Are you ready?

No pudo evitar soltar una carcajada al escuchar las conclusiones a las que llegaba la morena, porque la verdad era que no entendía de dónde sacaba tanta creatividad para responder, pero parecía encontrar siempre la manera de hacerle sonreír. —Claro, claro. Más como una mujer y menos como lo que acabas de intentar hacer, ¿verdad?— Le dijo, tomando del pelo porque sentía que estaba empezando a relajarse bastante alrededor de la chica, y eso era algo bastante bueno porque seguramente su cerebro no soportaría tener que pasar de resaca en resaca para poder salir a cenar con una de sus amigas. —¿Pero asustaba de cualquier manera?— Suponía que si la recordaba hasta esas alturas del partido, significaba que había tenido cierto efecto en ella que pocas personas podían tener a menos que tuviesen una manera de generar un impacto.

La verdad era que Paul sentía que no tenía una manera real de entender lo que pasaba por la cabeza de Samantha, a fin de cuentas, parecía que su nivel de comprensión no alcanzaba a abarcar del todo la lógica de la chica con la que estaba cenando. —Así que te manchas más al comer porque eres una chica rebelde, eso suena bastante… Extremo y malvado. —Dijo, como si quisiera darle la razón cuando estaba claro que se estaba riendo un poco a su costa. Suponía que la chica se comportaba así porque también quería hacerle sonreír, y no estaba mal burlarse de uno mismo. Estuvo a punto de atragantarse al escuchar la reflexión de su acompañante, y al ver las expresiones de la familia del lado no pudo hacer algo diferente a intentar ocultar una risa y llevarse el vaso de agua a los labios para beber y tragar lo que tenía en la boca.

Ni siquiera sabía porque estaba siguiendo cada uno de sus juegos, pero al escucharla tan solo asintió, diciendo: —No hay nada más bonito que tu cuando entras en modo hamster, cariño.— Dijo, mirándola con dulzura y extendiendo una de sus manos para tomar la de la chica y darle un apretón como si fuera el ser humano más enamorado del mundo. Quería reírse, pero aún así mantuvo la sonrisa tonta como un perfecto actor hasta que dejaron de mirarles y pudo soltar su mano para negar con la cabeza. —Eres realmente increíble.— Dijo, mientras la imitaba y se llevaba un bocado enorme de spaghettis a la boca.

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Are you ready?

Entre risas la cena continuó y Sam tuvo que reconocer que nunca había tenido una cena más divertida que aquella. Quizás fue porque ninguno de los dos fue con pretensiones de nada más que pasarlo bien, quizás porque Paul era completamente diferente al resto de personas que había conocido a lo largo de su vida, pero el resultado fue la mejor cena de su vida.

- ¿Les has visto la cara cuando hemos hecho lo del hámster? ¡He tenido que controlarme para no escupirles los espaguetis a la cara por la risa! -recordó todavía carcajeándose al recordarlo una vez habían salido del restaurante.- Los dos tenían algo de cara de estrechos, igual si hiciera más tonterías como lo del hásmter se divertirían más y no tendían esa cara de aburrimiento. -intentó imitarlos sin demasiado éxito, había quedado más que patente que no se le daban bien las imitaciones.

- Bueno, pues supongo que aquí nos separamos. -suspiró desilusionada, realmente no quería que se acabase, se lo estaba pasando demasiado bien. Pero era tarde y ya lo había obligado bastante llevándola a comer al italiano. Así que, con una pequeña mueca de tristeza infantil le soltó el brazo, del que había caminado agarrada, para después darle una sonrisa resignada.- Me lo he pasado genial, deberíamos repetir, pero esta vez no hace alta que sea el resultado de haber perdido una apuesta. -le advirtió, bromeando.- ¡Ahora que sé que eres tan divertido no te voy a dejar escapar! Es más, este fin de semana hay un mercadillo al que quiero ir, pero está lejos de la ciudad y no tengo coche, ¡deberíamos ir juntos! Entonces te invitaré yo a comer. -era un buen plan, o al menos eso pensaba ella.

No sabía todavía que aquella noche habían iniciado con lo que sería casi una rutina.

Sam D. | Oficina | con Paul S.

