Rebecca escuchó a Jack con atención. Al parecer era el tipo de persona que podría quedar viviendo en la universidad hasta obtener el doctorado. A ella le parecía un poco desperdiciar tu vida cuando se podía salir al mundo real, pero no dijo nada al respecto. Si ella hasta ahora le había pedido a Jack que no se metiera con su estilo de vida, lo mínimo que podía hacer a cambio era no hacer comentarios respecto al suyo.

Además, Jack parecía bastante feliz con su vida universitaria. ¿Para qué tenía que opinar Rebecca? No ganaría nada con ello y había conseguido que esta misión se completara con ambos llevándose bien, no iba a arruinarlo hasta el final.

—Bueno, puede que no me creas, pero este trabajo está terminado —dijo ella con una sonrisa—. Así que deseo que encuentres otro muy pronto. Seguro la hermana de Bill te da buenas referencias.

En realidad, estaba convencida de que la hermana de Bill no le iba a importar qué pasaba con la casa, si de verdad eran hongos o fantasmas. Mientras la pudiera vender, estaría satisfecha, así que eso sería muy bueno para Jack.

Rebecca frunció el ceño cuando vio cómo a Jack le cambiaba la expresión cuando hablaba de la librería de su familia. Le pareció que, con esa actitud, de seguro que Jack le caería bien su padre. Gerard Wolfe era un poco excéntrico, pero le gustaba platicar sobre libros, aunque no estaba segura si tendría el mismo gusto en libros que Jack. Aunque era una tontería imaginarse un escenario en que su padre y Jack interactuaran. Era seguro que no volverían a verse después de esto, él iba a regresar a su universidad y ella a Illinois por una temporada.

—La librería era de mi abuelo, es algo así como… un legado familiar —comentó, encogiéndose de hombros—. Cuando era más pequeña ayudaba allí todo el tiempo, luego fui creciendo y pues las cosas fueron cambiando. Pero cada vez que paso una temporada en Illinois, ayudo a papá en la librería. Soy hija única, pero en casa de mis padres casi siempre tenemos visita. Me crie a la par que mis primos, así que son casi como mis hermanos.

Unos hermanos un tanto odiosos, pero tolerables. Rebecca no iba a reconocerlo en voz alta, pero se habría sentido bastante sola sin ellos durante su infancia y adolescencia.

Jack sentía veradera nostalgia de pensar que aquel trabajo se acababa. Había sido un buen espacio para él, buena experiencia profesional. Todavía le faltaba retirar al día siguiente los cultivos de los hongos y dar su informe final. Pero si después tenía que marcharse sería nuevamente solo un estudiante.

Miró a su alrededor sintiendo progresivamente más nostalgia de dejar aquella vieja casa, como si llevara más tiempo de conocerla del que realmente tenía.

Ahí habían sucedido cosas realmente extrañas, como el temblor que no aparecía registrado en ningún lado. Y además, había conocido allí a Rebecca.

—Quiero que me cuentes más de la librería —comentó mientras recogían rumbo a la salida. —Suena a que tienes una familia muy interesante y grande. Yo soy hijo único también, pero no tengo familia extendida.

Quería escuchar más sobre ella. Mucho más.

Lo peor de todo es que empezaba a hacerse a la idea de que si el trabajo estaba terminado, aquello sería una despedida.

—Si ya das el trabajo por acabado... ¿te irás pronto?—preguntó. —Es una pena que no nos veamos de nuevo. Si me necesitas, puedes buscarme en mi universidad.

No se le ocurría para qué podría necesitarlo Rebecca, pero no le pareció de más decirlo.

Quién sabe, a lo mejor quisiera volver a trabajar con él. Aunque pecara de optimista por pensarlo.

Rebecca había pedido prestado el viejo y fiel carro de su padre para viajar desde Illinois hasta Georgia. Eran aproximadamente unas diez horas de viaje, que se sintieron menos pesadas porque la mitad del camino las hizo en compañía de sus primos. Neal y Derek estuvieron haciéndole un montón de preguntas, pero tenían pendiente un trabajo en Tennesse del que no podían deshacerse, así que ella siguió de largo hasta Georgia. Tenía el cuerpo entumecido y tenía la sensación de que necesitaría, como mínimo, tres días de sueño ininterrumpido.

Rebecca había pasado aproximadamente una semana en casa hasta que llegó su tía Christine de visita. Fueron sus preguntas las que le hicieron darse cuenta de que quizás había hecho todo mal. Aunque se mantuvo en comunicación con Bill los últimos días, y que todo en la casa parecía estar en orden, luego de hablar con su tía, ésta la hizo dudar de lo competente que había sido.

Su tía, una médium con mucha experiencia, la confrontó sobre el estado de Jack y Rebecca no había dejado de pensar en la última vez que se habían visto. Jack seguía con aspecto enfermizo, ella misma lo acompañó a una farmacia a buscar medicinas. ¿Y si esos síntomas eran una señal de algo más?

Rebecca no había dejado de pensar en ello.

Cuando llegó a la universidad, se sintió abrumada. Tuvo que ir hasta la cafetería a buscar un café muy cargado. Le había dejado mensajes a Jack, pero éste no le había contestado, así que tendría que probar yendo a su facultad. Rebecca se sentía un poco intimidada, pero era eso o no encontrar a Jack a tiempo. Le asustaba muchísimo que no hubiera recibido sus mensajes.

