Time Warp

Durante siglos, las personas se han estado preguntando acerca de la posibilidad de viajar en el tiempo. De tener esta oportunidad, ¿cambiaríamos algo? ¿Redimiríamos nuestros errores del pasado? ¿Cambiaríamos la historia? Hay diferentes puntos de vista al respecto, algunos dicen que esto no es posible, otros piensan que tal vez lo sea... Algunos piensan que no debería cambiarse nada, ya que el presente es lo que es debido a pequeños detalles del pasado, pero por otra parte están aquellos a quienes les gustaría evitar las guerras, las matanzas, porque piensan que aquello podría darle un giro más humano a la historia. Las posibles consecuencias de esto son imposibles de conocer hasta que alguien dé una prueba viviente de que los viajes en el tiempo son posibles.

Como todos sabemos, los tiempos cambian, los seres humanos no permanecen iguales y de la misma manera las costumbres mutan con ellos. El padre de Morgan siempre fue de los científicos más interesados en descubrir cómo podría funcionar un viaje en el tiempo, y no se daba cuenta de que estaba más cerca de encontrar la clave de lo que pensaba. Su hija Morgan hizo uso de un pequeño aparato de prueba de su padre, y este acabó por enviarla siglos atrás, a una época en la que las mujeres tan solo eran tenidas en cuenta por su capacidad reproductiva y su valor para atender a sus maridos.

Elizabeth vive en aquella época, y es la hermana de en medio de un grupo de cinco mujeres, lo que aumenta la competencia entre ellas para conseguir un buen partido y contraer matrimonio. Su madre se encuentra desesperada ya que su hija mayor aún no encuentra pareja, y las demás sencillamente se encuentran esperando en la línea a que alguien decida poner sus ojos en ellas. La presión es demasiada... Y también lo será el choque cultural entre Elizabeth, que necesita casarse por conveniencia, y Morgan, una chica abiertamente homosexual que no comprende el motivo por el cual tendría que casarse por una cosa diferente al amor.

Personajes

Cronología

■[url=Link del capitulo]Nombre del capitulo[/url] — Capítulo 1
■[url=Link del capitulo]Nombre del capitulo[/url] — Capítulo 2
■[url=Link del capitulo]Nombre del capitulo[/url] — Capítulo 3
■[url=Link del capitulo]Nombre del capitulo[/url] — Capítulo 4
■[url=Link del capitulo]Nombre del capitulo[/url] — Capítulo 5

Who are you?

Elizabeth | Afueras de Londres

No le gustaba estar dentro de su casa. Había llegado a esa conclusión desde la última vez que su madre había tomado la decisión de invitar a cenar a un completo desconocido que había conocido en el mercado únicamente porque de vista le había parecido un buen partido. Elizabeh comprendía a la perfección el hecho de tener que encontrar un buen marido antes de cumplir los veinticinco, porque a partir de entonces se convertiría en una nueva versión de su hermana mayor: nadie la miraría ni siquiera para darle los buenos días.

Aquella mañana había escogido dar un paseo por las afueras de su propiedad. Su madre nuevamente estaba haciendo preparativos para un posible pretendiente para una de sus hermanas, lo que la libraba de tener que ver como el mundo ardía mientras ella misma se arreglaba para solo tener que entrar para comer, poner una bonita sonrisa y salir nuevamente a respirar el aire fresco. Siempre se había comportado como la hija perfecta, pero aquel día simplemente no era el mejor para ella. Quería marcharse de casa y empezar su vida, pero más que nada sabía que el motivo de aquello era el querer quitarse a su madre de encima. Le resultaba un pensamiento cruel, a fin de cuentas aquella mujer no había hecho nada más que preocuparse por el bienestar y el futuro de sus hijas, pero Elizabeth estaba cansada de usar sus mejores vestidos y aparentar ser la mejor versión de si misma todos los días en caso de que alguien la estuviera mirando desde lejos.

Estaba completamente sumida en sus pensamientos para cuando escuchó que alguien gritaba en su dirección. Se giró, un tanto asustada porque estaba convencida de que estaba sola en aquel lugar. Una mujer, vestida con ropajes que jamás había visto en su vida, se acercó a ella con lo que parecía un maletín en la mano y una vara brillante en la otra. Elizabeth entrecerró los ojos, observando a la chica sin saber exactamente qué decir. –¿Cómo entró aquí?– Preguntó mientras se alejaba un par de pasos. No comprendía como alguien se había colado dentro de su propiedad, pero Elizabeth se sentía demasiado contrariada por su presencia. Para empezar porque ¿qué llevaba puesto? ¿Y qué era aquella cosa que llevaba en su mano? No tenía idea de quien era aquella mujer, solo sabía que a su madre le entraría un ataque de pánico si veía a una mujer a duras penas vestida como estaba ella.

