Jacob se sentía realmente afortunado de poder devolverle a Damocles aunque fuera un poco de todo lo que le había dado en esos meses. Sonrió con entusiasmo.

—Quién iba a decir que mi habilidad para los hechizos de limpieza iban a serte de utilidad.—comentó. —Es una suerte que haya logrado preservar mi varita, hay gente que piensa que deberían quitárnosla cuando nos muerden. No soy muy buen mago, pero al menos estos hechizos se me dan bien.

Había mucho debate en el Ministerio de Magia con respecto a los hombres lobo. Muchos no los consideraban que siguieran siendo magos, así que de hecho Jacob no estaba seguro de si era legal que conservara su varita, pero hasta ahora había logrado quedarse con ella.

Pensó en eso mientras seguía a Damocles a la trastienda, lo que fue robándole la alegría y dando paso a una emoción más conocida de inquietud.

—¿No te meterás en problemas por tener a un hombre lobo aquí?—preguntó en voz baja, como si alguien pudiera escucharlos a pesar de que estaban solos.—Prometo disimular todo lo posible, además que supongo que estás pensando en esto como un arreglo temporal, no sea que alguien se entere que tienes a alguien como yo aquí, eso sí le traería mala reputación a tu negocio...

Lo último que quería era causarle problemas a Damocles.

—Solo me alegra poder retribuirte de esta forma toda la ayuda que me has dado—añadió finalmente.

Miró a su alrededor ya en la trastienda. Aquello ya tenía más apariencia de ser un lugar de un mago. Y también le daría más trabajo de limpieza. Parecía mentira que le emocionara la perspectiva. Cómo cambiaba a alguien amargado y taciturno un poco de bondad como la que Damocles le había dedicado desde que se conocían.

Damocles estaba genuinamente conmovido de lo feliz que parecía Jacob con poder ayudarlo en la botica. Fue por eso que se quedó estático un instante cuando escuchó su pregunta. La verdad era que Damocles vivía huyendo de los prejuicios y habladurías del mundo mágico, que no había reparado en que Jacob tenía razón. Aunque él estuviera dispuesto a ver más allá de sus propios prejuicios, la realidad era que para el resto de los magos, un hombre lobo era un ciudadano de segunda categoría.

Sí que había gente que no creía que era buena idea dejar que llevaran varita a cuestas. Eso a Damocles le parecía una completa tontería, pero no podía ser tan ingenuo de pensar que su buena voluntad sería suficiente para mantener alejados a los problemas. De momento, lo que contaban a su favor era que, a diferencia otras condiciones mágicas, Jacob tan sólo sufría una transformación física una vez al mes. El resto del tiempo, a pesar de que a simple vista aparentaba una salud frágil, nada revelaba su verdadera naturaleza.

Creía que podían trabajar con eso, por el momento. Damocles tenía una mente ávida y Ravenclaw, pero tampoco era bueno haciendo grandes planes a futuro. Prefería concentrar su energía en el presente.

—De momento, con que cuides tu buena salud, no creo que nadie tenga por qué sospechar nada. Pero seremos precavidos… —Damocles en realidad no lo estaba diciendo tanto por él o su negocio, sino por la integridad de Jacob. Pero no quería que ambos volvieran a discutir sobre el tema, así que dejó la advertencia lo más ambigua posible—. Además, para tu tranquilidad por lo general tengo dos tipos de clientes: los que me visitan con cierta regularidad y son de mi absoluta confianza, y los que vienen de pasada y por lo general no hacen demasiadas preguntas si tan sólo les doy los ingredientes o pociones que necesitan.

Damocles le hizo una seña para que se acercara a ver todas las estanterías. Como Jacob era un mago, no tenía problemas en mostrarle sus ingredientes, porque estaba seguro de que sabría cuáles tratar con delicadeza de ser necesario. Nunca dejaba que ninguno de sus clientes muggles atravesara esa puerta, aunque con los clientes de la comunidad mágica solía ser un poco más flexible, excepto los que él calificaba de problemáticos.

—La verdad es que si descubres cómo tener esto ordenado, ten por seguro que te estaré muy agradecido. A veces cuando tengo ingredientes mezclados unos con otros, suele ayudarme a crear pociones desde cero, el problema es que luego volver al orden no es tan sencillo.

Damocles se lo estaba tomando con mucha tranquilidad, pero Jacob sabía mejor que nadie lo peligrosos que eran los prejuicios en la comunidad mágica. No se perdonaría nunca si por su culpa Damocles sufría algún daño, así que se prometió a sí mismo ser cuidadoso en exceso.

Miró a su alrededor con mucho interés. La verdad no era fácil mantener en orden y limpio un lugar tan bien surtido, pero eso por suerte le daba mucho trabajo a cubierto.

—Creo que algo me puedo idear—replicó. —Me temo que hay mucho más trabajo acá que al frente, así que tampoco estaré tan expuesto a tus clientes.

Lo más peligroso sería que llegara a la tienda alguien que conocía a Jacob de antes. Tal vez debía pensar en modificar algo de su aspecto. Podría usar gafas o cambiarse el peinado.

—No te preocupes, limpiar y ordenar no será un peligro para mi salud—le aseguró, y luego le dedicó una tímida sonrisa.—Además, estoy seguro que me dirás si crees que me estoy pasando.

Damocles era más cuidadoso de la cuenta. Jacob sabía bien lo que su cuerpo había aguantado hasta ahora, era mucho menos frágil de lo que parecía. Se había permitido ser débil con Damocles, aceptando sus cuidados porque realmente los había requerido, pero ya otras veces había tenido que sanar por su cuenta, aunque con mucho más sufrimiento.

Le costó mantener la sonrisa cuando pensó que esto, como todo en su vida, sería provisional.