—¿Jack Kim? —dijo uno de los chicos que estaban en un grupito cercano a la biblioteca de la facultad la estaba mirando con una expresión de sorpresa. Eso no estaba ayudándola a mantenerse tranquila—. ¿Tú estás buscando a Jack? ¿En serio?

Al menos, por la forma en que lo estaba diciendo, no parecía que Jack estuviera desaparecido o que estuviera en peligro. Suspiró hondo, eso era buena señal, así que Rebecca dio un paso al frente y asintió.

—Sí, a Jack —dijo con voz firme—. Somos amigos. ¿Sabes dónde puedo encontrarlo? Es que quedamos de vernos aquí pero no responde mis mensajes.

El grupo de chicos empezó a reírse y Rebecca frunció el ceño, sin comprender por qué. ¿Acaso iban a ayudarla o no? Acababa de recordar en un instante por qué odiaba los ambientes universitarios.

El regreso a la universidad había sido tal y como esperaba. Tenía mucho que hacer para ponerse al día, y sus compañeros no tenían buenas notas para que se apoyara. Pasaba todo su tiempo libre tratando de ponerse al dia con materias y asignaciones. Su vida se volvía monótona, al menos hasta que recibió unos mensajes de Rebecca de que iría a a visitarlo. Al inicio no se lo había podido creer. Luego habían acordado de una fecha.

Sin embargo, se sobresaltó cuando escuchó a alguien entrar al laboratorio llamándolo a viva voz.

—¡Jack! ¡Jack, te busca una chica en la cafetería! —exclamó el chico que había entrado corriendo—. Es una chica muy bonita, Jack, ¿por qué te estaría buscando a ti?

Tardó un momento en procesar que era el día acordado. ¡Rebecca! Tenía que ser ella. ¿Qué otra chica bonita iba a preguntar por él?

Se levantó con sobresalto y, tras dudar un momento, salió corriendo hacia la cafetería, dejando todas sus cosas en el laboratorio. Todo el mundo sabía que pasaba mucho tiempo allí, a nadie le extrañaría ni se las llevaría, o eso esperaba.

Corrió hacia la cafetería, donde encontró un grupo de chicos que rodeaban a alguien con curiosidad. Se acercó para ver a Rebecca. Seguía tan bonita como la recordaba, aunque se había cambiado el peinado. Se sentía agitado y cansado al llegar. La verdad era que desde que había regresado no se sentía muy bien, quizá sí se había enfermado pero no había acabado en cama.

Sonrió al verla.

—¡Rebecca! —la llamó, mientras se metía entre el corro de gente para acercarse—. ¡Ya estás aquí!

Notó las miradas de incredulidad de los demás y le dio algo de verguenza que fuera tan notorio lo mucho que les extrañaba que ella hubiera venido a buscarlo.

La verdad era que la forma en que los compañeros de Jack la estaban escudriñando con la mirada no estaba ayudando a Rebecca a que tuviera una mejor opinión de los ambientes universitarios. Por suerte, Jack apareció a los pocos minutos y Rebecca no tardó en acudir hacia él.

Pronunció la sonrisa cuando se dio cuenta de que Jack parecía estar bien. Como estaban en un lugar público tuvo que contenerse de tomarlo del rostro para buscar instintivamente su temperatura o tomarle el pulso. Sabía bien de que no podría hacer semejante cosa mientras tuvieran las miradas de la gente sobre ellos. No sabía si acaso era que Jack era demasiado popular y que llamaba mucho la atención, pero empezaba a ponerse un poco nerviosa.

—Jack… —Rebecca dio un paso más hacia él, entrando en su espacio personal—. Llevo manejando cinco horas sin parar y no te dignaste a responder ninguno de mis mensajes. ¡Qué terrible! Pensé que ya no éramos amigos.

Le sacó la lengua de manera juguetona mientras miraba a su alrededor, dándose cuenta de que la gente parecía bastante interesada en ellos. Rebecca no quería parecer grosera, así que trató de ignorar al resto de los presentes.

—¿Por qué no vamos a un sitio para que podamos hablar con tranquilidad? Este es un sitio muy grande —dijo, señalando a su alrededor—. Anda, muéstrame tu universidad, y luego un sitio para comer, estoy hambrienta y tuve que aguantar durante cinco horas a mis primos, estoy agotada mentalmente.

No estaba mintiendo, quería conocer la universidad de Jack y también buscar algo de comer, pero apenas estuvieran a solos aprovecharía la oportunidad para preguntarle cómo se sentía. A simple vista nada parecía fuera de lo normal, pero Rebecca había escuchado historias de posesiones que eran así al principio y luego resultaba casi imposible expulsar al espíritu de su huésped. Le daba ansiedad pensar en ello.

Jack podía escuchar los murmullos a su alrededor. Seguro que iba a ser la comidilla de la facultad ese día. No por él, claro, sino por Rebecca. Estaba guapísima y era imposible que no llamara la atención.

—Lo siento, estaba en el laboratorio, siempre me concentro demasiado—se disculpó sinceramente—. Me ha estado costando un poco concentrarme para trabajar, y hoy estaba teniendo una buena racha.

Le asustó de repente que Rebecca se tomara mal su comentario.

—¡Pero que hayas llegado es la mejor razón del mundo para dejar el trabajo de lado!—añadió—. Vamos, te enseñaré el campus...

