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Juno
Phoenix
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Even the strongest among them cannot overcome the power of the Capitol Inspired | Books | THG | OnexOne
Panem, 48 años después de los Días Oscuros. Es la primera vez en una década, que el Distrito Diez consigue hacerse con un Vencedor en los Juegos del Hambre. Trisha se coronó como Vencedora luego de ser la última tributo en pie, quedando con un sinnúmero de secuelas físicas que todavía no han terminado de sanar apropiadamente. Falta cada vez menos para la Gira de la Victoria y todos los ojos de Panem están puestos en el Distrito Diez, su nueva vencedora y en Elliot Thorpe, su Mentor.
Uno de los favoritos del Capitolio, Elliot se robó todas las miradas desde que fue seleccionado como tributo a los dieciséis años, ganándose el favor de los patrocinadores que le permitieron alcanzar la victoria en la arena. Gracias a su personalidad encantadora y su eterna sonrisa, la popularidad de Elliot sigue tan vigente como el primer día. Es solicitado en el Capitolio constantemente, donde siempre está rodeado de personas que desean algo de su atención. Elliot es, a simple vista, el símbolo viviente de toda la gloria a la que puede aspirar un tributo luego de ganar los Juegos del Hambre.
Con la Gira de la Victoria acercándose, el Capitolio parece que está de fiesta constante y Elliot tiene una agenda apretada, que le acerca a rostros conocidos, como Terrence Payne, el reservado y distante Mentor del Distrito Once. Elliot está convencido de que Terrence todavía continúa procesando que Trisha, en un momento álgido de los pasados juegos, acabó con el último tributo que le quedaba. Aunque Elliot se esfuerza en disculparse con sinceridad, le parece que no hay nada que su encanto pueda conseguir: Terrence simplemente prefiere evitarlo.
Encontrarse con lo que parece ser una pared infranqueable sólo consigue Elliot sea más insistente que nunca, gravitando cerca de Terrence, mientras que éste sólo desea que la gira y los juegos terminen lo más pronto posible, pues quiere regresar a su aparente tranquilidad en el Distrito Once.
Pero en Panem, nadie proveniente de los distritos puede obtener realmente lo que desea. La vida de los Mentores sólo reluce en apariencia y tanto Elliot como Terrence todavía no saben que sólo son dos caras de la misma moneda. Los Juegos del Hambre nunca terminan en la Arena, aunque el Capitolio les haga creer que sí.
Elliot Thorpe
Mentor
Distrito 10
26 años
Timothee Chalamet
Juno
Terrence Payne
Mentor
Distrito 11
32 años
Michael B. Jordan
Minerva
Emrys
Uno de los favoritos del Capitolio, Elliot se robó todas las miradas desde que fue seleccionado como tributo a los dieciséis años, ganándose el favor de los patrocinadores que le permitieron alcanzar la victoria en la arena. Gracias a su personalidad encantadora y su eterna sonrisa, la popularidad de Elliot sigue tan vigente como el primer día. Es solicitado en el Capitolio constantemente, donde siempre está rodeado de personas que desean algo de su atención. Elliot es, a simple vista, el símbolo viviente de toda la gloria a la que puede aspirar un tributo luego de ganar los Juegos del Hambre.
Con la Gira de la Victoria acercándose, el Capitolio parece que está de fiesta constante y Elliot tiene una agenda apretada, que le acerca a rostros conocidos, como Terrence Payne, el reservado y distante Mentor del Distrito Once. Elliot está convencido de que Terrence todavía continúa procesando que Trisha, en un momento álgido de los pasados juegos, acabó con el último tributo que le quedaba. Aunque Elliot se esfuerza en disculparse con sinceridad, le parece que no hay nada que su encanto pueda conseguir: Terrence simplemente prefiere evitarlo.
Encontrarse con lo que parece ser una pared infranqueable sólo consigue Elliot sea más insistente que nunca, gravitando cerca de Terrence, mientras que éste sólo desea que la gira y los juegos terminen lo más pronto posible, pues quiere regresar a su aparente tranquilidad en el Distrito Once.
Pero en Panem, nadie proveniente de los distritos puede obtener realmente lo que desea. La vida de los Mentores sólo reluce en apariencia y tanto Elliot como Terrence todavía no saben que sólo son dos caras de la misma moneda. Los Juegos del Hambre nunca terminan en la Arena, aunque el Capitolio les haga creer que sí.
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C A P Í T U L O S
Mentor
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Timothee Chalamet
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<div class="brop"><div class="broth"><titulo>Brother let me be <b>your shelter</b></titulo>
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Le gustaba mucho escuchar a Elliot hablar de los animales. Le daba una calidez en la voz que le hacía sentir lo sincero que era su cariño hacia todos. Podía imaginarlo cuidando de sus cinco gatos, y sí que sus comentarios le hacían pensar que tener de nuevo un perro no sería mala idea, pero no quería compartir responsabilidades con nadie en sus ausencias.
Terrence tenía sus reservas sobre tener lazos con otras personas en el Distrito.
—No me extraña que la familia de Trisha sea buena contigo —comentó—. Es evidente lo mucho que te preocupas por su hija y todo lo que estás haciendo por ella.
Le tenía realmente sorprendido que Elliot estuviera sobrio durante ese día pero era claro que su intención era proteger a Trisha y estar en sus cinco sentidos para ella.
Le conmovía realmente. No sabía si él sabría ser tan buen mentor.
Por otro lado, Elliot tenía razón con su comentario sobre la nevada. No sería bueno para nadie de seguir en ese ritmo la caída de nieve. El frío estaba apretando, incluso allí a pesar de la calefacción se sentía. Se levantó, dirigiéndose a su armario para buscar otro par de cobijas. Uno de los privilegios de los vencedores era tener más abrigo.
Le extendió una de las cobijas a Elliot.
—Toma, cúbrete las piernas, te ayudará a mantener el calor —le dijo—. Temo que tendrás que quedarte un buen rato, si sales así te enfermarás y no queremos eso. Puedes ponerte cómodo.
Se dejó la otra cobija él, aunque se la pasó sobre los hombros antes de regresar hacia el sillón que había estado ocupando hasta ahora.
—Es un buen momento para que sugieras formas de que pasemos el tiempo—propuso, aunque temía lo que Elliot pudiera sugerir.