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Salir con Samantha se había convertido casi en su día a día. Estaba claro que las miradas que se estaba ganando en la oficina tan solo eran producto de la dinámica que estaba llevando con la chica, pero había dejado de preocuparse por las historias que la gente estaba creando para poder llenar los vacíos que no podían comprender. Estar con ella resultaba lo más sencillo que había hecho en mucho tiempo, porque sabía que no importaba que tan idiota pudiera ponerse, Sam era la primera en hacer algo que lo sacaba aún más del estadio y eso solo hacía que no pudiera dejar de reírse siempre que se encontraba con ella.

Todo había empezado desde la cena en el italiano, que se había convertido en una salida a un mercadillo cerca al centro de la ciudad. Y desde entonces las salidas se habían convertido en algo rutinario, como si el hecho de salir cada par de días fuera bueno para el bolsillo… Incluso cuando no lo era, parecía que estaban disfrutando de comprar un par de cervezas y sentarse a ver la televisión en la casa de alguno de ellos, porque burlarse de la gente en los reality shows podía llegar a ser bastante más entretenido de lo que Paul podría haberse imaginado.

Aquel viernes era día de paga, y sabía que todos en el trabajo estaban planeando ir al karaoke en el que Sam y él habían empezado a hablar por primera vez. Sin embargo, no tenía muchas ganas de ir a hacer vida social con el resto del mundo así que se había acercado al escritorio de Sam para informarle que tenía planes diferentes y que no se comprometiera con nadie.

Allí se dirigían, después de una tarde de trabajos y una ducha larga en sus respectivas casas. Paul había optado por tomar un taxi, porque estaba dispuesto a tomar más de una cerveza y no quería acabar estampado contra un árbol. Estaba esperando a la chica en su portal, jugando al candy crush en su teléfono hasta que escuchó que daban un toque en la ventana. Le pidió al hombre del taxi que quitara el seguro, y se hizo a un lado para dejar que la chica se sentara a su lado. —Vamos a ir a un bar en el centro, lejos de donde la gente del trabajo pueda encontrarnos, si te parece bien.— No sabía porqué había desarrollado esa incomodidad a verse en la obligación de compartir su espacio con otras personas, pero la verdad era que tan solo se sentía cómodo con ellos cuando se encontraba bastante bebido, y prefería no tener que estarlo para iniciar bien la noche.

Con Sam D. | Bar | Paul S.

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Sam era la clase de persona de la que se diría que se apuntaba hasta a un bombardeo y cuanta más gente estuviera apuntada mejor. Sin embargo, desde que había empezado a quedar con Paul su dinámica había cambiado, sabía que él no se sentía demasiado cómodo rodeado de muchas personas, no al menos hasta que no llevaba un par de copas en el cuerpo, pero con ella era distinto. Cuando estaban juntos Paul era siempre divertido, llevase una, dos, cinco o ninguna copa encima y eso a Sam le gustaba, aunque no supiera exactamente por qué.

Que la noche del karaoke Paul se le acercase para anunciar otros planes no fue exactamente una sorpresa, quizás sí que lo fue que ella aceptase esos planes en vez del karaoke. Algunas de sus compañeras se la observaron confusas cuando les dijo que aquella noche no iría, un par se lamentaron y otro par la miraron con unas sonrisillas de crías de instituto que no acabó de entender pero por lo que tampoco se esforzó demasiado.

Él llegó a la hora acordada, siempre llegaba a la hora acordada y ella solía ir tarde siempre.- Uy, eso casi suena como si estuvieras pensando en secuestrarme. -bromeó mientras se acomodaba bien en el asiento junto a él. El taxista ya debía saber la dirección pues en cuanto entró al coche él arrancó.- ¿Estás pensando en montar tu propio periódico y quieres obligarme a ser tu recepcionista? -ser recepcionista no era su vocación precisamente, solo era un trabajo para sobrevivir, pero extrañamente estaba siendo el trabajo que más le duraba y seguramente Paul tenía mucho que ver.

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Una parte de él tenía perfectamente claro que Sam saldría con alguna de sus ocurrencias, y al escuchar el tema del secuestro no tuvo más remedio que reírse mientras negaba con la cabeza, porque ambos tenían perfectamente en claro que alguien como Paul sería incapaz de comportarse de esa forma. —No te secuestraría, en todo caso, porque tú has venido de manera voluntaria hacia mí. — Se encogió de hombros, como si fuera la explicación más lógica ante la afirmación que la chica había hecho. Estaba claro que Paul sería la persona más incapaz de secuestrar a nadie en la faz de la tierra, primero porque su presencia no era precisamente la más imponente e intimidante como para hacer el papel del policía malvado mientras intentaba que alguien cediera a sus delirios. —Así que, teniendo en cuenta que te has ofrecido voluntaria a mi experimento, nada de lo que ocurra será mi responsabilidad. — No era como si en realidad fuera a poner en marcha un experimento, pero podía añadir sus propias locuras a la conversación, era lo que siempre hacía cuando se trataba de Sam.