Who are you?

Elizabeth | Afueras de Londres

La mirada de confusión estaba clara en el rostro de ambas chicas, y en realidad Elizabeth no tuvo más remedio que mirar hacia abajo para asegurarse de que no estaba desnuda por la manera en la que la chica había mirado su ropa. ¿Acaso estaba algo mal con ella? De las dos, ella era la que más desnuda se encontraba, ella apenas tenía un fino escote que no indicaba nada y que conseguía muy poca atención porque aquella tarde no se trataba de lo que ella pudiera ganar, sino de una de sus hermanas. —¿Me está diciendo que no sabe cómo llegó hasta aquí?— Se estaba sintiendo ligeramente tonta, pero no podía evitarlo, a fin de cuentas su casa no quedaba demasiado cerca de la ciudad y había que tomar el pequeño carruaje de su padre para llegar al pueblo más cercano que se encontraba a quince minutos de allí. Eso tan solo significaba que había que caminar un largo trayecto antes de toparse con sus propiedades.

Se quedó en silencio por un par de segundos, intentando decidir si aquella chica estaba diciendo la verdad o si simplemente tenía intenciones de timarla. Elizabeth siempre había presumido de tener grandes habilidades para entender o leer a las personas, pero parecía que en ese momento se estaba dando de cabeza con un gran muro. —¿La parada del qué?— Preguntó, mientras suspiraba para retirar la capa que la cubría de sus hombros para poder entregársela a la mujer frente a ella.—Tome, cúbrase. Debe estar pasando frío con tan poca ropa.— Y además tampoco podía permitirse que su madre la viera desde la ventana de la casa hablando con una desconocida que estaba andando en… ¿Pantalones? Negó con la cabeza, sin poder creer lo que estaban viendo sus ojos. Y la sorpresa siguió aumentando al ver el cachivache que levantaba frente a ella, y frunció el ceño mientras daba un paso hacia atrás como si se sintiera amenazada. —No sé qué clase de artefacto es ese.— No entendía tampoco por qué parecía parpadear con una luz intermitente, porque no comprendía de dónde venía o cómo aquel objeto la producía.

No se daba cuenta de que su confusión era reflejo de la de la chica, pero ninguna de las dos parecía tener idea de lo que estaba ocurriendo delante de ellas. —Esto no es un parque, y tendría que caminar recto por ese camino durante unos cuarenta minutos antes de llegar al primer pueblo.— Comentó mientras señalaba el camino que ella solía hacer con su caballo cuando tenían que dirigirse a alguna parte. Le gustaba caminar, pero tampoco resultaba agradable tener que volver del mercadillo cargada de cosas porque el trayecto se hacía más largo.—Y en realidad creo que nadie le ayudaría vestida de esa manera.— Tenía que confesar aquello, porque no comprendía de dónde había sacado tan extraños y ceñidos ropajes pero no estaba bien visto entre la gente que conocía. No supo porqué, pero se sonrojó ante la pregunta. Su corsé no era precisamente su prenda de ropa favorita, pero eso no significaba que tuviera más opciones o que fuera a salir de otra manera de su casa. —Mi respiración está bien, gracias por la preocupación.— De las dos, ella no era la que cogería más frío al estar allí afuera expuesta al clima de esa manera.

Who are you?

Elizabeth | Afueras de Londres

Podía notar la confusión en la expresión de la chica, pero la verdad era que Elizabeth no sabía qué decirle. No tenía una explicación a cómo había llegado allí, y a menos que tuviera algún problema real, ella no se imaginaba un motivo por el cual una persona caminaría hasta su casa sin recordar que lo había hecho. No veía ningún caballo ensillado a su alrededor, y la única explicación era que la dama frente a ella había llegado hasta allí por su propio pie. —Puede usar la capa, está limpia.— Insistió, porque no entendía como la mujer no se estaba helando teniendo en cuenta la temperatura que hacía. El campo no era particularmente caliente, en realidad la ciudad tampoco lo era demasiado. Su país permanecía cubierto por nubes gran parte del tiempo, incluso en los meses que se suponía eran los más soleados. Se encontraba preocupada por la chica, pero también sabía que no podía llevarla dentro de su casa con esas pintas.

