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Juno
Phoenix
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You'll Never Walk AloneOriginal | Realista | OnexOne
Christian es un deportista de élite, el chico dorado, con un futuro prometedor en el mundo del fútbol, aunque nadie tiene idea de las cosas que ha dejado en el camino para triunfar en su carrera. Tiene toda la vida por delante, pero la felicidad completa se le niega porque, en un mundo tan hostil y competitivo, hay secretos que jamás deberían saberse.
Dos vidas aparentemente equilibradas, pero que en realidad penden de un hilo. Cuando ambos se conocen, es como un inevitable choque de trenes. Un simple encuentro desencadena un juego que parece tener reglas completamente diferentes para los dos.
Christian casi entregó su corazón luego de verse en un par de ocasiones, mientras que Alphonse tuvo que dejarle claro que no quiere, no está listo, para algo serio. Lo que pudo acabar en tragedia acaba como una tregua muy diplomática: ambos pueden ser estrictamente solo amigos.
Christian está dispuesto a intentarlo, a brindarle a Alphonse su amistad sincera, a pesar de que tenga sentimientos encontrados. Alphonse, en cambio, está convencido de que camina sobre arenas movedizas porque su vida está llena de inconsistencias.
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I. The Stars and Stripes
II. The Sound of a Broken Heart
III. Nightmares and Daydreams
IV. A Deep Dive in the Ocean
I. The Stars and Stripes
II. The Sound of a Broken Heart
III. Nightmares and Daydreams
IV. A Deep Dive in the Ocean
Alphonse Cadogan
Socialité | 25 años | Taron Egerton | Juno
Socialité | 25 años | Taron Egerton | Juno
Christian Gold
Futbolista | 24 años | Douglas Booth | Minerva
Futbolista | 24 años | Douglas Booth | Minerva
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The Stars and StripesChapter I
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Con Christian
Sólo era Alphonse. Era simplemente maravilloso.
Además, Christian estaba de pretemporada en varias ciudades de Estados Unidos. Alphonse no había puesto especial atención, pero se había enterado porque el Liverpool tenía una publicitaria en mitad de Times Square. Alphonse, en un arrebato, había reservado la suite en un hotel que quedaba en la misma calle donde estaba hospedado el equipo.
Era la primera vez que se veían en casi dos meses. La última vez, Alphonse estuvo pensando todo el tiempo que no tenía por qué cagársela con él, pues casi lo había arruinado. Christian y él podían ser amigos, Alphonse pondría todo su empeño.
Convencido de que estaba haciendo lo correcto, lo había citado en el hotel, la noche libre que tenía Christian. Al principio le pareció que Christian demoró más de la cuenta en aceptar, estaba convencido de que iba a negarse. Pero la fortuna le sonrió a Alphonse y ahora estaba esperando por él en un reservado para el que había pagado una cifra considerable.
—Gracias por venir, te prometo que como compensación por robar tu tiempo, voy a invitar hasta tu último capricho. Aunque supongo que no vas a poder engullirte todo el menú… —comentó después, al recordar que Christian dependía enteramente de su físico para el trabajo. Alphonse le sonrió, dándose cuenta de que sí lo había echado de menos—. Vi que están de gira en un montón de ciudades, ¿cuánto tiempo se quedan en Estados Unidos? Voy a Boston el fin de semana, por trabajo. ¿Quién trabaja el sábado? Que tu padre sea tu jefe es una pesadilla.
Alphonse se encogió de hombros, aunque realmente no era tan terrible si de verdad fuera su padre quien le diera órdenes. Vincent Cadogan era un hombre bastante razonable, pero cada vez relegaba más en Sebastian y su hermano mayor era peor que una pesadilla: era el noveno círculo del infierno.
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The Stars and StripesChapter I
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Con Alphonse
Muchas veces le habían dicho a Chris que no tenía instinto de conservación. Sin embargo, esta era la primera vez que se planteaba seriamente si esas personas tenían razón. Desde el primer momento en que acordó mantener una relación con Alphonse que no pasara los límites de la amistad supo que se estaba echando la soga al cuello. No porque pensara que no lo podía hacer, porque iba a hacerlo. No era la primera vez que alguien le gustaba y tenía que aguantarse. Si no porque iba a sufrir mientras lo hacía.
Contentarse con las fantasías de cómo sería estar con alguien no era lo mismo que saber exactamente cómo era besar a Alphonse, recordarl las sensaciones al recorrer su cuerpo con los labios y en general tener la absoluta certeza de lo increíble que era tener sexo con él. Y no era solo el sexo. Christian realmente había pensado en su momento que esto podía ser una relación con futuro.
Toda la vida había soñado con tener una relación real, completa, sólida... Pero era algo peligroso para un futbolista en activo ser abiertamente gay. Así que se había aguantado después de que un escándalo en los niveles juveniles del club casi le costara la carrera. Pero luego había aparecido Alphonse, quien parecía comprender tan bien como él la necesidad de la discreción. Alguien guapo, simpático, y con quien simplemente amaba pasar el tiempo.
Sí, se había ilusionado como un idiota solo para que Alphonse le dijera que no quería nada serio y todo terminara en una promesa de mantener su relación en el plano de la amistad.
Claro, hasta ahora la amistad se había mantenido sobre todo por mensajes y a distancia, uno en Londres y el otro en Liverpool la mayoría dle tiempo, aunque cuando estuvieron saliendo las distancias no eran nada para ellos. Ahora, hablando de distancia, están ambos en Estados Unidos y Chris no se puede creer que esté aprovechando el momento libre de la concentración para encontrarse con él.
En un reservado. En su hotel. En Nueva York.
Su vida era una estúpida comedia romántica gringa donde él era el patético protagonista. Amaba esas películas. Pero no estaba seguro de si quería vivirlas sin el final feliz.
