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Ivanka
Alchemist
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El crimen de Los Juncales Inspired | Otros (Cluedo) | OnexOne
Los Juncales es la finca del marqués de Zahera, está en medio del campo sevillano, en el pueblo de Alcázares, y tiene una producción de trigo y olivos que es la envidia del pueblo cercano. El marqués es un hombre mayor pero que siempre gozó de muy buena reputación en el pueblo, pagando festividades, romerías y demás, aunque todo se ha diluido con el tiempo, y el hecho de que haya dejado todo en manos de su yerno, don José Luis, que apenas pasa por la casa, excepto en época de caza y algún fin de semana que la señorita Mercedes ha querido venir con sus hijos, pero suele hacerlo sola con los chicos.
En la finca solo vive Manuel Casares, el capataz, con su mujer, Josefa Iglesia, Pepita para todos, que es la que se encarga de la limpieza de la casa señorial y de alimentar y proveer durante la jornada laboral al resto de los trabajadores, que viven en el pueblo más cercano. Casares tiene un hombre de confianza dentro de los trabajadores: el jefe de peones, Juan Hernández, y entre los dos manejan el trabajo en la vasta finca y solían estar en contacto directo con el marqués.
Pero hace ya un par de años que la salud del marqués se resiente y ha dejado todo en manos de su yerno, José Luis Martínez de Aranda, marido de su única hija, Mercedes, y este es un hombre de negocios que tiene una visión muy distinta del campo y los trabajadores de la que tenía el marqués, y cada vez que aparece por allí con su administrador, acaba discutiendo con Casares.
Es una tarde de julio, bajo un calor sofocante, cuando, desde el pueblo más cercano, se ve salir una columna de humo de Los Juncales. Todos los que conocen a alguien en la finca, corren preocupados, pero la que más es Asunción Herrero, la mujer de Juan Hernández, embarazada de siete meses. Y cuando llega, se confirman sus peores temores. Pepita, Juan y Ricardo Pallarés, el tractorista de la finca, están muertos, y Casares no aparece por ningún sitio. La guardia civil ya está alertada, así como la familia del marqués de Zahera, que está por llegar. ¿Quién querría haber matado a los trabajadores de Los Juncales? ¿En qué afectará eso a la familia?
Lucía Giráldez
Inspectora brigada/Voz en off
44 años
Bárbara Lennie
Ivanka
Alexia Morales
Inspectora sargento
30 años
Aura Garrido
Freyja
Emrys
En la finca solo vive Manuel Casares, el capataz, con su mujer, Josefa Iglesia, Pepita para todos, que es la que se encarga de la limpieza de la casa señorial y de alimentar y proveer durante la jornada laboral al resto de los trabajadores, que viven en el pueblo más cercano. Casares tiene un hombre de confianza dentro de los trabajadores: el jefe de peones, Juan Hernández, y entre los dos manejan el trabajo en la vasta finca y solían estar en contacto directo con el marqués.
Pero hace ya un par de años que la salud del marqués se resiente y ha dejado todo en manos de su yerno, José Luis Martínez de Aranda, marido de su única hija, Mercedes, y este es un hombre de negocios que tiene una visión muy distinta del campo y los trabajadores de la que tenía el marqués, y cada vez que aparece por allí con su administrador, acaba discutiendo con Casares.
Es una tarde de julio, bajo un calor sofocante, cuando, desde el pueblo más cercano, se ve salir una columna de humo de Los Juncales. Todos los que conocen a alguien en la finca, corren preocupados, pero la que más es Asunción Herrero, la mujer de Juan Hernández, embarazada de siete meses. Y cuando llega, se confirman sus peores temores. Pepita, Juan y Ricardo Pallarés, el tractorista de la finca, están muertos, y Casares no aparece por ningún sitio. La guardia civil ya está alertada, así como la familia del marqués de Zahera, que está por llegar. ¿Quién querría haber matado a los trabajadores de Los Juncales? ¿En qué afectará eso a la familia?
Inspectora brigada/Voz en off
44 años
Bárbara Lennie
Ivanka
Inspectora sargento
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Aura Garrido
Freyja
- Familia:
- ∞José Luis Martínez de Aranda(58) Nació en la riqueza, pero no en el prestigio. Su padre se hizo rico “de pura suerte”, porque tenía terrenos muy jugosos en la Costa del Sol, que para cultivo no valían y les habían hecho más pobres que otra cosa, pero con el boom inmobiliario y el turismo, para los años setenta se habían hecho de oro. Ya enriquecido, su padre se casó con la heredera de una empresa conservera de Galicia, así que en José Luis se aunaron dos negocios muy prósperos pero muy poco reconocidos en las altas esferas.
La gente como su propio suegro les despreciaban y miraban mal, al mismo tiempo que perdían sus propios activos por no entrar en lo que ellos consideraban “negocios bajos”, pero José Luis buscó sus propios méritos. De joven, estuvo en el ejército, consiguiendo una carrera meteórica (y para algunos dudosa) y al licenciarse como comandante a los treinta y siete, buscó casarse con alguna heredera de título y prestigio que no tuviera ni una peseta, y esa fue Mercedes De Zahera, única hija del marqués de Zahera, y tuvo tres hijos con ella: Nicolás, Blanca y Luis. Poco a poco, su suegro tuvo que ir delegando la explotación de sus deficitarias fincas en él y la administración de su patrimonio, y eso es a lo que dedica su vida.
Su hombre de confianza es su administrador, Esteban Cárdenas, va a todas partes con él y es el único que esta enterado por completo de sus negocios. A su mujer no le tiene excesivo cariño, y a sus hijos casi ni les ve, él solo se preocupa por los negocios de su familia política y en hacerse todo lo rico que pueda.∞Mercedes De Zahera Durán(48) Única hija de los marqueses de Zahera. Tenía un hermano mayor que murió en un accidente de moto cuando tenía treinta años y ella veinticuatro. Cuando eso ocurrió, su padre se hundió, pues todos sus negocios estaban depositados en su heredero, y Mercedes no había sido preparada para nada de eso. No era muy conocida por tener muchos novios o pretendientes, así que sus padres empezaron una secreta búsqueda de un marido que pudiera encargarse de sus ya malogrados negocios en nombre de su hija. Fue José Luis quien se acercó a ella en el club de campo y la conquistó, y ella se enamoró de veras de él. Creía que, por tener la boda de una princesa, casas para cada época del año y dinero infinito para decorarlas, su vida iba a ser perfecta.
El problema es que, con los años, su marido se ha vuelto malhumorado y despegado, ocupado solo de los negocios y nada más, y Mercedes es de carácter débil y se supera enseguida por las circunstancias. No quiere saber nada de los negocios, y ahora mismo solo está centrada en cuidar de su padre, que tiene un cáncer de hígado terminal. Intenta ser una madre presente y muy cariñosa con sus tres hijos, ese es todo su objetivo.
El servicio de Los Juncales la seguía tratando como la señora del lugar, y Pepita y Manuel han sido un apoyo para ella, porque son de las pocas personas que les rodean que aún son fieles a los Zahera y no a su marido. Por eso a ella le gusta ir a la finca con los niños siempre que puede para que conozcan y disfruten del campo y sepan que ellos son importantes por pertenecer a los Zahera y no por el dinero.∞Nicolás Martínez de Aranda Y Zahera(20) Primogénito de José Luis y Mercedes. Es un chico espabilado y comprometido con su familia. Siempre ha sido el ojo derecho de sus abuelos y su madre, pero su padre es exigente y duro con él en todos los aspectos de su vida. Siempre se ha esforzado en cambiar eso, siendo muy buen estudiante, cuidando de sus hermanos y su madre, aprendiendo todo lo que hay que saber de negocios en la carrera de ADE y Economía, pero su padre también desprecia eso, porque le considera sentimental de más y asegura que de negocios se aprende en la vida, no en la carrera.
Parece muy correcto y caballeroso, pero puede ser tremendamente observador y analítico, y, aunque nadie lo diría, guarda un gran rencor a su padre y al administrador. Se ha criado muy apegado al servicio, incluido el de los Juncales, Pepita ha sido como una tía mimosa para él, y Manuel le llevaba por el monte y le enseñó a cazar. Conocía a la mayoría de empleados por su nombre e incluso asistió a la boda de Juan Hernández y su mujer como invitado de honor, pues Asunción siempre ha sido su amiga del pueblo. Para él son más su familia que los Martínez de Aranda.∞Esteban Cárdenas(52) Es el administrador de José Luis y los negocios de los Zahera. Él era subordinado de José Luis y su hombre de confianza en el ejército, conocedor de todos los tejemanejes que hizo para llegar a donde llegó, con la promesa de que le auparía con él. Y así fue. Cuando él se licenció como comandante, consiguió que licenciaran a Esteban como sargento y le convirtió en su administrador. Él no tenía estudios, pero era muy inteligente y con ningún escrúpulo, enseguida se metió en el mundo de la administración de fincas y la especulación agropecuaria en Andalucía, y, aunque no había elegido él esa vida, no le molesta hacerse de oro y contar con la todopoderosa protección de José Luis.
