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Juno
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Recuerdo del primer mensaje :
Han pasado casi setenta y cinco años desde el fin de los Días Oscuros, la destrucción del Distrito 13 y la instauración de los Juegos de Hambre en Panem. Aunque a simple vista todo sigue exactamente igual, con el presidente Snow controlando el poder de todo el país, las chispas de la rebelión están a punto de estallar. El gobierno está preparando una nueva versión del Vasallaje de los Veinticinco y, con Plutarch Heavensbee como nuevo Vigilante Jefe, la nueva edición de los Juegos del Hambre está llena de grandes expectativas para los ciudadanos del Capitolio.
Después de la muerte de su padre, Sirius no tiene más remedio que seguir aparentando lealtad al presidente como única forma de sobrevivir. Lleva meses alimentando odio en su corazón contra el hombre que mandó ejecutar a su padre y además lo hizo parecer como un lamentable accidente. Sirius llena sus días trabajando para Plutarch, apoyando fervientemente su rebelión como la única manera que tiene de honrar la memoria de su padre.
En el Distrito Siete, Johanna vive por su cuenta en la Villa de los Vencedores, con el único consuelo de que, después de la muerte de su tío, el presidente Snow ya no tiene absolutamente nada con qué manipularla. Está decidida a honrar la memoria de Aaron, así que, cada vez que viaja al Capitolio contra su voluntad, escucha y recaba información a cuentagotas de la rebelión que parece inevitable. Johanna está lista para que el golpe al gobierno se dé en el momento exacto, no hay nada que añore más que ver caer al presidente Snow y todos quienes le son leales.
Cada vez que Sirius y Johanna se ven, es inevitable que recuerden las pérdidas que han sufrido ambos y de cómo sus historias se entrecruzaron sin que ninguno de los dos lo pidiera. Sirius es el contacto de Johanna con los rebeldes y cada vez que están a solas, mientras para el resto de los ciudadanos están tan sólo disfrutando de la compañía del otro, ambos están intercambiando información, soñando juntos con la caída del gobierno.
Aunque ninguno de los dos acepta del todo la presencia del otro, a pesar de que nunca hayan terminado de entenderse, el odio que ambos profesan al Capitolio los convierte en los mejores aliados.
» Even if the sky is falling down I know that we'll be safe and sound
INSPIRED
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The Hunger Games
"You'll still be standing next to me
You could be my luck
Even if we're six feet underground
I know that we'll be safe and sound"
Sirius y Johanna se desprenden de esta tramita.
You could be my luck
Even if we're six feet underground
I know that we'll be safe and sound"
Sirius y Johanna se desprenden de esta tramita.
Han pasado casi setenta y cinco años desde el fin de los Días Oscuros, la destrucción del Distrito 13 y la instauración de los Juegos de Hambre en Panem. Aunque a simple vista todo sigue exactamente igual, con el presidente Snow controlando el poder de todo el país, las chispas de la rebelión están a punto de estallar. El gobierno está preparando una nueva versión del Vasallaje de los Veinticinco y, con Plutarch Heavensbee como nuevo Vigilante Jefe, la nueva edición de los Juegos del Hambre está llena de grandes expectativas para los ciudadanos del Capitolio.
Después de la muerte de su padre, Sirius no tiene más remedio que seguir aparentando lealtad al presidente como única forma de sobrevivir. Lleva meses alimentando odio en su corazón contra el hombre que mandó ejecutar a su padre y además lo hizo parecer como un lamentable accidente. Sirius llena sus días trabajando para Plutarch, apoyando fervientemente su rebelión como la única manera que tiene de honrar la memoria de su padre.
En el Distrito Siete, Johanna vive por su cuenta en la Villa de los Vencedores, con el único consuelo de que, después de la muerte de su tío, el presidente Snow ya no tiene absolutamente nada con qué manipularla. Está decidida a honrar la memoria de Aaron, así que, cada vez que viaja al Capitolio contra su voluntad, escucha y recaba información a cuentagotas de la rebelión que parece inevitable. Johanna está lista para que el golpe al gobierno se dé en el momento exacto, no hay nada que añore más que ver caer al presidente Snow y todos quienes le son leales.
Cada vez que Sirius y Johanna se ven, es inevitable que recuerden las pérdidas que han sufrido ambos y de cómo sus historias se entrecruzaron sin que ninguno de los dos lo pidiera. Sirius es el contacto de Johanna con los rebeldes y cada vez que están a solas, mientras para el resto de los ciudadanos están tan sólo disfrutando de la compañía del otro, ambos están intercambiando información, soñando juntos con la caída del gobierno.
Aunque ninguno de los dos acepta del todo la presencia del otro, a pesar de que nunca hayan terminado de entenderse, el odio que ambos profesan al Capitolio los convierte en los mejores aliados.
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C A P Í T U L O S
I. The Hanging Tree
II. Midnight Call
III. Nightmare
IV. War Drums
V. The Mockingjay Call { flashback }
VI. A Team of Two
VII. Interlude ft. Plutarch
I. The Hanging Tree
II. Midnight Call
III. Nightmare
IV. War Drums
V. The Mockingjay Call { flashback }
VI. A Team of Two
VII. Interlude ft. Plutarch
Sirius Dovecote
El Capitolio — Rebelde — Jacob Elordi — Juno
Johanna Mason
Distrito Siete — Mentora — Jena Malone — Minerva
∞
- Codigo de respuesta:
- Código:
<div id="und1"><div id="und2" style="background: url(IMAGEN QUE ILUSTRE EL CAPÍTULO); background-size: cover;"><div id="und3"><div id="und4" style="background:url(GIF DEL PERSONAJE) center; background-size: cover;"></div><div id="und5"><div id="und6">TÍTULO DEL CAPÍTULO</div><div id="und7"><div id="und8"><div id="und9"><i class="lni lni-map-marker"></i></div><div id="und10">LUGAR</div></div><div id="und8"><div id="und9"><i class="cp cp-hourglass"></i></div><div id="und10">HORA</div></div><div id="und8"><div id="und9"><i class="cp cp-bookmark-o"></i></div><div id="und10">QUIEN ERES</div></div></div></div></div></div><div class="und11">POST DE ROL AQUÍ
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19.15hrs
Sirius
"Quédate conmigo".
Sirius soltó un respingo porque no se esperaba aquella petición, pero tampoco tuvo tiempo de decirle nada porque el presidente Snow estaba acercándose a ellos. Aunque lo había visto infinidad de veces por la televisión, no era lo mismo a verlo en persona. Sirius sintió picazón en la nariz, pues el perfume que estaba usando el presidente era muy intenso. Contaba con que su cuerpo no le jugara una mala pasada y se le ocurriera estornudar justo ahora.
—Sirius… —su nombre, en voz del presidente, no sonaba agradable. Sirius sabía que técnicamente no le estaban llamando la atención, pero había algo incómodo en su tono—. Veo que sabes escoger muy bien tus compañías.
Sirius no estaba seguro si se suponía que tenía que reír, pero se quedó tieso. Tampoco sabía si lo mejor que podía hacer era tomar a Johanna por la cintura. Pero tenía el presentimiento de que eso se vería peor. Johanna no era de su propiedad. Eso lo había tenido más que claro luego de la conversación con su padre.
—Señorita Mason… —Sirius contuvo la respiración cuando escuchó al presidente dirigirse a Johanna. Él estaba sonriendo, pero Sirius era lo bastante perspicaz para darse cuenta de que no era una sonrisa verdadera. Que, de hecho, parecía un gesto de amenaza—. Hacía mucho tiempo que no teníamos una vencedora como usted. Espero que siga disfrutando de esta noche, toda esta celebración es para usted.
Sirius, por instinto, dio un paso al frente y le regaló al presidente un gesto despreocupado, mientras alzaba la copa que tenía en la mano. Sin decir nada, le hizo un gesto que parecía reverenciar al presidente Snow, quien abrió mucho los ojos al verlo. No estaba seguro si había hecho bien o no, pero Snow sonrió con una complacencia un tanto extraña y, por fin, pasó de largo. Estaba seguro que podía escuchar sus pasos, uno tras otro, alejarse con lentitud, acercándose a otros invitados.
Sirius soltó un respingo porque no se esperaba aquella petición, pero tampoco tuvo tiempo de decirle nada porque el presidente Snow estaba acercándose a ellos. Aunque lo había visto infinidad de veces por la televisión, no era lo mismo a verlo en persona. Sirius sintió picazón en la nariz, pues el perfume que estaba usando el presidente era muy intenso. Contaba con que su cuerpo no le jugara una mala pasada y se le ocurriera estornudar justo ahora.
—Sirius… —su nombre, en voz del presidente, no sonaba agradable. Sirius sabía que técnicamente no le estaban llamando la atención, pero había algo incómodo en su tono—. Veo que sabes escoger muy bien tus compañías.