Elizabeth dio un paso hacia atrás y la dejó ubicar lo que fuera que necesitaba. No había visto un maletín así antes en un lugar diferente al escritorio de su padre, y aquel parecía considerablemente más fino y brillante. —¿Su padre está por aquí?— Preguntó confundida, mirando a sus alrededores intentando ubicar a cualquier otra persona que pudiera acompañarlas. Elizabeth dudaba que el padre de cualquier chica fuera a dejarla salir en pantalones, y estaba empezando a temer por la sanidad mental de la mujer frente a ella. Frunció el ceño, ladeando levemente la cabeza al ver el artefacto en sus manos. —Disculpe, ¿qué es eso?— Tenía que preguntar, porque no reconocía aquel pequeño rectángulo de nada que hubiera visto antes. ¿Cómo se suponía que iba a llamar a su padre con una figura que parecía más un borrador de tiza que cualquier otra cosa? Se sobresaltó al ver la luz saliendo del rectángulo, la confusión aumentaba por segundos. —¿De qué señal me estás hablando?— No sabía como aquel objeto brillaba con luz propia, pero Elizabeth estiró una de sus manos y lo tomó, dándole la vuelta e intentando comprender qué era lo que sostenía.

Le entregó el aparato a la chica, sin querer saber demasiado porque sencillamente no lo comprendía y no le parecía bien insistir. —Está en el campo, a las afueras de Londres. Mi familia y yo tenemos nuestra casa aquí porque a mi padre le gusta la idea de trabajar en sus propias tierras.— Comentó, dando más información de la que debería. Le gustaba presumir que a pesar de tener cierto estatus, su padre siempre se había encargado de sembrar alimentos que intercambiar en el mercadillo del pueblo, como cualquier otra persona común y corriente. —¿Y usted de dónde viene? ¿Y cómo es que no recuerda cómo llegó hasta aquí? No es un lugar exactamente fácil de ubicar.— Preguntó, porque aún no comprendía cómo había llegado hasta allí sin tener conocimiento de ello, mucho menos cuando ni siquiera vivía del todo cerca a la ciudad.

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Elizabeth | Afueras de Londres

Elizabeth estaba empezando a tener miedo por la salud de aquella chica, a fin de cuentas parecía que estaba delirando. Seguramente llevaba demasiado tiempo exponiéndose al frío, había caído enferma y en ese instante la fiebre era lo que estaba haciendo que se comportara de manera errática. Se sintió tentada a poner una de sus manos sobre la frente de la chica para comprobar si se encontraba ardiendo, pero prefirió quedarse quieta porque no le parecía educado de su parte acercarse demasiado a aquella desconocida. —¿Está usted bien?— Preguntó, intentando no ser demasiado grosera pero a la vez expresando su preocupación en voz alta. Era lo único que podía hacer en ese momento, en especial cuando la señorita parecía estar ignorando sus preguntas y su ayuda. —Le he dicho que aquí no puede encontrar ninguna de esas cosas… Autobuses.— Recordó la palabra al final de la oración. Ni siquiera sabía con precisión lo que podía ser un autobus, y la mujer frente a ella no parecía tener mayor interés en brindar una explicación.

Aparentemente la mujer estaba empezando a encontrar algo de razón dentro de su cabeza, y se puso la capa que Elizabeth amablemente le había ofrecido varios minutos atrás. —Podemos entrar a mi casa.— Ofreció, aunque en verdad lo único que podría hacer sería meterla por la puerta de atrás y hacer que esta subiera las escaleras muy lentamente. No podía permitir que a su madre le diera un mal al ver a aquella mujer apenas vestida, no cuando se encontraba bastante desesperada con todo el asunto de la comida que debía preparar. —Por favor, intente respirar. No puedo ayudarla aquí afuera.— Estaba empezando a ponerse nerviosa, porque en verdad no sabría cómo arrastrar a una chica desmayada hasta su casa y pasar desapercibida. —Si se siente en capacidad de caminar, podemos ir adentro. Le prestaré algo de ropa y luego… Luego puedo pedirle ayuda a mi madre para que usted pueda regresar a su casa.— Pero definitivamente no con aquellas ropas, no quería que la abofetearan por juntarse con las personas equivocadas.

