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    Alchemist
    Ivanka
    Alchemist
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    Lun Abr 11, 2022 1:12 am

    Quintaesencia
    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Yo voy a seguir diciendo que el mejor momento de la historia fue cuando te drogaste, tía. — Alice alzó las cejas y la miró muy fijamente. — O sea todo el drama del miedo que pasasteis y no sé qué, y ahora resulta que te quedas con ese momento mío. — Hillary se echó a reír bajito, para no despertar a Donna. — Es que estabas muy chistosa, de verdad, así, en perspectiva, se ve claro. — Ambas estaba en la cama, tumbadas de lado, mirándose, disfrutando de esos últimos momentos en sus camas, juntas, como les gustaba, como siempre que lo habían necesitado, susurrando y recordando sus mejores momentos. — Pues yo… Creo que nuestro mejor momento… Podría ser cualquiera, que estuviéramos los cinco, en la sala común, simplemente hablando de las clases, del verano, de nuestras familias, o cotilleando… Solo ser nosotros… — Hillary estaba sonriendo ampliamente, pero chasqueó la lengua haciéndose la ofendida. — Eso no se vale… — Se vale si es cierto. Solo quiero conservaros a vosotros, lo demás me da igual. — Y sin previo aviso, notaron como algo se dejaba caer entre ellas. — A mí no me invitáis nunca a hacer esto. — Se quejó Donna. Alice le hizo cosquillas en un costado. — Porque tú eres muy de que la procesión te va por dentro, y no necesitas consuelo físico. — Pero Donna se estaba riendo, Hillary también, y al final acabaron cayéndose por los lados de la cama entre risas, a lo que Hillary apuntó entre carcajadas. — Yo creo que no te lo decíamos más bien porque demostrado queda que no había espacio físico para hacerlo.Igual está hecho a posta. — Dijo Donna. — ¿Para qué? Pues para evitar tríos, que la gente se viene muy arriba. — Y otra vez las tres a morirse de risa por los suelos.

    Cuando por fin se recuperaron un poco, se pusieron a recoger, y su habitación se convirtió en una especie de santuario por el que iban pasando todas las chicas con las que habían tenido buena relación, Amber entre ellas. — Hombre, la prefecta Ming. — Saludó Alice mientras doblaba su pijama para meterlo en la maleta. — Venía a decirte que te despreocuparas, que he llegado al acuerdo con Donna de que Beverley y yo nos trasladaremos aquí con ella, así que si te dejas algo, me encargaré personalmente de hacértelo llegar. — Ella sonrió, porque sabía que eso en Amber era una muestra de cariño. — Gracias. Aunque preferiría que no fuera nada que tuviera que ver con la vis íntima de tu relación con el exprefecto O’Donnell, porque creo que os podría hacer sentir ciertamente incómodos. — Eso la hizo reír y se acercó a ella, abrazándola. — Eres una grande, Amber. — Cuando se separó, vio que Beverley también estaba por ahí y la señaló con media sonrisa. — Así que te mudas con las mayores, ¿eh? No parece encajar con las de su edad, y yo no encajo con nadie en general, y Donna parece que tampoco, así que parecía la maniobra más lógica. — Donna la señaló, como si fuera obvio y dijo. — Es que a esa lógica no te puedes resistir siendo Ravenclaw, la verdad. — Alice rio y terminó el baúl. — Pues me alegro mucho por vosotras. Y recordad, entre mujeres… — Siempre hay que ayudarse, que el mundo ya es suficientemente malo con nosotras. — Terminó Beverley. Ella la miró y sonrió con orgullo. — Eso mismo, Bev. — La niña se acercó y la rodeó por la cintura. — Voy a echarte muchísimo de menos, Gal. — Le acarició la cabeza y sonrió también. — Y yo a ti, aguililla. Vas a ser brillante, y sé que serás buena también. — Aunque te cueste a ratillos, pensó, pero no lo dijo, que lo que quería era motivar justo lo contrario. Cori también apareció por allí. — ¡Hombre! Pensé que ibas a ser tú la que te colarías por aquí para el año que viene. — La niña se encogió de hombros y ladeó la cabeza. — Voy a darles otra oportunidad a las de mi curso. Y si no, cuando Donna se vaya el año que viene, vendré aquí con ellas. Pero tú siempre dices que hay que ser buenas entre nosotras. — Hillary rio. — No te pierdas cómo les ha comido el coco. ¿Os ha contado alguna vez que le metió un pisotón a Cassey Roshan en segundo? — Las tres chicas la miraron con la boca abierta y ella levantó las manos. — A ver, había tratado muy mal a Donna, ¿vale? Y no estuvo bien. Y ahí aún no había sido aleccionada por Monica Fender. — Pero veía sus rostro de penilla, porque veían que se acercaba el final. — Ey, vamos a ver, venid aquí. — Se sentó en el borde de su cama y las miró. — Esto no se acaba, ¿vale? Es un alto en el camino. El mundo mágico no es tan grande, y la vida nos espera ahí fuera. No vamos a irnos a ninguna parte. — Abrió los brazos y miró a las mayores también. — ¿Abrazo comunal? — Y todas se echaron encima de todas, hasta que oyó a Ursula Laker. — ¡Gaaaal! El prefecto te está esperando. — ¿Cuántas veces en su vida habría oído eso? Con una sonrisa, cerró el baúl por última vez, y se dirigió escaleras abajo.

    Como siempre, allí estaba su novio, con sus ojos preciosos, su sonrisa perfecta y luminosa. — Iluminarías una ciudad entera, mi sol. — Dijo ella, con tono (y seguro que cara) de enamorada y le pasó los brazos por el cuello. — Buenos días, cumpleañero. — Le dio un besito y sonrió. — Voy a darte la satisfacción de hacerme el desayuno más increíble del mundo, pero con una condición. — Ladeó la cabeza. — Tenemos que ir a hablar con una persona que ayer no bajó a la fiesta. Una persona que nos conoce muy muy muy bien y que no abandonaría su puesto por nada, así que habrá que ir a verla.

    Merci Prouvaire!


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    Lun Abr 11, 2022 7:35 pm

    Quintaesencia
    CON Alice EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Llenó el pecho de aire y se guardó las manos en el bolsillo del pantalón. Su túnica estaba ya guardada... Y guardada iba a quedarse ya para siempre, como un recuerdo. A su lado, en la misma pose, estaba Sean. Los dos se habían quedado cada uno delante de sus respectivas camas, mirando el dormitorio recogido, en silencio. Parecían estar dándose apoyo emocional y, al mismo tiempo, no querer ni mirarse por miedo a echarse a llorar. Se mojó los labios varias veces, como solía hacer cuando estaba... Procesando alguna emoción. Finalmente, miró a Sean de reojo. - Hemos recogido demasiado pronto ¿no? - Ni que tuviéramos tanta prisa, ¿por qué lo hemos hecho tan rápido? - Eso le hizo reír levemente, y su amigo rio también. Y de nuevo se quedaron mirando la habitación.

    - Vale, lo diré yo: no me quiero ir. - Dijo Sean. Marcus frunció los labios en una expresión tierna aunque con un toque triste, mirándole. Luego llenó el pecho de aire de nuevo, en un suspiro mudo, y volvió a perder la vista por su habitación. - Si te soy sincero... Pensé que lo llevaría mucho peor. Es decir, me da... Mucha pena irme. Pero, tío, nos esperan cosas muy guais fuera. - Sean torció el gesto. - No voy a ponerme pesado con el tema de siempre porque me vas a odiar y no quiero eso en nuestro último día... - ¿Te has parado a pensar que a lo mejor hasta os viene bien? - Sean le miró con confusión. - ¿Bien? Llevo siete años compartiéndolo casi todo con ella y apenas no hace ni un mes que ha consentido estar conmigo, y bueno, tampoco es como que lo quiera oficializar mucho, no es como Gal y tú. Si estando con ella a diario no he conseguido mantenerla, ¿qué será de nosotros fuera, cuando estemos viviendo cada uno en una punta? - ¿No decías siempre que venías de vacaciones que te había escrito y que volvía mucho mejor y más cariñosa contigo? - Preguntó Marcus. Sean parpadeó, por lo que él añadió. - Mira, entiendo tu miedo, pero a Hillary lo que peor le sienta es sentirse atrapada o agobiada. Quizás... La distancia la ayude a reflexionar, a ver que te echa de menos y que realmente te quiere cerca. - Se encogió de hombros. - Nunca se sabe. Y ahora vas a tener la oportunidad de entrar en su mundo y en su familia y demostrar quién podrías ser con ella, y que no tienes nada que ver con lo que ella conoce por su madre. - Sean miró a otra parte, reflexionando, con la cabeza ladeada. - No lo había visto así. - Marcus frunció los labios en una media sonrisa y asintió. Ya sabía él que no lo había visto así. El miedo no te dejaba ver.

    Al volver a quedarse en silencio, escuchó jaleo y chicos yendo y viniendo fuera. Se acercó a la puerta de su cuarto, pero justo al llegar a esta apareció Colin, con una sonrisa, y le dijo. - Tranquilo, Marcus. Ya me encargo yo. ¡Venga, los que seguís acostados! Ya es hora de irse. - Y allí se quedó Marcus, viendo a Colin disponiendo a los demás, clavado en la puerta. Contento de ver a su sucesor así, aunque notando... Que sí, que se había acabado. Que ya no era el prefecto de Ravenclaw. Que ya no era ni alumno, para el caso, que su etapa en el castillo había llegado a su fin. Sintió la mano de Sean en su hombro, pero su amigo no dijo nada. Marcus le miró. - No estoy mal. - Afirmó, en tono suave. - Es decir... Me gusta ver a Colin así. - Lo sé. - Le miró a los ojos. - Pero también sé que esto era importante para ti. - Se mordió el labio y retiró la mirada. Al cabo de unos segundos, chistó. - Va, Hastings, que me vas a hacer llorar. Venga, vamos a comprobar que está todo recogido. - Y entró en el cuarto.

    Menuda excusa mala, si estaba todo más que recogido. Habían hecho ya esa comprobación treinta veces, y Marcus lo sabía, y Sean también. Por eso, sintió que volvía a ponerse a su lado mientras él hacía como que revisaba el baúl, de espaldas. Llenó el pecho de aire otra vez y, en lo que lo soltaba, su amigo le llamó. - Marcus. - Se giró, tragando saliva. - Te voy a echar de menos. - Ya sí que se le apretó el nudo en la garganta, y como estaba harto de disimular, se abrazó a Sean. - Yo también. - Soltó aire por la boca, sin soltar el abrazo. - ¿Ahora que voy a hacer yo sin compartir el cuarto con nadie? - No te recomiendo darle a Lex las tabarras que me dabas a mí por las noches. - ¡Por eso lo digo! - Pero oye, que algún día tu compañera de cuarto será Gal, el cambio es para mejor, lo sé hasta yo. - Eso le hizo reír de corazón. Se secó las lágrimas incipientes y se separó de él. - Lo mismo te digo. No con Alice, claro, con Hillary. - Merlín te oiga. - Volvieron a reír. - Puedes... Darme la tabarra por carta. Pero cómprate otra lechuza, tío, porque Elio no va a aguantar tantas idas y venidas a Liverpool. - Marcus siguió riendo. - ¿Me dejas entonces ponerte al día de cada avance que haga? - Por favor y gracias. - Rieron ambos de nuevo, y Marcus cayó en algo. - ¡Eh! No me digas que sigues en dudas sobre a lo que vas a dedicarte. - Alzó los brazos. - ¡Tío! Eres listísimo, podrías ser lo que quisieras. - Marcus O'Donnell acaba de decirme que soy listísimo. Día para apuntar en el calendario. - Eres un poco idiota, bien pensado. - Rieron de nuevo y Sean chasqueó la lengua. - Lo que más me ha gustado siempre han sido las pociones, la verdad... Creo que voy a seguir formándome, al menos por el momento. Me interesan las pociones de laboratorio, todas las de la rama médica. Estuve hablando con Durrell hace poco y me dio una charla muy interesante. - ¿En serio? No me habías contado eso. - Sean se encogió de hombros. - Necesitaba pensarlo yo solo... Y eso me gusta. Probaré a formarme, a ver qué tal. Quien sabe, a lo mejor vuelvo a ser compañero de Gal algún día. - Marcus sonrió con ilusión genuina. - Eso sería genial. - Sean asintió, emocionado. - Sí que lo sería. -

    Entre despedidas varias con todos los demás, y felicitaciones a Marcus por su cumpleaños, rieron un rato, se sacudieron la emoción y ambos decidieron bajar a la sala común. Al pie de las escaleras, como cada mañana, esperó a Alice. La vio bajar una vez más y por última vez y la recibió con la sonrisa más amplia que tenía en su registro. La rodeó por la cintura, derritiéndose con ese piropo. - Mi reina de Ravenclaw. Nunca voy a dejar de verte bajar esas escaleras. - Se señaló la sien con un dedo. - Aquí. - Recibió su beso, con una sonrisita infantil. Ah, sí, a Marcus le encantaba su cumpleaños. Abrió mucho los ojos. - Wow, eso sí que es un regalazo. - Amplió muchísimo la sonrisa, tanto que era casi una caricatura de sí mismo. - Va a ser un desayuno muuuuuy grande. - A ver, era el último de Hogwarts, lo tendrían que aprovechar. Asintió. - Condición aceptadísima. No puedo irme de aquí sin despedirme de la mejor enfermera que conozco hasta la fecha... Porque ya mismo, ese puesto lo cogerás tú. Pero ella siempre será tu mentora, eso es de agradecer. - Chistó. - ¿Por qué no bajaría ayer a la fiesta? Prométeme que tú no te vas a volver tan asocial ¿eh? Ahora que hemos conseguido que mi hermano se integre. - Rio un poco y dejó un tierno beso en su nariz. - Eso no va a pasar, a mi pajarito no hay quien lo encierre o le haga dejar de cantar. - Rozó su nariz con la de ella y añadió. - Por eso es perfecto. - Se separó, agarrándola de la mano y, con una radiante sonrisa, dijo. - Vamos. Hoy es un gran día. -
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    Mar Abr 12, 2022 12:10 am

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    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Sabía que Marcus entendería a quién necesitaba ver antes de irse, así que simplemente tomó su mano y se dirigieron hacia la puerta de la sala común, saludando y sonriendo, sabiendo que era de las últimas veces. Cuando salieron al pasillo, preguntó. — ¿Qué? ¿Cómo lo estás llevando? — Preguntó con cariño, apretando la mano de su novio. Ella suspiró y miró al techo. — Yo lo estaba llevando muy bien, ¿sabes? No me cuestan los cambios, soy una persona flexible, pero… — Se mordió el labio inferior. — Me da un poco de miedo lo de fuera. O sea… Aquí es como que mis obligaciones son estudiar y… No meterme en líos. — Rio un poco y acarició su mano con un dedo. — Y para ambas cosas tenía a un prefecto muy bueno para echarme una mano. — Suspiró. — Pero la verdad es que la vida diaria… Se me va a hacer más cuesta arriba. — Le miró. — Casi no he vivido en mi casa desde lo de mi madre. Y la casa de mi infancia, con la que podría sentir una conexión… Es como si ya no existiera. Y bueno con mi padre… Quiero ser buena, ¿sabes? Quiero verle y darle un abrazo y ayudarle… Pero no sé cómo me va a salir. — Suspiró y miró a su alrededor mientras llegaban a la enfermería. — Esto es como un santuario, el lugar donde sentirme segura y ahora… — Se paró y le miró. — Menos mal que te tengo a ti. No sé qué haría sin tener la certeza de que estarás a mi lado. — Le dijo de corazón, con una sonrisa sincera. Luego miró hacia la enfermería. — Creo que otra de las personas que me da seguridad en mí misma y en la vida es ella así que… — Hizo un gesto con la cabeza y allá fueron.

    La enfermería estaba tranquila, Florence les vio desde lejos, y se acercó poniendo una sonrisa. — Ya pensaba que os ibais a ir y no iba a poder felicitar a mis mejores alumnos condecorados. — Alice se puso las manos en las caderas y ladeó la cabeza. — Pues mucho delito hubiera tenido, porque, al menos en lo mío, usted ha tenido todo que ver. — La enfermera se acercó a ella y la abrazó, y Alice correspondió el abrazo, claro, qué menos. — Lo que te has merecido, enhorabuena. — Se soltó y fue a por su novio. — Y enhorabuena a ti también, prefecto O’Donnell, has sido un prefecto magnífico, y te lo digo yo, que he tenido que negociar mucho contigo. — Pero Alice tenía una agenda. — Prométame que va a descansar más. Que va a ir a alguna fiesta aunque sea. — Florence rio y entornó los ojos. — Sí, seguro que sí. ¿Y quién va a encargarse de esto? Tú no. — Le dijo a modo de tirito y ella suspiró. — No, yo no, pero usted también se merece descansar. — Y sonrió con los labios un poco apretados. — A ver, ¿qué tienes tú? ¿Qué le pasa? — Preguntó mirando a Marcus con media sonrisilla. Alice se cruzó de brazos, tratando de hacerse la fuerte, pero Florence la conocía mejor que nadie. — Anda, vamos a sentarnos ahí. — Y señaló su cubículo, donde siempre estaba rellenando algún formulario.

    Sentía cómo los otros dos la miraban, y ella subió la vista y suspiró. — Ayer Silver me dijo que usted siempre había confiado en mí. — Sonrió un poco. — Muchas veces yo no he confiado en mí misma. Sigo sin hacerlo en según qué ocasiones y… — Tragó saliva. — Cuando lo de mi madre usted fue un apoyo gigantesco, en ese año tan terrible que fue cuarto… — Miró a Marcus. — Usted nos animó a estar juntos, cuando estábamos tan tontamente enfadados, usted… Ha sido la voz de la razón en mi vida y mi ejemplo diario desde que mi madre murió, junto con Emma O'Donnell. Antes no me daba cuenta, pero ahora lo veo claro. — Apretó los labios, pero notó cómo los ojos se le inundaban. — Y ahora tengo que salir ahí fuera sin usted… Sin su reconocimiento, su apoyo… Y me siento un poco perdida, la verdad. — Volvió a coger la mano de Marcus. — Aunque tenga al mejor novio del mundo. — Suspiró y miró de nuevo a la mujer. — solo quería que supiera lo importante que ha sido para mí y… Que Marcus va a hacerme el desayuno más grande del mundo en su honor, y creo que no me va a dejar saltarme una comida ya nunca jamás. — Y los tres rieron.