—Será un honor para mi ayudarte aunque sea un corto tiempo—añadió con un asentimiento.

Damocles sabía que Jacob lo dijo como un comentario al pasar, pero la idea que estuviera conforme con estar prácticamente oculto en la bodega para no llamar la atención le encogió el estómago. No dejaba de pensar que esto era para Jacob la rutina de sus días. Esconderse, huir, no llamar la atención. ¿Por cuánto tiempo más iba a estar así?

Mientras miraba los ingredientes que tenía frente a él, tomó una decisión. Era tan simple y obvia que no entendía cómo no se había armado de valor antes. Quizás era porque la conversación no le había dado pie a ello hasta ahora.

—En ese caso te confiaré los ingredientes. Tienes conocimientos mágicos como yo, así que no tengo que estar preocupado de que no sepas manipularlos bien. De todas formas, estoy aquí prácticamente todo el tiempo, así que puedes preguntarme cualquier cosa que necesites.

Damocles hacía de la bodega su espacio para trabajar, pero lo utilizaba mayormente por las tardes, cuando la tienda estaba cerrada y no recibía a clientes. No podía concentrarse en hacer pociones si tenía que estar atendiendo a la gente.

—Jacob, no tienes… —Damocles sopesó por un instante sus palabras. No tenía dudas de qué quería decir, tan sólo se preguntaba el cómo lo diría. Sostuvo un frasco entre sus manos, sintiéndose repentinamente ansioso. El frasco contenía polvo de las garras de un hipogrifo, él había categorizado la etiqueta el mes pasado, pero el trozo de pergamino parecía mucho más viejo por el polvo y la humedad—. ¿Y qué si no fuera un trabajo provisional? Podría pagarte, ¿sabes? Como te dije, antes tenía quién me ayudara, así que es un puesto que necesito. No tienes… no tienes que responderme de una vez. Pero piénsalo.

Creía que lo había dicho con todo el tacto que podía, sin decir algo que pudiera ofenderlo. Damocles se lo estaba ofreciendo con sinceridad.

No podía creer que Damocles le tuviera tantísima confianza. Realmente no había hecho nada para merecerlo. No sabía si era pena, pero conociéndolo parecía la pura bondad de su corazón. Lo había conmovido realmente que le ofreciera encargarse de los ingredientes, pero que le ofreciera un trabajo remunerado permanente era demasiado.

Un trabajo le resolvería la vida. Literalmente. Hacía mucho no tenía estabilidad. Nadie confiaba en él lo suficiente. Pero por otro lado, era un riesgo para el propio Damocles.

—Es increíblemente amable de tu parte que me agradezcas eso, Damocles, pero... tienes que pensarlo mejor—le señaló. Dudó, porque conociéndolo no lo iba a sacar tan fácil de su idea, así que suspiró, debía abordarlo de otro modo. —Ni siquiera sabes qué tan bien se me de el trabajo. No puedo aceptarlo así.

No quería despreciar tampoco su bondad, así que agradeció la idea que en ese momento se formó en su mente.

—¿Te parece si hacemos un periodo de prueba?—intentó sonreírle. En ese tiempo Damocles se lo podía pensar mejor y podrían ver si había algún problema con su presencia allí, que no se sintiera comprometido desde ahora.—Así puedes ver si realmente sirvo para esto.

Le parecía que había sonado razonable, aunque por dentro se sintiera fatal de no aceptar de inmediato algo que podía cambiarle definitivamente la vida.

Jacob, por supuesto, parecía reticente a aceptar su propuesta. Damocles ya lo conocía lo suficiente para que esa actitud no lo sorprendiera en absoluto. Él no había propuesto aquello a la ligera, en realidad no creía que tuviera nada que pensar, pero quizás era mejor no ser tan enfático para que Jacob se quedara un poco más tranquilo. Después de todo, sino fingía llevarle la contraria, se evitaría discusiones innecesarias.

La propuesta de Damocles iba a seguir en pie mañana, pasado mañana y hasta que Jacob estuviera dispuesto a aceptar. Le regaló un gesto despreocupado y asintió con la cabeza, con una media sonrisa en los labios.

—Como dije, Jacob, tú sólo piénsalo y volveremos a hablar sobre esto cuando ya estés recuperado. ¿Tenemos un trato? —alzó ambas cejas, esperando una respuesta afirmativa.

Aunque estaba convencido de que Jacob era capaz de hacer el trabajo, lo del período de prueba le parecía bien. Quizás eso era lo que Jacob necesitaba para convencerse de que nada iba a pasar y de que estaría más que bien aceptar.

Damocles podía ofrecerle un buen salario, nada exagerado, pero podría cubrir los gastos suficientes para buscar un sitio decente dónde vivir. Además, si tenía a Jacob cerca, Damocles quizás podría dar rienda suelta a una idea que le llevaba dando vueltas en la cabeza últimamente. Una que tenía cimientos en su ávida mente Ravenclaw.

—Pero, para tu tranquilidad, está bien, acepto el período de prueba. Normalmente abro la tienda de lunes a viernes hasta el atardecer y trabajo mediodía del sábado un par de veces al mes, nada grave —Damocles tenía temporadas más talladas de trabajo y otras más relajadas, pero no veía a Jacob teniendo problema alguno en adaptarse. Así que esperaba que aceptara.

Jacob sonrió cuando Damocles aceptó su propuesta del periodo de prueba. Le parecía lo más justo para ambos. Asintió a todas las instrucciones que le dio. Todo le sonaba razonable.

Todo indicaba que ahora tenía cómo recuperar la salud, dónde vivir y un trabajo. Jacob no sabía qué había hecho para merecer esto pero se sentía como si hubiera tomado un vaso de felix felicis.

