Ben no podía decir que estuviera sorprendido cuando lo escuchó decir que tenía que arrestarlo. Adam era tan correcto que a veces tenía ganas de sacudirlo como un niño, porque no podía ser posible que se empeñara en seguir las reglas cuando la justicia en esta ciudad estaba torcida. A veces estaba convencido de que Tara no tenía salvación, pero la única razón por la que no se había largado de allí era por nostalgia.

Pero, en realidad, Tara se lo había quitado todo.

Ben no estaba pensando con claridad cuando se acercó a él. Tenía la guardia baja, Adam de verdad podía arrestarlo si se lo proponía. Se quedó a tan sólo centímetros de él, mientras pensaba lo que diría a continuación. Tenía ganas de tocarle el rostro, de tomarlo por la cintura para acercarlo hacia él y susurrarle al oído que no había dejado de pensar en cómo los dos habían trabajado juntos para salvar al pequeño Mark. Ben quería confesarle que no debería pensar en él como un aliado, mucho menos en alguien en quien podía confiar.

Sin embargo, ahí estaban.

—Adam… —dijo con voz ronca—. Quiero que sepas que hacer lo correcto en esta ciudad a veces se paga muy caro. A veces es mejor usar tu sentido común, ¿sabes? ¿Por qué sigues en el cuerpo policial? Te están usando. Mira lo que están haciendo ahora, están usándote para desviar información del verdadero problema.

Ben estaba listo para defenderse de ser necesario, pero quería que lo escuchara. En Tara todo se pagaba y la ley nunca estaba para proteger a nadie, excepto a sí misma. Tenía una preocupación genuina de que Adam, por creer que estaba haciendo su trabajo, acabara como chivo expiatorio de alguien más. No sería ni la primera ni la última vez que sucediera algo como eso. Y de todas las personas de Tara, Adam era probablemente una de las pocas que no merecía un destino semejante.

Contuvo la respiración cuando se acercó hacia él más de la cuenta. Quiso agregar algo más, pero la respiración de Adam, al igual que la suya, estaba demasiado agitada. Ben no podía hacer otra cosa más que mirarlo a los ojos.

Ben era mucho de seguir sus instintos. Varios de sus hombres solían decirle que fuera un poco más prudente. Pero así era como había sobrevivido en la calle: a base de instinto. Era tan sólo un niño, lo tenía todo en contra, había podido acabar muerto fácilmente o en una situación mucho peor, como el montón de niños que desaparecían en Tara y acababan en redes de trata de personas. Pero Ben sobrevivió a base de puro instinto, así que a día de hoy seguía confiando.

Fue por eso que se atrevió a acercarse todavía más a Adam, sabiendo que ninguno de los dos intentaría hacerle daño al otro. Adam incluso habló de dejarlo ir y Ben no pudo evitar sonreír a medias. Por supuesto que Adam haría lo correcto, no iba a arrestarlo, pero le dolía que hubiera pensado lo peor de él. Además, no parecía estar dispuesto a dar su brazo a torcer respecto a la policía.

Muchas veces había pensado que, si Adam se volviera su aliado de verdad, podrían hacer cosas realmente buenas. Ni siquiera tendría que ir en contra de sus principios, porque estaría ayudando a quien más lo necesitaba. Se lo había planteado varias noches, después de que Adam se despidiera de él al pedirle ayuda con algún caso.

—Claro que te conozco, Adam. De hecho, creo que te conozco mejor que varios de tus queridos compañeros del cuerpo policial —comentó con soltura, sin saber si eso tan sólo lo haría enfadar, pero tenía que decírselo—. Me gustaría que estuvieras en una ciudad en donde ser policía significara realmente algo bueno. Escúchame, puede que me dejes ir, ¿vas a ir tras la pista que te dije o vas a pretender que no tuvimos esta conversación?

Quizás Adam prefería hasta pretender que no lo vio esa noche. Ben no estaba seguro de cómo se sentiría con eso. Ni siquiera estaba seguro de cómo se sentía ahora mismo. Estaba conteniendo sus instintos, porque lo que realmente quería era algo que lo iba a poner en una posición demasiado comprometida. Pero llevaba pensando en ello desde que se despidió de Adam en su casa, cuando el pequeño Mark todavía le estaba sosteniendo la mano.

