cambiar de tema hablando de las cartas no fue muy allá, porque Alice dijo que era una sorpresa. Yo diría que ya hemos tenido suficientes sorpresas por hoy, pensó, pero se limitó a poner una sonrisa silenciosa. Su novia se puso de pie y dijo que la acompañara arriba. Marcus la miraba con una cara muy parecida a la que debía tener la famosa trucha muerta. ¿En serio vamos a subir otra vez? No creo que sea la mejor idea. Si bien estaba deseando dejar de pasar por semejante mal rato, irse a estar a solas con Alice en la planta de arriba después de la pillada que acababan de tener, tampoco le parecía la mejor opción. Quizás lo que debería es irse a pasar la vergüenza a su casa. Sería la primera vez que le dice a su novia que no a algo.

    - Los libros siempre son una buena opción. - Dijo con una sonrisita infantil, lo cual gustó a su suegro. Subió de la mano de Alice y ella le mostró la antigua habitación de sus padres. Tragó saliva. Verla tan vacía era... triste. Pero suponía que era lo mejor, ciertamente. Miró a Alice con las cejas arqueadas y una sonrisa tranquila. - Eso es muy buena idea. - La rodeó por la cintura y dejó un beso en su mejilla. - No se me ocurre mejor uso para una habitación. Puedo venir a ayudarte todos los días si me lo pides. Y te ayudo a decorarla o a traer muebles. - Elevó una ceja y dijo, cómico. - Tu padre y yo ya le construimos casi media casa a tu prima Jackie. Tenemos experiencia. - Él mismo se tuvo que reír porque eso no había quien se lo creyese.

    Alice entrelazó sus manos con las de él. Suspiró. - No te voy a negar que no he pasado un mal rato en el salón. - Se frotó la cara. - A la primera que hacemos esto... Vaya liada... - Recibió el beso de su novia. - Pero ha merecido la pena. Por ti, siempre la merece. - ¿Qué iba a decir? Si es que era verdad. En el momento de mal rato se maldijo a sí mismo por haber ido... Pero por Alice, y por estar con ella, se metería en la boca del infierno si hiciera falta. Y William, al fin y al cabo, tenía razón: era un suegro guay. Lo siguiente que le dijo le dibujó una luminosa ilusión en la cara. - ¿Plan sorpresa? - Preguntó. De repente parecía que tenía once años. Puso una sonrisita ladina y que pretendía ser chulesca, pero era de enamorado total. - Me gusta. - Rozó su nariz y le susurró. - Todo lo que hace mi pajarito me gusta. -

    Pasaron un rato charlando sobre cómo podrían poner esa habitación y luego volvieron a bajar, donde William siguió intentando justificar lo ocurrido con las truchas. No se quedó mucho más tiempo, había parado de llover momentáneamente y aprovechó para irse a casa. Mientras abría la puerta, soltó aire en un bufido. Menuda pillada, menuda situación y menudo todo. Cerró tras de sí y entró no sin cierta derrota, y vino a cruzarse con su madre por el pasillo. - Menos mal, os ha pillado la lluvia en la tienda. Ha caído tan de repente que estaba preocupada... ¿Dónde está Lex? - Marcus se había quedado parado en mitad del pasillo con los ojos abiertos en señal de acabar de caer en la segunda liada del día. Y en silencio.

    Su madre miraba a su espalda como si cupiera la menor posibilidad de que su hermano estuviera escondido detrás. - Eeeh... - Marcus se había quedado boqueando como un pez, y Emma empezaba a mirarle con el ceño fruncido, sospechando. ¡Di algo rápido! - Essss que... Me ha mandado a por Noora. - La mujer arqueó una ceja. - Sí, emm... Resulta que quería comprarle una correa nueva y, pff... - Os he dicho que no os excedáis en la tienda. - Ya, ya, pero es que... Venía de oferta con el peine. - Hizo un gesto con la mano. - Cosas de las tiendas de animales, en fin... - ¿Y te has dejado a tu hermano allí? - Marcus se mojó los labios, recalibrando. A ver, tan descabellado no era. Podía seguir tirando por ahí. - Bueno, es que ya es mayorcito. Total, que necesitamos a Noora porque hay que probarle la correa, y para qué nos íbamos a aparecer los dos. Pues... Vengo yo, la recojo y ya está. - Emma se cruzó lentamente de brazos. - Pues venga. No se tarda tanto en una tienda de animales. Y puede empezar a llover de un momento al otro de nuevo. - Sí, sí, si es que... No he venido antes por lo mismo... - Tragó saliva y señaló las escaleras. - Voy... A... - Y pasó de largo de su madre, no sin cierto miedo, subiendo los escalones de dos en dos.  

    Entró en el cuarto de su hermano y el bicho, que parecía que sabía que se estaba inventando una excusa a su costa, le miró directamente, casi con tan mala cara como su dueño. Marcus resopló. - Te tienes que venir conmigo ¿vale? - Le dijo, acercándose. Noora le miraba como si esperara que no hablara en serio. - A ver cómo cojo yo esto ahora... - Murmuró, mientras pensaba como coger al bicho en brazos. Fue a acercar las manos y la otra echó un paso atrás. - Eh, que no te voy a secuestrar. Que te llevo con Lex y con Darren. - Al nombre de "Darren" se le pusieron los ojillos redondos. Marcus soltó una carcajada sarcástica. - Vaya, qué bien se nos compra con chucherías. Se lo voy a decir al otro. - Agarró a Noora y esta volvió a mirarle mal, revolviéndose un poco. Marcus se la puso a la altura de los ojos y la señaló con un índice. - Que sepas que ya tengo un arañazo en la espalda. Como me hagas algo, te echo las culpas. - Suspiró, cambiando automáticamente el tono a uno penoso y casi suplicante. - Y ahora... Seamos amigos ¿vale? - Y salió de la habitación, mientras mascullaba por lo bajo que solo se le ocurría a él y que no sabía qué había hecho para merecerse eso.




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    Mar Jul 19, 2022 6:42 pm


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    Con Marcus| En Primrose Hill | 12 de junio de 2002
    Comprobó que lo llevaba todo en la cestita y se retocó las dos trenzas, atadas con lacitos morados, que sabía que a su novio le gustaban sus trenzas. Sí, el color de Marcus era el azul, pero ella hoy llevaba una temática, y el morado le iba de muerte. Se había puesto hasta los pantalones morados, del color de las lavandas, que había pensado en ellas cuando les echó el hechizo para cambiar de color. Con su enorme sonrisa, llamó a la puerta de los O’Donnell, y Arnold abrió. — ¡Hombre! Pero si es mi niña. Ni una pista tenía de que venías… — Dijo sarcástico. Ella rio y dejó un beso en su mejilla. — Ya me imagino. Es que le tengo una sorpresa, y tu hijo lleva muy mal la incertidumbre. — Y efectivamente, allí apareció Marcus, más que dispuesto para irse. — Al menos dime a mí a dónde vais, ¿no? — Con una risita, se inclinó y se lo dijo al oír, a lo que su suegro puso una amplísima sonrisa. — Qué bonito, te va a encantar, hijo. — Ella rio, contenta y tiró de Marcus hacia el jardín. — Agárrate a mí, O’Donnell, que hoy vamos en traslador.

    El traslador lo tenía su madre guardado por ahí y aún funcionaba perfectamente. Llevaba a la trastienda de una confitería de Regent’s Street. El dueño era un mago casado y asentado con una familia muggle, pero él tenía allí su tiendecita y dejaba a los magos aparecerse por allí para facilitarles la vida para llegar al Londres muggle. Su madre, con lo golosa que era, había descubierto el sitio en seguida y se había convertido en usuaria y clienta, tanto que cuando Alice se apareció por allí para probar el traslador, el dueño la reconoció al instante. Estuvo encantado de hacerle el encargo que ella traía, además.

    Aparecieron en la preciosa confitería, con sus paredes de madera blanca y su mostrador de cristal lleno de delicias. Sabía que ya de entrada, estaba haciendo muy feliz a su novio. — Y este no es el sitio sorpresa, espera y verás. Pero puedes disfrutar de esto un poquito. ¡Fíjate esos macarons! Tienen mejor pinta que los de Francia. — Dijo señalándolos a través del cristal. — ¡Oh! ¡Hola, Alice! Aquí tengo lo tuyo. — Hola, señor Hargrove. — Tomó los paquetitos, envueltos preciosos, que le daba. — Muchas gracias. A pasarlo bien, jóvenes. — Ese señor siempre parecía alegre, seguro que había sido Hufflepuff. — Se llevaba muy bien con mamá, por lo visto. — Le fue comentando a Marcus por el camino, enganchada de su brazo. — Lleva vida de muggle, pero no pierde las raíces, la verdad es que tiene una tienda cuquísima, y te vas a chupar los dedos con lo que te traigo. Eso sí, todo lo salado lo he hecho yo. — Señaló, levantando un poquito la cesta.

    Por fin empezó a vislumbrar lo que quería y señaló el lugar. — Y allí vamos. A Primrose Hill. Mi madre y yo veníamos mucho a hacer picnics madre-hija, hasta que Dylan se volvió muy enmadrado y no se podía hacer nada sin él. Es un parque precioso, y dentro de la planicie de Londres, es un sitio desde el que se puede ver casi todo lo bonito. — Se adentraron al parque y encontró el sitio que buscaba. El día estaba bonito, aunque había algunas nubes, pero es que era Londres, era imposible que no las hubiera. Tendió una manta grande y suavecita con flores en el suelo y se puso a sacar cosas. — Las cervezas de mantequilla, una para ti y otra para mí. Llevan el hechizo enfriador. — Dijo con un guiño. — Y ahora, voy a darte la pista de por qué te he traído aquí, y hasta que no lo adivines, no te cuento mis planes. — Sacó uno de los paquetito y dijo. — Cierra los ojos y abre la boca, a ver si eres capaz de reconocerlo sin verlo. — Cuando su obediente novio lo hizo, se inclinó y le dio un beso. — Esto era el aperitivo, nada que ver. Ya sí viene la prueba de verdad. — Y le dio una minitartaleta de néctar de lavanda, sabiendo que su novio lo identificaría sin problema, otra cosa no, pero la comida Marcus la tenía muy bien ubicada.







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    Jue Jul 21, 2022 4:50 pm


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    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Se había puesto tres camisetas distintas. En una de sus pruebas, había escuchado la risa entre dientes de Lex a su espalda, apoyado en el quicio de la puerta con los brazos cruzados. - ¿Qué? ¿Alguien a quien intentas impresionar? - Ja, ja. Ahora es delito querer estar guapo para el p... - Plan sorpresa que me ha organizado mi novia porque es fantástica y seguro que me va a encantar. - Completó Lex. Marcus le miró con cara de aburrimiento. - Tú le has añadido más adjetivos que yo. - Tú piensas tantos adjetivos que yo no soy capaz ni de reproducirlos. - Pues sí, lo pienso porque es la verdad. Porque tengo la novia más maravillosa, inteligente, dedicada, detallista, entregada... - Lex se giró y se fue, dejándole con su lista de adjetivos en la boca. Frunció el ceño. - ¡Y encima es preciosa! ¿Y sabes con quién está? ¡Conmigo! - ¡Que la disfrutes! - Le respondió el otro, ya desde su cuarto, porque Marcus se estaba recochineando a gritos como un niño pequeño. A él no le dejaba nadie con la palabra en la boca, menos cuando estaba alabando a Alice.