—Me parece totalmente viable—aceptó, mirando a su alrededor, haciéndose a la idea de que realmente iba a pasar mucho tiempo allí. —Espero que seas un jefe exigente, no quiero que me trates diferente por ser tu paciente también. Quiero estar seguro de que me exiges como a cualquier empleado.

Era importante para él no sentirse como un caso de caridad. Creía que Damocles quería ayudarlo sinceramente, y estaba seguro de que todo era con la mejor intención. Pero no quería que precisamente su buena disposición lo vulnerara. No quería que algún día, viendo hacia atrás, Damocles pensara que se había aprovechado de él.

Se acercó, extendiendo una mano hacia él.

—Si estás de acuerdo con eso, tenemos un trato—declaró con convencimiento.

Se quedó ahí, con la mano levantada hacia él, esperando que Damocles se la estrechara, seguro por primera vez desde que lo habían transformado de que no iba a negársela por miedo. Hacía mucho tiempo que ningún otro mago estrechaba su mano. No lo consideraban alguien honorable con quien se pudiera hacer un trato.

Pero lo era. Estaba más que dispuesto a probarlo.

Habían pasado casi dos semanas desde que Damocles aceptó las condiciones de Jacob y se estrecharon la mano, sellando el acuerdo entre los dos. Desde entonces, poco a poco, una silenciosa rutina se estableció tanto en casa de Damocles como en la tienda. La botica ahora no estaba silenciosa todo el tiempo y Damocles podía escuchar con claridad los movimientos de Jacob en la bodega.

Jacob tenía toda la razón cuando le dijo que sabía mantener las cosas en orden. Damocles estaba seguro de que la bodega nunca había estado tan ordenada hasta entonces. Tampoco era muy difícil, pues él era preciso y sabía exactamente dónde estaba cada ingrediente, pero las estanterías nunca estuvieron tan prolijos. Jacob realmente había hecho un buen trabajo.

—Jacob… —Damocles empujó con suavidad la puerta de la bodega. Lo saludó con una sonrisa al verlo inmerso en su trabajo. En teoría el tratamiento había terminado, sus heridas sanaron y se veía mucho mejor—. ¿Tienes por ahí la caja que me llegó de Canterbury ayer?

Damocles había estado esperando esa caja por varios días. Su comprador habitual decidió que era buena idea entregársela ayer, justo al atardecer, con dos lechuzas que merecían estar en un panteón en lugar de entregando paquetes. Era importante, en especial porque tenía que etiquetar con cuidado los ingredientes, pues uno de ellos era acónito y no quería que nadie tuviera acceso a él tan fácilmente.

—Sabes que puedes tomar el café que dejé para ti en la repisa, ¿cierto? —Damocles alzó ambas cejas, sin dejar de mirar a Jacob—. Quiero ganarme el premio al jefe del año, así que tienes que ayudarme y aceptar el café.

Aquellas habían sido las mejores dos semanas de su vida. Sin exagerar. Salud, techo, comida segura y sobre todo la compañía constante de alguien a quien genuinamente le agradaba. Jacob no sabía que había hecho para merecer esas bendiciones pero las seguía tomando a manos llenas.

Sus hechizos de limpieza y orden le habían sido más útiles que nunca. Se encargaba de tener la bodega perfecta, además de haber actualizado el sistema de inventario de Damocles y asegurarse de tenerlo siempre al día. Cuando terminaba la jornada hacía un recuento de lo vendido y lo iba sacando de la lista, para que tuvieran siempre una idea bastante aproximada de con qué contaban.

Además, se sentía genuinamente bien y cada vez se sentía menos como un paciente en casa de Damocles, ya la última semana ni siquiera lo había examinado.

Eso, por supuesto, quería decir que era hora de que fuera dejando la idea de estar de gratis en su casa, cosa que había pensado varias veces cómo sacar a colación, hasta que ese idea cuando salió a limpiar la vidriera del frente, vio una posibilidad.

Cuando Damocles vino a la parte de atrás buscando el pedido de Canterbury se lo pasó de inmediato. Tenía claro dónde estaba cada cosa.

—¿Quieres café también? —le ofreció, mientras tomaba de una vez dos tazas—. Creo que podrías tomarte tu merecido receso de la mañana.

Lo sugirió porque quería hablar con él, y creía que sería buena idea hacerlo así, de forma casual, no como algo muy solemne. No quería que Damocles se lo tomara mal, solo que lo viera como fluir natural de las cosas.

Jacob se alegraba de haber hecho el trato de trabajar a prueba, en especial porque ahora sentía que se estaba ganando el puesto y creía que Damocles sí que estaba contento por su trabajo. Si no, tal vez no se habría atreviado a hacer la propuesta que tenía en mente.

Antes de que pudiera darse cuenta, Jacob le estaba ofreciendo café. Damocles aceptó la taza con una sonrisa y le dio un sorbo, mientras con la otra mano libre tomaba la caja de los ingredientes que llegaron de Canterbury. Quería trabajar con ellos durante la tarde, quería pedirle a Jacob que lo ayudara a clasificarlo, excepto por el acónito que pensaba llevárselo a casa.

Por lo general, Damocles no era tan cuidadoso porque sabía que en la tienda todo lo peligroso estaba guardado a la perfección y bien clasificado. Sin embargo, con el acónito quería un espacio de trabajo que quizás la tienda no podía ofrecerle.

—Gracias, Jacob —comentó con una media sonrisa—. Aunque se supone que el café era para ti y no al revés. Pero tienes razón, creo que me merezco un receso. ¿Ya tienes la lista de ingredientes que hay pendientes por volver a poner en bodega?

Jacob era muy diligente, la verdad era que se estaba ganando a pulso cada galeón que Damocles le pagaba. Para él no era más que un intercambio justo, pero se sentía doblemente complacido al saber que para Jacob significaba muchísimo. Además, cada día estaba mejor de salud y Damocles estaba complacido, aunque no perdía de vista que la próxima luna llena se acercaba poco a poco.