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Noche
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Recordaba que después de verse arropado y con el chocolate caliente casi terminado, fue inevitable que acabara por vencerlo el sueño. Elliot intentó disculparse, pero Terrence cumplió sus amenazas y no lo dejó salir en medio de la nevada. Ahora Terrence estaba dormido, dándole la espalda, así que Elliot aprovechó para escabullirse fuera de la cama.
La ventaja de que su casa fuera muy parecida a la suya, fue que Elliot pudo ubicarse bastante bien. Cuando se fijó en la ventana de la sala, todo el paisaje estaba nevado, aunque el cielo estaba completamente despejado. Elliot consideró si salir de allí en este momento, pero luego se dio cuenta de que no podría hacerle ese desaire a Terrence luego de que lo acogiera tan bien en su casa. Así que dejó su mochila en una silla que estaba en la cocina y tomó la decisión de hacer algo para demostrar su agradecimiento.
La alacena de Terrence estaba repleta, pero, como le sucedía a él mismo, parecía demasiada comida para una sola persona. Elliot llevaba demasiado tiempo viviendo solo como para no ser un cocinero decente, pero había perdido la cuenta de cuándo fue la última vez que cocinó para alguien. Como Terrence tenía suficientes huevos y jamón para alimentar a una familia completa, Elliot no tuvo reparos en hacerle una buena porción de desayuno. No estuvo seguro por cuanto tiempo estuvo ocupado en la cocina, pero los huevos con jamón y el pan fresco estaban casi al punto cuando escuchó pasos a su espalda.
Elliot, mitad avergonzado, mitad emocionado, le regaló una sonrisa a Terrence. La expresión del otro mentor era indescifrable, pero Elliot tiró de su fuerza de voluntad para no ser pesimista. Terrence no podía enfadarse si tenía un simple gesto de agradecimiento con él. Elliot no podía haberse equivocado esta vez.
—Buenos días, Terry —susurró, mordiéndose los labios con nerviosismo—. Hice… te hice el desayuno. Quería darte las gracias. Espero… espero que no te moleste. ¡Te juro que sabe bien! Bueno, técnicamente no lo he probado, pero cocinar... no se me da tan mal.
Elliot quiso sonar un poco más seguro de sí mismo, pero cuando eras la única persona que probaba tu comida, además de tus mascotas, en realidad sí era complicado saber qué tan bien lo hacías.
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Cuando Terry despertó tardó un momento en procesar lo que había sucedido la noche anterior. Elliot se había quedado en su casa. En su cama. Y finalmente se habían dormido ambos allí. Se movió con dificultad, sintiendo el cuello algo tieso. No había dormido con la comodidad habitual, pero no había querido incomodar a Elliot extendiéndose demasiado en la cama después de insistirle en que no había problema en que se quedara allí.
Tardó un poco más en captar que estaba solo en la cama. ¿Dónde estaba Elliot? ¿Se habría ido al despertar y ver que ya no nevaba? Más le valía no haber salido de la casa si todavía estaba nevando...
Se incorporó, saliendo de debajo de las cobija que les habían dado abrigo aquella noche. Todavía hacía frío, pero era más tolerable. Frunció el ceño, incapaz de ubicar lo que estaba oliendo en un principio. Sin embargo, cuando lo comprendió parpadeó sorprendido y se bajó de la cama.
El olor venía de su cocina.
Elliot estaba ahí, muy concentrado cocinando. Terrence no recordaba lo que era que alguien cocinara para él. Nunca se había despertado para encontrar a alguien en su casa haciéndole el desayuno. Pero allí estaba Elliot, con la cara limpia de maquillaje, con la frescura de quien ha descansado y estaba enfrascado en algo que le gustaba hacer.
Al menos hasta que lo vio y empezó a decirle que esperaba que no se molestara.
¿Tan mala imagen tenía de él?
Arqueó una ceja, mientras se acercaba mirando la comida con expresión evaluadora. Se veía muy bien, la verdad, incluso mejor de lo que olía. Huevos con jamón. Sencillo pero delicioso.
—¿Por qué me enojaría porque alguien me haga el desayuno sin estar en el Capitolio? —preguntó, como si no tuviera sentido. Porque de hecho, no lo tenía—. Se ve muy bien. Me alegra mucho no haberme despertado primero.
Estaba siendo sincero. No solo se había ahorrado cocinar, sino que no se le daba tan bien. No moría de hambre, pero tampoco habría logrado unos platos de aspecto tan delicioso como los que Elliot se tenía entre manos.
Lo miró pensativo.
—Eres una caja de sorpresas—comentó sinceramente.
Nunca habría pensado que el artificial Elliot Thorpe, el novio del Capitolio, le haría el desayuno algún día mientras tenía el aspecto de un joven atractivo y de bajo perfil en su Distrito. Le gustaba en particular como se le veía el cabello suelto y la cara limpia. En Capitolio no tenían idea de la belleza que permanecía oculta bajo capaz de maquillaje y gramos de droga.
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Elliot no se atrevió a sentarse hasta que Terrence hizo lo propio. Deslizó despacio el plato en dirección a Terrence, como si realmente hubiera dudas de que aquel plato estaba destinado para él.
—Buen provecho, Terry… —comentó con una sonrisa. Elliot no recordaba cuándo había sido la última vez que había sonreído tan seguido. Cuando estaba en el Distrito Diez, solía sentirse contento al estar acompañado de sus mascotas, pero era diferente a interactuar con otra persona. Todavía no se sentía muy cómodo con la familia de Trisha, pero con Terry era distinto—. ¿Sorpresas, yo? ¿Por qué? ¿Pensabas que no sabía cocinar? Supongo que… no puedo culparte. En el Capitolio debo parecer un completo inútil.
Se sintió avergonzado cuando dijo aquello, aunque suponía que estaba siendo sincero. En el Capitolio, Elliot se dejaba maquillar y vestir por Meda, permitía que Apolo le dijera qué hacer, dónde dirigirse, y también que le diera pastillas que tomaba siempre que estaba a punto de caer en el abismo. Elliot tamborileó las manos sobre el borde de la mesa con abnegado nerviosismo. Cuando miró a Terrence, tenía las mejillas teñidas de vergüenza.
—Sé lo que piensan de mí, lo que tú piensas de mí. Pero está bien Terry, sólo quiero que disfrutes del desayuno. Quería darte las gracias, no pensaba quedarme toda la noche. Incluso dejaste que durmiera en tu cama… —Elliot creía que era la primera vez que dormía en una cama que no era la suya y amanecía con la ropa puesta, sin un solo rasguño encima. Quiso decírselo a Terrence, pero se le atoraron las palabras en la garganta.