    Siguió peinándose. Al final se había decantado por una camiseta blanca y una camisa de cuadritos verdes y amarillos por encima que le daba un toque muy veraniego. Con todo lo demás, se veía excesivamente formal o excesivamente "normal", y era una cita con su novia, quería ir guapo para ella, pero tampoco quería pasarse, no era una cena de gala, era un plan de disfrute y de día. Marcus y sus estrictos protocolos indumentarios, que se le complicaban con la coyuntura de no saber a dónde iban ni a qué. Esperaba ir adecuado para la ocasión.

    Pegó un buen salto en su sitio cuando sonó el timbre y empezó a dar vueltas por la habitación como un gato persiguiendo a un ratón que no para quieto, mientras se palpaba los bolsillos comprobando que llevaba todo lo que necesitaba. Fue a salir como un rayo por la puerta de su habitación y casi se lleva por delante a su madre. La mujer, tras la impresión inicial, rio un poco. - Creo que ha venido Alice a buscarte. - Otra con la ironía. ¿Es que no puede estar uno feliz en su relación? - Su madre ladeó la cabeza y le miró con ternura. - Puedes, y debes. - Le puso las manos en las mejillas. - Me hace muy feliz saber que lo eres. - Marcus sonrió ampliamente y su madre le dejó un beso en la mejilla. - Tened cuidado. - Se separó, y el leve movimiento de dejar los ojos caer no sería perceptible a ojos de otros, pero sí a los de su hijo. - A ver dónde vais... - ¿No te fías de tu nuera? - Preguntó con una risa. Emma arqueó una ceja, le sostuvo un par de segundos la mirada y dejó escapar un mudo suspiro. - Vamos a quedarnos con la parte de que me alegro de que seas feliz. - Marcus rio entre dientes. - No es William. Repítetelo mentalmente. - Le dijo al pasar por su lado. Su madre le entornó los ojos, pero él se marchó riendo.

    Bajó al trote las escaleras y, nada más detectarla sus ojos, se detuvo en seco, con una sonrisa embobada. Se llevó la mano al pecho muy teatralmente. - Guau. - ¿Estaba a tiempo de cambiarse de ropa? ¿Iba bien así? Bueno, ya se iba a quedar así, no iba a perder más tiempo. Se despidió bien contento de su padre, con un gesto de la mano y una sonrisita infantil, y su padre le miraba con la misma ternura con la que le despedía cuando sus abuelos se lo llevaban y él se iba igual de contento. Se dejó arrastrar por su novia hacia el traslador, mirándola con una cara de tonto muy evidente. - ¿Dónde me llevas? - Como si no supiera que tirar esa pregunta no iba a servir de nada, que ya lo había intentado mil veces. Pero si no preguntaba una vez más, no era él. Antes de darle tiempo a decir nada más, el traslador les hizo desaparecer del jardín.

    Aterrizó bastante bien y rápidamente abrió mucho los ojos para reconocer el entorno. Lo cierto es que esperaba salir a un espacio abierto, por lo que se sorprendió. En apenas un segundo, los ojos se le abrieron aún más y la mandíbula se le descolgó ligeramente. - ¿Es una pastelería? - La miró, atónito. - ¿¿Me has traído a una pastelería?? - Volvió a mirar alrededor, apenas unos segundos, y luego la miró a ella. - ¿Te he dicho que te quiero? - Desde luego, eso era empezar bien una cita con Marcus. Descolgó la mandíbula aún más. Ah, que ese no era el sitio sorpresa. Pues le parecía una muy buena parada, y le parecería bien también si fuera parada única. Estaba devorando con los ojos hasta las paredes del local. - Quiero uno de cada color. - Dijo como hipnotizado, tanto que ni siquiera la voz desconocida que se incorporó a su conversación le hizo reaccionar hasta pasados unos segundos. Concretamente, en cuanto el hombre dejó unos paquetitos en manos de Alice que al parecer ella había encargado previamente. Se le fueron los ojos detrás. - ¿Qué es? - Preguntó sin filtros, como si tuviera siete años. El hombre soltó una leve risa. - Podéis llevaros más cosas, si queréis. - Traigo mucho dinero así que no me lo diga dos veces, pensó, pero iba a dejar que su novia marcara los pasos, que para eso había diseñado ella el plan. Pero ya volverían, ya...

    - Hemos estado muy poco en ese sitio. - Comentó con una sonrisilla, apuntándolo con el pulgar mientras salían. - Nunca lo había visto. - ¿Estaba dejando claro que quería volver? Quería pensar que sí. Y eso que se moría de curiosidad por saber donde iban. Alice se enganchó de su brazo y Marcus no podía ir más contento, mientras miraba a su alrededor. Estaban en la zona muggle de la ciudad. Aquello empezaba bien y divertido. Había dado por hecho que el hombre era mago porque pensaba que estaban en un sitio mágico, pero al parecer, era una pastelería muggle. Por eso no la conocía. Le daría las gracias a Janet para sí mismo por conocer ese lugar. - Me muero por probarlo todo. - Dijo con una amplia sonrisa, embobado, mirando la cesta, y luego mirándola a ella. Ah, sí que era feliz.

    Por fin, Alice señaló el lugar al que iban. Marcus escuchó lo que le contaba mientras se acercaban a un parque muy bonito que él miraba con ojos brillantes. - ¿Un picnic para los dos? - Preguntó, apretando su mano. - Me encanta. - Los dos solos, en una zona de la ciudad en la que era poco probable que se encontraran con conocidos, simplemente comiendo juntos y charlando, aprovechando que estaba el día soleado. No se le ocurría un plan mejor. Estaba que ni reaccionaba, solo miraba a Alice extender la manta, sacar las cervezas de mantequilla y decirle cosas, y él simplemente la miraba con la boca entreabierta, y miraba el entorno. Apenas había personas desperdigadas por allí y la mayoría eran parejitas. El entorno no podía ser más encantador. Rio un poco, sentándose en la manta y obedeciendo. - Vale. - Cerró los ojos y abrió la boca. Lo que recibió fue un piquito que le hizo dar un cómico salto en su sitio. - ¡Eh! Eso es trampa. Y encima me lo he perdido. - Dijo entre risas. Estuvo a punto de abrir los ojos, pero Alice dejó antes el dulce en su boca. No tardó ni un segundo en identificarlo. - ¡¡Oh!! Dios, pero qué bueno. - Dijo con la boca llena, espontáneamente. Abrió los ojos y se llevó una mano a la boca para decir. - Perdón. - También con la boca llena, lo que hizo que le diera la risa. Si es que con tanto estímulo bueno ya no sabía ni como reaccionar.

    Terminó de tragar y ya sí dio su veredicto. - Tartaletas de lavanda. ¿Cuántos kilos dices que te has traído? - Dijo entre risas. - Hmmm... - Empezó con tono cómico, entrecerrando los ojos. - Estoy viendo una tartaleta de lavanda muy apetecible por aquí... - Dijo inclinándose hacia ella, y antes de que pudiera reaccionar, la atrapó entre sus brazos, haciendo que perdieran el equilibrio ligeramente, no llegando a tumbarse pero sí doblándose como dos alcayatas torcidas. Rio. - Pero si tú misma eres una tartaletita de lavanda. Formato pequeño para un glotón como yo. Y te has acercado a mi boca cuando he cerrado los ojos, deduzco que te puedo comer. - Se acercó a su cuello y le dio un cómico y nada serio mordisco, casi rozándola con los dientes, mientras hacía ruiditos, solo para hacerla reír. La miró entre risas. - Estás preciosa. - Le acarició las trenzas. - Me encanta. Me encanta todo esto. Me encantas tú. - Dejó un piquito en sus labios. - Y me encantaba esa pastelería. Quiero volver. -




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    Con Marcus| En Primrose Hill | 12 de junio de 2002
    Ya sabía ella que iba a ser buena idea lo de la pastelería. — Volveremos, te lo prometo. No puedo privar a mi novio de poner esa carita que se te ha puesto al ver todas esas delicias. — Le sonrió embobada. — Yo con eso, voy más que lista. — Pero ya veía su carita de ver el picnic, sus trenzas y su conjunto, y eso la hacía sonreír sin parar y sentir esas mariposas en el estómago de saber que estaba teniendo un momento feliz para los dos fabricado por ella.

    Se echó a reír por la reacción al comerse la tartaleta, y cuando la identificó le dio en la nariz. — Muy bien, glotoncillo, ya pensé que te habías perdido. — Y siguió riéndose con lo de los kilos de tartaletas, tenía muchas ganas de reír. Y más aún cuando su novio se lanzó sobre ella, rodeándole con los brazos y riéndose a carcajada con la cabeza hacia atrás. Luego le miró a los ojos con aspecto travieso y rozó su nariz con la de él— Tú a mí siempre me puedes comer. — Se dejó caer sobre sus brazos y le miró hipnotizada. — Y tú has venido muy veraniego, casi como si supieras lo que vengo a proponerte, prefecto listillo. — Dejó un beso en sus labios sin soltarse. — Y siempre estás guapísimo.

    Tiró de su novio hasta que se tumbó con él inclinado sobre ella y se dedicó a acariciar su cara y jugar con los rizos de su novio, que le encantaba. — A mí también me encanta. — Aseguró sin poder apartar la mirada de sus ojos ni que cayera la sonrisa de sus labios. — Y de eso fue de lo que me di cuenta el otro día. — Ladeó una sonrisa pero no dejó de jugar con sus rizos. — Te necesitaba mucho, como MUCHÍSIMO — dijo haciendo hincapié en la palabra — físicamente… Pero lo que más echaba de menos era el tiempo contigo. Tú y yo solos, haciendo planes… Mirándonos, dándonos besitos y caricias… — Bajó las manos por el tronco de su novio y puso una pose seductora en la mirada. — Por mucho que me hagas pensar en otras cosas que te haría, poniéndote tan guapo para mí… — Le dio la vuelta para tumbarlo y se quedó apoyada en su pecho, con la barbilla y las manos, sin dejar de mirarle. — Por eso hoy te he traído aquí, a este sitio que me encanta… Porque esta cabecita Gallia se ha puesto a pensar y ha pensado… — Entornó los ojos y puso sonrisita de niña. — ¿En qué sitio podría yo tener esto con mi guapísimo novio? — Se mordió el labio inferior. — Y, como si fuera una señal del destino… Me llegaron dos cartitas… — Alargó la mano a la cesta. — Esto es un panecillo relleno de queso… Que junto con las tartaletas de lavanda, mi atuendo y la mantita de flores sobre la que estamos… Deberían darte una pista sobre a qué sitio pretendo llevarte. —

    Se incorporó un poco, apoyándose sobre sus manos para mirarle bien a los ojos. — Jackie y Theo están como locos por verse, pero a Theo le sigue dando cosa ir solo y me preguntaba que cuando pensaba ir… — Ladeó la cabeza. — No teníamos en mente ir este verano, al menos no hasta agosto, porque mi padre ya ha estado mucho por ahí, pero… — Puso su cara de niña pilla teniendo una idea. — Pensé… Si Theo tiene mucha prisa por ir… Podemos aprovechar, e irnos solos por primera vez a Saint-Tropez. — Se inclinó sobre su rostro y sonrió. — ¿Qué me dices O’Donnell? ¿Quieres volver a La Provenza en verano?





