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A Change in the Weather
ORIGINAL
Realista
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"¿Qué no lo viste en las noticias? Es un escándalo, todo el mundo habla de eso, el club no ha parado de sacar comunicados. El traspaso millonario se cayó a pedazos cuando se supo que tenía una hija no reconocida. ¡No sabía nada de la niña hasta ahora! Es una vergüenza, debería pensar en el retiro".
La carrera de Santi iba en ascenso: era el delantero estrella, el jugador más valioso de toda la plantilla del Arsenal y era muy querido en el club londinense. Pretendido por los clubes más prestigiosos de Europa, Santi estaba a punto de hacer historia con un traspaso de muchos millones de libras.
Sin embargo, aquel traspaso que pretendía borrar de un plumazo el vacío que dejó la muerte de su padre, se cayó a pedazos cuando las noticias lo pusieron en el ojo del huracán. Intempestivamente, una mujer tocó a su puerta para decirle que habían tenido una hija. La noticia sacudió no sólo a Santi sino a todo el club londinense, así como a la prensa rosa.
Santi ahora tenía su vida hecha completamente pedazos, una vida cuyos planes inmediatos se fueron a la basura. Unos días antes del inicio de la nueva temporada deportiva, tenía que encontrar la manera de reconstruir su vida con los trozos que le quedaban. Compaginar su calendario futbolístico en un club que estaba preparado para decirle adiós, junto con su nueva tarea de ser padre soltero no podía ser tan difícil. Muchos otros de sus colegas lograban compaginar la apretada vida de un deportista con tener una familia. Eso se repetía todos los días cuando se miraba al espejo, pero el hechizo no parecía estar funcionando.
"¿No lo sabes? Es un secreto a voces, el viejo Alfred se está muriendo y dicen las malas lenguas que sus hijos ya se están relamiendo para repartirse los bienes. Con tanto revuelo familiar, debería ya soltar el fútbol, el club no merece drama innecesario. Además, no es que necesite el trabajo".
Neil Carter siempre lo tuvo todo: encanto innato, talento deportivo y el peso de un respetable legado familiar. Pudo escoger cualquier cosa para su futuro, pero decidió romper la tradición familiar y decirle a su padre que quería probar suerte en el fútbol. Esa decisión supuso el inicio de una tensa y larga relación con su padre, quien esperaba que siguiera el legado de sus negocios.
Luego de una participación prácticamente perfecta en una Copa del Mundo, Neil regresó a casa para encajar la noticia de que el cáncer de su abuelo, la cabeza de la familia, estaba avanzando a pasos agigantados. Neil no quería oír hablar al respecto, sobre todo porque sabía lo que representaba la posible lucha de poderes que sucederá después de la muerte de su querido abuelo.
La inminente hecatombe familiar amenazaba la frágil tranquilidad de Neil, que llevaba mucho tiempo pendiendo de un hilo. Porque Neil, desde hacía años, llevaba sonriendo en alto frente a las cámaras, aparentando ser alguien que no era. Cada día, cuando se miraba al espejo, Neil se recordaba que sólo estaba interpretando un papel que cada vez le disgustaba más y más.
"Yo creo que esta temporada del club va a ser un completo desastre".
A pocas semanas del inicio de la nueva temporada de fútbol, Santi y Neil estaban al borde del abismo, sin poder prever que sus vidas cambiarían para siempre.
La carrera de Santi iba en ascenso: era el delantero estrella, el jugador más valioso de toda la plantilla del Arsenal y era muy querido en el club londinense. Pretendido por los clubes más prestigiosos de Europa, Santi estaba a punto de hacer historia con un traspaso de muchos millones de libras.
Sin embargo, aquel traspaso que pretendía borrar de un plumazo el vacío que dejó la muerte de su padre, se cayó a pedazos cuando las noticias lo pusieron en el ojo del huracán. Intempestivamente, una mujer tocó a su puerta para decirle que habían tenido una hija. La noticia sacudió no sólo a Santi sino a todo el club londinense, así como a la prensa rosa.
Santi ahora tenía su vida hecha completamente pedazos, una vida cuyos planes inmediatos se fueron a la basura. Unos días antes del inicio de la nueva temporada deportiva, tenía que encontrar la manera de reconstruir su vida con los trozos que le quedaban. Compaginar su calendario futbolístico en un club que estaba preparado para decirle adiós, junto con su nueva tarea de ser padre soltero no podía ser tan difícil. Muchos otros de sus colegas lograban compaginar la apretada vida de un deportista con tener una familia. Eso se repetía todos los días cuando se miraba al espejo, pero el hechizo no parecía estar funcionando.
"¿No lo sabes? Es un secreto a voces, el viejo Alfred se está muriendo y dicen las malas lenguas que sus hijos ya se están relamiendo para repartirse los bienes. Con tanto revuelo familiar, debería ya soltar el fútbol, el club no merece drama innecesario. Además, no es que necesite el trabajo".
Neil Carter siempre lo tuvo todo: encanto innato, talento deportivo y el peso de un respetable legado familiar. Pudo escoger cualquier cosa para su futuro, pero decidió romper la tradición familiar y decirle a su padre que quería probar suerte en el fútbol. Esa decisión supuso el inicio de una tensa y larga relación con su padre, quien esperaba que siguiera el legado de sus negocios.
Luego de una participación prácticamente perfecta en una Copa del Mundo, Neil regresó a casa para encajar la noticia de que el cáncer de su abuelo, la cabeza de la familia, estaba avanzando a pasos agigantados. Neil no quería oír hablar al respecto, sobre todo porque sabía lo que representaba la posible lucha de poderes que sucederá después de la muerte de su querido abuelo.
La inminente hecatombe familiar amenazaba la frágil tranquilidad de Neil, que llevaba mucho tiempo pendiendo de un hilo. Porque Neil, desde hacía años, llevaba sonriendo en alto frente a las cámaras, aparentando ser alguien que no era. Cada día, cuando se miraba al espejo, Neil se recordaba que sólo estaba interpretando un papel que cada vez le disgustaba más y más.
"Yo creo que esta temporada del club va a ser un completo desastre".
A pocas semanas del inicio de la nueva temporada de fútbol, Santi y Neil estaban al borde del abismo, sin poder prever que sus vidas cambiarían para siempre.
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Santi Gutierrez
Delantero — AFC — Taylor Z. Perez — Minerva
Neil Carter
Portero — AFC — Nicholas Galitzine — Juno
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I. Too Late to Cry
Hospital
13:15HRS
Neil
Neil llevaba unos diez minutos en el baño del hospital y empezaba a preguntarse cuándo se le acabaría la suerte. Era cuestión de tiempo para que alguien abriera la puerta y lo encontrara allí, al borde de un ataque de nervios. Neil llevaba días, semanas, haciendo un esfuerzo por parecer más diminuto, más discreto de la cuenta, pero era muy complicado cuando toda tu vida era pública. No contento con que su vida privada fuera pública por ser miembro de la familia Carter, a Neil se le ocurrió escuchar a todos quienes le decían en la academia de fútbol que tenía talento de verdad y ser deportista profesional.
Inspiró hondo por última vez, haciendo un esfuerzo por ignorar el cosquilleo incómodo en el pecho o las manos, mientras se alejó del lavamanos. Neil acababa de tener la conversación más sincera, y a la vez más incómoda, con su abuelo en toda su vida. Pero la promesa que le había hecho, de sacarlo de allí para recibir cuidados hospitalarios en casa, fue sincera. El problema era que para cumplir esa promesa tenía que pasar por encima de su padre y el resto de sus tíos. Quizás tía Kate sería fácil de convencer, ni siquiera estaba en el país, pero su padre y el tío Henry serían huesos duros de roer.
Cuando Neil salió del baño, el hospital le pareció más pequeño que antes. Su abuelo estaba en una habitación privada, sabía que la prensa no tenía acceso, pero tenía miedo de que hubiera periodistas en los predios del hospital. Fue por eso que se dejó caer en el sillón de la sala de espera y sacó el teléfono para llamar a su abogado. Neil tenía la sensación de que, si no hacía esa llamada ahora, no tendría el valor más tarde.
—James… —Neil se desesperó al escuchar el tono de mensaje, pero se armó de valor y continuó—. Lamento llamar de pronto, pero… acabo de hablar con el abuelo. Creo que necesito asesorarme contigo, pero quizás es mejor si lo hago en persona. Avísame cuando puedo pasar por tu oficina.
Neil se hundió un poco más en el asiento después de cerrar la llamada. Se quedó mirando el teléfono un instante, con las decenas de notificaciones que tenía. Eran mensajes de sus amigos, de su madre, de sus hermanos y otras pocas de su agente. Neil tenía la sensación de que acabarían por explotarle en la cara de un momento a otro. Se sentía atrapado.
Cerró los ojos de nuevo, concentrándose en su respiración, haciendo un esfuerzo por lograr lo que no consiguió en el baño. Neil se quedó en la misma posición durante un par de minutos, hasta que decidió que lo mejor era salir del maldito hospital y llegar a reunirse con Regina, porque le había prometido que almorzarían juntos e iba tarde. No quería quedarle mal a su hermana, en especial porque estaría esperando un recuento de su conversación con el abuelo.
El problema, como siempre le pasaba a Neil, era que sin importar sus intenciones, la vida le tenía preparado un guion completamente diferente. Porque apenas se puso de pie, se encontró con la última persona que pensaba encontrarse en un hospital. En este hospital. Pero Neil sabía que no lo estaba imaginando ni tampoco estaba confundido. Reconocería a Santi en cualquier sitio, sin importar su estado mental o el tiempo que pasara.
Y ese era, precisamente, el primero en la lista de todos sus problemas.
—¿Santi? —preguntó, casi al mismo tiempo en que sus miradas se cruzaron. Santi estaba a unos cuantos metros, venía del pasillo opuesto a donde estaba la habitación de su abuelo. En teoría, aquí sólo podían estar familiares que estaban anotados en la lista de visitas—. ¿Estás bien? ¿Qué haces...? —el primer pensamiento, el fatalista, fue pensar que a su madre le había sucedido algo. Pero entonces, como si despertara de un profundo sueño, Neil recordó que no era la única persona que estaba ahogándose en medio de una tormenta.
Inspiró hondo por última vez, haciendo un esfuerzo por ignorar el cosquilleo incómodo en el pecho o las manos, mientras se alejó del lavamanos. Neil acababa de tener la conversación más sincera, y a la vez más incómoda, con su abuelo en toda su vida. Pero la promesa que le había hecho, de sacarlo de allí para recibir cuidados hospitalarios en casa, fue sincera. El problema era que para cumplir esa promesa tenía que pasar por encima de su padre y el resto de sus tíos. Quizás tía Kate sería fácil de convencer, ni siquiera estaba en el país, pero su padre y el tío Henry serían huesos duros de roer.
Cuando Neil salió del baño, el hospital le pareció más pequeño que antes. Su abuelo estaba en una habitación privada, sabía que la prensa no tenía acceso, pero tenía miedo de que hubiera periodistas en los predios del hospital. Fue por eso que se dejó caer en el sillón de la sala de espera y sacó el teléfono para llamar a su abogado. Neil tenía la sensación de que, si no hacía esa llamada ahora, no tendría el valor más tarde.
—James… —Neil se desesperó al escuchar el tono de mensaje, pero se armó de valor y continuó—. Lamento llamar de pronto, pero… acabo de hablar con el abuelo. Creo que necesito asesorarme contigo, pero quizás es mejor si lo hago en persona. Avísame cuando puedo pasar por tu oficina.
Neil se hundió un poco más en el asiento después de cerrar la llamada. Se quedó mirando el teléfono un instante, con las decenas de notificaciones que tenía. Eran mensajes de sus amigos, de su madre, de sus hermanos y otras pocas de su agente. Neil tenía la sensación de que acabarían por explotarle en la cara de un momento a otro. Se sentía atrapado.