Sirius no estaba seguro si se suponía que tenía que reír, pero se quedó tieso. Tampoco sabía si lo mejor que podía hacer era tomar a Johanna por la cintura. Pero tenía el presentimiento de que eso se vería peor. Johanna no era de su propiedad. Eso lo había tenido más que claro luego de la conversación con su padre.
—Señorita Mason… —Sirius contuvo la respiración cuando escuchó al presidente dirigirse a Johanna. Él estaba sonriendo, pero Sirius era lo bastante perspicaz para darse cuenta de que no era una sonrisa verdadera. Que, de hecho, parecía un gesto de amenaza—. Hacía mucho tiempo que no teníamos una vencedora como usted. Espero que siga disfrutando de esta noche, toda esta celebración es para usted.
Sirius, por instinto, dio un paso al frente y le regaló al presidente un gesto despreocupado, mientras alzaba la copa que tenía en la mano. Sin decir nada, le hizo un gesto que parecía reverenciar al presidente Snow, quien abrió mucho los ojos al verlo. No estaba seguro si había hecho bien o no, pero Snow sonrió con una complacencia un tanto extraña y, por fin, pasó de largo. Estaba seguro que podía escuchar sus pasos, uno tras otro, alejarse con lentitud, acercándose a otros invitados.
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19.15hrs
Johanna
Johanna se contuvo de retroceder aferrándose a Sirius. Después se arrepentiría de eso. No podía creer la manera en que Sirius le había dado la cara a Snow. No parecía el típico lamebotas del Capitolio, y una parte de ella se felicitó por haberle pedido que se quedara con ella.
Seguro que su tío no la habría dejado en manos de alguien que realmente comulgara con las ideas del Capitolio y Snow.
Debía darle el beneficio de la duda, tanto por la confianza de su tío como por la manera en que acababa de posicionarse entre ella y el presidente.
Ella se limitó a asentir con la cabeza al comentario de Snow, porque si hubiera abierto la boca no habría dicho nada agradable y habría echado a perder la noche para ella, su tío y Sirius.
Lo odiaba tanto. Su comentario de que hacía tiempo no tenían una vencedora como ella había sido mal intencionado. Lo sentía.
—Gracias —masculló a Sirius cuando volvió a tenerlo de frente.
No era prudente hacer algún comentario ahí sobre lo poco que soportaba al presidente Snow. Seguro que la gente a su alrededor intentaba escucharlos.
Se acabó el horrible trago dulzón de un trago. Su tío le había dicho que se mantuviera lejos del alcohol, que era una gran tentación para los Vencedores. Igual que las drogas.
Podía entender por qué. Ganas no le faltaban de tomar algo que adormeciera sus sentidos y sus recuerdos. ¿Tendría algo así Sirius en lo que dijo que le ofrecería en la casa?
—¿Falta mucho para que podamos irnos?—preguntó mirando a su alrededor con una falsa sonrisa pintada en los labios.
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Sirius
Cuando el presidente Snow se alejó, Sirius por instinto buscó con la mirada a su padre. Flavius estaba muy lejos, en la primera planta, en un balcón lleno de flores, con varios invitados más que él conocía de nombre y vista, porque los había visto infinidad de veces en su casa. Sin embargo, su padre no parecía estar preocupado por él, o haberse dado cuenta de lo que había pasado.
Pero, para su sorpresa, cuando cruzó miradas con el tío Plutarch, éste sí que lo estaba viendo con mucho detenimiento. Sirius se humedeció los labios y volvió la vista hacia Johanna, quien, para su sorpresa, acababa de agradecerle.
Sirius se quedó pasmado, sin saber bien qué decir, pues no esperaba aquello. Además, no parecía un agradecimiento ornamental, sino una frase muy sincera. Sirius quiso decirle que no pasaba nada, que era normal intimidarse por el presidente, pero tenía el presentimiento de que a Johanna le sentaría mal su comentario. Después de todo, si se ponía a pensarlo con detenimiento, el presidente Snow no significaba lo mismo para la gente del Capitolio que para alguien de los distritos, mucho menos para un Vencedor.
Sirius se sintió estúpido, porque no lo había pensado así hasta esta noche, hasta que Johanna musitó ese agradecimiento ahogado. ¿Cómo no había pensado en ello antes?
Por suerte, Johanna volvió a preguntarle sobre irse de allí, eso parecía una conversación más adecuada para ese momento.
—Ven… —pronunció la sonrisa, un gesto muy ornamental, mientras la tomaba por la cintura. Se aseguró de pasearla por la parte principal del salón, su padre le dijo que era muy importante que todos los invitados los vieran. Que, al parecer, tenía que pretender que estaba luciendo a Johanna como un trofeo. Sirius no cuestionó lo que decía su padre, pues estaba asumiendo que él sabía muy bien lo que le decía. Cuando llegaron al ascensor, Sirius pulsó el botón para abrir las puertas y se giró hacia ella—. A mí me gusta caminar, mi casa no queda tan lejos, pero no creo que sea conveniente. Todos conocen tu cara, en especial esta noche. Además, hoy nadie podría apartarte la mirada de encima.
Sirius no estaba seguro si se había entendido lo que quería decir, porque era malo para hablar con las chicas. Pero Johanna se veía, así ataviada como estaba, muy hermosa.
Pero, para su sorpresa, cuando cruzó miradas con el tío Plutarch, éste sí que lo estaba viendo con mucho detenimiento. Sirius se humedeció los labios y volvió la vista hacia Johanna, quien, para su sorpresa, acababa de agradecerle.
Sirius se quedó pasmado, sin saber bien qué decir, pues no esperaba aquello. Además, no parecía un agradecimiento ornamental, sino una frase muy sincera. Sirius quiso decirle que no pasaba nada, que era normal intimidarse por el presidente, pero tenía el presentimiento de que a Johanna le sentaría mal su comentario. Después de todo, si se ponía a pensarlo con detenimiento, el presidente Snow no significaba lo mismo para la gente del Capitolio que para alguien de los distritos, mucho menos para un Vencedor.
Sirius se sintió estúpido, porque no lo había pensado así hasta esta noche, hasta que Johanna musitó ese agradecimiento ahogado. ¿Cómo no había pensado en ello antes?
Por suerte, Johanna volvió a preguntarle sobre irse de allí, eso parecía una conversación más adecuada para ese momento.
—Ven… —pronunció la sonrisa, un gesto muy ornamental, mientras la tomaba por la cintura. Se aseguró de pasearla por la parte principal del salón, su padre le dijo que era muy importante que todos los invitados los vieran. Que, al parecer, tenía que pretender que estaba luciendo a Johanna como un trofeo. Sirius no cuestionó lo que decía su padre, pues estaba asumiendo que él sabía muy bien lo que le decía. Cuando llegaron al ascensor, Sirius pulsó el botón para abrir las puertas y se giró hacia ella—. A mí me gusta caminar, mi casa no queda tan lejos, pero no creo que sea conveniente. Todos conocen tu cara, en especial esta noche. Además, hoy nadie podría apartarte la mirada de encima.
Sirius no estaba seguro si se había entendido lo que quería decir, porque era malo para hablar con las chicas. Pero Johanna se veía, así ataviada como estaba, muy hermosa.
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Johanna
Cuando Sirius pareció dispuesta a sacarla de ahí de inmediato, Johanna se sintió aliviada. Lanzó una mirada hacia su tío Aaron, y sus miradas se cruzaron tan solo un momento, pero lo vio asentir. Le parecía bien que se fuera con él. Igual tampoco era como que pudiera haberlos detenido. Ya le había dicho que confiaba en él cuando le dijo que la protegería esa noche.
Notó las miradas de todos mientras Sirius la guiaba hacia afuera. Tenía la impresión de que la estaban exhibiendo a los demás, y le dio asco pensar cuántos estarían imaginando lo que Sirius y ella harían esa noche. La gente del Capitolio era detestable.
Les dedicó una mirada altanera a quienes se quedaban viéndola. En ese momento podía hacerlo porque estaba protegida, pero... qué pasaría después. La duda seguía ahí. Sirius no podría protegerla para siempre.
—Supongo que llamo mucho la atención, la Vencedora en la calle de Capitolio y todo eso —replicó con disgusto, mientras se acomodaba el incómodo vestido que sus modistas le habían hecho llevar ese día.
Se sentía expuesta y tenía la sensación de que al salir a la calle le daría frío.
—No me molesta caminar, en el Distrito 7 lo hago todo el tiempo—admitió. Aunque era muy diferente. En su dsitrito caminaba entre los árboles y podía respirar, pensar y olvidarse de todo. Aquí no podría olvidarse de nada. —Pero entonces, ¿cómo nos iremos?
Su pregunta tenía curiosidad genuina, que le ayudaba a distraerse de los nervios de estar a solas con un hombre del Capitolio esa noche.