El conductor ya sabía a dónde se dirigían, por lo que no tuvo que dar muchas más explicaciones mientras miraba su teléfono para comprobar las reservaciones en el bar que recién se había inaugurado en el centro de la ciudad. Seguramente aquello saldría un poco más costoso de lo normal, pero se había puesto en la tarea de invitar a la morena a algo especial sin tener que preocuparse por el dinero.

—¿Crees que podríamos hacer algo así? Montar la competencia, ya sabes… Con toda la información que tenemos, podemos robarnos la lista de contactos y empezar a producir. — No era precisamente lo más lógico del mundo, pero con ellos la lógica no aplicaba siempre bajo los parámetros usualmente conocidos. La verdad era que Paul y Sam no hacían más que divagar, sin darse cuenta de lo locas que podían sonar sus ideas en ciertas ocasiones concretas.

No tardaron demasiado en estacionarse delante de la puerta del nuevo bar temático del que todo el mundo había estado hablando, y de manera graciosa se adelantaron en la fila para poder pedir que abrieran el paso a los que habían sido inteligentes y habían hecho reservaciones. Les dirigieron a su mesa, entregando una carta con diferentes bebidas y sus explicaciones cortas para que pudieran escoger con qué empezar la noche. —Así que… ¿Pedimos nuestras bebidas de chicas? — Preguntó, porque su preferencia siempre eran los licores dulces y todo el mundo le miraba raro cuando se pedía un coctel por el estilo.

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El viaje en coche fue rápido o, por lo menos, para Sam pasó rápido cosa que no era rara hablando con Paul. Siempre era divertido, casi tan divertido como colarse en los sitios o librarse de tener que hacer colas. Había aprendido pronto que formaban un gran equipo, ¿dónde había estado Paul toda su vida? ¡La de cosas que habrían hecho!

El bar resultó ser uno de esos bares temáticos tan de moda últimamente. No hacía mucho habían hablado sobre ellos y Sam dijo que nunca había estado en uno, no que ella recordara al menos, por lo que era un detalle que Paul la hubiese llevado hasta allí. No habría sido capaz de asegurar el tema en el que se basaba aquel bar, ¿tal vez algo de steampunk mezclado con París? La verdad es que fuera lo que fuera no importaba, era precioso y elegante y la música, aunque no era de la que se podía bailar, era agradable.- No reparas en gastos esta noche, eh. -bromeó mientras se sentaban a la mesa.

Antes de cualquier otra cosa lo primero era lo primero y tal y como indicó Paul no podía ser otra cosa si no las bebidas. Sam le sonrió cómplice ante su pregunta.- ¡Por supuesto! El Paul de siempre me encanta, pero el Paul con una copa de más es un fuera de serie. -y cuando ambos estaban con una copa de más nadie sabía lo que podía pasar.- Vamos a ver qué tenemos por aquí. -repasó la carta de bebidas de arriba abajo dándose cuenta de que la mayoría eran cócteles de invención propia del establecimiento así que no estaba muy segura de cómo debían saber. Aunque lo importante de una copa para Sam no era tanto el sabor si no cuánto te pudiera emborrachar.- ¿Es cosa mía o tienen algún tipo de obsesión con la absenta? Casi todo lo lleva, aunque nunca la he probado. -solo miró la carta unos instantes más antes de alzar la mano para llamar la atención de uno de los camareros uniformado con un traje que casi parecía imposible.

- Tráenos cualquier cosa que tenga gusto afrutado y también unos chupitos de estos que llamáis lágrimas de hada verde. -ya que estaban allí podían pedir unas cuantas cosas y probar con cual se quedaban o si, al final, no se quedaban con nada y acababan en el bar de siempre tomando las cosas de siempre para quitarse el mal sabor de boca.