Cerró los ojos de nuevo, concentrándose en su respiración, haciendo un esfuerzo por lograr lo que no consiguió en el baño. Neil se quedó en la misma posición durante un par de minutos, hasta que decidió que lo mejor era salir del maldito hospital y llegar a reunirse con Regina, porque le había prometido que almorzarían juntos e iba tarde. No quería quedarle mal a su hermana, en especial porque estaría esperando un recuento de su conversación con el abuelo.
El problema, como siempre le pasaba a Neil, era que sin importar sus intenciones, la vida le tenía preparado un guion completamente diferente. Porque apenas se puso de pie, se encontró con la última persona que pensaba encontrarse en un hospital. En este hospital. Pero Neil sabía que no lo estaba imaginando ni tampoco estaba confundido. Reconocería a Santi en cualquier sitio, sin importar su estado mental o el tiempo que pasara.
Y ese era, precisamente, el primero en la lista de todos sus problemas.
—¿Santi? —preguntó, casi al mismo tiempo en que sus miradas se cruzaron. Santi estaba a unos cuantos metros, venía del pasillo opuesto a donde estaba la habitación de su abuelo. En teoría, aquí sólo podían estar familiares que estaban anotados en la lista de visitas—. ¿Estás bien? ¿Qué haces...? —el primer pensamiento, el fatalista, fue pensar que a su madre le había sucedido algo. Pero entonces, como si despertara de un profundo sueño, Neil recordó que no era la única persona que estaba ahogándose en medio de una tormenta.
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I. Too Late to Cry
Hospital
13:15HRS
Santi
Toda su vida, Santi se había permitido soñar. Su padre siempre le había asegurado de que no dudara que tenía la capacidad para llegar a todos los lugares que el fútbol tenía para ofrecer. Y había estado tan cerca de todo...
Ganador de la Premier League, ganador de la Champions League, dos veces balón de oro... El siguiente paso era su marcha al Barcelona, para entrar a jugar a otro nivel de competición. Siguiendo los pasos a Matías Solano, quien recién había anunciado su fichaje al Real Madrid, quien había perdido el interés en Santi después de que se destapara toda su historia.
Pero lo iba a lograr, no había dudado de que la próxima temporada iba a estar en España, persiguiendo nuevos títulos.
Luego, aquella mujer había aparecido en su puerta y todo se había desmoronado.
No podía terminar de procesar lo que había sucedido. Cuando Ava apareció en su vida ni siquiera la recordaba bien. Sin embargo, cuando ella le recordó la semana de la moda en la que se conocieron y el tiempo que pasaron juntos en ese momento, la recordó. Darien había intentando ligarlo con una super modelo, pero él se había interesado en aquella diseñadora novata. Era su primera participación. Estaba llena de entusiasmo y Santi había ido a su desfile.
Habían tenido sexo unas cuantas veces y luego no la volvió a ver. No fue como otras que intentan mantenerse en contacto, creía que ambos habían entendido bien que aquello había sido algo provisional.
No había siquiera sospechado que en realidad Ava había tenido una hija.
Había reaparecido recién ahora, tres años después, para decirle que la hija era suya y que hiciera la prueba de paternidad.
Pero no le había pedido dinero. No. Había pedido mucho más.
"Estoy enferma, me estoy muriendo" había dicho. "Tienes que hacerte cargo de ella cuando yo ya no esté".
Al inicio no había sabido qué hacer. No estaba preparado para criar a una niña, mucho menos una tan pequeña... Además, Ava tenía familia, pero ella quería que fuera él quien se encargara. No era una trama por dinero, estaba seguro de ello...
Eso no le impidió que cuando Ava empeoró, se hiciera cargo de sus cuidados médicos. Por supuesto que podía pagarle médicos y hospitales que ella no podía costearse, pero no había una cura para ella que se pudiera comprar.
Así que ahí estaba, encargándose de todo el papeleo para su ingreso y averiguando sobre las visitas que podía hacer Marian a su madre. Estaba realmente agobiado con todo, en especial con la idea de que con Ava internada, la niña tendría que quedarse esa noche con él. Por suerte su madre no se había marchado todavía y le ayudaría, o eso esperaba.
Iba sumido en sus pensamientos cuando una voz conocida lo sacó de ellos.
—¿Neil? —No había esperado encontrarse a nadie conocido allí, mucho menos alguien del equipo. Solo había temido encontrarse con la prensa—. Estoy bien. Pero tenía que internar a la madre de Marian.
Sus compañeros de equipo no es que sepan todo lo que le pasa, pero la existencia de Marian ya era conocida por todo el país. Mira con atención a Neil, porque él también tiene que tener alguna razón para estar ahí.
—¿Tú estás bien? —pregunta preocupado, al notar que la expresión de Neil no es la de siempre, parece realmente agobiado—. ¿Tu abuelo?
Supone que debe estar ahí por él, es un hombre mayor y enfermo ya. Estaba enfermo desde que su padre lo había estado.
Ganador de la Premier League, ganador de la Champions League, dos veces balón de oro... El siguiente paso era su marcha al Barcelona, para entrar a jugar a otro nivel de competición. Siguiendo los pasos a Matías Solano, quien recién había anunciado su fichaje al Real Madrid, quien había perdido el interés en Santi después de que se destapara toda su historia.
Pero lo iba a lograr, no había dudado de que la próxima temporada iba a estar en España, persiguiendo nuevos títulos.
Luego, aquella mujer había aparecido en su puerta y todo se había desmoronado.
No podía terminar de procesar lo que había sucedido. Cuando Ava apareció en su vida ni siquiera la recordaba bien. Sin embargo, cuando ella le recordó la semana de la moda en la que se conocieron y el tiempo que pasaron juntos en ese momento, la recordó. Darien había intentando ligarlo con una super modelo, pero él se había interesado en aquella diseñadora novata. Era su primera participación. Estaba llena de entusiasmo y Santi había ido a su desfile.
Habían tenido sexo unas cuantas veces y luego no la volvió a ver. No fue como otras que intentan mantenerse en contacto, creía que ambos habían entendido bien que aquello había sido algo provisional.
No había siquiera sospechado que en realidad Ava había tenido una hija.
Había reaparecido recién ahora, tres años después, para decirle que la hija era suya y que hiciera la prueba de paternidad.
Pero no le había pedido dinero. No. Había pedido mucho más.
"Estoy enferma, me estoy muriendo" había dicho. "Tienes que hacerte cargo de ella cuando yo ya no esté".
Al inicio no había sabido qué hacer. No estaba preparado para criar a una niña, mucho menos una tan pequeña... Además, Ava tenía familia, pero ella quería que fuera él quien se encargara. No era una trama por dinero, estaba seguro de ello...
Eso no le impidió que cuando Ava empeoró, se hiciera cargo de sus cuidados médicos. Por supuesto que podía pagarle médicos y hospitales que ella no podía costearse, pero no había una cura para ella que se pudiera comprar.
Así que ahí estaba, encargándose de todo el papeleo para su ingreso y averiguando sobre las visitas que podía hacer Marian a su madre. Estaba realmente agobiado con todo, en especial con la idea de que con Ava internada, la niña tendría que quedarse esa noche con él. Por suerte su madre no se había marchado todavía y le ayudaría, o eso esperaba.
Iba sumido en sus pensamientos cuando una voz conocida lo sacó de ellos.
—¿Neil? —No había esperado encontrarse a nadie conocido allí, mucho menos alguien del equipo. Solo había temido encontrarse con la prensa—. Estoy bien. Pero tenía que internar a la madre de Marian.
Sus compañeros de equipo no es que sepan todo lo que le pasa, pero la existencia de Marian ya era conocida por todo el país. Mira con atención a Neil, porque él también tiene que tener alguna razón para estar ahí.
—¿Tú estás bien? —pregunta preocupado, al notar que la expresión de Neil no es la de siempre, parece realmente agobiado—. ¿Tu abuelo?
Supone que debe estar ahí por él, es un hombre mayor y enfermo ya. Estaba enfermo desde que su padre lo había estado.
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I. Too Late to Cry
Hospital
13:15HRS
Neil
Ava. Marian. Hospital. Cada palabra que salía de la boca de Santi era una sucesión de catástrofes. Neil apretó los labios y dejó que terminara de hablar, pues sabía que su amigo estaba pasando por una situación muy delicada. Le parecía que era apenas ayer el funeral del señor Gutiérrez, al que Neil había asistido cargado de emociones porque no pudo evitar pensar en el tipo de relación que tenía con su propio padre.
Aunque era una noticia, o más bien un escándalo, el hecho de que Santi tuviera ahora una hija, Neil desconocía todos los detalles del caso. Sabía que Ava, la madre de la niña, estaba en fase terminal y que al parecer, quería que Santi se quedase con la custodia. Pero no sabía bien si la niña estaba viviendo ahora con él, ni cuánto tiempo le quedaba a Ava. Neil no recordaba haber visto una expresión tan devastada en Santi y llevaba conociéndolo desde que ambos no eran más que unos mocosos en la academia del equipo.
—Lo siento… —dijo de pronto, sintiéndose inútil porque sabía bien que, en esos casos, no eran más que palabras vacías. Desde que la enfermedad de su abuelo era algo público, Neil llevaba escuchando frases similares que lo ponían enfermo—. Sabía que estaba grave, pero no hasta qué punto. ¿Qué te dicen los doctores? Marian, ¿ella está viviendo contigo?
Hasta ahora, Neil se había mantenido al margen del asunto porque tenía la sensación de que Santi no quería hablar con nadie sobre este asunto. Eran amigos, Neil le guardaba un aprecio sincero, más sincero de la cuenta, pero en los últimos meses Santi había puesto límites en forma de muros infranqueables a los que Neil no sabía si tenía acceso.
De pronto, la idea de Santi llevando a su casa a una niña tan pequeña le removió el pecho. Santi de seguro debía de sentirse abrumado con tantas cosas. De seguro todavía estaba sobrellevando el duelo de su padre y también aceptando que no se iría a España, a pesar de cuánto lo había deseado.
—¿Yo…? —Neil soltó un respingo cuando Santi mencionó a su abuelo. Él no hablaba de ese asunto abiertamente, mucho menos con la gente del equipo, sólo se había permitido hablarlo con Darien porque éste, desde que estaba saliendo con una de sus amigas, tenía otro tipo de acceso a su vida personal—. El abuelo… el abuelo está en la última habitación de ese pasillo —dijo, señalándolo con el dedo—. Pero quiere recibir sus cuidados en casa, así que tengo que hablar con los doctores para ver cómo proceder. El abuelo quiere hacer las cosas a su manera y dice que… no le gustaría pasar sus últimos días en el hospital.
“Quiero morir en casa, Neil” esa frase a media voz llevaba dándole vueltas en la cabeza. Neil no podía negárselo, el problema era que iba a tener que pelearse con la mitad de su familia para hacer cumplir su voluntad.
Aunque era una noticia, o más bien un escándalo, el hecho de que Santi tuviera ahora una hija, Neil desconocía todos los detalles del caso. Sabía que Ava, la madre de la niña, estaba en fase terminal y que al parecer, quería que Santi se quedase con la custodia. Pero no sabía bien si la niña estaba viviendo ahora con él, ni cuánto tiempo le quedaba a Ava. Neil no recordaba haber visto una expresión tan devastada en Santi y llevaba conociéndolo desde que ambos no eran más que unos mocosos en la academia del equipo.
—Lo siento… —dijo de pronto, sintiéndose inútil porque sabía bien que, en esos casos, no eran más que palabras vacías. Desde que la enfermedad de su abuelo era algo público, Neil llevaba escuchando frases similares que lo ponían enfermo—. Sabía que estaba grave, pero no hasta qué punto. ¿Qué te dicen los doctores? Marian, ¿ella está viviendo contigo?
