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Recuerdo del primer mensaje :
Durante siglos, las personas se han estado preguntando acerca de la posibilidad de viajar en el tiempo. De tener esta oportunidad, ¿cambiaríamos algo? ¿Redimiríamos nuestros errores del pasado? ¿Cambiaríamos la historia? Hay diferentes puntos de vista al respecto, algunos dicen que esto no es posible, otros piensan que tal vez lo sea... Algunos piensan que no debería cambiarse nada, ya que el presente es lo que es debido a pequeños detalles del pasado, pero por otra parte están aquellos a quienes les gustaría evitar las guerras, las matanzas, porque piensan que aquello podría darle un giro más humano a la historia. Las posibles consecuencias de esto son imposibles de conocer hasta que alguien dé una prueba viviente de que los viajes en el tiempo son posibles.
Como todos sabemos, los tiempos cambian, los seres humanos no permanecen iguales y de la misma manera las costumbres mutan con ellos. El padre de Morgan siempre fue de los científicos más interesados en descubrir cómo podría funcionar un viaje en el tiempo, y no se daba cuenta de que estaba más cerca de encontrar la clave de lo que pensaba. Su hija Morgan hizo uso de un pequeño aparato de prueba de su padre, y este acabó por enviarla siglos atrás, a una época en la que las mujeres tan solo eran tenidas en cuenta por su capacidad reproductiva y su valor para atender a sus maridos.
Elizabeth vive en aquella época, y es la hermana de en medio de un grupo de cinco mujeres, lo que aumenta la competencia entre ellas para conseguir un buen partido y contraer matrimonio. Su madre se encuentra desesperada ya que su hija mayor aún no encuentra pareja, y las demás sencillamente se encuentran esperando en la línea a que alguien decida poner sus ojos en ellas. La presión es demasiada... Y también lo será el choque cultural entre Elizabeth, que necesita casarse por conveniencia, y Morgan, una chica abiertamente homosexual que no comprende el motivo por el cual tendría que casarse por una cosa diferente al amor.
Time Warp
Original - Ciencia ficción: Viajes en el tiempo
Durante siglos, las personas se han estado preguntando acerca de la posibilidad de viajar en el tiempo. De tener esta oportunidad, ¿cambiaríamos algo? ¿Redimiríamos nuestros errores del pasado? ¿Cambiaríamos la historia? Hay diferentes puntos de vista al respecto, algunos dicen que esto no es posible, otros piensan que tal vez lo sea... Algunos piensan que no debería cambiarse nada, ya que el presente es lo que es debido a pequeños detalles del pasado, pero por otra parte están aquellos a quienes les gustaría evitar las guerras, las matanzas, porque piensan que aquello podría darle un giro más humano a la historia. Las posibles consecuencias de esto son imposibles de conocer hasta que alguien dé una prueba viviente de que los viajes en el tiempo son posibles.
Como todos sabemos, los tiempos cambian, los seres humanos no permanecen iguales y de la misma manera las costumbres mutan con ellos. El padre de Morgan siempre fue de los científicos más interesados en descubrir cómo podría funcionar un viaje en el tiempo, y no se daba cuenta de que estaba más cerca de encontrar la clave de lo que pensaba. Su hija Morgan hizo uso de un pequeño aparato de prueba de su padre, y este acabó por enviarla siglos atrás, a una época en la que las mujeres tan solo eran tenidas en cuenta por su capacidad reproductiva y su valor para atender a sus maridos.
Elizabeth vive en aquella época, y es la hermana de en medio de un grupo de cinco mujeres, lo que aumenta la competencia entre ellas para conseguir un buen partido y contraer matrimonio. Su madre se encuentra desesperada ya que su hija mayor aún no encuentra pareja, y las demás sencillamente se encuentran esperando en la línea a que alguien decida poner sus ojos en ellas. La presión es demasiada... Y también lo será el choque cultural entre Elizabeth, que necesita casarse por conveniencia, y Morgan, una chica abiertamente homosexual que no comprende el motivo por el cual tendría que casarse por una cosa diferente al amor.
Personajes
Morgan Foxx Estudiante | Jenna Coleman | Red | Elizabeth Drummond Adelaide Kane | BeUnforgettable |
Cronología
■[url=Link del capitulo]Nombre del capitulo[/url] — Capítulo 1
■[url=Link del capitulo]Nombre del capitulo[/url] — Capítulo 2
■[url=Link del capitulo]Nombre del capitulo[/url] — Capítulo 3
■[url=Link del capitulo]Nombre del capitulo[/url] — Capítulo 4
■[url=Link del capitulo]Nombre del capitulo[/url] — Capítulo 5
■[url=Link del capitulo]Nombre del capitulo[/url] — Capítulo 2
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Morgan | Afueras de Londres | Sola
La cara de Morgan ante la pregunta de la madre de Elizabeth debió ser una mueca de profundo desprecio. Por suerte nadie pareció notarlo, pues su heroína salió de nuevo en su rescate y la conversación acabó derivando hacia temas menos controvertidos y, para su gran suerte, que no giraban en torno a ella.
Intentando pues no llamar más la atención Morgan fue dando sorbos a su sopa y comiendo después el siguiente plato que le fue puesto delante sin preguntar. Pese a entender la conversación que se desarrollaba a su alrededor la encontraba tediosa y aburrida y, además, no conocía a nadie de los que se estaba hablando en aquel extraño lenguaje pasivo-agresivo que tan común parecía entre aquellas gentes.
En cuanto se dio cuenta de que la atención se había diluido por completo sobre su persona llamó la atención de Elizabeth, justo en frente de ella. Se sentiría mucho más cómoda si solo estuvieran ellas dos, aunque a penas la conociese más que al resto de personas. Sin embargo, y pese a que todavía se le hiciera difícil de creer, había viajado al pasado y debía encontrar una manera de volver a casa, a su tiempo, como fuera. Ahora que estaba más calmada tal vez pudiera investigar a fondo el invento de su padre y hallar una manera de hacerlo funcionar para que la devolviera a su tiempo. Pero para ello aquella tediosa cena tenía que acabar.
- ¿Cuando acabaremos? -ella era rápida comiendo, por lo que acababa su plato antes que el resto, pero no lo retiraban y servían el siguiente hasta que todos hubieran acabado, era increíblemente exasperante.
- ¿Le aburrimos, señorita McFly? -al parecer no estaba siendo tan ignorada como creía o, quizás, aquel hombre era sencillamente un cotilla que estaba en todas las conversaciones a la vez. Fuera como fuera era de mala educación meterse en su conversación con Elizabeth, pero por muchas ganas que tuviera de mandarle a la mierda debía controlarse.
- No, no, no, no. -habló tan rápido que a penas se la entendió. Lo intentó de nuevo.- No me aburren, no, para nada. -como mentirosa daba profundo asco, estaba claro que no haría carrera como espía.- Es solo que estoy muy cansada, han sido muchas emociones durante el día.
Intentando pues no llamar más la atención Morgan fue dando sorbos a su sopa y comiendo después el siguiente plato que le fue puesto delante sin preguntar. Pese a entender la conversación que se desarrollaba a su alrededor la encontraba tediosa y aburrida y, además, no conocía a nadie de los que se estaba hablando en aquel extraño lenguaje pasivo-agresivo que tan común parecía entre aquellas gentes.
En cuanto se dio cuenta de que la atención se había diluido por completo sobre su persona llamó la atención de Elizabeth, justo en frente de ella. Se sentiría mucho más cómoda si solo estuvieran ellas dos, aunque a penas la conociese más que al resto de personas. Sin embargo, y pese a que todavía se le hiciera difícil de creer, había viajado al pasado y debía encontrar una manera de volver a casa, a su tiempo, como fuera. Ahora que estaba más calmada tal vez pudiera investigar a fondo el invento de su padre y hallar una manera de hacerlo funcionar para que la devolviera a su tiempo. Pero para ello aquella tediosa cena tenía que acabar.
- ¿Cuando acabaremos? -ella era rápida comiendo, por lo que acababa su plato antes que el resto, pero no lo retiraban y servían el siguiente hasta que todos hubieran acabado, era increíblemente exasperante.
- ¿Le aburrimos, señorita McFly? -al parecer no estaba siendo tan ignorada como creía o, quizás, aquel hombre era sencillamente un cotilla que estaba en todas las conversaciones a la vez. Fuera como fuera era de mala educación meterse en su conversación con Elizabeth, pero por muchas ganas que tuviera de mandarle a la mierda debía controlarse.
- No, no, no, no. -habló tan rápido que a penas se la entendió. Lo intentó de nuevo.- No me aburren, no, para nada. -como mentirosa daba profundo asco, estaba claro que no haría carrera como espía.- Es solo que estoy muy cansada, han sido muchas emociones durante el día.
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Elizabeth | Afueras de Londres
Elizabeth no tenía como costumbre involucrarse tanto en las conversaciones familiares, principalmente porque tenía a su madre intentando impresionar a sus invitados con sus charlas acerca de lo que pensaba sobre ciertos puntos y como intentaba inculcarle los mismos pensamientos a sus hijas. Sin embargo, en esa ocasión decidió que no estaría mal hacer parte de la conversación, porque de cierta manera, sentía que estaba ayudando a Morgan a poder mantenerse en silencio si no permitía que su madre siguiera haciendo cuestionamientos respecto a ella.
Vio a la chica inclinarse hacia ella, y a modo de respuesta, acercó un poco su silla. Sin embargo, en muchas ocasiones su madre parecía tener a todos los presentes en la mesa controlados, y había escuchado el comentario de la chica. No tuvo que salir a salvarla en esa ocasión y Elizabeth lo agradeció, porque había un límite para los cortes que podía hacerle a su madre en ese momento. —Es normal que Morgan esté cansada, madre. Ha sido un viaje bastante largo.— Estaba intentando ayudar de alguna manera, y por eso mismo terminó su plato un poco más rápido y se negó al postre, alegando que acompañaría a la invitada a la habitación para que pudiera descansar.
Se levantó de la mesa, disculpándose con los allí presentes y haciéndole un gesto a Morgan para que le siguiera de nuevo escaleras arriba. En cuanto estuvieron en su habitación, cerró la puerta justo detrás de ella. —No quiero ser impertinente, pero necesito una explicación.— Fue todo lo que dijo, a sabiendas de que no era la manera más cortés de formularlo. Sin embargo, no sabía como ayudar a la chica si estaba intentando moverse alrededor de sus mentiras, porque había un límite para la cantidad de cosas que podía inventarse por defender a alguien que no conocía de absolutamente nada y que bien podría estar entrando en su casa para aprovecharse de su hospitalidad.
Vio a la chica inclinarse hacia ella, y a modo de respuesta, acercó un poco su silla. Sin embargo, en muchas ocasiones su madre parecía tener a todos los presentes en la mesa controlados, y había escuchado el comentario de la chica. No tuvo que salir a salvarla en esa ocasión y Elizabeth lo agradeció, porque había un límite para los cortes que podía hacerle a su madre en ese momento. —Es normal que Morgan esté cansada, madre. Ha sido un viaje bastante largo.— Estaba intentando ayudar de alguna manera, y por eso mismo terminó su plato un poco más rápido y se negó al postre, alegando que acompañaría a la invitada a la habitación para que pudiera descansar.
Se levantó de la mesa, disculpándose con los allí presentes y haciéndole un gesto a Morgan para que le siguiera de nuevo escaleras arriba. En cuanto estuvieron en su habitación, cerró la puerta justo detrás de ella. —No quiero ser impertinente, pero necesito una explicación.— Fue todo lo que dijo, a sabiendas de que no era la manera más cortés de formularlo. Sin embargo, no sabía como ayudar a la chica si estaba intentando moverse alrededor de sus mentiras, porque había un límite para la cantidad de cosas que podía inventarse por defender a alguien que no conocía de absolutamente nada y que bien podría estar entrando en su casa para aprovecharse de su hospitalidad.
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2. The truth is...
Morgan | Casa Drummond| Con Elizabeth
A solas con Elizabeth en su habitación el clima incómodo que sentía abajo se desvaneció un poco. No le gustaba sentir todas aquellas miradas sobre ella, especialmente la de la madre de Elizabeth, aquella mujer era como un sabueso. Parecía haber olido que mentía y estaba decidida a descubrir cada pequeño secreto que tuviera.
La tranquilidad, sin embargo, duró poco, pues en cuanto la puerta se cerró tras ellas fue Elizabeth quien demandó explicaciones y, después de todo lo que había hecho por ella, se lo debía. Pero era difícil, si no imposible, contarle la verdad sin que creyese que estaba loca incluso en su tiempo, mucho más avanzado tecnológicamente que el de Elizabeth, alguien contando una historia sobre haber viajado en el tiempo sería tomado por loco.
- Todo lo que te he dicho no es mentira, quiero decir podría decirse que vengo de un sitio muy lejano, pero más bien lejano... en el tiempo. -poco a poco empezó a bajar la voz, llegando solo a susurrar la última parte. Sin embargo, no tardó en volver a intentarlo, infundándose valor a sí misma.- Verás, yo soy inglesa, ni escocesa, ni irlandesa, ni alemana, ni ninguna otra cosa, inglesa. Vivo aquí, bueno aquí no, probablemente a un par de manzanas... o más, eso no es importante. Lo importante es que no vengo de otro país si no de otro tiempo... del futuro para ser exactas. Vengo desde el año 2017.- se dio cuenta entonces que, para que la creyese, necesitaba aportar pruebas, era lo que todo científico que se precise necesitaba hacer para demostrar la veracidad de sus descubrimientos y de repente recordó sus cosas.- ¡El móvil! -la solución era tan simple que no entendía cómo no se le había ocurrido antes.
