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Red
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You had me at the first woof
Riley Lee, vislumbrando ya los treinta, diseñadora gráfica junior, inquilina de un piso minúsculo, soltera y con una importante deuda estudiantil encima, hizo lo único que una persona cuerda puede hacer cuando le rompen el corazón por millonesima vez: renunciar a las relaciones y adoptar un perro. Así es como se convierte en dueña de un perro, su ahora único amigo y compañero.La eterna fracasada, así es como se siente. Toda su vida se concentra en ir a trabajar, volver a casa y pasar las noches y el fin de semana viendo series y películas en el sofá, devorando un bol enorme de helado con su mimado perro en el regazo hasta que se queda dormida. Siempre que su jefa no la llame en mitad de la noche para que vaya a comprarle tampones, una caja de aspirinas o solucione algún problema del trabajo de última hora que oportunamente ha olvidado comentarle durante el horario laboral. Su vida apesta, así, sin más. Cuando todavía estaba en el instituto soñaba con vivir aventuras, hacer locuras, viajar por el mundo... Pero, en vez de eso, está anclada a una eterna existencia aburrida cuyo mayor desafío es soportar las ganas de pegarse un tiro de plena desesperación.
Pero todo cambia el día en que se despierta tras un maratón de Sabrina y se encuentra a un hombre desnudo prácticamente encima de ella y, lo que es peor, ¿dónde está su perro y porque ese desconocido intenta lamerle la cara?
Orion Edad indefinida | Hombre | Anteriormente Perro | Lucien Lavicount | Timelady |
Riley Lee 28 años | Humana | Diseñadora Gráfica | Arden Cho | Red |
Original | Fantasía | Timelady&Red
- Post de rol:
- Código:
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Woof the hell?
Había dormido estupendamente, como siempre que Riley le dejaba subirse a su cama, o cuando lo hacía sin permiso porque ella ya se había dormido. Pero ya estaba despierto y le picaba la oreja, así que la frotó un poco contra las mantas, aunque no conseguía llegarse al punto donde le picaba, así que se dio con la pata.
Por un momento le pareció más grande que de costumbre, pero Riley empezó a moverse, así que no le dio importancia y se alzó para poder olisqueare la cara y lamerla como su forma de decirle buenos días, alegrarse de verla y recordarle que necesitaba salir, todo en uno. Claro que aquel día se dio cuenta de que la veía diferente, como con más color, estaba más guapa.
Sin embargo, su cuerpo se sentía extraño, sus patas habían crecido porque la veía desde muy alto y aunque intentaba saltar de un lado a otro de su cuerpo no le salía y terminó tropezando y cayéndose de la cama. ¿Qué demonios le pasaba? ¿Estaría enfermo? ¿Oh, no! ¡No quería ir al veterinario!
Una sombra extraña en el espejo le hizo girarse y empezar a ladrar al hombre que veía allí, ¿quién era? ¿qué hacía en la habitación de Riley? ¿Por qué le estaba.... ¿le estaba ladrando?? Inclinó la cabeza y el tipo extraño hizo lo mismo. Empezaba a asustarse, así que volvió a la cama, intentando llamar a su dueña.- Riley. Riley.
Por un momento le pareció más grande que de costumbre, pero Riley empezó a moverse, así que no le dio importancia y se alzó para poder olisqueare la cara y lamerla como su forma de decirle buenos días, alegrarse de verla y recordarle que necesitaba salir, todo en uno. Claro que aquel día se dio cuenta de que la veía diferente, como con más color, estaba más guapa.
Sin embargo, su cuerpo se sentía extraño, sus patas habían crecido porque la veía desde muy alto y aunque intentaba saltar de un lado a otro de su cuerpo no le salía y terminó tropezando y cayéndose de la cama. ¿Qué demonios le pasaba? ¿Estaría enfermo? ¿Oh, no! ¡No quería ir al veterinario!
Una sombra extraña en el espejo le hizo girarse y empezar a ladrar al hombre que veía allí, ¿quién era? ¿qué hacía en la habitación de Riley? ¿Por qué le estaba.... ¿le estaba ladrando?? Inclinó la cabeza y el tipo extraño hizo lo mismo. Empezaba a asustarse, así que volvió a la cama, intentando llamar a su dueña.- Riley. Riley.
Orión — Casa — con Riley
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Woof the hell?
Buceó hasta la consciencia a causa de los ladridos de Orion, pero no abrió los ojos, resistiéndose a tener que levantarse temprano en su día libre. No obstante, notó algo raro, como un tono diferente en la voz de su perro. No pensó mucho en ello, pues el sueño volvía a arrastrarla. Orion, no obstante, no se dio por vencido tan fácilmente.
Notó cómo subía a la cama, pues las mantas se agitaron por su peso, no tardó en notar, también, su aliento en la cara. Pero extrañamente no olía tan mal como de costumbre. Aunque no se quejaría por ello, la verdad. No obstante, sí que se quejaría por sus llamados cuando ella solo quería dormir.
— Oh, vamos, chico, es muy temprano, bajaremos un poco más tarde. —rondinó mientras intentaba darse la vuelta y acomodarse mejor. Pero, entonces, en mitad de la vuelta se percató de cierto detalle. La había llamado, no con uno de sus ladridos, si no pronunciando su nombre con todas las letras… imposible.
Abrió los ojos de golpe para encontrarse cara a cara con un desconocido, un atractivo y, a juzgar por el rápido vistazo, desnudo desconocido. Riley gritó y en su afán por alejarse del hombre cayó de la cama enredada entre las mantas.
— ¡Orion! —llamó por su perro de treinta quilos, esperanzada de que la protegiera del atacante. Pero el perro no apareció por mucho que lo llamó y entonces, nerviosa, agarró la lámpara de su mesilla para encararse con el hombre.— ¡Orion! —probó, de nuevo, con el mismo resultado.— ¿Qué le has hecho a mi perro, pervertido? —gritó, peleando con las mantas para ponerse en pie.
Notó cómo subía a la cama, pues las mantas se agitaron por su peso, no tardó en notar, también, su aliento en la cara. Pero extrañamente no olía tan mal como de costumbre. Aunque no se quejaría por ello, la verdad. No obstante, sí que se quejaría por sus llamados cuando ella solo quería dormir.
— Oh, vamos, chico, es muy temprano, bajaremos un poco más tarde. —rondinó mientras intentaba darse la vuelta y acomodarse mejor. Pero, entonces, en mitad de la vuelta se percató de cierto detalle. La había llamado, no con uno de sus ladridos, si no pronunciando su nombre con todas las letras… imposible.
Abrió los ojos de golpe para encontrarse cara a cara con un desconocido, un atractivo y, a juzgar por el rápido vistazo, desnudo desconocido. Riley gritó y en su afán por alejarse del hombre cayó de la cama enredada entre las mantas.
— ¡Orion! —llamó por su perro de treinta quilos, esperanzada de que la protegiera del atacante. Pero el perro no apareció por mucho que lo llamó y entonces, nerviosa, agarró la lámpara de su mesilla para encararse con el hombre.— ¡Orion! —probó, de nuevo, con el mismo resultado.— ¿Qué le has hecho a mi perro, pervertido? —gritó, peleando con las mantas para ponerse en pie.
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Woof the hell?
Bien, Riley se estaba despertando. Aunque no le hacía mucho caso, así que insistió un poco más. Tenía que despertarse y echar a ese tipo extraño que había en su habitación y que le ladraba.
Normalmente cuando Riley se despertaba, sonreía y le apartaba la cabeza de su cara. Pero aquella vez no hizo eso... Bueno, sí intentaba apartarle, pero le miraba de una forma en que nunca le había mirado, ni siquiera cuando se metía en el barro en el parque.
Y con sus ganas de apartarle, fue ella la que se cayó de la cama. La miró desde arriba, inclinando la cabeza sin entender bien lo que pasaba. Sonrió porque le estaba llamando. Estaba muy rara, si le tenía allí delante.
Se echó un poco atrás cuando al ponerse en pie cogió la lamparita, ¿iba a pegarle? ¿por qué no atacaba al tipo extraño? ¿por qué le seguía llamando? ¿y qué le había preguntado?
Un pequeño gruñido se le escapó.- Soy yo, Riley, soy Orión. -Dijo, porque era como si no le viera y se estaba asustando y poniendo triste.- ¿Es un juego? -Pensó de pronto, volviendo a animarse y tomando posición, igual le quería tirar la lamparita para que la cogiera, aunque nunca había hecho eso.- Estoy preparado, estoy...
Había algo que Orión echaba de menos en aquel escenario. Su cola, no se movía.
Se giró para buscarla y ver qué le pasaba, terminando dando algunas vueltas encima de la cama sobre sí mismo. Hasta que en mitad de aquel leve mareo se dio cuenta.- Wow, wow, wow... ¿Y mi cola? ¿Y mi pelo? -Demasiado tardó en darse cuenta de que todo su cuerpo era diferente. Sus patas eran manos... tenía pies.- Riley... -Miró a su dueña asustado.- ¡Riley! ¿Qué me pasa? -Intentó acercarse, porque ella era la única que le podía ayudar.
Normalmente cuando Riley se despertaba, sonreía y le apartaba la cabeza de su cara. Pero aquella vez no hizo eso... Bueno, sí intentaba apartarle, pero le miraba de una forma en que nunca le había mirado, ni siquiera cuando se metía en el barro en el parque.
Y con sus ganas de apartarle, fue ella la que se cayó de la cama. La miró desde arriba, inclinando la cabeza sin entender bien lo que pasaba. Sonrió porque le estaba llamando. Estaba muy rara, si le tenía allí delante.