Ver a Adam sonreírle abiertamente, avisándole que revisaría los datos que le había dado, fue sin duda lo mejor de la noche. En otras circunstancias, si fuera otro tipo de persona, de seguro que lo habría besado. Ben habría sido incapaz de contener las ganas que tenía de tomarlo por los hombros, arrinconarlo contra la pared y besarlo hasta que los labios les ardieran a los dos. Sin embargo, tuvo que contenerse, porque no estaban en un sitio adecuado para ello, ni tampoco estaban en las circunstancias correctas.

Él y Adam nunca lo estaban. Hacía mucho tiempo que Ben aceptó que tenía una especie de enamoramiento adolescente por el detective, el tipo de capricho que se pasa luego de un par de noches juntos, en el que cada uno de los dos sigue adelante con su estilo de vida y pretendían que nunca había pasado nada.

Sin embargo, en Tara era inconcebible. Adam era un tipo correcto que nunca se acercaría a Ben con otras intenciones y Ben ya tenía demasiados problemas encima como para agregarle un desliz con un detective. Con el único detective que sí podría ponerlo tras las rejas, si Ben le daba los motivos suficientes.

—Tú no eres capaz de ignorar nada que se huela a ilegal, incluso si te pones en peligro todo el tiempo. Pero gracias a eso Mark ahora está seguro, así que no puedo decirte nada —era la primera vez que mencionaba a Mark en voz alta otra vez, frente a Adam, a pesar de que no se había quitado de la mente al niño. Mark le robó el corazón, deseaba todos los días que se hubiera largado de Tara para no volver nunca más.

Todo eso gracias a Adam.

—¿Estás diciéndome que hay más policías contigo ahora? Porque pueden haberles pagado para que me eliminen, a nuestros peces gordos de la ciudad no les gusto para nada. Creo que les recuerdo demasiado a Robin Hood —Ben sabía que tenía enemigos en el cuerpo policial, pero eso nunca lo había detenido. Seguiría jodiendo a cuanta gente pudiera, sin importar que eso significaba tomarse la justicia por su propia mano—. Adam, escúchame… lo único que te voy a pedir es que no te fíes un pelo de lo que te digan tus superiores. Hay mucha gente hasta el cuello en tu trabajo.

Ben sabía que no le estaba diciendo nada nuevo, pero esperaba que Adam fuera consciente de que, si planeaba hacer un cambio, la tendría muy difícil. Hoy más que nunca, Ben estaba convencido de que le iría mucho mejor si renunciaba e intentaba hacer las cosas a su modo. Era prácticamente imposible romper el sistema desde dentro.

—Vas a hacer que te tenga que dar las gracias en serio un buen día de estos.

Ben se humedeció los labios, pero no pudo evitar sonreírle a Adam. A pesar de las circunstancias y de lo incómoda de la conversación, tenía la sensación de que su mutuo entendimiento seguía intacto. Adam tenía razón al mencionar que lo de Mark seguía presente entre los dos, él tampoco lo había olvidado en absoluto.

Sintiéndose más valiente e imprudente de la cuenta, Ben avanzó lo suficiente para tomar a Adam y acercarlo hacia él. Colocó una mano sobre su espalda, mientras escuchaba la respiración entrecortada de Adam, que le hacía cosquillas en la nuca. Ben tuvo que ser muy prudente para no dar rienda suelta a sus instintos.

Llevaba pensando que, de haber sido otras circunstancias, de no vivir en esta maldita ciudad, era probable que ambos pudieran tener una oportunidad. Una de verdad. Esa en donde Ben de verdad le pedía una cita y Adam tan sólo fingía que se lo estaba pensando, para luego aceptar a regañadientes. Entonces irían a casa de Ben, él le prepararía la cena pero nunca llegarían al postre porque acabarían enredados en el sofá.

Ben cerró los ojos por un instante y apoyó su frente sobre la de Adam.

