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    Phoenix
    Juno
    Phoenix
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    Lun Nov 14, 2022 12:51 am
    Recuerdo del primer mensaje :

    Who can presume to know the heart of a dragon?
    INSPIRED
    TV Series
    House of the Dragon
    Cuando la Princesa Rhaenyra puso sobre la mesa una alianza matrimonial entre su hijo mayor, Jacaerys, y la princesa Helaena, lo primero que obtuvo de la Reina Alicent fue una negación rotunda. Pero después de los ruegos del Rey Viserys y, sobre todo, de una larga plática con su padre, Otto Hightower, la Reina Alicent acabó por dar su consentimiento para sorpresa de la Corte y alegría de su esposo.

    Para el joven príncipe Lucerys, la noticia llegó con cierto receloso porque, por más que Helaena aparentara inocencia, no dejaba de ser hija de la mujer que tanto odiaba a su madre. Para Aemond Targaryen la noticia fue la peor de las traiciones, pues fue incapaz de concebir que su amada hermana ahora estuviera prometida a uno de sus enemigos jurados.

    La boda se llevó a cabo en Desembarco del Rey, con el viejo Rey Viserys visiblemente emocionado por lo que parecía el final de un largo conflicto entre su amada hija y su segunda esposa. Helaena se convirtió en esposa de Jacaerys con la promesa de mudarse con él a Rocadragón, junto a su nueva familia. A pesar de las reticencias de Alicent de ver a su hija partir e imaginarla viviendo en las líneas enemigas, Otto Hightower veía en esto una oportunidad para tomar ventaja en un período de paz aparente.

    Varios años han pasado desde aquella boda que removió los cimientos de la resquebrajada familia Targaryen y aunque hasta ahora todas las partes parecían haber limado sus asperezas, la menguada salud del Rey amenazaba con cambiarlo todo para siempre.

    Enviado a Desembarco del Rey como emisario de su madre, la Princesa Heredera, Lucerys llegó a la Fortaleza Roja con esperanzas de tener noticias más concretas sobre la salud de su abuelo, pues todo lo que llegaba a Rocadragón no eran más que rumores y noticias a medias que empiezaban a desesperar a su madre. Lucerys hasta ahora vivió aferrado a la idea de que la Reina y la Mano del Rey jamás intentarían un movimiento hostil ni de alta traición sabiendo que ahora Helaena vivía en Rocadragón. Pero en la Fortaleza Roja todos tenían segundas intenciones y lo único que recibió a cambio fue una negativa a entrevistarse directamente con Rey, quien seguía aquejado de una dolorosa enfermedad.

    Tres días después de la llegada de Lucerys a Desembarco del Rey, el Príncipe Aemond regresó a casa en el lomo de Vhagar después de su última visita a Antigua, por encargo de la Reina. Ninguno de los dos había cruzado palabra desde la boda de sus hermanos, ha pasado el tiempo suficiente para que las viejas rencillas se apaciguaran, al menos para contentar a su familias.

    Pero la sangre del dragón es voluble y siempre danza cuando hay fuego demasiado cerca.

    × × × × × × × × × × × × × × × × × × × × × ×

    « C A P Í T U L O S »

    Lucerys Velaryon
    Príncipe — Jinete de Arrax — Timothée Chalamet — Minerva

    Aemond Targaryen
    Príncipe  — Jinete de Vhagar — Ewan Mitchell — Juno







    Post de rol:




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    Phoenix
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    Mar Abr 02, 2024 6:12 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Aemond
    Aemond se sintió aliviado cuando Lucerys accedió a que cenaran primero. La verdad era que tenía miedo de la conversación que iban a tener después de la cena. Aemond había pasado semanas en que lo único que le importaba era mantener con vida a Lucerys, que esta nueva calma era todavía novedosa, tanto así que temía que se volviera en su contra muy pronto.

    Para su suerte, Lucerys lo distrajo por un instante cuando empezó a hablar de su cabello y de su piel, como si fuera una de las cortesanas de Desembarco del Rey. Aemond no pudo evitar reírse, porque la situación parecía algo hilarante, incluso en el momento tan complicado en que se encontraban los dos. Se inclinó despacio y le quitó un par de mechones de la frente, para poder verlo mejor.

    Con el dedo índice, le acarició la mejilla. Sí era cierto que su piel podría estar más suave al tacto, pero Aemond no se detuvo hasta que Lucerys ladeó el rostro con una sonrisa, inclinándose un poco más hacia la mesa para poder empezar a comer.

    Así que ahora estás interesado en resaltar tu belleza, además de volver loco al cocinero con tus antojos. Lucerys, de haber sabido que era tan complicado complacer todos tus caprichos te habría dejado en la celda más alta de toda la torre —bromeó Aemond, mientras sopesaba sus palabras.

    Sabía que la curandera Myrah era la única compañía que Lucerys tenía cuando él estaba fuera. La mujer, aunque casi siempre se quejaba, le había tomado cariño a Lucerys, Aemond podía darse cuenta fácilmente. Estaba segura de que ella lo cuidaría bien en su ausencia y no dejaría que ninguna sirvienta malintencionada o algún torpe soldado entrada a su habitación.

    Sin embargo, tenía el presentimiento de que Lucerys se lo tomaría a mal. Quizás sí podría conseguirle algún libro, o algo en que pudiera entretenerse, mientras él no estaba. Aegon había sido muy enfático en que lo necesitaba de manera urgente y que si seguía negándose lo tomaría como un gesto de desacato al rey.

    Puedo conseguirte lecturas, pergaminos, si eso deseas. Myrah estará encantada de conseguirte todos tus caprichos para que te mantengas entretenido. Podrías ir con ella a otras partes de la torre, si lo manejamos bien. —Aemond sabía que no era la gran cosa, sobre todo tomando en cuenta que Harrenhal no dejaba de ser un castillo que fue abatido por un dragón y que ya había pasado sus mejores épocas.

    Suspiró, mientras extendía una mano hasta tomar la de Lucerys. Él tampoco quería irse, ni siquiera pensaba en decírselo, porque sabía que Lucerys se quejaría. Aemond ni siquiera sabría cómo consolarlo porque él preferiría quedarse ahí en Harrenhal. Sin embargo, si acudía al llamado de su hermano, tendría algo de control sobre cómo estaba la situación. Eso también, indirectamente, era beneficioso para Lucerys.










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    Lun Abr 08, 2024 8:28 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Lucerys

    Lucerys rió con la respuesta de Aemond, y ladeó ligeramente la cabeza ante el contacto de su dedo sobre su mejilla. Al inicio se sobresaltaba cuando su tío intentaba tocarlo sin previo aviso, pero con el paso de las semanas había terminado por acostumbrarse y disfrutarlo.

    No creí que te quejaras, eres exactamente el único que disfrutaría de mi belleza si la potencio —replicó.