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Estaba sonriendo como llevaba un tiempo sin hacerlo. Los días en el trabajo cada vez se hacían más eternos, y eso implicaba que tan solo buscaba a Sam para poder hacer de su labor algo un poco más sencillo. A pesar de todo, no podía negar que se encontraba algo saturado de la gente con la que vivía en base diaria, y eso implicaba salidas como aquella: para olvidarse de que tenían compañeros de trabajo y no gastar un solo centavo en ellos, no cuando podían hacer algo diferente, estando completamente solos y alejados de las miradas que no dejaban de involucrarnos. Nadie había visto a Paul salir de su cascarón como lo estaba haciendo con la morena, e incluso él debía admitir que lo estaba disfrutando.

Intentó no poner los ojos en blanco, porque ella no era la primera persona en decirle que se le iba la cabeza cuando tenían una que otra copa de por medio. —Y yo que pensaba que querías pedir nuestras bebidas de chicas para recordar el bonito momento en el que decidimos hablar. — Se estaba burlando de sí mismo, porque era lo más fácil. Había aprendido a relajarse con Sam, porque sabía que sus comentarios no eran precisamente malintencionados, sencillamente iban cargados de honestidad. Tomó su propia carta, para poder ir comparando sus deseos con los de su acompañante, y al final la conclusión fue la misma: —Toda la referencia que tengo de la absenta viene de Cómo conocí a vuestra madre, y si las referencias de la serie son honestas… Bueno, vamos a perder la cabeza. — Lo acabaría haciendo, en especial teniendo en cuenta la velocidad a la que el alcohol se le subía a la cabeza, pero no quería acelerarlo demasiado.

Dejó que la chica pidiera, y en cuanto el camarero dejó sus bebidas y sus chupitos, Paul se acercó para tomar el vaso más pequeño y entregarle uno a la mujer para luego levantar el suyo propio. —Vamos a empezar la noche como es debido. — No tenía idea de lo que estaba bebiendo, solo sabía que el nombre tenía cierta gracia. Chocó su chupito con el de la chica, y lo llevó rápidamente a sus labios para poder desocupar su contenido en su boca. Lo saboreó un poco, y luego tragó. —No arde, ¿por qué no arde? — Preguntó, para luego mirar al camarero, un tanto confundido, y luego volvió su mirada a la chica. —¿Qué es esto? — Añadió, mientras olía el vaso como si aquello fuese a darle un indicativo de lo que acababa de pedir. Estaba ignorando por completo que podía simplemente dirigirse a la carta para mirarlo.

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Ante el comentario de Paul, Sam chasqueó la lengua.- Es hora de crear más momentos bonitos. -la noche en que se habían conocido había sido divertida, pero después habían tenido muchas más y de lo más variopintas, a Sam le gustaba probar cosas nuevas continuamente, por lo que el hecho de emborracharse con esas bebidas raras y ver qué sucedía se le antojaba cuanto menos divertido.

- La verdad es que no he visto nunca esa serie, ¿te lo puedes creer? -rebeló mientras el camarero ponía una a una las copas pedidas sobre la mesa.- Soy más de Friends, la de tardes de domingo que habré pasado viendo maratón de capítulos y comiendo helado directamente del embase. Un día tenemos que probarlo juntos, tu comes de mi helado y yo veo tu serie. -no era un mal plan para un domingo que le apeteciera un plan tranquilo pero con buena compañía.

Imitó a Paul tragándose el chupito de una sola vez. Ciertamente tampoco ardía, tenía un sabor algo amargo combinado con lo que parecía algo afrutado. ¿Qué diablos acababan de beber?- Aunque nunca he probado la absenta tenía entendido que era algo más fuerte que el vodka. -recordó, confusa observando también el vaso. El camarero entonces, que todavía no se había marchado, sonrió y procedió a dar su explicación.

- La cantidad de absenta es mínima, lo hacemos servir para darle el tono verde a la bebida, pero camuflamos su amargura con otros ingredientes, de esa manera sus grados no son tan potentes.

Parecía todo un entendido dando su explicación, pero lo único que Sam sacó de ello es que si alguien quería emborracharse con eso ya podía estar pidiendo una buena cantidad de esos chupitos o, lo que era lo mismo, dejándose un riñón y parte del otro en la cuenta.- ¿Sabes qué? Pasamos de esto, mejor pedimos nuestras bebidas de chicas de siempre. -y dicho y hecho. El camarero pareció encogerse de hombros, tomó nota del nuevo pedido y se marchó.