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19.15hrs
Sirius
Johanna estaba nerviosa, Sirius podía darse cuenta no sólo por la forma en que lo estaba mirando, sino también por su postura corporal y el tono de su voz. Por un instante, a Sirius le parecía una persona completamente diferente.
Cuando extendió la mano hacia ella, supo exactamente qué iban a hacer. Sirius no le echó un último vistazo a su padre cuando tiró de Johanna en dirección a la salida. Sin embargo, estaba convencido de que el tío Plutarch lo siguió con la mirada hasta que las puertas se cerraron. Sirius estaba seguro que mañana todo el mundo iba a conversar al respecto. No estaba seguro si a su padre le gustaría aquello, tenía el presentimiento de que iban a tener una larga conversación después de que Johanna y su tío regresaran al Capitolio.
Pero eso no le preocupaba esta noche, Sirius tan sólo estaba desempeñando un papel. Uno que su padre mismo le pidió que interpretara.
—Toma… —Sirius se quitó la abultada chaqueta que llevaba y se la colocó sobre los hombros, porque no sabía si para ella el frío del Capitolio era un problema. No tenía la más mínima idea de cómo era el clima en el Distrito Siete.
Sirius podía usar un transporte privado, seguro que su padre podía volverse con tío Plutarch si usaba el que él había traído. Pero no quiso, porque quería que Johanna recorriera las calles con él. No estaba seguro si la gente pensaba que estaba exhibiéndose, de seguro de eso hablarían también mañana, pero le daba igual.
—Es un par de cuadras, nada más —comentó, mirándola por encima del hombro—. A esta hora todavía hay mucha gente en la calle, así que quédate cerca de mí —le advirtió, mientras, detenidos frente a un cruce, una enorme pantalla transmitía la imagen de Johanna. Era un video que intercalaba sus mejores momentos en la arena con varios videos de esta noche, cuando llegó ataviada a la casa presidencial.
Cuando extendió la mano hacia ella, supo exactamente qué iban a hacer. Sirius no le echó un último vistazo a su padre cuando tiró de Johanna en dirección a la salida. Sin embargo, estaba convencido de que el tío Plutarch lo siguió con la mirada hasta que las puertas se cerraron. Sirius estaba seguro que mañana todo el mundo iba a conversar al respecto. No estaba seguro si a su padre le gustaría aquello, tenía el presentimiento de que iban a tener una larga conversación después de que Johanna y su tío regresaran al Capitolio.
Pero eso no le preocupaba esta noche, Sirius tan sólo estaba desempeñando un papel. Uno que su padre mismo le pidió que interpretara.
—Toma… —Sirius se quitó la abultada chaqueta que llevaba y se la colocó sobre los hombros, porque no sabía si para ella el frío del Capitolio era un problema. No tenía la más mínima idea de cómo era el clima en el Distrito Siete.
Sirius podía usar un transporte privado, seguro que su padre podía volverse con tío Plutarch si usaba el que él había traído. Pero no quiso, porque quería que Johanna recorriera las calles con él. No estaba seguro si la gente pensaba que estaba exhibiéndose, de seguro de eso hablarían también mañana, pero le daba igual.
—Es un par de cuadras, nada más —comentó, mirándola por encima del hombro—. A esta hora todavía hay mucha gente en la calle, así que quédate cerca de mí —le advirtió, mientras, detenidos frente a un cruce, una enorme pantalla transmitía la imagen de Johanna. Era un video que intercalaba sus mejores momentos en la arena con varios videos de esta noche, cuando llegó ataviada a la casa presidencial.
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19.15hrs
Johanna
Era una sensación extraña la de estar envuelta por el abrigo de Sirius. Sentía que la envolvía su colonia de forma penetrante. Se acercó mucho a Sirius cuando salieron a la calle, mirando a su alrededor con desconfianza.
Notó que algunas personas la miraban, y tuvo que desviar la mirada de la pantalla que estaba pasando imágenes suyas en la arena y en la fiesta. Parecían dos personas diferentes, ella con el hacha ensangrentada y ella del brazo de Sirius.
—¿Tu familia es una de las importantes aquí en el Capitolio? Tienes un edificio muy céntrico —comentó, intentando ignorar a la gente.
No sabía demasiado sobre los Dovecote, excepto que su tío creía que eran de fiar. Al menos el padre Flavius y su hijo Sirius. Había recibido instrucciones de evitar a los demás.
Se acomodó mejor el abrigo para refugiarse del frío.
Nunca se había preguntado cómo eran las calles del Capitolio, pero la verdad era que no se parecían a nada que conociera. Edificios altos, macizos e impontentes. Fuentes lujosas y llamativas con esculturas. Tecnología que en el Distrito desconocían.
No podía evitar sentir curiosidad por cómo sería el lugar al que Sirius la llevaba.
—¿Te gusta vivir aquí?—preguntó. —¿Alguna vez has ido a los distritos?
Seguro que no. La gente del Capitolio lo tenía todo, ¿por qué iban a salir de ahí?
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Sirius
A esta hora, su casa debería estar vacía. Todos en la familia estaban en la fiesta final de la Gira de la Victoria y los sirvientes también debían de haberse ido. La última en irse siempre era la cocinera, porque le gustaba dejar todo preparado para el desayuno del día siguiente. En su casa, no había ningún avox atendiendo, su padre siempre había sido enfático en eso, aunque su madre se quejara que pagar a sirvientes era un despilfarro de dinero constante.
Cuando llegaron, Sirius abrió las compuertas principales con sus huellas dactilares y, nada más con un par de pasos dentro, se encendieron las luces.
—Papá tiene muchos negocios, la mayoría relacionados con números y finanzas. A mí… bueno, en realidad se supone que estoy estudiando para heredarlos, pero la verdad es que eso de las finanzas y el dinero no se me da tan bien. Soy bueno en otras cosas.
Sirius siempre había sido diestro para la tecnología. Se pasaba horas libres construyendo y haciendo prototipos. En una ocasión diseñó un robot para ayudar a la cocinera a hacer el trabajo en la mitad del tiempo, porque así ella tenía tiempo de sobra para leerle cuentos a Pollux para la hora de dormir, pues su hermano era un caprichoso y sólo se dormía si alguien le leía algo.
—Vivir aquí no está mal, pero cuando cumpla la mayoría de edad me gustaría vivir solo —confesó de pronto, mientras se encendían las luces de la sala. Allí había un montón de piedrería y cosas ostentosas que le gustaban a su madre. Sirius preferiría estar en su estudio o en su habitación, pero no creía que sería buen idea decirle eso a Johanna—. ¿Los distritos? No, aunque a veces papá viaja, por trabajo, pero nunca me ha llevado. ¿Cómo… cómo es tu casa?
La pregunta de Johanna le generó genuina curiosidad. Sirius tomó asiento en un sofá, y le señaló a Johanna el otro que estaba libre, frente a él, para que tomara asiento si quería.
Cuando llegaron, Sirius abrió las compuertas principales con sus huellas dactilares y, nada más con un par de pasos dentro, se encendieron las luces.
—Papá tiene muchos negocios, la mayoría relacionados con números y finanzas. A mí… bueno, en realidad se supone que estoy estudiando para heredarlos, pero la verdad es que eso de las finanzas y el dinero no se me da tan bien. Soy bueno en otras cosas.
Sirius siempre había sido diestro para la tecnología. Se pasaba horas libres construyendo y haciendo prototipos. En una ocasión diseñó un robot para ayudar a la cocinera a hacer el trabajo en la mitad del tiempo, porque así ella tenía tiempo de sobra para leerle cuentos a Pollux para la hora de dormir, pues su hermano era un caprichoso y sólo se dormía si alguien le leía algo.
—Vivir aquí no está mal, pero cuando cumpla la mayoría de edad me gustaría vivir solo —confesó de pronto, mientras se encendían las luces de la sala. Allí había un montón de piedrería y cosas ostentosas que le gustaban a su madre. Sirius preferiría estar en su estudio o en su habitación, pero no creía que sería buen idea decirle eso a Johanna—. ¿Los distritos? No, aunque a veces papá viaja, por trabajo, pero nunca me ha llevado. ¿Cómo… cómo es tu casa?
La pregunta de Johanna le generó genuina curiosidad. Sirius tomó asiento en un sofá, y le señaló a Johanna el otro que estaba libre, frente a él, para que tomara asiento si quería.
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19.15hrs
Johanna
Johanna no podía dejar de mirar a su alrededor. Le resultaba impresionante que de verdad hubiera personas que vivían en lugares así. Cómo podía ser que existieran lugares así. Y además no tuvieran idea de cómo eran los Distritos.
Johanna odiaba el Capitolio. Lo odiaba con toda su alma.
—Mi casa no es como esta —replicó, torciendo el gesto.
Tomó asiento sin pedir permiso. Si la había llevado para estar allí suponía que podía hacerlo.