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    Sáb Jul 23, 2022 11:59 am


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    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    ¿Quién quería piedra filosofal, si la risa de su novia le daba años de vida? Suponía que no podría demostrarlo nunca científicamente, pero él estaba convencido de ello. Ella reía y él reía también, así llevaba siendo desde hacía años. Ladeó una sonrisa pilla. - Qué bien. Lo tendré en cuenta. - Respondió a lo de que siempre la podría comer. Le gustaba cuando se hacían comentarios tontos, eran dos intelectuales durante demasiadas horas al día, de vez en cuando quería simplemente decirle tonterías a su novia y recibirlas en respuesta.

    Arqueó las cejas, con una infantil sonrisita de superioridad. - A lo mejor lo sé. Yo soy muy listo. - Mentira, no tenía ni idea. Se miró a sí mismo. - Entonces ¿he acertado con el conjunto? - Chasqueó la lengua con fingida superioridad. - Ya lo sabía. - Para nada, el montón de ropa que había ido cayendo en su cama podía asegurar que no era así. Pero se alegraba de haber acabado atinando. - No tanto como tú. - Susurró de vuelta, sonriente, tras el beso. - Mi lavandita. Mi tartaleta de lavanda que me puedo comer cuando quiera. - Bromeó con cariño.

    Alice se tumbó y él quedó inclinado sobre ella, sonriendo mientras le acariciaba los rizos y él hacía lo mismo, pasando los dedos delicadamente por su cara y por sus trenzas. - Qué guapa eres. - Le dijo embobado. Es que no lo podía evitar. Siempre que Marcus describía a Alice lanzaba una interminable ristra de adjetivos, como había intentado hacer con Lex, y tenía tantas cosas buenas que las referencias al físico solían estar bastante atrás en la cola: Marcus siempre ponía lo intelectual por delante. Pero cuando la veía... Esos ojos de Ravenclaw, esas trenzas, esa sonrisa traviesa. Le traían loco desde los once años.

    Ladeó la cabeza, escuchándola con una sonrisita. Rio con un toque tímido y apartó la mirada. - Ya... Creo que quedó demostrado que yo también. - Una vez se le pasó el relax del momento (que con la entrada de William, no tardó mucho) se dio cuenta de lo poco que había durado el encuentro. Había batido el récord por lo bajo, y no es como que se sintiera especialmente orgulloso. Pero si a Alice le había pasado lo mismo que a él... Las penas compartidas eran menos penas, quería pensar. Aunque, puestos a elegir, mejor no pensarlo mucho. - Entonces ¿puedo darte besitos y caricias? ¿Es el plan de hoy? - Dijo con voz boba, acariciando su rostro. Rio un poco y arqueó las cejas. - ¿Que yo te hago pensar qué cosas? - Negó. - No, no, Alice Gallia. Yo he venido aquí muy veraniego a comer tartaletas. No me eches las culpas de tus líos. - Bromeó, riendo después y dándole un besito en la nariz.

    Justo después, la chica le tumbó a él en la manta, y él se dejó, por supuesto. Estaba demasiado hipnotizado por todo aquello, relajado y feliz. - Uh, cabecita Gallia pensando. Creí que veníamos de relax. Ya me estás poniendo nervioso. - Volvió a bromear, riendo. Entornó los ojos hacia arriba, haciéndose el pensativo. - ¿En qué sitio? Hmmmm, no sé... Se me ocurre... ¿En todos los sitios del mundo? - La miró a los ojos, con estos muy abiertos, y en su posición se movió como pudo, dándole aspecto de lombriz de tierra, mientras canturreaba bajito. - En el Cariiiibeeee. - Rio. Le encantaba esa broma, y Alice siempre se reía cuando le hacía, y él adoraba verla reír.

    Ah, las dos cartas. Ya veía por donde iba. Sonrió ampliamente y, para confirmarlo, por si lo de las tartaletas no había sido pista suficiente, le dio un panecillo de queso. Era comida, no se pensaba quejar. - Qué bien me viene que me des más pistas, estaba muy perdido. Puedes darme más si quieres. - Bromeó, comiéndose el panecillo. Negó y, con la boca un poco llena y una risilla, dijo. - Nop, estoy superperdido. Dame más comida, a ver si me aclaro. - Ya sí se tuvo que reír de su propia tontería. Pero Alice tenía un plan que exponer, así que calló y escuchó (y comió de mientras). Dejó de masticar tan pronto lanzó la pregunta, mirándola con los ojos brillantes y parado en el sitio. A ver, sabía que se refería a La Provenza, obviamente, pero había dado por hecho que sería un viaje familiar como los de siempre. Pero... Había dicho... - ¿Solos? O sea... ¿Solos... tú y yo? - Se le iluminó la sonrisa. De repente algo latió en su pecho con fuerza: el recuerdo del verano anterior, las vacaciones que se perdieron. La recuperaron en cierto modo en Pascua, pero eso que Alice le proponía este verano... Eso sí que era un sueño. - ¡¡Claro!! Claro que sí. - Puso las dos manos en las mejillas de Alice y dejó un beso en sus labios. - ¡Es genial! Pero ¿qué opina tu padre? Es decir ¿le parece bien? Porque imagino que le habrás pedido permiso. Le has pedido permiso ¿no? - Ya con la incursión en su casa para hacer lo que había hecho había tenido suficiente de saltarse la voluntad de William. - ¿Y cuando nos iríamos? - Agarró sus manos y, con una sonrisa de oreja a oreja, la miró a los ojos. - Lo estoy deseando. -




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    Dom Jul 24, 2022 6:38 am


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    Con Marcus| En Primrose Hill | 12 de junio de 2002
    En aquel contexto, podría pasarse la vida entera. Por fin Marcus y ella pudiendo decirse moñerías sin reloj, sin miedo a que alguien se metiera con ellos, sin pensar en cuánto tiempo pasaría antes de que alguien les llegase diciendo “¡Gal! Habías quedado con no se quién” “¡Prefecto O’Donnell! Han ocurrido siete desgracias en lo que no vigilabas”. Eso le hizo sonreír. — No poder vivir juntos aún es duro, pero no tener el bullicio del colegio también es una bendición. — Cerró los ojos y escuchó el rumor de los árboles movidos por el viento. — Así puedo oír cómo me dices lo guapa que soy, o puedo recordarte lo apropiadísimo que vienes, y cómo me gustan esos ojos de Slytherin — dijo subiendo hasta él y rozando su nariz con la suya — sin miedo a que nos interrumpan o se rían de nosotros, al menos unas horitas. — Y asintió fervientemente al plan de darse besos y caricias, riéndose a lo de que solo había venido a comer tartaletas.

    Y venimos de relax. — Respondió. — Pero verás que contento te quedas cuando acabe de contarte mi plan. — Pero su fachada se cayó, muerta de risa cuando vio a su novio moverse mientras decía lo del Caribe. — Algún día vamos a ir de verdad… Verás qué día. Te voy a hacer bailar veinticuatro horas seguidas, por todas las veces que hemos soñado con ir. — Pero ya sabía ella que su novio lo iba a pillar muy rápido, aunque tuvo que volver a reírse abiertamente cuando hizo la broma de la comida. — Yo pensé que comiéndome a mí ibas a estar satisfecho, pero es que a mi glotón no hay quien le pare. — Dijo entre risas.

    Sonrió ampliamente y ladeó la cabeza antes su pregunta, o más bien su ristra de preguntas y afirmaciones. — Solos. Con matices. — Levantó el índice. — Me explico. Theo quiere ir a ver a Jackie pero no quiere ir solo. Y si tú y yo dijéramos que nos queremos ir solos a La Provenza, aunque ya estemos mayorcitos y seamos novios, podríamos encontrarnos con alguna que otra mala cara. — De Emma, para ser más exactos, junto con una serie de preguntas, de seguro incómodas, sobre dónde iba a dormir cada cual. — E ir solos con Theo y Jackie también generaría algo de revuelo, porque aquí no son tontos y ya saben lo que hay. ¡Pero! — Le miró a los ojos y alzó más el índice. — Hay otra joven pareja que conocemos, con mucha necesidad de tiempo juntos, que nadie sabe que están juntos oficialmente. — Bajó el dedo y sonrió aún más a su novio. — ¿Qué tal plan te parece La Provenza con tus amigos de toda la vida Sean y Hillary? — Se apoyó un poco más en el suelo, viniéndose arriba. — Es perfecto. Las tres parejas queremos tiempo solos, y a la vez nos gusta estar juntos y pasar tiempo de calidad, yendo al festival de las lavandas, a la playa etcétera, y también sabemos respetar el espacio de los otros para permitir que estén solos, disfrutando de sus días. — Se sentó y cogió la cerveza. — Les he preguntado a mis abuelos, y dicen que sí, que pueden venir a Guildford, y echar un ojo a papá y Dylan, lo cual nos dejaría la casa de La Provenza enterita para los jóvenes a falta de mi tía Simone, que vive ahí y no la vamos a echar, pero en verdad está todo el día en el pueblo con las primas Sorel, así que a todos los efectos, tendremos nuestras primeras vacaciones, pero en el lugar donde tendríamos que haber estado el año pasado y no estuvimos. — Se inclinó sobre Marcus y dejó un beso en sus labios. — Tengo mucho tiempo perdido que recuperar.






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    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Sonrió de oreja a oreja, dejándose acariciar, rozando su nariz con la de ella y disfrutando de cómo alababa sus ojos, su ropa y que le dijera cosas bonitas. - Muy duro. - Dijo con un cómico tono dramático. - Muuuuy muuuuuuuy duro. - Se quejó, lastimero aunque entre risas, porque sí, no vivir con ella se le hacía un mundo. Marcus adoraba a sus padres, y a su hermano aunque siempre estuvieran a la gresca. Estando en Hogwarts les echaba mucho de menos y le encantaba volver a casa... Pero no ver a Alice... Ah, qué perfecto sería que los Gallia tuvieran su casa pared con pared. O mejor, que hubiera tres casas adosadas, la de William, la de sus padres y la de Alice y él, y así todos felices. Ya estaba empezando a entrar en ese modo de relax tan intenso en el que empezaba a pensar muchas tonterías.