No recordaba dónde había guardado Elizabeth sus cosas, pero en vez de preguntar directamente empezó a registrar por el cuarto esperando encontrarlos, la determinación y los nervios no la dejaban pensar con claridad.- Si te enseño esto me creerás, solo necesito mi teléfono... ¿dónde están mis cosas? -preguntó al fin, alarmada al no encontrarlas. ¿Y si las había tirado? Entre ellas estaba el cachivache que la había llevado hasta allí y, suponía, lo único que la devolvería a su tiempo, ¡lo necesitaba!
La tranquilidad, sin embargo, duró poco, pues en cuanto la puerta se cerró tras ellas fue Elizabeth quien demandó explicaciones y, después de todo lo que había hecho por ella, se lo debía. Pero era difícil, si no imposible, contarle la verdad sin que creyese que estaba loca incluso en su tiempo, mucho más avanzado tecnológicamente que el de Elizabeth, alguien contando una historia sobre haber viajado en el tiempo sería tomado por loco.
- Todo lo que te he dicho no es mentira, quiero decir podría decirse que vengo de un sitio muy lejano, pero más bien lejano... en el tiempo. -poco a poco empezó a bajar la voz, llegando solo a susurrar la última parte. Sin embargo, no tardó en volver a intentarlo, infundándose valor a sí misma.- Verás, yo soy inglesa, ni escocesa, ni irlandesa, ni alemana, ni ninguna otra cosa, inglesa. Vivo aquí, bueno aquí no, probablemente a un par de manzanas... o más, eso no es importante. Lo importante es que no vengo de otro país si no de otro tiempo... del futuro para ser exactas. Vengo desde el año 2017.- se dio cuenta entonces que, para que la creyese, necesitaba aportar pruebas, era lo que todo científico que se precise necesitaba hacer para demostrar la veracidad de sus descubrimientos y de repente recordó sus cosas.- ¡El móvil! -la solución era tan simple que no entendía cómo no se le había ocurrido antes.
No recordaba dónde había guardado Elizabeth sus cosas, pero en vez de preguntar directamente empezó a registrar por el cuarto esperando encontrarlos, la determinación y los nervios no la dejaban pensar con claridad.- Si te enseño esto me creerás, solo necesito mi teléfono... ¿dónde están mis cosas? -preguntó al fin, alarmada al no encontrarlas. ¿Y si las había tirado? Entre ellas estaba el cachivache que la había llevado hasta allí y, suponía, lo único que la devolvería a su tiempo, ¡lo necesitaba!
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2. The truth is...
Con Morgan | Casa Drummond| Elizabeth
Elizabeth sabía bien que no se encontraba en la posición de pedirle explicaciones a nadie, a fin de cuentas, la mujer frente a ella no era más que una desconocida que había cruzado los límites hacia el territorio de sus padres, y sabía que quizá debería haber pegado un grito en el cielo para quejarse ante la invasión, pero en su lugar estaba intentando hacer preguntas y ayudarla... Y no entendía porqué.
Quizá por eso mismo se había concedido el permiso de hacer preguntas, porque si quería su ayuda necesitaba entender hasta que punto tendría que mentirle a su familia por ella. —¿Qué significa eso?— Preguntó, porque no entendía a que se refería en cuanto al tiempo. —Sé que el lugar que mencionó durante la comida... Bueno, queda a bastantes días de aquí, pero eso no explica nada.— Y seguramente tendría que detenerse a escuchar, así que optó por morderse la lengua mientras suspiraba. Nunca había sido una persona demasiado paciente, pero lo intentaba.
Ladeó la cabeza al escucharla, pero antes de que más preguntas afloraran decidió que lo mejor que podía hacer era escuchar lo que la morena tenía para decir, así que se sentó y guardó silencio mientras prestaba atención a sus palabras. —Pero...— Dijo, sin darse cuenta de que su expresión dejaba en claro la total sorpresa que la llenaba en ese momento. No tuvo tiempo de reaccionar, para cuando la chica estuvo haciendo de nuevo comentarios incomprensibles.
—No sé que buscar.— Dijo mientras se levantaba, pero abrió su armario para sacar de allí el maletín que había guardado para que su madre no lo viera y decidier cotillear. —¿Esto?— Preguntó, balanceando el objeto de un lado a otro antes de ponerlo sobre la cama para que pudiera abrirlo. —Honestamente... No entiendo nada.— Confesó, mirando a la chica de forma avergonzada porque no sabía que concluir de la historia que le estaba contando.
Quizá por eso mismo se había concedido el permiso de hacer preguntas, porque si quería su ayuda necesitaba entender hasta que punto tendría que mentirle a su familia por ella. —¿Qué significa eso?— Preguntó, porque no entendía a que se refería en cuanto al tiempo. —Sé que el lugar que mencionó durante la comida... Bueno, queda a bastantes días de aquí, pero eso no explica nada.— Y seguramente tendría que detenerse a escuchar, así que optó por morderse la lengua mientras suspiraba. Nunca había sido una persona demasiado paciente, pero lo intentaba.
Ladeó la cabeza al escucharla, pero antes de que más preguntas afloraran decidió que lo mejor que podía hacer era escuchar lo que la morena tenía para decir, así que se sentó y guardó silencio mientras prestaba atención a sus palabras. —Pero...— Dijo, sin darse cuenta de que su expresión dejaba en claro la total sorpresa que la llenaba en ese momento. No tuvo tiempo de reaccionar, para cuando la chica estuvo haciendo de nuevo comentarios incomprensibles.
—No sé que buscar.— Dijo mientras se levantaba, pero abrió su armario para sacar de allí el maletín que había guardado para que su madre no lo viera y decidier cotillear. —¿Esto?— Preguntó, balanceando el objeto de un lado a otro antes de ponerlo sobre la cama para que pudiera abrirlo. —Honestamente... No entiendo nada.— Confesó, mirando a la chica de forma avergonzada porque no sabía que concluir de la historia que le estaba contando.
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2. The truth is...
Morgan | Casa Drummond| Con Elizabeth
En cuanto Elizabeth balanceó el móvil frente a su cara la expresión de Morgan cambió radicalmente, de la más absoluta desesperación a la radiante felicidad. Casi saltó hacia la cama cuando Elizabeth dejó allí el móvil y, en cuanto lo agarró empezó a desbloquearlo mientras se sentaba en la cama al lado de la chica. Decían que una imagen valía más que mil palabras y en aquel mismo momento pensaba confirmar su teoría. Por suerte tenía batería de sobras.
- Mira, estos somos mis amigos y yo el verano pasado en Amsterdam. Mira el edificio que está al fondo, ¿alguna vez has visto algo tan alto como ese? Lo llamamos rascacielos. -puso la foto a toda pantalla y la dirigió hacia Elizabeth para que pudiera ver bien la imagen que la mostraba a ella y a tres amigos más en una de las calles de la susodicha ciudad. Las ropas que llevaban no podían ser nada como lo que hubiera visto antes. Deslizó el dedo hacia la izquierda y otra fotografía se mostró.- Esta soy yo en el centro de Londres y una amiga a la que hacía tiempo que no veía. -en la nueva fotograía salía ella y su amiga Poussey, ambas posaban con las caras muy juntas y sonrientes frente a dos vasos de cartón de café, estaban sentadas en el capó de un coche, su piel pálida hacia contraposición con la morena de su amiga.- Mira en lo que nos apoyamos, ¿has visto alguna vez una máquina como esta? Es un coche, de los que he hablado antes.
Le fue mostrando distintas fotos y, cuando acabó, abrió la aplicación de la cámara para enseñarle como se veía en pantalla lo mismo que ellas tenían delante.- Sólo alguien que viene del futuro podría tener algo así, en este tiempo no existe ninguna de estas cosas, lo sabes. Incluso te puedo demostrar como he hecho las fotografías, mira. -pasó un brazo por detrás de su espalda para acercarla a ella y posar para un selfie. En un instante una imagen de ellas dos apareció en pantalla, ella sonreía, pero Elizabeth...- Mi padre es un científico, no he mentido en eso, desde hace años investida los fenómenos tiempo y espacio, los agujeros de gusano, buscando una manera de manipularlo. Todo el mundo creía que era imposible, pero aquí estoy y no sé que hacer. -la sonrisa desapareció rápidamente de su cara siendo substituida por una expresión de abatimiento.
- ¿Me crees? Por favor, dime que me crees, necesito que alguien más crea en esta locura o me volveré completamente loca.
- Mira, estos somos mis amigos y yo el verano pasado en Amsterdam. Mira el edificio que está al fondo, ¿alguna vez has visto algo tan alto como ese? Lo llamamos rascacielos. -puso la foto a toda pantalla y la dirigió hacia Elizabeth para que pudiera ver bien la imagen que la mostraba a ella y a tres amigos más en una de las calles de la susodicha ciudad. Las ropas que llevaban no podían ser nada como lo que hubiera visto antes. Deslizó el dedo hacia la izquierda y otra fotografía se mostró.- Esta soy yo en el centro de Londres y una amiga a la que hacía tiempo que no veía. -en la nueva fotograía salía ella y su amiga Poussey, ambas posaban con las caras muy juntas y sonrientes frente a dos vasos de cartón de café, estaban sentadas en el capó de un coche, su piel pálida hacia contraposición con la morena de su amiga.- Mira en lo que nos apoyamos, ¿has visto alguna vez una máquina como esta? Es un coche, de los que he hablado antes.
Le fue mostrando distintas fotos y, cuando acabó, abrió la aplicación de la cámara para enseñarle como se veía en pantalla lo mismo que ellas tenían delante.- Sólo alguien que viene del futuro podría tener algo así, en este tiempo no existe ninguna de estas cosas, lo sabes. Incluso te puedo demostrar como he hecho las fotografías, mira. -pasó un brazo por detrás de su espalda para acercarla a ella y posar para un selfie. En un instante una imagen de ellas dos apareció en pantalla, ella sonreía, pero Elizabeth...- Mi padre es un científico, no he mentido en eso, desde hace años investida los fenómenos tiempo y espacio, los agujeros de gusano, buscando una manera de manipularlo. Todo el mundo creía que era imposible, pero aquí estoy y no sé que hacer. -la sonrisa desapareció rápidamente de su cara siendo substituida por una expresión de abatimiento.
- ¿Me crees? Por favor, dime que me crees, necesito que alguien más crea en esta locura o me volveré completamente loca.
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2. The truth is...
Con Morgan | Casa Drummond| Elizabeth
No estaba esperando que su acompañante se abalanzara sobre ella de esa manera, y dio un traspiés intentando alejarse de su trayectoria antes de entregarle el móvil. No entendía como ese rectángulo podía producir tanta ilusión, pero sencillamente se sentó en el borde de la cama a la espera de la información pertinente. Se sentía confundida, y todo lo que la chica le estaba diciendo hacía de la situación algo todavía más incomprensible a su parecer. —¿Qué es eso?— Preguntó nuevamente, observando como la chica deslizaba su dedo sobre el rectángulo hasta que una luz apareció sobre el mismo. Se inclinó, mirando el objeto con curiosidad y acercándose más de lo prudente a su acompañante para observar.
Su expresión era de total intriga, la curiosidad estaba marcada en cada uno de sus gestos mientras observaba el edificio brillante y alto que la mujer le enseñaba. Su mirada se desvió, analizando la imagen, dándose cuenta de que las prendas que llevaba eran bastante más similares a la vestimenta con la que la había encontrado en medio del campo en su casa. —¿Cómo… Cómo pueden poner esa imagen ahí?— Preguntó, mirando a la mujer, sin entender nada de lo que ocurría. El aparato parecía emitir algún tipo de luz propia, que formaba las imágenes delante de ella. —¿Y cuánto fue todo esto? No...— Negó con la cabeza, era imposible todo lo que estaba viendo en ese momento. Sencillamente imposible. Su madre seguramente señalaría aquel aparato y declararía algún tipo de brujería, y por eso mismo, Elizabeth se alejó un poco de la mujer para dirigir su mirada hacia la ventana.
Ver tantas imágenes no dejaba nada claro en su cabeza. ¿En qué se había metido? Siempre había intentado comportarse bien, y aunque sabía que no seguía todas las normas impuestas por su familia, nunca les contradecía demasiado como para encontrarse en una situación por la cual la juzgarían. Se giró al sentir que la mujer rodeaba sus hombros con su brazo, y se vio arrastrada en una imagen que daba algo de pena por su confusión. Vio la imagen, y su rostro parecía casi como si sintiera dolor, pero era el mismo reflejo que veía en el espejo todos los días. —Yo… Lo intento, pero no lo comprendo.— Aseguró, mientras negaba con la cabeza. Se levantó de la cama, porque casi parecía que la realidad que conocía estaba siendo desafiada, y por más aventurera que Elizabeth se considerara, en ese momento se daba cuenta de lo asustada que se encontraba. —¿Y cómo es que has llegado aquí? ¿Por qué a mi casa?— Dijo, mirando el campo que se extendía delante de su ventana. Podría señalar con el dedo el lugar en el que había visto a la chica perdida y confundida. —Yo… Lo creo… Pero...— Negó con la cabeza, tartamudeando de manera evidente, porque no encontraba la manera de expresar todo lo que pasaba por su cabeza.