Se echó un poco atrás cuando al ponerse en pie cogió la lamparita, ¿iba a pegarle? ¿por qué no atacaba al tipo extraño? ¿por qué le seguía llamando? ¿y qué le había preguntado?
Un pequeño gruñido se le escapó.- Soy yo, Riley, soy Orión. -Dijo, porque era como si no le viera y se estaba asustando y poniendo triste.- ¿Es un juego? -Pensó de pronto, volviendo a animarse y tomando posición, igual le quería tirar la lamparita para que la cogiera, aunque nunca había hecho eso.- Estoy preparado, estoy...
Había algo que Orión echaba de menos en aquel escenario. Su cola, no se movía.
Se giró para buscarla y ver qué le pasaba, terminando dando algunas vueltas encima de la cama sobre sí mismo. Hasta que en mitad de aquel leve mareo se dio cuenta.- Wow, wow, wow... ¿Y mi cola? ¿Y mi pelo? -Demasiado tardó en darse cuenta de que todo su cuerpo era diferente. Sus patas eran manos... tenía pies.- Riley... -Miró a su dueña asustado.- ¡Riley! ¿Qué me pasa? -Intentó acercarse, porque ella era la única que le podía ayudar.
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Woof the hell?
Con expresión confusa observó al extraño empezar a tener una especie de ataque de pánico lo cual, a decir verdad, la indignó un poco. Allí la única que tenía derecho a tener un ataque de pánico era ella. Lo que el extraño decía no tenía ningún sentido, tenía que estar claramente loco.
Sin soltar la lamparita, y ya desenredada de las mantas, intentó avanzar hasta la salida, tenía que alejarse de aquel loco. Pero entonces él intentó acercarse y el miedo la dejó a ella congelada.— ¡Por favor, no me hagas nada! —gritó, colocando la lamparita entre ambos y cerrando los ojos con fuerza. No obstante, no llegó a recibir ningún golpe o a ser tocada. Confusa entreabrió los ojos y lo vio parado delante de ella con una expresión de medio que casi, casi la hizo sentir mal por él.
—Mira, no sé qué quieres, pero si te vas de aquí ahora te prometo que no llamaré a la policía y qu… —lo que fuese a decir, quedó interrumpido ante la exclamación que le sobrevino al percatarse de lo que rodeaba el cuello del desconocido: el collar de Orion del que pendía la placa de identificación de su propio perro.
— Pero… ¿qué? —balbuceó.—¿Por qué llevas el colar de mi perro? —lo miró más fijamente, centrándose en sus ojos oscuros, unos bonitos y dulces ojos… como los de Orion.— No, no, no, eso es imposible… Tú no puedes… No es posible que hayas… — ¿se estaba empezando a volver loca ella también?
— Si eres mi Orion, demuéstralo. —tomó una honda respiración.— ¿Qué guardo en la caja sobre el armario? —nadie más sabía que allí guardaba una pequeña colección de peluches que una mujer de su edad no debería tener y que Orion en uno de los días que Riley la había bajado para contemplarla se las había arreglado para mordisquear la cabeza de su oso favorito.
Sin soltar la lamparita, y ya desenredada de las mantas, intentó avanzar hasta la salida, tenía que alejarse de aquel loco. Pero entonces él intentó acercarse y el miedo la dejó a ella congelada.— ¡Por favor, no me hagas nada! —gritó, colocando la lamparita entre ambos y cerrando los ojos con fuerza. No obstante, no llegó a recibir ningún golpe o a ser tocada. Confusa entreabrió los ojos y lo vio parado delante de ella con una expresión de medio que casi, casi la hizo sentir mal por él.
—Mira, no sé qué quieres, pero si te vas de aquí ahora te prometo que no llamaré a la policía y qu… —lo que fuese a decir, quedó interrumpido ante la exclamación que le sobrevino al percatarse de lo que rodeaba el cuello del desconocido: el collar de Orion del que pendía la placa de identificación de su propio perro.
— Pero… ¿qué? —balbuceó.—¿Por qué llevas el colar de mi perro? —lo miró más fijamente, centrándose en sus ojos oscuros, unos bonitos y dulces ojos… como los de Orion.— No, no, no, eso es imposible… Tú no puedes… No es posible que hayas… — ¿se estaba empezando a volver loca ella también?
— Si eres mi Orion, demuéstralo. —tomó una honda respiración.— ¿Qué guardo en la caja sobre el armario? —nadie más sabía que allí guardaba una pequeña colección de peluches que una mujer de su edad no debería tener y que Orion en uno de los días que Riley la había bajado para contemplarla se las había arreglado para mordisquear la cabeza de su oso favorito.
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Se quedó quieto delante de Riley, estaba asustada de él y hasta aquel momento no se había dado cuenta. Risley, su dueña, su Riley, estaba asustada de él... Porque él era el tipo raro que había visto en el espejo. Le costó creerlo un poco más, pero triste como estaba, con la cabeza baja, esperó a que ella le dijera algo.
Cuando mencionó su collar miró hacia abajo, sí, ahí estaba, su placa, su preciosa y brillante placa de identificación y su collar molón que Riley le había comprado. Eso era la prueba de que era él. Con aspecto humano, pero él.
Asintió rápidamente, animado al escuchar que se daba cuenta de que era él.- Sí, sísisisisi, soy Orión, soy yo. -Repitió, quedándose serio porque le pidió una prueba y no sabía qué podía hacer.
Pero Riley le preguntó por la caja del armario, y una sonrisa culpable se dibujó en sus labios.- Los juguetes de peluche. -Respondió baijto.- Siento lo del osito, -Recordaba que se había enfadado mucho por él por morderlo, y que llegó a romperlo- pero... olía muy bien. Bueno, todos huelen bien, porque huelen como tú, pero ese... -Se rascó la cabeza- Creo que se te derramó algo encima y estaba buenísimo.
Cuando mencionó su collar miró hacia abajo, sí, ahí estaba, su placa, su preciosa y brillante placa de identificación y su collar molón que Riley le había comprado. Eso era la prueba de que era él. Con aspecto humano, pero él.
Asintió rápidamente, animado al escuchar que se daba cuenta de que era él.- Sí, sísisisisi, soy Orión, soy yo. -Repitió, quedándose serio porque le pidió una prueba y no sabía qué podía hacer.
Pero Riley le preguntó por la caja del armario, y una sonrisa culpable se dibujó en sus labios.- Los juguetes de peluche. -Respondió baijto.- Siento lo del osito, -Recordaba que se había enfadado mucho por él por morderlo, y que llegó a romperlo- pero... olía muy bien. Bueno, todos huelen bien, porque huelen como tú, pero ese... -Se rascó la cabeza- Creo que se te derramó algo encima y estaba buenísimo.
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Woof the hell?
Cayó patidifusa, literalmente cayó patidifusa al suelo de culo ante la respuesta del tipo raro que resultaba que, contra todo pronóstico, sí que tenía que ser su perro. No solo sabía lo que había pasado a su oso, si no también había acertado en que, efectivamente, algo se había derramado encima del muñeco que había atraído al perro en su momento.
— No… no puede ser… no… Tú… Yo… —balbuceó, las palabras se le atragantaban, saliendo una tras otra sin ritmo y sin sentido, pura incoherencia. Volvió a buscar sus ojos, esforzándose para que su mirada no recayese en lugares poco apropiados. Parecía que estuviera en un sueño, pero el dolor en su trasero indicaba que, claramente, estaba despierta.
— ¿Orion? —susurró, alargando la mano y agarrando la placa que pendía del cuello del extraño. Su mano ascendió poco a poco hasta tocar la mejilla del hombre. Era real, nada de imaginaciones de su cerebro. Eran real, tangible y su perro en forma humana.
— Creo que necesito un café.—soltó, de repente, con un tono ligeramente agudo. Necesitaba calmarse y asimilar las cosas, espantar todas las trazas de sueño que todavía pudieran quedar en su cuerpo e intentar comprender qué infiernos le había pasado a su perro.
— No… no puede ser… no… Tú… Yo… —balbuceó, las palabras se le atragantaban, saliendo una tras otra sin ritmo y sin sentido, pura incoherencia. Volvió a buscar sus ojos, esforzándose para que su mirada no recayese en lugares poco apropiados. Parecía que estuviera en un sueño, pero el dolor en su trasero indicaba que, claramente, estaba despierta.
— ¿Orion? —susurró, alargando la mano y agarrando la placa que pendía del cuello del extraño. Su mano ascendió poco a poco hasta tocar la mejilla del hombre. Era real, nada de imaginaciones de su cerebro. Eran real, tangible y su perro en forma humana.
— Creo que necesito un café.—soltó, de repente, con un tono ligeramente agudo. Necesitaba calmarse y asimilar las cosas, espantar todas las trazas de sueño que todavía pudieran quedar en su cuerpo e intentar comprender qué infiernos le había pasado a su perro.
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Woof the hell?
De pronto, antes de que pudiera hacer nada, Riley estaba en el suelo y Orión no sabía por qué. Se agachó para poder ayudarla, intentarlo al menos.- ¿Riley? ¿Estás bien? ¿Qué pasa? -Preguntó, porque se sentía más confuso que de costumbre, no sabiendo muy bien cómo actuar o lo que debía hacer. Ni siquiera se atrevía a poner sus patas sobre ella, porque aquellas no eran sus patas, eran manos humanas y era muy raro todo.