Nunca se ha llevado bien con el marqués ni con Nicolás, a quien no ve de heredero de todo aquello y que le pone de los nervios con sus teorías económicas. A Mercedes la desprecia por ser una niña rica y llorica. El hijo pequeño del matrimonio, Luis, tiene once años y cree que, con las influencias adecuadas, puede parecerse más al padre y a él, pero la madre y el hermano no le dejan ni a sol ni a sombra, y ni que fuera problema suyo quién lo hereda todo, se hará suficientemente rico y se irá antes de que eso pase.∞Elisa Durán(72) Marquesa de Zahera y madre de Mercedes. Es una señora marquesa a la antigua usanza, pues viene de una familia importante y, de hecho, Los Juncales le pertenecía a ella como parte de su ajuar de novia cuando se casó con el marqués. La madre de Pepita fue su tata, y cuando creció, dejó la finca en manos de Pepita y de su marido, y consiguió que el marqués les pagara la carrera y encontrara trabajo a las hijas de ambos. El marqués y ella pasaban mucho tiempo en la finca y en el pueblo, y Elisa trabajó muy cuidadosamente para que se convirtieran en celebridades locales con buena fama, de modo que todo el mundo quería trabajar en Los Juncales y les tenían en buena consideración, incluso si tenían que bajar los salarios o había problemas.
Cuando su marido, después de barajar varios pretendientes, aseguró que José Luis era la única esperanza de su negocio, ella no estuvo de acuerdo, y nunca vio claro entregarle su hija a semejante botarate, pero sabía que su marido no iba a pasar por educar a Mercedes como se debía, así que se dedicó a poner cada problema posible a su yerno y a envenenar al marqués contra él siempre que le era posible. También lo hace con sus nietos, especialmente con Nicolás, que es su favorito y al que directamente llama “mi pequeño marqués”. No obstante, tiene la guerra un poco parada, porque su marido está muy enfermo y ella, después de todo, le quiere muchísimo y está sufriendo por él y quiere estar a su lado, pero el desenlace está cerca, y ella no va a permitir que su yerno se convierta en marqués de Zahera.TRABAJADORES DEL CORTIJO∞Manuel Casares(60) Nacido en el propio pueblo de Alcázares, siempre fue un hombre de campo, que tenía un talento innato para la caza y se conocía el campo y el monte como nadie. Se hizo novio de Pepita siendo bien joven, y él siempre la consideró como el regalo de su vida, lo mejor que había conseguido, y la adoraba. Gracias a Pepita y lo cercana que era con la señora marquesa, consiguió trabajo en la finca, y poco a poco se ganó la confianza del marqués que acabó por hacerlo capataz. Sus hijas son su orgullo, porque estudiaron carreras y consiguieron irse del pueblo con buenos trabajos.
Casares es un hombre metódico y muy trabajador. Se consideraba a sí mismo un poco paleto y sin cultura, pero tenía una mente para las cuentas muy buena, y conocía los ciclos del campo, las plagas y lo que era mejor para cada tierra mejor que nadie, basado en las eternas horas que ha pasado vagando solo el campo. Para paliar esas horas de soledad, el señorito Nicolás le regaló una perrita, Tundra, que le acompaña a todas partes, excepto cuando está en la casa, que vive pegada a Pepita.
Todo el mundo sabe que el capataz es un hombre justo pero severo. Siempre actúa como es debido con los trabajadores, da días de descanso, escucha, ayuda… Pero como se le intente engañar, a la más mínima está fuera.∞Pepita Iglesia(57) Nació en la propia finca, porque su madre era la niñera de los hijos de los Durán y su padre su conductor. Se crio entre los muros del cortijo y tuvo una infancia tierna y feliz, nunca sintió que le faltara de nada. En la escuela conoció a Manuel Casares, que la hacía sentir como una reina y se casó muy joven con él. En cuanto la señorita Elisa se convirtió en la señora marquesa, la quiso bien cerca de la finca, y les pidió a Manuel y ella que se quedaran con la casa del capataz, y vivieran en Los Juncales cuidando de todo. Era una vida que ella adoraba, y aunque quiere a la marquesa, a la señora Mercedes y a los niños como si fueran familia, siempre ha sabido mantener una distancia respetuosa, sin olvidar que todo aquello no es suyo ni mucho menos.
Pepita siempre se ha encargado de todo el aspecto de intendencia de la casa, desde limpiar la casa grande, cuidar el jardín, mantener la piscina hasta organizar la comida de todos los días de los jornaleros, que corre siempre a costa del cortijo, como el señor marqués estableció. Siempre está pendiente de todo lo que los jornaleros puedan necesitar y le gusta su vida. Cuando la señora Mercedes está allí, mima a los niños, peina a la señorita Blanca, y se sienta a bordar con las señoras mientras les cuenta todos los cotilleos del pueblo. Es trabajadora y esencialmente buena, y no suele meterse en las cuestiones económicas del cortijo más allá de la administración de los fondos para proveer a la casa o los trabajadores. Echa mucho de menos a sus hijas, y le hubiera gustado que alguna se hubiera quedado, pero la señora marquesa fue muy amable pagándoles las carreras, y Manuel está muy orgulloso de ellas así.∞Juan Hernández(33) Fue siempre el más popular del pueblo, el terror de los profesores y las nenas del pueblo, pero tenía algo que atraía a todo el mundo, labia que se dice. Tenía muchas ambiciones de más joven, intentó entrar a la guardia civil, pero era muy mal estudiante, así que al final, su madre viuda le pidió que se pusiera a trabajar porque no podían mantenerse más.
Cuando pidió trabajo en Los Juncales, conquistó, como conquistaba a todo el mundo, a Casares, y consiguió hacerse notar entre el resto de los jornaleros hasta convertirse en su hombre de confianza. En la finca, se hizo más cercano a Asunción Herrero, con la que se llevaba muy mal de jóvenes, porque ella era la niña estudiosa y él el canalla, pero ella subía mucho a Los Juncales a estar con el señorito Nicolás y a cuidar de los pequeños, y la convirtió en su objetivo. Le costó unos meses, pero acabaron de novios, aunque tardaron en casarse, porque ella era más joven y porque estaba preparando la oposición de maestra.
Finalmente, llevan casados diez meses y ella está esperando su primer hijo, situación que hizo replantearse a Juan su posición dentro de la finca, queriendo más reconocimiento, dinero y perspectivas de ascenso, que clama como igualdad de oportunidades que los que vinieron antes que él, y eso está generando alguna charlita paternalista de parte de Casares.∞Asunción Herrero(27) Siempre fue la chica lista del pueblo, y logró una beca para estudiar en Sevilla, y nada más volvió, se puso a estudiar la oposición para ser maestra en su pueblo y hacer algo contra el masivo abandono de los estudios que veía en los jóvenes.
Cuando ella tenía dieciséis años conoció al señorito Nicolás, un día que subió a Los Juncales para ayudar con el inglés a una de las hijas de Manuel y Pepita, y aquel niños tierno y avispado reclamó su atención desde el principio, diciendo que a veces allí se sentía un poco solo, y que quería hablar de libros, oír historias y practicar inglés. Así se forjó una amistad con él que, si bien apreciaba, no terminó de resistir al tiempo, y sobre todo, a su estatus de novia y luego esposa de Juan, que la fue alejando más y más de su entorno.
Ella consideraba a Juan un payaso insoportable, pero, con el tiempo, aprendió a conquistarla, era un novio dulce y entregado, y al final, los solitarios inviernos en Alcázares les acercaron. Al principio, él parecía encantado con su meta de ser maestra en el pueblo, pero lleva un tiempo, sobre todo desde que está embarazada, un poco revirado con el tema de los sueldos y el estatus, cosa que a Asunción no le puede importar. A veces se pregunta qué habría sido de ella si no se hubiera obsesionado con quedarse en el pueblo, pero para esos ratitos ya tiene sus charlas con Nicolás.∞Ricardo Pallarés(39) Tractorista extremeño que se trasladó a Andalucía porque había más trabajo y que, después de dar varios tumbos por varios pueblso y fincas, acabó en Los Juncales, y ahí lleva tres años. Es un hombre sencillo pero afable, no tiene muchos hobbies o grandes amigos, tampoco familia conocida ni interés en ninguna moza. Él simplemente conduce su tractor, va a echar la partida al bar y cumple con todo el mundo.
- Post de rol:
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- Registro criminal:
- Llamada de Anselmo a emergencias:
- Llamada entrante al servicio de emergencias de Sevilla a las 15:12 del día 23 de julio
— Emergencias, ¿en qué puedo ayudarle?
— ¡HAY FUEGO Y SANGRE EN LOS JUNCALES!
— ¿Dónde me dice, señor?
— EN LOS JUNCALES, EN ALCÁZARES.
— Hay un incendio, dice… Los Juncales ¿es una finca?
— Sí, la más grande de Alcázares… Y le han matado… Está muerto…
— ¿Quién está muerto, señor? Estoy mandando dotaciones de bomberos y una ambulancia. ¿Cuántos heridos ve?
— El extremeño… El… El tractorista…
— ¿Puede acercarse y comprobar que tiene pulso?
— Tiene un tiro en la frente.
— Pero puede ser que aún respire, yo estoy con usted, acérquese y compruebe su pulso.
(Ruidos y silencio en la línea)
— No, no, no respira.