Le dedicó a Alphonse una sonrisa radiante que no le costó lo más mínimo porque era un reflejo natural al ver su rostro. Lo había extrañado tanto. Seguía tan atractivo... Los amigos no deberían pensar así de otros amigos. Escuchó cómo decía un montón de cosas sobre la comida, el equipo y el trabajo, y le costó un poco seguirle la línea mientras tomaba asiento.
—Estoy seguro de encontrar algo en el menú justo para mí aunque el equipo me esté monitoreando al detalle el peso, por aquello de la recuperación en pre temporada. No te preocupes. —Lo único que iba a lamentar era no poder recurrir al alcohol más de la cuenta, porque tenía que estar en condiciones para el día siguiente—. El club nos trajo a un torneo de pretemporada, si nos va bien estaremos unas dos semanas. Pero mira a quién le hablas de trabajar sábado, la mitad de mis partidos en un año son domingo.
Luego de dar su respuesta se concentró en el menú. Se sentía nervioso, un poco falso en el disfraz de amigo mientras que Alphonse parecía tan cómodo con la idea. Pero desde que aceptó este encuentro supo que sería difícil. Solo tenía que superar esos momentos para que eventualmente pudiera acostumbrarse a ser solo su amigo.
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The Stars and StripesChapter I
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Con Christian
Eso no se lo había dicho a Christian, pues creía que iba a ser malinterpretado. Para Alphonse no tenía nada de malo saber qué pasaba en el trabajo de un amigo, tomando en cuenta que ese trabajo era el deporte nacional. Sabía que quedaron en puestos europeos la temporada pasada, así que esta campaña Christian tendría una agenda muy apretada.
—Así que te quedas dos semanas, ¿y después regresan a Liverpool? —Alphonse tenía que estar de regreso en Londres para la próxima semana, pero pensaba que tal vez podrían coincidir otra vez cuando Christian volviera a casa.
La distancia entre Londres y Liverpool no era más que un par de horas en carro. Además, él podía darse el capricho de comprar un boleto de avión si la situación le apetecía. Y sí que le apetecía, quizás ese era el problema.
—Es una lástima que tengas el tiempo tan reducido, ¿sabes? No sé si te lo dije pero New York es una de mis ciudades favoritas. Cuando era más pequeño, a mamá le gustaba venir casi todos los veranos. Era asfixiante como paseo familiar, pero luego de adolescente aprendí a apreciarla mucho. Conseguí esto para ti… —Alphonse deslizó un paquete sobre la mesa, lo había conseguido hoy a mediodía, después de que diera una vuelta por Times Square.
Ya sabía que Christian tenía el tiempo muy tallado, así que encontró una miniatura de los rascacielos de New York, que encajaban para formar el contorno de la ciudad. No lo pensó demasiado cuando lo compró y le pidió a la chica de la tienda que le grabara la fecha.
Cuando llegó el mesero para tomarles la orden, Alphonse casi cometió el error de pedir una botella de vino. Christian, por supuesto, no podía beber.
—Puedes pedir lo que quieras, pero necesito que me dejes pedir el postre por ti.
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Con Alphonse
Podría aburrir a Alphonse con todo su itinerario. Tampoco era como que fuera a retener todos los juegos que tendrían. Además, al ser un torneo, aunque fuera amistoso, mucho dependía de los resultados. Pero Alphonse no manejaba tanto sobre fútbol. Tal vez había sido un iluso al pensar que podrían funcionar como pareja. Eran de mundos diferentes, ¿no?
—Sí, tenemos que regresar a Liverpool para el inicio del campeonato.
Le gustaba escuchar a Alphonse hablar de su infancia. Hasta ahora no sabía demasiado de su pasado. Si era sincero, su relación no había profundizado tanto en lo personal. Había sido divertido verse a escondidas, le gustaba mucho hablar con él todo el tiempo por teléfono, pero hablaban de cosas superficiales, y de su día a día.
Bueno, Chris sí que le había hablado de su familia, pero es que nunca se callaba sobre sus hermanas y sus sobrinos. No todo mundo era como él.
Lo que sí no se esperaba era que Alphonse le llevara un regalo. ¿A cuenta de qué? Se quedó de piedra antes de tomar el paquete entre las manos, mientras echó mano de todo su autocontrol para que no se viera que le temblaba el pulso. Cuando se encontró con la miniatura del Empire State se le hizo un nudo en la garganta.
Seguro que Alphonse lo había comprado por ser de los edificios más significativos de la ciudad, pero Christian era un romántico y lo relacionaba con muchas películas románticas, en especial con un An Affair to Remember, con los amantes trágicamente separados cuando habían quedado de encontrarse en lo alto del edificio, impidiéndole a ella llegar a su encuentro y causando una indesada separación.
Sacudió la cabeza ligeramente y se recordó que debía sonreír para agradecer el detalle.
—De verdad no tenías por qué molestarte, Alphonse, está muy bonito, es... es todo un detalle. Gracias —dijo finalmente. —El ritmo de la pretemporada no me dará tiempo de ir a comprar recuerdos tan fácil, eso es seguro. Pero ahora me siento mal, no tengo nada para ti.
Sin embargo, Alphonse no parecía esperar nada. Quería que se concentraran ya en el menú, y que pidiera algo para comer. Ojalá pudiera ordenar cualquier cosa, pero en pretemporada no podía romper tan fácilmente la dieta, ya se había permitido sus diferentes excesos en las vacaciones.
Nada de excesos. Solo un almuerzo amistoso.
—Más te vale que el preparador físico no me mate por ese postreo que piensas ordenar.—comentó. — En esta época se ponen tiranos porque saben que en vacaciones hicimos todos los desarreglos posibles. Al menos a mí nadie me ha acusado de estar con sobre peso, pero quiero seguir siendo un buen chico.
