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Lun Mayo 01, 2023 4:04 pm por Juno
Recuerdo del primer mensaje :
Han pasado casi setenta y cinco años desde el fin de los Días Oscuros, la destrucción del Distrito 13 y la instauración de los Juegos de Hambre en Panem. Aunque a simple vista todo sigue exactamente igual, con el presidente Snow controlando el poder de todo el país, las chispas de la rebelión están a punto de estallar. El gobierno está preparando una nueva versión del Vasallaje de los Veinticinco y, con Plutarch Heavensbee como nuevo Vigilante Jefe, la nueva edición de los Juegos del Hambre está llena de grandes expectativas para los ciudadanos del Capitolio.
Después de la muerte de su padre, Sirius no tiene más remedio que seguir aparentando lealtad al presidente como única forma de sobrevivir. Lleva meses alimentando odio en su corazón contra el hombre que mandó ejecutar a su padre y además lo hizo parecer como un lamentable accidente. Sirius llena sus días trabajando para Plutarch, apoyando fervientemente su rebelión como la única manera que tiene de honrar la memoria de su padre.
En el Distrito Siete, Johanna vive por su cuenta en la Villa de los Vencedores, con el único consuelo de que, después de la muerte de su tío, el presidente Snow ya no tiene absolutamente nada con qué manipularla. Está decidida a honrar la memoria de Aaron, así que, cada vez que viaja al Capitolio contra su voluntad, escucha y recaba información a cuentagotas de la rebelión que parece inevitable. Johanna está lista para que el golpe al gobierno se dé en el momento exacto, no hay nada que añore más que ver caer al presidente Snow y todos quienes le son leales.
Cada vez que Sirius y Johanna se ven, es inevitable que recuerden las pérdidas que han sufrido ambos y de cómo sus historias se entrecruzaron sin que ninguno de los dos lo pidiera. Sirius es el contacto de Johanna con los rebeldes y cada vez que están a solas, mientras para el resto de los ciudadanos están tan sólo disfrutando de la compañía del otro, ambos están intercambiando información, soñando juntos con la caída del gobierno.
Aunque ninguno de los dos acepta del todo la presencia del otro, a pesar de que nunca hayan terminado de entenderse, el odio que ambos profesan al Capitolio los convierte en los mejores aliados.
» Even if the sky is falling down I know that we'll be safe and sound
INSPIRED
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The Hunger Games
"You'll still be standing next to me
You could be my luck
Even if we're six feet underground
I know that we'll be safe and sound"
Sirius y Johanna se desprenden de esta tramita.
You could be my luck
Even if we're six feet underground
I know that we'll be safe and sound"
Sirius y Johanna se desprenden de esta tramita.
Han pasado casi setenta y cinco años desde el fin de los Días Oscuros, la destrucción del Distrito 13 y la instauración de los Juegos de Hambre en Panem. Aunque a simple vista todo sigue exactamente igual, con el presidente Snow controlando el poder de todo el país, las chispas de la rebelión están a punto de estallar. El gobierno está preparando una nueva versión del Vasallaje de los Veinticinco y, con Plutarch Heavensbee como nuevo Vigilante Jefe, la nueva edición de los Juegos del Hambre está llena de grandes expectativas para los ciudadanos del Capitolio.
Después de la muerte de su padre, Sirius no tiene más remedio que seguir aparentando lealtad al presidente como única forma de sobrevivir. Lleva meses alimentando odio en su corazón contra el hombre que mandó ejecutar a su padre y además lo hizo parecer como un lamentable accidente. Sirius llena sus días trabajando para Plutarch, apoyando fervientemente su rebelión como la única manera que tiene de honrar la memoria de su padre.
En el Distrito Siete, Johanna vive por su cuenta en la Villa de los Vencedores, con el único consuelo de que, después de la muerte de su tío, el presidente Snow ya no tiene absolutamente nada con qué manipularla. Está decidida a honrar la memoria de Aaron, así que, cada vez que viaja al Capitolio contra su voluntad, escucha y recaba información a cuentagotas de la rebelión que parece inevitable. Johanna está lista para que el golpe al gobierno se dé en el momento exacto, no hay nada que añore más que ver caer al presidente Snow y todos quienes le son leales.
Cada vez que Sirius y Johanna se ven, es inevitable que recuerden las pérdidas que han sufrido ambos y de cómo sus historias se entrecruzaron sin que ninguno de los dos lo pidiera. Sirius es el contacto de Johanna con los rebeldes y cada vez que están a solas, mientras para el resto de los ciudadanos están tan sólo disfrutando de la compañía del otro, ambos están intercambiando información, soñando juntos con la caída del gobierno.
Aunque ninguno de los dos acepta del todo la presencia del otro, a pesar de que nunca hayan terminado de entenderse, el odio que ambos profesan al Capitolio los convierte en los mejores aliados.
× × × × × × × × × × × × × × × × × × × × × ×
Sirius Dovecote
El Capitolio — Rebelde — Jacob Elordi — Juno
Johanna Mason
Distrito Siete — Mentora — Jena Malone — Minerva
∞
- Codigo de respuesta:
- Código:
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Última edición por Juno el Jue Oct 19, 2023 11:16 pm, editado 4 veces
Juno
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Sáb Nov 11, 2023 3:27 am por Minerva
IV. War Drums
El Capitolio
0.20hrs
Johanna
Estaba siguiendo y entendiendo el plan que les estaban presentando, aunque no le hiciera mucha gracia lo que escuchaba. Tendría que entrar esta vez a la arena no para jugarse su propia vida nada más, sino el futuro de su revolución.
¿Valdría la pena?
Su tío Aaron había muerto por esto, así que no podía solo darle la espalda. Él lo habría intentado. Ella también: no era una cobarde.
Sin embargo, cuando Plutarch dijo que Sirius se quedaría en el Capitolio sintió que le habían tirado un balde de agua fría encima. Miró al chico fijamente. No podía quedarse ahí. Era una estupidez.
El enojo empezó a arder en su interior de nuevo. Quedarse en el Capitolio era ponerse una diana en la espalda. Si tenían éxito con su plan iban a buscar hasta debajo de las piedras, y Sirius se vería expuesto tarde o temprano.
Iba a terminar como su padre...
Johanna no podía evitar pensarlo. Realmente había creído que a Plutarch le importaba el hijo de su mejor amigo, pero solo lo estaba usando. Lo dejaría atrás para que sirviera de distracción para sus perseguidores.