—Cuídate en tu trabajo, Adam. Aunque te guste creer que no, tu ambiente de trabajo es más peligroso que el mío… —susurró, despidiéndose de él con un roce suave en la mejilla. El tacto de Adam era cálido, tal y como Ben lo imaginó. Cuando retrocedió un par de pasos, alzó ambas manos, sólo para que Adam supiera que no se estaba llevando nada. Al menos esa noche, por supuesto que Ben acabaría atracando esa bodega de medicinas, tan sólo necesitaba recalcular y un nuevo plan, uno que quizás involucrara una noche en que estuviera seguro que Adam estaba en otro sitio, haciendo cosas legales por Tara.

Ben nunca iba a dejar de ser quien era, se lo debía a su padre, pero también al pequeño niño que casi se muere en las calles de Tara, porque absolutamente nadie quiso apiadarse de él. Nadie, excepto quizás un mocoso que le dejó su ración de galletas una noche demasiado lluviosa.

—Nos vemos pronto, Adam.

Cuando recibió la llamada de Adam, Ben supo que eran malas noticias. Adam nunca iba a contactar con él, a menos que fuera algo urgente. Porque, después de ese encuentro en el hospital, Ben tuvo que aceptar que ninguno de los dos tenía nada en común. Por eso, cuando escuchó a Adam decirle que Mark y su madre estaban en peligro, ni siquiera se sorprendió.

A pesar de llevar toda su vida viviendo en una ciudad como Tara, para Ben era difícil abandonar su naturaleza positiva. Después de todo, él mismo había sobrevivido contra todo pronóstico en las calles. En su momento sólo estaba pensando en cómo mantenerse con vida, pero con el pasar de los años se dio cuenta de la suerte que tuvo. En Tara no sólo era suficiente tener voluntad, hacía falta algo de suerte. Sin embargo, siempre solía pasar algo que le recordaba que todo en esta maldita ciudad estaba jodido.

La verdad era que, desde la llamada, estaba tan frustrado que sólo había dejado que Adam lo llenara de información. No tenía ganas de decir lo que estaba pasando por su cabeza, porque entonces iban a discutir y estaban los dos en un carro a toda la velocidad, en medio de la autopista. Pero Ben estaba furioso, porque la única manera de que hubieran encontrado a la madre de Adam, era que, por supuesto, había infiltrados en la policía que dieron con ella. A pesar de todos los esfuerzos de Adam, que seguro no fueron pocos, la corrupción que había en la policía era más fuerte.

—¿Cuánto falta para llegar, Adam? —preguntó, mirando con incomodidad por la ventana. Si se habían tenido que mover a dos sitios distintos, eso sólo significaba que la situación era crítica. Ben estaba armado, Adam no se lo había preguntado, pero esperaba que lo supiera y que no se escandalizara. Confiaba en que no, pues se imaginaba que Adam, como policía que era, también estaba armado.

Ben miró a Adam de reojo, preguntándose cuándo sería el momento para decirle que ya no iba a permitir que tomara entre las manos este asunto. La primera vez lo habían hecho a la manera de Adam y acabaron encontraron a Mark. En esta ocasión, lo harían a su modo. No estaba dispuesto a ceder, pero tenía el presentimiento de que a Adam no le iba a gustar su decisión. Así que Ben estaba mentalizándose para pelear con uñas y dientes el tomar la iniciativa de esta operación.

Aunque sabía bien que media hora era objetivamente poco tiempo, Ben guardó silencio porque quería cuidar mucho sus palabras. Sabía que Adam estaba tratando de sonar razonable y de mantener la compostura, pero Ben no estaba muy seguro de que podía mantenerse racional en estas circunstancias.

Mark estaba en peligro. Era evidente que iban a dañarlo a él para llegar a su madre. O que sería un daño colateral si lo encontraban mientras iban a por su madre. Cualquiera de las dos situaciones era francamente horrible y Ben no estaba seguro que podría volver a hablar con Adam si al niño le pasaba algo. Era más de lo que él iba a poder soportar.