Recordó todo lo que le había dicho anoche, en un arrebato de locura. No había sido la mejor conversación y quizás ahora Terrence tenía una imagen equivocada de él.
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Hasta que escuchó a Elliot se dio cuenta de que había sonado descortés. No había sido su intención lastimar a Elliot o hacerle sentir mal. Se apresuró a acercarse a él, intentando que no lo distrajera la forma en que caía la luz de la mañana sobre su rostro.
—Lo siento, no quise que sonara así —se corrigió—. No pienso que seas un inútil. Pero nunca te imaginé haciendo tareas tan mundanas. Y en especial, no esperaba que me hicieras el desayuno a mí... No era necesario.
Miró de nuevo toda la comida que tenía preparada para él. Terrence tampoco solía desayunar tanto en el Distrito.
—Gracias. Se ve muy bueno, tendrás que ayudarme a comérmelo todo—añadió.
Volvió a dirigir su mirada a Elliot. Más le valía que pensara quedarse a desayunar con él y no marcharse después de hacer todo eso.
—Después de comer te puedo acompañar afuera, y vemos qué nos dejó la nevada—añadió.
Sabía que Elliot tendría que volver con su equipo y la gente del Capitolio, idea que no me agradaba particularmente en ese momento. Tanto porque le desagradaba la gente del Capitolio como porque, por primera vez, no se sentía solo en el Distrito desde que regresó de sus Juegos del Hambre.
No había pensado que eso fuera posible, pero la presencia de Elliot en su casa la había llenado de algo que ahora sabía que iba a extrañar cuando se marchara.
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—Hago todo esto por mí en el distrito, aunque sí es diferente hacer el desayuno para alguien. Hacía mucho que no cocinaba para nadie, aunque solía hacerlo todo el tiempo cuando era pequeño… —dijo Elliot, con una sonrisa cargada de nostalgia. Cuando sus hermanos mayores empezaron a trabajar, era Elliot quien madrugaba para hacer el desayuno al resto de la familia y para que sus hermanos menores estuvieran listos para ir al colegio. Estuvo a punto de decírselo a Terrence, pero ya había hablado demasiado sobre sí mismo anoche—. Pero, como te decía, quería darte las gracias.
Elliot lo miró con nerviosismo cuando Terrence le dejó claro que quería que desayunara con él. juntos. Elliot tuvo el presentimiento de que, si se negaba, Terrence iba a enfadarse, así que tomó asiento frente a él, pero esperó que fuera Terrence quien se sirviera primero. Sólo entonces, Elliot se atrevió a untar un poco de mantequilla al pan que estaba sobre la mesa. Aunque se llevó un trocito de pan a la boca, en realidad estaba más preocupado por ver cómo Terrence empezaba a comer el desayuno.
—Buen provecho, Terry —comentó, mientras jugaba con los huevos y el jamón que se había servido. Cuando miró por la ventana, el cielo seguía despejado. Esa era una buena noticia, pero también significaba que tendría que salir de allí tarde o temprano—. La nevada fue muy fuerte, no sé cómo habrán quedado las vías del tren. ¿Crees que hayan puesto a gente a trabajar toda la noche?
Elliot se sintió estúpido al hacer esa pregunta, pues era obvio que sí. Al Capitolio no le importaría si hubiera muerto gente congelada con tal de que el viaje se retomara hoy mismo. Estar atrasados un día en el calendario de la Gira de la Victoria ya era bastante malo. Al pensar en ello, Elliot se quedó sin apetito, pero se obligó a comer por consideración a Terrence.
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Terrence tenía la sensación de que Elliot estaba algo sombrío aquella mañana. En principio se preguntó si algo le había molestado la noche anterior, o si era que no le agradaba estar ahí con él, pero a la vez tenía la sensación de que no era el caso.
—Pues por mí te podrías quedar con más frecuencia si voy a tener estos desayunos al día siguiente —declaró. Igual no sabía si se tomaría mal sus palabras, por lo que decidió ampliar—. Me alegra haberte dado refugio y que no tuvieras que pasar la noche con la gente del Capitolio.
Estaba siendo sincero. Ya si Elliot no le creía no podía hacer mucho más.
Pensó en su pregunta detenidamente.
—Seguro que pusieron a trabajar gente en la noche, pero no pueden haber limpiado todas las vías, alejándose del Distrito no hay apenas iluminación, tendrán que trabajar en ello ahora en la mañana.
Seguro que alguna gente del Distrito lo vería como algo bueno, que podrían ganar algunas extras con ese trabajo. Esperaba al menos que fuera así.
—Como te digo, podemos ir a ver ahora después—repitió. —A menos que estés harto de mí, entendería si ya quieres regresar con tu Vencedora.
Tal vez eso era lo que le pasaba. Que estaba preocupado.
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Elliot sentía arcadas nada más de pensar que tendría que volver al Capitolio.
—Puedo dejarte la receta del desayuno si tú quieres, Terry —sugirió Elliot con una tenue sonrisa, mientras daba otro bocado. Los huevos y el jamón también estaban bien, aunque se sentía un poco ridículo halagándose a sí mismo—. Aunque no tienen mucha ciencia.
Suspiró apenas cuando volvió a pensar en la gente que seguramente se habría quedado trabajando toda la noche. Elliot había sentido mucho frío y tan sólo salió a la intemperie unos minutos, para llegar de la casa donde estaba hasta la de Terrence. No se imaginaba trabajando largas horas bajo una nevada como esa. Esperaba que todos estuvieran bien, incluso si eso significaba que los problemas de las vías no se hubieran arreglado.
Elliot apretó los labios cuando pensó en que tenía que salir de esa casa. La noche le había parecido eterna, la compañía de Terrence le había hecho tanto bien, que la perspectiva de salir de allí lo llenaba de angustia.
—Sí sería bueno ver cómo amaneció Trisha, pero… —Elliot se mordió el interior de la mejilla, fijando la vista en Terrence—. No quisiera tener que irme. No todavía. La verdad es que… te va a parecer una tontería, pero tu compañía me hizo mucho bien. Esto sí quiere decir que ahora somos amigos, ¿cierto? Porque… hace mucho que no tengo un amigo. Ser un Vencedor parece que trae más desgracias que alegrías, creo que me entiendes. Con Trisha es diferente, ahora… es como si ahora tengo que cuidar de ella cuando ni siquiera puedo mantenerme entero.