    Tomó la mano de Aemond entre la suya lo escuchó. Le sorprendió escuchar que podía considerar que Myrah lo acompañara a explorar la torre. ¿Realmente estaba dispuesto a darle un poco más de libertad? Quizá eran ciertas sus sospechas de que si seguía le juego a su tío lograría ablandarlo poco a poco, mientras no se pasara de listo.

    Consígueme esas cosas, por favor, o voy a volverme loco aquí arriba —insistió, haciendo un pequeño puchero.

    Aemond no se negaría mientras no fuera un riesgo para que escapara. En el fondo, Lucerys tenía más esperanzas de extraer información de Myrah que de su tío. Sabía la gran capacidad de control que este tenía.

    Estrechó su mano un momento antes de soltarla y regresar a su comida. Tenía que terminar de comer si quería escuchar las noticias de Aemond. Pero se le quitaba el apetito de pensar que probablemente lo que le diría era algo que cambiaría su dinámica hasta ahora.

    Prometo que me portaré bien y no te acosaré con cosas por unos días —añadió con una sonrisa cómplice.

    Ambos sabían perfectamente que le seguiría pidiendo cosas, no le creería si le prometía no pedir nada más. Había muchas cosas que quería, pero casi todas implicaban salir de la torre y sabía que eso estaba fuera de discusión por ahora.






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    Phoenix
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    Jue Abr 11, 2024 6:02 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Aemond
    Aemond miró sus manos entrelazadas, Lucerys desprendía una calidez que le erizaba todos los poros de la piel. Con cada roce, Aemond sabía que era un menos en la cuenta regresiva para que esta dinámica se desvaneciera. En cuanto pusiera un pie en Desembarco del Rey, la situación iba a cambiar. Ya se imaginaba la expresión de Lucerys cuando le dijera que tenía que irse. Sabía que, más que echarlo de menos, lo que más le pesaría era la soledad. Myrah era una compañía ocasional, pero no iba a quedarse con él como si fuera una niñera todo el tiempo.

    Te conseguiré cosas, lo prometo. Le pediré a Myrah que me ayude, necesito que te mantengas entretenido o se te empezarán a ocurrir cosas como escalar por las paredes o tratar de bajar por la ventana.

    Aemond a veces bromeaba con las ganas que tenía Lucerys de salir de la torre. Usualmente, como ahora, siempre lo besaba antes de que éste empezara a protestar. Aemond lo besó despacio y luego le acarició con suavidad el cuello.

    Me gusta esa promesa… —dijo en un susurro, mientras acariciaba con cuidado el cabello de Lucerys. Le fascinaba su aspecto en este momento, pues ya no parecía un niño enfermizo que estaba capaz de desfallecer. ¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? Le parecía que había pasado una eternidad desde ese entonces—. Sobre todo la parte en la que dijiste que no te quejarás más de la cuenta.

    Aemond se terminó lo que tenía en su plato y luego se giró hacia Lucerys, mientras extendía un brazo hasta tomarlo por la cintura. Le apetecía llevárselo a la cama antes de que la lengua de Lucerys fuera más rápido que sus intenciones.

    ¿Ya terminaste? —susurró en el oído de Lucerys, mientras esperaba su respuesta. Estaban tan cerca, que Aemond pudo sentir cómo a Lucerys se le erizaba la piel. Era una experiencia fascinante, era por ello que no quería que se terminara.










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    Dom Abr 21, 2024 7:24 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Lucerys

    Lucerys sonrió dentro de los besos que Aemond le dio, y disfrutó cada una de las caricias. Estos eran los momentos buenos que tenía su vida todavía. Y temía que iban a acabar pronto.

    Gimió cuando Aemond le preguntó si había terminado. Se erizó de solo sentirlo tan cerca, pero también sabía lo que significaba esa pregunta.

    ¿Lo preguntas para compartirme tus noticias? —preguntó con duda.

    Aemond no había parecido muy emocionado por compartir lo que fuera que le iba a decir.

    Se separó de él buscando su mirada, con su expresión llena de aprensión. ¿Qué estaba pasando? ¿Serían malas noticias del interior? ¿De su familia? ¿O algo habría pasado a la familia de Aemond?

    Hizo un puchero mientras cruzaba las manos detrás del cuello de Aemond y se levantaba para sentarse en su regazo.

    Dime, ya acabé de comer —dijo con resignación, seguido de un suspiro.

    Se recostó en su hombro. Tal vez sería más fácil procesar la noticia que fuera si no se estaban viendo.

    Sospechaba que no le iba a gustar lo que iba a oír.

    ¿Te vas a quedar conmigo hoy después de lo que me vas a decir? No me dejes solo después —añadió, pensando que tal vez podía sacar algo bueno de una mala noticia. Al menos para ese día.






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    Vie Abr 26, 2024 6:05 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Aemond
    Aemond encontraba bastante irónico que llevaba toda la vida riéndose de Aegon, que era demasiado llorón, inestable, incapaz de tomar sus propias decisiones y siempre doblegándose a la voluntad de otros a su alrededor, cuando ahora era él mismo quien se sentía en esa situación. Llevaba varias noches sin dormir bien, pensando en qué iba a pasar a continuación. Temía que hacer una movida drástica desmoronara esta delicada rutina que ahora tenía con Lucerys.

    No dejó de pensar en eso cuando volvió a besarlo, esta vez con más fuerza, mientras sentía cómo Lucerys cedía y aceptaba sus caricias. Aemond no era más que un estúpido y no iba a tener cara para reclamarle nada más a Aegon en lo que les quedara de vida. Lo cual, dadas las circunstancias, parecía que les quedara muy poco. Los besos de Lucerys, aunque bastante tentadores, no podían borrar la realidad de esa forma.

    Mientras seguía pensando en ello, Aemond tiró de Lucerys, un gesto firme y rápido, para colocarlo encima de su regazo. Lucerys acababa de decirle que había terminado de comer y ya Aemond a estas alturas no tenía apetito. Tomó a Lucerys de ambas mejillas y unió sus miradas.

    Me voy a quedar contigo esta noche —le prometió, pues en eso hablaba muy en serio. Lucerys lo miró con interés, pero Aemond podía imaginarse lo que pensaría luego de que escuchara lo que él diría a continuación—: Pero después tengo que marcharme. Lo haré mañana al despuntar el alba. Aegon me está llamando, me mandó una carta escrita por su puño y letra. No quiero ni imaginarme lo que se habrá quejado por tener que escribir el mensaje él mismo. Llevo días retrasándolo, pero no puedo hacerlo más. Si sospecharan que tengo algo por lo cual quedarme, no sería bueno para ti —en realidad, no sería bueno para los dos, pero Aemond sabía que, incluso si todo esto se descubriera, su madre sería piadosa con él. Aegon quizás haría un berrinche, pero no estaba en posición de acusarlo de traición. Lucerys, sin embargo, no correría con igual suerte.