— De acuerdo, no se preocupe, que enseguida están allí los…
— OH, POR DIOS. HAY SANGRE EN LA CASA DE CASARES…. No puede ser.
— ¿Ve sangre en otra parte, señor?
— Muchísima… Muchísima… (se oyen pasos y de repente unos sollozos) ¡NO, POR DIOS! ¡AY, PEPITA! No puede ser… No puede ser…
— ¿Hay otra persona herida?
— Pepita, la pobre Pepita… Le han destrozado la cara (se oye un ladrido agónico). La perra está encerrada.
— Si hay un perro, manténgalo encerrado para facilitar la labor de los bomberos y personal sanitario. Ahora, dígame ¿Pepita tiene pulso?
— No… No… Le han destrozado la cara y hay muchísima sangre… No se mueve… La pobre, está quieta… No respira.
— Señor, salga de donde esté y manténgase alejado del fuego y del humo. Ese lugar ahora es la escena de un crimen, y cuanto menos esté allí, mejor. Sigo con usted, pero salga de allí. (Se oyen pasos hacia el patio) Dígame, ¿hay alguien más en la finca?
— Sí, sí… Los trabajadores… Estarán viniendo para acá…
— No deje que nadie más entre en la escena. ¿Ve a alguien dentro? ¿Los dueños?
— No… No, pero el coche de Casares está aquí. Y Juan estaba aquí cuando me he ido… Pero no los veo por ninguna parte…
— ¿Es posible que estén por la finca?
— Sin el coche n… Oh, por dios, no puede ser.
— ¿Ocurre algo?
— Hay… Hay otro cadáver… En el fuego… Está calcinado… No… Juanito, no puede ser Juanito…
— No se acerque al fuego, señor, pase lo que pase.
— Tiene que ser Juanito… Veo su petaca desde aquí… Oh, por Dios… ¿Quién ha hecho esto?
- Fotos de Objetos encontrados en el cadáver calcinado:
-Petaca de metal con un grabado que pone "Juan y Asunción, Alcázares, 29 de mayo de 2017" y por el otro lado pone "De tus compañeros de Los Juncales"
-Anillo de boda de oro con inscripción por dentro que pone "J&A 29-05-2017"
-Reloj viceroy con la correa consumida por las llamas
-Dos llaves de tamaño regular. Parece que tenían un llavero de plástico que se ha quedado retorcido y aplastado por el fuego
- Informe inspección ocular de científica del coche de Manuel Casares:
-Suciedad campestre por dentro y por fuera. No hay manchas de sangre ni otros fluidos sospechosos. (adjunta foto)
-El coche estaba abierto pero sin las llaves puestas o en otro lugar del vehículo.
-En el asiento de detrás hay una escopeta semiautomática Winchester no cargada, y una cartuchera cinturón con cinco cartuchos listos para usarse Trust Eibares calibre 20. (adjunta foto)
-En el maletero hay herramientas, objetos para el campo y una correa canina muy larga. No hay sangre ni fluidos sospechosos.
- informe inspección ocular de las víctimas no calcinadas:
-Fotos del cadáver de Ricardo Pallarés, muerto aún dentro del tractor en posición de querer bajar, de un disparo. La bala traspasó la ventana opuesta pero no se encontró.
-Fotos del cadáver de Josefa Iglesia en la habitación de su casa, del reguero de sangre y de el hueco en la puerta que podría haber sido ocasionado por una bala
- lista de trabajadores en los coches:
- Coche de Amador Sánchez:
Anselmo Ruiz
Rodolfo Pérez
Salvador Martín
Fabián González
Coche de Genaro Villa:
Máximo Rodríguez
Ricardo Pallarés
José Peral
Agustín Villa
Coche de Juan Hernández:
Yusuf Abukar
Fernando Flores
Anastasio Llanos
- Declaraciones de los trabajadores:
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
- Golden Shields:
Alice Gallia
Cause' Alice does belong with Marcus
Ante todo, amigos
Ay, los retitos
Un jour viendra tu me dira je t'aime
[/center]
- Juntos, somos el Todo:
- 16 de enero de 2002:
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Ivanka
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La mujer se gira a Tello y señala a la secretaria, que está aún con el calcinado. — Tello, te dejo al cargo de todo esto. Que levanten a Pepita cuanto antes, y que te ayuden a liberar a Tundra, para ver si está en condiciones y si tiene pruebas sobre ella. — A la orden, mi brigada. — Te mira y suspira. — Vamos al campo de guerra de verdad. — Se gira a Villa. — La sargento y yo nos encargamos de los de allí, cuando terminen los levantamientos y lo de la perra, levantan el campamento y dejan la escolta suficiente para proteger el cortijo durante la noche. Esto está precintando. — El sargento asiente, circunspecto, y vosotras os dirigís por el caminillo de tierra a la casa grande.
Al llegar al camino principal, parece que estáis en otra casa. Todo está bonito y cuidado, con grandes matas de flores, un emparrado pensado para proteger del sol de forma natural y, a la derecha del camino, dos coches también de alta gama, uno de claramente más de cinco plazas, y otro más dinámico y deportivo. — Aquí hay mucha gente. Demasiada. — Se queja Lucía de nuevo. La casa grande se alza ante vosotras, idílica, encalada, con sus flores en las ventanas, en la escalerita de subida a la puerta, y allá donde alcanza la vista. Se nota que Pepita lo cuidaba todo con esmero.
Lucía llama a la puerta, y, tras unos segundos un poco largos de silencio, un chico joven abre la puerta. — Buenas noches. Soy la brigada Giráldez y ella es la sargento Morales, venimos de la UCO de la Guardia Civil. — El chico alza las cejas y asiente rápidamente, apartándose de la puerta y dejándoles pasar. — Claro, claro. Buenas noches, pasen, por favor. — De dentro de la casa sale un aire fresco que es un gran alivio. El chico os tiende la mano. — Soy Nicolás Martínez de Aranda y Zahera, soy el nieto de los marqueses. — Traga saliva y mira hacia el interior. Más allá de la escalera se ve una puerta muy señorial de cristal que da a lo que parece el salón. — Mi madre y yo hemos venido en cuanto nos hemos enterado, Pepita era… Familia para nosotros. — Dice con la voz un poco rota. — Ahora solo queremos que encuentren a Manuel, que esté bien… — Suspira y mira al suelo. — Y que esa pobre persona calcinada no sea Juan. — Lucía deja unos segundos el silencio y dice. — ¿Quién más hay en la casa? — El chico parpadea. — Mis padres, el administrador, Esteban Cárdenas y Asunción, la mujer de Juan. Había conseguido entrar antes de que llegáramos y sus compañeros estaban intentando calmarla, pero… Está muy afectada, lógicamente. No estaba pensando con racionalidad, está embarazada de siete meses, ¿saben? Esto… Esto es terrible… — Lucía asiente y hace amago de ir hacia el salón. — Insiste en que quiere hablar con ustedes ya, pero está… Fuera de sí. — La mujer asiente y dice. — Nos hacemos cargo. Si fuera usted tan amable de avisar a todo el mundo para que venga al salón y podamos hablar con todos. — Y os dirigís para allá.
Entráis al gran salón, que es de ancho como la casa. A la derecha está la zona de sofás y chimenea y a la izquierda una enorme mesa de comedor. En el extremo de la mesa, a la cabeza, está sentada Asunción, con la cara enrojecida y la respiración desacompasada. Al lado está Mercedes, muy bien vestida, tomándole la mano y hablándole con voz calmada. Sobre la mesa un vaso y una jarra de agua. — Eso, respira… Respira por la nariz… Y lo sueltas por la boca… Venga, tranquila… — Pero en cuanto Asunción os ve, se le cambia la cara y se levanta de golpe, con cierta dificultad a causa de la tripa. — ¿Ustedes son de la Guardia Civil? Llevo esperándoles horas. Tengo que hablar con ustedes. — Lucía la parapeta y la toma de los brazos. — Señora Herrero, tranquila, ya estamos aquí. Tiene que sentarse, vamos para allá. — Las lágrimas inundan los ojos de la mujer. — Juan sabía que algo le iba a pasar. Me dijo que no subiera por nada del mundo. Juan lo sabía, señora, aquí hay algo turbio y YA SABEMOS QUIÉN ES EL MÁS TURBIO DE AQUÍ. — Grita, mirando con rabia hacia la puerta. A cuenta de los gritos, Nicolás llega corriendo y se acerca a la mujer cogiendo su mano y llevándola con delicadeza a sentarse. — Asun, por favor… — Le dice con dulzura. — ¡No, por favor no, Nicolás! ¡Ya me he cansado! Dicen que mi marido está calcinado y no… — Se echa a llorar sobre la mesa y Mercedes y Nicolás se inclinan a consolarla.
INSTRUCCIONES: Puedes continuar con Anselmo o pasar a la conversación con Asunción Herrero.