Elliot de nuevo se sintió avergonzado, porque estaba diciendo más cosas de las que debería. Se preguntó si esto tenía que ver con lo sobrio que estaba. Quizás ese era el problema, que con las drogas y el alcohol conseguía enmascarar muy bien todo lo roto que se sentía constantemente.
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El ofrecimiento de Elliot de dejarle la receta del desayuno le resultó muy tierno. Obviamente lo que extrañaría era que alguien preparara el desayuno para él porque quería, no porque era su trabajo para mantener marchando el espectáculo de los Juegos del Hambre de los que no saldría nunca.
Pero no llegó a comentar nada al respecto, porque Elliot después le preguntó si eran amigos.
No era la primera vez que sacaba el tema, pero en ese momento lo hacía estando sobrio, en su casa, después de haberle hecho el desayuno y haberse quedado la noche anterior hablando hasta dormirse. Era muy diferente.
Terrence tuvo una sensación de calidez en el pecho al escucharlo, y sin siquiera pensarlo terminó por sonreírle. Una sonrisa de verdad.
—Sí, claro que somos amigos —contestó—. No cualquiera pasa la noche en mi casa. De hecho... nadie lo hace.
Nunca había tenido alguien para llevar ahí, tampoco era como que se hubiera atrevido. Era como poner una diana en la espalda de esa persona. Pero Elliot era tan víctima del Capitolio como él, o más. ¿Qué podía haber de malo en que fueran amigos?
Devolvió su atención al desayuno, aunque no dejó de sonreír. No era consciente de ello. Pero sí sabía que por primera vez en mucho tiempo se sentía bien en su casa.
—Cuando terminemos de desayunar puedo salir contigo a dar un vistazo.
Era un ofrecimiento sincero. Además, quería ver qué estaba pasando en el Distrito. Sabía que no podía hacer nada aunque viera que la gente del Capitolio estuviera haciendo algo contra los ciudadanos del Distrito, pero le hacía sentir que tenía algún control para hacer algo.
—Podemos ver si averiguas algo de Trisha o te llevo a que veas la Villa bajo nieve, aunque seguro es muy parecida a la tuya—propuso.
Si era que la gente del Capitolio los dejaba llegar tan largo. Terrence al respecto no estaba tan confiado.
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Una sonrisa. Elliot parpadeó varias veces, mirándolo con la boca entreabierta de la sorpresa. Se sintió doblemente afortunado porque la respuesta afirmativa vino acompañada de una sonrisa. Estaba seguro que llevaría esa sonrisa tallada en la memoria, por más cursi o ridículo que sonara. Pero si se lo decía de esa forma a Terrence, seguro que lo tomaría por un sentimental sin remedio.
—Tienes una sonrisa muy bonita, Terry… —aunque estaba tratando de mantener la compostura, la frase se le escapó de los labios. La única manera que Elliot tuvo de no hacer más el ridículo, fue regalarle a Terrence una sonrisa nerviosa—. No sabía que lo que hacía falta era hacerte del desayuno.
Lo que resultaba más sorprendente era que Terrence continuaba sonriendo. Elliot quiso decirle que se veía maravilloso. Él siempre había sabido que Terrence era guapo, lo supo desde que lo vio ganar sus Juegos del Hambre, pero había algo en su sonrisa que le resultaba hipnótico. Fue en ese preciso momento que no supo cómo iba a montarse en ese tren y pretender que su vida seguía igual. Quería quedarse allí, adormecido junto a la sonrisa de Terrence, para que lo abrigara por siempre.
Quizás sí era bastante sentimental.
—No me importaría echar un vistazo por el distrito juntos… —Elliot tropezó con las palabras justo al darse cuenta de lo que había dicho. Carraspeó y lo miró de nuevo, presa del nerviosismo—. Quiero decir, sería agradable ver la nieve cuando no está cayendo sobre nosotros. Aunque quizás sí sea buena idea ver cómo pasó la noche Trisha. Antes de irme le dejé hecho té, porque no quería que Apollo le diera algo para dormir. Espero que Trisha me haya hecho caso y haya pasado tan buena noche como yo. No sé qué tenía el chocolate, pero sí que sirvió, Terry.
Elliot no quiso decirle que había dormido como un bebé, cosa que no le pasaba muy a menudo. En el Capitolio usaba pastillas para dormir todas las noches y en el distrito hacía otro tanto, aunque con menos frecuencia.
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No había esperado la reacción de Elliot a su sonrisa. Recordaba que algna vez le había hablado sobre que sonriera, pero no era algo que Terrence hiciera con frecuencia. En ese momento había sido un gesto espontáneo y sincero, por lo que la reacción de Elliot le hacía algo de gracia.
Sonrió de nuevo para sí, antes de obligarse a recuperar la compostura y controlar su sonrisa.
—Estás invitado a hacerme el desayuno siempre que quieras, si el precio es solo una sonrisa.
Contempló el paisaje que se veía por la ventana pensativo, escuchando los deseos de Elliot.
—Es temprano todavía. Si pasamos primero a la casa donde se están quedando, puede que tu equipo de Capitolio no te deje irte después —señaló—. Tal podamos bajar primero al pueblo nevado y regresamos para que busques a Trisha.
Realmente se temía que eso fuera lo que sucediera. La noche anterior y este desayuno era tiempo que le estaban robando al Capitolio, ya era suficientemente difícil tener momentos robados como para creer que podrían repetirlos tan pronto.
Pero podía entender si Elliot prefería volver con su Vencedora. Admiraba su compromiso con el bienestar de la chica. No sabía si él podría ser tan buen mentor. Pensó en decírselo, pero al final se lo calló. Elliot parecía tomarse muy en serio los halagos y a veces no sabía qué hacer con ellos.
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Deseaba enmarcar la sonrisa de Terrence y llevarla siempre consigo. Estuvo a punto de decírselo, pero prefirió tomar el vaso que estaba a su alcance y darle un sorbo muy despacio. La perspectiva de ir a ver a Trisha le gustaba, pero sí era cierto lo que Terrence le decía. Probablemente entre Meda y Apolo lo acapararían y entonces no sabía cuándo podría volver a ver a Terrence, o si iban a coincidir antes del inminente viaje en tren.
Prefería no pensar en eso en este momento, quería disfrutar de los minutos que le quedaban en compañía de Terrence.