Ella también parecía confusa por cómo hablaba y el perro inclinó la cabeza hacia un lado tratando de entenderla. Cuando alzó la mano hacia su collar y dijo su nombre se emocionó mucho.- Sí, soy yo, y esa es mi placa, la que tú me diste. -Aseguró alegre y orgulloso. Porque su placa, preciosa y brillante era lo que decía que era de Riley. Además, acarició su mejilla, le encantaba cuando su dueña le acariciaba. Si todavía tuviera su cola estaría moviéndola sin descanso porque por fin estaba reconociéndole.
Entonces dijo que necesitaba café. Eso significaba desayuno. Su comedero lleno de pienso y su agua fresca como cada mañana.- Sí, yo también tengo sed. -Aseguró, esperando a que se levantara y no sabiendo si él debía hacer lo mismo o tratar de ir a cuatro patas. Era muy raro eso de andar solo con dos... y muy alto también.- Riley, ¿sabes lo que me ha pasado? -Preguntó casi soltando un gemido lastimero.
Ella también parecía confusa por cómo hablaba y el perro inclinó la cabeza hacia un lado tratando de entenderla. Cuando alzó la mano hacia su collar y dijo su nombre se emocionó mucho.- Sí, soy yo, y esa es mi placa, la que tú me diste. -Aseguró alegre y orgulloso. Porque su placa, preciosa y brillante era lo que decía que era de Riley. Además, acarició su mejilla, le encantaba cuando su dueña le acariciaba. Si todavía tuviera su cola estaría moviéndola sin descanso porque por fin estaba reconociéndole.
Entonces dijo que necesitaba café. Eso significaba desayuno. Su comedero lleno de pienso y su agua fresca como cada mañana.- Sí, yo también tengo sed. -Aseguró, esperando a que se levantara y no sabiendo si él debía hacer lo mismo o tratar de ir a cuatro patas. Era muy raro eso de andar solo con dos... y muy alto también.- Riley, ¿sabes lo que me ha pasado? -Preguntó casi soltando un gemido lastimero.
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Woof the hell?
Riley se levantó, asintiendo todavía algo aturdida ante la petición de Orion sobre su sed. No obstante, cuando lo miró otra vez se percató, de nuevo, del detalle de que no llevaba nada de ropa. Sonrojándose cual tomate le dio la espalda y enseguida empezó a rebuscar en su armario por algo que pudiera servirle para taparse. Simplemente no iba a poder relajarse y tratar de entender las cosas con un hombre desnudo paseando por su apartamento.
No hubo demasiado éxito, pues ella era pequeña en comparación a él. Así que acabó pasándole su albornoz, al menos le taparía lo necesario.
Una vez en la cocina, se preparó su café, fingiendo por un momento que su vida era normal, pero en cuanto se dio la vuelta y lo vio parado allí cualquier normalidad se fue al garete. Mientras el café se hacía, agarró un vaso del armario, lo llenó de agua y se lo ofreció depositándolo sobre la encimera.
— Está bien, no tengo ni idea de qué te ha pasado… o qué me ha pasado a mí. —tal vez al caer de la cama se había dado en la cabeza y veía cosas que no podían ser reales pero, de nuevo, ¿Cómo le había sido posible tocarlo si no era real?— Cuando volvimos a noche de pasear me comí las sobras del tailandés, tal vez estaban en mal estado…—murmuró.— Tú… ¿cuándo te has despertado ya estabas así? ¿Sin más? —si aquello era real él tenía que tener la respuesta, como una especie de cenicienta perruna tenía que saber qué había pasado.
No hubo demasiado éxito, pues ella era pequeña en comparación a él. Así que acabó pasándole su albornoz, al menos le taparía lo necesario.
Una vez en la cocina, se preparó su café, fingiendo por un momento que su vida era normal, pero en cuanto se dio la vuelta y lo vio parado allí cualquier normalidad se fue al garete. Mientras el café se hacía, agarró un vaso del armario, lo llenó de agua y se lo ofreció depositándolo sobre la encimera.
— Está bien, no tengo ni idea de qué te ha pasado… o qué me ha pasado a mí. —tal vez al caer de la cama se había dado en la cabeza y veía cosas que no podían ser reales pero, de nuevo, ¿Cómo le había sido posible tocarlo si no era real?— Cuando volvimos a noche de pasear me comí las sobras del tailandés, tal vez estaban en mal estado…—murmuró.— Tú… ¿cuándo te has despertado ya estabas así? ¿Sin más? —si aquello era real él tenía que tener la respuesta, como una especie de cenicienta perruna tenía que saber qué había pasado.
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Atrapó con sus patas delanteras manos el albornoz de Riley, por un momento los miró de forma alternativa, primero el albornoz, después a Riley, luego de nuevo el albornoz... No estaba muy seguro de lo que quería que hiciera con él, pero al final se lo intentó poner. Sus movimientos para vestir eran torpes y fue muy raro sacar la pata el brazo por las mangas. Trató de recordar lo que su dueña hacía con eso y lo anudó como... como pudo, que no fue muy bien.
La siguió a la cocina como un buen perro obediente y la miró expectante. Su plato aún no estaba lleno, así que esperó a que le pusiera su pienso y su agua. Fue muy raro cuando puso aquel vaso delante de él. Pero tenía sed, así que intentó cogerlo usando aquellas grandes zarpas para sujetarlo y acercárselo a la boca. A su lengua le pasaba algo muy raro y no podía beber como siempre... así que terminó con casi todo el hocico metido en el vaso y moviéndolo para que le llegase algo.
Lo dejó, dándose por vencido y casi lo vuelca al soltarlo. Pero quería escuchar a Riley y todo lo que decía era extraño.
Cuando le preguntó si se había despertado así tuvo que pensarlo porque él no sabía que era aquello hasta que vio que la estaba asustando a ella y se vio las patas y todo...- Creo... creo que sí. -Terminó por decir.- Cuando me desperté había algo raro, pero no sabía lo que era. Notaba que estaba más alto y que era más grande... pero... -Se rascó un poco la cabeza.- No sé qué me ha pasado.
Y se acordó de algo que Riley había dicho.- ¿La comida te puede hacer esto? -Preguntó de pronto, mirando a su dueña intensamente.- Porque ayer en el paseo... Bueno, sé que no te gusta que coma nada en la calle, pero... Pero aquel trozo de pizza olía... y estaba muy bueno, Riley. -Aseguró a su dueña.- ¿La pizza puede hacer esto? ¿Me perdonas?
La siguió a la cocina como un buen perro obediente y la miró expectante. Su plato aún no estaba lleno, así que esperó a que le pusiera su pienso y su agua. Fue muy raro cuando puso aquel vaso delante de él. Pero tenía sed, así que intentó cogerlo usando aquellas grandes zarpas para sujetarlo y acercárselo a la boca. A su lengua le pasaba algo muy raro y no podía beber como siempre... así que terminó con casi todo el hocico metido en el vaso y moviéndolo para que le llegase algo.
Lo dejó, dándose por vencido y casi lo vuelca al soltarlo. Pero quería escuchar a Riley y todo lo que decía era extraño.
Cuando le preguntó si se había despertado así tuvo que pensarlo porque él no sabía que era aquello hasta que vio que la estaba asustando a ella y se vio las patas y todo...- Creo... creo que sí. -Terminó por decir.- Cuando me desperté había algo raro, pero no sabía lo que era. Notaba que estaba más alto y que era más grande... pero... -Se rascó un poco la cabeza.- No sé qué me ha pasado.
Y se acordó de algo que Riley había dicho.- ¿La comida te puede hacer esto? -Preguntó de pronto, mirando a su dueña intensamente.- Porque ayer en el paseo... Bueno, sé que no te gusta que coma nada en la calle, pero... Pero aquel trozo de pizza olía... y estaba muy bueno, Riley. -Aseguró a su dueña.- ¿La pizza puede hacer esto? ¿Me perdonas?
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Woof the hell?
Asegurándose de que su mirada no bajase más de lo necesario, Riley se acercó al supuesto Orion y le anudó correctamente el cinto del albornoz. Lo último que necesitaba es que se le abriera de repente y se encontrase saludando a su… pajarito.
Dejó ir un suspiro ante los torpes intentos de él por beber del vaso. Estaba claro que tendrían que solucionar eso, mientras estuviera en aquel estado tendría que comer y beber, como una persona, si los bebés podían aprender a hacerlo, él también debería poder. En su momento lo había considerado su bebé, su enorme y peludo bebé… que era ahora un chico muy guapo y muy desnudo.
”¡Concéntrate, Riley!”
— ¿Comiste algo de la calle? ¡Si siempre voy con cuidado! ¡Ya sabes lo que te tengo dicho! —escaneaba la calle de cabo a rabo para asegurarse de que no hubiera nada que Orion pudiera meterse en la boca, pero a veces se le escapaba algo y el perro era condenadamente rápido para engullirlo, desde trozos de pan a lo que, todavía esperaba, hubiera sido solo comida de gato desechada.
Dejó ir un suspiro, recordándose que no era momento para regañarlo, ya nada podía hacerse contra el infame trozo de pizza.— No lo sé, yo debo haber comido kilos y kilos de pizza a lo largo de mi vida y nunca me ha pasado nada tan raro. —una vez tuvo una buena indigestión, pero fuera de eso...—Pero no se supone que tu perro se convierta en un humano así que, yo que sé. —dejó ir otro suspiro y se llevó las manos a la cara, tratando de calmarse y comprender. Pero no sabía qué debía comprender exactamente.