Chris no era el tipo de jugador que daba problemas.
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La sonrisa de Christian le recordó lo afortunado que era de que éste lo hubiera perdonado. Alphonse de verdad no tenía cómo mantener una relación formal, no quería condenar a nadie al fracaso. Además, era consciente de que no podía abordar su propia sexualidad sin que eso implicara que su familia arruinara todo. Su hermano, sobre todo, le haría la vida imposible si se le ocurría decir que era cualquier cosa menos que heterosexual.
—No tienes que regalarme nada, trabajas mucho más que yo, seguro no vas a tener tiempo de nada más… —dijo Alphonse con una mueca cargada de ironía. Le indicó al mesero lo que quería, pues había tenido tiempo de examinar el menú mientras que esperaba a Christian. Lo que sí, era que deseaba asegurarse que hubiera aquel cheesecake de chocolate belga que tanto le gustaba. Era de las cosas favoritas que había probado en toda su vida.
—Sólo tienes que probar un trozo, pediré uno para los dos. No quiero que tu preparador físico me mate, tengo muy claro que este año tenemos eliminatorias para el Mundial —Alphonse alzó ambas cejas, sintiéndose orgulloso de saber bien de qué estaba hablando.
Hubo una época de su vida en la que siguió con más ahínco de la cuenta el calendario de la liga inglesa. Alphonse no quería pensar en ello, porque se había prometido a sí mismo no volver a pensar en Neil porque eso hacía todo más complicado.
Pero ahora su vida se había cruzado con la de Christian y parecía que tenía otra razón, una vez más, para mantener al día sus conocimientos sobre fútbol.
—Sé que juegan en Wembley en un par de meses, pero no quiero que pienses que soy un acosador, así que lo dejaré estar… —en realidad, sabía que no tendría pegas si quería conseguir boletos, pero le prometió a Christian que guardarían la distancia que él quisiera.
Pensaba seguir su promesa al pie de la letra.
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Con Alphonse
Las palabras de Alphonse lo emocionaron. Sabía que no tenía por qué seguir la pista de su equipo o de la selección, así que no dejaba de ser halagador que estuviera al tanto. No podía evitar pensar que significaba algo. Claro, antes se hacía ilusiones pensando que significaba algo. Ahora sabía que no.
Así que tal vez lo sabía por algo más. Tal vez no era por él.
—¿Vas a ir?—preguntó, intentando no sonar emocionado.
Claro, no podría ser como aquella vez en que Alphonse lo recogió después de un partido y fueron a tener sexo a su hotel. Ya quisiera.
O no. Porque Alphonse no quería una relación. Solo quería que pasaran un buen rato juntos. Y él pudo haber acordado eso. Pudo hacerlo pero no quiso porque realmente aspiraba a más. Anhelaba.
Todo lo que Chris quería era amar a alguien y que lo amaran. ¿Era demasiado pedir?
—Si vas, avísame, seguro te puedo conseguir buenos asientos —comentó. —Ya sabes cómo es. Puedo pedir para amigos y familia.
Solo que esta vez era en serio que sería para un amigo.
—También te puedo conseguir para estos amistosos, nadie de mi familia viajó conmigo, así que tengo disponibles.—añadió. Aunque Alphonse no estaba ahí para ir a ver fútbol. — Si es que tienes tiempo libre y te interesa, pero te advierto que los partidos de pretemporada por lo general son malos, no sé si voy a hacer el ridículo.
Le sonrió nervioso, y se alegró de que el camarero trajera sus entradas.
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The Stars and StripesChapter I
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Con Christian
No pudo evitar pensar que tenía una sonrisa realmente bonita, le brillaban los ojos cuando parecía estar desbordado de ilusión. Alphonse le regaló una sonrisa sincera, una que guardaba solamente para la gente que le caía bien.
—Juegan contra República Checa, ¿no? Creo que mi memoria no está tan mal… —Alphonse en este momento se le escapaba los miembros del resto del grupo de Inglaterra, pero sí que recordaba que jugaban contra República Checa en Wembley. La verdad era que la perspectiva de tener buenos asientos, así fuera sin compañía, era maravilloso. En especial si era Christian quien le cedía un boleto—. Me vas a malcriar, pero no tengo más remedio que aceptar. Eso me recuerda que no tengo la última camiseta de la selección, voy a tener que comprarme una para ir al estadio. ¿Qué opinas?
Estaba solo en este viaje, tenía cierta libertad para moverse. No tenía que rendirle cuentas a su hermano mayor, eran estos los momentos en que Alphonse se sentía más él mismo y menos el hijo menor de los Cadogan que estaba atrapado en una dinámica familiar que nunca había pedido. En un apellido que le había dado tantos privilegios, pero a la vez le había quitado todo lo que una vez amó.
—No me creo nada que vayas a jugar mal, así que voy a tener que tomarte la palabra, para comprobar que estás exagerando —soltó una carcajada, justo cuando llegaron con parte de su comida. Alphonse le agradeció al mesero con un gesto conciliador y, sin pensarlo mucho, le ofreció un trozo de su tartaleta de salmón trufado a Christian—. Pruébalo, no es tan bueno como el postre, pero te va a gustar. Aunque estoy seguro que vas a decir que es una comida demasiado estirada para tu paladar, pero aprende a apreciarlo.
Alphonse se movía en un mundo lleno de privilegios, se regodeaba de ello porque no le quedaba más remedio. Pero con Christian, era diferente, le permitía que éste se metiera con él por su origen.
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Aquello estaba yendo bien. Mucho mejor de lo que había esperado. Se había temido que iba a ser incómodo o difícil, pero todo parecía fluir. Desde el primer momento que se habían conocido las cosas habían fluido entre ambos y parecía que eso no había cambiado. Quería creer que eso era bueno.
Que podía manejar sus emociones.