    - ¡Y tanto que vamos a ir de verdad! - Celebró, riendo, pero luego puso carilla pilla. - Uhh ¿tanto vas a aguantar bailando conmigo? - Se encogió de hombros sacando el labio inferior, en su posición tumbado en la manta. - Pienso ir preparadísimo. Llevo soñando con bailar contigo en el Caribe muuuuchos años. - Ninguno de los dos estaba hablando de bailar, pero bueno, era divertido fingir que sí. Y, justo después, para seguir fomentando la bromita, dijo lo de que se quedaría satisfecho comiéndosela a ella. Arqueó las cejas, con una divertida y falsa expresión sorprendida en la cara. - ¿Cuestionas mi capacidad para comer sin parar? ¿Tan pronto consideras que me quedo satisfecho? - Chasqueó la lengua, retirando la mirada con teatral ofensa. - Vaya. Creía que me conocías mejor, Gallia. - La miró de nuevo, estrujó su cintura y alzó un poco el tronco para acercarse a su rostro. - Yo de ti nunca me canso. No eres la única que siempre quiere más, listilla. Al final te voy a meter un bocado de verdad. - Y otra vez hizo la tontería de fingir que le mordía el cuello y el hombro con ruiditos tontos, pero sin parar de reír.

    "Solos con matices". Era demasiado bueno para ser verdad, pero ciertamente llevaba años yendo con Alice a La Provenza rodeados de gente y era precioso. El verano pasado se lo perdieron, y en Pascua ya pudieron ir en calidad de novios... Hubo un momento bastante feo, pero ya estaban las aguas muchísimo más calmadas, ahora solo tenían que preocuparse de disfrutar. Y ni que ellos no fueran expertos en buscarse momentos a solas. Dejó que su novia empezara a narrar, pero ya solo en las primeras frases tuvo que aguantarse la risa y mirarla con la cabeza ladeada. - Me imagino. - Dijo simplemente, frunciendo los labios para que no se le viera reír, y dejando el tirito en el aire. "Alguna que otra mala cara", ya. Los dos sabían que estaban hablando de su madre. Pero, por desgracia, no es como que pudiera discrepar. Parecía estar viéndole la cara a Emma. En lo que Alice no parecía confiar era en el maravilloso don de la oratoria y poder de convicción de Marcus. O quizás él confiaba en exceso.

    Estaba intrigado por ver cómo seguía aquello, porque si aparte de a Theo y a Jackie había que añadir más gente al plan, sumándole a los habituales de La Provenza, no sabía a qué se refería su novia exactamente con "solos". Veía más "matices" que soledad, de hecho. Eso sí, la resolución le sorprendió tanto que abrió mucho los ojos. No se le había ocurrido ni por asomo aquello. - ¿En serio? - Abrió la boca, con una sonrisa esbozada. - ¡Les va a encantar la idea! Dios, Sean y Hills en La Provenza... - No se lo podía imaginar, la verdad. Era... un enfoque diferente, pero le apetecía, le apetecía mucho. Era su rinconcito con Alice, pero Sean y Hills eran sus mejores amigos, sería muy guay compartir aquello con ellos. Por supuesto, Alice ya estaba arriba con el plan, y él se ilusionaba solo de verla así. La parte del plan que no sabía era la de la casa. - ¡Ah, que tus abuelos no están! - Se sorprendió. Vale, ahora entendía un poco más eso de "solos", porque hasta ese momento le había parecido un plan con más gente que nunca.

    Recibió el beso y rodeó su cintura, mirándola a los ojos con una sonrisa. - ¿Te he dicho que eres la mejor haciendo planes? - Le dio él otro piquito a ella. - ¿Entonces ahora toca fiesta de pijamas en el sótano con esta gente? - Rio. - Bueno, con tu prima Jackie, contigo y con Sean ya tengo experiencia, aunque no juntándoos a los tres y añadiendo a los otros tres. Tiene que ser para verlo. ¿Y André no está? No sé si tengo más curiosidad por ver a Theo y a André juntos en la misma habitación, o ver si tu primo pone más nervioso con sus insinuaciones sexuales a Theo o a Sean... -O a mí, como si él las llevara bien. - O ver el combo que pueden montar Jackie y Hills juntas. Bueno, esto último más bien me da un poco de miedo. - Volvió a reír y a apretarse más con su novia. - Me parece un plan fantástico. ¡Por Merlín, ya lo estoy deseando! ¿Cuándo nos iríamos? ¿Les has preguntado ya si les parece bien?  - Cayó entonces en algo y la miró con los ojillos entrecerrados. - No me has contestado a lo de si a tu padre le parecía bien. - Alzó las palmas e hizo un gesto con los brazos. - Por mis padres, puedes estar tranquila. Yo les convenzo. No va a haber absolutamente ningún problema. Déjalo en mis manos. - Ya estaba, sentenciado a la perfección.

    - Entonces... - Empezó, ampliando una sonrisa pilla y romántica, mirándola con adoración. - Planes y fiestas con nuestros amigos, noches de risas, de meternos con ellos cuando se escondan y pretendan que no los vemos desde la superioridad que nos da ser la única pareja oficial, consolidada y con proyecciones de futuro establecidas del grupo... - Ah, eso por supuesto, el puntito de orgullo que le hacía alzar la barbilla. Se mojó los labios y añadió. - Y, entre todo eso... La posibilidad de escaparme con mi reina de las lavandas a una casa completamente vacía... O a un campo que, exceptuando a tu prima Jackie, conocemos mucho mejor que los demás... - Dejó un beso lentamente en su mejilla. - O a la playa... Tengo pendiente enseñarte a nadar. - Volvió a mirarla a los ojos. - Ahora es cuando me dices que nos vamos ya. Bueno, después de volver a pasar por la pastelería. -




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    Con Marcus| En Primrose Hill | 12 de junio de 2002
    Se rio, pilla y rozó su nariz con la de su novio, bajando el tono y poniéndolo más aterciopelado. — Ajá… Yo bailaría sin parar contigo, amor mío. — Y los dos sabían de qué estaban hablando, y Alice se ponía muy muy tonta y menos mal que estaban en un parque porque si no, ya se le estaría yendo de las manos. — Solo es uno de los muchos sueños que me vas a cumplir, príncipe azul. — Y se echó a reír respecto a lo de la comida, entornando los ojos. — No osaría, vamos. — Y volvió a reírse mientras hacía como que la mordía, aunque ahí aprovechó y susurró en su oreja. — Eso también puedes añadirlo a la lista de cosas que me gustan. — En alusión a lo que le había dicho el último día sobre lo de agarrarla como lo había hecho. Solo de recordarlo se le puso la carne entera de gallina.

    Ya se imaginaba ella que su novio al principio se iba a bloquear un poco con el plan, pero, como le conocía, sabía que acabaría aceptando gustoso en cuanto asimilara lo que le estaba proponiendo. Así que asintió contenta a lo de Sean y Hillary. — ¡Ya lo creo! — Y negó, con cara pilla, cuando Marcus dijo lo de sus abuelos. — Nop. Eso nos da mucha pero que mucha libertad. — Dijo con una amplísima sonrisa. Ah, ya estaba contando las horas para poner aquello en marcha.

    Se dejó rodear, encantada de la vida y se rio. — Mira, puede ser uno de los planes, va a ser curioso, y ya que nunca pudimos hacer una en Hogwarts, La Provenza me parece el lugar ideal. De hecho, si hace suficiente calor, podemos hacerla hasta en el jardín, con las estrellas… Así, como dos que conozco yo que se quedaron así tal cual cierta noche de San Lorenzo… — Dejó otro beso sobre sus labios, y ese lo alargó más, porque ese momento y esa postura le había recordado mucho a aquella noche, y quería disfrutarlo como entonces. — Pero me parece una idea fantástica. André incluido, pero solo estará en fin de semana, porque está trabajando en París. — Se echó a reír solo de pensar en su primo poniendo nerviosos a sus amigos.¿Te imaginas las caras de Sean? Ay, no, si es que se bloquea muchísimo con esas cosas, demasiado. — Y siguieron riéndose, porque solo pensarlo ya era demasiado cómico. — Jackie y Hills son un peligro, pero yo creo que los interesados están dispuestos a asumirlo. — Negó con la cabeza y le dio un toque en la nariz. — Con Sean y Hillary no lo he hablado, quería preguntarte a ti primero. Con Theo y Jackie si lo he comentado, y les ha parecido genial, aunque, la verdad, están tan desesperados por una excusa para verse que creo que me lo hubieran aceptado fuera lo que fuera. — Se pegó más a su novio y le rodeó la cintura con el brazo y las piernas con una de las suyas. — Yo sé lo que es necesitar una excusa para verte con la persona que quieres, aunque aún no te hayas aclarado… — Dejó un piquito con una risa sobre los labios de su novio. — Y me gusta Theo para Jackie. Ojalá, de verdad, eso salga bien. Yo pienso colaborar con ello. — Y se dedicó a disfrutar del entusiasmo de su novio, que ella sabía que siempre podía contar con ello.

    Ah, pero su Marcus era su Marcus, y no se le podían olvidar los protocolos. — No, pero mi padre es el bastión más fácil de batir. Se resistirá un poco, porque aún le cuesta organizarse en la casa y eso, pero sabiendo que vienen mis abuelos y que la tata y Erin están aquí… Cederá rápido. — Se recolgó de su cuello, mirándole enamorada. — Yo quería tu opinión y solo la tuya. Si tú quieres algo, Marcus, yo haré lo que sea por conseguirlo. — Le dijo de corazón.

    Escuchó su enumeración y fue asintiendo a todo. — Yo creo que están tan desesperados que les va a dar todo igual. — Pero tuvo que poner cara pilla a lo del campo de lavandas. — Vaaaaya vaya… Alguien empieza a contagiarse de ideas Gallia. — Hundió los dedos en su pelo y le besó, antes de incorporarse para sentarse, porque se veía venir que se venía cada vez más arriba y no era cuestión. Cogió un panecillo y mordió la mitad, mientras sonreía. — Y más cosas con las que no estás contando, sorpresas que las primas Gallia tienen para sus chicos… — Y cuando dijo lo de nadar abrió mucho los ojos. — ¡Sí! ¡Eso! Que nunca han querido enseñarme… — Le acarició la cara. — Si es que tenía que venir tú a cumplir ese sueño también.

    Rio y negó con la cabeza respecto a la fecha. — Pues me temo que tendría que ser hacia el veinte de junio, para pillar ciertas sorpresas que van con fecha… — Ladeó la cabeza y miró al horizonte. — Pero he pensado que… Después de cumpleaños de Dylan quiero empezar a estudiar la licencia, para empezar cuanto antes en el laboratorio de tu abuelo… — Le miró a los ojos. — Y estar más cerca de nuestros sueños. Asíq ue entre armar el estudio en mi casa, recopilar libros y prepararnos para empezar a estudiar cuando todo pase… Yo creo que vamos a estar un poco liados y se va a pasar volando. — Ladeó una sonrisa.



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    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Le dejó una caricia en la mejilla, mirándola enamorado. - Cumpliría todos los sueños que tú me pidieras. - Que Alice siempre sea feliz, por supuesto que no había olvidado su propio sueño, su propio deseo a las estrellas. - Hmmm. Así que se sigue ampliando la lista. Bien, bien... Lo tendré en cuenta. - Dijo con tono meloso, riendo levemente y mirándola con una sonrisa ladina con un puntito de intenciones.