    Aemond ya no discutía consigo mismo, con lo inevitable, era obvio que lo estaba protegiendo. No deseaba que le sucediera nada Lucerys. No estaba dispuesto a dejarlo ir, por supuesto, quería retenerlo a su lado, pero no permitiría que nadie lo tocara.

    No quisiera tener que irme, pero si lo hago, el estúpido de Aegon puede traer un emisario a Harrenhal y eso es lo último que nos hace falta.










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    Vie Mayo 03, 2024 6:42 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Lucerys

    Tal como había temido, eran malas noticias. Ya el beso de Aemond le había parecido cargado de una intensidad fuera de lo corriente. Se acomodó en su regazo y cuando le explicó que debía marcharse, se abrazó a él y escondió la cara en el hueco de su cuello.

    Debía prepararse para cuando llegara este momento, pero la ilusión de que al fin todo empezaba a marchar bien había sido demasiado seductora. Ahora, Aemond se marcharía y él tenía miedo. Sintió venir las lágrimas a sus ojos y no se molestó en contenerlas.

    ¿Cuándo volverás? —preguntó finalmente.

    Eso era lo más importante. Temía sinceramente que no volviera o se ausentara muchísimo tiempo. ¿Qué sería de él mientras Aemond no estuviera ahí? Se iba a volver loco encerrado en esa torre.

    Tienes que cuidarte demasiado, Aemond. Entiendo que tengas que irte, pero, ¿qué será de mí si no regresas? —preguntó, dejando salir su miedo.

    En otro momento habría temido que Aemond se enojara por escucharlo llorar o preocuparse, pero esta vez realmente le creía que no quería separarse de él pero no tenía opción. Eso no lo hacía más fácil de asimilar.

    Se incorporó para mirar a Aemond a los ojos. Le corrió el cabello detrás de los hombros con suavidad, mientras le sostenía la mirada.

    No puedo perderte, Aemond, eres todo lo que me queda —añadió.

    Era cierto. Si Aemond no regresaba, Lucerys tendría que escapar de allí, pero... ¿cómo volvería a su familia? ¿Cómo escaparía de los verdes?






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    Lun Mayo 06, 2024 6:18 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Aemond
    Lucerys estaba asustado.

    Aemond podía darse cuenta no sólo por sus preguntas, sino también por la expresión desencajada de su rostro. Tenía la sensación de que Lucerys estaba haciendo un esfuerzo por no echarse a llorar desconsolado, mientras que él no sabía qué hacer con esa revelación.

    Lo más frustrante de todo era que él no tenía cómo darles respuestas concretas. Su viaje a Desembarco del Rey podía tomar un par de días o unas cuantas semanas, dependiendo de qué se encontrara. Si Aegon estaba tan furioso con él, tendría que quedarse allí un tiempo considerable. Quizás tuviera noticias más concretas de qué estaban haciendo los ejércitos de Rhaenyra y su abuelo considerara oportuno que él interviniera. Después de todo, Aemond era el único que tenía un dragón que sabía lo que era estar en la guerra, eso tenía que darle una ventaja por sobre los demás.

    Aemond sostuvo el rostro de Lucerys con ambas manos, acariciándole la mejilla con el dedo pulgar. No creía que pudiera poner en palabras lo que estaba sintiendo en este momento. Ni siquiera estaba seguro de que fuera correcto.

    No lo sé —confesó con voz ronca—. No sé realmente cuánto tiempo me tome volver porque no tengo idea de qué situación me espere en Desembarco del Rey. Tampoco puedo mandarte cuervos porque eso levantaría sospechas.

    Aemond también había pensado en qué pasaría si esta fuera la última noche que estuvieran juntos. No podía liberar a Arrax porque eso sería desastroso si llegaban noticias de que el dragón estaba sobrevolando Harrenhal, especialmente si él estaba ya de regreso en la Fortaleza Roja. Y se llevaría a Vhagar, quizás la única que tenía la fuerza suficiente para remover la piedra de la cueva. No sabía si Arrax estaba lo bastante recuperado como para hacer eso.

    Trataré de volver lo antes posible, o de hacerte saber qué está pasando, pero no puedo garantizarte nada. Así que… —Aemond, volvió a unir sus miradas, acariciándole el rostro—. Si algo me pasa, vete de aquí con Myrah. Ella sabrá esconderte para que estés a salvo. Si me sucede algo, no se te ocurra revelar tu identidad, no es seguro para ti.










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    Dom Mayo 12, 2024 5:09 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Lucerys

    Lucerys sintió cómo le temblaba el labio inferior mientras lo escuchaba y se le llenaban los ojos de lágrimas. Le rodeó el cuello con los brazos y escondió la cara en la curva de su cuello.

    Se supone que me digas que no te va a pasar nada —le reprochó, mientras lo abrazaba con más fuerza.

    No lo quería soltar. No quería dejarlo ir a Desembarco del rey aunque bien sabía que no tenía oportunidad.

    Tienes que encontrar la manera de mandarme noticias. Dejas hombres aquí, puedes mandarles instrucciones —le sugirió.

    Iba a ser terrible no tener ni siquiera noticias sobre él en todo ese tiempo. Podía enviarle instrucciones a Myrah, y con ellas noticias para él. En ese momento detestó a Aegon con todo el corazón. Maldito usurpador...

    Aemond estaba del lado de su hermano, no del de su madre, se recordó. Pero era el único que estaba del lado de Lucerys. Eso era lo que no podía olvidar.

    Me vas a extrañar —señaló, porque no usó el tono de pregunta.

    Se acomodó mejor sobre él, abandonándose en su abrazo. Temía lo que pasaría cuando regresara. Qué tanto habrían cambiado las cosas después de un tiempo separados. Qué tanto habrían recobrado la cordura ambos.






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    Sáb Mayo 18, 2024 7:06 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Aemond
    Cuando Lucerys lo abrazó, Aemond cerró los ojos por un instante. Deseaba poder quedarse en esa misma posición para siempre. Le acarició la espalda, mientras lo acomodaba mejor sobre su regazo. No pudo evitar reír con su reproche, porque parecía que Lucerys lo decía totalmente en serio, se le antojó a un comentario infantil, como cuando todavía podían tolerarse mutuamente. Antes de que a Lucerys se le ocurriera dejarlo sin ojo.

    Pensé que apreciarías un poco de honestidad… —dijo con voz ronca, mientras lo tomaba del rostro para unir sus miradas.

    Parecía que la mayor preocupación de Lucerys era no tener noticias suyas. Aemond tenía otras prioridades, temía que su abuelo pudiera descubrirlo y entonces sí que estaría en problemas. Lucerys también, si se daba ese escenario. Confiaba en que podría fiarse de la piedad de su madre, pero Alicent no estaba en una gran posición de poder, así que contar con ella sería casi simbólico.