Soltó un respingo cuando escuchó a Adam advertirle que tenía que estar preparado. Sabía bien por qué lo estaba diciendo, pero Ben no creía que Adam estuviera listo para vivir sus propias palabras.

—Creo que estoy bastante preparado para todo, Adam… —dijo de pronto, con el ceño fruncido y encajándole la mirada. El perfil de Adam era tenso, no podía culparlo, pero tampoco podía sentir compasión por él. Ben le dijo muchas veces que en la policía había espías y que seguro así consiguieron la información de dónde se estaba quedando Mark con su madre. Sabía que no era del todo culpa de Adam, no dudaba que hubiera protegido bien esa información. Pero esto sólo confirmaba que la policía estaba más podrida de lo que Adam estaba dispuesto a aceptar—: Así que quiero que, antes de llegar, tengas muy claro que mi prioridad es que Mark esté a salvo. No me importa lo que tenga que hacer para el niño se salve.

Ben sabía perfectamente cómo se había oído eso y por eso desvió la mirada antes de que Adam siquiera pudiera verlo de reojo. Podía imaginarse perfectamente que Adam estaba juzgándolo por sus palabras, pero Ben no estaba jugando.

Adam le gustaba hacerse el héroe y jugar a hacer lo correcto, pero Ben no era ningún héroe: él estaba allí para hacer el trabajo sucio si eso implicaba salvar a Mark.

Al menos, Ben tenía que concederle a Adam que no le había echado un enorme discurso sobre la moralidad de la situación. Le gustaba saber que estaban en la misma página y que Adam comprendía que de por sí ya estaban haciendo esto al margen de la ley. Los dos querían proteger a Mark y estaban dispuesto a hacerse de la vista gorda de algunas cosas. Ben estaba más bien preocupado porque no sabía cuántas personas habrían mandado a por la madre de Mark.

Era una mujer sola, que no parecía estar armada ni tampoco debía tener entrenamiento en defensa personal. Si Ben fuera ese tipo de mafioso, no tendría por qué enviar a sus mejores hombres. Con uno o dos sicarios sería más que suficiente para completar el trabajo. Ben sintió un escalofrío al pensar así, pero se había juntado bastante con escorias de esa calaña como para saber de qué estaba hablando. Esperaba que fuese solo uno, de esa forma podría encargarse de neutralizarlo mientras Adam hacía el trabajo del policía bueno.

Ben no tenía ningún problema en hacer el trabajo sucio si eso hacía falta para que Mark y su madre se salvaran. Pero especialmente Mark.

—Me alegra que Mark confíe en mí, aunque preferiría que no me viera cuando llevo una pistola en la mano… —suspiró hondo, con cierto desgano. Ben tenía claro que era un delincuente, pero no era un asesino despiadado. No le gustaría que el pequeño Mark se llevara una mala impresión de él. Estaba pequeño, pero ya debía de reconocer bastante bien que Adam era un policía, mientras que él no jugaba precisamente de lado de la ley—. No creo que tenga que decirte mucho más por ahora, Adam. Creo que mientras los dos tengamos claro que la prioridad es salvar a Mark, estaremos bien.

“No quiero reproches, Adam” quiso decirle, pero se guardó sus palabras. Estaba tratando de ser un buen compañero. Nunca se imaginó un escenario en el que Adam él tuvieran que confiar de esa forma el uno en el otro, pero ahí estaban.

—¿Cuánto nos falta? —volvió a preguntar, sin preocuparse por parecer más ansioso de la cuenta. Estaba aprehensivo, si Mark resultaba herido, Ben no podía estar seguro de que conservaría la calma. O la cordura. Pero no pensaba decirle eso a Adam, sería encender los ánimos y no estaban para esas cosas.

Si había una sola cosa que Ben reconocería en cualquier sitio, era el olor a muerte. Los cadáveres recién fallecidos desprendían un aroma a sangre fresca que le daba náuseas y le causaba malos recuerdos. Aunque intentaba controlarse en todo momento, esa noche en particular estaba más sensible de la cuenta. No sólo era un cadáver anónimo, la sangre que estaba esparcida en el piso era la de la madre de Mark. Había tanta sangre a su alrededor, que la única prueba de que Mark no estaba con su madre, era que no había otro cadáver a su lado.