—Puede que en la tarde cierre un poco más temprano porque tengo que poner una carta al correo. Será sólo una hora antes, pero no creo que haya ningún problema, si hay algún cliente de seguro vuelve mañana temprano.

Damocles era un exagerado, había suficiente café para los dos, como probó llenándose otra taza. Le gustaba mucho escucharlo hablar de su negocio. Le ponía tanta pasión y cariño a todo lo que hacía que era contagioso. Jacob no podía dejar de pensar que era el tipo de persona que se merecía que todo le saliera bien siempre.

—Ya está completa la lista de pendientes... Puedo quedarme esa hora que estarás fuera, si quieres —se ofreció con tranquilidad—. Para que no tengas que cerrar.

Jacob realmente quería ser un buen empleado, pero sobre todo quería corresponderle a Damocles todo. Y, la verdad, se sentía bien haciendo cosas por él.

Se restregó las manos, ligeramente nervioso, porque había pensado mucho cómo sacar el tema que traía en mente a colación.

—Quería comentarte algo —empezó finalmente, tomando valor—. Como me has dicho, he estado mejor... Agradezco mucho todo lo que has hecho por mí pero no quiero seguir imponiéndome en tu casa. Así que estoy pensando en buscar opciones para alquilar ya que perdí mi departamento anterior. ¿Sabes qué tal están los precios en esta zona? Quisiera estar cerca de la tienda...

Esperaba que Damocles no pensara que era un atrevido por pensar que su periodo de prueba iba bastante bien como para considerar la tienda como factor de dónde quería vivir. No era fácil encontrar un lugar apropiado para transformarse, pero esa era una dificultad extra. Siempre podía usar hechizos para asegurar el espacio, pero no siempre lo podía pagar.

A Damocles le sorprendió la propuesta de Jacob, pues a veces tenía la impresión de que estaba bastante cómodo con no tener que atender a los clientes personalmente. A él le daba igual, no le molestaba ser la cara de la tienda, pero si Jacob se ofrecía sólo significaba que éste cada vez se sentía más seguro. En algún momento, Damocles llegó a pensar en qué podía pasar si Jacob decidía irse lejos de nuevo, a pesar de que él estaba satisfecho con su trabajo.

La verdad era que la presencia constante de Jacob le hizo darse cuenta de que llevaba mucho tiempo viviendo solo. Aunque Damocles se independizó hace mucho tiempo y se había acostumbrado, la compañía de Jacob le recordó que quizás su vida solitaria no era tan genial como él había creído. Durante muchos días quiso decírselo, pero no sabía cómo traer el tema sin que resultara demasiado patético.

—Está bien, si te parece bien puedes cerrar y nos podemos encontrar en casa después. —Damocles le regaló una sonrisa aunque el gesto se le congeló por un instante cuando Jacob justo trajo el tema de buscar dónde vivir.

Damocles en realidad no tenía problema en que Jacob siguiera viviendo en su casa, pero comprendía que él necesitara su espacio. Podían tener esa conversación durante horas y Damocles se sentía incómodo tratando de convencerlo de hacer algo que Jacob no quisiera. Le parecía que tenía todo el derecho del mundo a acomodar su vida como mejor le convenía. De hecho, Damocles se sentía bien de saber que estaba contribuyendo a que Jacob tuviera más estabilidad.

—Debes estar cansado de que te diga que no eres una molestia, pero no lo eres. Aunque entiendo que quieras tu propio sitio, podemos fijarnos en el periódico muggle, si esa opción te parece mejor. Podría pagarte también en dinero muggle, si así es más fácil. No me gusta el papeleo de Gringotts, pero siempre es divertido cuando los duendes despotrican por las peticiones que les hago —Damocles empezó a reírse al recordar la última vez que llegó a Gringotts para abrir una bóveda nueva, exclusiva para las ganancias de la tienda—. ¿O estabas considerando otra posibilidad?

Le daba un poco de nervios pensar en que pudiera haber alguna complicación quedándose a cargo de la tienda un rato, pero tenía que ser muy mala suerte para que así fuera. Si Damocles estaba dispuesto a cerrar para hacer sus compras era porque igual no esperaba mucha actividad en la última hora.

Le preocupaba más el tema de la mudanza. Le resultó un alivio que Damocles no le insistiera en quedarse e su casa, aunque sí que le dejó caer que no era una molestia. Lo peor era que le creía. Damocles nunca se había comportado como si le molestara su presencia. Ni una sola vez. Pero él no podía estar tranquilo sabiendo que estaba viviendo a costa de otra persona. Tenía que lograr ser independiente, aunque fuera viviendo con su maldición.

—No te preocupes, puedo cambiar el dinero que gano —le aseguró, aunque era cierto que en Gringotts no eera muy bien recibido—. Dicen que los alquileres muggles son más baratos, es cuestión de verlos. ¿De verdad los ponen en los periódicos?

Aquello le extrañaba pero tal vez podía funcionar. No podía haber tantas casas que estuvieran alquilando, pero alguna le tenía que poder costear con lo que estaba ganando. Además, los muggles no sabían nada sobre hombres lobos y tal vez logaría mantener más tiempo el anonimato.

—Puedo ojear el teléfono en la última hora que cuido la tienda, y podríamos ver opciones mañana, ¿cómo te suena? —le preguntó con aire de entendido, como si realmente desde su ataque hubiera hecho esto muchas veces. La verdad no era fácil para la gente de su condición avanzar en la búsqueda de casa—. Agradezco mucho tu hospitalidad y me aprovecharé de ella un poco más mientras me termino de decidir sobre dónde ir.

