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    Phoenix
    Juno
    Phoenix
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    Lun Nov 14, 2022 12:51 am
    Recuerdo del primer mensaje :

    Who can presume to know the heart of a dragon?
    INSPIRED
    TV Series
    House of the Dragon
    Cuando la Princesa Rhaenyra puso sobre la mesa una alianza matrimonial entre su hijo mayor, Jacaerys, y la princesa Helaena, lo primero que obtuvo de la Reina Alicent fue una negación rotunda. Pero después de los ruegos del Rey Viserys y, sobre todo, de una larga plática con su padre, Otto Hightower, la Reina Alicent acabó por dar su consentimiento para sorpresa de la Corte y alegría de su esposo.

    Para el joven príncipe Lucerys, la noticia llegó con cierto receloso porque, por más que Helaena aparentara inocencia, no dejaba de ser hija de la mujer que tanto odiaba a su madre. Para Aemond Targaryen la noticia fue la peor de las traiciones, pues fue incapaz de concebir que su amada hermana ahora estuviera prometida a uno de sus enemigos jurados.

    La boda se llevó a cabo en Desembarco del Rey, con el viejo Rey Viserys visiblemente emocionado por lo que parecía el final de un largo conflicto entre su amada hija y su segunda esposa. Helaena se convirtió en esposa de Jacaerys con la promesa de mudarse con él a Rocadragón, junto a su nueva familia. A pesar de las reticencias de Alicent de ver a su hija partir e imaginarla viviendo en las líneas enemigas, Otto Hightower veía en esto una oportunidad para tomar ventaja en un período de paz aparente.

    Varios años han pasado desde aquella boda que removió los cimientos de la resquebrajada familia Targaryen y aunque hasta ahora todas las partes parecían haber limado sus asperezas, la menguada salud del Rey amenazaba con cambiarlo todo para siempre.

    Enviado a Desembarco del Rey como emisario de su madre, la Princesa Heredera, Lucerys llegó a la Fortaleza Roja con esperanzas de tener noticias más concretas sobre la salud de su abuelo, pues todo lo que llegaba a Rocadragón no eran más que rumores y noticias a medias que empiezaban a desesperar a su madre. Lucerys hasta ahora vivió aferrado a la idea de que la Reina y la Mano del Rey jamás intentarían un movimiento hostil ni de alta traición sabiendo que ahora Helaena vivía en Rocadragón. Pero en la Fortaleza Roja todos tenían segundas intenciones y lo único que recibió a cambio fue una negativa a entrevistarse directamente con Rey, quien seguía aquejado de una dolorosa enfermedad.

    Tres días después de la llegada de Lucerys a Desembarco del Rey, el Príncipe Aemond regresó a casa en el lomo de Vhagar después de su última visita a Antigua, por encargo de la Reina. Ninguno de los dos había cruzado palabra desde la boda de sus hermanos, ha pasado el tiempo suficiente para que las viejas rencillas se apaciguaran, al menos para contentar a su familias.

    Pero la sangre del dragón es voluble y siempre danza cuando hay fuego demasiado cerca.

    × × × × × × × × × × × × × × × × × × × × × ×

    « C A P Í T U L O S »

    Lucerys Velaryon
    Príncipe — Jinete de Arrax — Timothée Chalamet — Minerva

    Aemond Targaryen
    Príncipe  — Jinete de Vhagar — Ewan Mitchell — Juno







    Post de rol:




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    Phoenix
    Juno
    Phoenix
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    Dom Jun 25, 2023 1:52 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Aemond
    Su madre, por supuesto, estaba actuando justo como Aemond pensó que haría. Eso era una ventaja, porque significaba que podría manipularla lo suficiente para lograr su cometido. Definitivamente que la vida se lo puso demasiado fácil, incluso si Lucerys lucía aterrado y su madre seguía vociferando tonterías.

    Parpadeó varias veces cuando la escuchó decir, o más bien lo acusó, de decir que había pasado toda la noche en cama con Lucerys. Aemond se rascó la barbilla, sin saber si debería perder la calma en este momento o si por el contrario lo mejor era reírse abiertamente. Aunque no era tan buena conspiradora como Otto, la mente de Alicent Hightower siempre estaba lista para ver detalles e imaginar historias que realmente no estaban en la realidad.

    Aemond miró a Lucerys, encadenado y acorralado, mientras pensaba en las palabras de su madre. Lucerys sí que pasó la noche en su cama, pero Aemond no se atrevió a dormir en el mismo sitio. Una parte de él sabía que, si lo hacía, quizás iba a descubrir cosas de sí mismo que prefería que quedaran escondidas.

    ¿De verdad crees que es tan fácil que pierda la cabeza, madre? —preguntó, alzando ambas cejas y fijándose únicamente en ella. En este momento, mientras más ignorara la presencia de su sobrino, era mejor. Si le daba más atención de la cuenta, no sería tan sencillo de manipular a Alicent—. Deja esas cosas para Aegon, creí que conocías mejor a tus hijos.

    Fue el turno de Alicent de fruncir el ceño, su madre lo estaba mirando con tanta rabia que Aemond temió que se atreviera a golpearlo. Su madre, aunque no era una mujer muy cariñosa, nunca los había disciplinado físicamente. Pero la reina estaba tan fuera de sí, que Aemond podía esperarse cualquier cosa.

    ¿Entonces qué es supuestamente lo que me tienen que explicar? ¿Acaso esta es la forma en que Lucerys Velaryon suplica por su vida? —exclamó Alicent, completamente perdida. Si las circunstancias no apremiaran, Aemond se habría reído abiertamente.

    Pero tenía que mantener la compostura, así que, luego de echarle un vistazo rápido a la expresión compungida de Lucerys, volvió hacia su madre.

    ¿Crees que soy tan fácil de convencer, madre? —chasqueó los labios y con eso, Alicent pareció calmarse un poco—. Espero que la Mano del Rey te haya dicho que envió soldados armados a mi habitación. ¿Es así como nos vamos a tratar como familia a partir de ahora? ¿Y qué si alguien se hubiera confundido y en lugar de herir a mi prisionero, me hubiera herido a mí?

    Aquello pareció ser buen argumento, porque vio cómo cambió la expresión de su madre. El silencio a continuación sólo duró unos instantes, pero Aemond sabía que cada ápice de duda de Alicent le convenía.

    Por eso le dije que vendría yo a hablar contigo —explicó Alicent, mirando con nerviosismo hacia Lucerys—. Cada minuto que él está vivo, Aemond, es poder para Rhaenyra. Lo entiendes, ¿verdad? ¿Qué vas a hacer con él?










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    Werewolf
    Minerva
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    Lun Jun 26, 2023 6:53 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Lucerys

    Si bien los guardas no habían hecho amago de entrar a la habitación, Lucerys sentía la presencia de Alicent totalmente amenazante, en especial porque lo veía como si fuera un peligro que debía ser eliminado.

    No era momento para sentirse con el orgullo herido por la reacción de Aemond a la sugerencia de que hubiera estado teniendo sexo con él. Pero él no era ninguna puta como con las que se metía Aegon, era un Targaryen después de todo. Tampoco suplicaría por su vida metiéndose en la cama de su tío, como decía ahora la reina madre.

    Tampoco era una opción realmente, ¿cierto? El propio Aemond lo estaba diciendo.

    Se estremeció cuando lo escuchó hablar de los soldados que había enviado la Mano la noche anterior. Era cierto, podría haber herido a Aemond también, se habían enfrentado con él. Si los hubieran herido a ambos no habrían tenido salida.

    ¿De verdad creían que matarlo era una forma de debilitar a su madre?

    Si muero nada apaciguará a mi madre y a Daemon hasta que Desembarco del rey esté en cenizas—dijo con toda seguridad.

    Matarlo no les daría ninguna protección, necesitaba que supieran que necesitarían mantenerlo vivo. Pero tal vez era mala idea.

    Sus palabras agitaron todavía más a Alicent, quien se lanzó hacia él con las manos extendidas. Instintivamente Lucerys intentó alejarse de ella, pero seguía con el pie atado. Corrió hacia Aemond, como la noche anterior, pero estaba demasiado lejos.

    Antes de que tomara conciencia de lo que pasaba, sintió el tirón de la cadena y cayó al piso de golpe. Lanzó un quejido de dolor cuando su costado lo resintió y levantó la cabeza para buscar a Aemond con la mirada.

    Esto era su culpa. La noche anterior había dado a entender que lo protegería, pero no lo estaba haciendo. Era un estúpido por haber confiado en él. Era la desesperación de no tener ninguna otra opción.