Había estado teniendo problemas de salud últimamente. Como que el cambio de clima entre estados no le había hecho nada de bien. Se había resfriado después del último día con Rebecca en la casa, y sentía que no se había recuperado del todo. Todavía tenía dolores de cabeza, y a veces escalofríos.

Pero ese día se sentía bien.

Puso una mano en la espalda de Rebecca para guiarla fuera del comedor, mientras pensaba en que podrían tomar el camino rodeado de árboles hacia la biblioteca, que era probablemente su lugar favorito de toda la universidad.

—Me alegro muchísimo que quisieras venir a verme—añadió—. ¡Y me encanta como llevas el cabello ahora! Te queda genial.

Estaba nervioso. Muy nervioso. No sabía bien por qué Rebecca querría venir tan lejos para verlo, pero estaba emocionado.

Jack de verdad parecía genuinamente feliz de verla y eso la hizo sentirse un poco culpable. Rebecca también estaba feliz de verlo, por supuesto, a pesar de todo lo que había pasado en Savannah, en realidad a ella le había caído bien Jack. Parecía alguien muy dedicado a su trabajo, incluso si era un terco incrédulo que no estaba dispuesto a aceptar nada más allá de lo que podían ver sus ojos. Pero era buena persona y la había apoyado incluso cuando no estaba muy seguro de todo lo que estaba haciendo Rebecca.

Si se sentía culpable era que Rebecca había vuelto a verlo porque quizás tenía malas noticias. Aunque tal vez, a juzgar por las apariencias, no tendría que decirle nada. Jack parecía bastante pálido. Algo ojeroso, pero nada grave.

—Está bien, Jack. Si vine desde Illinois, estaré encantada de que me muestres el campus —comentó con una sonrisa, mientras se dejaba guiar fuera de la biblioteca. Jack parecía bastante seguro de sí mismo y Rebecca no hizo más que seguirle. Bajaron por unas escaleras y lo primero que vio fue un sendero que estaba rodeado de árboles.

Era realmente precioso.

Rebecca se sentía mejor de que hubieran quedado atrás los compañeros de Jack, creía que era importante que estuvieran los dos solos. Si sacaba el tema de la casa de Savannah, no quería ni pensar en qué iban a decir. Aunque fueran amigos de Jack, no parecía gente agradable. De hecho, parecían todo lo contrario a Jack.

Sin embargo, dejó de pensar en ello, y también la razón por la que había venido, cuando escuchó a Jack decir que su pelo ahora estaba genial. Rebecca se detuvo un instante y se llevó la mano a un mechón de pelo, que lo tenía ahora liso. Había decidido cambiar de look por unos días, por lo general alisarse el pelo tomaba mucho trabajo, pero mantener la rutina de rizos en la vida en carretera solía ser complicado también.

Ser una chica no era simple, le decía siempre a sus primos.

—Quería cambiar de look, ya que estaba de viaje, tenía que probar nuevas cosas —dijo con una sonrisa, intentando evitar su sonrojo, pero seguro que no funcionó—. Jack, cuéntame. ¿Cómo has estado? El día que nos separamos, parecía que ibas a enfermarte. Recuerdo que antes de irme también te acompañé a la farmacia a tomar medicinas. ¿Cómo te has sentido?

Rebecca pensó si era mejor tantear las cosas de esa manera. No quería asustar a Jack, además, no tenía la más mínima idea de qué iba a contestar si él empezaba a preguntarle cosas. Rebecca no sabía cómo mentir, y ya sabía qué pensaba Jack de las cosas sobrenaturales.

Rebecca estaba preciosa. Una parte de él quiso pensar que el cambio de look había sido por él, pero se corrigió de inmediato. No creía que fuera así, justamente le acababa de explicar que le había apetecido en el camino y lo había hecho.

Le explicó brevemente la distribución del campus mientras avanzaban por la vereda de árboles.

—¿Yo? Pues sí he estado un poco resfriado—aceptó—. Lo normal: dolor de cabeza, fiebre, escalofríos... pero estoy mejor. Y no te preocupes, no creo que sea contagioso, a nadie cerca mío se le ha pegado.

Por un momento temió que se fuera para evitar que la contagiara. Pero bien pensado era un detalle que se acordara de que había estado enfermo.

—Gracias por preguntar.

Intentó pensar si él debía preguntarle por algo en específico, pero Rebecca había parecido estar bien cuando se separaron. Muy segura del trabajo que había hecho en la casa.

—¿Y tú cómo has estado?—preguntó, optando por algo más general—. ¿Qué te trae por estos rumbos? Me alegró mucho saber que íbamos a poder vernos.

Pensó ofrecerse a tomarle una foto con el marco de aquellos árboles, pero decidió dejarlo para después, acababa de hacerle un par de preguntas, tampoco quería agobiarla.

Rebecca escuchó con atención a Jack, pero también estaba mirando todas las señales físicas. Había repasado con su tía Christine todos los síntomas de una persona poseída. Las posesiones por espíritus eran todavía más extrañas que las posesiones demoniacas. Rebecca no creía haber escuchado de ningún caso en toda su vida y se angustiaba de sólo pensar que a Jack le podría pasar.

Los espíritus, a diferencia de los demonios, buscaban arraigarse en la persona poseída con la esperanza de una segunda oportunidad. Así que, normalmente, los síntomas de la posesión se manifestaban muy lentamente. La persona empezaba a notarlo cuando la posesión estaba muy avanzada y era mucho más complicado exorcizar al espíritu. Rebecca habái escuchado con paciencia su tía, pero estaba muy asustada.