Lanzó una mirada de reproche a Finnick por sus palabras. Claro, que ella supiera no tenía mayor relación con Sirius. No tenía por qué saber que era diferente a la otra gente del Capitolio. A ella misma le costaba creerlo en ocasiones. Pero en ese momento lo tenía muy claro.
—Sirius es muy valioso para dejarlo en el Capitolio —comentó con un gesto de desdén, que expresaba lo que sentía por aquella idea—. Lo vas a necesitar en Distrito 13, no tienes a nadie igual de brillante. Es una estupidez dejarlo aquí expuesto mientras estalla la guerra.
Miró a Sirius con cólera.
¿Cómo podía quedarse tan tranquilo mientras hablaban de dejarlo a su suerte? ¿Es que no recordaba lo que le había pasado a su padre, a lo que había arrastrado a su tío? La causa de Plutarch estaba llena de mártires. Los de ellos que no salieran de la arena serían unos, pero no había caído en cuenta con tanta claridad de que también los de afuera jugaban sus propios juegos.
¿Por qué Sirius no se indignaba? ¿Por qué no intentaba ponerse a salvo?
Johanna siempre había querido vivir. Eso siempre había estado claro para ella.
∞
Minerva
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Dom Nov 12, 2023 7:15 pm por Juno
IV. War Drums
El Capitolio
0.20hrs
Sirius
Sirius conocía bastante bien a Plutarch para saber que no había esperado esa réplica tan ácida de parte de Johanna. Él mismo no sabía por qué se sorprendió tanto al escucharla. Johanna calló a todos los demás en ese salón y Sirius no tenía claro si se suponía que tenía que responderlo. Cuando vio a Plutarch girarse en dirección a Johanna, maldijo no haber reaccionado tan rápido.
—Estamos haciendo un esfuerzo para que todos los mentores que están aquí presentes, salgan con destino al distrito trece —dijo Plutarch, mirándolo a él de soslayo. Sirius se avergonzó, recordando la enorme discusión que habían tenido. Le dijo un montón de cosas a Plutarch de las que ahora se arrepentía, pero sí que le dejó claro que si algo le pasaba a Johanna, o si no le daba prioridad, no pensaba seguir participando en la rebelión. Por suerte Plutarch cedió a sus amenazas, porque no sabría cómo mirarlo a la cara de haber tenido que cumplir sus palabras—. Para que eso suceda, necesitamos hacer algunos ajustes sobre los planes. El sinsajo es importante, pero no es toda la rebelión.
Plutarch no hizo más que terminar su discurso, cuando se abrió la puerta. Aunque él sabía que nadie fuera de los rebeldes tenía acceso a esa puerta, Sirius no pudo evitar soltar un respingo. Tan sólo respiró con alivio cuando quien apareció tras la puerta fue Cinna. Sirius y él no habían conversado más de lo necesario, pero el estilista del distrito doce también estaba comprometido hasta el cuello con el movimiento y, además, parecía dispuesto a decirle a Plutarch las cosas que no le parecían.
—La gente está preguntando por ti, vas a tener que echarme una mano —Cinna le regaló a Plutarch un gesto en apariencia despreocupado, pero que Sirius sabía que no daba espacio a segundas interpretaciones: tenía que ir a dar la cara a sus invitados. Plutarch se levantó del asiento, arreglándose la chaqueta que llevaba puesta.
—Volveremos a repasar esto una vez más la noche del desfile, para ese entonces estarán todos en el Capitolio —Plutarch no hizo ademán de dar más explicaciones, dejó zanjado el asunto y desapareció tras Cinna. Como Plutarch era la única razón para la que estuvieran todos allí, todos empezaron a dispersarse. Sirius suspiró y le echó una mirada a Johanna, quien hizo ademán de levantarse.
Miró a Cressida por un instante, quien parecía dispuesto a esperarlo para que volvieran a la fiesta juntos, pero le hizo un gesto de disculpas que ella no discutió. Sirius estaba dispuesto a enfrentarse a la estúpida cara de Finnick Odair y carraspeó para llamar la atención de él y Johanna.
—¿Te importa si hablamos un momento? —dijo, dispuesto a aguantarse un rechazo o, peor, que Finnick respondiera por ella—. Sólo serán unos minutos.
—Estamos haciendo un esfuerzo para que todos los mentores que están aquí presentes, salgan con destino al distrito trece —dijo Plutarch, mirándolo a él de soslayo. Sirius se avergonzó, recordando la enorme discusión que habían tenido. Le dijo un montón de cosas a Plutarch de las que ahora se arrepentía, pero sí que le dejó claro que si algo le pasaba a Johanna, o si no le daba prioridad, no pensaba seguir participando en la rebelión. Por suerte Plutarch cedió a sus amenazas, porque no sabría cómo mirarlo a la cara de haber tenido que cumplir sus palabras—. Para que eso suceda, necesitamos hacer algunos ajustes sobre los planes. El sinsajo es importante, pero no es toda la rebelión.
Plutarch no hizo más que terminar su discurso, cuando se abrió la puerta. Aunque él sabía que nadie fuera de los rebeldes tenía acceso a esa puerta, Sirius no pudo evitar soltar un respingo. Tan sólo respiró con alivio cuando quien apareció tras la puerta fue Cinna. Sirius y él no habían conversado más de lo necesario, pero el estilista del distrito doce también estaba comprometido hasta el cuello con el movimiento y, además, parecía dispuesto a decirle a Plutarch las cosas que no le parecían.
—La gente está preguntando por ti, vas a tener que echarme una mano —Cinna le regaló a Plutarch un gesto en apariencia despreocupado, pero que Sirius sabía que no daba espacio a segundas interpretaciones: tenía que ir a dar la cara a sus invitados. Plutarch se levantó del asiento, arreglándose la chaqueta que llevaba puesta.
—Volveremos a repasar esto una vez más la noche del desfile, para ese entonces estarán todos en el Capitolio —Plutarch no hizo ademán de dar más explicaciones, dejó zanjado el asunto y desapareció tras Cinna. Como Plutarch era la única razón para la que estuvieran todos allí, todos empezaron a dispersarse. Sirius suspiró y le echó una mirada a Johanna, quien hizo ademán de levantarse.