—El Distrito 7 está lleno de árboles—respondió diciendo lo obvio. —Mi casa es de madera, sin nada de toda esta tecnología. Ni piedras bonitas. Ni nada así.
Se encogió de hombros. Tampoco se iba a pulir mucho en describirlo porque no creía que un niño mimado del Capitolio pudiera imaginarlo.
Aunque Sirius debía ser de lo menos malo que había en el Capitolio. O su tío no se la habría confiado. O no estaría allí, hablando de cómo eran las casas en lugar de tratar de aprovecharse de ella.
—¿Cuánto tenemos que quedarnos aquí? —preguntó.
No tenía idea de cómo funcionaban estas cosas, Había recibido instrucciones de quedarse con Sirius el tiempo que él la requiriera. Su tío le había dicho que confiara en él.
Así que estaba dispuesta a hacerlo, pero no quería ir a ciegas tampoco.
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Sirius
Lo que en teoría iba a ser una pregunta inocente se convirtió en un camino empinado que le dio escalofríos a Sirius. Johanna había respondido con un tono de voz tajante, que no estaba seguro si le dejaba espacio para opinar. Ahora que estaban allí a solas, Sirius se daba cuenta de que, en realidad, Johanna estaba allí obligada a tomar su compañía porque no tenía más remedio.
Frunció el ceño, mientras ladeaba el rostro, sin saber qué decirle. Sirius tampoco había querido ir a esa maldita fiesta y tener que acompañarla. Lo estaba haciendo sólo como un favor a su padre, tampoco era como que quisiera perder su tiempo en ella. O en nadie.
—No sé —respondió con sinceridad, mientras tamborileaba los dedos sobre la mesa. Se sentía atrapado porque en realidad su padre y él no hablaron al respecto. Sí le dijo que luego podía regresar a Johanna al Edificio de Tributos, para que regresara con su tío al Distrito Siete al día siguiente. Su padre parecía complacido al respecto, porque decía que Johanna volvería directamente al Capitolio para los próximos Juegos del Hambre—. Supongo que hasta medianoche estará bien.
Sirius suspiró hondo mientras se aflojaba, por fin, la corbata del ridículo traje que llevaba puesto. Si no estuviera Johanna, se pondría su ropa de dormir, pero estando ella en casa, era obvio que no podía hacerlo.
—Escucha, es obvio que preferirías estar en otro sitio. La verdad, yo también —confesó, mientras se encogía de hombros—. Puedes quedarte aquí, si te parece, están las pantallas de televisión y puedes usar todo lo que quieras del minibar. Volveré a medianoche y te regresaré al Edificio de Tributos, tu tío debe estar allí.
Sirius tenía la sensación de que había recitado los pasos de un plan que ni siquiera era suyo. Pero no quería quedarle mal a su padre. Después de todo, había confiado en él.
Frunció el ceño, mientras ladeaba el rostro, sin saber qué decirle. Sirius tampoco había querido ir a esa maldita fiesta y tener que acompañarla. Lo estaba haciendo sólo como un favor a su padre, tampoco era como que quisiera perder su tiempo en ella. O en nadie.
—No sé —respondió con sinceridad, mientras tamborileaba los dedos sobre la mesa. Se sentía atrapado porque en realidad su padre y él no hablaron al respecto. Sí le dijo que luego podía regresar a Johanna al Edificio de Tributos, para que regresara con su tío al Distrito Siete al día siguiente. Su padre parecía complacido al respecto, porque decía que Johanna volvería directamente al Capitolio para los próximos Juegos del Hambre—. Supongo que hasta medianoche estará bien.
Sirius suspiró hondo mientras se aflojaba, por fin, la corbata del ridículo traje que llevaba puesto. Si no estuviera Johanna, se pondría su ropa de dormir, pero estando ella en casa, era obvio que no podía hacerlo.
—Escucha, es obvio que preferirías estar en otro sitio. La verdad, yo también —confesó, mientras se encogía de hombros—. Puedes quedarte aquí, si te parece, están las pantallas de televisión y puedes usar todo lo que quieras del minibar. Volveré a medianoche y te regresaré al Edificio de Tributos, tu tío debe estar allí.
Sirius tenía la sensación de que había recitado los pasos de un plan que ni siquiera era suyo. Pero no quería quedarle mal a su padre. Después de todo, había confiado en él.
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V. The Mockingjay Call
El Capitolio
19.15hrs
Johanna
Se sobresaltó al comprender que Sirius pensaba dejarla sola. No le hacía nada de gracia quedarse sola en una casa desconocida, una de las noches que era una de las personas más cotizadas en Panem.
Se levantó de golpe al escucharlo. Lo miró nerviosa, pero intentando disimularlo.
—¿Vas a dejarme aquí? —preguntó con incredulidad.
Su tío le había dicho que la cuidaría. Suponía que aquella casa se suponía que fuera un lugar seguro, pero no quería quedarse sola.
Sin embargo, suponía que lo había ofendido.
—De acuerdo, quizá preferiría estar en otro lugar, pero no es como que pueda elegir—le recordó. —Tú sí. Supongo que debo estar agradecida que a pesar de no ser lo que quieres, me estés ayudando
Desvió la mirada, revisando una vez más su alrededor. Tal vez no sería tan malo quedarse esperando ahí sola. Aunque no le agradara la idea.
—No puede faltar tanto para medianoche —añadió, nada convencida.
Tal vez después se atrevería a preguntarle a su tío si este hombre era su única opción. Probablemente así era y ni siquiera quería propasarse con ella, así que no debería quejarse.
Era solo que odiaba estar en esa posición.
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El Capitolio
19.15hrs
Sirius
Sirius sintió una punzada de culpa cuando la escuchó preguntarle si iba a dejarla allí. No comprendía por qué se ponía en esa actitud cuando hacía tan sólo un par de minutos antes parecía estar dispuesta a morderlo tan sólo por llevarla a su casa. Sirius no entendía a las mujeres, creía que todas eran complicadas y bastante volubles. Pensó que Johanna era diferente, pero quizás se equivocó, quizás todas se parecían mucho, incluso si venían de los distritos.
Se humedeció los labios, aprehensivo y sin saber bien cómo responder.
—Lo siento, tienes razón… —Sirius, en realidad, no lo sentía, ni tampoco estaba seguro de que ella llevara la razón, pero prefería no discutir—. No tienes que estar agradecida conmigo, en realidad, todo esto lo planeó mi padre.
Sirius se quedó pensando al terminar esa frase. Era la primera vez que su padre patrocinaba a alguien, recordaba la primera vez que se enteró que iba precisamente a apoyar al distrito siete. Pollux mismo, que nunca se metía en las decisiones de su padre, también lo cuestionó. Sirius estaba impresionado, prestó más atención de la cuenta a todo lo relacionado con los Juegos del Hambre, tan sólo para saber si era cierto lo que escuchó decir a tío Plutarch: que su padre, hacía muchísimos años, también había conseguido coronar un vencedor, precisamente del distrito siete.
Se humedeció los labios y volvió a mirar a Johanna.
—Se conocen desde mucho tiempo, mi padre y tu tío… —dijo de pronto, intentando tantear en el terreno. Sirius trataba de no pensar en ello, no realmente, pero había algo extraño en las veces que los había visto interactuar. Se había convencido de que no era de su incumbencia, hasta ahora nunca se había metido en los asuntos de su padre y no empezaría ahora—. Lo sabes, ¿cierto?
No entendía qué quería sacar con esta conversación, pero ahora ya no se podía detener. Sirius tomó asiento en el otro sofá, al otro extremo de la sala, estirando las piernas. Al menos, esperaba que con eso Johanna supiera que no iba a irse.
Se humedeció los labios, aprehensivo y sin saber bien cómo responder.
—Lo siento, tienes razón… —Sirius, en realidad, no lo sentía, ni tampoco estaba seguro de que ella llevara la razón, pero prefería no discutir—. No tienes que estar agradecida conmigo, en realidad, todo esto lo planeó mi padre.
Sirius se quedó pensando al terminar esa frase. Era la primera vez que su padre patrocinaba a alguien, recordaba la primera vez que se enteró que iba precisamente a apoyar al distrito siete. Pollux mismo, que nunca se metía en las decisiones de su padre, también lo cuestionó. Sirius estaba impresionado, prestó más atención de la cuenta a todo lo relacionado con los Juegos del Hambre, tan sólo para saber si era cierto lo que escuchó decir a tío Plutarch: que su padre, hacía muchísimos años, también había conseguido coronar un vencedor, precisamente del distrito siete.
Se humedeció los labios y volvió a mirar a Johanna.
—Se conocen desde mucho tiempo, mi padre y tu tío… —dijo de pronto, intentando tantear en el terreno. Sirius trataba de no pensar en ello, no realmente, pero había algo extraño en las veces que los había visto interactuar. Se había convencido de que no era de su incumbencia, hasta ahora nunca se había metido en los asuntos de su padre y no empezaría ahora—. Lo sabes, ¿cierto?