Prefirió no decir la segunda parte: mientras encontrar un lugar que lo aceptara. Solo Damocles lo había aceptado tal cual era.

Durante el colegio, Damocles tuvo mucha curiosidad por el mundo muggle, pero nunca se atrevió a ir más allá que matricular como optativa Estudios Muggles durante un semestre. Cuando por fin se mudó de casa y decidió establecerse en Gloucester, donde no había un poblado completamente mágico, tuvo más oportunidad de adentrarse en la cultura muggle.

Era realmente fascinante. Aunque para sus padres resultó un espanto que su hijo estuviera mezclándose con muggles, por considerar que era peligroso y que lo ponía en riesgo, Damocles no lo veía de esa manera. Así que estaba lo bastante familiarizado con los muggles de la ciudad como para poder ayudar a Jacob en su búsqueda. Si un mago no usaba magia ni usaba túnicas, era imposible para un muggle saber su verdadera naturaleza. Una vez que se acostumbraba, era bastante sencillo.

—Es bastante más barato. Sus periódicos tienen de todo, son como El Profeta, sólo que sus fotos son estáticas. No es tan vistoso, pero lo importante es que transmiten la información de la misma manera —comentó Damocles con una media sonrisa, saboreando un poco más de su café—. También conozco bastante bien la zona, así que puedo ayudarte. Es una ciudad bastante segura, yo nunca he tenido problemas, seguro te va a gustar.

Damocles en realidad no quería que Jacob se fuera, pero no podía ser egoísta. Jacob de seguro también estaba cansado de tenerlo siempre cuidando de él. Damocles no quería ser intenso, así que supuso que lo mejor era aceptar las condiciones de Jacob. Después de todo, él sólo quería mudarse a un apartamento, no había renunciado a la tienda, así que continuarían viéndose regularmente, por no decir casi a diario.

—Eso sí, te lo advierto, no vas a irte de mi casa hasta que hayas encontrado un lugar donde te sientas cómodo. No hay prisas, así que puedes tomarte tu tiempo para tomar una decisión, o para ver varias opciones —al menos esperaba que en eso le hiciera caso. Tampoco quería que Jacob tomara una decisión equivocada solamente por salir de su casa porque estaba avergonzado. Eso no lo iba a permitir.  

Jacob no pudo evitar sonreír al escuchar a Damocles insistir en que no se fuera de su casa hasta tener un lugar apropiado. Era tan propio de él poner por encima de todo que Jacob estuviera bien. Nunca había sentido que le importara tanto a una persona. Bajó la mirada, consciente de que no había espacio para discutir aquello.

—Gracias —replicó, preguntándose si algún día dejaría de decirle aquella palabra a Damocles una y otra vez—. Estoy seguro de que no me dejarás irme en otras condiciones.

No era como que fuera prisionero de Damocles, pero sabía que podía contar en que iba a insistir en aquel punto hasta el cansancio. Tampoco era como que Jacob se muriera de ganas de separarse de él, solo era consciente de que no era de recibo que siguiera invadiendo el espacio personal y la privacidad de Damocles cuando tenía los medios para volver a ser un mago independiente.

Si estaba en esa posición era gracias al propio Damocles.

—Buscaré esos periódicos y te enseñaré las ofertas que revise —le aseguró—. Si te tranquiliza puedes ver los apartamentos conmigo, al menos el que elija.

De repente pensó que era un atrevimiento también decirle que fuera con él a ver apartamentos. De primera entrada era una buena idea para tranquilizarlo, pero también era pedirle más tiempo de la cuenta dedicado a él. Se sonrojó un poco.

—Igual nos seguiremos viendo a diario en el trabajo —añadió, sintiéndose ligeramente culpable de marcharse, aunque no tuviera sentido.

Eso siempre y cuando conservara el trabajo, pero creía estarlo haciendo lo suficientemente bien. Aún no hablaban de qué harían los días de su transformación, pero esperaba poder regresar rápidamente al trabajo.

Aunque Damocles estaba siendo sincero al ofrecerle su ayuda para buscar un buen apartamento, estaba casi convencido de que pondría peros con facilidad. Porque sabía bien que no le parecería nada mejor que su propia casa. Pero se hizo la promesa a sí mismo que no sería tan exagerado, después de todo, Jacob merecía tener independencia. No podía retenerlo consigo, pero se quedaba tranquilo de pensar que estaba considerando hacer lo del trabajo algo permanente.

—Entonces te ayudaré, ya ves que tampoco es que tenga una vida social muy ocupada más allá de estar pendiente de las pociones y los ingredientes, así que cuando venga el fin de semana, puedo acompañarte para hacer algunas visitas. Lo más divertido será ponerme ropa muggle, recuerdo que al principio debía verme completamente ridículo, pero con el tiempo se me hizo costumbre —Damocles recordaba la primera vez que sus padres llegaron de visita repentina y lo vieron vestido con ropa muggle.

Damocles temió que ese día sí lo desheredaran por completo o que lo sacaran el árbol familiar. Por suerte, esa tormenta ya pasó.

—Del trabajo no te puedes escapar, no puedo darme el lujo de perderte como ayudante. No estabas mintiendo cuando decías que podías tener todo en orden. Cada vez que consigo ayuda me doy cuenta que de verdad soy un desastre… —Damocles se encogió de hombros, incapaz de sentirse avergonzado cuando estaba diciendo la verdad.

Le hizo gracia imaginarse a Damocles vestido de muggle. Por su expresión al hablar de sus recuerdos podía imaginarse que había sido una visión realmente divertida. Pero le alegraba saber que había mejorado, porque si se vieran muy extraños seguro no le alquilarían ningún lugar.