El ambiente del lugar iba animándose cada vez más, haciendo sonreír a Sam, sus nuevas bebidas llegaron pronto a la mesa y ella no esperó mucho tampoco para darle el primer sorbo.- ¿Sabes, Paul? -empezó, con una sonrisa algo burlona.- Estos días he estado pensando en algo, nos lo pasamos muy bien juntos. -empezó a dar vueltas a su bebida con la pequeña sombrilla que la decoraba, mirando fijamente a su acompañante.- Por eso he estado pensando, ¿por qué no pasarnoslo todavía mejor? ¡Acostémonos! Creo que nos iría muy bien como compañeros de cama, ¿no creer? -lo dijo con naturalidad, pero también más alto de lo debido, provocando que la pareja de la mesa de al lado se girara a mirarlos.

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Le gustaba la idea de crear más recuerdos, y se daba cuenta de que poco a poco su agenda estaba llena de planes que estaba haciendo con Sam, y solo con Sam. No le apetecía incluir a nadie más en aquello, porque se sentía terriblemente cómodo al lado de la morena, y eso era algo que no podía pasar por alto. Por eso, al escuchar su idea de comer helado y sentarse a ver series, no pudo hacer más que sonreír como un niño emocionado: no importaba si era afuera, o dentro de casa, él siempre se lo pasaba bien al lado de la chica.

—Ese plan suena casi mejor que emborracharse. — Dijo, con una voz ligeramente más apagada, que estaba fingiendo porque no encontraba problema en salir a tomarse un par de tragos con Samantha. De hecho, se sentía todavía más tranquilo de esa manera, y sabía que la morena se aprovechaba de su vulnerabilidad para reírse un poco más a su costa. Extrañamente, eso no le molestaba.

Agradeció que el bartender decidiera darle una explicación a Samantha, y todo tuvo sentido al escucharlo. En realidad, él no se sentía volando como lo había visto en la serie, suponía que se había convertido en alguien más tolerante al alcohol teniendo en cuenta todo lo que estaba saliendo de su casa últimamente. Culpaba a Sam por eso, pero ninguno de los dos afirmaba ser la mejor influencia del mundo, así que tampoco podía señalarla demasiado.

—¡Las bebidas de chicas son lo mejor! — Dijo, emocionado mientras sonreía en dirección al hombre detrás de la barra que había recibido su pedido. No entendía porque otros hombres no se sentían en capacidad de pedir uno de esos buenos cocteles con frutas, pero él parecía haber perdido toda vergüenza.

Las bebidas empezaron a llegar, y Paul le dio un sorbo largo a la suya antes de girarse a mirar a la chica. Estaba a punto de comentar algo acerca del trabajo cuando escuchó la propuesta de Sam, y su primer instinto fue reírse a carcajadas. Cualquiera en su posición estaría aceptando con prontitud la propuesta de la mujer, porque ¿cuántas veces al día te invita una chica a acostarte con ella sin pensarlo dos veces?

—¿Pero no arruinaría eso nuestra agradable amistad? — Preguntó, burlándose de la típica frase de las películas. Paul no pudo tomárselo en serio por los primeros segundos. Pero, al ver la mirada de la chica, y la expresión de la pareja a su lado, se dio cuenta de que parecía ser en serio.

En realidad, no le importaba intercambiar un par de cosas por acostarse con ella, por más que ese no hubiera sido su propósito inicial. —Así que, quieres acostarte conmigo. ¿Tan irresistible soy? — Preguntó, intentando reírse, en un intento de ocultar el nerviosismo que parecía estarse subiendo a su cabeza.

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Sam se encogió de hombros ante las preguntas de Paul, justo antes de darle un nuevo sorbo a su bebida. Si tenía que ser totalmente sincera no estaba segura de la respuesta que debería darle pues nunca había tenido un amigo como Paul. Había tenido amigos, sí, y amigos con los que se acostaba a veces, también. Pero con ninguno de ellos había desarrollado una amistad como la que tenía con Paul. Si fuera otra persona estaría segura de que no sería buena idea hacerlo, ¿pero con Paul? ¿Por qué no? Parecían complementarse y entenderse en todo, seguro que aquello no sería tampoco una excepción.