    Te odio—le escupió de mala forma, aunque todavía tenía el sabor del desayuno en la boca y el costado le dolía pero sentía la presión del vendaje.

    Aemond lo confundía. Lo odiaba y era su única esperanza a la vez.





    Minerva
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    Phoenix
    Juno
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    Dom Jul 02, 2023 7:42 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Aemond
    El ruido de Lucerys al caer al suelo sonó con más estrépito de la cuenta por la cadena. Ésta hizo un golpe seco al chocar contra la piedra del suelo y Aemond arqueó una ceja. Evidentemente, había esperado mantener la situación un poco más bajo control, para evitar escenarios como éste en donde su madre tenía más terreno para llamar a los soldados y precipitar todo.

    Aunque quería decirle a su sobrino que no hiciera el ridículo, Aemond no quería perder de vista su verdadero objetivo: tenía que evitar a toda costa un enfrentamiento con su madre. Lo único que conseguiría si pasaba esto era precipitar la intervención de la Mano del Rey, cosa que era menos deseable en la posición en la que estaba.

    ¿Y qué no entiendes que el odio es mutuo, acaso? Lo único que quería era evitar que los guardias se robaran mi venganza —exclamó, digiriéndose a Lucerys. Habría preferido no tener que recurrir al dramatismo justo en este momento, pero las circunstancias no le estaban dejando de otra. Escuchó a su madre llamarlo, pero Aemond la ignoró, pues avanzó un par de pasos hasta la mesa circular que estaba cerca de la ventana. Cuando sostuvo la espada, procuró mirar a su madre primero, pues podía hacerse una idea de la expresión de Lucerys nada más verlo.

    Aemond, ¿qué piensas…? —Alicent no terminó la frase porque Aemond la silenció con un gesto mientras desenvainaba la espada. Cuando tomó a Lucerys del cabello para acercar el filo de la espada a su rostro, le pareció que éste estaba demasiado aterrado como para ofrecer resistencia. El grito de Alicent fue suficiente para que Aemond fingiera detenerse.

    Madre, si vas a escandalizarte, es mejor que te retires —dijo lo más calmado que pudo. Lucerys no parecía estarse muy quieto, así que a Aemond no le quedó más remedio que colocar el peso de la rodilla sobre la espalda de su sobrino, aprisionándolo contra el piso. Tuvo que golpearlo en el costado para que se quedara inmóvil—. Lo llevaré personalmente con el abuelo, ¿entiendes? Pero necesito hacer esto. Luego puedes hacer lo que quieras con él.

    El silencio a continuación duró una eternidad para Aemond, quien no dejó de empuñar la espada cerca de la mejilla de su sobrino. Estaba seguro que se había cortado, otra vez, pero era una minucia si a cambio obtenían lo que querían. Cuando Alicent suspiró y relajó los hombros, Aemond supo que lo había logrado.

    Sólo unos minutos, Aemond… —le pareció que su madre iba a decir algo más, pero Alicent se retiró con sigilo, abriendo la puerta ayudada por sus guardias. Aemond se quedó muy quieto, escuchando con atención cómo el ruido de las pisadas desaparecía poco a poco.










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    Werewolf
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    Jue Jul 06, 2023 6:55 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Lucerys

    La declaración de odio de Aemond no lo tomaba por sorpresa. Lo sabía. Lo había odiado toda la vida, desde lo de su ojo. Esto era lo suyo, se odiaban mutuamente. Además, siempre había tenido claro que Aemond seguía detrás de su ojo, pero una parte de él había mantenido la impresión de que tampoco lo haría tan fácilmente. Disfrutaba tenerlo a la expectativa, lo sabía.

    No replicó nada a eso, se limitó a fulminarlo con la mirada y mover inútilmente el pie, como si eso pudiera librarlo de la cadena. Al menos hasta que Aemond lo presionó contra el suelo con su rodilla. Lanzó un quejido al sentir la presión sobre sus costillas, su tío era pesado y lo estaba lastimando. Le lanzó una mirada de reproche pero Aemond tenía la atención en su madre... y la espada en su rostro.

    Sintió el ardor en la mejilla cuando el filo rasgó su piel. No era profundo, pero pudo sentir unas gotitas de sangre mojar su piel.

    No supo si sentir alivio o miedo de que Alicent se fuera a retirar. ¿Sería este el fin? ¿No estiraría ya Aemond más el momento y tomaría su ojo?

    ¿Me estás jodiendo?—exclamó finalmente, molesto por la idea. —¿Vas a dejar que tu abuelo sea el que determine cuándo me sacas el ojo?

    La voz se le quebró al final de la frase. Tenía miedo, de nuevo. Nunca se acostumbraría al miedo. Justo cuando había creído que realmente podía confiar en que Aemond lo protegería, ¿realmente pensaba entregarlo?

    La herida del costado le dolió de nuevo. La presión de la rodilla de Aemond no le había beneficiado nada, y le pareció sentir que se humedecía de nuevo. La puerta se cerró detrás de Alicent y sintió que la presión de su tío disminuía, así que se obligó a girar para buscarlo con la mirada, aunque siguiera en el suelo.

    Tenía miedo, pero no era un cobarde, aunque las lágrimas en sus ojos y la sangre en su cara lo contradijeran al respecto.





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    Phoenix
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    Vie Jul 07, 2023 5:42 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Aemond
    Aemond tenía que pensar cuál sería su próximo paso, pero Lucerys no dejaba de lloriquear. Tenía ganas de abofetearlo para que se callara de una buena vez y lo dejara pensar. Pero no había tiempo, su madre sería paciente con él pero tenía que actuar rápido si quería que este engaño valiera la pena. No tenía mucho margen de error, así que no podía importarle menos los lloros de Lucerys.

    Tiró de él con fuerza, quien quizás estaba demasiado sorprendido como para poner resistencia. Aemond se dio cuenta de que había lágrimas asomadas en sus ojos y aunque en otro momento habría sentido algo parecido al regocijo de saber que él había causado esto, de verdad que no tenían tiempo para tonterías.

    Escúchame bien, vas a gritar con todas tus fuerzas —le dijo en susurros, pues en este maldito castillo todos tenían oídos—. Si quieres salvar tu vida, grita. Madre confía en mí, pero no sé si algún soldado se habrá quedado rezagado por órdenes de mi abuelo. Así que si no quieres que te torture de verdad, más vale que grites, tu vida depende de ello.

    Aemond hablaba muy en serio cuando le decía que lo torturaría de verdad de ser necesario. Esperaba que Lucerys le hiciera caso, la situación lo apremiaba. Unos cuantos minutos de gritos serían suficientes para despejar las dudas que cualquier guardia que se hubiera quedado allí a instancias de su abuelo. Sería más que suficiente para que fueran corriendo a decirle a la Mano del Rey que Aemond estaba cobrando venganza.

    Esperaba que eso fuera un distractor suficiente, porque ya había tomado una decisión: tenían que irse de Desembarco del Rey. Sabía exactamente adónde, pero no le preguntaría a Lucerys su opinión, no estaba en posición de negarse.

    ¿Qué no me oíste? —exclamó, tocándole con firmeza del costado, sintiendo cómo la herida que curó anoche todavía estaba fresca—. Grita para mí, sobrino.










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    Sáb Jul 08, 2023 8:00 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Lucerys

    Aemond parecía poseído por un frenesí que no terminaba de entender. Le daba miedo, pero a la vez tenía la sensación de que estaba ocurriendo algo muy importante y trascendente en aquel momento. Para su tío. Para él. Para ambos.

    Sintió su mano sobre la herida, y eso lo hizo reaccionar. Aemond no tendría reparo en lastimarlo para conseguir lo que quería. Pero lo que quería en ese momento no era su dolor. Solo lo tomaría si le daba lo que realmente le estaba pidiendo.

    Gritos.

    Tragó grueso. No era capaz de seguir su lógica, pero no había un cuchillo en su ojos ahora mismo y entendía que no iba a haberlo pronto. Su cuerpo parecía muy consciente en ese momento de la cercanía de Aemond y de la amenaza de su mano sobre la herida aún sensible. Tenía que hacer esto si no quería que su tío lo obligara.

    Bien. Podía hacerlo.

    Inspiró profundo sin dejar de mirar a su tío a los ojos y después, gritó.

    Gritó con fuerza, con dolor, con todo el miedo que había experimentado desde la noche anterior. Gritó una, dos, tres veces, sin dejar de mirar a Aemond a los ojos, que de cualquier forma se le llenaron de lágrimas entre el esfuerzo, la herida que respondía con tirantez a sus gritos y su obstinada resolución de parpadear lo mínimo mientras sostenía la mirada.