Su pregunta la tomó por sorpresa, y en realidad Elizabeth empezó a considerar seriamente que la fiebre estaba haciendo que aquella mujer empezara a delirar. —Nos encontramos en el año 1796.— Le respondió, aunque la preocupación y la duda se mezclaban en su voz, porque no entendía cómo era que aquella mujer podía andar por la vida sin saber en que año se encontraba.

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Elizabeth | Afueras de Londres

No había tenido demasiado tiempo de darse cuenta de que la chica se había quedado completamente sumida en lo más profundo de sus pensamientos, porque en verdad le preocupaba la idea de que pudieran coger frío allí afuera. Inglaterra no era precisamente el lugar más caluroso, menos teniendo en cuenta que era relativamente temprano en la mañana y que aquel día parecía se estaba desarrollando de manera especialmente mala. Se asomó por una de las ventanas para asegurarse de que su madre aún no se encontraba en la cocina, y abrió la puerta, tirando del brazo de la chica de forma un tanto maleducada pero instándola a moverse.

Su madre cuestionaría sus amistades si veía a una mujer vestida de esa manera, además, Elizabeth tenía la más sincera de las curiosidades en ese instante. ¿De dónde había sacado aquellos ropajes? Porque ni siquiera en los lugares más cuestionables de la ciudad había visto mujeres vestidas de esa forma. Sin embargo, no había tenido en cuenta la posibilidad de que los criados se encontraran allí. —Ella es...— Respondió, para pararse en medio de sus palabras porque no conocía el nombre de la mujer. —Una vieja amiga, es muy tímida.— Comentó, sin presentarla en realidad porque quería evitarse el hecho de inventar un nombre para ella y luego tener que ceñirse a él. —Nos dirigimos a mis aposentos, ¿alguno de ustedes podría decirle a mi madre que alguien más se unirá a la comida?— Pidió, agradeciendo que nadie hiciera demasiadas preguntas mientras seguía guiando a la chica a través de sus casas y hasta la segunda planta.

Una de sus hermanas se encontraba subiendo las escaleras en ese momento, y Elizabeth no se tomó ni un segundo para explicar. —Permiso, permiso.— Pidió, y su hermana tan solo se giró para mirar a ambas figuras de manera extrañada antes de moverse a un lado y dejarlas pasar. —¿Pero qué haces? ¿Quién es ella?— Preguntó la menor, Elizabeth negó con la cabeza como respuesta. Suponía que daría las explicaciones apropiadas luego, pero en ese instante su único interés era llegar a sus aposentos.

Agradecía que la mujer se hubiera cubierto con su capa, porque de lo contrario, nadie la habría dejado pasar y la habrían detenido para pedir las explicaciones correspondientes. Una vez en su habitación, escuchó el nombre de la chica, y Elizabeth sonrió. —Es un gusto, me llamo Elizabeth.— Había muchas mujeres con aquel nombre desde el reinado de Elizabeth I, pero ella se enorgullecía de eso. —Puede retirarse la capa ahora, nadie nos molestará aquí por un rato.— A menos que su madre tuviera un colapso nervioso al enterarse de que tendría que poner un plato más en la mesa. —Hay un par de vestidos que no uso hace mucho en ese armario, quizá pueda encontrar uno que sea de su agrado.— No podía bajarla a comer con esas ropas, pero tampoco podía darle uno de sus vestidos nuevos porque su madre se daría cuenta de inmediato.

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Elizabeth | Afueras de Londres

Ella no quería darle demasiada importancia a la situación, en verdad se encontraba confundida y deseaba muchas explicaciones, pero su prioridad en ese momento era que la chica se cambiara de ropajes antes de que su madre entrara a su habitación teniendo un colapso nervioso ante la falta de margen con la cual Elizabeth le había informado que traía a una invitada. —Es normal, muchas chicas se llaman Elizabeth desde que la primera reina tomó el poder.— Al menos su madre le había informado que ese era el motivo por el cual ella había recibido su nombre, y varias mujeres llevaban poco más de un siglo compartiendo aquel nombre como si de un legado se tratase.

Se quedó en silencio observando a su acompañante por un par de segundos, ¿qué se suponía que tenía que responder a ello? —No, pero seguramente mi padre tiene unos.— Comentó nerviosa, como si eso fuera a dejar claro que no encontraría unos pantalones en su armario. —No es lo que debe buscar... Los vestidos de la derecha son los más antiguos.— Sabía que era un poco grosero de su parte ofrecerle la ropa que ya no usaba tanto, pero su madre se daría cuenta de que la chica estaba usando sus vestidos si se ponía los que recién habían sido traídos para ella.