    Y tanto que les daba mucha más libertad. Su cabeza estaba ya fantaseando con demasiadas cosas. Con las reuniones en casa con sus amigos, por supuesto; con ellos intentando cocinar cosas decentes y poniéndose hasta arriba, también, porque la comida siempre entraba en los sueños de Marcus; pero con ese universo de posibilidades que se le podían abrir con su novia, su creativa y traviesa novia, en una casa grande y completamente vacía, mientras los demás aprovechaban para hacer turismo porque nunca habían estado allí... Nervioso se ponía de pensarlo. Esperaba ir los días suficientes para hacer todo lo que, en tan solo los primeros minutos de conocer ese plan, se le estaba ocurriendo hacer.

    Con esa propuesta de Alice, puso una sonrisa tontísima y se dejó caer cómicamente en la manta, estirando los brazos y diciendo con un suspiro. - Ay, Gallia, qué bien me conoces. Una noche bajo las estrellas. - En su misma posición, giró la cabeza para mirarla. - Me va a sobrar gente, pero me parece buen plan igualmente. - Se incorporó para ponerse de nuevo en la postura que estaba junto a su novia, y al hacerlo esta besó sus labios y él se perdió en ese beso, sonriendo con un leve ronroneo cuando se separó. Le encantaba el sabor de sus labios, le encantaba esa dulzura con la que le besaba. Le encantaba todo de ella. Hizo una pequeña mueca cuando dijo que André solo estaría el fin de semana, pero se tuvo que echar a reír con lo siguiente. - Pagaría por ver las caras que va a poner Sean y voy a tener la oportunidad de vivirlo gratis. - Se removió para mirar a Alice. - Si aún no se lo has dicho, podríamos quedar con ellos otro día y se lo decimos en persona. -En otras palabras: más excusas para verse. Chasqueó la lengua, sonriendo de lado. - No les culpo. Conozco esa sensación y te veía todos los días, no me quiero imaginar si hubieras estado en otro país. - Es que solo de decirlo le provocaba un doloroso latido en el corazón, y eso que solo era una circunstancia hipotética. Pero sí, entendía que Jackie y Theo estuvieran buscando la primera excusa para verse. Él también lo hacía teniendo muchísimas más oportunidades que ellos.

    Recibió el piquito, asintió a lo de que Theo podría ser bueno para Jackie y rio un poco a lo último. - ¿Ahora nos toca hacer de celestinas? Qué bien. - Encogió un hombro, gracioso. - Después de vivirlo durante años en propia piel y de que Sean y Hillary nos ladraran si lo intentábamos siquiera, puede ser bonito hacerlo para otros. Y divertido, muuuuy divertido. - Rio, y tras eso rodó los ojos. - Y cualquiera mejor que Noel para tu prima, desde luego. - Miró a Alice con las cejas arqueadas. - Pretendo demandar un carro de regalos a André si conseguimos emparejarlos. La libramos de Noel y ahora le buscamos a Theo. Nos lo debe. - André odiaba al anterior novio de Jackie y tenía a su hermana en un pedestal. Desde luego, si esta acababa con un buen chico como Theo por obra de ellos, se lo iba a agradecer.

    Suspiró con leve desaprobación, pero estaba de tan buen humor que no le duró mucho. Tal y como imaginaba, William no sabía nada. Alice y los protocolos, ¿cómo se le ocurría organizar algo así sin contar, en primera instancia, con la opinión de su padre? Era cierto que... Alice había tenido que hacer de adulta en esa casa demasiado, pero en fin. Marcus y sus protocolos, pero bueno, esperaba que no tardara mucho en decírselo y que, efectivamente, no pusiera objeciones. Apenas llevaba un mes fuera de la escuela y ya había quedado dos veces mal con William, no quería una tercera, por mucho que el hombre se autodefiniera como "un suegro guay". Que todo el mundo tenía un límite.

    Rodeó su cintura cuando se agarró a su cuello y sonrió de oreja a oreja. - Pues mi opinión es que es perfecto. Como tú, como todo lo que haces. - Besó cariñosamente su nariz. Lo de las ideas Gallia le hizo chistar con una sonrisilla, dispuesto a iniciar una justificación que Alice cortó de raíz con ese beso. Se le olvidó por completo toda la parrafada que iba a soltar porque en ese beso se había perdido definitivamente, tanto que perdió levemente el equilibrio en su asiento cuando Alice se levantó. Si es que se quedaba enganchado de sus labios sin remedio. - ¿Sorpresa de las primas Gallia? Uh, no sé si echarme a temblar. - Dijo entre risas mientras cogía un panecillo él también. Se irguió, muy buen puesto y orgulloso. - Llevo años siendo tu rescatador particular, y ahora seré tu profesor de natación. - Movió la mano, mirando el panecillo. - Soy un alquimista en proceso, no un flotador humano. Uno tiene un estatus. - Bromeó haciéndose el interesante, pero luego rodó los ojos para mirar de soslayo a Alice con una sonrisilla. - Y prometí no soltarte jamás... Pero también dejar que mi pajarillo vuele libre como quiera. En este caso, que nadie. - Amplió la sonrisa y comió.

    Mientras masticaba, alzó los ojos, pensando lo que su novia iba diciendo. Veinte de junio, para eso faltaba poco más de una semana. Genial, no faltaba muchísimo pero sí lo suficiente como para poder organizarse bien. - Aham, sorpresas con fecha... Investigaré. - Dijo arqueando las cejas varias veces. Lo siguiente le hizo poner una sonrisa de oreja a oreja. - Proyectos. Me gusta. - Se arrimó a ella en la manta y, acercando la cabeza a su hombro, dijo con voz tierna. - Yo estoy muy cerca de mis sueños ahora mismo. - Sonrió y dejó un besito en su hombro, volviendo a su sitio y retomando lo de comer. - He estado haciendo una lista de libros que podrían venirnos bien. Algunos ya los tengo, me los he leído ya así que puedo prestártelos. Hay uno que quiero volver a repasarme, así que me lo llevo a tu casa el día que vayamos a recopilarlos y arreglar el estudio y le echamos un ojo juntos. Es sobre transformaciones sólidas elementales pero creo recordar que tenía un apartado de aleaciones y de fusionar sustancias, además es muy específico. Es algo que tenemos controlado, pero si podemos tenerlo muy controlado, mejor. Para poder avanzar sobre seguro. - Dio otro bocado al panecillo, mientras alzaba la mirada, pensativo. - De hecho, tenía pendiente preguntarle a mi abuelo por material en francés. - Ladeó una sonrisa y la cabeza, mirándola. - ¿Qué te parece? Ya que vamos a La Provenza, podríamos pasar algún día por alguna librería y comprarnos nuestro primer manual en francés. Sería tuyo, realmente, para tu estudio. Yo aún tengo que mejorar un poco en el idioma. - Y, tras decir eso último, soltó un evidente carraspeo. - Sin presiones... - Bromeó, claramente lanzándole un tirito a su novia. - Fíjate, qué vacaciones más Ravenclaw: tú aprendiendo a nadar, y yo aprendiendo francés. - Rio. - Ya estoy escuchando a nuestros amigos reírse de ello, pero ¿sabes qué? - Se acercó a ella, prácticamente rozando su nariz con la propia, y con una sonrisa, le dijo con voz enamorada. - Que me da exactamente igual. No pienso dejar de aprender contigo ni un solo día de mi vida, Gallia. -




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    Miér Jul 27, 2022 6:07 pm


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    Con Marcus| En Primrose Hill | 12 de junio de 2002
    Si a ella se le daba bien idear planes, a Marcus mejor se le daba escalarlos más cada vez. Asintió a lo de que podían quedar con ellos y decírselo. — Pues claro, lo organizamos en mi casa si quieres, ya sabes que a mi padre no le importa el jaleo, y Sean y Hillary van a agradecer no estar en territorio comanche para poder darse la manita y esas cosas. — Dijo echándose a reír. Ah… Había que ver como habían cambiado las tornas para los cuatro. Y para Theo y Jackie también, en un abrir y cerrar de ojos además. Se pegó a su novio y le reposó la cabeza en el hombro, restregándose mimosa. — ¿No te alegras de no estar ya así? Dudando todo el día si es apropiado o no, si me corresponderá, si será ir demasiado rápido… — Se echó a reír. — Mira tú y yo, si mañana nos despertáramos con una casa para nosotros, ya estaríamos ahí mismo, sin miedos ni dudas. — Y se rio mordiendo una tartaleta. — Y nos hubiéramos casado en la sala común. — Dijo recordando el día de San Valentín. — Algún día habilitarán a la jefa también para eso. — Aseguró. A ver, Arabella Granger podría hacer lo que se propusiera, no le extrañaría nada.

    Se tuvo que reír con lo de celestinas y levantó las palmas. — Qué remedio. Pero creo que será a mejor. Si nos salen bien estos emparejamientos, vamos a tener un grupo muy interesante y carente de drama. Y si les sumas esos que nos hemos comido de repente como Donna y Andrew o Darren y tu hermano, a los cuales no habría emparejado en la vida, nos queda un futuro muy interesante. — Encogió un hombro a lo de los regalos. — Es André, le caes genial, es muy posible que te lo concediera y todo. Aunque a cambio de la influencia O’Donnell para poder trabajar de aritmántico en Inglaterra. — Aseguró entre risas. — Les gusta decir que Vantard es como Ravenclaw, pero todos sabemos que es Slytherin.

    No se le había pasado desapercibido el suspirito de su novio, a ver si se creía que era nueva. Pero sabía su respuesta si se ponía pesado: que no era para tanto, que su padre era mucho más despreocupado que Arnold y Emma, y que siempre la había dejado libre, para lo bueno y lo malo. Pero bueno, prefirió decirle que era perfecta (chico listo) y llevarse la conversación al terreno de los sueños provenzales. — Son sorpresas buenas, de esas que a los foráneos les gustan… Y a decir verdad, yo no he podido disfrutar de ella muchas veces, porque solemos ir ya para julio. Estoy deseando que lo veas todo. — Asintió a lo de rescatador y unió su frente con la de él. — No me has soltado nunca, pero ahora tengo que aprender yo sola. Tranquilo, lo usaré para nadar hasta ti. — Aseguró, con una sonrisa enamorada. — ¿A dónde más querría ir?