Su expresión era de total intriga, la curiosidad estaba marcada en cada uno de sus gestos mientras observaba el edificio brillante y alto que la mujer le enseñaba. Su mirada se desvió, analizando la imagen, dándose cuenta de que las prendas que llevaba eran bastante más similares a la vestimenta con la que la había encontrado en medio del campo en su casa. —¿Cómo… Cómo pueden poner esa imagen ahí?— Preguntó, mirando a la mujer, sin entender nada de lo que ocurría. El aparato parecía emitir algún tipo de luz propia, que formaba las imágenes delante de ella. —¿Y cuánto fue todo esto? No...— Negó con la cabeza, era imposible todo lo que estaba viendo en ese momento. Sencillamente imposible. Su madre seguramente señalaría aquel aparato y declararía algún tipo de brujería, y por eso mismo, Elizabeth se alejó un poco de la mujer para dirigir su mirada hacia la ventana.
Ver tantas imágenes no dejaba nada claro en su cabeza. ¿En qué se había metido? Siempre había intentado comportarse bien, y aunque sabía que no seguía todas las normas impuestas por su familia, nunca les contradecía demasiado como para encontrarse en una situación por la cual la juzgarían. Se giró al sentir que la mujer rodeaba sus hombros con su brazo, y se vio arrastrada en una imagen que daba algo de pena por su confusión. Vio la imagen, y su rostro parecía casi como si sintiera dolor, pero era el mismo reflejo que veía en el espejo todos los días. —Yo… Lo intento, pero no lo comprendo.— Aseguró, mientras negaba con la cabeza. Se levantó de la cama, porque casi parecía que la realidad que conocía estaba siendo desafiada, y por más aventurera que Elizabeth se considerara, en ese momento se daba cuenta de lo asustada que se encontraba. —¿Y cómo es que has llegado aquí? ¿Por qué a mi casa?— Dijo, mirando el campo que se extendía delante de su ventana. Podría señalar con el dedo el lugar en el que había visto a la chica perdida y confundida. —Yo… Lo creo… Pero...— Negó con la cabeza, tartamudeando de manera evidente, porque no encontraba la manera de expresar todo lo que pasaba por su cabeza.
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2. The truth is...
Morgan | Casa Drummond| Con Elizabeth
Por un instante se arrepintió de haberle contado la verdad. La cara de la pobre Elizabeth era un poema, probablemente la había bombardeado con demasiada información de golpe, pero tampoco sabía de qué otro modo hacerlo. Calló, un momento, dándole así tiempo y espacio para que lo asimilase. A ella le había resultado más fácil, quizás porque lo estaba viviendo en primera persona, quizás porque al venir desde un tiempo tan avanzado en ciencia, al menos más que el de ella, no le costaba tanto asimilar que algo así pudiera suceder.
- No estoy muy segura de cómo, mi padre es el que trabaja en esto. Yo simplemente debía llevarle el maletín al trabajo cuando esta cosa se puso a pitar. -agarró el aparato, extraño incluso para ella, mostrándoselo a Elizabeth.- En mi tiempo tampoco creen que sea posible viajar en el tiempo, pero mi padre lleva años trabajando en ello, él cree que conociendo las fórmulas adecuadas todo es posible. -al fin y al cabo el bosón de Higgs o la antimateria también había parecido imposibles hasta que dejaron de serlo.
- El porqué en tu casa es más fácil. En el futuro la ciudad de Londres se ha ido haciendo más grande y comiendo terreno a lo que antes era campo. Yo vivo en las afueras y supongo que antes de que mi barrio y la parada del autobús estuvieran por aquí estaría tu casa. -se encogió de hombros sin darle más vueltas al asunto, para ella era algo natural.- Aunque no sabes cómo me alegro de haberme encontrado contigo en vez de, yo que sé, con Jack el destripador. -intentó bromear, aunque no estaba segura de si ella entendería la broma o, si quiera, le haría gracia.- Muchísimas otras personas me habrían dejado allí o habrían llamado a la policía. De verdad creo que nunca te lo podré agradecer lo suficiente. Te prometo que me marcharé de aquí tan pronto consiga arreglar este aparato. Pero necesitaré tiempo, las fórmulas y cálculos de mi padre son mucho más avanzados de a lo que estoy acostumbrada. -prácticamente eran sus propias matemáticas inventadas.
- Debería de haberle hecho más caso cuando divagaba sobre sus experimentos. -suspiró, cansada, realmente había sido un día más largo de lo esperado. Pero todavía no había acabado, faltaba algo muy importante.- ¿Podrías explicarme cómo funcionan las cosas por aquí? Creo que durante la cena he hecho más de una o dos cosas que no debería haber hecho, o dicho, no tengo ni idea de qué he hecho mal. Pero mientras estoy aquí querría evitar que me detuvieran o metieran en un psiquiátrico... o las dos cosas.
- No estoy muy segura de cómo, mi padre es el que trabaja en esto. Yo simplemente debía llevarle el maletín al trabajo cuando esta cosa se puso a pitar. -agarró el aparato, extraño incluso para ella, mostrándoselo a Elizabeth.- En mi tiempo tampoco creen que sea posible viajar en el tiempo, pero mi padre lleva años trabajando en ello, él cree que conociendo las fórmulas adecuadas todo es posible. -al fin y al cabo el bosón de Higgs o la antimateria también había parecido imposibles hasta que dejaron de serlo.
- El porqué en tu casa es más fácil. En el futuro la ciudad de Londres se ha ido haciendo más grande y comiendo terreno a lo que antes era campo. Yo vivo en las afueras y supongo que antes de que mi barrio y la parada del autobús estuvieran por aquí estaría tu casa. -se encogió de hombros sin darle más vueltas al asunto, para ella era algo natural.- Aunque no sabes cómo me alegro de haberme encontrado contigo en vez de, yo que sé, con Jack el destripador. -intentó bromear, aunque no estaba segura de si ella entendería la broma o, si quiera, le haría gracia.- Muchísimas otras personas me habrían dejado allí o habrían llamado a la policía. De verdad creo que nunca te lo podré agradecer lo suficiente. Te prometo que me marcharé de aquí tan pronto consiga arreglar este aparato. Pero necesitaré tiempo, las fórmulas y cálculos de mi padre son mucho más avanzados de a lo que estoy acostumbrada. -prácticamente eran sus propias matemáticas inventadas.
- Debería de haberle hecho más caso cuando divagaba sobre sus experimentos. -suspiró, cansada, realmente había sido un día más largo de lo esperado. Pero todavía no había acabado, faltaba algo muy importante.- ¿Podrías explicarme cómo funcionan las cosas por aquí? Creo que durante la cena he hecho más de una o dos cosas que no debería haber hecho, o dicho, no tengo ni idea de qué he hecho mal. Pero mientras estoy aquí querría evitar que me detuvieran o metieran en un psiquiátrico... o las dos cosas.
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Con Morgan | Casa Drummond| Elizabeth
Elizabeth estaba intentando procesar toda la información que estaba siendo enviada hacia ella, pero nada de lo que aquella mujer tenía poseía cualquier tipo de sentido. Podía ver los pequeños artefactos en aquel maletín, incluso el metal brillante que componía aquel que ella aseguraba le había enviado a su época, y aún así no tenía sentido. ¿Acaso estaba perdiendo del todo la cordura? Sabía bien que era demasiada la presión a la que se encontraba sometida día a día por el hecho de tener que encontrar a un marido que la sacara de su casa para hacer feliz a su madre, pero nunca se había visto en el punto de poner en tela de juicio su propia cordura. —¿Y usted cree que sea posible? ¿Por eso está aquí?— Preguntó, porque tal vez aquello había funcionado porque la chica estaba convencida de que era posible. Pero ¿por qué estaba dando espacio a la duda? ¿Qué pasaba si la que había perdido la cabeza era la mujer frente a ella? Aunque, ¿de dónde habría sacado todos aquellos artefactos para poder satisfacer su necesidad de engañarse a sí misma? No. Todo lo que veía era imposible.
Sentía que estaba claro que procuraba mantenerse en una posición neutra y comprensiva, pero había demasiados puntos que tener en cuenta en ese momento, y para Elizabeth que no había visto mucho más allá que las ciudades alrededor de su pequeña casa de campo, no resultaba sencillo mantener una mente abierta. —¿Quién es Jack el destripador?— Preguntó, aquello sonaba como algo terrible y la verdad era que no conseguía comprender la referencia. —Así que, ¿usted y su padre viven en lo que es mi casa… en el futuro?— Era todo lo que había conseguido concluir hasta el momento, por más que las pruebas de tal cosa estuvieran claras frente a sí. —El comisario del pueblo se tardaría mucho en llegar hasta aquí, a veces es más sencillo definir las intenciones de la gente antes de dudar de ellos.— Por más que Morgan le estuviera generando demasiadas dudas, por motivos completamente ajenos a ella.
Suponía que de cierta manera tenía que darle la posibilidad a Morgan de probarse a sí misma, y si iba a quedarse en su casa, necesitaban detener los momentos incómodos como lo que acababan de vivir durante la cena. —Yo… No sé qué decirle.— Dijo, porque a ciencia cierta no sabía cómo definir lo que era el funcionamiento en aquella época, ¿qué era diferente en comparación a lo que la morena frente a ella había vivido en su momento? ¿Qué podía ser considerado igual? —Mi familia es como cualquier otra, tengo cinco hermanas y somos una familia de solo mujeres. Mi padre es la cabeza del hogar, mi hermana menor no vive con nosotras ya que se encuentra viviendo en la ciudad con su marido. Madre dice que es importante que empecemos a hacer nuestra vida fuera de casa, pero creo que se ha rendido un poco conmigo.— No había sido fácil encontrarle pareja a la mayor de sus hermanas, y parecía que la maldición había caído también sobre Elizabeth. —Por el momento tres de mis hermanas no viven aquí, pero pasan mucho tiempo en casa. Seguramente les conozca durante la cena, junto con mis sobrinos.— Sentía que estaba hablando más de su familia, pero la verdad era que no sabía qué información podría necesitar Morgan. —Pero ¿qué quiere saber?— Añadió, intentando resolver sus dudas tanto como fuera posible por más que ella misma tuviera cientos de preguntas.
Sentía que estaba claro que procuraba mantenerse en una posición neutra y comprensiva, pero había demasiados puntos que tener en cuenta en ese momento, y para Elizabeth que no había visto mucho más allá que las ciudades alrededor de su pequeña casa de campo, no resultaba sencillo mantener una mente abierta. —¿Quién es Jack el destripador?— Preguntó, aquello sonaba como algo terrible y la verdad era que no conseguía comprender la referencia. —Así que, ¿usted y su padre viven en lo que es mi casa… en el futuro?— Era todo lo que había conseguido concluir hasta el momento, por más que las pruebas de tal cosa estuvieran claras frente a sí. —El comisario del pueblo se tardaría mucho en llegar hasta aquí, a veces es más sencillo definir las intenciones de la gente antes de dudar de ellos.— Por más que Morgan le estuviera generando demasiadas dudas, por motivos completamente ajenos a ella.
Suponía que de cierta manera tenía que darle la posibilidad a Morgan de probarse a sí misma, y si iba a quedarse en su casa, necesitaban detener los momentos incómodos como lo que acababan de vivir durante la cena. —Yo… No sé qué decirle.— Dijo, porque a ciencia cierta no sabía cómo definir lo que era el funcionamiento en aquella época, ¿qué era diferente en comparación a lo que la morena frente a ella había vivido en su momento? ¿Qué podía ser considerado igual? —Mi familia es como cualquier otra, tengo cinco hermanas y somos una familia de solo mujeres. Mi padre es la cabeza del hogar, mi hermana menor no vive con nosotras ya que se encuentra viviendo en la ciudad con su marido. Madre dice que es importante que empecemos a hacer nuestra vida fuera de casa, pero creo que se ha rendido un poco conmigo.— No había sido fácil encontrarle pareja a la mayor de sus hermanas, y parecía que la maldición había caído también sobre Elizabeth. —Por el momento tres de mis hermanas no viven aquí, pero pasan mucho tiempo en casa. Seguramente les conozca durante la cena, junto con mis sobrinos.— Sentía que estaba hablando más de su familia, pero la verdad era que no sabía qué información podría necesitar Morgan. —Pero ¿qué quiere saber?— Añadió, intentando resolver sus dudas tanto como fuera posible por más que ella misma tuviera cientos de preguntas.
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2. The truth is...
Morgan | Casa Drummond| Con Elizabeth
Todo eran preguntas y más y más preguntas. De pequeña le encantaban los acertijos, pero aquella aventura suya estaba sobrepasando con creces cualquier gusto que hubiera podido tener por ellos. Suspiró, desencantada, mirando el techo mientras escuchaba con atención las explicaciones de su nueva... ¿amiga?
- Supongo que en eso las familias de un tiempo u otro no son tan diferentes. -siempre habría madres obsesionadas con casar a sus hijas, aunque suponía que en su tiempo serían muchas menos. Eso esperaba por lo menos.- Me gustaría saberlo todo, aunque supongo que tendríamos que empezar poco a poco. -tal vez esa noche no sería una larga noche de sueño reparador, pero valdría la pena mantenerse en vela si con ello conseguía aprender lo suficiente como para integrarse.
- En las películas casi nunca hablan de ello pero, ¿tú fuiste al colegio? Ya sabes, a algún sitio en que te enseñan a leer, a escribir, historia, matemáticas y todas esas cosas. Yo ahora estoy haciendo un master sobre Nanociencia en la universidad, pero supongo que es algo que no debería mencionar. -rumió un poco, porque se estaba empezando a ir por las ramas.- ¿Qué se supone que hace una chica de mi edad? Bueno, de nuestra edad, debemos tener más o menos la misma. Si no estudias, ni trabajas, ¿se trata solo de buscar marido? -eso era lo principal que debía aprender, a comportarse como una chica más y esperar no llamar así la atención.