Si algo le pasaba a Jack, nunca se lo perdonaría.

—¿Has tomado medicación? —preguntó con atención. Lo que más le preocupaba era que decía que nadie a su alrededor se había contagiado. Rebecca pensó que eso era lo más claro, era evidente que lo que Jack tenía no era una enfermedad común y corriente—. ¿Pero sigues sintiéndote mal?

Su tía se había ofrecido acompañarla. Aunque Rebecca estuvo tentada a decirle que sí, le dijo que ella lo resolvería. Si ella había traído a Jack esta desgracia, ella tenía que solucionar por su cuenta este problema.

Cuando Jack le preguntó directamente por qué estaba allí, Rebecca se sintió culpable. De seguro que él no iba a entenderla y empezarían a discutir, pero se sentía responsable por él. No iba a mentirle, era mejor decir la verdad.

—Jack… —Rebecca detuvo el paso un instante y le tomó de la mano. Tal y como imaginó, Jack tenía las puntas de los dedos muy frías. Eso tampoco era una buena señal—. La verdad es que vine a verte porque estaba preocupada y porque hay algo que quisiera decirte. Es algo importante. Pero no sé si podamos hablarlo aquí en público. ¿Hay forma de que vayamos a un sitio donde podamos hablar en privado?

Rebecca no se dio cuenta cómo había sonado eso hasta que pronunció la última palabra. Se sonrojó al pensarlo y soltó la mano de Jack, mientras pensaba que acababa de sonar como que quería arrastrar a Jack a su habitación para estar a solas.

Jack no podía creerse lo que oía. ¿Rebecca había estado preocupada por él? Frunció el ceño porque no entedía por qué. Tampoco había estado tan enfermo cuando se despidieron. A él le había preocupado en su mmento haberse enfermado con un hongo pero se había hecho pruebas y habían dado negativas.

Sin embargo, cuando Rebecca dijo que quería hablar en privado abrió mucho los ojos, sorprendido. ¿Qué había querido decir? Si Jack fuera otra persona habría pensado que una chica había viajado hasta la universidad a seducirlo. Pero... esas cosas no le pasaban a él.

Se detuvo y la miró con sorpresa.

—¿Por qué quieres hablar en privado por un resfriado?—preguntó sin saber cómo reaccionar—. ¿O qué es lo que te preocupa? ¿Algo del trabajo de los Miller?

No entendía nada.

Por supuesto que pensó en su habitación. Podía llevarla a su apartamento y hablar allí, sus compañeros estarían en clases a esa hora. Pero... por qué.

Tal vez o debería cuestionar su suerte.

—Podemos ir a mi apartamento, a esta hora no habrá nadie más, pero...

Para empezar tenían que salir del campus para ello. Y en teoría le estaba enseñando el campus. Pero Rebecca parecía más interesada en él que en las instalaciones. Así que no lo entendía.

"Un resfriado".

Por supuesto, Jack no entendería que viajara desde Illinois para preguntarle si seguía resfriado o no. Eso no tenía lógica alguna, mucho menos para Jack que no estaba dispuesto a creer en nada más de lo que sus ojos le permitieran ver. ¿Cómo podría explicárselo Rebecca? Si Jack seguía pensando que ella era una desquiciada luego de todo lo que habían vivido en casa de los Miller, sería muy difícil razonar con él.

Rebecca se humedeció los labios, sintiéndose un poco nerviosa, pero no estaba dispuesta a bajar los brazos. Tenía que hablar con él de verdad, así Jack la echara luego de su apartamento.

—¿No vives en el campus? —preguntó con curiosidad, fijándose de nuevo en Jack. Todas las universidades tenían habitaciones para los estudiantes, era mucho más práctico estar allí a tener que rentar un apartamento, que saldría el doble de caro. Rebecca vivió en el campus el tiempo que pasó como estudiante, ni se le habría ocurrido conseguir compañeros y rentar un apartamento, le parecía una mala inversión de dinero. Pero, al parecer, ese no era el caso de Jack—. Eres un chico independiente, Jack.

Rebecca trató de restarle importancia al asunto y bromear al respecto, mientras pensaba cómo haría para conversar con él sin que la tomara por loca. Dudaba mucho que hubiera alguna forma lógica de hacerlo entrar en razón.

Además, si era justa con Jack, ¿había alguna manera lógica de decirle que probablemente estuviera poseído?

“Lo siento, Jack, creo que estás poseído por un fantasma. ¡Hay un día muy soleado! ¿No crees?” la sola conversación hacía aguas en su cabeza.

—¿Por qué no me llevas? Me encantará conocer dónde vives —sugirió, sin perder la sonrisa, a pesar de lo nerviosa que estaba—. Vine manejando, puedo llevarte.

No quería que Rebecca pensara que era un mal agradecido, y tampoco que quería evitar que fuera a su casa. Pero la verdad no entendía de dónde venía el interés.

Tampoco quería que Rebecca se llamara a engaño.

—Independiente no sé—replicó—. Comparto el apartamento con otros dos chicos y puede ser un poco caótico, pero suelo estudiar hasta muy tarde y en las residencias eso puede ser un problema.

Había tenido problemas con compañeros de habitación en residencia que se quejaban de las horas que le daban con la luz encendida.

—No está muy lejos de aquí, si de verdad quieres ir...

Podía guiarla, aunque las direcciones de las vías no fueran su fuerte, estaba realmente cerca. No temía poder dirigirla.

