Si había entendido bien, Ben acababa de auto invitarse a su apartamento y utilizar su ropa, pero no podía quejarse. Era lo menos que podía hacer después de toda la ayuda que le estaba brindando esa noche. Por la misma razón se abstuvo a decir nada sobre las otras infracciones de tráfico que estaba cometiendo.

Necesitaban llegar a su apartamento cuanto antes.

—No pensé que estaría empapado pero sí le tengo una pijama para cambiarse—replicó. —Pensé que después de estar en ese lugar necesitaría bañarse.

Esperaba que la pijama le quedara, aunque temía que sería algo grande para él, lo había sentido menudo cuando lo alzó.

—Si vas a pasar me puedes ayudar a que se bañe mientras le preparo algo de comer.—sugirió.

Tan solo tenía que asegurarse de haberse ido para cuando llegara el médico, no quería que nadie pudiera confirmar la presencia de Ben en su casa. Suponía que Mark era un riesgo menor. Después de todo era un niño traumatizado por un secuestro.

En efecto él también tenía que cambiarse. Su chaqueta no había sido suficiente y tenía la camisa empapada, pegada al cuerpo. Los pantalones también pesaban del agua y se le pegaban incómodos a la piel. Los pies también estaban hechos una sopa.

Finalmente llegaron a su apartamento. Ben sabía cómo moverse, estacionó en el callejón de atrás. Por suerte ya no llovía y podían entrar sin mojarse más por la puerta de servicio.

—Vamos—dijo, aunque dudaba que Ben fuera a quedarse en el carro si no oía una invitación.

Se bajó y se dirigió a la parte de atrás del carro para soltar a Mark, quien temblaba de frío. Lo abrazó con fuerza y por suerte, el niño ya no puso resistencia, y se aferró a él para bajar del auto.

Ben estaba tiritando de frío y si no tuviera todo el cuerpo entumecido habría aplaudido al llegar a casa de Adam. No perdió detalle en que Mark ya se sentía más tranquilo en presencia de Adam, hasta dejó que éste lo cargara sin hacer fuerza o quejarse. Eso le agradó, aunque procuró no hacer ningún comentario para que el niño no se pusiera más nervioso. O para que Adam decidiera que siempre iba a quedarse fuera de su casa.

No estaba tan empapado gracias a la chaqueta que llevaba puesta, pero sí que quería secarse el cabello y quitarse los zapatos, tenía la sensación de que eso era lo que estaba provocando sus temblores. Dejó los zapatos y las medias justo en la puerta trasera, porque no quería empapar de más la casa de Adam. Caminó descalzo, sintiendo el cosquilleo en las plantas de los pies, apretando el paso para no perder de vista a Adam y Mark.

—Voy a aprovecharme de tu hospitalidad, querido Adam… —exclamó mientras se escabullía hasta la habitación de Adam. En realidad, no pretendía invadir su privacidad, pero necesitaba una muda de ropa. Buscó en los cajones con rapidez hasta que encontró un pantalón lo bastante holgado y una camiseta que le quedara bien.

Cuando escuchó el sonido de la ducha, recordó las palabras de Adam. Se asomó por la puerta, buscando la mirada de Mark. El niño parecía definitivamente más tranquilo y Ben le regaló una sonrisa sincera.

—Puedo ayudarte con Mark mientras nos preparas algo de comer —dijo Ben, sin preocuparse por incluirse en semejante propuesta. Estaba seguro de que Adam no iba a hacerle a él nada de comer, o que pudiera quedarse mucho rato allí, pero no desperdiciaría la oportunidad de meterse con él cuando lo tenía tan fácil—. ¿Qué dices, Mark? ¿No quieres que Adam te haga una hamburguesa? No sabes, pero en su tiempo libre, cuando no es policía, es un chef increíble.

No estaba seguro si Mark se dio cuenta de que le estaba mintiendo descaradamente, pero el niño, sentado sobre el inodoro, le regaló una pequeña sonrisa. Ben se sintió satisfecho, acercándose a él y atreviéndose a revolverle el pelo.

—Vamos a darnos un buen baño, no quiero que te enfermes. Adam tampoco, quiere que estés bien para que podamos seguirte ayudando —Ben hasta ahora había logrado no mencionar a la madre del niño. No era un tema que quisiera tocar con Mark presente, sobre todo porque la opinión que Ben tenía de la mujer era bastante mala.

Con su visita anterior tan reciente, ni siquiera alcanzó a inquietarlo que Ben anduviera libremente por su apartamento. Escuchó que abrió cajones pero estaba seguro de que apenas estaba buscando algo que ponerse. Si quisiera espiar o robar seguro que sería más discreto. Tampoco era que hubiera nada importante allí para encontrar.

Cuando lo vio aparecer en la puerta del baño se sintió aliviado. No se sentía cómodo ayudando a Mark a bañarse, no tenía la menor experiencia con niños y sentía que iba a meter la pata con él de nuevo. Por lo menos el niño se había mantenido quieto todo el rato y no parecía muerto de miedo como al inicio.

Miró de reojo a Ben. Había escogido una mudada, como suponía. Todavía tenía el cabello empapado, cayéndole sobre la frente. Nadie debía verse tan atractivo después de llevarse un aguacero.

Frunció el ceño al escucharlo bromear sobre la comida, pero retrocedió para darle espacio en la ducha.

—Me temo que no tengo hamburguesas, pero nos haré algo para entrar en calor—lo corrigió. En efecto pensaba hacer un caldo instantáneo y majarle una papilla a Mark, no sabía qué había estado comiendo y cómo tendría el estómago después de su secuestro. Luego se dirigió a Ben—Aquí dejé su pijama para cambiarlo, y su toalla.

Intercambió una mirada con Ben antes de dirigirse a la cocina. Se estremeció de frío mientras ponía el caldo a cocinar. Tenía que cambiarse, pero por ahora se había limitado a quitarse los zapatos y dejarlos en la entrada de la casa junto a sus medias. Se dirigió a su cuarto para quitarse el pantalón y la camisa mojadas.

Lanzó un indigno estornudo, se había dejado mucho tiempo la ropa mojada. Buscó una camiseta, y suponía que necesitaba un abrigo también. Pero entonces oyó un ruido desde el baño y se acercó a asomarse, preocupado.

—¿Necesitan algo?—preguntó en voz alta mientras se metía un pantalón de buzo caliente.

Cuando se quedó a solas con Mark, le pareció que el niño estaba examinándolo con detenimiento, como si quisiera hablar con él, pero sin saber cómo. Ben le regaló una sonrisa y se arrodilló frente a él, para quedar sin problemas a su altura. Abrió la llave del baño, echando un vistazo para saber qué tenía Adam a mano para poder limpiar a Mark con más facilidad.

