Había tenido más que suficiente paciencia con las criaturas de Slytherin. Ni Sejal me trataba de la forma en la que estos pequeñines osaban hacerlo. No tenían el más mínimo respeto al gritarme en pleno pasillo "Sangre sucia" y "vuelve a tu asqueroso cubil, rata". Podría apostar diez galleons a que incluso los más grandes los estaban incitando, pero sin pruebas no podía hacer nada.
No era que en el pasado no me hubiesen dicho cosas similares. Pero era cosa de una vez al año, y después dejaba de ser importante. Pero con los años, la frecuencia de esa idiotez y mi paciencia se estaban acabando, y cuando ese niño de quinto año me gritó lo mismo por enésima vez en la semana, supe que necesitaba hacer algo. Y no iba a servir hablar con los profesores: ya lo había intentado y nada había cambiado.
Y sabía de alguien que la pasaba igual o peor que yo.
Era la hora de la cena. O mejor dicho, el final de la cena. Había llegado tarde intentando cerrar mi ejemplar de "El monstruoso libro de los monstruos", pero con la furia que tenía por dentro me había costado el doble de lo normal. Pero eso me sirvió, como pude descubrir más adelante. El Gran Salón estaba despoblado, y la persona a la que buscaba fue fácil de encontrar. Solo tuve que acercarme a la mesa de Gryffindor, mientras pensaba un plan.
Con Victoire habíamos hecho algún que otro encantamiento raro en Transformaciones, a veces para desesperación del profesor Bonnet. Pero ahora estaba más decidida a romper las reglas al estilo Feraud, y esta vez era por una buena causa. No íbamos a matar a nadie, aún.
Así que en silencio pero haciendo que mi compañera me viera, le toqué el hombro y me senté impunemente a su lado.
- Adivina ahora con quién más se la están agarrando los de quinto de Slytherin. Sobre todo el moreno.
Victoire puso su característica cara de desaprobación total a la conducta del idiota que ahora nos molestaba a ambas. Así que respirando profundamente, le dije.
- Quizá tengamos que usar nuestros conocimientos para que de una vez nos respeten. Y si esta vez tengo que cruzar algunas líneas, no tengo problema. Una buena broma, y van a aprender a comportarse.
Esperaba que en esta mi compañera me siguiera la corriente.

Odiaba tener que hacer buena letra, la enervaba, no poder corregir a los idiotas del castillo cuando se metían con sus amigos era algo que la ponía de mal humor, pero hacía algunos días luego de que la hubieran amenazado que a la próxima directamente le quitarían puntos a Gryffindor que se había calmado. Era complicado, veía a los Slytherin hacer de las suyas constantemente, pero al parecer agresiones verbales no contaban, pero las físicas si costaban punto para su casa, patrañas, eran encantamientos que no le harían mucho daño físico más que hacerlos pasar un mal momento.

Ese día había sido aún más particular, lo detestaba, su humor era terrible y de hecho siquiera tenía hambre aun teniendo delante suyo uno de sus platos favoritos. Su estómago estaba cerrado, solo podía mirar fijamente hacía la mesa de las serpientes con un gesto claramente amargo, no entendía cuál era el maldito problema de darles una lección cuando evidentemente ningún profesor era capaz de ponerles un punto. Aquello era una pequeña guerra silenciosa, una que eventualmente terminarían ganando porque las serpientes a pesar de ser astutas podían ser tremendamente idiotas cuando se lo proponían.

Estaba bastante concentrada en aquello cuando vio a la tejona e hizo una cara de disgusto al escuchar sus palabras, definitivamente estaban jodiendo a todo el mundo. – Me imagino a quien, están descontrolados últimamente y los únicos que pagamos los platos rotos somos los que intentamos hacer algo. – Musitó con el ceño fruncido, bebiendo un poco de zumo de calabaza y luego mirándola a ella fijamente. – Creo que tendríamos que hacer eso, estoy cansada de comer mierda por estos imbéciles ¿Tienes algo en mente? La próxima clase que compartimos es pociones, creo que algo se nos puede ocurrir. – Una sonrisa más animada se formó en sus labios al decir aquello, realmente pensaba que algo bueno se le podía ocurrir para ellos. – ¿Qué te parece algún tipo de poción flatulenta? ¿O vomitiva? Estoy entre esas dos en estos momentos. – Se mordió el labio inferior y su mano descanso en su propio mentón, pensativa.