— Está claro que no es un sueño, todavía me duele el trasero por la caída de la cama.—ergo todo aquello era real.—Mañana te llevaré al médico, pueden hacerte un chequeo y tal vez encuentren algo que explique esto.—lo señaló de arriba abajo para dejar claro a qué se refería. Era lo único que se le ocurría.— Mientras tanto, creo que voy a hacer el desayuno. —sonaba absurdo, ¿pero qué otra cosa iba a hacer? Podía estar volviéndose loca, pero aun así necesitaba comer algo y, sobre todo, beberse un buen café que le despejase la mente.
Dejó ir un suspiro ante los torpes intentos de él por beber del vaso. Estaba claro que tendrían que solucionar eso, mientras estuviera en aquel estado tendría que comer y beber, como una persona, si los bebés podían aprender a hacerlo, él también debería poder. En su momento lo había considerado su bebé, su enorme y peludo bebé… que era ahora un chico muy guapo y muy desnudo.
”¡Concéntrate, Riley!”
— ¿Comiste algo de la calle? ¡Si siempre voy con cuidado! ¡Ya sabes lo que te tengo dicho! —escaneaba la calle de cabo a rabo para asegurarse de que no hubiera nada que Orion pudiera meterse en la boca, pero a veces se le escapaba algo y el perro era condenadamente rápido para engullirlo, desde trozos de pan a lo que, todavía esperaba, hubiera sido solo comida de gato desechada.
Dejó ir un suspiro, recordándose que no era momento para regañarlo, ya nada podía hacerse contra el infame trozo de pizza.— No lo sé, yo debo haber comido kilos y kilos de pizza a lo largo de mi vida y nunca me ha pasado nada tan raro. —una vez tuvo una buena indigestión, pero fuera de eso...—Pero no se supone que tu perro se convierta en un humano así que, yo que sé. —dejó ir otro suspiro y se llevó las manos a la cara, tratando de calmarse y comprender. Pero no sabía qué debía comprender exactamente.
— Está claro que no es un sueño, todavía me duele el trasero por la caída de la cama.—ergo todo aquello era real.—Mañana te llevaré al médico, pueden hacerte un chequeo y tal vez encuentren algo que explique esto.—lo señaló de arriba abajo para dejar claro a qué se refería. Era lo único que se le ocurría.— Mientras tanto, creo que voy a hacer el desayuno. —sonaba absurdo, ¿pero qué otra cosa iba a hacer? Podía estar volviéndose loca, pero aun así necesitaba comer algo y, sobre todo, beberse un buen café que le despejase la mente.
Riley — Casa — con ¿Orion?
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Orión se encogió un poco cuando Riley le regañó por comer algo en la calle. Su cuerpo hacia atrás, la cabeza entre los hombros, pero su mirada fija en ella... casi siempre conseguía que le perdonase.- Lo siento. -Murmuró, como si fuera uno de esos pequeños gemidos que dejaba salir para pedir algo, incluidas las disculpas.
Y sabía que lo había hecho mal, que ella no quería que comiera nada raro, pero era pizza, ella comía pizza, y olía realmente bien, y estaba muy buena y... y no sabía si de verdad la pizza podía hacer esas cosas.
Además, veía que estaba preocupada, que se sentía mal. Era de esos momentos en que él se acercaba y le pedía un paseo o le daba mimitos poniéndose encima de ella para que le abrazase y rascara. Siempre la animaba. Pero se miró de nuevo y... ahora no tenía pelo para que ella pudiera acariciar y no creía que quisiera hacerlo.
Levantó la cabeza rápidamente con los ojos muy abiertos.- ¡No! No, por favor. -Negaba con la cabeza repetidamente.- Al veterinario no. -Lo odiaba, odiaba esas visitas. Olía mal, era incómodo y siempre le pinchaban o, peor, le hacían quedarse allí y Riley se tenía que ir. Desde luego que no quería ir al veterinario.
- ¿Desayuno? -Ahora su cabeza se levantaba con una expresión muy distinta. Sus ojos brillando de ilusión ante la idea de comer y la saliva formándose en su boca. Se levantó para buscar su plato, con cuidado porque con aquellas manos lo de coger era raro... y ya que Riley le había puesto el vaso sobre la mesa, también puso allí el plato.- ¿Puedo tener doble ración? Ahora soy más grande. -Aseguró, porque cuando se trataba de comer era más fácil comprender que iba a necesitar más.
Y sabía que lo había hecho mal, que ella no quería que comiera nada raro, pero era pizza, ella comía pizza, y olía realmente bien, y estaba muy buena y... y no sabía si de verdad la pizza podía hacer esas cosas.
Además, veía que estaba preocupada, que se sentía mal. Era de esos momentos en que él se acercaba y le pedía un paseo o le daba mimitos poniéndose encima de ella para que le abrazase y rascara. Siempre la animaba. Pero se miró de nuevo y... ahora no tenía pelo para que ella pudiera acariciar y no creía que quisiera hacerlo.
Levantó la cabeza rápidamente con los ojos muy abiertos.- ¡No! No, por favor. -Negaba con la cabeza repetidamente.- Al veterinario no. -Lo odiaba, odiaba esas visitas. Olía mal, era incómodo y siempre le pinchaban o, peor, le hacían quedarse allí y Riley se tenía que ir. Desde luego que no quería ir al veterinario.
- ¿Desayuno? -Ahora su cabeza se levantaba con una expresión muy distinta. Sus ojos brillando de ilusión ante la idea de comer y la saliva formándose en su boca. Se levantó para buscar su plato, con cuidado porque con aquellas manos lo de coger era raro... y ya que Riley le había puesto el vaso sobre la mesa, también puso allí el plato.- ¿Puedo tener doble ración? Ahora soy más grande. -Aseguró, porque cuando se trataba de comer era más fácil comprender que iba a necesitar más.
Orión — Casa — con Riley
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Riley dejó ir un suspiro ante las disculpas, no le gustaba estar enfadada con él y, de todos modos, poco había ya que pudiera hacerse, lo hecho, hecho estaba. De todos modos, tenía algo más importante en lo que centrarse, la mención del veterinario tampoco había sido una buena idea.
— Bueno, no sé si debería llevarte al veterinario, veterinario…—farfulló mientras empezaba a buscar entre los armarios de la cocina todo lo necesario para hacer unos tortitas. Comer dulces siempre la ayudaba a sentirse mejor y aunque aquella no era una de las ocasiones en las que su jefa la colocaba al precipicio de un ataque de nervios, tal vez también ayudase.
— Quiero decir, técnicamente ya no eres un perro, aunque no tengo claro si eres humano. —empezó a balbucear, dándose cuenta de que estaba todavía más perdida de lo que había creído en un inicio.— Tal vez deberíamos de ir al médico normal, al de los humano, al mío. —pero conforme colocaba la sartén en el fuego y esperaba a que se calentase se empezó a preguntar si aquello era buena idea. Si se paraba a pensar en las películas, no era buena idea, no si no quería que Orion acabase en una celda en alguna instalación supersecreta del gobierno.
— O podría buscar información en internet primero. —se le ocurrió la idea de pronto. ¿Había algo a lo que Internet no tuviese respuesta? En su experiencia, parecía ser que no. Empezó a pensar en cómo podría buscarlo, había que hacer bien la pregunta para obtener las respuestas que se buscaban. Mientras tanto, continuó preparando la masa y, finalmente vertiéndola en la sartén. No pasó mucho tiempo antes de tener un buen plato de tortitas preparado. Tan enfrascada había estado en sus pensamientos que hizo de más, no quería tirarlas, pero ello no podía comerse tantas. La presencia de Orion, le dio una idea.
—Aquí. —le sirvió una buena ración de tortitas, vertiendo una cantidad igualmente grande de miel.— Vemos, si eres de verdad humano unas tortitas no deberían hacerte ningún daño. —no se molestó en darle cubiertos, no estaba segura de que fuera a saber cómo utilizarlos.
— Bueno, no sé si debería llevarte al veterinario, veterinario…—farfulló mientras empezaba a buscar entre los armarios de la cocina todo lo necesario para hacer unos tortitas. Comer dulces siempre la ayudaba a sentirse mejor y aunque aquella no era una de las ocasiones en las que su jefa la colocaba al precipicio de un ataque de nervios, tal vez también ayudase.
— Quiero decir, técnicamente ya no eres un perro, aunque no tengo claro si eres humano. —empezó a balbucear, dándose cuenta de que estaba todavía más perdida de lo que había creído en un inicio.— Tal vez deberíamos de ir al médico normal, al de los humano, al mío. —pero conforme colocaba la sartén en el fuego y esperaba a que se calentase se empezó a preguntar si aquello era buena idea. Si se paraba a pensar en las películas, no era buena idea, no si no quería que Orion acabase en una celda en alguna instalación supersecreta del gobierno.
— O podría buscar información en internet primero. —se le ocurrió la idea de pronto. ¿Había algo a lo que Internet no tuviese respuesta? En su experiencia, parecía ser que no. Empezó a pensar en cómo podría buscarlo, había que hacer bien la pregunta para obtener las respuestas que se buscaban. Mientras tanto, continuó preparando la masa y, finalmente vertiéndola en la sartén. No pasó mucho tiempo antes de tener un buen plato de tortitas preparado. Tan enfrascada había estado en sus pensamientos que hizo de más, no quería tirarlas, pero ello no podía comerse tantas. La presencia de Orion, le dio una idea.
—Aquí. —le sirvió una buena ración de tortitas, vertiendo una cantidad igualmente grande de miel.— Vemos, si eres de verdad humano unas tortitas no deberían hacerte ningún daño. —no se molestó en darle cubiertos, no estaba segura de que fuera a saber cómo utilizarlos.