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    Mar Abr 12, 2022 4:34 pm

    Quintaesencia
    CON Alice EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Siseó, planteándose la respuesta. - Pues... Mejor de lo que pensaba, eso es cierto. Creía que estaría destruido hoy. - Dijo entre risas. - Es curioso, estaba mucho más triste al principio de curso que ahora... Me imagino por qué. - Le guiñó un ojo. Volvió a mirar al frente. - Aún así, ver que ya soy... Una especie de fantasma que vaga por el castillo, pues... - Rio. - Es broma. Es que esta mañana he visto a Colin ejerciendo ya de prefecto y... Mi habitación y la de Sean vacía... Y he pensado... Ya no estoy en Hogwarts, es oficial. Ya es una realidad. - Frunció los labios, pero sonrió, mirándola. - Pero tengo tantas ganas de lo que nos depara la vida fuera que, lo dicho, no estoy tan triste como pensaba. Comienza una nueva etapa, y sigue siendo contigo, más unidos aún. Estoy feliz por eso. - Era un buen resumen, a fin de cuentas. Asintió a lo que ella le contaba, lentamente, asimilando las palabras. - Entiendo. - Apretó su mano. - Pero sigues teniendo a un prefecto a tu lado que hará todo lo posible por hacerte la vida más llevadera y feliz. - Arqueó las cejas. - No me relegues de ese puesto que con lo de esta mañana ya he tenido suficiente. - Rio. - Estaremos juntos, como lo hemos estado siempre. Y estoy seguro de que las cosas irán mucho mejor, ya lo verás. -

    Sonrió ampliamente al entrar en la enfermería. - Con lo que nos ha ayudado usted estos años, señora Durrell, ¿cómo nos íbamos a ir sin despedirnos? - Iba a decirte que no fueras adulador, O'Donnell, pero es verdad: menudas me habéis hecho pasar. Admito los halagos. - Eso le hizo reír. - No se quejará, hemos sido buenísimos. - Sí, buenísimamente Ravenclaw. - Dijo con tonito, mirándole con un punto de reproche por cada informe que le había pedido a la mujer de manera insistente. Al menos ya podían ambos reír sobre ello. La mujer abrazó a Alice y luego le abrazó a él. Volvió a reír. - Gracias, señora Durrell. Lo cierto es que cada día agradecía que nuestra enfermera fuera Ravenclaw, no sé como me hubiera llevado con alguien desastroso con los informes. -La mujer también rio. - Os hubierais dificultado mucho el trabajo el uno al otro, eso seguro. -

    Alzó las palmas cuando, después de un leve debate, la enfermera le preguntó qué le pasaba a Alice. Se limitó a hacer ese gesto con una sonrisilla, porque sabía que su novia tenía unas palabras que decirle a la mujer, y no se equivocó. Él no quería interrumpir, sabía la importancia que Durrell había tenido para Alice, por lo que simplemente escuchó, con una sonrisa leve, junto a Alice, para darle apoyo. Todo lo que decía era muy muy cierto, y la mención a su madre le agarró el corazón. Había temido que Emma y Alice fueran tan diferentes que nunca se entendieran, pero su padre tenía razón: Emma quería mucho a Alice, y a Alice le venía bien tener a una persona como su madre cerca. Apretó la mano de Alice cuando se la agarró y dejó un beso en esta, como solía hacer, mirando emocionado a Durrell. Aunque lo último que dijo su novia le hizo reír. - Eso es verdad. - Aseguró. - Gracias, señora Durrell, de corazón. Por todo... Lo que nos ha dado, como bien dice Alice. - Ladeó una sonrisa. - No quisiera yo ser su peor pesadilla, como me ha dado a entender alguna que otra vez... Pero espero que nos deje venir a verla. -
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    Mar Abr 12, 2022 9:13 pm

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    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    A lo que dijo Marcus asintió en seguida. — Eso mismo venía a pedirle. — Le alargó la mano. — Sé que está muy ocupada, pero… No quiero perderla, señora Durrell. Usted es mi ejemplo, es lo que yo quiero ser, una buena enfermera, una inteligente, que se preocupa por los demás, que entiende que el trato con los pacientes debe ser cercano pero firme… — Florence rio y asintió. — Veo que te he enseñado bien. Y quiero que me siga enseñando. — Aseguró Alice, que traía su petición bein aprendida. — Como en cuarto. Yo venía a hablar con usted, y usted me enseñaba cosas de enfermería, de anatomía y demás que yo quería saber. — La miró a los ojos. — Sigamos haciéndolo, en la medida de lo posible. Yo vengo a echarle una mano, en lo que pueda, porque da igual cuánto lea, que si no ejerzo, no voy a aprender de verdad. Y usted — Dijo señalándola —, empezará a comportarse como un ser humano ya tener tiempo libre y hablar con otros seres humano que no sean pacientes suyos. Yo hablo mucho con mis amigas. ¿Con Ruth y Arabella? — Preguntó Alice alzando una ceja. — Ya se han chivado de que no descansa usted nada, y ellas tampoco es que dediquen mucho tiempo a otra cosa que no sean las clases. ¿Y a que quería que Ingrid se quedara y llevarle el embarazo? — Durrell entornó los ojos y suspiró. — Era una posibilidad, estoy perfectamente capacitada para atenderla. — Alice suspiró y negó, pero con una sonrisa. — Espéreme mucho por aquí, enfermera Durrell. Usted se alivia un poco del trabajo y yo aprendo de la profesional en la que me quiero convertir. — Florence se levantó, poniendo la vista en su enfermería, o sea, que claramente ya les iba a estar largando de allí, pero se acercó antes a ella y la rodeó con los brazos. — No, querida. Tú no vas a ser como yo. — Puso una sonrisa astuta. — Tú vas a ser una alquimista muy grande, vas a investigar sobre cómo ayudar a las personas, y sobre todo… — Miró a Marcus y le acarició la mejilla. — Vas a tener alguien esperándote en casa al final del día. — Amplió la sonrisa y la abrazó, y al hacerlo le susurró. — Y una familia. Lo sé. — Alice se separó y la miró parpadeando, alucinada por lo que acababa de oír. Pero Durrell simplemente miró a Marcus, le pellizcó la mejilla y dijo. — Y ahora fuera de mi enfermería, jóvenes, que tengo que trabajar. Ya os haré venir ya. Y tú también estarás invitado, prefecto, que una necesita ayuda con el papeleo y mejoras periódicas en la archivística, y nadie mejor que el heredero del prefecto Graves para eso. — Se despidieron y Alice salió de la enfermería de la mano de su novio.

    De camino al Gran Comedor, iba saludando y sonriendo a los cuadros según iba pasando, mirando con sonrisas a los pequeños, que correteaban a su alrededor. Se enganchó del brazo de Marcus y se apoyó en su hombro. — ¿Sabes qué? — Inspiró y cerró los ojos. — Me gustó lo de despedirnos del pasillo. Y no por lo obvio. — Dijo con una risita. — Sino por lo de poder decir adiós a un sitio importante… Y con la Torre de Astronomía. Quiero despedirme de todo lo que pueda. Del patio sur, donde nos íbamos a leer… Y a hablar de sueños. — Miró a Marcus y se rio. — Del Lago Negro… Que fue donde nos conocimos y nos besamos por primera vez… — Dejó un besito en su mejilla. — Incluso decir adiós a los fantasmas y los cuadros. La Dama de las Violetas va a estar desconsolada sin ti. — Rio y tiró de la mano de su novio. — Sé que primero hay que desayunar, con toda la fanfarria O’Donnell de las tortitas, y la fruta, y el zumo, y todo eso… Pero… Hay otra cosa que quiero hacer por última vez. — Miró a ambos lados con su sonrisita Gallia y se soltó de su mano. — Píllame, prefecto O’Donnell. — Dijo antes de salir corriendo, sin avisar, como llevaba haciendo siete años solo para que él la persiguiera.

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    Mar Abr 12, 2022 11:59 pm

    Quintaesencia
    CON Alice EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Estaba feliz, orgulloso de su novia, al lado de ella, mientras la chica le pedía a Durrell que siguiera a su lado. Que la dejara venir a ayudarla y a mejorar. Marcus era un Ravenclaw muy Ravenclaw, esas cosas le ganaban, no era sorpresa para nadie a esas alturas, menos aún para su novia. Lo que le hizo temblar la sonrisa orgullosa y apretarle el nudo de emoción en la garganta fue la caricia de Durrell y esa afirmación. Miró de reojo a Alice, con una sonrisa y los ojos llenos de emoción, y luego a la enfermera de nuevo. - Eso siempre. Su nido. - Y tras eso, abrazó a Alice y, después de soltarla, le pellizcó la mejilla, haciéndole arrugar el gesto graciosamente. Se irguió, porque lo que le dijo lo tomó como una petición muy seria que pensaba cumplir. - No le quepa la menor duda, señora Durrell, vendré para todo lo que haga falta. - La mujer rio y, negando, suspiró. - A ver si no me voy a arrepentir de pedírtelo. - Ambos rieron, se despidieron y, ya sí, salieron de la enfermería rumbo al Gran Comedor.

    Apoyó la cabeza levemente en la de su novia cuando esta la reposó sobre su hombro, feliz, caminando de su brazo. Rio un poco. - ¿Lo obvio? ¿Qué es lo obvio? - Bromeó. Reflexionó sobre lo que dijo, sonriente y con la mirada en el frente, y asintió. - Sí. Me parece una idea genial, quiero que lo hagamos. Hemos vivido muchas cosas aquí... Quiero cerrar bien esta etapa. -La miró a los ojos. - Para comenzar con buen pie la que está por llegar. - Dejó un leve beso en sus labios. Conforme ella mencionaba los sitios, le recorría un escalofrío en el pecho. Le parecía increíble que realmente fueran a cerrar aquello, pero iban a hacerlo muy bien, como a ellos les gustaba, sería un gran recuerdo. Soltó una carcajada, reconociendo por un segundo que no se había parado a pensarlo. - ¡Ah, la Dama de las Violetas! Pobre, todos los años lloraba por los alumnos que se iban. Le toca despedirnos a nosotros. - Bueno, a mí, pensó, y realmente podía haberlo dicho en voz alta, porque no es como que a Alice fuera a sorprenderle saber que no le caía bien a ese cuadro. Y hablando de cuadros a los que no le caían bien ciertos alumnos. - Por favor, evitemos a Sir Garrett. No tengo ninguna necesidad de despedirme de él. - Pero si conocía de algo a su novia, iba a tener que despedirse de Sir Garrett. Vamos, sin ninguna duda.

    - ¿Cómo que fanfarria? - Preguntó entre risas, haciéndose el ofendido de forma nada creíble. - Espectacular desayuno marca O'Donnell, querrás decir. - La señaló con un índice. - Vete acostumbrando, cuando vivamos juntos van a ser todos así. Y le has asegurado a tu mentora que no voy a dejar que no comas, y yo soy hombre de palabra, Alice Gallia. No me puedes hacer incumplir. - Pero atendió, curioso y con los ojos entrecerrados, a eso que quería hacer por última vez. Esta vez, sabía lo que era, no le pilló desprevenido como en los siete años anteriores. La conocía tanto y... Sabía que eso también tenía que caer el primer día. Se echó a reír, mientras su novia ya huía. - ¡Que sepas que te he dejado escapar, pajarito! - Bramó. - ¡Y tú serás muy rápida... Pero yo tengo las piernas más largas! - Y ya sí, echó a correr con todas sus ganas, que bastante ventaja le había dado ya. La alcanzó justo al atravesar las puertas del Gran Comedor. - ¡Pajarito cazado! - La giró para mirarla de frente, entre risas. - ¿Cuándo vas a aprender que no puedes huir del prefecto, eh? - Rozó su nariz con la de ella y susurró con una sonrisa y mucho cariño. - No huyas de tu nido. -

    - Hasta el último día así. - Comentó Sean, quien pasaba por allí junto a Hillary, ambos con las bandejas. La chica soltó una risita. - Déjalos, si es que son muy empalagosos los pobrecitos... - Mira, Alice, también nos vamos a despedir de la envidia. - Se burló Marcus, pero al igual que sus amigos, no dejaba de sonreír, mientras seguía agarrado a la cintura de Alice, junto a ella. Eran sus últimos momentos de esas tonterías, y les hacía felices solo el hecho de tenerlos. - Venga, rey de Ravenclaw, ve a preparar el monstruoso desayuno que vas a querer hacerte hoy. Estamos todos en aquella mesa. - Señaló Sean con la cabeza. Marcus soltó a Alice. - Eres tú muy listo... - Madre mía, segunda vez que me llama listo en el día de hoy. - ...Pero espero que retires eso de "monstruoso" desayuno porque mis desayunos son espectaculares. No quiero ver tu tenedor rondando por nuestros platos, avisado quedas. - Todos rieron y él dejó un beso en la mejilla de Alice. - Voy a por ese desayuno. - Y eso hizo, dirigirse a las mesas, dispuesto a diseñar el mejor plato de tortitas de su historia en Hogwarts, que por algo era el último.
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    Miér Abr 13, 2022 11:16 am

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    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    “A nosotros” implicaba un plural del que Alice no pensaba formar parte, la verdad. De hecho, bien, porque si Marcus no quería decirle adiós a Sir Garrett, ella le dejaría con su querida dama y se iría con el caballero, que estaría muy loco y hablaría muy alto, pero Alice estaba más acostumbrada a esa personalidad que a la estúpida presumida de la Dama. Pero ahora tenía otras cosas en las que pensar, como correr delante de su novio.

    Cuando la atrapó, se dio la vuelta riendo. — Siete años corriendo para que me atrapes y me agarres así no es huir. — Dijo son una risita, aprovechando la cercanía para darle un besito. — Es echarle sal y pimienta a la vida en nuestro nido. — Terminó con una sonrisa de corazón. Iba a decirle cuán feliz se sentía, cuán feliz estaba siendo en aquella despedida perfecta, el resumen de sus siete años cuando, paras terminar de redondear la mañana, aparecieron por allí Sean y Hillary con sus quejas. Ella entornó los ojos sin perder la sonrisa. — Me temo que esta envidia nos va a perseguir. — Dijo picajosa, pero sus amigos sabían lo que quería decir: que no iban a separarse porque se acabara el colegio. Ni de broma, vaya. Si había algo tan fuerte como el amor de Marcus y Alice, era la amistad de ellos cuatro, entre los cuatro.

    Riéndose de los chicos, se enganchó del brazo de Hillary y se dirigieron a la mesa. — Tengo algo que contarte. — Soltó Hillary de repente, como muy seria. Ella se giró con el ceño fruncido. — Y consejo, necesito consejo. A ver. — Dijo ella un poco sorprendida, mientras se sentaban. — Quiero decirle a mi madre que me vengo a vivir a Londres. La escuela diplomática del Ministerio está allí y quiero empezar cuanto antes el curso intensivo de abogacía mágica y presentarme cuanto antes al examen. — Alice frunció más el ceño y luego parpadeó. — Oh, pues… Bueno, Hills, es una buena idea, pero… Después de siete años, igual tu madre quiere que estés un poco de tiempo en tu casa y luego ya… Quiero decir, que apareciéndote no tardas nada, o si no quieres eso, puedes comprarte un traslador que vaya directo al Ministerio…Es que no quiero vivir allí. Y quiero tener aunque sea un piso cochambroso para mí y… O sea, que Sean aún no tiene claro lo que quiere así que vivirá en casa de sus padres y su abuela… — Ella rio un poco y asintió. — Sí, conozco el sentimiento… — Hillary suspiró y se apoyó en sus manos. — Pero si mi madre se entera de que estoy con él antes de decirle que me quiero venir ya va a estar en plan “quieres irte para estar con él, vas a tirar tu carrera por la borda” y todo eso. — Alice acarició la espalda de su amiga. — A ver, ahí un poco de razón sí tienes. Pero es que Sean no lo entiende, y ya le estoy viendo que el primer minuto que pongamos el pie fuera del tren va a estar como “llévame a Gales, vamos a estar con tu familia”... Hills. Para. — La chica la miró. — ¿Has hablado de esto así con Sean? — Ella negó. — Pues no sé a qué estás esperando. Cuéntaselo tal cual, pero es que si no se lo explicas, ahí sí que va a empezar con la máquina de rayar. — Hillary asintió. — Y a mi madre, ¿cómo se lo digo? — Alice suspiró. — No sé, Hills. No soy la mejor para dar consejos en relaciones con los padres… Pero te diría que te lo pensaras bien. Sé que sientes tu casa como una cárcel, créeme, lo sé de verdad, pero… ¿Por qué no esperas un año aunque sea? Convives con tu madre y tu abuela, les das un tiempo contigo y luego ya planteas irte?¿Y qué pasa con Sean ese año? — Alice subió las manos. — Sois magos, Hills. Con licencia. Os aparecéis sin problemas, más rápido que si tuvieras un novio muggle que viviera calle abajo. — Hillary suspiró y luego puso media sonrisa. — Vas a tener que enseñarme a aparecerme en tu casa también, yo sin ti, no puedo estar. — Alice puso la cabeza sobre su hombro. — Pues claro, tonta.

    Los chicos llegaron, y justo en ese momento, Theo aterrizó a su lado también. — Gal, necesito un favor. Vaya, hoy se me ha puesto cara de la sección de ruegos y preguntas del Profeta. — Dijo tomando el platazo que Marcus le había traído. Madre mía, para alimentar el cerebro. Theo le puso por delante una carta que reconoció al momento como de Jackie. — ¿Qué quiere ahora? — Preguntó antes de dar un trago al zumo. — Que vaya a La Provenza a verla. — Alice asintió. — Pues qué bonito, Theo. La Provenza en junio es muy romántica. Pero es que dice que te convenzamos, bueno os — dijo mirando a Marcus también —, para que vuestras abuelas y eso no lo vean muy raro. — Alice contuvo una carcajada de garganta y Hillary directamente se rio. — Theo, a la abuela de Alice no se le escapa nada. Y su lema podría ser “piensa mal y acertarás”. — El chico las miró con desazón. — A ver, que no cunda el pánico. — Miró a Marcus con una sonrisa. — Hoy es el cumple de Marcus, y esta noche salimos de fiesta. ¡Hostia, tío! Es verdad. Felicidades. — Dijo estrechándole la mano por encima de la mesa. — Es que me he puesto tan atacado… — Alice rio. — Ya, ya. — Contestó ella entre risas. — Bueno, esta noche salimos. — Insistió, y Theo asintió muy rápido. — Sí, sí, claro. Y… Lo hablaremos. E iremos. — Miró a su novio. — No creo que Marcus se oponga a ir a La Provenza por nuestra cuenta por primera vez. — Theo soltó aire con un suspiro. — Gracias, Gal, gracias. Y gracias, Marcus, y felicidades otra vez. — Y se levantó como una flecha. — Este no ha podido comer nada hasta que no ha tenido resuelto lo de Jackie. Madre mía, no le queda nada.