—Vamos a darte un baño rápido, mira que Adam nos dio una muda de ropa para ti… —Ben habló con tranquilidad, mientras metía la mano bajo el agua, hasta que encontró la temperatura adecuada. Tomó una pastilla de jabón mientras ayudaba a Mark a entrar la ducha—. Sostente con fuerza, no te vayas a caer, porque entonces Adam va a regañarme. Y no tienes idea, Mark, es un completo cascarrabias.

Soltó una carcajada, sintiéndose liberado al decirlo. Mark, ya sin camisa, también se rio. El niño seguía sin hablarle directamente, pero parecía mucho más relajado y permitió que Ben le frotara los brazos y las piernas, para quitarle la suciedad de encima. Ben tuvo que hacer malabares, evitando que el agua salpicara más de la cuenta, pues no se cambió ropa limpia para volver a abusar de la hospitalidad de Adam. Sabía que el policía no tenía demasiada paciencia y que esto ya era traspasar todos los límites de su extraña relación.

Hizo lo que pudo con Mark, considerando que no quería que el niño se sintiera incómodo. Tomó una de las toallas que tenía a mano, pero sin querer tiró al piso algo. Luego se dio cuenta de que era la pasta de dientes y lo que parecía una cajita de hilo dental. Adam no demoró en abrir la puerta, seguro estaba pensando que Ben hacía un desastre en su baño.

Él le regaló una sonrisa incómoda, algo tensa, mientras terminaba de envolver a Mark en una toalla. El niño parecía un burrito de carne y hueso.

—Mark está listo, sólo hace falta que se ponga ropa limpia. Esperamos que la comida esté decente, porque sin ya le prometí a Mark que nos vamos directo a mi casa… —dijo con un gesto desafiante, mientras revolvía con cariño el cabello de Mark.

No sabía que esperaba encontrarse al abrir la puerta del baño, pero no era la visión de Ben envolviendo a Mark como un burrito con una toalla, ambos con el cabello mojado y mirándolo como si de verdad lo único que importaba en el mundo era su comida. Había algo demasiado cotidiano y normal en todo esto, no como si acabaran de rescatar al niño de un secuestro de días. No como si Ben fuera el líder del mercado negro y él, un detective de la policía.

Adam no estaba acostumbrado a salirse de una rígida zona de rectitud basada en la ley y los principios. Era lo único que le ayudaba a mantener el norte en una ciudad perdida como Tara. Esto estaba muy lejos de su zona de confort.

—Viste pronto a Mark, la comida ya debe estar lista—replicó, arqueando una ceja. Sabía que Ben bromeaba, tenía que tener claro que no había forma de que el niño saliera de nuevo de allí como no fuera para sacarlo con la madre de Tara—Los hará entrar en calor..

Miró a Mark, y supuso que debería decir algo apropiado para el niño, pero no se le ocurría nada. No había tenido que tratar mucho con niños a lo largo de su vida. En lugar de decir algo más lanzó una última mirada alrededor del baño, todo parecía estar en orden.

Regresó a la cocina y revisó el caldo. Lo probó y estaba bien de sabor. Esperaba que a Mark le gustara. Ben, bueno, si no le gustaba se metería con él el resto de la vida pero podría vivir con ello. Adam solo cocinaba para él mismo, después de todo. Regresó al cuarto para ayudarlo a vestir a Mark, pero este ya tenía la pijama puesta. Le quedaba algo grande, pero se veía calientito.

—¿Te gusta tu pijama?—preguntó, sintiéndose idiota después por la pregunta.

Mark sonrió y asintió, pero parecía algo tímido. De hecho, tendió a esconderse detrás de Ben un poquito. Empezaba a preguntarse qué haría el niño cuando Ben se fuera. De verdad no se había esperado que fuera tan bueno con los niños.

—Vamos a comer—les dijo. —Hay chocolate para los que se terminen todo.

Evidentemente era para Mark, pero seguro que Ben también le iba a pedir.

Sabía que Adam estaba alterado, podía verlo en todos sus gestos. Cuando Ben solía decirle a Adam que su mayor problema era lo transparente que era, no lo decía sólo por molestar. Adam llevaba su corazón a flor de piel, era por eso que siempre estaba en desventaja. Ben, en cambio, había aprendido a trompicones que mostrar sus verdaderos sentimientos era lo peor que podía pasar. La última vez que había llorado con sinceridad fue el día en que perdió a sus padres, a partir de allí no había hecho otra cosa más que cubrirse con capas y capas de sarcasmo e indiferencia.

Había hecho un montón de cosas cuestionables que quizás Adam reprobaría, pero todo lo hizo con el deseo de sobrevivir. Hizo justicia al asesinato de sus padres, Ben ahora tenía el completo control de su vida. Adam, en cambio, no tenía control de nada y además se empeñaba en ser honorable. Era un cúmulo de pésimas decisiones, lo peor que podía pasarte en esta ciudad.

—Vamos, Mark… ya viste que si no nos vestimos como se debe, no nos van a dar de comer —Ben dio una palmada para llamar la atención del niño, quien elevó los brazos, dispuesto a cooperar. Mark parecía un buen niño, a pesar del nerviosismo que llevaba encima era evidente que sabía que estaba en un lugar seguro.

Ben acompañó a Mark hacia la cocina y esperó a que el niño se sentara frente a su plato de caldo para sentarse también. No hizo muchas preguntas, pero se dio cuenta de que también había un plato para él. Adam no tenía cómo saberlo, pero hacía realmente mucho tiempo que alguien le preparaba algo de comer.

—Mark, tienes que beberlo todo, sino yo me voy a comer todo tu chocolate —comentó, mostrándole a Mark la cuchara de manera amenazante. Luego le echó una mirada rápida a Adam, quien lucía tenso, pero parecía complacido. Hasta ahora, habían logrado todo lo que se habían propuesto. Mark estaba a salvo, al menos de manera momentánea.

—Gracias.

Mark habló tan bajito que al principio pensó que lo imaginó. Pero cuando buscó la mirada del niño, éste los estaba mirando a ambos, con los ojos vidriosos. Ben se anticipó a lo que iba a pasar, pero de todas formas no pudo evitar que la cuchara de Mark cayera al suelo cuando el niño empezó a llorar. Suspiró hondo y se inclinó despacio hacia él, cargándolo hasta sentarlo encima de su regazo, esperando que se calmara. Mark se transformó en un bultito lleno de hipidos y lágrimas, así que Ben lo acunó en sus brazos lo mejor que pudo.