    ¿Así te parece bien, tío?—preguntó en un susurro, la garganta un poco lastimada ya de gritar. —¿Quieres más?

    Sin esperar su respuesta, gritó de nuevo, pero esta vez sí que cerró los ojos y se dejó llevar con toda la energía de la descarga de aquel grito, al punto que sintió cómo apoyaba su peso en la fuerza con la que Aemond lo sujetaba.

    Lo había dado todo, no podía decirle que no.






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    Lun Jul 10, 2023 3:22 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Aemond
    Contrario a lo que pensó, Lucerys sí que le había hecho caso. Su sobrino gritó a todo pulmón, mirándolo a los ojos, como un desafío que Aemond aceptó al plantarle la cara. Lo miró sin parpadear, mientras pensaba cuál sería el próximo paso. Estuvo a punto de decirle que fue más que suficiente, pero al parecer Lucerys todavía tenía ganas de destruirse la garganta y gritó, esta vez con los ojos cerrados.

    Aemond tenía que reconocer que lo estaba haciendo bien, pero con los ojos cerrados lucía más vulnerable. Notó que tenía la ropa rota, con rastros de sangre seca. Si lo echaba en alguna callejuela de la ciudad, nadie pensaría que era un príncipe, no sería más que un pobre muchacho que vivía de las limosnas de la gente. Sin embargo, incluso con ese aspecto desaliñado, la belleza de Lucerys era innegable. Incluso, le parecía una belleza más real y cruda que cuando estaba bien vestido y adecentado.

    Cuando Lucerys terminó de gritar, Aemond se quedó por un instante deleitándose del silencio que había. Si habían quedado soldados fuera, de seguro que se creyendo el espectáculo con los gritos de Lucerys. Era el momento para dar el siguiente paso.

    Lo hiciste bien… —comentó Aemond, tomándolo por la barbilla. Echó un vistazo al costado, donde la herida parecía estar sangrando otra vez. No había tiempo para cambiarle los vendajes, así que nada más los apretó un poco más—. ¿Ves cómo te va mucho mejor cuando me haces caso? Ahora ven, no podemos quedarnos aquí.

    Aemond tiró de Lucerys con más brusquedad de la cuenta. Cuando abrió la puerta de su armario, tan sólo sacó la primera ropa que encontró. Sin darle tiempo de reacción a su sobrino, le quitó esa horrible camisa y le puso a cambio una suya. Le quedaba lo bastante grande para disimular que su pantalón estaba en mal estado. Tampoco había tiempo para eso. Aemond se arrodilló, mostrándole la llave que llevaba colgada al cuello.

    Voy a soltarte, porque tenemos que irnos. No de esta habitación, ¿entiendes? Nos vamos de Desembarco del Rey. Si nos quedamos aquí, mi abuelo va a encontrar la manera de matarte. No vas a poder correr con esa cadena, voy a fiarme de ti. Si intentas alguna tontería, yo mismo le llevaré tu cabeza a Rhaenyra, ¿te queda claro?










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    Werewolf
    Minerva
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    Jue Jul 13, 2023 5:48 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Lucerys

    Sentía que su mente iba más despacio que lo que estaba ocurriendo. Sentía la cabeza ligera, mareado entre sus propios gritos y toda la tensión vivida. Al inicio apenas pudo procesar las palabras de su tío.

    Lo hiciste bien,

    Nunca antes recordaba haber buscado la aprobación de Aemond y mucho menos la había recibido. De repente esto lo tomó por sorpresa. en especial lo bien que se sintió escucharlo. Por eso tardó más en entender la siguiente oración que pronunció.

    No podían quedarse ahí.

    Mil preguntas llenaron su mente, pero no llegó a formular ninguna porque Aemond le estaba quitando la camisa. Sintió sus dedos, largos, firmes y rápidos, ajustando su vendaje. Luego se vio vestido con una camisa más grande de lo que acostumbraba a usar que tenía un aroma que reconocía perfectamente.

    Aemond le estaba poniendo su ropa.

    Iba a preguntar qué estaba pasando cuando, finalmente, su tío lo dejó sin habla al arrodillarse ante él. Si nunca había esperado sus palabras de aprecio, mucho menos había esperado verlo en esa posición frente a él. Contuvo el aliento mientras escuchó su explicación.

    ¿Nos vamos?

    Las palabras de Aemond tenían todo el sentido del mundo, excepto porque Lucerys jamás habría imaginado que tendría tantísimo interés en mantenerlo con vida. Tanto como para escapar de Otto Hightower y de su madre. Si tan solo quisiera sacarle el ojo podría haberlo hecho justo en ese momento. Aemond quería algo más.

    ¿Qué?

    El comentario sobre su madre lo devolvió momentáneamente a la realidad. Su madre movería cielo y tierra para encontrarlo, pero si Aemond lo llevaba no sabría dónde buscar. Sin embargo, quedarse en Desembarco del rey no era alternativa. Realmente no tenía otra opción mejor que dejar que su tío lo llevara con él, donde fuera que quisiera.

    Tal vez era cierto que le iba mejor si solamente le obedecía.

    Iré contigo—le aseguró. —No pretendo huir.

    Se sorprendió a sí mismo por lo sincero que era. Asintió y se dispuso a seguir instrucciones. Tal vez algún día se arrepentiría de esto. Pero ahora era su única opción.

    Su mejor opción.






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    Phoenix
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    Sáb Jul 15, 2023 6:33 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Aemond
    No estaba seguro de que las palabras de Lucerys valieran para algo, pero Aemond acababa de recitarle las condiciones a su sobrino. Si éste no hacía caso, no podría decir que lo pilló desprevenido. Estaba siendo muy justo con él, si Lucerys no seguía su trato, sería culpa suya todo lo que sucedería.

    Así que Aemond, con un silencioso asentimiento, le quitó las cadenas que aprisionaban ambos tobillos de su sobrino. La piel estaba astillada y lastimada, pero nada realmente grave que le impidiera caminar. Tendría que dejarlo descalzo, tal cual estaba, porque si la ropa le quedaba grande, cualquier bota suya sería peor y no necesitaba más torpeza para andar en las calles de la ciudad. Cuando Aemond volvió a ponerse de pie, echó un vistazo de nuevo al armario que estaba abierto. Él tenía que cubrirse con una capa, su cabello Targaryen iba a llamar la atención, quisiera o no.

    Lucerys, tienes suerte de lucir como lo que eres… —añadió, mientras le acomodaba la camisa y le revolvía más el pelo, para que éste le cayera con descuido sobre la frente. Era una ventaja que la gente común no tuviera muy claro la apariencia de los hijos de Rhaenyra, pues ninguno había heredado el cabello Targaryen de su madre—. En las calles de Desembarco nadie le presta atención a ningún bastardo sin suerte.

    Aemond pronunció la sonrisa, pero no dejó que Lucerys tuviera tiempo de responder a sus insultos, pues tiró de él con fuerza para acercarlo hacia la puerta. Estaba dispuesto a guiarlo por las calles de Desembarco del Rey y confiar en él, pero no pensaba perderlo de vista o permitir que se moviera con tanta libertad. Aemond se sujetó con fuerza la espada y abrió la puerta despacio. Conocía bien los pasadizos que podrían llevarlo fuera de la Fortaleza Roja, pero no tenía caso si los descubrían nada más abrir la puerta.

    Por suerte, lo único que había en el pasillo era la luz de las antorchas que iluminaban el camino. Aemond suspiró con alivio y, en lugar de continuar por el pasillo principal, tomó a Lucerys de la muñeca y tiró de él, para guiarlo hacia la izquierda. Había un pasadizo que llevaba hasta el sótano, pero necesitaba una antorcha. Cuando alcanzó una que tenía cerca con la mano izquierda, volvió a mirar a Lucerys por encima del hombro.

    Sígueme. No podemos demorarnos porque en cualquier momento van a notar que no estamos en mi habitación. Así que sígueme el paso, no me importa si se te revientan los pies —susurró, haciéndolo avanzar.

    Sin embargo, a pesar de sus duras palabras, Aemond no estaba moviéndose con toda la rapidez que daban sus piernas. Aminoró el paso un poco, porque no quería que Lucerys se cayera e hiciera un escándalo. Necesitaba que al menos estuviera entero cuando salieran a la calle, que sería su mayor desafío. No estaba seguro si su sobrino, con lo aterrado que estaba, alcanzaría a adivinar adónde se dirigían.