Hasta ahora, Neil se había mantenido al margen del asunto porque tenía la sensación de que Santi no quería hablar con nadie sobre este asunto. Eran amigos, Neil le guardaba un aprecio sincero, más sincero de la cuenta, pero en los últimos meses Santi había puesto límites en forma de muros infranqueables a los que Neil no sabía si tenía acceso.
De pronto, la idea de Santi llevando a su casa a una niña tan pequeña le removió el pecho. Santi de seguro debía de sentirse abrumado con tantas cosas. De seguro todavía estaba sobrellevando el duelo de su padre y también aceptando que no se iría a España, a pesar de cuánto lo había deseado.
—¿Yo…? —Neil soltó un respingo cuando Santi mencionó a su abuelo. Él no hablaba de ese asunto abiertamente, mucho menos con la gente del equipo, sólo se había permitido hablarlo con Darien porque éste, desde que estaba saliendo con una de sus amigas, tenía otro tipo de acceso a su vida personal—. El abuelo… el abuelo está en la última habitación de ese pasillo —dijo, señalándolo con el dedo—. Pero quiere recibir sus cuidados en casa, así que tengo que hablar con los doctores para ver cómo proceder. El abuelo quiere hacer las cosas a su manera y dice que… no le gustaría pasar sus últimos días en el hospital.
“Quiero morir en casa, Neil” esa frase a media voz llevaba dándole vueltas en la cabeza. Neil no podía negárselo, el problema era que iba a tener que pelearse con la mitad de su familia para hacer cumplir su voluntad.
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I. Too Late to Cry
Hospital
13:15HRS
Santi
La verdad es que Santi ha evitado hablar de todo esto con sus compañeros de equipo. Estaba intentando mantener el caos de su vida cotidiana alejado del equipo. Redmayne seguía molesto con él porque lo había hecho planificar una siguiente temporada sin él y ahora iba a seguir ahí. No quería darle motivos para pensar que no iba a poder ser todo un profesional ahora que tenía responsabilidades de padre.
No había esperado las preguntas de Neil pero no podían extrañarle, después de todo él también había hecho preguntas.
Se removió, algo incómodo con el tema, pero a Neil se lo podía decir. Era un buen amigo, discreto y sincero.
—Me buscó cuando le dijeron que ya no podían hacer nada por ella —declaró—. Los doctores solo intentan tenerla cómoda, no creen que le queden más que un par de semanas...
No sabía cómo se suponía que le explicara eso a Marian, porque Ava insistía en que quería que se quedara con él y no con la abuela. No sabía lo suficiente de la relación de Ava con su madre pero no parecía buena.
—Dejamos a Marian en mi casa antes de traerla al hospital —respondió—. Le acondicioné un cuarto, espero que pueda sentirse cómoda ahí.
Pero lo dudaba. Realmente lo dudaba. Su apartamento no estaba pensando para niños.
Cuando escuchó la situación del abuelo de Neil lo lamentó de corazón.
—Lamento escuchar eso de tu abuelo... pero lo entiendo. Papá también quería pasar los últimos días en casa —comentó—. Tuvimos una excelente enfermera a domicilio, si quieres el dato te lo daré con gusto. Fue un ángel para mi madre y mi padre..
Eran recuerdos dolorosos, pero esperaba que al menos le pudieran ayudar a Neil.
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I. Too Late to Cry
Hospital
13:15HRS
Neil
La verdad era que Neil no tenía muy claro cuántos años tenía Marian, pero si se ponía a sacar cuentas, la niña podía tener como mucho cuatro años. Era demasiado pequeña para pasar por tantos traumas juntos, ya era bastante duro saber que su madre iba a morir, como para tener que asimilar que iba a vivir con un padre que no había conocido.
En el fondo, Neil no entendía por qué Ava no se acercó antes a Santi. Un embarazo no deseado podía ser un escándalo, pero en realidad era poco en comparación a revelarle a alguien su paternidad muchos años después, con enfermedad terminal incluida. Pero, por supuesto, él no era quién para juzgar y mucho menos para dar en voz alta su opinión frente a Santi que se veía tan afectado.
—Quizás por el momento es bueno que te enfoques en que su madre esté cómoda y que Marian tenga la oportunidad de conocerte mejor. Después podrás ver lo de la custodia, de verdad lo lamento mucho, sobre todo por ella, debe ser muy pequeña para asimilar tantas cosas al mismo tiempo. Espero que al menos los médicos le permitan ver a su mamá, seguro consigues un permiso especial, en el hospital son bastante considerados —Neil no sabía bien si Santi había pensado que la pequeña pusiera un pie en el hospital, pero no le quedaba más remedio que confiar en su criterio—. Si tú necesitas un acompañamiento legal, puedo ayudarte, aunque seguro que Amy se está encargando de todo.
Para Neil era un alivio poder contar con ella a la par de James, tenía la sensación de que con ellos trabajando a su favor, nada malo iba a pasarle. Aunque empezaría a pensar más positivo luego de conversar con James sobre la voluntad del abuelo. Se conmovió al escuchar las palabras de Santi sobre la enfermera, Neil hasta ahora no había llegado a pensar al respecto, pero lo que su amigo decía tenía todo el sentido del mundo.
—Sí, la verdad es que si tienes el contacto lo agradezco, es posible que lo necesite. En realidad… en realidad el problema será sacarlo del hospital. Sólo soy su nieto, en teoría quienes deciden son papá y mis tíos, no sé qué tan abiertos a escuchar estén —Neil no podía creer que hubiera dicho aquello en voz alta. Debería sentirse liberado, pero hasta entonces se dio cuenta de lo aterrado que estaba por lo que iba a hacer.
En el fondo, Neil no entendía por qué Ava no se acercó antes a Santi. Un embarazo no deseado podía ser un escándalo, pero en realidad era poco en comparación a revelarle a alguien su paternidad muchos años después, con enfermedad terminal incluida. Pero, por supuesto, él no era quién para juzgar y mucho menos para dar en voz alta su opinión frente a Santi que se veía tan afectado.
—Quizás por el momento es bueno que te enfoques en que su madre esté cómoda y que Marian tenga la oportunidad de conocerte mejor. Después podrás ver lo de la custodia, de verdad lo lamento mucho, sobre todo por ella, debe ser muy pequeña para asimilar tantas cosas al mismo tiempo. Espero que al menos los médicos le permitan ver a su mamá, seguro consigues un permiso especial, en el hospital son bastante considerados —Neil no sabía bien si Santi había pensado que la pequeña pusiera un pie en el hospital, pero no le quedaba más remedio que confiar en su criterio—. Si tú necesitas un acompañamiento legal, puedo ayudarte, aunque seguro que Amy se está encargando de todo.
Para Neil era un alivio poder contar con ella a la par de James, tenía la sensación de que con ellos trabajando a su favor, nada malo iba a pasarle. Aunque empezaría a pensar más positivo luego de conversar con James sobre la voluntad del abuelo. Se conmovió al escuchar las palabras de Santi sobre la enfermera, Neil hasta ahora no había llegado a pensar al respecto, pero lo que su amigo decía tenía todo el sentido del mundo.
—Sí, la verdad es que si tienes el contacto lo agradezco, es posible que lo necesite. En realidad… en realidad el problema será sacarlo del hospital. Sólo soy su nieto, en teoría quienes deciden son papá y mis tíos, no sé qué tan abiertos a escuchar estén —Neil no podía creer que hubiera dicho aquello en voz alta. Debería sentirse liberado, pero hasta entonces se dio cuenta de lo aterrado que estaba por lo que iba a hacer.
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I. Too Late to Cry
Hospital
13:15HRS
Santi
Neil siempre había sido una persona cálida, con la que sentía que podía contar. No le incomodaba hablar de esto con él. Además, sabía lo que decía. Había planteado ya a los doctores si podría llevar a Marian y le habían indicado que ellos le dirían cuándo sería buena idea, primero tenían que estabilizarla, o la niña se asustaría más.
Santi tenía claro que era un extraño a ojos de su hija, y no podía culparla, él tampoco la conocía lo más mínimo. Sentía que se pasaba todo el tiempo calculando qué hacer para no ponerla triste o molestarla. No sabía nada de cómo ser padre.
—Entiendo que podré traerla cuando Ava esté más estable —declaró—.
Tampoco sentía que conociera a Ava. Una semana hacía tanto tiempo... no era suficiente para conocer a alguien. Tampoco para tener una hija, pero ahí estaba.
—Podemos intercambiar contactos —añadió—. Ahora, respetar la voluntad de tu abuelo es importante. Espero que tu padre y tus tíos lo entiendan. Cuando la persona falta al final, uno de los pocos consuelos que quedan es saber que uno estuvo con ellos y procuró que se sintieran bien, cumplir sus últimos deseos..
Una parte de él pensaba que, en el fondo, era bueno que todo lo de Marian hubiera sucedido hasta después de la muerte de su padre. Pedro Gutiérrez habría colapsado de verlo perder su fichaje estrella por un escándalo como aquel
Ya estaba siendo duro para su madre saber que había dejado una hija por ahí... pero al menos su padre se fue sabiendolo dos veces balón de oro.
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13:15HRS
Neil
Neil no pudo evitar que se le encogiera el estómago cuando pensó en una niña tan pequeña yendo a un hospital a visitar a su madre que estaba desahuciada. Parecía una completa pesadilla y tuvo el impulso de acercarse a Santi para recordarle que estaba allí para él. Que siempre iba a estar allí para él, si se lo permitía. Pero Neil no estaba seguro si los rumores tan crecientes de su salida, la muerte del señor Gutiérrez y separarse prematuramente para preparar la Copa del Mundo hicieron mella en su relación.
O tal vez era sólo su cabeza recordándole que, hiciera lo que hiciera, Santi siempre estaría a una distancia inalcanzable para él.
—Espero que puedan estabilizarla pronto, entonces. Será duro visitarla, pero estoy seguro que ver a su mamá en este momento de tanta incertidumbre también le hará mucho bien —Neil hablaba por propia experiencia. Después del divorcio de sus padres lo que más le había pesado en el corazón era no poder ver a su madre todo el tiempo.
Creyó prudente decirle a Santi que tal vez, la pequeña también iba a necesitar de un terapeuta infantil. Quizás alguien que estuviera especializado en duelo. Sin embargo, las palabras tan sinceras de Santi sobre respetar la voluntad de su abuelo, lo dejaron tan pillado en falta que no pudo más que echarse hacia atrás y reír a medias.
Era una risa seca, mientras miraba hacia los cristales de la ventana. Era un día espantoso y nublado, ni siquiera parecía que el verano se hubiera asentado en Londres.
—No sé si mi padre esté de acuerdo, a él le gustaría que el abuelo estuviera en el hospital. No estoy… no sé si es una lucha de poder, si quiere demostrar algo, pero no será algo sencillo. Me adelanté llamando a mi abogado, temo que tengamos que intervenir legalmente si mi padre no quiere. A veces… a veces es muy complicado hablar con él y este asunto del abuelo lo tiene muy sensible —Neil ni siquiera se dio cuenta de todo lo que había dicho hasta que volvió la vista hacia Santi otra vez. Sintió las mejillas arder de vergüenza, pues no era eso lo que pretendía—. Lo siento, Santi. Tienes muchos problemas como para escuchar los míos.
Neil le sonrió a medias, tratando de recuperar la compostura, pero era difícil. Tenía la sensación de que estaba nadando a mar abierto, en medio de una tormenta que no sabía cuándo iba a terminar.
O tal vez era sólo su cabeza recordándole que, hiciera lo que hiciera, Santi siempre estaría a una distancia inalcanzable para él.
—Espero que puedan estabilizarla pronto, entonces. Será duro visitarla, pero estoy seguro que ver a su mamá en este momento de tanta incertidumbre también le hará mucho bien —Neil hablaba por propia experiencia. Después del divorcio de sus padres lo que más le había pesado en el corazón era no poder ver a su madre todo el tiempo.
