¡Dylan! ¡Dylan!- gritaba corriendo por los pasillos de Hogwarts. Todo estaba oscuro, apenas entraba luz de luna por las ventanas, pero todas las luces estaban apagadas y hacía frío, mucho frío y había un ruido constante y repetitivo, angustioso que no lograba identificar. Se paró y buscó con la mirada al rededor- ¿Marcus? ¡Marcus, ayúdame!- gritaba a la nada, esperando que su amigo apareciera de alguna parte, pero solo le pasaba por al rededor gente que no conocía, que prácticamente no la veía- ¿Poppy?- llamó desesperada- ¡Marcus! ¡Poppy!- las lágrimas amenazaban con brotarle y seguía buscando a Dylan en cada rincón, medio a oscuras, mientras aquel sonido se hacía más insistente.

Seguía corriendo hasta que oyó la voz de su padre- Se lo han llevado, Alice- ella se dio al vuelta y lo vio de lejos, pero de repente no tenía fuerzas para moverse- ¿Cómo que se lo han llevado? - Tus abuelos… Se lo han llevado. No podías hacer nada para detenerlos…- No, no podía ser. Se cayó de rodillas y miró a su padre mientras las cadenas se acercaban hacia sus muñecas y empezaban a rodearla como si fueran serpientes- ¿Dónde están? ¿Dónde están los demás? ¡Ayúdame, papá!- su padre negó- Se han… ido… todo se va en esta vida, Alice… Todo acaba desapareciendo- el ruido era insoportable y de repente lo identificó. Era la tos, la agónica tos de su madre sin parar por las noches. No. Era su tos, porque las cadenas habían llegado a su cuello y no podía respirar y ella misma estaba tosiendo, no tenía aire y notaba como el pecho le dolía de extremo a extremo y todo se ponía negro. ¿Fue eso lo último que sintió su madre?

La luz la cegó y el aire llenó sus pulmones de golpe. Tenía las manos en la garganta, como si hubiera intentado quitar aquellas manos imaginarias que la estaban estrangulando. Estaba inclinada en el sofá de la sala común, con el libro de defensa contra las artes oscuras abierto sobre sí. Y bajo sus piernas estiradas, un Marcus muy preocupado. Una especie de alivio le recorrió el cuerpo entero y pudo parpadear y darse cuenta de que había estado en una pesadilla. En una horrible, vívida y retorcida pesadilla. Se incorporó y miró al chico, bajando las manos de su garganta, un poco avergonzada por la circunstancia y por haber preocupado a Marcus- Estaba soñando muy alto ¿no?…- puso media sonrisa, sentándose y cerrando el libro- No debería estudiar Defensa a estas horas.

De nuevo rió cristalinamente cuando Marcus la apretujó contra él, dejándose hacer, feliz y cariñosa. Enfocó su mirada a la de él, perdiéndose en el tacto de sus manos, sintiéndose pequeña ante su cuerpo y sus gestos- Volveremos- confirmó mirándole a los ojos. Recibió su beso, devolviéndoselo con cariño- Te lo prometo- susurró.

Estaba demasiado de acuerdo con todas y cada una de las palabras que decía Marcus, pero no quería hacerlo más difícil para los dos. Se incorporó y se puso la ropa interior, pero antes de terminar de vestirse, se abrazó a la espalda de Marcus, deslizando las manos por su pecho y apoyando la cabeza entre sus hombros, sintiendo el calor del cuerpo del chico- Tú nunca te rindes con nada ¿verdad?- Besó su espalda y aspiró su olor una vez más, apoyando de nuevo su cabeza en él- Pero me vale si tú te quedas con este... Y piensas en mí. Como si me llevaras siempre contigo- dijo deslizando la mano por su brazo y acariciando ella también el lazo.

Se separó y empezó a vestirse, atándose la camisa, recordando cómo apenas una hora antes sus dedos la habían deshecho. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Si se ponía a pensar en eso no acabarían nunca. Terminó de ponerse la túnica y avanzó hacia el espejo, pero antes de salir, se puso ella misma bloqueando la salida y tiró de Marcus, dándole un beso que enredó sus lenguas y le dio un poco de vida, antes de tener que enfrentarse al mundo exterior, a la realidad fuera de ese sueño.