No entendía qué quería sacar con esta conversación, pero ahora ya no se podía detener. Sirius tomó asiento en el otro sofá, al otro extremo de la sala, estirando las piernas. Al menos, esperaba que con eso Johanna supiera que no iba a irse.
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El Capitolio
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Johanna
El comentario de Sirius sobre su padre llamó su atención. No había tratado demasiado a Flavius Dovecote, pero la forma enque su tío hablaba de él le dejaba claro que era alguien en quien confiaba por completo.
—Creo que se conocen desde los primeros juegos de mi tío —comentó.
Al menos eso le había parecido entender, aunque no tenía claras las circunstancias. Tenían que hacer sido muy jóvenes ambos entonces.
—Mi tío confía en tu padre a ojos cerrados—le aseguró. —O no me habría dejado en tus manos.
Odiaba decirlo, pero así se sentía. Era un objeto en manos de Sirius para ser custodiado.
Se preguntó si Sirius sabría más que ella sobre todo esto. Le intrigaba que su tío confiara tanto en alguien del Capitolio. En especial porque le había advertido sobre ellos.
Tal vez debía conocer mejor a Sirius para averiguar sobre su padre.
—Tu padre debe confiar en mi tío también, ¿no crees?—preguntó. —O no te habría puesto a hacer esto, ¿verdad?.
Lo que fuera que se suponía que estaba haciendo con ella. Cuidarla. Gastar su tiempo. Hacer una pantalla para el Capitolio.
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Sirius
“Se conocen desde los juegos de mi tío”.
Sirius se quedó callado, asimilando esa información. Al parecer, Johanna estaba en la misma situación que él: estaba llenando los espacios en blanco con lo que conocía. Él tampoco sabía desde cuando su padre y el tío de Johanna se conocían, pero era fácil deducir que era una relación de años. Parecían confiar demasiado el uno en el otro como para que sólo llevaran poco tiempo de conocerse.
—Papá tiene muchos conocidos en el Capitolio, pero son muy pocos a quienes considera realmente sus amigos —Plutarch Heavensbee era, de hecho, la única persona a la que Sirius tenía permitido llamar “tío” como un mote cariñoso. Sabía que eso significaba que su padre lo veía como un igual, alguien en quien podía confiar verdaderamente—. Por eso me resultó muy curioso no haber oído hablar de tu tío antes.
Luego se sintió un poco estúpido porque, técnicamente, todo el Capitolio sabía quién era Aaron Mason. Se humedeció los labios y miró a Johanna con gesto arrepentido.
—Perdón, no era eso lo que quería decir. Tan sólo que… no supe que se conocía sino hasta hace poco. Pero sé que tú tienes razón, deben tenerse mucha confianza. Papá… papá me pidió expresamente que te cuidara, pero a ti no te conoce realmente, lo está haciendo porque aprecia mucho a tu tío.
Sirius estaba entrando en un terreno pantanoso. Se preguntó si se atrevería, a lo largo de la noche, a hacerle la pregunta a Johanna que llevaba atormentándolo durante varios días.
“Johanna, ¿tú no piensas que tu tío y mi padre son amantes?” pero sólo la idea de hacer esa pregunta en voz alta le daba angustia.
Sirius se quedó callado, asimilando esa información. Al parecer, Johanna estaba en la misma situación que él: estaba llenando los espacios en blanco con lo que conocía. Él tampoco sabía desde cuando su padre y el tío de Johanna se conocían, pero era fácil deducir que era una relación de años. Parecían confiar demasiado el uno en el otro como para que sólo llevaran poco tiempo de conocerse.
—Papá tiene muchos conocidos en el Capitolio, pero son muy pocos a quienes considera realmente sus amigos —Plutarch Heavensbee era, de hecho, la única persona a la que Sirius tenía permitido llamar “tío” como un mote cariñoso. Sabía que eso significaba que su padre lo veía como un igual, alguien en quien podía confiar verdaderamente—. Por eso me resultó muy curioso no haber oído hablar de tu tío antes.
Luego se sintió un poco estúpido porque, técnicamente, todo el Capitolio sabía quién era Aaron Mason. Se humedeció los labios y miró a Johanna con gesto arrepentido.
—Perdón, no era eso lo que quería decir. Tan sólo que… no supe que se conocía sino hasta hace poco. Pero sé que tú tienes razón, deben tenerse mucha confianza. Papá… papá me pidió expresamente que te cuidara, pero a ti no te conoce realmente, lo está haciendo porque aprecia mucho a tu tío.
Sirius estaba entrando en un terreno pantanoso. Se preguntó si se atrevería, a lo largo de la noche, a hacerle la pregunta a Johanna que llevaba atormentándolo durante varios días.
“Johanna, ¿tú no piensas que tu tío y mi padre son amantes?” pero sólo la idea de hacer esa pregunta en voz alta le daba angustia.
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El Capitolio
19.15hrs
Johanna
No pudo contener una risita cuando Sirius dijo que no había escuchado antes de su tío, porque era una tontería. Todos en el Capitolio estaban familiarizados con todos los Vencedores, les gustara o no.
—No estoy segura de que la relación entre personas de los Distritos y el Capitolio se pueda llamar amistad —comentó.
Su tío no le había explicado la naturaleza de su relación con Flavius, pero sabía que confiaba en él a ojos cerrados. "Él nos está ayudando. Confío en él, ya me ha ayudado antes".
Tal vez lo había hecho cuando Sirius era más joven. O Sirius no estaba tan enterado de los asuntos de su padre como creía.
—Yo tampoco conozco realmente a tu padre—añadió. —Pero le agradezco mucho lo que ha hecho por mí. Sin el hacha que me envió, no estaría viva.
Así era. El hacha, el agua, el alimento. Sin el patrocinio que había recibido no había forma de que hubiera sobrevivido a la arena.
—Si mi tío confía en tu padre, debe ser una buena persona—añadió. —Mi tío es muy desconfiado. También debe apreciarlo mucho.
Se preguntaba si había algo más allí. Su tío le había dicho que a los vencedores los vendían sexualmente a quien pudiera pagarlos en el Capitolio. ¿Así se habrían conocido? Pero, ¿confiaría su tío en alguien que lo hubiera comprado para sexo? Lo dudaba.
Solo sabía que tenía que confiar en su tío Aaron. No había razón para no hacerlo.
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El Capitolio
19.15hrs
Sirius
Sirius parpadeó varias veces cuando dijo que ella dijo que no podía haber amistad entre la gente del Capitolio y la gente de los distritos. Su primer instinto fue decirle que estaba equivocada, pero se detuvo a tiempo. En realidad, si lo pensaba con detenimiento, él no tenía cómo refutar semejante comentario.
Después de todo, Johanna era la primera persona de los distritos que conocía. Incluso, Johanna no era cualquier otra persona, pues era una Vencedora. Eso la posicionaba en un escalón distinto por encima de la gente de su distrito. O eso era lo que le habían enseñado, pues ahora tampoco estaba seguro de que eso fuera completamente cierto.
Al menos, pudo sonreír cuando Johanna le dijo que gracias al hacha de su padre había ganado los juegos. Para ese entonces, Sirius ya estaba bastante involucrado en el patrocinio de su padre y éste le dejó escoger el modelo de hacha que enviaría a la Arena. Sirius, como buen perfeccionista, le había pedido los datos y medidas de Johanna, para calcular qué tipo de material y tamaño sería el mejor para alguien como ella.
Sintió el impulso de decírselo pero, se arrepintió al último momento. Temía que si hacía aquello, Johanna pensaría que sólo estaba fanfarroneando.
Además, no tenía por qué creerle.
—El hacha fue en realidad idea de tu tío, por lo que sé. Papá sólo escogió una que fuera adecuada para ti —dijo, restándole importancia al asunto. Pollux había dicho que no podía creer cómo alguien tan diminuta había sido capaz de matar gente a hachazos.
Para Sirius, sin embargo, no le resultó una sorpresa. Quizás porque su padre había depositado una confianza ciega en Johanna desde el principio, pero también porque Sirius había visto cómo se mantuvo agazapada, tratando de sobrevivir y pasar desapercibida, parecía tan escandaloso que la única conclusión a la que llegó, era porque lo estaba haciendo a propósito.
—¿Y tú? —preguntó de pronto, humedeciendo los labios—. ¿Tú también eres desconfiada como tu tío?
Sirius no pudo contener la pregunta. Estaban bastante más cerca que antes y recordó que ni siquiera le había ofrecido nada de beber. ¿Estaba siendo un mal anfitrión?
Después de todo, Johanna era la primera persona de los distritos que conocía. Incluso, Johanna no era cualquier otra persona, pues era una Vencedora. Eso la posicionaba en un escalón distinto por encima de la gente de su distrito. O eso era lo que le habían enseñado, pues ahora tampoco estaba seguro de que eso fuera completamente cierto.