Creyó prudente decirle a Santi que tal vez, la pequeña también iba a necesitar de un terapeuta infantil. Quizás alguien que estuviera especializado en duelo. Sin embargo, las palabras tan sinceras de Santi sobre respetar la voluntad de su abuelo, lo dejaron tan pillado en falta que no pudo más que echarse hacia atrás y reír a medias.
Era una risa seca, mientras miraba hacia los cristales de la ventana. Era un día espantoso y nublado, ni siquiera parecía que el verano se hubiera asentado en Londres.
—No sé si mi padre esté de acuerdo, a él le gustaría que el abuelo estuviera en el hospital. No estoy… no sé si es una lucha de poder, si quiere demostrar algo, pero no será algo sencillo. Me adelanté llamando a mi abogado, temo que tengamos que intervenir legalmente si mi padre no quiere. A veces… a veces es muy complicado hablar con él y este asunto del abuelo lo tiene muy sensible —Neil ni siquiera se dio cuenta de todo lo que había dicho hasta que volvió la vista hacia Santi otra vez. Sintió las mejillas arder de vergüenza, pues no era eso lo que pretendía—. Lo siento, Santi. Tienes muchos problemas como para escuchar los míos.
Neil le sonrió a medias, tratando de recuperar la compostura, pero era difícil. Tenía la sensación de que estaba nadando a mar abierto, en medio de una tormenta que no sabía cuándo iba a terminar.
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I. Too Late to Cry
Hospital
13:15HRS
Santi
Santi tenía la impresión de que Neil siempre tenía razón en las cosas que decía. Siempre estaba tan seguro de sí mismo y lo que tenía que hacer... Sus palabras borraron sus dudas de si era apropiado o no llevar a la niña al hospital. Se había preguntado si no sería muy impactante para ella.
Sin embargo, cuando Neil habló de nuevo del tema de su abuelo y el abogado, notó que tenía dudas.
—Estoy seguro de que sabrás manejar la situación, siempre sabes qué hacer —declaró.
Luego miró a su alrededor. Tenía que esperar para firmar un papeleo y hablar de nuevo con el doctor. Había llegado allí buscando una maquinilla de comida, pero tal vez había otra posibilidad.
—¿Quieres ir a tomar algo? —preguntó—. No tienes que disculparte por hablarme de tus problemas, no está mal dejar de pensar en los míos un rato. Tengo que regresar en una hora a hablar con el médico, iba a comprarme unas galletas o algo así, pero si quieres podemos ir a la cafetería, Recuerdo de cuando mi padre estuvo internado que el café no era malo.
No sabía realmente si Neil quisiera seguir hablando con él de esas cosas. Eran amigos, pero por lo general su relación giraba en torno al fútbol, no a sus problemas personales. Pero si podía apoyarlo de alguna forma, quería hacerlo.
Además, Marian estaba con su madre, que era mil veces más hábil que él para manejar a la niña.
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I. Too Late to Cry
Hospital
13:15HRS
Neil
Neil no supo cómo responder al comentario que Santi acababa de hacerle. Estaba seguro que su amigo creía en lo que decía, y que en circunstancias normales debería sentirse halagado, pero la frase de Santi le había encogido el estómago.
"Siempre sabes qué hacer".
Neil había escuchado esa frase muchas veces a lo largo de su vida, pero no estaba seguro de que para el resto significara lo mismo que cuando él la escuchaba. Para la gente, Neil era una especie de héroe sin capa que sabía exactamente qué decir y esperaba el momento adecuado para actuar. Cuando había ruedas de prensa particularmente difíciles, era él quien escogía el entrenador para que saliera a dar la cara por el equipo. De cara al Mundial su popularidad subió como la espuma entre la gente, pero ahora sentía que se debía el doble a la gente, que esperaba tanto de él.
Lo que nadie sabía, por supuesto, era que él no era más que un muñeco descosido que estaba muy bien decorado y eso era lo que distraía a los demás.
—¿Tomar algo? ¿En la cafetería? —la propuesta de Santi lo pilló tan de sorpresa que se sintió estúpido por preguntar, pues era obvio que a eso se refería.
Neil, en teoría, tenía que ir a verse con su hermana Regina, pero nunca habían quedado en una hora en concreto. Quizás podría venirle bien hablar con Santi un rato, aunque seguía resultándole curioso que, de entre todas las personas, tenía que habérselo encontrado precisamente a él. De seguro no le diría esto a Ronnie, su querida amiga, o iba a meterse con él. O, peor, iba a regañarlo por aceptarle la invitación.
—Creo que a ambos nos viene bien una distracción por un momento —cedió con una sonrisa, mientras le hacía un gesto a Santi para que lo siguiente, apresurándose a alcanzar al ascensor que estaba hacia el final del pasillo—. Podemos hablar de fútbol, si tú quieres, en unas semanas arranca la pretemporada. Ya tengo cita en despacho de Redmayne para el viernes en la mañana, a primera hora, pensé que íbamas a retomar los entrenamientos ese día, pero parece ser que sólo me citó a mí. Es como llamarte a la oficina del director, lo que es peor para mí, nunca me llamaron a la oficina del director en la escuela.
"Siempre sabes qué hacer".
Neil había escuchado esa frase muchas veces a lo largo de su vida, pero no estaba seguro de que para el resto significara lo mismo que cuando él la escuchaba. Para la gente, Neil era una especie de héroe sin capa que sabía exactamente qué decir y esperaba el momento adecuado para actuar. Cuando había ruedas de prensa particularmente difíciles, era él quien escogía el entrenador para que saliera a dar la cara por el equipo. De cara al Mundial su popularidad subió como la espuma entre la gente, pero ahora sentía que se debía el doble a la gente, que esperaba tanto de él.
Lo que nadie sabía, por supuesto, era que él no era más que un muñeco descosido que estaba muy bien decorado y eso era lo que distraía a los demás.
—¿Tomar algo? ¿En la cafetería? —la propuesta de Santi lo pilló tan de sorpresa que se sintió estúpido por preguntar, pues era obvio que a eso se refería.
Neil, en teoría, tenía que ir a verse con su hermana Regina, pero nunca habían quedado en una hora en concreto. Quizás podría venirle bien hablar con Santi un rato, aunque seguía resultándole curioso que, de entre todas las personas, tenía que habérselo encontrado precisamente a él. De seguro no le diría esto a Ronnie, su querida amiga, o iba a meterse con él. O, peor, iba a regañarlo por aceptarle la invitación.
—Creo que a ambos nos viene bien una distracción por un momento —cedió con una sonrisa, mientras le hacía un gesto a Santi para que lo siguiente, apresurándose a alcanzar al ascensor que estaba hacia el final del pasillo—. Podemos hablar de fútbol, si tú quieres, en unas semanas arranca la pretemporada. Ya tengo cita en despacho de Redmayne para el viernes en la mañana, a primera hora, pensé que íbamas a retomar los entrenamientos ese día, pero parece ser que sólo me citó a mí. Es como llamarte a la oficina del director, lo que es peor para mí, nunca me llamaron a la oficina del director en la escuela.
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I. Too Late to Cry
Hospital
13:15HRS
Santi
Le alegró que Neil aceptara ir a tomar algo con él. Podrían hablar un rato. Quería ayudarlo a distraerse, y a él le vendría bien también. Siempre le había sentado muy bien hablar con Neil, desde que estaban en la escuela de fútbol.
Le hizo gracia que dijera que podían hablar de fútbol, lo que tomó como que no quería hablar más de la enfermedad de su abuelo. De acuerdo.
Pero la mención de la pretemporada y Redmayne le hicieron un nudo en el estómago.
—A mí aún no me habla, no sé si va a contar conmigo para la temporada —declaró con angustia.
Amy se estaba encargando de ello en teoría. Marcharse a Barcelona ahora mismo, con Marian, no era posible. No podía llevarla tan lejos de su madre mientras estaba enferma. Y él... adaptarse a ser padre y a otra ciudad a la vez...
Además, el escándalo no le había caído bien a los socios del Barcelona. Había hablado con Amy de si todavía sería posible quedarse. Pero ella no había negociado una renovación con ellos. De hecho, el propio Santi le había dicho a Redmayne que planificara la temporada siguiente sin él, y estaba seguro de que eso había hecho.
No sabía cómo se tomaría la idea de tenerlo de nuevo en su vestidor.
—Redmayne confía mucho en ti, seguro quiere hablarte de cosas importantes —añadió—. No es como que te vayan a regañar en la oficina del director, sino como que eres el alumno destacado. Eso seguro sí que te pasó en la escuela... A mí me llevaron a la dirección una vez pero no recuerdo bien por qué... a Félix sí lo llevaron más veces..
No recordaba ya bien lo sucedido pero había tenido que ver con el fútbol, estaba casi seguro. Félix probablemente lo recordaría mejor que él.
Llegaron a la cafetería. Algunas personas los miraron, pero en el hospital todo el mundo está muy preocupado por sus propios asuntos para hacer mucho alboroto por dos futbolilstas, o eso esperaba.
Además, que la gente tuviera un mínimo de respeto y no llegaran a interrumpirlos.
—Pide lo que quieras, yo invito
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I. Too Late to Cry
Hospital
13:15HRS
Neil
Aunque dijo que podrían hablar de fútbol, la verdad se sintió un poco culpable cuando vio cómo el rostro de Santi se ensombreció al hablar de Redmayne. Para Neil, la relación con su entrenador era bastante sencilla: ambos tenían la misma política de trabajo y desde que quedó bajo su mando nunca le había dado demasiados problemas. De hecho, su manejo con la prensa le había valido en más de una ocasión que Redmayne contara con él para resolver las preguntas complicadas de los periodistas con gracia y una sonrisa.
Para Santi quizás había sido diferente, sobre todo por todo lo sucedido en el mercado de verano. Los nombres del Real Madrid y Barcelona se habían barajado demasiado alrededor de su amigo. Neil recordaba aquellos días particularmente angustiosos. Él no quería que Santi se fuera, por supuesto, por razones meramente egoístas, pero el entrenador lo necesitaba para el equipo y ahora suponía que tenía que reestructurar todo lo que había pensado. Si estuviera en su lugar, Neil también estaría furioso.
—Claro que va a contar contigo para la temporada, Santi. Sin importar lo que haya sucedido antes, la realidad es que te vas a quedar en Londres y Redmayne no va a dejarte en la banca toda una temporada. Eso sería suicidio deportivo y también mediático —Neil se dio cuenta de lo enfático que había sido y se avergonzó. En realidad, no debería hablar por Redmayne, aunque creía cada palabra que había dicho.
Se sintió un poco expuesto de sentarse en esa cafetería, podía darse cuenta de que los estaban mirando, pero mientras nadie se acercara a la mesa, Neil se sentiría a salvo. Un poco a salvo, porque tampoco podía despegarse de la mirada tan intensa con la que Santi lo estaba viendo. Se preguntó si estaba pensando lo mismo que él. Neil estaba acostumbrado desde pequeño a vivir bajo en el ojo público, pero lo odiaba.
—La verdad es que sí era algo así como un nerd —confesó Neil, con una sonrisa nerviosa—. Sacaba buenas notas y sabía comportarme, Ronnie me odiaba porque decía que siendo mi amiga era muy difícil destacar. Se enfadó conmigo cuando le dije que era en serio lo del fútbol porque decía que iba a ser demasiado perfecto —suspiró hondo, mientras recordaba cómo su mejor amiga luego se había aprovechado de eso y ahora iba a todos los partidos en el Emirates con su camiseta—. ¿Tú invitas? Pasta está bien, todavía no entro en régimen estricto de cara a la pretemporada y no hay nada que me haga sentir mejor que una pasta carbonara.