    Aemond tenía que ser astuto, pero parecía que Lucerys quería que fuera más visceral. Suspiró hondo, mientras volvía a acariciarle el rostro.

    Haré lo posible porque tengas noticias, pero prefiero no prometer mucho. Es posible que interrumpan nuestra correspondencia, tu querido padrastro es muy hábil para esas cosas —Aemond sabía también que Rhaenyra estaría buscando alianzas en el Norte, no podía dar un paso en falso. Las fuerzas de Cregan Stark superaban con creces varios ejércitos que les juraron fidelidad—. Piensa que si son malas noticias, lo sabrás muy pronto. Hablo en serio al decir que si algo me pasa, no esperen a que venga nadie a reclamar Harrenhal. Se lo diré a Myrah.

    Lucerys volvió a mirarlo con expresión desolada y, ahora sí, Aemond lo besó con todas las fuerzas que todavía le quedaban. No quería irse, por supuesto, quería aferrarse a este sitio de la misma manera en que sus manos se aferraban a la espalda de Lucerys. Si su madre lo viera ahora, diría que estaba embrujado.

    Lo peor de todo, era que llevaba parte de razón.

    Por supuesto que voy a extrañarte. No dejaré de pensar en ti ni un instante —dijo con voz rota, sin importar dar un paso en falso y decir semejante confesión.










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    Vie Mayo 24, 2024 6:47 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Lucerys

    Honestidad.

    Que apreciaría un poco de honestidad.

    Claro. Habría otros momentos y otras cosas en las que querría honestidad. Pero en el fondo, aunque esta verdad no le gustara... no era mala idea saber a qué atenerse.

    Sin embargo, prefiería la honestidad que sentía en el beso de Aemond que en sus palabras. Incluso antes de que dijera nada sobre que lo iba a extrañar, ya Lucerys lo sabía. Era verdad que no quería dejarlo.

    Lucerys le sonrió cuando dijo que estaría pensando en él. Dejó en el olvido los restos de la cena que quedaban sobre la mesa y se acomodó sobre el regazo de Aemond, aprisionándolo entre sus piernas.

    Si te vas hasta mañana quiere decir que nos queda esta noche —señaló.

    Le acomodó el cabello detrás de los hombros con movimientos lentos, calculados, sin apartar la mirada de él. Aemond tenía un solo ojo, pero la intensidad en este era increíblemente fuerte. Lucerys tenía la sensación de que quería grabarlo en su memoria. Quizá él también temía que al regresar las cosas ya no serían las mismas.

    Así que puedo asegurarme de dejarte cosas que valga la pena recordar cuando pienses en mí —añadió tras un momento, dedicándole una sonrisa traviesa.

    Aunque la verdad, Lucerys estaba temblando solo de la idea de que se iban a separar a largo plazo y que no sabría si iban a tener esto de nuevo. No paraba de pensar que Aemond era todo lo que le quedaba, pero eso no significaba que no fuera a perderlo también.

    Si algo le pasaba y debía escapar de ahí, no sabría qué hacer. Si regresaba con su familia, cómo se tomarían saber dónde estuvo todo ese tiempo. Qué le harían a Aemond.

    Aemond le había salvado la vida. Si lo hubiera dejado en el palacio, los Hightower habrían terminado con él. Tal vez podría convencer con eso a su madre... pero no a Daemon.






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    Dom Mayo 26, 2024 5:31 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
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    Aemond
    Aemond contuvo la respiración cuando sintió las manos de Lucerys sobre su cabello. Éste le apartó el pelo, como si estuviera peinándolo con delicadeza y Aemond cerró los ojos por un instante. Era absurdo lo mucho que ese simple gesto lo reconfortaba. Sabía que estaba viviendo una realidad que no le correspondía, que él y Lucerys estaban allí en Harrenhal viviendo una fantasía que de verdad no existía.

    Allá afuera, lo único que les deparaba era una guerra cruenta. En algún momento de poca lucidez se preguntó qué pasaría si montaba a Lucerys en Vhagar y lo llevaba a las Ciudades Libres. Si ninguno de los dos volvía a aparecer en Poniente. Luego, pensaba qué sucedería si lo devolvía con Rhaenyra, si así quizás su hermana estaría dispuesta a negociar términos con él. Pero luego Aemond recordaba en qué posición estaba.

    Ni Rhaenyra se apiadaría de él, ni su abuelo tendría piedad para Lucerys. Estaban en una situación imposible.

    Tal vez debería simplemente subirte al lomo de Vhagar y no regresar de nuevo —dijo en voz alta, con una sonrisa, antes de tomarlo por la cintura para acomodarlo mejor, mientras le besaba el cuello—. Sigues siendo mi prisionero, no tengo que pedirte permiso.

    Aemond lo decía con firmeza, pero sabía bien que, a estas alturas, el peso de sus palabras no era el mismo. Lucerys estaba allí como su prisionero, por supuesto, pero las cosas eran diferentes entre ambos.

    Suspiró hondo, mientras sentía las manos de Lucerys cerca de su rostro. Aemond se estremeció cuando sintió una de las manos de Lucerys demasiado cerca del parche y entonces supo lo que tenía que hacer.

    Espera… —Aemond tiró del parche con su mano derecha, mientras que con la otra continuaba aferrando a Lucerys por la cintura. Escuchó el sonido del parche cayendo al suelo, un sonido ahogado que lo dejaba completamente expuesto. Cuando miró a Lucerys, sabía que éste irremediablemente estaba viendo la cuenca de su ojo perdido, aquel que tenía un zafiro incrustado, que debía de brillar en dirección a su sobrino. Aemond casi nunca se lo quitaba, mucho menos si estaba en presencia de la gente. Pero ahora, esta noche, este preciso momento, se sentía adecuado.










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    Mar Mayo 28, 2024 7:46 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Lucerys

    Lucerys rió entre dientes cuando le dijo que seguía siendo su prisionero. Sabía que técnicamente era verdad, no podía salir de ahí, pero hacía tiempo que no se sentía como un prisionero. Aemond no iba a hacerle daño. Iba a hacer lo necesario para mantenerlo con vida y ahí.

    ¿Dónde me llevarías en Vhagar? —preguntó, mientras continuaba jugando con su cabello.

    Cuando Aemond se quitó el parche contuvo la respiración. No se había imaginado eso. Le parecía la máximo expresión de vulnerabilidad que podía imaginar de su tío. Lo miró fijamente, hipnotizado por el zafiro y luego, lentamente, se inclinó sobre su rostro y empezó a dejar ligeros besos alrededor de la cuenca del ojo.

    Él había hecho eso. Él lo había dejado así.

    No había forma de que Aemond no pensara en él todos los días.