    Pero cuando parecía que iban a poder desayunar en paz, llegaron las lechuzas con el último correo que recibirían en Hogwarts. Las lechuzas y Arturo, vaya. Esta vez, Alice lo vio desde lejos y lo cazó al vuelo antes de que le arruinara el desayuno a nadie. — Oye, podrías ser guardiana, tía. Y nos damos cuenta el último día, no puede ser… — Dijo Sean con tono de broma, chasqueando la lengua. — De pájaros locos sí, por lo visto. — Dijo poniéndose a Arturo en el hombro, que es donde le gustaba estar. — Carta de mi padre. — La abrió y esbozó una sonrisa, aunque también se le puso un nudo en la garganta. — Papá me confirma que viene a por nosotros. — Miró a Marcus. — Y luego nos vamos todos juntos. — Trató de mantener esa sonrisa. — Oye, qué guay, ¿no? — Aportó Sean, que parecía de buen humor. Ella tomó aire y sonrió. — Sí, sí… Yo creo que… Será que está mejor… — No habían contando todo sobre el estado de William, así que… Claro, para sus amigos pues era otro cumpleaños de Marcus que celebraban juntos y ya está. Miró a su novio. — ¿Confirmación O’Donnell del asunto? — Preguntó señalando la carta.


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    Miér Abr 13, 2022 12:35 pm

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    CON Alice EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    - Torre de tortitas pero, esta vez, en vez de en vertical, así, como inclinadas. - Le fue comentando a Sean, quien miraba su plato con fingido interés y una sonrisilla oculta, como si fuera la primera vez que Marcus explicaba el desayuno que estaba haciendo como si analizara una obra de arte. - Sonrisa de caramelo en la tortita de arriba yyyy sombrerito de nata. Corona de plátano y fresas adornada con perlas azules para la reina de Ravenclaw. - Arándanos, querrás decir. - Perlas azules. Pero sí, obviamente son arándanos. - Muchos arándanos. Para una cosa que Alice no se cansaba de comer. - Croissant de chocolate para su espíritu francés, con onza de chocolate añadida. - Tío, no se va a comer todo eso. - No he terminado. - Prosiguió. - Esta es solo la parte dulce. La salada, un buen desayuno inglés, obvio, con judías, salchichas en salsa y huevo cocido. Y de postre... - Los desayunos no tienen postre. - Precisó Sean, pero Marcus, lejos de hacerle caso, levantó el postre con felicidad entre los dedos. - Muffin azul con estrellitas. - Se encogió de hombros. - Fui a despedirme ayer de los elfos y les pedí uno. Sé que es el especial del día del Orgullo Ravenclaw, pero... Soy su prefecto favorito. - Sean rio entre dientes. No se lo creía ni Marcus. La prefecta favorita de los elfos era indudablemente Olympia, pero con Olympia no se podía competir en dulzura, así que él se había colocado el primero en puestos masculinos. Aunque los elfos de las cocinas se echaran a temblar cada vez que le vieran aparecer.

    Le puso ceremoniosamente y muy orgulloso los platos por delante a su novia, así como el café y el zumo de naranja, que hacía falta mucho líquido para procesar tanta comida. Reconocía las sonrisas falsas de Alice, que siempre le caían a él exclusivamente con sus dedicados desayunos, pero Marcus las ignoraba convenientemente. Sus desayunos eran espectaculares y punto, y había jurado ante Durrell impedir los desmayos de su futura ayudante. - Con mucho amor. - Le dijo a su novia, guiñándole un ojo. Además, efectivamente, los hacía con mucho amor, aunque luego ella no fuera a comerse ni la mitad. Era una batalla con el otro que ambos sabían que tenían perdida, pero no les importaba porque se querían así. Apenas empezó a comer, las cayó Theo encima envuelto en una nube de agobio que casi le hace atragantarse por tratar de disimular la risa, sobre todo la que le provocó el comentario de Hillary sobre Helena. - Gracias, tío. -Respondió a la felicitación, sin dejar de tratar de ocultar la sonrisilla. Siguió comiendo y asintió. - Eso, esta noche salimos. - Corroboró Sean. - Que el ex prefecto ha prometido desfasar y yo eso no me lo pienso perder. - Os vais a llevar una gran sorpresa, tanto meteros conmigo, solo digo eso. - Respondió como si nada mientras comía, generando un "uuuuuh" en el resto de presentes que decidió ignorar con mucha dignidad. Mucha fama de aburrido tenía. Se iban a enterar, ya.

    Asintió enérgicamente, sin poder hablar porque tenía la boca llena. Estaba deseando ir a La Provenza, cuanto antes mejor. - Ya verás, tío, te va a encantar. - Le aseguró al chico, y miró a Alice de reojo con una sonrisilla. Verano, sol, playa, poder estar allí con Alice disfrutando de todo eso siendo ya novios... De verdad que no podía esperar. Fue confirmar que irían a La Provenza y desaparecer Theo, y otro Hufflepuff le sustituyó. - ¡Colega! ¿Y Olive también puede venir? - Pilló a Marcus con la boca llena (obviamente) y tuvo que hacer un esfuerzo por tragar y, de nuevo, por no atragantarse, porque las cabecillas ilusionadas de Olive y Dylan mirándole no tenían precio. En lo que lo hacía, Hillary agarró a Dylan de los mofletes. - Pero qué bonito eres, madre mía. Me encanta que le pidas permiso al colega estando tu hermana aquí. - Marcus rodó los ojos. Nada, que no atinaba a tragar para poder responder. - Es que está leyendo. - Apuntó Dylan, señalando a la chica, que había interceptado al malogrado cuervo de William. Eso hizo que Marcus se diera cuenta y, a lo justo, tomara también su correo al vuelo. - Pero si es la mejor lechuza del mundo. -Elio pio contento y se posó en su hombro. Se puso a hacerle carantoñas a su mascota, pero notaba encima la mirada demandante de Dylan y Olive. Parpadeó y reconectó. - Oh, emm... Mejor que le preguntes a Alice, sí. Y a tu padre cuando salgáis. - Había detectado sobre sí la mirada tierna de Hillary y Sean, pero se escondió tras sus cartas. Ya, Dylan le trataba como si fuera su padre, lo sabía... Y él le ayudaría en todo lo que necesitara, hoy y siempre. Pero bueno, eso, que estando allí su hermana... Este niño, mira que preguntarle a él...

    - Hmm, tengo varias cartas. - Comentó, curioso. Esperaba como mucho una de sus padres, pero tenía tres. Leyó primero la que esperaba y, con una sonrisa, miró a su novia. - Confirmación O'Donnell. - Rio levemente. - El resto de la carta es una lacrimógena despedida de etapa vital de mi padre. - Eso hizo reír a los presentes, mientras Marcus comprobaba de quién era la siguiente carta. Sí, mucho reírse, pero a él se le había agarrado un nudo de emoción en la garganta también. No iba a mejorar con la próxima lectura. - Oh, es de mi abuelo. - La leyó, y ya sí que tuvo que tragar saliva varias veces. Notó como Hillary se removía en el asiento y se pegaba a él. - Ooooooy, ¿se está emocionando nuestro Marcusito? - Es una carta de alquimista a alquimista. - Quiso defender, muy digno, pero le había salido un delator quiebre en la voz que solo fomento los "oy" de los presentes y que Hillary le achuchara. Chistó, rodando los ojos. - Así no puedo leer. - ¿¿¿ESTÁ LLORANDO MI MARCUSÍN??? - La que faltaba. No pudo ni reaccionar, Oly le cayó directamente en la espalda, pasándole los brazos por el cuello y abrazándole con tanta fuerza que casi parecía un lazo del diablo ejecutando su extrangulación. - ¡Mi niño perfectoncillo! Yo sabía que ibas a ser el que más ibas a sufrir. - ¡Ay, Oly, por favor! - Se removió, zafándose de la chica, y volvió a chistar, colocándose la chaqueta con dignidad. - Es una elegante y sabia declaración del alquimista Lawrence O'Donnell que me prepara para la vida que... - Pero fue interrumpido por un momentos de ruiditos de adorabilidad de los presentes que le hicieron rodar los ojos, quejoso. - Para qué lo voy a explicar. - Lo peor es que tenían todos razón: estaba a punto de echarse a llorar.

    Le quedaba una tercera carta que no sabía de quién era, no tenía la menor idea. Al ver el remitente, abrió los ojos como platos y miró a Alice. - Es de Anne Harmond. - ¿¿La prefecta?? - Preguntó Sean, alucinando. - Joder, sí que llevaste lejos el peloteo. - Apuntó Hillary, pero Marcus ya estaba abriendo el sobre, con dedos temblorosos y muchísima curiosidad. Empezó a leer, dibujando poco a poco una sonrisa a medida que avanzaba. Casi podía oír las palabras con su dulce tono de voz, el de una mujer sabia a la que, en vistas de lo que tenía en las manos, iba a tener mucha suerte de conservar en su vida de aquí en adelante.

    Querido Marcus,

    Y querida Alice, porque si algo tengo claro es que leeréis juntos esta carta. Hoy es un día muy importante y emocionante para vosotros y no quería dejar pasar la oportunidad de escribirle a quien recuerdo como uno de los mejores alumnos del castillo. Sabía que prometías, Marcus, y estoy convencida de que has superado mi casi insuperable expediente académico, ¿me equivoco? Seguro que no, una Ravenclaw nunca se equivoca, ¿verdad?

    Recuerdo perfectamente nuestro último día, las emociones, las dudas, los miedos y los sueños. Muchos de ellos se cumplirán; otros, quizás, sea más complicado llevarlos a cabo, o te encuentres dificultades en el camino que no sabías ni que existían. Apóyate en aquellos que te rodean, Marcus, siempre. Hazlo como lo hacías en los primeros años con nosotros, tú sabes muy bien buscar a quien te puede ayudar. Por Merlín, qué adorable eras, parece que te estoy viendo, tan listo desde tan pequeñito. Nadie es perfecto, Marcus, ya a estas alturas lo debes saber, pero tú tienes muy buenas cualidades en las que apoyarte para mejorar tus puntos débiles. No lo olvides. Has crecido mucho desde entonces, pero te queda mucho por crecer.

    Nos vemos fuera, futuro alquimista. He tenido la enorme suerte de cruzarme con el gran Lawrence O'Donnell en mi camino, y no pienso separarme demasiado. Espero tener tan bien la suerte de trabajar codo con codo con el gran Marcus O'Donnell. Dale un beso enorme a Alice de mi parte y dile que aún conservo las flores que me regalasteis. Estáis invitados a mi taller cuando queráis, allí podréis verlas.

    Mucha suerte en tu futuro, Marcus. Y mucha, mucha sabiduría para afrontarlo.

    Con cariño,
    Anne

    PS: Howard y Monica os envían saludos también. Están en Estados Unidos, felizmente casados, y dicen que no dudéis en visitarles si vais por allí, que para algo sois sus pupilos favoritos. Contad también con ellos para lo que necesitéis. Siempre seremos vuestros prefectos.

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    Miér Abr 13, 2022 2:37 pm

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    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Si era sincera, estaba buscando la doblez o algo que delatara que no todo estaba bien en las palabras de su padre. Pero no tenía mucho sentido hacer tal cosa, iba a verle en cuestión de horas y… Ya identificaría lo que tuviera que identificar. Levantó la vista y vio por allí a Dylan y Olive. — ¡Ay, patito, perdona! — Y todos la estaban mirando, como si tuviera que contestar algo. — ¿Me he perdido algo?Que Marcus me ha dicho que te pida permiso para llevar a Olive a Saint-Tropez. Como Theo ya ha dicho que va… — Alice se mordió los labios por dentro y miró alrededor un poco incómoda. — Ehm… Bueno, claro, patito, por mí por supuesto que sí. Pero habrá que pedirle permiso a los padres de Olive y bueno… — No quería asustar a la niña, ni a Dylan ya que estaban. — Habrá que ver qué tal está papá, ¿vale? En cuanto pasemos un par de días en casa, te avisamos, Olive. — Vio como a su hermano se le cambiaba un poco el gesto pero amplió la sonrisa. — Eh, podríamos celebrar tu cumple allí, como siempre, pero este año con Olive. — Dylan la miró. — El año pasado no lo hicimos. — Ella ladeó la sonrisa con un poco de tristeza. — Bueno, yo te prometo que este año solos no vamos a estar los tres. ¿El colega va a vivir con nosotros? — Sean y Hillary empezaron a reírse. — A ver, no. — Dijo Alice, lanzándoles una mirada. — Pero va a estar mucho con nosotros, siempre que lo necesites, y vamos a ir a La Provenza, y de todo… — Su hermano se encogió de hombros y suspiró. — Entonces no entiendo por qué no se viene con nosotros directamente, pero vale. — Oly asintió y reposó las manos en los hombros de Marcus. — Yo opino igual. Oly, no le des alas… — Alice suspiró y se metió por debajo de la mesa para aparecer al lado de su novio.

    ¿Qué dice el abuelo Lawrence? — Pero entonces reconoció la letra de aquella carta. — ¿Es de la prefecta Harmond? — Vio como Marcus se la tendía y la leyó. No pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas al leer tanto cariño en las palabras de Anne. — Siempre ha sido la ravenclaw más lista. Cómo sabía que íbamos a estar juntos… — Subió una mano para acariciar la mejilla de Marcus con una tierna sonrisa. — Eras un niño precioso e inteligente. — Confirmó, como si Anne estuviera allí delante diciéndole esas cosas. Se limpió una lagrimilla cuando leyó lo de Howard y Monica. — Si tan solo pudiera poner un pie en los Estados Unidos sin miedo a que me cayeran ciertos individuos encima, nos íbamos mañana mismo a verles. Me alegra tanto que sean felices… Quién la ha visto y quién la ve, con la manía que le tenía a la Fender. — Apostilló Hillary. Ella la miró con obviedad, dejando caer los hombros. — Hice una cosa que se llama madurar, linda. — Dijo sin más. Ah, esa Hillary, qué mala lengua tenía. Se pasó el plato a ese lado, para quedarse con su novio y Sean señaló el plato de al lado. — Ese también es para ti. — Miró con mala cara a su novio. — ¿En serio, Marcus? Que vamos a comer CON TU ABUELA. La comida va a ser inmensa. — Sean señaló los arándanos y puso una voz muy idiota. — Pero eso son perlitas azules para la Reina de Ravenclaw. — Resopló y miró a los dos, poniéndose a comer. — Sois de lo que no hay.

    ¡OY QUE LA CUÑI YA ESTÁ LLORANDO! Darren, bebé, no grites tanto, de verdad. — Ethan, Darren, Cedric, Lex y Aaron aparecieron por allí. Ella levantó la ceja y les señaló. — ¿Y este grupito tan particular? — Lex se dejó caer a su lado y le cogió una tortita. — Tienen más aguante que una escoba sueca. — Ethan se frotó los ojos y dijo. — Lo peor es que anoche se nos hizo tan tarde todos juntos que hasta entiendo esa referencia. O sea, que os fuisteis de fiesta sin nosotros. — Dijo Sean, con tono ofendido. — Íbamos a salir esta noche.A ver, bombón, todo es posible, no te preocupes. Yo a las doce ya soy otra persona.Yo estoy bien. — Dijo Darren, todo contento, dejándose caer sobre Lex. — ¿Esto que fue una fiesta de solo chicos o qué? Solo reinonas pecadoras, putón, club del cual ya no formas parte. Pero Oly y Kylita sí. — Abrió mucho la boca. — ¡Es verdad! ¿Dónde está la prefecta? — Oly se encogió de hombros. — Os diría dónde pero se enfadaría. — Miró a su novio anonadada. — Qué fuerte me parece. Luego somos nosotros…

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    Jue Abr 14, 2022 1:22 pm

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    CON Alice EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    - Te estás perdiendo a tu cuñado programando tu mudanza. - Le murmuró Sean entre risas mientras intentaba leer las cartas que le habían llegado. Miró a su alrededor, un poco despistado, y le frunció el ceño a su amigo. - ¿Es que vosotros no tenéis correo? - Trató de desviar, pero sí, le había llegado la onda de la pregunta de Dylan. Qué más quisiera él que irse a vivir con Alice.

    Miró con cariño a Alice y la carta de Anne, la cual estaba leyendo su novia en ese momento, sentada a su lado. Amplió una sonrisa infantil y emocionada cuando le dijo que era un niño precioso e inteligente, como si volviera a esa edad por unos momentos. - Y tú un pajarillo precioso y cantarín. Y muy travieso, pero ahí estaba tu encanto. Y lo sigue estando. - Porque al siempre correcto Marcus le encantó tener a su lado a esa fuente de energía constante que era Alice desde que la vio por primera vez. Apretó la mano de Alice. - Les veremos algún día, cuando vuelvan de Estados Unidos. - O cuando dejemos de vivir con miedo a los Van Der Luyden, pensó, pero no lo dijo. Algún día lo lograrían, estaba seguro. Serían libres, tal y como Alice quería ser, y como Janet les había pedido que fueran.

    El momento se rompió un poco por un ladrido de su novia que le hizo dar un bote en el sitio, sin saber dónde residía tanta indignación. Se encogió de hombros. - Es un desayuno inglés perfecto. - Se defendió, con las orejas gachas. - Con todo mi cariño y por ser el último... Y tal... - Puso una sonrisilla inocente. - La abuela entenderá que hayas desayunado mucho. - Los dos sabían que eso no era garantía de que no les obligara a comer, pero Marcus no había caído en el pequeño detalle de que él era un pozo sin fondo y Alice, no. Aprovechó la burlita de su amigo para asentir con seguridad. - Exacto. Perlas para mi reina de Ravenclaw. - A ver si con suerte la convencía.

    El grupito que se les acercó después le hizo aguantarse la risa, porque menudo cuadro. Miró a su hermano y este suspiró. - No preguntes. - Y más se tuvo que aguantar la risa, sobre todo cuando vio la resaca que traía Ethan. Se reclinó en la silla y, con superioridad, empezó a decir. - Vaya, vaya... - O'Donnell, no estoy para monsergas. - Le señaló con un índice que pretendía ser amenazante pero que quedó prácticamente sin fuerzas, mientras se agarraba la cabeza con la otra mano. - A ver cómo estás tú mañana, que te recuerdo que has prometido desfasar esta noche. - Vaya expectación se está creando alrededor de mi desfase, ni que fuera la primera vez que lo doy todo en una fiest... - Ni pudo terminar la frase porque todos empezaron a hacer ruidos y grititos de burla. Rodó los ojos e hizo un gesto con la mano. Bah, sus amigos siempre encontraban una excusa para meterse con él.

