Sejal no era una Slytherin promedio. O no caía dentro del cliché. No competía especialmente por el papel de la reina de hielo, ni venía de algua familia antigua estúpidamente rica y de sangre pura, ni había logrado ser una especialista en mirar todo por encima del hombro. A pesar de todo, no había duda de que Slytherin era su casa. La ambición se le salía de las gráficas. Quería ganar todas las competencias y ser la mejor en aquello que sabía que se le daba bien. Por supuesto, también estaba dispuesta a cualquier cosa para lograrlo.

—Estaba pensando en el festejo de cuándo ganemos el primer partido de Quidditch —dijo. Quitó la vista de los deberes que había estado haciendo, sentada en los jardines, junto a Kirk. En los jardines, claro, porque allí estaba el ruido y la acción y en la biblioteca siempre los callaban—. Porque seguro empezamos la temporada en alto. Vamos con... Gryffindor, ¿no? —Ya asumía a su casa como la ganadora. Llevaba días medio insoportable con el tema, pero quizá a Kirk no le importara demasiado—. Si no hay ningún equipo entrenando, podemos darnos una vuelta al campo tan pronto como acabemos con esto. —Alzó el pergamino que tenía en la mano y lo ondeó en el aire. En su caso, era una redacción de encantamientos. No tenía ni idea de en qué se había concfentrado Kirk