—Ya no te preocupes, Mark. No vas a volver a ese sitio tan feo —susurró, mirando a Adam, esperando que corroborara sus palabras.

Dentro de todos los escenarios posibles que se había planteado para la misión de esa noche, no había contemplado la posibilidad de tener a Ben y a Mark comiendo en su mesa, con los cabellos mojados, uno recién bañado y el otro usando un juego de su ropa seca. Sin embargo, agradecía la presencia de Ben, porque parecía tener un talento natural para tratar al niño a su lado.

Al parecer incluso iban a tomarse la sopa de verdad. Esperaba que a Mark le sentara bien, no tenían idea de qué había estado comiendo esos días.

Lo que no esperaba era que de repente, el niño se soltara a llorar.

Apenas había susurrado un "gracias" antes de estallar en llanto y dejar caer su cuchara. Los lagrimones le caían por la cara y de repente Adam no sabía qué hacer. Siempre se le había dado mejor tratar con los criminales que con las víctimas. No sabía qué hacer con el llanto del niño. Por suerte, Ben reaccionó y se lo sentó en el regazo. El pequeño hipaba y se restregaba los ojitos sin parar de llorar a pesar de las palabras de consuelo de Ben.

Tenía que hacer algo.

Se acercó, y, para ponerse al nivel del niño, puso una rodilla en el suelo, frente a Ben. Mark sollozaba y lo miraba lastimeramente, como si no se acabara de creer que no volvería a aquel horrible sitio. Sin saber si lo que hacía estaba bien, improvisó tomándole la manita. Se sentía diminuta y temblorosa, por lo que la estrechó con suavidad.

—Mark, aquí estás seguro—dijo con toda la firmeza de la que era posible, necesitara que le creyera, que no lo dudara lo más mínimo—Nadie volverá a llevarte, Ben y yo te vamos a cuidar. ¿De acuerdo?

Levantó una mano para limpiarme las lágrimas de las mejillas al niño, cuya manita se aferró a él con tanta fuerza con la que parecía estarse sujetando al cuello de Ben con el otro brazo.

Tal vez no iba a ser posible que Ben se fuera. Quizá debía llamar al médico y programar para la mañana siguiente. Mark no se veía herido, pero sí cansado y asustado, y no creía que se tomara bien a otro extraño en la casa ese día. De cualquier forma, no podía reunirlo con su madre y sacarlos de Tara hasta la noche siguiente.

—Todo va a estar bien, Mark—repitió, sintiendo que nada de lo que dijera sería suficiente.

Instintivamente levantó la mirada hacia Ben. ¿Buscaba acaso su apoyo? Cuando todo esto terminara debía reflexionar detenidamente en cuánto se había apoyado en Ben durante esta misión, porque empezaba a inquietarlo.

A pesar de las apariencias, Ben era una persona terriblemente sentimental. Todavía, cuando tenía noches en que estaba muy nostálgico, era capaz de evocar la manera en que la voz cantarina de su madre lo llamaba por su nombre de pila.

“Benjamin, tienes que acostarte temprano. Ya te leí tu cuento favorito, ¿qué más quieres, mi pequeño?”.

El problema era que la vida había convertido su corazón en una coraza infranqueable. Un muro al que nadie podía acceder, excepto en momentos puntuales. Este era uno de esos momentos, porque cuando su mirada se cruzó con la de Adam, quien estaba arrodillado frente a él, buscando consolar al pequeño Mark, Ben sintió un vuelco en el corazón. Fue como si de repente el aire le faltara en los pulmones, sentía el pecho apretado mientras escuchaba a Adam hablarle a Mark con ternura.

Ben acunó mejor a Mark en sus brazos, quien fue calmándose poco a poco. Los hipidos disminuyeron de intensidad y, aunque tenía los ojos rojos, ya no estaba llorando. Eso tenía que ser una buena señal, así que Ben lo equilibró en sus rodillas y deslizó el plato en dirección a Mark.

—Mira, vamos a ir poco a poco, ¿está bien? Lo primero que tenemos que hacer es que termines esta sopa. Adam la hizo para ti y está muy rica, yo ya la probé… —Ben le acercó la cuchara, la suya, que no había caído al piso, hacia el niño otra vez. Se sintió pletórico cuando Mark la aceptó sin muchos miramientos, comiendo muy despacio.

Luego de cuatro cucharadas, Mark volvió a sonreír. Parecía mucho más tranquilo y Ben se atrevió a mirar a Adam a los ojos. Quiso decirle que todo iba a estar bien, al menos, por esta noche. Si conseguían que el niño se durmiera sin estar tan angustiado, era una victoria.

—Está rico… —dijo Mark, lo que le arrancó una carcajada sincera a Ben. Era un buen niño, era una lástima que tuviera una madre que lo había metido en este problema. Ben no estaba seguro si estaba enfadado con la madre de Mark o con su propio padre, quien, después de todo, escogió para Ben y su madre una vida que ninguno de los dos pidió. Al final, todo resultó en una tragedia, en él huérfano y cimentando su vida luego de una venganza que le costó muy caro.

—Si todo sale mal, Adam, puedes dedicarte a la cocina —bromeó, mientras le daba otra cucharada de sopa a Mark.

Poco a poco Mark dejó de llorar y Adam sintió que la calma le regresaba al cuerpo. Por un momento se había sentido impotente para lograr algo, pero la manita de Mark en la suya lo había agarrado con fuerza y no lo soltó hasta que Ben empezó a darle de comer de nuevo. En ese momento, Adam se levantó del suelo sin saber muy bien qué hacer, terminó jalando la silla donde había estado sentado Mark antes para tomar asiento más cerca de ellos y tomó su propio caldo también.

Cuando Ben le dijo que podía dedicarse a la cocina no pudo evitar reírse. Generalmente le habría puesto los ojos en blanco por el comentario, porque era estúpido, pero después de la tensión vivida no pudo evitar una corta risa.

—Ni siquiera en Tara van tan mal las cosas—declaró, para luego mirar a Mark y centrarse en él—Me alegra que te guste, ¿estás entrando en calor?

El niño asintió, parecía más seguro y tranquilo ahí en los brazos de Ben. Adam asintió y, luego, miró a Ben.

—Tú eres el que se quedó sin comer. Hay más caldo en la olla, si quieres—ofreció sinceramente. Tras la espera, la huida y el aguacero, más toda la contención a Mark, tenía más que ganado un plato de sopa.

Ahora que Mark parecía más calmado lo mejor sería que descansara. Sacó el teléfono para escribirle al médico que lo llamaría al día siguiente, que esa noche ya no iba a necesitar sus servicios. Tendría que alistar su cama para Mark.