    Rio mientras escuchaba lo que comentaban sobre la post fiesta nocturna, dando por hecho que se había sucedido en la sala común de Slytherin. Ya ni se espantaba de pensar que habían metido a Darren allí... Aunque... Frunció el ceño. ¿Oly y Kyla? A Kyla sí que no se la imaginaba allí. Y podrían colar a un Hufflepuff, pero a dos... Y no dos cualquiera, dos tan llamativos... - O sea, que tuvisteis fiestón en la sala común de Hufflepuff y no nos dijisteis nada. - Dijo Sean con falso tono de ofensa. - Creía que os caracterizabais por incluir a todos vuestros amigos... - Hablas de los Huffies, ricura. - Apuntó Ethan. - Pero aquí éramos mayoría de serpientes infiltradas, y si por algo nos caracterizamos nosotros es por ser muy selectivos con las amistades. - Sí, sobre todo tú eres súperselectivo. - Murmuró Darren, haciendo que Lex se tapara la boca para ocultar la risa. Ethan le miró con una ceja arqueada. - No me hagas hablar, no me hagas hablar. - Eso no resuelve la duda de dónde está Kyla. -Comentó Marcus, pero tan pronto lo dijo, abrió mucho los ojos, y no fue el único. - Espera... - Todos miraron a Oly. - ¿¿En serio?? - La chica se encogió mucho de hombros, viéndose pillada, y luego chistó. - Ay, ¿ves tú? Si es que yo no sirvo para ocultar... - Un momento... - Empezó Hillary. - Ahora que recuerdo, no la he visto por los dormitorios. - Todos empezaron a hacer muchos aspavientos, aspirando exclamaciones, abriendo mucho la boca y mirando a Oly. Ya la Hufflepuff se estaba empezando a agobiar, lo cual era muy gracioso de ver, entre otras cosas porque el pelo le cambiaba de color como si se hubiera desconfigurado. - ¡Ay! Es que era una noche muy bonita y especial. Pero no hicimos nada en público ¿eh? - Por favor... - Suspiró Lex. Marcus soltó una carcajada. - Casi te ha salido tan despectivo como a mamá. Sigue así. - Y no te columpies tú tampoco, reina. - Señaló Ethan a Oly. - Que si no lo hiciste en público es porque la prefecta sigue siendo prefecta hasta borracha y porque esta cohorte de gais no iba a consentir ver tal cosa. - Yo soy bisexual. - Comentó Cedric, muy tranquilo, mientras seguía desayunando. El que más se estaba riendo con todo aquello era Aaron. Era la primera vez que Marcus le veía tan feliz y... Cruzaron las miradas, sonrieron y siguieron atendiendo al entorno. Ese chico sí que tenía un problema al volver a su casa. Merecía, al menos, tener una despedida feliz. Y sí, ser libre, como ellos querían ser. Eso también. Esperaba que algún día lo lograse.

    - Perdón, perdón. - Llegó Kyla justo en ese momento, resoplando, a toda velocidad y casi cayendo con su plato en la mesa. Se había creado un gracioso silencio en el cual todos miraban a la chica, que se recolocaba el pelo y resoplaba como si se hubiera recorrido el castillo corriendo, y no cruzaba la mirada con nadie, sentándose mi empezando a comer a toda velocidad. Ni se había parado a pensar en el por qué del silencio, ni mucho menos en que estaban hablando de ella hacía apenas segundos. Mientras comía, iba justificándose sin que nadie se lo hubiera pedido. - Que ayer... Entre una cosa y otra... No recogí el baúl... Y se me ha hecho... Tarde. - Respira, anda, que te vas a ahogar. - Comentó Hillary, aguantándose la risa. Ya sí, cuando pudo respirar un poco, aunque mientras masticaba, Kyla miró a su alrededor y se quedó congelada y un tanto espantada, porque todos los ojos la estaban mirando. - ¿Qué? - Preguntó, temiéndose lo peor. Marcus volvió a reclinarse en la silla con altanería y, cruzándose de brazos, dijo. - Prefecta Farmiga... - Ay, no. - Temió ella, bajando la mirada y recolocándose nerviosamente la servilleta en el regazo. - Veo que ha soltado usted su puesto con una libertad inusitada. - Señora ex prefecta Farmiga. - Retomó Hillary, muy puesta. Ya se estaban todos aguantando las risas. - ¿Dónde estaba usted esta mañana mientras todas recogíamos nuestros baúles? ¿En el mismo lugar en al que se dirigió usted tras la fiesta de anoche, puede ser? - Que te han pillado, ministrilla. - Concretó Ethan, haciendo que todos se echaran a reír. Kyla se ruborizó, miró a Oly con los ojos desencajados y esta, aún más encogida, solo atinó a decir. - ¿Lo sientito? -
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    Vie Abr 15, 2022 1:08 am

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    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Qué bien sabía ese novio suyo ganársela. Le ponía esa carita de bebé asustado, que le hacía acordarse de aquel Marcus adorable de once añitos que mentaba Anne en la carta. Le pellizcó la mejilla y le miró con falsa suspicacia y mucho amor. — No eres tú nadie. Cómo sabes convencerme. — Cogió los arándanos y siguió comiendo. Al menos se comería la parte dulce y lo otro ya… Bueno lo iría colocando por ahí. De hecho, le vino muy muy bien estar comiendo para aguantarse la risa mientras los demás se metían con él y no paraban de mentar cómo iban a desfasar esa noche. Eso iba a tener que verlo ella para creerlo.

    Pero estaba siendo más entretenido aún ver a todos los chicos sufriendo la resaca y Sean haciéndose el ofendido. — ¿Habrías ido o qué? — Preguntó Hillary, afilada. Sean se giró hacia ella con el terror en sus ojos. — Pero solo si fueras tú también. — Aseguró el chico, con voz temblorosa. Pero Marcus tenía razón, estaban perdiendo el hilo de dónde estaba Kyla. Pero por si alguien albergaba dudas aún, Oly se delató estrepitosamente, haciendo a Alice y Hillary abriendo la boca, sonriendo y mirándose. — ¡Qué dices! — Exclamó ella llevándose las manos a la frente. — Olympia Lewyn, júrame aquí y ahora que la prefecta no ha dormido en su cuarto. — Dijo, aún anonadada, pero bajando la voz. Se tapó la boca con lo que dijo Ethan, y el chico la miró. — Bueno, bueno, menos aspavientos, putón, que ayer desaparecisteis una hora y pico. Una hora, no toda la noche. — Insistió ella, mirando a Oly sin dar crédito. Eso sí, la pobre chica parecía estar pasando un mal rato, porque sí, Kyla tenía pinta de que la iba a matar en cuanto se enterara.

    Cuando Kyla apareció, lo hizo por todo lo alto, con cara de agobio, despeinada, y dando excusas antes de que nadie llegara a preguntarla. Y claro, Marcus, Ethan y Hillary no iban a desaprovechar tremenda oportunidad de meterse con ella. — Negarlo siempre es peor, Ky. — Comentó ella a la interrogación en modo letrada de su amiga. La prefecta la miró con hastío. — No tiene gracia, Gal, no te aproveches. — Ella entornó los ojos, terminando de masticar y tuvo que contenerse para no morirse de risa cuando Oly pidió perdón de aquella forma tan adorable. Kyla suspiró y les miró a todos con su expresión habitual, subiéndose las gafas. — De lo siento nada, Oly. Todos los que están aquí han hecho cosas mucho peores y de forma más PÚBLICA. — Recalcó mirando a Ethan, que movió la mano en el aire y dijo. — Cuenta algo que no sepan todos los presentes, cariño, a mí no me da vergüenza. A mí tampoco. — Aseguró la chica, dando un trago al café, aunque Alice la conocía, estaba de los nervios. — Bien jugado, futura ministra. Esos nervios de acero te van a venir bien en el futuro. — Kyla mantuvo la pose, pero busco su mirada y ella le correspondió, con media sonrisilla. Si es que la conocía demasiado bien como para no ver que se sentía a la vez aliviada y a la vez histérica de haber obrado así. — Bueno ya está bien de cháchara, que tendréis cosas que hacer. A desayunar los que no lo hayáis hecho y a recoger y despediros los demás. — Y así, como si nada, les había puesto objetivos, les había emplazado lejos de ella, y había zanjado el tema que le atribulaba. Lo dicho, toda una ministra.

    Como nadie se atrevía a no seguir los designios de Kyla, todos se fueron dispersando, y ella pudo quedarse más a solas con su Marcus, disfrutando de esos últimos momentos. — Te veo muy interesado en la mesa de los profes. — Le dijo melosa, dejándose caer en su hombros. — ¿Es que es eso lo que más vas a echar de menos del comedor? Porque… Yo tengo unos cuantos recuerdos aquí que te implican a ti y solo a ti… — Levantó un poco la cabeza y le sonrió. — Pero el mejor de todo fue cuando me pediste pasar la Navidad contigo. Pocas veces en mi vida me he sentido tan feliz y valorada. — Dejó un beso en su hombro. — No sabes cuánto te amo, Marcus O’Donnell.

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    Vie Abr 15, 2022 11:53 am

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    CON Alice EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Se conocía las formas de defenderse de Kyla porque eran parecidas a las que usaba él, por lo que se tapó la boca y rio, mirando con complicidad a los demás mientras su compañera prefecta trataba de salir como podía de ese atolladero. Su siguiente movimiento fue encargarle tareas a todos para dispersarlos. Marcus suspiró, reclinándose en el asiento, y comentó como si la cosa no fuera con él. - Y vuelta a vivir en las reuniones de prefecto... - O'Donnell. - Atajó la otra, tan firme que casi le hace caerse para atrás, que estaba él muy chulesco balanceándose y no se esperaba ese corte. Sí, mejor le hacían caso. Y mejor se iba acostumbrando a rebajar la chulería que le tocaba volver con su madre y con ella tampoco era buen métido.

    Lo bueno es que, poco a poco, todos sus amigos se fueron marchando y le dejaron solo con Alice. Se llevó un trozo de comida a la boca y observó el Gran Comedor, pasando por este su mirada... Y sintió una punzada de nostalgia. Su última comida allí, su último desayuno. Se iban, y como mucho volverían de visita, pero ya no sería lo mismo. El nudo se le estaba apretando en la garganta y no le dejaba tragar, así que trató de contener la emoción en base a... Pensar, darle a la cabeza con algo interesante, que era la estrategia favorita de Marcus, al fin y al cabo. Su mirada fue a reparar en la mesa de profesores y... Allí vio algo que le pareció curioso y... Bonito, ciertamente, de hecho le hizo sonreír. El comentario de su novia le sacó de su ensimismamiento. Rio un poco, reposando él también la cabeza levemente en la de ella. - Quedaría fatal ahora decir que lo que más voy a echar de menos es la comida. - Volvió a reír. Suspiró y la miró. - Voy a echar de menos desayunos como los de hoy, con todos juntos, bromeando. - Le acarició la mejilla y sonrió. - Porque a ti, confío en tenerte algún día desayunando junto a mí. - Miró hacia arriba. - Y el hechizo de este techo es muy bonito... Pero tengo uno mucho mejor, más significativo, en mi propio dormitorio. - Volvió a mirarla a ella, aunque desvió ligeramente la mirada a la mesa de profesores y rio entre dientes. - Y tiene su encanto compartir lugar de desayuno con los profesores. - Se encogió de hombros. - Lo siento, soy un pelota de los profes y un alumno modélico. Ya era así cuando te enamoraste de mí, no debería sorprenderte. - Bromeó. Sonrió ampliamente y, después de que ella besase su hombro, él la miró a los ojos. - Eres mi familia. Lo dije aquel día y, ahora, lo puedo decir con aún más significado, aunque ya lo sentía así en su momento. Pedirte que pasaras la Navidad conmigo ha sido una de las mejores decisiones de mi vida. - Le dio un tierno y breve beso en los labios y sonrió. - Yo también te amo, Alice Gallia. -

    Volvió a mirar a la mesa de profesores, y al hacerlo, de nuevo les vio. No pudo evitar guardarse una sonrisilla, frunciendo los labios. Sí que era tierno verles, en el fondo… Podrían ser una pareja curiosa. Se quedó mirándoles por unos segundos, entrecerrando los ojos, pensativo… Y entonces, su mente asoció algo. Algo que, si alguien en esa mesa no solo no lo consideraría una locura sino que le encantaría, era su novia. Se lo tenía que contar.

    - Mira. – Le susurró, señalando con un gesto de la cabeza al profesor Kowalsky y a la profesora Mustang mientras les miraba. Los dos profesores estaban charlando animadamente. Ella reía mucho, probablemente más de lo que la hubiera visto reírse en su vida, mientras que él parecía estar contando una historia un tanto escandalosa y probablemente ridícula. Se mojó los labios y se acercó un poco más a Alice, como quien hace una confesión. - ¿A que no sabes qué se me ha ocurrido? – Ladeó una mueca pensativa, sin dejar de mirar a la mesa de profesores. – ¿No crees que lo del profesor Kowalsky y la profesora Mustang es, en parte, como una transmutación alquímica? – Miró a Alice. Vale, dicho así sonaba a loco total. Agachó la cabeza con una leve risa y se reajustó en el asiento, acercándose un poco más a ella y volviendo a mirarles. – No está por orden, pero yo creo que tú me vas a entender. Te lo explico. – Sí, mejor se explicaba.

    - Hubo un momento en que se conocieron, cuando empezaron a ser profesores, supongo, porque no tienen la misma edad. Sería algo así como la conjunción: dos elementos separados que se unen para formar uno solo. Después de conocerse se hicieron amigos, en otras palabras, se “mezclaron”, por decirlo así. Podríamos hablar de disolución entonces ¿no? Al menos en cierta manera. Y después de que esos elementos separados se conjuntaran y se disolvieran en una amistad, resultó que el profesor Kowalsky se enamoró de la profesora Mustang. Ahí fue donde tuvo la maravillosa idea de soltar a sus murtlaps para pasar tiempo con ella. – Rio levemente, ladeando la cabeza a un lado y a otro. – Eso es lo que me recuerda a la destilación: la ausencia de vida, quitar la vida del ente transmutado. O en otras palabras, las flores muertas de la profesora Mustang. – Se encogió de hombros. – Ni que decir tiene el efecto que tuvo en la profesora ver sus petunias en boca de esos bichos feos. ¿No es eso calcinación? – Rio un poco. – Sin embargo y a pesar de la metafórica calcinación de la profesora, que no sé como no le mató por aquello, ese evento les unió bastante, porque el profesor pasó mucho tiempo con ella replantando. Es decir, empezó a generarse algo… A fermentarse algo. Literalmente y tal y como me la explicó mi abuelo, la fermentación es como plantar una semilla y ver como crece hasta que por fin se convierte en una flor… Yo creo que está bastante bien traída la metáfora. – Comentó con las cejas arqueadas. – Sin embargo, sabemos que el profesor Kowalsky no se caracteriza por su discreción y la profesora Mustang se acabó enterando. Me consta que se cogió un cabreo que ríete tú de la calcinación, y le retiró la palabra durante un tiempo: separación. – Arqueó las cejas varias veces. – Sin embargo, a la vista está que se han perdonado. – Volvió a mirar a los dos adultos, a ella riéndose aún más y a él contando aún más exageradamente lo que quiera que fuera que estaba contando. – Y ya solo queda un proceso… - Miró a Alice y sonrió. – El estado en el que se alarga la vida: la coagulación. – Ladeó una sonrisa. – Quien sabe. A lo mejor esto es parte de algo mayor y al final… Están juntos para siempre. -
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    Vie Abr 15, 2022 1:25 pm

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    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Rio mientras parecía que iba a poder terminar las tortitas y todo, pasándolo con café. — No te creería. La comida de tu abuela es insuperable, y ya he comprobado que te gustan mi pan de limón y mis galletas de Navidad, así que podríamos decir que mi comida te va a gustar más todavía. — Apoyó la mejilla en su mano durante la caricia y dejó caer los párpados. — Desayunar, comer, cenar… Hacerte muchas galletas, y enseñarte a ser un pinche de cocina decente. Todo eso vamos a hacer juntos. — Aseguró, mirando, como él, al techo. Definitivamente, el nuestro es más bonito.

    A ver qué se te ha ocurrido. — Dijo embelesada. ¿A quién quería engañar? Adoraba las reflexiones de su novio. Miró a Ruth y Kowalsky y sonrió. — Todo es una transmutación alquímica, mi amor. La vida misma. — Dijo ampliando la sonrisa, y apoyando la la barbilla en la mano, para escuchar la explicación. Le encantaba cuando Marcus le hablaba de alquimia, porque sentía que nunca dejaría de aprender de él. Fue asintiendo a lo que iba diciendo, aunque se tuvo que reír con lo de la destilación y la calcinación. — Es una manera un tanto retorcida de hacerse con el cariño de alguien como Ruth, que está todo el día trabajando. Pero espero a que termines. — Cuando dijo que el suceso les había unido y usó la metáfora de la flor, notó cómo debían de haberle brillado los ojos. — Me encanta esa metáfora. — Alzó las cejas a lo de la separación. — Ahí, iba a llegar yo, pero veo que lo tenías todo pensado, mi amor. — Pero tuvo que terminar sonriendo con la coagulación. Se acercó a él acariciándole la nuca, y dejando un beso en sus labios. — Mira quién más a parte de mí cree en los cuentos de hadas. — Asintió sin perder la sonrisa. — Pero es cierto. El amor es una evolución de las transmutaciones.

    Estaba mirando a Mustang reír feliz, y pensando en que ella debía verse así cuando Marcus la hacía reír, cuando cayó en algo. — Voy a decirte algo más. — Dijo, con la mirada perdida, reflexionando lo que iba a decir y cómo lo iba a estructurar. — Nuestra historia también es una serie de estados de la alquimia. — Le hizo girarse un poco hacia ella y tomó sus manos, mirándole a los ojos. — Primero sería nuestra conjunción. Nos conocimos, nos encontramos, aunque aún teníamos personalidades muy definidas y distintas. Luego llegó segundo, ahí ya éramos más amigos, aprendimos mucho a confiar el uno en el otro, y ya nos atrevíamos a darnos la manita… Incluso a darnos un besito en la mejilla. — Dejó un beso en su mejilla. — Nos empezamos a disolver. — Su sonrisa descendió un poco. — En tercero entendimos la destilación, lo que significa que se acaba la vida… Pero algo dure para siempre. Porque el recuerdo de mi madre siempre estará con nosotros, y lo que empezamos a sentir entonces, también será eterno. — Ladeó la cabeza. — Bueno, y luego llegó la calcinación, claro. Yo estaba… Consumida y te estaba consumiendo a ti. Prácticamente... Había que empezar de cero para entender quiénes éramos, como cuando calcinas una materia para encontrar su forma primigenia. Y entonces, emergimos. — Sonrió y le acarició, embelesada como siempre. — Juntos. Y llegamos a la fermentación, claro. Y vaya que si fermentamos nuestra relación en quinto. De hecho, se nos fue un poquito de las manos, que es el riesgo de las fermentaciones y… Llegamos a la separación en sexto. Aunque no quisiéramos, aunque fuera solo una confusión… Aunque nos uniéramos más que nunca, nos llegó la separación más dolorosa de nuestra vida. Pero así fue como entendimos… — Le miró con todo el amor que sentía. — Que nuestro estado es la coagulación. Eternamente dándonos vida el uno al otro. — Se inclinó y le besó con ternura. — Alquimia de vida, mi amor. — Se mordió un poco los labios por dentro, recordando lo que le había dicho hacía solo un rato Durrell. — Solo tú y yo, la coagulación perfecta, podríamos conseguir algo tan genial como la alquimia de vida.