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Que Riley dijera que igual no tenía que llevarle al veterinario le dio un poco de esperanza, pero era muy confuso todo lo que decía, aquello de llevarle a un médico. Él no conocía a los médicos humanos, Riley nunca le había llevado a ese sitio. Pero al menos no era el veterinario. No podía ser tan malo, ¿verdad? ¿O sí?
Intentaba recordar si Riley había ido en algún momento, pensar en cómo olía después, si tenía algo malo, como esos horribles collares de plástico que no te dejaban rascarte... odiaba esos chismes. Pero no se le venía nada a la cabeza.
Pero le gustó mucho más que propusiera buscar en internet, eso no podía hacerle daño ni pincharle. Porque Riley buscaba en internet a menudo, esa pantalla que le quitaba atención, pero no le hacía nada malo. Así que asintió con vehemencia.- Sí, creo que deberías hacer eso. Suena mejor, mucho mejor. -Todo sonaba mejor que ir al veterinario, la verdad, cualquier cosa.
Cuando su dueña había hablado de desayunar, él esperaba que le pusiera delante su ración de pienso habitual. O un poco más porque ahora era más grande y necesitaría más. Y tenía hambre, claro. Pero abrió mucho los ojos cuando lo que le puso delante fue un plato de tortitas. ¡TORTITAS! Con lo bien que olían siempre y ella no le dejaba probarlas.
Se agachó para poder acercar la nariz dejando salir un gruñido de gusto.- Huelen tan bien. -Comentó, tratando de coger una con la boca para empezar a comer, pero... aquello no funcionaba demasiado bien. Levantó la vista a Riley y la vio con los cubiertos... él no tenía, pero intentó erguirse como ella y coger una de las tortitas con la mano. Los dedos humanos eran largos y hacían aquello tan raro de doblarse y... ¡Oh! Ahora podía coger la tortita... claro... tenía sentido.- Están muy buenas. -Dijo con la boca llena con la primera, que se había metido de golpe, pero muy contento.
Intentaba recordar si Riley había ido en algún momento, pensar en cómo olía después, si tenía algo malo, como esos horribles collares de plástico que no te dejaban rascarte... odiaba esos chismes. Pero no se le venía nada a la cabeza.
Pero le gustó mucho más que propusiera buscar en internet, eso no podía hacerle daño ni pincharle. Porque Riley buscaba en internet a menudo, esa pantalla que le quitaba atención, pero no le hacía nada malo. Así que asintió con vehemencia.- Sí, creo que deberías hacer eso. Suena mejor, mucho mejor. -Todo sonaba mejor que ir al veterinario, la verdad, cualquier cosa.
Cuando su dueña había hablado de desayunar, él esperaba que le pusiera delante su ración de pienso habitual. O un poco más porque ahora era más grande y necesitaría más. Y tenía hambre, claro. Pero abrió mucho los ojos cuando lo que le puso delante fue un plato de tortitas. ¡TORTITAS! Con lo bien que olían siempre y ella no le dejaba probarlas.
Se agachó para poder acercar la nariz dejando salir un gruñido de gusto.- Huelen tan bien. -Comentó, tratando de coger una con la boca para empezar a comer, pero... aquello no funcionaba demasiado bien. Levantó la vista a Riley y la vio con los cubiertos... él no tenía, pero intentó erguirse como ella y coger una de las tortitas con la mano. Los dedos humanos eran largos y hacían aquello tan raro de doblarse y... ¡Oh! Ahora podía coger la tortita... claro... tenía sentido.- Están muy buenas. -Dijo con la boca llena con la primera, que se había metido de golpe, pero muy contento.
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No pudo evitar dejar ir una sonrisa ante la vista de Orion con la boca llena de tortitas. Sempre estaba tan mono cuando hacía alguna tontería. En un acto reflejo que hizo sin pensar alcanzó su móvil y le hizo una foto. En su teléfono móvil tenía cientos de fotos y vídeos de Orion haciendo las cosas más diversas, era casi un diario de su querido perro y aunque ya no tuviera su forma peluda seguía siendo igual de mono, puede que incluso más.
— Ten, prueba a comer con esto. —le alcanzó un tenedor entonces, al darse cuenta de que se estaba pringando todas las manos.— Tienes que sujetarlo así. —se lo mostró, llevándose un trozo de sus propias tortitas a la boca. Orion parecía aprender rápido, sabía caminar como un humano e incluso había alcanzado a usar las manos para coger la tortita, sujetar un tenedor no podía ser tan difícil.
— Voy a tener que salir a conseguirte algo de ropa. —murmuró a la par que iba comiendo distraídamente.— No puedo llevarte a ningún sitio vistiendo un albornoz y nada más. —probablemente acabarían ambos encerrados por locos.
Mentalmente empezó a enumerar todo lo que tenía que hacer, acabándose el desayuno en el transcurso. Tras acabarse las tortitas sirvió dos vasos de zumo de naranja, colocando uno frente a Orion.
— Bebe, está bueno. —aseguró, justo antes de darle un trago al propio para demostrárselo. El sabor ácido estalló en su boca en contraste con el dulce de las tortitas. Todavía vaso en mano se dirigió al salón, donde había dejado cargando su portátil la noche anterior. No tardó en estar encendido y listo para empezar con su búsqueda, pero Riley se encontró de pronto en que no sabía cómo describir lo que quería. Acabó optando por lo más fácil.
Mi perro se ha transformado en una persona.
Nada.
Mi perro es una persona.
Nada interesante más allá de fotos de perros vestidos con ropa de bebé, fue un poco perturbador. A la séptima búsqueda encontró, al fin, algo.
Leyendas espíritu perros
Resultado:
Inugami.
— Ten, prueba a comer con esto. —le alcanzó un tenedor entonces, al darse cuenta de que se estaba pringando todas las manos.— Tienes que sujetarlo así. —se lo mostró, llevándose un trozo de sus propias tortitas a la boca. Orion parecía aprender rápido, sabía caminar como un humano e incluso había alcanzado a usar las manos para coger la tortita, sujetar un tenedor no podía ser tan difícil.
— Voy a tener que salir a conseguirte algo de ropa. —murmuró a la par que iba comiendo distraídamente.— No puedo llevarte a ningún sitio vistiendo un albornoz y nada más. —probablemente acabarían ambos encerrados por locos.
Mentalmente empezó a enumerar todo lo que tenía que hacer, acabándose el desayuno en el transcurso. Tras acabarse las tortitas sirvió dos vasos de zumo de naranja, colocando uno frente a Orion.
— Bebe, está bueno. —aseguró, justo antes de darle un trago al propio para demostrárselo. El sabor ácido estalló en su boca en contraste con el dulce de las tortitas. Todavía vaso en mano se dirigió al salón, donde había dejado cargando su portátil la noche anterior. No tardó en estar encendido y listo para empezar con su búsqueda, pero Riley se encontró de pronto en que no sabía cómo describir lo que quería. Acabó optando por lo más fácil.
Mi perro se ha transformado en una persona.
Nada.
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Nada interesante más allá de fotos de perros vestidos con ropa de bebé, fue un poco perturbador. A la séptima búsqueda encontró, al fin, algo.
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Sonrió todavía con la boca llena cuando Riley sacó el móvil para hacerle una foto. Le encantaba salir en fotos, porque le encantaba la cara de Riley cuando se las hacía y las miraba. Sonreía mucho cuando le veía y estaba muy mona. No le había sonreído así desde que se había despertado aquella mañana.
Miró el tenedor que le tendió y cómo lo hacía ella. Trató de cogerlo igual, usando solo dos de esos dedos, pero... terminó cerrando la mano en torno al mango y pinchando la tortita para irle dando mordiscos hasta terminar con todo en la boca de nuevo. ¿Podría pedir más después? Estaban muy buenas.
- ¿Me vas a sacar a pasear? -Preguntó, la verdad es que iba a necesitar un paseo después del desayuno para... lo que hacía en los paseos y Riley sabía. Pero entendía lo de la ropa humana, porque ahora era un humano y eso.
Miró el vaso de zumo que le puso delante su dueña y asintió, mirándola primero. Después lo atrapó con las dos manos para que no se le cayese, aquello era frágil ya había roto más de una cosa sin querer, y se lo acercó al morro. Beber como humano era mucho más complicado, pero al final lo consiguió y sí que estaba bueno. Aunque un poco amargo, por lo que terminó moviendo la nariz.
Riley fue al salón y él se entretuvo rebañando con los dedos los platos sin que le viera, porque aún había migas de tortitas, no podía dejarlas ahí, estaban demasiado buenas.
Cuando terminó fue a buscarla, intentando sentarse a su lado, porque como humano, sentarse encima parecía un poco complejo, no iba a caber.- ¿Qué estás mirando? -Era genial, ahora ya podía preguntarle lo que veía en aquella cosa y ella entenderle.
Miró el tenedor que le tendió y cómo lo hacía ella. Trató de cogerlo igual, usando solo dos de esos dedos, pero... terminó cerrando la mano en torno al mango y pinchando la tortita para irle dando mordiscos hasta terminar con todo en la boca de nuevo. ¿Podría pedir más después? Estaban muy buenas.
- ¿Me vas a sacar a pasear? -Preguntó, la verdad es que iba a necesitar un paseo después del desayuno para... lo que hacía en los paseos y Riley sabía. Pero entendía lo de la ropa humana, porque ahora era un humano y eso.
Miró el vaso de zumo que le puso delante su dueña y asintió, mirándola primero. Después lo atrapó con las dos manos para que no se le cayese, aquello era frágil ya había roto más de una cosa sin querer, y se lo acercó al morro. Beber como humano era mucho más complicado, pero al final lo consiguió y sí que estaba bueno. Aunque un poco amargo, por lo que terminó moviendo la nariz.