—Creo que para Mark al menos sí puedo ir buscando el chocolate—añadió, mientras se dirigía al mueble de la cocina para sacar una barra de chocolate con leche.

La tensión parecía haberse disipado, para tranquilidad de Ben y, seguramente, para la de Adam. Podía darse cuenta que lucía menos tenso, mucho más empoderado de la situación. Ben lo entendía, nunca era sencillo que los niños se pusieran a llorar de manera desconsolada. Él mismo se había sentido impotente al ver al pequeño Mark llorar de esa manera. Por suerte, parecía haberse contentado con la sopa de Adam.

En un impulso, le acarició el pelo a Mark, mientras el niño volvía a reírse justo cuando mencionaron lo del chocolate. Sí que era un buen niño. Ben esperaba que la inconsciente de su madre pudiera ponerlo a salvo después de todo este desastre. Confiaba en que Adam conseguiría darles una nueva identidad y que se largaran de esta maldita ciudad. Ben estaba encariñado con Tara, por supuesto, era su lugar de origen, pero era una especie de relación de amor-odio muy complicada.

—Voy a tener que tomarte la palabra, en realidad estoy hambriento —Ben soltó una carcajada y se puso de pie con mucho cuidado, dándole una palmadita amistosa a Mark en la cabeza, antes de dirigirse a la cocina. Tan sólo se sirvió lo suficiente, no quería abusar ni tampoco alejarse más de la cuenta.

En realidad, no estaba mintiendo al decir que el caldo sabía bien, Adam tenía un toque. Ben sólo hacía cocina de supervivencia, pero hasta ahora no se había muerto. Desde la cocina, Ben era capaz de escuchar las voces de Adam y Mark, el niño parecía haberse calmado por completo.

Unos cuantos minutos después, regresó en busca de Mark y Adam. El niño estaba, efectivamente, tomando chocolate. Ben buscó la mirada de Adam, a quien le regaló una sonrisa. Mark no lo sabía, pero había tenido mucha suerte de que Adam tomara su caso. En manos de otro policía, de seguro Mark habría caído en alguna red de trata o algo infinitamente peor.

Tuvo escalofríos de sólo pensarlo. Esta ciudad se caía a pedazos, pero Adam le hacía pensar que no estaba todo perdido. Fue como esa noche de tormenta, cuando de verdad creyó que estaba todo perdido. El reloj que robó (en su mente de mocoso, lo estaba tomando prestado) le dio la oportunidad de sobrevivir. Un rayo de esperanza inesperado.

—¿Es verdad que había chocolate para mí, Adam? —preguntó, apoyando la espalda contra la pared.

Adam no podía evitar sentirse impresionado por la rapidez con la que Mark había dejado el llanto atrás para terminar de disfrutar su comida. Todavía tenía algo brillantes los ojos y la punta de la nariz, pero cuando le dio su chocolate incluso empezó a sonreír más.

Su madre siempre dijo que el chocolate era mágico. Como siempre, su madre tenía razón. Cómo la extrañaba.

—¿Tienes sueño, Mark?

El niño negó, todavía saboreando el chocolate, pero casi al mismo tiempo bostezó.

Adam se afianzaba más en la idea de que necesitaba que lo dejaran dormir esa noche. Levantó la mirada cuando escuchó a Ben regresar. Lo tomó desprevenido la sonrisa que Ben le dedicó, porque parecía una sonrisa sincera, sin burlas ni sentidos secretos. Tal vez solo estaba satisfecho como él de que Mark estuviera calmado.

Le sonrió también. Aunque casi de inmediato frunció el ceño por su pregunta.

—Solo si te acabas tu sopa—le advirtió, y luego miró a Mark—pero por supuesto que es cierto, no puedo mentir sobre el chocolate.

El niño se río ante su comentario y Adam se sintió particularmente satisfecho, no solía bromear, así que le generaba satisfacción que hubiera funcionado. El niño empujó una segunda barra de chocolate hacia Ben, quien al parecer sí que se estaba terminando su plato de sopa. Adam no era un gran cocinero, pero casi nunca tenía invitados así que era satisfactorio ver que se habían comido lo que había preparado para ellos.

—Le preguntaba a Mark si quería dormir. Me dice que no, pero sus bostezos dicen otras cosas—le comunicó. Tenía la impresión de que el niño estaría más anuente a dormir si Ben se lo sugería.

Realmente temía cómo se manejaría con el niño sin Ben ahí.

Mark miró a Ben y negó rápidamente con la cabeza. Parecía que realmente no tenía intención de que lo mandaran a dormir tan pronto. Claro, primero habría que lavarle los dientes. Esperaba tener por ahí algún cepillo sin abrir. No llevaba nunca gente a casa, así que tendría que ser uno que tuviera ahí para recambio, pero creía que sí había.

A Ben le parecía increíble lo cómodo que lucía Mark en este momento, en contraste con el niño que minutos atrás no dejaba de llorar. Le encantaría decir que su madre debería estar orgulloso de él, pero cuando pensó en la mujer frunció el ceño enseguida. Era una lástima que una madre pusiera en peligro a su hijo de aquella manera, pero Ben no quería perder el tiempo pensando en ella ahora.

Cuando se acercó de nuevo a la mesa, Mark estaba disfrutando del chocolate que Adam le había ofrecido. Parecía feliz, aunque también era obvio que lucía muy cansado. A estas alturas, era obvio que pasaría la noche aquí. No tenía una idea clara de cuándo Adam quería reencontrarlo con su madre, pues hasta ahora había seguido la política de mientras menos sepa, mucho mejor.

—Mark… —a Ben le pareció muy tierno cómo el niño alzó la mirada automáticamente, ante la mención de su nombre. Él le regaló una sonrisa y colocó una mano sobre su hombro derecho—. Quizás es buena idea si te cambias para que puedas recostarte un rato. ¿Quieres que te acompañe un momento?

En realidad, se lo había dicho sin pensar demasiado y ahora estaba seguro de que había metido la pata. No estaba seguro que esto estuviera dentro de los planes de Adam: si todo hubiera seguido con el guión, para este momento Ben ya debería estar en su propia casa. Pero la lluvia sacó todo de control y ahora Ben no podía desprenderse de Mark e irse como si tal cosa. Había algo en el niño, quizás lo desprotegido que se veía, que le impedía irse de allí.

Miró a Adam por un instante, esperando que éste dijera algo. O que por lo menos mostrara cualquier signo de que no estaba de acuerdo con su propuesta. Pero pasaron unos cuantos segundos y no pasó nada, así que Ben decidió que Adam estaba dándole permiso silencioso para continuar. Ben se inclinó despacio hacia Mark, quien dejó el envoltorio de chocolate sobre la mesa, para después echarle los brazos al cuello.

