Decir que estaba cansada era un eufemismo, estaba totalmente muerta. Debería haberle hecho caso a Jazz cuando le aconsejo que no se fuera de gira si al otro día trabajaba doce horas seguidas, pero había sido caprichosa y ahí estaban los gajes del oficio. Por lo menos, sabía que su madre no estaba en casa como cada tanto que desaparecía olvidándose que tenía una hija y eso le daba tranquilidad. – Decime por favor que te quedaste en casa y que ahora cuando llegue va a haber un buen guiso para mí. – Mando el mensaje apenas se subió al bondi, tenía por lo menos cuarenta minutos de viaje y lo único que la impulsaba a aquello era saber que quizás Jazz iba a estar ahí.

Tardo bastante en llegar, se sacó los auriculares al entrar al barrio y saludo a todo el mundo, como siempre, como era mejor para todos. En la villa o eras amigas de todos, o te cagabas constantemente ante la posibilidad de que algo pasara y, aunque no fuera su modo preferido de hacer las cosas, sabía que siendo linda todo era mucho más fácil para ella con los chicos porque eran unos boludos casi todo el tiempo.

Llegar a su casa fue bastante largo, más por el cansancio que por otra cosa. Cuando entro y lo vio, primero sonrió, pero después al ver su rostro claramente golpeado tiro la mochila a un costado y se acercó rápidamente a él. – Boludo ¿Qué te paso? Mira como tenes la cara. – Se quejó, claramente nerviosa porque no sabía que había pasado, pero evidentemente no había sido nada bueno. – ¿Fue tu viejo otra vez? – Bien sabía la respuesta, pero prefería que él se lo dijera para no sacar conclusiones apresuradas aunque de ese hijo de puta, no podía esperar otra cosa.

Lo que menos había esperado al ir a su casa era encontrarse a Jazz de esa manera, porque era evidente que el hijo de puta de su padre había vuelto a hacer de las suyas. Le había dicho mil veces que lo denunciara, pero tenía sus razones y procuraba respetarlas, de la misma manera que ella nunca había denunciado a su madre por el abandono constante desde que tenía once años y, según ella, ya era toda una chica mayor para poder desenvolverse sola en su hogar.

Tenso ligeramente la mandíbula, abrazándolo con fuerza. Dentro de aquellas cuatro paredes procuraba respetar todo lo que Jazz le había confiado, pero sabiendo que fuera de las mismas era todo un poco más complicado de lo que quisieran. – Mejor para vos salir de ese lugar de mierda, te quedas conmigo, olvídate. Como decía mi abuela, donde comen dos comen tres. – Bromeo un poco, buscando consolarlo, aunque dudaba poder decir algo que pudiera hacerlo.

Dejo un beso en su mejilla y seco sus lágrimas, intentando sonreírle a pesar de lo que sentía para que no siguiera sintiéndose mal. – ¿Te cortaste el pelo? – Cuestiono un poco confundida, tomando el mechón de pelo un poco más corto entre sus dedos. – Te traje ropa del laburo, no la venden por fallas y pensé que te iban a copar. – Al final era toda ropa deportiva y, siendo que era grande, estimaba que se iba a sentir cómodo usándola. – Traje también un par más para vender por acá, para hacer un mango más.

Se sentó al lado suyo, mirándolo con atención en todo momento. No sabía que podía provenir de una de las crisis como la que estaba teniendo, pero dudaba que fuera algo bueno realmente. Por lo menos, su madre con la basura que era, simplemente desaparecía y no le jodía la vida. – Y está bien, pero deberías cortártelo con un barbero así te queda bien. – Ella no veía el problema, aunque claramente el padre ajeno si iba a verlo siempre. – No tenes porque estar bancándote algo que no te gusta, además, hasta Araceli Gonzalez lo uso corto alguna vez. – Intentaba darle ánimos, por lo menos una excusa para el padre de él, pero era tan idiota que dudaba que no pensara que el pelo tenía que ver con la feminidad. Ella misma reconocía que la comparación era una mierda por como Jazz se sentía realmente, pero para el afuera eso era una buena excusa.