Riley fue al salón y él se entretuvo rebañando con los dedos los platos sin que le viera, porque aún había migas de tortitas, no podía dejarlas ahí, estaban demasiado buenas.
Cuando terminó fue a buscarla, intentando sentarse a su lado, porque como humano, sentarse encima parecía un poco complejo, no iba a caber.- ¿Qué estás mirando? -Era genial, ahora ya podía preguntarle lo que veía en aquella cosa y ella entenderle.
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Riley sintió el sofá hundirse a su lado cuando Orion se sentó. No era extraño que compartieran el sofá, aunque generalmente Orion siempre se estiraba apoyando la cabeza en sus piernas y Riley pasaba el rato acariciándolo distraída a la par que disfrutaba de su calor. Quizás fue el instinto, la costumbre del contacto, lo que la hizo inclinarse para apoyarse en él, pero era agradable y todo lo demás no importaba.
— Solo intento buscar algo de información, tratar de entender lo que te ha pasado. —explico con calma, la mirada todavía clavada en la pantalla del portátil.— ¿Por casualidad sabes lo que es un inugami? —preguntó distraída mientras leía la página de wikipedia.— Dios, es absolutamente horrible. —masculló, mientras se deslizaba línea tras línea. ¿Pero a qué clase de enfermo podría ocurrírsele hacer algo así con un pobre animal?
— Argh, creo que se me ha revuelto el estómago. —apartó el portátil, bajando la tapa y dejándolo sobre la mesa de café. No podía decirse que hubiera descubierto demasiado, pero tal vez aquello del Inugami era algún hilo del que tirar.— Está bien, por ahora iré a conseguirte algo de ropa. Vamos a atacar los problemas uno por uno. —se puso en pie, directa hacia su habitación para vestirse con algo que no fuera un pijama y salir a la calle en busca de lo necesario. No tardó ni cinco minutos.
— Bien, tú te quedas aquí, no tardaré. —aseguró, como hacía cada día antes de marcharse a trabajar. Pero no era lo mismo decírselo a su perro grandullón que, bueno, un humano grandullón.
— Solo intento buscar algo de información, tratar de entender lo que te ha pasado. —explico con calma, la mirada todavía clavada en la pantalla del portátil.— ¿Por casualidad sabes lo que es un inugami? —preguntó distraída mientras leía la página de wikipedia.— Dios, es absolutamente horrible. —masculló, mientras se deslizaba línea tras línea. ¿Pero a qué clase de enfermo podría ocurrírsele hacer algo así con un pobre animal?
— Argh, creo que se me ha revuelto el estómago. —apartó el portátil, bajando la tapa y dejándolo sobre la mesa de café. No podía decirse que hubiera descubierto demasiado, pero tal vez aquello del Inugami era algún hilo del que tirar.— Está bien, por ahora iré a conseguirte algo de ropa. Vamos a atacar los problemas uno por uno. —se puso en pie, directa hacia su habitación para vestirse con algo que no fuera un pijama y salir a la calle en busca de lo necesario. No tardó ni cinco minutos.
— Bien, tú te quedas aquí, no tardaré. —aseguró, como hacía cada día antes de marcharse a trabajar. Pero no era lo mismo decírselo a su perro grandullón que, bueno, un humano grandullón.
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Fue un poco extraño el momento en que Riley se apoyó en él, porque lo normal era que pasara al revés. Pero no le molestó, era cálida y... apenas le había tocado desde que se había convertido en esa cosa humana que era. Así que le gustó.
Asintió cuando dijo que intentaba entender lo que había pasado y miró la pantalla por encima de su cabeza. La pregunta le hizo arrugar el hocico.- No. -Respondió, porque era la primera vez que escuchaba esa palabra.- ¿Es esa cosa de ahí? -Preguntó, señalando un dibujo muy raro.
Siguió mirando la pantalla, intentando no molestar mucho y distrayéndose con lo bien que olía el pelo de Riley.- ¿Qué es? -Preguntó cuando dijo que era horrible y terminó cerrando el ordenador.- ¿Soy esa cosa? -Le preocupaba la idea de que fuera algo tan malo que Riley sintiera nauseas.
Al parecer no lo era, y el primer problema era solucionar lo de la ropa, bien, eso podían hacerlo. Se levantó detrás de Riley y la siguió, inclinando la cabeza cuando le cerró la puerta de la habitación para cambiarse, eso era nuevo. Cuando pasó hacia la salida la volvió a seguir, pero se quedó quieto cuando se lo dijo, bajando los hombros y las orejas al tiempo que hacía un puchero.- Vale. -Murmuró, porque no podía seguirla, claro. Era un humano y no tenía ropa, sabía que eso era raro.
El problema es que se le olvidó decirle a Riley que necesitaba salir urgentemente, por suerte se le ocurrió que podría usar el baño como hacía ella, así que se fue a intentar imitarla. Y la verdad es que salió bien.
Se le ocurrió que podía hacer más cosas por ella, como recoger los platos del desayuno y lavarlos. Primero los relamió y casi diría de guardarlos inmediatamente, pero era mejor hacerlo al modo humano, así que intentó echar agua y usar el jabón, igual que había visto hacer a su dueña.
Le dio curiosidad y lamió el plato enjabonado, provocándose un ataque de tos y bebiendo directamente del grifo para quitarse ese sabor espumoso.
Asintió cuando dijo que intentaba entender lo que había pasado y miró la pantalla por encima de su cabeza. La pregunta le hizo arrugar el hocico.- No. -Respondió, porque era la primera vez que escuchaba esa palabra.- ¿Es esa cosa de ahí? -Preguntó, señalando un dibujo muy raro.
Siguió mirando la pantalla, intentando no molestar mucho y distrayéndose con lo bien que olía el pelo de Riley.- ¿Qué es? -Preguntó cuando dijo que era horrible y terminó cerrando el ordenador.- ¿Soy esa cosa? -Le preocupaba la idea de que fuera algo tan malo que Riley sintiera nauseas.
Al parecer no lo era, y el primer problema era solucionar lo de la ropa, bien, eso podían hacerlo. Se levantó detrás de Riley y la siguió, inclinando la cabeza cuando le cerró la puerta de la habitación para cambiarse, eso era nuevo. Cuando pasó hacia la salida la volvió a seguir, pero se quedó quieto cuando se lo dijo, bajando los hombros y las orejas al tiempo que hacía un puchero.- Vale. -Murmuró, porque no podía seguirla, claro. Era un humano y no tenía ropa, sabía que eso era raro.
El problema es que se le olvidó decirle a Riley que necesitaba salir urgentemente, por suerte se le ocurrió que podría usar el baño como hacía ella, así que se fue a intentar imitarla. Y la verdad es que salió bien.
Se le ocurrió que podía hacer más cosas por ella, como recoger los platos del desayuno y lavarlos. Primero los relamió y casi diría de guardarlos inmediatamente, pero era mejor hacerlo al modo humano, así que intentó echar agua y usar el jabón, igual que había visto hacer a su dueña.
Le dio curiosidad y lamió el plato enjabonado, provocándose un ataque de tos y bebiendo directamente del grifo para quitarse ese sabor espumoso.
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2. Hello, Doc!
Agarrada firmemente al brazo de Orion, Riley echó un nuevo vistazo a la puerta de la pequeña consulta de medicina. Se había asegurado de buscar un sitio pequeño y tranquilo, a las afueras de la ciudad porque no sabía que podría encontrar un médico al examinar a Orion y pensó que sería más fácil escapar de allí que de un hospital en pleno centro de la ciudad con cientos de personas alrededor
— De acuerdo, vamos allá. —suspiró, pero pese a sus palabras no se movió. Se aferró más al brazo de Orion. No lo había soltado desde que salieron por la puerta de casa, le había aterrado la idea de que se perdiera y ponerle su correa no era una opción. Tenían que entrar, pero lo cierto es que no quería. Tal vez, empezó a pensar, todo aquello era una muy mala idea, era buscar problemas por buscarlos, tal vez lo mejor era volver a casa y dejar las cosas como estaban.
No obstante, cuando todavía se debatía entre dar media vuelta o entrar, la puerta de la consulta se abrió y una sonriente mujer mayor les sonrió. Riley correspondió a su sonrisa sin saber qué más hacer.
— ¿Tenéis hora? —preguntó y Riley asintió sin ser del todo consciente.— Entonces pasad, tranquilos, mi marido os atenderá en un momento. —les cedió el paso y Riley sin ser ya capaz de negarse avanzó, llevando a Orion con ella.
La sala de espera era pequeña pero agradable, Riley los condujo a sentarse en un par de sillas junto a la ventana y esperaron. Ya estaba hecho, ahora sí o sí Orion se sometería a un examen médico. Era lo mejor… ¿verdad?
— Cuando entremos a la consulta, haz caso de lo que el médico diga, ¿vale? —no estaba claro si intentaba calmarlo a él o a sí misma, pero realmente lo estaba intentando.— Serás un buen chico, ¿verdad? —poco le faltó para besarlo como solía hacer cuando tenía que llevarlo al veterinario.Orion solía ponerse muy nervioso en sus visitas al veterinario, pero ahora las cosas eran distintas. Era fácil excusar a un perro asustado de su médico, no tanto a un hombre hecho y derecho.