—¿Vamos a poder lavarte los dientes primero, Mark? —preguntó, cargando al niño en brazos, pero luego fijándose en Adam. De seguro que Mark sabía cómo lavarse los dientes, pero estaba convencido de que el niño se sentía más seguro aferrado a él. Lucía más pequeño de lo que en verdad era, pero eso sólo confirmaba lo mal que lo había pasado los últimos días.

Había esperado que Ben lo ayudara a convencer al niño, pero no que él mismo se encargara de alistarlo para dormir. Se preguntó si Ben tenía más experiencia con niños de lo que se había imaginado hasta ahora, porque sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Era obvio que Mark estaba encantado con él, se dejó llevar de buena gana a lavarse los dientes.

Adam los siguió después de recoger la mesa, sintiéndose un poco inútil. Ben no cerró la puerta y lo pudo ver ayudando a Mark a ponerle pasta al cepillo, para luego sostenerle el espejo mientras se cepillaba viéndose y reían.

Le inquieto una vez más esa noche pensar en cómo reaccionaría Mark cuando Ben se fuera. Su plan había sido siempre dárselo a su madre, pero ya no sería esa noche y no sabía cómo se tomaría el niño quedarse solo con él. Era obvio que no era él de los dos el que le daba más seguridad.

Cuando Adam dejó a Mark solo para que fuera al baño, cerrando la puerta tras él, le hizo señas para que se acercara.

—Pasará la noche aquí, haré que lo examinen y lo entregaré mañana.

Parecía obvio, pero mejor dejarlo explícito de una vez. Lanzó otra mirada preocupada hacia el baño.

—¿Te están esperando?—una vez que realizó la pregunta supo que se oía mal. Realmente no le importaba si había alguien lo esperaba o no, al menos no era eso lo que quería preguntar por lo que procedió a explicarse—Digo, creo que será más fácil que Mark se duerma tranquilo si estás aquí.

Odiaba admitir que algo no se le daba bien, pero suponía que a esta altura de la noche Ben ya lo sabía.

—Igual si tienes que irte no pasa nada, yo me encargo.

Después de todo, quedarse con él no podía ser peor que haber pasado los últimos días secuestrado en el motel, ¿cierto?

La gran mayoría del tiempo, Ben estaba convencido de que había superado su pasado. Que ahora tenía la vida que había deseado y que su padre estaría orgulloso de él por haber vengado a la familia, por continuar con su legado. Sin embargo, cuando veía al pequeño Mark dar pasitos nerviosos por el pasillo de la casa de Adam, se daba cuenta de que era muy bueno mintiéndose a sí mismo.

La realidad era que no había superado absolutamente nada. Esa era la razón por la que, incluso si Adam no le decía nada, él mismo habría propuesto quedarse allí, al menos hasta que el niño se durmiera. Ben no tenía sobrinos, hermanos menores ni nada remotamente parecido. Pero en cada niño asustado, en cualquier niño que estuviera desprotegido, se veía a sí mismo. Era imposible para él abandonar a Mark, incluso si tuviera un compromiso.

—Me quedaré hasta el amanecer si eso deja a Mark tranquilo… —confesó al cabo de un rato. Le pareció que demoró demasiado en responder a la pregunta de Adam, para lo clara que tenía su respuesta—. No le vi ninguna herida mientras se estaba dando un baño, ni cuando lo estaba ayudando a cambiarse. Pero no hará daño que lo revise bien un médico antes de que puedas devolverlo con su padre.

Ben se cuidó de recordarle a Adam, una vez más, que esperaba que fuera un médico de su entera confianza. La verdad era que sabía que Adam era muy competente como para cometer errores como ese, pero Ben desconfiaba por los delincuentes y la policía por igual. Esta ciudad estaba podrida desde sus cimientos.

Se apoyó en pared del pasillo, mientras veía de reojo cómo Mark estaba parado en lo que parecía ser una caja de herramientas, que hacía las veces de banquito improvisado. El niño estaba entretenido cepillándose los dientes y así, de espaldas, se veía mucho más pequeño de lo que en realidad era. Ben no pudo evitar sonreír con nostalgia, lamentándose que alguien tan pequeño como Mark hubiera vivido una experiencia tan traumática. Esperaba que, una vez reunido con la ingrata de su madre, pudiera superarlo.

—Adam, escucha… —susurró con voz queda, sin despegar la vista de Mark—. ¿Me puedes prometer que…?

Pero la pregunta de Ben quedó a medias, porque el niño se giró hacia ellos, bajando de la caja de herramientas. Tenía una sonrisa francamente adorable, y Ben, sin esperar a nada más, le extendió el brazo para que lo tomara. Para su sorpresa, Mark se aferró a su cintura, por lo que a Ben no le quedó más remedio que llevarlo a cuestas.

—Vamos a que te recuestes… —Ben soltó una carcajada cuando escuchó un puchero de Mark y le dio un par de palmaditas en la espalda—. No te preocupes, me voy a quedar contigo hasta que te duermas.

Ben iba a quedarse toda la noche en su apartamento.

Era una idea extraña e inquietante para él. Si alguien se daba cuenta de que el líder de la mafia negra había pasado la noche en su casa con un niño secuestrado sería el fin de su carrera. Pero de alguna forma en ese momento, en perspectiva, eso no importaba. Mark estaba seguro, iba a poder descansar esa noche y al día siguiente terminaría su pesadilla.

No le dio tiempo de responderle nada a Ben, ni mucho menos de escuchar qué quería que le prometiera. Le intrigaba eso último, pero los siguió a la cama, donde levantó el cobertor para que el niño pudiera acostarse.

—¿Quieres dejar una luz a medio encender?

Se acercó a su lámpara de noche y demostró que tenía varios niveles de intensidad, creía que con el más bajito el niño podría dormir. Miró inquieto a su alrededor, pensando que no había preparado su cuarto para que otras dos personas pasaran la noche ahí. Esperaba que Mark no empezara a hurgar en su mesa de noche y se encontrara con cosas que no debía. O peor aún, Ben.

Lamentó no tener un peluche o algo suavecito, pues pensó que al niño le gustaría.

Mark, sin embargo, no parecía dispuesto a dormirse de una vez. Se había sentado en la cama y sonreía mirándolos a ambos, como si esperara algo más.

—¿Me van a contar un cuento?—preguntó, mientras los miraba alternativamente al uno o al otro

Adam le lanzó una mirada a Ben. Tenía guardados un par de libros de cuentos de su infancia, pero desechó la idea de sacarlos. Ben se burlaría de él el resto de la vida por sentimental. Además, quien sabe para que fueran del gusto de Mark.