Al menos, pudo sonreír cuando Johanna le dijo que gracias al hacha de su padre había ganado los juegos. Para ese entonces, Sirius ya estaba bastante involucrado en el patrocinio de su padre y éste le dejó escoger el modelo de hacha que enviaría a la Arena. Sirius, como buen perfeccionista, le había pedido los datos y medidas de Johanna, para calcular qué tipo de material y tamaño sería el mejor para alguien como ella.
Sintió el impulso de decírselo pero, se arrepintió al último momento. Temía que si hacía aquello, Johanna pensaría que sólo estaba fanfarroneando.
Además, no tenía por qué creerle.
—El hacha fue en realidad idea de tu tío, por lo que sé. Papá sólo escogió una que fuera adecuada para ti —dijo, restándole importancia al asunto. Pollux había dicho que no podía creer cómo alguien tan diminuta había sido capaz de matar gente a hachazos.
Para Sirius, sin embargo, no le resultó una sorpresa. Quizás porque su padre había depositado una confianza ciega en Johanna desde el principio, pero también porque Sirius había visto cómo se mantuvo agazapada, tratando de sobrevivir y pasar desapercibida, parecía tan escandaloso que la única conclusión a la que llegó, era porque lo estaba haciendo a propósito.
—¿Y tú? —preguntó de pronto, humedeciendo los labios—. ¿Tú también eres desconfiada como tu tío?
Sirius no pudo contener la pregunta. Estaban bastante más cerca que antes y recordó que ni siquiera le había ofrecido nada de beber. ¿Estaba siendo un mal anfitrión?
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19.15hrs
Johanna
Le pareció que Sirius se quedaba pensando algo sobre su hacha antes de hacer el comentario. La verdad Johanna estaba muy agradecida con el señor Devocote. Debería extenderlo a su hijo.
Pero no le era facil tratar con la gente del Capitolio.
Lo miró de reojo cuando hizo su pregunta y se lo pensó.
—Sí, soy desconfiada —contestó con una pequeña sonrisa.
Lo listo era desconfiar. Era una medida de autoprotección.
—Es la forma de sobrevivir—añadió. —Si confiara en los otros, tendría que cuidarme mucho más las espaldas. Ya es bastante difícil todo así.
Se encogió de hombros y lo volvió a mirar a los ojos.
—Confío en mi tío, y tu tío confía en tu padre—le dijo en tono de confidencia. —Así que por extensión, debería confiar en ti.
No sabía si lo hacía, la verdad, pero estaba aquí en su casa y no pensaba que fuera a hacerle nada. Así que tal vez sí que confiaba en él.
Pero no tenía mucha experiencia en confiar.
Frunció el ceño, examinándolo con la mirada.
—¿Y tú?—dijo, devolviéndole la pregunta. —¿Tú eres desconfiado?
No sabía por qué le importaba la respuesta o por qué lo preguntaba.
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19.15hrs
Sirius
Sirius pronunció la sonrisa cuando Johanna le dijo que sí era una persona desconfiada. Por supuesto que no se lo tenía que jurar. Era obvio, por la forma en que le hablaba, por su postura corporal, que ella no confiaba en él del todo, incluso cuando le tocaba hacerlo porque Sirius era una extensión de su padre. Creía que en eso se parecían bastante: él estaba allí porque se fiaba del criterio de su padre.
Si para Flavius Dovecote era importante protegerla, para Sirius también sería importante también.
—Creo que somos parecidos en ese sentido. Yo no sé si puedo fiarme de tu tío o de ti, pero voy a hacerlo porque esto para papá es importante. Soy desconfiado, supongo… —se encogió de hombros, mientras creía que no le había mentido. Sirius era bastante selecto con sus amistades, pero él y Johanna no iban a hacer amigos. Sólo tendrían que entenderse—. No soy de muchos amigos, así que supongo que no lo soy. Pero soy fiel a la familia, en eso no cuestiono, sobre todo cuando se trata de papá.
Quiso decirle a Johanna que, cuando venías de una familia como la suya, no se sabía realmente quiénes eran tus amigos. Pero supuso que Johanna no lo entendería, así que decidió pasar de esas explicaciones y se acercó entonces al minibar, abriendo la nevera, para sacar un refresco de frutillas que, para él, era un poco azucarado. A su madre le encantaba, al igual que a Pollux, así que esperaba que a Johanna le gustara.
—Ten… —extendió la botella hacia Johanna—. Todavía falta para medianoche, ¿tienes hambre?
Sirius no recordaba que Johanna hubiera comido en la casa del presidente. Él estaba seguro de que no lo había hecho, más que un par de bocadillos, pero en este momento no tenía demasiada hambre.
Si para Flavius Dovecote era importante protegerla, para Sirius también sería importante también.
—Creo que somos parecidos en ese sentido. Yo no sé si puedo fiarme de tu tío o de ti, pero voy a hacerlo porque esto para papá es importante. Soy desconfiado, supongo… —se encogió de hombros, mientras creía que no le había mentido. Sirius era bastante selecto con sus amistades, pero él y Johanna no iban a hacer amigos. Sólo tendrían que entenderse—. No soy de muchos amigos, así que supongo que no lo soy. Pero soy fiel a la familia, en eso no cuestiono, sobre todo cuando se trata de papá.
Quiso decirle a Johanna que, cuando venías de una familia como la suya, no se sabía realmente quiénes eran tus amigos. Pero supuso que Johanna no lo entendería, así que decidió pasar de esas explicaciones y se acercó entonces al minibar, abriendo la nevera, para sacar un refresco de frutillas que, para él, era un poco azucarado. A su madre le encantaba, al igual que a Pollux, así que esperaba que a Johanna le gustara.
—Ten… —extendió la botella hacia Johanna—. Todavía falta para medianoche, ¿tienes hambre?
Sirius no recordaba que Johanna hubiera comido en la casa del presidente. Él estaba seguro de que no lo había hecho, más que un par de bocadillos, pero en este momento no tenía demasiada hambre.
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19.15hrs
Johanna
Johanna sonrió ligeramente al escucharlo decir que no sabía si podía confiar en ella. Tal vez se parecían más de lo que pensaba. No hizo ningún comentario al respecto de inmediato porque Sirius se levantó a buscar algo, y la sorprendió ofreciéndole una botella llena de cosas que no conocía.
Se lo pensó un momento, si sería prudente comer lo que le estuviera dando, pero entonces recordó todo lo que acababan de decir.
—Bueno, supongo que podemos acordar confiar el uno en el otro por nuestros respectivos tío y padre. Tengamos un tipo de tregua por ellos —contestó, tomando la botella.
En el fondo ambos desconfiarían, pero se esforzarían por hacer aquello llevadero, porque si le había entendido bien a su tío el plan era que Sirius ocupara la mayoría de su tiempo.
Probó el contenido de la botella. Estaba rico. Raro, un poco muy azucarado, como una fruta hecha de azúcar.
—Está rico—admitió, mientras se lo tendía para que se sirviera tambien. —¿Así creen en el Capitolio que saben las frutas?
Había comido frutas frescas en el tren y en las instalaciones, pero en el Capitolio no había árboles de los cuales bajar frutas. Ella en cambio sabía lo que era treparse a los árboles y comerlas en las mismas ramas.
Pero dudaba que en el Capitolio se les ocurriera siquiera que eso era posible.
—No me había dado cuenta que tenía hambre, en la fiesta no tenía nada de apetito—reconoció. —Gracias.
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19.15hrs
Sirius
Una tregua.
A Sirius le sonaba muy razonable. No tenían por qué ser los mejores amigos, pero eso no significaba que tenían que tratarse mal. Además, Sirius tenía la impresión de que su padre le pediría que le hiciera compañía a Johanna en más ocasiones. Él le había explicado, sin demasiados detalles, cómo funcionaba el asunto. A partir de ahora Johanna sería tan solicitada en el Capitolio como otros Vencedores antes que ella, así que su padre seguiría pagando por su tiempo cuando fuera necesario.
No sabía si decirle eso a Johanna, prefirió callar porque ella justo en ese momento habló sobre las frutas y el trago que estaba bebiendo. Sirius pronunció la sonrisa, mientras buscaba su mirada.
—¿Eso quiere decir que en el distrito las frutas saben diferente? —preguntó por curiosidad, aunque tenía todo el sentido del mundo. De todas formas, aunque fuera un sabor artificial, a él le gustaba mucho—. ¿Tienes más hambre? No tengo nada elaborado, pero…
Sirius se acercó detrás del minibar, donde había unas galletas y frutos secos, junto con un frasco de mermelada. Las cosas más elaboradas estaban en la cocina, pero no estaba seguro si quería llevar a Johanna a recorrer el resto de la casa. De momento ella parecía cómoda allí y no quería estropear las cosas. Faltaban todavía unas horas para la medianoche.