- Creo que este sitio va a ser difícil para mí. -volvió a suspirar y estiró brazos y piernas para desemperezarse sin levantarse de la propia cama.- Ven aquí. -palmeó el colchón justo a su lado invitándola a estirarse con ella.- Te enseñaré algo de mi mundo y tú puedes decirme si se parece a algo de aquí o no tiene nada que ver. Empecemos por la música. -conectó al móvil el cable de los auriculares y le tendió uno a Elizabeth tras colocarse uno en su propia oreja. Empezó por algo suave, algo de Sleeping at last pues no era plan asustarla poniéndole la más cañera de las canciones de AC/DC.Tal vez ella pudiera devolver a Elizabeth el favor de alguna manera enseñándole alguna de las maravillas del futuro.
- Supongo que en eso las familias de un tiempo u otro no son tan diferentes. -siempre habría madres obsesionadas con casar a sus hijas, aunque suponía que en su tiempo serían muchas menos. Eso esperaba por lo menos.- Me gustaría saberlo todo, aunque supongo que tendríamos que empezar poco a poco. -tal vez esa noche no sería una larga noche de sueño reparador, pero valdría la pena mantenerse en vela si con ello conseguía aprender lo suficiente como para integrarse.
- En las películas casi nunca hablan de ello pero, ¿tú fuiste al colegio? Ya sabes, a algún sitio en que te enseñan a leer, a escribir, historia, matemáticas y todas esas cosas. Yo ahora estoy haciendo un master sobre Nanociencia en la universidad, pero supongo que es algo que no debería mencionar. -rumió un poco, porque se estaba empezando a ir por las ramas.- ¿Qué se supone que hace una chica de mi edad? Bueno, de nuestra edad, debemos tener más o menos la misma. Si no estudias, ni trabajas, ¿se trata solo de buscar marido? -eso era lo principal que debía aprender, a comportarse como una chica más y esperar no llamar así la atención.
- Creo que este sitio va a ser difícil para mí. -volvió a suspirar y estiró brazos y piernas para desemperezarse sin levantarse de la propia cama.- Ven aquí. -palmeó el colchón justo a su lado invitándola a estirarse con ella.- Te enseñaré algo de mi mundo y tú puedes decirme si se parece a algo de aquí o no tiene nada que ver. Empecemos por la música. -conectó al móvil el cable de los auriculares y le tendió uno a Elizabeth tras colocarse uno en su propia oreja. Empezó por algo suave, algo de Sleeping at last pues no era plan asustarla poniéndole la más cañera de las canciones de AC/DC.Tal vez ella pudiera devolver a Elizabeth el favor de alguna manera enseñándole alguna de las maravillas del futuro.
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3. It's not easy
Con Morgan | Casa Drummond| Elizabeth
Empezar poco a poco sonaba como una buena idea, pero a la misma vez sentía que cualquier información que la mujer a su lado pudiera darle sería demasiado para procesar. No era fácil simplemente aceptar que alguien llegara a tu patio a decirte que había viajado en el tiempo. ¿Cuál era su propósito allí? Elizabeth siempre había pensado que las cosas ocurren por algo, y por eso mismo no podía creer que fuera una coincidencia absurda que la mujer estuviera ahí cuando estaba claro que no pertenecía a su mundo, a su época, o a su historia.
Los días siguientes se trataron de responder preguntas, como por ejemplo que no había ido al colegio pero que su padre le había enseñado a leer y a escribir. Le había enseñado también su biblioteca, o más bien la de su padre, y poco a poco Morgan se había dado cuenta de la obsesión que su madre tenía con deshacerse de sus hijas para que esta pudieran ir a hacer su vida fuera de aquella casa.
Aquella cena había sido el momento más incómodo que había vivido, superaba incluso los puntos en los que había tenido que salvar a Morgan de hablar de algo que no existía aún, y estaba tomando nota de todas las cosas que encontraba para poder preguntarle después acerca de ellas. Parecía que estaban haciendo un intercambio constante de historias, muchas de las cuales Elizabeth no se podía creer por completo, pero le daba el beneficio de la duda a Morgan porque parecía tener un carrete lleno de fotos que exponía en lo que ella llamaba teléfono móvil.
Sin embargo, en esa ocasión su madre había decidido traer a uno de sus pretendientes a casa, empezando a hablar de la capacidad de sus hijas para procrear ya que la menor tenía ya a una criatura en camino. Elizabeth no podía estar más avergonzada, y para el final de la noche parecía que el tono natural de su piel se había convertido en rojo intenso permanente. El hombre se había marchado, y ella había subido a su habitación sin siquiera esperar a Morgan porque todo lo que deseaba era hundirse en sus almohadas y no salir jamás.
Los días siguientes se trataron de responder preguntas, como por ejemplo que no había ido al colegio pero que su padre le había enseñado a leer y a escribir. Le había enseñado también su biblioteca, o más bien la de su padre, y poco a poco Morgan se había dado cuenta de la obsesión que su madre tenía con deshacerse de sus hijas para que esta pudieran ir a hacer su vida fuera de aquella casa.
Aquella cena había sido el momento más incómodo que había vivido, superaba incluso los puntos en los que había tenido que salvar a Morgan de hablar de algo que no existía aún, y estaba tomando nota de todas las cosas que encontraba para poder preguntarle después acerca de ellas. Parecía que estaban haciendo un intercambio constante de historias, muchas de las cuales Elizabeth no se podía creer por completo, pero le daba el beneficio de la duda a Morgan porque parecía tener un carrete lleno de fotos que exponía en lo que ella llamaba teléfono móvil.
Sin embargo, en esa ocasión su madre había decidido traer a uno de sus pretendientes a casa, empezando a hablar de la capacidad de sus hijas para procrear ya que la menor tenía ya a una criatura en camino. Elizabeth no podía estar más avergonzada, y para el final de la noche parecía que el tono natural de su piel se había convertido en rojo intenso permanente. El hombre se había marchado, y ella había subido a su habitación sin siquiera esperar a Morgan porque todo lo que deseaba era hundirse en sus almohadas y no salir jamás.
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3. It's not easy
Con Elizabeth | Casa Drummond | Morgan
Era raro pero, válgase la redundancia, cada vez se le estaba haciendo un poco menos raro estar en aquel tiempo. Gran parte del motivo, si no todo, era gracias a Elizabeth quien con paciencia, mucha paciencia, le había respondido a cada una de las preguntas que había tenido desde el primer día. Morgan tenía la sensación de que había aprendido más cosas en aquellos días que durante toda su vida escolar haciendo historia. Había cosas interesantes, otras divertidas y muchas indignantes, la mayoría de las cuales tenían que ver con el papel de la mujer, pero no había dicho nada porque no sabía cómo hacerlo. Tanto para Elizabeth como para su familia todas esas cosas eran cosas normales y tal vez si decía lo que pensaba ofendería a alguien. Pero a veces se le hacía tremendamente difícil.
Aquella noche, durante la cena, fue el colmo. La madre de Elizabeth la sacó tanto de quicio que para no saltar tuvo que llenarse la boca de pan, cualquier excusa para mantenerse ocupada. El pretendiente de Elizabeht era otro que tal, le habría encantado ahogarlo en su plato de sopa, lo que fuera para que se callase. Nadie se dio cuenta, sin embargo, pues fue bastante ignorada en la cena. Gracias a eso no le fue difícil excusarse y seguir a Elizabeth escaleras arriba en cuanto esta abandonó el salón.
Tocó a la puerta un par de veces, pero abrió antes de que se le diera invitación alguna.- Un penique por tus pensamientos. -con la puerta entreabierta asomó la cabeza por la ranura contemplando a la muchacha tirada en la cama.- ¿Puedo pasar? -quizás quisiera estar sola, pero Morgan estaba segura de que sería mejor si la dejaba pasar y le contaba que sucedía. Todo es mejor cuando una amiga te escucha y comprende tus sentimientos, ¿verdad?
- He robado unos cuantos pastelillos de la cocina, podemos compartirlos mientras ponemos verdes a ese pretendiente tuyo. -esperando que le hiciera más caso se sacó del bolsillo la servilleta donde había envuelto los pequeños pastelillos para enseñársela.- O mientras me cuentas qué te pasa con tu madre. Te prometo que me cuentes lo que me cuentes no saldrá de aquí.
Aquella noche, durante la cena, fue el colmo. La madre de Elizabeth la sacó tanto de quicio que para no saltar tuvo que llenarse la boca de pan, cualquier excusa para mantenerse ocupada. El pretendiente de Elizabeht era otro que tal, le habría encantado ahogarlo en su plato de sopa, lo que fuera para que se callase. Nadie se dio cuenta, sin embargo, pues fue bastante ignorada en la cena. Gracias a eso no le fue difícil excusarse y seguir a Elizabeth escaleras arriba en cuanto esta abandonó el salón.
Tocó a la puerta un par de veces, pero abrió antes de que se le diera invitación alguna.- Un penique por tus pensamientos. -con la puerta entreabierta asomó la cabeza por la ranura contemplando a la muchacha tirada en la cama.- ¿Puedo pasar? -quizás quisiera estar sola, pero Morgan estaba segura de que sería mejor si la dejaba pasar y le contaba que sucedía. Todo es mejor cuando una amiga te escucha y comprende tus sentimientos, ¿verdad?
- He robado unos cuantos pastelillos de la cocina, podemos compartirlos mientras ponemos verdes a ese pretendiente tuyo. -esperando que le hiciera más caso se sacó del bolsillo la servilleta donde había envuelto los pequeños pastelillos para enseñársela.- O mientras me cuentas qué te pasa con tu madre. Te prometo que me cuentes lo que me cuentes no saldrá de aquí.
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3. It's not easy
Con Morgan | Casa Drummond| Elizabeth
No sabía cómo enfrentar todos los sentimientos que se apilaban en su interior. Se sentía increíblemente molesta, por estar una situación que ella no había decidido. En múltiples ocasiones le había expresado a su madre su deseo de casarse con alguien de su elección, no porque sus padres quisieran deshacerse de ella, sino porque su corazón le indicara que era lo correcto. No quería compartir lecho con un perfecto desconocido, mucho menos con alguien que no valorara su capacidad de entendimiento y su manera de ver el mundo. Haciendo oídos sordos, su madre no había hecho caso a sus peticiones, y parecía que había decidido anunciar un compromiso que ella no deseaba de ninguna forma.
Se sentía humillada, y aunque no era su intención llamar demasiado la atención sobre sí misma, finalmente fue imposible no dejar su plato de comida a un lado para retirarse a su habitación. Podía escuchar la voz de su madre indignada, incluso mientras se alejaba del comedor, subiendo las escaleras tan rápido como sus zapatos y el enorme vestido se lo permitían.
Escuchó la puerta, pero no respondió. Antes incluso de considerar preguntar de quien se trataba, Morgan abrió la puerta y la cerró tras ella, evitando que nadie más pudiera entrar o escuchar la conversación. Ladeó la cabeza ante su pregunta, y limpió una de las ardientes lágrimas que había derramado, sin estar segura de si se trataba de la rabia que sentía, o de la simple impotencia. —Deberíais estar abajo, no necesitamos darle otro motivo a mi madre para que se enfade. — El desayuno sería un enfrentamiento, o una guerra fría, dependiendo de cómo decidiera comportarse su progenitora.
Levantó la mirada, moviéndose para abrir espacio en la cama. Prefería estar sola, pero por un motivo que no podía explicar, la presencia de Morgan no le disgustaba. Tomó uno de los pasteles que le ofrecía, y lo mordió incluso antes de responder a cualquiera de sus preguntas.
—Sé que debo casarme. — Afirmó, incluso antes de expresar su verdadera opinión respecto al tema. —Es mi deber como hija. Mis padres no pueden mantenerme durante toda su vida, mis hermanas poco a poco han salido de casa… Y soy su hija mayor, no tendría porqué seguir aquí. — Se había convertido en una carga, ella misma lo sabía y quizá por eso se sentía aún más frustrada por su incapacidad de hacer aquello que estaba escrito. —Pero creía… Pensaba que podía tener la ilusión de casarme con alguien que me gustase, no con uno de los pretendientes que mi madre considera aceptable. — Negó con la cabeza, limpiándose con brusquedad otra de las lágrimas que se había deslizado en su mejilla. —Pero este no es vuestro problema. — Y, por lo tanto, no tenía motivos reales para escucharle.
Se sentía humillada, y aunque no era su intención llamar demasiado la atención sobre sí misma, finalmente fue imposible no dejar su plato de comida a un lado para retirarse a su habitación. Podía escuchar la voz de su madre indignada, incluso mientras se alejaba del comedor, subiendo las escaleras tan rápido como sus zapatos y el enorme vestido se lo permitían.
Escuchó la puerta, pero no respondió. Antes incluso de considerar preguntar de quien se trataba, Morgan abrió la puerta y la cerró tras ella, evitando que nadie más pudiera entrar o escuchar la conversación. Ladeó la cabeza ante su pregunta, y limpió una de las ardientes lágrimas que había derramado, sin estar segura de si se trataba de la rabia que sentía, o de la simple impotencia. —Deberíais estar abajo, no necesitamos darle otro motivo a mi madre para que se enfade. — El desayuno sería un enfrentamiento, o una guerra fría, dependiendo de cómo decidiera comportarse su progenitora.
Levantó la mirada, moviéndose para abrir espacio en la cama. Prefería estar sola, pero por un motivo que no podía explicar, la presencia de Morgan no le disgustaba. Tomó uno de los pasteles que le ofrecía, y lo mordió incluso antes de responder a cualquiera de sus preguntas.