Nada más salir una voz familiar y gritona sonó a su espalda- ¿HABÉIS ENCONTRADO EL TAL LAZO?- ella dio un respingo y de inmediato se dio la vuelta y chistó. Parecía mentira pero ahí estaba el dichoso Sir Garreth- A mí no me mandéis callar, joven dama. Me he tomado vuestra búsqueda como algo personal. Ahora no me deja dormir- ella aguantó la risa y se acercó con las manos juntas en la espalda y su mejor cara de niña buena- ¡Qué va! No ha habido suerte... Pero os estoy más que agradecida Sir Garreth- se acercó, confidencial, atrayendo la vista del cuadro para que no viera salir a Marcus, mientras le hacía un gesto con la mano para que saliera y la esperara en la escalera- Pero no son horas de estar por los pasillos, y no querréis que me meta en un lío ¿verdad?- El caballero negó con la cabeza y dijo- Yo siempre guardo los secretos de una dama- ella se alejó y le tiró un beso- ¡Gracias! ¡Sois el mejor!

Llegó a donde estaba Marcus, cogiendo su mano y tirando de él corriendo con una sonrisa- Vamos, príncipe azul, que en algún lugar leí que las princesas tienen que llegar a casa antes de las doce o se rompe la magia.

Qué remedio, había que vestirse. Estando en ello notó como la chica se abrazaba a su espalda, solo eso le provocaba un escalofrío y una sonrisa, y cuando le dijo que no se rendía con nada giró su rostro para mirar a Alice y negó con la cabeza con la barbilla alzada y una sonrisa infantil, arrugando la nariz y entrecerrando los ojos. Obvio que no. Y después de lo bien que había resultado esa búsqueda, menos. Que a ver, como búsqueda propiamente dicho... Muy productiva no había sido, porque volvían sin el objeto que buscaban. Pero como noche no se le podía pedir más.

Eso no lo dudes. Susurró rozando su nariz, aún en esa postura de ella abrazada a su espalda y acariciando su brazo. Marcus tenía siempre a Alice en su pensamiento, eso estaba claro. Pero desde que tenía ese lazo en su muñeca, no podía evitar tocarlo y pensar en ella casi continuamente. Se vistió con más esfuerzo que en toda su vida porque de verdad que no se quería ir, pero ya habían tomado la decisión y era lo que debían hacer así que... Pues eso. ¡Finite intantatem! Pronunció, que probablemente la barrera de silencio se diluiría en cuanto se alejaran lo suficiente de allí, pero por si acaso, no quería levantar sospechas. Se dirigió tras ella hacia el espejo de nuevo y por el camino fue dejando que volviera el Marcus O'Donnell habitual y empezó a pensar. Será mejor que primero mire uno para comprobar que no viene nad... Pero su discurso se vio interrumpido cuando Alice tiró de él y le besó de esa forma. La sorpresa duró un segundo, acto seguido se le escapó un suspiro y acarició su lengua con la de la chica, pegando su cuerpo y cayendo presa de esa pasión otra vez. Pues ya estaba, ya había mandado al Marcus O'Donnell habitual a la porra otra vez.

Se mojó los labios para saborearlos con una expresión pícara mientras veía a la chica salir, olvidándose de su estrategia y yendo tras ella como si le hubiera hipnotizado. Apenas tenía un pie fuera cuando retrocedió de golpe, abriendo mucho los ojos y escondiéndose. Alguien estaba allí... Alguien. Quién iba a ser. Ya está el monigote pirado gritando otra vez. De verdad, ese hombre era una maldición. ¿Es que no podían tener un poltergeist como todos los castillos mágicos, tenían que tener a un cuadro loco? Asomó los ojos lentamente y con prudencia, viendo alucinado como Alice y su encanto se llevaban de calle a Sir Garreth.

Detectó el gesto de la chica y se apresuró a salir a hurtadillas de su escondite y dirigirse a las escaleras, sin perderla de vista para no dejarla atrás, al tiempo que miraba el resto del pasillo para comprobar que no había nadie. Cuando la vio acercarse se mordió el labio para esconder una risa traviesa y extendió la mano para que ella la tomara, echando a correr hacia su sala común. Mi honor de príncipe azul no puede permitir que eso ocurra. Continuó la broma, subiendo las escaleras hasta la Torre Ravenclaw en una carrera sigilosa y vigilante.