—Vi el terreno nevado… —comentó, con una media sonrisa, deslizando el plato vacío hacia un costado de la mesa—. ¿Me llevarías a caminar por el distrito? Sólo un momento, luego supongo que tengo que volver con Trisha. Quizás si salimos a dar una vuelta igual nos vamos a enterar qué pasó con la nevada. ¿Te ayudo?
Elliot retiró ambos platos vacíos, sintiéndose especialmente valiente, sin esperar a que Terrence le dijera nada y regresó a la cocina, dispuesto a lavarlos. Mientras lo hacía, el agua fría le hacía cosquillas en la piel. Cuando estaba enjabonando los platos pensó que en realidad no tenía ropa adecuada para salir afuera. No estaba nevando, pero indudablemente pasaría frío si recorría el distrito con lo que llevaba puesto. Se giró hacia Terrence, avergonzado porque sabía que, una vez más, iba a necesitar su ayuda.
—Terry, pero si salimos voy a necesitar al menos una chaqueta —dijo apenado, mientras alzaba la vista hacia él—. ¿Por favor? Creo que con las botas que traje ayer es suficiente, pero no sé si la ropa que tengo… —no terminó la frase, pues el nerviosismo le atenazaba la garganta. Esperaba que Terrence comprendiera lo que quería decir.
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Los momentos buenos en Panem eran realmente escasos. Terrence no tenía claro cuál había sido el último que había vivido. Pero de repente sentía que estar ahí en su apartamento con Elliot, compartiendo un desayuno y ahora viéndolo lavar los platos, era un momento perfecto.
Claro que lo llevaría caminar por el Dsitrito, ver la nieve, lo que quisiera. Este iba a ser un momento preciado, y no quería pensar en lo inevitable: pagarían por esto. En Panem todo se pagaba. Pero eso ya sería después.
Lo observó con atención cuando hizo su petición. Era lógica, y si iba a la casa donde estaban los otros por ropa no lo dejarían salir. Terrence se acercó, examinándolo con atención. Era delgado a la par de él, pero sí era bastante alto. Seguro que su ropa le quedaría bien, aunque floja. Sonrió ligeramente de nuevo y asintió.
—Claro. Te dejaré un pantalón impermeable y una chaqueta —respondió—. Creo que te quedarán bien.
Fue a la habitación y eligió las prendas que había mencionado. Esperaba que de verdad el calzado le fuera suficiente, y que con eso estuviera bien abrigado. No podía enfermarse en plena gira de la victoria.
Cuando regresó a la cocina le pasó el abrigo por los hombros, y puso sus manos sobre ellos.
—No pasarás frío con esta —le garantizó—. Es de mis favoritas.
Con una sola mano sostuvo ambas solapas de la chaqueta, aunque solo la tuviera puesta por encima. En efecto, se le veía muy bien, el color realzaba sus ojos, pero lo mejor de todo no era eso.
Elliot así se veía como una persona real. No uno de esos figurines que Capitolio se construía en sus retorcidas fantasías. Este era un hombre de carne hueso, sonriendo sinceramente para él.
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—La cuidaré bien, no te preocupes. Déjame ir por las botas y estaré listo en un momento —Elliot se echó la chaqueta al hombro y también el pantalón que Terrence le ofrecía, para ir directo a la habitación. Dejó la puerta entreabierta y se vistió lo más rápido que pudo, lo que más le robó minutos fue encontrar las botas, porque no recordaba dónde las había puesto, pero estaban todavía en el baño de Terrence.
Cuando regresó a la sala, le regaló a Terrence una sonrisa de agradecimiento. Estuvo a punto de decirle, otra vez, que nunca olvidaría sus atenciones, pero temió que Terrence se hastiara de escuchar lo mismo de sus labios.
—Podemos ir cuando quieras, Terry —Elliot extendió ambas manos hacia él, en un gesto infantil que pretendía hacerle saber que iba a dejarse llevar donde él quisiera. Cuando ambos cruzaron la puerta, lo primero que tocaron las botas de Elliot fue la nieve. Había una enorme capa de nieve que cubría toda la villa. Elliot dio un par de pasos más y se frotó las manos, pues el frío lo golpeó con fuerza—. Tenías toda la razón, hubiera muerto congelado anoche.
Miró a Terrence con actitud arrepentida por su necedad de anoche. Podía imaginarse lo que Terrence estaba pensando, lo tenía dibujado en la cara. Un claro “te lo dije”. Elliot se llevó la mano a los labios, para cubrir la sonrisa que tenía.
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Terrence no tenía muy claro qué estaba pasando en ese momento, pero no quería cuestionarlo. Por una vez en mucho tiempo parecía ser que tenía la oportunidad de tener un momento tranquilo, donde se sentía feliz, a pesar de todo. ¿Quién le iba a decir que Elliot Thorpe iba a ser la causa de ello?
Elliot, quien en su Distrito había dejado de lado las drogas, el maquillaje y la parafernalia del Capitolio para ser este chico sencillo y agradable con el que estaba compartiendo.
Cuando lo vio regresar con su chaqueta, evidentemente muy ancha para él, le causó una sensación de ternura que le hizo gracia, porque no era ningún niño. Sin embargo parecía entusiasmado como uno de salir a la nieve, como si no fuera un fenómeno natural que podía afectar la vida de muchas personas y fuera solo un espacio hermoso para jugar.
Terrence había perdido esa ilusión infantil hacía mucho tiempo.
Extendió los brazos para tomar las manos que Elliot le ofrecía, aunque sus dedos se entrelazaron solo en una de ellas porque necesitaba la otra para abrir la puerta y guiarlos a ambos afuera.
Por suerte se habían abrigado bien, porque en efecto hacía muchísimo frío. El comentario de Elliot era muy atinado después de todo.
—No iba a dejar que murieras congelado anoche —lo corrigió—. Así que eso no iba a pasar.
Le alegró ver que no parecía haber movimiento en la casa donde estaba el equipo del Capitolio. Realmente había temido encontrarlos afuera, deseosos de recuperar su mentor, antes de que pudieran dar su paseo matutino. Le hizo señas a Elliot de guardar silencio mientras se escabullían sin que los descubrieran, rumbo hacia las afueras del Distrito.
—Podemos caminar hacia la línea del tren entre los sembrados —le sugirió—. Así podremos ver cuánto los ha afectado la nieve, y podremos ver si hay esperanzas de que el tren salga hoy.