—Sé que debo casarme. — Afirmó, incluso antes de expresar su verdadera opinión respecto al tema. —Es mi deber como hija. Mis padres no pueden mantenerme durante toda su vida, mis hermanas poco a poco han salido de casa… Y soy su hija mayor, no tendría porqué seguir aquí. — Se había convertido en una carga, ella misma lo sabía y quizá por eso se sentía aún más frustrada por su incapacidad de hacer aquello que estaba escrito. —Pero creía… Pensaba que podía tener la ilusión de casarme con alguien que me gustase, no con uno de los pretendientes que mi madre considera aceptable. — Negó con la cabeza, limpiándose con brusquedad otra de las lágrimas que se había deslizado en su mejilla. —Pero este no es vuestro problema. — Y, por lo tanto, no tenía motivos reales para escucharle.
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3. It's not easy
Con Elizabeth | Casa Drummond | Morgan
Sonrió satisfecha cuando Elizabeth hizo sintio en la cama para ella y no tardó en ocuparlo. El camisón que le habían prestado no era ni de lejos tan cómodo como su pijama, pero haciendo un apaño se lo levantó sobre las rodillas para poder estar más comoda y colocó la servilleta con los pastelillos entre las dos. En cuanto Elizabeth cogió uno ella hizo lo propio también, solo que se lo metió entero en la boca, nada de pequeños bocaditos de señorita.
- Que no sea mi problema no significa que no quiera escucharte. -respondió tras escuchar sus preocupaciones y, obviamente, tras tragar el pastelillo. Tampoco era tan maleducada para hablar con la boca llena... casi nunca al menos.- Ya sabes, las amigas hace esto, escuchan los problemas de las otras y me gustaría que nosotras fuéramos amigas. No quiero ofender a tu familia, pero creo que eres casi la única persona normal por aquí. -normal, para sus estándares, claro.
- Así que, cuéntame, ¿por qué tienes que casarte sí o sí con ese tipo? ¿O con cualquiera si es el caso? -agarró un nuevo pastelillo y, esta vez sí, fue más contenida y lo mordió por la mitad.- Deberías casarte con la persona de la que estés enamorada, eso es lo normal, ¿no? -para Morgan, al menos, lo era. Osea, sí, claro que sabía que en el tiempo moderno había personas que se casaban por dinero y esas cosas, pero la norma general era que te casaras por amor, aunque este solo durase unos meses.
- Como si no te casas nunca y te mueres soltera, ¿tan terrible sería? -Morgan tenía bastante claro que ese sería su futuro, sus relaciones nunca duraban demasiado y aunque no le hiciera ninguna gracia todas sus exnovias decían que se parecía a su padre, a veces le importaban más sus cálculos y sus matemáticas que las personas. En unos años probablemente viviría rodeada de gatos y bebiendo vino en copas de tamaño extra grande, ¿y qué?
- Que no sea mi problema no significa que no quiera escucharte. -respondió tras escuchar sus preocupaciones y, obviamente, tras tragar el pastelillo. Tampoco era tan maleducada para hablar con la boca llena... casi nunca al menos.- Ya sabes, las amigas hace esto, escuchan los problemas de las otras y me gustaría que nosotras fuéramos amigas. No quiero ofender a tu familia, pero creo que eres casi la única persona normal por aquí. -normal, para sus estándares, claro.
- Así que, cuéntame, ¿por qué tienes que casarte sí o sí con ese tipo? ¿O con cualquiera si es el caso? -agarró un nuevo pastelillo y, esta vez sí, fue más contenida y lo mordió por la mitad.- Deberías casarte con la persona de la que estés enamorada, eso es lo normal, ¿no? -para Morgan, al menos, lo era. Osea, sí, claro que sabía que en el tiempo moderno había personas que se casaban por dinero y esas cosas, pero la norma general era que te casaras por amor, aunque este solo durase unos meses.
- Como si no te casas nunca y te mueres soltera, ¿tan terrible sería? -Morgan tenía bastante claro que ese sería su futuro, sus relaciones nunca duraban demasiado y aunque no le hiciera ninguna gracia todas sus exnovias decían que se parecía a su padre, a veces le importaban más sus cálculos y sus matemáticas que las personas. En unos años probablemente viviría rodeada de gatos y bebiendo vino en copas de tamaño extra grande, ¿y qué?
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3. It's not easy
Con Morgan | Casa Drummond| Elizabeth
Le costaba entender muchos de los comportamientos de Morgan, pero intentaba recordarse de forma constante que la mujer a su lado venía de un lugar completamente diferente, por lo tanto, no podía pedirle que se comportara como lo harían sus hermanas o su propia madre. Sin embargo, debía admitir que tampoco entendía su preocupación hacia ella, a fin de cuentas, no había nada que pudieran cambiar en ese momento. Ellas no estaban ahí para cambiar el curso de la historia, su propósito era regresar a la morena a su verdadero lugar.
No pudo evitar sonreír al escuchar la conclusión que Morgan había sacado de ella. Elizabeth nunca se había considerado a sí misma como la más normal de sus hermanas, en realidad siempre había pensado lo contrario. Casarse e irse lejos nunca había sido su mayor ilusión, mucho menos darle hijos a un hombre que seguramente no se preocuparía jamás por su bienestar. Prefería estar en su casa, ayudar a sus padres, pero estaba claro que se había convertido en una carga e incluso sus hermanas menores podían verlo así.
—Mi familia no opina lo mismo. En ocasiones pienso que mi madre no comprende cómo alguien como ella pudo criar a una hija como yo. — Negó con la cabeza, y su sonrisa se transformó en una con un deje de tristeza que se evidenciaba con claridad por la forma en la que su expresión había caído nuevamente.
Escuchar las palabras de Morgan hacía que todo tuviera sentido por un segundo. ¿Por qué ella podía pensar de esa manera? ¿Quién se lo había permitido? Elizabeth tenía mucha curiosidad, pero habían llegado a la conclusión de que había puntos que era menor no conocer, porque ninguna sabía el efecto que podían llegar a tener. Elizabeth tan solo escuchaba a Morgan, que parecía pensar mucho en su padre la intentar darle ciertas respuestas.
—Mis padres no pueden mantenerme toda la vida, merecen tranquilidad después de haber criado a una familia de solo mujeres… Eventualmente nos convertimos en una carga y estamos en la obligación de tener nuestras propias familias, de cuidar de alguien que cuidará de nosotras. Mi madre siempre dice: “sois tan importantes como la persona que decide unir su vida a la vuestra”. — Se encogió de hombros, porque era lo que su madre le había repetido en múltiples ocasiones antes. —Pero no puedo pediros que intentéis comprenderlo. — Aseguró, porque se había dado cuenta de que aquel concepto sencillamente no entraba en la cabeza de Morgan.
Negó con la cabeza al escuchar la idea que cruzaba por la mente de la chica. ¿Cómo podía vivir una vida sin casarse? Sus padres seguramente la matarían, en especial su madre. Su padre podía ser bastante más comprensivo con ella, y por eso Elizabeth siempre había preferido pasar tiempo en las piernas de su padre qué con sus hermanas en el patio, aprendiendo a tejer. —¿Acaso vivís en un lugar en el que podéis escoger cuando, o con quien, casaros? — Preguntó, de forma casi inocente, a pesar de estar convencida de conocer la respuesta por todo lo que había escuchado de Morgan. Elizabeth quería imaginarse un mundo que funcionara así, pero sencillamente no podía.
No pudo evitar sonreír al escuchar la conclusión que Morgan había sacado de ella. Elizabeth nunca se había considerado a sí misma como la más normal de sus hermanas, en realidad siempre había pensado lo contrario. Casarse e irse lejos nunca había sido su mayor ilusión, mucho menos darle hijos a un hombre que seguramente no se preocuparía jamás por su bienestar. Prefería estar en su casa, ayudar a sus padres, pero estaba claro que se había convertido en una carga e incluso sus hermanas menores podían verlo así.
—Mi familia no opina lo mismo. En ocasiones pienso que mi madre no comprende cómo alguien como ella pudo criar a una hija como yo. — Negó con la cabeza, y su sonrisa se transformó en una con un deje de tristeza que se evidenciaba con claridad por la forma en la que su expresión había caído nuevamente.
Escuchar las palabras de Morgan hacía que todo tuviera sentido por un segundo. ¿Por qué ella podía pensar de esa manera? ¿Quién se lo había permitido? Elizabeth tenía mucha curiosidad, pero habían llegado a la conclusión de que había puntos que era menor no conocer, porque ninguna sabía el efecto que podían llegar a tener. Elizabeth tan solo escuchaba a Morgan, que parecía pensar mucho en su padre la intentar darle ciertas respuestas.
—Mis padres no pueden mantenerme toda la vida, merecen tranquilidad después de haber criado a una familia de solo mujeres… Eventualmente nos convertimos en una carga y estamos en la obligación de tener nuestras propias familias, de cuidar de alguien que cuidará de nosotras. Mi madre siempre dice: “sois tan importantes como la persona que decide unir su vida a la vuestra”. — Se encogió de hombros, porque era lo que su madre le había repetido en múltiples ocasiones antes. —Pero no puedo pediros que intentéis comprenderlo. — Aseguró, porque se había dado cuenta de que aquel concepto sencillamente no entraba en la cabeza de Morgan.
Negó con la cabeza al escuchar la idea que cruzaba por la mente de la chica. ¿Cómo podía vivir una vida sin casarse? Sus padres seguramente la matarían, en especial su madre. Su padre podía ser bastante más comprensivo con ella, y por eso Elizabeth siempre había preferido pasar tiempo en las piernas de su padre qué con sus hermanas en el patio, aprendiendo a tejer. —¿Acaso vivís en un lugar en el que podéis escoger cuando, o con quien, casaros? — Preguntó, de forma casi inocente, a pesar de estar convencida de conocer la respuesta por todo lo que había escuchado de Morgan. Elizabeth quería imaginarse un mundo que funcionara así, pero sencillamente no podía.
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Con Elizabeth | Casa Drummond | Morgan
Morgan escuchó atenta a su nueva amiga mientras iba engullendo los dulces, la sensación persistente de que estaba metida en un capítulo de Downtown Abbie o una serie por el estilo seguía allí, pero cada vez era más real y la asustaba más. Siempre tuvo la sensación de que no le habría gustado vivir en el pasado, no solo por las guerras, las enfermedades o la falta de alta tecnología, si no porque siempre había sabido que las libertades de las mujeres estaban muy cortadas en el pasado. Sin embargo, verlo y escucharlo de primera mano era muy diferente a leerlo en un libro de historia, fruncir los labios con disgusto y luego pasar a otro tema.
- Por favor, trátame de tu, me haces sentir vieja tratándome de usted. Pero bueno, sobre tu pregunta... -se encogió de hombros.- De donde yo vengo todavía hay gente que se casa obligada y todo eso, por supuesto, pero en la gran mayoría del mundo ya no se hace, es más, cada día se casa menos gente y se divorcian muchas más parejas. Pero vamos que incluso los príncpes deciden con quien casarse, el nuestro se casó con una “plebeya”. -hizo un par de comillas con los dedos al referirse a la famosa Kate Middelton antes de meterse a la boca un nuevo dulce.
- La verdad es que aunque lo intentara no puedo comprender el porqué tu mundo funciona así, ¿no sería mejor que te casaras con alguien a quien quisieras y fueras feliz? Claro que tus padres no pueden mantenerte para siempre, pero por eso existen los trabajos. Aunque supongo que no soy la mejor para decir eso, a día de hoy todavía vivo en casa de mi padre, pero es que la matricula de la universidad se lleva casi todo mi dinero. -rumió, pensando en su propia vida y en las semejanzas y parecidos que había con la de Elizabeth.
- Pero dejando eso de lado, ¿te has enamorado alguna vez? O, al menos, ¿hay alguien que te guste? -la miró fijamente mientras esperaba una respuesta, empezó a sentir cierta sensación de deja vu, dándose cuenta de que ella ya había vivido una situación parecida a aquella con diecisiete años. No pudo evitar hacerle la misma pregunta que le habían hecho a ella.- Elizabeth, a ti, ¿te gustan los chicos? -porque tal vez el problema empezaba precisamente allí.
- Por favor, trátame de tu, me haces sentir vieja tratándome de usted. Pero bueno, sobre tu pregunta... -se encogió de hombros.- De donde yo vengo todavía hay gente que se casa obligada y todo eso, por supuesto, pero en la gran mayoría del mundo ya no se hace, es más, cada día se casa menos gente y se divorcian muchas más parejas. Pero vamos que incluso los príncpes deciden con quien casarse, el nuestro se casó con una “plebeya”. -hizo un par de comillas con los dedos al referirse a la famosa Kate Middelton antes de meterse a la boca un nuevo dulce.
- La verdad es que aunque lo intentara no puedo comprender el porqué tu mundo funciona así, ¿no sería mejor que te casaras con alguien a quien quisieras y fueras feliz? Claro que tus padres no pueden mantenerte para siempre, pero por eso existen los trabajos. Aunque supongo que no soy la mejor para decir eso, a día de hoy todavía vivo en casa de mi padre, pero es que la matricula de la universidad se lleva casi todo mi dinero. -rumió, pensando en su propia vida y en las semejanzas y parecidos que había con la de Elizabeth.
- Pero dejando eso de lado, ¿te has enamorado alguna vez? O, al menos, ¿hay alguien que te guste? -la miró fijamente mientras esperaba una respuesta, empezó a sentir cierta sensación de deja vu, dándose cuenta de que ella ya había vivido una situación parecida a aquella con diecisiete años. No pudo evitar hacerle la misma pregunta que le habían hecho a ella.- Elizabeth, a ti, ¿te gustan los chicos? -porque tal vez el problema empezaba precisamente allí.