Por supuesto que se iba a emocionar de que Alphonse dijera que iría al partido. Hasta tenía claro contra quién jugaban. Sabía más de fútbol de lo que quería admitir, y a Chris le encantaba que lo sorprendiera con lo que sabía.
—Opino que te puedes comprar una con mi número—replicó, antes de pensar que tal vez no era apropiado.
Se mordió la lengua. Tal vez no debía ponerse tan cómodo.
—La ventaja es que tal vez no creas que lo hago tan mal porque en pretemporada nadie juega bien —añadió, optando por ignorar lo que acababa de decir, tal vez Alphonse lo dejaría pasar también. —Todos estamos gordos y fuera de forma.
La gente solía reírse cuando decía eso, pero la verdad sí tenía dos kilos de más. En vacaciones no paraba de probar la cocina de sus hermanas y su mamá, y ellas, que bien lo sabían, se pulían en esa época para prepararle de todo.
—Pero no te preocupes, para el partido de la Selección estaremos todos al cien por ciento, ya lo verás.—le aseguró. — Ya me contarás después qué te parecimos.
En plural. Y suponía que esta vez no se escaparía después del partido para ir a pasar juntos la noche. Eso se había terminado, cuando él había pensado que esa seguiría siendo su historia.
Debía planear esa noche hacer algo con los compañeros de la selección para no acabar siendo una bolita de miseria solo en su habitación. Chris odiaba sentirse tan triste, y lo peor era que se le notaba.
Se recordó eso a sí mismo para alejar esos pensamientos de la cabeza y sonreír de nuevo, o Alphonse notaría que algo le pasaba.
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Con Christian
—Recordaré esa sugerencia la próxima vez que esté en una tienda… —comentó con una media sonrisa. Luego de esta conversación, sí que pensaba ir a Wembley.
Frunció el ceño cuando escuchó a Christian decir que estaba fuera de forma y que, además, estaba jugando mal. Alphonse no sabía tanto de fútbol, pero era imposible considerar la complexión atlética de Christian como la de alguien fuera de forma. Era un completo disparate.
—Si tú estás fuera de forma, no sé qué nos espera al resto de los mortales. Pero está bien, iré al partido. Todos los comentaristas dicen que es un partido fácil, pero supongo que ustedes lo ven diferente. No tienes que usar tus privilegios, veré de conseguir boletos usando mis contactos, no quiero que pienses que soy un abusador… —Alphonse le regaló un guiño. Suponía que no podía ser tan difícil, Alphonse podía hacer uso de sus privilegios de su apellido. A veces era buena idea dejarse llevar.
Mientras Christian probaba el trocito de salmón que le había dejado, Alphonse contempló con detenimiento sus facciones. Sabía que no podía tener ese tipo de pensamientos, pero era realmente guapo. Si fueran otras sus circunstancias, Alphonse estaba seguro de que hubiera podido decirle, sin problemas, que salieran de verdad. Pero Christian era un futbolista y él no estaba para tener una relación seria con nadie.
Él era un fracaso, ya no podía lastimar a nadie más. Alphonse, tarde o temprano, iba a buscar una mujer con la cual casarse y formar una familia. Lo que todos esperaban de él.
—Christian, dime… —susurró, regalándole una media sonrisa—. Si dejaras de jugar al fútbol, ¿a qué te dedicarías?
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Si su relación no se hubiera visto reducida a los límites que tenían ahora, Chris le habría regalado su camisa sin pensarlo. Habría pedido a la tienda que le prepararan un paquete con sus camisas de la temporada y le habría firmado una. Se lo habría dado en su próxima cita.
Pero esto no era una cita, ni habría una próxima cita. Estaba seguro que no había problema en hacerle regalos a un amigo, pero Chris era muy consciente de que todavía le tomaría tiempo en poder ver a Alphonse como un amigo nada más. Así que por su proprio bien debía marcar ese tipo de límites.
Le hizo gracia el comentario de Alphonse. Toda la gente que no era deportista se tomaba así cuando uno de ellos decía que no estaba en forma, pero la buena forma no era lo mismo para un futbolista que para una persona que no se dedicara al deporte profesional. Si a él le preguntaban, Alphonse estaba en un estado físico increíblemente bueno, pero seguro que su preparador físico no diría lo mismo si fuera uno de sus jugadores.
No se esperaba la pregunta de qué haría si no se dedicara al fútbol, pero la verdad era que sí lo había pensado. Cuando tuvo el escándalo de joven que lo encontraron en la ducha con un compañero, se planteó que si lo echaban del equipo podría tener otro camino. Sonrió y se acomodó mejor en la silla para explicarse.
—Pues mira, si no fuera futbolista trabajaría en la ferretería de mi familia. Mi padre tenía una gran ferretería familiar en Liverpool y mis hermanas se encargan ahora de ella. Son increíbles, ¿sabes? Pues si no fuera futbolista, trabajaría con ellas. Siempre pensé que se me daría muy bien la atención al público.
Había personas que llegaban a la tienda buscándolo, y cuando estaba de visita en la casa familiar no le molestaba estar en rato en la tienda. Su hermana mayor decía que incrementaba las ventas.
—La verdad es que nunca se me dieron bien los estudios, pero mis hermanas son brillantes. Una administra la tienda, otra lleva la parte legal y la otra la contabilidad —continuó explicándole. —Yo podría limitarme a atender a la gente que llega. Tal vez llevar inventario, no debe ser tan difícil. Sería un trabajo bonito estar con mi familia todo el tiempo en lugar de estar viajando por todo lado.
Nunca había pensado en su plan de retiro, pero suponía que en el fondo tenía esa idea en la cabeza. Además, una vez retirado podría tener una pareja sin tanto secretismo sin afectar su carrera. A su madre y sus hermanas lo único que les preocupaba de que fuera gay era que tuviera que vivir escondiéndolo.