Tenía sentimientos encontrados al respecto. Quería que el Capitolio se largara de su distrito, pero no que se llevaran a Elliot con él.
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Cuando se giró hacia él, sus miradas se encontraron y le regaló una sonrisa. No tenía ninguna intención de zafarse de su agarre y le gustó confirmar que Terrence tampoco parecía que fuera a soltarlo. Mientras estaba en el Capitolio, Elliot se veía forzado a buscar la cercanía de sus amantes. Era una cercanía artificial, una manera de mantenerlos contentos y así, en consecuencia, mantener el favor del presidente Snow.
Recorrer el distrito junto a Terrence era una experiencia completamente distinta y no quería separarse de él ni un instante. Elliot empezó a preguntarse si eso estaría mal, porque esta burbuja en la que estaban se rompería en cualquier instante.
—Los sembrados se ven muy diferentes a los que imaginaba… —confesó Elliot cuando estos se asomaron en el horizonte. Tenía la sensación de que estaban más cerca del distrito de lo que imaginó, pero quizás era que en el distrito diez tenían que mantener al ganado en grandes pastizales y por eso se sentía tan alejado. Elliot se alejó por un instante de Terrence y se acercó a los sembradíos, que estaban completamente cubiertos por la nieve—. ¿A esta época del año pueden sembrar algo? ¿Tienen invernaderos? En casa tenemos que esconder a las reces para el invierno, pero es bastante complicado, algunos animales nunca se están quietos. Cuando era pequeño, un ternero llegó a casa, habría muerto congelado si lo encontrábamos unos minutos después.
Elliot recordaba que él y Rosie, en ese entonces poco más que una bebé, habían llorado para que les dejaran quedárselo. Pero sus padres, muy prudentes, no querían problemas con los agentes de la paz. “Esto no es nuestro, cariño, es del Capitolio” le había dicho su madre a Rosie en ese entonces, aunque eso no sirvió para calmarla.
—Sí se ven las vías de tren… —comentó de pronto, pues notó los rieles congelados cuando estaba recorriendo los sembradíos con la mirada. Estaban a una distancia considerable, pero podía ver desde allí a un grupo de personas que estaban amontonadas allí, con lo que parecía varios instrumentos de trabajo.
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Cuando el nombre de una persona salía en la Cosecha, su vida estaba definida. O moría en la Arena, o el resto de su vida pasaría entre los Juegos del Hambre y las giras de la victoria, y las camas del Capitolio que pagaran por ello. Dentro de aquella monotonía, Terrence jamás se había imaginado un escenario en la que Elliot Thorpe estaría caminando con él entre los sembradíos del Distrito.
No quiso soltar su mano, pues temía que aquel momento tan distinto y particular a todo lo que había creído que le esperaría en su visita, terminaría en el momento que lo hiciera.
Elliot estaba lleno de energía y preguntas, y le gustó escucharlo preguntar por los cultivos.
—Los sembradíos se ven mejor en verano —comentó—. No todas las cosechas se dan bien en esta época del año, y con una nevada así probablemente mucho se pierda.
Era doloroso pensar en ello. El Capitolio los castigaría como si ellos pudieran controlar el clima.
Suponía que a ellos les pasaba también con los animales. Le causó ternura escucharlo hablar de ellos.
—Te puedo imaginar con un ternerito friolento metido en la cama y cubierto de mantas —comentó con una sonrisa. Era una imagen adorable que no creía que la gente del Capitolio pudiera siquiera concebir—. Hay invernaderos al otro lado del Distrito. Esos tal vez se salven.
Buscó las líneas del tren con la mirada y dejó de sonreír. Frunció el ceño, en su lugar.
—No parece que eso vaya estar resuelto pronto —comentó—. Quizá tengan que quedarse un poco más en el día.
No estaba seguro de cómo se sentía al respecto. El Capitolio podría castigarlos por atrasar la Gira de la Victoria, por no ser lo suficientemente rápido...
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Soltó con cuidado la mano de Terrence porque tenía curiosidad por sostener la rama congelada con ambas manos. Las hojas estaban frías como un témpano de hielo y le hacían cosquillas en la punta de los dedos. La nevada era maravillosa, pero al mismo tiempo era como una maldición. No pudo evitar pensar que era una lástima que no pudiera contemplar las cosechas en verano.
—El Capitolio seguro tiene la tecnología suficiente para que no se pierdan las cosechas ni tampoco mueran los animales, pero no permitirían que la usáramos en los distritos porque quieren que vivamos desesperados y sin recursos. Es… es como la nevada, ¿cierto? Arrasa sobre nosotros y nos deja así, infértiles, pero de todas formas sigue tomando de nosotros —Elliot soltó la rama seca, que se deslizó con cuidado hasta el suelo nevado y se giró hacia Terrence, cubriéndose los labios. Lo miró alarmado, como si de pronto Terrence fuera otra persona y estuvieran en otras circunstancias. Le tomó un instante calmarse y recordar dónde está—. Lo siento, no debemos decir esas cosas.
Elliot frunció el ceño, él no decía ese tipo de comentario y mucho menos al azar. Quizás tenía que ver con el hecho de estar sobrio, de ser muy consciente de quién era y a merced de quiénes estaba. Por suerte, Terrence volvió a hablar de terneros y sábanas y Elliot soltó una sincera carcajada. Terrence, de todas las personas de Panem, tenía sentido de humor. Esta gira de la victoria continuaba sorprendiéndole cada minuto que pasaba.
—Sí intentamos meterlo a la cama, Terry, pero fue un completo fracaso —Elliot sonrió, volviendo a tocar una de las manos de Terrence con mucho cuidado. La sostuvo con fuerza cuando dieron un par de pasos al frente, fijándose ambos en las vías del tren. Si se esforzaba lo suficiente podía escuchar las voces de los trabajadores a lo lejos—. Tienes razón, no parece que esté listo y quizás trabajaron toda la noche. ¿Crees que alguien tenga noticias al respecto? No creo que aplacen la celebración en el Capitolio, es en la casa del presidente, pero la gira tiene un calendario muy estricto.
Elliot sintió escalofríos y se aferró un poco más a Terrence cuando pensó en ello. El presidente Snow los recibiría en su casa a él y a Trisha, no cambiarían la fecha, pero ya llevaban un día de retraso en la gira. Sin darse cuenta, empezó a respirar entrecortado, pues un montón de escenarios terribles empezaron a danzar en su cabeza.