Elizabeth tenía varias hermanas, en realidad su familia se componía de solo chicas y su padre, así que no se alarmó demasiado al ver que la chica empezaba a retirar su ropa. De hecho, se acercó para recogerla y doblarla, sin preguntar demasiado. Una vez esta estuvo organizada, procedió a meterla en una caja en el fondo de su armario. Observó a la chica, estaba realmente confundida. —¿Qué se supone que lleva puesto?— Preguntó al ver las piezas que cubrían su cuerpo. Fue a uno de sus cajones, y lo abrió sacando las bragas bombachas que no había tenido al oportunidad de usar aún. —Debería quitarse... Eso. Y usar uno de estos debajo.— Le entregó las prendas interiores correspondientes.

Extendió el vestido azul sobre la cama, y esperó a que la chica estuviera lista. Pensó en sacar uno de sus corsés más elásticos, teniendo en cuenta que aquella comida parecía tener especial relevancia. Sin embargo, ella se había negado a usar uno, y no haría que su acompañante lo hiciera. —¿Piensa que necesita un corsé? Tengo alguno elástico que puedo dejarle.— Tendría que ayudarla a amarrarlo, pero prefería dejarlo a su elección. Aunque teniendo en cuenta el vestido que había escogido, se daba cuenta de que esetaba apuntando más a la comodidad.

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Elizabeth | Afueras de Londres

Nunca había conocido a alguien más extraño a lo largo de su vida, y en verdad había visto a un par de personas locas. Su tío por ejemplo, siempre le daba algo de miedo estar alrededor del hermano de su padre porque decía tantas sandeces que la cabeza de Elizabeth se sentía a punto de explotar. Sin embargo, aquella chica parecía rara e inocente a la misma vez, como si en serio se encontrara sorprendida por lo que veía. Ella quería comprender lo que estaba pasando, pero en verdad no sabía cómo formular sus inquietudes en voz alta sin parecer completamente altanera.

Frunció el ceño ante su respuesta, sin estar demasiado convencida. Sabía que había culturas y civilizaciones diferentes, pero en verdad no se podía imaginar a nadie usando algo así como prendas interiores. —¿Y por qué tiene tan poca tela?— Preguntó, a sabiendas de que estaba mirando el cuerpo casi desnudo de su acompañante de manera casi descarada. Se justificaba en la curiosidad, no en el hecho de que le resultase agradable quedarse mirando a una chica básicamente desnuda. Tenía cinco hermanas, así que aquello para ella era costumbre. —Puede quedarse con eso si quiere...— Dijo, pero aún así dejó la ropa puesta sobre su cama en caso de que quisiera hacer uso de ella. No entendía como lo que aquella chica llevaba puesto podía ser cómodo, pero no añadió nada más.

Se quedó mirándola en silencio por un par de segundos. Elizabeth también sentía una aversión particular hacia aquel tipo de prendas de vestir porque siempre tenía que sostener bastante la respiración para poder meterse en uno. Pero nunca había escuchado a nadie negarse en rotundo a hacer uso de uno. —¿De dónde saca que deforman el esqueleto? ¿Acaso alguna vez lo ha visto ocurrir?— Preguntó, auténticamente alarmada mientras se llevaba una mano hacia su abdomen. Había tenido tantos puestos que quizá ella misma se encontraba deforme.

Se giró, buscando otro par de vestidos que quizá podría dejarle a la mujer. No sabía cuánto tardaría en marcharse de su casa, pero teniendo en cuenta que no parecía saber ni siquiera en qué año se encontraba, quizá aquello duraría un poco más de lo que Elizabeth podría llegar a desear. —Quédese así, le ayudo yo.— Pidió, acercándose a la chica para tomar los lazos del vestido y atarlos de tal manera que se ciñera a su cuerpo para dar la ilusión de que le pertenecía. Seguramente su madre no se daría cuenta de que no era así. Se separó de la mujer y le pidió que se diera la vuelta para observar el vestido, y se quedó en silencio haciendo una mueca. En verdad no daba la impresión de que fuera de ella, se veía arrugado y un poco más corto sobre los tobillos. —Puedes probarte un vestido de una de mis hermanas ¿quieres?— Preguntó, porque tendría que dar una explicación que no tenía si iba a ir a pedirle cualquier cosa a su hermana pequeña.