Su madre estaría encantada de que le llevara un novio a casa. Pero no iba a decirle eso precisamente a Alphonse.
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Alphonse era el menor de los Cadogan, pero sus hermanas nunca le habían prestado demasiada atención, se llevaban muchos años como para tener cosas en común. Y Sebastian, su hermano mayor, era tan aterrador como cualquier monstruo de cuento de hadas infantil.
Así que, escuchar a Christian expresarse de ese modo, tan sólo lo embriagó de una nostalgia incómoda, por algo que jamás podría tener.
—Tu familia suena a algo maravilloso, incluso si estás hablando de que entre todos tienen una empresa. Eso no siempre es una buena idea, es terrible que tu familia sean tus jefes… —dijo Alphonse, sin preocuparse demasiado por cómo eso iba a sonar. Pero no parecía ser la experiencia de Christian, lo que le alegraba sinceramente—. Es por eso que me mantengo bastante alejado de las reuniones de la empresa. Tan sólo voy cuando mi asistencia es estrictamente necesaria.
Alphonse se sintió culpable por haber hecho ese comentario tan terrible cuando Christian se expresó de manera tan cálida de su familia. Se sintió como un completo aguafiestas, así que decidió darle un toque a Christian en la palma de la mano, como un gesto sincero de disculpas.
—Puedo imaginarte perfectamente siendo un buen anfitrión para el negocio de tu familia. Estoy seguro de que habría filas para verte todo el tiempo. Pero todavía estás joven para eso, ¿cierto? Yo sé que los deportistas se jubilan jóvenes, pero hay demasiado colágeno en esas mejillas para planteártelo todavía.
O al menos, eso creía. Alphonse alguna vez había escuchado a su padre hablar con George Carter, quien se consolaba pensando que Neil, su esperado heredero, dejaría de “jugar a ser futbolista” y se dedicara pronto a los negocios.
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Con Alphonse
Por lo poco que sabía de la familia de Alphonse, los Cadogan no parecían ser un grupo de personas particularmente amoroso y agradable así que suponía que podía entender de dónde venían sus comentarios. Le entristecía. Alphonse era una buena persona, se merecía una familia que le diera amor, no que fuera una pesadilla.
El comentario de Alphonse sobre que era joven para pensar en el retiro le arrancó una sonrisa, ciertamente tenía muchos años de carrera por delante, y, si no hacía ninguna tontería, seguro que no necesitaría trabajar y podría vivir de sus rentas. Pensaba darle un fondo a sus hermanas para que invirtieran en el negocio y le depositaran su parte.
Le parecía un gran plan.
Sin embargo, el toque de Alphonse en su mano lo tomó desprevenido. Le avergonzó un poco el pequeño salto que dio al sentirlo, y cómo corrió la mano automáticamente.
En otro momento habría buscado su tacto, pero ahora era muy consciente de que tenía que mantener los límites. Si dejaba que Alphonse lo tocara demasiado, no iba a poder responder por sí mismo. Le gustaba tantísimo que cada célula de su cuerpo había respondido a aquel simple toque.
Entrelazó los dedos, como si con eso pudiera disimular su brusca reacción, y se obligó a sonreírle.
—Estoy en la flor de la juventud, claro que no tengo que pensar en el retiro todavía.—replicó.
Luego dio otro bocado a su comida. Estaba buena. Alphonse siempre elegía buenos lugares con magnífica comida. Las citas con él siempre habían sido de lo más agradables.
Pero se habían acabado, tenía que tener eso claro.
—Pero gracias por lo del colágeno, no solo tengo que estar en buena condición física. Tengo que verme bien si además quiero tener entradas de spots publicitarios
Era un comentario superficial, pero acorde con su conversación. Le dedicó su mejor sonrisa de valla publicitaria.
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Con Christian
Alphonse estaba seguro de que pensaba eso con frecuencia cada vez que se veían. Le parecía el tipo de persona que tenía el mundo a sus pies y al que el futuro sólo podía depararle grandes cosas. Soltó una carcajada cuando Christian mencionó los anuncios publicitarios. Para él, las publicidades eran una bendición y también una maldición.
Recordaba con exactitud cómo se quedó pasmado cuando vio una valla publicitaria de Neil, una foto en blanco y negro promocionando una colección invernal de ropa. La valla estaba justo al otro lado de la calle, frente al edificio principal de Cadogan Group. Alphonse descubrió dos días más tarde que su propio hermano mayor, con ganas de atormentarlo, había pagado por tener allí esa publicidad y no fue a la empresa hasta el final de la semana.
—Recuerdo que estabas haciendo una promoción de Harrods, para la colección que sacaron de Navidad. Te veías adorable con ese gorro de reno… —comentó con una media sonrisa. Además, la publicidad traía una música muy pegajosa, estaba segura de haberla escuchado en todos lados—. La cámara te ama, deberían dejar que te entrevisten a ti todo el tiempo para la selección, la realidad es que el Capitán no es tan popular.
Alphonse soltó otra risita, aunque estaba seguro de lo que hablaba. Byron Newt había tenido muchas glorias personales, pero estaba seguro que el común de la población lo detestaba por haberse ido a otra liga de fútbol en el oasis de su carrera. Los ingleses eran demasiado resentidos, él lo sabía bien.
—¿Cuándo es que es tu próximo partido aquí? De verdad… me gustaría hacer un espacio para verte.
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El comentario de Chris sobre su publicidad lo hizo sonrojarse. Recordaba esas fotografías con sombrero de reno, en especial porque le habían dejado quedárselo y lo había utilizado en la cena de Navidad de su familia. La verdad era que los fotógrafos solían decir que era fácil trabajar con él, que la cámara lo amaba. Nunca había sido tímido con la cámara tampoco, se divertía en esas sesiones.