Creo que, de ser una persona más demente, la hubiese besado.

No porque me interesara románticamente, si no porque la leona entendía lo que pasábamos. No era que podía irle a Carrie o a Sunny con la idea, pero sabía que a Victoire sí, y eso me dejaba muy tranquila. Pero cuando mencionó la idea de planearlo el lunes en la clase de Pociones, supe que no iba a poder esperar tanto tiempo. Y también sabía que, por más que las ideas de mi compañera era seductoras en sumo grado, no eran las únicas maneras de hacerles pegarse un buen susto, a ver si se calmaban.

Como por ejemplo, un buen encantamiento de cosquillas.

- No es que las pociones no sean geniales, pero para cuando logremos hacerlas ya los habré matado, o tú lo hubieses hecho. Esta noche podemos hacer algo mejor. Escondernos en un armario camino de las mazmorras, un encantamiento de cosquillas bien fuerte y ¡boom! nos aparecemos el tiempo suficiente para que sepan que con nosotras no hay que meterse.

Por alguna razón la cara de mi compañera se tornó en un desconvencimiento de la idea, pero yo sabía porque decía lo que decía. Y no necesitábamos llegar a eso.

Tenía razón en eso, pasarían unos días antes de que tuvieran pociones juntos y la verdad era que no soportarían tanto tiempo. Detestaba admitirlo, pero eran tan insoportables que hacían que no pudieran contenerse con tonterías inclusive, hacerlos sufrir por lo menos un poco era buena idea.

Asintió, podrían hacer eso, además la idea de verlos hacerse pis encima de la risa que tendrían se le hacía por demás atractiva en esos momentos. – Bueno, es una buena idea, quizás podríamos complementarla con algún otro hechizo, pero me parece buena idea. – Se pasó los dedos por la barbilla pensando por lo menos un poco, intentando dilucidar algún otro hechizo que pudiera hacer que sufrieran. – Algo más se me va a ocurrir, pero como base me encanta la idea. – Afirmo, llevándose el zumo de calabaza a los labios y dándole un largo trago para luego dejar el mismo sobre la mesa.

Miro hacía la mesa de Slytherin una vez más y sonrió de lado. – Tal vez algunas flatulencias también serían buenas, ya sabes, que luego de las cosquillas no puedan estar en ningún lado porque nadie los soporta. – Aunque cualquier profesor podría quitarles el hechizo con facilidad, eso les daría tiempo para luego poder estar en su sala común fingiendo que no habían sido ellas. Las acusarían, eran unos cobardes, pero encontraría la manera de tener una buena cuartada para que no les quitaran puntos.

Victoire miró a la mesa de Slytherin para referirse a que era lo que estaba planeando, pero ese sencillo gesto me sirvió para ver que las dos víctimas que teníamos en vista (o que al menos yo tenía en vista) estaban allí sentadas y ella no se había dado cuenta. Y me pareció el momento perfecto para eso.

- Tu idea es excelente, pero quiero que desvíes tu atención al hecho de que nuestros afectados están allí, y que sólo deberíamos esperar a que salgan para bajar rápido a los pasillos que dan a su sala común.- le dije en voz baja.

Repensé mejor la idea. ¿Cómo haríamos para llegar antes que ellos al que fuese el lugar perfecto para emboscarlos? No podíamos hacer que sospechasen nada, o el plan se nos iría al mismísimo diablo y no tendríamos otra oportunidad de golpear con la firmeza suficiente para conseguir que dejasen de molestar. Llevé mi mano a mi mentón en posición pensativa, hasta que entendí que la única manera de lograrlo era salir ahora. Y por separado.

- Aunque pensándolo mejor - volví a decir - creo que debería ir saliendo ahora mismo y esperarte. Hay una esquina con un armario, camino a la sala común de estos idiotas, donde podríamos reunirnos. Solo no salgas detrás mío, espera... unos tres minutos. Y sales.