- Algo así. -respondió al final con una sonrisa divertida.- ¿Es que yo no te parezco atractiva? -la confianza en sí misma que tenía de base le decía que sí, efectivamente la encontraba guapa, así que no había ningún problema en ese sentido.- Piénsalo bien, sería un gran trato, nos seguiríamos viendo tan a menudo como ahora y tampoco desperdiciariamos tiempo en citas que después resultan un desastre. Podríamos salir un rato, hacer algo divertido y después ir a casa de uno de los dos y... –le lanzó una mirada sugerente esperando que él mismo adivinara el final de la frase.-...seguir divirtiéndonos.

Hacía bastante desde su ultima cita, como casi todos los ratos libres que tenía los pasaba con él había dejado de lado el mundo de las citas, tampoco era algo que le hubiera gustado nunca demasiado. Las relaciones no le gustaban y aunque la mayoría de los hombres con los que salía estaban al tanto y aceptaban que no buscaba nada serio siempre acababa siendo un desastre por un motivo u otro.

- ¿Por qué no lo intentamos esta noche? -hablaba entusiasmada, probablemente algo achispada también a causa de las bebidas que estaba consumiendo con el estómago casi vacío.- Si va mal nos olvidamos del tema y ya está. -tal vez lo olvidarían incluso si no iba mal, si acababan tan borrachos como otras veces pero, por suerte, al día siguiente no tenían que ir a trabajar, benditos fueran los domingos.

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La verdad era que no estaba esperando aquella proposición. En verdad Paul tendría que preguntarse si en algún momento Sam dejaría de sorprenderle, pero hasta el momento, todo apuntaba a que la respuesta a esa pregunta sería negativa. Tampoco le importaba la sugerencia, porque ¿cuántas veces una chica tan guapa como Sam se acerca a preguntarte si quieres acostarte con ella? Parecía el trato perfecto, y no había manera de negar aquello. Lo pasaba bien con ella, y podían saltarse la etapa incómoda de las citas en las que tienes que fingir que no estás pensando en cómo se vería la otra persona desnuda en tu cama.

—Me resultas atractiva, claro que me resultas atractiva.— Comentó, mientras se llevaba la bebida rosa a los labios y dejaba que el alcohol hiciera su efecto antes de añadir: —Y sí, parece que es el trato perfecto. En especial porque no tendría que fingir que sé cómo coquetear contigo.— No decía que no lo hubiese hecho jamás, pero lo había hecho con esa ayuda extra de la valentía líquida que estaba bebiendo en ese momento.

Aquello no era algo que tuviera que meditar en realidad, por más que diera la impresión de que lo estaba haciendo. La primera vez que había visto a Sam no había podido dejar de mirarla, y aquello había hecho del viaje en ascensor algo terriblemente incómodo, en especial teniendo en cuenta que no podía quitarle los ojos de encima pero tampoco podía encontrar las palabras para decir "buenos días". Sin embargo, su relación con la morena había cambiado de manera drástica, y en ese instante podía olvidarse de la torpeza y pasar a la preposición.

—¿Quieres ir a mi casa? Podemos comprar una botella de tequila en el camino, y entonces veremos si tiene sentido seguir adelante.— Con el alcohol todo iba a tener sentido de repente, pero más que nada, la idea de acostarse con Sam se había sembrado en su cabeza y no quería fingir por un solo segundo que quería pasar una hora más en aquel bar teniendo aquella imagen en su mente.

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Sam sonrió, satisfecha, ante la respuesta afirmativa de Paul. Estaba segura de que él enseguida se daría cuenta de que lo que proponía podía ser una gran idea y, como siempre, no la decepcionó. Un un momento se terminó su bebida y otro de los pequeños vasos que el camarero había traído de esos chupitos verdes, tras una mueca de desagrado ante el sabor fuerte y raro elevó la mano para pedir la cuenta.

- ¿Ya se marchan? Espero que todo haya sido de su agrado. -el camarero que se acercó a dejarles la cuenta era otro, un finolis que incluso hizo una especie de minireverencia. Sam rió sin poder evitarlo al verlo, risa que se extendió incluso al ponerse en pie y agarrar su bolso colgado del respaldo.