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3. It's not easy
Con Morgan | Casa Drummond| Elizabeth
Sus costumbres eran esa característica que más diferenciaba a Elizabeth en ese momento. Estaba más que claro por su manera de moverse que no estaba acostumbrada a tener una relación con una chica como la que tenía con Morgan, quizá porque estaba acostumbrada a ver a otras mujeres como una competencia. En un evento público, todo se trataba de quien llamaba más la atención, y aunque a ella no le llamaba particularmente la atención hacer parte de aquello, estaba claro que era inevitable cuando todas tenían la misma misión.
Además, estaba claro que Morgan y ella eran dos personas completamente diferentes. Elizabeth escuchaba con atención, sorprendiéndose por las mínimas cosas, incluso por la manera de hablar de la chica en ocasiones cuando se encontraban a solas. Estaban aprendiendo mucho la una de la otra, pero de todo lo que esperaba, lo último que creía que iba a escuchar era que personas como ella tenían la libertad de escoger a sus parejas en el futuro.
—¿Cómo que se casó con una plebeya? — Preguntó, sin darse cuenta de que se estaba inclinando un poco más hacia ella, mostrando cierta atención que procuraba disimular cuando escuchaba las historias que la morena tenía para ella. —Además… El divorcio, ¿finalmente los protestantes consiguieron ponerse al frente en todos los reinos? — Añadió, porque sabía de primera mano todos los conflictos que existían entre los católicos y los protestantes en lo que al divorcio refería.
—Realmente no podemos trabajar. — Comentó. Las mujeres estaban hechas para los trabajos que les correspondían, y eso implicaba estar al frente de las responsabilidades del hogar y las tareas relacionadas con este. —Así que no es del todo fácil, en especial estando en una familia de solo mujeres. — Como era su caso, porque su única labor era salir allí y encontrar un hogar del cual hacerse cargo.
Estaba claro que, a pesar de estar en contra de todo aquello, Elizabeth tenía cierto sentido de la responsabilidad, y aunque se negara a permitir que su vida girara alrededor de ello, era inevitable acercarse a esa misma conclusión: tenía un deber que cumplir. Sin embargo, Morgan estaba planteando preguntas que ni siquiera ella misma se había formulado, porque no las había visto necesarias antes. Por eso, se quedó en silencio, ligeramente abatida debido a la sorpresa.
—No he estado enamorada y… ¿Cómo es posible que no me gusten los chicos? — Preguntó, sin darse cuenta de su propia inocencia mientras arreglaba los pliegues de su falda como si estuviera intentando distraerse con una nimiedad para no analizar la pregunta a fondo.
Además, estaba claro que Morgan y ella eran dos personas completamente diferentes. Elizabeth escuchaba con atención, sorprendiéndose por las mínimas cosas, incluso por la manera de hablar de la chica en ocasiones cuando se encontraban a solas. Estaban aprendiendo mucho la una de la otra, pero de todo lo que esperaba, lo último que creía que iba a escuchar era que personas como ella tenían la libertad de escoger a sus parejas en el futuro.
—¿Cómo que se casó con una plebeya? — Preguntó, sin darse cuenta de que se estaba inclinando un poco más hacia ella, mostrando cierta atención que procuraba disimular cuando escuchaba las historias que la morena tenía para ella. —Además… El divorcio, ¿finalmente los protestantes consiguieron ponerse al frente en todos los reinos? — Añadió, porque sabía de primera mano todos los conflictos que existían entre los católicos y los protestantes en lo que al divorcio refería.
—Realmente no podemos trabajar. — Comentó. Las mujeres estaban hechas para los trabajos que les correspondían, y eso implicaba estar al frente de las responsabilidades del hogar y las tareas relacionadas con este. —Así que no es del todo fácil, en especial estando en una familia de solo mujeres. — Como era su caso, porque su única labor era salir allí y encontrar un hogar del cual hacerse cargo.
Estaba claro que, a pesar de estar en contra de todo aquello, Elizabeth tenía cierto sentido de la responsabilidad, y aunque se negara a permitir que su vida girara alrededor de ello, era inevitable acercarse a esa misma conclusión: tenía un deber que cumplir. Sin embargo, Morgan estaba planteando preguntas que ni siquiera ella misma se había formulado, porque no las había visto necesarias antes. Por eso, se quedó en silencio, ligeramente abatida debido a la sorpresa.
—No he estado enamorada y… ¿Cómo es posible que no me gusten los chicos? — Preguntó, sin darse cuenta de su propia inocencia mientras arreglaba los pliegues de su falda como si estuviera intentando distraerse con una nimiedad para no analizar la pregunta a fondo.
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3. It's not easy
Con Elizabeth | Casa Drummond | Morgan
Morgan intentó disimular una sonrisa divertida ante el aluvión de preguntas que le cayó encima de repente por parte de Elizabeth. Al principio parecía aterrada de cualquier cosa que tuviera que ver con su tiempo pero rápidamente estaba cobrando interés y, si lo pensaba bien, era de lo más normal. Elizabeth nunca había visto, ni podría ver, su tiempo, todo un mundo nuevo para ella, de manera qe no era extraño que se interesase por todas aquellas cosas que debían parecerle imposibles cuanto menos.
- Bueno, a ver, vamos poco a poco. -empezó acomodándose bien en la cama, terminando por estirarse boca abajo y apoyando la cabeza en sus brazos flexionados. Elevó un pie, que empezó a mover en un sutil baile como solía hacer cuando estaba en su casa, en la misma posición en su propia cama e intentando estudiar.
- Se casó con ella porque se enamoraron, no es que fuera una chica pobre, pero no era na princesa ni una duquesa ni nada por el estilo. Se conocieron en la universidad, empezaron a salir y al final se casaron. -en su día habían salido todo tipo de rumores en televisión, pero no era necesario explicarlos en aquel momento y, además, de otro modo se les haría de día y no iría ni por la mitad.- Tienen dos hijos, un niño y una niña, son monísimos y te lo dice alguien a quien no le gustan demasiado los niños. -sonrió, pensando en todas las señoras mayores que hablaban de los niños de la pareja real como si de sus propios nietos se tratase.- Cuando los ves creo que se nota que de verdad están enamorados y me parece bien que hayan podido casarse, todo el mundo debería tener ese derecho. -lastimosamente todavía no era así, ni si quiera en su tiempo.
- Sobre el divorcio, no es exactamente eso, los católicos también pueden divorciarse, pero no lo hacen por la iglesia si no por el estado. La cosa es que puedas dejar de estar unida a una persona a la que ya no quieres, de otra manera es vivir infeliz por vivir infeliz. -y a partir de ahí el asunto se complicaba un poco más.- En el colegio siempre nos explicaban esto, las mujeres siempre lo hemos tenido el doble de difícil que los hombres. Pero en el futuro de donde yo vengo podemos estudiar y trabajar, aunque sigue siendo difícil, cobramos menos que los hombres, tenemos menos puestos importantes... La verdad es que me estoy dando cuenta de que no hemos avanzado tanto tampoco, pero es gracias a otras mujeres que lucharon por nuestros derechos que ahora puedo hacer todo lo que hago. -y, por fin, llegó al tema realmente importante. De la emoción se incorporó, sentándose sobre sus propias piernas y miró a Elizabeth unos segundos en silencio antes de volver a hablar.
- Porque también podrían gustarte las chicas. -se lo soltó de manera directa, con naturalidad.- O podrían gustarte ambos géneros incluso, no hay nada de malo en ello. ¿Nunca te han dado un beso o te has sentido atraída por alguien? -a Morgan le costó un poco entenderse y aceptarse, imaginó que a Elizabeth le costaría todavía más así que, tras un hondo suspiro, dejó ir toda la verdad.- A mí me gustan las chicas, Elizabeth. ¿Te parezco una mala persona por eso?
- Bueno, a ver, vamos poco a poco. -empezó acomodándose bien en la cama, terminando por estirarse boca abajo y apoyando la cabeza en sus brazos flexionados. Elevó un pie, que empezó a mover en un sutil baile como solía hacer cuando estaba en su casa, en la misma posición en su propia cama e intentando estudiar.
- Se casó con ella porque se enamoraron, no es que fuera una chica pobre, pero no era na princesa ni una duquesa ni nada por el estilo. Se conocieron en la universidad, empezaron a salir y al final se casaron. -en su día habían salido todo tipo de rumores en televisión, pero no era necesario explicarlos en aquel momento y, además, de otro modo se les haría de día y no iría ni por la mitad.- Tienen dos hijos, un niño y una niña, son monísimos y te lo dice alguien a quien no le gustan demasiado los niños. -sonrió, pensando en todas las señoras mayores que hablaban de los niños de la pareja real como si de sus propios nietos se tratase.- Cuando los ves creo que se nota que de verdad están enamorados y me parece bien que hayan podido casarse, todo el mundo debería tener ese derecho. -lastimosamente todavía no era así, ni si quiera en su tiempo.
- Sobre el divorcio, no es exactamente eso, los católicos también pueden divorciarse, pero no lo hacen por la iglesia si no por el estado. La cosa es que puedas dejar de estar unida a una persona a la que ya no quieres, de otra manera es vivir infeliz por vivir infeliz. -y a partir de ahí el asunto se complicaba un poco más.- En el colegio siempre nos explicaban esto, las mujeres siempre lo hemos tenido el doble de difícil que los hombres. Pero en el futuro de donde yo vengo podemos estudiar y trabajar, aunque sigue siendo difícil, cobramos menos que los hombres, tenemos menos puestos importantes... La verdad es que me estoy dando cuenta de que no hemos avanzado tanto tampoco, pero es gracias a otras mujeres que lucharon por nuestros derechos que ahora puedo hacer todo lo que hago. -y, por fin, llegó al tema realmente importante. De la emoción se incorporó, sentándose sobre sus propias piernas y miró a Elizabeth unos segundos en silencio antes de volver a hablar.
- Porque también podrían gustarte las chicas. -se lo soltó de manera directa, con naturalidad.- O podrían gustarte ambos géneros incluso, no hay nada de malo en ello. ¿Nunca te han dado un beso o te has sentido atraída por alguien? -a Morgan le costó un poco entenderse y aceptarse, imaginó que a Elizabeth le costaría todavía más así que, tras un hondo suspiro, dejó ir toda la verdad.- A mí me gustan las chicas, Elizabeth. ¿Te parezco una mala persona por eso?
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3. It's not easy
Con Morgan | Casa Drummond| Elizabeth
Elizabeth jamás habría podido imaginar que escucharía historias como aquella. Todo lo que la morena le contaba sonaba idílico, como una hoja de un libro que alguna soñadora podría haber escrito en un intento de cambiar el mundo. Sin embargo, la mujer lo contaba de tal manera que ella no podía dudar acerca de la verdad en sus palabras. No sabía por qué Morgan le contaba todo aquello, quizá era su manera de enseñarle que podía guardar esperanza. Podía ser una manera particular de hacerlo, pero a pesar de ello, Elizabeth no podía evitar sonreír como si pudiera imaginarse un mundo en el que tener tanta libertad fuese posible.
—Así que un príncipe se ha casado por amor.— Dijo, como si no pudiera concebir la idea, mientras intentaba imaginar a la familia real contrayendo matrimonio por algo diferente a adquirir más tierras y poder. Su familia era privilegiada, y ella había tenido un par de oportunidades de asistir a uno de los bailes en el gran castillo, y no tenía nada que envidiar de la relación del rey y la reina.
Sin embargo, la parte más agradable fue la siguiente. ¿En verdad podían trabajar? Elizabeth no se daba cuenta de la manera en la que se estaba inclinando hacia Morgan, dedicando toda su atención a las palabras de su acompañante como si aquella fuese la mejor historia que había escuchado nunca. La única labor que había visto a una mujer desempeñar era en el mercadillo, porque siempre se confiaba más en la señora Hodges para hacer costuras y en la señora Budge para comprar verduras brillantes.
Toda la conversación estaba tomando un giro sorprendente, y antes de poder asimilar las palabras de Morgan, Elizabeth se vio frente a un predicamento al que no se había enfrentado antes: ¿acaso podían gustarle las chicas? Nunca había visto a ninguno de los dos géneros de ninguna manera en particular.
—No, no eres una mala persona. Al menos no creo que lo seas.— Había tenido la oportunidad de conocer a la morena antes de enterarse de aquello, pero, ¿por qué le preguntaba eso? —Nunca he besado a nadie, y... No, creo que nunca me ha atraído nadie de esa forma.— Quizá porque siempre había tenido que ver a otras personas como la competencia, o como futuros maridos, y no había tenido la posibilidad de verlos por lo que eran en realidad.
—Así que un príncipe se ha casado por amor.— Dijo, como si no pudiera concebir la idea, mientras intentaba imaginar a la familia real contrayendo matrimonio por algo diferente a adquirir más tierras y poder. Su familia era privilegiada, y ella había tenido un par de oportunidades de asistir a uno de los bailes en el gran castillo, y no tenía nada que envidiar de la relación del rey y la reina.
Sin embargo, la parte más agradable fue la siguiente. ¿En verdad podían trabajar? Elizabeth no se daba cuenta de la manera en la que se estaba inclinando hacia Morgan, dedicando toda su atención a las palabras de su acompañante como si aquella fuese la mejor historia que había escuchado nunca. La única labor que había visto a una mujer desempeñar era en el mercadillo, porque siempre se confiaba más en la señora Hodges para hacer costuras y en la señora Budge para comprar verduras brillantes.