—Seguro que Ben se sabe algún buen cuento para contarnos.—respondió, al tiempo que se sentaba junto a Mark en la cama.

Ambos miraron a Ben, esperando una respuesta de su parte. Esperaba que Ben se supiera alguno o fuera bueno improvisando, porque si dependían de él Mark no dormiría nunca.

Ben apenas podía creer que, no solamente Adam lo había obligado a quedarse, sino que ahora Mark estaba exigiendo un cuento para dormir. Que, por lo visto, él tendría que ser el encargado de contar. Al parecer, Adam y Mark se habían puesto de acuerdo para acorralarlo.

Mark ya estaba acomodado en la cama, así que Ben no le quedó más remedio que sentarse también en el borde. Adam estaba demasiado cerca, así que Ben hizo tiempo colocando a Mark bajo las sábanas. El niño ya parecía estar en exceso de confianza, pues sonrió y estaba recostado muy cerca de Ben, quien estiró las piernas sobre el lado izquierdo de la cama.

Cuando intercambió una mirada con Adam, quiso decirle que no sabía cuentos. Le tenía demasiada fe pero, para suerte de Adam, él era bueno improvisando. La mejor manera de inventarse una historia, era maquillándola con una pizca de verdad.

—Había una vez… un aprendiz de mago —comentó, por decir algo, mientras Mark lo miraba con los ojos brillantes. Ben se aseguró de no volver a mirar a Adam o estaría todavía más consciente de sí mismo—. Que lo había perdido todo: perdió a su familia porque había gente que quería robar sus secretos de magia. Así que, el pobre aprendiz tuvo que salir huyendo, dejando atrás todo lo que conocía.

—¿Huyó a otro reino? —preguntó Mark, visiblemente emocionado. Se consoló al pensar que su historia improvisada al menos le había interesado lo suficiente. Ben le acarició el pelo y Mark, por instinto, lo vio como una invitación a acomodar la cabeza en su regazo. Lo primero que pensó fue, que más le valía a la madre de Mark cuidar a ese niño mejor de lo que había hecho hasta ahora. Mark se merecía lo mejor que la vida pudiera ofrecerle.

—Huyó a otro reino, esperando que nadie allí lo conociera o quisiera hacerle daño. Pero era difícil, Mark. Era muy pequeño, como tú, así que tuvo que aprender a dormir en la intemperie, o robar comida, porque de otra forma no habría sobrevivido —Mark frunció el ceño al escucharlo, seguramente tampoco feliz con el destino del pobre aprendiz de mago. Ben a cambio le regaló una sonrisa—. Su destino iba de mal en peor, hasta que una noche de tormenta, conoció a un príncipe. El príncipe estaba perdido, y no sabía exactamente cómo volver a casa, así que el pequeño mago lo ayudó, ambos pasaron juntos la noche. El príncipe estaba muy asustado, pero el mago le prometió que no iba a pasarle nada.

Ben habló cada vez más despacio cuando se dio cuenta de que Mark ya tenía los ojos cerrados y que su respiración estaba cada vez más suave. Quizás el cansancio, por fin, terminó por alcanzarlo. Fue un largo día para él, eran más emociones de las que su pequeño cuerpo podía procesar. Sólo entonces, se atrevió a mirar a Adam.

No estaba muy seguro de qué había esperado que Ben contara. Solo había pensado, basado en los antecedentes de esa noche, que Ben sería mejor que él para contar una historia. Sonrió ligeramente al verlo acomodar a Mark en las sábanas, y la manera que el niño le ponía atención. Ben lo tenía hipnotizado.

Adam escuchó el cuento con curiosidad. Nunca había oído una historia ni ligeramente parecida a esa. Le pareció una elección extraña, un niño perdido como Mark, pero no se atrevió a decir nada, no fuera que le encargaran a él contar el cuento.

Se sintió inquieto escuchando la historia del aprendiz de mago y el príncipe. Dos niños en la tormenta. Le resultaba familiar.

Demasiado familiar.

Notó que Ben bajaba la voz y se fijó en Mark, quien finalmente parecía estar conciliando el sueño. Los niños eran así, vivían cosas traumáticas y después, de repente, podían dormir. Él lo sabía bien. Aunque por varias noches le había preguntado a su papá por el niño que lo había ayudado, pero su padre le dijo que había sido imposible encontrarlo.

—¿Qué pasó con el príncipe?—preguntó en un susurro, cuando temió que Ben iba a dejar el cuento ahí al ver a Mark dormido.

Tampoco era como que pudieran levantarse en ese momento, Mark no estaba profundamente dormido, se despertaría con el movimiento. Ya pensarían en un rato cómo se organizarían para pasar la noche. Suponía que podía dejar a Ben dormir con el niño y quedarse él en la sala. O al revés. En teoría no debería descuidar al niño.

Y tampoco sabía qué le inquietaba más, si Ben solo en su cuarto o solo en el resto de su apartamento. Tampoco era que hubiera olvidado quién era cada uno en esta relación de colaboración.

Ben estaba tan concentrado en el pequeño Mark, adormecido en su regazo, que no se esperó para nada la pregunta de Adam. Frunció el ceño y buscó su mirada, creyendo que estaba tan sólo bromeando con él. Pero por la expresión que tenía, era obvio que estaba hablando en serio. Adam parecía genuinamente interesado en una historia que había inventado sobre la marcha para calmar a Mark.

El repentino interés de Adam le hizo recordar la mañana siguiente a esa noche de tormenta. Ben sentía que el reloj robado le quemaba en el bolsillo, sobre todo cuando el niño lo miró tan agradecido por haberle mostrado el camino a casa. El niño se acercó tan rápido a sus padres, que Ben pudo quedarse rezagado viendo como éste los abrazaba emocionado. A simple vista, parecían buenas personas y Ben dudó, por un instante, qué pasaría si aceptaba su ayuda. Recordaba con claridad que sentía los pies astillados y todavía le dolía el estómago.

Pero no se atrevió a hacerlo y el resto fue historia.

—El príncipe regresó sano y salvo con su familia. Los reyes estaban desesperados, por supuesto, era un niño muy querido, a diferencia del mago… —Ben frunció el ceño y acarició con suavidad el cabello de Mark, peinándolo de manera que su rostro quedara al descubierto. Tenía una expresión muy serena que lo tranquilizó al instante—. Antes de que preguntes, el pequeño mago cobró venganza por todo el mal que le habían hecho, así que supongo que se volvió el villano de la historia. No es un final muy feliz, menos mal Mark se durmió antes.