—Sírvete. La mermelada es agridulce, seguro que su sabor también te parece distinto —comentó, con una media sonrisa, mientras estiraba con cuidado el frasco en dirección a Johanna.
A Sirius le sonaba muy razonable. No tenían por qué ser los mejores amigos, pero eso no significaba que tenían que tratarse mal. Además, Sirius tenía la impresión de que su padre le pediría que le hiciera compañía a Johanna en más ocasiones. Él le había explicado, sin demasiados detalles, cómo funcionaba el asunto. A partir de ahora Johanna sería tan solicitada en el Capitolio como otros Vencedores antes que ella, así que su padre seguiría pagando por su tiempo cuando fuera necesario.
No sabía si decirle eso a Johanna, prefirió callar porque ella justo en ese momento habló sobre las frutas y el trago que estaba bebiendo. Sirius pronunció la sonrisa, mientras buscaba su mirada.
—¿Eso quiere decir que en el distrito las frutas saben diferente? —preguntó por curiosidad, aunque tenía todo el sentido del mundo. De todas formas, aunque fuera un sabor artificial, a él le gustaba mucho—. ¿Tienes más hambre? No tengo nada elaborado, pero…
Sirius se acercó detrás del minibar, donde había unas galletas y frutos secos, junto con un frasco de mermelada. Las cosas más elaboradas estaban en la cocina, pero no estaba seguro si quería llevar a Johanna a recorrer el resto de la casa. De momento ella parecía cómoda allí y no quería estropear las cosas. Faltaban todavía unas horas para la medianoche.
—Sírvete. La mermelada es agridulce, seguro que su sabor también te parece distinto —comentó, con una media sonrisa, mientras estiraba con cuidado el frasco en dirección a Johanna.
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El Capitolio
19.15hrs
Johanna
Sirius era un buen anfitrión. Tal vez era fácil serlo cuando se tenía mucho que ofrecer, pero la verdad no tenía por qué preocuparse por ella, podía solo llevarla para cumplir con su padre, y ya. Podría haber intentando aprovecharse de su posición, o solamente ignorarla. Pero se estaba preocupando por ella.
Así que bueno, ella podría intentar ser una buena invitada.
Aunque no dejaba de ser rara la percepción de realidad de las personas del Capitolio.
—Sí, las frutas recién cortadas del árbol son diferentes —replicó.
No sabía cómo explicarlo. Eran más frescas y jugosas, pero, qué iba a entender Sirius de eso. Así que se limitó a reírse y probar las semillas que le estaba ofreciendo.
Las frutas estaban ricas y esto también. Pudo ser peor si se hubiera quedado con hambre.
—Mermelada, me podría acostumbrar a esto—mintió. —No tengo tanta hambre, esto estará bien.
No tenía ganas de cambiar de escenario de nuevo, ni de poner a Sirius en más aprietos para atenderla. Iban a encontrar la forma de hacer funcionar esto.
No le quedaba más que agradecérselo.
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VI. A Team of Two
El Capitolio
21.30hrs
Sirius
El Capitolio era un hervidero de chismes y opiniones encontradas desde el anuncio del Presidente Snow. Había muchas voces que no parecían a favor de las normas del Vasallaje. Plutarch estaba complacido con estos acontecimientos, decía que eso era justo lo que quería, pero Sirius ya estaba empezando a cuestionarse qué estaba bien y qué estaba mal.
Esa noche había estado en el palco familiar, en compañía de su madre y su hermano, junto con un puñado de sus amigos, presenciando el desfile de tributos. Aunque había un sinnúmero de fiestas después de ese evento, Sirius había declinado todas. A todos les había dicho que iba a estar en un evento diferente, para excusarse.
Sirius había citado a Johanna en el penthouse. No habían tenido oportunidad de hablar con tranquilidad luego de aquella reunión clandestina. Sirius le había dejado mensajes en el comunicador, pero ninguno de los dos quería exagerar, por el miedo a que interrumpieran los mensajes. Pero estaba deseando verla.
Se sentía como un adolescente ansioso, que miraba el reloj con desesperación. Johanna llamó a la puerta un par de minutos después de lo acordado. Sirius le abrió, sin saber si debía de recibirla con una sonrisa o no. Al final, cuando ella dio un par de pasos dentro del penthouse, Sirius colocó ambas manos sobre la cintura de Johanna e hizo lo que llevaba deseando hacer desde el desfile.
La besó. Sirius tiró de la cintura de Johanna para acercarla a él mejor.
—Gracias por venir —dijo, con voz roca y las mejillas sonrojadas. Sirius buscó la mirada de Johanna, agradecido de que estuvieran a solas. No quería tener que lidiar con Plutarch, con Finnick, o con el borracho de Abernathy. Sólo quería verla a ella por esta noche. Los días que faltaban para la Arena eran muy pocos y Sirius no creía que podían darse el lujo de desperdiciar el tiempo.
Esa noche había estado en el palco familiar, en compañía de su madre y su hermano, junto con un puñado de sus amigos, presenciando el desfile de tributos. Aunque había un sinnúmero de fiestas después de ese evento, Sirius había declinado todas. A todos les había dicho que iba a estar en un evento diferente, para excusarse.
Sirius había citado a Johanna en el penthouse. No habían tenido oportunidad de hablar con tranquilidad luego de aquella reunión clandestina. Sirius le había dejado mensajes en el comunicador, pero ninguno de los dos quería exagerar, por el miedo a que interrumpieran los mensajes. Pero estaba deseando verla.
Se sentía como un adolescente ansioso, que miraba el reloj con desesperación. Johanna llamó a la puerta un par de minutos después de lo acordado. Sirius le abrió, sin saber si debía de recibirla con una sonrisa o no. Al final, cuando ella dio un par de pasos dentro del penthouse, Sirius colocó ambas manos sobre la cintura de Johanna e hizo lo que llevaba deseando hacer desde el desfile.
La besó. Sirius tiró de la cintura de Johanna para acercarla a él mejor.
—Gracias por venir —dijo, con voz roca y las mejillas sonrojadas. Sirius buscó la mirada de Johanna, agradecido de que estuvieran a solas. No quería tener que lidiar con Plutarch, con Finnick, o con el borracho de Abernathy. Sólo quería verla a ella por esta noche. Los días que faltaban para la Arena eran muy pocos y Sirius no creía que podían darse el lujo de desperdiciar el tiempo.
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VI. A Team of Two
El Capitolio
21.30hrs
Johanna
No estaba segura de cómo no se había vuelto loca de solo pensar en regresar a la Arena. A veces envidiaba un poco a Annie y su locura que la protegía un poco de todo, aunque ahora que Finnick iba a regresar seguro que no le servía de nada.
Tenía claro cuál sería su rol en la arena. Todo estaba fríamente calculado y tenía información que en su primera arena no tuvo, aunque ahora no tuviera a su tío Aaron afuera para protegerla. Tampoco estaba el señor Devocote para apostar por ella...
Pero estaba Sirius.
Lo peor de todo era saber que justo ahora que había descubierto lo que tenía con Sirius, iba a perderlo. Porque, quisieran o no, iba a entrar a la Arena y no había garantía de que ambos sobrevivieran a ese plan contra todo el Capitolio.
Ahora que estaban ya en los Juegos, sin embargo, Johanna no podía evitar sentirse intimidada y a la vez, odiar todo con más intensidad que la primera vez. Su estilista idiota la había vestido de árbol... y lo peor de todo era ver a esa idiota de Katniss hacer el idiota, sin entender lo que esto significaba. Lo que todos se estaban jugando.
Había sido un placer incomodarla en aquel estúpido ascensor.
Pero la verdad era que tenía prisa. Necesitaba ir a ver a Sirius. Podía ser la última vez. O una de las últimas veces. Necesitaba que se vieran durante esos días previos a la Arena.
Cuando Sirius abrió la puerta y la besó, Johanna se colgó de su cuello y se abrazó contra él.
—Como si me lo hubieran podido impedir —comentó, mientras se volteaba a asegurárse de que hubieran cerrado la puerta.
No podía quedarse muy tarde, después de todo al día siguiente debía presentarse a entrenar. Pero no podían desaprovechar esta oportunidad.
—¿Me viste vestida de árbol? —preguntó con un gruñido de disgusto.
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VI. A Team of Two
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21.30hrs
Sirius
Sirius y Johanna no habían vuelto a hablar con detenimiento sobre los planes que venían. Pero tenían el tiempo en contra y ya no podían retrasarlo más. Sirius tenía que aprovechar de este momento a solas para hablar de temas incómodos. Sabía la postura de Johanna, ella insistía en que sabía bien que su papel era sólo salvar al Sinsajo.