Finca Los Juncales
21:15
Martes 23 de Julio de 2018
Con Alexia
- El Pájaro en el espino, el comienzo:
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Freyja
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Sí, coincide, allí había demasiada gente, pero por desgracia, no esperaba otra cosa. Les abre la puerta un chico joven ante quien se presentan. Asiente y agradece que la dejen pasar, saludándole cuando se presenta. No le pasa inadvertido las personas que menciona y el orden en el que lo hace: por supuesto, el tractorista ni aparece en su relato, pero es Pepita la que más parece haberle conmocionado, así como preocuparle la desaparición del capataz. La mención a Juan le resulta meramente circunstancial, y no le extrañaría que estuviera más relacionada con la alteración de la esposa del mismo que con la pérdida de él. Pero eso eran conjeturas sobre las que aún no tenía pruebas, ni las iba a tener en breves, visto lo visto.
El aspecto de Asunción es descorazonador, y la mujer se levanta nada más verla. Efectivamente, está bastante alterada. De quienes menciona Nicolás que están en casa, solo la ve a ella y a su madre. Se pregunta dónde estarán los otros dos hombres, y qué harán allí, si no es para estar reunidos con los demás, esperándolas a ellas o consolando a Asunción. Lo primero que la mujer dice es que está prácticamente convencida de que Juan presentía su propio asesinato, y por cómo alza la voz, parece estar acusando, si no del mismo de algo turbio, a alguien que se encuentra fuera del salón pero dentro de la casa. Decide sentarse cerca de ella, pero sin ser invasiva. - Asunción, soy la sargento Morales. Alexia. - Intenta sonreír con calidez. - Sé que estás cansada de que te digan esto, pero bebe un poco de agua, te va a ayudar a contarnos mejor las cosas. Ya estamos aquí para escuchar lo que necesites decirnos. - Espera a que se calme un poco y comienza a preguntar. - No quiero darte falsas esperanzas, Asunción, lo lamento muchísimo. Las pruebas nos indican, a priori, que la persona fallecida en el incendio es Juan, pero no lo sabemos con certeza. Estamos esperando a los análisis forenses, que nos darán pruebas concluyentes sobre si se trata de él o no. Te aseguro que serás la primera en saberlo cuando tengamos la confirmación. - Quiere iniciar siendo sincera y dejando claro el papel policial en aquello. - Pero lo cierto es que, sea él o no, no está ahora presente, y necesitamos saber todo lo que puedas contarnos. ¿Cuándo te dijo eso? ¿Te especificó algo más? - Se moja los labios y añade con calidez, mirando a los dos presentes para que no se sientan deliberadamente excluidos, pero que entiendan el por qué de lo que le dice. - Si te sientes más tranquila hablando a solas, dínoslo. Lo importante es que te sientas cómoda, es un momento delicado. No queremos agobiarte. Toda la presencia que haya tiene que ser para tu ayuda, si no, es mejor que estemos solas hablando y más tranquilas. -
Acción: Interrogar a Asunción.
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— Juan… Juan… Estaba muy raro… Desde hace un mes… Y todo el rato decía que Casares era un antiguo, que había que hacer algo… Que ya nos iba a tocar a nosotros tener nuestro lugar en Los Juncales, y yo no le entendía, y nos peleábamos mucho, porque yo le decía que por favor no se enemistara con Manuel, que Pepita no se merecía verse en medio de una discusión… — Se limpia las lágrimas y sorbe. — Entonces… Ayer me dijo que si yo iba a subir hoy a Los Juncales y le dije que no, y él me dijo “pues no subas por nada del mundo, ¿me entiendes? Por nada” — Se echó a llorar tapándose la cara. — Es que no sé… Te juro que no sé a qué se refería y me dio mucho miedo, pero no quise subir… — ¿Es normal que venga usted a Los Juncales? — Pregunta Lucía. Nicolás se sienta junto a Asunción. — Sí… Vamos, no ahora mismo, pero si están Elisa y Carolina, las hijas Manuel y Pepita, de visita… O Nicolás… Sí que subo de visita. Y a veces con mi suegra, a hacer compañía a Pepita. Pero no tenía planeado hacerlo, por el calor, y porque con el embarazo me cuesta subir andando. — ¿No tiene usted coche? — Asunción niega. — El coche es de Juan y lo usa para subir aquí todos los días, yo si quiero venir tiene que ser andando. — Se pasa las manos por la cara y vuelve a mirarte. — No me dio pistas, solo me pidió que no subiera, y yo estaba muerta de preocupación, pero no quería pelearme más, ni preocupar a mi suegra, y pensé que es que iba a plantarle cara por algo a Casares y no me quería metida en la discusión. Pero entonces vi el coche de Cárdenas esta mañana pasar por el pueblo y supe que estaba liado en algo turbio, porque Juan se deja impresionar por el dinero, por esa gente de la que no hay que fiarse. — Dice ya más enfadada, y de nuevo mirando a la nada.
INSTRUCCIONES: Puedes continuar la conversación con Asunción y con los presentes. Te contestarán por orden a lo que preguntes.
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Lo que le resultó muy raro fue la advertencia de Juan teniendo en cuenta que Asunción, de todas formas, ni podía subir por sus propios medios ni parecía tener mucho interés en hacerlo. De nuevo señaló a uno de los hombres de fuera, pero en este caso fue más concreta: se refería a Cárdenas. - ¿A qué se refiere exactamente? - Preguntó en relación a sus últimas declaraciones. A veces era mejor hacer preguntas abiertas y fingirse la inocente, porque la gente con ganas de hablar le daba rienda suelta a todo lo que quisiera decir al respecto. Y Asunción parecía tener ganas de contar, solo necesitaba que se lo pusieran en bandeja. Esperaba que la presencia de los otros dos no la coartara.
Acción: Interrogar a Asunción.
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Uno lleva un traje negro con la corbata aflojada y parece bastante sudoroso y tenso, y el otro va más de verano, pero tiene una expresión más agresiva. — Antes de hacer acusaciones delante de la guardia civil más valdría que te dieran un lexatin. O veinte, histérica. — Lucía se pone delante del hombre. — Inspectora brigada Giráldez, señor, buenas tardes. ¿Usted es? — Esteban Cárdenas. El que más trabaja de esta habitación junto con el señor Martínez de Aranda y, por supuesto, al que le están lloviendo todas las culpas sin que nadie se pare a defenderme. — Nicolás entorna los ojos y Mercedes se recoge sobre sí misma, pero intenta sostener a Asunción para que no se levante. — Muy bien, le pido, como primera medida, que no insulte a la señora Herrero y sea consciente de su situación. — Yo no la he insultado. — Bueno. — Claramente Lucía se está conteniendo. — Si son tan amables de dejar la sala un momento y esperar que vayamos a hablar con ustedes — ¿Me está echando de mi propio salón? ¿Nos va a interrogar? — Pregunta José Luis. — ¡HÁGALO! — Chilla Asunción. — Hágalo y que le cuente por qué estuvo aquí esta mañana. — ¡PORQUE YO TRABAJO, INÚTIL! ¡NO COMO TÚ Y TU MARIDO, PARÁSITOS DE LOS QUE MÁS TIENEN! — ¡Señor Cárdenas no me obligue a amonestarle! — Le dice Lucía, subiendo un poco más la voz. — ¿Y a ella no? — La señora Herrero solo me ha instado a hacerle una pregunta, no le ha faltado al respeto. Si bien podría hacerlo más tranquila, no es una falta de respeto. Le ruego lo mismo o tendré que llevármelos de la habitación. — Imbécil… — Susurra con rabia Nicolás, mirando de reojo al administrador. — ¿Y tú qué dices? Otro parásito de esta casa… — ¡JOSÉ LUIS! — Salta Mercedes, en respuesta al insulto de Cárdenas a su hijo. — Esteban ya… — Dice el hombre, claramente sobrepasado y con la cabeza en otra parte.
INSTRUCCIONES: Ayuda a Lucía a poner paz entre los miembros del salón.
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Lástima que la irrupción de los dos presentes en la casa pero no en el salón no le deja avanzar más en el interrogatorio. Sabía ella que tener a tanta gente en la casa iba a traer problemas. Lucía se levanta en el acto ante el primer insulto, pero Alexia aprovecha que ya hay alguien en medio para permanecer sentada y no parecer tan amenazantes a la primera. Se pondría de pie si aquello iba a más... Y sí que fue a más.
Cuando Cárdenas comienza a alzar la voz contra Asunción, se pone de pie y acompaña lado a lado a Giráldez. El murmullo de Nicolás no ayuda nada a calmar el ambiente. - Señor Martínez de Aranda, señor Cárdenas. Soy la sargento Morales, al mando de esta investigación junco con la inspectora brigada Giráldez. Hemos acudido a la casa porque queríamos hablar con la señora Herrero, que así lo ha solicitado, pero, como bien saben. - Pasa la mirada de uno a otro. - Ha tenido lugar un crimen en su propiedad y su lugar de trabajo. - Les mira respectivamente. - Por el momento no tenemos pruebas concluyentes, pero esperamos comenzar a tenerlas cuanto antes. Por el momento, venimos cordialmente a escucharos y recabar toda la información que podamos. Pero agradeceríamos que dejaran sus rencillas personales para otro momento. Supongo que sabrán, como buenos trabajadores que han defendido ser, que para poder trabajar se necesita la colaboración de todos y un ambiente adecuado. No vamos a poder hacer nuestro trabajo si ponen impedimentos. - Mira a Giráldez. Espera que su propuesta a continuación no le parezca una mala maniobra. - Si desean decir algo, podemos pasar a otra sala en la que hablar con más tranquilidad, o bien conmigo o bien con la inspectora brigada, pero necesitamos seguir hablando con la señora Herrero. Les aseguro que va a ser mucho mejor para todos que se muestren colaboradores. -
Acción: Intentar calmar el ambiente.