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    Vie Abr 15, 2022 5:21 pm

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    CON Alice EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Cerró los ojos con una sonrisita infantil y apoyó la cabeza en el hombro de su novia. - Suena al mejor plan del universo. - Aseguró, fantaseando con esas galletas, con esas comidas, desayunos y cenas que iba a hacer junto a Alice. Se lo imaginaba y... Dudaba que existiera una perspectiva de futuro mejor. ¿Cómo no iba a creer en los cuentos de hadas, como le dijo la chica después de que él explicara esa metáfora tan rara que se le había ocurrido al ver a Mustang y Kowalsky? - Será porque el hada de los dulces me ha hecho creer en ellos. - Respondió con ternura, en referencia a aquel disfraz tan bonito que se pusiera Alice en ese Halloween en el que él casi acaba con un ataque de nervios. Su vida junto a Alice parecía mejor aún que un cuento de hadas. Como para no creer en ellos.

    Amplió la sonrisa. - Algo más. Alice Gallia siempre quiere más. - Comentó, deseando escuchar que era eso "más" que tenía su novia que añadir a su metáfora. Perdió la mirada, reflexivo, ya solo en la primera frase. ¿Su historia? Lo cierto era... Que no se había parado a pensarlo, pero si así fuera... Sería tan sumamente genial. Por eso volvió a mirarla y a escuchar muy atento todo lo que le iba narrando. Eso sí, rio como un crío cuando le dijo lo de los besos en la mejilla, como si volviera a tener doce años, ruborizado incluso y mirando a Alice con ojos brillantes. Su sonrisa se entristeció al recordar... Lo que para ellos había significado la destilación. Janet sería siempre para ellos como una de esas flores destiladas, transmutadas, siempre eternas e igual de hermosas... Pero sin vida. Frunció los labios y siguió oyéndola hablar, pasando por la calcinación, ese cuarto curso lleno de sin sabores, aunque la llegada a quinto le hizo reír de nuevo. - Sí que la fermentamos, sí. - Dijo entre risas. Ladeó la cabeza y volvió a mirarla con infinito cariño. - Tenía que haberme lanzado ese año. Tenía que haberlo sabido ese año... Y haberme dejado de miedos y decirte lo que quería contigo y lo que sentía por ti. - Pero, de haber sido así, no habrían completado su transmutación, como bien señalaba Alice junto después. Si cuarto fue duro, lo de sexto... Esa separación... Aún le dolía en el pecho. Y sin embargo, había tenido el final más feliz posible, como su novia especificó después.

    - El estado ideal. - Se inclinó él también para corresponder su beso. - Te lo dije el primer día de clase de Alquimia. Te dije que lo conseguiría. La coagulación era mi meta a lograr... Y aprendería a hacerla perfecta. - Encogió un hombro, ladeando la sonrisa. - Espero no haberte defraudado. - Rio levemente y volvió a besarla. - Alquimia de vida. - Repitió en un murmullo, mirándola a los ojos, con un escalofrío por su piel. - Qué feliz me haces, Alice Gallia... Espero estar a la altura en eso también. - Que Alice sea siempre feliz, se repitió una vez más, su mantra, su deseo a las estrellas. Lo conseguiría. Igual que consiguió la coagulación, igual que Alice vio cumplido su deseo, él cumpliría el suyo.

    Llenó el pecho de aire, cerró lentamente los ojos... Y, al abrirlo, bajó la mirada a su reloj. Sintió una punzada en el pecho. - Creo que... Deberíamos irnos. - Comentó, sin poder evitar el tono apenado. Alzó la mirada, un tanto humedecida, y volvió a pasarla por todo el gran comedor. La mesa de los profesores, los estandartes de las casas, sus mesas, sus bandejas de comida, sus velas levitando, los alumnos yendo y viniendo... Se mojó los labios, sonrió levemente y miró a Alice. - Alguien me ha prometido un recorrido de despedida por todos los lugares significativos de nuestra historia, y yo... - Se puso de pie. - Me niego a perderme eso. - Rio levemente y le tendió la mano. - Princesa. - Dijo ceremonioso, esperando a que ella se levantara y se enganchara de su brazo. - Esta etapa ha terminado. Digamos adiós a lo que nos queda tal y como merece, como a nosotros nos gusta. Y demos paso a la vida que nos espera. -
    Merci Prouvaire!


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    Sáb Abr 16, 2022 1:04 pm

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    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Sonrió al recordar el primer día de Alquimia y asintió, dándole un besito. — Tú nunca me defraudas, Marcus. Yo siempre creo en lo que dices, mi amor. — Inspiró y apoyó la frente en la suya. Solo de oír sus propias palabras en boca de Marcus, le recorrió un escalofrío. Qué bonito sonaba, qué eterno. — Tú y yo no solo somos imparables, es que lo que mejor se nos da no es la Alquimia o la Herbología, sino hacernos felices. — Y lo decía de corazón y con total seguridad. — Ojalá lo hubiera visto igual de claro durante nuestros estados de la alquimia, pero tenía que ser ahora, durante el estado perfecto, cuando tuviera la seguridad.

    Miró alrededor con un suspiro. Sí, deberían irse, pero ahora era ella la que sentía un poco de nostalgia. Dio la mano a Marcus y amplió la sonrisa. — Mi príncipe azul. — Contestó levantándose del asiento y enganchándose a su brazo. — ¿Sabes qué? Creo que lo que más voy a echar de menos del comedor es, precisamente, que está tan lleno de gente que podía hacer cosas como la de aquel día comiendo. — Y pasó delicadamente el dedo por su brazo. — Y eso comiendo en casa no lo podemos hacer… — Dejó un besito en su mejilla y dijo. — Voy a echar mucho de menos ponerte nervioso delante de tanta gente pero que nadie se de cuenta. — Rio un poquito y guio a su novio hacia fuera del comedor.

    Cuando estuvieron fuera, se separó un poco, sin soltar su mano, haciendo como que estaba pensando en algo fuertemente. — A ver, antes de ponernos a recorrer el castillo de arriba abajo como un par de locos, ¿qué te parece si buscamos a los cuadros y los fantasmas? Y luego tenemos que elegir dos sititos cada uno de los que despedirnos, porque si quisiéramos cubrir el castillo entero nos vamos de aquí a las nueve de la noche. — Dijo con un poco más de seriedad, que se conocía a su novio y podía querer despedirse de hasta la última piedra de aquel edificio. — Voy a  proponerte… Que me ayudes a buscar a Sir Garrett y te despidas de él conmigo, y si aguantas ese trago, yo prometo comportarme con la Dama, ¿sí? — Y con una risita tiró de él.

    Encontrar a Sir Garrett era difícil, porque no paraba quieto por los cuadros de otros, y a la vez fácil, porque gritaba muchísimo. — OS DIGO QUE VOS NO VIVISTEIS ESA GUERRA, EXCELENCIA. LOS PLANTAGENET NUNCA HAN TRAÍDO NADA BUENO. ¡Y yo os digo que si a Ricardo III le hubieran dado la oportunidad, hubiera sido el mejor rey de la dinastía y habría ahora mucha más igualdad entre magos y muggles! No en vano, su cuñada era bruja. — Defendía el barón de Cauldron, que aún no gritaba pero parecía cerca de perder los nervios. — ¡NO ME HAGÁIS HABLAR DE SEMEJANTE MALEANTA QUE ENFRENTÓ A MEDIO PAÍS! — Alice llegó a la altura del cuadro y el fantasma y carraspeó. — Eso es una visión un poquito anticuada de esa historia, mi señor. — Los dos se callaron y se giraron para mirarla. — ¡OH MI QUERIDÍSIMA SEÑORITA GALLIA! ¿Conocéis vos la historia de Elizabeth Woodville…? ¡OH! ¡EL INFANTE DESAGRADABLE! ¿Os habéis declarado como Dios manda de una buena vez o…? ¡Qué alegría veros bien avenidos, jóvenes Ravenclaw! — Interrumpió el barón, que parecía ser el único capaz de hacer parar la verborrea de Sir Garrett. — Gracias, excelencia. Veníamos a despedirnos.Oh, muy amable por vuestra parte, mi querida señorita, veo que vais a poder enseñarle modales al infante… Ambos habéis sido muy importantes para nosotros. Sir Garret, vos habéis mostrado una amabilidad extrema para conmigo, y el barón… Nos ha ayudado tantas veces que no podría ni contarlas. — Dijo dedicándole una sonrisa. — Y siempre seréis ese fantasma que logró hacer el mejor número de la historia de Halloween con el prefecto O’Donnell. — El barón rio. — No puedo resistirme a una buena actuación, tendría que haber sido actor en mi tiempo…Pero, mi querida señorita, estáis hablando de un modo muy dramático… — Alice rio y ladeó la cabeza. — Bueno, es que nos vamos ya. — Sir Garrett se encogió de hombros. — Pero solo tres meses, y en septiembre otra vez… — Alice negó. — No… Mi señor… Nos vamos para siempre. Nuestra etapa en Hogwarts ha acabado. — El hombro se llevó una mano al pecho, abriendo mucho los ojos. — ¿Cómo va a ser eso? ¿Abandonáis Hogwarts por el matrimonio? Pensé que eso ya estaba mal visto en vuestros días. — Ella negó con la cabeza y rio. — No, no es eso. Es que ya tenemos la edad para irnos, hemos terminado nuestra formación. — Oyó un sorbido al lado, pero el barón se cuadró enseguida. — No lloremos, Sir Garrett. No no no no. Hay que demostrar ejemplo de hombres a este joven que sale hoy al mundo. — Alice amplió la sonrisa y se acercó al cuadro. — Podéis llorar. Ambos. Marcus y yo os echaremos de menos, pero confiamos en que cuidaréis de nuestros hermanos, que se quedan así.Oh, el querubín rubito que va con la niña de Gryffindor tan resuelta. — Dijo el barón. — Efectivamente. Y Lex O’Donnell, mi cuñado. AH NO, ESE SÍ QUE NO. ES EL QUE TIENE UNA RELACIÓN ESCANDALOSA CON UN MUGGLE, NI MÁS NI MENOS. — Alice miró a Sir Garrett, más seria pero sin perder dulzura. — Sir Garrett, ¿vos me estimáis?Por supuesto, mi querida señorita.¿Confiáis en mi intuición con las personas? — El cuadro ladeó la cabeza. — Bueno, habéis elegido como compañero de vida al infante desagradable, pero… Sí. Sois una mujer, poseéis ese talento. Pues confiad en él cuando os digo que poca gente en este castillo hay más noble y de mejor corazón que mis cuñados. — El hombre pareció poner sus reticencias. — Está bien. Pero solo porque os vais ya y no quiero hacer más amarga nuestra despedida. Se me ha hecho muy corto vuestro tiempo aquí. — Alice puso una sonrisa triste. — A mí también. — Y para los fantasmas debía ser aún peor, que llevaban ahí… Siglos y siglos, viendo pasar a la gente, encariñándose y perdiéndolos para siempre. — Intentaremos volver, aunque sea de visita. — Prometió, tratando de darle una luz a aquella despedida.

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    Sáb Abr 16, 2022 4:59 pm

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    CON Alice EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Salió con ella bien orgulloso y sonriente, agarrado de su brazo. Eso sí, rodó exageradamente los ojos con esa referencia. - Qué te gusta ponerme contra las cuerdas. - Se quejó, aunque su queja era vacía, la sonrisilla que puso justo después lo demostraba. Rozó su nariz con la de ella y añadió. - Y estoy seguro que buscarás la manera de seguir haciéndolo. - Volvió a su sitio. - Yo creo que cuando tengamos nuestra propia casa, sin nadie que nos moleste ni horarios que cumplir, será mejor para todo ¿no? - Le guiñó un ojo y, entre sonrisas, salieron por última vez del Gran Comedor.

    Puso expresión pensativa y asintió lentamente. - Me parece bien. - Chasqueó la lengua. - Solo dos sitios... Me parecen muy pocos para un castillo tan grande. - Alzó las palmas. - Pero sí, está bien. Dos lugares. Al fin y al cabo, de algunos nos hemos despedido ya. - De las aulas el último día de las clases, del Gran Comedor hacía apenas instantes, del pasillo y de la Torre de Astronomía el día anterior... Pensaba acogerse a que de la sala común se despedirían cuando fueran a recoger sus cosas. Y por lo demás... Sí, había muchos lugares en el castillo, pero tenía claro cuáles de los que no había visitado todavía eran sus favoritos, aunque guardara recuerdos preciosos con Alice en todos ellos.

    Mientras Alice tiraba de él, sin esperar casi a que aceptara aquel trato, suspiró. - Al primer grito que me dé, me voy. - Advirtió. De haber cumplido su advertencia, se tendría que haber ido incluso antes de llegar, porque ya estaban oyéndole gritarle a saber a quién. Si es que Sir Garrett estaba siempre igual. De hecho, al parecer estaban discutiendo sobre una guerra acontecida muchos siglos atrás. Es lo que tiene ser eterno, se dijo. Sonrió junto a Alice, orgulloso y feliz como siempre iba del brazo de ella, cuando se le cambió por completo la expresión por el insulto de Sir Garrett. El barón rio entre dientes, pero interrumpió a tiempo de que Marcus pudiera contestar con tono ofendido. Le dedicó al fantasma un cortés gesto de la cabeza. - Muchas gracias, barón de Cauldron, siempre es un gusto hablar con usted. - No iba él a quedarse sin lanzar el tirito. Se aferró aún más a Alice. - Somos muy felices ahora que nos hemos comprometido de manera oficial porque nos amamos. - Dijo digno y orgulloso, mirando al caballero de reojo. Otra cosa no, pero a Marcus no hacía falta pedirle oficialidad.

    Todavía tenía que aguantar que le dijera que le faltaban modales. Parpadeó, frunciendo el ceño, pero de nuevo se le adelantaron para no dejarle iniciar una discusión que claramente ese cuadro estaba provocando. Volvió a centrarse en el barón y a reír al recordar el número de Halloween. Ya por fin, ambos parecieron caer en que se iban para siempre. - Como dice Alice, queríamos despedirnos porque... Bueno, es nuestro último día en la escuela. - Aseguró él también. Se tensó ante la mención a su hermano, y suspiró de nuevo con el tirito a él, rodando los ojos. Cuando Sir Garrett pareció entrar ligeramente en razón, Marcus le miró con leve suspicacia. Miró al barón, quien le devolvía un aspecto mucho más amable y... No tenía sentido irse de allí peleado. - Todos mis antecesores son una gran inspiración para mí, sean de la clase que sean, de la época que sean o de la casa a la que pertenecieran. Y por ello... Os recordaré siempre. A ambos. - El barón sonrió amablemente y le dedicó una reverencia que Marcus devolvió. Sir Garrett se había quedado muy firme y callado, mirándole... Pero, finalmente, hizo un gesto cortés. - Que tengáis una vida larga y llena de sabiduría, como se os presupone a los de vuestra casa, prefecto O'Donnell. - Señaló a Alice con un gesto y añadió. - Y que no me entere yo de que ultrajáis el honor de la señorita. No querría verme obligado a batirme en duelo con usted. - Marcus se aguantó levemente la risa pero asintió con cortesía. - No os preocupéis. Lo tendré muy en cuenta. - Y, ya sí, se despidieron y marcharon a otro pasillo.

    - ¿¿Ya os vais?? ¿¿Ya os vais?? - Gritaron a coro las vocecillas del cuadro de los niños jugando, que ahora iban saltando de cuadro en cuadro para seguirles por el pasillo. - ¡Sí! Es nuestro último día. - ¡Nooooooo! - Corearon los tres. La niña se cruzó de brazos, enfurruñada. - ¡Siempre os estáis yendo! ¡No os quedáis ninguno! - Es que ya hemos terminado, tenemos que continuar fuera. - Respondió Marcus con tono paciente y tierno. La niña no estaba nada convencida, pero el niño de la espada y el gorrito alzó su arma de madera, tan gallardo y alegre como siempre. - ¡Y fuera lucharéis contra dragones y lanzaréis hechizos que se verán desde aquí! - Marcus rio. - Estoy seguro de que sí. - El chico tímido, Arturo, sonrió levemente y se acercó al borde del lienzo. - ¿Cuando tengáis niños los vais a traer aquí para que podamos jugar? - Eso pilló a Marcus por sorpresa, quien abrió mucho los ojos, miró fugazmente a Alice de reojo y, como había hecho con los otros dos, salió del paso. - Sí, sí, claro que sí.  -¡¡BIEEEEEN!! - Bueno, al menos se conformaban con poco. Miró a Alice, se echó a reír y, de su mano, siguió recorriendo los pasillos.

    -  ¡Adiós, señora Saxby! - ¡Adiós, chicos! ¡Sed buenos! - Respondió la mujer, rodeada de sus ovejas como siempre, mientras peinaba la lana de una de ellas. Poco a poco fueron despidiéndose de todos los cuadros hasta que llegaron a... - ¡MAAAAAAAARCUS! - Lloró desconsolada, corriendo hacia el borde del lienzo y dejándose caer dramáticamente en el suelo. - ¿Por qué os vais, un año tras otro, y no me lleváis con vosotros? - ¿Qué más quisiera yo que llevaros conmigo, bella dama? - Aaaaaay mieeeentes, no mientas, descarado. - Lloró, trágicamente. Esa mujer tenía una capacidad inusitada para el melodrama. Se puso una mano en la frente, retirándole la mirada y aferrando su pañuelo de seda, con el libro que siempre llevaba reposando inerte en su otra mano, sin levantarse del suelo. - ¡Os vais, os vais siempre, os vais con ellas! ¡Os vais y me dejáis sola! ¡Siempre encontráis a otra que os colme de felicidad mucho mejor que yo! - Siguió llorando. Antes de que Marcus pudiera añadir algo más, ella siguió. - ¡Ese Hastings, ay, cómo juega con mi corazón, el muy truhan! ¡Ni por aquí a pasado, ni un mísero adiós! ¡Se va con ella, con esa rubia insoportable! - ¿No me diga que Sean no ha venido a despedirla? Seguro que está al llegar, en cuanto le vea le digo que se pase, no se preocupe. Si es que es un despistado... - Ahora sí, la chica le miró, entre lágrimas (más bien falsas, la verdad, para la supuesta llorera que llevaba no tenía la cara muy mojada) y dibujó una expresión de ofensa. - ¡Tú no eres mejor que él! - Señaló a Alice con un gesto rápido del pañuelo e, impostando de nuevo una voz dramática, añadió. - ¡Me dejas por la niña de las coletas torcidas! - Y vuelta a llorar.