— De acuerdo, vamos allá. —suspiró, pero pese a sus palabras no se movió. Se aferró más al brazo de Orion. No lo había soltado desde que salieron por la puerta de casa, le había aterrado la idea de que se perdiera y ponerle su correa no era una opción. Tenían que entrar, pero lo cierto es que no quería. Tal vez, empezó a pensar, todo aquello era una muy mala idea, era buscar problemas por buscarlos, tal vez lo mejor era volver a casa y dejar las cosas como estaban.
No obstante, cuando todavía se debatía entre dar media vuelta o entrar, la puerta de la consulta se abrió y una sonriente mujer mayor les sonrió. Riley correspondió a su sonrisa sin saber qué más hacer.
— ¿Tenéis hora? —preguntó y Riley asintió sin ser del todo consciente.— Entonces pasad, tranquilos, mi marido os atenderá en un momento. —les cedió el paso y Riley sin ser ya capaz de negarse avanzó, llevando a Orion con ella.
La sala de espera era pequeña pero agradable, Riley los condujo a sentarse en un par de sillas junto a la ventana y esperaron. Ya estaba hecho, ahora sí o sí Orion se sometería a un examen médico. Era lo mejor… ¿verdad?
— Cuando entremos a la consulta, haz caso de lo que el médico diga, ¿vale? —no estaba claro si intentaba calmarlo a él o a sí misma, pero realmente lo estaba intentando.— Serás un buen chico, ¿verdad? —poco le faltó para besarlo como solía hacer cuando tenía que llevarlo al veterinario.Orion solía ponerse muy nervioso en sus visitas al veterinario, pero ahora las cosas eran distintas. Era fácil excusar a un perro asustado de su médico, no tanto a un hombre hecho y derecho.
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2. Hello, Doc!
Las ropas humanas picaban y eran incómodas.
Que sí, que le gustaba poder salir del piso y pasear con Riley y... todo, pero prefería hacerlo cuando era un perro. Ni siquiera olían igual las cosas, no del todo.
Además, iban de paseo, pero sabía que le llevaba a un veterinario humano, que le llamaba médico, pero era lo mismo. Y él estaba cada vez más nervioso.
- Sabes que me encuentro bien, ¿verdad? -Intentaba convencerla.- Quitando lo de ser humano, no me pasa nada. -Claro que quitarle importancia a eso de haberse convertido en un tipo enorme no iba a funcionar, desgraciadamente.- Podríamos volver a casa, simplemente.
No tenía sentido, su querida dueña estaba decidida a saber qué leches le había ocurrido y por lo visto eso pasaba por los médicos, quisiera él o no. Y por si fuera poco, al parecer, ya habían llegado.
Por un momento creyó que Riley se lo estaba pensando, pero antes de que pudiera volver a sus intentos desesperados por volver a casa, una señora abrió la puerta sonriente.
En momentos como aquel, odiaba ser tan obediente, porque solo de entrar le dio un repelús por el olor a desinfectante. Demasiado intenso y desagradable, no auguraba nada bueno.
Pero siguió a su dueña y se sentó a su lado en la silla.
La miró cuando le hizo aquellas preguntas y asintió.
- Lo intentaré, siempre intento ser bueno, y no es fácil, no me gusta. -Le recordó, por si no se había dado cuenta todavía.- Tu entrarás conmigo, ¿verdad? Quiero decir, para responder esas preguntas... siempre lo haces. -Qué edad tenía, cómo se llamaba, ella era la que se encargaba de eso y ahora él podía hablar, pero prefería que lo hiciera ella, así él podría concentrarse en no salir corriendo.
Que sí, que le gustaba poder salir del piso y pasear con Riley y... todo, pero prefería hacerlo cuando era un perro. Ni siquiera olían igual las cosas, no del todo.
Además, iban de paseo, pero sabía que le llevaba a un veterinario humano, que le llamaba médico, pero era lo mismo. Y él estaba cada vez más nervioso.
- Sabes que me encuentro bien, ¿verdad? -Intentaba convencerla.- Quitando lo de ser humano, no me pasa nada. -Claro que quitarle importancia a eso de haberse convertido en un tipo enorme no iba a funcionar, desgraciadamente.- Podríamos volver a casa, simplemente.
No tenía sentido, su querida dueña estaba decidida a saber qué leches le había ocurrido y por lo visto eso pasaba por los médicos, quisiera él o no. Y por si fuera poco, al parecer, ya habían llegado.
Por un momento creyó que Riley se lo estaba pensando, pero antes de que pudiera volver a sus intentos desesperados por volver a casa, una señora abrió la puerta sonriente.
En momentos como aquel, odiaba ser tan obediente, porque solo de entrar le dio un repelús por el olor a desinfectante. Demasiado intenso y desagradable, no auguraba nada bueno.
Pero siguió a su dueña y se sentó a su lado en la silla.
La miró cuando le hizo aquellas preguntas y asintió.
- Lo intentaré, siempre intento ser bueno, y no es fácil, no me gusta. -Le recordó, por si no se había dado cuenta todavía.- Tu entrarás conmigo, ¿verdad? Quiero decir, para responder esas preguntas... siempre lo haces. -Qué edad tenía, cómo se llamaba, ella era la que se encargaba de eso y ahora él podía hablar, pero prefería que lo hiciera ella, así él podría concentrarse en no salir corriendo.
Orión — Consulta médica — con Riley
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2. Hello, Doc!
— Por supuesto que entraré contigo. —Le sonrió suavemente al notar su inquietud. No podía darle unas cariñosas palmaditas en la cabeza como solía hacer, así que le dio unas palmaditas de ánimo en la mano. No hubo espacio para mucho más antes de que la puerta de la consulta se abriera y un hombre entrado en años invitara a pasar.
Riley se sentó en una de las sillas dispuestas frente al escritorio y con un leve gesto indicó a Orion que tomase la otra. El médico se sentó tras el escritorio y, sin perder la sonrisa, los miró fijamente. Si que entrasen ambos le pareció raro, no hizo ningún comentario.
— Bien, por lo que tengo en la agenda su visita es para un examen rutinario a… ¿Orion? —el médico pasó la mirada entre uno y otro, probablemente esperando que “Orion” se identificara, pero Riley estaba demasiado acostumbrada a ser la que hablaba durante las visitas de Orion, así que fue ella quien habló.
— Sí, me gustaría que le hiciese un examen para asegurarnos de que está todo bien. —el médico asintió.— Me gustaría también un examen de sangre, para asegurarnos del todo. —el médico volvió a asentir, aunque frunció ligeramente el ceño.
— ¿Ha tenido alguna molestia últimamente? ¿Dolor de cabeza? ¿Muscular? ¿Alguna enfermedad anterior? —fue preguntando y Riley fue negando a cada pregunta. Como perro Orion siempre había sido muy sano y como humano no parecía diferente.— ¿Ha experimentado cansancio o problemas para dormir o…? —Riley continuó negando y el médico se detuvo abruptamente.— Le agradezco la ayuda señorita, pero preferiría que respondiera el paciente. —la regañó y, aunque Riley entendía su punto, no sabía cómo hacerle entender que Orion no podía hacerlo.— Estoy seguro de que se preocupa mucho por su esposo, pero es necesario que responda él. —tal asunción sobre su naturaleza de su relación la dejó simplemente muda.
Riley se sentó en una de las sillas dispuestas frente al escritorio y con un leve gesto indicó a Orion que tomase la otra. El médico se sentó tras el escritorio y, sin perder la sonrisa, los miró fijamente. Si que entrasen ambos le pareció raro, no hizo ningún comentario.
— Bien, por lo que tengo en la agenda su visita es para un examen rutinario a… ¿Orion? —el médico pasó la mirada entre uno y otro, probablemente esperando que “Orion” se identificara, pero Riley estaba demasiado acostumbrada a ser la que hablaba durante las visitas de Orion, así que fue ella quien habló.
— Sí, me gustaría que le hiciese un examen para asegurarnos de que está todo bien. —el médico asintió.— Me gustaría también un examen de sangre, para asegurarnos del todo. —el médico volvió a asentir, aunque frunció ligeramente el ceño.
— ¿Ha tenido alguna molestia últimamente? ¿Dolor de cabeza? ¿Muscular? ¿Alguna enfermedad anterior? —fue preguntando y Riley fue negando a cada pregunta. Como perro Orion siempre había sido muy sano y como humano no parecía diferente.— ¿Ha experimentado cansancio o problemas para dormir o…? —Riley continuó negando y el médico se detuvo abruptamente.— Le agradezco la ayuda señorita, pero preferiría que respondiera el paciente. —la regañó y, aunque Riley entendía su punto, no sabía cómo hacerle entender que Orion no podía hacerlo.— Estoy seguro de que se preocupa mucho por su esposo, pero es necesario que responda él. —tal asunción sobre su naturaleza de su relación la dejó simplemente muda.
Riley — Consulta médica — con Orion
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2. Hello, Doc!
Asintió y sonrió un poco a Riley cuando dijo que se quedaría con él. Le hacía sentir mejor eso, saber que no iba a estar ahí solo con ese señor extraño, tal como identificó cuando la puerta se abrió.
Dentro de la consulta el olor era incluso peor que fuera, y el médico fumaba, podía olerlo en su bata. No, no era agradable.
Se sentó al lado de su ama y no pudo evitar que su pierna empezara a moverse sola, estaba muy nervioso e incómodo y quería irse de allí. Pero había prometido a Riley que intentarían averiguar si le pasaba algo, así que solo la dejó responder a todo y pedir lo que quería, aunque todo sonaba horriblemente mal.
Hasta que el señor ese se puso antipático con ella y le dieron ganas de ladrarle, pero solo resopló.