Byron, por su parte, el capitán al que se refería Alphonse, era muy atractivo y fotogénico, pero solía mostrarse más bien serio y distante con la prensa y las cámaras en general. Byron tenía la política de cuidar mucho de su vida personal. Chris era abierto, y se exponía demasiado. Byron siempre se lo decía. No solo era el capitán, había sido su mejor amigo y protector desde que ascendió al primer equipo.
Se infartaría si supiera que había dejado la concentración de su equipo para comer con Alphonse.
—El próximo partido es un par de días, te mandaré los detalles y las entradas—le aseguró.
Esto estaba bien, se repitió. Era normal que un amigo de un futbolista fuera a verlo jugar. Solo debía recordar no estar pendiente de él todo el tiempo. No pensar en dedicarle goles. Alguna vez había pensado que tenía que escoger una celebración que solos los dos supieran que era para él. Llegó a tener algunas opciones.
Eso le pasaba por adelantarse tanto a los hechos.
Tenía que marcar distancia.
—Aunque me temo que si ese día vas a verme no podré verte después, salimos directo del estadio a viajar a la siguiente ciudad—le explicó.
Así tenían que ser las cosas ahora. Mejor que las recordara. Miró su reloj inquieto. Igual que esto. Era solo una comida. No habría nada más después.
Esperaba que Alphonse lo tuviera claro.
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Pronunció la sonrisa, mirando a Christian con ojos brillantes.
—Allí estaré, no te preocupes. —Aunque luego de haber escuchado que no podría más que verlo desde las gradas, sintió una punzada de decepción en el pecho. La verdad era que después de su conversación, la primera que había tenido en mucho tiempo con alguien sobre cómo llevaba sus relaciones casuales, Alphonse había estado muy pendiente de cómo se comportaba con Christian. Hasta ahora, creía que lo estaba haciendo bastante bien. La amistad que mantenía con Christian era nueva para él. Por lo general, Alphonse mantenía a sus amigos separados por completo con los tipos con los que salía de manera casual.
Habría podido dejar de ver a Christian, pero genuinamente le gustaba estar con él.
—¿Sabes? Cuando vuelvas a Londres, voy a dar una fiesta en mi nuevo departamento. Se me había pasado decírtelo, pero, ¡me mudé! Está en la misma zona, pero es un apartamento más grande, fue un completo capricho, pero hay una terraza preciosa y estoy considerando seriamente conseguir una mascota. ¿Vendrías? Te pasaré los datos luego —comentó con una sonrisa. En realidad era una fiesta entre su círculo social que había crecido hasta descontrolarse un poco.
Pero sí que le gustaría que Christian fuera. Esperaba, de todo corazón, que aceptara su propuesta.
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Le emocionó mucho escuchar que Alphonse iría a su partido. No lo dudó ni un minuto, y se tuvo que prometer mentalmente que haría lo posible por no emocionarse más de la cuenta por eso.
Sin embargo, se distrajo pronto de ese pensamiento cuando cambió el tema totalmente para invitarlo a una fiesta. Le sorprendió mucho, pero supuso que tenía sentido. Si solo eran amigos, ¿por qué no iba a compartir en un espacio con otros de sus amigos? No había nada malo en que compartieran frente a otras personas si no eran nada.
Eso no evitó que le pusiera nervioso la perspectiva de conocer a los amigos de Alphonse, en especial porque era posible que no conociera a nadie más en su fiesta.
También sintió una punzada de nostalgia por el antiguo apartamento de Alphonse. Habían tenido sexo increíble cuando había ido a visitarlo por primera vez. Esta sería una visita muy diferente. Porque tenía que ir. Por supuesto. No podía hacerle el feo de rechazar su propuesta aunque muy en el fondo supiera que era mala idea.
Byron siempre se lo había dicho, que no sabía cuidar de sí mismo. Hasta ahora no lo venía haciendo tan mal, pero seguía tentado el destino.
—Por supuesto que iré a tu fiesta—le aseguró con una sonrisa. —Solo pásame los datos de fecha y lugar, y haré lo posible para agendarlo.
Debía ser valiente para asumir esta amistad tal y como la había aceptado.
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O más bien, Sebastian lo había cancelado. Alphonse tenía mucho tiempo que no discutía así con su hermano mayor, porque por lo general hacía un esfuerzo consciente por ignorarlo. Pero había veces que sus palabras hirientes, sus ironías constantes, eran más de lo que él podía soportar. Sebastian le había advertido, con una voz tajante, que estaban cansados de que avergonzara a su familia.
Había momentos en que no entendía por qué demonios sus padres decidieron tener más hijos, si aparentemente Sebastian era el heredero que necesitaban las empresas y sus hermanas eran perfectas. Él, en cambio, era el hijo menor al que nadie le había prestado más atención de la cuenta y quien, al parecer, sólo había cometido errores. Además, para colmo de males, sus gustos eran, como Sebastian le había dicho, una deshonra.
Alphonse ya se había bebido la mitad de una botella de vino y estaba considerando seriamente preguntarle a alguno de sus contactos quien tenía una pasada de marihuana. Quizás le hacía falta, para olvidarse que pertenecía a una familia que no sabía cómo aceptarlo tal y como él era.
Todavía estaba con el rostro contra la almohada, que le costó darse cuenta de que llamaban a la puerta. Alphonse quiso vociferar, pero el golpeteo era tan insistente que empezó a preguntarse si no había pedido algo y lo había olvidado. Le pareció que la distancia entre el sofá y la puerta era el doble de lo que en realidad era.
Lo que no esperaba, por supuesto, fue que apareciera Christian al abrir la puerta. Alphonse ahogó un grito de sorpresa, dándose cuenta que no le había dicho lo sucedido. A sus conocidos los tenía en un chat grupal, pero respetó la privacidad de Christian y lo invitó personalmente. Alphonse estaba descalzo, hecho un completo desastre, con los ojos llorosos y ahora tenía a Christian en la puerta de su casa.