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Elizabeth | Afueras de Londres

No sabía como comprender a aquella chica, a fin de cuentas parecía que al emocionarse empezaba a hablar acerca de temas que Elizabeth jamás había escuchado mencionar en su vida. Estuvo a punto de preguntar exactamente qué era CSI antes de escuchar el tema de la revista. Nunca había escuchado ninguna con aquel nombre en específico, pero suponía que si la morena provenía de alguna otra parte, quizá hacían uso de materiales diferentes. Además, en su casa no se adquirían muchas de esas... Su madre se enteraba de todo al salir a cotillear diez minutos al pueblo. —¡Eso es terrible! ¡Si ha salido en una revista deberían prohibirlos!— Comentó alarmada, llevándose una mano al abdomen como si de repente se estuviera preguntando en qué posición se encontraban sus órganos.

Sonrió en dirección a la chica frente a ella y asintió con la cabeza, como si de cierta manera aquello fuera lo más normal que hubiera escuchado salir de su boca aquel día. —No es nada.— No iba a dejar a una pobre mujer perdida en medio de su jardín, aunque todavía deseaba una explicación respecto a aquello. —Primero creo que es mejor organizar una historia... ¿Le parece bien si decimos que nos conocimos en el pueblo y vino a visitar? Podemos habernos visto... En la tienda de sombreros, mi madre la odia.— Así que no tenía problema en inventar que al entrar allí la había conocido teniendo en cuenta que su madre no tenía cómo comprobar la información.

Veía a la mujer sorprendida ante todo lo que veía, y le estaba costando comprender sus expresiones. ¿Por qué parecía que estaba caminando en un mundo diferente? —Tal vez pueda intentar convencer a mis padres de regalarle alguna.— Pero solían comprarle a un pintor que llevaba sus cuadros ocasionalmente a la plaza del pueblo los miércoles, así que en caso de que decidiera quedarse, podía enseñarle para que llevara alguna. —¿Por qué? ¿Le gustan a su padre las pinturas?— Preguntó directamente por su progenitor porque recordaba que la chica lo había mencionado, y prefería no ser impertinente preguntando por su madre.

Estaban a punto de terminar de bajar las escaleras para enfrentarse a la inquisición de su madre cuando Caroline dio la vuelta y se quedó mirando a su acompañante. Escuchó la forma en la que Morgan le hablaba y decidió intervenir antes de que su hermana perdiera la cabeza. —Ella es una chica que he conocido hace un par de días en la tienda de la señora Bottom. La he invitado a comer.— Prefería aclarar antes de que su hermana cometiera alguna mala equivocación.

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Elizabeth | Afueras de Londres

Su hermana siempre había sido del tipo curioso y en muchas ocasiones podía llegar a ser molesta debido a eso mismo. Su madre no le ponía ningún tipo de límite, y al final el resto del mundo siempre acababa lidiando con ella de una manera u otra. En ese instante lo último que Elizabeth deseaba era tener que explicarse, porque ya bastantes preguntas serían formuladas una vez estuvieran sentados frente a sus platos de comida.

—¿Podrías no hacer un interrogatorio a nuestra invitada? Es bastante descortés de tu parte hacer que tenga que explicar hasta el color de su vestido.— Porque sabía que sus preguntas no se acabarían ahí y decidió intervenir. Sin embargo, su hermana continuó con la pregunta: ¿eres escocesa? En realidad Elizabeth también se lo había preguntado al escuchar su apellido, pero prefirió no vociferar sus dudas en voz alta porque no quería parecer entrometida. Aquella mujer había aparecido de la nada en su jardín, y ahora que lo pensaba le estaba dando un gran voto de confianza a alguien que no conocía de nada. —Qué raro, mi madre tiene amigos escoceses y usted no parece tener ese acento irritante tan propio de ellos.— Comentó Caroline, a lo que Elizabeth la miró mientras negaba con la cabeza y tiraba de su brazo porque aquello era lo más grosero que podía decirle a alguien. —Discúlpela, mi padre no le ha dado castigos suficientes para que aprenda que no es la manera de comportarse con la gente.— Dijo mientras asentía con la cabeza ante la proposición de su acompañante.