También se sintió muy complacido de que le dijera que estaba satisfecho con su trabajo. Jacob estaba poniendo lo mejor de su pate para corresponder todo lo que Damocles había hecho por él, pero es que además le gustaba el trabajo en la tienda. Le gustaba volver a sentirse útil y poder ganarse la vida sin temer que lo echaran de un día para otro al conocer su secreto.

Por una vez en muchísimo tiempo sentía que su vida estaba tomando al fin un rumbo definido, en lugar de ser una víctima del paso del tiempo, yendo a la deriva entre el mundo mágico y el muggle.

Por ahora no se permitía pensar que la próxima luna llena llegaría inevitablemente.

—Me alegra mucho que pienses así, porque me encanta mi trabajo —declaró con honestidad—, y me gusta mucho ayudarte. Si logramos que consiga dónde vivir, te invitaré a cenar conmigo todo el tiempo.

Damocles era la primera persona que lo aceptaba en mucho tiempo. El primero con el que podía hablar, reír, ser él mismo y no sentir vergüenza al respecto. La única persona que lo respetaba y por quien había llegado a desarrollar verdadero cariño. No pensaba perderlo.

Esa noche era luna llena.

Aunque Damocles llevaba días pretendiendo que no tenía esa fecha marcada en el calendario que tenía en la pared del baño, la verdad era que estaría mintiéndose. Nunca fue demasiado bueno pretendiendo.

Esa mañana decidió llegar una hora más de lo normal. Cuando llegó, allí estaba Jacob, detrás del mostrador, tal y como había estado las últimas semanas. Ya parecía haberse acostumbrado a la tienda, a la cual asistía puntualmente todos los días. Había conseguido un pequeño apartamento que quedaba lo bastante cerca para que pudiera ir y volver caminando. Damocles sí que lo echó de menos los primeros días, pero acabó acostumbrándose a esta nueva rutina.

A pesar de que Jacob no hablaba sobre su licantropía abiertamente, sí que le había dicho que era probable que el día de mañana, y también pasado mañana, le sería complicado presentarse a trabajar. Damocles, sin decir nada más, le dijo que estaba bien, que se tomara los días que necesitara.

Sin embargo, Damocles no había dejado de pensar en eso. Anoche, después de que Jacob se fuera, se había tomado el trabajo de vaciar el sótano. Su casa estaba llena de ingredientes que todavía no estaban inventariados y pociones a medio hacer. No estaba seguro que Jacob hubiera husmeado el sótano antes de que él llegara, pero, si lo había hecho, eso quizás facilitaría la conversación.

—Jacob… —lo llamó, echando un vistazo para buscar dónde estaba. Jacob estaba revisando las estanterías donde estaban los ingredientes secos. Cuando sus miradas se cruzaron, Damocles le regaló una sonrisa, desde detrás del mostrador—. Es mediodía. ¿Te importa si le pones el letrero de cerrado a la tienda?

Solían hacer eso para almorzar, los clientes habituales estaban acostumbrados y no pasaban a esas horas, pero era mejor colocar el letrero para que los eventuales no hicieran una aparición sorpresiva.

Jacob tenía miedo.

Esa noche era la luna llena, y de alguna forma era como si pudiera sentirla en el cuerpo desde antes. El último mes de su vida había sido el mejor desde que había sido mordido, y ahora temía que, con el regreso de su transformación, todo fuera a echarse a perder.

Estaba seguro de que Damocles debía tener presente la fecha. Más allá del muy relevante hecho de que trabajaba con un hombre lobo, las fases de la luna eran importantes en la elaboración de distintas pociones. Cualquier pocionista que se preciara estaría al tanto de la fase lunar en la que estaban.

Se había pensado mucho dónde podía pasar la transformación. No se atrevía a quedarse en su nuevo apartamento. Lo último que necesitaba era que los vecinos lo escucharan aullar si algún hechizo silenciador le fallaba. Sus poderes a veces se veían un poco desestablizados cerca de la transformación.

Al final había optado porque tendría que volver a recurrir a una cueva apartada en la que se había transformado más de una vez. No le gustaba mucho porque era en una zona salvaje y solía terminar con muchas heridas. Ponía hechizos para que una vez transformado no pudiera salir de la cueva, pero a veces se lastimaba con los filos de las rocas... y a veces su hechizo cedía y si salía se enfrentaba a animales salvajes.

Tal vez ser hombre lobo habría sido más fácil siendo un mago más competente, pero muchos ni siquiera conservaban su varita, así que no se podía quejar.

Por un momento no captó que Damocles le había hablado, así que reaccionó de forma tardía.

—Ah, claro, es hora de almorzar —replicó mientras levantaba la varita hacia la puerta para que se pusiera el cartel—. No tenía hambre, no lo había notado.

No era extraño que perdiera el apetito en esos días, pero en esta ocasión era sobre todo la preocupación. Pero se repitió, como había hecho en esos días, que Damocles iba a entenderlo todo.

—Quería aprovechar para hablar contigo sobre hoy —dijo, armándose de valor, pero casi de inmediato se dio cuenta que no sabía bien qué decir—. Quería saber si consideras posible que ajuste mi horario estos días... te repondré todos los minutos, lo prometo.

A veces pensaba que Damocles más que su jefe se estaba convirtiendo en la persona más cercana de su vida. Lo había ayudado a encontrar apartamento y a pasarse a vivir a él. Desde que estrenó apartamento lo había invitado a cenar un par de veces, y con él a su lado se había animado a ir recuperando su vida. Pero en momento así quería portarse lo más profesionalmente posible.

En cuanto Jacob dijo que quería hablar con él, Damocles adivinó de qué se trataba. Sin embargo, decidió que no lo iba a interrumpir, que lo dejaría hablar hasta el final. Después de todo, si él le escuchaba, esperaba que Jacob también quisiera hacer lo mismo. No estaba muy seguro de cómo Jacob iba a tomarse su propuesta, estaba acostumbrado a medir sus palabras, pues sabía que la licantropía de Jacob era un tema que para él era demasiado sensible.