Alphonse se llevó las manos al rostro, visiblemente avergonzado.
—Christian, dios mío, me vas a odiar. Cuánto lo siento… —balbuceó, muy apenado por semejante desliz.
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Por supuesto que no logró convencerse de nada de eso y se encontró más bien planificando con cuidado qué se iba a poner para ir a Londres. Alquiló una habitación en un hotel relativamente cerca de la dirección porque no podía volver a Liverpool la misma noche. Luego había descartado el atuendo más favorecedor de lo que había escogido, porque quería recordarse que no era una cita. Optó por algo cómodo pero con estilo. Y caro, porque los amigos de Alphonse seguro se fijaban en esas cosas.
No que estuviera deseoso de calzar con sus amigos, aunque sí. Iba a ser uno más de ellos ese día.
Llegó al apartamento con facilidad porque Alphonse le había pasado su dirección. Curiosamente, no se oía ruido desde adentro, lo que llamó su atención, había pensado que una fiesta de Alphonse sería amucho más escandalosa. Sin embargo, cuando llamó a la puerta y no le abrieron supuso que estaba insonorizado y solamente no oía el bullicio de adentro.
Así que insistió.
Lo último que esperaba era que Alphonse le abriría para mostrar una habitación vacía y a oscuras, mientras él lo miraba con el rostro desencajado y le pedía perdón.
—¿Alphonse? ¿Estás bien? ¿Qué pasa? —preguntó sin entender qué sucedía.
Era evidente que esa noche no había ninguna fiesta ahí. Pero más todavía, era evidente que Alphonse no estaba bien.
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The Sound of a Broken HeartChapter II
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Con Christian
Lo único que pudo hacer fue volver la expresión compungida y llevarse las manos al rostro con un gesto arrepentido. Toda esta mierda era su culpa. Además, se dijo, era obvio que Christian no querría seguir siendo su amigo cuando se diera cuenta del desastre de entramado familiar que llevaba a cuestas.
—Lo siento…
Por un instante, fue lo único que pudo decir. Para cuando se desplomó en el sofá, se dio cuenta de que no podía no darle una respuesta a Christian. Aunque ser sincero lo dejara en evidencia, lo mínimo que merecía Christian era una explicación. Después de todo, él había tenido que venir desde Liverpool. Tener esa certeza lo hizo sentir todavía peor.
—Discutí con mi hermano —dijo Alphonse con voz queda, era un sonido ronco que no reconoció—. Ya sé que parece una tontería, pero no fue una discusión al azar. Sé que… estoy seguro de que tú tienes una familia normal y que para ti discutir con tus hermanas de seguro que no va más allá de un par de horas de disgusto. Para mí no es así.
Alphonse frunció el ceño, hundiéndose un poco más en el sofá, mientras se atrevía por fin a buscar la mirada de Christian. No estaba seguro si había sido lo suficientemente claro o si lo único que generaría ahora en Christian sería más preguntas. Si él querría saber detalles. Alphonse se estremeció, sintiéndose completamente miserable. Las palabras que había dicho pesaban mucho dentro de él.
Una familia normal. Los Cadogan no eran una familia normal en absoluto. Y no sólo se trataba al poderío económico que tenían. Sus relaciones familiares era un completo desastre. Alphonse sabía que su padre lo quería, pero el problema era todo lo que estaba a su alrededor.
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Cuando lo escuchó sintió que se le estrujaba el corazón y abandonó toda precaución. Se sentó a su lado y le paso un brazo por los hombros. Lo que decía no tenía sentido para él, solo tenía claro que Alphonse estaba destrozado.
—No digas eso, no puede ser una tontería algo que te tenga así...—estrechó con fuerza la mano sobre su hombro y buscó su mirada. —Estoy seguro que fue horrible, pero no dejes que algo te ponga así, no...
No tenía idea de cómo consolarlo porque no le faltaba razón. Ese tipo de conflictos familiares eran ajenos a Chris, ninguna de sus hermanas lo pondría así alguna vez.
Guardó silencio un momento mientras apretaba los labios, intentando ordenar sus ideas.
—¿Quieres contarme lo que pasó?—preguntó finalmente, aceptando que no tenía suficiente información para saber qué decir.
Acompañó su pregunta con acariciar la espalda de Alphonse rítmicamente, esperando darle algún consuelo.
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Si lo ponía en perspectiva, tan sólo había tenido dos buenos amigos cuando fue adolescente, pero lo había arruinado. Le rompió el corazón a Neil y Ronnie, enfadada, dejó de dirigirle la palabra. Los perdió a los dos y se fue a estudiar fuera del país, donde no tuvo más remedio que aprender a lamerse las heridas solo.
Pero ahora, Christian estaba allí, escuchándolo con paciencia y pidiéndole que le contara lo sucedido. Alphonse tenía el pecho roto, pero la sonrisa suave de Christian hacía todo un poco mejor.
—Aunque nuestra empresa tiene varios inversionistas, la familia sigue teniendo el control de las acciones. Papá es el jefe pero sólo de nombre, en realidad quien tiene el control es mi hermano mayor. Cuando me mandaron a estudiar a Alemania, sabía que no tenía más opción que regresar a trabajar en la empresa… —a Alphonse eso no le molestaba del todo, aunque quizás si le hubieran dado una opción más libre, no habría escogido estudiar esa carrera y no estaría trabajando con su hermano—. Para tomar decisiones, la junta directiva tiene que votar y mi hermano y yo no siempre tenemos las mismas opiniones. El problema es que Sebastian siempre tiene cómo recordarme que soy el peor tomando decisiones o que si no lo apoyo es porque no sirvo para nada.