- Oui, oui. -balbuceó en un mal y burlón francés.- Esto ha estado bastante bien, pero lo que nos espera en casa creo que estará todavía mejor. -el camarero la miró sin entender sosteniendo ya el dinero pero acabó por darle una sonrisa educada mientras Sam tomaba de la mano a Paul y lo guiaba hacia la salida.- Venga, ya que tú pones la casa yo pago la botella de tequila. -no procuró bajar la voz, la naturalidad que la caracterizaba brillaba en todo momento. No obstante, todos los clientes parecían demasiado metidos en sus propias conversaciones como para atender a la suya.

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No podía decir que el viaje hasta aquel lugar hubiera sido completamente desperdiciado. A fin de cuentas, de tan solo un par de cócteles había salido la propuesta más prometedora que Paul había escuchado en su vida. Sin embargo, al ver al camarero intentar hacer que se quedaran por un poco más, no pudo evitar negar con la cabeza de manera vehemente.

Sam respondió por él, con tanta elegancia como era usual, y Paul simplemente se rió mientras salía del bar para parar el primer taxi que se cruzara vacío por delante de ellos. En el camino, le pidió al hombre que parara en una de esas licorerías que quedaban cerca de su piso, y luego terminaron el trayecto hasta su casa.

No podía decir que no se encontrara nervioso, pero el alcohol, que actuaba como valentía líquida, estaba haciendo su efecto en él. Por eso, cuando cerró la puerta tras de sí y tomó el abrigo de su acompañante, no dudo un solo segundo antes de caminar hacia su cocina para sacar de una de las repisas un par de vasos para chupito.

—Hay limones por ahí. ¿Quieres cortar un par?— Preguntó, mientras señalaba la dirección de los limones y dejaba un cuchillo sobre la encimera antes de ir a buscar la sal, para ponerla en un plato no demasiado profundo, pero no tan llano como para que todo se derramara al primer intento.

Una vez todo se encontró en su sitio, Paul llevó todo a la mesa de su salón, y se dejó caer sobre el sofá antes de inclinarse a destapar la botella de tequila que habían comprado. Removió el sello, y con cuidado vertió el líquido sobre los pequeños vasos. Levantó su chupito tras entregarle uno a Sam, y sonrió: —Por una noche memorable.— Que esperaba no fuera la experiencia más incómoda de su vida.

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El apartamento de Paul era limpio y ordenado, tenía muy poco que ver con el suyo propio. En su apartamento había piezas de ropa por todas partes, los zapatos estaban en medio siempre y el sofá ocupado por su perro. El apartamento de Paul hablaba de él, mientras que el de Sam lo hacía de su propia dueña, eran dos personas totalmente dispares y eso solo hacía que Paul le gustase todavía más.

— Por una noche memorable. — repitió ante el brindis propuesto con una sonrisa brillante mostrando los dientes. Se había quitado el abrigo en la entrada y sus zapatos corrieron la misma suerte en cuanto se sentó en el sillón. Le gustaba ir descalza. Lamió algo de sal puesta previamente en su mano, se bebió el líquido del vaso de un sorbo y después chupó la rodaja de limón. Arrugó ligeramente los labios ante la acidez del limón en contraste con el sabor del tequila, pero recuperó rápidamente la sonrisa.

— Vamos a hacerlo más divertido. — propuso de repente. — Te reto a que lamas la sal de mi mejilla... — explicó mientras se lamia los dedos y tocaba con ellos su mejilla. Pretendía que fuera algo sexi pero la risilla aguda que se le escapó en el proceso probablemente lo estropeó. — Que te bebas tu chupito y después muerdas el limón que yo sostendré así. — y justo al acabar cogió una de las rodajas de limón y se la llevó a los labios donde la sostuvo mientras miraba a Paul de manera retadora.

Recordó que aquello se parecía ligeramente a la noche en el karaoke donde se habían conocido “de verdad”. Su amistad había empezado con un reto, ¿lo haría también su relación como amigos con derecho? No era mala idea, pensó Sam. Sonaba hasta divertido.

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El primer chupito entró en su sistema y, a pesar de estar acostumbrado al sabor fuerte del tequila, no pudo evitar hacer una pequeña mueca. Estaba intentando calmar sus propios nervios, porque aunque se sentía muy cómodo en compañía de Sam, la situación era completamente diferente a todo lo que habían hecho antes. No podía decir que no pensara que iban a conectar también en ese sentido, pero ¿qué pasaba si no? ¿Serían lo suficientemente maduros como para pasar aquella experiencia por alto?