    Recibió el besito en su hombro con los ojos cerrados y una sonrisa. — Pues yo no paro de idear y ver cosas en nuestro futuro. De hecho, alguien me prometió llevarme a Roma al terminar el colegio… Y ya estoy pensando en cómo ahorrar para tener ese viaje lo antes posible. Igual hasta logro una forma alquímica de justificarlo, para que me lleves cuanto antes… — Se rio al acordarse de sí misma. — ¿Te acuerdas cuando aún no sabía nada de Fulcanelli y creía que ibas a descifrar el misterio allí en Roma? Qué envidia me dabas…

    Y muy a colación, Marcus empezó a hablarle de alquimia, y cada vez que le hablaba de alquimia, ya la tenía en el bote, daba igual la edad que tuvieran. — Me va a venir muy bien. Un estudio no es tal cosa si no está lleno de libros. — Se encogió de hombros y dijo. — Puedo dedicarme a copiarlos con el hechizo copiador. Hay que tener mucha pericia, e igual no me quedan como los originales, pero para estudiar me valdrán, y así no te quedas sin ellos. — Asintió a lo de echar un ojo juntos al libro y ladeó una sonrisa pilla. — Echas de menos también la biblioteca de Hogwarts, ehhh… — Le dio en la nariz. — No a la bibliotecaria, claro, ahora la bibliotecaria del estudio seré yo. — Se inclinó hacia él. — Y tú serás mi favorito. — Asintió a lo de los libros en francés. — Claro, podemos ir un día a Marsella con el tío Marc, además no lo conoces. A París no. — Advirtió. — Ahí voy a llevarte de viaje en otra ocasión, a descubrirlo y disfrutarlo como se debe. Pero en Marsella seguro que podemos hacernos con los libros. Y puedo seguir enseñándote francés en La Provenza, que créeme, se aprende mejor… — Entornó los ojos. — Aunque me parece recordar que te enseñé a decir una cosa muy interesante… — Se tuvo que reír con ganas aquel día que lo echó encima de Hillary con semejante frase. — A ver… Repítemela… Y me pienso la respuesta. — Dijo inclinándose sobre él para besarle. — No se me ocurre una forma mejor de pasar el verano que aprendiendo contigo.

    Se separó un poco pero se quedó acariciando su mano en círculos, mientras miraba el paisaje de Londres, pensativa. — Venga, sigamos soñando tal y como nos gusta. — Giró la cabeza y sonrió. — Hagámonos tres promesas, el uno al otro, que tenemos que cumplir en cinco años. Pero promesas medibles, cumplibles, note vuelvas loco, O'Donnell que te conozco. No me prometas un palacio de cristal o algo así, que se te suben la ínfulas de alquimista muy rápido. — Porque Marcus y Alice no serían Marcus y Alice sin unos buenos retos.





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    Jue Jul 28, 2022 6:49 am


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    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Rio entre dientes, acariciando con la mejilla el pelo de Alice, que había dejado la cabeza en su hombro. - Sí que me alegro, sí. - Miró hacia arriba, pensativo, en su postura. - Aunque tenía su punto divertido lo de buscarnos el uno al otro para intentar un acercamiento. Las dudas no, las dudas para nada, pero eso... - Bajó los ojos a Alice, con una sonrisa, y dejó una caricia en su mejilla. - Aunque prefiero esto, definitivamente. - Estar allí, enamorados, sin dudas. Tocándose sin problemas, besándose cuando les apetecía, charlando con la seguridad de que podrían hacerlo toda la vida. Sus años con Alice habían sido espectaculares siendo amios, pero no cambiaría eso por nada del mundo.

    Soltó una carcajada. - Si me despertara mañana mismo con una casa para nosotros, Gallia, ahora no estaría aquí, te lo aseguro. Estaría haciendo las maletas para no tener que moverme de esa casa más de lo imprescindible. - Apretó su cintura. - Para poder pasarme como mínimo el primer mes haciendo solamente esto. - Y la estrujó un poco más, como si temiera que se le fuera a escapar, riendo. Como vio que estaba dejando a su novia sin aire para seguir comiéndose la tartaleta, la soltó entre risas y aprovechó para coger él una también. - Oh, casarnos en la sala común... Qué oportunidad perdida. - Se lamentó teatralmente, fingiendo llorar sobre el dulce. - Aunque yo me casaría contigo en cualquier parte. Me casaría contigo aquí mismo, sobre esta manta. - Rodó los ojos. - Y ya me voy a callar, porque al parecer dejé bastante claro a varias personas el otro día que me casaría contigo literalmente en cualquier momento y lugar. - Suspiró mudo y con resignación. Vaya liada, de verdad. Se lo iba a pensar dos veces antes de beber la próxima vez.

    Asintió, sonriente. Sí que les quedaba un futuro interesante, lleno de parejas felices. - Y todos los añadidos: Poppy y Peter, Oly y Kyla... - La miró con un puntito malicioso. - Oh, y una duda que me acaba de surgir: ¿ha dicho Dylan a quién quiere invitar para su cumpleaños? - No pudo evitarlo, se echó a reír. - Eres consciente de que en el viaje familiar a La Provenza vamos a tener a Olive ¿verdad? Como en su día me tuvisteis a mí. Creo que parte del mal humor de tu hermano del otro día era hacerse a la idea de no verla en tres meses. - Se llevó la mano al pecho. - ¿Qué puedo decir? Yo entiendo a mi colega. - Marcus con su edad aún no tenía demasiado mal humor, lo desarrolló un poco después, pero sí era cierto que tenía momentos bastante penosos poco después de volver de Hogwarts a causa de no ver a sus amigos... A Alice, para ser exactos. La echaba de menos a rabiar. Vaya erudito, no darse cuenta antes de lo que sentía...

    Hizo un gesto despreocupado con la mano mientras seguía corriendo. - Eso está ya concedido. - Su padre tenía un hueco en su oficina reservado para André en cuanto quisiera entrar, y su madre tenía mano en el ministerio. Paternalismo O'Donnell e influencia Horner. No se podía pedir más. Y aunque rio al comentario de que Vantard era Slytherin, en el fondo Marcus sabía que se estaba marcando una jugada muy Slytherin pensando eso, pero a esas alturas de la historia ya no debería sorprender a nadie. Cuando Alice siguió hablando, fingió una exclamación ofendida, mirándola sorprendido y con una mano en el pecho. - ¿Me has llamado foráneo? - Frunció los labios y negó. - Media vida yendo a La Provenza para que te llamen foráneo... - Pero la chica juntó su frente con la de él, lanzando su tontería por los aires y haciendo que la mirara embobado.

    Estaba robando otro panecillo de la cesta cuando Alice dijo lo de Roma. - Puedes tener clarísimo que no se me ha olvidado. - Se dio un par de toques en la sien con una sonrisilla, a pesar de que aún estaba inclinado en un ángulo extraño y con la otra mano metida en la cesta. - Esta cabecilla también piensa e idea cosas, Gallia, cosas bien estructuradas y de emoción controlada pero que igualmente te podrían sorprender. Tengo el viaje a Roma muy bien trazado en mi cabeza, la parte instructiva al menos. La parte aventurera, si la hay... - Dejó en el aire, y miró a su chica con una sonrisa ladina y una caída de ojos. - ...Quizás la deje a la improvisación, o en manos de mi compañera de viaje, para el tiempo que sobre. - Porque, con las ganas que tenían de estar solos, harían mucha visita cultural, sí. Pero también iban a pasar el tiempo que les diera la gana dándose mimitos en el hotel.

    - Aún no he descartado descifrarlo. - Respondió entre risas a lo de Fulcanelli, ya por fin con el panecillo a punto de ser mordido. Se puso a comer mientras su novia hablaba, pero rodó los ojos con sospecha hacia ella. - No me hagas preguntarte por qué dominas tan bien el hechizo copiador. - Él lo conocía porque así podía detectar cuando los alumnos hacían cosas fraudulentas, o para copias inocuas. Copiar libros era algo que no entraba en sus planes. Aunque... entendía el punto de Alice. Rio con ternura cuando le dio en la nariz, aunque rápidamente se puso bien puesto otra vez. - Echo de menos estudiar con mi compañera de estudio desde los once años. - Eso era verdad. Marcus estudiaba muy bien solo, pero también estudiaba muy bien con Alice. De hecho, "solo" y "con Alice" eran sus dos variantes para estudiar cómodamente, los demás le ponían nervioso. Arqueó las cejas y se pegó de nuevo a su novia. - Uh ¿vas a ser mi nueva bibliotecaria? Espero que me trates mejor que la anterior. - Ladeó la cabeza. - Lo siento. Ya he prometido el primer ejemplar de mi libro a la otra. - Para darle en las narices con él, básicamente. - Y espero que tú sí tengas el "Harmonices Mundi". No te imaginas lo interesante que puede llegar a ser Kepler. - Dejó caer con voz seductora. Y mejor no tiraban por ahí, que estaban al aire libre, aunque tirarle tiritos sensuales a su novia era uno de sus pasatiempos favoritos (aunque ella le ganara por goleada y le pusiera bastante más nervioso)

    - Me lo apunto: a París, no. - Dijo frunciendo los labios para aguantar la risa por lo tierna que le resultaba Alice haciendo cualquier cosa en realidad. Se hizo el pensativo muy teatralmente. - Hmmm... Me enseñaste... A ver, a ver, que haga memoria... - Fingió, sopesando unos segundos. - Ché parfé! ¿No era esa? - Rio, pero su novia siguió insinuándolo y se inclinó para besarle. Los besos de Alice le desestabilizaban bastante el teatro. - Hm ¿te tienes que pensar la respuesta? Pues vaya. Deduzco que era una pregunta, entones. Perdona, es que aún estoy haciendo memoria. - Chasqueó la lengua. - Y me has roto mi principal hipótesis. Yo creía que era... - Se acercó a su oído y le susurró. - Je t'aime. - La miró a los ojos. - Pero eso no es una pregunta, o no es algo cuya respuesta debas pensarte, quiero creer. No me hagas tener miedo, Gallia. - Rio un poco y fingió pensar otra vez. - Oh, espera... ¿Puede ser...? ¿Cómo era...? "Vulde..." No. "Vul..." - Estaba haciendo el tonto, aunque ahora que se paraba a decirla, realmente no tenía la seguridad se sabérsela bien. La apuntó con un índice, balanceándolo. - No debería decírtela. Deberías quedarte con la duda, y con las ganas de la posible pregunta y su consiguiente respuesta, después de lo que me hiciste. - Con la que le lio Hillary por aquello. - Pero voy a intentarlo, a ver... Era... - La miró a los ojos y puso su mejor pose sensual, la que podía adquirir en aquel entorno. - "Voulez-vous couché avec moi, princesse?" - Le lanzó un guiño chulesco. - Esa no te la esperabas. Le he añadido una palabra de mi cosecha y todo. - No se creía nadie que Marcus no estaba empezando a estudiar ya francés en serio, con el futuro de alquimista ya en la punta de los dedos.