Cuando era pequeño, era la receta favorita de su madre y siempre lo hacían juntos, colados hasta tarde en la cocina de su casa. Neil echaba demasiado de menos esa época de su vida, que sabía que nunca volvería.
Para Santi quizás había sido diferente, sobre todo por todo lo sucedido en el mercado de verano. Los nombres del Real Madrid y Barcelona se habían barajado demasiado alrededor de su amigo. Neil recordaba aquellos días particularmente angustiosos. Él no quería que Santi se fuera, por supuesto, por razones meramente egoístas, pero el entrenador lo necesitaba para el equipo y ahora suponía que tenía que reestructurar todo lo que había pensado. Si estuviera en su lugar, Neil también estaría furioso.
—Claro que va a contar contigo para la temporada, Santi. Sin importar lo que haya sucedido antes, la realidad es que te vas a quedar en Londres y Redmayne no va a dejarte en la banca toda una temporada. Eso sería suicidio deportivo y también mediático —Neil se dio cuenta de lo enfático que había sido y se avergonzó. En realidad, no debería hablar por Redmayne, aunque creía cada palabra que había dicho.
Se sintió un poco expuesto de sentarse en esa cafetería, podía darse cuenta de que los estaban mirando, pero mientras nadie se acercara a la mesa, Neil se sentiría a salvo. Un poco a salvo, porque tampoco podía despegarse de la mirada tan intensa con la que Santi lo estaba viendo. Se preguntó si estaba pensando lo mismo que él. Neil estaba acostumbrado desde pequeño a vivir bajo en el ojo público, pero lo odiaba.
—La verdad es que sí era algo así como un nerd —confesó Neil, con una sonrisa nerviosa—. Sacaba buenas notas y sabía comportarme, Ronnie me odiaba porque decía que siendo mi amiga era muy difícil destacar. Se enfadó conmigo cuando le dije que era en serio lo del fútbol porque decía que iba a ser demasiado perfecto —suspiró hondo, mientras recordaba cómo su mejor amiga luego se había aprovechado de eso y ahora iba a todos los partidos en el Emirates con su camiseta—. ¿Tú invitas? Pasta está bien, todavía no entro en régimen estricto de cara a la pretemporada y no hay nada que me haga sentir mejor que una pasta carbonara.
Cuando era pequeño, era la receta favorita de su madre y siempre lo hacían juntos, colados hasta tarde en la cocina de su casa. Neil echaba demasiado de menos esa época de su vida, que sabía que nunca volvería.
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I. Too Late to Cry
Hospital
13:15HRS
Santi
Las palabras de Neil lo llenaron de esperanza. Tal vez era cierto. Tal vez Redmayne iba a usarlo, a pesar de lo enojado que estaría con él. No sabía qué tan fácil sería lidiar con su entrenador en esas condiciones. Pero lo haría. Lo toleraría como fuera. Necesitaba estar en casa para enfrentar algo tan grande como ser padre.
Sonrió a Neil, agradeciendo sus palabras.
—En la escuela de fútbol también eras perfecto —comentó, sonriendo ante sus comentarios.
Lo recordaba perfectamente. Era un joven aplicado y un perfecto portero. Le encantaba entrenar con él desde entonces.
Se levantó para ir a hacer la orden de ambos. Él también se pediría pasta, por qué no, igual tenía gimnasio esa noche. O eso esperaba, si no era que tenía que quedarse con Marian de nuevo toda la noche.
Cuando regresó con Neil con sus dos órdenes de pasta, le sonrió de nuevo.
—Siempre estás en buena forma, estoy seguro de que ambos podremos bajar esto en el gimnasio —comentó—. Aunque en vacaciones estoy teniendo menos tiempo del que acostumbro para hacer ejercicio. Marian a veces parece que me detesta, pero luego hay momentos en los que no se quiere separar de mí. Supongo que no estás teniendo las vacaciones más relajadas tampoco, viendo donde estamos ambos. Espero que la temporada nos trate mejor..
¿Por qué siempre hacía esto? ¿Por qué no podía mantener la conversación relajada y ligera? Siempre tenía que volver a los temas sombríos que ocupaban su mente.
—Lo siento. No quería traer temas difíciles de nuevo. No logro sacármela de la cabeza..
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I. Too Late to Cry
Hospital
13:15HRS
Neil
Neil creía que ya había dejado atrás fantasías febriles de adolescente, pero cuando Santi le decía comentarios como aquello, que era perfecta, volvía a tener dieciocho años de nuevo.
Aunque siempre tuvo claro que las chicas no le provocaban la misma pasión que a sus compañeros de escuela y que tuvo un enamoramiento muy grande con su mejor amigo, intentó convencerse de que era una etapa. Neil acabó por convencerse de que nunca podría mirar a una mujer de la misma forma en que miró a un Santi de diecinueve años, recién llegado de Turquía, luego de estar una temporada a préstamo en un equipo. Neil recordaba el momento exacto en que se había quedado sin aliento.
Por suerte, no tuvo tiempo de enredarse en sus propios pensamientos porque las disculpas de Santi, por traer de nuevo el tema de su hijo, lo trajeron a tierra.
—Santi, no digas eso, por supuesto que puedes hablar de tu hija. Es lógico que sea en lo único que estés pensando ahora… —Neil escuchó con atención lo que decía. Su amigo tenía la desventaja de que no tenía hermanos menores, ni tampoco había convivido con niños en mucho tiempo. Neil, en cambio, prácticamente se había convertido en una especie de figura paterna de compensación luego del divorcio de sus padres. Con su madre en Francia y su padre muy ocupado con las empresas, era Neil quien jugaba con su hermano pequeño y quien acompañaba a Regina a los ensayos de ballet—. ¿Cuántos años es que tiene? Piensa que está pasando por muchas cosas al mismo tiempo, es lógico que tengan que conocerse primero. ¿Has probado preguntándole qué cosas le gustan? Si hay algo que le guste hacer, como pintar, o hacer manualidades, podrías hacer esas actividades con ella.
Neil en realidad no tenía ni idea de qué estaba diciendo, pero suponía que eso era lo que él haría en el lugar de Santi. Pero no tenía nada que ver con ser el hermano mayor, que tener la responsabilidad de tener un hijo. Él alguna vez lo había pensado, pero llegó a la conclusión de que era imposible. En este momento de su carrera salir del armario sería un suicidio mediático. Ni siquiera tenía una pareja con la cual hacer ese tipo de planes, así que era mejor dejar las cosas estar.
—También espero que la temporada nos trate mejor. Cuando Marian esté más acoplada, puedes llevarla a los partidos, no vas a ser ni el primero ni el único, muchos de nuestros compañeros lo hacen. Las camisetas del equipo en talla de niños son francamente adorables, la verdad… —en nada de lo que decía estaba mintiendo. Neil se enternecía mucho cuando veía fanáticos vestir a sus hijos con las camisetas. En más de una ocasión les habían pedido fotos con los niños, para el recuerdo. Era de sus peticiones favoritas, siempre posaba con todo gusto.
Aunque siempre tuvo claro que las chicas no le provocaban la misma pasión que a sus compañeros de escuela y que tuvo un enamoramiento muy grande con su mejor amigo, intentó convencerse de que era una etapa. Neil acabó por convencerse de que nunca podría mirar a una mujer de la misma forma en que miró a un Santi de diecinueve años, recién llegado de Turquía, luego de estar una temporada a préstamo en un equipo. Neil recordaba el momento exacto en que se había quedado sin aliento.
Por suerte, no tuvo tiempo de enredarse en sus propios pensamientos porque las disculpas de Santi, por traer de nuevo el tema de su hijo, lo trajeron a tierra.
—Santi, no digas eso, por supuesto que puedes hablar de tu hija. Es lógico que sea en lo único que estés pensando ahora… —Neil escuchó con atención lo que decía. Su amigo tenía la desventaja de que no tenía hermanos menores, ni tampoco había convivido con niños en mucho tiempo. Neil, en cambio, prácticamente se había convertido en una especie de figura paterna de compensación luego del divorcio de sus padres. Con su madre en Francia y su padre muy ocupado con las empresas, era Neil quien jugaba con su hermano pequeño y quien acompañaba a Regina a los ensayos de ballet—. ¿Cuántos años es que tiene? Piensa que está pasando por muchas cosas al mismo tiempo, es lógico que tengan que conocerse primero. ¿Has probado preguntándole qué cosas le gustan? Si hay algo que le guste hacer, como pintar, o hacer manualidades, podrías hacer esas actividades con ella.
Neil en realidad no tenía ni idea de qué estaba diciendo, pero suponía que eso era lo que él haría en el lugar de Santi. Pero no tenía nada que ver con ser el hermano mayor, que tener la responsabilidad de tener un hijo. Él alguna vez lo había pensado, pero llegó a la conclusión de que era imposible. En este momento de su carrera salir del armario sería un suicidio mediático. Ni siquiera tenía una pareja con la cual hacer ese tipo de planes, así que era mejor dejar las cosas estar.
—También espero que la temporada nos trate mejor. Cuando Marian esté más acoplada, puedes llevarla a los partidos, no vas a ser ni el primero ni el único, muchos de nuestros compañeros lo hacen. Las camisetas del equipo en talla de niños son francamente adorables, la verdad… —en nada de lo que decía estaba mintiendo. Neil se enternecía mucho cuando veía fanáticos vestir a sus hijos con las camisetas. En más de una ocasión les habían pedido fotos con los niños, para el recuerdo. Era de sus peticiones favoritas, siempre posaba con todo gusto.
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Hospital
13:15HRS
Santi
Neil parecía saber de lo que hablaba. No le extrañaba, siempre había hablado de sus hermanos como si fuera muy cercano a ellos, a pesar de la diferencia de edad.
Intentó pensar en serio lo que le estaba planteando, ¿qué le gustaba Marian?
—Tiene 3 años... es muy pequeña, siento que a esa edad no sabe hacer muchas cosas, menos decírmelas —comentó incómodo.
Era muy difícil para él intentar comunicarse con la niña. Ya la pequeña hablaba, pero Santi siempre tenía la impresión de que no lograba que ella entendiera lo que él quería preguntarle o decirle... y que él no respondía nunca lo que ella esperaba.
Según Ava era una niña muy inteligente y no debería ser un problema para él comunicarse, pero temía que le estaba dando más crédito a él del que merecía.
—Me encantaría llevarla a un partido, se vería adorable con una de esas mini camisetas —comentó, sonriendo embobado con la idea. Ya su madre se lo había advertido, que ahora que tendría una hija sabría lo que significaba que le robaran el corazón—. Pero sí, tendrá que esperar. Por ahora no le importa ni el fútbol ni yo..
No se imaginaba a la pequeña en las gradas animando al equipo ni alegrándose de sus goles.
—No tengo idea de cómo ser un buen papá. Mi padre era el mejor, pero solo tenía que sacar un balón y jugar conmigo para que pasáramos el mejor tiempo del mundo. Pero además siempre sabía qué era mejor para mí y pelear por conseguirlo. No sé si yo pueda hacer eso. Ni siquiera he podido llevar mi carrera donde quería..
Estuvo a punto de disculparse de nuevo. Debía ayudar a Neil a distraerse, no cargarlo con sus problemas.
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Hospital
13:15HRS
Neil
Si Marian tenía tres años, le sería mucho más sencillo acoplarse a Santi de lo que su amigo estaba pensando en este momento. Él no podía verlo de esa manera, pero Neil sabía que los niños pequeños acababan adaptándose. De hecho, se lamentó porque era seguro que con el pasar del tiempo no iba a tener recuerdos claros de su madre. Él mismo recordaba poco a la abuela y tenía unos ocho años cuando ésta falleció, el caso de Marian, en ese sentido, sería aún peor.
Por supuesto, no pensaba hacerle semejante comentario a Santi porque estaba seguro que le haría más mal que bien en este momento.