Miró a Cressida por un instante, quien parecía dispuesto a esperarlo para que volvieran a la fiesta juntos, pero le hizo un gesto de disculpas que ella no discutió. Sirius estaba dispuesto a enfrentarse a la estúpida cara de Finnick Odair y carraspeó para llamar la atención de él y Johanna.
—¿Te importa si hablamos un momento? —dijo, dispuesto a aguantarse un rechazo o, peor, que Finnick respondiera por ella—. Sólo serán unos minutos.
∞
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Lun Nov 13, 2023 1:38 am por Minerva
IV. War Drums
El Capitolio
0.20hrs
Johanna
Escuchar a Plutarch le revolvía el estómago. No había negado que Sirius era un recurso valioso, al contrario: así lo veía. Una pieza más en su juego de mesa. Lo peor fue que ni siquiera le dio respuesta realmente, sino que la llegada de Cinna disolvió la reunión.
Una parte de ella estaba aliviada de que terminara pero no tenía deseos de regresar tampoco. Al menos podría hablar con Finnick y quejarse de todo...
O eso creía hasta que Sirius la detuvo.
Lo miró con sorpresa contenida. No había esperado que la buscara después de como se había comportado con él la última vez que habían hablado por medio del brazalete. De la misma sorpresa no supo contestar de inmediato, y pudo sentir cómo Finnick se acercaba un poco más a ella.
—¿Quieres que volvamos juntos o te veo allá?—le preguntó a ella.
No sabía si Sirius no le caía bien a Finnick o solo disfrutaba meterse con él, pero en este momento suponía que quería ayudarla. Pero no necesiaba que la protegieran, en especial de Sirius.
—Te veo después —le replicó—. A nadie le extrañará que me pierda un tiempo con Sirius.
Se giró hacia él para brindarle su atención. También estaba enojada con él, por aceptar los estúpidos planes de Plutarch sin dudar, pero sí quería hablarle. Tal vez por lo mismo.
Finnick le lanzó una última mirada a Sirius antes de alejarse, después de estrechar un momento la mano de Johanna como despedida. Los demás parecían haberse ido ya, lo quera un alivio.
—¿De qué quieres hablar? —preguntó, porque realmente no sabía si quería retomar algo de lo que habían hablado la última vez. Desearía olvidar esa conversación—. ¿De ese plan suicida de quedarte en el Capitolio? No puedes estar pensándolo en serio.
Si lograban sacarlos de esa arena nadie que hubiera estado involucrado iba a sobrevivirlo. De solo pensarlo se le hacía un nudo en la garganta.
∞
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Lun Nov 13, 2023 11:25 pm por Juno
IV. War Drums
El Capitolio
0.20hrs
Sirius
Sirius contuvo la respiración hasta que Finnick salió por la puerta y entonces él y Johanna se quedaron a solas. La última vez que habían hablado, tenía la sensación que no iban a poder estar así, a solas, tan cerca, de nuevo. Sin embargo, Johanna no la dejó saborear esta pequeña victoria porque empezó a hacerle reproches.
La pregunta de Johanna sonó como un látigo, resonó tan fuerte que Sirius retrocedió un par de pasos, como si quisiera poder recalcular lo que tenía que decir. Parpadeó varias veces, mientras sopesaba su respuesta. Tenía la impresión de que, dijera lo que dijera, de todas formas iba a hacerla enfadar.
Quiso decirle que no tenía ningún derecho a hablar en ese tono, que él ya estaba cansado de sus inútiles reproches, de su actitud. Sirius estaba cansado de que Johanna lo cuestionara constantemente y que hablara despectivamente de todo en cuanto ponía un pie en el Capitolio. Tenía ganas de decirle que ella jamás podría ponerse en su lugar: que ella no tenía la más mínima idea de lo que se sentía irse a dormir todas las noches sabiendo que tendría que traicionar a su familia, a sus amigos, por una causa mayor. Que tenía que dejar gente atrás, porque era lo correcto.
Sirius estaba cansado, hastiado, de tener que hacer lo correcto.
Sin embargo, cuando la miró a los ojos, se dio cuenta de que no podía decirle nada de eso. Él, a diferencia de Johanna, sabía bien que toda esa rabia no iba contra ella realmente. Sirius era consciente de que ambos estaban en un tablero que era mucho más grande y que las circunstancias los superaban.
—No puedo adulterar la arena desde tan larga distancia, porque a mayor distancia es más probable que puedan interceptar la señal. Voy a estar hospedado en un hotel contiguo a donde están los vigilantes de los juegos. Se supone que voy a dar una fiesta infinita hasta que acabe el vasallaje —le explicó, con calma, acercándose de nuevo hacia ella. Cuando la miró a los ojos, Sirius tuvo ganas de tomarla del rostro, o por la cintura, porque la necesitaba cerca, pero no se atrevió pues no quería cometer más errores—. Tengo que quedarme atrás porque es la única forma de asegurarme de que van a poder salir a salvo. De que tú vas a estar a salvo.
Sirius no estaba seguro si ser sincero justo en este momento era buena idea. Pero suponía que lo peor que podía pasar era que Johanna le gritara.
—Te daré datos de la arena, los suficientes para que puedas mantenerte fuera del peligro sin que parezca demasiado obvio que conoces algo de antemano —dijo, encogiéndose de hombros y apretando los labios, pues le iba a cabrear lo que diría a continuación—. Para que también puedas mantener a Finnick a flote, para que te compense un poco tener que salvar a Everdeen.
La pregunta de Johanna sonó como un látigo, resonó tan fuerte que Sirius retrocedió un par de pasos, como si quisiera poder recalcular lo que tenía que decir. Parpadeó varias veces, mientras sopesaba su respuesta. Tenía la impresión de que, dijera lo que dijera, de todas formas iba a hacerla enfadar.
Quiso decirle que no tenía ningún derecho a hablar en ese tono, que él ya estaba cansado de sus inútiles reproches, de su actitud. Sirius estaba cansado de que Johanna lo cuestionara constantemente y que hablara despectivamente de todo en cuanto ponía un pie en el Capitolio. Tenía ganas de decirle que ella jamás podría ponerse en su lugar: que ella no tenía la más mínima idea de lo que se sentía irse a dormir todas las noches sabiendo que tendría que traicionar a su familia, a sus amigos, por una causa mayor. Que tenía que dejar gente atrás, porque era lo correcto.
Sirius estaba cansado, hastiado, de tener que hacer lo correcto.