    El reto de Alice, como siempre, le encantó. - Uh, promesas. - Se mojó los labios, pensando muy en serio y mirando al cielo, pero ya tuvo su novia que ponerle cortafuegos. Soltó una carcajada y alzó los brazos con pretendida indignación. - ¡Vaya por Merlín! Ahora no te gustan mis grandilocuencias. Yo ya era así cuando me compraste, Gallia, no sé de qué te sorprendes. - La miró, inclinándose hacia ella. - Un palacio de cristal se le queda pequeño a mi reina de Ravenclaw. - Encogió un hombro, retirándose y perdiendo el tono romántico. - Pero vale, como quieras. Soñaremos en pequeño. - Pinchó, y ya sí se puso a pensar en serio. - Cinco años... Cinco años es mucho, y a la vez, seguro que se nos pasan volando. - Ladeó una mueca en los labios, y tras pensar otro par de segundos, alzó el índice. - Roma, París e Irlanda. Mi parte, tu parte, y la parte que ambos le hemos prometido a mis abuelos, la parte que hemos prometido a los orígenes. A encontrar el inicio, el núcleo, el principio de todo, como buen alquimista. - Arqueó una ceja. - Y eso no son tres promesas, solo es una. La promesa de que, en los próximos cinco años, debemos conocer al menos tres lugares nuevos. Bueno, dos cada uno de nosotros, y el tercero se lo haremos conocer al otro. La promesa del conocimiento en base a las vivencias, ¿acaso no es lo que hemos sido todos estos años? - Frunció una sonrisa satisfecha e, inclinándose hacia ella, le dijo. - Te toca. -




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    Con Marcus| En Primrose Hill | 12 de junio de 2002
    Se dejó estrechar y se rio de lo casarse en la manta. — No te lo crees ni tú, mi querido y megalómano prefecto. — No lo sabría ella. Si Marcus no podía tolerar no tener un cumpleaños digno de un rey, qué menos querría para una boda. Eso sí, tuvo que reírse al recordar el momentazo de Marcus apenas unos días junto a su padre. Claro, luego se moría de vergüenza y le brotaban los protocolos.

    Abrió mucho los ojos a lo del cumpleaños de Dylan y dijo. — Pues no, pero, efectivamente, yo ya había contado con que quisiera invitar a Olive, no me cabía duda. — Se rio cuando se comparó con él y dijo. — Bueno, yo también era muy pesada con verte a ti, pero era pesada al estilo Gallia, es decir, dando saltos alrededor de la gente, y pidiéndolo muy alto y muchas veces, por si alguien albergaba dudas sobre mis sentimientos. — Dijo entre risas. Sí, la sutileza no era el punto fuerte de ningún Gallia. — Y Dylan no lo hace porque aún no se acostumbra a expresar hablado lo que piensa y siente, pero vamos, dale este próximo curso en Hogwarts, verás cómo vuelve.

    Amplió la sonrisa y negó con la cabeza. — No quieras dejar de ser foráneo tan pronto, porque eso significa que te quedan muchas cosas que descubrir… De la mano de una provenzal de pro, como yo, enseñándote todo lo que conozco y amo. Y algún día empezarán a considerarte provenzal también. — Dijo dejando un besito en su nariz.

    Solo imaginar Roma ya se le ponía una sonrisa de ilusión en la cara y le brillaban los ojos. — Sabes que yo no puedo resistirme a descifrar algo, amor mío. — Entornó los ojos a lo del hechizo copiador y se encogió de hombros. — Pues porque no tengo dinero para libros y soy una Ravenclaw con un padre que se dedica a los hechizos. Si no hubiera copiado libros de la biblioteca no tendría prácticamente libros, y ya me dirás tú qué iba a hacer en las vacaciones. Se me da bien, pero obviamente no me quedan como los originales, sobre todo lo que me pasa es que se me descuadran un poco los párrafos, pero para seguir estudiando sirve. — Ladeó una sonrisilla y le dio un codazo flojito. — Ya estabas pensando mal, ehhh. — Ay, su novio, seguía pensando que se la podía liar en cualquier momento. Subió la mano y acarició su cara. — Y yo a mi compañero estudioso, incluso cuando se le va un poquito la mano… — Dijo recordando aquel momento en la torre. — Pero como aprendo contigo no aprendo con nadie. — Y asintió sacando mucho los morros. — Uy y tanto que sí lo voy a tener, con todo lo que le debo yo a Kepler…

    Marcus cuando quería podía ser muy muy gracioso, y la tenía al borde del ahogamiento con las frases en francés. — Tienes el mismito acento que tu suegro, poneos a practicar los dos. — Pero cuando le susurró aquello se le olvidaron las bromas y se le erizó toda la piel, hundiendo los dedos en los rizos de la nuca de su novio. Solo atinó a sonreír un poco al jueguito que traía su novio con la frase, aunque para ser sincera, solo podía pensar en ese je t’aime. Ah, hasta que dijo la frase. Ahí solo pudo menear la cabeza un poco y buscar la boca de su novio al decir. — Mais oui, monsieur. — Besándole acto seguido, tratando de frustrar en sus labios todo lo que había sentido de golpe.

    Ya sabía ella que a su novio le iban a gustar las promesas, aunque le hubiera sugerido rebajarlas. — Sí, sí, si yo te conozco metido en un saco, y por eso te sugiero que controlemos las expectativas. Porque tú y yo antes nos morimos que no cumplir una promesa del uno al otro. — Asintió y entornó los ojos. — Y tanto que se pasan volando, con todo lo que queremos hacer… — Y la primera promesa de su novio no podía parecerle más tierna ni mejor. — Me encanta. — Le dijo, mirándole arrobada. — Es… Tan nosotros prometernos algo así. Me gusta esa primera promesa. — Se apoyó sobre las palmas de las manos y miró al cielo. — Yo te prometo… — Se rio ella sola. — Te prometo que vas a firmar. Sí sí, firmar, con tu pluma de faisán azul maravillosa… Dos papeles. — Se giró y le miró. — ¿Sabes qué dos? — Preguntó sin quitar la sonrisa alzando la ceja. — Las escrituras del taller de La Provenza, y las de nuestra casa. — Dijo dándole dos toques en la nariz mientras enumeraba. — Porque, si llegando el otoño somos ya alquimistas de piedra, estoy segura de que en menos de cinco años tendremos asignación, y en cuanto tengamos asignación, lo primerito que vamos a hacer, es buscar casa. Esa casa preciosa que viste en la sala de los menesteres, y a empezar a construir nuestro taller, para poder sacarnos más rápido las licencias. Y sí, probablemente habrá que tirar de la ayuda de la familia para construir el taller y… A lo mejor no podemos tener la casa tan bonita y bien amueblada como queríamos, pero… Yo lo quiero todo contigo Marcus, y esté como esté, será perfecto porque será nuestro. Y eso sí que es una promesa, amor mío.






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    Sáb Jul 30, 2022 1:39 pm


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    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Rio a carcajadas, abrazando a su novia aún más. - ¿Por qué me enamoraría de ti? - Dijo retóricamente, entre risas, achuchándola. - Eres la niña más adorable que he visto jamás. Parece que te estoy viendo dando saltitos. - Rozó su nariz con la mejilla. - Y todo porque querías verme... - Es que no podía ni describir cómo le hacía sentir eso. Tantos años queriéndose el uno al otro, deseando verse, disfrutando juntos. Y los que le quedaban. - Dylan lo expresa a su manera. Se le nota en la cara. Bueno, y en el tono temblón que se le pone cuando pregunta... - Cambió la cara para poner expresión de niño inseguro y dijo, imitando el tono de su cuñado. - "Pero ¿esto estará bien, colega? ¿Y si a Olive no le gusta?" - Rio de nuevo. Alzó un índice. - Y antes de que te metas conmigo, yo también fui un niño de once años enamorado, pero no era tan descarado. Ni tan inseguro. - Hizo un grandilocuente gesto con el brazo, mirando a una audiencia invisible. - Siempre he llevado con honor y empaque mi saber estar y mi seguridad en mí mismo. - Ni él se lo creía, eso era lo que quería demostrar todo el tiempo. Miró a Alice con una sonrisita infantil y volvió a abrazarla por la cintura. - Y de ahí que consiguiera que la niña más adorable del mundo se enamorara de mí. - De lo cual, dicho fuera de paso, ese chico tan seguro de sí mismo tardó siete años en darse cuenta, y porque ella se lo gritó a la cara.

    Chistó, mirando a otra parte tratando de quitarle hierro al asunto en base a ponerle comicidad. - Te tendré que creer. - Bromeó. No se había planteado que Alice no pudiera comprarse todos los libros que quisiera, y no sería porque ella no era consecuente con su situación, la cual Marcus conocía más que de sobra. Pero le era demasiado fácil irse a su mundo y pensar que era para todos el mismo, escudado en el argumento de que "Alice lo merecía". Como si los galeones cayeran del cielo solo porque los merecieras. Pero como le insinuara a su novia que podía comprarle todos los libros que necesitara... Ya le estaba viendo la cara de desaprobación. Ya se inventaría algo para que Alice tuviera el bonito estudio que se merecía. Por el momento, tendrían que conformarse con el hechizo copiador.

    Hablar francés, decirle cosas bonitas a Alice, estar allí... Esos besos. ¿Podía parar el tiempo? Se inclinó un poco junto a ella, dejándose arrastrar, besar y acariciar por ella, totalmente en una nube. Entre eso y sus promesas, no se le ocurría un plan en el que pudiera estar más feliz. - Por supuesto. No pienso incumplir una promesa que le he hecho a la mujer de mi vida. Sea de grande como sea. - Vamos, que la grandilocuencia no era traba alguna para él. La miró con una sonrisa curiosa, esperando a la promesa que ella quería hacer. Frunció el ceño sin perder la sonrisa. Sabía que eso de firmar tenía algo detrás... Y tanto que lo tenía. A la pregunta simplemente negó con la cabeza, con curiosidad infantil. La respuesta hizo que su corazón se saltara un latido. - Oh. - Fue lo único que atinó a decir en el momento, porque se le había cortado un poco la respiración. Ahora sí que tenía una sonrisa absolutamente incontenible. La dejó hablar y soltó un poco de aire entre los labios. - Es... es la mejor promesa que se me ocurre. - Dijo, enamorado. Acarició su mejilla. - Nuestra casa... nuestro taller... nuestra licencia... - Hizo una pausa, mirando sus ojos preciosos, notando como los suyos brillaban. - ¿Eres consciente de lo feliz que me haces cuando dices esas cosas? - Se acercó más a ella, pegando su frente a la suya. - Es perfecto solo imaginarlo, no me imagino cómo será tenerlo. Tú eres perfecta, Alice. Todo lo que tenga contigo será perfecto. - Besó sus labios, lentamente, como si estuvieran solos en el mundo. - Te amo. - Susurró, pausando un beso, solo para retomarlo justo después.

