«Para la licantropía no hay una cura conocida, aunque la evolución reciente de la elaboración de pociones tienden en gran medida a aliviar los peores síntomas.»


[ Gloucester, Reino Unido, Años 80. ] Damocles Belby siempre tuvo habilidad para mezclar ingredientes en un caldero, así que no fue sorpresa para nadie cuando decidió ser pocionista después de graduarse de Hogwarts con honores.

Los Belby, quienes ostentaban un próspero bar mágico en las afueras de Canterbury, estaba ligeramente decepcionada de que su hijo mayor no estuviera interesado en continuar administrando el negocio familiar.  

Destinado a ser la oveja negra de la familia, Damocles decidió mudarse a Gloucester, para labrarse su propio camino como pocionista. No le fue complicado ganarse el respeto de sus pares y demás colegas, aunque se ganó pronto la fama de excéntrico y poco ortodoxo, pues lo que más disfrutaba era la idea de mezclar ingredientes y obtener a cambio pociones nuevas, con efectos que todavía no habían sido probados por el resto de la comunidad mágica.

Damocles ya se había acostumbrado a la rutina en Gloucester cuando, en medio de una terrible tormenta, el destino llamó a tropezones a su puerta. Encontró al hombre malherido cerca de la puerta de su casa y, al verlo en tan mal estado, decidió valerse de sus conocimientos para estabilizarlo primero antes de llevarlo con algún medimago. Damocles curó sus heridas hasta que el hombre, Jacob Baker, recuperó la conciencia varias horas después. Damocles no se estaba esperando ningún reconocimiento especial, pero tampoco se esperó que Jacob le echara en cara haberlo socorrido; parecía más interesado en que otra persona lo hubiera dejado a su suerte.

Luego de la sorpresa inicial y de aquella enrarecida discusión, Damocles le sonsacó por qué estaba tan enfadado: no había rescatado a un hombre común, sino a un licántropo. Jacob le dijo, a regañadientes, que daba igual si alguien curaba sus heridas, pues todos sus problemas volverían a aparecer la próxima luna llena.

Damocles no pudo refutar aquella verdad, ni tampoco impedir que Jacob se fuera de su casa. Pero a partir de esa noche, una idea empezó a rondarle la cabeza: la muy lejana posibilidad de que él, con todos sus conocimientos, tal vez sí podría hacer algo al respecto.