Sin embargo, cuando la miró a los ojos, se dio cuenta de que no podía decirle nada de eso. Él, a diferencia de Johanna, sabía bien que toda esa rabia no iba contra ella realmente. Sirius era consciente de que ambos estaban en un tablero que era mucho más grande y que las circunstancias los superaban.
—No puedo adulterar la arena desde tan larga distancia, porque a mayor distancia es más probable que puedan interceptar la señal. Voy a estar hospedado en un hotel contiguo a donde están los vigilantes de los juegos. Se supone que voy a dar una fiesta infinita hasta que acabe el vasallaje —le explicó, con calma, acercándose de nuevo hacia ella. Cuando la miró a los ojos, Sirius tuvo ganas de tomarla del rostro, o por la cintura, porque la necesitaba cerca, pero no se atrevió pues no quería cometer más errores—. Tengo que quedarme atrás porque es la única forma de asegurarme de que van a poder salir a salvo. De que tú vas a estar a salvo.
Sirius no estaba seguro si ser sincero justo en este momento era buena idea. Pero suponía que lo peor que podía pasar era que Johanna le gritara.
—Te daré datos de la arena, los suficientes para que puedas mantenerte fuera del peligro sin que parezca demasiado obvio que conoces algo de antemano —dijo, encogiéndose de hombros y apretando los labios, pues le iba a cabrear lo que diría a continuación—. Para que también puedas mantener a Finnick a flote, para que te compense un poco tener que salvar a Everdeen.
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Juno
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Miér Nov 15, 2023 11:58 pm por Minerva
IV. War Drums
El Capitolio
0.20hrs
Johanna
Había creído que sería más incómodo ver a Sirius de nuevo, después de su discusión, pero sentir tan cerca la muerte cambiaba las perspectivas. Seguía pareciéndole un disparate que se expusiera de esa forma, aunque su explicación sonaba lógica.
—Una fiesta infinita, claro —comentó, sonriendo con ironía—. Como un funeral adelantado. ¿Realmente crees que no te van a descubrir?
Aquella idea le angustiaba. Ellos, los Vencedores, no tenían opción. Estaban en las garras del Capitolio. Pero Sirius... Sirius no tenía por qué estar en peligro. Eso había dicho una vez su tío Aaron sobre Flavius. Suponía que como tal padre tal hijo. Poniendo la vida en riesgo por los Distritos.
Sintió un nudo en la garganta cuando habló ponerla a ella específicamente a salvo, pero no pudo replicar nada antes de que siguiera hablando y dijera que le daría datos, y que podría poner a salvo a Finnick.
Eso último le hizo soltar una risita incrédula.
—Ya tengo bastantes vidas que cuidar con la del Sinsajo y los otros vencedores que haya que cuidar. Finnick para variar sí puede cuidarse solo —replicó, porque era más fácil lidiar con eso que con el comentario tan sentido de Sirius. Pero cuando lo vio a los ojos supo que no podía ignorarlo del todo. No pensando que ella podría salir y él no—. Dime que vas a tener una vía para salir del Capitolio después de nosotros. Por favor.
Si iban a desterrarse al Distrito 13 quería estar segura de que Sirius llegaría allí también. Si se quedaba atrás, podría ser su final. Al pensarlo, extendió una mano hacia Sirius, tomándolo del brazo.
—Mientras esté en la Arena no puedo preocuparme por ti —dijo con toda la dureza de la que fue capaz. Tenía que mantenerse firme—. Snow cree que no me importa nadie y así tiene que seguir. No quiero estar pensando que nos vas a sacar de ahí y a cambio de eso van a terminar contigo.
A último momento cambió sus palabras para no decirle que iba a terminar como su padre.
∞
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Jue Nov 16, 2023 3:55 pm por Juno
IV. War Drums
El Capitolio
0.20hrs
Sirius
Sirius no podía evitar sentirse sorprendido. La última vez que habían hablado, Johanna estaba muy enfadada con él porque estaba convencida de que le ocultó información. Ahora, después de la reunión, nada de eso parecía ser un problema para ella. Al contrario, parecía que estaba angustiada por su bienestar. Sirius no estaba seguro de cómo se sentía al respecto, porque cada vez que tenía la sensación de que empezaba a conocer mejor a Johanna, de que ella confiaba realmente en él, algo pasaba que le hacía creer lo contrario.
Así que ahora quería ser prudente, quería irse de puntillas en esta conversación, porque tenía la sensación de que era mejor así. No estaba seguro de cómo debía responder ante su “funeral anticipado”, porque hasta ahora confiaba en no ser descubierto.
—He cuidado cada detalle hasta el momento… —le aseguró, encogiéndose de hombros y mirándola a los ojos—. Además, a nadie le va a extrañar. Desde que papá… —Sirius notó el cambio en el ambiente apenas mencionó a su padre. A veces no estaba seguro si era por los recuerdos, o porque Johanna le guardaba rencor. Nunca habían tenido esa conversación, así que decidió que era mejor evitar ese tema y carraspeó antes de continuar con torpeza—: Suelo dar fiestas para los Juegos del Hambre. Si no diera una fiesta, eso sería lo sospechoso.
Sirius lo había pensado bien, hasta el momento se estaba cuidando las espaldas y, por lo que sabía, nadie estaba vigilándolo. Ni tampoco a nadie de su familia. El presidente Snow era arrogante y, por suerte, tanto su madre como su hermano seguían comportándose de manera tan estrafalaria y superficial, que a nadie se les ocurriría asociarlo con los rebeldes. Sirius tan sólo se limitaba a aparentar y mantener un bajo perfil.
—Tengo un asentamiento bajo tierra en el Capitolio que no puede ser rastreado, la idea de Plutarch es que les pueda dar acceso a su red militar, pero eso está incompleto todavía. Así que les ganaré tiempo —Sirius también quiso explicarle que, en el fondo, quería explicarle que no estaba seguro de dejar atrás a su madre y a su hermano. No sabía si eso era lo que su padre hubiera querido, pero tenía que empezar a tomar a decisiones como su Sirius y no como si él fuera su padre. Sirius todavía se resistía a dejar a su suerte a su familia, incluso si estaba comprometido con la rebelión.