Damocles sólo quería ayudar, como había hecho hasta ahora, así que no podía hacer un paso en falso.

—Sé que es luna llena, Jacob… —dijo, tamborileando los dedos sobre el mostrador. Estaba nervioso, pero decidió arriesgarse, el Sombrero Seleccionador no lo había puesto en Ravenclaw para que durara de sus estrategias muy bien pensadas—. Por supuesto que puedes tomarte el tiempo que necesites, estuve llevando esta tienda por mi cuenta durante un par de meses, porque te ausentes unos cuantos días en lo que te recuperas no va a pasar nada.

Por suerte, notó que la expresión de Jacob no cambió, al menos parecía receptivo a sus palabras, así que Damocles decidió ser valiente e intentarlo.

—De hecho, estuve pensando algo sobre eso. Tienes que prometerme que vas a pensarlo, ¿está bien? —se apresuró a decir, tropezando un poco las palabras—. Estuve vaciando el sótano, ya no tiene ingredientes ni nada de valor, es tan sólo un espacio hueco. Tan sólo haría falta unos cuantos hechizos de protección y para aislar el sonido. ¿No crees que sería más seguro para ti si te quedas aquí?

Damocles se mordió el labio inferior, esperando con ansiedad la respuesta de Jacob. Creía que había sonado bastante razonable, esperaba que Jacob también lo viera de esa manera. Era mucho más lógico estar en un sótano contenido, que en cualquier sitio donde no tuviera tanto control. Jacob nunca hablaba demasiado sobre sus transformaciones, pero estaba seguro que en algún momento mencionó una cueva.

Se le encogía el corazón de pensar en eso, nadie merecía estar en esas circunstancias. Si estaba en Damocles ofrecerle su ayuda, por supuesto que lo haría.

Cada vez que Jacob pensaba que Damocles no podía sorprenderlo más, hacía algo como aquello y lo desarmaba por completo. Cuando creía que nadie había sido tan bueno con él en la vida, ni se encontraría con otra persona mejor, Damocles ponía la barra todavía más alto.

No se podía creer que estuviera haciendo esto en serio. Lo miró con la boca abierta.

Era una locura.

—Damocles, si alguien se da cuenta de que dejas que un hombre lobo se transforme en tu tienda la gente dejará de comprarte —le señaló, aunque era imposible que no lo tuviera presente. La sociedad mágica no perdonaba esas cosas—. No puedo aceptar que corras ese riesgo por mí. Ya has hecho demasiado.

No exageraba: curarlo, darle hospedaje, darle trabajo... Damocles le había devuelto la dignidad como persona, y como mago. Pero no podía obviar que era un hombre lobo.

Miró hacia el suelo, pensando en la bodega. No había bajado ese día así que no había notado que estaba vacía. Eso había sido un trabajo extra para Damocles, también, y acomodar todo eso en su casa, donde debía haberlo llevado en la noche.

Era un buen lugar para pasar su transformación, no podía negarlo.

—Sé que podemos poner hechizos para que la gente no pueda oírme, pero nada es totalmente seguro —añadió—. Si el Ministerio de Magia descubre que me dejas transformarme aquí podrían quitarte tu licencia para vender hierbas mágicas.

Uno de los mayores temores de Jacob era que por su causa Damocles sufriera alguna consecuencia negativa.

Damocles ya conocía a Jacob lo suficiente para saber que esa era la reacción esperaba. Al menos, Jacob esperó a que él terminara de explicarse y no saltó a negarse a la primera. Que estuviera reticente era lo normal, Damocles sabía bien lo que estaba proponiendo. Sabía que, a ojos de Jacob, estaba cometiendo una locura, pero la verdad era que lo había meditado bastante bien. Mientras vaciaba el sótano, estaba convencido de estar haciendo lo correcto, incluso sabiendo los riesgos que corría.

Aunque Jacob pensara que él era temerario y quizás también un poco estúpido al arriesgarse de esa manera, lo cierto era que esto no era nuevo para Damocles. Por algo era considerado la oveja negra de su familia. Los Belby eran considerados una familia prestigiosa dentro de la comunidad mágica, a pesar de que mantuvieron un bajo perfil en la pasada guerra, pero sus padres venían de familias que podían rastrear tres o cuatro generaciones del árbol familiar, lleno de puros magos y brujas. Pero Damocles siempre fue un niño ajeno a esas tonterías, siempre tuvo sus propias convicciones desde muy pequeño y eso le llevó a discusiones constantes con su padre, que terminó en el irremediable quiebre familiar.

—No creas que no he pensado en todo eso que dices… —dijo Damocles, al cabo de un instante. Cuando le sonrió a Jacob, esperaba que supiera que hablaba en serio—. Pensé en todo eso y aún así vacié el sótano para ti. Si tú quieres, por supuesto, no quiero que piensas que estás obligado a aceptar.

Damocles, con cuidado, rodeó el mostrador de la tienda y caminó en dirección a la puerta que llevaba al sótano. Miró a Jacob con expresión serena y le hizo un gesto para que se acercara. Quizás si lo dejaba entrar y veía que hablaba muy en serio, al menos reconsideraría la oferta.

—Mira, sólo échale un vistazo y dime qué opinas. La verdad es que yo creo que hay suficiente espacio, pero valoraré tu opinión si crees que no es suficiente. Anda, con verlo un momento no va a pasar nada.