    ¿Nos iríamos lejos, donde nadie quiera matarnos? —preguntó entresusurros y besos. —¿Donde podamos estar afuera juntos sin que pase nada? ¿Donde podamos llevar a Arrax?

    Era una fantasía. Aemond nunca se iría. No con la guerra por el trono de por medo. A Lucerys no le importaría tomar un barco y largarse de Poniente. Extrañaría a su familia, pero él no tenía interés en ser rey ni en gobernar. Aemond, por otro lado, era ambicioso como toda su familia materna.

    Acarició suavemente el entorno de la cuenca de su ojo. Por más ambicioso que fuera no dejaría de pensar en él aunque no pudiera marcharse.

    Iría contigo, Aemond, aunque no fuera tu prisionero—le susurró, para luego inclinarse y besarlo en los labios de nuevo.

    Siempre estaría con él, quisieran o no. Ese zafiro se encargaría de ello.






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    Sáb Jun 01, 2024 5:56 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Aemond
    Cuando Lucerys lo besó, Aemond contuvo la respiración. Porque no lo estaba besando en los labios, ni en el rostro, Lucerys le estaba besando el zafiro, el ojo que ya no estaba allí, aquel que él se lo había arrebatado cuando no eran más que unos niños. Aemond nunca permitía que nadie hiciera semejante cosa, pero el suave beso de Lucerys le encogió el estómago y le hizo preguntarse si se estaba tomando sus palabras más en serio de la cuenta.

    O si el mismo Aemond lo estaba considerando de verdad. ¿Cuáles podrían ser las consecuencias? Si ambos se iban lejos, nadie podría darles alcance. Estarían demasiado ocupados con las secuelas de esta guerra, no desperdiciarían recursos en buscarlo a él o a Lucerys. Quizás Rhaenyra sí se atrevería, sobre todo porque estaría dispuesta a encontrarlo a él para darle una lección. Pero entre el trono y un hijo perdido, su hermana escogería el otro, tenía un esposo que no le permitiría olvidar qué era lo más importante que estaba en juego en este momento.

    Vhagar estaba descansando en las inmediaciones del castillo. Irse ni siquiera era una posibilidad tan remota.

    Nos iríamos tan lejos donde nadie pudiera alcanzarnos nunca. Estarían demasiado ocupados con la guerra, no podrían desperdiciar tiempo o recursos en buscarnos. Arrax aguantaría el viaje, estoy seguro de que no querría decepcionarte —dijo de pronto, en un arrebato de locura, como si de verdad se lo estuviera planteando. Lo más extraño de todo era que Lucerys, quizás también febril por la situación en la que estaban, acababa de decirle que sí, que se iría con él.

    Aemond volvió a besarlo, sintiendo el peso de su pequeña cintura muy cerca de él. Lucerys, a diferencia de él, se esforzaba por ser un buen niño, por obedecer las órdenes de su madre. No estaba seguro si resistiría irse sin volver a saber de ella jamás. Aemond mismo ni siquiera estaba seguro de poder dejar atrás a su familia y saber que los había decepcionado.

    Tan sólo si se imaginaba a Lucerys en las Ciudades Libres, sonriendo, dorado y brillante como el sol, su firmeza se tambaleaba.

    Te verías hermoso con la moda de Pentos, estoy seguro —dijo, antes de besarlo con avidez, porque no quería escuchar su respuesta. Estaban fantaseando, los dos, Aemond no podría planteárselo de verdad.

    Si se iban, en algún momento acabarían arrepintiéndose. Además, su destino estaba tan torcido que quizás sí, quizás sí desperdiciarían recursos hasta darles caza tan sólo para tratarlos como los traidores que eran.










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    Vie Jun 07, 2024 8:10 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Lucerys

    Lucerys sabía que aquello era una ensoñación. Pero quería que Aemond siguiera soñando con él, por lo que premió cada una de sus palabras con besos y caricias. Había ido aprendiendo cuáles eran las cosas que a su tío le gustaban más. A cuáles respondía mejor.

    Claro que Arrax podría, yo lo llevaría hasta allá... llegaríamos como dos jinetes de dragón, dos Targaryen, y podríamos hacer lo que nos diera la gana —le aseguró, separándose de él lo suficiente para encontrar sus miradas.

    Le dedicó después su sonrisa más coqueta.

    Me veo magnífico en la moda de Pentos —declaró. —Olvidas que parte de mi familia viene de allí, me han regalado trajes de allá.

    Ahora no tenía acceso a ninguno, seguían en Rocadragón, a donde él probablemente no podría volver nunca. Y tampoco podría ir con Aemond a Pentos. Lucerys empezaba a comprender que Aemond le había salvado la vida, pero nunca sería una vida todalmente suya, como la que tenía antes. Era una vida en la que necesitaba a a Aemond siempre.

    Debería estar más molesto por eso.

    Se acomodó en el regazo de Aemond, dispuesto a provocarlo.

    Si me vas a dejar por tiempo indefinido tienes que dejarme un recuerdo para aguantar... y tienes que llevarte uno para que no dejes de pensar en mí. No me puedo arriesgar a que me olvides aquí—le advirtió.

    Se abrazó a su cuello para hablarle al pído.

    Imagina que es nuestra primera noche en Pentos y me vestí en la moda de allá para ti—susurró.






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    Lun Jun 17, 2024 5:52 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Aemond
    Aemond no recordaba haberse reído de la forma en que se rio cuando Lucerys le dijo, como si fuera un niño caprichoso, que le quedaría magnífica la moda de Pentos. Él no tenía cómo refutar semejante argumento, por supuesto. Tampoco quería hacerlo, las fantasías de Lucerys sobre irse juntos eran un buen consuelo, sobre todo porque Aemond tenía claro que eso no iba a suceder nunca.

    Tendría mucha suerte si conseguía mantenerlos vivos a ambos durante la guerra. Aemond pensaba, mientras Lucerys reía y lo acariciaba, que lo más sencillo sería que ambos bandos se acabaran en la guerra. Que toda la sangre de sus familias se derramara hasta la última gota, hasta que sólo quedaran ellos dos en pie.

    Si nadie se interponía entre él y el trono, Aemond podría sacar a Lucerys de su escondite. Quizás sufriría por la muerte de su familia, por supuesto, siempre fue más sentimental que Aemond. Pero confiaba en que lo superaría, siempre que se cumplieran unas cuantas de sus fantasías.

    Tendré que traerte moda de Pentos para que pruebes tu punto… —dijo de pronto, robándole otro beso—. No estoy demasiado convencido. Sabes que me gustan las pruebas.

    Lucerys lo abrazó y Aemond, por un instante, pensó en cumplir todo lo que éste le había dicho. Montarlo en Vhagar, huir lejos, desaparecer en medio de las nubes y que nadie más pudiera encontrarlos. No volver jamás a Poniente.