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— Bueno, quizá esté de acuerdo con acompañarnos, señora Herrero, en cualquier otro sitio donde pueda estar tranquila y… — El discurso se Lucía se corta de golpe por un jaleo en el exterior. Es un ladrido agónico e insistente. Suena por el jardín, en la zona de la piscina, y el salón tiene una salida directa hacia allí por una puerta acristalada, que Nicolás abre rápidamente. — ¡Tundra! — La perra no para de ladrar en dirección a la casa, y Tello y lo de científica aparecen jadeando por el otro lado, cerrándole el paso hacia la otra parte del cortijo. — ¡Sargento, brigada! Mis disculpas. Cuando hemos ido a sacarla, la perra ha ignorado la comida y el agua. Ha ido corriendo a la habitación donde apareció Pepita, y cuando hemos logrado bloquearle el paso ha salido corriendo, disparada aquí. — Nicolás te mira con angustia. — ¿No pueden dejarla sin más? Lleva encerrada todo el día la criatura, habrá venido corriendo a por alguien conocido. — La Tundra no ladra así jamás. — Dice Asunción, mirándola un poco ida, y la perra no para. — Tenemos que cogerla para ver si tiene ADN encima, la perra ahora mismo es una prueba. — Alguien tiene que intentar que esté tranquila y quieta. — Dice Lucía. — Déjenme que me acerque, me conoce perfectamente, no me hará nada y podré tenerla tranquila. — Sugiere Nicolás. — Brigada, si el chico la toca puede contaminar. — Advierte Tello. — Lo haré intentando tocarla lo menos posible de verdad. — El animal está tensisímo y no para de ladrar.
INSTRUCCIONES: Tienes que elegir quién se acerca a Tundra para calmarla: Tello o Nicolás.
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A pesar del cruce de tensiones, los hombres acceden a retirarse, y la señora justifica a su marido. - Lamento la pérdida, pero nos ocupa un caso muy grave y necesitamos la colaboración de todos los miembros. De lo contrario, nos veremos obligadas a amonestarle, como ha dicho la inspectora brigada. - Iban a dirigirse de nuevo a Asunción, cuando el escándalo exterior las interrumpe. Al parecer, el operativo para soltar a la perra no ha ido bien, y el animal está legítimamente alterado. Suspira y, tras pensárselo y valorarlo unos segundos, mira a Nicolás. - Intenta tranquilizarla, por favor, pero a ser posible, procura no tocarla. Iré contigo, pero me mantendré a una distancia prudente. Intenta conseguir que se relaje y que Tello pueda llevársela para ver si podemos obtener alguna prueba. - Saca unos guantes de látex del bolsillo, que siempre lleva a las escenas del crimen por si necesita tocar algo, y se los tiende al chico. - Toma. Por si acaso. -
Acción: Elegir a Nicolás para calmar a Tundra.
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Lucía se pone firme. — Bueno, esto ahora mismo es una investigación, y ustedes no deberían estar de espectadores. Volvamos dentro. Tello, te hago responsable de la perra. — Y volvéis todos dentro. — Vamos a ver, Asunción, ha sido un día larguísimo, tenemos muy presente lo que nos has dicho, pero hoy ha sido un día muy duro para ti. Hace un calor infernal, has estado muy nerviosa… Piensa en tu bebé. — Le dice en un tono más comprensivo. — ¿Tiene alguien que la pueda acompañar al hospital? — Mi suegra… Mis padres viven en el País Vasco y están en camino, pero… — Pues ahora mismo le digo a Jiménez que pase a por tu suegra y os lleva al hospital de Osuna para ver que está todo bien. Has dado antes tu contacto, ¿verdad? — La mujer asiente. — Pues te informamos de cualquier cosa, ¿sí? — Se gira a la familia. — En cuanto a ustedes, les agradecería que abandonaran la finca antes que el resto de compañeros, para asegurarnos que todo queda debidamente… — ¡NO ME VAN A ECHAR DE MI CASA! — Brama José Luis. — Su casa forma parte de una investigación por triple homicidio. — No la casa grande. Todo pasó allá abajo. — Eso no lo sabemos. — ¿Tienen una orden? — Salta Cárdenas. — Una orden que diga que eso tiene que ser así. — Lucía suspira y mira a Mercedes. — Señora De Zahera, esta es su casa realmente, haremos lo que usted diga. — La mujer parece sobrepasada y mira al marido, para acabar diciendo. — Bueno, si José Luis prefiere pasar aquí la noche… Yo lo entiendo. Es solo que yo tengo que volver a Sevilla, mi padre está muy enfermo y mi madre debe estar muy afectada por lo que ha pasado. — Lucía suspira porque sabe que no puede negarse, así que simplemente mueve la cabeza y dice. — Voy a dejar un cordón policial exhaustivo y vigilancia toda la noche. Si alguno lo cruza, lo acuso de desacato. Descansen, porque mañana querremos hablar con todos. — Y de la misma te hace un gesto para salir y se pone a dar las órdenes. Luego avanza hasta el coche y dice. — Espero que no tengas sueño… Porque te queda un interrogatorio muy largo a los trabajadores de la finca en las dependencias del ayuntamiento de Alcázares. Fácil no va a estar. — Y abrochándose el cinturón, arranca en dirección al pueblo.
INSTRUCCIONES: Responde y con tu respuesta, se cierra el capítulo 1.
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Volvieron a casa y Lucía lo dispuso todo para despejar la zona. Alexia puso una mano afectuosa en el brazo de Asunción. - Será una noche difícil, pero descansa lo que puedas. Continuaremos mañana. No pararemos hasta esclarecer esto, te lo aseguro. Te mantendremos informada. - Por supuesto, el marqués no se mostró nada colaborador. Quería pensar que al menos la marquesa pondría orden, pero no fue así, parecía bastante subyugada a su esposo. Se ahorró suspirar. - Esperemos que eso no entorpezca la investigación. - Lanzó, porque tenían que dejar su postura clara, se pusieran como se pusieran. Y todos sabían lo que podía acarrear ser acusado de entorpecer a la justicia. Al salir con Lucía y montarse en el coche, suspiró, mientras se abrochaba el cinturón. - Va a ser una noche larga... - La miró y sonrió de lado. - Pero no será peor para nosotras que para esas personas... Y yo no tengo nada de sueño... compañera. -
Acción: Responder.
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Entráis en la modesta recepción y allí está ya Villa. — Mi brigada, los trabajdores están en el salón de plenos y hemos dispuesto un despacho para que les interroguen allí. ¿Hay alguien por quien quieran empezar? — Lucía se gira hacia ti. — ¿Por quién empezamos? —
INSTRUCCIONES: Elige con quién empezar el interrogatorio. Puedes encontrar la descripción de los trabajadores que da Anselmo aquí. El interrogatorio de cada uno durará solo un post, que será contestando a las preguntas que tú elabores en el post previo. Puede que más adelante en la investigación quieras interrogarlos de nuevo, y podrás hacerlo, este solo es el preliminar.
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Había varios trabajadores a los que le interesaría interrogar, y la elección era un tanto aleatoria: todos podrían aportar información irrelevante o crucial, pero eso era un tanto azaroso. Meditó unos segundos. - Según tengo apuntado... Se distribuyeron en tres coches: el de Amador, el de Genaro, y el de Juan. - Hizo una pausa. - Querré hablar con los trabajadores que iban en el coche con Juan... Pero empecemos por Amador. Según el testimonio de Anselmo, es quien habitualmente sube a los trabajadores, y es el otro tractorista junto con Ricardo Pallarés, Anselmo y el trabajador que actualmente está de vacaciones. Quizás pueda indicarnos algo más sobre lo ocurrido con la empacadora. -
Accedieron al despacho y, poco después, lo hizo Amador Sánchez. Sonrió, cortés. - Sargento Morales, y mi superiora, la Inspectora Brigada Giráldez, encantada. Tome asiento, por favor. - Se sienta también ella, frente a él. - Necesitamos hacerle unas preguntas sobre lo que usted recuerda haber vivido en el día de hoy. Todos los datos que pueda darnos serán de mucha ayuda. Supongo que sabrá que estamos investigando un triple asesinato en Los Juncales, donde usted trabaja. Dígame, ¿vio algo que se saliera de lo normal en el día de hoy? Si no me equivoco es usted tractorista ¿no? Hemos conocido que una de las empacadoras estaba rota, ¿sabía usted algo? ¿Trajo esto consigo algún percance? ¿Recuerda haber visto usted hoy al señor Casares, a la señora Iglesia, al señor Hernández y al señor Pallarés? ¿Pudo hablar con ellos? ¿Vio algo extraño en ellos? ¿Estuvo usted con alguna otra persona, trabajador de la finca o familiar, en el día de hoy? Su compañero Anselmo Ruiz fue quien descubrió lo ocurrido y llamó a emergencias, ¿estaba usted por allí en aquel momento? ¿Vio algo? ¿Qué hizo? -
Acción: Interrogar a Amador Sánchez.