    Le quedaba una promesa aún, pero no tenían prisa, y sí demasiadas ganas de besarla, de demostrarle lo enamorado que estaba y lo feliz que le hacía. El resto del mundo podía esperar. Tras unos minutos de besos, caricias y mimos, rozó su nariz y dijo, en tono bajo y con una leve risa. - Vale... a ver cómo supero yo semejante listón. - Se separó un poco, no sin antes darle un piquito. - Sí hay algo que creo que vamos a hacer toda la vida... Pero este es el inicio de nuestra vida conjunta, así que... Puede ser un buen reto para los dos. - Sonrió de oreja a oreja y la miró de frente, agarrando sus manos. - Aprender. Todo lo que podamos. Nos vamos a pasar la vida aprendiendo, pero... en estos cinco años, cada uno de nosotros deberá aprender tres cosas: una junto al otro, otra gracias al otro, y otra para el otro. Una cosa que aprendamos a hacer los dos juntos, algo que ninguno de los dos sabemos; una cosa que yo te enseñe a ti, y otra que tú me enseñes a mí; y una cosa que yo aprenda para ti, y tú aprendas para mí. - Ladeó la cabeza, sonriente. - La segunda ya se me ocurre: yo puedo enseñarte a nadar, y tú puedes enseñarme francés. Tenemos cinco años para aprenderlo. ¿Cómo lo ves? - Rio y besó su mejilla. - Si te gusta... Ya tenemos nuestras tres promesas. -




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    Dom Jul 31, 2022 1:30 pm


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    Con Marcus| En Primrose Hill | 12 de junio de 2002
    La imitación de su hermano era tan sublime que como para no reírse. — Oye, te queda igual. Voy a sugerir que te quedes más por casa que tú parece entenderle mejor que nadie… — Se puso más mimosa y frotó su mejilla con la de él. — Y yo te necesito, ¿sabes? No de verdad, es que no puedo vivir sin ti, Prefecto O'Donnell. — Rio y se encogió de hombros. — Igual es por lo de haber sido niño enamorado tú también. — Le encantaba estar así, poder decir bobadas sin miedo, sabiendo que él la entendería… Aquel era su pequeño paraíso.

    Sonrió con cariño a lo de incumplir la promesa. — Lo sé, y por eso, para ahorrarnos tener que hacer heroicidades para cumplirlas, porque no somos Gryffindor, he dicho que tenemos que rebajar. — Le miró emeblesada y acarició su mejilla cuando vio su reacción a la promesa. — Es que es tan fácil como buscar lo que más ilusión me haga a mí también. Y desde que me llevaste a la sala de los menesteres aquella noche… Solo puedo pensar en esa librería y el salón azul… — Miró al cielo soñadora y haciendo cosquillitas en el brazo a su novio. — Quiero todo lo que vi en esa casa, todo. Lo tengo grabado aquí. — Dijo señalándose la frente. — Y hasta que no lo saque, no voy a poder descansar. — Y se dejó besar, disfrutando de aquellos labios y enganchándose al cuerpo de su novio. — Y yo a ti, amor mío.

    Podría hablar de promesas con Marcus todo el día, pero también podría entregarse a sus besos y sus brazos sin ningún problema, y al final se les iba el tiempo entre una cosa y otra y era delicioso darse cuenta de cómo lo habían invertido. Escuchó el planteamiento que hacía Marcus y alzó las cejas cuando dijo “aprender”. — Pues sí, tú y yo siempre aprendemos y aprenderemos, para eso somos Ravenclaw. — Pero tenía más matices claro, ellos siempre tenían más matices. — ¡Me encanta eso! — Dijo, recogiéndose sobre su propias piernas, como si no pudiera aguantar el entusiasmo y salir saltando y dando botes de alegría. — ¡Es que ya estamos en ello! Y en cinco años dominadísimo vas a tener el francés, y con ese pedazo de profesor de natación que voy a tener, en cinco años voy a poder ir y volver a Córcega nadando. — Se rio y rozó su nariz con la suya. — A ver qué es lo que podemos aprender los dos. — Sonrió y le rodeó con sus brazos. — Las tenemos. — Confirmó.

    Se tumbó, remoloneando, al lado de su novio y le miró desde ahí. — A mí me falta prometerte algo… — Dejó caer los párpados. — Y te recuerdo que sigo siendo esa niña inquieta de la que te enamoraste… Tiene que estar a mi altura. — Entrelazó los dedos de su mano con la de él. — Te prometo que vamos a… Atrevernos a algo que no nos hubiéramos atrevido solos. Como el aprendizaje. En algún momento, tu me harás a atreverme a mí a algo que no me hubiera atrevido, yo a ti a algo que no te hubieras atrevido, y los dos a algo que se nos ocurra, juntos. — Se incorporó y dejó un beso juguetón en sus labios. — Lo tuyo tendrá que ver con comida, seguro. — Y rio. Qué maravilloso podía resultar hacer planes para el futuro de esa forma. — Y ya te estoy viendo temblar cada vez que me digas que no a algo, temiendo que use mi derecho a atrevimiento contigo. — Negó con la cabeza. — Pero no, tiene que ser algo con lo que merezca la pena, y sin hacer pasar miedo al de enfrente. Tú y yo solo sabemos querernos, nunca hacernos daño. — Entornó los ojos. — Pero creo que parte de nuestra relación ha sido darnos cuenta de cuánto nos animamos el uno al otro a hacer lo que el de enfrente no habría hecho ni loco. — Acarició sus rizos. — Porque me vuelves loca, ¿sabes? — Besó de nuevo sus labios. — Mi tierra… Mi agua… — Volvió a perderse en el beso. — Quién le hubiera dicho nunca a la chica del viento que amaría más poner los pies en la tierra que volar. Quién le hubiera dicho que ya iba a ser siempre así lo que le queda de vida. — Y tiró de Marcus sobre ella para seguir besándole sobre la manta.






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    Jue Ago 04, 2022 10:56 am


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    Con Alice| En casa Gallia | 10 de junio de 2002
    Se irguió con una expresión infantilmente orgullosa. - Porque soy su colega. - Ahora sí que se había parecido a Dylan, y sin pretenderlo. - Y yo te necesito a ti, mi pajarito travieso. ¿Sabes lo triste que es despertarme por las mañanas y no oírte piar? No, no, eso no puede ser, hay que ponerle remedio. - Bromeó, mimoso, abrazándola y acariciándola. Así se podría pasar la vida entera, y estaba dispuestísimo a ello.

    Picó cómicamente su mejilla con un índice. - Eso no lo dices delante de mi abuela. Con ella te haces la nieta perfecta. "Oh, Molly, qué ricas tus tartas". Pero no te oigo decir nada de heroicidades Gryffindor. - Rio. - ¿Sabes que desde que le dijimos lo de Irlanda no deja de insinuarlo? Ella dice que "no hay dicho nada" y que "estábamos hablando del tema", pero se saca el tema ella de la manga cada vez que quiere. Ahora no podemos echarnos atrás. - Dijo entre risas. Como si él pensara echarse atrás, estaba deseando irse con Alice al fin del mundo si hacía falta. Y si en el plan iba incluida su familia, mejor que mejor. Echó la cabeza hacia atrás, suspirando. - Es perfecta. Vamos a tener la casa perfecta. Y el jardín, no olvides el jardín. - Y los cubos de colores que había por el suelo. Su maldita mente paternal le traicionaba. Rio. - Habrá que cumplirlo, entonces. - La miró con una sonrisita, ladeando la cabeza. - Yo tengo aquí, bien nítido, mi sueño con el taller de La Provenza. No llegamos a entrar, porque ALGUIEN se me tiró encima y me despertó... - Suspiró. - Ay, Gallia, si es que te veo venir. Lo que pasa es que querías diseñarlo tú ¿verdad? Reconócelo. - Y empezó a hacerle cosquillas cariñosas en el costado. - Venga, venga, reconócelo. Mucho quiero jugar pero en el fondo solo querías despertarme, todo para hacer lo que tú quieres. Dilo, dilo, confiesa. - Insistió, sin cesar las cosquillas, hasta que paró, agarrando su cintura y susurrándole. - Como si por sacarme del sueño no fuera a seguir soñando contigo. - Y dejó un beso en sus labios.

    Se echó a reír, haciendo después gestos de detención con las manos. - Para, para, me conformo con que puedas nadar hasta mí en el agua si me pongo un poquito lejos. Lo de ir a Córcega, para próximos viajes si quieres. - Dijo, feliz y entre risas. - Pero sí, vas a ser una experta nadadora ya mismo gracias a mis clases, y yo hablaré francés tan bien que entre eso y mis conocimientos sobre alquimia, me verán en los laboratorios estatales de París y dirán. - Se irguió y adoptó un tono cómicamente pomposo. - "Oh, la la, monsieur O'Donnell, es usted un genio impecable, ché parfé!" - Y volvió a reír, derretido junto a su novia, ambos casi rodando por la manta. Estaba tan entretenido que no estaba ni comiendo, que eso ya era decir en él.

    Se tumbó junto a ella, mirándola enamorado, susurrándole. - ¿Ah sí? - Cuando dijo que le quedaba algo por prometerle, embelesado, más aún cuando se describió a sí misma como "la niña inquieta de la que se enamoró". Sí que lo era, y cuantísimo la adoraba, y como le latía el corazón nada más verla, parecía que se le fuera a salir del pecho. Frunció los labios y, pensativo, miró al cielo, aunque en lo que pensaba Alice le robó un beso que le hizo reír levemente. - ¿Con comida? No sé por qué dices eso. Yo tengo un amplísimo espectro de campos que domino, Gallia. - Rio otra vez. - Pero me gusta eso. Me da un poco de miedo, pero me gusta. Si puedo poner una condición, te pediría a ser posible que no comprometa nuestra supervivencia o nuestra integridad física o mental en demasía. Gracias. - Bromeó, aunque esperaba que Alice realmente lo tuviera en cuenta. Arqueó cómicamente las cejas. - ¿Perdón? Como que te ha hecho falta ese permiso... - Recalcó la palabra intencionadamente. - ...Para hacer lo que te diera la gana conmigo todos estos años. No tenga usted morro, Gallia. - Se acercó a ella y la rodeó con sus brazos. - Yo jamás te haría daño. Solo quiero alumbrarte, como buen sol, y que estés alegre, tranquila y feliz. - Sí, que Alice siempre fuera feliz era su principal misión en esta vida, por delante de todo lo demás.

    - Tú a mí me vuelves loco. - Susurró, acariciándola, dejándose besar por ella. - Mi fuego... Mi aire libre e indomable... Mi Todo. - Se dejó tirar de sí sobre ella para besarla, separándose solo para responder a esas palabras. - Siempre supe que darías flores a este espino aburrido. - Susurró con cariño, acariciando su nariz con la de él. - Temía que me chamuscaras con tu fuego... Pero eres fuego del bueno. -Se acercó a sus labios. - Muy bueno. - Añadió, susurrando meloso, besándola de nuevo, y perdiéndose en esos besos un buen rato más. Al cabo de un rato, se separó un tanto, mirándola enamorado, susurrándole lo mucho que la quería una y otra vez, porque no se cansaba nunca. Mientras acariciaba su rostro, sonrió recordando la última anécdota de ellos mismos de la que se había enterado. - ¿Sabes? - La miró a los ojos. - Siempre has sido un poco peligrosilla para mí, chica del fuego arrollador. - Rio, echándose a un lado para tumbarse de nuevo junto a ella, apoyar el codo en la manta y la cabeza en su mano y mirarla, tumbado de costado. - Tu padre me contó el otro día una anécdota muy divertida de cuando éramos bebés. - Frunció una sonrisa artificial y dijo. - Dice que una vez me mordiste la nariz. - Arqueó las cejas. - Tu forma de darme cariño. - Pinchó. Luego, rio y añadió. - Lo peor es que yo me dejé completamente al parecer. - Siguió riendo y, tras esto, suspiró. - Qué pena que no nos acordemos... Aunque mi padre tiene muchos recuerdos guardados de cuando Lex y yo éramos pequeños. Quién sabe, a lo mejor en alguno sales tú. -




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