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Terrence le había dicho a Elliot la verdad cuando le dijo, tiempo atrás, que el color amarillo del trigo era su favorito. Sin embargo, ese día empezaba a apreciar los campos nevados, tan solo porque les estaba dando la oportunidad de vivir ese momento.
Las palabras de Elliot sobre el Capitolio lo sorprendieron. Nunca lo había esperado oír decir algo así.
Tenía razón de asustarse. Si alguien más lo escuchaba podía meterse en muchos problemas. Pero Terrence estaba de acuerdo en cada una de sus palabras. El Capitolio tomaba de ellos sin cesar. Quién mejor que ellos para saberlo.
Estrechó las manos de Elliot cuando este volvió a buscarlo. Notó que intentaba desviar el tema, pero seguía nervioso, era notorio en la dirección que estaban yendo sus pensamientos, y no me le faltaba razón. Snow no se tomaría a bien que llegaran tarde, incluso aunque fuera algo fuera de su control.
El resto de la Gira de la Victoria sería una carrera contrarreloj para todos. Terrence no se lo envidiaba nada.
Pero por ahora no hacía nada con angustiarse, porque ninguno de ellos podía quitar la nieve mágicamente de las vías.
Aprovechó que tenía las manos de Elliot entre las suyas para tirar de él y abrazarlo, en un impulso que en otro momento se habría cuestionado. Pero ahora lo estrechó con fuerza entre sus brazos, intentando transmitirle algo de seguridad y calma.
—Ahora que es de día avanzarán más rápido —le aseguró—. Se atrasarán horas, no creo que más de un día. Seguro que tu séquito del Capitolio se aseguran de cuadrar los horarios para que lleguen a tiempo a la fiesta, o su cuello estará en juego también.
A Terrence le costaba que Snow no solo era cruel con los distritos: también lo era con sus subordinados.
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Elliot ni siquiera era el más aficionado al contacto físico, en el Capitolio no tenía control alguno sobre su cuerpo: tomaban todo de él. Pero ahora no quería que Terrence soltara ese abrazo nunca.
—Hueles bien, Terry… —dijo de pronto, dejándose arropar por sus brazos, mientras escuchaba con cuidado sus palabras. Cerró los ojos por un instante, entregándose a la cercanía de Terrence.
Por un instante, se preguntó qué pasaría si alguien los veía de esa forma. Elliot sabía que no estaban haciendo nada malo, pero en Panem todo podía castigarse. Si alguien lo sabía muy bien, era Elliot. Colocó la mano en el pecho de Terrence, dejó la palma abierta allí por unos segundos que le parecieron eternos. Si lo que Terrence pretendía era hacerlo sentir mejor, sí que lo había conseguido.
—Espero que nadie salga perjudicado por todo esto —suspiró con voz nostálgica, mordiéndose el labio inferior—. Pero estoy dispuesto a pagar el precio de la nevada, porque ahora sé que somos amigos. Ojalá pudieras venir conmigo, ¿crees que te inviten a la velada presidencial? A mí me invitaron para el final de la gira del año pasado, no recuerdo si estabas allí.
Aunque, si lo pensaba con detenimiento, en realidad Elliot recordaba muy poco de esa velada. Había estado más drogado de la cuenta y la mañana siguiente Apollo tuvo que llevarlo al hospital para que le dieran medicina suficiente para continuar con la apretada agenda que tenía los días siguientes. Sí recordaba que, un par de días después, él y Terrence habían coincidido en una fiesta en un hotel en el que él tuvo que besarse toda la noche con el hijo del Ministro de Salud.
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"Ahora sé que somos amigos".
Sus palabras lo conmovieron. Pudo haberle dicho antes que sí que lo eran, pero él mismo se acababa de dar cuenta en esa visita que sí tenía mucho en común con Elliot, y que sí le agradaba tanto como para dejarlo pasar la noche en su casa, en su habitación.
Sintió como Elliot se dejaba arropar por su abrazo, y sintió su mano sobre el pecho, sintiéndole los latidos del corazón.
Lo estrechó con más fuerza, esperando que se fuera calmando. Parecía muy inquieto de nuevo.
—El Capitolio es injusto, pero no le pueden adjudicar la culpa de una nevada a alguien —le aseguró—. Pueden intentarlo pero tampoco querrán quedar en ridículo con sus acusaciones.
En el Capitolio las apariencias eran muy importantes, y Elliot era uno de los niños mimados del Capitolio. Seguro que muchas personas estaban esperando verlo en al fiesta.
No sabía si lo iban a invitar para el final de la gira. El año anterior había estado ahí, y había visto a Elliot jugar el jeugo del Capitolio. A él eso no se le daba bien, así que no tenía idea de si lo invitarían de nuevo, tal vez debía haber sido un poco más complaciente para eso.
—No sé si vayan a pedirme que vaya —respondió—. Snow no me aprecia mucho, no soy nada dócil con sus clientes.
A Terrence le constaba que en teoría podría venderlo mejor si dejara más clientes y clientas satisfechas siendo más complaciente.
—Estuve el año pasado —admitió—. No es una actividad que dsifrutara particularmente.
No quería entrar en detalles, no guardaba gratos recuerdos de la actividad. Seguro que Elliot tampoco, ya entendía qu ese drogaba para aguantar esas cosas. Eso era más que comprensible.
—Al menos si esta vez me hacen ir sabré que podré verte —comentó, mientras inclinaba la cabeza buscando su mirada mientras lo abrazaba—. Al menos eso valdrá la pena.
Realmente odiaba tener que ir hasta el Capitolio.
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Contuvo la respiración cuando pensó en ello, pues sabía que Terrence decía la verdad. Durante su primer año en el Capitolio, después de convertirse en Vencedor, solía observarlo de lejos y estar fascinado por la manera en que se comportaba. Conforme pasaba el tiempo, empezó a preocuparse y ahora que el tema volvía sobre la mesa, tenía una sensación parecida.
—Yo creo que quienes piden tu compañía les gusta tu actitud, una vez escuché a una mujer decírselo a otra mientras… —Elliot se cuidó de morderse la lengua antes de continuar. No importaba lo que había pasado en esa fiesta, sino lo que había escuchado—. Pero quizás… sé que sabes cómo manejarte y no… sé que soy la última persona que puede dar consejos, pero ten cuidado, Terry. Yo también, cuando regrese al Capitolio, me gustaría pensar que es una excusa para poder verte otra vez.