Ben estaba escuchando a Adam a medias, quien estaba revisando a su alrededor, con el arma en alto, pero no parecía haber nadie. Ya no había ningún sonido o señal que les dijera que los asesinos seguían allí. Ben apretó la  mandíbula, completamente asqueado por la escena, mientras pensaba que Mark seguramente no había estado presente, o de lo contrario estaría allí, muerto junto a su madre.

Si estaba escondido, que era lo más seguro, lo más probable era que había escuchado los disparos. Ben sintió un escalofrío, porque sabía exactamente cómo Mark se estaba sintiendo en este momento.

—Tiene que estar escondido. Busca en armarios o en baúles, Mark es pequeño, pudo haberse escondido. Revisaré al final del pasillo —Ben llevaba el arma cargada, pero esperaba no encontrarse con más sorpresa. No era lo mismo desarmar a alguien que verse forzado a disparar otra vez, asustando a Mark en el proceso. Caminó despacio por el pasillo, abriendo con fuerza cada puerta que se encontraba—. ¿Mark? ¡Mark! Soy Ben. Adam está conmigo, vinimos a buscarte.

Ben se sentía un poco estúpido, porque sabía que el niño debía de estar muerto de miedo. Además, escuchar que estaban allí no remediaba nada: Mark quería a su madre, no a dos tipos que recién acababa de conocer. Cuando llegó a la última habitación, lo primero que notó fue un armario mal cerrado. La ventana estaba abierta y las cortinas se movían gracias al viento. Ben rogó porque Mark no hubiera saltado por allí. Ben había escapado de su casa esa noche, sin saber bien hacia donde ir. Esa noche había dormido en la calle, bajo un puente, después de caer exhausto del llanto y el miedo.

Si no eran capaces de encontrar a Mark, Ben nunca se lo perdonaría.

Por suerte, escuchó ruidos en dirección del armario y no tuvo que pensarlo dos veces antes que acercarse y abrir la puerta. Se arrodilló en cuanto vio a Mark acomodado en una esquina, hecho un ovillo tembloroso y empapado en sangre. Ben soltó un respingo, pero el niño estaba temblando, así que respiraba.

—¡Mark! Mark, soy yo… —el niño estaba pálido, pero mientras Ben lo revisaba, se dio cuenta de que no parecía estar herido. ¿Por qué tenía la ropa llena de sangre? Ben sintió un escalofrío cuando lo entendió—. Mark, ¿estás herido?

El niño negó en silencio, varias veces, sin dejar de temblar. Ben comprendió que esa era la sangre de su madre, porque Mark quizás había salió de su escondite un instante, pensando que su madre había conseguido escapar. Cuando lo acercó hacia él, Ben le dio un abrazo firme, mientras le besaba la frente. Lo acunó en sus brazos, arrullándolo despacio, mientras el niño lloraba contra su pecho.

—Mamá… —le escuchó decir, varias veces, mientras que Ben cerraba los ojos, tratando de mantener la calma. Era difícil, tenía la sensación de que estaba reviviendo una pesadilla.

Mark no había dejado de sollozar desde que Ben lo acunó en sus brazos. Cuando lo escuchó dar explicaciones sobre lo que había pasado, se le rompió el corazón. Ben no pudo evitar recordar esa horrible noche en que su vida cambió para siempre.

Inspiró hondo, haciendo un esfuerzo por no paralizarse por los recuerdos. En este momento, Mark lo necesitaba de verdad, no podía comportarse como un completo estúpido. Acarició la espalda de Mark, frotándola con fuerza, puesto que quería hacerlo sentir mejor. Al menos, que dejara de llorar por un instante.

Ben miró de reojo a Adam, quien parecía incómodo. En el fondo, Ben deseaba que Adam estuviera sintiéndose culpable. Después de todo, si él no hubiera insistido en hacer todo solo, quizás ahora Mark y su madre estarían de verdad seguros. Pero Adam, por supuesto, no quería ayuda de alguien como él, porque eso era caer muy bajo para un policía.