    Pero esos no eran más que sueños banales y Aemond sabía que no podía permitirse tener ilusiones infantiles. Lo que sí podía hacer, era darle a Lucerys algo para que confiara en su regreso. A su mano no tenía ni joyas, ni tampoco telas que dejarle. Así que Aemond, en un arrebato, porque la cercanía de Lucerys empezaba a mermar su tortura, envolvió el parche que había dejado caer por la cama, hasta volverlo un rollito que cabía perfectamente en la mano de Lucerys.

    Volveré, Lucerys. Necesito que me creas, voy a volver por ti.










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    Sáb Jun 22, 2024 7:12 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Lucerys

    Lucerys sintió un nudo en la garganta cuando se dio cuenta que Aemond le estaba entregando su parche. Lo estrujó con fuerza entre los dedos y luego sostuvo su rostro, mirándolo fijamente.

    Te creo que vas a volver. Te estaré esperando —le aseguró.

    Se inclinó hacia él y lo besó lentamente.

    Aemond iba a regresar. Tenía que. No había pasado por todo lo que habían vivido las últimas semanas para dejarlo allí. ¿Cierto? Si no volvía, Lucerys se convertiría en el prisionero que se volvía loco de esperar en el encierro. Pero Aemond no iba a permitir eso. No después de pasar semanas manteniéndolo con vida, en contra de lo que pretendía el resto de su familia.

    Pero era la última vez que lo dejaba marcharse con tan poca garantía.

    Luego se separó de él y se levantó las manos hacia el rostro. No sabía cómo se iba a tomar Aemond esto... Pero se puso el parche. Tuvo que tomarse su tiempo para ajustarlo, nunca antes había usado uno. Era extraño perder la mitad de su campo de visión. Miró a Aemond algo nervioso. Podría tomarse aquello muy mal, o muy bien.

    Me queda mejor la moda de Pentos —comentó, permitiéndose una sonrisa, como si fuera un momento para bromear. —Pero tendrás que volver por él.

    Se acercó tentativamente para besarlo de nuevo.

    "Por favor, bésame" pensó. Le gustaba fastidiarlo, pero no esa noche. No la última noche en quién sabe cuánto tiempo.






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    Mar Jun 25, 2024 7:01 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Aemond
    Aemond contuvo la respiración cuando se dio cuenta de lo que Lucerys estaba a punto de hacer. Se quedó mirando cómo Lucerys se ponía el parche, como si fuera suyo. Aemond tenía la sensación de que éste, por supuesto, le quedaba muy grande, pero no conseguía conectar con qué estaba sintiendo justo en este momento.

    Cuando era niño, cuando todavía la herida de su ojo estaba fresca, pues sangró bastante y estuvo hinchada por varias semanas, fantaseaba por las noches con escabullirse hasta Rocadragón para arrancarle un ojo a Lucerys. Deseaba hacerlo pagar, que sufriera lo mismo que él había experimentado.

    Sin embargo, con el pasar de los años, su deseo de venganza se había convertido más en una obsesión que en unas ganas reales de hacer justicia por su propia mano. Quería someter a Lucerys a su voluntad, pues creía que era lo mínimo que se merecía.

    Pero ahora lo tenía frente a él, cubriéndose el ojo con un parche que Aemond mismo le había dado, y lo comprendió.

    Sí voy a volver por ti, Luke… —dijo despacio, usando aquel mote cariñoso por el que alguna vez lo llamó, cuando todavía eran unos niños. Cuando Aemond creía que tenía permiso para pensar en él como parte de su familia. Incluso si Lucerys se metía con él de la misma forma que lo hacía Aegon o Jacaerys—. No importa por lo que tenga que pasar, volveré por ti.

    No quiso decir más nada, porque si se la pasaba pensando en las probabilidades que tenían de salir ilesos, los dos, de todo esto, tan sólo se angustiaría. Y Aemond no podía permitirse sentir angustia bajo ningún concepto. Él tenía que sobrevivir, tenía que ser más astuto e inteligente que el resto. Tenía el dragón más grande, el único que había visto la guerra de la conquista, eso le daba algo de poder.

    Cuando besó a Lucerys, lo aprisionó con fuerza contra su cuerpo, besándole los labios y el cuello, mientras permitía que éste se acomodara mejor sobre su regazo.










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    Jue Jul 04, 2024 5:20 am
    IX. Verdades a Medias
    Harrenhal
    Noche
    Lucerys

    Aemond lo besó. Y no fue cualquier beso.

    Lucerys devolvió el beso con entusiasmo, dejándose llevar por la fuerza y posesividad de Aemond. Escuchar como lo llamaba "Luke" encendió algo dentro de él. Era un nombre familiar que solo usaban las personas que realmente lo querían. No había oído ese diminutivo desde que había salido de Rocadragón.

    Rescató el parche de caer de su rostro, y lo estrujó en una de sus manos, mientras la otra la enredaba en los largos cabellos de su tío.

    Sus últimas palabras habían sonado todavía más sinceras que todas las anteriores. Lucerys las sintió como una promesa, y supo que sí volvería por él. Iba a hacerlo, sin importar las condiciones.

    Ya se encargaría él de que fuera la última vez que se marchaba así. Cuando regresara por él, Lucerys se aseguraría de que no pudiera volver a separarse de él sin pertenecerse el uno al otro. No sabía cómo pero tenía que averiguar todo de los ritos valyrios. Por un momento lamentó no haber sido tan hacendoso como Jace en estudiar los textos valyrios.

    Se separó de Aemond y lo tomó del rostro, mirándolo con intensidad.

    Voy a estar esperándote, Aemond. Estaré aquí —le aseguró.

    Por un momento tuvo la certeza que incluso con la posibilidad de escapar, ahora no lo haría. Si se marchaba, podría regresar con su familia, pero ni su madre, ni mucho menos Daemon, aceptarían a Aemond. Y Lucerys no podía renunciar a él después de todo lo que habían pasado.

    No tengo nada que darte para que lleves contigo —añadió. En efecto no tenía nada propio desde que había sido hecho prisionero en Desembarco del Rey —Así que tendré que darte una noche inolvidable para que no dejes de pensar en mí.

    Le dedicó una sonrisa pícara antes de besarlo de nuevo.






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    Lun Jul 08, 2024 7:05 am
    X. La Torre de la Viuda
    Harrenhal
    Noche
    Aemond
    Cuando bajó del lomo de Vhagar, Aemond todavía sentía el olor a sangre fresca en la punta de la nariz. Quería vomitar, pero apenas tenía fuerzas para ponerse en pie. Vhagar también estaba herida, podía sentir cómo le escocía la piel de recordar cómo también ella estaba sufriendo. Estaba enfadada con él, Aemond y, una voz muy parecida a la de su madre, le susurraba al oído que tenía razón.