    Para Aemond no había otra opción posible: la única forma de salir impune de allí, era en los lomos de un dragón.










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    Dom Jul 16, 2023 7:40 am
    IV. Cambio de planes
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    Lucerys

    Los insultos de Aemond golpeaban menos cuando estaba haciendo todo eso por sacarlo de ahí. Lucerys sabía que no lo hacía precisamente por él. Su tío era egoísta y quería torturarlo en exclusiva, pero eso era un problema para él solo si realmente sobrevivía.

    Cerró los ojos cuando Aemond le revolvió el cabello y no hizo nada por acomodárselo. Le escocían los tobillos, donde los grilletes seguramente lo habían raspado hasta hacerle sangre. No le apetecía nada andar sin zapatos, pero sabía que era ridículo pensar en usar los de Aemond, así que no dijo nada.

    Sintió algo encogerse en su pecho cuando vio a Aemond ocultar su cabello tras una capucha y lo embargó la sensación de estar haciendo algo peligroso y prohibido cuando salieron de la habitación.

    Se dejó llevar por su tío. A pesar de tener varios días de haber regresado a la Fortaleza Roja no terminaba de recordar todos los recovecos que de niño había conocido bien. Tenía claro que esta era la casa de Aemond, y no la suya, y sólo él sabía hacia dónde lo llevaba. Lucerys se sentía débil y aturdido para descifrar hacia dónde iban, y desde luego lo tomó por sorpresa cuando salieron del palacio.

    ¿Dónde vamos?—preguntó frunciendo el ceño.

    Le era todavía más difícil reconocer dónde estaban en Desembarco del rey, con la muchedumbre y la gran cantidad de puestos callejeros, calles irreconocibles y aspecto siempre cambiante del lugar. Aemond, sin embargo, no parecía tener duda de a dónde iban y no se dejaba distraer por las personas que intentaban venderles cosas ni por las mujeres que le hacían señas desde los burdeles.

    Aemond no miraba a nadie y Lucerys suponía que, además de estar concentrado en avanzar, no quería que lo vieran demasiado. Ahora que lo pensaba, alguien con el cabello rubio platino y un parche en el ojo tenía una apariencia demasiado particular. Seguro si lo veían bien lo relacionarían con el hijo del rey, sin lugar a dudas.

    Arrugó el gesto cuando sintió algo clavarse en la planta del pie. Lanzó un débil quejido pero se obligó a hacerlo bajito para que Aemond no lo escuchara. Sin embargo, pronto empezó a renquear.

    ¿Cuánto crees que tarden en venir por nosotros?—preguntó, asustado.

    De tanto en tanto miraba hacia atrás, pero entre el bullicio y el rápido movimiento de negociantes y compradores no alcanzaba a distinguir señas de que ya les estuvieran siguiendo.

    Estaba sudando bajo la camisa demasiado grande para su contextura. Le dolían los pies y casa paso que daba sentía un corte más profundo en la planta del pie derecho, lo que eventualmente hizo que se doblara el otro pie. Se aferró con fuerza de Aemond para no caer, y decidió no aflojar el agarre porque le ayudaba a ir a su ritmo.

    Tan solo tenía que seguir a Aemond y saldría con vida de allí. Su tío no dejaría que lo mataran, aunque fuera por no perder con su abuelo.

    Dime que no falta mucho —dijo tras unos momentos.

    Tragó grueso, intentando contener el dolor. No quería ser quejica, pero si faltaba mucho más no iba a lograrlo. Se mordió el labio inferior, intentando contener las lágrimas.






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    Mar Jul 18, 2023 5:00 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Aemond
    A pesar de que estaba haciendo un esfuerzo por disimular indiferencia, la verdad era que Aemond se sentía bastante tenso. La distancia que tenían que recorrer era corta, un camino completamente conocido para él. Pero, en estas circunstancias, parecía un peregrinaje caótico. Cualquiera podría reconocerlo, así que tenía que tener cuidado que la capucha no se le cayera. Lucerys quizás no llamaba tanto la atención, parecía un mocoso cualquiera descalzo en la ciudad. El problema era que su torpeza lo estaba delatando.

    Era obvio que Lucerys no estaba bien, estaba descalzo, iban demasiado a prisa, y no se había tomado el trabajo de ver cómo estaba la herida del costado. Aemond tan sólo esperaba que, apretando el paso, todo aquello dejara de importar en unos cuantos minutos. Lucerys, en cambio, estaba demasiado ansioso y su nerviosismo empezaba a ser contagioso.

    Vamos a Pozo Dragón… —dijo, creyendo que eso era más que suficiente. No tenía que explicarse, Lucerys estaba cansado y exhausto, pero eso no lo había vuelto automáticamente estúpido. Tenían que irse de la ciudad e irse a caballo parecía ridículo cuando disponían de dragones para hacerlo. Lo único que podía impedirles la salida era si su abuelo mandaba soldados para impedirles la entrada. Por eso tenían que ir rápido.

    Sin embargo, Lucerys tropezó. Fue un gesto rápido, pero Aemond consiguió sostenerlo con fuerza para impedir una caída y que llamaran todavía más la atención. Por un instante, se miraron a la cara. Lucerys tenía el rostro brillante por el sudor y la mirada vidriosa. Cuando Aemond le miró los pies, uno de ellos estaba sangrando de verdad. Su sobrino no estaba exagerando ni mintiendo, realmente debía dolerle cada paso que daba.

    Pero Aemond no podía permitirse ser piadoso en este momento, si no apresuraban el paso nada de esto tendría sentido.

    Tenemos todavía que pasar tres calles antes de llegar… —susurró con voz grave. Cuando tomó a Lucerys de la mejilla para encontrar sus miradas, su sobrino ni siquiera puso resistencia a su gesto brusco y apremiante—. ¿Puedes caminar? Puedo buscar alternativas, pero realmente sería más fácil si pudieras caminar. Si mi abuelo o madre llevan soldados a impedirnos la entrada a Pozo Dragón, tu destino está sellado.

    Aemond se sorprendió a sí mismo al escucharse hablar. Era un tono condescendiente que nunca había usado para dirigirse a su sobrino antes. Pero no le estaba mintiendo, Lucerys era más pequeño que él y estaba en mal estado, por supuesto que podría cargar con él a cuestas sin tantos problemas. Pero eso reduciría su agilidad y necesitaban ser rápidos.










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    Mar Jul 18, 2023 5:41 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Lucerys

    Pozo Dragón.

    Tenía todo el sentido del mundo. Si iban tras él, la única forma de salir de ahí era a lomos de un dragón. Era una gran idea, pero en ese momento le parecía demasiado lejos. No podía seguir así. Intentó apresurar el paso, pero el dolor lo traspasó y tropezó.

    De alguna forma ya no le sorprendía que Aemond evitara su caída. Se aferró a él y lo miró a los ojos sin molestarse en ocultar su angustia. Notó la mirada de Aemond desviarse a su pie, donde tendría que haber notado la sangre.

    No estaba acostumbrado a la expresión ni al tono que su tío le estaba dirigiendo. Realmente iban a hacer esto. De verdad iban a huir juntos de Desembarco del rey para salvar su vida.

    Asintió, cerró los ojos mientras se aferraba de su brazo y levantó el pie. Sintió el dolor en su costado en ese momento pero tenía que hacerlo. La única forma en que podría seguir avanzado era si dejaba de clavarse lo que tenía en el pie. Frunció el ceño cuando tiró de lo que tenía clavado en el pie, parecía un trozo de metal.

    Puedo intentarlo sin esto—dijo, conteniendo un sollozo de dolor. dejando caer el trozo ensangrentado a un lado.

    Miró a Aemond a los ojos y asintió, para después hacerle señas de seguir adelante. Aguantó apenas una calle más antes de que tuviera que guindarse del brazo de su tío con torpeza, porque era muy consciente de que no podía tirar de su capucha pero entre el dolor del pie y el de su costado apenas podía seguir.

    Los iban a alcanzar y no iba a poder salir de allí, pero si su tío cargaba con él llamarían demasiado la atención.

    Ya casi estamos ahí, ¿verdad?—dijo para darse ánimos, aunque la voz le salió entrecortada.

    Sentía que estaba sudando, y temblaba un poco, inestable. La cabeza le daba vueltas, pero tenía que lograrlo. Tenía que salir de ahí con vida. Ambos, tenían que salir, porque dudaba que Aemond la pasara bien con su abuelo después de esto.

    No sabía dónde irían pero si quería vivir, tenía que irse con él.De cualquier manera.