—No tardes.

Fue lo único que fue capaz de decir, mientras lo veía alejarse con rapidez. Cuando se giró nuevamente a Mark, éste tenía los ojos llorosos y muy abiertos. Por lo menos, ya no estaba llorando. Ben le acarició la mejilla, mientras el niño se estremeció ante el contacto.

Ben sabía que no había palabras que pudieran consolarlo. Pero, al menos, le quedaba la tranquilidad de que Mark no estaría solo. A él nadie lo había ayudado, Ben tuvo que vivir en la calle y hacer cosas que ahora le daban vergüenza con tal de sobrevivir. Mark no tendría que perder su dignidad y vivir conmigo, por supuesto que no.

—Lamento haberte dejado solo, Mark —se disculpó, mientras lo alzaba en brazos y lo llevaba hasta la cama, sentándolo en el borde para poder examinarlo mejor. Para su suerte, Mark no puso resistencia. Ben lo examinó en silencio por un instante, confirmando que no tenía heridas, que toda esa sangre pertenecía a su madre—. Lo siento mucho, Mark. Yo también perdí a mi mamá cuando era más pequeño, como tú.

Ben se sintió estúpido, no sabía por qué había hecho semejante confesión. Mark abrió mucho los ojos, era obvio que esa confesión también lo había sorprendido a él.

—¿También… también vinieron hombres malos? —preguntó con curiosidad. Ben suspiró, mientras sentía un nudo en la garganta. No tenía cómo responder aquello, más que asintiendo con la cabeza.

—También —confesó, mientras bajaba la mirada. Era obvio que Mark quería saber más, pero no estaba seguro qué tan bueno era decirle más detalles—. Cuando mamá murió, estuve solo mucho tiempo y estaba algo asustado. Sé cómo te sientes, por eso, te prometo que no te voy a dejar solo.

Antes de que Mark pudiera responderle, Ben escuchó pasos. Aunque se puso en guardia, pronto reconoció la silueta de Adam, que ya estaba en el umbral de la puerta.

A Ben le pareció que había pasado una eternidad desde que Adam se fue hasta que regresó. No necesitó de muchas explicaciones, era obvio por su cara que había forcejeado con alguien. Ben tan sólo sintió cómo Mark se aferró más a él al preguntar por su mamá. Se humedeció los labios, mientras pensaba qué decir sin que fuera una grosería. Lo último que quería era alterar a Mark, pero era difícil contener su enfado.

A Mark no le gustaría dejar a su madre atrás. Aunque ahora la mujer fuera tan sólo un cadáver, para Mark seguía siendo su madre. Ben se giró hacia el niño, lo sostuvo con firmeza de la cintura, sabiendo lo que tenía que hacer. Por más enfadado que estuviera con Adam, tenía que pensar con la cabeza fría.

Adam tenía razón. No podían quedarse allí, irse era prioritario. Estaban fuera de Tara y no tenían control sobre la policía, ninguno de los dos tenía contactos, así que estaban vulnerables. Si los encontraban allí, como mínimo iban a interrogarlos. Había que proteger a Mark a toda costa, incluso si el niño no quería.

—Mark, tenemos que volver a Tara —le dijo, con voz firme, buscando su mirada. Pudo darse cuenta por la expresión aterrada del niño que comprendió lo que quería decir—. Lo siento, no podemos quedarnos.

Escuchó gritar a Mark justo cuando lo alzó entre sus brazos. El niño estaba llorando y llamando a su mamá, pero era pequeño y Ben podía cargar con él sin ningún problema. Le echó una mirada a Adam, mientras seguía sus pasos. No le hizo más preguntas a Adam, tan sólo se colocó en la parte trasera del coche, pues tenía que contener a Mark, o temía que no dejara de llorar en todo el camino a Tara.

—Arranca, Adam. A Mark… a Mark le tomará algo de tiempo calmarse —dijo a media voz, mientras escuchaba todavía los hipidos de Mark, llorando contra su pecho.