Neil no pudo evitar sentir un poco de envidia por la forma en que Santi se expresaba de su padre. Él nunca había tenido una relación así con el suyo. George Carter era un hombre de negocios que no tenía tiempo ni paciencia para ocuparse de los gustos de su hijo. Recordaba muy bien que lo de la escuela de fútbol fue cosa de su madre, quien escogió la academia del Arsenal porque, según sus palabras, estaba segura que a Neil le iba bien el color rojo. Su padre no le prestó importancia al fútbol hasta que Neil le dijo que sus entrenadores creían que tenía madera para subir al primer equipo.
—Santi yo creo que si hay una persona en el mundo capaz de hacer que alguien se enamore del fútbol eres tú, lo que pasa es que Marian todavía es pequeña, pero vas a tener todo el tiempo del mundo para lograrlo —dijo Neil con una sonrisa, convencido de lo que estaba diciendo—. Sí lamento que no hayas… no hayas podido irte a España, sé que era lo que tú querías. Darien y yo ya te habíamos llorado varias noches. Más él que yo en su momento, pensando que se le iba su compañero de aventuras, pero ahora que es un hombre devoto y renovado, no sé si dirá lo mismo.
Neil sonrió cuando llegó el pedido y agradeció tener el plato de pasta frente a él, porque lo que acababa de decir era una de las peores mentiras que había dicho en su vida. Por supuesto que él había llorado a Santi desconsoladamente, mucho más que Darien. Neil ni siquiera había llorado así por Alphonse y él sí le había roto activamente el corazón. Pero las noches que pasó en su habitación más borracho de la cuenta haciendo el duelo de que Santi se iría del país las tenía muy frescas en su memoria.
Por supuesto, no pensaba hacerle semejante comentario a Santi porque estaba seguro que le haría más mal que bien en este momento.
Neil no pudo evitar sentir un poco de envidia por la forma en que Santi se expresaba de su padre. Él nunca había tenido una relación así con el suyo. George Carter era un hombre de negocios que no tenía tiempo ni paciencia para ocuparse de los gustos de su hijo. Recordaba muy bien que lo de la escuela de fútbol fue cosa de su madre, quien escogió la academia del Arsenal porque, según sus palabras, estaba segura que a Neil le iba bien el color rojo. Su padre no le prestó importancia al fútbol hasta que Neil le dijo que sus entrenadores creían que tenía madera para subir al primer equipo.
—Santi yo creo que si hay una persona en el mundo capaz de hacer que alguien se enamore del fútbol eres tú, lo que pasa es que Marian todavía es pequeña, pero vas a tener todo el tiempo del mundo para lograrlo —dijo Neil con una sonrisa, convencido de lo que estaba diciendo—. Sí lamento que no hayas… no hayas podido irte a España, sé que era lo que tú querías. Darien y yo ya te habíamos llorado varias noches. Más él que yo en su momento, pensando que se le iba su compañero de aventuras, pero ahora que es un hombre devoto y renovado, no sé si dirá lo mismo.
Neil sonrió cuando llegó el pedido y agradeció tener el plato de pasta frente a él, porque lo que acababa de decir era una de las peores mentiras que había dicho en su vida. Por supuesto que él había llorado a Santi desconsoladamente, mucho más que Darien. Neil ni siquiera había llorado así por Alphonse y él sí le había roto activamente el corazón. Pero las noches que pasó en su habitación más borracho de la cuenta haciendo el duelo de que Santi se iría del país las tenía muy frescas en su memoria.
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Hospital
13:15HRS
Santi
Empezó a comer, mientras pensaba que Neil era muy optimista. No sabía qué tanto podría influir en una niña pequeña que todo el tiempo decía que quería irse con su madre.
Sonrió algo tristemente por lo de su comentario de España.
—Bueno, no sabemos si me habría logrado ajustar a España, en Inglaterra estoy como en casa —replicó.
Era una idea amarga. Realmente había querido probarse en otro campeonato. Ahora el fichaje de Matías por el Real Madrid estaba en toda la prensa especializada en fútbol, mientras que él solo estaba en los tabloides.
Su único consuelo era que quizá no hubiera funcionado. Su madre decía, siempre que pasaba algo, que no se sabía de qué lo estaba librando Dios. Él no sabía qué pensar al respecto.
—Darien es ahora todo un novio formal, me temo que yo no podré seguirlo en ese camino... —añadió. La verdad su amigo se veía muy feliz con Eleanor—. Aunque tal vez es peor: yo soy todo un padre de familia. O debe convertirme en uno.
Quién se los iba a decir. Los dos que solían irse de juerga juntos, ahora cada uno teniendo que asumir una vida seria y responsable. Neil, en cambio, siempre había sido serio y responsable.
—Si tienes razón sobre Redmayne y me deja seguir en el equipo, no te daré chance de extrañarme. Me quedaré todo lo posible. Al menos me ofrezco para que puedas hablarme cuando necesites, estaré a mano.
La verdad era que la idea de contar con amigos con los cuales hablar sobre su situación actual era un consuelo, aunque no sabía si ellos podrían pensar lo mismo. No le quedaba más que ofrecer lo mismo para sus amigos también.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Neil
Neil odiaba llorar. Había aprendido, al menos, a no hacerlo en público desde el divorcio de sus padres. Lo hizo así porque quería tener siempre un buen semblante para sus hermanos, para que ambos resintieran lo menos posible la ausencia de su madre y el desapego de su padre. Hizo lo que pudo y la costumbre de reprimir las lágrimas seguía allí muchos años después.
Sin embargo, esa mañana se había levantado muy temprano para ir al hospital a ver a su abuelo. Había hablado con los doctores, que dieron el visto bueno para que pudiera ser trasladado a su casa, Neil creía que todo iba a marchar relativamente bien, hasta que recibió una llamada de su padre. George Carter, al parecer, tenía mucho que decir sobre el traslado de Alfred. Como la casa de Alfred también era, técnicamente, la de George, si él ponía peros el proceso iba a prolongarse.
Neil había pensado qué mal podía haber si, en lugar de eso, trasladaba al abuelo a su apartamento. Neil vivía solo en un penthouse, había espacio más que suficiente para que Alfred pudiera estar cómodo allí e incluso había contactado a la enfermera que Santi tanto le había recomendado. Sin embargo, James le pedía algo de paciencia, porque sacar al abuelo del hospital requería que firmara George y no él.
Fue así que, después de esa llamada, terminó recostado en el sofá de la salita de espera. No había nadie allí a esas horas y Neil se quedó mirando el techo por incontables minutos, tratando de normalizar su respiración. Neil, hijo y nieto, estaba desesperado por hacer lo correcto, el problema era que no sabía qué estaba haciendo. Cuando cerró los ojos un instante, pudo sentir las lágrimas haciéndole cosquillas en la mejilla. No quería irse del hospital, pero tampoco podía volver a la habitación del abuelo, a prometerle cosas que no podría cumplir.
No estuvo seguro por cuanto tiempo permaneció en la misma posición, pero abrió los ojos cuando sintió movimiento a sus pies. Neil se sintió muy culpable cuando vio frente a él a una niña pequeña, que lo miraba con los ojos muy abiertos. Se sintió avergonzado y por instinto se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, como si lo hubieran descubierto pillado en falta.
—Mi peluche… —dijo la niña, en voz tan bajita que Neil tuvo que esforzarse en entender lo que decía—. ¿Viste mi peluche? Es un regalo de mamá.
Neil se incorporó, mientras tanteaba el borde del sofá. Tenía la sensación de que la niña estaba a punto de llorar pero, por suerte, no le tomó mucho tiempo que, bajo los almohadones, sobresalieran unas orejitas blancas y agarró con rapidez, revelando el pequeño conejo de peluche. Por suerte, eso bastó para que la niña volviera a sonreír.
—Lo siento, creo que me senté encima de él —dijo al devolvérselo. La niña se acercó al borde del sofá para tomarlo con ambas manos—. Es muy bonito, ¿cómo se llama?
—Se llama Copito —dijo ella, mientras ocultaba la mitad del rostro detrás del peluche—. ¿También estás triste?
Neil se avergonzó por la pregunta pero, para su suerte, o más bien, para su desgracia, la niña se giró luego de escuchar unos pasos y Santi, aparecido como un fantasma, estaba allí. Era la segunda vez en menos de una semana que se encontraban en el hospital y si las circunstancias no fueran tan macabras, Neil hasta pensaría que era gracioso.
Sin embargo, esa mañana se había levantado muy temprano para ir al hospital a ver a su abuelo. Había hablado con los doctores, que dieron el visto bueno para que pudiera ser trasladado a su casa, Neil creía que todo iba a marchar relativamente bien, hasta que recibió una llamada de su padre. George Carter, al parecer, tenía mucho que decir sobre el traslado de Alfred. Como la casa de Alfred también era, técnicamente, la de George, si él ponía peros el proceso iba a prolongarse.
Neil había pensado qué mal podía haber si, en lugar de eso, trasladaba al abuelo a su apartamento. Neil vivía solo en un penthouse, había espacio más que suficiente para que Alfred pudiera estar cómodo allí e incluso había contactado a la enfermera que Santi tanto le había recomendado. Sin embargo, James le pedía algo de paciencia, porque sacar al abuelo del hospital requería que firmara George y no él.
Fue así que, después de esa llamada, terminó recostado en el sofá de la salita de espera. No había nadie allí a esas horas y Neil se quedó mirando el techo por incontables minutos, tratando de normalizar su respiración. Neil, hijo y nieto, estaba desesperado por hacer lo correcto, el problema era que no sabía qué estaba haciendo. Cuando cerró los ojos un instante, pudo sentir las lágrimas haciéndole cosquillas en la mejilla. No quería irse del hospital, pero tampoco podía volver a la habitación del abuelo, a prometerle cosas que no podría cumplir.
No estuvo seguro por cuanto tiempo permaneció en la misma posición, pero abrió los ojos cuando sintió movimiento a sus pies. Neil se sintió muy culpable cuando vio frente a él a una niña pequeña, que lo miraba con los ojos muy abiertos. Se sintió avergonzado y por instinto se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, como si lo hubieran descubierto pillado en falta.
—Mi peluche… —dijo la niña, en voz tan bajita que Neil tuvo que esforzarse en entender lo que decía—. ¿Viste mi peluche? Es un regalo de mamá.
Neil se incorporó, mientras tanteaba el borde del sofá. Tenía la sensación de que la niña estaba a punto de llorar pero, por suerte, no le tomó mucho tiempo que, bajo los almohadones, sobresalieran unas orejitas blancas y agarró con rapidez, revelando el pequeño conejo de peluche. Por suerte, eso bastó para que la niña volviera a sonreír.
—Lo siento, creo que me senté encima de él —dijo al devolvérselo. La niña se acercó al borde del sofá para tomarlo con ambas manos—. Es muy bonito, ¿cómo se llama?
—Se llama Copito —dijo ella, mientras ocultaba la mitad del rostro detrás del peluche—. ¿También estás triste?
Neil se avergonzó por la pregunta pero, para su suerte, o más bien, para su desgracia, la niña se giró luego de escuchar unos pasos y Santi, aparecido como un fantasma, estaba allí. Era la segunda vez en menos de una semana que se encontraban en el hospital y si las circunstancias no fueran tan macabras, Neil hasta pensaría que era gracioso.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Neil
Por suerte Ava se había estabilizado relativamente rápido, pero los médicos preferían tenerla en observación unos días todavía, y controlar los niveles de analgésicos allí. Santi confiaba poder llevársela para la casa pronto, contratando personal para que la atendiera, pues creía que estaría más cómoda en su casa que en el hospital, y Marian podría verla más.
Era el primer día que llevaba a Marian a verla. La niña se había entusiasmado mucho cuando le había dicho que la llevaría, y una enfermera había hablado con ella antes de dejarla pasar para explicarle que su madre tenía varias máquinas pegadas a ella y que no se vería como siempre. Santi no estaba seguro de si la niña había entendido o solo había dicho que sí a todo con tal de poder ver a su madre.