Ben no le gustaba pensar en sí mismo como un villano, pero lo cierto era que tampoco podía considerarse un héroe. Al menos, había hecho justicia por sus padres. Pero no habría sido buena idea pedir ayuda de ese pobre niño y su familia. De seguro que los habría metido en muchos problemas. A Ben no le había ido tan mal y, a fin de cuentas, había sobrevivido en las calles de Tara. En cierta forma, era como si hubiera muerto y resurgido de sus propias cenizas.

Suponía que esa sí era una historia con final feliz. Más o menos.

Era una historia triste. No para el príncipe, para el que todas las cosas habían salido bien. Pero para el mago sí. Adam creía en la justifica, no estaba de acuerdo con que las personas tomaran venganza con sus propias manos porque eso llevaba a más violencia y crímenes... Pero podía entenderlo.

A él le hubiera gustado poder vengarse de los policías que habían dejado en mal a su padre en el momento. Su manera de hacerlo había sido entrar a la policía y tratar de hacer todo de forma correcta.

—No diría que es un villano, la vida fue cruel con él... fue lo que pudo hacer—replicó, mientras se aseguraba de acomodar las sábanas de manera que arroparan bien a Mark. —Es ficción, no tenemos que arrestarlo por lo que hizo.

Se preguntó qué sería mejor. Podrían dejar al niño dormir solo, pero temía que se despertara de repente en la noche sin saber donde estaba y se asustaba. Pero su cama no era tan grande para los tres.

Se incorporó con cuidado para causar el mínimo movimiento en el colchón y no despertar a Mark. Se acercó a su armario para buscar otra almohada y cobijas extra, porque las iban a necesitar, Mark estaba usando toda su ropa de cama.

No había pasado por su cabeza antes un escenario donde Ben se quedara a dormir en su casa. Si la policía se enteraba de esto algún día no tendría cómo explicarlo.

—¿Duermes aquí con él?—preguntó mientras ponía sobre la cama las cosas.

Bien pensado no había mucho en su cuarto que pudiera encontrar sin ponerse a revolcar todo y despertar al niño. Él podía dormir en la sala. Era tarde ya, estaba cansado, tal vez al otro día se lo resentiría su espalda, pero no creía que le costara conciliar el sueño.

Cuando Adam dijo que las decisiones del mago no lo hacían necesariamente un villano, Ben reprimió una sonrisa. Quiso decirle qué pensaría de él si supiera que había vengado, con tan sólo diecisiete años, la muerte de sus padres. Ben había apretado el gatillo sin remordimientos, pero no pudo dormir por una semana completa gracias a las pesadillas que tenía de manera constante.

Ben no se arrepentía, por supuesto, en Tara morían a la semana decenas de gente inocente, de seguro que no iban a echar de menos a un par de mafiosos cuando crecían hasta bajo las piedras en esta ciudad.

—Bien, porque lo de arrestar gente en esta ciudad está sobrevalorado… —Ben arrugó la nariz, encantado por la expresión de Adam al escuchar la frase—. A fin de cuentas, no somos más que las decisiones que tomamos, ¿cierto? Si al mago no le hubieran quitado todo, no habría tenido ganas de venganza. Quizás habría convencido al príncipe de que lo dejara quedarse en su reino.

Ben suspiró apenas, fijándose de nuevo en el pequeño Mark. Cuánto lamentaba que el niño hubiera tenido que vivir tantas cosas a esta edad. La inocencia era algo muy frágil, sobre todo en una ciudad como Tara.

—Si no te molesta, me quedaré con él. Quisiera… —Ben sintió cómo la voz se le atoraba en la garganta. En realidad, no le gustaba sonar tan sentimental, mucho menos frente a Adam. A pesar de todo, no podía perder la perspectiva: Adam era un policía y, para colmo, el único que sí estaría dispuesto a arrestarlo porque no estaba tocado por la corrupción de Tara—. Adam, por favor prométeme que el niño estará bien. No confío en la policía, pero confío en ti, porque tienes la mala costumbre de hacer lo correcto. Mark no merece… ningún niño merece pasar por estas cosas. A los adultos no nos queda más remedio que sufrir las consecuencias de nuestras decisiones, pero los niños no merecen ser tocados por esta mierda de ciudad.

Ben no estaba seguro de dónde había salido todo ese discurso. Quizás estaba muy embriagado de recuerdos. Justo cuando estaba convencido de haber superado esa estúpida noche de tormenta, era como si sus recuerdos vinieran por él otra vez.

Si hasta ahora Ben lo había sorprendido una gran cantidad de veces esa noche, nada lo había sorprendido tanto como sus últimas palabras. Había esperado que quisiera quedarse con Mark, pero la promesa que le estaba pidiendo y el tono que estaba utilizando le resultaron totalmente inesperados.

La preocupación de Ben por Mark era mucho más de la que podía haber imaginado. ¿Cómo era que ese niño lo había conmovido tanto?

Desvió la mirada hacia el niño, quien ahora dormía plácidamente, confiado de que estaba seguro ahí. Adam sintió una opresión en el pecho que no había esperado sentir él tampoco.

—Haré todo lo que esté en mi poder porque esté bien—dijo solemnemente, incapaz de dejar de pensar en que Ben acababa de decirle que confiaba en él. —Voy a sacarlo de Tara.

Se alejó de la cama después de dejarle ahí otra almohada y otra cobija. Era hora de dar punto y final a esa noche surrealista. Él dormiría en la sala mientras Ben dormía con Mark. Seguro que si el niño despertaba de noche se sentiría más tranquilo con Ben.

Ben era su verdadero salvador esa noche.

—Gracias, por todo lo que has hecho hoy. Mark no estaría aquí si no fuera por ti.—dijo en un arrebato de sinceridad. —Tuve razón en confiar en ti.

Debía admitir que la confianza era mutua. Para un policía y un criminal, eso era mucho decir.

Considerando las circunstancias del día de ayer, Ben durmió como un bebé. Se quedó acurrucado junto al pequeño Mark y no se despertó ni una sola vez, así que asumió que al niño también le pasó lo mismo. Contaba con que, si Mark hubiera tenido mal sueño, lo habría despertado incluso si no lo quería.

Cuando despertó, sintió el cuerpo ligeramente entumecido y se llevó ambas manos a los labios, ahogando un bostezo porque Mark seguía dormido. No quería despertarlo, podía darse cuenta por la poca luz en la ventana que todavía era bastante temprano. Así que con mucho cuidado bajó de la cama, sin ponerse los zapatos, pues así sería mucho más sigiloso.