Ben frunció la nariz cuando Adam le dijo que sabía bien lo que quería decir. ¿A qué se refería? ¿Acaso Adam creía imaginar lo que pasaba por su cabeza? Adam se estaba dando demasiada importancia esa noche. Ben estaba molesto, por supuesto, pero la molestia era sólo una parte de lo que aquejaba su pecho. En realidad, lo que más le aquejaba era la maldita nostalgia.

Mark había perdido a su madre casi de la misma forma que él perdió a la suya. Si no lo hubieran encontrado, quizás Mark hubiera tenido que huir, desprotegido y desamparado, como él. Ben no podía siquiera imaginarse qué hubiera sido de él de haber tenido que sobrevivir también en la calle.

No, Adam no tenía la más mínima idea de qué quería decir.

—Adam, no creo que tengas la más mínima idea de qué es lo que realmente quiero decir.

Ben quería gritar, llorar hasta que la rabia y la angustia se le salieran del cuerpo. Quería pedirle perdón a Mark por no haber llegado a tiempo y también quería prometerle que se vengaría de todos aquellos que habían osado hacerle daño, a él y a su madre. Pero no podía decir nada de eso, Mark estaba demasiado pequeño y Adam estaba manejando, se escandalizaría y se saldría de la carretera si lo escuchaba hablar así.

—Adam… —Mark ya estaba acurrucado, entre lágrimas, en su regazo cuando Ben volvió a hablar al cabo de un instante—. Llévanos a mi casa. Te daré la dirección exacta cuando ya estés cerca de Tara. Mark pasará conmigo la noche.

Eso lo había pensado recién, porque se dio cuenta de que Mark no tenía dónde ir. Y, si de verdad la policía estaba implicada, no tardarían en relacionar a Adam con la desaparición del niño. En la policía podían tener acceso a la dirección de Adam. Era lo mejor, incluso para el mismo Adam, que Mark no estuviera con él.

Tenía la sensación de que Adam estaba convencido de que llegarían a su casa y él le tiraría la puerta en la cara, sin posibilidad a réplica. Ben sí que estaba molesto, pero comprendía las circunstancias en las que estaban, Adam también estaba en mucho riesgo. Por más que estuviera enojado porque las necedades de Adam habían expuesto a Mark de esa forma, tampoco pensaba dejarlo desamparado. Mientras estuvieran en su casa, estarían protegidos, pues Ben se había ganado a pulso tener cierta inmunidad en el bajo mundo de la ciudad.

En ciudad Tara, la gente se lo pensaría dos veces antes de atacarlo directamente a él. Ben había conseguido llegar más allá de lo que hizo su padre. No se consideraba realmente intocable, pero la fuerza que tenía Ben era de los hombres que trabajaban para él. Eran gente fiel, que no serían capaces de traicionarlo, algo que se cotizaba muy alto en una ciudad como Tara, donde todos estaban dispuestos a salvar su propio pellejo.

En el mercado negro, las cosas se manejaban de manera diferente. Ben estaba orgulloso de pocas cosas, pero de eso en particular lo estaba.

—Mark no se va a ir de mi casa por el momento, es probablemente el lugar más seguro en el que puede estar si volvemos a Tara —dijo con tranquilidad, mientras acariciaba a Mark, quien seguía acomodado en su regazo. Ya tan sólo sollozaba, pero tenía la mirada igual de perdida, no estaba seguro que estuviera prestando atención a nada de lo que ellos estuvieran diciendo—. Puedes venir con nosotros, me fío en que precisamente no vayas por allí diciéndoselo a la policía.

En cualquier otro momento habría aprovechado para hacer un chiste al respecto. Pero ahora no se atrevió, pues sabía que él y Adam no estaban en la misma página.

Lo que sí, era que tampoco era un secreto para la policía dónde vivía. Allí Adam tampoco encontraría nada para incriminarlo, todo lo que manejaba en sus negocios estaba en una locación que siempre estaba cambiando de dirección. Con el paso de los años, Ben aprendió a ser discreto y rápido en sus negocios.