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    Mar Jul 18, 2023 6:05 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Aemond
    Aemond tenía que reconocer que Lucerys estaba haciendo un esfuerzo por lo crítica de la situación. Cuando se sacó lo que tenía incrustado en el pie, Aemond no pudo decir si era un trozo de metal o de vidrio, porque la sangre lo cubría prácticamente todo. Estaba seguro que apenas estuvieran a salvo tendría que verle ese pie. Si el estúpido de Lucerys se moría por una infección, nada de esto habría valido la pena. Estuvo a punto de decírselo, pero el tiempo apremiaba y apresuró el paso todo lo que pudo.

    Estaban a sólo una calle de distancia cuando Lucerys volvió a tropezar, esta vez se aferró a su brazo. Aemond estaba seguro de haberlo escuchado gemir de dolor varias veces, pero no detuvo el paso. Estaban demasiado cerca y ya no podía irse con minucias, luego se encargaría de ver cuál era el estado real de Lucerys. Pero lo más apremiante era salir de allí cuanto antes. Una vez estuviera en el lomo de Vhagar, sería invencible. No había ningún otro dragón que pudiera hacerle sombra y el inútil de Aegon jamás se atrevería a perseguirlo en Fuegosol, primero porque era un cobarde y segundo porque no podría con Vhagar ni con esfuerzo.  

    Sólo un poco más… —Aemond calculó un poco más su victoria porque justo a un par de pasos de alcanzar la entrada de Pozo Dragón, la capucha dejó al descubierto su rostro. Aemond chasqueó la lengua con fastidio porque se dio cuenta de la reacción de los guardias, quienes estaban a unos cuantos metros de él. Escuchó que lo llamaban, pero tan sólo tiró con fuerza a Lucerys, para abrirse paso en medio.

    ¡Su alteza! ¿Qué está haciendo? ¿Quién es…? ¿Acaso no es…? —Aemond le dio un empujón fuerte al primer soldado que se atravesó en su camino. Le parecía que Lucerys estaba a punto de desmayarse, pero faltaba tan poco que estaba dispuesto a arrastrarlo hasta que llegaran al lomo de su dragón.

    Hablen menos y preparen a Vhagar… —sentenció con fuerza, mientras trataba de tener control de la situación. Hasta ahora, ninguno se había atrevido a contradecirlo, así que quizás no todo estaba perdido: de seguro su abuelo todavía no había considerado esta vía de escape. Quizás, con un poco de suerte, ni siquiera habían llegado noticias de que buscaban a Lucerys por toda la Fortaleza Roja—. ¿Qué no me oyen? ¡Preparen a Vhagar!

    Aemond se sintió triunfal cuando los soldados obedecieron sus órdenes y él tomó a Lucerys por la cintura, examinándole por fin la herida del costado. Estaba sangrando. No era un corte profundo pero se había abierto ya por segunda vez y no tenía idea de cuánta sangre habría perdido su sobrino, sin contar con el corte que se había hecho en el pie que también parecía muy doloroso. Lo empujó con suavidad, acercándolo más hacia la cámara donde reposaba Vhagar. Cuando le tomó del rostro, comprobó que, al menos, Lucerys seguía consciente.

    Escúchame, ya casi nos vamos, así que… —Aemond no pudo recitar sus advertencias porque un chillido lo interrumpió. Estaba tan confuso que tardó un instante en darse cuenta de que aquel sonido infernal no era más que los gritos de Arrax, quien estaba encadenado en otro extremo de la cámara y probablemente había reconocido a Lucerys.

    Mierda. Este escenario, ahora tan obvio a sus ojos, no lo había considerado.










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    Jue Jul 20, 2023 6:06 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Lucerys

    Arrax.

    Ni el dolor en el pie ni en su costado le impidieron ir a toda prisa hacia su dragón cuando lo escuchó. Su impulso, sin embargo, no estaba acorde con su fuerza. Trastabilló, el dolor del pie lacerándolo, y cayó antes de alcanzar a su dragón. Al levantar la vista, sin embargo, se encontró con que no había forma de que llegara hasta él.

    Arrax estaba encadenado. Largos eslabones de un poderoso metal, gruesos y pesados, llevaban los grilletes de sus patas y cuello hasta la pared. Además, habían instalado rejas a su alrededor que impedían aproximarse. Su dragón llamaba por él mientras peleaba contra las cadenas que lo sostenían, podía escuchar el llanto en sus rugidos.

    Lucerys se giró a buscar a Aemond con la mirada, quien parecía impaciente y no había dado ningún paso hacia Arrax. Ninguna indicación. De repente comprendió que nunca había estado en sus planes llevar a su dragón. Por supuesto. Lucerys a lomos de su dragón no seguiría siendo un prisionero. No tendría por qué irse con él.

    Pero si lo dejaban en Pozo Dragón...

    No puedo dejarlo aquí—dijo, sintiendo cómo le temblaba el labio inferior.

    Se giró de nuevo hacia Arrax y se incorporó, corriendo renco hacia las verjas, pero cuando las estrechó entre sus manos notó lo pesadas y duras que eran, no podía atravesarlas, ni Arrax quemarlas.

    ¡Si lo dejamos aquí lo matarán!—exclamó, sintiendo que se le partía el corazón en dos.

    Aemond no iba a liberar a Arrax, lo sabía, pero la idea de dejar a su dragón allí a morir era más de lo que podía soportar. Se dejó caer tomado de las verjas, llorando entre el dolor de sus heridas y la idea de perder a su dragón para siempre. De abandonarlo ahí.

    No podía hacerlo.






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    Jue Jul 20, 2023 7:15 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Aemond
    Si de por sí ya estaban llamando la atención por los alaridos que estaba pegando Arrax, el llanto de Lucerys lo hacía todo aún peor. Aemond tenía que acercarlos a la cámara de Vaghar, quería salir de allí a toda prisa. Sin embargo, el llanto desesperado de Lucerys lo detuvo un instante, tragándose el impulso que tenía de arrastrarlo de allí. O de abofetearlo para que comprendiera la gravedad de la situación.

    La verdad era que Aemond sabía que el llanto de Lucerys era genuino. Si se ponía en su lugar, él también estaría desesperado de saber que tenía que dejar su dragón atrás. Pero, incluso si Aemond tenía las intenciones de apiadarse de él, era imposible. Sin duda Vhagar podría fundir los barrotes que encarcelaban a Arrax, pero éste todavía estaba encadenado y no tenían cómo desatarlo a toda prisa.

    Tenían que dejarlo. Sin importar las lágrimas de Lucerys, era la única opción.

    No voy a enumerarte todas las razones por las que tenemos que irnos ahora mismo, Lucerys —Aemond se inclinó hacia él, tomándolo por los hombros para hacerlo levantar del piso. Lucerys seguía llorando, pero no siquiera puso resistencia. Estaba débil, también tenían que huir de allí antes de que Lucerys se desmayara. De nada servía llegar a Harrenhal con un cadáver—. Vámonos.

    Antes de que Lucerys pudiera decir algo, tiró de él, alejándolo del dragón. Lo cual fue todavía peor, porque Arrax empezó a forcejear, haciendo un escándalo. Los soldados que estaban en Pozo Dragón empezaban a intercambiar miradas que Aemond no quería detenerse a interpretar. Se sintió aliviado cuando, por fin, el piso empezó a retumbar, anunciando la presencia de Vhagar. Aemond nunca había estado más feliz de verlo, incluso si Lucerys seguía llorando y tratando de alcanzar a Arrax. Esta vez sí tiró de él con fuerza y le golpeó en la mejilla, sosteniéndole el rostro con una mano para mirarlo a los ojos.

    No puedes liberarlo y tampoco podemos quedarnos aquí —anunció, para luego fijarse qué tan alto estaba el lomo de Vhagar. Para Aemond no era problema subirse en un instante, pero Lucerys estaba en muy mal estado—. Sigue llorando si quieres, no cambiará las cosas.

    Cuando lo alzó en brazos, escuchó el ruido de gritos y del ejército de su abuelo. Incluso a pesar del escándalo de Arrax, el sonido era inequívoco y los miró asomarse en la entrada de Pozo Dragón justo cuando subió con Lucerys al lomo de Vhagar. Aemond sonrió, eufórico, sabiendo que, sin importar cuántos soldados llegaran, ya era tarde.

    Nadie lo podría detener.










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    Jue Jul 20, 2023 7:37 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Lucerys

    No tenía fuerza para resistirse. No fuerza, ni energía, era un muñeco de trapo en manos de Aemond, quien lo fue alejando cada vez más de Arrax mientras que los gritos de su dragón le laceraban el corazón. No podía dejarlo ahí pero era totalmente incapaz de rescatarlo. Sus intentos de resistencia eran tan débiles que Aemond no debía ni notarlos.