Toda la conversación estaba tomando un giro sorprendente, y antes de poder asimilar las palabras de Morgan, Elizabeth se vio frente a un predicamento al que no se había enfrentado antes: ¿acaso podían gustarle las chicas? Nunca había visto a ninguno de los dos géneros de ninguna manera en particular.
—No, no eres una mala persona. Al menos no creo que lo seas.— Había tenido la oportunidad de conocer a la morena antes de enterarse de aquello, pero, ¿por qué le preguntaba eso? —Nunca he besado a nadie, y... No, creo que nunca me ha atraído nadie de esa forma.— Quizá porque siempre había tenido que ver a otras personas como la competencia, o como futuros maridos, y no había tenido la posibilidad de verlos por lo que eran en realidad.
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3. It's not easy
Con Elizabeth | Casa Drummond | Morgan
Los pastelillos estaban a punto de acabarse, especialmente por obra de la propia Morgan quien no había dejado de engullirlos mientras escuchaba atentamente a Elizabeth. Asintió ligeramente ante sus revelaciones, sintiéndose feliz de que no la considerase un bicho raro, Aquella chica de una era anticuada estaba demostrando tener la mente más abierta que algunas de las personas que había conocido en el tiempo moderno.
- Bueno tu primer beso no tiene que ser siempre con alguien que te atraiga. -respondió Morgan de pronto tras tragar el último trozo del pastelillo.- Mi primer beso fue con Mike Porter en el armario ropero de Cynthia Goldman. Estábamos en nuestra primera fiesta de instituto, queríamos hacernos los mayores y nos pusimos a jugar a verdad o reto.-lo cual, si lo pensaba bien en ese momento, le parecía superinfantil.- Escogí reto y me retaron a pasar tres minutos en el paraíso con Mike. -se lamió el pulgar donde había quedado algo de crema de limón antes de mirar a Elizabeth y darse cuenta de que tal vez necesitase una explicación.
- Lo del paraíso más o menos significa encerrar a una pareja en algún sitio y no dejarles salir hasta que pasa el tiempo, se supone que mientras están solos, ya sabes...-pero no estaba segura de si Elizabeth sabía a qué se refería, ¿las mujeres de la época victoriana sabían lo que era manosearse? Decidió aflojarlo por si acaso.- ...Se besan. Mike y yo estábamos supernerviosos, el beso fue torpe y un poco sudoroso, lo cual si lo pienso ahora es bastante raro. no recordaba aquella experiencia con rencor, no obstante, aunque no había querido saber nada de besos durante un año entero.
- ¿Por qué no lo pruebas? La verdad es que es mejor llevar algo de práctica cuando encuentres a la persona que quieres besar.-Morgan había agradecido a su particular manera el beso con Mike y los que vinieron después cuando encontró a Dafne. Se le ocurrió, entonces, una idea que consideró realmente buena y con la que podría devolver a Elizabeth parte del gran favor que le estaba haciendo.- ¿Quieres que te enseñe? Al menos sabrás sobre la mecánica.
- Bueno tu primer beso no tiene que ser siempre con alguien que te atraiga. -respondió Morgan de pronto tras tragar el último trozo del pastelillo.- Mi primer beso fue con Mike Porter en el armario ropero de Cynthia Goldman. Estábamos en nuestra primera fiesta de instituto, queríamos hacernos los mayores y nos pusimos a jugar a verdad o reto.-lo cual, si lo pensaba bien en ese momento, le parecía superinfantil.- Escogí reto y me retaron a pasar tres minutos en el paraíso con Mike. -se lamió el pulgar donde había quedado algo de crema de limón antes de mirar a Elizabeth y darse cuenta de que tal vez necesitase una explicación.
- Lo del paraíso más o menos significa encerrar a una pareja en algún sitio y no dejarles salir hasta que pasa el tiempo, se supone que mientras están solos, ya sabes...-pero no estaba segura de si Elizabeth sabía a qué se refería, ¿las mujeres de la época victoriana sabían lo que era manosearse? Decidió aflojarlo por si acaso.- ...Se besan. Mike y yo estábamos supernerviosos, el beso fue torpe y un poco sudoroso, lo cual si lo pienso ahora es bastante raro. no recordaba aquella experiencia con rencor, no obstante, aunque no había querido saber nada de besos durante un año entero.
- ¿Por qué no lo pruebas? La verdad es que es mejor llevar algo de práctica cuando encuentres a la persona que quieres besar.-Morgan había agradecido a su particular manera el beso con Mike y los que vinieron después cuando encontró a Dafne. Se le ocurrió, entonces, una idea que consideró realmente buena y con la que podría devolver a Elizabeth parte del gran favor que le estaba haciendo.- ¿Quieres que te enseñe? Al menos sabrás sobre la mecánica.
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3. It's not easy
Con Morgan | Casa Drummond| Elizabeth
Elizabeth no sabía qué imaginarse de la historia que Morgan le estaba contando. A fin de cuentas, se imaginaba a dos personas en un armario muy parecido a su propio armario de escobas, donde la humedad y el olor no ayudaban demasiado. ¿Cómo podía ser eso agradable? Además, ¿cómo podían verse? ¿Acaso llevaban velas a los armarios? ¿No era eso peligroso en caso de que alguna se acercara demasiado a las escobas?
Sin duda alguna, las preguntas que se le ocurrían eran demasiado básicas. Pero, las otras dudas que surgían eran demasiado vergonzosas como para formularlas en voz alta. ¿Qué puede sentirse que alguien te bese en un espacio tan reducido? Podía sentir las mariposas empezar a revolotear en su estómago ante la idea, pero la verdad era que Elizabeth no alcanzaba a imaginar la sensación... Porque toda su vida había girado al hecho inminente de que iba a casarse con alguien a quien no amaba, alguien que nunca le produciría esa sensación en la boca del estómago.
—Suena a que fue una experiencia un poco incómoda.— Confesó, pero en realidad no podía imaginarse del todo. ¿Cómo podían besarse por tres minutos? ¿Acaso mantenían sus labios unidos de forma continua hasta que el tiempo pasaba? Elizabeth definitivamente no comprendía la mecánica.
Y ciertamente no estaba esperando la sugerencia de la morena, y para cuando se dio cuenta, toda la sangre había acudido con rapidez a sus mejillas, que se encontraban completamente teñidas de rojo para cuando decidió realizar su siguiente pregunta.
—¿Quieres besarme?— Preguntó, para luego añadir: —Pero si ni siquiera sé cómo hacerlo.— ¿Y si era tan incómodo como su beso con Mike Porter en el armario de Cynthia Goldman?
Sin duda alguna, las preguntas que se le ocurrían eran demasiado básicas. Pero, las otras dudas que surgían eran demasiado vergonzosas como para formularlas en voz alta. ¿Qué puede sentirse que alguien te bese en un espacio tan reducido? Podía sentir las mariposas empezar a revolotear en su estómago ante la idea, pero la verdad era que Elizabeth no alcanzaba a imaginar la sensación... Porque toda su vida había girado al hecho inminente de que iba a casarse con alguien a quien no amaba, alguien que nunca le produciría esa sensación en la boca del estómago.
—Suena a que fue una experiencia un poco incómoda.— Confesó, pero en realidad no podía imaginarse del todo. ¿Cómo podían besarse por tres minutos? ¿Acaso mantenían sus labios unidos de forma continua hasta que el tiempo pasaba? Elizabeth definitivamente no comprendía la mecánica.
Y ciertamente no estaba esperando la sugerencia de la morena, y para cuando se dio cuenta, toda la sangre había acudido con rapidez a sus mejillas, que se encontraban completamente teñidas de rojo para cuando decidió realizar su siguiente pregunta.
—¿Quieres besarme?— Preguntó, para luego añadir: —Pero si ni siquiera sé cómo hacerlo.— ¿Y si era tan incómodo como su beso con Mike Porter en el armario de Cynthia Goldman?
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Con Elizabeth | Casa Drummond | Morgan
Morgan se encogió de hombros ante el comentario. Ciertamente fue incómodo, pero lo hizo porque se suponía que, a su edad, era lo que se hacía. Lo hizo cuando todavía era una adolescente que no sabía lo que quería y simplemente hacía lo mismo que la masa para no sentirse diferente, para no sentirse como el bicho raro. Pero después de Mike vino Laura y entonces ya no fue nada incómodo.
— Oh, vamos, ni si quiera será un beso de verdad, solo será un entrenamiento. — le restó leña al asunto con un vago movimiento de manos. A continuación se irguió, sentándose sobre sus piernas dobladas y observó a Elizabeth con el principio de una sonrisa divertida bailando en sus labios. — Piensa en esto como si te estuviera enseñando a conducir... un caballo. — se corrigió rápido antes de decir alguna palabra que Elizabeth no entendería y solo serviría para confundirlo todo más.
— A no ser que tú no quieras, tampoco te voy a obligar. — un beso no tenía por qué significar nada, pero Morgan entendía que esa clase de mentalidad probablemente era demasiado moderna para Elizabeth. En las películas antiguas los besos era casi, casi como tener sexo, o al menos eso era lo que daban a entender. — Un beso tiene que ser una experiencia agradable, no debe ser algo incómodo u odioso y, sobre todo, no debe ser sudoroso. — acabó por bromear ensanchando un poco más la sonrisa en sus labios.
Con movimientos lentos y suaves movió su mano hasta posarla sobre una de las de Elizabeth sin apartar la mirada de sus ojos marrones. De repente se dio cuenta de lo bonita que era Elizabeth, de repente Morgan fue consciente de que era una chica, que era bonita y dulce y, por sobre todas las cosas, su salvadora. De repente de dio cuenta de que quería besarla de verdad no solo para ayudarla a practicar y, a su vez, quería que Elizabeth la besara también.
— ¿Entonces? — susurró arrastrando las rodillas sobre las sábanas a penas unos milímetros, pero lo suficiente para estar más cerca de la otra chica. — ¿Quieres probar?
— Oh, vamos, ni si quiera será un beso de verdad, solo será un entrenamiento. — le restó leña al asunto con un vago movimiento de manos. A continuación se irguió, sentándose sobre sus piernas dobladas y observó a Elizabeth con el principio de una sonrisa divertida bailando en sus labios. — Piensa en esto como si te estuviera enseñando a conducir... un caballo. — se corrigió rápido antes de decir alguna palabra que Elizabeth no entendería y solo serviría para confundirlo todo más.
— A no ser que tú no quieras, tampoco te voy a obligar. — un beso no tenía por qué significar nada, pero Morgan entendía que esa clase de mentalidad probablemente era demasiado moderna para Elizabeth. En las películas antiguas los besos era casi, casi como tener sexo, o al menos eso era lo que daban a entender. — Un beso tiene que ser una experiencia agradable, no debe ser algo incómodo u odioso y, sobre todo, no debe ser sudoroso. — acabó por bromear ensanchando un poco más la sonrisa en sus labios.
Con movimientos lentos y suaves movió su mano hasta posarla sobre una de las de Elizabeth sin apartar la mirada de sus ojos marrones. De repente se dio cuenta de lo bonita que era Elizabeth, de repente Morgan fue consciente de que era una chica, que era bonita y dulce y, por sobre todas las cosas, su salvadora. De repente de dio cuenta de que quería besarla de verdad no solo para ayudarla a practicar y, a su vez, quería que Elizabeth la besara también.
— ¿Entonces? — susurró arrastrando las rodillas sobre las sábanas a penas unos milímetros, pero lo suficiente para estar más cerca de la otra chica. — ¿Quieres probar?
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Elizabeth ladeó la cabeza ante la elección de palabras de Morgan. ¿Conducir un caballo? Ni siquiera quería intentar corregirla, y decirle que los caballos no se conducen precisamente, porque sabía que estaba intentando adaptar su manera de pensar a lo que ella conocía... Y la morena realmente lo agradecía, porque seguramente no sería capaz de adaptarse con facilidad a todo lo que no podía ver, a diferencia de Morgan, que se encontraba en contacto constante con su realidad.
—Nunca me dijeron que se podía entrenar para besar.— Comentó, dentro de toda su inocencia. En realidad, poco se le había comentado acerca de esas muestras de afecto. Había visto el beso ocasional, en especial entre sus padres, o los enamorados que veía andando por el parque. Sin embargo, no podía decir que fuese algo usual.
De cierta forma se sentía segura aprendiendo con Morgan. Tal vez tendría que darle un beso a alguien más adelante, y no quería que fuera como ella lo había descrito: incómodo, sudoroso y horrible. Quería algo de romance en su vida, por más que no estuviera destinada a vivirlo de esa manera. Tal vez esa sería su única oportunidad de tener un beso real, con alguien que se preocupaba por ella... No sería una transacción, o un intercambio elegido por sus padres. Solo sería un beso.
Las acciones de la chica mientras se acercaba eran suaves, y Elizabeth podía escuchar su corazón palpitar con fuerza en sus oídos. ¿Acaso Morgan podía percibir su nerviosismo? La chica pasó saliva de manera fuerte y audible, y sintió el calor subir a sus mejillas rápidamente. Aquello parecía demasiado torpe, y ella quería verse segura en el momento en el que asintió con la cabeza.
—Quiero probar, si.— Su voz sonaba ahogada, justo como ella no quería que se notase. Y a pesar de haber aceptado, no se movió, sin saber si decía seguir la dirección de los labios de Morgan. Apenas se adelantó un poco, esperando a que la chica le besara mientras su corazón amenazaba con estallar en su pecho.