    Debería haberse ofendido, pero tuvo que hacer un grandísimo esfuerzo por no echarse a reír. Miró a Alice con ternura y le susurró.  - Oh, eres la niña de las coletas torcidas... - ¡Y encima susurritos en mis narices! - Se lamentó la mujer, intensificando el llanto y el drama, ya prácticamente por completo tirada en el suelo. Marcus miró a Alice, suspiró y, separándose unos pasos de su novia, se acercó al cuadro. - Mi querida Dama de las Violetas, cuan hondo pesar me causa veros así. - Eso rebajó las defensas de la otra, era tan fácil hacerlo. La mujer sorbió un poco y, fingiendo reticencias, se secó las pocas lágrimas que tenía y se irguió un poco, aunque sin levantarse del suelo, mirándole de reojo. Marcus prosiguió, con una mano en el pecho. - Ha sido todo un honor y un gusto conoceros y hablar con usted, contaros historias... - La chica sonrió un poquito. - Siempre cuentas cosas tan interesantes... - Para oídos despiertos que las quieran escuchar, como los vuestros. - La dama sonrió, vergonzosa. Bueno, al menos había rebajado el drama considerablemente. - Pero no sería justo para ninguno de los dos, bella dama, que yo me quede aquí siempre contándoos las mismas historias. Vos debéis vivir historias nuevas, contadas por otras personas. Yo... Siempre cuento las mismas. Tengo que salir y descubrir otras. Nutrirme yo, ahí fuera, y que vos conozcáis a más y más alumnos cultivados que puedan aumentar vuestro conocimiento. ¿No sería eso lo mejor para ambos? - Ella había vuelto a retirar la mirada dignamente. Parpadeó, sin mirarle, y añadió. - Claro, es fácil para vos, que seguro que tenéis otra a la que contarle historias. - Marcus frunció los labios. - Pues lo cierto es que... Sí. - Dio un paso atrás de nuevo para agarrar la mano de Alice y ponerla junto a él. - Yo le cuento historias a ella, que es de las pocas personas que genuinamente las quiere escuchar, y ella me cuenta historias a mí. Es una digna hija de Ravenclaw, como tú... - La dama la miró de reojo y luego, con dignidad, retiró la mirada otra vez. - Sé que no os lo ponen fácil para... Ser lo que queréis. - Era mejor hablar con los cuadros como si siguieran siendo personas vivas todavía, lo contrario podía ser... Extraño. - Ella sí tiene la oportunidad. Y otra mujer Ravenclaw que conocimos un día, muy sabia, le dijo a ella una vez que el mundo era mucho más complicado para la mujeres, ¿no lo creéis así? - Indudablemente. Bien sabia era dicha señora. - Claramente no te acuerdas de quien era Monica Fender, pensó, pero él no iba a ser quien se lo recordara, que era otra con la que no se llevaba bien. - Y por ello es mejor que os ayudéis entre vosotras. Alice es... - La miró, y el cariño infinito que sentía apareció en su rostro y le hizo sonreír. - La chica más inteligente que he conocido jamás, la que se sabe más historias y... La que tiene mejor corazón para coger esos conocimientos y no solo saberlos y contarlos, sino ayudar a los demás con ellos. - Dijo de corazón. Se creó un leve silencio en el que ambos se miraron... Hasta que la dama suspiró. - Parece digna, entonces. - Se resignó. Marcus la miró y la chica, que aunque seguía en el suelo al menos se había sentado en una pose menos dramática, con el libro entre sus manos, sonrió levemente, mirándoles. - Cuéntale muchas historias, entonces. - Miró a Alice y añadió. - Y llévale donde conmigo no podría ir. -
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    Dom Abr 17, 2022 2:02 am

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    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Al final, se conformaría con que Sir Garrett reaccionara de la mejor manera que sabía con Marcus, y hubiera logrado que consintiera en valorar a Lex. Otra etapa que cerraba en Hogwarts. Sabía que era muy probable que no fuera la última vez que los veía pero… quería esa imagen mental, quizá para cuando tuviera un pensadero: el barón flotando junto al cuadro de Sir Garrett, y los dos mirándoles con esa mirada sabia, que ha visto pasar muchos siglos y muchas despedidas, recordándoles que solo han sido unos alumnos más de Hogwarts, que el castillo seguirá en pie sin ellos. Y eso, misteriosamente, le hacía sentir mejor.

    Se despidieron también de los niños, que les seguían adorablemente entre los cuadros, mientras Alice les hacía caras raras para hacerles reír. Se paró de golpe cuando escuchó la pregunta y se le puso un nudo en la garganta, buscando qué contestar. Pero ya contestó Marcus por ella. E iba a mirarle con cara de circunstancias, pero la voz de Florence resonó en su cabeza. “Y una familia, estoy segura”, así que se limitó a sonreír. — Os vendré a contar sus gestas épicas, os lo prometo. — Zanjó Alice con una sonrisa, poniéndole las manos en los hombros y siguiéndole allá donde iba. — Aunque dudo MUCHO que te acerques a menos de cien kilómetros de un dragón, señor alquimista. — Susurró en su oído.

    Ya sabía a dónde iban, y lo sabía porque había prometido lidiar con ello, así que se armó de paciencia. El espectáculo, desde luego, no era para menos. Menuda opereta en tres actos se marcó la Dama de las Violetas, que ella soportó estoicamente, aunque no pudo evitar reírse un poco cuando paró de golpe, demostrando que era todo un cuento, ni pudo evitar la sonrisa de satisfacción cuando Marcus confirmó que, efectivamente, tenía “otra” a quien leerle historias. Sí, bueno, ni que ahora ella no hubiera sido la primera siempre en la vida de su novio. ¿Pero qué hacía discutiendo mentalmente con Marcus? También se le escapó una risita cuando dijo que Monica era una sabia. Monica Fender, ahora Graves, podía ser la persona que más se había peleado con la Dama de las Violetas y, conociendo su lenguaje, probablemente la que más improperios le había dicho, pero así era la Dama de las Violetas: si a la mujer en cuestión no la tenía cerca, no tenía ningún problema con ella. Pero, al final, pareció plegarse por fin a aquel discurso precioso que Marcus había dado sobre ella y sonrió, mirando a la joven. — Cuidaré de él, señorita. Y seré una buena Ravenclaw. — La chica suspiró y se alisó la falda. — Y aprende modales, por favor, Marcus necesita una mujer decente a su lado.Sí, como tú, ¿no? Que te tiras por los suelos a hacer un dramita, pensó, pero no dijo nada, porque ella había prometido comportarse. — No me olvidaré de otra auténtica Ravenclaw como vos. — Y ambas se dirigieron un asentimiento de cabeza. Que se diera Marcus con un canto en los dientes, que eso era lo más que les iba a sacar a las dos.

    Satisfecha con su comportamiento, tiró de la mano de su novio hasta alejarle lo suficiente de aquella entrometida, y se lo llevó detrás de un gran pilar, dejando caer su espalda sobre el mismo y poniendo a Marcus sobre sí, besándole con más deleite y calma que como llevaba toda la mañana. — Me he portado muy bien. — Dijo mirándole a los ojos significativamente. — Y lo sabes. Así que elijo yo el primer sitio. — Lo agarró de la chaqueta y lo tiró de nuevo sobre sí besándole con más pasión. — Y no solo porque haya sido una novia muy buena… — Susurró, separándose muy poco. — Sino porque ya estamos en él. — Y miró a su alrededor. — El patio sur. — Y, como hiciera aquella mañana de febrero que ahora parecía tan lejana, se fue corriendo tras las estatuas. — Sígueme si quieres saber por qué. — Le gritó, mientras corría a esconderse tras uno de los caballeros. Allí esperó hasta que sintió a Marcus al otro lado y comenzó su juego.

    He tenido otro sueño, ¿sabes? — Dijo dándole la vuelta lentamente a la estatua. — Este no me da vergüenza contártelo. — Y salió corriendo hacia el pozo, como hiciera aquel día, solo que esta vez se quedó mirándole desde allí, con una gran sonrisa, hasta que llegó a donde estaba. — Pero me parecía un buen sitio para contarte el sueño que tengo para nosotros. — Puso los brazos sobre su pecho y sonrió. — He soñado con una niña que se enamoraba con todo el corazón y al cabeza, que es como se enamoran los inteligentes. He soñado cómo esa niña cometía errores y ganaba con aciertos, y cómo lograba construir una vida sobre la pena y los errores. — Le miró a los ojos. — He soñado con los viajes de esa niña, con una casa que siento que ya he visto y que será el hogar que siempre había ansiado, su nido. — Rio un poco más y le besó brevemente. — A estas alturas, te habrás dado cuenta de que no es un sueño, es nuestra vida. — Rozó su nariz con la de él. — Te he traído aquí para jurarte que siempre soñaremos juntos. Con todo eso y más. — Seguía muy muy cerca de su rostro, sin perder la sonrisa. — Con nuestras investigaciones, nuestra alquimia, nuestra familia… Con todo, Marcus O’Donnell, porque somos el Todo. — Volvió a besarle mínimamente. — Porque este me parecía el sitio perfecto para seguir soñando a lo grande como los ravenclaws alquimistas que somos.

    Merci Prouvaire!


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    Dom Abr 17, 2022 4:07 pm

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    CON Alice EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Ya fuera de la vista de la Dama de las Violetas, su novia tiró de él. Abrió mucho la boca y los ojos con fingida sorpresa ofendida. - Claro, porque yo no he tenido que aguantar a Sir Garrett llamándome desagradable como tres o cuatro veces. - Habían sido dos, pero iba a quedar muy poco dramático decir dos. Fue a suspirar, pero Alice tiró de él y se encontró con sus labios, haciéndole sonreír aún durante el beso y que la mirara embelesado cuando este acabó. Arqueó una ceja, miró a su alrededor y giró la vista a ella de nuevo. - Se ve que las buenas novias llevan a sus novios donde quieren ellas sin esperar a la opinión de él siquiera. - La picó, como si no estuviera encantado con todo lo que Alice hacía, con sus jueguecitos, sus besos y sus miraditas. Esos juegos que seguirían haciendo siempre aunque ya se fueran de allí, los harían en otros lugares.

    La siguió hasta la estatua, caminando lentamente y con una sonrisa ladina, mientras la veía esconderse tras ella y rodearla y esperaba a lo que le tuviera que contar. Alzó las cejas con lo del sueño, pero no dijo nada, solo dejó la sonrisa y se guardó las manos en los bolsillos, expectante. Al menos se mantuvo en silencio hasta la siguiente frase, que le sacó una carcajada. - Ah ¿que el otro sí te daba vergüenza? -Ladeó la cabeza, entrecerrando los ojos y pronunciando la sonrisilla. - No lo pareció. - Que se lo dijeran a él. Por supuesto, su traviesa novia salió corriendo, haciéndole reír y negar y, obviamente, ir tras ella hasta ponerse de nuevo a su altura. - Estoy deseando escucharlo. -

    Se quedó mirándola absorto y absolutamente enamorado, oyendo cada una de sus palabras, con el corazón cada vez más acelerado. Dejó escapar el aire entre los labios, con una sonrisa tenue y genuina. - Suena como el mejor sueño del mundo. - Susurró, feliz, cerrando los ojos para visualizarlo por un instante. Sonrió aún más y los abrió para mirarla a ella. - Somos el Todo. - Respondió, tras recibir su beso. Acarició su mejilla. - Y no vamos a dejar nunca de soñar. Aquí empezamos a hacerlo, en este castillo. - Entornó ligeramente la mirada, sonrió y volvió a mirar a Alice. Había mirado de reojo al Lago Negro, donde realmente empezaron todos esos sueños. Se guardó para sí desvelarlo. - Y tenemos toda la eternidad para continuar. - Concluyó, sellándolo con un beso más.

    - Me toca. - Dijo contento. Alzó un índice. - Antes de que te quejes... Uno: si me das a elegir dos lugares a mí, conociéndome como me conoces, este no debería sorprenderte. El bueno de verdad me lo estoy dejando para el final. Y dos: a ti te gustan mucho las historias, el conocimiento y los sueños, ¿y de dónde salen todas esas cosas? - Abrió los brazos en cruz, alegre. - ¡De los libros! - Bajó los brazos y, ya sí, habló un poco más en serio. - No puedes pedirme que me vaya de aquí sin despedirme de la biblioteca. - Honestamente, es que no sería creíble en él. Solo esperaba no echarse a llorar en cuanto la cruzara... Iba a ser demasiado de empollón eso hasta para él. - Además, allí hemos tenido también muy buenos momentos. -Eso no se lo podía negar, aunque era un argumento traído con pinzas, ciertamente. Ellos habían tenido buenos momentos en todo el castillo. Era una excusa como otra cualquiera para ir a la biblioteca.

    Nada más entrar, de la mano, se encontraron con la señora Bins casi de frente. La mujer compuso una expresión hastiada, pero Marcus simplemente inclinó la cabeza respetuosamente. - ¿Vienes a desordenarme los libros? - Sería la primera vez que hago algo así, no va a ser en mi último día. - Él también sabía ser mordaz. ¿Desordenarle los libros? ¿En serio le decía eso a él, a Marcus, que dejaba cada libro que cogía milimétricamente en su sitio hasta con el mismo ángulo de inclinación? Era ganas de ponerle pegas gratuitamente. La mujer echó aire por la nariz. - Está ya todo dispuesto para el año que viene. No se pueden sacar manuales ya. - Solo vengo a despedirme. - La señora Bins arqueó una ceja. - Bueno, no me debería extrañar, con el tiempo que has pasado aquí. - Pues eso, pensó él, pero en lugar de decirle nada más, frunció una sonrisa falsa en los labios y tiró de Alice hacia el interior de la biblioteca... Bueno, sí que tenía algo que decir. - En realidad. - Se giró, y ahí sí que puso una sonrisa hiriente, mirando a la mujer. - Voy a ver en qué estantería quedarán más bonitos los futuros manuales que lleven mi nombre. - La mujer contrajo una expresión de odio pero él se limitó a darse la vuelta, altanero, y adentrarse en la biblioteca como si nada.

    - Voy a decir algo a riesgo de arrepentirme. - Aseveró, en el susurro propio de quien habla en una biblioteca, mientras caminaba entre las estanterías, mirándolas al pasar. - Pero puede que... Uno de los mejores recuerdos que he tenido contigo aquí... Haya sido en la sección prohibida. - La miró, ladeando la sonrisa. - Lo cual no quiere decir nada. - Chasqueó la lengua, retirando la mirada. - Verano demasiado complicado... Alumna díscola poniéndome demasiado de los nervios... Mi vena Slytherin hartándose un poquito... - Se encogió de hombros. - Supongo que tenía que besarte, no me quedaba otra. - Y antes de que ella reaccionara, miró fugaz y cómicamente a los lados y la besó rápidamente, nada parecido a lo de aquella vez, solo quería pillarla por sorpresa. Rio. - Comprobado que también podía hacerse en la sección legal. - Volvió a reír.

    - Hasta estudiar contigo ha sido divertido. Todo lo haces divertido. - Se detuvo en seco, recordando otro momento bastante intenso allí. - Uh... Me acuerdo del día que empezaste a recitarme aquel poema... Y acabamos... Bueno, nos tuvimos que ir de aquí. - Rio otro poco y la miró, mordiéndose el labio, aunque ahora con un velo de culpabilidad. - ¿No estabas con Jacobs aquel día? - Retiró la mirada, pensativo, y al cabo de unos segundos chasqueó la lengua. - Me da que no siempre hemos tenido muy en cuenta a los demás cuando entrábamos en... Nuestros juegos habituales. - Frunció los labios en una mueca, pero volvió a mirarla y sonrió, con expresión de excusa. - Sé que no es justificación, pero... Es que para mí, cuando tú estás, el resto del mundo desaparece. -
    Merci Prouvaire!


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    Dom Abr 17, 2022 7:48 pm

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    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Sabía ella que el sitio le iba a gustar a su novio. Ella era la curiosa, pero si había alguien que siempre quería más de verdad, ese era Marcus. Necesitaba visualizar ese camino largo y florido, siempre hacia arriba, en el que él acaba coronándolo todo. Asintió a todo lo que le dijo y rio cuando dijo, con la ilusión de un niño, que era su turno. Escuchó la descripción del lugar y amplió la sonrisa. — La verdad es que estaba esperándolo. Somos ravenclaw, si no nos despidiéramos de la biblioteca, la estatua de Rowena lloraría por primera vez en la historia. Ni lo de la huelga hubiera sido tan ofensivo. — Dijo socarrona, dispuesta a seguir a su novio, no sin antes mirar el patio sur por última vez. Ese… No iba a echarlo tanto de menos. Ya no necesitaba un patio de excusa para estar a solas con Marcus un domingo por la mañana… Esa sería su vida. Juntos, contándose sus sueños y leyendo. Hay que cosas que, realmente, dejas de necesitar en cierto punto, y era bonito dejarlas atrás. — Me muero por ver ese último sitio, eh… — Dijo volviendo a mirarle. Y eso que ella ya tenía sus cábalas.

    Llegaron a la biblioteca y, por supuesto, la señora Bins tenía objeciones a su mera presencia. — Siempre tan amable. — Susurró a su novio. Desordenar libros… Marcus se cortaría la mano antes. — Espero que en las bibliotecas estatales de los alquimistas, sean más amables, la verdad. — Comentó levantando la voz con desdén, y un poquito de superioridad… Claramente se le pegaban cosas de Marcus, sí. Reconectó con lo que decía su novio, y puso media sonrisilla traviesa. — Fue un momentazo. — Admitió, poniendo las manos sobre su pecho y mirándole. — Es solo que… Estaba tan triste y tan agobiada, tan segura de que nunca iba a poder tenerte… — Tragó saliva, pero entonces recibió el beso de Marcus y, sinceramente, qué sarta de estupideces había llegado a pensar. No se merecían ni medio minuto de su tiempo.