Ava la había recibido con una sonrisa, pero la niña igual había quedado muy impresionada.
Santi la había alzado para que pudiera sentarse en el borde de la cama, y la niña había sonreído cuando su madre había empezado a acariciarle el cabello. Le había hecho preguntas sobre su día a día y Marian había declarado que jugaba con la abuelita Mariana porque su papá Santi se iba todos los días a hacer ejercicio.
También le contó que tomaban chocolate caliente juntos en las noches. Bueno, al menos algo de lo que hacía con ella le gustaba.
Todo parecía ir muy bien, hasta que la niña se sobresaltó porque no tenía a Copito con ella. Santi no terminaba de acostumbrarse a lo apegada que era la niña a aquel peluche, desde que Ava se la había llevado lo tenía siempre con ella, y lo abrazaba todas las noches para dormir. ¿Cómo se había separado de Copito?
Luego, para su sorpresa y alarma, la niña salió corriendo de la habitación para buscarlo.
Salió tras ella, cruzándose con la enfermera que le dijo que les agradecería esperar afuera. Apenas alcanzó a contestarle, alarmado porque no veía a Marian ya en el pasillo. Esperó que la niña tuviera buena memoria y se hubiera dirigido al sofá donde habían esperado al llegar, así que se dirigió hacia allí.
Por un momento tuvo un gran sobresalto al verla hablando con alguien, pero pronto comprobó que no era algún extraño que quisiera robarse a su hija: era Neil.
Seguro estaba ahí por su abuelo, según le había entendido la última vez que le había preguntado seguía pensando en sacarlo de ahí.
Alcanzó a escuchar la pregunta indiscreta de su hija, y se fijó entonces que el rostro de Neil tenía rastros que podían hacer pensar que había llorado.
—Hola —saludó acercándose, dedicándole una corta sonrisa de saludo—. No esperaba que nos encontráramos. ¿Estás bien?
Marian se giró a verlo con esa mirada acusadora que tenía ahora.
—Está triste —le dijo, como si fuera una barbaridad que no lo hubiera notado.
Santi se agachó y alzó a Marian, quien ya tenía en sus manos al preciado Copito. Luego, se sentó al lado de Neil en el sofá.
—Lo siento, veo que ya conociste a Marian —comentó, mirando a la niña, quien había vuelto a centrar su atención en Neil—. Él es mi amigo Neil. Es el portero del Arsenal.
La niña arrugó ligeramente la nariz.
—Lo he visto en tele —dijo, como si eso fuera suficiente para saber quién era.
Según Ava no solían ver mucho fútbol, pero la cara de Neil había estado en todo lado durante el mundial, siendo una de las caras más representativas de Inglaterra. Seguro que lo había visto.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Neil
Neil estaba viviendo un momento surrealista, digno de una comedia romántica de esas que tanto le gustaban a su hermana Regina. Era una de esas escenas en las que la protagonista acababa en medio de una situación incómoda junto a su interés romántico. Sólo que en una película, al final había garantías de que la protagonista acabara con su interés romántico, escapándose los dos hacia el horizonte.
Él en cambio, sólo era un triste chico que estaba enamorado por su cuenta de uno de sus amigos. Que, para colmo de males, era otro futbolista como él, que acababa de tener una hija. Una hija adorable, pero que nació fruto de una relación completamente heterosexual. Santi, por supuesto, nunca iba a corresponderle, ni en sus más estúpidas fantasías.
—Hola Marian, me da gusto conocerte, tu papá me habló de ti… —comentó con una sonrisa, agradecido que la niña hubiera mencionado la televisión. Sí era cierto que, para las últimas instancias del Mundial, su rostro aparecía en todos lados. Su círculo de amigos no dejaba de etiquetarlo en cuanta publicidad encontraran de la selección. Por suerte, eso era distracción suficiente para no tener que responder sobre su estado de ánimo, o aceptar que estaba triste, como bien Marian había dicho—. Sí, es cierto, ¿me viste jugar al fútbol en la tele?
—Ganaron la copa… —comentó la niña. Tenía una sonrisa encantadora y, si la miraba con más detenimiento, podía encontrar cierto parecido con Santi. Marian parecía cómoda en el regazo de su padre, Neil creía estar en lo cierto, de seguro que acabarían entendiéndose el uno al otro. A simple vista, era sólo cuestión de tiempo—: Mamá y la abuela gritaban mucho cuando parabas goles.
Neil no pudo evitar soltar una carcajada. Suponía que lo que decía la niña era cierto, la verdad era que para todo lo que había estado pasando en su cabeza esas semanas, Neil había tenido buen torneo. En esos momentos, sólo importaba el fútbol, era simplemente maravilloso.
—¿Tú también estás enfermo, Neil? —preguntó Marian con curiosidad. Le parecía que Santi la miraba con terror por la pregunta, pero Neil negó suave con la cabeza.
—No, no es eso. Pero mi abuelo está muy enfermo —confesó con voz queda, mientras Marian lo miraba con el ceño fruncido. Tenía la sensación de que ese gesto era calcado a Santi, tendría que decírselo después, cuando volvieran a verse a solas.
—Mi mamá también está muy enferma —le dijo Marian, mientras le extendía a Copito—. Cuando estoy triste, abrazo a Copito. Puedes abrazarlo también.
Él en cambio, sólo era un triste chico que estaba enamorado por su cuenta de uno de sus amigos. Que, para colmo de males, era otro futbolista como él, que acababa de tener una hija. Una hija adorable, pero que nació fruto de una relación completamente heterosexual. Santi, por supuesto, nunca iba a corresponderle, ni en sus más estúpidas fantasías.
—Hola Marian, me da gusto conocerte, tu papá me habló de ti… —comentó con una sonrisa, agradecido que la niña hubiera mencionado la televisión. Sí era cierto que, para las últimas instancias del Mundial, su rostro aparecía en todos lados. Su círculo de amigos no dejaba de etiquetarlo en cuanta publicidad encontraran de la selección. Por suerte, eso era distracción suficiente para no tener que responder sobre su estado de ánimo, o aceptar que estaba triste, como bien Marian había dicho—. Sí, es cierto, ¿me viste jugar al fútbol en la tele?
—Ganaron la copa… —comentó la niña. Tenía una sonrisa encantadora y, si la miraba con más detenimiento, podía encontrar cierto parecido con Santi. Marian parecía cómoda en el regazo de su padre, Neil creía estar en lo cierto, de seguro que acabarían entendiéndose el uno al otro. A simple vista, era sólo cuestión de tiempo—: Mamá y la abuela gritaban mucho cuando parabas goles.
Neil no pudo evitar soltar una carcajada. Suponía que lo que decía la niña era cierto, la verdad era que para todo lo que había estado pasando en su cabeza esas semanas, Neil había tenido buen torneo. En esos momentos, sólo importaba el fútbol, era simplemente maravilloso.
—¿Tú también estás enfermo, Neil? —preguntó Marian con curiosidad. Le parecía que Santi la miraba con terror por la pregunta, pero Neil negó suave con la cabeza.
—No, no es eso. Pero mi abuelo está muy enfermo —confesó con voz queda, mientras Marian lo miraba con el ceño fruncido. Tenía la sensación de que ese gesto era calcado a Santi, tendría que decírselo después, cuando volvieran a verse a solas.
—Mi mamá también está muy enferma —le dijo Marian, mientras le extendía a Copito—. Cuando estoy triste, abrazo a Copito. Puedes abrazarlo también.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Neil
Santi sintió un nudo en la garganta al escuchar el intercambio entre ellos, y abrazó un poco más fuerte a Marian cuando la oyó hablar de lo enferma que estaba su madre.
Tenía razón. Ava estaba muy enferma. Todavía podía tomar decisiones por sí misma, pero ya le había dicho que quería darle instrucciones de qué hacer cuando ella empeorara... Santi no terminaba de entender la relación de Ava y su madre, pero por alguna razón Ava pensaba que sería mejor para Marian quedarse con él que quedarse con la abuela... y tampoco confiaba en que su madre aceptara sus decisiones.
Entendía que la abuela era un poco puritana y no estaba de acuerdo con las decisiones de vida de Ava.
Así que prefería dejar a su hija con el padre al que no había querido avisarle que tenía una hija, que con la abuela que la había cuidado de pequeña.
Nunca pensé que fueras mala persona, Santi, solo quería ahorrarle a Marian la exposición mediática... y mira como acabó saliendo eso.
Se sentía culpable cuando pensaba en Ava y la poca importancia que le dio a su relación fugaz en aquel momento.
Sonrié ligeramente cuando ve a Neil tomar a Copito.
—Eres muy buena por compartir a Copito con Neil —le dice a su hija, y le da un besito en la sien antes de dirigirse a Neil—. Es todo un honor, Copito no se le deja a cualquiera.
Le sonríe a su amigo, aunque le preocupan sus palabras anteriores. Lanza una mirada hacia la puerta de la habitación donde está Alfred Carter.
—¿Cómo van las cosas con tu abuelo? —pregunta, temiendo estar siendo indiscreto. Luego, le acaricia el cabello a Marian, quien después de soltar a Copito está mirando inquieta al otro lado del pasillo—. Tenemos que esperar a que las enfermeras terminen con tu madre para volver con ella, tranquila.
Marian tuerce el gesto, pero se recuesta en su pecho, resignada.
Se pregunta si Neil sigue teniendo problemas con su padre sobre la posibilidad de trasladar a su abuelo a la casa. No entendía a George Carter.
La idea le inquietó. Todavía tenía pendiente resolver cómo haría para hacer que se cumpliera la voluntad de Ava cuando legalmente no era nada suyo.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Neil
Neil sabía de primera mano que no había nada más puro que el cariño desprendido de un niño. Por eso recibió con una sonrisa sincera el conejo de peluche. Lo sostuvo con cuidado y le dijo un sentido abrazo. Cuando era pequeño, su hermano menor también estaba obsesionado con los peluches. Tenía uno de un pingüino que era su favorito y tampoco se separaba de él, lo llevaba a todos lados. En una ocasión lo llevó al centro de entrenamiento y cais se quedó olvidado en el baño. Fue una completa pesadilla.
Copito era muy suave y se notaba a simple vista que Marian lo cuidaba muy bien.
—Gracias, Marian, ya me siento mejor —dijo con una sonrisa, mientras le devolvía el peluche a la niña. Marian parecía fascinada con esa respuesta y abrazó de regreso su preciado peluche. Neil ahogó un suspiro y levantó la vista hacia Santi de nuevo—. El abuelo está estable por ahora, sólo nos queda esperar. La verdad es que él insiste en volver a casa, pero esa idea no tuvo mucha popularidad ni con mis padres ni con mis tíos.
Exceptuando a su tía Kate, que parecía la única interesada en ahorrarle problemas a su pobre padre, Neil se había enfrentado con un muro. James ya le había advertido que eso podía pasar, su abogado insistía en que podían lograr algo por la vía legal, pero Neil ya no estaba tan seguro.
—Copito sí es popular —dijo Marian de pronto, como si estuviera también participando en la conversación. Neil se fijó en ella, incapaz de contener la sonrisa. Marian parecía complacida con su sugerencia, sosteniendo todavía a Copito en su regazo—. Puedes prestárselo a tu abuelo un ratito.
La niña era simplemente encantadora. Y lo mejor de todo era que, a pesar de que Santi le hubiese hecho creer lo contrario, en realidad parecía bastante cómoda allí con él. No le cabía duda de que con el pasar de los meses, para Marian sería como si Santi hubiera estado en su vida desde siempre.