Podrían dejar la visita al campus para otra ocasión. No necestaba verlo todo de una vez. Siempre era conveniente dejar cosas sin hacer cuando se iba a un lugar de paseo, para tener excusa para volver.

Le hizo señas para que lo siguiera y una vez en el parqueo esperó que Rebecca le enseñara el auto. Eso sí que le parecía independiente: esta uno solo con la preparación de alimentos, el control del presupuesto.

Después volvería al laboratorio por sus cosas. Atender a Rebecca era su prioridad.

Además, quizá debería aprovechar que ahora se estaba sintiendo bien, no fuera que empezara a tener síntomas raros de nuevo y la preocupara después de decirle que estaba bien.

—No te preocupes por mi resfrío. Uno de mis compañeros es fóbico de los gérmenes y ha desinfectado todo constantemente—le aseguró, antes de pensar que tal vez debía haber dejado el tema.

Iba a pensar que sus compañeros eran raros. Aunque bueno, quizá lo eran. Por suerte ahora no estaría ninguno en casa.

Cuando Jack le dijo que solía quedarse estudiante hasta muy tarde, Rebecca no pudo hacer más que sonreír sinceramente. Podía imaginárselo a la perfección: Jack lleno de libros y apuntes, sólo con una lámpara de compañía, mientras tenía cerca una taza de café para evitar quedarse dormido en la medianoche. Le parecía una imagen bastante tierna, ella no tenía tanta disciplina, aunque tampoco podía decir que fue una pésima estudiante. Tan sólo los ambientes universitarios no eran su fuerte, nunca sintió que pertenecía a aquel lugar, a pesar de que sus padres siempre le dijeron que ella podía escoger lo que quisiera ser.

Rebecca, sin embargo, siempre supo que no era igual que el resto de sus compañeros de universidad. Ella era como Neal, que podía hablar con los muertos. Como Sarah, que era capaz de recitar hechizos de memoria. Incluso como el estúpido de Derek, que sabía cómo defenderse de un wendigo. Era inútil pretender que era diferente al resto de su familia.

—Me gustaría conocer tu apartamento, pero sólo si tú quieres, Jack. Lo único que puedo ofrecerte a cambio es que conozcas mi carro, que ni siquiera está presentable porque tuve a mis primos viajando conmigo durante unas cuantas horas. Son un desastre, pero no me quejo, me hicieron compañía —Rebecca le había dicho muchas veces a Derek que como encontrara un envoltorio de hamburguesa en su carro iba a tener que pagarle una limpieza profunda.

Cuando caminaron hacia el estacionamiento, ella le presentó con orgullo su carro. Tenía bastantes años, había sido de su padre en algún momento, pero Rebecca le daba mantenimiento de manera constante y lo cuidaba como si fuera un bebé.

—Te presento a mi relación más estable de los últimos cinco años —comentó mientras le daba un toquecito a la puerta delantera del carro. Cuando le tendió la mano a Jack, la sostuvo con firmeza de nuevo. Estaba frío, pero no le parecía que pudiera sentir nada extraño. Quizás estaba tan sólo imaginando cosas, al menos así fue hasta que se dio cuenta de que seguía sosteniendo la mano de Jack y soltó un respingo avergonzado—. Lo siento, vas a pensar que soy una intensa, Jack. Pero en serio… en serio me da mucho gusto verte y saber que estás mejor.

En eso no mentía, tan sólo quería estar muy segura antes de volverse a ir. El problema era que Jack no iba a permitir ni por error que ella realizara un ritual en su apartamento. La tomaría por loca, otra vez.

Jack estaba nervioso. Por la presencia de Rebecca y la idea de llevarla a su casa. No terminaba de entender qué estaba pasando, pero suponía que era normal que estuviera empezando a sudar y sintiera frías las manos.

Tiró del cuello de su camisa, pues empezaba a sentirlo apretado.

—Siempre puedes invitarme a conocer la librería de tu padre después—replicó—.

Con eso se sentiría más que compensado.

Sin embargo, el carro de Rebecca era muy genial. Lanzó una exclamación y lo miró con atención, dando una vuelta a su alrededor.

—¡Es increíble! ¿Y cruzas el país con él de un lado a otro? Eres la persona más genial e independiente que conozco.

Su admiración era sincera. Sin embargo, cuando fue a abrir la puerta para subir al auto, notó que su brazo le oponía resistencia. Estaba rígido y no quería responderle.

Frunció el ceño y abrió la puerta con la otra mano. Esto era nuevo, pero no quería que Rebecca se diera cuenta de que algo sucedía con él.

—A mí también me da mucho gusto verte. Jamás pensé que vendrías a buscarme—confesó.

Había disfrutado mucho su tiempo juntos, a pesar de que Rebecca estuviera persiguiendo maldiciones todo el rato. Pero jamás pensó que ella se interesaría en verlo de nuevo.

Subió al auto y le sonrió a Rebecca.

—Estamos cerca, ya verás—le aseguró.

Sintió un poco de náusea, pero cerró los ojos y respiró profundo. No era momento de enfermar.

Tan solo esperaba sentirse mejor al llegar a casa, o al menos tomarse algo para no asustar a Rebecca.