—Nunca me dijeron que se podía entrenar para besar.— Comentó, dentro de toda su inocencia. En realidad, poco se le había comentado acerca de esas muestras de afecto. Había visto el beso ocasional, en especial entre sus padres, o los enamorados que veía andando por el parque. Sin embargo, no podía decir que fuese algo usual.
De cierta forma se sentía segura aprendiendo con Morgan. Tal vez tendría que darle un beso a alguien más adelante, y no quería que fuera como ella lo había descrito: incómodo, sudoroso y horrible. Quería algo de romance en su vida, por más que no estuviera destinada a vivirlo de esa manera. Tal vez esa sería su única oportunidad de tener un beso real, con alguien que se preocupaba por ella... No sería una transacción, o un intercambio elegido por sus padres. Solo sería un beso.
Las acciones de la chica mientras se acercaba eran suaves, y Elizabeth podía escuchar su corazón palpitar con fuerza en sus oídos. ¿Acaso Morgan podía percibir su nerviosismo? La chica pasó saliva de manera fuerte y audible, y sintió el calor subir a sus mejillas rápidamente. Aquello parecía demasiado torpe, y ella quería verse segura en el momento en el que asintió con la cabeza.
—Quiero probar, si.— Su voz sonaba ahogada, justo como ella no quería que se notase. Y a pesar de haber aceptado, no se movió, sin saber si decía seguir la dirección de los labios de Morgan. Apenas se adelantó un poco, esperando a que la chica le besara mientras su corazón amenazaba con estallar en su pecho.
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El corazón le dio un vuelco cuando Elizabeth consintió en ser besada, pero lo tranquilizó rápidamente soterrando los sentimientos nerviosos y confusos que no debería sentir. Eran solo amigas, dos amigas que iban a darse un beso amistoso, nada más.
— Puedes cerrar los ojos si quieres, supongo que así te será más fácil. — susurró mientras que poco a poco iba inclinándose hacia ella. El aliento probablemente le olía a pastelitos de limón y tenía a causa de ellos los labios un poco pegajosos, por lo que se los lamió para apartar los rastros de azúcar que pudiesen quedar justo antes de, por fin, besarla.
Al principio no fue más que un roce ligero como un copo de nieve, pero suficiente para que un leve cosquilleo se formara en la boca de su estómago al sentir los labios ajenos contra los propios. Elizabeth sabía ligeramente dulce, probablemente también por culpa del pastelillo que había picoteado, pero había algo más, un sabor propio y más dulce que el azúcar que pronto le hizo querer más.
Por puro acto reflejo alzó las manos y le sujetó la cara con cuidado, bajo las yemas de sus dedos notaba la piel suave y caliente de Elizabeth a la par que profundizaba el beso. Empezó a mover los labios sobre los de ella, intentando mostrarle cómo debía moverlos, cómo acompasarlos a sus movimientos y crear una ritmo perfecto. Morgan se había jactado a menudo de ser buena besando, pero nunca se había esforzado tanto como aquella vez. Incluso tuvo que contenerse, cuando sintió ganas de llevarlo otro paso más allá, cuando su lengua rozó los labios de Elizabeth intentando demandar paso a las profundidades de su boca, pero era demasiado, todavía era demasiado pronto.
Cuando se separó, lo hizo poco a poco, como si el beso fuese rebobinado, volvió a convertirse en solo un roce y, al final, en un recuerdo. Durante unos instantes Morgan todavía permaneció en la misma postura, intentando calmarse y recuperar el ambiente desasosegado. — ¿Y bien? — pronunció, al fin. — ¿Qué te ha parecido tu primer beso? He de decir que no lo has hecho nada mal, ojalá hubieras sido tú mi primer beso. — intentó bromear, mientras la soltaba y creaba algo de espacio entre las dos, pero sus palabras se sintieron mucho más reales que una simple broma.
— Puedes cerrar los ojos si quieres, supongo que así te será más fácil. — susurró mientras que poco a poco iba inclinándose hacia ella. El aliento probablemente le olía a pastelitos de limón y tenía a causa de ellos los labios un poco pegajosos, por lo que se los lamió para apartar los rastros de azúcar que pudiesen quedar justo antes de, por fin, besarla.
Al principio no fue más que un roce ligero como un copo de nieve, pero suficiente para que un leve cosquilleo se formara en la boca de su estómago al sentir los labios ajenos contra los propios. Elizabeth sabía ligeramente dulce, probablemente también por culpa del pastelillo que había picoteado, pero había algo más, un sabor propio y más dulce que el azúcar que pronto le hizo querer más.
Por puro acto reflejo alzó las manos y le sujetó la cara con cuidado, bajo las yemas de sus dedos notaba la piel suave y caliente de Elizabeth a la par que profundizaba el beso. Empezó a mover los labios sobre los de ella, intentando mostrarle cómo debía moverlos, cómo acompasarlos a sus movimientos y crear una ritmo perfecto. Morgan se había jactado a menudo de ser buena besando, pero nunca se había esforzado tanto como aquella vez. Incluso tuvo que contenerse, cuando sintió ganas de llevarlo otro paso más allá, cuando su lengua rozó los labios de Elizabeth intentando demandar paso a las profundidades de su boca, pero era demasiado, todavía era demasiado pronto.
Cuando se separó, lo hizo poco a poco, como si el beso fuese rebobinado, volvió a convertirse en solo un roce y, al final, en un recuerdo. Durante unos instantes Morgan todavía permaneció en la misma postura, intentando calmarse y recuperar el ambiente desasosegado. — ¿Y bien? — pronunció, al fin. — ¿Qué te ha parecido tu primer beso? He de decir que no lo has hecho nada mal, ojalá hubieras sido tú mi primer beso. — intentó bromear, mientras la soltaba y creaba algo de espacio entre las dos, pero sus palabras se sintieron mucho más reales que una simple broma.
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3. It's not easy
Con Morgan | Casa Drummond| Elizabeth
Se sentía torpe. Sus movimientos definitivamente no serían idílicos y perfectos, ya que sus únicas referencias eran los pocos besos que había visto compartir a sus padres, que apenas parecían una caricia delante de sus hijas, y los besos narrados en los libros que se le permitían leer, donde la idea del amor parecía mucho más evidente en comparación al mundo en el que se encontraba.
Un cosquilleo estalló en su estómago en el momento en el que sintió los labios suaves de Morgan presionarse contra los suyos propios. Podía sentir las palmas de sus manos vibrar, y las apoyó con firmeza, quizá más de la necesaria, sobre sus faldas. ¿Qué debía hacer con sus manos? ¿Dónde debía apoyarlas? No podía estar bien que pareciera que se encontraba tensa e incómoda al estarse aferrando a su ropa de esa manera... Se recordó que debía relajarse, que ella había accedido a aquel beso, y a pesar de lo extraño que se sentía con el paso de los segundos se encontraba un poco más cómoda.
No esperaba que hubiese movimiento, pero cuando los labios de la chica empezaron a moverse contra los suyos, Elizabeth tuvo la necesidad de moverse un poco más. Imitó los movimientos de Morgan, acoplando sus labios a los de la chica, dejándose llevar por la sensación desconocida que le arrastraba como la corriente, con la diferencia de que no se sentía en peligro. Aquel beso había sido capaz de silenciar los pensamientos turbulentos que habían estado acosando su mente hasta el momento.
No estaba lista para que terminara, lentamente el cosquilleo que había empezado en la boca de su estómago se iba extendiendo, y para cuando Morgan se alejó, Elizabeth aun permanecía con los ojos cerrados y los labios ligeramente entreabiertos. Poco a poco se alejó, y tuvo que esperar otro par de segundos a que su vista se acoplara a la tenue luz de la habitación.
—Ha estado... Bien.— Su tono de voz daba a entender que había un interrogante detrás de su intento de afirmación, y realmente no lo había. —Se ha sentido bien.— Intentó asegurar nuevamente, pero su voz temblaba. En realidad, la morena no tenía forma de comparar lo que sentía, todas las sensaciones eran completamente nuevas. Sin embargo, suponía que las ganas de volver a presionar sus labios contra los de la chica eran un indicativo de que aquello se sentía correcto. —En ese caso lamento no haber podido ser tu primer beso... Pero... Bueno, me alegro de que tú hayas sido el mío.— La perspectiva de besar a Morgan no era tan aterradora ahora que había terminado, y en realidad, se daba cuenta de que aquello era lo que realmente estaba deseando y no un beso de algún desconocido con el que eventualmente sería obligada a contraer matrimonio.
Un cosquilleo estalló en su estómago en el momento en el que sintió los labios suaves de Morgan presionarse contra los suyos propios. Podía sentir las palmas de sus manos vibrar, y las apoyó con firmeza, quizá más de la necesaria, sobre sus faldas. ¿Qué debía hacer con sus manos? ¿Dónde debía apoyarlas? No podía estar bien que pareciera que se encontraba tensa e incómoda al estarse aferrando a su ropa de esa manera... Se recordó que debía relajarse, que ella había accedido a aquel beso, y a pesar de lo extraño que se sentía con el paso de los segundos se encontraba un poco más cómoda.
No esperaba que hubiese movimiento, pero cuando los labios de la chica empezaron a moverse contra los suyos, Elizabeth tuvo la necesidad de moverse un poco más. Imitó los movimientos de Morgan, acoplando sus labios a los de la chica, dejándose llevar por la sensación desconocida que le arrastraba como la corriente, con la diferencia de que no se sentía en peligro. Aquel beso había sido capaz de silenciar los pensamientos turbulentos que habían estado acosando su mente hasta el momento.
No estaba lista para que terminara, lentamente el cosquilleo que había empezado en la boca de su estómago se iba extendiendo, y para cuando Morgan se alejó, Elizabeth aun permanecía con los ojos cerrados y los labios ligeramente entreabiertos. Poco a poco se alejó, y tuvo que esperar otro par de segundos a que su vista se acoplara a la tenue luz de la habitación.
—Ha estado... Bien.— Su tono de voz daba a entender que había un interrogante detrás de su intento de afirmación, y realmente no lo había. —Se ha sentido bien.— Intentó asegurar nuevamente, pero su voz temblaba. En realidad, la morena no tenía forma de comparar lo que sentía, todas las sensaciones eran completamente nuevas. Sin embargo, suponía que las ganas de volver a presionar sus labios contra los de la chica eran un indicativo de que aquello se sentía correcto. —En ese caso lamento no haber podido ser tu primer beso... Pero... Bueno, me alegro de que tú hayas sido el mío.— La perspectiva de besar a Morgan no era tan aterradora ahora que había terminado, y en realidad, se daba cuenta de que aquello era lo que realmente estaba deseando y no un beso de algún desconocido con el que eventualmente sería obligada a contraer matrimonio.
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3. It's not easy
Con Elizabeth | Casa Drummond | Morgan
Sonrió ante la respuesta de la muchacha, halagada ante sus palabras sobre sentirse bien. Podía estar diciéndolo solo por educación, al fin y al cabo Elizabeth parecía ese tipo de persona, de las que no dicen nunca nada que pueda hacer sentir mal a otro. Pero Morgan tenía la sensación de que las decía de verdad, por la forma en que había correspondido debía de haberle gustado... aunque solo fuera un poco.
— Vaya, Elizabeth, tú sí que sabes como halagar a una chica. — Bromeó, de nuevo, mientras le daba un juguetón codazo en el brazo. — Aunque te comprendo, se me da bastante bien esto de besar. — Continuó con la broma mientras se dejaba caer de espaldas para quedar completamente estirada sobre la cama. El techo de la habitación era de un blanco pulcrísimo y tontamente Morgan recordó el techo de su propia habitación. Cuando tenía siete años su madre había enganchado de esas estrellas que brillaban en la oscuridad creando sus propias constelaciones, era infantil y un poco tonto, pero Morgan lo había conservado intacto. Por primera vez se dio cuenta de lo solitaria que se sentía la noche sin todas aquellas estrellas haciéndole de guía.
— ¿Puedo quedarme a dormir esta noche aquí? — Preguntó de repente todavía sin despegar los ojos del techo. — Sé que es una tontería, pero me siento mejor cuando estoy a tu lado. Menos aterrorizada, ya sabes. — La miró entonces con la súplica derramándose desde las pupilas, implorando por un sí aunque, en realidad, ya se había acomodado.
— Te prometo que soy buena compañía, no ronco y a penas me muevo. Casi ni notarás que estoy aquí. — Además la cama era grande, no tendrían que apretujarse en una cama individual.
— Vaya, Elizabeth, tú sí que sabes como halagar a una chica. — Bromeó, de nuevo, mientras le daba un juguetón codazo en el brazo. — Aunque te comprendo, se me da bastante bien esto de besar. — Continuó con la broma mientras se dejaba caer de espaldas para quedar completamente estirada sobre la cama. El techo de la habitación era de un blanco pulcrísimo y tontamente Morgan recordó el techo de su propia habitación. Cuando tenía siete años su madre había enganchado de esas estrellas que brillaban en la oscuridad creando sus propias constelaciones, era infantil y un poco tonto, pero Morgan lo había conservado intacto. Por primera vez se dio cuenta de lo solitaria que se sentía la noche sin todas aquellas estrellas haciéndole de guía.
— ¿Puedo quedarme a dormir esta noche aquí? — Preguntó de repente todavía sin despegar los ojos del techo. — Sé que es una tontería, pero me siento mejor cuando estoy a tu lado. Menos aterrorizada, ya sabes. — La miró entonces con la súplica derramándose desde las pupilas, implorando por un sí aunque, en realidad, ya se había acomodado.
— Te prometo que soy buena compañía, no ronco y a penas me muevo. Casi ni notarás que estoy aquí. — Además la cama era grande, no tendrían que apretujarse en una cama individual.
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