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Amador niega a la primera pregunta. — Solo que Juan no subió al campo en toda la mañana, pero bueno, como la empacadora se había roto, tampoco era nada fuera lo común. — Luego se encoge de hombros. — Como usted ha señalado, yo no sé nada de la empacadora, solo que Anselmo no pudo arrancarla antes de que saliéramos, pero no hay percances por esas cosas, más que ese día y los que tarden en traer la pieza, no se puede empacar. —
Cuando aludes a los nombres, se concentra, claramente intentando ubicar a todos los que nombras. — A Juan y a Ricardo los vi ya en Los Juncales por la mañana, y luego les volví a ver a la hora de comer, que fue cuando vi a la Pepita y a Casares también. Hablamos pues lo normal en la comida, no recuerdo nada fuera de lugar, más que Juan mandó a Anselmo con el tractor de Roberto para que no estuviera sin hacer nada y que Casares dijo que se iba a Sevilla cuando hubiera reposado un poco la comida, pero vaya, ni dijo para qué ni tampoco era especialmente raro. Cuando me enteré de lo que había pasado, pensé que no estaba porque le había pillado ya fuera, pero luego me dijeron que el coche estaba allí, así que no me explico la desaparición. — Vuelve a reflexionar sobre si estuvo con algún trabajador o alguien de la casa. — Vi el coche de Cárdenas por la mañana, a eso del mediodía, subiendo a la finca, pero ni sé para qué vino ni nadie comentó nada. Pero bueno, es el administrador, es normal que pase por aquí, viene todos los viernes, pero si necesita algo de Casares o de la finca, viene cuando la parece. —
Luego niega con la cabeza. — No me enteré de nada hasta que Genaro me llamó al móvil. Estaba en el sector este, dándole la espalda a la casa, y el tractor hace muchísimo ruido, no había visto ni oído nada, pero Genaro me llamó y me dijo que tenía que volver que había un incendio y muertos, y ahí fui todo lo rápido que pude con el tractor hasta unos doscientos metros y ahí ya me bajé y corrí. Para cuando llegué, estaban ya apagando el incendio y no me dejaron acercarme demasiado, así que bajé a la valla de la finca, porque la Asun estaba montando un espectáculo y tenía miedo de que se cayera o algo. Justo llegó el señorito Nicolás y la subió en su coche y se la subió para la casa grande. La señora Mercedes había llegado ya, me parece, porque cuando entré en el cortijo vi un coche. Y ya ahí nos quedamos los compañeros esperando, muertos de calor, sin entender nada hasta que nos trajeron aquí. —
INSTRUCCIONES: Elige a quién quieres interrogar a continuación. Puedes encontrar la descripción de los trabajadores que da Anselmo aquí. Si quieres, puedes narrar que repites las preguntas, y añadir solo si quieres hacer una diferente o quitar alguna. Puede que más adelante en la investigación quieras interrogarlos de nuevo, y podrás hacerlo, este solo es el preliminar.
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Una vez el hombre entró, hizo la pertinente introducción, la que previamente hubiera hecho a Amador, y una vez terminada procedió a un interrogatorio muy similar. - Supongo que sabrá que estamos investigando un triple asesinato en Los Juncales, donde usted trabaja. Dígame, ¿vio algo que se saliera de lo normal en el día de hoy? Si no me equivoco llevaba usted a Ricardo Pallarés en su coche, ¿vio algo raro en él o le dijo algo durante el día? ¿Algo que detectara como poco habitual? Hemos conocido que una de las empacadoras estaba rota, ¿sabía usted algo? ¿Trajo esto consigo algún percance? ¿Recuerda haber visto usted hoy, además, al señor Casares, a la señora Iglesia o al señor Hernández? ¿Pudo hablar con ellos? ¿Vio algo extraño en ellos? ¿Estuvo usted con alguna otra persona, trabajador de la finca o familiar, en el día de hoy? Su compañero Anselmo Ruiz fue quien descubrió lo ocurrido y llamó a emergencias, ¿estaba usted por allí en aquel momento? ¿Vio algo? ¿Qué hizo? -
Acción: Interrogar a Genaro.
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Entra un hombre calvo con gafas, aún con polvo del campo, es muy delgado y parece mucho más servil y asustado que Amador. — Buenas noches, señoras. — Agacha la cabeza y se sienta, asintiendo a lo primero que planteas. — Ha sido tremendo, tremendo. En la vida me habría imaginado que algo así pudiera pasar en nuestro pueblo. — Niega con la cabeza. — ¿Raro? No. Nada que hiciera prever lo que iba a pasar, desde luego. Sí que habíamos tenido unos días tensos… Pero, desde luego, Ricardo no formaba parte de la tensión. Esta mañana le recogí en su casa y veníamos tranquilos, hablando del calor, claro, de si iban a hacer al final una piscina en el pueblo… — Se encoge de hombros mirando a la nada.
Parpadea con lo de la empacadora. — Cuando llegamos, ya estaban con el lío de la empacadora. Solo sé que se le rompió un diente, y que Anselmo tuvo que coger el tractor. A priori no es algo tan raro, pero Manuel y Juan se pusieron a discutir sobre qué había que hacer, y se fueron a la casa a seguir discutiendo. Pero vamos, siempre estaban así, y a la hora de comer parecía que no había pasado nada, y Manolo simplemente dijo que se iba a Sevilla por la tarde y todos asumimos que era a por la pieza. El administrador había estado esta mañana, yo vi su coche desde el campo, pero bueno, por lo que sea no habría podido llevársela, o no sabría, si él, al fin y al cabo, de lo que sabe es de cuentas. — Te señala. — A ellos dos ya le he contado, y con Pepita estuve por la mañana, y me dijo que estaba preocupada por Juan, que le veía inquieto y que tenía que manejar el carácter porque iba a ser padre dentro de poco… — Se frotó la cara y negó. — Parece mentira, ahora… —
Parece hacer memoria y vuelve a frotarse la cara. — Ustedes disculpen, ya se me mezcla todo… Solo… Estuve con todos los trabajadores comiendo, y vi el coche de Cárdenas, asumo que vino solo, y de la casa grande no vino nadie, no suelen venir en estos meses, demasiado calor. —
Asiente cuando refieres a Anselmo. — Yo estaba trabajando, a mí me tocaban olivos, un poco más lejos, y me di cuenta de repente, cuando empecé a ver salir el humo. Corrí hacia allí, pero uno ya no es lo que era y tardé. Para cuando llegué, estaban intentando controlar el fuego, pero vi de refilón a Ricardo… — Se tapa la cara y trata de respirar. — Ricardo… Ricardo me había pasado por al lado apenas media hora antes con el tractor. Me dijo que creía que tenía que reponer la refrigeración, que le parecía que se le estaba recalentando demasiado el motor. Yo le dije que es que hacía muchísimo calor, pero nada, él negó, con una sonrisa, y se fue para el cortijo… — Se vuelve a tapar la cara. — Tal vez si hubiera insistido… Nunca habría llegado a entrar y… — Hace un profundo suspiro, claramente para no llorar. — Cuando llegué pensé que me iba a dar algo, pero me puse a contar, y solo me faltaban Amador y Yusuf, así que los llamé a los dos. Amador estaba con el tractor y Yusuf no me lo cogió, pero apareció como… Cuarto de hora después. —
INSTRUCCIONES: Elige a quién quieres interrogar a continuación. Puedes encontrar la descripción de los trabajadores que da Anselmo aquí. Si quieres, puedes narrar que repites las preguntas, y añadir solo si quieres hacer una diferente o quitar alguna. Puede que más adelante en la investigación quieras interrogarlos de nuevo, y podrás hacerlo, este solo es el preliminar.
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Meditó. - Quiero hablar con ese hombre, el que ha mencionado, Yusuf. - Comprobó sus notas. - Es uno de los que iba con Juan en el coche, quiero hablar con ellos, y además, Genaro ha dicho que por un momento no podía contactar con él y que tardó en aparecer. - Pidió que le llamaran y, cuando llegó, volvió a hacer su presentación cordial e inició el interrogatorio. - Supongo que sabrá que estamos investigando un triple asesinato en Los Juncales, donde usted trabaja. Dígame, ¿vio algo que se saliera de lo normal en el día de hoy? Si no me equivoco iba usted con Juan Hernández en el coche, ¿vio algo raro en él o le dijo algo durante el día? ¿Algo que detectara como poco habitual? Hemos conocido que una de las empacadoras estaba rota, ¿sabía usted algo? ¿Trajo esto consigo algún percance? ¿Recuerda haber visto usted hoy, además, al señor Casares, a la señora Iglesia o al señor Pallarés? ¿Pudo hablar con ellos? ¿Vio algo extraño en ellos? ¿Estuvo usted con alguna otra persona, trabajador de la finca o familiar, en el día de hoy? Su compañero Anselmo Ruiz fue quien descubrió lo ocurrido y llamó a emergencias, ¿estaba usted por allí en aquel momento? ¿Vio algo? ¿Qué hizo? -
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Hacéis pasar a Yusuf, un chico negro de veintipocos y una cara de susto tremenda. Apenas levanta la mirada y ni siquiera saluda. Asiste a todas tus preguntas sin decir ni mu, apenas mirándote, y solo lo hace, cuando terminas, para decir. — Yo no habla con policía. — Nosotros no somos policía, Yusuf. No vamos contra ti, solo estamos intentando entender qué ha pasado con tus compañeros, les ha asesinado. — Le explica Lucía. — Yo no habla sin abogado. Yo llama Melilla a abogada de Cruz Roja y a seño Asunción. Si ellas dicen habla, yo habla. Si no, ellas dicen que yo no habla nunca con policía. —
INSTRUCCIONES: Puedes intentar convencer a Yusuf de que diga algo, dejarle llamar a la abogada o a Asunción o pasar al siguiente interrogatorio.