La guió hacia el comedor, en donde su madre la esperaba impaciente. Observó a su acompañante, y puso esa sonrisa falsa de la que siempre hacía uso cuando alguien le sorprendía pero no quería ser demasiado grosera. —Ella es Morgan, la he conocido en la tienda de la señora Bottom.— Repitió, era exactamente la misma información que le había dado a su hermana, porque no quería que hubiese demasiados vacíos legales en medio de aquello. —Pero estabas tan ocupada con Lord Wales que no pude presentarla antes.— Así que allí estaba, diciendo una mentira tras otra esperando que Morgan se adaptara tan bien a todo aquello como lo había hecho con su hermana.

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Elizabeth | Afueras de Londres

Vio como su acompañante agachaba la cabeza de manera incómoda e intentó disimular una sonrisa porque no quería que la morena tuviera deseos de golpearla por descortés. Estaba intentando comprender la situación, pero si lo pensaba con cabeza fría ¿qué clase de espíritu le había poseído para llevar a una completa desconocida a su casa? Quizá era más parecida a su madre de lo que pensaba y tan solo estaba intentando hacer buenos contactos para el futuro.

Su madre no estaba diciendo nada, tan solo se presentó ante la mujer y atendió a su pequeña reverencia de la misma manera, aunque no solía comportarse así con nadie diferente a la realeza. Quizá la conocía de algo... O quizá la observaba tanto porque se había dado cuenta de que sus prendas de vestir eran demasiado holgadas como para pertenecer a la menuda figura de la chica. Y casi como si sus miradas hubieran transmitido el mensaje, su madre lo preguntó.

Elizabeth estuvo por abrir la boca pero Morgan se le adelantó y explicó la tragedia acerca de como había perdido sus pertenencias porque alguien se las había robado por el camino. Elizabeth atendió curiosa a la historia, porque tal vez ese era el motivo por el cual había llegado tan confundida a su jardín. —Me ha parecido lo correcto, a fin de cuentas nadie podía ayudarla porque no la conocen, y ya sabes como son las personas del pueblo con la gente de fuera.— Comentó a su madre, recordando que siempre se quejaba por la manía que tenían de ignorar a la gente sin tener en cuenta que a futuro podían serles de gran ayuda.

Vio a su madre asentir con la cabeza, y ella intentó mantener la misma posición como si tuviera perfectamente clara la historia  a pesar de que estaba convencida de que Morgan acababa de cambiar la nacionalidad de su madre. Su hermana pequeña también se había dado cuenta, pero tras una mirada de advertencia de su parte, Caroline cerró la boca y no se atrevió a pronunciar palabra. —Estaba pensando que también podía quedarse con nosotros un par de noches, hasta que consiga la manera de regresar a su país.— Era mejor dejar eso en el aire en ese momento, porque no sabía como ayudar a la morena pero necesitaba un poco de honestidad de su parte también, pero no quería interrogarla frente a su familia.

—Puede quedarse, pero no podrá salir a la calle con esos vestidos. Le quedan demasiado mal.— Dijo, y Elizabeth intentó no sentirse demasiado ofendida porque comprendía que estos estaban hechos a medida y que no le quedaban bien a alguien diferente a ella o alguien con su misma contextura. —Pero puedo llevarla mañana al pueblo y conseguirle alguna cosa de su talla. O Claude puede prestarle uno de sus vestidos.— Eran de tamaño similar, a fin de cuentas.

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Elizabeth | Afueras de Londres

Elizabeth no quiso mencionar que aquello no se trataba de su comodidad sino de lo que iba a pensar la gente si veía que aquella familia estaba andando con una mujer que no compraba vestidos de su talla. Prefirió callarse porque sabía que su opinión en ese instante sería muy poco práctica teniendo en cuenta las circunstancias. Su madre las escrutaba con la mirada, como si estuviera intentando definir algo que no se encontraba allí y Elizabeth sentía la necesidad de apretar su vestido para no comportarse de manera poco educada.

—No creo que haya sido tan así, pero no te preocupes por eso. De cualquier manera, sería mejor conseguirte alguna cosa de tu talla.— En especial teniendo en cuenta que había varios eventos a la vuelta de la esquina. Seguramente su madre estaría de acuerdo con que si iban a hacerse pasar por buenos samaritanos, tendrían que vestir a la chica de acuerdo con la ocasión. Era estúpido pensarlo, pero Elizabeth conocía suficiente a su madre como para intentar negarse a sí misma que así sería.