    Lo van a matar...—repitió débilmente, porque sabía que su tío no admitiría ningún argumento.

    Además, sabía que tenía razón. No tenían forma de liberar a Arrax, y si se quedaban ahí iban a matarlo. No podía saber qué le iba a pasar a Aemond pero tampoco sería nada bueno.

    Cuando se dio cuenta estaban junto a Vhagar. Aquel dragón viejo y gigante que había causado la discusión en la que su tío terminó perdiendo el ojo por su mano. Al final iba a huir en aquel dragón mientras dejaba el suyo a merced de los Verdes. Sintió la facilidad con la que su tío lo alzó para subirlo a lomos de su dragón. Se sentía ligero y abandonado de su voluntad por completo, pero hundido en la miseria de lo que estaba sucediendo.

    No habían terminado de subir cuando escuchó llegar a los soldados, con un estrépito que se mezclaba con las súplicas de Arrax de que no lo dejara atrás. No podía ver esto.

    Sollozando enterró el rostro en el cuello de Aemond, aferrándose con fuerza a él. Sintió a Vhagar vibrar y rugir, era tan poderoso que resultaba amenazante. Sintió el brazo de su tío estrecharlo por la cintura, al tiempo que lo acomodaba sobre su regazo. Lucerys supo entonces que no había vuelta atrás.

    Se estaba preparando para despegar.

    Con un rugido estrepitoso, Vhagar golpeó el suelo para elevarse en un vuelo vertiginoso hacia los cielos. El sonido de los soldados en el Pozo se vio aislado por el rugir del viento en sus oídos que no lo dejaba escuchar nada más.

    Pero los gritos de Arrax los seguiría oyendo en su cabeza por el resto de su vida, porque temía que sería lo único que le quedaría de él después de ese día. No lo volvería a ver con vida. Con ese amargo pensamiento continuó llorando contra el pecho de Aemond, aunque sintió que perdía fuerzas para sostenerse y poco a poco, se sumió en un profundo sopor, perdiendo el conocimiento.






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    Vie Jul 21, 2023 5:55 am
    IV. Cambio de planes
    Desembarco del Rey
    Mañana
    Aemond
    Como tenían que pasar por encima de los soldados, la salida de Pozo Dragón fue más accidentada de lo que pensó originalmente. Aemond tuvo que sostener a Lucerys con fuerza cuando Vhagar batió las alas y se abrió paso en medio de los soldados, tanto como los que estaban en Pozo Dragón como los que habían venido en nombre de su abuelo. Le pareció que se derrumbaron un par de columnas, pero nada grave.

    Vhagar sobrevoló por las calles de Desembarco del Rey ante los gritos de todos los presentes. Aemond echó un último vistazo a la Fortaleza Roja antes de pedirle a Vhagar que alzara el vuelo lo más alto posible. No quería que el ejército se le ocurriera intentar derribarlos. Quería creer que su madre no permitiría semejante cosa, pero Aemond no estaba seguro qué tan enfadado estaría su abuelo. O si Aegon hubiera hecho tal berrinche que su madre ya lo hubiera declarado un enemigo jurado de la nueva corona.

    Aemond, mientras el viento le acariciaba la mejilla, se sentía invencible. Respiró aire puro cuando Vhagar arañó las nubes con sus alas, alejándolos a ambos del peligro. A los tres.

    ¿Lucerys…? —le parecía que su sobrino había dejado de llorar hacía varios minutos. Aemond se alarmó un instante cuando se dio cuenta de que estaba inconsciente, recostado sobre él. Lo primero que hizo fue verificar que, efectivamente, seguía respirando. Era una respiración entrecortada y algo débil, pero estaba vivo.

    Mientras lo acomodaba mejor, Aemond comprobó que su piel era febril al tacto y que, además de lágrimas, estaba sudando a cántaros. Así dormido, Lucerys lucía tan vulnerable como minutos antes, cuando estaba desconsolado por el destino que le deparaba a Arrax. Aemond no podía decir que se hubiera arrepentido de su decisión, hicieron lo correcto, pero podía entender lo que Lucerys había sentido en ese momento. Ningún Targaryen quería separarse de su dragón, era un vínculo que sólo otro Targaryen podía entender a la perfección.

    Aemond suspiró, mientras recostaba mejor a Lucerys sobre su regazo, cuidando que éste no fuera a caerse en pleno vuelo. Guardó el rostro de Lucerys contra su pecho y se sintió eufórico pues, a pesar de todo, se había salido con la suya. Lucerys sería su prisionero a partir de ahora. Solo suyo. No iba a estar a merced de los planes absurdos de Otto Hightower y Aemond, por fin, podría germinar su venganza poco a poco.

    Sin embargo, mientras sentía la acompasada respiración de Lucerys contra su pecho, Aemond sintió un cosquilleo recorrerle el cuerpo. En otro momento de su vida, habría estado tentado a soltar su cuerpo, deshacerse de él para no tener que verlo nunca más. Pero ahora, mientras estaba entre sus brazos, herido y humillado, luego de haber llorando desconsolado por su dragón, Aemond sabía que no iba a soltarlo.

    Lo llevaría a Harrenhal y, entonces, pensaría con detenimiento qué iba a hacer con él.










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    Dom Jul 23, 2023 5:17 am
    V. Un nuevo destino
    Harrendal
    Noche
    Lucerys

    Cuando Lucerys despertó se dio cuenta de que no sabía dónde estaba. Había un extraño olor en el ambiente, una mezcla de polvo y ceniza. Estaba acostado en una cama desconocida, y recordó la sensación de miedo que lo había atenazado mientras huía con Aemond. Intentó hacer memoria, al tiempo que se incorporaba para ver a su alrededor. Lanzó un gemido de dolor cuando sintió la punzada en el costado. Era cierto. Estaba herido.

    Apartó las mantas que lo cubrían y se levantó la camisa. Seguía siendo la camisa demasiado grande de Aemond. Todavía olía a él. ¿O sería por que había estado muy cerca de su tío? Frunció el ceño, viendo que los vendajes estaban húmedos de nuevo. Le dolía. Intento acomodarse mejor, pero al mover la pierna descubrió algo más.

    También le dolía el pie. Entonces recordó su carrera hasta Pozo Dragón... y fue entonces que recordó a Arrax.

    Inmediatamente se le llenaron los ojos de lágrimas. Le dolía la garganta, probablemente porque había gritado al tener que separarse de él. Su dragón. Abandonado, apresado en Desembarco del Rey. Lo matarían, estaba seguro de eso. Nunca se lo perdonaría.

    Aemond lo había subido al lomo de Vhagar y lo había sacado de Desembarco del Rey mientras llegaban los soldados del palacio. Si se hubiera quedado un minuto más abajo del dragón lo habrían matado. Lo sabía.

    No estaría ahora en un lugar desconocido, como el jinete de un dragón muerto.

    Contuvo el sollozo ante la idea. Estaba harto de ser este despojo patético, pero no podía evitarlo. Ya no era el segundo hijo de la heredera, la princesa Rhaenyra. Era un Targaryen prisionero que se había quedado sin dragón.

    Se limpió los ojos con las manos.

    Tenía que saber dónde estaba. Aemond no lo iba a dejar matar por otros, pero tampoco lo dejaría ir. ¿Dónde estaban? La habitación tenía paredes redondeadas, lo que le hacía pensar que era una torre. ¿A qué lugar con torres podría haberlo llevado Aemond?

    Porque su tío tenía que estar por ahí, ¿cierto? No lo dejaría solo. No haría eso.

    ¿Aemond?—llamó suavemente.

    No sabía qué lo inquietaba pero no se animó a alzar la voz.






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    Mar Jul 25, 2023 4:19 am
    V. Un nuevo destino
    Harrenhal
    Mañana
    Aemond
    Aemond había causado un enorme revuelo cuando llegó a Harrenhal al lomo de Vhagar. Tal y como imaginó, nadie pudo perseguirlos. Pero no dudaba que en este momento su abuelo estuviera maldiciéndolo, mientras su madre se lamentaba haber sido tan blanda con él. Aemond tenía un margen para moverse mientras no se supiera de su paradero. Los soldados que estaban asentados en Harrenhal le eran fieles, pero su familia movería influencias pronto, así que debía actuar rápido.