Negó, tomando su mano y apretándola con fuerza. – No tenes que volver, te podes quedar acá. Busquemos algun laburo que podas hacer o lo que venga, yo no tengo drama y mi vieja no esta nunca, cuando viene le chupa un huevo si hay alguien o no. – Y era de verdad, que estuviera acompañada inclusive la ayudaba a sentirse menos culpable de dejarla sola. – No quiero que vuelvas ahí, te echo y fue, quédate acá conmigo y entre los dos le vamos a encontrar la vuelta a esto. Estamos juntos en todas ¿O no? – Le sonrió levemente, mirándolo a los ojos.

Tenso la mandíbula, siempre intentaba ser medianamente pacifica con el tema del padre ajeno para no maquinarlo más de lo que ya estaba, pero era tan hijo de puta que creía que ella terminaría metiéndole la denuncia. – No puede hacer lo que se le dé la gana, no puede obligarte a volver. – Aunque técnicamente sabía que las cosas no eran así, el tipo era tan enfermo que seguramente iba a ir a romperle las pelotas hasta que decidiera volver. – Puedo preguntarle a un par de amigos que tengo si te decidís a hacer la denuncia, le ponemos la perimetral y eso. – Ella mucho no entendía, pero algo había escuchado que eso podía llegar a servir, aunque, en la villa, poco y nada servia todo eso.

Hizo una mueca, pero termino por asentir, acariciando la frente ajena y secando sus lágrimas. – No te prometo que quede bien, yo te lo corto si después vamos a algún barbero o peluquera que te lo empareje bien. Que si tenes el pelo hecho un desastre después las wachas no te van a mirar y me vas a decir que es por mi culpa. – Le saco la lengua, sonriendo. Aunque bueno, más de una vez había espantado a alguna suripanta por ahí, pero no podían culparla, Jazz era tan bueno que no iba a dejar que estuviera con cualquiera.

Tenía razón en eso, aunque no quería ser pesimista. – Primero busquemos y después vemos qué onda, capaz alguno de los pibes nos puede dar una mano. No te tires abajo de una, le vamos a encontrar la vuelta como siempre.

Se rió cuando nombro a la Marta, si no la conociera de toda la vida pensaría que era una hija de puta pero simplemente era una chusma, como la mayoría de las viejas del barrio. Si su madre estuviera en la villa el mismo tiempo que las demás haciendo nada, seguramente estaría de la misma manera, pero ella hacía las cosas mucho más fáciles y se iba por ahí donde nadie la conocía a vivir una vida un poco mejor. – No pasa nada, le buscamos la vuelta. – No podía decir que no se enteraría, pero alguna excusa por ahí iba a buscar. – Bueno, que conste que vos me dijiste y después no hay reclamos.

A ella también le gustaría, pero la realidad marcaba que a lo mal que estaban, tener inclusive ese techo que muchas veces era una mierda era un montón. – Tranqui, vas a ver que cuando Cristian me consiga esa oportunidad que me dijo nos vamos a poder ir de acá. Supuestamente hay algo dando vueltas, pero todavía no me puede confirmar nada, pero con ganar un toque más que en la feria ya podríamos alquilarnos algo lejos de acá. – No tan lejos, quizás, pero por lo menos un lugar donde el padre ajeno no pudiera llegar a cagarle la vida constantemente.

—Está bien voy a prepararme psicológicamente para eso. — Bromeó con una media sonrisa, quedándose recostada en la cama mientras él se bañaba. — No, no pude todavía. — Hizo una mueca casi de disculpa, todavía no lo había podido arreglar y dudaba poder hacerlo hasta que le pagaran el sueldo a principio de mes.

Envió algunos mensajes, a ella no le importaba aguantar el agua fría pero no quería que Jazz pasara por eso sumado a todos los moretones que tenía. — Vos lo sos. — No dudo en responder, aprovechando para ponerse un short cómodo y una remera de fútbol también por el mero hecho que era la ropa más cómoda que tenía para dormir. — ¿Queres que vea qué hay para que comamos? — Lamentablemente la idea de tener un buen guiso cuando llegará, había quedado totalmente descartada.