Estaba a punto de servirse otro chupito para no pensar en sus cuestionamientos para cuando la sugerencia llegó. Sam dejaba, como siempre, muy claro que no tenía intenciones de darle demasiadas vueltas a la decisión que ya habían tomado. Paul se daba cuenta del motivo por el cual estaba ahí... Ella le retaba, le cambiaba los esquemas, y sin darse cuenta él buscaba salir de su zona de confort para estar a la par con ella.

—Soy demasiado torpe para esto.— Dijo, riéndose. Quizá eso se añadía a todo lo que ya se encontraba dentro de su dinámica, Sam le conocía lo suficiente como para saber que no le respondería algo excitante. Sin embargo, se acercó a ella y dejó que su lengua recorriera el costado de su rostro despacio para que la sal inundara sus papilas gustativas. Tal vez se tardó un poco más de lo debido, aventurándose un poco antes de separarse y llevarse el chupito a la boca.

Intentó no detenerse mucho pensando en el sabor, y sin meditarlo dos veces, se acercó a los labios de la chica para tomar el limón. No estaba intentando disimular lo que deseaba al demorarse un par de segundos más con sus labios presionados junto a los de ella. Pero eventualmente se alejó, para terminar de exprimir el sabor del limón en su boca antes de dejarlo a un lado.

—Ahora te toca a ti...— Dijo, pero cambió estratégicamente el lugar en el que posó la sal, desabrochando dos de los botones de su camisa para que esta se quedara en la línea de su cuello.

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The  Easter egg

Nerviosa contempló la puerta del departamento de Paul. Era de un color verde vómito del que se había reído la primera vez que la había visto y lo había seguido haciendo todas las veces que había ido. Era estúpido pero ver aquella puerta siempre la hacía sonreír, aunque no aquella noche.

Llevaba tres días sin ir al trabajo ni responder a los mensajes de Paul. Pero desde que había visto las dos rayas marcando un positivo en el test de embarazo no había sabido cómo enfrentarse al mundo ni, mucho meno, a Paul. Lo suyo con Paul era divertido, eran amigos que disfrutaban de pasar tiempo con el otro y, además, eran geniales en la cama. Era la no-relación perfecta. ¿Pero un bebé? Aquello no entraba en sus planes, ni de lejos entraba en sus planes. Lo suyo con Paul no era una de esas relaciones que acabarían en boda y niños, Sam nunca había querido algo así y, sin embargo…

— Bonita, ¿se te ha olvidado cómo se usa un timbre? —la voz desgastada de la anciana vecina de Paul la sobresaltó. Sam giró para encontrársela a sus espaldas cargado con su carrito de la compra.

— Oh, um, hola señora Gardner. —por acto reflejo se aseguró de tener el abrigo bien abrochado tapando su estómago, era absurdo porque sabía que no se notaba todavía pero no pudo evitarlo.— No es solo que estaba… pensando. Creo que Paul no está así que mejor vengo en otro momento. —rauda intentó escaquearse, pero la anciana, ni corta ni perezosa, alargó la mano y icó ella misma al timbre, la puerta se abrió casi al instante.— Mierda… —susurró sabiendo que ahora sí que no había vuelta atrás.

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The  Easter egg

Estaba empezando a preocuparse. Aquella misma tarde había decidido que si Sam no se presentaba en el trabajo al día siguiente, iba a pasarse por su departamento para intentar hacer sentido de lo que pasaba. Su jefe decía que estaba enferma, pero, ¿tan enferma como para no poder levantar ni siquiera su teléfono y responder un mensaje?

Se sentía desesperado, pero, tampoco conocía a muchos amigos de la chica como para preguntarle a nadie. Durante varios meses habían sido solo ellos dos, y Paul se daba cuenta del tiempo que pasaba con Samantha solamente por lo mucho que la echaba de menos ahora que no estaba. ¿Por qué había decidido desaparecer de repente?

Lo que no estaba esperando era que el timbre sonara aquella tarde. Pero, en cuanto lo escuchó se levantó del sofá para abrir la puerta solo para encontrarse a su vecina sonriente abriendo su puerta con una mirada casi traviesa.

—Sam.— Dijo, de alguna manera aliviado. La chica se veía un poco pálida, así que suponía que realmente estaba enferma. La invitó a pasar, y se despidió con la mano de su vecina para poder cerrar la puerta. —¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien?— Preguntó, llevando su mano a la frente de la chica para ver si tenía fiebre o algo notable.

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