Imaginarse a Jack visitando la biblioteca de su familia en Illinois le resultaba algo francamente aterrador, aunque también adorable. De seguro que Jack estaría espantado de ver la naturaleza de los libros que había en la trastienda de los Wolfe. De sólo imaginárselo le daba muchísima gracia, sin embargo, no querría que Jack pusiera un pie en esa librería si había la posibilidad de que Derek o Neal se encontraran cerca. Ella quería muchísimo a sus primos, pero la sobreprotegían demasiado. Seguro le tendrían mala fe a Jack sin dejarle derecho a réplica.

—Si en algún momento te desocupas de la universidad, podría llevarte de paseo a Illinois, aunque te advierto que no hay demasiado que ver —dijo Rebecca, sin saber si la vida le daría oportunidad para cumplir esa promesa—. Mi carro no tiene nada de especial, es un legado de mi padre. Tiene más años que tú y yo juntos.

Rebecca estaba exagerando, por supuesto, su carro no era tan viejo, pero sí que se lo había legado su padre. Él y su madre, antes de casarse, habían pasado muchas horas en carretera resolviendo casos. Rebecca pensaba que era una idea bastante romántica que ahora ella estuviera usando el mismo vehículo para seguir el legado familiar. Al menos, hasta que el pobre carro quisiera acompañarla, porque aunque le daba un mantenimiento impecable, sabía que algún día llegaría el momento de dejarlo descansar.

Le alegró saber que Jack estaba feliz de verla. La verdad era que a ella también le pasaba igual, aunque no estaba segura si este encuentro hubiera sucedido de no ser por sus sospechas. Tenía que reconocer que ella y Jack tenían muy pocas cosas en común. Pero Rebecca no podía dejar ningún cabo suelto.

—Tienes que decirme si voy bien, soy buena ubicándome, pero tengo la sensación de que en Georgia todas las calles son iguales —dijo con una sonrisa, mirando a Jack de reojo, pero éste tenía los ojos cerrados y parecía que estaba regulando de forma incómoda su respiración—. ¿Jack? ¿Estás bien?

Justo cuando pensaba que quizás su viaje había sido en vano, Jack parecía estar sintiéndose mal. Eso no podía estarlo imaginando, ¿cierto? La frente le brillaba del sudor, eso tampoco era parte de su imaginación.

Jack no se sentía bien, pero no quería decirle a Rebecca nada que la hiciera pensar que era débil y enfermizo. Tenía un poco de dignidad. Así que cuando ella le preguntó directamente negó, a pesar de que la náusea aumentaba y no se sentía totalmente como él mismo.

—Vas bien—le aseguró.

Segguía muy feliz de que Rebecca estuviera ahí, pero empezaba a sentir algo extraño. Una parte de él se sentía molesta con su presencia.

Intentó ignorar aquella sensación porque era ilógica. Le dio un par más de direcciones y al llegar al edificio de apartamentos le explicó cómo dejar el auto en el parqueo de visitas. Luego la llevó hasta su apartamento, donde no estaba ninguno de sus compañeros.

Encendió la luz, la cual parpadeó un par de veces. Tuvo que apagar y encender de nuevo el apagador, a ver si se estabilizaban .

—Lo siento, tienen unos días de estar fallando desde que regresé... Mi compañero dice que sabe de electricidad y las ha revisado un par de veces pero no cae con qué es lo que está mal.

Le fastidiaba mucho que se pusiera así. Rebecca no iba a creer que era genial por tener su propio apartamento, sino que vivían en malas condiciones.

Era un apartamento grande, espacioso, con tres habitaciones que compartían estudiantes de diferentes carreras. Hasta hacía poco todo había estado muy cuidado, pero en las últimas semanas las luces parpadeaban y un día se había reventado la ventana de su cuarto, así que su aspecto venía desmejorando. Sin embargo, no iba a llevar a Rebecca a su habitación, no quería que pensara mal de él.

—Te puedo dar un tour—le ofreció sin pensarlo.

Si no quería llevarla a la habitación ese podría ser una ofera peligrosa. Sin embargo, no había podido contenerse. También era un poco presuntuoso porque era grande, pero no tan grande como para ofrecer un recorrido.

Tan solo se temía que las otras luces de la casa empezaran a fallar a también.

Aunque estaba manejando, y haciendo un esfuerzo para orientarse y no desviarse de la dirección que Jack le había dado, no había dejado de prestar atención. Había algo en Jack que no terminaba de convencerle, no estaba segura si era la forma en que estaba respirando, como si estuviera repentinamente agitado y también le parecía que tenía gotitas de sudor en la frente.

Eso no era buena señal.

Pero lo que le dio el verdadero campanazo de alarma, fue cuando llegaron al apartamento. Las luces tintinearon sobre la cabeza de Rebecca y ella supo que estaba en lo correcto. Odiaba que sus sospechas fueran ciertas, pero reconocería ese tintineo donde fuera. En ese apartamento había un espíritu, pero no estaba en medio de las paredes, estaba seguro de que se había apoderado de Jack.

Rebecca se giró en dirección a Jack, con expresión preocupada. Quizás no debió venir sola, quizás debió aceptar la ayuda de Sarah. Incluso hubiera aceptado a Derek o Neal, aunque eso implicara contarles todo lo que había sucedido. Pero ya no podía echar el tiempo atrás, Rebecca tenía que trabajar con lo que tenía.

—Jack, escucha, creo que… —pero Rebecca no pudo terminar con la frase porque la luz empezó a parpadear de nuevo. Esta vez tan fuerte que, de pronto, la lámpara que estaba en el techo reventó. Rebecca soltó un respingo y tiró de Jack, quien estaba justo debajo, para evitar que se lastimara.