    Lucerys no despertó en ningún momento del viaje, así que pidió que lo trasladaran a la Torre de la Viuda. No reveló directamente su identidad, pero estaba seguro que los soldados más avispados no tendrían más que atar cabos. Era cuestión de tiempo pero, de momento, Lucerys necesitaba que alguien lo atendiera. Seguía ardiendo en fiebre, así que Aemond mandó traer a una curandera para que examinarlo. Lucerys tenía mejor aspecto pero cuando salió de los aposentos al despuntar el alba, todavía seguía inconsciente.

    Aemond estuvo con su puñado de soldados más fieles hasta la media mañana, organizando la guardia del castillo y asegurándose de que montaran buena vigilancia, quería saber si las fuerzas de su abuelo de acercaban. Sabía que en este momento la prioridad era buscar alianzas para impedir que Rhaenyra se hiciera con el poder, así que Aemond todavía tenía tiempo.

    Lo que pasaba, era que empezaba a preguntarse seriamente tiempo para qué.

    Cuando volvió a los aposentos, Lucerys estaba despierto. Todavía tenía aspecto febril, lucía pálido, pero tenía los ojos abiertos y es era suficiente por el momento. Cuando sus miradas se encontraron, Aemond se dio cuenta de que en verdad estuvo a punto de desfallecer en el viaje. Aquel cosquilleo en el pecho, no podía ser otra cosa más que alivio.

    Estuviste inconsciente desde ayer. No te muevas ni hagas nada estúpido… —exclamó, mientras se acercaba a examinarlo. Aemond le tocó la frente, ya no estaba ardiendo en fiebre, pero seguía sudando y estaba pálido. Quizás tendría que pedirle a algún sirviente que le hiciera algo de comer, no tenían un desfile de servidumbre como en la Fortaleza Roja, pero Aemond era recursivo y podría arreglárselas con algo de ingenio—. Recuéstate, no estás en condiciones de moverte todavía.

    Esperaba que Lucerys le hiciera caso, era muy pronto para que empezaran a discutir. Además, prefería concentrarse en eso ahora y desviar la conversación, a que su sobrino lo acosara con preguntas estúpidas. Preguntas que no podía responder por el momento.










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    Jue Jul 27, 2023 5:57 am
    V. Un nuevo destino
    Harrendal
    Noche
    Lucerys

    Se sintió de repente inhibido frente a Aemond. Su tío lo había visto más vulnerable que nunca, y ahora lo tenía a su merced en un destino desconocido. Había perdido su libertad, su dragón y su dignidad.

    Se encogió sobre sí mismo en la cama, aunque el costado le dolió y el pie también. Hizo un gesto de incomodidad que intentó disimular mientras miraba a su tío con precaución.

    No se intentó retirar cuando Aemond le tomó la temperatura con el reverso de la mano. Sintió sus manos frías, lo que le causó un escalofrío.

    Dudó si hacer caso en lo de recostarse. Sentía que entre más tiempo pasara recostado peor se sentiría, así que por ahora no hizo caso al respecto. Sentía la cabeza grande y atontada. Necesita respuestas que le aclararan la mente.

    Miró a su alrededor, apreciando todavía más los detalles lúgubres de la habitación. Seguro que hacía mucho tiempo nadie la usaba.

    ¿Dónde estamos?—preguntó, con la voz cargada de dudas.

    Suponía que nadie los había alcanzado en su persecución, porque Aemond parecía tranquilo y en control. Así que debían haber escapado con éxito. Relativo éxito.

    ¿Estamos a salvo?—añadió.

    No sabía por qué lo dudaba. Aemond había demostrado que no pararía hasta que no hubiera nadie más decidiendo sobre él. Lo quería como prisionero en exclusiva.

    E indefenso. Porque sin Arrax ni su familia, Lucerys no tenía nada en el mundo. Se sintió más débil de solo pensarlo, y se inclinó hacia adelante. Instintivamente extendió una mano hacia Aemond y se sujetó de él.





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    Lun Jul 31, 2023 1:40 am
    V. Un nuevo destino
    Harrenhal
    Mañana
    Aemond
    Lucerys todavía se veía muy pálido y aunque ya no estaba ardiendo en fiebre ahora, eso no quería decir que podría volver a enfermar de pronto. Aemond sabía que necesitaba cuidados, pero claramente no había pensado demasiado en las implicaciones de tenerlo secuestrado en Harrenhal en estas condiciones. Cuando se subió al lomo de Vhagar, tan sólo estaba pensando en la manera más rápida de alejarse de allí, pero ahora tenía que procesar la nueva rutina en la que ambos estaban envueltos.

    Sacar a Lucerys de Desembarco del Rey había sido una tarea fácil en comparación a lo que venía ahora. Aemond tenía que ser lo bastante astuto para que sobreviviera. Y para que a él no lo alcanzara la ira de su abuelo. Eran demasiadas cosas en qué pensar y el roce de Lucerys, lloroso y asustadizo, no lo estaba ayudando a pensar con claridad.

    Estás en Harrenhal —dijo por fin, pues no tenía caso seguir atormentándolo. Iba a tener que decírselo de todas formas—. Estás a salvo, por el momento. Estoy haciendo lo posible para que las noticias de mi paradero no lleguen tan rápido a Desembarco del Rey.

    La mano de Lucerys todavía estaba aferrada a él y Aemond resopló con fastidio, mientras lo sostenía con firmeza y se sentaba al borde de la cama. Acomodó a Lucerys sobre la única almohada decente que había encontrado en la torre y lo obligó a recostarse. El golpe en su costado todavía estaba reciente y tendrían que cambiarle esos vendajes pronto. Aemond lo veía tan alterado que no sabía qué tan conveniente era llenarlo de información.

    Sin pensarlo mucho, volvió a pasarle la mano por la frente, quitándole el exceso de sudor. Lucerys ni siquiera hizo ademán de alejarlo y Aemond se dio cuenta que estaba convencido de que, al despertar, su sobrino estaría dispuesto a huir de allí, o a vociferar hasta que Aemond volviera a encerrarlo en un calabozo al perder la paciencia. En lugar de eso, tenía la impresión de que Lucerys se echaría a llorar en cualquier momento. Instintivamente, pensó que se trataba de Arrax, Aemond no calculó aquel encuentro tan fatídico cuando llegaron a Pozo Dragón. Estaba enfadado consigo mismo por no haberlo considerado, pero estaba demasiado preocupado pensando cómo iban a escapar.

    Se humedeció los labios, pensando si había algo que pudiera decir al respecto. Pero comprendió que era inútil, Aemond estaría de igual forma de estar en si situación: no habría consuelo posible.

    Se comenta que tu madre está muy ocupada buscando alianzas con los grandes señores que todavía no se han arrodillado ante Aegon… —Aemond, en el fondo, sólo podía reprocharles a los grandes señores por no seguir las leyes antiguas que indicaban que el primogénito varón debía ser el heredero, no porque creyesen que Aegon iba a ser un buen rey. ¿Quién lo creería en su sano juicio? Quizás, si él estuviera en la posición de Rhaenyra, ya habría descabezado a Aegon desde mucho antes—. No hay forma de que sepa que estás aquí conmigo. Espero que entiendas lo que eso quiere decir. Mientras te recuperes no quiero que intentes ninguna tontería.

    Aemond lo miró a los ojos, aunque estaba seguro que Lucerys comprendía bien la posición en la que estaba. Si ahora Aemond quería reclamar, por fin, justicia por lo que Lucerys había hecho, no había nada que él pudiera hacer al respecto.










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    Mar Ago 01, 2023 7:55 am
    V. Un nuevo destino
    Harrendal
    Noche
    Lucerys

    Lucerys se dejó cuidar por Aemond. Sabía que tenía que estar asustado, pero nadie más estaba allí para acomodar sus almohadas y limpiar su frente. Era algo que no había esperado de él y le conmovió más de lo que esperaba, aunque sabía bien que estaba sensible por Arrax y todo lo ocurrido. Cerró los ojos cuando sintió el contacto de su mano en la frente de nuevo, e inspiró profundo, intentando controlarse.

    Sabía que la venganza de Aemond seguía pendiendo sobre su cabeza, lista para caer sobre él en cualquier momento, pero esta toda la seguridad que podía tener y la iba a tomar a manos llenas.

    Así que estaban en Harrendal. Parecía un movimiento astuto haber huido a ese destino, pero no sabía cuánto tiempo quedaría en secreto. Además de que sabía que era un objetivo ya probado para otras personas. Ahora entendía las señas del fuego en las paredes. Ya este lugar había sido incendiado una vez.