    Aemond, al parecer, sólo le gustaba pretender que estaba en control de la situación. En realidad, no tenía control de la guerra, a duras penas había podido mantener el control de Vhagar y había conseguido impedir por los pelos que la situación terminara en tragedia para ambos.

    La armadura… —Aemond gimió como un niño, incapaz de dar instrucciones a nadie en concreto. La única voz que consiguió distinguir en medio de los sirvientes que llegaron en su ayuda, fue la de Myrah. Aemond quiso decirle que, por favor, lo llevara a sus aposentos. Su primer instinto fue preguntar por él, pues necesitaba saber desesperadamente cómo estaba. Si, a pesar de sus intenciones y promesas, Lucerys había sido lo bastante listo y había escapado.

    Dada la situación, era lo más inteligente que podía hacer. Aunque la sola idea le provocaba arcadas, Aemond sabía que era lo mejor que Lucerys podía hacer. Incluso si no podía llegarse a su dragón, podía escapar por su cuenta.

    Myrah no le dio tiempo de hacer preguntas estúpidas y cometer más errores, la mujer debió ordenar que lo ayudaran porque Aemond sintió cómo lo levantaban del suelo. Cerró los ojos por lo que se sintió una eternidad y se sintió más ligero, aquella sensación que tardó en darse cuenta de que significaba que se habían desecho de su armadura. Siguió escuchando varias voces desconocidas hasta que se sintió en posición horizontal de nuevo.

    El colchón estaba más suave de lo que recordaba y olía a limpio. Aemond pensó que, si iba a morir, era mejor hacerlo en un sitio limpio que a descampado y entre cenizas o en medio de cadáveres.

    La voz de Myrah fue afianzándose por encima de los demás, hasta que Aemond escuchó que cerraban la puerta.

    Puedes salir —escuchó a Myrah decir—. Pero sólo un momento. Van a volver, les pedí que trajeran mis yerbas. Intentaré curarlo.

    Aemond no podía ver nada, sólo podía escuchar, el costado le escocía y lo único que salió de sus labios fue un quejido incómodo y bastante patético.  










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    Mar Jul 09, 2024 5:50 am
    X. La Torre de la Viuda
    Harrenhal
    Noche
    Lucerys

    Harrendal no era un lugar agradable.

    Hasta ahora, Lucerys había estado enfermo y encerrado. Pero desde la última marcha de Aemond se había sentido inquieto y había empezado a prestar más atención a sus alrededores. Myrah era una mujer razonable y lo había dejado moverse más por la torre, siempre y cuando no se cruzara con nadie.

    El lugar estaba realmente en ruinas. No era solo que se hubiera quemado, literalmente se caía en pedazos. El agua se infiltraba por las paredes y el frío se metía con ella. Al parecer, Aemond lo habiá dejado en las habitaciones más conservadas, no era extraño que hubiera elegido esas para sus aposentos.

    Se había aburrido mucho en su ausencia. Myrah no le contaba nada realmente interesante sobre lo que sucedía fuera del castillo, pero al menos lo había ayudado a conseguir todas las cosas que le había pedido. Lucerys había aceptado hacía un tiempo que no iba a salir de allí, así que estaba haciéndose la mejor vida posible.

    Sin embargo, no dejaba de añorar que Aemond regresara. Sin él en Harrendal la vida era muy aburrida para Lucerys. Además, tal vez de él obtendría noticias de verdad. Manipuladas, parciales, pero noticias.

    Y, lo más importante de todo, lo dejaría ver a Arrax.

    Así que cuando escuchó que Vhagar estaba de vuelta corrió a la salida. Myrah lo detuvo y lo devolvió a la torre, asegurándole que lo traería de vuelta pero advirtiéndole que debía esconderse hasta que no hubiera moros en la costa. El problema efue que Aemond no regresó solo.

    Tuvieron que llevarlo entre un grupo de hombres.

    No estaba bien. Podía verlo. Estaba pálido, y había sangre. Mucha sangre.

    Lucerys sintió un nudo en la garganta. A pesar de todo lo que había dicho antes de su marcha, habái tenido confianza en que nada le pasaría a Aemond. Era un buen guerrero y tenía el dragón más grande de todos. No cualquiera podía con él. Pero aquella guerra no la peleaba cualquiera. Estaban su madre, y su padre.

    Cuando salieron de la habitación y Myrah lo llamó, no se hizo de rogar. Corrió al lado de Aemond, le quitó el parche del ojo para que estuviera más cómodo y pasó la punta de los dedos por toda la cara, el pecho, los brazos. Lo sentía vivo bajo su tacto, pero estaba herido. De verdad. Estaba grave.

    ¡Aemond! —lo llamó con insistencia.—¡Tienes que estar bien! ¡Myrah te va a curar como a mí! ¡No es así como tenías que volver!

    De repente se sentía muy asustado. ¿Y si no se recuperaba? ¿Y si había vuelto solo para que lo viera morir? No. No podía hacer eso.

    ¡Aemond, tienes que ponerte bien!—insistió, mientras apretaba su brazo con fuerza, y acercaba mucho su rostro al de él, intentando captar la mirada perdida de su ojo. Necesitaba que lo viera, que se centrara en él.

    Myrah decía que tenía que esconderse de nuevo, pero Lucerys no pensaba apartarse de su lado.

    ¡Myrah, tienes que curarlo!—le insistió.

    La mujer chasqueó la lengua, molesta. Lucerys estaba acostumbrado a esa reacción cuando la presionaba por algún capricho, pero esto no era un capricho. Tenía que hacerlo.

    Haré lo que pueda —replicó de mala gana—. Pero no puedo hacer mucho si me estorbas.








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    Jue Jul 11, 2024 9:09 pm
    X. La Torre de la Viuda
    Harrenhal
    Noche
    Aemond
    Aemond estaba escuchando voces, pero le tomó un instante darse cuenta de que eran Lucerys y Myrah. Lucerys. La parte racional de su cerebro le decía que eso no podía ser cierto, había pasado demasiado tiempo, él mismo estaba apresurado por regresar de Desembarco del Rey porque sabía que la paciencia de Lucerys acabaría por agotarse. Aemond, mientras esperaba por audiencia con el Rey en la Fortaleza Roja, pensaba que lo más lógico era que Lucerys encontrara una forma de escapar. Había empezado a preparar excusas, cualquier cosa, por si llegaban noticias de que Lucerys Velaryon había aparecido milagrosamente en Rocadragón.

    Sin embargo, estaba escuchándolo. Podía sentir las manos de Lucerys tocándole el rostro, despejándole el sudor del rostro y apartándole el pelo de la frente. Aemond trató de enfocar la vista en él, comprobar que no lo estaba imaginando, pero veía todo borroso. El costado le dolía y se estremeció de dolor cuando sintió que le estaban manipulando la herida.