    Estudiar siempre es divertido para nosotros. Sobre todo, según me han dicho, si Oly me aliña las tardes. — Dijo con una risita, que se volvió malévola cuando le recordó aquella tarde con el poema de San Juan. — En esa tarde estaba pensando yo, la verdad… — Suspiró hondamente y le miró, mordiéndose el labio. — Y no deberías recordármela tú, que me pongo nerviosita, mi amor… — Dijo agarrando las solapas de su chaqueta. Sí, lo dejaría pasar, pero desde luego que su novio no tenía ni un poquito de vista, bien sabía lo rápido que acudían ese tipo de recuerdos a ella. Entornó los ojos cuando le preguntó lo de Jacobs. — No, yo ese día… Espera, espera… Ah, pues… Sí. Es verdad, estaba picándome como siempre. En plan me dijo que qué hacía leyendo esos poemas que hablaban de éxtasis y eso… — Chasqueó la lengua y negó con la cabeza. — No creo que le importara ni lo más mínimo, si estábamos de broma. — Esperaba, creía. ¿Sí, no? Se encogió de hombros y asintió. — Si yo no fuera ravenclaw, querido Marcus, me habrías hecho suspender todos los cursos de tantas veces que me he quedado enganchada mirándote… Al final vas a ser una mala influencia. — Y tiró de las solapas de la chaqueta hacia ella para besarle, porque sí, porque podían. Al menos hasta que oyó el carraspeo de la señora Bins a lo lejos. — A ver, esa despedida, ¿cuánto creen que les va a tomar? — Alice suspiró y bajó la mano para tomar la de su novio y salir de allí. No, si definitivamente, ningún lugar podía ser perfecto al cien por cien.

    Tiró de la mano de Marcus en dirección al exterior y sonrió. — Pues, obviamente, si hemos estado en la biblioteca, ya te imaginarás a dónde te llevo yo. — Salieron a los terrenos y bajaron a la carrera hacia el invernadero. — Pero no solo porque haya sido mi sitio favorito junto con pocos más de este colegio… — Agarró sus dos manos y le puso frente a ella. — Sino porque aquí te diste cuenta de que me amabas. Aquí se selló nuestro destino, amor mío, entre mis plantitas, simplemente quitándole hojitas secas a una albahaca… Como si de repente me entendieras a mí al cien por cien... Como si estuviera hecha para ti. — Rozó su nariz. — Nada esplendoroso, pero tan tan bonito… — Le besó brevemente. — No podía no despedirme de este sitio. — Levantó la muñeca y le enseñó la pulsera. — De aquí sacaste esta parte de ti, de esas flores de Olive que habías visto previamente… — Rio y apoyó su frente sobre la de Marcus. — Habrá espino blanco en mi boda. Vaya que si lo habrá.

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    CON Alice EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Rodó los ojos. - Mira, ni me lo recuerdes. - Aunque acabó la frase riéndose. Qué mal rato pasó aquel día, viendo a Alice totalmente en otra dimensión. Y encima ya venía cabreado de antes. - Muchos buenos momentos en esta biblioteca... Aunque siga sin contar con un Harmonices Mundi. - Eso lo dijo un poco más alto, sin gritar, pero con una voz audible para la señora Bins, que les pisaba los talones, como que no se había dado cuenta ya. De hecho, la escuchó bufar.

    Le hizo gracia que Alice no recordaba a Jacobs en aquella ecuación, mirándola y riendo mientras ella le agarraba las solapas de la chaqueta. Pobre Hasan... Ahora, con retrospectiva, sí que parecía un poco obvio que había estado colado por Alice, y ella, mientras tanto, tan pendiente de él que ni le prestaba atención. Hasan era un buen tipo. Esperaba que encontrara una chica con la que fuera feliz, estaba seguro de que lo sería. - Seguro que no le importó. - Comentó, aguantándose la sonrisilla. No, qué va, seguro que al tío al que le gustabas no le importó que le ignoraras para leerle poemas eróticos a otro. Luego era él el inocente. Abrió la boca, en esa graciosa expresión que ponía cuando quería fingirse ofendido. - ¿Yo? ¿Mala influencia? Yo solo vengo aquí a estudiar, si tú te distraes... No es mi culpa, pajarito disperso. - No pudo continuar el discurso porque su novia tiró de él para besarse, y él se entregó a ello, o al menos hasta que la bibliotecaria les interrumpió. Rodó los ojos, con un suspiro mudo. Agarró la mano de Alice y salieron juntos de allí... Pero antes, miró a la mujer y sonrió. - No nos estamos despidiendo. Nos vamos juntos. - Hizo un cortés gesto con la cabeza, con un puntito hiriente. - Pero nos alegramos de verla por última vez. - Y, muy digno, salió junto a Alice... Ah, pero tenía que dar la puntillita una última vez. - Recuerde: Marcus O'Donnell. Sección de Alquimia, letra O. - Y ya sí, entre risas y dejando a la mujer gruñendo tras ellos, se fueron de allí.

    Sí que se imaginaba donde iba a llevarle Alice, y allá que fue, más que contento. Llevaba varios cursos sin cursar Herbología y, sin embargo, para él también era un lugar muy significativo, por lo que su novia dijo después. Además, le venía bien salir del castillo para ir donde quería él ir justo después. Sonrió ampliamente, agarrando las manos de Alice. - Así es. Aquí me di cuenta. Un poco tarde, pero bueno. -Rio un poco, tras lo cual chasqueó la lengua. - Realmente... Lo sabía. En el fondo, lo sabía. Hubo momentos, como el San Valentín de cuarto curso, o el día que estuvimos en mi casa haciendo los retos del milenio... Que lo pensaba y... - Frunció una sonrisa, ladeando la cabeza. - Te quería, Alice. Sabía que te quería muchísimo. Pero... Yo siendo extremadamente cuadriculado y miedoso y... Estúpido. - Eso último lo dijo riéndose. Negó. - Pero este día, aquí, dejé de negarlo de una vez por todas. Estaba enamorado de ti y lo único que deseaba con todas mis fuerzas era tenerte cerca, estar contigo. Y eso... No iba a cambiar tan fácilmente. No hasta que tú me dieras un no rotundo... Lo cual, por fortuna para mí, no pasó. Y aquí estamos. - Rio de nuevo, de pura felicidad. Acarició su mejilla. - Es que estás hecha para mí. Y yo para ti. - Miró su muñeca cuando la alzó para enseñarle la pulsera y puso una sonrisa radiante. Tomó su muñeca y dio un beso en esta. - Esto es solo una parte de mí. Me tienes entero, realmente. -Metió la mano por el cuello de su camiseta y sacó el colgante que llevaba puesto, juntando su parte con la otra mitad que Alice llevaba al suyo. - Somos un todo. Un corazón, juntos... Y dos alas que van a volar siempre. - Dejó un beso en sus labios, con una sonrisa.

    Se separó de ella, miró sonriente su entorno, ese enorme invernadero, y miró de nuevo a Alice. - Solo queda el mío. - Tomó su mano. - Y es bonito que, después del lugar en el que me di cuenta de que me enamoré de ti... Vayamos a ver el día en el que lo hice, cuando te vi por primera vez. El inicio de esta historia. - Porque, por supuesto, su última parada era el Lago Negro. Allá se dirigieron y, al llegar, se colocaron ambos mirando a la inmensidad del lago, esa enorme masa de agua en la que, si miraban bien... Casi podían verse a sí mismos, cruzándolo en las barcas, con los ojos llenos de ilusión, y juntos. Apretó su mano un poco más, después de unos segundos en silencio. - Sé que nos hubiéramos conocido de todas formas. Sé... Que lo nuestro estaba escrito. Que estábamos destinados a encontrarnos y que, más tarde o más temprano, nos habríamos unido, nos habríamos dado cuenta de que juntos éramos mejores. - La miró. - Pero no hay día que no piense en la suerte que tuve de que me pusieran contigo en esa barca. - Volvió a mirar al agua y, con los labios cerrados, se le escapó una carcajada muda. - Me quedé el último porque se me abrió el baúl y se me cayeron un montón de cosas. No daba a basto para recogerlas, me puse histérico y estaba a punto de echarme a llorar. Y cuando me vi el último en la barca, pensé... - Chasqueó la lengua. - Vaya manera más mala de empezar. - Rio un poco. - Yo, que venía ya de mi casa con aires de grandeza, visualizándome entrando el primero en el Gran Comedor, coincidiendo con cinco o seis alumnos de elevada estirpe en la barca que me acompañarían en mi brillante futuro... Y ahí estaba. Solo como la una, mustio, en la última barca. - La miró de nuevo, lleno de ternura. - Y, entonces, apareciste tú. - Rio. - Me caíste encima tú, más bien. Recuerdo cada segundo de ese día como si hubiera sido ayer, excepto el primer minuto de conocerte, que fue como... - Se separó de ella y empezó a hacer un teatrillo. - "Mira, siéntate con este", "ah, hola, toma, sujétame la gata", y pum, gato encima, y de repente, chica que acaba de llegarme al cerebro que está en mi barca casi tirándose al agua, y yo como, "¡¡pero no, pero qué, que nos caemos!!", y ella como, "¡eh, tú eres hijo de la señora O'Donnell". Y ya a partir de ahí fue todo un poco a empezar a ir a velocidad normal. -Se echó a reír y se acercó a ella, rodeándola con sus brazos. - Cuando conseguí recuperarme de la intensidad y del susto... Y te vi... Y te escuché... Tan graciosa, hablando casi más que yo, diciéndome que ibas a entrar en Ravenclaw... Y con esos ojos tan preciosos... - Juntó su frente con la de ella. - Te ganaste entero el corazón de ese niño asustadizo que temía no ser tan grande como él había soñado... Y en ese momento empezó a soñar... Con estar a tu lado. -
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    Lun Abr 18, 2022 4:52 pm

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    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    No podía negar que el encantaba el Marcus sobrado, recordándole a Bins antes de irse que algún día sus manuales estarían en la biblioteca. Sonrió satisfecha y le susurró, mientras se alejaban. — Pues sí, tus libros estarán aquí, pero yo lo que espero es que para entonces haya otra bibliotecaria, la verdad. — Ya llevaban suficientes generaciones de Ravenclaws fastidiados en su curiosidad y su necesidad de libros.

    Sonrió como una idiota y se mordió el labio. — Ni tarde, ni pronto… Cuando tenía que ser. — Se rio con lo de San Valentín. — En verdad… Yo también me daba cuenta, pero me decía… Nah, debe ser que esté equivocada. — Volvió a reír, apoyándose sobre su pecho. — ¿Cómo iba a decirte que no? Si soy la mujer más afortunada del mundo por tener a Marcus O’Donnell diciéndome estas cosas. — Miró alrededor. — Me encanta este sitio y siempre me encantará recordar ese momento… — Se rio y entornó los ojos. — Y ese discurso. — Dejó un breve beso en sus labios y sonrió cuando juntó los corazones. — Qué imagen más bonita, ¿no crees? Aquí, con nuestro corazón único, nuestras alas, a punto de salir volando para siempre… — Enfocó sus ojos, mirándole con intensidad. — Pero rodeados de la tierra. Y qué paradójico que yo siempre haya sido el aire, y sin embargo me encante cuidar las cosas de la tierra, y que estemos tan seguros de que tú eres la tierra, cuando tu sabes soñar mucho más alto que yo, como el viento. — Rio y negó con la cabeza. — Sí que estábamos hecho el uno para el otro. — Acarició su mejilla con ternura y susurró. — Hacemos el todo. La vida.

    Dejó que tomara su mano y alzó las cejas cuando vio a dónde se dirigían, dibujando una sonrisa tierna. — La verdad es que sí, nos enamoramos ese día. — Admitió. Se acercaron a la orilla y apretó su mano, tapándose el sol de la vista con la mano, como si aún pudiera ver a esos Marcus y Alice pequeñitos en esas barcas. Asintió con la cabeza y le miró. — Era el destino. Que no perdiéramos ni un solo minuto de Hogwarts, desde las barcas hasta hoy. — Escuchó su historia, que ya había oído, pero que le encantaba, así que la oiría mil veces más. Rio y negó con la cabeza. — Mi pequeño erudito, que siempre ha querido ser no el rey, el emperador de todo esto. — Lo recordaba con sus ricitos cortos, sus preciosos ojos y su cara de susto como si lo tuviera allí delante. Se tuvo que echar a reír de cómo le contaba su aparición. — Realmente, ya he olvidado esas veces que te vi de lejos en la oficina de nuestros padres, pero aquel día en la barca te reconocí perfectamente… — Rio entre dientes. — Será que ya te tenía echado el ojo. — El corazón se le encogió y los ojos se le llenaron de lágrimas de emoción. — Yo llevo sintiendo esta misma sensación, este latido particular, desde aquella misma noche. — Alzó la mirada, sin separarse y la clavó en él. — A mí acababan de bajarme de la locomotora, que me había encaramado ahí para ver cómo funcionaba porque… — Rio con ternura. — Tenía curiosidad, claro. — Rozó su nariz con la de él. — Mi curiosidad y tu afán por hacerlo todo perfecto fue lo que nos unió. — Negó suavemente. — No podía ser de otro modo.

    Se separó y sonrió, sin soltar la mano de su novio. Ya no era la misma niña traviesa, pero… — ¿Sabes qué? — Dijo con tonillo que auguraba travesura. — Ese día yo quería ver las sirenas. Me moría por ver algo así. Y tú a punto de morirte de miedo. — Se rio un poco y tiró de la mano de su novio. — Me dijiste que algún día los descubriremos, pero… A mí nadie me ha llevado a ver sirenas. — Rio y ladeó la cabeza. — Aunque un día casi lo descubro yo, cuando estábamos peleados, que tiré la pulsera y en el momento en el que lo hice, casi me da algo y salí corriendo a buscarla, me metí hasta aquí. — Dijo poniéndose la mano en la cadera. — Y la saqué con un Accio. — Suspiró. — Y cuando la tuve en la mano, por fin pude volver a respirar. — Subió las manos a los brazos de Marcus. — Pero la gracia de las sirenas… Era que las descubriéramos juntos… — Ladeó la sonrisa y tiró de los brazos de Marcus, dándole la vuelta hacia el agua, dejándose caer sobre él. El agua estaba fría, pero el sol brillaba en el cielo y, tras el impacto incial, rio, empapada sobre el cuerpo de su novio que había quedado sobre el fondo poco profundo del agua. — No podía irme sin hacerlo, mi niño perfectón. — Rio y le besó. — Daría lo que fuera por poder volver a ver ese niñito tan precioso que me hacía poner los pies en la tierra pero escuchaba todos mis sueños. — Y así, empapados, como hiciera en su día en La Provenza, se dejó caer sobre él, besándole con cariño, con felicidad y rodeándole con los brazos.

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    Lun Abr 18, 2022 7:22 pm

    Quintaesencia
    CON Alice EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Rio con ternura con su anécdota de que la habían bajado de la locomotora, como si no lo supiera perfectamente, y rozó su nariz con la de ella. No podía ser de otro modo, estaba de acuerdo. Aquel día conoció a la Alice curiosa y traviesa y, a cada día que pasaba, la conocía mejor. Por eso, en cuanto se separó y le vio la sonrisilla y el tono con el que hablaba, frunció ligeramente el ceño en anticipación. Si la conocía de algo, ya estaba tramando alguna de las suyas. No se equivocó, aunque no había calculado la magnitud de la travesura.

    Miró su mano cuando tiró de ella y la volvió a mirar a la cara, ladeando la cabeza con advertencia. - Em, Alice. - Empezó, con esa voz que parecía decir más vale que no te estés planteando hacer lo que parece que vas a hacer. Por supuesto que lo iba a hacer. Tuvo un halo de esperanza cuando se detuvo y contó lo de la pulsera, pero no bajó las defensas por si acaso. Hizo bien, aunque no fue suficiente, porque Alice actuó más rápida y él, por mucho que intentó clavar los talones a la tierra y abrió mucho los ojos en señal de alerta, no pudo hacer nada por evitar su destino. - No, Alice. ¡Alice! Nononono... - Sí. Al agua que fueron los dos. Estaba bastante fría, por no hablar de lo inesperado de verse sumergido en el Lago Negro. Fue muy ingenuo de pensar que, teniendo en cuenta como empezó su historia, no acabaría más tarde o más temprano en ese agua.

    Sacó la cabeza, aún un poco sorprendido, sacudiéndola para sacarse el exceso de agua como un perrillo. - ¡Alice! ¿Qué haces? -Y el final de esa pregunta le salió riéndose, porque no lo pudo evitar. Su novia era única, y... Él la amaba así, por mucho que le sacara de todos sus esquemas. - Niña traviesa. - Respondió, entre risas, rodeándola con los brazos y besándola. La miró con las cejas arqueadas. - ¿Acaso no lo ves ahora? - Chistó, alzando los ojos como si intentara verse los rizos mojados. - Mira como me has puesto. Si es que hasta que no nos hemos caído los dos al lago, no has parado. - Se besaron y se abrazaron allí, en el agua, hasta que él se separó y, mordiéndose el labio y entrecerrando los ojos, le dijo. - ¿Sabes lo que te mereces, por traviesa? - Se arrastró ligeramente por el suelo para coger impulso. - Que venga una bestia marina y... - Con un ruido monstruoso, se lanzó sobre ella, como cuando eran niños y se perseguían en la playa, rodando por el agua y riendo, abrazándose y besándose. Aquel día, el día que se conocieron en la barca, no tenía ni idea de que estaba conociendo en ese momento a la mujer de su vida. Tampoco sabía que acabaría con ella entre risas, su último día en el castillo, los dos bañándose en aquel mismo lago.

    - Venga, va, ya está bien. - Dijo tratando de recuperar la respiración, entre los besos, las risas y las peleas en el agua. Se levantó y le tendió la mano para ayudarla a levantarse. - Que al final nos va a comer una bestia del lago de verdad. - Que mucha broma, pero él seguía sin tenerla todas consigo. Al menos se habían quedado en la orilla. Salieron del lago y los dos se tumbaron en la hierba, recuperando la respiración, en silencio durante unos minutos, solo sintiendo la brisa y el sol en la cara. Al cabo de estos, abrió los ojos, ya con la respiración más controlada. Desde su postura veía el sol, los árboles que le rodeaban, parte del lago... Y el imponente castillo. Tragó saliva y miró su reloj, y al hacerlo, un violento latido le golpeó en el pecho. Sin dejar de mirar el reloj, buscó con la otra mano la de su novia y la agarró. - El tren sale en menos de una hora. - La miró, sin moverse, con un punto de tristeza, pero tratando de sonreír. - Este prefecto aburrido aún puede agilizar lo de secarnos con un hechizo. - Trató de bromear, pero hasta la leve risa le salió un poco triste, porque se notaba un fuerte nudo de tristeza en la garganta. Tragó saliva para deshacerlo y acarició la mejilla de su novia. - Te quiero. - Dijo de corazón. Sonrió más ampliamente. - Gracias... Por cerrar este ciclo así. - Eso sí que jamás lo pensó el Marcus de once años, que le daría las gracias a Alice por tirarle al agua. Pero... Había sido bonito. Bajó la mano, miró de nuevo al castillo, aún tumbado, y dijo. - Volvamos a nuestra sala común. - Por última vez.
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    Mar Abr 19, 2022 12:21 am

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    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Que su novio se iba a intentar resistir y, presumiblemente, hacerse el ofendido, no era ninguan sorpresa. Pero lo bonito de ellos es que, en su núcleo, en su esencia, como en una buena calcinación, seguían siendo aquellos niños, y que ella le tirara al agua y él se quejara y lo primero que mirara fueran sus rizos, formaba parte de su historia. — A ver, ¿qué me merezco? — Dijo juguetona. Recibió el juegod e Marcus entre risas, besándose, acariciándose y revolcándose en el agua. Ahí sí le dio un poco de nostalgia de pensar “ojalá se nos hubiera ocurrido hacer esto en otro momento con más tiempo”, porque no podían entretenerse mucho, y estar allí… En el agua, bajo el sol, enredados, con su castillo de fondo… Le hizo dar un hondo suspiro, que cogiera la tristeza que empezaba a anidarse en su corazón y la sacara para fuera, que al menos pudiera disfrutar de aquel momento plenamente.