No pudo evitar tomarla del brazo cuando la escuchó hablar sobre preocuparse por él. Sirius no estaba seguro si Johanna lo estaba diciendo como una advertencia, o si todavía seguía molesto, pero él lo tenía bastante claro. Cuando se inclinó hacia ella, notó que Johanna, a pesar de resultarle intimidante prácticamente todo el tiempo, en realidad era bastante bajita en comparación con él. Sirius podía sentir la respiración de Johanna acariciándole las mejillas y sentía el aire atorado en la garganta.
—No, escúchame, no se te ocurra preocuparte por nadie fuera de la arena. No tienes tiempo para esas nimiedades, lo único que importa apenas pises esa arena, es que sobrevivas. Voy a estar viéndote todo el tiempo, te lo prometo, pero olvídate de mí, de Plutarch, de cualquier cosa que te distraiga —le pidió, todavía sin soltarla y tampoco sin quitarle la vista de encima—. Te mandaré armas y recursos para que puedas ponerte a salvo. Johanna, si algo pasa, sólo sálvate, ¿entiendes? Con o sin la Sinsajo, la rebelión no se va a detener.
Así que ahora quería ser prudente, quería irse de puntillas en esta conversación, porque tenía la sensación de que era mejor así. No estaba seguro de cómo debía responder ante su “funeral anticipado”, porque hasta ahora confiaba en no ser descubierto.
—He cuidado cada detalle hasta el momento… —le aseguró, encogiéndose de hombros y mirándola a los ojos—. Además, a nadie le va a extrañar. Desde que papá… —Sirius notó el cambio en el ambiente apenas mencionó a su padre. A veces no estaba seguro si era por los recuerdos, o porque Johanna le guardaba rencor. Nunca habían tenido esa conversación, así que decidió que era mejor evitar ese tema y carraspeó antes de continuar con torpeza—: Suelo dar fiestas para los Juegos del Hambre. Si no diera una fiesta, eso sería lo sospechoso.
Sirius lo había pensado bien, hasta el momento se estaba cuidando las espaldas y, por lo que sabía, nadie estaba vigilándolo. Ni tampoco a nadie de su familia. El presidente Snow era arrogante y, por suerte, tanto su madre como su hermano seguían comportándose de manera tan estrafalaria y superficial, que a nadie se les ocurriría asociarlo con los rebeldes. Sirius tan sólo se limitaba a aparentar y mantener un bajo perfil.
—Tengo un asentamiento bajo tierra en el Capitolio que no puede ser rastreado, la idea de Plutarch es que les pueda dar acceso a su red militar, pero eso está incompleto todavía. Así que les ganaré tiempo —Sirius también quiso explicarle que, en el fondo, quería explicarle que no estaba seguro de dejar atrás a su madre y a su hermano. No sabía si eso era lo que su padre hubiera querido, pero tenía que empezar a tomar a decisiones como su Sirius y no como si él fuera su padre. Sirius todavía se resistía a dejar a su suerte a su familia, incluso si estaba comprometido con la rebelión.
No pudo evitar tomarla del brazo cuando la escuchó hablar sobre preocuparse por él. Sirius no estaba seguro si Johanna lo estaba diciendo como una advertencia, o si todavía seguía molesto, pero él lo tenía bastante claro. Cuando se inclinó hacia ella, notó que Johanna, a pesar de resultarle intimidante prácticamente todo el tiempo, en realidad era bastante bajita en comparación con él. Sirius podía sentir la respiración de Johanna acariciándole las mejillas y sentía el aire atorado en la garganta.
—No, escúchame, no se te ocurra preocuparte por nadie fuera de la arena. No tienes tiempo para esas nimiedades, lo único que importa apenas pises esa arena, es que sobrevivas. Voy a estar viéndote todo el tiempo, te lo prometo, pero olvídate de mí, de Plutarch, de cualquier cosa que te distraiga —le pidió, todavía sin soltarla y tampoco sin quitarle la vista de encima—. Te mandaré armas y recursos para que puedas ponerte a salvo. Johanna, si algo pasa, sólo sálvate, ¿entiendes? Con o sin la Sinsajo, la rebelión no se va a detener.
∞
Juno
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Sáb Nov 18, 2023 12:44 am por Minerva
IV. War Drums
El Capitolio
0.20hrs
Johanna
Johanna nunca había sido buena con la emociones.
Su tío Aaron le había advertido siempre que en Panem, en especial en el Capitolio, las emociones podían ser su perdición. Había aprendido a canalizar todo en enojo, pero ya la última vez que había hablado con Sirius había dejado que todo fuera enojo y habían terminado muy mal.
No podía dejar de pensar que esta podía ser la última vez que hablara con él y no quería terminar igual que la última vez. Aunque oírlo hablar de fiestas durante los Juegos del Hambre empezaba a enfadarla, igual que escuchar todo lo que iba a hacer por Plutarch en lugar de ponerse a salvo.
Intentó darle la espalda cuando le dijo que no podía preocuparse por él, pero cuando Sirius la sujetó no tuvo opción. De repente estaba muy cerca, sentía su aliento en el rostro y lo que decía no tenía el menor sentido. Cerró los ojos, intentando concentrarse en lo que decía.
—No me mandes nada —negó, sacudiendo la cabeza, todavía con los ojos cerrados. Como si así pudiera evitar su proximidad—. No quiero que te relacionen conmigo. Snow tiene que seguir pensando que no tengo a nadie.
Tragó grueso cuando escuchó sus propias palabras.
No tenía a nadie. Esa era la verdad. ¿Por qué estaba dando a entender que tenía a Sirius? ¿Por qué creía eso? No tenía el menor control sobre él, o podría sacarlo del Capitolio antes de que muriera en una misión suicida. Pero nunca había tenido ese poder, o ninguno.
Abrió los ojos y se encontró la mirada de Sirius muy de cerca. Tragó grueso, inquieta por cómo se tomaría lo que acababa de decir.
—Voy a centrarme en sobrevivir —le prometió—. Pero tienes que darme razones para pensar que vas a estar a salvo y te voy a ver en el Distrito 13 si salgo de ahí. Con el Sinsajo, porque los dos sabemos que sin ella no es opción, aunque digas lo contrario.
Tenía que ser fuerte. Tenía que sobrevivir. No podía esconderse en la Arena y dejar a los demás matarse como la última vez, esperando los regalos de un patrocinador dedicado a salvarla. Esta vez la historia sería muy diferente.
Ella era muy diferente, y eso le daba miedo. Estrechó con fuerza la muñeca de la mano con la que Sirius la sujetaba.