    Aemond quiso decirle que pararan, pero no tenía fuerzas para impedirles nada. Seguía escuchando la voz de Lucerys, que llegaba hacia él como una brisa de esperanza que no debería tener en este momento.

    “¡Aemond, tienes que ponerte bien!”

    Si no estuviera tan herido, habría resoplado de incredulidad. Era mucho más sencillo decirlo que hacerlo, por supuesto. Aemond no podía controlar el sangrado y movió la mano con cuidado, hasta sostener lo que parecía ser el brazo de alguien. La piel era suave al tacto, Aemond sintió un estremecimiento ante el contacto y terminó por convencerse de que sí, Lucerys estaba allí en Harrenhal. No era una alucinación.

    Luke… —susurró, con una voz que no reconoció como suya.

    Quítate los zapatos, pequeño príncipe —la voz de Myrah sí que era inconfundible. Parecía segura, a pesar de las circunstancias—. Y ponte eso que está allá. Revuélvete el cabello, no levantes la cabeza. Diré que eres mi aprendiz. Pero no se te ocurra hablar, digamos que eres mudo. Apresúrate antes de que vuelvan, o no me vas a dejar trabajar en paz.











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    Vie Jul 19, 2024 5:41 am
    X. La Torre de la Viuda
    Harrenhal
    Noche
    Lucerys

    Sonrió levemente al escucharlo decir "Luke". Desde su última noche juntos, que lo había vuelto a llamar así, le parecía lo mejor del mundo. Era como si al fin Aemond viera más allá del sobrino que le arrancó un ojo, y volviera a ver la relación que tenían antes de eso.

    Las palabras de Myrah lo sobresaltaron, pero había esperado que lo echara, así que esto era una mejora. Decidió hacer caso antes de que la mujer cambiara de opinión.

    Aemond estaba definitivamente mal, o se habría burlado de la idea de que lo hicieran pasar por mudo. Le gustaba que Myrah se refiriera a él como príncipe, le hacía sentir que no había perdido su rango. Pero lo que le estaba mandando a ponerse lo haría parecer alguien de la clase baja. Se removió el cabello y regresó junto a Aemond.

    No estaba nada bien.

    Tomó una tela que refrescó en agua para quitarle el sudor de la cara, y le fue apartando el cabello del rostro. Estaba hirviendo, tenía fiebre, así que la herida debía estar infectada.

    Aquí estoy —dijo mientras buscaba su mano de nuevo, pues se había apartado para ir a obedecer a Myrah.—Myrah y yo no vamos a dejar que te pase nada.

    Aunque la verdad todo dependía de la mujer, porque él realmente no tenía ninguna habilidad de maestre como para saber curar una herida así. Miró de reojo y vio la sangre en la herida que Myrah estaba revisando. La zona se veía irritada, y había pus también. Desvió la mirada otra vez hacia el rostro de su tío.

    Pero tienes que luchar, Aemond, no puedes dejar que una herida así termine contigo—se preguntó con error quién lo habría herido. ¿Y si había sido alguien del bando de su madre? ¿Qué se suponía que hiciera él?

    Lucerys creía que el reclamo de su madre era el válido, pero él ya no podía hacer nada por su bando. En cambio, Aemond se había convertido en todo lo que él tenía y no podía imaginarse irse y dejarlo ahí.

    Lo había pensado. Había tenido oportunidades. La verdad era que Aemond lo había dejado vigilado solo por Myrah, él podría haberla evadido pero... ¿para qué? ¿Se suponía que llegara hasta Rocadragón y le dijera a su madre que había pasado los últimos meses con Aemond? ¿Que no podía ya ni pensar en casarse con Rhaena después de todo lo que había pasado con él? ¿Que le debía la vida a Aemond y por favor no le hiciera daño?

    No. No podía hacer eso.

    Así que Aemond tampoco podía morirse y obligarlo a tener que hacer todo eso y además, estar de luto por él.

    Me tienes mucha fe, pequeño príncipe —dijo Myrah, mientras miraba nerviosa hacia afuera—. Pero tampoco hago milagros. Puedes ir rezando a tus dioses.

    Lucerys la fulminó con la mirada. No quería que desanimara a Aemond cuando él estaba haciendo todo lo posible por motivarlo a pelear. Pero en especial, sus palabras le atenazaron de miedo el corazón, lo que hizo que estrechara más fuerte la mano de Aemond.







    Minerva
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    Phoenix
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    Miér Jul 24, 2024 6:35 am
    X. La Torre de la Viuda
    Harrenhal
    Noche
    Aemond
    Aemond sentía que iba a desfallecer en cualquier momento. No sólo era el dolor en el costado, era que sentía cómo las fuerzas lo abandonaban. Si no estuviera acostado, sería mucho más evidente, pues no podría estar en pie. Sentía todo el cuerpo febril y se estremeció con fuerza cuando sintió que una mano le estaba tocando la frente. Le parecía que era la mano de Myrah, porque la mano de Lucerys era mucho más pequeña, conocía ese tacto.

    Pero Aemond estaba tan alterado, que bien podía estar equivocado. Lo más difícil era que no podía enfocar la mirada por lo exhausto que estaba. Lo único que podía hacer, era escucharlos platicar.

    Apenas abran la puerta, mantén la mirada baja, esto es en serio, pequeño príncipe. Todo este tiempo has estado resguardado, pero ahora tu protector está muy grave. Y yo, aunque te gusta creer que sí, no tengo tanto poder en este maldito castillo. Espero que lo entiendas… —la voz de Myrah era dura y firme, Aemond podía imaginarse a la perfección su expresión. De seguro que toda esta situación, más que estar asustada o preocupada por él, le representaba un enorme fastidio.

    Sin embargo, lo había llamado el protector de Lucerys. Aemond quiso decir que no se pusiera más dramática de la cuenta, pero no le alcanzaban las fuerzas. Además, si lo veía en un sentido estricto, la curandera tenía razón.

    La mano de Lucerys estaba sosteniendo la suya, fue como si estuviera también atento a las palabras de Myrah. Aemond hizo un esfuerzo y también la apretó con fuerza, como si quisiera decirle que estaba allí. Que no pensaba morirse todavía. Además, se imaginaba que Lucerys estaba ansioso de escuchar qué era lo que le había pasado. Aemond necesitaba estar entero para hacer ese recuento, conociéndolo, Lucerys estaría angustiado de pensar que algo le había sucedido a alguien del bando de su madre, o a la misma Rhaenyra.

    Olvídate de esa mano —anunció Myrah, con voz autoritaria—. Tienes que sostenerlo mejor, esto va a doler.

    Aemond quiso estar en posición de preguntarle a qué demonios se refería, pero gritó y se estremeció cuando sintió las manos de Myrah sobre su costado. No tenía la más mínima idea de qué era el líquido pastoso que le estaba colocando, pero dolía tanto que Aemond profirió todo tipo de gritos. Era insoportable.










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    Juno
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