Esperaba ser convincente y no sonar desesperado. Lo cierto era que no estaba seguro si decirle la verdad, que le preocupaba mucho que fuera a lastimarse por su cuenta o que él no pudiera socorrerlo si se hacía graves heridas, iba a ser contraproducente. Tenía la sensación de que a Jacob le resultaba todavía increíble que Damocles se preocupara genuinamente por él. ¿Por qué iba a ser raro? Eran amigos. Al menos, Damocles lo consideraba como un amigo. Hacía mucho, realmente mucho tiempo, que no tenía un amigo de verdad.

Jacob empezaba a temer que tenía un problema.

No era algo nuevo, tenía algunos días sospechándolo. Cada vez que pensaba en dónde lo estaba llevando su vida las últimas semanas se daba cuenta que el común denominador de todo era Damocles.

Ese era el problema: no sabía negarse a Damocles. No podía evadirlo y no quería hacerlo.

Lo siguió al sótano, el cual, tal como le había avisado, estaba vacío. Había hecho el trabajo a consciencia, incluso había movido los estantes, lo que era muy previsor porque Damocles se temía que si pasaba la noche ahí, los destruiría.

Era una locura, pero al mismo tiempo... Al mismo tiempo Damocles se había tomado todas esas molestias por él. Solo por él. ¿Podía negarse? ¿Podía hacerle eso a la única persona en años que se preocupaba por él?

Tragó grueso, profundamente conmovido por aquel gesto.

—¿Realmente crees que nadie oirá nada? ¿Tus hechizos silenciadores son tan buenos? —preguntó, sin saber qué decir. De inmediato se dio cuenta que dudar así de sus capacidades sonaba mal e intentó arreglarlo—. No es que no confíe en ti, pero soy realmente ruidoso y... bueno, no voy a quedarme quedito. Puedo golpear o romper cosas.

De hecho, le daba vergüenza que Damocles lo viera en el estado que quedaba al día siguiente... pero la verdad era que ya lo había visto peor. Damocles en poco tiempo se había hecho un hueco en su vida, y una parte de él se temía que aquel nuevo vínculo no superara la luna llena.

—Es realmente desagradable, no quiero involucrarte todavía más con esto —añadió.

Pero era un alegato débi. Estaba en todas las facetas de la vía de Damocles y lo sabía. Tal vez estaba siendo egoísta al dejar que se involucrara tanto en esto.

Damocles se sintió complacido apenas vio a Jacob descender al sótano con él. No parecía que iba a echar a correr, al contrario, lucía bastante curioso y era evidente que el espacio vacío era de su agrado. El sótano ni siquiera estaba frío, era una buena opción, Damocles lo sabía y era cuestión de tiempo para que Jacob lo aceptara también.

Pronunció la sonrisa cuando Jacob empezó a hacerle preguntas sobre hechizos. Eso era maravilloso, porque no le estaría haciendo ese tipo de preguntas si no estuviera considerando su propuesta. Damocles asintió justo antes de sacar su varita y la agitó en el aire, pero sin recitar ningún tipo de hechizo, solamente para llamar la atención de Jacob.

—Si quieres podemos probarlos ahora, para que te quedes tranquilo. También puedo poner varios encantamientos en la puerta, para estar seguros. Puedo irme una hora antes de que anochezca y… —Damocles se mordió el labio inferior, porque estuvo a punto de decirle que podía volver mañana a primera hora, de ser necesario. Pero no estaba seguro de que eso sería lo que Jacob quería—. Pero tendría que volver a deshacerlos, porque si no te quedas con la varita aquí dentro, no podrías Salir a la mañana siguiente.

Pensó que era más fácil plantearlo de esa forma, como un problema que tenía que resolver. Asumía que Jacob no quería dejar su varita expuesta en el sótano, por cualquier cosa que pudiera pasar durante su transformación. Pero tampoco sabía exactamente cómo lo manejaba antes, sin ayuda.

—¿Qué dices? Ya ves que aquí dentro del sótano no hay nada que romper, tampoco creo que… tampoco me parece que haya algo con lo que puedas hacerte daño, a menos que algo se me esté escapando —dijo, mirando alrededor, esperando ver si había allí algo que pasó por alto mientras limpiaba.

Cuando volvió la vista hacia Jacob, volvió a sonreírle, esperando su respuesta. Estaba más ansioso de lo que pensaba admitir.

Probar los hechizos con antelación parecía una idea sensata. Al menos dentro de la locura que era pensar que un hombre lobo se transformara en el interior de la tienda. Miró a su alrededor inquieto. Damocles parecía tener razón, había pensado en todo...

Pero la idea de que lo viera a la mañana siguiente lo horrorizó.

Se giró, agitado, intentando esconder su expresión.

—No tengo buen aspecto a la mañana siguiente —le advirtió—. ¿Crees... crees que puedas abrirme y esperar fuera? No quiero que me veas así.

Una parte de él tenía miedo de que cuando Damocles se enfrentara directamente con la realidad de un hombre lobo se diera cuenta de que toda su benevolencia era una locura.

Luego se sintió ridículo porque Damocles ya lo había visto después de una luna llena. Así se habían conocido. Lo había recogido, había atendido sus heridas, se había ocupado de él desde entonces. Jacob no tenía cómo pagarle por todo lo que había hecho por él. Lo mínimo que podía hacer era no ser un malagradecido.

—Sé que me has visto en mis peores momentos, pero al menos déjame ropa para que pueda cambiarme —añadió en un susurro.

Tenía que dejar de ser tan patético. Se giró de nuevo para buscar su mirada, intentando ser valiente.

—Esto es todo en el caso hipotético de que los hechizos prueben funcionar, tenemos que hacer esa prueba que dijiste.

Sin embargo, muy en el fondo no era capaz de expresar el alivio que sentía de pensar en que tendría un lugar seguro para pasar una de las noches más terribles de su vida.

Después de esto tendría que pensar cómo pagárselo a Damocles. No podía seguir siendo solo que el que recibía a manos llenas de alguien que no dejaba de dar.