El resto de la casa también estaba en penumbras, pero Ben tenía buena memoria y ya sabía que si se movía con cuidado, unos cuantos pasos hacia la derecha, encontraría la puerta del baño. Ben empujó la puerta despacio, cuidándose de hacer el menor ruido posible y entonces sí, una vez dentro, se atrevió a encender la luz. No iba a abusar de más, pero se echó agua en el rostro y se enjuagó la boca, tan sólo para sacudirse un poco el sueño que todavía le quedaba encima. Ben se miró un instante en el espejo: tenía ojeras y no traía el mejor de los aspectos, sin duda fue una larga noche.

Apenas podía creer todo lo que había pasado. Pasó la noche en casa de Adam, en casa de un policía, el único en todo Tara que quizás lo arrestaría sin parpadear y sin posibilidad de que Ben lo sobornara. Era demasiado irónico, pero no se arrepentía, porque Mark estaba a salvo. Tan sólo esperaba que, después de reunirlo con su madre, todo saliera igual de bien. Ben no era muy positivo, pero quería fiarse de que Adam no dejaría cabos sueltos.

Antes de abrir la puerta, Ben escuchó sonidos afuera. Por un momento pensó que se trataría de Mark, ya levantado, pero cuando salió del baño se encontró cara a cara con Adam. Lo miró en silencio durante unos instantes, para después hacerle un gesto de saludo con la cabeza.

—Buenos días… —susurró, con una media sonrisa.

Adam había dormido fatal. Su sofá no era particularmente cómodo y no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado esa noche. Repasaba mentalmente todo el plan para sacar a Mark y a su mamá de Tara, buscando cualquier fisura que pudiera resolver antes de ponerlo en marcha. No podía permitirse que Mark volviera a pasar por algo como los días anteriores. Se lo había prometido a Ben y se lo debía a sí mismo también.

Sin embargo, su mente había vagado por muchos otros temas mientras se mantenía despierto en la oscuridad. En la conversación con Ben en el callejón. Mark y Ben comiendo chocolate en su cocina. La historia del príncipe y el mago.

El apego entre Mark y Ben. Mark y Ben durmiendo en su cuarto.

Había puesto toda su carrera en juego la noche anterior aliándose con el líder del Mercado Negro, y no contento con eso lo había metido en su casa, lo había dejado dormir en su cama...

No de esa forma, por supuesto, pero, ¿alguien se lo creería si supieran que Ben había pasado la noche ahí?

Logró conciliar el sueño muy avanzada la madrugada. Se despertó de golpe y vio la hora con sobresalto. Eran las 6:45 de la mañana. Ese día tenía turno tarde, así que esperaba dejar resuelto lo de Mark en la mañana. Sabía que no sería capaz de dormir más, y después de todo tenían invitados en casa.

Decidió levantarse, ir a cambiarse y ponerse a hacer el desayuno. Para hacer eso no le quedaba más que entrar a su cuarto, pero lo hizo con sigilo porque no quería despertar a Mark, no se oía ruido dentro. Se quitó la camiseta con la que había pasado la noche y se dirigió al baño dispuesto a refrescarse.

No había esperado que la puerta se abriera y saliera Ben. Le sostuvo la mirada, al menos hasta que escuchó su saludo y vio su media sonrisa.

Nunca había alguien para decirle buenos días en su apartamento. Nunca.

—Buenos días —contestó, aunque desvió la mirada hacia la cama, donde Mark seguía durmiendo plácidamente. —¿Pasaron buena noche?

Susurró, porque no quería despertar al niño.

Adam también le estaba hablando en susurros, era como si los dos se hubieran puesto de acuerdo sin decir una palabra, para no despertar a Mark. Ben se fijó detenidamente en Adam, quien ni siquiera estaba vestido por completo. En cualquier otra circunstancia estaría encantado de meterse con él, sobre todo porque estaba servido, pero ahora tenía que reprimir sus comentarios si quería que el pequeño Mark continuara durmiendo plácidamente.

Así que, en lugar de hacer comentarios mal intencionados, Ben le regaló a Adam una sonrisa sincera. Todavía le parecía hilarante que hubiera pasado la noche allí. Ben había pasado muchas noches fuera de su casa, en especial cuando tenía que hacer encargos de último minuto en la sede del Mercado Negro. Allí mismo tenía una habitación habilitada si necesitaba descansar, pero esta era una experiencia distinta. Estaba en el territorio de alguien más, estaba entre las cosas de Adam.

De un jodido policía. ¿Cómo había dejado que las cosas terminaran de esa manera? Quizás podría convencerse a sí mismo de que sólo era por el enganche emocional que tuvo con Mark, pero no era así del todo.

—Mark se durmió sin problemas. Creo que le gusta mucho tu cama… —bromeó, pero siempre con voz baja y sin dejar de mirar a Adam a la cara—. Eso dice lo seguro que se siente aquí. ¿Quieres que te ayude con el desayuno? No estoy siendo para nada altruista, no te engañes, es sólo que siempre amanezco con mucho apetito.

En eso último no estaba mintiendo, Ben siempre despertaba hambriento, sin importar lo que hubiera comido la noche anterior. Por lo general, el desayuno era la comida que más mimaba de su día, porque eran los momentos en los que solía estar en casa con tranquilidad. Pero ahora no dejaba de pensar que, para desayunar, normalmente estaba solo. Justo como anoche en la cena, era la primera vez en mucho tiempo que tendría compañía para comer.

Si todo lo de la noche anterior había sido extraño, esto lo era más todavía. Estaba en su cuarto, hablando a susurros con Ben, sin camisa, mientras Mark dormía plácidamente en su cama. ¿Había algo más familiar y cotidiano que esto? Adam no tenía nada familiar ni cotidiano desde hacía muchos años.

Tara nunca le permitiría tener eso. Así que era extraño vivir la ilusión de que lo tenía tan solo un momento. En especial cuando era con Ben. El líder del mercado negro.

El comentario del desayuno casi lo hace reír porque venía muy apropósito con lo que estaba pensando. Desvió la mirada mientras sonreía, viendo a Mark quien seguía durmiendo con el sueño inalterado en su cama.

—De acuerdo —dijo igual en un susurro. —Te puedes adelantar, necesito usar el baño.

Apenas se asearía, no quería que Ben anduviera a sus anchas por todo el apartamento. Y tampoco era tan mal anfitrión. Le hizo seña de que se adelantara a él.

—Hay huevos, café... creo que hay harina para panqueques en la alacena, pero puedes ser original con lo que encuentres.

Él solía a desayunar café y un par de huevos, suficiente para poder soportar el día hasta que tuviera oportunidad de pillar algo más para comer.

—Creo que podremos comer antes de que se despierte.

No sabía si tendrían que lidiar con una crisis matutina después de eso.