Y sin más dilación me puse de pie y como si aquella conversación no hubiese existido me encaminé hacia aquel armario, esperando que el plan funcionase.

En eso tenía razón, quizás estaba hablando demasiado alto y podían llegar a estarla escuchando, pero en ese primer momento no le había parecido peligroso que fuese así, eran tan tontos que seguramente estarían demasiado ocupados pensando que otra maldad hacer más que cuidarse de que les cobraran lo que hacían todo el tiempo. Por lo menos desde su casa ya estaban cansados de tanta mierda y comenzaban a reaccionar a cada cosa que hacían.

Iba a comentarle algo cuando le dijo aquello, pero la chica se fue y ella se dedicó a terminarse su zumo de calabaza en silencio, intentando no mirarlos y concentrarse en recordar el hechizo a la perfección, podían ser unos imbéciles, pero teniendo de su lado siempre al profesor de DCAO eran bastantes hábiles en los combates, un movimiento en falso y terminaría haciendo el idiota.

Luego de pasados diez minutos, para tener más espacio, viendo que ellos terminaban de charlar algunas cosas con unos compañeros se levantó y la siguió donde le había indicado, dirigiéndose con cuidado de que no la vieran mucho ya que una Gryffindor no tendría por qué estar por esa zona en ese horario. Una vez que llego se escondió al costado del armario como la Hufflepuff lo estaba, poniendo su mano en su varita para estar lista. – Bueno, llego la hora de la diversión, esperemos que valga la pena. – Bromeo por lo bajo, haciéndole una seña que no le respondiera ya que comenzó a escuchar pasos, debían asegurarse que fueran ellos primero, atacarlos por la espalda quizás también sería un poco una cucharada de su propia medicina.

No fue sencillo llegar al lugar del encuentro.

Nunca fui muy disimulada. Era demasiado ansiosa, demasiado inquieta, y sobre todo, necesitaba todo terminado de la forma más rápida posible. Eso no serviría aquí. No podía ir corriendo por los pasillos de las mazmorras como si tal cosa en un horario donde se suponía que ya tenía que estar volviendo a mi sala común. Mucho menos esconderme sin hacer ruido en un armario todo destartalado y viejo, que con seguridad hacía el suficiente bullicio para delatarme al meterme dentro.

Y sin embargo, me hice gala de una calma que no solía tener en lo absoluto, respirando lo más despacio que podía para no parecer una alterada, y me introduje dentro de aquel oxidado objeto haciendo el menor ruido posible.

Unos instantes más tarde, Victoire apareció en el mayor de los sigilos, comentando en voz baja que los estúpidos venían caminando y estaban por pasar cerca. Abrí un centímetro la rendija del armario para verlos pasar riéndose por lo bajo, seguro luego de decirle a otras personas los peores insultos que uno podía imaginar. La leona tomó mi brazo ante el mínimo impulso de hechizarlos de frente, y entendí su punto: un ataque por la espalda sería mucho más efectivo.

Así que dejé que pasaran unos cinco eternos y tediosos segundos, esperando a que nos dieran la espalda, y mirando a mi compañera susurré apuntándoles a aquellos idiotas.

- ¡Titillando!

Sonrió de lado al verla llegar con ella, porque le hacía gracia la situación y por sus venas corría la emoción de una buena venganza hacía los Slytherins. Los había detestado toda su vida, siempre habían sido una maldita piedra en su zapato y no iba a permitir que siguieran jodiendola de esa manera, sin hacer nada para que así fuese.

Se ubicó de manera correcta al lado de ella, realizando el mismo hechizo y riendo por lo bajo al ver a los Slytherins que caían al piso, riendo a carcajadas y sin poder detenerse. Recién cuando uno se orino en los pantalones de la risa miro a su amiga y choco los cinco con ella, totalmente encantada porque hubieran podido hacer eso sin problemas y por la gracia que le causaba la situación en general. – Bien hecho, así ahora finalmente podrán darse cuenta que no tienen que meterse con nosotras. – Le guiño el ojo y, tomando su mano, la guio lejos de allí. Lo mejor que podían hacer, definitivamente, era dejarlos que se quedaran allí por un buen tiempo y así obtendrían su verdadera lección.