Caminaron hacia el comedor y Dorothy apareció de manera casi inmediata, como si hubiera sido convocada. Le sonrió, y sencillamente caminó hacia su lado de la mesa y esperó a que su madre diera las indicaciones correspondientes a la invitada para que ella pudiera sentarse también. Se aseguró de mantenerse a su lado, porque la verdad era que había mucho que todavía no sabía y no estaba segura de si iba a tener que rescatarla. Teniendo en cuenta como se había dado todo, daba la impresión de que si.

Estaba por abrir la boca pero al darse cuenta de la mirada de su madre, prefirió cerrarla. No entendía sus costumbres, pero el hecho de querer comprometer a todo el mundo en ese salón con un hombre estaba haciendo que su progenitora se comportara de manera bastante grosera con cualquiera que pudiera considerar como una amenaza, así que Elizabeth dejó que cambiaran el tema a pesar de que la pregunta sonaba bastante grosera al ser formulada como su madre había escogido formularla.

Miró con atención a su acompañante, intercambiando su mirada entre ella y los individuos que se encontraban en la mesa en ese momento. Todos parecían seriamente interesado por las historias que Morgan tenía para contar, y en realidad Elizabeth se contaba a sí misma entre esos individuos porque no sabía la primera cosa acerca de ella. —¿Se refiere a los coches de vapor?— Preguntó, porque no estaba muy segura. Había escuchado acerca de un invento en proceso de investigación que todavía no había dado demasiados resultados, pero era lo único que había venido a su mente al escuchar su pregunta.

Su madre estaba dejando claro con su mirada que no quería que ella interviniera en su interrogatorio, pero Elizabeth no permitiría que aquello ocurriera con su invitada. —Estaba pensando en que tal vez podemos llevar a Morgan al baile de la próxima semana en caso de que siga aquí.— Habían sido invitadas a una fiesta en la ciudad, su padre incluso estaba preparando el carruaje para llevarlas como si fueran parte de la realeza. Elizabeth agradecía que pudieran vivir con comodidad, pero algunas cosas simplemente le parecían exageradas.

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Elizabeth | Afueras de Londres

Incluso a pesar de estarla ayudando, Elizabeth no podía evitar mirarla contrariada en algunas ocasiones antes las aclaraciones innecesarias que la chica parecía sentir la necesidad de hacer. Sin embargo, seguía acudiendo en su rescate porque de cierta manera era responsable por cualquier desastre que fuera dicho en esa mesa, teniendo en cuenta que ella era quien la había invitado a comer con su familia aunque no le conocía de nada. —Si, en ese caso sí que los conocemos.— Aseguró, y su madre estaba asintiendo con la cabeza, intentando ocultar su propia ignorancia en una cucharada de sopa. Era lo mejor que podía hacer en ese momento.

No se imaginaba que el cambio de tema fuera a producir tanto revuelo en la mesa, pero incluso antes de poder decirle a su madre que estaba siendo impertinente con sus preguntas, Morgan empezó a toser a su lado como si uno de sus pulmones estuviera a punto de escaparse de su pecho. Elizabeth estuvo a punto de levantarse preocupada, pero Dorothy reaccionó y prontamente la chica regresó a sus sentidos.

—¿Se encuentra usted bien?— Preguntó, llevando una de sus manos para ponerla sobre una de las de la chica, como si de cierta manera quisiera recordarle que estaba ahí en caso de que necesitara excusarse de alguna manera. No sabía porqué estaba acudiendo en su ayuda de manera tan constante, pero no podía evitar hacerlo.

No estaba esperando las palabras de Morgan, pero tuvo que meterse una cucharada grande de sopa a la boca para ocultar la sonrisa que amenazaba con hacer que sus labios se curvaran hacia arriba. Elizabeth misma no estaba de acuerdo con algunas de las prácticas de su madre respecto a su manera de concertar matrimonios para ella y sus hermanas, pero también sabía que sus opiniones respecto al matrimonio eran bastante estrictas. Fue su madre quien se atragantó en esa ocasión, pero se recuperó bastante más pronto que Morgan. —¿Acaso es usted una de esas señoritas que piensan que el matrimonio no es una pieza fundamental de la vida de una mujer?— Preguntó, incapaz de ocultar el tono condescendiente de su voz.

—Madre, no incomodes a nuestra invitada. Si desea ir al baile solo para disfrutarlo, no es asunto nuestro.— Aseguró Elizabeth, porque no quería que nadie se sintiera forzado a salir comprometido de una ceremonia solamente porque ella había decidido abrir la boca e invitarle.