Cuando lo tocó, fue más que suficiente para saberlo. Rebecca conocía esa sensación desde que era niña, incluso antes de poder comprender lo que estaba pasando, de los poderes que tenía. Alzó la vista para mirar a Jack y lo supo.

Maldita sea.

—¿Estás bien, Jack? —preguntó, preocupada.

Cuando la lámpara estalló, Jack lanzó una exclamación de miedo. ¿Qué demonios estaba pasando? Las luces siguieron parpadeando y Jack sintió como un corrientazo que recorría su cuerpo. ¿Acaso había un desajuste en la electricidad y eso había hecho estallar la bombilla? ¿Estaba siendo electrocutado?

Miró a Rebecca asustado.

—Algo muy raro está pasando—dijo, incapaz de decidir si debía decirle que tal vez estaba siendo electrocutado.

¿Por qué pasaban cosas tan extrañas alrededor de Rebecca? ¿O acaso era él quien las estaba causando?

Lo recorrió un escalofrío nuevo, y sintió cómo su cuerpo se ponía rígido de repente. Abrió mucho lo sojos.

—No, Rebeca, algo no está bien.

Tenía que hacer algo para detener lo que fuera que estaba pasando. O iba a espantar a Rebecca. O a él mismo.

—No sé cómo detenerlo—admitió.

Dio varios pasos hacia atrás. Debía alejarse de Rebecca. Además, sentía una fuerza dentro de él que tiraba de él hacia atrás lejos de ella. No entendía lo que estaba pasando pero... aquella fuerza lo estaba alejando rápidamente de ella.

Al menos no le estaba haciendo daño. ¿Cierto? Porque no podía controlarlo. Y era más que las luces de la casa.

"Algo muy raro está pasando."

Aquella frase le heló las venas a Rebecca. Aunque Jack no pudiera comprender qué estaba sucediendo, ella sí que lo tenía muy claro. Sus sospechas eran ciertas, aquel espíritu, lo que sea que estaba encerrado en la mansión, ahora estaba dentro de Jack. ¿Cómo había sido tan estúpida?

Debió darse cuenta de que todo había sido demasiado fácil. Pero pecó de ingenua y ahora era Jack quien estaba pagando las consecuencias. Lo que más le angustiaba a Rebecca era ver cómo Jack estaba conteniendo el dolor en su rostro. Jack estaba contra la pared, era como si el espíritu lo estuviera aprisionando para que no llegara a ella bajo ningún motivo.

Rebecca tragó en seco, sintiendo cómo el corazón se le aceleraba, pensando en todas las posibilidades que tenía.

—Jack, trata de normalizar tu respiración lo mejor que puedas. Aire por la nariz y expulsa por la boca… —Rebecca imitó la respiración con gestos exagerados para ayudar a que Jack la entendiera. Seguro que Jack pensaba que estaba pidiéndole una estupidez considerando lo que estaba pasando. Pero quería que el cuerpo de Jack se calmase, que fuera el mismo Jack quien estuviera a tono con su cuerpo. Si se descontrolaba, eso le daba más poder al espíritu de tomar el control. No parecía que lo hubiera poseído por completo, así que Rebecca tenía una pequeña posibilidad—. Jack, voy a acercarme.

Rebecca avanzó un par de pasos, acercándose con cuidado. Quería decirle que tenía que confiar en ella, pero prefería concentrarse en lo que estaba haciendo Jack en este momento. Al menos, le pareció que estaba haciéndole caso en cuanto a normalizar su respiración.

Quizás eso quería decir que se fiaría de ella.

Cuando Rebecca estuvo lo bastante cerca, extendió un brazo hasta tocar a Jack. Al primer roce, Rebecca lo sintió. El espíritu estaba allí, palpitando bajo la piel de Jack. Era poderoso y muy antiguo, por lo que podía percibir. No había sentido un espíritu tan poderoso en mucho tiempo. ¿Cómo lo había pasado por alto?

“Déjalo. Es mío ahora”.

Aquella voz aterradora resonó en su cabeza tan fuerte que Rebecca ni siquiera se dio cuenta cuando el espíritu la empujó de forma despiadada contra el otro extremo de la sala. Rebecca gimió de dolor cuando su cuerpo golpeó la pared.

Jack no lograba entender lo que sucedía. Sin embargo, Rebecca lo miraba como ella sí supiera y estuviera algo asustada. Sus instrucciones, sin embargo le hicieron pensar que lo que tenía era un ataque de pánico. Nunca había tenido uno así, pero si respirando podía hacer algo al respecto, lo iba a intentar.

Tal vez era cierto, porque le costó mucho tomar control de su respiración. No entendía por qué estaba apretándose de esa forma contra la pared, ni por qué parecía haber una fuerza que no le permitía apartarse de ahí, pero tal vez era normal perder el control del cuerpo en un momento así, no lo tenía claro.

Boqueó, intentando atrapar aire, pero la presión en el pecho no lo dejaba inspirar.

Sin embargo, cuando Rebecca le dijo que iba a acercarse, pasó algo que lo asustó todavía más: una voz que no era la de ninguno de ellos habló.

¿Estaba alucinando?

Miró a Rebecca aterrado, en especial cuando vio a la chica volar hasta el otro lado de la habitación, como si alguien la hubiera empujado con todas sus fuerzas.

Intentó dirigirse a ella pero no lo logró. Tuvo que intentarlo dos veces más hasta que al fin pareció soltarse de algo y corrió hacia ella.