Él mismo ya había hablado varias veces con Plutarch. Sirius siempre había tenido claro cuál era su papel en la rebelión, no iba a tener problemas en quedarse atrás cuando los demás salieran rumbo al Distrito Trece. Sin embargo, Sirius no iba a quedarse tranquilo si no le garantizaban que Johanna iba a salir de la Arena. Para él no había más nada importante que aquello, aunque sabía lo que Plutarch pensaba de ello.
En la rebelión no había espacio para los propios sentimientos, pero Sirius no pensaba evitarlo a estas alturas.
—Creo que eras un árbol bastante gruñón, pero no todos lo notaron —dijo con una media sonrisa, mientras tiraba de ella para conducirla hacia el minibar del penthouse. No supo por qué, pero se acordó a la primera vez que se conocieron, cuando él la llevó hasta su casa para alejarla de las miradas del resto del Capitolio.
En ese entonces, a Sirius le había parecido un encuentro desastroso, pero se consoló al pensar que había dejado satisfecho a su padre.
—Ten, me siento algo nostálgico esta noche —dijo Sirius, para después servirle justo la bebida que le había dado la primera noche, después de la gira de la victoria. No estaba seguro si ella lo recordaba, pero lo creía oportuno ahora que iban a conversar sobre lo que sucedería en la Arena. Al menos, Cressida era quien se comunicaría con Finnick, eso era un peso menos en sus pendientes—. Plutarch quería otra reunión, pero lo convencimos que era mejor conversar por separado, no es buena idea empezar a levantar sospechas justo ahora. Me dieron la opción de hablar contigo y Finnick, fue muy tentador, pero creí que te haría ilusión hablar conmigo en vez de ver a Cressida.
Él mismo ya había hablado varias veces con Plutarch. Sirius siempre había tenido claro cuál era su papel en la rebelión, no iba a tener problemas en quedarse atrás cuando los demás salieran rumbo al Distrito Trece. Sin embargo, Sirius no iba a quedarse tranquilo si no le garantizaban que Johanna iba a salir de la Arena. Para él no había más nada importante que aquello, aunque sabía lo que Plutarch pensaba de ello.
En la rebelión no había espacio para los propios sentimientos, pero Sirius no pensaba evitarlo a estas alturas.
—Creo que eras un árbol bastante gruñón, pero no todos lo notaron —dijo con una media sonrisa, mientras tiraba de ella para conducirla hacia el minibar del penthouse. No supo por qué, pero se acordó a la primera vez que se conocieron, cuando él la llevó hasta su casa para alejarla de las miradas del resto del Capitolio.
En ese entonces, a Sirius le había parecido un encuentro desastroso, pero se consoló al pensar que había dejado satisfecho a su padre.
—Ten, me siento algo nostálgico esta noche —dijo Sirius, para después servirle justo la bebida que le había dado la primera noche, después de la gira de la victoria. No estaba seguro si ella lo recordaba, pero lo creía oportuno ahora que iban a conversar sobre lo que sucedería en la Arena. Al menos, Cressida era quien se comunicaría con Finnick, eso era un peso menos en sus pendientes—. Plutarch quería otra reunión, pero lo convencimos que era mejor conversar por separado, no es buena idea empezar a levantar sospechas justo ahora. Me dieron la opción de hablar contigo y Finnick, fue muy tentador, pero creí que te haría ilusión hablar conmigo en vez de ver a Cressida.
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VI. A Team of Two
El Capitolio
21.30hrs
Johanna
Johanna sonrió al escuchar la expresión de "árbol gruñón" que Sirius había utilizado. Lo siguió, y le sorprendió el ataque de nostalgia pero no le sorprendió. Johanna nunca había tenido espacio para mucha nostalgia en su vida.
Puso los ojos en blanco al escuchar lo de la reunión de Plutarch.
—Gracias por salvarnos de otra reunión de esas —dijo con sinceridad.
No habría soportado tener que invertir una de sus últimas noches en una de esas estúpidas reuniones para escuchar lo importante que era salvar al Sinsajo.
Además, habría sido imposible ocultarlo. Esto, en cambio, era más discreto. A nadie le extrañaría que Sirius hubiera pagada por sus últimas noches, si alguien llegaba a enterarse de que había ido hasta allí.
—Esta vez tuviste tiempo de preparar un mejor menú —comentó ella un poco en broma.
Era difícil mantener el humor ligero cuando sentía sobre ella la sombra de la arena ya. No quería que Sirius la viera particularmente sombría, pero realmente no se sentía de buen humor.
Si todo salía bien, pronto caería el Capitolio. Pero si salía mal... moriría en los próximos días.
La sola idea hizo que se acercara más a Sirius, como si su cercanía pudiera protegerla.
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VI. A Team of Two
El Capitolio
21.30hrs
Sirius
Sirius no pudo evitar reírse cuando vio la mueca de disgusto que hacía Johanna cuando le mencionó la posible reunión que quería Plutarch. La verdad era que él tampoco creía que fuera necesario correr tantos riesgos al reunirse, sobre todo si ya cada uno tenía bastante claro el papel que iba a desempeñar durante los próximos días. Además, mientras menos la gente los relacionara los unos con los otros, era mucho mejor.
De hecho, Sirius había hecho un esfuerzo por mantener la distancia de Plutarch, sólo por si acaso. Ya era bien sabido que eran cercanos por la amistad que compartió con su padre, pero Sirius no quería que Snow sospechara más de la cuenta. Hasta ahora, Plutarch seguía teniendo una imagen intachable, el sacrificio de su padre había valido la pena en ese sentido, pues su querido amigo seguía a la cabeza de la rebelión. Sirius y el resto de su familia también habían pasado la prueba, Snow no sospechaba de ninguno, pero él no quería tentar a la suerte.
—Estaba segura que apreciarías estar… —Sirius tuvo que morderse la lengua antes de decir algo demasiado estúpido. O muy egocéntrico. Casi se atrevió a terminar la oración con un “conmigo”, como si de pronto estuvieran en otra situación, como si Johanna fuera otro tipo de chica. Dejó la frase a medias y se encogió de hombros, regalándole una media sonrisa.
Johanna aceptó la bebida que él le ofrecía, con un gesto y una frase cómplice que le decía exactamente lo que Sirius necesitaba oír. Ella sí que recordaba su primer encuentro, Sirius no creía que pudiera olvidar ningún detalle, sin importar el tiempo que pasara. Antes de que pudiera decírselo, Johanna se acercó un poco más hacia él, rompiendo el espacio personal.
—Johanna, me gustaría… me gustaría que habláramos sobre la Arena —dijo de pronto, pues prefería sacarse ese tema de encima. En un impulso, la tomó por la cintura, acariciándola despacio—. Sé que no es tu tema favorito, pero voy a patrocinarte, así que creo que es buena idea que nos pongamos de acuerdo. Plutarch tiene de antemano los planos de la Arena, tendrás ventaja, pero de todas maneras necesitamos una estrategia.
Todavía la sentía muy cerca de él, era inevitable recordar lo que pasó la última vez que se habían visto.
De hecho, Sirius había hecho un esfuerzo por mantener la distancia de Plutarch, sólo por si acaso. Ya era bien sabido que eran cercanos por la amistad que compartió con su padre, pero Sirius no quería que Snow sospechara más de la cuenta. Hasta ahora, Plutarch seguía teniendo una imagen intachable, el sacrificio de su padre había valido la pena en ese sentido, pues su querido amigo seguía a la cabeza de la rebelión. Sirius y el resto de su familia también habían pasado la prueba, Snow no sospechaba de ninguno, pero él no quería tentar a la suerte.
—Estaba segura que apreciarías estar… —Sirius tuvo que morderse la lengua antes de decir algo demasiado estúpido. O muy egocéntrico. Casi se atrevió a terminar la oración con un “conmigo”, como si de pronto estuvieran en otra situación, como si Johanna fuera otro tipo de chica. Dejó la frase a medias y se encogió de hombros, regalándole una media sonrisa.
Johanna aceptó la bebida que él le ofrecía, con un gesto y una frase cómplice que le decía exactamente lo que Sirius necesitaba oír. Ella sí que recordaba su primer encuentro, Sirius no creía que pudiera olvidar ningún detalle, sin importar el tiempo que pasara. Antes de que pudiera decírselo, Johanna se acercó un poco más hacia él, rompiendo el espacio personal.
—Johanna, me gustaría… me gustaría que habláramos sobre la Arena —dijo de pronto, pues prefería sacarse ese tema de encima. En un impulso, la tomó por la cintura, acariciándola despacio—. Sé que no es tu tema favorito, pero voy a patrocinarte, así que creo que es buena idea que nos pongamos de acuerdo. Plutarch tiene de antemano los planos de la Arena, tendrás ventaja, pero de todas maneras necesitamos una estrategia.
Todavía la sentía muy cerca de él, era inevitable recordar lo que pasó la última vez que se habían visto.
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