Sobre todo porque se mezcló con la confusión de escucharle decir que era su esposa. Tuvo que pensar un momento lo que eso significaba y aún así no lo entendió del todo.- Riley es mi dueña. -Informó, bastante seguro de lo que decía, sin pararse a pensar que no era la forma en que los humanos se relacionaban.- Pero no, no he tenido ningún problema. Soy muy sano, solo voy al vet... al médico -consiguió corregir a tiempo.- para revisiones o vacunas. -Se encogió de hombros tranquilamente.
Dentro de la consulta el olor era incluso peor que fuera, y el médico fumaba, podía olerlo en su bata. No, no era agradable.
Se sentó al lado de su ama y no pudo evitar que su pierna empezara a moverse sola, estaba muy nervioso e incómodo y quería irse de allí. Pero había prometido a Riley que intentarían averiguar si le pasaba algo, así que solo la dejó responder a todo y pedir lo que quería, aunque todo sonaba horriblemente mal.
Hasta que el señor ese se puso antipático con ella y le dieron ganas de ladrarle, pero solo resopló.
Sobre todo porque se mezcló con la confusión de escucharle decir que era su esposa. Tuvo que pensar un momento lo que eso significaba y aún así no lo entendió del todo.- Riley es mi dueña. -Informó, bastante seguro de lo que decía, sin pararse a pensar que no era la forma en que los humanos se relacionaban.- Pero no, no he tenido ningún problema. Soy muy sano, solo voy al vet... al médico -consiguió corregir a tiempo.- para revisiones o vacunas. -Se encogió de hombros tranquilamente.
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2. Hello, Doc!
Si la suposición del médico la dejó muda, las siguientes palabras de Orion casi le provocan un ataque de nervios. La gente no va por ahí diciendo que alguien es su dueño, no al menos en este siglo o desde que se acabó la esclavitud. Aquello no era normal y por la cara que tenía el médico el hombre estaba pensando exactamente lo mismo. Intentó pensar en qué decir para arreglarlo, pero no se le ocurría nada. A esas alturas tal vez lo mejor sería que el médico pensase que les iba algún tipo de juego de rol sexual extraño. De pronto, estalló en una risa nerviosa.
— Oh, cariño, pero cómo eres. —balbuceó.— No hagas esa clase de bromas a los desconocidos. —tomó la mano de Orion y le dio un ligero apretón esperando que entendiese la señal de cállate.— Lo siento, es que tiene un sentido del humor muy particular. —el médico pareció relajarse ligeramente entonces, ya fuera porque se había creído lo de que todo era broma o porque simplemente prefería ignorarlo, fuera como fuera Riley lo agradeció.
— Está bien, joven, siéntese en la camilla y quítese la camisa, por favor. —instruyó el hombre y Riley soltó a Orion, instándolo a obedecer al hombre. El examen físico pasó sin más incidentes, pero cuando llegó la parte de la extracción de sangre Riley se puso algo nerviosa no sabiendo cómo reaccionaría Orion.
— Oh, cariño, pero cómo eres. —balbuceó.— No hagas esa clase de bromas a los desconocidos. —tomó la mano de Orion y le dio un ligero apretón esperando que entendiese la señal de cállate.— Lo siento, es que tiene un sentido del humor muy particular. —el médico pareció relajarse ligeramente entonces, ya fuera porque se había creído lo de que todo era broma o porque simplemente prefería ignorarlo, fuera como fuera Riley lo agradeció.
— Está bien, joven, siéntese en la camilla y quítese la camisa, por favor. —instruyó el hombre y Riley soltó a Orion, instándolo a obedecer al hombre. El examen físico pasó sin más incidentes, pero cuando llegó la parte de la extracción de sangre Riley se puso algo nerviosa no sabiendo cómo reaccionaría Orion.
Riley — Consulta médica — con Orion
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No es que entendiera mucho.
Como el por qué de aquella risa de Riley o eso de decir que era un bromista, cuando no había hecho nada gracioso, ni siquiera había tenido tiempo de hacer ninguno de sus trucos desde que se había transformado en eso.
Pero el apretón de manos de su dueña le indicó que era mejor no decir nada, así que solo asintió y sonrió levemente.
Se tuvo que levantar y dirigirse a una camilla, aunque al menos no era tan fría e incómoda como las mesas del veterinario.
Se quitó la camisa tal como el hombre le pidió y se preparó para la exploración. Curiosamente, terminó no siendo tan desagradable como las que le hacían normalmente. Todo era muy superficial y nada invasivo. Incluso le tomó la temperatura con algo parecido a una pistola y no de la otra forma que él conocía...
Pero entonces llegó el momento de la aguja y Orión se tensó. Las odiaba, las odiaba con todas sus fuerzas.- ¿Es necesario? -Preguntó, por si acaso podía librarse de eso. Que al parecer iba a ser que no- Riley... -La llamó con un tono lastimero, estirando una mano hacia ella. Siempre estaba a su lado cuando eso pasaba, sosteniéndole y calmándole. Quería que también estuviera en ese momento.
Como el por qué de aquella risa de Riley o eso de decir que era un bromista, cuando no había hecho nada gracioso, ni siquiera había tenido tiempo de hacer ninguno de sus trucos desde que se había transformado en eso.
Pero el apretón de manos de su dueña le indicó que era mejor no decir nada, así que solo asintió y sonrió levemente.
Se tuvo que levantar y dirigirse a una camilla, aunque al menos no era tan fría e incómoda como las mesas del veterinario.
Se quitó la camisa tal como el hombre le pidió y se preparó para la exploración. Curiosamente, terminó no siendo tan desagradable como las que le hacían normalmente. Todo era muy superficial y nada invasivo. Incluso le tomó la temperatura con algo parecido a una pistola y no de la otra forma que él conocía...
Pero entonces llegó el momento de la aguja y Orión se tensó. Las odiaba, las odiaba con todas sus fuerzas.- ¿Es necesario? -Preguntó, por si acaso podía librarse de eso. Que al parecer iba a ser que no- Riley... -La llamó con un tono lastimero, estirando una mano hacia ella. Siempre estaba a su lado cuando eso pasaba, sosteniéndole y calmándole. Quería que también estuviera en ese momento.
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La reacción de Orion le partió el corazón. Siempre lo hacía, cuando le tocaban sus vacunas en el veterinario empezaba a gemir y lloriquear y ella se sentía como una persona terrible aunque bien sabía que lo que le hacían era por su bien. Aquella vez no era distinta.
— Estoy aquí. —susurró acudiendo a su lado y tomando su mano. Depositó un beso suave en su dorso mientras que le sonreía.— Solo será un momento y habremos acabado. —le prometió mientras el médico anudaba la goma en torno a su brazo y, instantes después, empezaba a clavar la aguja en la piel. El procedimiento no debió de durar ni un minuto entero, pero Riley comprendía que cuando te asustaba algo el tiempo pasaba a cámara lenta.
— Y con esto, acabamos, puede volver levantarse, joven. —anunció el médico mientras guardaba la muestra de sangre tomada. A partir de ahí todo fue muy fácil, puesto que no había más que decir. El médico los acompañó hasta la pequeña recepción, donde su mujer cobro el importe de la visita y el análisis, que en unos tres días les llamarían para informar de los resultados. Y eso fue todo.
— Vale… creo que ha ido… bien. —dejó ir una vez salieron de la pequeña clínica.— ¿Quieres ir a comer algo? —ofreció, recordando que Orion todavía no había podido comer nada al tener que ir en ayunas. Ella, por los nervios, tampoco había sido capaz de desayunar nada. Pero ahora que había pasado todo se dio cuenta de que tenía hambre, tenía mucha hambre.— Te has portado muy bien, ¿quieres una recompensa? —tenía la recompensa perfecta para él en forma de una hamburguesa enorme, de esas que él siempre le pedía cuando la veía comer pero nunca le podía dar. Ahora, como humano no había ningún problema, ¿verdad? ¡Además ni siquiera tendría que usar cubiertos! Era ideal, ¿por qué no se le había ocurrido antes?
— Estoy aquí. —susurró acudiendo a su lado y tomando su mano. Depositó un beso suave en su dorso mientras que le sonreía.— Solo será un momento y habremos acabado. —le prometió mientras el médico anudaba la goma en torno a su brazo y, instantes después, empezaba a clavar la aguja en la piel. El procedimiento no debió de durar ni un minuto entero, pero Riley comprendía que cuando te asustaba algo el tiempo pasaba a cámara lenta.
— Y con esto, acabamos, puede volver levantarse, joven. —anunció el médico mientras guardaba la muestra de sangre tomada. A partir de ahí todo fue muy fácil, puesto que no había más que decir. El médico los acompañó hasta la pequeña recepción, donde su mujer cobro el importe de la visita y el análisis, que en unos tres días les llamarían para informar de los resultados. Y eso fue todo.
— Vale… creo que ha ido… bien. —dejó ir una vez salieron de la pequeña clínica.— ¿Quieres ir a comer algo? —ofreció, recordando que Orion todavía no había podido comer nada al tener que ir en ayunas. Ella, por los nervios, tampoco había sido capaz de desayunar nada. Pero ahora que había pasado todo se dio cuenta de que tenía hambre, tenía mucha hambre.— Te has portado muy bien, ¿quieres una recompensa? —tenía la recompensa perfecta para él en forma de una hamburguesa enorme, de esas que él siempre le pedía cuando la veía comer pero nunca le podía dar. Ahora, como humano no había ningún problema, ¿verdad? ¡Además ni siquiera tendría que usar cubiertos! Era ideal, ¿por qué no se le había ocurrido antes?
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