Alphonse frunció el ceño y bajó la mirada, sintiéndose como un idiota. Estaba seguro de que a Christian debía de parecerle ridículo. Como un problema de familias adineradas que se aburrían y lo único que hacían era pelearse entre ellos.
—En resumen, soy un fracasado, eso es todo. Lo siento Christian, ni siquiera te avisé… —Alphonse volvió a cubrirse el rostro con las manos, evocando las palabras de su hermano mayor. Sebastian tenía razón, su vida no tenía rumbo, era un completo desastre.
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Era realmente doloroso ver a Alphonse así. Chris quería ayudarlo, pero parecía creerse todo lo que le había dicho su hermano mayor. Chris no podía ni imaginarse cómo sería tener en su familia a una persona de tan mal corazón, que hiciera tanto daño a su hermano a propósito. Realmente le enojaba la existencia de alguien así.
Tiró de Alphonse para darle un fuerte y sentido abrazo. Podía sentirlo débil y triste. Quería hacerlo sentir que no estaba solo.
—¿Quién es tu hermano para hacerte sentir así? No puedo creer que una persona de tan mal corazón tenga la razón por encima tuyo, por más hombre de negocios que se supone que sea. No tiene derecho a tratarte de esa manera, eres mucho mejor persona que él—declaró en un arrebato de sinceridad, sin dejarlo ir. —Si tienen criterios diferentes es por algo, y tienes todo el derecho a decirlo le guste o no.
Quería que sintiera que era totalmente sincero. Estaba muy molesto. Odiaba a los matones. En especial a quienes agredían a la gente que debían querer.
Se separó de Alphonse y lo tomó de los hombros, mirándolo a los ojos.
—No importa que no me hayas avisado, tal vez era porque me necesitabas aquí para decirte esto—dijo, aunque sí le había molestado no ser avisado, le alegraba estar ahí para ayudarlo. —No estoy dispuesto a dejar que nadie te ponga en este estado. No es justo.
Si pudiera ir a las oficinas de los Cadogan a decirle sus verdades a ese tal Sebastian lo haría de buena gana. Pero todo lo que podía hacer era mirar a Alphonse a los ojos con toda intensidad para que entendiera que no lo decía por decir: realmente creía sus palabras.
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Echaba de menos no sólo tener amigos, sino alguien con quien realmente pudiera contar. Llevaba negándose a tener cualquier tipo de conexión emocional con alguien, porque la última vez fue un desastre. Alphonse tenía miedo. Nunca podría ser él mismo ni tampoco podría dar lo mejor de sí a alguien a quien realmente lo mereciera. Alguien como Christian. La última vez, en Edimburgo, rompió el corazón de Neil y arruinó su vida. La de ambos.
No estaba dispuesto a hacer lo mismo otra vez. Pero el tacto de Christian era cálido y, por un instante, se compró la idea de que todo estaría bien.
Tal vez por eso se permitió llorar, aferrado a él. Alphonse no supo por cuánto tiempo estuvo así, en la misma posición, con los ojos cerrados y descansando todo el peso en el cuerpo de Christian. Era una sensación simplemente maravillosa. Liberadora. Alphonse no sabía si sentirse feliz, culpable, o ambas cosas.
Al cabo de un rato, se separó, con los ojos vidriosos y visiblemente avergonzado. Cuando miró a Christian a los ojos, tenía la garganta rota, apenas le salían las palabras.
—Sí que… sí que necesitaba que estuvieras aquí —confesó, incapaz de contener lo que pasaba por su cabeza—. Christian, durante todo este tiempo tú sólo has sabido ser maravilloso conmigo. Y yo… yo…
Alphonse sabía lo que quería decir, pero tenía miedo. Si daba un solo paso en falso, también podía perder a Christian, de la misma forma en que perdió a Neil. Sólo que esta vez sería peor, con Neil también pecaba de inexperiencia, de ser tan sólo un niño que no sabía lo que quería. Ahora tenía más de veinte años, no podía equivocarse otra vez.
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Con Alphonse
Se le encogió el corazón todavía más escuchando a Alphonse llorar. Sintiéndolo vibrar contra él, estremecido por sollozos. No podía hacer más que sujetarlo con toda su fuerza, hacerle sentir que estaba ahí para él. Alphonse no se merecía pasar por esto. Era una buena persona y Chris ahora estaba más que convencido de que su hermano era una mala persona, no cambiaría fácil esa opinión.
Permitió que Alphonse tomara la iniciativa de separarse de él. Lo conmovió toda más ver sus ojos vidriosos y ligeramente inflamados de llorar. Pero no estaba listo para escucharlo hablar sobre ellos.
Tragó grueso mientras lo escuchaba decir que lo necesitaba allí. No estaba listo para escuchar eso. Pero tampoco podía dejar a Alphonse sentirse mal.
Extendió una mano hacia su rostro, y le secó las lágrimas de las mejillas. Alphonse se había quedado a media frase y tal vez era mejor.
—No pasa nada, Alphonse, me alegra haber venido si me necesitabas —replicó, intentando quitarle peso a la conversación. —Habría odiado hacer el viaje en balde.
No era gracioso realmente, pero se obligó a sonreírle ligeramente, aunque notó entonces que él tenía los ojos llorosos también. Todo lo estaba conmoviendo demasiado. El estado emocional de Alphonse era contagioso, y a la vez Chris sentía que lo tenía muy cerca físicamente, pero nunca había estado tan lejos como en ese momento. No podía consolarlo como le habría gustado, porque su corazón no lo aguantaría.
—¿Quieres que me quede contigo esta noche?—preguntó. De todas formas había planeado quedarse en un hotel, no podía regresar la misma noche. —No creo que sea buena idea que te quedes solo.
Realmente le dolió decir eso, pero intentó que no se reflejara en su rostro.
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