Elliot le regaló una sonrisa sincera a Terrence, creía que era un gesto que había sepultado junto con todas las ilusiones que tenía. Pero desde que despertó esa mañana se sentía ligero, diferente, como si fuera otra persona. Un Elliot diferente al que tenía que fingir todo el tiempo y quien se sentía vacío constantemente.
—Terry, ¿no crees que…?
—¡Los estábamos buscando desde hace rato! —Elliot se estremeció y, por instinto, dio un salto hacia atrás cuando reconoció la voz de Apolo. Su escolta estaba ataviado de pies a cabeza con un abrigo ostentoso y una bufanda que le cubría hasta la nariz—. Los necesitamos para grabar un mensaje al Capitolio, para hablar sobre el retraso en la gira. Vamos a filmarlo en la plaza. ¡Elliot! —cuando Apolo lo llamó en ese tono, Elliot supo que, cualquier cosa que diría a continuación, lo haría sentir mal—. ¿De verdad saliste así? Hay que hacer algo contigo, le diré a Meda, necesitas maquillaje, te ves terrible.
Elliot separó los labios, pero no supo qué decir, y llevó por instinto ambas manos a su rostro. El rostro contraído de Apolo le hizo darse cuenta de que había despertado de un largo sueño. El aroma de Terrence y su cálido abrazo fueron un sueño hermoso, pero el mohín incómodo de su Escolta era la realidad.
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No esperaba que Elliot le dijera que había oído hablar sobre él en el Capitolio a algunas de las mujeres que había pagado por él. No quería saber en qué contexto lo había escuchado, así que decidió ignorarlo. Se quedó con las ganas de saber qué era lo que Elliot le iba a preguntar, porque en eso los interrumpieron.
Apolo.
No pudo evitar porner los ojos en blanco al escucharlo acercarse. En general despreciaba a la gente de Capitolio, pero a él más que ninguno después de todos los comentarios que había hecho Elliot sobre él. Además, acababa de probar que tenía el gusto en las patas.
Tiró de las manos de Elliot para que se descubriera el rostro y negó.
—No le hagas caso, te ves de maravilla sin maquillaje —le aseguró—. La gente del Capitolio tiene el gusto deformado por los maquillajes.
No le agradó nada el tono en que dijo que los necesitaban. Apolo no era de su equipo, así que no le hacía la menor gracia tener que hacerle caso.
—¿Yo tengo que grabar algo? —preguntó, sin ocultar lo suficiente el desagrado en su voz—. ¿No pueden solo pasar la nevada?
Al menos eso significaba que no tenía que separarse de Elliot ya, pero no había esperado acabar el recorrido por el Distrito con Apolo y su equipo. Se resigno a que no quedaría más que ir a la plaza a grabar.
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Sin embargo, sabía que por el tono de voz de Terrence, esa palabra significaba algo diferente. Elliot negó con la cabeza, sin saber exactamente a qué estaba diciendo que no. De todas formas, no hizo falta, porque Terrence se giró hacia Apolo para preguntarle si él tenía que participar también. La expresión de su escolta no dejaba lugar a dudas: los dos eran requeridos.
—Por supuesto que sí, Terrence —le dijo, con un tono de voz más suavizado del que había usado antes con él. Apolo podía ser encantador, Elliot lo sabía muy bien, pero era obvio que estaba irritado por el tema del tren. No sabía si ya había recibido noticias directas del Capitolio y esa irritación estaba enmascarando preocupación genuina—. Eres la cara del distrito, así que tienes que estar. Son órdenes de arriba, así que no puedo hacer demasiado.
Elliot tomó con cuidado la mano de Terrence cuando escuchó aquello, ambos intercambiaron miradas, pues sabían lo que Apolo quería decir. Le parecía irreal que, luego de una noche increíble y una mañana que parecía de ensueño, ahora tendría que continuar con una puesta en escena que Terrence odiaba y a la que lo estaban obligando a participar. Elliot sintió unas inmensas ganas de llorar, pero ya había aprendido que eso no solucionaba nada.
Así que, mientras Apolo seguía hablando sobre lo que iban a hacer, y de que Meda podía ayudar a Terrence a arreglarse, Elliot volvió a mirar hacia el campo nevado.
—¿Y si filmamos aquí? —preguntó de pronto, atreviéndose a interrumpir a Apolo. Lo miró algo arrepentido, su escolta no solía gustarle que lo cuestionara, mucho menos en presencia de alguien más, pero ahora parecía genuinamente curioso por su pregunta. Elliot sonrió a medias, señalando el campo y el horizonte desde donde se veían las vías del tren—. Sabrán que seguimos en el distrito y además pueden verse a lo lejos cómo reparan las vías. A Terry le gusta los campos de trigo, y a mí también. Son lindos. A la gente le gustará.
En realidad, a Elliot no podría importarle menos si a la gente del Capitolio le gustaría o no. Pero tenía la sensación de que, ya que no tenían opción, para Terrence sería más sencillo filmar aquí, cerca de las cosechas, que en la plaza pública junto al símbolo del gobierno.
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Pues al parecer todo estaba decidido, sin importar la opinión de ellos, como siempre en el Capitolio. No le hacía nada de gracia tener que dejarse tocar por otra maquillista, pero tampoco podía ser problemático, no cuando era probable que fuera su distrito el que tuviera que pagarlo.
Después de todo, Apolo tenía razón. Si eran órdenes de arriba no había nada que hacer.
La propuesta de Elliot lo conmovió, de verdad parecía estar pensando en él. Pero le estrechó la mano con fuerza y negó.
—No importa, hagámoslo donde quieran —declaró con seguridad—. No creo que la gente del Capitolio distinga los campos, no los conocen.
Iba a ser desagradable e incómodo tener que grabar, pero al menos estaría con Elliot.
—Vamos a prepararnos —dijo con una tranquilidad que no sentía.
Tiró de la mano de Elliot para regresar a la Villa de los Vencedores, ahí tenía que estar el equipo para prepararlos. Notó que Apolo los seguía, pero intentó ignorarlo.
—Tienen que explicar lo de la nevada, y que están trabajando sin parar para que podamos salir de aquí lo antes posible... y que la fiesta de cierre de la Gira no se va a atrasar
Entre más lo oía, más lo detestaba Terrence. Miró de reojo a Elliot para ver si su expresión expresaba tanto fastidio como el que él mismo sentía.
Hubiera deseado otro final para su mañana.
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