Puedes encontrar la descripción de los trabajadores que da Anselmo aquí. Si quieres, puedes narrar que repites las preguntas, y añadir solo si quieres hacer una diferente o quitar alguna. Puede que más adelante en la investigación quieras interrogarlos de nuevo, y podrás hacerlo, este solo es el preliminar.
Puedes encontrar la descripción de los trabajadores que da Anselmo aquí. Si quieres, puedes narrar que repites las preguntas, y añadir solo si quieres hacer una diferente o quitar alguna. Puede que más adelante en la investigación quieras interrogarlos de nuevo, y podrás hacerlo, este solo es el preliminar.
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Acción: Dejar que llame a la abogada.
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Cuando sale te mira y se encoge de hombros. — Este crimen cada vez tiene más ramitas, pero bueno, no esperaba menos. ¿A quién quieres llamar en su lugar? — Mira la puerta por la que se acaba de ir Yusuf y dice. — Tenía que haber pedido vigilancia para todos los trabajadores. Me salgo un momento a pedirlo, a ver qué me dicen, tú sigue con la ronda. —
INSTRUCCIONES: Continua con los interrogatorios. Puedes encontrar la descripción de los trabajadores que da Anselmo aquí. Si quieres, puedes narrar que repites las preguntas, y añadir solo si quieres hacer una diferente o quitar alguna. Puede que más adelante en la investigación quieras interrogarlos de nuevo, y podrás hacerlo, este solo es el preliminar.
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Asiente levemente a Yusuf antes de que marche, volviendo a suspirar para sí. Atiende a las palabras de Lucía. - De acuerdo. - Confirma y revisa sus notas. Tras meditarlo, da su veredicto. - Llamen a Fernando Flores, por favor. Quiero saber algo de quienes acompañaban a Juan Hernández en su coche, ya que con el señor Abukar no hemos tenido suerte. - Espera a que hagan al hombre pasar y repite su protocolo: la cortés presentación y la introducción de lo ocurrido. Tras esto, comienza su ronda de preguntas. - Dígame, ¿vio algo que se saliera de lo normal en el día de hoy? Si no me equivoco iba usted con Juan Hernández en el coche, ¿vio algo raro en él o le dijo algo durante el día? ¿Algo que detectara como poco habitual? Hemos conocido que una de las empacadoras estaba rota, ¿sabía usted algo? ¿Trajo esto consigo algún percance? ¿Recuerda haber visto usted hoy, además, al señor Casares, a la señora Iglesia o al señor Pallarés? ¿Pudo hablar con ellos? ¿Vio algo extraño en ellos? ¿Estuvo usted con alguna otra persona, trabajador de la finca o familiar, en el día de hoy? Su compañero Anselmo Ruiz fue quien descubrió lo ocurrido y llamó a emergencias, ¿estaba usted por allí en aquel momento? ¿Vio algo? ¿Qué hizo? -
Acción: Interrogar a Fernando Flores.
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— Yo iba con er Juanito, así es. — Confirma el hombre. — Yo por la mañana no noté na de na, iba medio dormido, la verdad. Y er Juan estivo alterao toa la mañana, como siempre últimamente, si na más sabía de pelearse con Casares. Pero bueno, normal también porque se había estropeao la empacadora, como usté ya ha mencionao, y na, eso le iba a da faena de más, claro. Pero vamos, percance, lo que se dice percance, yo no noté. — Luego se pone a recapitular.
— Al Ricardo lo vi a la hora de comer, todos juntos, y na, él como siempre. A Casares lo mismo y, de hecho, lo vi meno, porque cuando yo vine al cortijo a curarme él no estaba y la que me curó fue la Pepi, que por si no lo saben, es prima de mi madre. Era, Dios la tenga en su gloria a la pobre Pepi. — Y se santigua y se besa la mano. — Estando yo en el campo, una rama estaba mala en un olivo y se me cayó y me hizo esto. — Y enseña el codo, un poco más arriba, que tiene una gasa puesta. — Tengo un corte, no mu grande, pero lo justo pa infectarse con la tierra del campo, así que fui pa la casa chica y la Pepita me curó. Y yendo yo para allá vi el coche del sirviente de los señoritos, y le dije a la Pepi ¿y ese? ¿Que ha venío a lo de la empacadora? Y la Pepi dijo “qué más quisiera yo. Ha venío a molestar, como siempre.” Y yo le pregunté que quería decir y dijo “nada Nandito, que es que no hace nada útil. Ha dicho que me traía unas sandías de El Roncal y ahora que se le han olvidao y que ha venío pa na”. El Roncal es ooootra finca de los señoritos que lo que tienen son frutales y a veces, si les sobra producción o no la pueden vender, nos traen lo que sobra para que la Pepita gaste menos todavía en darnos de comer. Hasta en eso recortan. — Fernando suspira. — Una cosa les voy a decí. Si er Casares ha matao a la Pepita, los Jiménez, que son la familia de la Pepita y mi madre, se van a lanzá al campo a buscarle y hasta que no lo encuentren no paran. Y no se lo van a traé detenío, eso ya se lo digo yo. Pero ea, dicho queda, yo siempre confío en las fuerzas de los cuerpos nacionales ¿eh? —
Vuelve a rememorar y se rasca la frente. — Yo estaba con el Agustín, estábamos lejos del cortijo, pero en una de estas nos paramos, porque no se podía de la caló, y al sentarnos debajo de un olivo vimo la columna de humo. A ver, eso en el campo tampoco es tan raro, pero si es raro en el cortijo con esa caló… Y estábamos viendo qué hacíamos, si iba uno a buscá cobertura, o íbamos pallá, y entonces el Agustín vino desaforao gritando LOS HAN MATAO LOS HAN MATAO, así que supongo que Anselmo, o alguien que estuviera allí, le había llamao. Y na, fuimo corriendo y luego ya llegaron sus compañero y no nos dejaron ni pasá, y ya la Asun y el Anselmo llorando… Y ya cuando llegaron la señora Mercedes y er señorito poco meno que nos dijeron que nos estuviéramos quietos donde estábamos y que no estorbáramos má y eso hice. Y ya luego nos trajeron pacá. — Suspira y se frota los ojos. — Yo no quiero pensá que el Casare haya matao a la Pepi ni mucho meno al Ricardo... Y ese quemao, que dicen que es er Juanito, que yo no sé por qué lo dicen, pero lo dicen... Yo no entiendo nada, señoras guardias, y si ustedes me preguntan, esto parece cosa de los narcos. Por desgracia yo eh trabajao en La Línea y he visto cosas que hacen allí a los que no pagan. Yo no sé na de que nadie de aquí tuviera na que ver con eso eh... Yo solo digo lo que veo. —
INSTRUCCIONES: Elige a quién quieres interrogar a continuación. Puedes encontrar la descripción de los trabajadores que da Anselmo aquí. Si quieres, puedes narrar que repites las preguntas, y añadir solo si quieres hacer una diferente o quitar alguna. Puede que más adelante en la investigación quieras interrogarlos de nuevo, y podrás hacerlo, este solo es el preliminar.
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Paró de escribir y miró al hombre. ¿Sospechaba que Casares hubiera podido asesinar a su esposa? Tomó nota. Le parecía conjeturar, pero no podían descartar nada, y lo cierto era que uno de los fallecidos estaba en hostilidad con él, la otra era su esposa y el hombre estaba desaparecido. Por no hablar de que a la perra la tenía que haber guardado en el baño un conocido. Como poder, podría ser perfectamente, aunque quedaba el fleco suelto de la misteriosa huida, ¿por qué no llevarse el coche? ¿Por qué no usar su propia arma? ¿Por qué dejarse atrás a Tundra, que le acompañaba a todas partes? Y otra hipótesis del trabajador: cosa de narcos. Otra hipótesis que no podían descartar, porque ciertamente el modus operandi le cuadraba, y la propia señora Herrero había dicho que su marido era tendente a meterse en líos con la gente equivocada. Y no sería la primera familia de alto standing con negocios con la mafia.