—No te preocupes, Marian. Copito está mejor contigo. Mi abuelo tiene libros para hacerle compañía —Neil al menos podía estar tranquilo de que la habitación del hospital estaba equipada lo mejor posible para Alfred Carter. Pero nunca iba a ser lo mismo que estar en tranquilidad en su casa. Neil incluso había pasado allí ayer por la mañana, aprovechando que no estaba su padre, para evitar más discusiones, y confirmó que en la planta baja de la casa había espacio perfecto para adecuar una habitación para Alfred.
—Neil sonríe como en la tele —dijo Marian, sorprendiendo a Neil, pues no esperaba el comentario. Se giró hacia Santi, mirando a su padre con mucha seguridad—: me gusta Neil, papá.
Copito era muy suave y se notaba a simple vista que Marian lo cuidaba muy bien.
—Gracias, Marian, ya me siento mejor —dijo con una sonrisa, mientras le devolvía el peluche a la niña. Marian parecía fascinada con esa respuesta y abrazó de regreso su preciado peluche. Neil ahogó un suspiro y levantó la vista hacia Santi de nuevo—. El abuelo está estable por ahora, sólo nos queda esperar. La verdad es que él insiste en volver a casa, pero esa idea no tuvo mucha popularidad ni con mis padres ni con mis tíos.
Exceptuando a su tía Kate, que parecía la única interesada en ahorrarle problemas a su pobre padre, Neil se había enfrentado con un muro. James ya le había advertido que eso podía pasar, su abogado insistía en que podían lograr algo por la vía legal, pero Neil ya no estaba tan seguro.
—Copito sí es popular —dijo Marian de pronto, como si estuviera también participando en la conversación. Neil se fijó en ella, incapaz de contener la sonrisa. Marian parecía complacida con su sugerencia, sosteniendo todavía a Copito en su regazo—. Puedes prestárselo a tu abuelo un ratito.
La niña era simplemente encantadora. Y lo mejor de todo era que, a pesar de que Santi le hubiese hecho creer lo contrario, en realidad parecía bastante cómoda allí con él. No le cabía duda de que con el pasar de los meses, para Marian sería como si Santi hubiera estado en su vida desde siempre.
—No te preocupes, Marian. Copito está mejor contigo. Mi abuelo tiene libros para hacerle compañía —Neil al menos podía estar tranquilo de que la habitación del hospital estaba equipada lo mejor posible para Alfred Carter. Pero nunca iba a ser lo mismo que estar en tranquilidad en su casa. Neil incluso había pasado allí ayer por la mañana, aprovechando que no estaba su padre, para evitar más discusiones, y confirmó que en la planta baja de la casa había espacio perfecto para adecuar una habitación para Alfred.
—Neil sonríe como en la tele —dijo Marian, sorprendiendo a Neil, pues no esperaba el comentario. Se giró hacia Santi, mirando a su padre con mucha seguridad—: me gusta Neil, papá.
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II. A drop in the ocean
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Neil
Escuchar a Marian ofrecer a Copito para el abuelo de Neil lo hizo sentir orgulloso. Sin embargo, se regañó a sí mismo de inmediato: ¿qué derecho tenía de sentirse orgulloso? Él no había tenido nada que ver con la crianza de la niña hasta hacía un par de semanas.
Sonrió cuando la escuchó decir que le gustaba Neil. Por supuesto que tenía que gustarle. Neil era una gran persona.
—A mí también me gusta Neil —replicó, mientras le sonreía a la niña—. Es una de las mejores personas que conozco.
Al decir esto volvió a ver a Neil. Lamentaba muchísimo que estuviera en esa posición entre su abuelo y su padre.
—Espero que tu padre y tías entren en razón —replicó—. Sería lo mejor para todos.
No podía creer lo terco que era George Carter y que no escuchara a su hijo. Menos alguien tan razonable como Neil.
Tal vez lo mismo pasaría con la familia de Ava. Ella estaba muy clara que no quería quedar conectada a una máquina, pero temía que su madre no le haría caso.
Se removió incómodo, pensando que podrían llegar a esa posición.
—Neil, si sigues triste más tarde puedes venir con nosotros. Papá me prometió helado —añadió Marian.
Santi se sonrojó al quedar expuesta su poca habilidad parental. Era lo único que se le había ocurrido para motivarla después del hospital. Si para él había sido duro ver a su padre en el hospital, no podía imaginarlo para una niña.
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II. A drop in the ocean
Hospital
9:20HRS
Neil
Neil casi se atragantó con su propio aire cuando escuchó decir a Santi, sonriéndole de esa manera tan sincera, que a él también le gustaba. Sabía perfectamente que Santi no lo estaba diciendo de verdad, que sólo lo decía porque Neil era su amigo, pero de todas formas las palabras lo golpearon como si fuera una avalancha sin previo aviso.
Ni siquiera sabía qué responder respecto a lo que Santi había dicho, cuando empezó a hablar de su familia. Neil todavía estaba aspirando el rastro de sus primeras palabras. Cuando pasaban esas cosas así, cuando pisaba trampas de su enamoramiento absurdo, se sentía terrible. Santi sólo lo veía como su amigo, de hecho, Santi sólo se fijaba en mujeres. Marian estaba allí a su alcance como un adorable y a la vez terrible recordatorio. La única manera que Neil tendría de poder ser feliz era si colgaba los guantes y se alejaba del fútbol. Pero como todavía estaba en el auge de su carrera, no podía hacerlo, el Arsenal le había dado su lugar en el mundo, más allá de su apellido y el legado familiar.
—La verdad es que no estoy tan seguro de qué va a pasar, pero agradezco tu optimismo, al menos mi abogado se está encargando de todo y mi estrategia es evadir a la familia lo más que pueda —se encogió de hombros, tratando de que sonara ligero, no como la verdadera tragedia que estaba cocinándose.
Además, Neil ni siquiera se podía permitir pensar qué iba a pasar luego de la muerte de su abuelo. Esperaba que el reparto de propiedades se hiciera de acuerdo a los caprichos de sus padres y tíos, sino seguro empezarían a discutir. Sería terrible.
—¿Helado? —preguntó de pronto, mirando a Marian por curiosidad. La verdad era que la niña estaba fascinada y no parecía triste como unos minutos atrás. Neil en realidad tampoco tenía mucho qué hacer, y no podría hacerle un desaire a ella cuando sabía que estaba pasando un momento tan sensible.
Marian asintió varias veces, visiblemente emocionada.
—¡Helado! ¿No quieres venir? El helado me hace feliz. ¿A ti no? ¿Cuál es tu favorito? El mío es chocolate, pero con muchas chispitas. ¡Muchas! ¡Y caramelo! ¡Y malvas! —Neil abrió mucho los ojos cuando escuchó semejante desfile de sabores. No pudo evitar recordar a Bruce cuando tenía su edad, quien también adoraba echarle chispitas y un montón de siropes al helado. Una vez, en un esfuerzo por equilibrar una mala broma que le hicieron a Santi en la filial, también lo llevó a comer helado.
—Mi sabor favorito es arándanos —confesó, mirando a Marian directamente—. Pero el chocolate es mi segundo favorito. Tienes un buen gusto, ¿cuál es el sabor favorito de Copito?
Marian abrió mucho los ojos, como si nunca nadie le hubiera hecho esa pregunta. Miró a Copito con mucho detenimiento y luego volvió a mirarlo, con una sonrisa.
—El de zanahoria… papá, ¿dónde venden helado de zanahoria? —preguntó, muy consternada.
Ni siquiera sabía qué responder respecto a lo que Santi había dicho, cuando empezó a hablar de su familia. Neil todavía estaba aspirando el rastro de sus primeras palabras. Cuando pasaban esas cosas así, cuando pisaba trampas de su enamoramiento absurdo, se sentía terrible. Santi sólo lo veía como su amigo, de hecho, Santi sólo se fijaba en mujeres. Marian estaba allí a su alcance como un adorable y a la vez terrible recordatorio. La única manera que Neil tendría de poder ser feliz era si colgaba los guantes y se alejaba del fútbol. Pero como todavía estaba en el auge de su carrera, no podía hacerlo, el Arsenal le había dado su lugar en el mundo, más allá de su apellido y el legado familiar.
—La verdad es que no estoy tan seguro de qué va a pasar, pero agradezco tu optimismo, al menos mi abogado se está encargando de todo y mi estrategia es evadir a la familia lo más que pueda —se encogió de hombros, tratando de que sonara ligero, no como la verdadera tragedia que estaba cocinándose.
Además, Neil ni siquiera se podía permitir pensar qué iba a pasar luego de la muerte de su abuelo. Esperaba que el reparto de propiedades se hiciera de acuerdo a los caprichos de sus padres y tíos, sino seguro empezarían a discutir. Sería terrible.
—¿Helado? —preguntó de pronto, mirando a Marian por curiosidad. La verdad era que la niña estaba fascinada y no parecía triste como unos minutos atrás. Neil en realidad tampoco tenía mucho qué hacer, y no podría hacerle un desaire a ella cuando sabía que estaba pasando un momento tan sensible.
Marian asintió varias veces, visiblemente emocionada.
—¡Helado! ¿No quieres venir? El helado me hace feliz. ¿A ti no? ¿Cuál es tu favorito? El mío es chocolate, pero con muchas chispitas. ¡Muchas! ¡Y caramelo! ¡Y malvas! —Neil abrió mucho los ojos cuando escuchó semejante desfile de sabores. No pudo evitar recordar a Bruce cuando tenía su edad, quien también adoraba echarle chispitas y un montón de siropes al helado. Una vez, en un esfuerzo por equilibrar una mala broma que le hicieron a Santi en la filial, también lo llevó a comer helado.
—Mi sabor favorito es arándanos —confesó, mirando a Marian directamente—. Pero el chocolate es mi segundo favorito. Tienes un buen gusto, ¿cuál es el sabor favorito de Copito?
Marian abrió mucho los ojos, como si nunca nadie le hubiera hecho esa pregunta. Miró a Copito con mucho detenimiento y luego volvió a mirarlo, con una sonrisa.
—El de zanahoria… papá, ¿dónde venden helado de zanahoria? —preguntó, muy consternada.
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9:20HRS
Santi
Santi no entendía cómo Neil hacía parecer tan fácil lo de hablar con Marian. Le salía muy natural hablar con la niña, como si lo hiciera todo el tiempo. Seguro se debía a que tenía hermanos menores. Las únicas niñas con las que Santi había tratado eran Tamara y Rebeca, pero Tamara era más grande y con Rebeca nunca hablaba.
Por supuesto que no esperaba que su tierno intercambio terminara en una pregunta de parte de Marian que no tenía idea de cómo responder. Arqueó ambas cejas, mirando con sorpresa la seriedad con la que le estaba preguntando por un helado de zanahoria. Creía que alguna vez había visto de queque de zanahoria, pero...
—No tengo idea... pero puedo averiguar —replicó, antes de lanzarle a Neil una mirada de reproche de cómo me pusiste en esa posición.
Seguro que en México había. Ahí había helados de todos los sabores extraños.
—Todavía nos queda un rato más acá, pero podemos avisarte cuando acabemos y te esperamos para ir por ese lado —le ofreció a Neil—. ¿Te parece bien, Marian? Así pasamos un rato más con tu madre y luego ayudamos a distraerse a Neil
Debía agradecer que a la niña se le hubiera ocurrido proponerle a Neil un plan. Si quería evitar a su familia, le podían ayudar a distraerse, pero él no había sido tan rápido en pensar en algo.
—¡Sí, quiero ver a mamá más! ¿Vamos? —preguntó Marian, mirando hacia el pasillo.
Santi miró de reojo a Neil. Tal vez podía dejar a la niña sola con su madre y regresar con él, podría intentar animarlo hablando un rato más. Igual sería bueno para madre e hija estar un rato solas, como habían estado siempre.
—Neil, ¿vas a estar aquí un rato más? Creo que Ava y Marian pueden querer tener un tiempo a solas, y yo puedo hacerte compañía —le ofreció.
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