—Dedícate a salir tú mismo con vida de aquí —le pidió—. Será más fácil que pensar que estás centrado en eso a que vas a estar pendiente de mí. No puedo tener a nadie que le importe.
∞
Minerva
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Dom Nov 19, 2023 11:22 pm por Juno
IV. War Drums
El Capitolio
0.20hrs
Sirius
Hasta ahora, Sirius se sentía orgulloso de estar llevando una conversación civilizada, sin caer en discusiones inútiles. Pero entonces Johanna dijo que no le mandara armas a las arena y Sirius soltó un respingo, incapaz de contenerse por lo que acababa de escuchar.
Retrocedió un par de pasos, mirándola de hito en hito, procesando lo que le acababa de decir. ¿Johanna se había vuelto loca? Aunque él pudiera tener acceso a la Arena, lo cierto era que había sido construida de una manera diferente: este año no iban a tener a tributos temblorosos e inexpertos, los vencedores ya sabían cómo matar y la gente esperaba un espectáculo nunca antes visto. ¿Cómo demonios pensaba que iba a dejarla a su suerte?
—No me puedes estar hablando en serio, Johanna… —Sirius negó con la cabeza. Sabía que, tarde o temprano, iban a discutir, pero no se imaginó que sería por esto. Si Johanna pensaba que él sería capaz de hacer semejante cosa, entonces no lo conocía en absoluto—: ¿Acaso crees que eso nos beneficia? Si no te mando armas o provisiones todo el mundo me va a preguntar por qué. Todo el mundo nos ha visto juntos. Mis amigos están convencidos de que…
“Mis amigos están convencidos de que estoy locamente enamorado de ti” quiso decirle, pero Sirius estaba cansado de ponerse en evidencia, de sentirse como un estúpido. Tenía la boca seca y sabía bien que Johanna no estaría dispuesta a cooperar ni razonar con él.
Aunque le estuviera diciendo que ella iba a centrarse en sobrevivir, Sirius no podía quedarse de brazos cruzados. Desde que se habían conocido, desde que su padre le pidió que, por favor, aceptara pasar tiempo a solas con ella, incluso si no intercambiaban palabra, Sirius no ha hecho otra cosa que preocuparse por Johanna. Desde la muerte de su padre no ha podido sacársela de la cabeza todo el tiempo. En cada momento del día la recuerda, sueña con ella y desde la Cosecha todas las noches se duerme con náuseas imaginando qué puede pasar.
—Deja de ser tan terca y estúpida, tienes que dejar que cuide de ti, es la única cosa que me mantiene cuerdo —Sirius no estaba pensando cuando la tomó por la cintura, ni tampoco pensaba cuando buscó sus labios. Besó a Johanna con fuerza, en un gesto desesperado, atrapándole el rostro con ambas manos. La besó con todo el cuerpo, quedándose sin aire en el proceso, subiéndola por la cintura hasta dejarla sentada en el borde de la mesa que minutos atrás estaban usando para hablar de esta maldita rebelión.
Retrocedió un par de pasos, mirándola de hito en hito, procesando lo que le acababa de decir. ¿Johanna se había vuelto loca? Aunque él pudiera tener acceso a la Arena, lo cierto era que había sido construida de una manera diferente: este año no iban a tener a tributos temblorosos e inexpertos, los vencedores ya sabían cómo matar y la gente esperaba un espectáculo nunca antes visto. ¿Cómo demonios pensaba que iba a dejarla a su suerte?
—No me puedes estar hablando en serio, Johanna… —Sirius negó con la cabeza. Sabía que, tarde o temprano, iban a discutir, pero no se imaginó que sería por esto. Si Johanna pensaba que él sería capaz de hacer semejante cosa, entonces no lo conocía en absoluto—: ¿Acaso crees que eso nos beneficia? Si no te mando armas o provisiones todo el mundo me va a preguntar por qué. Todo el mundo nos ha visto juntos. Mis amigos están convencidos de que…
“Mis amigos están convencidos de que estoy locamente enamorado de ti” quiso decirle, pero Sirius estaba cansado de ponerse en evidencia, de sentirse como un estúpido. Tenía la boca seca y sabía bien que Johanna no estaría dispuesta a cooperar ni razonar con él.
Aunque le estuviera diciendo que ella iba a centrarse en sobrevivir, Sirius no podía quedarse de brazos cruzados. Desde que se habían conocido, desde que su padre le pidió que, por favor, aceptara pasar tiempo a solas con ella, incluso si no intercambiaban palabra, Sirius no ha hecho otra cosa que preocuparse por Johanna. Desde la muerte de su padre no ha podido sacársela de la cabeza todo el tiempo. En cada momento del día la recuerda, sueña con ella y desde la Cosecha todas las noches se duerme con náuseas imaginando qué puede pasar.
—Deja de ser tan terca y estúpida, tienes que dejar que cuide de ti, es la única cosa que me mantiene cuerdo —Sirius no estaba pensando cuando la tomó por la cintura, ni tampoco pensaba cuando buscó sus labios. Besó a Johanna con fuerza, en un gesto desesperado, atrapándole el rostro con ambas manos. La besó con todo el cuerpo, quedándose sin aire en el proceso, subiéndola por la cintura hasta dejarla sentada en el borde de la mesa que minutos atrás estaban usando para hablar de esta maldita rebelión.
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Lun Nov 20, 2023 9:44 pm por Minerva
IV. War Drums
El Capitolio
0.20hrs
Johanna
No había esperado que Sirius se enfadara tanto con sus palabras. Sabía que lo que decía tenía lógica, pero Sirius lo veía muy diferente. No podía rebatirle cómo lo vería la gente del Capitolio, pero tenía miedo por él. Una de sus armas era ser intocable porque Snow no tenía con quién hacerle daño, pero desde que Plutarch dijo que lo dejarían en el Capitolio se dio cuenta que no podía soportar la idea de que le pasara algo.
Era una debilidad, y Snow la iba a usar contra ella.
Iba a replicar a eso, pero no le dio tiempo, porque Sirius se había enojado demasiado. Abrió la boca con indignación cuando le dijo terca y estúpida, pero no llegó a responder porque de repente estaba sobre ella y la estaba besando.
La estaba besando.
Su cerebro tardó más tiempo que su cuerpo en procesar lo que estaba pasando. Las manos de Sirius estaban en su cara, y después en la cintura. Sus labios estaban sobre los de ella y después estaba sobre la mesa. Johanna no fue consciente de cuándo sus manos se aferraron con fuerza a la espalda de Sirius, ni cómo rodeó la cintura de Sirius con las piernas, acercándolo hacia ella.