— ¿Te dije ya que me matas cuando te pones pilcha de Boca? — Bromeó mientras lo miraba, no iba a negar que le gustaba como le quedaba y de hecho creía que no podía ser la única que se daba cuenta que le quedaba mil veces mejor que la ropa que su padre le daba. Así se veía cómodo.

— Te amo, ¿te lo dije hoy? — Se levantó contenta y fue a la cocina, probando el guiso y poniéndolo a calentar cuando noto que estaba frió. — Amo tus guisos, creo que yo ni en mil años podría cocinar tan bien.

Ladeo el rostro para mirarlo, era una pregunta compleja pero ella sabía las reglas del juego. — Ya sabes que me quiere cojer hace rato, no se, según él no pero no me extrañaría.

— Espero que sigas diciendo lo mismo cuando llegue una wacha que te vuele la cabeza eh. — Por el momento había tenido suerte y ninguna se lo había robado, pero estaba seguro que cuando él se sintiera más seguro consigo mismo podría estar con quien quisiera.

Suspiro y se quedó cocinando, sirviendo cuando estuvo listo y yendo a buscarlo. Se cruzó de brazos a la altura del pecho, intentando no fruncir el ceño al sentir el mal humor ajeno. — Si es algo que nos puede sacar de acá ¿Vos te pensas que no lo haría? Nos puede sacar de este infierno de una vez. — No le importaría hacerlo, pero también entendía el ruido que le hacía a él. — No es la misma situación. — Dejó en claro, no quería esos fantasmas entre los dos. — ¿Nos podemos sentar a comer? Ya calente la comida.

Giro los ojos, odiaba pelear con él pero claramente no lo entendía y con lo cabeza dura que era no lo iba a entender. Lo siguió adentro, sentándose frente suyo y bebiendo un poco de jugo antes de empezar a comer con ganas, si no tuviera tanta hambre tal vez pelearía con ella por la situación.

Una vez que termino de comer se limpió la boca, aquel malestar que le había dado la discusión que habían tenido no sé iba pero lo que menos quería era que estuviera molesto con ella. — Podemos hacer ahora lo del pelo, ¿queres? — Cuestionó, mirándolo a los ojos y después desviando la mirada a su plató vació un poco inquieta.

Asintio y fue a buscar las mejores tijeras que había en la casa, volviendo con él y haciéndole un gesto para que moviera la silla donde estaba el espejo. — Después de cortarte yo lavo pero primero hagamos esto. — igualmente dejó las tijeras en la mesa para ir a dejar los platos en el lavaplatos.

Volvió y acarició el pelo ajeno, le gustaba como le quedaba pero si él no se sentía comodo, lo mejor era cortarlo de una vez. — Decime hasta donde lo queres y yo te lo corto, Uh Banca el peine. — Fue a buscar un peine para poder guiarse y volvió con Jazz esperando que le dijera por donde quería que le cortara el pelo.

Asintió mientras miraba donde quería que le cortara, paso el peine algunas veces para luego medirlo y dar el primer corte. Cuando el primer corte cayo, sonrió levemente. Dejo un beso en la cabeza ajena y luego siguió cortando, despacio, por si se arrepentia o queria que hiciera otra cosa aunque lo dudaba mucho porque veía a Jazz resuelto con aquella situación desde hacía ya mucho tiempo.

--¿Te va gustando? -- Pregunto, una vez que termino con un lado y apoyo su mentón en el hombro ajeno esperando que le contestara. -- Te dije que no era peluquera pero lo estoy haciendo con todo el amor del mundo. -- Era claro que intentaba bromear para quitarse el peso de encima de la situación y no dejarse llevar por sus emociones, según ella, aquello era un paso muy grande.

Sonrió ampliamente cuando él lo miro de aquella manera que hacía que su pecho se apretara, la emoción la embargaba de una manera que no había sentido en mucho tiempo. Solo quería que él fuera feliz, no había conocido en su vida persona más buena que Jazz y por eso mismo siempre había procurado de estar a su lado.

— Sos vos. — Repitió con una sonrisa, haciendo que se volviera a sentar para después terminar de cortarle el pelo de la misma manera. — Ahora si. — Musitó, dejando las tijeras de lado y pasando un trapo para limpiar los cabellos que le habían caído en el cuello y en los hombros.