—¡Rebecca! ¿Estás bien?—preguntó, agachándose a su lado.

La casa había empezado a temblar, como en aquella ocasión en la mansión.

—¡No entiendo qué está pasando, pero te juro que no fui yo quien te empujó!

Por alguna razón eso le parecía lo más importante de dejar en claro: no era él quien la había tirado por la habitación. Quiso acercarse más y ayudarla a levantarse, pero no pudo hacerlo. Una fuerza invisible lo retuvo en su lugar, y luego, para su horror, le pareció sentir una mano helada que le recorría la espalda para luego tomarlo del hombro y fijarlo en su lugar.

No entendía nada de lo que estaba pasando.

Le dolía la espalda y también la cabeza, pero Rebecca estaba haciendo un esfuerzo por incorporarse lo más rápido que pudo. Al primer intento, no lo logró. Rebecca lanzó un gemido de dolor, porque sí que la habían aventado con fuerza contra la pared. Tendría suerte si no tenía un hueso roto, pero, desde su perspectiva, todo parecía estar en su lugar.

Pero había sido con demasiada fuerza, eso la asustaba, porque significaba que era un espíritu poderoso. ¿Por cuánto tiempo había estado oculto en esa mansión? Y ahora se había arraigado dentro de Jack, eso era todavía más preocupante. ¿Qué podía hacer? ¿Qué harían sus primos de estar en su lugar? Derek habría usado la fuerza bruta, habría dejado inconsciente a Jack de un golpe mientras pensaba qué demonios hacer. Sarah habría recitado algún hechizo para neutralizar al fantasma de manera temporal. Neal, su querido Neal, no se habría metido en este problema en primer lugar. Su primo era mucho mejor médium que ella, así que no tenía caso preguntarse qué haría.

Lamentaba no tener la fuerza de Derek, porque sí era una buena idea dejarlo inconsciente por un minuto, incluso si eso significaba lastimar un poco a Jack.

—Jack… —Rebecca, con mucho esfuerzo, se puso de pie. Tuvo que apoyarse en la pared para no tropezar. Se le encogió el corazón cuando lo escuchó decir, con voz asustada, que él no lo había hecho. Rebecca asintió, pues no tenía que dudarlo—. Jack, está bien, sé que tú no lo hiciste. Oh, Jack, lo siento tanto. ¡Todo esto es mi culpa! Pero por eso vine, voy a salvarte, Jack, así sea lo último que haga.

Rebecca tiró de las últimas fuerzas que le quedaban para impulsarse en dirección a Jack. Necesitaba sostenerlo, tenía que tocarlo esto no funcionaría. Sabía que necesitaba exorcizar a Jack, era la única salida que le quedaba, pero tenía que ver qué terreno estaba pisando primero.

Quizás si utilizaba sus poderes, conseguiría dormir al espíritu lo suficiente para ganar algo de tiempo.

Cuando se aferró a uno de los brazos de Jack, Rebecca se estremeció por completo. Lo sintió al instante, ahí estaba, latiendo debajo de la piel de Jack.

“Es mío. No te entrometas”.

Sentir su presencia fue como el embate de una ola muy fuerte. Pero Rebecca resistió, a pesar del dolor que estaba sintiendo. A Jack también le dolía, podía sentirlo en cada latido apresurado de su corazón.

—Este cuerpo no te pertenece —dijo Rebecca, mientras sentía cómo el espíritu luchaba contra ella. Se aferró más a Jack, dispuesta a terminar lo que había empezado.

Las palabras de Rebecca eran una locura, y Jack habría pensado que la chica había perdido de la cabeza de no ser porque él estaba sintiendo todo aquello. El corazón se le iba a salir del pecho, y un agudo dolor le atravesaba el cuerpo, como si le estuvieran clavando agujas por todo lado.

Además, estaba aquella voz horrorífica.

Algo estaba pasando ahí y no era racional. No poder darle una respuesta racional a las cosas le daba verdadero miedo. Y eso debía reflejarse en su cara mientras veía a Rebecca aterrado.

—No creo que pueda ser tu culpa si esto es algo desconocido—le dijo, intentando tranquilizarla.

El dolor aumentó en ese momento y le arrancó un grito. Era realmente doloroso, como si algo lo aprisionara con todas sus fuerzas. Sentía que algo dentro de él iba a estallar.

—Si esto tiene que ver con la mansión.... Este es el peor caso de moho con el que me cruzaré en toda la vida.

Le habría hecho gracia su propio comentario de no ser porque el dolor se hizo más acuciante, como si su comentario lo hubiera provocado.

"Deberías agradecer que te haya escogido, deja de hablar con ella" dijo la voz, helándole la sangre.

¿Esa voz se suponía que venía de dentro de él? No entendía nada. Quizá podía ser una locura compartida, pero por lo que había leído de eso, solo ocurría entre personas con una gran conexión y Rebecca y él apenas se conocían.

Así que si no era una locura compartida, de hecho había un tercer ser ahí con voz propia... ¿estaba dentro de él? ¿Por eso hablaba Rebecca sobre su cuerpo? ¿El dolor había aumentado por su comentario?

¿Podía provocarlo?

—Gracias por venir, Rebecca—alcanzó a decir, pensando qu ele molestaría que agradeciera a Rebecca en lugar de a él... ella... lo que fuera.

El dolor que sintió después de sus palabras casi lo hace perder el conocimiento.