Lo que más había odiado y repudiado de la gente del Capitolio, ese deseo de acercarse a ella y usarla, no tenía nada que ver con esto. Ella deseaba esto. Con todo su cuerpo. Nunca había deseado algo como a Sirius en ese momento.
De repente estaba furiosa, pero no con él.
Estaba furiosa con el Capitolio por robarle esto. Por mandarla a la Arena para encontrarlo y saber que no iba a poder tenerlo de nuevo. Podría estar muerta en pocos días.
Separó sus labios con violencia de los de Sirius, y lo miró a los ojos con la respiración agitada.
—Si saben que me importas pueden matarte para hacerme daño —le dijo con la voz entrecortada. Era una advertencia. Tenía que decírselo, aunque tenía que saberlo ya—. Nadie puede saber esto.
Acarició el mentón de Sirius para acompañar sus palabras. Quería besarlo de nuevo. No sabía desde cuándo lo deseaba, pero ahora que lo había probado no quería dejarlo.
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Sáb Nov 25, 2023 12:18 am por Juno
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El Capitolio
0.20hrs
Sirius
Las piernas de Johanna estaban rodeándole la cintura.
Las piernas de Johanna.
Sirius trataba de procesar lo que estaba pasando, al mismo tiempo que continuaba aferrándose a ella como si no tuviera más opción que esa. No estaba seguro si iba a arrepentirse más adelante de lo que acababa de hacer, pero ya no tenía la sensación de que iba a ahogarse de un momento a otro.
Cuando se separaron, Sirius escuchó con atención las palabras de Johanna. Sabía que ella tenía razón, lo mejor era que esto no se supiera. Pero, después de todo, ¿a quién iban a contárselo? Sirius estaba rodeado de gente, eso era cierto, pero realmente no tenía amigos en el Capitolio, y tampoco podía contar con su familia. Así que esto era un secreto que le tocaba cargar solo, para protegerse a sí mismo, pero, sobre todo, protegerla a ella.
Sirius no pudo evitar preguntarse qué pensaría su padre de saber esto. Hasta ahora había seguido al pie de la letra lo que su padre le había pedido. Éste quería que cuidara de Johanna, porque era más sencillo para él hacerlo.
—¿A quién crees que se lo voy a decir? No es como que tenga muchas oportunidades. Quizás a Plutarch, si queremos que le dé un infarto —comentó con una media sonrisa, acariciándole la mejilla y permitiéndose por un instante disfrutar de este momento. ¿Hacía cuánto tiempo estaba deseando besarla? Quizás demasiado tiempo.
Sirius volvió a besarla, esta vez en ambas mejillas, en un gesto mucho más despacio, con más calma, para engañarse a sí mismo de que tenían todo el tiempo del mundo cuando en realidad todo lo que tenían era robado. Todo era tiempo del Capitolio, o de la rebelión de Plutarch. Tiempo prestado tanto de su padre como el tío de Johanna.
—Realmente odio que te hagan pasar por esto de nuevo. Si de algo sirve, quizás cause un efecto rebote. Hay gente que está pidiendo que no haya Juegos este año. Nunca pensé que escucharía algo como eso abiertamente, pero aquí estamos… —se encogió de hombros, frotando sus manos con las de Johanna—. No me importa lo que pienses, no pienso dejar de mandarte ayuda en la arena. No estoy dispuesto a permitir que Snow vuelva a quitarme a nadie más.
Sirius, a trompicones, comprendió que la causa de su padre era más grande que él mismo. Flavius Dovecote murió pensando así, pero Sirius no tenía madera de mártir. Él quería ver muerto a Snow pero, sobre todo, quería que Johanna viviese.
Las piernas de Johanna.
Sirius trataba de procesar lo que estaba pasando, al mismo tiempo que continuaba aferrándose a ella como si no tuviera más opción que esa. No estaba seguro si iba a arrepentirse más adelante de lo que acababa de hacer, pero ya no tenía la sensación de que iba a ahogarse de un momento a otro.
Cuando se separaron, Sirius escuchó con atención las palabras de Johanna. Sabía que ella tenía razón, lo mejor era que esto no se supiera. Pero, después de todo, ¿a quién iban a contárselo? Sirius estaba rodeado de gente, eso era cierto, pero realmente no tenía amigos en el Capitolio, y tampoco podía contar con su familia. Así que esto era un secreto que le tocaba cargar solo, para protegerse a sí mismo, pero, sobre todo, protegerla a ella.
Sirius no pudo evitar preguntarse qué pensaría su padre de saber esto. Hasta ahora había seguido al pie de la letra lo que su padre le había pedido. Éste quería que cuidara de Johanna, porque era más sencillo para él hacerlo.
—¿A quién crees que se lo voy a decir? No es como que tenga muchas oportunidades. Quizás a Plutarch, si queremos que le dé un infarto —comentó con una media sonrisa, acariciándole la mejilla y permitiéndose por un instante disfrutar de este momento. ¿Hacía cuánto tiempo estaba deseando besarla? Quizás demasiado tiempo.
Sirius volvió a besarla, esta vez en ambas mejillas, en un gesto mucho más despacio, con más calma, para engañarse a sí mismo de que tenían todo el tiempo del mundo cuando en realidad todo lo que tenían era robado. Todo era tiempo del Capitolio, o de la rebelión de Plutarch. Tiempo prestado tanto de su padre como el tío de Johanna.
—Realmente odio que te hagan pasar por esto de nuevo. Si de algo sirve, quizás cause un efecto rebote. Hay gente que está pidiendo que no haya Juegos este año. Nunca pensé que escucharía algo como eso abiertamente, pero aquí estamos… —se encogió de hombros, frotando sus manos con las de Johanna—. No me importa lo que pienses, no pienso dejar de mandarte ayuda en la arena. No estoy dispuesto a permitir que Snow vuelva a quitarme a nadie más.
Sirius, a trompicones, comprendió que la causa de su padre era más grande que él mismo. Flavius Dovecote murió pensando así, pero Sirius no tenía madera de mártir. Él quería ver muerto a Snow pero, sobre todo, quería que Johanna viviese.