- Le agradecemos mucho su testimonio, señor Flores. Por favor, manténgase localizable. - Porque ese hombre había lanzado mucha información, que podría ser, pero sobre la que no tenían pruebas. Conforme fueran afinando, quizás tuvieran que preguntarle más cosas. Cuando abandonó la sala, reclamó al siguiente. - Anastasio Llanos es el único ocupante del coche de Juan Hernández que nos queda por interrogar. Llamémosle y ya habremos terminado con ese coche. - Eran muchos, mejor cuanto más organizado. Hicieron al hombre pasar y de nuevo repitió su cordial saludo y empezó la batería de preguntas. - Dígame, ¿vio algo que se saliera de lo normal en el día de hoy? Si no me equivoco iba usted con Juan Hernández en el coche, ¿vio algo raro en él o le dijo algo durante el día? ¿Algo que detectara como poco habitual? Hemos conocido que una de las empacadoras estaba rota, ¿sabía usted algo? ¿Trajo esto consigo algún percance? ¿Recuerda haber visto usted hoy, además, al señor Casares, a la señora Iglesia o al señor Pallarés? ¿Pudo hablar con ellos? ¿Vio algo extraño en ellos? ¿Estuvo usted con alguna otra persona, trabajador de la finca o familiar, en el día de hoy? Su compañero Anselmo Ruiz fue quien descubrió lo ocurrido y llamó a emergencias, ¿estaba usted por allí en aquel momento? ¿Vio algo? ¿Qué hizo? -
Acción: Interrogar a Anastasio Llanos.
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Anastasio Llanos es un hombre enorme, altísimo y de anchas espaldas, calvo y con unos ojos muy azules y llorosos, que le dan una expresión aniñada. Además, parece asustado como uno. Se sienta delante vuestra y empieza titubeando mucho. — Sí… Juanito me recogía todos los días. — Confirma, y otros dos lagrimones resbalan su cara. — Pero en cuanto mencionas la empacadora, se derrumba y se tapa la cara con las manos. — Yo les juro que… Que no se dónde está ahora, que es que, es que yo… — A ver, Anastasio, tome aire, vamos a calmarnos. — Le dice Lucía. — ¿Le puedo llamar Anastasio? — Todos me llaman Tasio. — Muy bien, Tasio. Escúchame, no pasa nada, esto no es un interrogatorio formal, vamos a calmarnos. — Se sienta a su lado y le toma del brazo. — Te has puesto muy nervioso al mencionar la empacadora, cuéntanos por qué, insisto, no tienes nada que temer ahora mismo. — El hombre todavía tarda unos segundos en recomponerse.
— Es que… A mí me tocó desbrozar el barbecho, me mandan allí porque soy muy bruto y me cargo a veces las olivas o lo que sea, pero desbrozando lo que ya está recogido no hago estropicio… — Para un momento para sorber y limpiarse las lágrimas. — Y entonces… Encontré el diente de la empacadora, que se debía haber caído ahí el día anterior… Y claro, yo fui corriendo a la casa para dárselo al Juanito, porque tenía un disgusto muy grande con la empacadora, y el Anselmo también porque él odia el tractor… — Paró de nuevo para llorar, pero ya pareció centrarse más. — Debía ser como mediodía, y llegué a la casa chica y vi a Pepita escuchando una discusión que estaban teniendo dentro del almacén, desde la puerta. Y más corrí, porque pensé que eran Juanito y Casares, y dije “¡PEPITA! ¡QUE HE ENCONTRADO EL DIENTE! ¡PEPITA!” Y ella se giró muy enfadada y me mandó callar, pero claramente los de dentro estaban a lo suyo, porque seguían discutiendo, pero ella me dijo “déjala ahí en la puerta, Tasio” y siguió escuchando. Y allí la dejé, donde la silla donde se sienta la Pepita siempre, apoyada, y me fui de vuelta al campo. Y ahí fue que vi el coche del administrador aparcado, y ya luego cuando vi a Juan por el campo, entendí que con quien estaba discutiendo Casares era con el administrador. — Y de repente, parece volver a derrumbarse.
— Luego comimos, pero no me fijé en si el diente estaba o no, pero luego pasó todo, y cuando llegué, el Anselmo dijo que la Pepita tenía toda la cara destrozada, y yo miré y… No estaban ni la silla ni el diente… Y no sé dónde están y yo no… Yo no le haría daño a nadie… ¿Y si por mi culpa mataron a la Pepita con el diente? — Volvió a llorar. — Y si ustedes hacen eso de las huellas, se iba a ver que yo la he cogido, por todos los lados, y sudado además, y… ¿Y si pensaban que yo tuve algo que ver? — Y vuelve de nuevo a llorar y taparse la cara.
Intenta atender a tu otra pregunta. — Yo ya no estaba desbrozando, estaba donde los olivos, cargando cestas de olivas, cuando el Anselmo llamó y estábamos Salvador, Fabián y Yusuf. Y todos salimos corriendo hacia el cortijo y ya vimos el humo. Y entonces, llegando, salió Anselmo diciendo “LOS HAN MATAO” y Yusuf corrió en dirección contraria. Y entonces me di cuenta… Y ya… He estado aguantándome, sin decir nada a nadie, hasta ahora. — Y vuelve a taparse la cara.
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Puso su mano en una de las suyas y trató de mirarle a los ojos. - Ha hecho bien en mantener la discreción, Tasio, es un tema muy delicado, y es mejor que todo lo que sepa nos lo cuente a nosotros. Se lo agradecemos mucho. Puede estar tranquilo, tendremos todo esto en cuenta. - Puso una leve sonrisa. - Vaya a descansar, pero por favor, es muy importante: probablemente necesitemos volver a hablar con usted, si no mañana en los próximos días. Manténgase localizable. - Dejó que el señor Llanos se fuera y soltó aire por la boca, mirando a sus acompañantes. - Apareció el diente. - Arqueó las cejas. - En la historia, al menos. - Volvió la vista lánguidamente a los papeles. - Que no entre las pruebas... - A saber dónde estaba y si realmente era el arma de alguno de los crímenes, pero desde luego era muy sospechoso que, si no lo era, no estuviera en la casa de Pepita Iglesia. Descartaban la opción de que estuviera perdido por el campo porque ya había sido encontrado, pero ¿dónde estaba? ¿Y por qué había desaparecido? Y lo más importante, ¿sería algo tan importante de saber, o estaban siguiendo una pista falsa?
- El señor Llanos ha dicho que le acompañaban Yusuf, Fabián González y Salvador Martín. - Se mojó los labios, pensativa. - Con Yusuf ya lo hemos intentado y tendremos que esperar a mañana, y dado el estado de nervios de Anastasio, casi que también. Sigamos tirando de este hilo, a ver si hay algo más. Empecemos por Fabián, por ejemplo. - Igualmente había que citarles a ambos. Dejó que el hombre pasara, le recibió y procedió a sus preguntas habituales. - Dígame, ¿vio algo que se saliera de lo normal en el día de hoy? Si no me equivoco iba usted con Amador Sánchez en el coche, ¿se dijo algo entre sus compañeros que se saliera de lo normal? Hemos conocido que una de las empacadoras estaba rota, ¿sabía usted algo? ¿Trajo esto consigo algún percance? ¿Recuerda haber visto usted hoy al señor Hernández, al señor Casares, a la señora Iglesia o al señor Pallarés? ¿Pudo hablar con ellos? ¿Vio algo extraño en ellos? ¿Estuvo usted con alguna otra persona, trabajador de la finca o familiar, en el día de hoy? Su compañero Anselmo Ruiz fue quien descubrió lo ocurrido y llamó a emergencias, ¿estaba usted por allí en aquel momento? ¿Vio algo? ¿Qué hizo? -
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Fabián es un hombre de unos cincuenta años, ceñudo y que se ve que está claramente contrariado, pero saluda diciendo. — A sus órdenes, brigada, sargento. — Se sienta y asiente a lo que le preguntas. — Sí yo iba en el coche de Amador, pero todo era normal. De la empacadora puedo decirle lo mismo, no es una cosa que no pase un día sí y otro no en el campo. — Suspira y se cruza de brazos. — Con Pallarés estuve sí, por la mañana, le llamé para que trajera el tractor por un olivo malo, para que me ayudara a arrancarlo. Con Casares pues eso, por ahí y por allá, le vi de lejos, y luego comimos todos en la finca y estaba muy callado, pero bueno, tampoco era raro, hoy hacía muchísimo calor. A la Pepita pos lo mismo, a la hora de comer la vi, y a Juan solo le vi al llegar, porque el resto de la mañana deduzco que estuvo con la empacadora. — Se inclina hacia delante. — Pero ayer sí que vi algo extraño. Y me pareció una tontería, pero yo se lo voy a decir. — Afila los ojos. — Ayer por la tarde, bajé a por agua a la casa chica y oí un llanto en el almacén, y cuando me asomé oí a Casares decir “venga hijo, no te preocupes, ya está olvidado, has hecho lo que tenías que hacer” y me fui bien rápido pa que no me vieran, pero juraría que era el Juan el que lloraba. Pensé que habría metido la pata con alguna decisión, o las cuentas, incluso que le había puesto los cuernos a la Asun, y como la Pepi la quiere tanto, po había venido a confesarse. Pero ahora con todo esto… Toma otro cariz, aunque quizá no tenga que ver. — Toma aire y parece mirar a la nada para recordar.
— Yo estaba vareando, con Salvador y el negro, y creo que teniamos al Tasio yendo y viniendo con las cestas, y entonces llamó Anselmo desaforao a Salvador y hubo que salir corriendo pallá. No entendíamos lo de “los han matao” no nos lo podíamos creer… Hasta que lo vimos, claro. Yo pensé que me iba a desmayar del calor y del desconcierto. En fin. Es todo lo que puedo decirles, la verdad es que ni teniendo en cuenta lo que oi ayer, me explico algo así. —
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