    Se preguntó cuánto lo había elegido Aemond por estrategia y cuánto por meterse con él diciéndole Strong, pero poco importaba mientras les sirviera de refugio. Esperaba que su tío lograra esconder su paradero bastante tiempo. Estaba agotado, no se podía imaginar huyendo pronto de nuevo.

    Las noticias sobre su madre buscando aliados no le sorprendía. Era la estrategia a seguir con la usurpación de los Verdes, pero no iba a decirle eso a Aemond. Desvió la mirada, entendiendo lo que quería decir.

    Sé que eres todo lo que tengo ahora, tío, puedes estar seguro de eso—dijo con amargura. Ni siquiera tenía a Arrax ya. —No intentaré nada.

    Aunque hubiera querido, no podría. Estaba débil. Se removió inquieto por las punzadas que le daba su costado, así como su pie. Temía estar en peor estado de lo que había pensado. Instintivamente metió una mano por debajo de su ropa para intentar sentir los vendajes de su costado y los encontró húmedos.

    De ahí debía venir la fiebre.

    No estoy bien—confesó con un hilo de voz, y dejó caer la cabeza en la almohada.

    Quería llorar. Extrañaba a su madre. Anhelaba que quisiera venir ella misma a rescatarlo en Syrax, aunque tuviera que confesarle cómo había perdido a Arrax. Aemond siempre había querido cobrarse el ojo que le había quitado, y en su lugar, Lucerys había perdido un dragón. Hubiera pagado con justo un ojo por tener a Arrax todavía y no ser un despojo prisionero de su tío.

    Tal vez debía hacerse el fuerte, pero era claro que no le servía de nada. Su tío veía a través de él y debía saber lo débil que estaba. Igual después de perder a Arrax en cierta forma parecía lo correcto sentirse morir. Tal vez no debía vivir sin él.






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    Lun Ago 07, 2023 4:59 am
    V. Un nuevo destino
    Harrenhal
    Mañana
    Aemond
    Aemond estaba preparado para refutarle a Lucerys cualquier cosa que dijera. Tenía respuestas para cualquier queja que se le ocurriera porque su situación, aunque había mejorado, seguía siento tensa, para ambos. Sin embargo, el tono de voz de Lucerys despedía tanta resignación que Aemond se quedó pasmado.

    La sensación de incomodidad que le recorrió todo el cuerpo no era usual para él. Se quedó mirando a Lucerys, quien tenía el rostro desencajado por la tristeza. Aemond frunció el ceño, pues estaba molesto porque no se suponía que este era el escenario que quería. No se había arriesgado tanto por el estúpido de Lucerys para que éste llorara como un niño. Estuvo a punto de decírselo, pero volvió a ver el sudor que le caía de la frente y recordó que, aunque no quisiera reconocerlo, su sobrino estaba enfermo.

    Era cierto lo que Lucerys estaba diciendo. No estaba bien. Aemond tampoco lo rescató de una muerte segura, frente a una multitud enardecida en Desembarco del Rey, como le habría gustado a su abuelo, para que una fiebre se lo arrebatara.

    Mientras estuviste inconsciente llamé a una curandera para que cuidara de ti —confesó de pronto, sin saber si eso lo dejaría tranquilo. Si acaso Lucerys se contentaría con saber que, a pesar de que pudo matarlo, hacer cualquier cosa con él, había velado por su salud. Aemond se enfadó consigo mismo, pues eso lo hacía parecer un blando—. No quería hacer un escándalo de esto, mientras menos gente tenga acceso a ti, será mas sencillo. Pero creo que tu enfermedad no nos está dejando opción.

    Aemond chasqueó la lengua y acomodó a Lucerys en la cama, mientras volvía a limpiarle el sudor de la frente. Le parecía que estaba subiéndole la temperatura. Aemond no mentía al decir que no tenía demasiadas opciones. Él era un soldado, un estratega, un príncipe, no tenía la más mínima idea de cómo tratar a un enfermo.

    Lucerys… —le llamó despacio, haciendo que sus miradas se encontraran—. Te pondré a su cuidado, ¿entiendes? No cruzamos todo Desembarco del Rey para que te dejes morir por una fiebre.










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    Jue Ago 17, 2023 6:15 am
    V. Un nuevo destino
    Harrendal
    Noche
    Lucerys

    Su tío tenía razón: una fiebre estaba acabando con él.

    Dejó que su tío lo acomodara. Sus manos grandes y fuertes lo acomodaron a su antojo, y sintió alivio cuando le limpió el sudor de la frente. Aemond estaba fresco, y tenía un olor agradable, a cuero y fuego. A soldado. Lucerys nunca sería un soldado tan imponente como él. Era un marinero, o debía serlo, tampoco estaba seguro de si iba a dar la talla en eso pero había hecho su mejor esfuerzo.

    Le sorprendió sinceramente que su tío hubiera buscado una curandera para él, pero suponía que en efecto no había pasado por tantas molestias para rescatarlo para dejarlo morir ahí. Atrapó su mano cuando fue a alejarse de su frente, y la sostuvo sin saber bien por qué. Le daba seguridad.

    Perdí mi dragón... Es como si una parte mía se hubiera muerto ya—musitó.

    La tristeza lo embargaba por completo de solo pensar en Arrax y cómo lohabía dejado atrás. No se lo perdonaría en la vida aunque supiera que no había podido hacer otra cosa.

    Sin embargo, no estaba en su instinto dejarse morir tampoco. Frunció el ceño mientras intentaba acomodarse mejor. Estaba sudando, podía sentir el sudor cubriendo su piel.

    No te preocupes, tío. No dejaré que una fiebre me mate—le aseguró con más convicción de la que sentía. —No vinimos tan lejos para que me muera.

    Se forzó a sonreír ligeramente. Sentía la cabeza cada vez más ligera y nublada. Debía ser la fiebre.

    Estrechó con más fuerza la mano de Aemond.

    No me dejes solo—le pidió con un susurro, temiendo de repente que dejarlo en manos de la curandera significaba que se marcharía.

    Lucerys temía que en ausencia de Aemond cualquiera pudiera terminar con él, porque no se sentía nada bien para defenderse a sí mismo.






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    Lun Ago 28, 2023 12:09 am
    V. Un nuevo destino
    Harrenhal
    Mañana
    Aemond
    Aemond resopló cuando escuchó a Lucerys decir que no iba a permitir que la fiebre lo matara. La verdad era que resultaba una afirmación muy noble, pero no parecía que fuera dispuesto a cumplirlo. Lucerys estaba febril, continuaba sudando y estaba tan pálido como cuando se habían fugado de Desembarco del Rey.

    Sin embargo, aunque no estaba dispuesto a admitirlo, sí que lo conmovió su confesión sobre Arrax. Aemond no pensaba consolarlo, ni tampoco hacerle ridículas promesas de que todo iba a estar bien. La verdad era que, aunque no tuvieran noticias por el momento, lo más lógico era pensar que Arrax ya estaría muerto. Era un dragón joven y no sería tan difícil someterlo si su intención era abatirlo. Además, no le cabía la menor duda que Aegon disfrutaría acabando con un dragón acorralado, tan sólo como símbolo de que él era el legítimo rey.

    Lucerys estaba desolado sabiendo lo que probablemente ya había ocurrido y no había palabras de consuelo que pudieran hacerlo sentir mejor. Así que Aemond no iba a esforzarse por algo que de antemano sabía que no funcionaría.

    Ya no podemos hacer nada por Arrax, así que más vale que te concentres en la parte de morirte. Como bien dijiste, no pasamos por tanto en Desembarco del Rey para que te mueras aquí. Además, piensa que si hace eso sólo le vas a dar el gusto a mi querido abuelo. De seguro que eso no te complace, Lucerys… —Aemond volvió a acomodarlo sobre la cama, antes de que Lucerys volviera a moverse.

    Frunció el ceño cuando lo escuchó decir que, por favor, no lo dejara solo. Había algo en su voz que le escocía el pecho, una parte de Aemond quería apartarse de él y decirle que dejara de decir estupideces. Sin embargo, se quedó allí, inmóvil, sentado al borde de la cama, haciendo lo que Lucerys le pedía.

    Aemond podía escuchar una voz, pequeña y molesta, parecida al tono de su madre, que le decía que Lucerys tan sólo lo estaba manipulando.

    No te portes como un mocoso, te dije que tengo que buscar una curandera para ti… —a pesar de que esas eran todas sus intenciones, Aemond permaneció sentado, mientras le apartaba el sudor de la frente. La piel de Lucerys se sentía tibia al tacto y también húmeda, pegajosa, gracias al sudor—. Necesito que estés bien, tengo planes para ti.










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