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Jue Nov 30, 2023 12:56 am por Minerva
IV. War Drums
El Capitolio
0.20hrs
Johanna
Estrechó el lazo de sus piernas en torno a la cintura de Sirius. No quería que se apartara y rompiera el momento. Se dejó besar en las mejillas y cerró los ojos cuando acarició su rostro. Después apoyó la frene en su hombro. ¿Qué estaban haciendo?
¿Estaba poniendo en peligro todo? Como su tío y el señor Davocote.
Suspiró mientras escuchaba a Sirius y le dio un suave puñetazo en el pecho cuando bromeó con decirle a Plutarch. La última persona que quería opinando sobre su vida.
—Plutarch no tendrá nada bueno que decir sobre esto, No veo necesario que lo sepa todavía. —al menos ella no tenía la menor intención de decirle nada y sentirlo juzgarlos todo el tiempo, como si tuviera derecho a opinar—. No van a cancelar los juegos, la gente delira si cree que pedir todo eso va a lograr algo.
No sentía la menor esperanza de que algo la salvara de la arena. Al menos tenía la certeza ahora de que Sirius iba a trabajar para ella.
—Trata de no ser muy evidente con cuánto me apoyas.Yo haré algún comentario en la arena sobre lo sola que estoy, para que nadie te relacione conmigo de ser posible.[/b]
Esto recién estaba sucediendo y ya tenía que negarlo para lograr manenerlo.
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Dom Dic 03, 2023 11:04 pm por Juno
IV. War Drums
El Capitolio
0.20hrs
Sirius
Sirius estrechó a Johanna con tanta fuerza que tenía la sensación de que, de un momento a otro, acabarían fundiéndose en un solo cuerpo. Apenas podía procesar lo que estaba pasado, pues hace tan sólo unos minutos atrás todavía estaban hablando de la rebelión y estaban en presencia de otras personas.
Soltó una risita cuando ella mencionó a Plutarch. Johanna quizás no lo había notado, pero tenía una forma muy particular de hablar de Plutarch. Era obvio que para ella, Plutarch no era más que un arma de doble filo. La entendía, por supuesto, a pesar de que él le tuviera un cariño sincero a Plutarch, sabía que éste estaba dispuesto a sacrificar muchas cosas en el nombre de la rebelión. Él también estaba dispuesto a hacer unas cuantas cosas, pero, a diferencia de Plutarch, era muy consciente de que había un límite que no estaba dispuesto a cruzar.
Fue por eso que se enfadó tanto con él cuando no le avisó sobre las nuevas reglas para el Vasallaje.
—No te preocupes, te prometo que no le contaré a Plutarch. A nadie. En el Capitolio los ánimos están demasiado caldeados por los Juegos, mis amigos ya van a estar demasiado entretenidos como para preocuparse por mi vida amorosa —Sirius volvió a besarla, pues se sentía valiente, completo, como no lo había estado nunca antes.
Sabía que no iba a detener los juegos, que era imposible, pero Sirius quería asegurarse de que todo iba a salir bien. Iba a hacer estricto con la manipulación de la Arena y se aseguraría que Johanna estuviera a salvo. Al momento de escapar, se aseguraría que ella estuviera a salvo en el Distrito Trece.
Para él, no había nada más importante. Estaría dispuesto a pagar cualquier precio en su persona, si eso significaba que Johanna estuviera bien.
—Haz lo que tengas que hacer para protegerte. Incluso si dejas de ver lo enfadada que estás al momento de las entrevistas, hazlo. Sé que no me vas a creer, pero hay mucha gente del Capitolio que no está de acuerdo con estos Juegos del Hambre. Yo sé que tienes razón, eso no va a detener a Snow, pero quizás ese descontento puede servir para más adelante, cuando estemos en plena rebelión… —Sirius la tomó de las manos, acariciándole el dorso con mucho cuidado—. Te prometo que haré todo lo que esté de mi parte para mantenerme a salvo aquí. Tengo dónde esconderme sin dejar rastro en caso de ser necesario y espero dar señales de vida cuando estés en el Distrito Trece.
Sirius no estaba seguro si estaba bien que hablara de esa forma, pero quería que supiera que no iba a ser un imprudente.
Soltó una risita cuando ella mencionó a Plutarch. Johanna quizás no lo había notado, pero tenía una forma muy particular de hablar de Plutarch. Era obvio que para ella, Plutarch no era más que un arma de doble filo. La entendía, por supuesto, a pesar de que él le tuviera un cariño sincero a Plutarch, sabía que éste estaba dispuesto a sacrificar muchas cosas en el nombre de la rebelión. Él también estaba dispuesto a hacer unas cuantas cosas, pero, a diferencia de Plutarch, era muy consciente de que había un límite que no estaba dispuesto a cruzar.
Fue por eso que se enfadó tanto con él cuando no le avisó sobre las nuevas reglas para el Vasallaje.
—No te preocupes, te prometo que no le contaré a Plutarch. A nadie. En el Capitolio los ánimos están demasiado caldeados por los Juegos, mis amigos ya van a estar demasiado entretenidos como para preocuparse por mi vida amorosa —Sirius volvió a besarla, pues se sentía valiente, completo, como no lo había estado nunca antes.
Sabía que no iba a detener los juegos, que era imposible, pero Sirius quería asegurarse de que todo iba a salir bien. Iba a hacer estricto con la manipulación de la Arena y se aseguraría que Johanna estuviera a salvo. Al momento de escapar, se aseguraría que ella estuviera a salvo en el Distrito Trece.
Para él, no había nada más importante. Estaría dispuesto a pagar cualquier precio en su persona, si eso significaba que Johanna estuviera bien.
—Haz lo que tengas que hacer para protegerte. Incluso si dejas de ver lo enfadada que estás al momento de las entrevistas, hazlo. Sé que no me vas a creer, pero hay mucha gente del Capitolio que no está de acuerdo con estos Juegos del Hambre. Yo sé que tienes razón, eso no va a detener a Snow, pero quizás ese descontento puede servir para más adelante, cuando estemos en plena rebelión… —Sirius la tomó de las manos, acariciándole el dorso con mucho cuidado—. Te prometo que haré todo lo que esté de mi parte para mantenerme a salvo aquí. Tengo dónde esconderme sin dejar rastro en caso de ser necesario y espero dar señales de vida cuando estés en el Distrito Trece.
Sirius no estaba seguro si estaba bien que hablara de esa forma, pero quería que supiera que no iba a ser un imprudente.
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