Se adentraron en la sala común y tuvo que recuperar el aliento. El largo día, todo lo que acababa de pasar, la tensión de que no les pillasen y la carrera escaleras arriba le había dejado agotado. Pues... Aquí estamos. Ahí estaban. Era como una vuelta a la realidad, como despertar de un sueño. Se puso frente a Alice y volvió a mirar con expresión traviesa a los lados, comprobando que no había nadie por allí, antes de colocar sus manos en su cintura y besar sus labios una vez más. Se separó y se quedó unos instantes con los ojos cerrados y una sonrisa, su frente pegada a la de ella como tantas otras veces, para susurrar. Me ha encantado este cuento, princesa.

Creía que el sueño se acabaría al salir por el espejo. Pero correr de la mano de Marcus a horas intempestivas, llegar a la sala común, mirarse a los ojos de esa manera... Y aquel beso. ¿Cómo era posible que cada beso que se dieran fuera más tierno, más romántico que el anterior? Ella colocó las manos sobre su pecho y se recreó en sus labios, quedándose con la frente contra la suya. Esos eran ellos, si había algo que les describía era ese momento.

-Es el cuento más bonito que he oído jamás- dijo con una risita, que no era más que una demostración de aquella felicidad que tenía dentro del pecho. Cogió la mano de Marcus y la besó separándose, alargando su brazo con ella- Vamos a dormir... Creo que voy a descansar más que en toda mi vida- acarició la mano antes de soltarla- Buenas noches, mi príncipe azul- y se retiró hacia las escaleras.

Al llegar al cuarto, sí empezó a bajar un poco más a la realidad. Mal no le vendría ducharse, pero claro, como para irse ahora a los baños. Y no se iba a quejar de pasar toda la noche con su propia piel y su pelo oliendo a Marcus, a falta de poder dormir a su lado. Y cuando ya se había puesto el pijama, sin permiso, la voz de su tía apareció en su cabeza "Nunca te vayas a dormir sin haberte tomado la poción. Corres el riesgo de que al despertarte no te acuerdes" Y ella era una chica obediente. Ahora tenía que encontrar la ruda y el romero entre los tarritos de pociones de su baúl. Cuando por fin los tuvo, se puso a medir a oscuras, solo con la luz que se filtraba de la luna por la ventana. Fue cuando se estaba tomando ya la mezcla de su cáliz, cuando un susurro la sobresaltó y se atragantó

-¿Qué estás haciendo?- Gal notó como el lagrimeaban los ojos por el atragantamiento y se dio la vuelta para ver a su amiga Hillary encaramada a su cama- Hillary tienes que dejar de hacer eso, te lo digo en serio- Pero la chica la ignoró. Se acercó a su mesilla y cogió los tarritos mirando las etiquetas en la oscuridad- Ruda y romero...- Hacía dos años que Hillary no estaba ya en pociones, y no era precisamente la poción que más se enseñaba...- ¿Te acabas de tomar una poción contraceptiva? - dijo alzando la voz. Gal chistó furiosamente y le quitó los tarritos- ¡No! ¡Y baja la voz!- ¿Que no? Gal ¿te crees que no sé como se hace esa poción?- la chica abrió mucho los ojos y frunció los labios- Pues ya me dirás para qué la necesitas- ¿Y para que la necesitas tú?- respondió en un susurro agresivo su amiga- ¿Qué has hecho, Gal?- terminó, más tranquila. Ella suspiró y se apartó el pelo de la cara- Te juro que mañana te lo cuento todo, no es el momento ¿vale?- su amiga la miró, negando con la cabeza- No te vas a librar de la conversación ¿lo sabes?- Que sí, que sí. Déjame dormir- Eso, que estarás cansada... Vaya tela...- se fue murmurando a su cama.

Por un momento, Gal pudo oír sus propios latidos, acelerados por el momento con Hillary. Pero ya dentro de la cama, y con el olor de Marcus embriagándola todavía, se acurrucó en sus mantas y cerró los ojos, acariciándose sus propios labios, como si aún pudiera seguir besándole como llevaba haciéndolo toda la noche. Y se sintió la princesa de un cuento, que soñaría con su príncipe azul toda la noche.