    Se dejó levantar por su novio y se echó en la hierba a su lado, cerrando los ojos. — Supongo que… Este es el vivieron felices y comieron perdices de los cuentos… — Sonrió. — Algo como esto tiene que ser. — Pero sabía que tenían que irse. Lo supo en cuanto le agarró la mano. Ladeó la sonrisa y abrió los ojos para mirarle. — En los cuentos no especifican que el final feliz vas a poder tenerlo allá donde tu príncipe y tú estéis juntos. — Y entonces le dijo que la quería de aquella forma y el corazón le dio un salto en el pecho. Daba igual cuántas veces lo oyera, nunca dejaría de sobresaltarse. — Gracias a ti por darme este final tan precioso. — Le dio un beso y susurró sobre sus labios. — Sí quiero. — Se separó mínimamente. — A partir de hoy, sí quiero todo contigo. — Pasó los brazos por su cuello. — Más tarde o más temprano… Pero sí, quiero, todo. — Se levantaron y dejó que la secara, con una sonrisita. — Cuando nos besamos por primera vez también me secaste así después de que yo nos empapara a los dos. — Se rio más y tiró de él hacia el castillo. — Veo que esta dinámica se va a mantener para siempre, y me encanta. — Y fueron a la sal común, riendo y recordando cosas aquí y allá.

    Cuando llegaron arriba, sus amigos estaban allí, despidiéndose de otros alumnos hablando todos juntos. — Sean, me parece que hay cierta dama que está muy ofendida contigo… — Su amigo la miró extrañado y luego abrió mucho los ojos. — ¡No me digas que la Dama de las Violetas se ha acordado de mí! De ti y de toda tu estirpe, por quedarte con “esa rubia insoportable”. — Su amigo tragó saliva. — Vaya, ¿crees que si voy y…? — Ni se te ocurra, Sean Hastings. — Cortó Hillary bien rápido. — Que rabie si quiere. Te recuerdo que participó en la broma contra ti en cuarto. Vaya, eso también es verdad. — Alice hizo una pedorreta y subió a por su baúl. Y estuvo a punto de girarse y mirar la habitación pero… No. Mis mejores amigas están abajo. El amor de mi vida esperándome… Esta habitación ha sido de mucha gente durante ochocientos años… Mi vida, mi habitación y mis recuerdos están fuera, pensó. Y de la misma, bajó las escaleras.

    Según bajó visualizó algo muy concreto, algo de lo que no se habían despedido exactamente. Iba a esperar a Marcus sentada en su sofá, de hecho, pero… Se fue a los pies de Rowena y la miró. — Te pedí hace siete años que le iluminaras, que le dieras inteligencia, que no me gustaban sus ojos cuando estaba triste… — Sonrió y bajó los párpados. — Gracias, señora Ravenclaw. — Justo oyó a Marcus bajar con el baúl y le sonrió. — Me parecía buen sitio donde esperarte, ¿no crees? — Hillary se sentó a su lado. — Oye, ¿a poco no somos Ravenclaw los demás también? — Ella la rodeó con un brazo por los hombros. — Pues claro. Oye, yo también quiero. — Y Donna se lanzó sobre las dos, entre risas. Alice miró a los chicos y señaló el espacio disponible. — Daos prisa u os empezaremos a considerar menos ravenclaw.

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    Mar Abr 19, 2022 4:07 pm

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    CON Alice EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Alice le dio un beso, él sonrió y fue a levantarse... Pero su frase le detuvo en seco. Sonrió como un idiota, con el corazón saltando de felicidad en su pecho. Se le escapó una leve risa. - Yo también... Lo quiero todo contigo, Alice. Todo lo que podamos darnos. Por toda la eternidad. - Volvió a besarla, antes de levantarse ambos. Definitivamente, ese era el final perfecto para el cuento de hadas que habían construido... Solo que no era el final real. Aún les quedaba mucha historia por escribir.

    Sacó su varita y empezó a secarles a ambos, y la referencia de Alice le hizo esbozar una sonrisilla maliciosa. Levantó la varita y apuntó hacia su cara para hacerla arrugar los labios mientras le revolvía el pelo, como aquella vez, lo cual le hizo reír. - No has cambiado ni un poquito. - Probablemente fuera lo que aquel día le traía más de cabeza, la probabilidad de que Alice hubiera cambiado, que no fuera la misma de siempre. Ojalá hubiera sabido lo que estaba por llegar, se habría quedado mucho más tranquilo. Soltó una risa irónica y arqueó las cejas. - A ver, si te sigues dedicando a ponerme empapado cuando no toca, pues sí, se va a repetir esta dinámica más de una vez. - Se quejó, si bien ninguno de los dos se creía esa queja. Como que Marcus no era felicísimo con cualquier cosa que Alice decidiera hacer, incluido ponerle chorreando, aunque hubiera mil quejas de por medio.

    Llegaron a la sala común y se echó a reír cuando Alice le dijo a Sean que la Dama de las Violetas le esperaba. - Uh, sí, te ha llamado truhan. - Eso hizo que Hillary mirara a su amigo con una ceja arqueada, y este le mirara a él con cara de circunstancias. - Mirad, si yo he podido despedirme de Sir Garrett... - Dejó caer. La mención a la broma le hizo llevarse una mano al pecho. - Pero eso es porque me tiene en muy alta estima y se lo pedí yo. - Pues nada, que se quede con tu alta estima y se contente con eso. - Respondió Hillary, claramente picada, lo cual hizo que Marcus y Alice se miraran con complicidad y se rieran.

    Subió a por su baúl y, al entrar, Elio revoloteó desde el cabecero de su cama y se posó en su hombro. - ¡Ey! Pero si te has venido para acá. - El animalillo le miró como si pudiera decirle "claro, si te has ido por ahí con tu novia y me has dejado en el comedor, en alguna parte te tendría que buscar". Marcus le acarició las plumitas. - ¿Ya te has despedido de la lechucería? - Elio se le acercó un poco en el hombro y le acarició la cara con la cabeza. Marcus chistó. - Va, no te me pongas melancólico, que ya me está costando a mí lo de no llorar. - Apoyado en él, Elio miró a su alrededor, y Marcus hizo lo mismo. Echó aire por la nariz. - Sí, vamos a echar de menos esto... - Hizo una pausa, solo mirando el entorno. Sonrió y acarició a su lechuza de nuevo. - Pero nos vamos a casa. A ti y a mí no nos separan, colega. - Y se giró para marcharse. Bajando las escaleras, dijo. - Espero que hayas comprobado que no se quedan chuches en el cajón. - Elio empezó a piar como si le estuviera echando una bronca e hizo amago de volverse, pero Marcus, entre carcajadas, lo agarró en el aire y se lo volvió a poner en el hombro. - ¡Que es broma! Me voy a dejar yo las chuches de mi Elio en el cajón, parece que no me conoces... - Le dio en el pico, ya bajando los últimos tramos de escaleras. - Ahora cuando veamos a Darren en el tren, le pides una. Te dejo que sea de maíz. Para celebrar el fin de etapa. -

    Se encontró a Alice a los pies de Rowena y, poniendo una radiante sonrisa, se dirigió al lugar. Pero ya le detuvieron sus amigas, adelantándose. Puso falsa expresión de ofensa y colocó los brazos en jarra, notando como Sean se ponía a su lado y diciéndole. - ¿Ves lo que tengo que aguantar? Envidias, más que envidias. Te meten en mi saco, Hastings, aprende a vivir con esto que es lo que nos queda. - Ahora mismo no sé de lo que me estás hablando, la verdad. - Dijo el chico, que estaba demasiado cabizbajo colocando el baúl en un lugar concreto. Ah, ese se estaba conteniendo por no llorar, si lo conocería él. Mejor no le pinchaba y le seguía el rollo a las chicas. Se aclaró la garganta y dijo. - A ver, señoritas. Abran paso al prefecto. - Perdona pero mi prefecto es el prefecto Evans. Me voy a chivar de usurpación, eh. - Se burló Donna, y Marcus le picó las costillas, haciéndola reír. - Mira qué graciosa. Se le olvida que ha sido la enchufada de su amigo el prefecto tres años, cuán efímera es la memoria. - Uy, sí, enchufadísima, vamos. Enchufada ha estado esta. - Respondió, dándole un cómico empujón a Alice en el brazo. - Nosotras, poco enchufe nos hemos llevado. - Nada, nada. Que solo oigo quejas. - Hizo un par de gestos con las manos como quien aparta moscas y, sin esperar a que las tres chicas se quitaran, se sentó a los pies de Rowena, provocando quejas de las presentes. - Este digno hijo de Ravenclaw reclama su sitio. Así que... Si no es molestia... - Y empezó a mover las caderas de un lado al otro, empujándolas y echándolas a un lado, provocando tanto risas como quejas. - ¡Mi amor! Mira este, nos echa. ¡Ven a coger tú también tu sitio, que tú también eres hijo de Ravenclaw! - Bramó Hillary a Sean, pero ya solo en el "mi amor" se había producido un burlesco griterío por parte de los presentes. Al menos Sean había levantado la cabeza y parecía más recompuesto. - ¿A que me tiro? - No eres capaz. - Respondió Donna entre risas, pero y tanto que fue capaz.

    Sean se les tiró prácticamente encima a los cuatro, haciendo un amasijo de futuros ex estudiantes de Ravenclaw. Entre quejas y risas, ahí estaban los cinco, apelotonados a los pies de Rowena. - ¡Qué tremenda falta de respeto a nuestra excelsa señora! - Se quejó Marcus, rimbombante, y Hillary le puso una mano en la boca y le empujó. - Calla yaaaaa anda, calla ya, que hasta el último segundo vas a dar la lata. - Volvieron a reírse, pero las risas casi se le atragantan al oír. - Vaya. Y yo perdiéndomelo. - Se pudieron los cinco en pie de golpe, trastabillando entre ellos. Arabella les miraba con su sonrisilla enigmática y las manos entrelazadas ante el regazo. Ninguno encontraba palabras para hablar, y tras una pausita, la mujer se echó a reír. - A veces los Ravenclaw podemos pecar de demasiado estrictos. Me parece una bonita despedida. - Señaló a la estatua y dijo. - Está muy orgullosa. - Les guiñó un ojo, se giró y se marchó de allí, haciendo que todos pudieran soltar el aire que habían contenido... Y volver a echarse a reír.

    Cuando pudieron controlar las risas, determinaron que ya era la hora de irse y todos agarraron sus baúles. - Eh, prefecto, ¿no quieres mirarte a ti mismo por última vez en el excelso libro de prefectos históricos de la casa Ravenclaw? - Bromeó Sean cuando iban a ponerse en camino, trayendo varias risas entre sí. Marcus rio levemente, miró a las estanterías... No tiene pérdida, tiene mi misma cara, vamos. Resonó en su cabeza. Si tienes curiosidad, puedes mirar el libro de prefectos para saber quién es. Tragó saliva. Si cogía ese libro, iba a sentir el impulso. Sabría que, apenas unas páginas más atrás, estaría el padre de Creevey... Y no quería saber quién era. Amplió una sonrisa dibujada en los labios y miró a sus amigos. - No. - Contestó, satisfecho, y se encogió de hombros. - Ya me vi registrado cuando empecé en el puesto, no necesito verme otra vez... Ya me verán las generaciones venideras. - Y esperaba dejar mejores huellas que las que otros habían dejado. - En ese caso... Creo que ya podemos bajar. - Dijo Hillary, con la voz ligeramente tomada, pero con una sonrisa. Todos se miraron y sonrieron, y echaron un último vistazo a la sala común. Y a Rowena, cuya mirada, o sería la sensación de Marcus tras las palabras de Arabella, se veía ciertamente feliz y orgullosa.
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    CON Marcus EN Sala común EL 3 de junio del 2002
    Sean estaba entrando en el modo lechuza melancólica, y menos mal que Marcus hizo lo suyo ahí. Tuvo que soltar una carcajada con lo que había dicho Donna. — Uhhhhhh cuidado lo que ha soltado la bebé, que te ha quitado el puesto descaradamente. — Esa era su esencia. Sus amigos bromeando, Marcus haciéndose el digno, todos haciendo el bruto. Y eso iba a tenerlo allá donde fuera. — ¡Oye! Yo no soy una enchufada. Me ha quitado puntos. — Era una enchufada. Pero no iba a permitir que la bebé se lo echara en cara precisamente, vaya. Volvió a reírse a carcajada con Marcus haciendo sitio. — Guau. Vaya baile sensual, O’Donnell. — Dijo Hillary. Pero más fuerte fue lo que soltó justo después. Los tres, y diría que hasta el propio Sean, se giraron hacia ella con una sonrisa de incredulidad. Obviamente, eso hizo que Sean se viniera arribísima, y decidiera que era buena idea tirarse encima, a lo que Alice reaccionó exageradamente. — ¡Por Merlín! ¡Esto no es un hombre es un manatí! Qué bruto eres Sean Hastings…

    Entre risas estaban cuando llegó Arabella, y la Alice pequeña y traviesa que temía la ira de su jefa, se cuadró, provocando la risa de sus amigas. — Señora Granger, consigue usted lo que nadie más en el mundo, que es que Alice Gallia deje una travesura de lado y se cuadre cual alquimista de fuego. — Ella le sacó la lengua a su amiga. — Una sabe a quién le debe respeto, listilla. — Y la jefa parecía estar de muy buen humor. Pero, como siempre, sus sabias palabras llevaban implicadas muchas cosas, que le hicieron que se le pusiera un nudo en la garganta “siempre han confiado en ti, antes incluso que tú misma” le había dicho Silver de su jefa y de Durrell. La miró con una sonrisa agradecida y dirigió los ojos a la estatua. — Yo creo que su mayor orgullo es usted, jefa. Usted fabrica ravenclaws como nosotros. — Le dijo de corazón. Luego miró a sus amigos. — Aspiro a algún día aprender a decir tanto con tan pocas palabras. — Donna asintió y se encogió de hombros. — A mí con aprender a decirlas ya me vale. — Hillary rio, mientras Sean la ayudaba a levantarse. — Marcus también debería aspirar a eso. — Alice le dio un codazo suavecito. — No te metas con la palabrería de mi niño, que te ganaría un juicio perfectamente. Uy sí, un juicio de cinco meses por lo menos. — Y siguieron riendo, porque podían, porque quería sentirse así de felices antes de irse,

    Porque se iban, tal y como reflejó Hillary. Tenía que dejar la sala común. Alice inspiró y dejó salir el aire. Su mundo estaba allí, con esas personas, con su familia. Simplemente cambiaban de etapa., ya está. El nudo en la garganta se quedaba, pero lo superarían. Se acercó a Marcus y le dio la mano y sonrió a lo que dijo Sean. — Uh, yo hubiera dicho que sí iba a querer verse… — Le miró achicando los ojos y sonriendo. — Pero es que él siempre será mi prefecto… No le hace falta mirar un libro para saberlo, al contrario de lo que dicen otras… — Dijo con retintín, mirando de reojo a Hillary. Señaló la puerta con la barbilla. — Vamos. Juntos. Como entramos. — Y así, abandonaron la sala común por última vez.

    En el vestíbulo estaban todos sus hufflepuffs, la prefecta de Ravenclaw, que ya parecía haber abandonado el puesto en favor de su nuevo papel como novia de la chica más caótica del colegio, y Lex y Peter con sus respectivas parejas, armando bulla y llenos de alegría y energía. — ¡Pero bueno qué caras tan larguísimas! Eso no puede ser, no señor. — Dijo su cuñado Darren acercándose a ellos. — Miradme, soy ravenclaw y no dejaría el colegio nunca. — Dijo imitándoles bajando mucho los hombros y la cabeza y poniendo cara de pena. Todos los ravenclaw guardaron silencio. — ¿En serio, tío? — Preguntó Peter. — ¿No queréis iros? — ellos se miraron. — ¿Por qué íbamos a querer? — Dijo Sean. Todos lso hufflepuffs se rieron y Peter levantó los brazos y los dejó caer. — No sé, tío, adiós exámenes, adiós normas, adiós “no, Peter, no te puedes quedar en la sala de Huffelpuff toda la noche…” — Poppy le dio en el brazo y dijo bajito.. — Pete, ya vale… — Alice se encogió de hombros y el gryffindor la señaló. — Claro, Gal, o sea Alice, o bueno como sea… Tú ya lo haces todo el tiempo. — Ella sacó el labio inferior y encogió el hombro. — Yo no he dormido en ninguna sala común ajena a la mía. — Soltó con tranquilidad. — Eeeehhh noooo, Donna no llores, joder, que es una broma. — Dijo Peter, de repente preocupado. Alice se giró y vio como su amiga se quitaba las lágrimas. Si es que mucho estaba aguantando. Dylan que estaba pro allí, llegó corriendo y la abrazó la cintura. — Es que… Mi vida aquí sois vosotros… No sé cómo voy a entrar por esas puertas el año que viene si no estáis conmigo. — Su hermano la estrechó. — Ya, yo tampoco.Yo no tenía amigos hasta que que Marcus y Alice me presentaron a Dylan. — Dijo Olive, apareciendo por allí con un pucherito. Era tan chiquitina que no la había visto. Alice rodeó a su amiga con un brazo. — Pero bueno, ¿vamos a ponernos así ahora? — Darren se acercó y también la rodeó. — Si es que para qué hablaré… Perdóname, Donnita, no llores, por favor, ¿quieres un muffin? ¡Ay no! ¡Auras superazul triste! Si es que tenía que pasar. — Aportó finalmente Oly, cuando Kyla se fue también a abrazar a Donna.

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